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La Tienda de la Abuela Sagrario La abuela tiene una tienda por la calle de Consuegra y las vecinas le compran las cosas que tiene buenas Y tiene bastantes cosas. Yo me acuerdo de comerlas. Con unos higos muy grandes, los traía de Sonseca. Unas cubas de aceitunas, cogiendo buenos puñados te mirabas a las manos, el salobre bien pegado. Traía bolsas de bolas, Y los chicos las compraban. Y jugaban con nosotros, y siempre nos las ganaban. Era una abuela muy buena, y nos daba de merienda pan con chocolate gordo. Y se quedaba contenta. Compraba sacos de trompos, y nos daba los mayores. Jugábamos con los chicos y los nuestros los mejores. Mis tíos por la mañana, Cuando se iban al campo se tomaban el café, bien cargadito de azúcar. Y ya salían marchando. La abuela todos los años, que criaba dos marranos, juntaba ocho jamones que le gustaba colgarlos. De que ya estaban curados los tapaba con papeles. El tío Luís y el nieto Félix les cortaban los filetes. Ya se marchaban al campo y se ponen a almorzar. Y Tesifontes decía: ¡Qué bien van a apañar!. Sin saber que los cogían de los jamones colgados, que si se descuida un poco, ¡hasta los dejan pelados!. Ya todos comen jamón. Y la abuela sin saberlo. Tapaditos con papel, y los jamones bien huecos. La abuela va a alcanzar uno. Y dice: ¡Qué poco pesa!. Sólo tenía los huesos, y un poquito de corteza. Manuel López-Gil Gómez

La tienda de la abuela Sagrario

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poesía constumbrista

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La Tienda

de la Abuela

Sagrario

La abuela tiene una tienda

por la calle de Consuegra

y las vecinas le compran

las cosas que tiene buenas

Y tiene bastantes cosas.

Yo me acuerdo de comerlas.

Con unos higos muy grandes,

los traía de Sonseca.

Unas cubas de aceitunas,

cogiendo buenos puñados

te mirabas a las manos,

el salobre bien pegado.

Traía bolsas de bolas,

Y los chicos las compraban.

Y jugaban con nosotros,

y siempre nos las ganaban.

Era una abuela muy buena,

y nos daba de merienda

pan con chocolate gordo.

Y se quedaba contenta.

Compraba sacos de trompos,

y nos daba los mayores.

Jugábamos con los chicos

y los nuestros los mejores.

Mis tíos por la mañana,

Cuando se iban al campo

se tomaban el café,

bien cargadito de azúcar.

Y ya salían marchando.

La abuela todos los años,

que criaba dos marranos,

juntaba ocho jamones

que le gustaba colgarlos.

De que ya estaban curados

los tapaba con papeles.

El tío Luís y el nieto Félix

les cortaban los filetes.

Ya se marchaban al campo

y se ponen a almorzar.

Y Tesifontes decía:

¡Qué bien van a apañar!.

Sin saber que los cogían

de los jamones colgados,

que si se descuida un poco,

¡hasta los dejan pelados!.

Ya todos comen jamón.

Y la abuela sin saberlo.

Tapaditos con papel,

y los jamones bien huecos.

La abuela va a alcanzar uno.

Y dice: ¡Qué poco pesa!.

Sólo tenía los huesos,

y un poquito de corteza.

Manuel López-Gil Gómez