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Nombre: Stalin Manotoa #32 Curso: 4to – 5ta Leyenda: El Huiña Huilli de Bolívar Cuentan que, durante una noche oscura, José, un jugador de cartas tramposo, estaba retornando a su casa con los bolsillos llenos de dinero. José: ¡Vaya que hoy gane mucho dinero!, si que esa gente es muy tonta para darse cuenta que nunca juego limpio. Gente : Amigos míos ya no podemos seguir aguantando a José, él es un hombre muy avaro y codicioso. Ellos artos de su presencia, decidieron entregarle una botella llena de luciérnagas que lo iluminara por los senderos, para apurar su partida. Sin agradecer a nadie, José inició su caminata entre la niebla de los páramos de Quisapincha, cuidándose de no caer en la quebrada de Las Lajas. Gente: Gracias a Dios que José se fue espero que ya no decida volver más por aquí. De repente, desde la oscuridad insondable de la quebrada, el llanto de un bebé llegó a sus oídos. Bebé : Guaa¡¡ Guaa¡¡ Guaa¡¡ Aunque a este vividor no le interesaba ayudar a nadie, los lloriqueos desesperados le conmovieron tanto que descendió hasta ubicar la fuente del sonido. José : Pero de quién es ese llanto, tal vez será mejor que vaya a ver quién es. Mientras bajaba, soltó la botella de luciérnagas, que se rompió y lo dejó sin ninguna luz de guía. José : ¡No puede ser! No puedo ver nada. Tiempo después. Encontró al infante, lo arropó en su poncho y, casi en el acto, este dejó de llorar. En el ascenso, José notó, extrañado, que la parte de su pecho, donde el niño estaba apoyado, empezó a calentarse, como una plancha de carbones encendidos. José : Creo que es mejor dejar al bebé aquí. ¡pero qué ocurre! Porque no puedo soltarlo. Bebé : jajaja “Ya te tengo”

Leyenda

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Page 1: Leyenda

Nombre: Stalin Manotoa #32

Curso: 4to – 5ta

Leyenda: El Huiña Huilli de Bolívar

Cuentan que, durante una noche oscura,  José, un jugador de cartas tramposo, estaba retornando a su casa con los bolsillos llenos de dinero.

José: ¡Vaya que hoy gane mucho dinero!, si que esa gente es muy tonta para darse cuenta que nunca juego limpio.

Gente: Amigos míos ya no podemos seguir aguantando a José, él es un hombre muy avaro y codicioso.

Ellos artos de su presencia, decidieron entregarle una botella llena de luciérnagas que lo iluminara por los senderos, para apurar su partida.

Sin agradecer a nadie, José inició su caminata entre la niebla de los páramos de Quisapincha, cuidándose de no caer en la quebrada de Las Lajas.

Gente: Gracias a Dios que José se fue espero que ya no decida volver más por aquí.

De repente, desde la oscuridad insondable de la quebrada, el llanto de un bebé llegó a sus oídos.

Bebé: Guaa¡¡ Guaa¡¡ Guaa¡¡

Aunque a este vividor no le interesaba ayudar a nadie, los lloriqueos desesperados le conmovieron tanto que  descendió hasta ubicar la fuente del sonido.

José: Pero de quién es ese llanto, tal vez será mejor que vaya a ver quién es.

Mientras bajaba, soltó la botella de luciérnagas, que se rompió y lo dejó  sin ninguna luz de guía. 

José: ¡No puede ser! No puedo ver nada.

Tiempo después. Encontró al infante, lo arropó en su poncho y, casi en el acto, este dejó de llorar.   En el ascenso,  José notó, extrañado, que la parte de su pecho, donde el niño estaba apoyado, empezó a calentarse, como una plancha de carbones encendidos. 

José: Creo que es mejor dejar al bebé aquí. ¡pero qué ocurre! Porque no puedo soltarlo.

Bebé: jajaja “Ya te tengo”

Regresó a ver su rostro y distinguió únicamente el brillo de unos colmillos afilados.

Bebé: “Ya te tengo y te voy a matar”

José: ¿Por qué?

Bebé: Porque eres una peste y eres un egoísta.

Muerto de miedo, José se desmayó. Al siguiente día, despertó cuando el sol ya estaba muy alto. Convencido de que todo había sido un sueño, empezó a caminar  hacia su pueblo. Escuchó, entonces, el llanto del bebé. Corrió aterrado, sin mirar atrás.

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José: Prometo nunca más volver a robar a la gente y mejor ayudare a personas necesitadas.