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LAS INFLUENCIAS ERRANTES (*) ABD AL-WAHID YAHIA (RENÉ GUÉNON) Al hablar de los diversos elementos productores de los fenómenos que los espiritistas atribuyen a aquellos que ellos llaman "espíritus", hemos hecho alusión (1) a las fuerzas sutiles que los taoístas chinos llaman "influencias errantes". Daremos sobre ese tema algunas explicaciones complementarias, para eliminar la confusión en la cual caen demasiado fácilmente aquellos –desgraciadamente demasiado numerosos en nuestra época- que conocen las ciencias modernas occidentales menos que los antiguos conocimientos orientales. Habíamos hecho notar que las influencias de las que estamos hablando, siendo de naturaleza psíquica, son más sutiles que las fuerzas del mundo sensible o corpóreo. Es por tanto oportuno no confundirlas con estas últimas, aunque algunos de sus efectos sean similares. Esta semejanza induciría sobre todo a asimilar estas fuerzas a las de la electricidad, y se explica simplemente con la analogía de las leyes que regulan los diversos estados y los diversos mundos, y con la correspondencia gracias a la cual se realizan el orden y la armonía de todos los grados de la Existencia. Estas "influencias errantes" comprenden variedades muy diversas entre ellas. Es cierto que también en el mundo sensible encontramos influencias muy diversas; pero en el mundo psíquico, las cosas son más complejas todavía, por el hecho mismo de que el dominio psíquico es mucho menos restringido que el dominio sensible. Esta genérica denominación de "influencias errantes", se aplica a todas las energías no individualizadas, es decir, a todas las que actúan en el ambiente cósmico sin entrar en la constitución de un ser definido cualquiera. En ciertos casos, estas fuerzas son tales por su misma naturaleza; en otros casos, derivan de elementos psíquicos desintegrados, provenientes de antiguos organismos vivientes y particularmente de seres humanos, como hemos dicho en nuestro precedente artículo. (2) En realidad, se trata de cierto orden de fuerzas naturales que tienen sus leyes particulares a las cuales no pueden escapar, exactamente como las otras fuerzas naturales. Si frecuentemente parece que los efectos de estas fuerzas se manifiesten en modo caprichoso e incoherente, ello se debe solamente a la ignorancia de las leyes que las rigen. Por ejemplo, basta considerar los efectos del rayo que no son menos extraños que los provocados por las fuerzas de las que

Las Influencias Errantes

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LAS INFLUENCIAS ERRANTES (*)

ABD AL-WAHID YAHIA (RENÉ GUÉNON)

Al hablar de los diversos elementos productores de los fenómenos que los espiritistas atribuyen a aquellos que ellos llaman "espíritus", hemos hecho alusión (1) a las fuerzas sutiles que los taoístas chinos llaman "influencias errantes". Daremos sobre ese tema algunas explicaciones complementarias, para eliminar la confusión en la cual caen demasiado fácilmente aquellos –desgraciadamente demasiado numerosos en nuestra época- que conocen las ciencias modernas occidentales menos que los antiguos conocimientos orientales.

Habíamos hecho notar que las influencias de las que estamos hablando, siendo de naturaleza psíquica, son más sutiles que las fuerzas del mundo sensible o corpóreo. Es por tanto oportuno no confundirlas con estas últimas, aunque algunos de sus efectos sean similares. Esta semejanza induciría sobre todo a asimilar estas fuerzas a las de la electricidad, y se explica simplemente con la analogía de las leyes que regulan los diversos estados y los diversos mundos, y con la correspondencia gracias a la cual se realizan el orden y la armonía de todos los grados de la Existencia.

Estas "influencias errantes" comprenden variedades muy diversas entre ellas. Es cierto que también en el mundo sensible encontramos influencias muy diversas; pero en el mundo psíquico, las cosas son más complejas todavía, por el hecho mismo de que el dominio psíquico es mucho menos restringido que el dominio sensible.

Esta genérica denominación de "influencias errantes", se aplica a todas las energías no individualizadas, es decir, a todas las que actúan en el ambiente cósmico sin entrar en la constitución de un ser definido cualquiera. En ciertos casos, estas fuerzas son tales por su misma naturaleza; en otros casos, derivan de elementos psíquicos desintegrados, provenientes de antiguos organismos vivientes y particularmente de seres humanos, como hemos dicho en nuestro precedente artículo. (2)

En realidad, se trata de cierto orden de fuerzas naturales que tienen sus leyes particulares a las cuales no pueden escapar, exactamente como las otras fuerzas naturales. Si frecuentemente parece que los efectos de estas fuerzas se manifiesten en modo caprichoso e incoherente, ello se debe solamente a la ignorancia de las leyes que las rigen. Por ejemplo, basta considerar los efectos del rayo que no son menos extraños que los provocados por las fuerzas de las que hablamos, para comprender que en ello no hay propiamente nada de extraordinario. Y de hecho, aquellos que conocen las leyes de estas fuerzas sutiles pueden captarlas y utilizarlas como las otras.

En este punto es necesario distinguir dos casos según la dirección de estas fuerzas y su utilización. Se puede llegar a este resultado sea con la ayuda de intermediarios que forman parte del mundo sutil, como los seres conocidos con el nombre de yinn, sea a través de seres humanos vivientes, que naturalmente poseen también los estados correspondientes al mundo sutil, lo cual les permite igualmente ejercitar en éste una acción. Los seres que dirigen de este modo tales fuerzas –sean hombres o yinn- con su voluntad, dan a éstas una especie de individualidad artificial y temporal que es solamente el reflejo de su propia individualidad, como una sombra de esta última. Con todo, sucede también frecuentemente que estas mismas fuerzas sean atraídas inconscientemente por seres que ignoran sus leyes pero que están predispuestos a ello por tendencia natural, como por ejemplo las personas que se ha convenido hoy en llamar "médiums".

Ellos prestan a las fuerzas con las que entran en relación una apariencia de individualidad, pero a costa de la integridad de los propios estados psíquicos, que sufren con eso un desequilibrio que puede llegar hasta una desintegración parcial de la individualidad.

Hay una observación muy importante que hacer sobre este tipo de captaciones inconscientes o involuntarias, en las cuales el ser está a merced de las fuerzas exteriores en lugar de dirigirlas. Esta

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atracción puede ser ejercida sobre tales fuerzas, no solamente, como hemos dicho, por medio de seres humanos o "médiums", sino también a través de otros seres vivientes e incluso objetos inanimados, a veces sirviéndose de lugares determinados en los cuales las fuerzas en cuestión están concentradas de modo que producen fenómenos más bien desacostumbrados. Estos seres o estos objetos tienen una función de "condensadores" –si puede usarse un término impropio pero justificado por la analogía con las leyes de las fuerzas físicas-. Tal condensación puede efectuarse espontáneamente, pero, por otro lado, es posible para aquellos que conocen las leyes de estas fuerzas sutiles el fijarlas mediante ciertos procedimientos, tomando por soporte sustancias u objetos cuya naturaleza debe establecerse teniendo en cuenta el resultado que se quiere obtener. Inversamente, es también posible para estas personas el disolver los aglomerados de fuerza sutil, sea que se hayan formado voluntariamente por ellos o por otros, sea que se hayan constituido espontáneamente. A este respecto, el poder de las puntas metálicas siempre ha sido conocido, y hay en ello una notable analogía con los fenómenos eléctricos. Sucede a veces que cuando se golpea con una punta el punto preciso donde se encuentra lo que se podría llamar el "nudo" de la condensación, saltan chispas. Si, como frecuentemente ocurre, esta condensación ha sido producida por un brujo, este puede quedar herido o muerto por la reacción del golpe, a cualquier distancia que se encuentre. Estos son fenómenos que se han observado en todo tiempo y en todo lugar.

Se pueden comprender las dos operaciones de "condensación" y de "disolución" antes descritas gracias a la analogía que presentan con ciertos casos en los cuales actúan fuerzas de orden más o menos diferente, como en alquimia; se trata entonces de fuerzas que se conectan, en último análisis, a leyes muy generales, bien señaladas por la ciencia antigua, especialmente en Oriente, pero, por lo que parece, totalmente ignoradas por los modernos.

Es en el intervalo comprendido entre estas dos fases extremas de "condensación" y "disolución" cuando quien ha captado las fuerzas sutiles puede prestarlas esa especie de conciencia que les da una individualidad aparente capaz de inducir al error al observador, hasta persuadirle de que tiene que vérselas con seres verdaderos y propios.

La posibilidad de "condensar" las fuerzas sobre soportes de muy diversa naturaleza, y de obtener resultados de aspecto excepcional y sorprendente, muestra el error de los modernos cuando sostienen que la presencia de un médium humano es indispensable. Señalamos al respecto que antes del espiritismo el uso de un ser humano como "condensador" era propio de los brujos de ínfimo orden, a causa de los graves peligros que ello presentaba para ese ser.

Añadiremos a cuanto precede que, además del tipo de acciones de las que hemos brevemente hablado, existe otro totalmente diferente, que consiste en la condensación de las fuerzas sutiles, no ya sobre seres u objetos extraños al individuo que ejerce la operación, sino sobre este individuo mismo, de manera que le permita usar tales fuerzas a placer, dándoles así una posibilidad permanente de producir ciertos fenómenos. El uso de este método está difundido sobre todo en la India, pero es bueno precisar que aquellos que se empeñan en producir fenómenos extraordinarios por este procedimiento o con cualquier otro, no merecen de hecho el interés que algunos muestran por ellos. En realidad, se trata de individuos cuyo desarrollo interior se ha cerrado en cierto estadio por una razón cualquiera, hasta el punto de no ser ya posible pare ellos el proceder de otro modo, ni, por lo tanto, aplicar su actividad a cosas de orden más elevado.

A decir verdad, el conocimiento completo de las leyes que permiten al ser humano dirigir las fuerzas sutiles, ha estado siempre reservado a un número muy restringido de individuos, en razón del peligro que derivaría de su uso generalizado entre gente malintencionada.

Existe en China un tratado muy difundido sobre las "influencias errantes". Con todo, este tratado toma en consideración solamente una aplicación muy particular de estas fuerzas a las causas de las enfermedades y a su tratamiento, todo el resto ha sido siempre objeto de una enseñanza oral.

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Por lo demás, aquellos que conocen las leyes que regulan las "influencias errantes", se contentan habitualmente con este conocimiento y se desinteresan completamente de la utilización o de la aplicación práctica de tales fuerzas sutiles.

Ellos rechazan provocar el más mínimo fenómeno para dejar estupefactos a los demás o satisfacer su curiosidad; y si acaso se ven constreñidos a producir ciertos fenómenos -por motivos totalmente diferentes de los que antes hemos hablado y en circunstancias especiales- lo hacen con la ayuda de métodos totalmente diferentes y utilizando para estos scopi fuerzas de otro género, aunque los resultados parezcan exteriormente similares.

En efecto, si existe una analogía entre las fuerzas sensibles como la electricidad y las fuerzas psíquicas o sutiles, existe también una entre estas últimas y ciertas fuerzas espirituales que pueden, por ejemplo, actuar igualmente concentrándose sobre objetos o lugares determinados. Por otra parte, es también posible, que fuerzas tan diversas en su naturaleza produzcan efectos en apariencia semejantes. Tales semejanzas del todo superficiales son la fuente de errores y confusiones frecuentes, no evitables por quien se limite a la comprobación de los fenómenos. Es así posible que vulgares brujos imiten, al menos hasta cierto punto, el cumplimiento de hechos milagrosos. A pesar de una semejanza sólo aparente en cuanto a los resultados, no existe evidentemente, nada en común entre las causas que, en los dos casos son completamente diferentes.

No entra en el ámbito de nuestro tema el tratar la acción de las fuerzas espirituales. De todo lo que precede podemos en todo caso extraer la siguiente conclusión: los fenómenos por sí solos no pueden constituir un criterio o una prueba en apoyo de lo que quiera que sea, ni pueden de ningún modo establecer la verdad de una teoría cualquiera. Por lo demás, los mismos fenómenos deben frecuentemente ser explicados de formas diversas según los casos y es bien raro que haya, para unos fenómenos dados, una sola explicación posible.

Diremos para terminar que una verdadera ciencia puede ser constituida sólo partiendo de lo alto, es decir, de los principios, para aplicarlos a los hechos, los cuales son consecuencia más o menos lejana de los principios mismos. Esta actitud está en las antípodas de la ciencia occidental moderna, que quiere partir de los fenómenos sensibles para deducir leyes generales, como si lo "más" pudiese derivar de lo "menos", como si lo inferior pudiese contener lo superior, como si la materia pudiese medir y limitar el principio.

NOTAS:

(*). "Al-quwâ as-sâbinah" ("Les influences errantes"). En "Al-Maa´rifah", nº 7, El Cairo, noviembre de 1931. Retomado en "Etudes Traditionnelles", París, marzo-abril de 1962. También en "Rivista Studi Tradizionali", Turín, enero-junio de 1977 (trad. de Michele Lodi).

(1). Cf. René Guénon, L´Erreur spirite, Editions Traditionnelles, capítulo VII: "Explicación de los fenómenos espiritistas" (Nota del T.)

(2). "Ar-rûhâniyyatu-l-hâdithah- raddun ‘ala raddin (le néo-spiritualisme- Reponse a une critique", en "Al-Maa´rifah", nº 5, septiembre de 1931. (Nota del Traductor)