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39 Revista de Antiguos Alumnos del IEEM La torta de zapallitos. Varias recetas… para su reparto Por Leonardo Veiga e Isabelle Chaquiriand Este artículo es la continuación de uno pu- blicado en el número anterior de la Revista del IEEM y titulado El problema no son los zapallos. Se aborda en esta oportunidad el modo en que en nuestra sociedad se distri- buyen los recursos, así como las razones y consecuencias de ello. Leonardo Veiga. Ph.D. en Cultura y Gobierno de las Organizaciones (en curso), Universidad de Navarra; Master en Dirección y Administración de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo; Contador Público, Universidad de la República; Profesor de Economía Organizacional y Gestión de la innovación del IEEM. [email protected] Isabelle Chaquiriand. Máster en Dirección y Administración de Empresas (MBA), IEEM, Universidad de Montevideo; Contador Público, Facultad de Ciencias Económicas y Adminis- tración, Universidad de la República; Directora de Operaciones, ATMA S.A.; Comunicación y Marketing, Hotel Nirvana S.A. [email protected] T oda persona tiene una idea de sí misma que difícilmente se corresponda con la vi- sión que de ella tienen los demás. Algunas de esas diferencias son inevitables, porque hacen a la perspectiva con la que se mira. Por ejemplo, debido a que la cabeza actúa como una caja de resonancia personalizada, la voz que oímos cuando hablamos no es la misma voz que los otros escuchan. Lo cual también implica que al final del día, más allá de las intenciones, somos el resultado de nuestro actuar porque los hechos son los que interactúan con los demás y lo que genera o no comportamientos y reacciones en los otros. Lo mismo pasa con las sociedades. En un artículo anterior (véase El problema no son los zapallos, Revista de Antiguos Alumnos del IEEM,

La Torta de Zapallitos

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La Torta de Zapallitos

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39 Revista de Antiguos Alumnos del IEEM

La torta de zapallitos.Varias recetas… para su reparto

Por Leonardo Veigae Isabelle Chaquiriand

Este artículo es la continuación de uno pu-

blicado en el número anterior de la Revista

del IEEM y titulado El problema no son los

zapallos. Se aborda en esta oportunidad el

modo en que en nuestra sociedad se distri-

buyen los recursos, así como las razones y

consecuencias de ello.

Leonardo Veiga. Ph.D. en Cultura y Gobierno

de las Organizaciones (en curso), Universidad de

Navarra; Master en Dirección y Administración

de Empresas, IEEM, Universidad de Montevideo;

Contador Público, Universidad de la República;

Profesor de Economía Organizacional y Gestión

de la innovación del IEEM.

[email protected]

Isabelle Chaquiriand. Máster en Dirección

y Administración de Empresas (MBA), IEEM,

Universidad de Montevideo; Contador Público,

Facultad de Ciencias Económicas y Adminis-

tración, Universidad de la República; Directora

de Operaciones, ATMA S.A.; Comunicación y

Marketing, Hotel Nirvana S.A.

[email protected]

T oda persona tiene una idea de sí misma

que difícilmente se corresponda con la vi-

sión que de ella tienen los demás. Algunas

de esas diferencias son inevitables, porque hacen a la

perspectiva con la que se mira. Por ejemplo, debido

a que la cabeza actúa como una caja de resonancia

personalizada, la voz que oímos cuando hablamos

no es la misma voz que los otros escuchan. Lo cual

también implica que al final del día, más allá de las

intenciones, somos el resultado de nuestro actuar

porque los hechos son los que interactúan con los

demás y lo que genera o no comportamientos y

reacciones en los otros. Lo mismo pasa con las

sociedades.

En un artículo anterior (véase El problema no son

los zapallos, Revista de Antiguos Alumnos del IEEM,

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pública intentó procurar esto. En el segundo caso

de aplicación de este criterio se aspira a que deter-

minadas necesidades de las personas sean siempre

atendidas. Este es uno de los criterios orientadores

de la reforma de la salud en proceso de implemen-

tación, así como el objetivo del Plan de Emergencia

Ciudadana y de Equidad. En este caso se parte de

la base de que ninguna sociedad puede funcionar

armónicamente si algunos de sus miembros pade-

cen carencias que atentan contra la dignidad de su

existencia.

Criterio del esfuerzo. Este criterio se aplica normal-

mente para un subgrupo dentro de la sociedad que

tiene una tarea asignada. Ese subgrupo normalmen-

te tiene un papel muy activo en reclamar recursos,

bajo el argumento de que los necesita para cumplir

su función. El beneficiado no compromete mayores

resultados, sino que por el contrario suele mostrar

la ausencia o deficiencia de los resultados obtenidos

como uno de los argumentos de peso para reclamar

más recursos. Muchos de los reclamos del sector de

la educación son de este tipo: se piden más recur-

sos en el entendido que la actividad lo justifica, pe-

ro no hay ofrecimiento de compromisos de mejora

de desempeño como contrapartida. El problema en

este caso es, qué está primero… el huevo o la galli-

na… en oposición al siguiente criterio.

Criterio de los resultados. Este criterio consiste en

asignar los recursos en función de los resultados lo-

nº 29, junio de 2007) procuramos descubrir có-

mo es nuestra sociedad, no por lo que dice ser, si-

no por lo que efectivamente es a través de la voz

que escuchan los demás, es decir, a través de sus

actuaciones inducidas por el sistema de premios y

castigos. Aquel artículo fue diagnóstico, y en cierta

forma, autocrítica. Esa fue la parte fácil: procurar

describir lo que se ve. Lo difícil es lo que sigue: pro-

poner, comprometerse y quedar sujetos a la crítica

de los demás.

En ese mismo artículo invitábamos a todos los lec-

tores a preguntarse cómo quieren que sea nuestra

sociedad, como punto de partida de un ejercicio de

responsabilidad ciudadana que es independiente de

todo tema político. Es una pregunta muy amplia,

lo que hace que las respuestas sean muy variadas

tanto en contenido como en estructura, y donde se

combinan cuestiones en las cuales pesan mucho los

valores y preferencias personales, con otras en las

cuales no. Esa complejidad es en parte la explica-

ción de por qué las discusiones a este respecto rara

vez tienen avances.

Pero un buen punto de partida del ejercicio es ana-

lizar los criterios de distribución de los recursos en

una economía, como herramientas para construir

la misma. Esto es, analizar determinados criterios

que la sociedad define para la asignación de los re-

cursos entre sus integrantes (personas y organiza-

ciones). A continuación, detallaremos los posibles

criterios y las implicaciones que se pueden derivar

de su utilización.

Criterio de igualdad de oportunidades. Este cri-

terio prioriza un acceso equitativo de determinados

recursos entre los miembros de la comunidad, inde-

pendientemente de lo que esos miembros hagan o

sean. Las dos aplicaciones más frecuentes de este

criterio son en el caso de los niños y de los menos

favorecidos. En el caso de su aplicación a los niños

el criterio se denomina igualdad de oportunidades

iniciales: que implica que en la carrera de la vida,

dentro de lo posible, todos arranquen al mismo tiem-

po y con zapatillas. Nuestro sistema de educación

Laintroducciónenelsectorpú-

blicodelcriterioderesultadosva

delamanodesupeditarenparte

las remuneracionesal logrode

determinadasmetas

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grados en el pasado o comprometidos para el futu-

ro. Es el criterio aplicado por excelencia en el sector

privado, cuando las empresas están sujetas a un ré-

gimen de competencia razonable. Su introducción

en el sector público va de la mano de supeditar en

parte las remuneraciones al logro de determinadas

metas. Es lo que se ha implementado, por ejemplo,

en la Dirección General Impositiva. Parte de la remu-

neración de los funcionarios está condicionada al lo-

gro de determinadas metas en materia de aumento

de la recaudación.

Criterio de igualdad de resultados finales. Aquí lo

importante no es la obtención de los recursos, sino

el evitar diferencias en su distribución. En los países

escandinavos se aplicó en una época; al establecer

tasas tan progresivas, por encima de determinado

nivel de ingresos el contribuyente no percibía ningún

ingreso significativo adicional luego de los impuestos.

Es el criterio que algunos sindicatos procuran aplicar

cuando reclaman que todos los trabajadores perci-

ban la misma remuneración, independientemente

de su desempeño y se eliminen todos los sistemas

de incentivos al rendimiento.

Criterio del privilegio. En este criterio se encuen-

tran todos aquellos que han accedido a privilegios a

través de los cuales pueden lograr más recursos que

otras personas en una situación equivalente. Este te-

ma tomó mucha vigencia cuando se divulgaron las

enormes diferencias en las retribuciones en el sector

público, dependiendo del organismo al que perte-

necieran, con porteros ganando más que maestros,

por ejemplo. Ha vuelto a estar en el tapete como

resultado de la introducción del impuesto a la renta

de las personas físicas, en tanto al computarse co-

mo ingreso todos los beneficios recibidos en espe-

cie –criterio totalmente compartible– ha salido a la

luz la magnitud que los mismos tienen en múltiples

reparticiones estatales.

Criterio del derecho. Es el criterio por el cual se

preserva el derecho a la propiedad, por ejemplo.

A diferencia del criterio del privilegio, existe una

legitimidad otorgada explícitamente por parte de

la sociedad. Cuando tal legitimidad no se recono-

ce –como sucede con algunas posiciones ideoló-

gicas– se lo considera un caso particular del crite-

rio anterior.

Tal como hemos ido ilustrando, nuestra sociedad

aplica todos estos criterios al mismo tiempo. Una

vez detallados, podemos empezar a formularnos

algunas preguntas al respecto.

¿Cuáles no aplicar? Siempre existen situaciones

en las cuales se justifica la aplicación de alguno de

estos criterios, pero hay algunos de estos cuya apli-

cación debería mover a mucha reserva. Uno de los

criterios más peligrosos desde el punto de vista so-

cial, es el criterio del esfuerzo, y es un criterio muy

aplicado en el país, particularmente en lo que refiere

al gasto público en áreas tales como la seguridad,

la salud y la enseñanza. Sin embargo, su aplicación

se justifica cuando es imposible condicionar la asig-

nación de recursos al cumplimiento de determina-

das metas. Esta situación se da cuando el resultado

está condicionado fuertemente por factores ajenos

del control del beneficiado. En nuestra opinión, ese

no es el caso de los sectores a los que hemos he-

cho referencia.

Otro criterio cuya aplicación suele ser socialmente

perversa es el criterio del privilegio. La aplicación de

este criterio puede llevar a que determinados gru-

pos de trabajadores (bancarios, empleados de em-

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presas estatales, municipales, capitalinos, etc.) ejer-

zan la capacidad de negociación que su situación

privilegiada les otorga para transferir la carga del

impuesto a la renta de las personas físicas al resto

de la comunidad, por la vía del encarecimiento de

los servicios que prestan.

El criterio de la igualdad de resultados finales es el

que defienden muchas personas que consideran que

una sociedad con una distribución del ingreso equi-

tativa es socialmente deseable, independientemente

de cuál sea la situación de los menos favorecidos. Sin

perjuicio de lo anterior, si este criterio es mal aplica-

do, se transforma en una invitación a la molicie. A

nivel de sectores concretos dentro de la sociedad,

su aplicación se justifica sólo en casos excepcionales

en que no es posible establecer criterios razonable-

mente objetivos para asignar méritos.

Las sociedades sanas se basan en tres criterios: re-

sultados, igualdad de oportunidades y derecho. Pe-

ro no sólo son sanas por aplicarlos, sino por saber

en qué casos aplicar cada uno. Las diferencias his-

tóricas que hubo entre derecha e izquierda a partir

de la Revolución Industrial se han ido mitigando a

partir de lo que la humanidad entera ha ido apren-

diendo. Hemos aprendido que la propiedad privada

es necesaria para un desempeño mínimamente efi-

ciente de una sociedad. También que el capitalismo

salvaje termina generando condiciones sociales que

atacan los mismos cimientos del sistema. Y también

se ha constatado que las visiones idílicas de un ser

humano, que dará lo mejor de sí sin importar qué

obtiene a cambio, sólo se aplican a un conjunto muy

reducido de personas. Organizar una sociedad so-

bre esas bases no es sostenible. En muchos países

europeos, por ejemplo, hace tiempo que se da na-

turalmente una rotación de gobiernos socialdemó-

cratas y socialcristianos. Las diferencias –cada vez

menores– pasan por un mayor o menor énfasis en

el crecimiento o la distribución.

¿Cómo combinarlos? Dada la situación de Uru-

guay, no hay dudas que es prioritaria la aplicación

del criterio de la igualdad de oportunidades iniciales.

Con un 40% de los niños naciendo en los hogares

pobres, es casi inevitable que en una o dos décadas

pasemos a tener los mismos problemas sociales del

resto de América Latina. Pero el objetivo no debe

ser sólo sustraer a los niños pobres del condiciona-

miento de sus familias, sino también estimular a

que las familias que no son pobres tengan más hi-

jos. Esto es, exactamente lo contrario de lo que se

está haciendo. El criterio de los resultados también

tiene que ser aplicado más enérgicamente en todos

los ámbitos de nuestra sociedad. La razón de que

ello no suceda es que el criterio de los resultados y

el del privilegio operan en sentido contrario; entre

ellos, el privilegio al voto que ha inducido muchas

medidas con el único objetivo de llenar urnas en

campañas electorales. Luchar en contra del criterio

del privilegio es dar una señal clara de que hay que

trabajar por el derecho al pan, bueno… en este ca-

so, la torta de zapallitos

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en tres criterios: resultados,

igualdad de oportunidades y

derecho.Peronosólosonsanas

poraplicarlos,sinoporsaberen

quécasosaplicarcadauno

Publicado en Sócrates (www.ieem.edu.uy/socrates), agost de 2007.