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LAS HEREJÍAS CONTRA LA TRINIDAD El problema de la fe en un Dios que es Trinidad de personas radica en la cuestión de la afirmación de la divinidad de Cristo y de la distinción de tres personas iguales y distintas. Los primeros predicadores cristianos no se dedicaron a estudiar con profundidad este tema, aunque lo consideran, ya que reconocen la divinidad de Jesucristo por ejemplo, San Ignacio de Antioquía se refiere a menudo a Él llamándolo "mi Dios ", igualmente podemos decir de otros padres apostólicos y apologetas, o algunos, como Tertuliano, hablan explícitamente de la Trinidad. Ahora bien su principal interés no estaba en hablar de esta cuestión, ya que lo que importaba en ese momento era la presentación ante el mundo del mensaje del Evangelio y su apología ante los ataques de los autores paganos. A partir del siglo III se empieza a perfilar la cuestión y el punto de partida de la discusión sobre la teología del misterio de la Trinidad, fue la consideración de las relaciones que había entre el Padre Eterno y su Hijo Jesucristo, y, como en consecuencia, la divinidad de éste. Tampoco en la primera época no se discutió con un énfasis especial el tema de la personalidad del Espíritu Santo, la cual era generalmente admitida junto con su divinidad, lo que pone de manifiesto la conciencia trinitaria de la Iglesia primitiva desde del tiempo de los apóstoles. Sin embargo, no faltaron desviaciones doctrinales que tomaron forma en el Monarquianismo, que podríamos definir como un conjunto de movimientos heréticos que nacieron determinados por el contexto cultural y político de la época, que presentaba una visión gradual y de correspondencia entre la realidad divina y humana: un Dios, un príncipe y una paz. El monarquianismo tuvo dos corrientes o versiones: I. Monarquianismo

Las Herejías sobre la Trinidad

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LAS HEREJÍAS CONTRA LA TRINIDAD

El problema de la fe en un Dios que es Trinidad de personas radica en la cuestión de la afirmación de la divinidad de Cristo y de la distinción de tres personas iguales y distintas. Los primeros predicadores cristianos no se dedicaron a estudiar con profundidad este tema, aunque lo consideran, ya que reconocen la divinidad de Jesucristo por ejemplo, San Ignacio de Antioquía se refiere a menudo a Él llamándolo "mi Dios ", igualmente podemos decir de otros padres apostólicos y apologetas, o algunos, como Tertuliano, hablan explícitamente de la Trinidad. Ahora bien su principal interés no estaba en hablar de esta cuestión, ya que lo que importaba en ese momento era la presentación ante el mundo del mensaje del Evangelio y su apología ante los ataques de los autores paganos.

A partir del siglo III se empieza a perfilar la cuestión y el punto de partida de la discusión sobre la teología del misterio de la Trinidad, fue la consideración de las relaciones que había entre el Padre Eterno y su Hijo Jesucristo, y, como en consecuencia, la divinidad de éste. Tampoco en la primera época no se discutió con un énfasis especial el tema de la personalidad del Espíritu Santo, la cual era generalmente admitida junto con su divinidad, lo que pone de manifiesto la conciencia trinitaria de la Iglesia primitiva desde del tiempo de los apóstoles. Sin embargo, no faltaron desviaciones doctrinales que tomaron forma en el Monarquianismo, que podríamos definir como un conjunto de movimientos heréticos que nacieron determinados por el contexto cultural y político de la época, que presentaba una visión gradual y de correspondencia entre la realidad divina y humana: un Dios, un príncipe y una paz. El monarquianismo tuvo dos corrientes o versiones:

I. Monarquianismo

El Monarquianismo (de mono “uno” y arche “gobernar”) fue un herejía con relación a la naturaleza de Dios que se desarrolló en el siglo segundo D.C. Se levantó como un intento para sostener el Monoteísmo y refutar el Triteísmo; desafortunadamente, también contradice la doctrina ortodoxa de la Trinidad. El Monarquianismo enseña que hay un Dios en una persona: el Padre. La Trinidad enseña que hay un Dios en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Trinidad es monoteísta, no politeísta como algunos de sus críticos aseguran. El Monarquianismo fue dividido en dos grupos principales: los monarquíanos dinámicos y los monarquíanos modales.

El Monarquianismo Dinámico enseña que Dios es el Padre y que Jesús es sólo un hombre, negando la subsistencia personal del Logos y que el Espíritu Santo es una fuerza o presencia de Dios el Padre. Los grupos actuales que caen dentro de esta categoría son los Testigos de Jehová, los Cristadelfianos y los Unitarios. Adicionalmente, algunos antiguos monarquíanos dinámicos fueron también conocidos como Adopcionistas, los cuales enseñaron que Jesús fue probado por Dios y después de pasar esta prueba y en Su bautismo, se le concedieron poderes sobrenaturales por Dios y fue adoptado como el Hijo. Maestros antiguos del Monarquianismo Dinámico fueron Teodocianos, Tanner en Bizancio alrededor de 190 D.C. y Pablo de Samosata un obispo de Antioquía en Siria, alrededor del 260 D.C.

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El monarquianismo tuvo dos corrientes o versiones:

1.1 El Monarquianismo Modalista enseña que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son sólo modos de la única persona la cual es Dios. En otras palabras, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son personas simultáneas y separadas, sino modos consecutivos de una sola persona. Praxeas, un sacerdote de Asia Menor, enseñó esto en Roma alrededor del 200 D.C. Grupos modernos en esta categoría general son los Pentecostales Unitarios conocidos como las Iglesias Pentecostales Unidas y Apostólicas Unidas. Sin embargo, los Modalistas sostienen actualmente que el nombre de Dios es Jesús. También requieren el bautismo para salvación “en el nombre de Jesús” no en “el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. En este sentido admitían la Trinidad económica, pero negaban la Trinidad inmanente. Tal era la identificación que en algunos grupos extremos llegaban a afirmar absurdamente que era el Padre quien había sufrido la pasión, por lo que recibieron el nombre de "patripasionistas". Los principales representantes de esta herejía fueron Noet y Sabel, de tal manera que la mayor parte de los modalistas son también conocidos como "Sabel-italianos".

A) Subordiocionismo

Los subordionistas hacían distinción de personas, sin embargo, para salvaguardar la monarquía divina, subordinaban el Hijo al Padre, llegando a afirmar que sólo éste es Dios y, negando en consecuencia la divinidad de Jesucristo. No cuesta mucho ver aquí, como consecuencia, la difuminación de la personalidad del Espíritu Santo, que en la mayor parte de los casos era considerado como una fuerza divina. Una versión extrema de esta herejía estuvo constituida por el adopcionismo, que sostenía la no pre-existencia del Hijo antes de la Creación. Jesucristo era un hombre adoptado por Dios en el momento de su bautismo en virtud de sus cualidades excepcionales. Para los adopcionistas, Jesucristo sería un hombre, nacido por obra del Espíritu Santo de María Virgen. Pero en Él habitó el Logos o Sabiduría de Dios, concebido, no a la manera de una persona distinta, sino de un modo impersonal, que obra como en los profetas, pero más eficazmente que en ellos. De acuerdo con esta manera de pensar, el Cristo es de la tierra, pero el Verbo o Logos apodera de él, lo mueve y lo inspira. Esta unión del Logos con Cristo, mero hombre, es de carácter puramente exterior a la manera de una inhabitación, que no hace que el Cristo sea Dios ni da al Verbo la personalidad que no tiene. Sin embargo, en virtud de esta unión, Jesús es elevado por encima de los profetas y de todos los hombres. La consecuencia inmediata es que el Espíritu Santo ejerce sobre él un influjo mayor desde el Bautismo, por el cual alcanza la máxima perfección moral y una verdadera impecabilidad, recibe el poder de hacer milagros y lleva a cabo la redención del género humano. Con ello se realizaría su unión indisoluble con Dios, pero no personal o hipostática. Por los sufrimientos de su pasión le es concedido "un nombre por encima de todo nombre», es nombrado «juez de vivos y muertos» y llega a una especie de divinidad, por la que el podemos designar como Dios por ampliación. Por eso mismo, podemos hablar de alguna manera de su preexistencia, porque, aunque no preexistiera en substancia, había sido predestinado por Dios y preanunciado por los profetas. Así vemos que, según el adopcionismo, el Cristo, mero hombre, es elevado o adoptado por la fuerza o dinamo divina y, como resultado de esta adopción o elevación, hace milagros y realiza una obra divina. Según esta doctrina herética, Cristo no es Dios por naturaleza, pero llega por su virtud a una especie de divinidad. Así, la figura del Cristo quedaba reducida a la de un hombre santo que vivía según la voluntad de Dios. Entre los representantes de esta doctrina destacan Teodot de Bizancio y Pablo de Samosata.

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Otra versión del suborionismo está constituida por la doctrina enseñada en Antioquia, que sí admitía la distinción del Logos como distinto del Padre y su preexistencia, pero no su eternidad, pues sostenía que había sido creado. Aunque después se apartó de estas ideas y adoptó al final de su vida una teología claramente trinitaria, sus enseñanzas influyeron en la aparición del arrianismo. 1

La carta del Papa Dionisio de Roma al obispo Dionisio de Alejandría: afirmación de la doctrina de la Trinidad.

En los símbolos más primitivos, así como en las confesiones bautismales más antiguas, encontramos la expresión de la fe de la Iglesia en la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, un solo Dios. Pero hasta entonces los documentos del Magisterio no se habían ocupado expresamente en el desarrollo de este tema, hasta que aparecen las desviaciones doctrinales. El primer documento magisterial que trata la temática trinitaria, y que además emana de la sede de Roma, es la carta que el Papa san Dionisio escribió al obispo san Dionisio de Alejandría, hacia el año 260, con el fin de corregir desviaciones. En efecto, Dionisio de Alejandría, discípulo de Orígenes, entre las muchas persecuciones que tuvo que soportar en la lucha por la fe, combatió duramente las doctrinas de Sabel instale, que se habían extendido por Libia. En sus refutaciones insistía tanto en la distinción de personas, que fue acusado de hereje trietista ante el Papa. El Papa Dionisio (259-268), o de hacer del Verbo una pura criatura, ya que no utilizaba la palabra «consustancial». Dionisio de Alejandría se justifica en su apología y san Atanasio, el campeón de la lucha contra el arrianismo, le exculpa totalmente, pero algunos autores, como Gennadi, le acusan de haber sido un precursor de Arrio. Por razón de las acusaciones que se dirigían contra él, el Papa Dionisio le escribió una carta privada, en la que le invitaba a dar explicaciones de su doctrina, y una carta pública en la que condenaba el error de Sabel el, que no distinguía las personas en la Trinidad. Al mismo tiempo, condenaba Marcio que las separaba de tal manera que parecía admitir el trietismo. Finalmente, condenaba el error de quienes afirmaban que el Hijo era una criatura.

En la carta de Dionisio de Roma encuentran un lenguaje teológico muy rudimentario, aún en un estadio de la elaboración, esto contribuye a que en un primer momento, si ignoramos el proceso de introducción de conceptos y palabras en la teología cristiana y la evolución de los significados, nos cause perplejidad la condena de fórmulas plenamente ortodoxas aceptadas por la tradición de la Iglesia. Así, el Papa Dionisio se queja de que algunos dividen la monarquía divina en tres fuerzas, tres hipostasias (subsistencias) o tres deidades, posteriormente, la palabra griega hipostasis se usó a partir del Concilio de Nicea para designar las divinas personas.

1 Cfr. Meseguer G. Dr. Joaquim, El misterio de Dios uno y Trino, BAC, España, 2010, págs. 68-72.

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SAN DIONISIO, 259-268Sobre la Trinidad y la Encarnación

(Fragmento de la Carta 2 contra los triteístas y los sabelianos, hacia el año 260)

D-48 (1) Así pues, ahora es el momento oportuno de dirigirme a quienes destruyen la monarquía divina, la enseñanza más venerable de la Iglesia, dividiéndola y separándola en tres tipos de fuerzas hipostáticas separadas y tres divinidades. He sabido que algunos de los que predican entre vosotros y enseñan la palabra de Dios, profesan esta opinión. Este oponen diametralmente, en mi opinión, al pensamiento de Sabel.

Sabel blasfema en decir que el Hijo es el Padre y viceversa. Pero ellos predican, de alguna manera, tres dioses, ya que dividen la santa unidad en tres hipóstasis absolutamente separadas entre ellas. Porque, en efecto, es necesario que el Verbo divino esté unido con el Dios del Universo, y que el Espíritu Santo habite y permanezca en Dios; por consiguiente, es necesario que la Trinidad divina se reduzca y se recapitule en una especie de vértice, es decir, el Dios Todopoderoso del universo. Porque la doctrina de Marcio, hombre de poco juicio, que separa y divide la Monarquía en tres principios, es una doctrina diabólica y no es la verdadera doctrina de los discípulos de Cristo, ni de los que se complacen en las enseñanzas del Salvador. Estos saben muy bien que la Trinidad es enseñada en la Sagrada Escritura, pero ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento no predican paso tres dioses.

(2) Pero no son menos dignas de reprensión quienes opinan que el Hijo es una criatura, y creen que el Señor fue creado como cualquier otra cosa de las que fueron verdaderamente creadas. Pues la Sagrada Escritura atestigua que fue engendrado, como le corresponde y le conviene, pero no fue hecho ni plasmado. Por consiguiente, es una blasfemia, y no pequeña, sino la mayor de las blasfemias, que el Señor es de alguna manera una obra de sus manos. Ya que si el Hijo fue hecho, hubo un tiempo en que no existió. Ahora bien, Él existió siempre, si es que es en el Padre, como Él dice (Jn 14, 10s).

(3) Por consiguiente, no se debe dividir la admirable y divina unidad en tres divinidades, como tampoco no se debe disminuir con la idea de creación de admirable y suprema grandeza del Señor, sino que se ha de creer en Dios Padre Todo poderoso y en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo. El Verbo está unido al Dios del universo: “Yo y el Padre somos uno (Jn 10, 30) y yo estoy en el Padre y el Padre en mí (Jn 14, 10). Porque así es como se mantendrá íntegra la Trinidad divina y la santa predicación de la monarquía.

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Este fuera el momento oportuno de hablar contra los que dividen, cortan y destruyen la más venerada predicación de la Iglesia, la unidad de principio en Dios, repartiéndola en tres potencias e hipóstasis separadas y en tres divinidades; porque he sabido que hay entre vosotros algunos de los que predican y enseñan la palabra divina, maestros de semejante opinión, los cuales se oponen diametralmente, digámoslo así, a la sentencia de Sabelio. Porque éste blasfema diciendo que el mismo Hijo es el Padre y viceversa; aquéllos, por lo contrario, predican, en cierto modo, tres dioses, pues dividen la santa Unidad en tres hipóstasis absolutamente separadas entre sí. Porque es necesario que el Verbo divino esté unido con el Dios del universo y que el Espíritu Santo habite y permanezca en Dios; y, consiguientemente, es de toda necesidad que la divina Trinidad se recapitule y reúna, como en un vértice, en uno solo, es decir, en el Dios omnipotente del universo. Porque la doctrina de Marción, hombre de mente vaa, que corta y divide en tres la unidad de principio, es enseñanza diabólica y no de los verdaderos discípulos de Cristo yde quienes se complacen en las enseñanzas del Salvador. Estos, en efecto, saben muy bien que la Trinidad es predicada por la divina Escritura, pero ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento predican tres dioses.

D-49 (2) Pero no son menos de reprender quienes opinan que el Hijo es una criatura, y creen que el Señor fue hecho, como otra cosa cualquiera de las que verdaderamente fueron hechas, como quiera que los oráculos divinos atestiguan un nacimiento que con El dice y conviene, pero no plasmación o creación alguna. Es, por ende, blasfemia y no como quiera, sino la mayor blasfemia, decir que el Señor es de algún modo hechura de manos. Porque si el Hijo fue hecho, hubo un tiempo en que no fue. Ahora bien, El fue siempre, si es que está en el Padre, como Él dice (Ioh. 14, 10 s). Y si Cristo es el Verbo y la sabiduría y la potencia

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--todo esto, en efecto, como sabéis, dicen las divinas Escrituras que es Cristo [cf. Ioh. 1, 14; 1 Cor. 1, 24]--, todo esto son potencias de Dios. Luego si el Hijo fue hecho, hubo un tiempo en que no fue todo esto; luego hubo un momento en que Dios estaba sin ello, lo cual es la cosa más absurda.