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LAS HACIENDAS EN VENEZUELA: TERRITORIO Y MEMORIA HISTÓRICA Lorenzo González Casas' «Casa opulenta la de Tovar. Haciendas en los Valles de Aragua y el Tuy, en los Llanos y en la costa del mar. Potreros, vegas, montes, acequias, puntas de cerro, lomas y vertientes. Arboledas de cacao, plantaciones de algodón y añil, trapiches e ingenios. Casas, tierras y esclavitudes» 1 Resumen El presente trabajo estudia la hacienda venezolana como elemento fundamen- tal del patrimonio del país. La hacienda es examinada a través de varias de sus dimensiones históricas: como elemento articulador del territorio, como unidad de desarrollo económico y social tradicional, y como tema de composición arquitectó- nica. Especial énfasis se brinda a las respuestas que la hacienda ha brindado a las condiciones geográficas, económicas y sociales de la formación histórica de la Región Central del país. En tal sentido, se resalta el importante proceso de síntesis que se logró en estos microcosmos, en los cuales se daban cita edificaciones, sociedad y paisaje. El trabajo presenta también algunos de los problemas relacionados con la preservación de estos elementos patrimoniales, en virtud de la gradual desaparición de la estructura económica y del orden social que les dio origen. Arquitecto. Universidad Simón Bolivar (Caracas, Venezuela). BERNARDO NÚÑEZ, Enrique, La Ciudad de los Techos Rojos. Caracas, Monte Ávila Editores, 1988, p. 261. 203

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LAS HACIENDAS EN VENEZUELA: TERRITORIO Y MEMORIA HISTÓRICA

Lorenzo González Casas'

«Casa opulenta la de Tovar. Haciendas en los Valles de Aragua y el Tuy, en los Llanos y en la costa del mar. Potreros, vegas, montes, acequias, puntas de cerro, lomas y vertientes. Arboledas de cacao, plantaciones de algodón y añil, trapiches e ingenios. Casas, tierras y esclavitudes»1•

Resumen

El presente trabajo estudia la hacienda venezolana como elemento fundamen­tal del patrimonio del país. La hacienda es examinada a través de varias de sus dimensiones históricas: como elemento articulador del territorio, como unidad de desarrollo económico y social tradicional, y como tema de composición arquitectó­nica.

Especial énfasis se brinda a las respuestas que la hacienda ha brindado a las condiciones geográficas, económicas y sociales de la formación histórica de la Región Central del país. En tal sentido, se resalta el importante proceso de síntesis que se logró en estos microcosmos, en los cuales se daban cita edificaciones, sociedad y paisaje.

El trabajo presenta también algunos de los problemas relacionados con la preservación de estos elementos patrimoniales, en virtud de la gradual desaparición de la estructura económica y del orden social que les dio origen.

Arquitecto. Universidad Simón Bolivar (Caracas, Venezuela). BERNARDO NÚÑEZ, Enrique, La Ciudad de los Techos Rojos. Caracas, Monte Ávila Editores,

1988, p. 261.

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L ORENZO ÜONZÁLEZ CASAS

Introducción

La hacienda constituye un tema de reflexión de particular interés desde el punto de vista patrimoniaP. Al contrapunto entre sociedad, cultura y hacienda, que emerge como parte fundamental de la obra de novelistas venezolanos como Rómulo Gallegos, se aúna el valor de la hacienda como articulador del paisaje rural del país durante el período colonial y buena parte del republicano. La hacienda fue un polo de desarrollo complementario, y hasta alternativo, a la ciudad coloniaP. Es por ello que para comprender el desarrollo histórico del país resulta imprescindible el estudio de la hacienda como pieza fundamental del arreglo espacial y social del mismo.

Algunas consideraciones en torno a la evolución histórica y el valor testimonial de la hacienda

Entre las diversas manifestaciones de la arquitectura rural que surgieron en Latinoamérica durante la colonia, la hacienda tiene una importancia fundamental por el hecho de haberse constituido en uno de los ejes esenciales de la agenda económica de la región. Expresión fmal de un sistema productivo de carácter singular, la hacienda sintetiza los diversos factores que conforman dicho sistema: las modalida­des de un medio físico y las particularidades de los productos agrícolas. Co~uga también las experiencias agrícolas indígenas y las de la Península Ibérica, formando parte de un mestizaje biológico y cultural que se extiende desde la híbrida sociedad a los cultivos, ya que permite la coexistencia del algodón, cacao y maíz de América con el trigo europeo, el café africano y la caña de azúcar asiática.

La urgencia de una adaptación a una geografía muy distinta a la conocida en Europa y a un cultivo de productos variados -no pocas veces extraños- lleva a un predominio de lo pragmático sobre las formulaciones teóricas. De dicha adaptación surge un modelo que, si bien presenta antecedentes probables en Europa (en sus variantes de la fmca rural, la villa y el cortijo andaluz), no mantiene comunicación directa con aquello y establece un acto de concreción formal específico de América.

Este trabajo deriva del proyecto de investigación La Hacienda en Venezuela, el cual persigue estudiar y documentar estos componentes fundamentales del patrimonio cultural y arquitectónico mediante el estudio de casos en la Región Central del país, y su análisis y comparación con infonnación teórica y ejemplos de otras regiones y países. Se ha contado con el importante apoyo del Decanato de Investigacio­nes, del Profesor Henry Vicente y de los estudiantes de los cursos de Arquitectura Venezolana de la Universidad de Simón Bolívar.

Con respecto a la relación entre villas, haciendas y viviendas suburbanas, ver GONZÁLEZ CASAS, Lorenzo, «Una casa en las afueras», en La Casa como Tema. Suplemento Cultural «Últimas noticias», n° 1.1 39. 18 de marzo de 1990.

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A pesar -y quién sabe si no a causa- de esas particularidades, la hacienda es uno de los temas menos estudiados en la arquitectura latinoamericana y, paradójicamente, sólo hoy logra atraer algo de atención al extinguirse en forma gradual.

En Venezuela, la carencia de otras fuentes de riqueza indujo el desarrollo de actividades agrícolas desde los mismos inicios del período colonial. La carencia de bienes de intercambio supuso inicialmente la necesidad de autoabastecimiento y, luego, el uso de excedentes agrícolas para exportación, actividad que sería por muchos años la única fuente de obtención de bienes del extranjero, hasta que en 1926 el petróleo reemplaza al café -y a una tradición de factoría agrícola colonial- como principal producto de comercio exterior.

Por lo anteriormente expresado, es importante enfatizar que la hacienda ha sido, durante la mayor parte de su historia, «el patrón predominante de organización agraria en Venezuela, cuyo funcionamiento alude, tanto a una unidad productiva generadora de patrones de organización social y de relacionamiento político, como a un patrón de ocupación del territorio»4

La hacienda ha sido, por otra parte, la forma de explotación agrícola más difundida en el centro del país y presenta particularidades que la distinguen econó­mica, social y morfológicamente de otras configuraciones, como la fmca familiar de Los Andes y el hato ganadero de Los Llanos, los cuales originan otras variantes de ocupación del espacio.

La hacienda como artefacto transformador del paisaje natural y cultural

La hacienda es el elemento patrimonial que enfatiza más radicalmente su relación con, y dependencia del, entorno. Ello se verifica en términos de su respuesta morfológica y simbólica al ambiente en que está inmersa, el cual está representado principalmente por un Medio fisico, un sistema productivo y un paisaje humano. Es por ello que su mejor comprensión deriva de una arqueología del paisaje, defmida como « ... el estudio del patrón de poblamiento y de las pautas de ocupación de un territorio por parte de las comunidades humanas»5•

CARVALLO, Gastóny RÍOS DE HERNÁNDEZ, Josefina, Temas de la VenezuelaAgroexportadora. Caracas, Fondo Editorial Tropykos, 1984, p. 13. ' CRIADO BOADO, Felipe y GONZÁLEZ MÉNDEZ, Matilde, «La Puesta en Valor del Patrimonio Arqueológico desde la Perspectiva de la Arqueologla del Paisaje», en Conservación Arqueológica: Reflexión y debate sobre teoría y práctica. Andalucla, Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, 1992, p. 59.

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Relación entre el Medio construido y la geografia y tipos de cultivo

La fuerza del contexto es una variable fundamental en los valles centrales y costeros de Venezuela. La topografia de dicha región es ondulada, con un fondo heterogéneo de colinas mayores, con cursos de agua que surcan frecuentemente el territorio. La vegetación natural-adecuada a pisos términos en permanente variación­y los diferentes tipos de cultivo, acentúan la riqueza y variedad geográficas.

Los factores asociados al lugar y al programa -programa general que deriva de condiciones de producción y características sociales-determinan una serie de arreglos espaciales y de respuestas formales. En la morfología de la hacienda pesa menos la transferencia foránea que en la casa urbana, la cual se sujeta a una trama y directrices preexistentes, o que en la arquitectura religiosa o en la militar, donde incluso se llegó a construir edificaciones cuyo proyecto se realizaba en Europa. Como expresa el historiador Ramón Gutiérrez en relación con la hacienda latinoamericana: «Es éste uno de aquellos temas donde la transculturación se relativiza casi de inmediato para dar lugar a un rápido proceso de recreación en virtud de que la gravitación de la realidad operativa es mucho más vital que la posible transferencia teórica»6•

Cada hacienda, un microcosmos relativamente autárquico, presenta sus pecu­liaridades de respuesta al entorno. Como microcosmos se ajusta a sus condiciones naturales, produciendo sistemas microclimáticos, creando desarrollos de vegetación arbórea en tomo a las edificaciones y una efectiva comunicación con el paisaje circundante. Como expresáramos en una oportunidad anterior, en las haciendas « ... se daban cita los medios productivos -terrenos y equipos fundamentalmente- para arañarle riqueza al Medio. Fueron además microcosmos, fortaleza, banco, cemente­rio, hospedería, escuela ... »7•

Por otra parte, las técnicas de construcción se apoyan y limitan a los recursos de la micro-región. Se puede decir que las edificaciones pertenecen al suelo en que se ubican. Paredes de bahareque, adobe y tapial, y cubiertas de madera y caña, son constituyentes de una estructura poderosamente simple -hecha con la tecnología y materiales a la mano- que busca con el tiempo su regreso a la tierra de donde procede8•

GUTIÉRREZ, Ramón, Arquitectura y Urbanismo en l beroamérica. Madrid, Ediciones Cátedra, 1983, p. 330. 1 GONZÁLEZ CASAS, Lorenzo y VICENTE, G. Henry, «Ciudades y Haciendas», en Sartenejas, n° 7 (número especial). Caracas, marzo de 1992, p. 7. 1 Es de hacer notar que, desde hace algún tiempo, se ha venido operando una importante transformación de la vivienda rural tradicional venezolana debido a la incorporación de materiales diferentes a los de recolección. Cubiertas de zinc o platabanda, muros de bloques de concreto o ladrillo, columnas y vigas de concreto o acero, y pisos de cemento, forman parte del nuevo lenguaje constructivo que el uso ha impuesto en las últimas décadas.

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Los elementos constitutivos y sus configuraciones

La hacienda constituye un sistema indivisible de edificaciones y paisaje de cuya interacción deriva un sentido específico de lugar. En relación con las edificacio­nes, se pueden distinguir dos tipos generales: las relacionadas con la actividad residencial y las relacionadas con las actividades productivas, administración y aprovisionamiento. Buena parte de los centros agrícolas presentan un núcleo de población llamado en muchos lugares «casco de la hacienda>>, «casa grande» o «casa principal», donde se encuentra la vivienda del propietario o del encargado de la hacienda. Es la edificación realizada con más esmero y suele localizarse en un lugar estratégico, con frecuencia en altozanos que permiten divisar parte importante de la propiedad, defenderse mejoren caso de ataque y lograr mejores condiciones climáticas. En algunos lugares, esta estructura parece más bien una fortaleza: « ... por lo recio y doble de sus muros, ciegos en lo bajo y con pequeñas ventanas o aspilleras en lo alto, coronadas por almenas y flanqueadas por fortines»9

• En Venezuela son generalmente más abiertas y ligeras, a lo que contribuyeron, tanto las razones climáticas, como las defensivas; la Cordillera de la Costa establecía una muralla natural que brindaba protección respecto a los ataques desde el mar.

Como recinto diferenciado, asociado a la casa principal, existía a veces una capilla u oratorio, donde cabían todos los residentes de la hacienda, si bien para los dueños podía haber un lugar reservado dentro o aparte de la capilla. La presencia de la capilla jugaba papel importante en la sacralización del espacio público que se operaba en todo el territorio. Los espacios para el culto varían en autonomía volumétrica, y pueden presentarse como objetos aislados, como volúmenes remarcados dentro de la casa o como habitación especial en alguno de los corredores.

Aparte de la casa grande o del patrón, podía haber otras más modestas: la del administrador, mayordomo, capataces y peones, llamados en algunos lugares «acasillados», debido a que recibían casa en los predios de la hacienda. La forma en la que se da la relación entre el propietario o encargado y la mano de obra conduce a arreglos espaciales diferentes. Si la mano de obra es de carácter intensivo y de origen esclavo, una solución común fue la de núcleos compactos en tomo a patios de labor. Este tipo de vivienda corresponde a la «senzala>> brasileña, la cual casi siempre estaba formada por hileras de celdas o habitaciones, generalmente colectivas y enteramente cerradas que, en algunas oportunidades, constituyen patios o espacios controlados de tierra, cuyo único adorno era el poste de azotar. Una manifestación de este tipo de residencia colectiva en Venezuela fue descrita por el Barón Alejandro de Humboldt durante su visita a inicios del siglo XIX:

RlONDA ARREGUIN, lsauro, Haciendas de Guanajuato. México, Ediciones del Gobierno del Estado de Guanajuato, 1985, p. 1 O.

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«La noche antes de llegar a Las Adjuntas la pasamos en una plantación de cafta de azúcar, la hacienda de Don Fernando Key Muñoz. Una casa cuadrada conterua cerca de 80 negros que donnían en cueros de res tendidos sobre el suelo. Había cuatro esclavos en cada compartimiento de la casa, y ello semejaba un cuartel. Una docena de fogones había encendidos en el patio de la finca. donde se ocupaban de guisar la comida»10•

Sin embargo, en Venezuela no parece haber proliferado el sistema de barracones en mampostería para esclavos, suerte de cárceles colectivas, que se difundió en Cuba y Norteamérica. Más bien se daban conjuntos de bohíos aislados o en distribuciones geométricas más regulares en tomo a patios. Es importante recordar que solamente un 25% de la población activa en agricultura correspondía a mano de obra esclava, siendo mayoría los peones libres o manumisos. Por esta razón era frecuente encontrar a los cultivadores viviendo en caseríos vinculados a la hacienda, algunos de los cuales han sido el germen de pueblos y ciudades actuales. También era frecuente un patrón de ocupación territorial a través de viviendas dispersas ocupadas por peones -usualmente ranchos de bahareque con piso de tierra y cubierta de palma- bajo el sistema que se ha denominado «binomino plantación-conuco».

El ordenamiento espacial es afectado por el esquema de desarrollo autárquico. La presencia de almacenes o pulperías, donde los peones y empleados de trabajo doméstico adquirían -muchas veces a crédito- Jos bienes requeridos, da muestra inequívoca de esta situación. Las monedas llamadas «fichas» fueron medio corriente de pago, con lo que cualquier excedente era retenido dentro de los límites de la hacienda.

En las explotaciones cuya actividad primordial es el cultivo de la caña de azúcar, aparecen los elementos productivos como dominantes en el paisaje. Los galpones, muchas veces abiertos al exterior, de gran cubierta de madera y tejas, albergan con flexibilidad y sistematización las funciones productivas 11

, diferenciadas en los trapiches -que muchas veces dan el nombre a todo el conjunto- o norias, que son las zonas de moliendas para extraer el jugo de la caña, flanqueadas por las salas de calderas, en donde se calienta el jugo en pailas diferentes, cuartos de hormas, depósitos y salas de purga, y los alambiques donde se produce aguardiente y alcohol por destilación.

Las plazas o patios de secado y de labor son indispensables en explotaciones de café y de cacao. En tomo a los mismos aparecen tolvas receptoras, tanques, descerezadoras, piletas de fermentación y lavado, secaderos, molinos, herraderos y el resto de las viviendas e instalaciones que sean necesarias según la magnitud y los tipos

•• DE HUMBOLDT, Alejandro, Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo Continente, vol. 3. Caracas, Monte Ávila Editores, 1985, p. 52. " Una prolija descripción de los sectores agrícola y fabril relacionados con la caña de azúcar se encuentra en MORENO FRAGINALS, Manuel, El Ingenio, vol. l. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1978, pp. 167-255.

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de cultivo. En oportunidades, estos patios adquieren enormes dimensiones; baste mencionar los patios de las haciendas La El vira, en el Estado Guárico, y Montero, en el Estado Carabobo, del orden de 90 metros de longitud y 50 metros de ancho. Estos espacios superan en dimensión a la mayor parte de los espacios urbanos del país, expresando Gunto con obras de infraestructura como presas, acueductos y molinos) el dominio sobre el espacio y la preeminencia de la agricultura como actividad económica del país hasta mediados del siglo XX.

En términos de arreglo compositivo de los diferentes elementos, hay que subrayar su correspondencia con el paisaje. En la ubicación de los desarrollos agrícolas en tomo a corrientes de agua menores -que garantizan abastecimiento a la par que mayor seguridad que los ríos de gran caudal- se presentan posibilidades para conseguir arreglos de gran calidad ambiental. Quebradas y acequias, montículos y la densa vegetación, son reforzados por arcos de entrada, torres, podios y escalinatas. En Santa Clara de Choroní, en Trapichito de Ara gua y en La Trinidad de Tapa-Tapa, esos podios y escalinatas constituyen elementos de especial atención arquitectónica.

La hacienda es un organismo flexible, capaz de ensancharse o encogerse según la coyuntura geográfica o económica. Esto incide en la presencia de variantes arquitectónicas notorias que pueden rastrearse a través de diversas regiones y manifestarse singularmente, de acuerdo a las razones de origen. La hacienda es una estructura en permanente evolución, cuya expresión construida es una suerte de arquitectura metabolista, que aparece y se transforma en contacto con las necesidades de sus habitantes y que desoye y pone en jaque las recomendaciones albertianas en tomo a la integridad de la forma y el principio consustancial de la armonía, donde nada sobra ni nada falta. No puede ello menos que permitimos una comparación con las obras abiertas del arte contemporáneo.

No obstante esa gran flexibilidad, los resultados distan de ser caóticos. Aparecen patios que fungen de elementos organizadores, muchas veces repetidos o fraccionados según funciones. A veces, los componentes se reúnen en partidos compactos y espacios flexibles -es notable la escasa especialización espacial- y generosos, tanto en su dimensión horizontal como en la verticaP 2

Existen también casas sin patios o con patios reducidos que recuerdan las viviendas urbanas. En estos casos, resulta común la presencia de edificaciones de dos plantas con amplio dominio visual sobre las propiedades. También existen composi­ciones tripartitas, con un curioso paralelismo con las villas renacentistas y casas de campo anglosajonas.

En haciendas de café y cacao, muchas de ellas ubicadas en zonas de topografía accidentada, las zonas de residencia y trabajo se yuxtaponen como sistemas

'2 Para un análisis de la arquitectura de la vivienda en áreas urbanas y rurales, buscando superar la

contraposición campo-ciudad, concentrándose en la distinción entre casa compacta y casa con patio, ver GRASSI, Giorgio, La arquitectura como oficio y otros escritos. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1980.

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interconectados a través de patios. El área de servicio y, como en la casa urbana, el depósito o despensa y comedor, puede ftmcionar como lugar intermedio entre dos zonas o patios, al igual que lo puede realizar una zona administrativa, nexo entre la casa principal y el resto del conjunto.

Hay que mencionar que la mayor libertad de organización se corresponde con las posibilidades que brinda el estar en situación de aislamiento' geográfico. Los volúmenes, al no estar comprometidos por la rigurosa retícula urbana, crean nuevas líneas compositivas de cuerpos que van creciendo, para generar variados esquemas de planta. Son configuraciones típicas aquellas en «L», en <<ll>>, en «U» o las que se densifican en torno a patios, recordando un microcosmos como el claustro del monasterio medieval en el campo.

El «partí» en «L» resulta muy común. Plantea la posibilidad de diferenciación ftmcional sencilla, por alas, y genera dos espacios abiertos de expansión, siendo el externo más abierto, de paisaje dominado con corredores periféricos, y el interno un patio vinculado generalmente a zonas más íntimas y de servicio. La disposición en «L» puede corresponder a una etapa inicial de desarrollo de la hacienda y presenta varias posibilidades de crecimiento.

En diversas oportunidades se da una composición espacial de varios elemen­tos. La hacienda Santa Clara de Choroní ilustra este tipo de arreglo: dos masas principales -vivienda y servicios- definen un conjunto de espacios abiertos a gran escala, los cuales generan una secuencia de gran interés que se extiende hasta el pueblo colindante. A ello se añade la presencia de un fondo excepcional: el talud de la montaña densamente arborizado, el cual se convierte en una envolvente natural del conjunto.

En otros casos, como en plantaciones de caña de azúcar de relativa importan­cia, la residencia se separa notablemente de la zona productiva, tomando la casa una posición prominente, quedando el trapiche y residencias secundarias en el valle inferior, como ocurre en las haciendas San Mateo y Trapichito. En tierraS calientes, los volúmenes se hacen oblongos para fomentar un máximo de contacto a las orientaciones Norte y Sur, las cuales son las más benignas en estas latitudes.

Además de los diferentes esquemas organizativos en planta, las haciendas poseen extraordinarias secuencias espaciales desde los espacios exteriores a los interiores. Secuencias que tienen su origen en la entrada al conjunto de la hacienda, remarcada con puertas y muros dispuestos libremente en el paisaje, continúan por un camino-flanqueado por zonas de cultivo y cortado por pequeñas quebradas- que, con frecuencia, se aproxima oblicuamente (rompiendo la simetría tradicional) a la casa principal, llegando en sesgo al corredor o porche socavado en la masa muraria, para luego ingresar a vestíbulos y salones principales. A lo largo del eje de movimiento, varios contraejes anuncian la presencia de otras habitaciones laterales. Luego de atravesar la estructura principal, la secuencia continúa a través de patios con corredores que conducen a las zonas de servicio, las de producción y a las caballerizas.

Al final surgen patios abiertos, de otra escala y características, como tránsito

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al ambiente natural que aparece nuevamente. La estratificación de muros y vacíos se ve reforzada por el paso de espacios iluminados a zonas de penumbra.

Los alzados contribuyen a la sensación general de horizontalidad. Algunas edificaciones llegan total o parcialmente a dos niveles. Las torres de la capilla o del trapiche, las espadañas, miradores o algún fragmento a desnivel, introducen variacio­nes en la silueta del conjunto. Los juegos de cubiertas establecen la jerarquización de las dependencias con pendientes de techo que suben y bajan, intersectándose en múltiples aristas.

En las fachadas se produce un contrapunto entre lo abierto y lo cerrado, en soluciones de sólido-vacío de gran interés. La vida diaria se centra en los corredores exteriores, abiertos a las perspectivas y al paisaje que le brindan la razón de ser a la hacienda. Muchas veces, las filas de columnas se apoyan sobre podios lisos y continuos que limitan el acceso al corredor. La gran galería de la hacienda de La Vega es una de las más conocidas en el país. En los corredores de dos niveles, puede ser el primero de columnas cilíndricas -parientes del orden toscano- sustentantes de arcos de medio punto, y el segundo de sistema adintelado, con vigas soleras apoyadas sobre zapatas y pies derechos octogonales de madera. Las cubiertas se ajustan al sistema de pares, nudillos, tirantes y cuadrales de madera o viguetas de mangle con caña amarga, a veces a cuatro aguas en espacios principales, con cielorrasos. Todo ello recubierto por las invariables tejas criollas, que dan una coronación rojiza a la edificación, en contraste con el verdor general del paisaje.

Valores simbólicos

En las haciendas, las formas contribuyen a la lectura de las relaciones de poder y dominación sobre una población y un entorno físico. Al propio tiempo, son artefactos que acercan al hombre al paisaje, haciéndolo lugar (en el sentido heideggeriano del término), unificando el pensar, el construir y el habitar.

Variadas situaciones nos hacen conscientes de los mensajes simbólicos que encierran la hacienda y su emplazamiento: la vinculación del sistema a la red de caminos; la ubicación de la casa principal en el centro de los dominios, maximizando la accesibilidad de esta estructura, cual el cubo de una rueda; la localización de edificaciones en altozanos, con control visual sobre el paisaje; la disposición escenográfica de apertura al medio, como lo atestiguan balcones, miradores y corredores abiertos al paisaje; la proliferación de especies arbóreas en tomo al casco de la casa principal, que refuerza o ayuda a crear la sensación de elevación; la disposición de elementos verticales como torres o imafrontes de capillas; los cambios de escala de los patios y la aparición de gigantescas operaciones de marca territorial, epitomizadas en el imponente cardo-decumano producido por dos largos ejes ortogonales de chaguaramos en la llamada «Cruz de Aragua», perteneciente a la hacienda Santa Teresa.

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Lo simbólico del poder es un intangible del activo familiar de los dueños de la hacienda, como lo ilustra el epígrafe de este trabajo, en el cual la referencia a una casa en el «Paso de la Vega)) resulta representativa de una familia y una riqueza más geográfica que mercantil.

Además, la integración de la actividad económica con los ritos religiosos proporcionaba formas específicas de apropiación del territorio y la arquitectura. Gilberto Freyre reseña una «botada)) que debe haber tenido similares en Venezuela:

«En el día de la botada (primer día de la molienda de las cai'las) nunca falta el cura para bendecir el ingenio: se iniciaba la faena con la bendición de la Iglesia. Primeramente el sacerdote decía misa, y luego se dirigían todos al ingenio, los blancos bajo quitasoles, lentos, solemnes, señoras gruesas de mantilla. Los negros contentos, pensando ya en sus batuques por la noche. Los muleques dando vivas y disparando cohetes ... Después de todo, ese ceremonial es que se colocaban entre las muelas las primeras cañas maduras, atadas con lazos de cinta verde, roja o azul. Recién entonces empezaba el trabajo en los ingenios patriarcales. Ocurrió así desde el siglo XVb> 13•

Por otra parte, la dignidad -casi ascetismo- de la arquitectura de la hacienda venezolana (carente de ejemplos que presenten una riqueza de lenguaje como la del barroco mexicano) declara modestia pero severidad en el mando. Así lo define una volumetría de austeras cajas murarias.

El problema de la preservación histórica de la hacienda y su entorno

La hacienda presenta un conjunto de retos para la actividad de preservación histórica. En primer lugar, existe una documentación muy escasa en relación con estos elementos patrimoniales. El abandono de actividades agrícolas por parte de una sociedad modernizada hace que se le brinde poca atención a los testimonios de un pasado que se pretende olvidar. En segundo lugar, la conurbación y el crecimiento metropolitano en la Región Central de Venezuela han ido incorporando gradualmente a las áreas urbanas los espacios otrora ocupados por haciendas, produciendo una acción devastadora sobre paisajes y edificaciones, las cuales, de ser conservadas, lo hacen de forma no contextualizada, como trazos dispersos. Ciertas zonas, como las residencias de los esclavos o peones, tienen problemas mayores de conservación, tanto por lo perecedero de su construcción como por lo que suponemos una menor percepción -hasta algo de pudor- respecto al valor de estos subconjuntos.

13 FREYRE, Gilberto, Casa Grande y Senzala. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985, p. 393.

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Existen algunas alternativas para generar estrategias de revalorización de las haciendas. Creo que la más urgente es producir conocimiento sobre su valor en términos de sus relaciones con el contexto, su morfología y relación con lo simbólico. Es importante insistir, en primer lugar, que el estudio de la hacienda resulta entonces una necesidad central dentro de la aspiración global de preservar una cierta capacidad de memoria. Y, en segundo lugar, que de una mayor nivel de conocimiento se podrán derivar parámetros para la consolidación, renovación y remodelación de ejemplos valiosos que se encuentran presentes en toda la geografía venezolana.

De haber cumplido con el objetivo de documentar y entender mejor estos elementos del Patrimonio, podremos decir, con Rapoport: « ... Me he interesado principalmente por las fuerzas que modelan estas viviendas y les dan unas caracterís­ticas claramente identificables y en sus lecciones para la actualidad»14

•• RAPOPORT, Amos, Vivienda y Cultura. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, 1975, p. 9.

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