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LECTURA DE LAS RESPUESTAS...vez, de proteger mi vida. Irene fue mi maestra. Inteligente, creativa, curiosa, generosa, apasionada, comprometida, solidaria, con una capacidad de trabajo

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Lectura de las respuestas al Rorschach / 1

LECTURA DE LAS RESPUESTASAL RORSCHACH

Lo que el sujeto dice y hace ante la prueba

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2 / Nélida Álvarez

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Lectura de las respuestas al Rorschach / 3

NÉLIDA ÁLVAREZ

LECTURA DELAS RESPUESTASAL RORSCHACH

Lo que el sujeto dice y hace ante la prueba

PRIMERA EDICIÓN

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Alvarez, Nélida Lectura de las respuestas al Rorschach : lo que el sujeto dice y hace ante la prueba / Nélida Alvarez. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Biebel, 2021. Libro digital, EPUB Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-8362-37-3 1. Psicología. 2. Test Psicológicos. 3. Salud Mental. I. Título. CDD 155.2842

© Nélida Álvarez© Ediciones Biebel, 2010

Ediciones BIEBELJosé Juan Biedma 10051405 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ArgentinaTel. (54-11) [email protected]

ISBN PRINT: ISBN 978-987-1678-05-1ISBN EBOOK: 978-987-8362-37-3

Se han efectuado los depósitos de ley 11.723Libro de edición argentinaImpreso en la Argentina / Printed in ArgentinaNo se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento,el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro,en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico,mediante fotocopias, digitalización u otros métodos.Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446

Diseño de páginas y tapa: Cálamus

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ÍNDICE

PALABRAS PRELIMINARES:EVOCANDO A IRENE ORLANDO. ....................................................... 7

INTRODUCCIÓN .................................................................................... 27

I. EL ESTUDIO DE LAS RESPUESTAS ........................................ 33

II. APLICACIÓN DE LAS CATEGORÍAS DELOCALIZACIÓN AL PROTOCOLO DE RORSCHACH ............. 49

III. RESPUESTAS CON CONSTRUCCIONESNO HABITUALES ........................................................................ 77

IV. ORGANIZACIÓN Y RUPTURA DE LA SIMETRÍAEN LAS RESPUESTAS ................................................................ 107

V. INCIDENCIA DEL FACTOR TEMPORAL EN LASRESPUESTAS ............................................................................... 119

VI. ESTUDIO DEL NIVEL FORMAL EN LARESPUESTA ................................................................................. 137

VII. RESPUESTAS AL RORSCHACH DURANTELA INFANCIA ............................................................................... 147

VIII. ESTUDIOS CON LÁMINA I ........................................................ 205

Pág.

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IX. ESTUDIO DE LA IMAGEN CORPORALEN LAS RESPUESTAS ................................................................ 233

X. LA LECTURA INTERPRETATIVA .............................................. 253

ANEXO

REVISIÓN CRÍTICA DE LAS CATEGORÍAS DE LOCALIZACIÓNEN LA PRUEBA DE RORSCHACH. Irene Orlando ................... 261

ACERCA DE LAS CATEGORÍAS DE GRISES YCLAROSCURO. Irene Orlando .................................................... 283

Pág.

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PALABRAS PRELIMINARES

Evocando a Irene Orlando

Si es cierto que no siempre se elige lo que se escribe, este librobien podría ser el caso.

Los avatares de la historia hicieron que me encontrara colaboran-do en el libro que Irene Orlando pensaba publicar y que su des-aparición dejó trunco. Siempre sentí que tenía que hallar la manerade concretar el proyecto, pero durante mucho tiempo esto parecíauna misión imposible ya que solo se pudieron rescatar algunos bo-rradores.

Fue en un encuentro con Alicia Passalacqua que empecé a vis-lumbrar la posibilidad de renunciar a escribir el libro que no fue paraintentar su reescritura. Tengo que agradecerle a Alicia por habermealentado al decirme que podía apoyarme en mi experiencia clínica.Es desde este lugar que he intentado volcar las ideas que IreneOrlando produjo sobre el Rorschach. Sé que esta obra está lejos dereflejar la fuerza y creatividad de su pensamiento. Espero, al menos,no defraudar la confianza que alguna vez depositó en mí mi maestra.

Son muchas las personas que me estimularon en esta empresa yaunque no las mencione a todas siempre tendrán mi agradecimiento.Sí quisiera destacar el importante aporte que con sus sugerencias ymaterial clínico me ofrecieron Mónica Bedetti, Mónica Harika y DollyWeiss.

También quiero destacar la generosa contribución de Sara Slapak,Alicia Passalacqua, Etel Kacero, Marta Martínez, Elizabeth Sorribas,y Beatriz Oprinari, a quienes les pedí recuerdos de su relación conIrene. Quería que la memoria le pusiera palabras a ese acto de vio-lencia que fue su desaparición y que nos llenó de silencio e impoten-cia. Mi agradecimiento a ellas porque con su testimonio rescatan esashuellas que dejó la presencia de Irene Orlando en su paso por la his-toria.

Nélida ÁlvarezMarzo de 2010

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Irene Orlando fue mi maestra

Nos conocimos a mediados de 1961, cuando comencé a trabajar enla Sección Informaciones del Departamento de Orientación Vocacio-nal (DOV) de la Universidad de Buenos Aires; al poco tiempo Irene,jefa de la Sección Entrevistas, me invitó a integrarme en una activi-dad semanal de su sección, destinada al entrenamiento en la inclu-sión de la temática de la información en el proceso de orientaciónvocacional mediante la utilización de la técnica de “grupo operativo”:los participantes –que formaban parte de esa sección y a quienes enese entonces yo todavía no conocía– debíamos simular ser estudian-tes de 4to. año de la escuela media que concurríamos al DOV pararecibir orientación en una sesión grupal; alternativamente cada unode nosotros debía desempeñarse como coordinador, lo que implicabahacer una apertura de alrededor de veinte minutos estableciendo elencuadre y señalando los lineamientos de la tarea, y luego coordinar“el grupo” durante una hora… Por indicación de Irene fui la primeraen cumplir ese papel; demás está decir que no tenía idea de lo que seme estaba pidiendo...

Aún recuerdo las estrategias que utilicé en esa oportunidad, apura intuición (tenía 18 años y apenas nueve materias aprobadas delplan de estudios de la licenciatura en Psicología). Ese mismo día, alfinalizar la actividad, Irene me invitó a formar parte de la SecciónEntrevistas bajo su dirección. O debería decir, bajo su tutela: a partirde ese evento, ingresé como integrante pleno en lo que luego supeque era su círculo más cercano, formado por varias –y cuidadosa-mente seleccionadas– estudiantes de Psicología y de Ciencias de laEducación, colaboradoras de la Sección Entrevistas del DOV –ElviraNicolini y Graciela Canessa, entre otras–. Teníamos un entrenamientosostenido en entrevistas individuales y en coordinación de gruposoperativos, siempre bajo su supervisión, lo que incluía la observacióny coordinación de grupos, la realización de entrevistas y su posteriorsupervisión grupal y una tarea de reflexión teórico-práctica en grupooperativo, coordinado por Irene.

Fuera del horario de trabajo nos convocaba a su casa para conti-nuar en el análisis de los materiales recogidos, para pergeñar nuevosdispositivos de orientación que poníamos en práctica en el DOV bajomonitoreo estricto, para realizar trabajos de investigación o para

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producir trabajos a ser presentados en congresos internacionales.Recuerdo con particular placer y agradecimiento las experienciasrealizadas en un curso de ingreso a la Facultad de Arquitectura de laUBA y en varias cátedras de esa misma unidad académica, destina-das a profundizar aspectos vinculados a cuestiones institucionales ya contenidos vocacionales específicos, y una investigación sobre lainterrupción de los estudios universitarios, proyecto cuali-cuantita-tivo con sede en la Facultad de Arquitectura, realizado con un subsi-dio del Conicet.

La generosidad de Irene en la enseñanza y el entrenamiento eracasi ilimitada; autoexigente y exigente, su agudísima capacidad deobservación y análisis crítico no dejaba resquicio para la complacen-cia. Esa generosidad no se reducía a la enseñanza y entrenamientoen el campo específico de la orientación vocacional; la pintura, el cine,la escultura, la literatura, las cuestiones universitarias, el arte deltejido y el enhebrado de collares, hasta recetas de cocina y consejosrespecto del cuidado de las plantas, encontraban siempre un lugaren las prolongadas reuniones de trabajo en su casa, reuniones paralas que exigía puntualidad y concentración.

Con frecuencia Irene hacía comentarios sobre sus investigacionesen el test de Rorschach, actividad que desde hacía muchos años laapasionaba. Hasta donde recuerdo, ninguna de las integrantes delcírculo cercano al que hago mención demostramos interés en incur-sionar en ese campo y seguramente por ello Irene tampoco nos invitóa participar de él, aunque sabíamos de compañeras que sí lo hacían –María Julia García, Alicia Passalacqua, Etel Kacero, entre otras–.En cambio sí nos vinculó de manera natural con su familia –su hijoMario Tempone y su sobrino–, los amigos –Alberto Fischerman y AídaDaitch entre otros–, los vecinos –Enrique Butelman y su familia–.Nosotras también incorporábamos a nuestras parejas...

Todo esto fue así hasta la Noche de los Bastones Largos. Renun-ciamos a nuestros cargos ya concursados, como tantos universita-rios, y aunque continuamos con las tareas de investigación desde sucasa, ya nada fue igual. Cada una de nosotras tuvo que buscar nue-vos puestos de trabajo; y nos dispersamos; ya éramos graduadas ycada una de nosotras desarrolló nuevos intereses e incursionó ennuevos campos; establecimos nuevos vínculos laborales y profesiona-les. Después de años de intensa labor conjunta, de experiencias insti-tucionales y vitales invalorables, la intervención a la Universidadoperó como una explosión que interrumpió proyectos institucionales,

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grupales y personales y produjo un nivel de dispersión que hizo irre-cuperables los proyectos colectivos y la continuidad en los lazos decamaradería y amistad en el trabajo.

Tengo la impresión de que es a partir de ese período que Irenevolcó más dedicación a la exploración del Rorschach como actividadprofesional y afianzó lazos de colaboración con otros colegas respectode ese campo.

A partir de 1966 dejé de tener contacto con casi todos mis compa-ñeros del DOV, incluida Irene. De vez en cuando la visitaba paraponerla al tanto de alguna novedad familiar o profesional; ya nocompartíamos más que recuerdos. Hasta que una tarde toqué el tim-bre de su casa y de muy mala manera, con muy malos modos, medespidió sin siquiera permitirme subir a verla. No entendí ese com-portamiento; lo atribuí a algún malestar físico aunque no lograbajustificar semejante expulsión. Pasaron varios años y un encuentrocasual con su sobrino me permitió conocer la dolorosa verdad: Irenehabía recurrido a esos modos para procurar alejarme de ella. Estabaya acosada por las oscuras fuerzas del terrorismo de Estado; pocodespués, el 8 de diciembre de 1977, fue “desaparecida”, aniquilada.Comprendí entonces que lo que yo malentendí como una modalidadbrusca y desagradable de decirme que no estaba en disposición pararecibirme, fue en verdad la manera que encontró de protegerme y talvez, de proteger mi vida.

Irene fue mi maestra. Inteligente, creativa, curiosa, generosa,apasionada, comprometida, solidaria, con una capacidad de trabajoy de generación de ideas inagotable, Irene instaló dentro mío la mi-rada clínica, que posteriormente otros contribuyeron a dar especifi-cidad y profundidad. De muchas personas aprendí y sigo aprendien-do: profesores, colegas, amigos, familiares, colaboradores. Sin em-bargo reservo la categoría de maestras para pocas personas; Irene esuna de ellas. Siempre pensé que más que yo elegirla a ella, ella meeligió a mí; siempre tuve la vivencia de que me tenía confianza; quedepositaba esperanzas en mí, en mi trabajo intelectual y profesionaly aun en mi desarrollo personal. Mi gratitud a Irene Orlando, y tam-bién mi agradecimiento a Nélida Álvarez, que me invitó a escribirestas líneas y me dio la posibilidad de expresar y transmitir el valorque Irene tuvo y tiene para mí.

Sara SlapakFebrero de 2010

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Recordando a Irene Orlando

Prestigiosa. Imponente. Fuera del área de lo común. Irene Orlandoimpresionaba por la rapidez para pensar, para plantearse preguntasy tener respuestas, respuestas a nuevas preguntas para seguir pen-sando. Las más de las veces ella misma era la que se hacía nuevaspreguntas… tal era su caudal mental… Para mí, que la conocí… ¡erainagotable!

Tuve la suerte de encontrarla en Brasilia, en 1972, en el SegundoCongreso Latinoamericano de Rorschach. La presidenta era GloriaQuintela, una Señora del Rorschach muy cálida y atenta. Asistimosbrasileños, uruguayos, argentinos y seguramente profesionales deotros países. Hoy trato de recordar aquellos momentos y trasmitiruna experiencia que tiene el valor del “rescate emocional”, de situa-ciones vividas que dejaron marcas importantes más allá de los he-chos mismos. Hilvanaré recuerdos y surgirá el sentido.

Pues bien, una colega encantadora nos alojó a Irene y a mí en sucasa, en Brasilia. Me llamó la atención desde el principio las obser-vaciones de Irene Orlando. Eran atinadas, justas y con humor. Yoaprendía, ¿tan joven era? Aprendía de sus comentarios, de sus “jui-cios clínicos” que abarcaban la persona –cualquiera sea– que se nospresentaba, o los trabajos del Congreso, o los organizadores, o el es-tado político por el que pasaba Brasil. Y fuimos creando un vínculode amistad que permaneció hasta muy poco antes de perderla.

Pero vale para la memoria histórica rememorar ese encuentro delatinoamericanos. Es que Brasil era gobernado –en ese momento–por un régimen tan despótico y autoritario, el del Gral. E. GarrastazuMédicis, que hasta tuvo su presencia en el Congreso a través de unfuncionario. Recuerdo que la persecución era tal que algunos colegasbrasileños, temerosos, salían de algunas sesiones cuando aparecíaun comentario que los comprometía. Cerca estaba esta situación delo que ocurrió en nuestro país donde el dictador llamado Onganía, en1966, había arrasado con la Universidad y gran parte de nuestralibertad. Siempre conviene volver y no olvidar y es saludable para míacordarme que estas afrentas que pasamos –y compartimos con losbrasileños– yo las viví con Irene en aquellos momentos del SegundoCongreso. Años después, y pensando en el destino de mi amiga en elespantoso Proceso Militar, no puedo menos que imaginar que Brasi-

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lia tuvo el sentido de un luctuoso antecedente. Por otro lado, tambiénel encanto de la vida que nos permitió compartir el dolor pero tam-bién el placer. Por ejemplo el del mismo Congreso, de nuestros ami-gos de la reciente ALAR (Asociación Latinoamericana de Rorschach),de sus contribuciones y de los encuentros sociales. Algunos años an-tes, en 1970, Irene había sido invitada a las Jornadas de Rorschachque hicimos en Rosario y destacó, en un comentario de la revista ElRorschach en la Argentina que la calidez del encuentro se debía nosolo a los aportes de los trabajos sino a la calidad humana que secompartió en los encuentros sociales e hizo especial mención a inter-pretaciones musicales que ofrecieron artistas de Rosario. Así era, encuerpo y alma, capaz de provocar ternura o, por el contrario, algúnrechazo.

Recuerdo muchos momentos vividos tiempo después en BuenosAires que resultaron memorables; el teatro –fuimos varias veces– sucasa, que siempre fue generosa como ella, hasta sus “divagacionesgeniales” sobre el Rorschach que nos abrían siempre una nueva puertapara pensar. Solo el talento y la calidez de los grandes.

Nosotros somos ricos y hemos ganado; poseemos la herencia, ellegado humano y científico de Irene. El humano es infinito e imposi-ble de medir, el científico puede seguir abriendo mentes e imaginan-do ideas nuevas. Tengo cerca de mí su libro La interpretación diná-mica en el Rorschach y no me canso de pensar en la capacidad quetuvo para mostrar una forma de interpretación que abarcara tantosaspectos o recovecos del mundo interior y exterior del ser humano.Es lo que podemos llamar una prolífica cabeza. También en la Orien-tación Vocacional fue una figura excepcional cuyas ideas podemosapreciar en los trabajos publicados.

Irene Orlando formó parte con Vera Campo, Guida Kagel y otrasrorschachistas, de aquel grupo de la Asociación Argentina deRorschach que en los años ’60 y ’70 enseñaron, practicaron y escri-bieron sobre nuestro test.

Para completar mis recuerdos de Irene diré que al releer su últi-ma conferencia pronunciada en el Centro de Investigaciones en Me-dicina Psicosomática –publicada en el N° II de la Revista Psicodiag-nosticar– en 1976, “Verbalización e imagen del cuerpo a través delRorschach”, siento un íntimo acercamiento con esta pensadora yaque siempre me atrajo buscar, aunque no lo encontrara, el origen dealgunos giros del pensamiento, de algunas transformaciones. Ellaformula en este trabajo hipótesis confiables sobre el esquema corpo-

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ral y permite pensar su origen y desarrollo a partir de las respuestasa una sola lámina. La conferencia no solo se torna creativa sino quees el testimonio de una investigadora seria y comprometida con laciencia, de una Maestra del psicodiagnóstico.

La investigadora y la amiga. De la amiga un último recuerdo:una carta a fines del ’76 acompañándome en el duelo de mi padreque acababa de perder. Por todas estas cosas que hacen de Irenealguien siempre presente, es que me acerqué a ella una vez másevocando el vínculo que surgió, casi inesperadamente, en aquellaBrasilia del ’72.

Elizabeth Sorribas

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Irene Orlando: una mujer inolvidable

La propuesta de Nélida Alvarez fue recordar a alguien inolvida-ble, justamente la persona inspiradora de este libro, a quien ha sidodedicado por su autora. Es a esta última a la que me quiero referir enprimer término.

Sabiendo hace ya algún tiempo de la idea de publicarlo, debo con-fesar que me dio mucha satisfacción conocer este proyecto, especial-mente por el aporte científico que significa volcar en él (con el filtra-do inevitable que la propia subjetividad aporta, aun sin quererlo) lasideas de quien, lamentablemente, no está presente ya desde hacemuchísimos años, para seguir enriqueciéndolo (aunque no tantos comopara olvidarla, si se pudiera o quisiera), y guiarnos a unos en suescritura y a otros en su lectura. Insistí desde siempre o, mejor dicho,desde que era viable, en la necesidad de aceptar esa especie de lega-do que dejó Irene a algunas de sus discípulas preciadas de Rorschach(yo lo fui de Orientación Vocacional y, además, como casi todos losque lo fuimos, de la vida y de la ética y los valores). Y con esa satisfac-ción especialmente, tuvo mucho que ver que lo realice Nélida Álvarezque, a su aprendizaje de la técnica de Rorschach, le añade su bagajeteórico psicológico y su ya extensa y fecunda práctica clínica que lehan permitido interpretar, seguramente con más profundidad quecualquiera, las ricas, complejas y fértiles ideas de Irene, su profesorade Rorschach, a quien quiero referirme ya ahora, intentando, aun-que creo que difícilmente lo logre, dejar de lado las emociones que surecuerdo suscita entre los que la conocimos y estuvimos en contactocon tan fuerte y rica personalidad.

La conocí en 1970, habiendo transcurrido dos años de mi egresocomo licenciada en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, yuno de la obtención del profesorado en la especialidad. Me acercó aella mi interés por capacitarme en Orientación Vocacional, cuya prác-tica transitaba, en gran medida por haberme encantado su cursadaen la Facultad en la cátedra de Aisenson-Slapak (titular y adjuntaen ese entonces de la materia), cuyos otros integrantes eran MartaUrquiza, María Teresa Lodieu y Jorge Freiría. Esa materia de gradofue la primera a la cual más adelante me incorporé como ATP, atraí-da por la posibilidad de ejercer la docencia universitaria, que nunca

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abandonaría desde esos momentos fundantes de nuestra profesión,en los que no éramos tan numerosos y muchos nos conocíamos o con-vergíamos desde distintos ámbitos y en variados lugares de trabajo.E incluso llegué a la titularidad de esa materia, antes de que el pro-ceso prescindiera de los servicios de casi todos los docentes que in-tentábamos darle continuidad a nuestra carrera.

Así, me incorporé a un grupo también inolvidable por varias razo-nes: por el nivel de estudio alcanzado, por el aprendizaje de la tareaclínica y, no en menor medida, por las amistades que allí se forjaron.Se llamaba “Equipo (algunos decían más vulgarmente “bolsa”) de tra-bajo de Orientación Vocacional” y funcionaba auspiciado por la APBA(Asociación de Psicólogos de Buenos Aires) coordinado por la ya re-nombrada y apreciada en el campo de la psicología, Irene Orlando(aunque paradojalmente, aún no psicóloga recibida, como era el casotambién de Vera Campo y Eva Giberti). Estuvimos reuniéndonos conella y en su hermosa casa durante más de cuatro años todos los sába-dos, durante largas horas, siempre más que las que marcaba el hora-rio formal, aprendiendo más de nuestro métier que en algunos de losaños ya cursados académicamente en la Facultad. Rápidamente, caí-mos, aun los que por personalidad nos resistíamos a ello, en una casiinevitable idealización de Irene (en esos momentos en nuestro mediose la podía nombrar solo por ese nombre, sabiendo todos de quién sehablaba). Contribuyeron mucho a eso sus inagotables conocimientosde psicología y de coordinación de grupos y su desinteresada entregaa toda tarea que emprendiera; exigía, eso sí, otro tanto de los inte-grantes, y era hasta dura a veces en sus señalamientos (por no decirinterpretaciones) con los que no lo hacían.

Casualmente, en lo personal ese mismo año había comenzado conla concreción de otro de mis intereses que ya nunca podría ni querríaabandonar, por estar recibiendo el otro aprendizaje científico quevaloré siempre como de gran utilidad: el posgrado que la AsociaciónArgentina de Psicodiagnóstico de Rorschach (AAPRO) brindaba yadesde hacía unos años, principalmente a los egresados de psicología(aunque en esos tiempos y dada la juventud de la carrera aun tam-bién ingresaban algunos médicos psiquiatras y psicopedagogos). Misprofesoras de entonces eran Marta Pagola y Agustina FernándezDabusti. De ellas aprendí casi todo lo que sé sobre la riqueza de esatécnica irreemplazable. Marta integraba un equipo interdisciplina-rio de excelencia en el campo de nuestra actividad profesional: el delDr. Raúl Usandivaras (miembro fundador de la AAPRO), además de

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ser parte, como Agustina y como Irene –me enteraría después– de lacomisión directiva de esa misma institución. Agus (como después lediría), lamentablemente ya fallecida, fue una de las pioneras de lapsicología laboral en la Argentina, y una de las que mejor me recibió(tal vez por haber sido su alumna), cuando, a propuesta de Marta(que renunció a todo siguiendo los dictados de su corazón y se fue consu flamante marido a Canadá), quedé en su lugar en las clases y enla CD en el año 1974. La otra persona que, casi sin conocerme, mehizo sentir muy bien recibida, fue Guida Kagel. Creo que le encantóque ingresara alguien con variada, aunque menor, experiencia do-cente que ella en casi todos los niveles educativos, deseosa de que laacompañara en el afianzamiento de la carrera docente de la institu-ción, como así se hizo.

Volviendo al año 1970, en ese grupo de estudio y de trabajo de laAPBA, como ya dije anteriormente, Irene también era profesora dela AAPRO (además de haber estado en su comisión directiva en va-rios roles) y, dentro de los grupos que ella conducía, había colegas,con algunos de los cuales ya me había contactado previamente enotros lugares (facultad, instituciones, grupos de estudio, etcétera).En uno de ellos, especialmente, había varias personas a las que cono-cía desde antes o conocí después: Nélida Álvarez, entre ellas, MalenaOcampo, Etel Kacero (después de muchísimos años, mi adjunta de lacátedra de Rorschach de la Facultad de Psicología de la Universidadde Buenos Aires), Beatriz Oprinari (compañera de Lanús) y otrasmás a las que ella a veces nombraba (además de María Julia Garcíay Sara Slapak, a quien hasta dejó en su reemplazo en la coordinacióndel grupo en momentos en que su salud no le permitió cumplir conesa tarea como ella hubiera querido). Ese interés que compartía ycomparto entre la tarea clínica, la docencia, el campo de la preven-ción y el auxilio invalorable que el psicodiagnóstico en general y elRorschach en particular pueden brindar a casi toda actividad psico-lógica (hubo siempre comentarios de Irene al respecto, referidos a uncaso determinado o en general, y que particularmente yo ya iba com-prendiendo a medida que avanzaban mis estudios en estas dos temá-ticas), probablemente haya sido uno de los motivos que incrementarano ya mi idealización hacia ella, sino mi reconocimiento y afecto.

Quiero acá contar algo que describe a Irene tal como era. Casidesde el comienzo del funcionamiento del grupo, me tocó la ardua yresponsable tarea de ser la “tesorera”, siendo la que tenía, junto conalguien más, que si mal no recuerdo era María Cristina Agid, una

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cuenta abierta en donde se depositaban las sumas que el grupo re-caudaba por los trabajos realizados. Fundamentalmente ellos eranprocesos individuales o grupales de Orientación Vocacional, cabién-dome también la responsabilidad de repartirlas equitativamente entretodos los integrantes (cobraban todos, aun los que no hubieran teni-do entonces la suerte o la pericia de concretar los procesos que porriguroso orden alfabético se les adjudicaran). Y, lo que era muchísi-mo más difícil, liquidar el 50 % correspondiente a Irene, que siemprese negaba a hacerlo y dejaba su parte para el final (de hecho solo locobró, y a regañadientes, cuando ya excedidas largamente del tiem-po que la APBA destinaba para esos equipos de trabajo, dejamos do-lorosa pero resignadamente de reunirnos y no tuve más remedio queplantearle que indefectiblemente debíamos entregarle su dinero).Recuerdo que allí fui alentada y felicitada por el resto por mi “valen-tía” de entonces; los que la conocieron a Irene sabrán de qué hablo.No era fácil oponerse o proponerle algo a lo que ella probablementese negara, aunque de hecho era lo convenido y no llegaba a compen-sar ni un porcentaje mínimo de todo lo recibido de ella. Con los años,y queriendo interpretar los motivos que podrían llevarla a dilatar lasdespedidas, alguna vez pensé que podría estar determinado por laintuición (en la que era una maestra) de –en algún penoso momento–no poder despedirse de nadie, cuando dejó de estar con los demás,salvo con sicarios desconocidos.

Tal vez ahora entiendan los lectores a qué me refería cuando ha-blaba de todo lo que aprendimos con Irene (sin hablar de los efectosque sus interpretaciones, debido a su manejo de grupo operativo pro-ducían) y el inmenso dolor que nos causó su desaparición en los des-graciados años de sangre y fuego en los que la destrucción no se diri-gía hacia un enemigo externo sino, inexplicablemente, a los propioscompatriotas, en una muestra de peligrosos elementos autodestruc-tivos de nuestra sociedad. En apariencia, este lamentable hecho seprodujo solo por ser madre de un funcionario universitario de la Fa-cultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, y/o porfirmar una solicitada pidiendo por su aparición con vida. O por ambi-ciones mezquinas de seres seguramente mediocres que priorizabanel odio al amor, probablemente incapaces de evaluar el inmenso dañoque a nuestra ciencia psicológica le infligieron, sustrayéndola delmundo tras un pedido de rescate por la aparición de ese único hijo,ya secuestrado anteriormente, y de lo que solo nos fuimos enterando

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con el paso del tiempo. Y digo esto porque en las largas horas com-partidas nunca recibimos ni comentarios políticos ni personales quepretendieran influirnos o aleccionarnos sobre algo que no fuera laciencia y los valores humanos (que ya sabemos que difícilmente seenseñen).

Casualmente alrededor de esos días, en diciembre de 1976, la vol-ví a ver en ateneos que se hacían en la AAPRO, uno de ellos recibien-do a Fernando de Villemor Amaral, rorschachista brasileño impor-tante, como ella, en la generación de Alar (Asociación Latinoameri-cana de Rorschach) de quien era muy amiga. Yo estaba muy feliz-mente embarazada y a ella le alegró, casi tanto como a mí, encon-trarme allí y en ese estado. En las reuniones sociales que hacíamosanualmente con el grupo de la Apba había conocido y simpatizadocon mi marido, tal vez por su profesión, arquitecto, que ella notoria-mente estimaba, probablemente por ese especial y significativo ma-nejo del tiempo y del espacio que tenía. Después de mucho tiemponos enteramos de que había estado casi un año en la Esma (lugar porel cual, cuando pasaba por la Avenida Lugones me despertaba unmalestar extraño, sin saber ni presentir los motivos). Nunca supi-mos, en cambio, cómo terminó sus días.

Creo que este libro, además de enriquecernos, completa yjerarquiza los homenajes formales que ya se le hicieron desde lasautoridades, o los ámbitos académicos y profesionales (cuando se pudo)o lo que la justicia ya haya realizado o realice al respecto, pero que nollegaron a reflejar lo que la ausencia de Irene significó en nuestromedio psi y que, felizmente, Nélida acá nos recuerda.

Alicia Martha PassalacquaPROFESORA TITULAR CONSULTA UBA

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Lectura de las respuestas al Rorschach / 19

Desde un réquiem para Irene Orlando

Nélida Álvarez, con su pedido, me hizo entrar en la noche postre-ra de recuerdos muy dolorosos. Muchas imágenes se despertarondesde las sombras de su retiro. Aun así, fue vital para mí ofrecer estoque le hice hablar a mi pasado. No se debe callar el horror de la épocadel proceso de represión en Argentina.

El primer encuentro con Irene Orlando fue, creo, en los finales delos años ’60, ya ocurrido el Mayo francés del ’68.

Una querida colega me facilitó el teléfono de Irene, Ruth Bellottini,con quien y junto con Elias Widuczinsky, formábamos el equipo delgabinete psicológico en esa aventura existencial que convocó nuestroser: el Colegio del Sur. Escuela secundaria a la cual dieciséis profeso-res creamos, luego de infinitas reuniones para encontrar el consensosobre los objetivos que la determinarían. La primera coincidenciabrotó con la cuestión de cómo crear un clima de real confianza quebrindara a los adolescentes un lugar que favoreciese su propio pen-sar. Me parece que fue Charo Ferrer de Cowes la que dijo: sea cualfuere el instrumento que se nos ocurra debe ser de verdad. Se crea-ron “las asambleas de curso” como lugar para expresar las solicitu-des y los malestares entre los alumnos o con los profesores o aun conel cuerpo directivo. El profesor consejero votado por los alumnos encada curso tenía a su cargo la conducción y la coordinación del desa-rrollo de cada asamblea con la expresa función de “dar la palabra” alos retraídos, a los tímidos, es decir, ofrecer ese espacio a la voz de lossilenciados, como también hacer que los líderes dieran argumentoshaciéndoles escuchar lo que el disenso les ponía delante. Es deciraprender a usar la democracia.

Con los profesores se propició la interrelación entre materias; losprogramas, si bien debían tener en cuenta los lineamientos oficiales,crearían algunos módulos especiales en los cuales durante un tri-mestre todas las materias se correlacionarían alrededor del centrode interés (Decroly) elegido; por ejemplo, si se trataba de la historiade la Edad Media confluirían los conocimientos: matemáticos, arqui-tectónicos o de antropología política, de música, etcétera, dando alalumno una información particular del conocimiento alcanzado encada materia y también una visión global que permitiera imaginaren su mejor completud el vivir en aquella época.

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En ese momento, personalmente, me preocupaba el mapa que elorganigrama de Moreno nos ayudaba a dibujar sobre los vínculos delos estudiantes entre sí en cada curso. Esa herramienta nos hacíaver qué alumnos estaban por caer en el aislamiento. Y nosotros comogabinete debíamos saber más acerca de ellos. Quise retomar mis es-tudios sobre las técnicas de los psicodiagnósticos y entonces Ruth mesugirió hacer el curso-taller sobre Rorschach con Irene Orlando, paraella “la maestra”.

Me inscribí primero en un curso de dos meses que Irene dirigía enel Instituto de Cultura Religiosa Superior en la calle Rodríguez Peña,sobre orientación vocacional. Era bueno para mi cautela un cursobreve para conocerla. Me resultó tan interesante que le pedí incluir-me en sus grupos de enseñanza sobre el test de Rorschach.

Comenzar un curso con Irene conllevaba que una discípula ade-lantada en Rorschach le tomara a uno la prueba, y luego ahí casisobre la marcha nos devolviera nuestras respuestas sin ningún co-mentario. Nosotros a medida que avanzábamos en el aprendizaje leechábamos algún vistazo que nunca fue comentado a nadie. Hoy mis-mo en mi biblioteca, en el estante, junto a los manuales sobre elRorschach se encuentra esa carpeta Rivadavia donde están con esaprolija letra y esos calcos el material de mis respuestas al Rorschach.El conocimiento consistía en “hacer la experiencia” previa a cargarsede conocimientos teóricos; tener la propia experiencia no de conocerlas láminas, sino de un encuentro virginal con esas misteriosas man-chas de tinta.

Cumplido el requisito, asistiendo al primer día del taller, el ejerci-cio consistió en trabajar con las láminas, no recuerdo si eran todaspero la N° 1 seguro.

Comenzamos con balbuceantes descripciones, algunas audacesdijeron “es un murciélago”, silencio de Irene, nos dimos cuenta deque por allí no iba la cosa, no era cuestión de la forma, nos dijo quesiguiéramos observando todas las láminas, en ese momento SusanaDesimone dijo esta lámina es muy compacta, oscura… en lugaresmenos densa. Irene sonrió; las seis nos miramos, por allí iba la cosa,y esta dijo otra, tiene bien diferenciada dos masas; alguien con vozun tanto inaudible dijo, hay las que solo tienen gama del negro alblanco, y otras que tienen algún color y esta última es como si loscolores fueran de pequeño tamaño salvo estas dos alrededor de lalínea de simetría pero no da lugar a que una sola respuesta la captu-re; era la n° 10. Y así pasó rápidamente el primer taller recorriendo

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sin saberlo todo el conocimiento que la Gestalt había aportado a lapsicología.

Los talleres de Irene eran para pensar, nada quedaba resueltocon certeza. “Sí, pero… si tu respuesta cierra con esa forma apresu-rada, se corta el intento de explorar varias significaciones, si te per-mitís observar seguro encontrarás, desarrollá la paciencia y tu ob-servación será más llena”, algo así, nos dijo una vez.

Si bien nos enseñó a clasificar, su clasificación de las respuestasde una persona a cualquiera de las láminas se convertía en una largahilera de flechas →→→ Flechas auxiliares que permitieran saberque desde una global se pasó a determinado detalle o que se regresóa la global y se añadió tal cosa o que se la relacionó con una forma dela lámina anterior… etcétera. Una lectura en signos sobre la forma,el color y el movimiento, un seguimiento casi jadeante tras las trans-formaciones que una persona ve en un clima de confianza básica detoma de la prueba.

La enseñanza de Irene Orlando produjo en mí un cambio. ¿Podríallamarlo genético? Creo que sí, Irene me hizo crecer, sobre todo en elsaber de mi ignorancia, en poner un punto a la curiosidad, en tolerarlo que falta, saber de la interrupción y también aprender a sosteneraquello a lo que hemos arribado aun cuando sepamos que es provisorio,pero es lo que en ese momento podemos afirmar.

Creo que Irene Orlando como también W. R. Bion buscan captar acada persona en su mismidad y en el movimiento y la transforma-ción que los estados emocionales derraman sobre lo sentido, percibi-do o lo dicho, ese movimiento que el tiempo no cesa de arrojar en sutranscurrir.

Quiero agregar dos situaciones que vivimos con Irene, una en laque estaban involucradas todas sus discípulas, entre ellas la ya men-cionada Ruth Bellottini, Susana de Simone, Etel Kacero, NélidaÁlvarez, Marta L’Hoste y otras a quienes pido disculpas por no men-cionar.

El asunto es que se creó el Teatro San Martín, siendo su directorgeneral Kive Staiff y uno de los Directores estables Roberto Duranquienes reconociendo a Irene como una de las máximas autoridadesen orientación vocacional le pidieron asesoramiento para la creacióndel taller de actores del Teatro San Martín. Sé que se reunieron repe-tidas veces, sé que Irene insistía en que era imprescindible hacer quelos alumnos de actuación tuvieran algunos talleres manuales, cerá-

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mica, telares, tallado de madera. Esta era una idea existencial paraella, que tejía en las clases y preparaba bizcochos en los intervalos.Irene pensaba con sus manos. Quería unir lo que los griegos separa-ron, la inteligencia corpórea junto al pensar mental, lo manual y larazón, el intelecto junto a la opacidad de las cosas. Ambas valiosas,ninguna por sobre la otra interactuando. Psiquesoma; somtopsique,al decir de Bion… poner el cuerpo en su unidad.

Algunas ofrecimos nuestro consultorio para las tomas de lospsicodiagnósticos a los futuros actores, trabajamos mucho, cada unatomó como veinte o quizás más Rorschach, Desiderativo, Raven…etcétera. El tema fue evaluarlos, no solo en cuanto a esa persona ensí y su disposición artística, sino lo que toda esa población junta –eran ciento y pico– podrían hacernos saber sobre cualidades básicasdel querer ser artistas, un trabajo descomunal, por el cual siempre leagradezco a Irene. Era un maná sobre mi hambre de saber. Gracias.

Ahora brevemente quiero hablar sobre la Fundación del Institutode Orientación Vocacional, que, en 1972, creamos con Irene Orlando,Marta L’Hoste, Susana Desimone, en un departamento de Callao yCorrientes. Susana y yo seguimos trabajando allí. Susana Desimonese mudó para casarse en 1983 y yo seguí hasta que me mudé en 1986.

Irene dejó el Instituto de Orientación Vocacional cuando necesitóabocarse a la búsqueda de su hijo –decano de la Facultad de Arqui-tectura– Arq. Mario Tempote, desaparecido y luego asesinado por lacanalla cruel de la represión. La zozobra cayó como penumbra peren-toria sobre nuestros consultorios. Susana y yo seguimos trabajandocon nuestros pacientes, fue un tiempo de cerrar filas, no nos iríamosni tampoco dejaríamos de estar. Ese fue nuestro desafío loco y allínos quedamos. El terror se hacía presente en cada timbrazo inespe-rado. Seguíamos trabajando como pudiéramos, formalizadas por nues-tros analistas y supervisores, seguíamos, no nos fuimos, y quizásmucho de nosotros quedó allí para siempre, cuando supimos que tam-bién la desaparecieron a Irene.

Gracias Irene Orlando, gracias.

Marta Soledad Martínez1° de marzo de 2010

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Irene entre nosotros

Recordar a Irene es para mí traer al presente escenas vividas jun-to a ella.

Sentada en su sillón, tejiendo lanas de colores que combinabamaravillosamente, logrando texturas y matices atrevidos, mientrassu mente tejía ideas, asociaciones, inferencias que el tema que anali-zábamos le despertaba.

Nos sorprendían los trayectos que tomaba su pensar; abrían ca-minos desconocidos en nuestra mente y en nuestro sentir.

Su voz resuena en mí, aunque no distingo las palabras que emite.Las inflexiones de esos sonidos están presentes a mi lado.

La veo moverse, alta, vestida con sencillez, frecuentemente lle-vando un turbante en la cabeza, en ese departamento luminoso delpiso 17, contándonos de las nuevas plantas que lo poblarían.

Siempre rodeada de gente joven que la sostenía en el entusiasmoy cuidaba de su frágil salud.

No solamente el Rorschach era su pasión; creaba también en lacocina y nos pasaba los condimentos que distinguían sus comidas;nos invitaba con algún bocadillo y un rico té.

En los grupos de formación en los que participé se respiraba unclima de reflexión; las dudas eran sometidas a análisis rigurosos; leinteresaba sobre todo el recorte espacial que tomaba el sujeto y elproceso del pensar que lo había generado.

Su visión no se limitaba a cumplir con los requisitos técnicos: des-bordaba hacia una concepción de lo humano, del sujeto inmerso en losocial y construido por su historia. Quería hacer visible la arquitec-tura del pensamiento que daba por resultado la respuesta y la ima-gen corporal que subyacía a esa elección perceptiva.

Su fascinación por la imagen la llevaba a introducirse e inspirar-se en las obras del arte plástico. Nos mostraba sus libros de arte parafomentar una apertura de mirada y un acceso al goce de lo estético.

El flujo continuo de su pensamiento la llevaba a corregir, agregar,buscando comunicar más precisamente la lógica que había seguido;pero nuevas ideas aparecían. Le resultaba difícil anclar en algún con-cepto o conclusión definitiva.

El anclaje llegó de afuera aquel día en que, como todos los miérco-

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les, había ido a ver un caso con ella. Fue cuando me dijo: “Etel, novenga el próximo miércoles, tengo algo que hacer ese día”.

Desde esa mañana no hubo quien le diera de comer a los canarios,ni quien regara sus plantas.

Etel Kacero22 de marzo de 2010

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Encuentros con Irene

Cuando Nélida me convocó a escribir unas líneas para el prólogode su libro, ahí estuvo Irene como siempre ha sucedido en nuestrosencuentros. Dije que sí, sin sospechar que una imparable mezcla desensaciones se iba a desatar en mí: alegría al evocar las jornadas deaprendizaje en el grupo de Rorschach y una enorme pena porqueIrene aparecía en mi recuerdo junto a amigos muy queridos tambiéndesaparecidos.

A pesar del tiempo transcurrido desde su desaparición, Irene consus enseñanzas, con su trato respetuoso hacia sus colegas-alumnos,con su oreja diagnóstica, está más presente que nunca.

Tengo que remontarme a muchos años atrás para recuperar laimagen de mi primer encuentro con Irene Orlando. Este vínculo conella estuvo muy ligado a experiencias trascendentales en mi vida.Comienzos de la década del 70, recién recibida, recién casada, el na-cimiento de mi primer hijo, siempre con mucha energía y muchasilusiones para incursionar por este camino que como psicóloga aúnhoy sigo transitando.

Y fue a través de la Asociación Argentina de Rorschach que pudeiniciar un curso cuya coordinadora resultó ser esta gran maestra dequien tanto aprendí. Primero fue ese curso, después la investigaciónsobre lámina I con un grupo de colegas y más tarde la supervisión delmaterial suministrado por alguno de mis pacientes. Todas esas expe-riencias enormemente enriquecedoras dejaron su marca y estoy se-gura que nada ni nadie conseguirá borrarlas de mi memoria.

Beatriz Oprinari

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Introducción

Cómo son las respuestas del sujeto ante las láminas de Rorschaches el primer interrogante que inicia el trabajo de lectura de todo es-pecialista. Para ordenar lo registrado se requiere tener en cuentatanto referentes teóricos como técnicos. El procedimiento de clasifi-car las respuestas apelando a un sistema de categorías ya estableci-do ha caracterizado a la prueba desde sus comienzos y ha contribui-do a otorgarle la solidez y complejidad que se le reconoce.

Si se efectúa un breve recorrido por la práctica con esta técnica, seencontrarán escuelas y enfoques sustentados en diferentes marcosteóricos. Asimismo ha sido permanente la necesidad de mejorar lasistematización de los datos y de incluir nuevas categorías que dencuenta de la diversidad de fenómenos que surgen en las respuestassingulares. Si bien la variación presente en cada protocolo lo hacediferente a cualquier otro, se necesita disponer de sistemas consen-suados si se desea comparar datos y realizar investigaciones conmuestras estadísticas. No es posible comunicar resultados sin refe-rencia a un sistema estable de categorías. En cambio, la tarea clínicanecesita conocer la incidencia de marcas subjetivas ligadas a la his-toria personal y estas marcas suelen detectarse en aquello que des-borda el sistema de clasificación. La aplicación de la prueba en elámbito de la clínica encuentra limitaciones que ya fueron considera-das por Rorschach cuando escribió en su libro:

“Sería imposible establecer reglas estrictas para el cómputo de losresultados o aun fijarlos en una especie de tabla de conversión. Eltipo vivencial, los tipos de distimia, los componentes de la inteli-gencia, el número de respuestas, la buena o mala cooperación porparte del sujeto, sus tiempos aproximados de reacción, etc., todoello debe considerarse partiendo ya de uno, ya de otro factor, a finde alcanzar un cuadro diagnóstico total.” 1

La comprensión del psiquismo en sus aspectos estructurantes ydinámicos exige considerar el proceso de organización subyacente en

1 Rorschach, H. Psicodiagnóstico. Paidós, 1948.

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cada respuesta y sacar a la luz lo ajustado a parámetros consensua-dos y lo expresado en marcas singulares. Esta indagación va másallá del diagnóstico diferencial ya que lo singular suele abrir nuevosinterrogantes acerca de las formas del funcionamiento psíquico. Amenudo se encuentran desvíos a lo esperable que no parecen tenersigno patológico y que ponen de manifiesto fenómenos que han que-dado por fuera del recorte que, inevitablemente, todo modelo de or-denación de datos conlleva.

En este libro intentaremos dar a conocer parte de la tarea de in-vestigación que Irene Orlando llevó a cabo con la técnica buscandoalcanzar una ajustada clasificación de las respuestas. Intentó ser ri-gurosa con el código establecido sin dejar de considerar todo lo que elsujeto decía y hacía con las manchas. Clasificar era para ella apasio-nante porque le permitía estudiar la dinámica de cada acto puesto enjuego al organizar e interpretar lo dado en la lámina. Para profundi-zar en esta lectura revisó gran parte de los recursos técnicos utiliza-dos para la toma de la prueba2 y pudo comprobar que, frecuentemen-te, existía una enorme distancia entre lo que mostraba la lámina, lainterpretación del sujeto y lo que finalmente el especialista clasifica-ba. Se hizo necesario establecer los criterios que ordenaban las cate-gorías utilizadas para dar sustento a lo que se interpretaba en base ala clasificación.

Estudió durante muchos años el tema de la localización; conside-raba que era central en la prueba y que no se lo había investigado enrelación a su importancia. Poder situar las respuestas en la manchaimplica complejos procesos para desarmar lo percibido como estímu-lo visual y para reestructurarlo de acuerdo con los límites formalesque se le asignan a la figura.

Siempre pensó que el planteo básico de Rorschach respondía enalto grado a la teoría de la Forma y sus leyes. Bastaba recordar suafirmación sobre el abordaje normal de las manchas: la global prime-ro, luego los detalles usuales y finalmente los pequeños detalles. Peroel proyecto inicial del autor de investigar la percepción quedó despla-zado por la importancia que adquirió el diagnóstico. La patología co-rroboró los desvíos en el tipo aperceptivo aunque no buscó explicarqué leyes seguían los sujetos que no se ajustaban a lo esperable.

Irene Orlando retomó la investigación sobre la percepción y ahon-

2 Orlando, I., La interpretación dinámica en el Rorschach. Paidós. 1976.

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dó en la localización trabajando sobre los modos de disociación y susformas de operar en el espacio y el tiempo. Indagó sobre las condicio-nes que posibilitan la disociación en cada lámina, exploró cómo seconstruyen las relaciones que se formulan y las que quedan implíci-tas en la respuesta y estableció cuáles serían los ejes o planos declivaje posible de acuerdo a la estructuración que presentan.

Pudo constatar que existen secuencias que operan con distintosmodos de disociación según la elección de los sujetos. Así, hay unasecuencia que depende de tendencias a reaccionar ante la percepciónde la superficie de la mancha y esto es independiente de toda signifi-cación posterior. Una segunda secuencia evade estas resonancias ytiende al control y a la delimitación formal. Una tercera secuenciapone en juego la estructura primitiva de la acción que es dependientede tendencias automáticas. Este tema será desarrollado en el capítu-lo II del libro.

El nuevo ordenamiento realizado con las categorías de localiza-ción dejó en un segundo plano la importancia de los porcentajes paradestacar el sistema de secuencias, con este desplazamiento ya no fueposible aislarla de otros factores, en especial del nivel formal. Tam-bién la organización de la forma presenta un continuo de valores quesiguen una secuencia básica que va desde la ausencia de forma en larespuesta hasta el ordenamiento de los componentes esenciales de lafigura. Se trata de una secuencia que se ajusta a las transformacio-nes cognitivas que adquiere el yo durante el proceso de estructura-ción del psiquismo. Pero la linealidad progresiva de este esquemaqueda modificada por la incidencia de dos factores: el que surge cuandoen la interpretación se pierde la coherencia semántica de la figura(forma negativa) y el que surge cuando se construyen relaciones quedan lugar a la combinación de valores formales. Si se desea consig-nar en la clasificación estas diferencias será necesario aumentar elnúmero de categorías y aceptar la dificultad para establecer un por-centaje de F+. En cambio se ganará en la lectura cualitativa al refle-jar las distintas operaciones realizadas por el sujeto a lo largo de suprotocolo. Se ampliará el tema en el capítulo sobre nivel formal.

La inclusión de la técnica de calcado tuvo un peso decisivo en lainvestigación. El objetivo inicial fue observar mejor el área abarcaday evitar las imprecisiones que pueden darse con el gesto de la mano.Sin embargo este objetivo quedó desbordado por los nuevos datosque mostró el recurso y se hizo necesario entender las articulacionesque el acto gráfico producía así como la brecha que podía existir en-