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Las Incertidumbres Del Saber. Cap 1

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Wallerstein

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    A favor de la ciencia, en contra del cientificismo

    Los dilemas de la produccin contempornea del saber

    En la actualidad, la ciencia est en la mira. Ya no goza del prestigio in-discutido que ha tenido durante dos siglos como la forma ms segura de la verdad, que para muchos constitua la nica forma segura de la verdad. Nos habamos acostumbrado a pensar que porque la teologa, la filosofa y la sabidura popular ofrecan verdades discutibles, sola-mente la ciencia poda ofrecer certezas. Los cientficos dicen con mo-destia que todas las afirmaciones cientficas estn sujetas a revisin si surgen nuevos datos, con lo que parecen diferenciarse de las dems for-mas de asercin de la verdad, que los cientficos tildan de ideolgicas o especulativas o tradicionales o subjetivas, y por lo tanto, menos (mu-cho menos) fiables. Para muchos, el rtulo de cientfico y el de mo-derno se transformaron casi en sinnimos, y para casi todos, esos r-tulos eran dignos de elogio.

    En los ltimos 20 aos, sin embargo, se ha puesto en la mira a la ciencia, tal como los cientficos haban hecho antes con la teologa, la filosofa y la sabidura popular. Hoy en da se la acusa de ser ideo-lgica, subjetiva y poco fiable. Se afirma que es posible distinguir en la teorizacin de la ciencia muchas premisas a priori que no reflejan ms que las posturas culturales dominantes en cada poca. Se dice que los cientficos manipulan los datos y que, por ende, manipulan la ere .. dibilidad del pblico. En la medida en que esas acusaciones tengan

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  • sustento, pondran a los cientficos en el banquillo en el que deberan escuchar los mismos juicios crticos culturales que ellos han hecho es-cuchar a los dems.

    Sin embargo, algunos crticos llegaron ms lejos y propusieron que . no existen las verdades universales y que todas las afirmaciones de saber son necesariamente subjetivas. La reaccin de los cientficos a es-ta crtica tan fuerte, a esta expresin de total relativismo, consisti en denunciar que esos ataques eran producto del retorno de la irraciona-lidad. Algunos cientficos han ido ms lejos an y afirmaron que inclu-so las crticas moderadas a la ciencia, basadas en un anlisis del contex-to social en el que se desarrolla la actividad cientfica, han sido nefastas, porque fueron la va de acceso al camino que conduce al desastre del relativismo nihilista.

    En el plano cultural, esa es la situacin en que nos encontramos. Es-tamos inmersos en un intercambio de insultos en medio de la lucha por el control de los recursos y de las instituciones de produccin del saber. Es hora de que nos detengamos a meditar sobre las premisas filosficas de nuestra actividad cientfica y el contexto poltico de las estructuras del saber.

    Cmo sabemos que una afirmacin cientfica nueva es vlida o al menos plausible? En una realidad en la que la especializacin delco-nocimiento es cada vez ms compleja, para cada enunciado cientfico hay muy pocas personas que tienen la capacidad de emitir juicios ra-cionales sobre la calidad de la evidencia proporcionada o sobre la rigu-rosidad con que se aplica el razonamiento terico al anlisis de los datos. Cuanto ms dura es la ciencia, ms se impone lo que acabo de expresar. De este modo, si leemos en una publicacin cientfica no especializada, Nature, por ejemplo, o en un peridico de jerarqua, como Times of India, que el cientfico X manifiesta que ha hecho una nueva contribucin al conocimiento, cmo nos aseguramos de que su aporte es valioso? Solemos usar el criterio de la validacin por parte de autoridades prestigiosas. Colocamos los lugares de publicacin en una tabla de posiciones de fiabilidad y lo mismo hacemos con las personas que comentan la proposicin nueva. De dnde salen esas tablas de fia-bilidad en las que ubicamos lo publicado en las revistas especializadas y los comentarios de los acadmicos cuyas citas se reproducen? No hay documentos escritos donde aparezcan esas tablas; por lo tanto, las tablas de fiabilidad provienen de otras tablas de fiabilidad. Si otras per-sonas serias que conocemos aseguran que Nature es una publicacin prestigiosa y fiable, por lo general creemos que es as. No es difcil ver en qu medida las tablas de fiabilidad implcitas se construyen unas so-bre otras.

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    Qu hace que no se derrumben como un castillo de naipes? Con-fiamos en la probabilidad de que un gran nmero de expertos en un campo acotado del conocimiento estn atentos a lo que dicen sus co-legas y que se harn or si la calidad de los datos es pobre, si la calidad del razonamiento no es la adecuada, si no se han tenido en cuenta las evidencias en contrario o, en especial, si ha habido fraude. Por ello se considera que, si los expertos no dicen nada es porque dan su consen-timiento, y ese consenso nos da seguridad y nos lleva a incorporar las nuevas verdades al sistema en que almacenamos el saber. En cambio, cuando los expertos discuten, nos volvemos escpticos respecto de la verdad enunciada. Esto quiere decir que no confiarnos en expertos in-dividuales sino en comunidades de expertos autoerigidas.

    Qu nos hace pensar que una comunidad de expertos que habla ms o menos con una nica voz merece nuestro respeto y aceptacin? La respetamos y aceptarnos fundamentalmente porque nos apoyamos en dos supuestos: los expertos se han capacitado en instituciones que los avalan y dentro de lo posible, no responden a intereses personales. Valoramos esos dos criterios a la vez. Suponemos que el conocimien-to especializado no es fcil de adquirir, por lo que requiere una capa-citacin prolongada y rigurosa. Confiamos en las instituciones forma-les, que a su vez son evaluadas segn escalas de fiabilidad. Suponemos que las instituciones de la misma categora se controlan entre s y que, entonces, las evaluaciones mutuas en el nivel mundial aseguran la fia-bilidad de las escalas implcitas y explcitas. En resumen, confiamos en que los profesionales tienen la capacidad adecuada y, en particular, la capacidad para evaluar nuevos enunciados de verdad en su campo de especializacin. Darnos crdito a la reputacin y los antecedentes aca-dmicos.

    Adems de confiar en sus antecedentes, tambin confiarnos en que los cientficos son relativamente desinteresados. Creernos que ellos, a diferencia de telogos, filsofos y portadores de sabidura popular, es-tn siempre dispuestos a aceptar toda verdad que surja de una interpre-tacin inteligente de los datos, sin tener la necesidad de ocultar esas verdades, ni de distorsionarlas, ni de negarlas.

    Los escpticos de los ltimos 20 aos se han concentrado justamen-te en ese supuesto de la combinacin de buena capacitacin y desinte-rs. Por una parte, han sugerido que la capacitacin profesional muchas veces, o siempre quiz, se organiza de modo tal de omitir elementos im-portantes en sus anlisis o de distorsionarlos. Esto es solo en parte fun-cin de las ca')ns sociales de donde provienen los cientficos. Por cier-to, en la medida en que los cientficos de todo el mundo provienen en altsimas proporciones de los estratos sociales dominantes, podra pen-

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  • sarse que la seleccin de problemas que debe res~lver la ciencia podra sufrir distorsiones. Eso sera muy evidente en las ciencias sociales pero parece haber sido cierto tambin para las ciencias naturales. De mayor importancia es la eleccin de premisas tericas o de metforas, aunque aqu el sesgo no es tan visible sino que aparece velado. Esto llev a los crticos a ahondar en la cuestin del sesgo deliberado (prejuicio) y en la del sesgo estructural o institucionalizado (del que los cientficos pueden no ser conscientes). Si todo esto fuese verdadero, entonces la capacita-cin de los cientficos habra sido inadecuada y hasta negativa.

    Por cierto, no es cuestin de capacitacin solamente, sino tambin de normas. La norma de actuar desinteresadamente es central a la ins-titucionalizacin de la ciencia moderna. Incluso cuando algn cientfi-co no respeta esa norma, se supone que la norma es tan fuerte que restringe la tendencia a violarla. Probablemente, actuar desinteresada-mente significa que el cientfico investigar todo lo que requieran la l-gica de su anlisis y los modelos emergentes de los datos, y estar dis-puesto a publicar los resultados obtenidos incluso si la publicacin afecta las polticas sociales que l apoya o daa la reputacin de cole-gas que admira. El concepto mismo de desinters supone que el cien-tfico optar por la honestidad sin dudar. Pero claro, en el mundo real las cosas no son siempre as. Los cientficos estn sujetos a muchas pre-siones externas e internas. Entre las primeras, se cuentan las de los gobiernos, instituciones o personas influyentes y colegas; entre las se-gundas, las de su supery. Todos nosotros, sin excepcin, actuamos movidos por esas presiones hasta un cierto punto. Adems, el princi-pio de Heisenberg est siempre presente: los procesos de investigacin, el procedimiento con el que se hacen las observaciones, transforman al objeto que se investiga. En determinadas circunstancias, lo transfor-man a tal punto que los datos obtenidos no son muy fiables.

    Tambin debe notarse que los intereses propios de la comunidad cientfica se entrometen en los programas de capacitacin. El sistema de certificacin profesional, basado en fomentar la actuacin desinteresada, permite que la comunidad restrinja la entrada a la profesin por motivos que son ajenos al principio de la actuacin desinteresada, o incluso an-tagnicos. Adems, la intromisin poltica en el proceso de certificacin (lo contrario de la autonoma de los profesionales) puede tener las mis-mas consecuencias. Es como navegar entre Escila y Caribdis.

    Pero si la capacitacin y el desinters en tanto garantas se debilitan cuando se los analiza en profundidad, cmo podemos confiar en el pronunciamiento de los expertos? Y si no podemos confiar en sus pro-nunciamientos, cmo podemos aceptar la validez de sus enunciados, al menos en los campos en los que no somos especialistas?

    No hay ningn argumento convincente que contrarreste el escepti-cismo. Si no confiamos en los especialistas, cmo podemos adquirir nuestro saber acerca de la mayora de las cosas? De qu otra fuente po-demos obtener juicios ms fiables? Nos ira mejor si rechazramos a todos los especialistas porque dudamos de su autoridad? Se puede tras-ladar este asunto a uno ms prctico, al que muchos estamos habitua-dos: el cuidado de la salud. Por un lado, la ciencia moderna nos dice que los organismos vivos pueden funcionar mal, enfermarse. Tambin di-ce que, en muchas situaciones, con la intervencin mdica es posible re-vertir el mal funcionamiento. Adems, nos dice que en muchos casos, la ausencia de esa intervencin llevar al empeoramiento e incluso a la muerte. Por otro lado, sabemos que los mdicos no siempre coinci-den en el diagnstico, el pronstico y el tratamiento. Es ms, sabemos que ha habido diferencias a travs del tiempo (las recetas mdicas de 1990 son bastante distintas de las de 1890) y, en cierta medida, a lo lar-go del espacio. Y sabemos que hay enfermedades iatrognicas.

    Cuando tenemos fiebre, podemos consultar y buscar ayuda. Si no queremos la ayuda de un mdico, de quin, entonces, y basndonos en qu? Evidentemente, es importante considerar el tenor del consejo mdico. La receta de una aspirina es algo menor; en cambio, la reco-mendacin de una compleja operacin cerebral provoca dudas en los pacientes. Tarde o temprano, la mayora de nosotros sigue la recomen-dacin de la operacin cerebral si no hay otra que nos satisfaga ms, pero de quin viene la recomendacin? No estamos seguros de seguir el consejo del mdico, pero menos seguros estamos de dejarnos llevar por nuestro propio escepticismo.

    Entonces, qu podemos hacer? Para m, est claro que no debera-mos mezclar los tantos. Por eso eleg el ttulo A favor de la ciencia, en contra del cientificismo para este captulo. Con el trmino cientifi-cismo, me refiero a la idea de que la ciencia es desinteresada y extra-social, que sus enunciados de verdad se sostienen por s mismos sin apoyarse en afirmaciones filosficas ms generales y que la ciencia re-presenta la nica forma legtima del saber. En mi opinin, los escpti-cos de los ltimos aos, que en muchos casos solo recurrieron a crti-cas que ya existan haca mucho tiempo, han demostrado la debilidad de la lgica del cientificismo. En la medida en que los cientficos se pongan a la defensiva para proteger al cientificismo, solo lograrn qui-tarle legitimidad a la ciencia.

    Por el contrario, pienso que la ciencia es una aventura humana fun-damental, quiz la gran aventura humana. Los dos enunciados prin-cipales de la ciencia, modestos pero fundamentales, son los siguientes: 1) Hay un mundo que trasciende nuestra percepcin, que siempre ha

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  • existido y siempre existir. Ese mundo no es un producto de nuestra imaginacin. Con este enunciado, rechazamos concepciones solipsis-tas del universo. 2) Ese mundo real puede conocerse parcialmente por mtodos empricos y el conocimiento obtenido puede resumirse en teorizaciones heursticas. Aunque no es posible conocer ntegramente el mundo ni, por cierto, predecir el futuro correctamente (pues el fu-turo no est dado), resulta muy til ir en busca del saber para tener una interpretacin ms acabada de la realidad y mejorar las condiciones de nuestra existencia. Pero como la realidad del mundo est en cambio continuo, esas interpretaciones son necesariamente transitorias, y ha-ramos bien en ser prudentes con respecto a las conclusiones que saca-mos de las cuestiones prcticas. La situacin en la que todos nos en-contramos frente a una recomendacin mdica puede representar la eterna condicin humana. Nunca vamos a estar seguros de si lo que di-cen los expertos es cierto, pero es improbable que nos vaya mejor si descartamos por completo sus afirmaciones.

    Todo el tiempo tenemos que tomar decisiones, simples y comple-jas. Aumentar la capacidad de un ordenador, por ejemplo, es una de-cisin simple, por ms alcance que tengan sus consecuencias. Quiz sea relativamente seguro dejar que los ingenieros se ocupen de ese te-ma tecnolgico y confiar en su capacitacin profesional. Pero incluso en una situacin tan trivial, queremos que las decisiones tcnicas se ajusten a cuestiones sociales ms amplias (la nueva tecnologa afecta-r nuestra salud, el medio ambiente o la seguridad pblica?), cuestio-nes que no son la especialidad, ni quizs, el inters del ingeniero en informtica. En cambio, construir un nuevo orden mundial es una de-cisin compleja y, para la mayora de nosotros, est lejos de nuestras capacidades inmediatas de accin. El grado de desinters de los su-puestos expertos (polticos o acadmicos) es, sin duda, bastante bajo y sus antecedentes profesionales son dudosos. (Cun bien nos ha aconsejado ltimamente la comunidad de economistas sobre la polti-ca econmica pblica?) Y esta cuestin quiz sea mucho ms urgente e importante que el aumento de la capacidad del ordenador.

    La mayora de las personas son conscientes de eso. De cara a esta urgencia, muchos se han inclinado por los enunciados que se apoyan en la teologa, en la filosofa o en la sabidura popular en lugar de se-guir los enunciados cientificistas. Estamos seguros de que esos enun-ciados alternativos son menos fiables? Y, de ser as, cmo podemos estar seguros? Tal es el desafo de la produccin contempornea del saber.

    No es este el lugar adecuado para analizar la coyuntura crtica del sistema-mundo contemporneo, algo que ya he hecho muchas veces

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    en otros contextos. Solo dir que s nos encontramos en una coyuntu-ra crtica. La pregunta es si podemos ofrecer anlisis cientficos que no sean cientificistas de las opciones histricas que se nos presentan. Sin duda, es necesario desbrozar el terreno para hacer esos anlisis. La in-flexibilidad del cientificismo es parte de la maleza que hay que retirar. Debemos reconocer que, adems de apoyarse en el conocimiento de las causas eficientes, las elecciones cientficas estn cargadas de valores y propsitos. Es necesario incorporar el pensamiento utpico en las ciencias sociales. Debemos descartar la imagen del cientfico neutral y adoptar una concepcin de los cientficos como personas inteligentes pero con preocupaciones e intereses, y moderados en el ejercicio de su hybris.

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