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Dedicado A la memoria de Ricky, Mono, Mechi, Yesi, Fernando, Rayita, Rulo y Silvina, amigas y amigos que se nos fueron demasiado pronto, demasiado jóvenes.

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Dedicado

A la memoria de Ricky, Mono, Mechi, Yesi, Fernando, Rayita,

Rulo y Silvina, amigas y amigos que se nos fueron demasiado

pronto, demasiado jóvenes.

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El Milagro rojo y otros relatos.-

Prólogo.

En la imaginación del hombre convencido está la virtud de

embestir contra todo aquello que nos impide un paso adelante en

la larga travesía del dolor a la esperanza y en ella reside también

la capacidad de unir con descaro y picardía lo poco de comunes

que tenemos y lo tanto. A veces, las mismas falencias. Las

mismas debilidades. Las mismas contradicciones. Pero siempre,

la misma amargura. Sin embargo, no hemos nacido para morir en

semejante tragedia que lleva siglos de barbarie y cada cual realiza

su intento para darle sentido al mundo, procurando convertirlo.

Porque la contradicción en la que estamos encerrados, pero que

puede resolvernos si decidimos una lucha empedernida, está en la

forma en que nos hacen vivir y aquella en la que merecemos

hacerlo. ¿Qué nos falta? Ahí está el poeta para reunirnos a todos,

no sólo para tomar el cielo por asalto, sino además la tierra; y lo

hace a puro pensamiento, armando un ejército de conciencias que

se alzan repentinamente un día de elecciones desde la superficie y

desde lo más hondo de un pueblo como éste que hoy carga con la

vergüenza de portar un título ideado por quienes a través de los

valores cervantinos falsean la historia y humillan el pasado. Así

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nos convoca el escritor, nos revela el periodista, nos conduce el

poeta; pero, por sobre todas las condiciones y profesiones, nos

interpela el hombre que hay en cada uno de ellos. El convencido –

dije-. El que insurrecciona, revuelve, perturba, desafía, ama,

sueña. Ninguna revolución fue posible sin estos indispensables

dispuestos a pagar su osadía con su propia proscripción; desde la

exclusión de las posibilidades laborales hasta la intencionada

categorización que los expulsa a los burdeles de las locuras

inaguantables para advertir a los demás que así no se piensa y que

eso no se hace. El disciplinador poder de los que mandan contra el

poder de los que resisten. El Milagro rojo es mucho más que la

desafiante prosa de un rebelde, porque la historia que

protagonizan sus personajes -en los que podemos encontrarnos

fácilmente- supera los límites de nuestros pensamientos

ordinarios y nos desafía desde la ficción, con humor y

destemplanza; desde la poesía, revelando una estética oceánica de

personas comunes y ofendidas; desde la opinión y la crónica,

desnudando la porosidad de un sistema de poder, cuya fragilidad

se expresa con el uso de violencia. Y desde esas diferentes

esquinas el autor nos dispara sin piedad. A ver dónde está lo que

tanto queremos, dónde lo que tanto no hicimos, dónde lo que

tanto soñamos. Hay que meterse en su narrativa y descubrirse;

descubrirlo; morir de risa y preocuparse; disfrutar la victoria;

formar parte del problema; vencerlo o especular con otro ciclo de

transformación dialéctica, pero vivirlo. La forma, en fin, tiene la

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estética de la intransigencia y se convierte en grito para la mano

que la escoja. Cualquiera que ella sea, joven o anciana, al abrir

este libro liberará un grito de guerra. Decía Martí, de pensamiento

es la guerra mayor que se nos hace; y a pensamiento habrá que

ganarla.- Los otros relatos que conforman El Milagro rojo,

incluyendo los textos periodísticos, constituyen un salto

cualitativo en la literatura local y en la pugna ideológica,

consagrando el momento más elevado de la literatura crítica de

nuestro pueblo. Es oposición con desparpajo y rabia; esperanza y

amor. Es arriesgarlo todo; retrato y denuncia; réplica a la prosa

subvencionada y académica; un puente concreto a una

constelación subversiva. Como en la ficción, después de

semejante Milagro que pone un sol tan rojo como caliente, nada

será lo mismo. Tanta convicción, tanta tozudez, tantas veces estar

al pie de la destrucción y seguir, poniendo la idea y empujando la

tarea; tanto insistir con el orgullo imbatible del audaz, la palabra

de este autor será definitivamente un arma letal contra la farsa de

este tiempo, en este pueblo.-

Luz Ramallo.-

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PROLOGO

¿Yo soy yo?. ¿O voy siendo la resultante del complot de

circunstancias siempre inalcanzables, un fiel reflejo de los rasgos

sociales que me atraviesan e impregnan como ventosas, acotando el ser entre dos aleteos y sin más explicación?.

¿Puedo querer sin quererme?. ¿Puedo pretender que me quieran

sin saber quererme?. La herramienta fue siempre universal, nace con la vida misma, y

se acuna y se gesta en las entrañas: es el mejor pincel, el mayor

fusil, la pluma más fina. Es el poder, el verdadero poder. Es el poder de la gente, el que no muere con la muerte, el que trasunta y

trasciende, el que hasta hecho añicos partido en mil pedazos, no

se pierde pues por carga hereditaria se transforma en el mejor barro para el siguiente alfarero.

Esa es la historia. Y la historia siempre está: “puedes verla y

dejarla pasar por un costado, ó permitir que golpee y martille en tu cabeza”. Pero, como fuere, el dueño del cedazo eres tú y el

tamizador estará en tus manos.

Puede que al menos algún relato de Nano te llegue de lleno como un cross directo al mentón y te derrumbes por toda la cuenta para

poder empezar a contar.

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Puede que no. No obstante “no desesperes si algo no anda bien”.

Mañana mismo puede que seas alcanzado por el efecto retardado

de un gancho al hígado ó un boleado al oído. Andrés “Chino” Medina.-

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EL MILAGRO ROJO

-¡La puta que los parió, ganamos por afano!-. El vozarrón

del Cordobés retumbó en el pórtico de la casa municipal. Revoleó

el sombrero por el aire, que dio una voltereta y cayó en medio de la calle. Los tres o cuatro militantes socialistas a los que abrazó

tampoco podían creerlo y lagrimeaban como chicos. -¡Vas a ser el intendente Cordobés, quién nos para ahora!-,

dijo Tornatti, de remera gastada con la cara del Che y alpargatas.

Juan, a su lado, seguía con la mirada perdida. –Este día no me lo voy a olvidar más-, balbuceó el profesor,

ahora edil y presidente del Concejo Deliberante.

El anuncio del jefe de correo le agitó el pecho. “El resultado final es 25.022 votos para la Izquierda Democrática, seguido del

peronismo con 15.332…”. No escuchó más. Habían ganado por

paliza. El diario de la tarde sacó una edición especial de seis pliegos

y los canillitas lo vendieron como pan caliente. Agotó dos tiradas

más. “Milagro rojo: ganó Arredondo”, decía el título. En la volanta se agregaba que el nuevo intendente “era un imprentero

cordobés”. La foto lo mostraba en plano americano, sonriente, el

puño en alto, de poncho y sombrero de ala ancha, atornillado a su cabeza.

El veterano Kowolsky se salía de las casillas, de

emocionado que estaba. -Si viviera mi viejo- atinó a decir. El padre del trabajador rural y ahora tercer concejal era un polaco

anarco-colectivista y con la caída del zar mutó a bolchevique

rabioso. Se terminó exiliando de Rusia a los pocos meses de morir Lenin, cuando ya se veían venir los procesos infames,

fusilamiento y destierro para la junta revolucionaria que se oponía

a Stalin y su runfla de asesinos y burócratas. La plaza San Martín dejó de parecer un desierto. De a uno,

de a dos o en grupos pequeños, la gente se fue acercando al

monumento a San Martín. Un pibe de la Juventud se había trepado al caballo y del

brazo del prócer ató con alambre de fardo una bandera roja, que

flameaba suavemente. Otros dos pibes izaron una bandera negra

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inmensa en el mástil frente a la Catedral. El trapo empezó a

ondear junto a la bandera argentina y la bonaerense creada en el

gobierno del Cabezón. -¿Qué significa esa bandera negra?.

-Es de luto, por los radicales que se murieron señora-,

bromeó uno de los pibes. -El negro es el color de la tierra, es el color que eligieron los

anarquistas para simbolizar su lucha por una patria sin patrones ni explotación. Ni dios ni amo-, aclaró el pibe que debía tener no

más de veinte años, pero que había diseccionado toda la biblioteca

de Bakunin, Marx y el Che Guevara. La primera periodista en llegar al veredón municipal fue la

movilera de la radio. Resuelta, la piba encaró al Cordobés, se

tropezó y casi le hace tragar el micrófono. Salía en directo para toda la ciudad y por internet al mundo. Una primicia mundial. El

primer intendente de la historia argentina que accedía al poder

apoyado por un pequeño partido que se reclamaba trotskista. -Qué se siente ser el nuevo intendente, los resultados son

inapelables-, preguntó la periodista mientras de fondo la multitud

coreaba “Arre-don-do…Arre-don-de…Arre-don-do”. –Lo primero que vamos a hacer es ir a la cooperativa

eléctrica y revisar los balances. Después veremos si renovamos

las concesiones de energía eléctrica, agua y cloacas. Agradezco a los miles que nos votaron y quédense tranquilos, que acá hay un

hombre y un equipo que no los va defraudar, le cueste a quien le

cueste y caiga quien caiga-, se despachó de un tirón inflando el pecho, un poco agitado.

El no los voy a defraudar sonó un poco menemista, pero nadie

reparó en la frase, sepultada bajo gritos y aplausos. Ahí se dio cuenta que un sudor helado como un témpano lo

recorría de la nuca a los pies. Miedo. El Cordobés tenía miedo.

Cuando te agarra miedo decís cualquier cosa, me decía Tito. -Estuve bien?-, inquirió con el sombrero entre las manos

húmedas.

-Bárbaro che. Hay que darle masa a los corruptos, a la burocracia y los capitalistas. Me parece que incluso te quedaste

corto-, agregó Tornatti.

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La gente se arremolinaba. Todos querían saludar al héroe de

la jornada. Una señora de vestido negro y coqueto rodete lo tomó del brazo al ganador.

–Arredondo, ahora hay que cumplir con la palabra

empeñada, repartir entre los pobres y sacarle a los ricos, aunque haya que hacer tronar el escarmiento, como decía el General.

El Cordobés asintió sin abrir la boca. –No asumimos y ya vienen los reclamos-, murmuró entre dientes.

El Conejo le guiñó un ojo a una muchacha de minifalda a

cuadros y escote profundo. Era el cuarto concejal socialista. El obrero de la cerámica recuperada se sentía pleno. El sueño parecía

cumplirse. El mundo, el microscópico mundo azuleño sería un

paraíso para los trabajadores, que por primera vez iban a gobernar el distrito de 660.000 hectáreas.

-La de minas que me voy a levantar-, le confió el Conejo a

Tito. El histórico militante clasista y ex obrero portuario lo miró a los ojos.

-Mire compañero, usted haga lo que quiera, pero acá

venimos a cumplir con el programa del Partido-, le descerrajó con gesto adusto. El Tito con ese bigote a lo mariachi infundía temor.

Parecía una estampa viva de Pancho Villa.

El Cordobés se deslizó entre la muchedumbre y lo buscó a Tornatti, que no paraba de hablar a los gritos. Y al oído, sin que

nadie se percatara le preguntó.

–¿Y ahora qué hacemos?. No tenemos cuadros, ni siquiera militantes para armar el gabinete.

-Disfrutá Cordobés, no te das cuenta del día histórico que

estamos viviendo. Después nos reunimos y charlamos. No te preocupés, que los compañeros del Comité Central del Partido

van a darnos una mano-.

El antropólogo, ahora concejal del mayoritario bloque socialista, sacaba cuentas y se exprimía el cerebro pensando de

dónde había salido esa avalancha de votos, si los socialistas

apenas eran votados en cada elección por un millar de voluntades. El ringtone de Satisfaction de los Rolling Stones sonó en el

bolsillo de la bermuda camouflada, con esas mariposas orientales

que le había cosido Amanda.

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-Habla Rubén, del partido. ¿Es cierto que ganamos?-. El tipo

del otro lado de la línea, a 300 kilómetros, se atragantaba en un lío

de palabras. -Sí, ganamos. Le pasamos el trapo a todos. Después te

cuento-. Tornatti sonreía y disfrutaba. Sí, llegó la revancha de

tantos años de lucha, de masticar fracasos, uno tras otro. Caerse y volverse a levantar. Fue el candidato permanente, la garantía de la

pureza de la revolución. Ahora sería tapa de El Proletario del XXI y hasta los de la revista Caras iban a venir para entrevistar al

nuevo fenómeno de la política.

El Rulo llegó al rato, al frente de la columna de las barriadas del Norte, más otros habitués de los bares del Pampa Quiroga y

del Gordo Andía, sumados en el camino. El único socialista era

él, el resto, peronistas de Perón y Evita. –Sabés lo que dicen las bases?. Que vos te creías la reserva

moral del marxismo-leninismo y resulta que el intendente que

tenemos es un empresario, un chupasangre como cualquier patrón-, disparó el Rulo.

-No rompás las pelotas. Es un compañero-, retrucó Tornatti,

con un dejo de fastidio. Las calles eran un hormiguero de gente. Las cámaras de la

televisión de aire registraron el paso cansino del actual intendente,

flanqueado por su secretaria privada. Se iba a enfrentar con el hombre que le birló la reelección.

-Te felicito, una buena elección-, dijo el doctor Ruggero. La

frase sonó hueca y destemplada. -Gracias che-, dijo el Cordobés por toda respuesta. Y le dio

un abrazo de oso al radical, que se estrechó a su cuerpo,

resignado.

La primera mesa marcó lo que vendría. La única urna de la escuela del paraje La Verdecita vaticinó la sorpresa: 53 votos para

la Izquierda Democrática, 16 Acción Radical y 12 el Frente

Popular para la Victoria Final –el efepeveefe-. Al caer la tarde, el recuento de votos no dejaba lugar a dudas. Los celulares no

paraban de sonar. Voces nerviosas intentaban explicar lo

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inexplicable. Los fiscales de los otros partidos se preguntaban si

había que firmar las planillas oficiales del escrutinio.

Una avalancha de voluntades catapultaba al Cordobés al sillón del intendente. Iba a ser suyo.

-Un despacho de puertas abiertas, donde todos entraran y

salieran sin pedir audiencia. Porque los asuntos de unos eran los asuntos de todos-, decía serio el Cordobés.

Un grupo de adolescentes con buzos y capuchas lo sacó del

ensimismamiento. -¿Es cierto que van a legalizar las drogas y que quien quiera

puede tener unas plantitas de marihuana, sin que pase nada?.

-Bueno…sí, en principio sí-. Se le atragantaban las palabras y en la garganta se le hizo un nudo.

-Porque nosotros lo votamos por eso. Porque decían a los

cuatro vientos que era parte del programa. Queremos saber si van a cumplir-.

Altivo, el pibe de muñequeras con tachas lo miraba feo,

medio chanfleado. Y quería una respuesta. -Lo que pasa –prosiguió casi deletreando el Cordobés- es

que hablamos de un tema nacional, de la justicia, la Corte

Suprema…Nosotros estamos de acuerdo, pero de ahí a que salga…pero la gente hace lo que quiere, más allá de la ley,

siembra, cosecha y se fuma lo suyo. No me pregunta a mí ni a la

justicia. Sacá tu conclusión… -Al final, parece que cada uno se la tiene que rebuscar como

puede, sean azules, colorados o verdes, ¿no?-, apuntó la rubia de

top fucsia, la primera en saludar e irse. El resto la siguió. Desde la esquina, con un carioca que no paraba de girar, le gritaron -

¡Aguante Cordobés!-.

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La fiesta siguió en el Jockey Club. –Ahora que tenemos la

manija, el forro de Richardo aflojó el salón. ¿Y quién lo consiguió?: Papá-, se afunó el Rulo, haciendo retintinear el

llavero con el logo del Rotary Club. -Avisá a todos que vengan para acá-. El Tito, diligente, dio

arranque a la citroneta y enfiló hacia el arroyo, donde están los

barrios de techos bajos, de los que no llegan a fin de mes. -Vamos compañeros. Todos al Jockey a festejar este triunfo

popular- voceaba por el megáfono. La gente abría las ventanas y

salía a la vereda. Hasta los recolectores de residuos tocaban bocina.

En el palacete estilo francés las majestuosas arañas de

caireles multiplicaban los rostros en los espejos. El edificio de dos plantas, abarcaba toda la esquina.

-¡Fijate qué escaleras-. Kowolsky acariciaba con sus manos

callosas de alambrador el mármol de Carrara. Sus compañeros, un tanto incómodos, preguntaron a Tornatti si podían entrar de

borceguíes. Esos condenados de la tierra gastaron las suelas

caminando varios kilómetros desde Estación Norte, zona arrabalera de calles polvorientas y casas perdidas entre potreros

con dos palos chanfleados por arco, donde los pibes le daban todo

el día a la redonda. Un camión destartalado con un solo faro de luz mortecina

estacionó haciendo chirriar los frenos. De la caja bajaron una pila

de muchachitos, con bombos y redoblantes sonando a todo trapo. Algunos arropados con banderas rojas y negras. Otro, exaltado,

con la camiseta transpirada de Riquelme. Rápido descargaron

unas veinte damajuanas de borgoña, cajones de cervezas, unos pocos sifones de soda y un pack de coca-cola de dos litros y

cuarto. Por las dudas el Rulo tenía el celular del mayorista.

-¿No será mucho?-, preguntó Arredondo, preocupado que el festejo no termine en desmanes.

-¿Lo decís por la soda?-, contestó con sorna Tornatti.

-Dale Cordobés, aflojate que esto recién empieza.

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No eran las diez de la noche y tocando bocina se arrimaron

cuatro colectivos locales. Tres de la línea verde y uno amarillo. La

Juventud los había pedido prestado un rato antes. Hasta los choferes con las camisas celestes arremangadas se prendieron al

tinto. Al rato el salón estaba de bote a bote y una multitud en la

puerta vivaba al Cordobés. En toda la ciudad se respiraba aires de fiesta.

-¡Que hable, que hable!-, gritó el Rulo. Las chicas del Movimiento de Liberación Femenino y Transversal Rosa

Luxemburgo –MLFTRL- corearon su nombre y los bombos

atronaron con la fuerza de curtidos brazos proletarios. El Cordobés se acomodó el sombrero y encaró a paso firme

y pidiendo permiso llegó al atril.

-No, al balcón, salí al balcón!-. Tornatti le hacía señas con la mano, mientras abría los postigos de la ventana. El Cordobés se

asomó de a poquito al balcón, como quien no quiere la cosa. Se

mareó. Le dio como un vértigo, como cuando era colimba en Río Gallegos y subió esa roca, pegada al precipicio. Abajo, la gente

esperaba el discurso.

-Compañeros, este es un triunfo del pueblo organizado. El reconocimiento es para ustedes-, arrancó sin pensar mucho las

palabras. Al rato ya parecía el General en el balcón de la Rosada,

arengando a las masas un Primero de Mayo. La gente estalló en aplausos.

–Es él, es él, el elegido del Señor-, gemía arrodillada una

chica de vestido a los tobillos y blusa naranja abotonada hasta el cuello. Apretaba tan fuerte un jesusito contra su pecho que parecía

que lo iba a destripar.

-Mirá, de intendente pasaste a mesías, qué capo el tipo-, se destornillaba de risa el Rulo.

El Cordobés habló un poco más. No mucho. Su mujer lo

miraba ceñuda cruzada de brazos, apoyada contra la pared del fondo. Sonreía levemente, en el nuevo papel que el destino le

ponía en su camino. Iba a ser la Primera Dama de una ciudad

como cualquiera de las que abundan en la llanura. No era para agrandarse. Pero su marido era intendente.

La idea de que fuera candidato de los comunistas, ella decía

así, nunca le cerró. Le daba un poco de aversión, como los

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cocodrilos que veía en el Discovery Channel. Pero ahora, había

que relajarse y gozar. La fiesta recién empezaba.

A eso de la una de la mañana llegó el comisario del pueblo,

flanqueado por dos milicos. Se plantó delante del Cordobés y le hizo la venia, haciendo sonar bien fuerte los tacos.

–Señor intendente, hay lío en el cuartel. Se escuchan tiros y un grupo no identificado tiene cortado el puente de la avenida

Perón.

-¿Están armados?-, preguntó sin mirarlo el Cordobés. No había asumido, pero no lo iba a desmentir al agente del orden por

nada en el mundo.

-Sí. Tienen banderas también. Para mí son subversivos. Tornatti dio un paso al frente y dijo en voz alta, como para

que todos lo escuchen.

-Comisario, hay que repartir unos fierros entre los compañeros, no vamos a ir con las manos vacías ¿no?.

El tipo, de espaldas anchas como un ropero y con ese

uniforme planchadito y corbata que parecía un interventor militar el día de su asunción al cargo, lo miró y dudó.

-Bien, parece acertado. Usted se hace cargo- aflojó.

-Claro que me hago cargo, para eso soy el intendente. -Ahora sí, porque el que estaba ya no está más. Renunció.

Ya sacó sus cosas del despacho, el cabo Ramírez se las subió al

auto en una caja. Y los concejales también renunciaron-. El uniformado se quedó esperando órdenes.

-Bueno, ahora sí que empieza el baile-. Kowolsky pidió una

Luger. No había. Le ofrecieron una Ballester Molina 38. Se la acomodó en la cintura.

En un colectivo y tres coches subieron los socialistas, con

unos matagatos y fusiles con la numeración limada, según contó el Conejo, que no se le escapaba un detalle. En cuatro patrulleros

sobraba lugar para cinco milicos. No más de veinte años, con el

terror en las pupilas.

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-¿Estas son todas sus fuerzas comisario?-, lo apuró el

flamante intendente.

-El resto está autoacuartelado. Dicen que este baile no es cosa suya. A mí me faltan cuatro meses para jubilarme. No me

cague la vida Arredondo, no quiero problemas-. El jefe policial

prendió un cigarrillo con la brasa del otro y tiró la colilla bien lejos.

Bordearon el arroyo y se acercaron con las luces apagadas al epicentro de los hechos.

-Silencio-, dijo el Rulo. Bajaron las ventanillas. Nada, no se

escuchaba nada. Ni tiros ni gritos. -Ahí. Están ahí, en medio del puente-. A lo lejos se veía una

montaña de escombros, piedras y troncos taponando la calle.

Ondeaba una bandera. Con letras desparejas se leía a duras penas “No a los bolches, respeto por la propiedad privada. Círculo de

Productores Rurales”

–Estos están relocos, paquidermos del neolítico-. Tornatti parecía divertido y a la vez aterrado por la situación.

-Están de ligue los milicos. Si no son los del errepé, son los

estancieros los que toman el regimiento-, reflexionó el Rulo. La improvisada milicia popular avanzó unos metros,

protegidos por las sombras de los eucaliptos.

-¡Alto!. El cuartel está tomado y desconocemos al intendente. Hasta que no renuncie Arredondo no nos vamos-.

-¿Y ustedes quiénes son?.

-Gente de bien. -Qué gente de bien ni un carajo. Entreguen las armas y

ríndanse-, les gritó el Cordobés.

–Acá nadie negocia nada-, arengó mirando al comisario, que no terminaba nunca de desabrochar la reglamentaria.

Ahí sonó el primer disparo de los insurrectos. El estampido,

seco, de carabina 22, silbó sobre nuestras cabezas. Nos zambullimos cuerpo a tierra en la gramilla húmeda.

-¡Locos de mierda!-, bramó Kowolsky.

El polaco asomó el brazo sobre la pirca de piedra y gatilló. Sonó como un cañonazo. Por como apuntó, el proyectil se debe

haber perdido en el firmamento.

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Un pibito de pelo ensortijado trepó como un gato al

eucalipto. Se acomodó en una horqueta y sacó una bolita del

bolsillo. Con la otra mano descolgó la honda del cuello. Buscó el blanco con la mirada, entre los troncos de la barricada. Eligió a

uno que de vez en cuando asomaba la cabeza. Tensó la goma y

esperó. Cuando Kowolsky disparó, la bolita blanca salió despedida

como un misil, cruzó los treinta metros como una exhalación y se incrustó en el medio de la frente que se le puso en el camino. El

de boina colorada y capote militar se desplomó sin un ay.

-¡Hirieron a Cruz, hirieron a Cruz. Bolches hijos de puta. Nos quieren matar a todos!-.

El desbande de los falangistas fue caótico. En la huida se

olvidaron del desmayado, al que creían si no muerto, herido de gravedad. Corrieron a refugiarse en el cuartel. Nosotros

avanzamos y tomamos la barricada.

-Le dí, le dí-. El francotirador de diez años nos sacó del estupor. Había sido el chico y no el Polaco el que dejó fuera de

combate al ganadero. Todos respiramos aliviados.

-¿Con qué le tiraste?-. -Con una bolita de Zanón. Son las que quedan después de

triturar la arcilla. Me las regalaron en la cerámica. Con éstas

resistieron a la patota de la burocracia-. Damián se volvió a colgar la honda en el pecho.

Los vecinos se habían despertado hace rato por los estampidos, pero nadie se animaba a asomarse. Por fin, se abrió

una puerta. Un abuelo en pijama a rayitas y pantuflas, con una

linterna en la mano. Se acercó lentamente. Desconfiado. Hasta que vio a los policías. Detrás suyo, paró un repartidor de leche,

que se encargó de desparramar la novedad en cada mercadito. La

noticia de los tiros recorría la ciudad de boca en boca.

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La piba de la radio apareció al lado mío, cuando el sol se

asomaba tímidamente recortado por la aguja gótica de la Catedral.

Cinco minutos más tarde, hacía su informe. -Civiles que responden al círculo de productores han tomado

el cuartel. Piden la renuncia del intendente Arredondo, que ante

los graves hechos no tuvo tiempo de asumir protocolarmente, por la dimisión de Ruggero. El intendente llama a la población a

resistir en la calle a lo que dio un llamar una asonada de la oligarquía-.

A media mañana una multitud se fue arremolinando a las

puertas del cuartel. En la rotonda del jardín, en la otra punta del predio militar, los vecinos del barrio Perón-Perón y San Guevara

de la Higuera vigilaban los movimientos de la zona prohibida

para civiles. El Rengo bajó de un Rambler despintado verde musgo,

picado en el capot y los vidrios sucios. A su lado el secretario

general de la Central Unica de Trabajadores, Rosellón. Detrás de él, salieron de una trafic media docena de obreros de la

construcción, del ala disidente. A media mañana, todo el pueblo

estaba a la expectativa. Al mediodía no se podía calcular cuánta gente había. Familias enteras agitaban banderitas azules y blancas

y no faltaron manifestantes con la camiseta de Boca Juniors. Un

panchero eligió una ochava estratégica y armó el puesto con dos caballetes y un tablón, con toda la paciencia del mundo, como si

estuviera esperando el clásico del domingo.

-Quién manda acá-, preguntó con voz cascada el Rengo, cacique histórico de las vecinales y peronista fundador de la

Gloriosa JP y dirigente de la Resistencia.

-El gobierno popular compañero-, dijo Arredondo. -Eso está por verse. Ahora vamos a tener que hacer algo con

estos oligarcas-, dijo el Rengo, que a chapa no le iban a ganar:

había sido concejal en 1973 por la Tendencia y fue funcionario y hombre de confianza en el gobierno popular bonaerense durante

el último tramo del General.

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Desde el este, abriéndose paso entre la multitud, avanzaba

una columna del Movimiento Peronista Auténtico, con un

pasacalle gigante que cruzaba a lo ancho toda la avenida. Raffo, el médico de la unidad básica del barrio El Alamito, marchaba a la

cabeza.

Saludó. Preguntó si había muertos o heridos. La única víctima del combate, un mayordomo de la estancia de los Morris,

que se desmayó y tardó un buen rato en despabilarse. Lo sentamos en el suelo. No quiso agua. Se tomaba la cabeza y se

quejaba. Un tremendo chichón, como un huevo de gallina, le

adornaba la frente. -¿Y eso?, preguntó Raffo, mientras le tomaba la presión.

Bala de plomo no era, de goma tampoco.

-Un hondazo. El Damián. Raffo giró y encontró al pibe. –Cuidado con la gomera-, le

dijo y le guiñó un ojo. En dos minutos le quedó claro que los

adversarios no se iban a rendir fácilmente. Y una negociación parecía inviable. Nadie quería ser blanco de las balas ganaderas.

-Vos Gringo, vení para acá-, me dijo con un ademán el

Cordobés, que recién se dio cuenta de mi existencia. –Te nombro secretario de Gobierno. Ayudame a organizar.

Vos los conocés a todos-. Fue casi un ruego. “Una señal de

debilidad”, habría dicho un compañero. Bajo una acacia improvisamos una asamblea. Ni bien

empezó a hablar el Rengo, la radio comunitaria trajo la última

novedad, con sonido estéreo bien clarito. -Algo se mueve detrás del alambrado. Son vehículos-, alertó

la periodista de la radio, con frases entrecortadas. Tres tanques

rugían y avanzaban haciendo huequitos en el cemento con sus orugas. El suelo temblaba como si viniera un malón. Los

blindados esquivaron el Casino de Oficiales y pisoteando el

césped cortito y las begonias encararon para la calle. Detrás de los acorazados, una veintena de hombres de botas de carpincho con

bombachas verdes, polainas y boinas coloradas. Todos con el

dedo en el gatillo.

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-Me cago en diez. Esto es demasiado-. Tornatti se ajustó el

casco que le habían dado los policías y agarró la ametralladora

PAM, viejita pero aceitada, no como las nueve milímetros con que se pertrecharon los otros compañeros.

-No sé usarla. No sé usarla-. El paleontólogo miraba la

máquina de matar, que casi se le resbala y la tuvo que tomar del caño.

-Boludo, ¿y vos querías hacer una revolución?-. El Cordobés estaba que trinaba.

La gente no esperó a la dirigencia. Como una marea salió al

cruce de los tanques. Los rodearon al grito de –Hi-jos-de-puta-.

Las mujeres se abalanzaron. Fueron las primeras. Algunas se zambulleron con los brazos en jarra en los adoquines. Los

blindados, apretujados, no podían avanzar ni retroceder.

-¡Ahora es cuando!- alentó el Rulo. Aprovechamos la confusión y rodeamos los tanques. Encañonamos a los irregulares

y los conminamos a rendirse.

Los tipos alzaron las manos, como en las series de televisión. En eso vinieron corriendo unos voluntarios y palparon

de armas a los golpistas.

–Soldados de la democracia, mi intendente-, se cuadró el más alto, cara de recién salido del secundario. El bautismo de

fuego era un éxito. Y todo con un solo tiro y una bolita de

cerámica. -Sacate el pasamontañas-. El Cordobés le hablaba al que

comandaba la tropa.

-No tiren, soy yo-. La cara desencajada de José de las Mercedes López Ríguez quedó retratada en el matutino. Una foto

grande, en tapa, con las manos sobre la nuca. La foto del

presidente del Círculo de Productores.

En el patio de un chalet del barrio Las Retamas, un grupo de militantes cambiaba opiniones sobre la situación. Hace un rato

había llamado Carranza.

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-La orden del Cordobés es desalojarlos. Están todos allá,

pero piden ayuda. Fíjense que pueden hacer. Acá hay más gente.

Anotá el número de Tarugo, el pibe de la jotapé-. Emilio guardó el aparatito y se sirvió un jugo. Desde que

cayó en 1974 no tomaba una gota de alcohol, como los viejos

anarquistas, ni fumó nunca. Conservaba los bíceps en estado y era capaz de cruzar todo el piletón del balneario sin parar.

-Hay que evitar que se aviven y se hagan de los fierros-. -Por eso tenemos que ganarles de mano, hay que actuar.

Vamos en mi camioneta y necesitamos otro camión o algo con

caja. Emilio hizo memoria. En un papel de envolver facturas

dibujó el plano. Marcó con lápiz negro los accesos, edificios, la

cuadra, los galpones de los tanques y con fibrón celeste el objetivo, la armería.

-¿Dónde están los soldados?.

-Dicen que los tienen retenidos en la cuadra. -¿Y nosotros cuántos somos?-.

-Cuatro. Martín, José, vos y la Rusa.

-No queremos mujeres. -Esto no es la “orga”, qué decis. Puedo manejar la chata, un

trabajo importante y clave-. La Rusa no estaba dispuesta a aflojar.

-Ahora resulta que te ponés la gorra. ¿O vos sos de los que piensan que sólo servimos para abrir las piernas y hacer la

comida?.

-No discutamos más. Opino que la Rusa puede manejar. Ella conoce bien el barrio.

-¿Y qué llevamos en las manos?.

-Vamos a la taquería. Ahí está lo que precisamos.

La comisaría estaba iluminada como la vidriera de una boutique. En la puerta, un milico gordo con un fal entre las

piernas. En la guardia, la radio pasaba cumbia. El pibe de gorra

anotaba algo en una planilla. Levantó la vista y se encontró con la

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cara de Emilio. Lo impresionó con el traje azul, camisa lila,

corbata al tono y gemelos de oro en los puños.

-Buenas noches agente. Llame al inspector por favor- y le extendió una tarjeta.

El cabo bajó la radio y miró el pedacito de cartulina.

Roberto Iriarte secretaría de Logística del Ministerio de Seguridad, con escudo argentino con el sello de agua y al pie una

firma garabateada. El milico fue al teléfono. -Inspector, lo buscan del

ministerio-.

Pasaron a una oficina del primer piso. Se escuchó un portazo. Voces de distinto tono. Venían de una oficina del fondo.

Los policías discutían a brazo partido. Un grupo mocionaba por ir

al cuartel. Otros, los más, indecisos, callados, esperaban que otros se hicieran cargo. Eso sí, ninguno quería salir a patrullar.

El del portazo había sido el Inspector. Salió puteando de la

reunión. Para qué se iba a quedar, si nadie le pasaba ni cinco de bolilla. Era un tipo alto, tostado de cama solar. Tenía su pinta.

Unos cuarenta y cinco años, no más, de traje corte Armani. La

tarjeta de Emilio estaba en el bolsillo de su saco. -Inspector Jorge Bonorino. ¿En qué puedo servirles?. Se

sentó en el sillón giratorio, sin saludar.

-Usted sabe la situación. El ministerio necesita dos patrulleros y armas largas.

-¿Dónde está la orden?.

-Acá está la orden, se la estoy diciendo. -Si no hay orden escrita, no entrego nada. No puedo hacer

nada. Por más funcionario que usted sea.

El tipo sacó un marlboro sin ninguna prisa. Cruzó las piernas y se acomodó la botamanga del pantalón.

Martín se paró de repente. –Usted está obstaculizando a la

justicia, sabe bien que unos locos de mierda tomaron el cuartel y desconocen la autoridad del intendente.

-Un zurdo. Bueno, un tanto izquierdista para mi gusto, eso

de juntarse con los de la Cuarta Internacional es un error. Esos tipos no van a ir a ningún lado. No tienen cuadros-. El inspector

siguió hablando y mechó el discurso con frases de Foucault, Mao

Tse Tung y Noam Chomsky.

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Quién carajo es este tipo, pensó Emilio. Se hacía tarde.

Había que hacer la operación y el milico, que debía ser de

Inteligencia, no paraba de dar cátedra. Martín sacó el celular y atendió el llamado. –Qué pasa,

cuándo salen?, preguntó José impaciente, que estaba con la Rusa

en la camioneta. -Sí ministro, lo que pasa es que el Inspector no quiere

cumplir órdenes, le paso con él- contestó. Y le pasó el telefonito al tira. Todos miraron el piso, esperando el desastre.

-Sí ministro. Ahá, sí ministro. Como no señor. Ahora

mismo. Que tenga buenos días. Sí, así se hará. Los móviles tienen nafta, no hay problema.

El inspector miró con odio a los tres por igual. Hacía rato

que no lo cagaban a pedo. –Ordóñez, carguen los fierros en dos autos y que Gutiérrez

y Ornatti vayan con los señores-, colgó el teléfono.

Cargaron en el baúl cuatro fusiles, una ametralladora pesada y dos itakas. Y cajas de cartuchos para aguantar una semana.

Emilio se dijo que era mucho más de lo que habían ido a buscar.

Pero no se las iban a dejar para que después andá a saber cómo las utilizaban. O contra quién.

Otra vez enfilaron para el arroyo. La Rusa al volante de la

chata iba guiando a los patrulleros. -¿De dónde sacaste esa tarjeta. Así que sos funcionario?.

-Cosas que uno guarda. Todo sirve-.

Se desabrochó el saco y apareció una 45 negra que metía miedo. Cerró los ojos y la desarmó en segundos. La volvió a

armar y colocó el cargador con un ruido seco.

–Así era-, dijo y guardó el arma. -¿Y los miliquitos?. ¿Qué hacemos?.

-Los bajamos en el puente.

Martín contactó con el Muerto. El apodo se lo ganó en buena ley: una vez se pegó un tiro en la cabeza y la bala de 22 se

le alojó pegadita a los sesos. Los médicos no se atrevieron nunca

a sacarla.

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-Cohetes, fuegos artificiales necesitamos-.

-Están los de la fiesta de fin de año, los de la Municipalidad.

-Bueno, vamos a adelantar los festejos. Que todo explote a las cinco.

A las cinco en punto, cuando sonó el celular el Rulo gritó:

¡Meta!. Los fuegos de artificio, los rompeportones y las cañitas

voladoras iluminaron la escena. Los bultos entre las sombras corrían agachados en medio de un bombardeo imaginario.

Del otro lado del cuartel, que da al playón de práctica de

tiro, una camioneta salía del predio. Despacito, seguida de cerca por dos patrullas. Por las huellas que dejaba, iba cargada.

Cruzaron el último alambrado y tomaron por el asfalto.

-Un paseo-, dijo Emilio. En pleno chisporroteo de la pirotecnia y el pánico de los

hacendados, el grupo se coló por los fondos del regimiento.

Estacionaron a las puertas de la armería. Rompieron el candado con una barreta y llenaron la caja de la camioneta de fusiles.

-Quién anda!-. Detrás de un rosal apareció un gaucho

armado. -Javier Lizarraga Unzué, de las Ligas Agrarias del

Tapalquén. Baje el arma. Vamos a juntar gente para resistir-, le

dijo Emilio con seguridad adquirida en años de psicodrama. Luego metió la bolsa de granadas en la caja, como si saliera de un

shopping.

El puestero de Anchorena asintió con la cabeza. Lo trajo el patrón diciéndole que unos delincuentes habían tomado la

intendencia. Ahora estaba ahí sin saber qué hacer con esa

escopeta doce que le cansaba los brazos.

El director De Santis miraba la pantalla de la pecé. Se había puesto los lentes. Cada tanto tecleaba con dos dedos a la vez.

Leyó palabra por palabra. Repasó todo dos veces. La crónica era

clara. Medida. Ningún adjetivo descalificativo. Borró donde decía insurrectos y escribió civiles disidentes del sector ganadero.

Copamiento mudó por irrupción espontánea. Más arriba, página

dos, la editorial hablaba de la libertad de expresión, en referencia

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a la actitud de los ganaderos. Varios renglones se ocupaban para

clamar por el derecho a la propiedad privada y el respeto a las

autoridades religiosas. Alertaba, otra vez, sobre el peligro de un poder hegemónico. Y de paso, recordaba que el diario estaba a

favor de la vida “desde su concepción”.

Tarugo compró el diario y quedó impactado por el título

catástrofe, cuerpo 72. “Arredondo asume hoy. Volvió la calma a la ciudad”. Calentó la pava para el mate y lo hojeó de nuevo.

Primero las deportivas: “Ganó San José 3 a 1 a Atlético

Tapalqué”. Rápido pasó a las policiales. Y se fue a locales. “El día que el campo dijo basta”, habían titulado la nota central.

Pero lo sabroso era el recuadrito al pie. Lo que estaba

buscando. “El sable del coronel Varela”. El escueto texto informaba que “en algún momento de las escaramuzas (sic)

manos anónimas lo hurtaron del museo del cuartel”. Tarugo

silbando un tango salió para la municipalidad. Sobre la mesa, envuelto en diarios viejos, quedó el trofeo. Entre las primicias de

ayer, de una punta asomaba el acero que empuñara el fusilador de

obreros rurales en la Patagonia.

El fiscal llegó al otro día al cuartel para hacer el

reconocimiento. Bajó de un importado con vidrios polarizados. Se

sacó los lentes negros de 300 dólares. Antes de entrar al museo, miró los retratos más bien grandes de las autoridades

constitucionales. El presidente. El jefe del Ejército. El

comandante de la Región. Le llamó la atención el cuadro de la ministra de Defensa. Estaba solo el marco vacío. En lugar de la

foto, un cartelito decía NO DISPONIBLE.

Pasaron con un teniente al cuarto donde estuvo durante décadas el tristemente famoso sable.

-Esta es la vitrina-

-No hay nada. -Claro, si se lo robaron.

-¡Tanto lío por un sable de mierda!. ¿Y de los fierros que se

sabe? .

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-¿Qué fierros?.

-¿No le dijeron?. Faltan como 300 fusiles FAL y otras cosas

que no sabemos. Rompieron el candado de la armería en medio del quilombo.

-Lo vamos a investigar. Por ahora hay secreto de sumario y

le pido teniente que no diga nada-. El fiscal tenía mojada la espalda, también las manos se le

habían puesto pegajosas. Cuando se ponía nervioso, le transpiraban las palmas de las manos.

El milico lo había dicho clarito. Esa noche un peón vio a

personas que dijeron ser estancieros de las Ligas Agrarias. Parecía un chiste. Las Ligas Agrarias no existían en Azul. O si existía no

eran estancieros. Pero la armería estaba vacía. El testimonio en

sede policial del rural fue descartado. Nadie quería creer que los ladrones habían entrado en dos patrulleros. El asunto quedó en un

cajón.

El grupo rejuntado por los hacendados alzados en armas había sido trasladado al Juzgado Federal. Los hicieron pasar a la

oficina del juez. Ninguno estaba esposado. Dos tenían un ojo

morado y otro rengueaba. Casi los linchan. Los salvó Tornatti. Y nunca les habían dicho antes tantas veces hijo de puta en sus

vidas.

El juez Arambucena entró al despacho. Estrechó la mano uno por uno y se sentó en el escritorio. A punto de dejar la

función, con una carrera hecha, listo para el bronce, ahora le caía

este regalito. Con un gobierno o con otro, había podido sortear todos los obstáculos. Hasta que el caldo se puso espeso cuando se

habilitó el juzgamiento de los genocidas de la dictadura. Tuvo que

procesar y detener a dos militares, uno de ellos en actividad. Los organismos de derechos humanos y parientes y víctimas

de detenidos-desaparecidos y detenidos sin causa, esperaron ese

día en la vereda del juzgado que terminara la indagatoria y pudieran verle la cara al asesino y torturador. Y reputearlo

prolijamente. Cosa que hicieron. Esperaron más de dos horas. En

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el juzgado, el magistrado y el oficial charlaban como dos viejos

amigos.

-Disculpe coronel, pero no tengo otra salida. Me han puesto entre la espada y la pared-.

Le acercó un vaso de Blenders, que el oficial aceptó. Pese al

estrecho vínculo no se tuteaban. El juez sabía que en los centros clandestinos de detención lo habían bautizado Porra.

-Usted proceda, Carlos-, lo tuteó al juez mientras hacía retintinear los hielos en el vaso de whisky.

-Vamos al trámite entonces. ¿El descargo?.

Estaba claro que el militar no pensaba declarar. Entregó un panegírico donde hablaba de la subversión apátrida, de los valores

defendidos con la propia vida y cosas así. Media carilla. Después

firmó tres papeles más, sin cuidar mucho la letra. -Me rompe las pelotas esta situación-.

-No será por mucho tiempo. Si expiran los plazos, se va para

su casa en cualquier momento. Eso está pasando. Pero ahora tenía otra brasa que ardía. El expediente estaba

sobre el escritorio. Se tocó la nariz. El whisky a las rocas le

coloreaba la nariz, se lo reprochaba todos los días su mujer. -El Código Penal habla de sedición. La situación es

comprometida, con sólo decir que hay más de 20 mil testigos

dispuestos a declarar que los vieron salir armados del cuartel y encima con los tanques. Están las filmaciones, los videos ya

circulan por internet. Se puede arreglar, todo se puede arreglar.

Pero necesito tiempo, que esto se calme un poco. Por ahora se quedan acá-.

El grupo llegó clareando a la chacra. Una casa de campo

como cualquier otra, a quince minutos de la ciudad. Techo de chapa, bien alta, ventanas con rejas de hierro con arabescos.

Descargaron el arsenal en el altillo del galpón de secar chorizos y

embutidos. Lo taparon con una lona de camión y arriba le tiraron unos fardos de avena.

La Rusa y Martín manejaron los patrulleros y los

estacionaron en la cuadra de la comisaría, como para no despertar

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más sospechas. Tornatti los esperaba en la esquina con la cuatro

por cuatro. Volvieron a la municipalidad.

-Vos tendrás los votos, pero el pueblo es peronista.

-Pero nos votaron a nosotros, no a ustedes. A menos de un día de la asunción, el Cordobés, Tornatti y

Kowolsky por los socialistas, Raffo, El Rengo y yo por el Movimiento nos reunimos para delinear las próximas acciones.

-Vamos a los bifes Cordobés, trajimos los nombres de

compañeros para las secretarías. -Y quién los eligió?.

-El Movimiento.

-O sea ustedes. -Sí, nosotros. No queremos traidores, todos compañeros del

palo, nada de ruralistas ni de oligarcas esta vez.

-La primera medida es constituir los consejos sociales, eso lo aprobará el Concejo en su primera sesión. En eso estamos de

acuerdo, no?-. Era el punto principal del Movimiento.

-Nosotros tenemos un programa completo, queremos ponerlo en marcha cuanto antes. Hay que primerear.

-Bueno. Y los cargos?.

-Los cargos son revocables. Nadie atornillado al sillón. Las secretarías son bajadas de categorías. Ahora son coordinaciones,

el director será de ahora en más un coordinador.

-Empecemos. Anotá. El Gringo secretario de Gobierno y el Rengo secretario privado-.

-Sabino Lobos en Producción-.

-La Rusa Caroci en Acción Social-. -La doctora Abarca en Economía y Salud.

-El cumpa Salzano en Legales.

-Nico Castro en Cultura y Educación y jefe de Corralón. -¿Jefe de Corralón?.

-Sí, aceptó Cultura con esa condición. Los artistas son así.

-¿Personal?. -No tenemos a nadie.

-Rousillón, el de la CUT.

-Derechos Humanos para el pastor de la Asamblea.

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-Está duro. Hablamos y dice que no quiere que lo forreen.

Lo van a pensar, pero quieren una secretaría con presupuesto, voz

y voto en todas las decisiones que se tomen en el gobierno y tener a cargo la dirección de cooperativas y microemprendimientos.

Ah!. Y a la primer agachada dan un portazo, dijeron.

-Está bien. Deciles que sí.

-A esa mujer no la conozco-. Juan, toda una vida con su

esposa y ahora a los 82 años, la miraba como a una extraña. Doña

Cata, diez años menor que él, ante los desvaríos de su marido había tomado decisiones por él. Algo imperdonable para el viejo

socialista.

-No quiero vivir más acá. Me voy. -Adónde vas a ir?.

-Ya encontraré un lugar-.

Cerró despacio la puerta y salió a la calle, que a esa hora, del almuerzo, estaba vacía, sin gente ni perros. Caminó como quien

no tiene obligación alguna, cosa que era cierto. Desde que el

diario radical prescindió de sus servicios, ya era una costumbre verlo caminando, charlando con vecinos o algo perdido parado en

una esquina cualquiera, esperando un colectivo que se negaba a

salirse del recorrido para buscarlo a él. -Venite a vivir al diario. Hacemos un departamento en la

azotea.

Eso se hizo. En una semana se levantó un loft austero pero coqueto, bien luminoso, con un jardín de invierno y una parrilla.

El viejo se mudó. Era lo que siempre había querido, que lo

sacaran de un diario con los pies para adelante. El cambio de aire lo favoreció. Empezó a recuperar de a

poco la memoria. Parecía otro. Mandamos a fabricar un escritorio

de roble que le gustó, con varios cajones, igual que el otro. Y una radio media vieja con pasacasetes. La Remington lo deslumbró.

Una joya. Negra, lustrosa, brillante. La mandó el Sindicato de

Gráficos con una tarjeta que decía: “Para el Maestro, de todos los compañeros. Juan métale zapatilla nomás”.

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Rojas, el presidente del directorio del diario radical se

paseaba por el escritorio. El banquero Roqué Unzuaga se arrellanó en el sofá. Las dos de la mañana marcaba el reloj de

pared. La situación era grave, decían, porque los zurdos habían

copado la intendencia. Así aseguraba exaltado el delegado de la curia.

-Dicen que van a crear un banco municipal, algo inaudito-. El banquero se salía de las casillas.

Mientras tanto, la gente en las calles se iba organizando. El

Rengo se reunió con todos los vecinalistas, algunos bien de derecha. Pero la gente estaba a la izquierda, como siempre. El

clamor era por justicia popular. Querían que todo se arreglara de

la mañana a la noche. Querían una revolución. En el diario radical, el revuelo era mayúsculo. Los del ala

dura, no comulgaban con el nuevo gobierno. Y los otros, los más,

entre ellos los laburantes gráficos y los periodistas, bancaban al Cordobés. El tema era qué línea editorial seguir: la que mandaba

el dueño o la que cada uno tenía.

-Yo escribo como quiero. Si quieren después censuren, pero yo no.-. Morello no quería saber nada con los radicales. Y menos

con los clericales.

Los más, los panchos, no sabían qué actitud tomar. Y quedaban a la espera de lo que pasara. No era su pelea, decían

algunos periodistas y correctores. El diario se vendía igual, con lo

que tuviera adentro, lo mismo daba. El público ya se había acostumbrado.

El tema era abrir otro diario. Algo más difícil, pero no

imposible. Así, un día se alquiló un local, un galpón pegadito a

las vías del ferrocarril, que se recicló en tiempo récord. Quedó una estructura parecida a una obra de Gaudi, que se convirtió en

otro atractivo turístico. A la semana una flamante cooperativa

abrió un pub con choripanes y tragos en la esquina, y pusieron mesas en el terreno que recuperaron y parquizaron.

En un mes llegaron las rotativas, que habían sido de un

diario del norte, cerrado en los ochenta. Otra cooperativa se hizo

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cargo de la parte legal y figuró como dueña del diario. Una

sociedad anónima registró a su nombre la rotativa, un viejo truco

aplicado por los burgueses para no perder las máquinas en caso de juicio al diario por quiebra.

En dos meses todo estuvo listo. Se hicieron las pruebas y al

cuarto día salimos a la calle, bien temprano. Título principal: “Brizuela abrirá un banco municipal”, a seis columnas.

Los testigos no se ponían de acuerdo si habían sido tres o

cuatro los asaltantes que se llevaron los sueldos del personal del diario, aguinaldos de fin de año, más ingresos por publicidad.

Medio millón en total.

-Usaban máscaras. El que me apuntó tenía puesta la de Menem-. La jefa de publicidad declaraba en sede policial.

El testimonio del contador fue el más jugoso.

-El tipo tenía puesto una careta de un árabe, como Bin Laden, con barba y todo. Me apuntó y me dijo: -Tranquilo, la

plata, toda la plata en esta bolsa-. Le hice caso, todo duró treinta

segundos, no más. Antes de encerrarme en el baño me dio la mano y me dijo -Gracias-. Por la voz tal vez lo reconocería-,

arriesgó el hombrecito encargado de los números.

-Algún detalle, ropa, edad?. -Parecían jóvenes. El que ví, vestía traje azul y corbata

violeta, como le dije.

Otra empleada no pudo aportar nada. La hija del dueño se tiró al suelo a la primera advertencia. Ni los zapatos les pudo ver.

Justo estaba en medio de su trabajo cotidiano, contando las

monedas de diez centavos y las apilaba de a decenas con sinta escoch, bien prolijas.

-Heridos?-, preguntó la prensa al fiscal, que se apersonó

quince minutos después, con una celeridad nunca vista en toda la historia judicial azuleña.

–No, no hay heridos ni lastimados, sólo una empleada con

un susto mayúsculo que se desmayó, pero ya está bien y en su domicilio. Creemos que es una banda de profesionales del delito y

ya estamos tras las pistas, pero no puedo dar detalles, solo

asegurar que este hecho se esclarecerá-.

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El tipo se subió al auto de ruedas cromadas y el chofer

arrancó despacio y se perdió entre el tráfico. Era Sebastián Sotelo,

el mismo fiscal que investigó amenazas a un periodista y nunca llegó a nada. Sotelo era hijo de un coronel del ejército procesado

por secuestros, torturas y desapariciones durante la última

dictadura, incluso de colimbas en Azul y Mar del Plata. El otro hermano de Sotelo era cura. El fiscal, para marcar la cancha, se

casó por iglesia en Azul un 24 de marzo, hecho que el diario radical acalló y el de Noble publicó como un suelto.

En Tribunales, el fiscal pidió un café cortado con dos

medias lunas saladas. Al rato tomó el teléfono. -Habla Sotelo, páseme con el inspector.

-Sí señor.

-Bonorino, ¿qué es esa gorra que estaba en el mostrador del diario?. Es de un oficial. A ningún oficial suyo le falta la gorra?-.

-No tengo idea de dónde salió esa gorra. Pero nosotros no

fuimos, eso está claro, no?. -Entonces tenemos una banda de chistosos, Bonorino.

-No sé, mis muchachos no hicieron el hecho, se lo puedo

asegurar. -Pero la gorra estaba allí. Mire Bonorino, mueva cielo y

tierra y aprese a los que robaron el diario. Esto hay que

esclarecerlo-. -Señor, le puedo decir que de acá no son, ya recorrimos todo

el espinel. Hasta debajo de las piedras. Nada. Nadie sabe nada, no

dejaron ni una pista.

Los dos hombres salieron por la puerta lateral del diario, tras sacarse las máscaras. Subieron sin prisa a un duna blanco, que

esperaba en marcha, manejado por un hombre de pelo rapado y

anteojos de sol negros. En una bolsa de papel madera, en el asiento de atrás, iba el dinero.

–Es una boludez, lleven fierros de verdad-, había aconsejado

Emilio. -No. Si sale mal, sale mal…no podemos lastimar a nadie.

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El asunto se discutió acaloradamente. Se llegó a votar.

Empate, una y otra vez. No había caso, nadie daba el brazo a

torcer. -No queremos mártires. Si pierden, perdemos todos-. El

argumento era contundente.

-Está bien, vamos con los de verdad, pero descargadas… -Eso sí que es una boludez!. Si llevás algo, llevalo cargado,

mirá si te cagan a tiros-. Ahora que había pasado todo, podían contar que, a

contrapelo de lo acordado, que era una orden, las armas que

usaron para reducir a los empleados estaban descargadas. Ni una sola bala. El jefe del grupo sabía que no había armas en el diario.

Y que todo duraría un suspiro. Tomó el riesgo, a costa que si salía

algo mal, él iba a ser el único responsable. O sea, candidato a la sanción que se acordara para un hecho gravísimo como el

hipotético que se planteaba. Pero el hecho había sido limpio, sin

errores, sin una sola vacilación. -¡Llegaron los Reyes Magos!-, dijo Hombre Uno cuando

abrió la puerta y tiró sobre la mesa ratona la bolsa, que se rompió

y algunos fajos de billetes de cien y cincuenta cayeron al suelo, mezclados con los recibos de sueldo.

Hombre Dos fue a la heladera y sacó una jarra de agua fría.

Tenía la boca reseca. Era la primera vez que expropiaba y la garganta se le había cerrado. Buscó un vaso limpio en el aparador.

No había. Tomó una copa de cristal.

-Justo, para festejar-, se rió Mujer Uno, mostrando los dientes blancos.

-Bueno, acá están los fondos para el juguete. No rompan

más las pelotas y editen algo bueno-. Hombre Dos sacó un cigarrillo armado y le dio fuego. Se recostó en el sillón y exhaló

el humo azulado.

-Y vos cómo andás?. Se te ve muy bien-.

Lucrecia sonreía y me miraba fijamente, mientras paladeaba un Virginia Slims, de esos finitos. Detrás del escritorio cruzó las

piernas largas, enfundadas en un ajustado pantalón negro.

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-Estoy muy bien, escribiendo, un poco de algo que pretende

ser literatura. Y venir a verte es un placer-.

La doctora seguía sonriendo. Ahora cruzaba los brazos sobre el escritorio, apretando los senos que pujaban por salirse de la

camisa, con los botones de arriba desprendidos.

-Quedaron lindas las banderas rojas y negras en la plaza-. -Viste, los chicos se entusiasman. Ahora quieren gobernar,

pidieron integrar el concejo deliberante, con voz y voto. -¿Y que se va a hacer?.

-Por supuesto que van a tener decisión, no hay como

decirles que no, además son y serán los primeros en defender nuestro gobierno.-

-¿Y vos, qué vas a hacer con los calabozos de Psiquiatría?.

-Sabés que no se usan más. Y son tan chicos que no sirven ni para una oficina.

-Podemos tirar unas paredes abajo y agrandar el office o

hacer un par de baños. Fijate que el personal no tiene baños y tiene que cruzarse cincuenta metros hasta Salud Mental, y encima

pedirle la llave a los de Seguridad. Un disparate.

-De acuerdo, pero el presupuesto lo manejan ustedes, háganlo cuando quieran-.

-Y cómo va la Casa de Medio Camino?.

-Bien. Logramos que de los once institucionalizados, ocho sean aceptados por sus familias. Se terminó que Internación sea

un depósito de gente. ¿Te dije que hay que levantar ocho

habitaciones con baño, porque sus casas no tienen lugar para ellos?.

-No hay problema, mañana ya estaremos levantando

cimientos y paredes. -Otra cosa. Se terminó también el chaleco químico, así que

anoche nos tuvimos que hamacar con el pibe que tuvo una crisis.

-¿Qué hicieron, cómo la pilotearon?. -Hablando. Entró sacado, rompiendo todo. Tiró abajo una

estantería y nos revoleó unas sillas por la cabeza. Rita, la nueva

psiquiatra, o antipsiquiatra más bien, le dio una cachetada que le dio vuelta la cara y el pibe se calmó. Estaba paranoico, decía que

nosotros éramos policías, que lo querían matar. Menos mal que lo

ubicamos a Ramón justo antes que viajara. ¿Te acordás de

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Ramón, el chamán azuleño?. Resultó fundamental para

contenerlo, hablando nomás. Claro, hay que tener la labia, la

cancha y sensibilidad de Ramón. Hicimos unos mates y le convidamos un porro. Ahí el flaco se fue tranquilizando y de a

poco entró en confianza, luego de prometerle que no lo íbamos a

internar, como pedían su madre y el juez. Parece que lo encontraron sentado en la entrada de un edificio céntrico y le

querían hacer causa por robo. A su novia la fuimos a buscar, porque estaba en la otra punta, sin bici ni plata para un remise.

Los dos comieron y se quedaron a dormir juntos.

-¿Y el rollo cuál era?.- -Nada de trabajo, mucho tiempo al cuete, nula contención,

abuso de sustancias de laboratorio y penas del corazón; penas

grandes de gente joven, penas viejas de veinte años, como dice la milonga. Ya hablamos con el Rengo, que nos abrió las puertas de

los barrios. Así pudimos hablar con las familias de los crónicos y

los no crónicos, porque había un montón de gente internada sin motivo, gente que puede tener una vida que valga la pena. La

mayoría puede hacer algún trabajo o un oficio, una manualidad, y

no la pelotudez esa, alienante, de recortar y pegotear los sobrecitos para embolsar pastillas. Hay mucho miedo todavía

entre la población con la llamada “locura”, concepto que durante

décadas los psiquiatras, o psiquiatrones vendieron como algo peligroso, con la complicidad de los laboratorios y los gobiernos,

porque viste que todos facturan, por izquierda o por derecha,

todos cobran. Sacamos cuentas y en remedios vamos a ahorrar el más del ochenta por ciento, los ansiolíticos se recetan sólo cuando

el paciente no quiere usar cannabis, pero de los ocho que se

fueron a sus casas, siete aceptaron dejar el tabaco y hacer un uso homeopático de la hierba. Ya la están sembrando en sus patios,

luego de explicarle a sus familiares de qué se trata esta plantita. El

agente sanitario pasa todos los santos días un rato por sus casas, charla con todos, escucha cómo andan las cosas y pregunta de

paso por la chala, cuánto comen o fuman, en qué horario, cómo se

sienten, todo lo que se te ocurra. Con esto haremos un informe y un documental, queremos filmar todo.

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En un rincón del consultorio, cerquita de la ventana, un

arbusto con hojas de siete puntas crecía robusto en un macetón.

Una madrasa Red Horse, de semillas traídas allende los mares. -¿Vas a convidarme unos cogollitos cuando despunte?.

-Vamos a ver…cómo te portás-, dijo sugerente.

-¿Silvia sigue internada?.- -Sí, por ahora no quiere ir a vivir a otro lado. Acordate que

es una pacienta institucionalizada. Dice que está cómoda, que la comida es buena y que el personal la cuida, que hasta le lavan la

ropa y se la planchan. Aceptó hacer un curso de cocina, algo que

le fascina. Está contenta. Le propusimos que vaya a vivir con una abuela que necesita una compañía, una vieja media concheta, pero

muy piola, que le queda grande el palacete en donde vive, sobre la

calle Bolívar. Le aclaramos que puede seguir lavando los autos de los médicos, fijate que con empeño, un balde, agua y una franela

gana el equivalente a cuatro subsidios de desempleo. Además,

tiene novio, un camillero que le regala flores y duerme la siesta con ella, por eso le colocamos un diu. Se la quiere llevar a vivir

con él, pero Silvia no quiere saber nada. Es una pionera la Silvia;

desde que se duerme una siestita con su pareja, las otras dos chicas también quieren tener sus novios. Vamos a tener que

encargar otros diu, parece. A la enfermera le dijeron que si coge

una, tienen que poder coger todas, sino no vale. Y tienen razón-. -Bueno, voy a buscarte las grageas- dijo y se paró con la

elegancia de una gacela. Demoró en buscar unas cajas en una

estantería y sus nalgas generosas apuntaron al cielo. Me acerqué de atrás y la abracé suavemente, pero con

firmeza. Mientras le deslizaba una mano debajo de la camisa y le

acariciaba un seno, me embriagué con su perfume y le susurré al oído.

-¿Cómo puede ser que un bombón como vos ande solita?-.

Silvina aceptó la caricia con un gemido. Apreté suavemente sus pezones y besándola la deposité en su silla. Me senté sobre el

escritorio. Mi pija estaba como un asta de bandera. Con manos

expertas delicadamente me desabrochó la bragueta y se la metió en la boca, apretándola con sus labios pintados de carmín. Lamía

la frutilla con fruición y me miraba a los ojos, disfrutando de ese

banquete único.

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Sabía unos cuantos trucos, que fue desplegando en esos

interminables minutos que parecieron una eternidad.

-Tu leche, dame toda tu leche-, imploró. Una explosión surgida de mis entrañas le salpicó la cara y la hizo acabar,

mientras se relamía con la ambrosía colmada de vida.

La recosté sobre el escritorio de espaldas y lentamente le bajé los pantalones hasta las rodillas. Descubrí su culo redondito,

apenas cubierto por una tanga negra. Le separé las piernas y deslicé el calzón hasta los muslos. Mojé dos dedos en su boca y

con la saliva lubriqué su conchita.

-Despacito, despacito mi amor-. Silvina movía el trasero acompasadamente, mientras mi pija la penetraba más y más. Se

arqueaba y gemía recostada con los codos en el escritorio, ahora

un lío de papeles desordenados. -No entra más, qué pija grande tenés, me encanta-.

-Vas a ver que sí, abrí las piernas amorcito-. La verga

entraba ahora hasta el fondo y mis huevos chocaban contra sus nalgas, haciendo el chasquido de un chirlo, que la excitaba aún

más.

Cabalgamos un rato y con voz ronca suplicó: -Tu leche, quiero tu leche en mi boca, quiero tomarla toda-. Agarró con las

dos manos mi pija y se la metió apretándola con los labios,

lamiendo con la lengua todo el tronco, hasta que acabamos en un grito de placer.

Nos arreglamos lo mejor posible la ropa. Ella fue al baño,

una miniatura, pero coqueto. Luego se peinó y se pasó rush morado avellana por los labios.

-No quiero tomar más pastillas. Si hacemos la prueba y las

dejo de tomar por un tiempo y vemos que pasa-. El Gringo

fumaba porro todo el día. El secretario de Gobierno del Cordobés arrancaba el día temprano con unos mates y pan con manteca y

dulce y ahí rolaba el primero y seguía armando hasta que se

acostaba, eso a veces. Otros días casi no fumaba, pero eso era raro, en general, si tenía fumaba. Y tenía, casi siempre, porque era

un fervoroso defensor del autocultivo de cannabis y además le

regalaban sus amigos cultivadores. El Gringo decía que le hacía

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bien el porro, que le abría el apetito y como si fuera poco lo ponía

de mejor humor. Y los médicos le decían que estaba bien, que

fumara tranquilo. -Está bien, pero vos te hacés responsable. Eso significa

también evitar los excesos de alcohol y cualquier sustancia

química. Vos sabés a que me refiero-, le dijo Lucrecia, la psiquiatra, jefa del área Salud Mental del hospital municipal y

secretaria de Salud. -Y qué pasa con la merca en nuestra ciudad.

-Estamos hablando con los punteros, los conocemos a casi

todos, les prohibimos terminantemente que se venda a menores y gente que no está en ninguna condición de consumir cocaína. Y

les avisamos que sí o sí tendrán que tener otro medio de vida,

porque los kioscos tienen los días contados. También les adelantamos que habrá ayuda para conseguir un trabajo, una

ocupación y asistencia de todo tipo, que no pasarán privaciones.

Pero en realidad esto es una paparruchada, no alcanza y no toca el problema de fondo, que tiene que ver con muchas cosas. Pero es

complejo, bah, todo es complejo, según como lo mires, lo cierto

es que muchos no ganarán ni la cuarta parte de lo que ganaban cachivacheando con la porquería, pero se comprometieron a

cumplir lo que les exigimos, es decir, propusimos. Con esto no es

que se acabó el problema, vos lo sabés, porque por decreto no se dejará de consumir o vender nada, pero, por algo se empieza. No

me digas nada. Ya se que por más decreto, apriete o prohibición

que haya, la coca, igual que el alcohol, el vino, el tabaco, la salvia divinorum, una ideología o una idea, el que quiera o pueda la va a

procurar igual, el deseo no se puede prohibir, circula, como decía

Foucault. La prevención, la asistencia primaria de la salud pasa, también, por informar y explicar con educación popular. Si hay

alguien que no controla lo que consume, sea lo que sea, el Estado

lo tiene que ayudar. Y gratis. Mirá, qué te parece que la merca la administre el Estado, con receta y todo. O sea, vos encontrás un

médico que te la recete y adelante, te vas a buscar tus gramitos

bien puros a la farmacia, que los manda con todo respeto y consideración hacia los usuarios candidatos a pilotos de fórmula

uno y enfermos argentinos envía el Ministerio de Salud de la

República de Bolivia. Pero claro, tenés que argumentarle al

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médico, melonearlo que la usás para…para qué carajo se usa la

merca?. –Para escribir una novela, por ejemplo, mirá si el tipo es

escritor. Fogwill escribió “Los Pichiciegos” rallando una tiza de doce gramos, puros cristales de clorhidrato de cocaína de Santa

Cruz de la Sierra. Y le salió bárbaro el libro. Y no jodió a nadie,

ni a la Salud Pública, ni tres carajos. El tipo solito, frente a la Olivetti, meta teclear y teclear y al final, no una paja, sino una

señora novela, una electrizante y profunda novela sobre la condición humana, un novelón. O puede ir el presidente a ver al

tordo y buscar la receta de la coca, por ejemplo, o la ministra de

Defensa o el jefe del Ejército, un obrero metalúrgico o el presidente de la Sociedad Rural o la señora de Noble, que la cosa

amarga esa dice que le ayuda a congelarse y dejar de pensar que

le ocultó su identidad verdadera a los dos hijos adoptados, que son hijos de compañeros nuestros, desaparecidos, y no los puede

mirar a la cara sin que se le parta el corazón, por que no, si vamos

al caso. Si un escritor puede escribir una novela de puta madre tomando merca, porqué un presidente no puede profundizar una

transformación y de vez en cuando tomarse unos pases, a ver,

dame una razón para que el tipo no tome coca. Un obrero metalúrgico, peronista, no toma cocaína, nunca tomará, toma vino

tinto borgoña, con soda, algo más normal. Está bien, pero quién le

puede decir algo al Presidente si ponele, un día está en el despacho y se acuerda que en el último cajón del escritorio guarda

un papel de cocaína que dejó olvidado en su baño un ministro o

su chofer. El Presidente abrió el cajón, buscó el papel, levantó una montañita nívea con una tarjeta de crédito y peinó una raya, que

se tomó con prisa no disimulada. Al toque se acordó del General

Perón y Mosconi y miró sobre una mesita estilo inglés una pila de carpetas y proyectos que le dejó el gabinete, que acordó todo el

peronismo y el pueblo en su conjunto, con la bendición de las

organizaciones sociales de base de todo el país. Manoteó la primera carpeta: “Nacionalización del petróleo y los

hidrocarburos”, decía el título, y firmó el decreto para que el

anhelo sea un hecho. Y se tomó un puntín y siguió con la segunda carpeta. Se acordó de los 30.000 y de los obreros fusilados de la

Patagonia Trágica y firmó el decreto para nacionalizar los

recursos naturales. Al rato, otra rayita, ni muy corta ni muy larga,

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la peina en la tapa del celular, no la toma, ni la mira, la deja sobre

el escritorio. Cierra los ojos un segundo. Los abre y en la

memoria se instala en pantalla gigante el rostro de la figura inclaudicable de la compañera Azucena Villaflor, Madre de Plaza

de Mayo. Y ahora la ve a Hebe de Bonafini y a los HIJOS y ese

poster de Evita Capitana y tararea la Marchita casi sin proponérselo, con fruición, y firma y sigue firmando y nacionaliza

todo, pero todo lo posible y racional. Los medios de comunicación y la tele, estatizamos los teléfonos, los ferrocarriles,

el agua, la tierra en función social, todo bajo control de los

laburantes. Se toma el presidente/a el último puntín con el que pasa de largo la siesta y decreta la reforma política que incluye

democracia directa y en elección de cargos representativos a todo

nivel en todas las entidades de la sociedad. Y manda todo al Congreso Nacional, y ahí, a manejarse, porque vamos a estar

todos en la Plaza de Mayo, todo el pueblo unido para sostener y

empujar las voluntades, no puede haber votos “no positivos” esta vez, si se trata de concretar el sueño de todos, de los más, de los

oprimidos, de los trabajadores, de las grandes mayorías. Quién le

va a decir algo al presidente/a si se toma unos pases, porque para hacer todo eso en un paisito como el nuestro…qué cambiarían ese

par de pases, es para discutir. Yo no sé si me gustaría un

presidente que tomara merca, no sé, me da como miedo, fijate De la Rúa, no tomaba merca, pero ese tipo estaba medicado mal y tal

vez con pastillas del laboratorio Merck. Ahora la culpa del 19 y

20 de Diciembre de 2001 la tiene Merck. No, no digo eso, solo que el tipo no tomaba merca y era un desastre. Menem tomó

merca y el tipo se transformó, pero en realidad ya estaba

transformado, el plan económico liberal de Domingo Cavallo no era de merca, la merca no tiene nada que ver, digo... El plan

económico neoliberal y colonialista fue pautado para los intereses

foráneos, yanquis y de la gran patronal argentina, , la Sociedad Rural y ahí estaban todos caretas, andá a saber, tal vez más o

menos. Pero el caso es que una novela buena se puede escribir de

merca, gobernar un país…esa es otra discusión, habría que ver si hay casos. Porqué no escribís un libro: “Merca y Poder en

Argentina y América Latina”, sería un best-seller. El bienestar de

cada habitante –habitanta me suena terrible- y el respeto se

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sostiene y se mama y se curte en la familia, con los amigos, en la

escuela, la vecinal, el barrio, el club, el teatro, ahí en esos ámbitos

tenemos que poder desarrollarnos plenamente, ahí vos también podés ver a alguno/a compañera que esté en problemas de

cualquier tipo y ofrecerle la mano, sin paternalismos, sin

represión. El Estado tiene que asistir, no lastimar ni violentar a la gente, no es un tema policial el consumo, esto es una verdad de

perogrullo, pero circula con fuerza el mensaje que demoniza las sustancias y estigmatiza al consumidor, de lo que sea, pero si es

merca, peor. Dice la Corte Suprema de Justicia de la Nación en

sus fallos que el Estado no se puede meter en tu casa a ver qué te metés en el cuerpo. Un tipo sano toma merca, es una buena

pregunta. Me parece que estamos hablando mucho de la merca,

hay otros temas más importantes, sí, pero todo tiene que ver con todo, de cómo resolvamos la ilegalidad o la legalidad de las

sustancias y el control de ellas dependerá lo que se haga en otros

planos. Esto pone en el tapete la inteligencia de una sociedad para lograr vivir armónicamente. No se puede hacer un reparto de la

riqueza equitativo si se mantiene un circuito ilegal de sustancias

que genera delincuencia, corrupción, mercado negro y adulteraciones y crímenes, incluso. Si una sociedad no puede

manejar racionalmente las drogas y las sustancias, así como que

haya para todos trabajo, salud, educación, verdadera justicia, esa sociedad está en aprietos, va a ser una sociedad dividida en ricos y

pobres, lo que dará trabajo a los sepultureros, a los marxistas-

leninistas, a los peronistas, a los cristianos de verdad y a los que quieren un mundo sin guerras y eso se logra solo con el

socialismo a escala planetaria, como marcaron Trotsky y el Che.

Por eso soy peronista. Ahora decime, es necesario que el presidente aspire coca para

firmar unos decretos, tiene que tomar coraje con unos pases. No,

justo dio la casualidad que se acordó del papel que se olvidó un ministro. Pero no sería mejor que el compañero presidente se

fume un troncho, un porro de cannabis, que es una planta

medicinal, relaja, hace levar el buen humor y te invita a tomar un café con leche con medialunas, más sano imposible, y no esa

mierda que te pone duro y frío, te insensibiliza, por algo la

bautizaron La Venganza Del Inca. Y te doy el último dato, el

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escritor argentino Fogwill escribió “Los Pichiciegos” en once

días, no se pasó la vida tomando merca como un boludo. Otro

dato importante, si el compañero Presidente toma cocaína, no te pregunta a vos o a mí si nos parece bien. Y hasta ahora no firmó

ninguno de esos decretos.

El presidente de la cooperativa eléctrica se refugió en su despacho cuando le dijeron que el Cordobés y una delegación de

unas cien personas estaba ocupando el hall central. Rucolati,

cagado hasta las patas, no quería salir a parlamentar con el intendente.

-Están también los concejales.- le informó la jefa de prensa,

asustadísima, que se veía venir la tormenta. Apretaba una carpeta con los últimos contratos del servicio mecánico para la flota de

camionetas, que se dijo, no era el momento para que el presidente

los firmara. Más que la cifra de siete dígitos asomaba en la página dos, por un trabajo que costaba cero pesos resuelto por los propios

técnicos de la empresa.

El Cordobés cumplía con su palabra. En el primer día de gobierno, a las diez de la mañana se presentó en la sede de la

empresa, con todos los concejales y los presidentes de comisiones

vecinales, más representantes de todos los partidos políticos, menos los radicales y los vecinos.

-Está bien, si no quiere venir Rucolati que no venga, da lo

mismo. Que empiece la sesión. Secretario, tome nota-, indicó el Cordobés.

Los concejales en cinco minutos votaron rescindir los

contratos con la cooperativa, lo que ponía en un apriete a las comisiones directivas que transformaron la empresa social en una

virtual sociedad anónima, que nunca le rindió cuentas a nadie y

que aplicaba tarifas elevadísimas. Con la ruptura del contrato la empresa se veía privada de ofrecer sus servicios, se quedaba sin

sustento económico, no podría pagar los sueldos siquiera. Si la

rescisión de los contratos le hizo subir la presión a Rucolati, quedó tieso cuando un oficial de justicia le informó que por la

denuncia del Cordobés un magistrado intervenía la cooperativa,

con lo cual los directivos cesaban en sus funciones. Y el primero

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en caer iba a ser él. Pero no, no me van a soltar la mano mis

benefactores, pensaba el presidente, o a esta altura, mejor, en

camino a ser ex presidente. -Ahora vamos a ver los libros contables y la información de

las computadoras. Adelante-, anunció el oficial con un ademán y

cinco jóvenes de saco y sin corbata se acomodaron frente a las pantallas y comenzaron a copiar los discos rígidos. Otros cargaron

decenas de carpetas con documentación y facturas y decenas de expedientes.

Al otro día, el juez llamó a las partes.

-Hay fuertes diferencias en el debe y el haber en los últimos diez balances. Gastos millonarios que no están justificados. Por

ejemplo en diarios y revistas y publicidad en el último periodo se

gastó el equivalente a dos pisos en la avenida Libertador. Por otro lado, hay convenios por tercerización de servicios que no tienen

razón de ser, falseados, porque hay trabajos que nunca se

hicieron. La energía se compra carísima y se la cobran a la población con recargos. Lo mismo con el agua y las cloacas, hay

ingresos que no condicen con los egresos. Como si fuera poco, el

presidente anterior sacó sueldos adelantados por un millón de pesos. Y el actual tiene cuentas corrientes en bancos privados y en

financieras de las islas Caimán por otros cinco millones, que

tendrá que justificar. Acá se invierte la carga de la prueba. Es el presidente quien tiene que demostrar que es inocente. Esto se

repite para toda la directiva, hay modos de vida que no se

condicen con los sueldos que se cobran. No hay explicación para tanta cuatro por cuatro y departamentos y casas en Mar del Plata,

Cariló y Punta del Este. Esto es sólo un adelanto, lo que

investigamos hasta acá. Los cargos por los que dicté la prisión preventiva están escritos en este párrafo. Rucolati puede salir con

una fianza de 6 millones de pesos, siempre que constituya

domicilio aquí y pase a firmar todos los meses por el Patronato de Liberados-.

El juez Carinoro le alcanzó el escrito y el abogado se

notificó. Le temblaba el pulso. Su cliente a punto de quedar detenido por estafas reiteradas y administración fraudulenta, entre

otros delitos tipificados en el Código Penal.

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Los empleados de la cooperativa ya estaban avisados y

varios dejaron sus tareas para ver el espectáculo.

-Tapame la cara pibe, tapame la cara, por favor-. Rucolati le imploró al sargento. No quería ver su rostro en los diarios ni la

tele en esta situación, por nada del mundo.

-Cállese y camine-. El miliquito que lo llevaba de un brazo también saldría en las tapas de los diarios.

Rucolati parecía un mafioso tipo Al Capone cuando lo arrestaron por evasión fiscal. Con las manos esposadas, caminaba

bajo el sol del mediodía hasta el patrullero, estacionado en la

esquina, en medio de los grabadores, las cámaras de la tele que transmitía en directo y los flashes de los reporteros gráficos que

capturaron su expresión congelada y el abatimiento en su mirada

desahuciada. A propósito, los policías avanzaban lentamente, en medio de la gente y los curiosos que no sabían de qué se trataba,

pero se ubicaron en primera fila.

-Hijo de puta, corrupto, privatizaste la cooperativa que es de todos y te robaste toda la plata-, le gritó un empleado y todos

empezamos a putearlo de arriba a bajo, hasta que la patrulla

arrancó rumbo a las leoneras de Tribunales.

-Te llamo porque te quiero conocer…vi tus notas, tus

fotos y te escucho siempre…No sé que vas a pensar de mí…-. La

voz cascada era sensual, un decir como ronroneos de gata en celo, que prometía minutos de gloria entre sábanas de seda.

-¿Y vos cómo te llamás?.

-Elisa. ¿Cuántos años tenés?. -Cuarenta. Y vos?.-

-Adiviná…unos pocos más que vos.

-Soy malo para las adivinanzas, pero 43 más o menos. -45…

-Bárbaro…

-¿Bárbaro que?. -Digo, que nos podemos ver las caras.

-Estoy esperando a mi hermana…

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-Bueno, tenés mi celular. A ver si me llamás y nos

encontramos. Por ejemplo mañana a la siesta…

Esa era buena, a ver hasta dónde llegaba la misteriosa damisela, gerente de una empresa textil, con dos hijos grandes y

por lo escuchado…muchas ganas de apagar ese fuego que la hacía

acariciarse y perder los dedos en su monte frondoso, escondedor de agrestes suavidades húmedas.

Al final no se en qué quedamos, pero al otro día sonó el celular y era ella. PASATE…todo el mensaje. En mayúsculas.

Prometedor. Para un lunes, nada mal. ¿Cómo será?. ¿Estará buena

o tendremos que ir al amor como los voluntarios de la Cruz Roja al campo de batalla que arde en metralla a atender a los

necesitados?.

-Un vaso de agua no se le niega a nadie-. Raffo siempre tenía una metáfora o frase célebre a mano,

producto de sus incontables lecturas que llenarían bibliotecas

enteras. -Seguro, nadie dice lo contrario. Además, esa voz me hizo

alborotar los ratones de la azotea, que están como locos…. En

media hora la veo… -Entonces, la reunión qué hacemos?.

-Después me cuentan…tienen mi voto para lo que sea.

Caminé por 7 desde 68 hasta Plaza Italia. Sin apuro recorría las cuadras largas, de cien metros justitos. Era mi segundo día en

la ciudad de las diagonales. Doblé por 44 y dí unos pocos pasos

para pisar la vereda de la Escuela Superior de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata. Por esas horas combatíamos

con cervezas por cajones un febrero ardiente, con soles tenaces,

capaz de achicharrar los sesos cuando las chapas de zinc recalientan las casas de techos bajos. En la calle, mujeres de todas

las edades, estudiantes del interior. -Todas bonitas-, juraba un

amigo. -Solidaridad Socialista, el periódico del MASA-, voceaba el

Zoilo Masson y zarandeaba el ejemplar frente a las caras de los

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estudiantes, que miraban y pasaban de largo, rumbo a alguna

clase.

-A ver, llevo uno-. Le compré un ejemplar y ya me invitó a una reunión esa tarde en el local del Partido, que acepté. Mi

bagaje marxista se condensaba en la lectura del Manifiesto

Comunista, prestado por la Biblioteca Popular, que nadie sabe como zafó de la requisa de los dictadores militares, que quemaron

por subversivos libros a montones. Hasta el titulado La cuba electrolítica. Incluso la biblioteca conserva libros que fueron

víctimas de la censura. O sea, con rayones de tinta sobre nombres

prohibidos hasta su mención, como en caso del General Perón, tachaduras para hacer desaparecer la memoria popular.

Después leí a Lenín, a Trotsky, la Teoría de la Revolución

Permanente y me conmoví con su Historia de la Revolución Rusa y las fotos de Lenin secundado por Trotsky, en el Soviet de

Petrogrado, arengando a soldados y campesinos. Los troscos,

siguen completamente convencidos que en algún lugar del mundo, incluso Argentina, un partido trotskista encabezará, algún

día -no hay fecha de vencimiento para esta predicción-, una

insurrección de trabajadores que llegarán a tomar el poder y construirán un estado socialista, que exporte la revolución, tal

cual estipula el Pequeño Manual Lerú de la Revolución.

Pero la realidad se empecina en contradecir y afirmar teorías. En la facultad formamos un equipo de cinco o seis

compañeros, con los que discutíamos las políticas y orientaciones

a seguir. Nuestro dirigente, un cuadro más o menos instruido en el

clasismo, nos adentró en las primeras lecciones, rudimentarias, de

dialéctica, organización obrera y política estudiantil. -Vamos al orden del día-, decía Pachi y anotaba en una

agenda los temas a tratar. Le ponía número. Abajo, anotaba lo

tratado y las acciones acordadas y los responsables de llevarlas a cabo.

-Tarea votada, tarea cumplida-, era la principal consigna,

que no siempre se cumplía. -Para ser militante hay que distribuir al menos cinco

periódicos por semana, cotizar una moneda para el partido y

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reunirse con un equipo. Así tenés derecho a participar con voz y

voto en todas las asambleas-.

La universidad post dictadura era un hervidero político, una cantera de dirigentes de todos los partidos, claro que los

derechosos de la UCD del ingeniero Alvaro Alsogaray no

aparecían ni de casualidad por las asambleas. Sólo una prolija cartelera daba cuenta de su existencia, siempre tapada por

cartelones del resto de las agrupaciones políticas. El pasillo angosto era difícil de atravesar, con todos esos cartelones que

impedían el paso. Pero nadie se quejaba.

-Es al cuete, los peronistas siempre son más, el pueblo es peronista. ¿Te diste cuenta?-.

-Son más, pero algún día seremos gobierno con ellos,

cuando pisoteen a sus dirigencias traidoras-, afirmaba Pachi. -¿Estás seguro?. Mirá que cuando el sistema entra en crisis y

parece que todo se va a la mierda y que no hay político burgués

que amanse a las fieras, siempre aparece otro que toma la posta y se encarga de calmar las aguas e ilusionar otra vez al pueblo,

siempre desmovilizado, por carecer de una organización

revolucionaria que le de una dirección. Recordá que Evita decía que el peronismo será revolucionario o no será nada-

-Pero vos sos socialista o peronista?-.

-Socialista, pero de ahí a decir que Argentina con los trotskistas a la cabeza será el faro del mundo, como asegura

Luisito Aromaz no sé, me parece que se fue al carajo…y el

Partido se va al carajo. Acá hay peronismo para rato Pachi. Creer o reventar.

Entonces Colón llegó a las Indias, dijo la maestra. No seño,

no llegó a las Indias, llegó adonde vivían los pueblos originarios.

A mí me lo explicaron así, pero tenés razón Camila, no eran las Indias. El 12 de octubre no se festeja, se recuerda el 11, porque el

12 llegaron los españoles y mataron a los indios. Camila con todo

el desparpajo de sus siete años dice lo que charla con su madre Marita, en su casa, la otra escuela, la verdadera. Y Germán a

Marita le quería hacer leer a Freire, para qué, si la educación

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popular va andando sola, como se puede, bien lejos de las aulas

sarmientinas alienantes.

-Waiss, usted es como Rommel, el Zorro del Desierto, que

siempre algo esconde. La maestra algo sabía de la Segunda Guerra Mundial y ahora le venía al pelo para chuzearlo al Ruso.

La señora Urreaga olisqueaba que en las pruebas nos copiábamos, pero no podía averiguar como, ni quien. Y errada no estaba,

porque el Ruso era el se macheteaba todo detrás de la regla de

madera, con letra bien chiquita. Y una vez que terminaba lo suyo, pasaba la regla a otro compañero y el machete iba de pupitre en

pupitre dando vueltas por todo el salón. A veces había problemas,

porque las tragas, las más ortivas se negaban a hacer el pasamanos, por miedo a ser descubiertas. Con el buenos días

señorita, parados al lado del pupitre, con las manos al lado del

cuerpo se iniciaba la jornada. Así todos los días la maestra dejaba el claro quién mandaba en el salón. Ejemplos no le faltaban: lo

tenía al presidente de facto Jorge Rafael Videla, un eufemismo

para no decir sangriento dictador militar. La violencia que emanaba el Terrorismo de Estado llegaba

hasta las aulas. En las clases de Educación Física, además de

aprender a desfilar como soldaditos, jugábamos a que nos den pelotazos con una redonda de softball.

El alumno elegido –la víctima de ocasión- era obligado a

pararse a unos cinco metros y no se podía mover de la baldosa que pisaba. Entonces, de a uno por vez, le lanzábamos pelotazos,

algunos esquivaba y otros le impactaban en el cuerpo o en el

rostro. Cuando esto sucedía, corrían algunas lágrimas por las mejillas coloradas, ante el silencio o la burla, según el caso, del

resto de la clase. Era un fusilamiento virtual, ecos de otros

fusilamientos que se sucedían a diario en el país. Paradójicamente, con el regreso de la democracia en 1983,

el mismo profesor sería elegido intendente tres veces consecutivas

por el voto popular. Y por el mismo partido radical colaboracionista de la dictadura que derrocó el gobierno

democrático el 24 de marzo de 1976. La UCR le prestó más de

200 intendentes a lo largo y ancho del país.

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Hoja de Ruta El Milagro Rojo

El cordobés, Tornatti, el Rengo, Raffo hablan sobre cómo

seguir. Quién tiene el poder. Quién tiene la gente. Quién el gobierno.

El día de la asunción. Los juramentos. El gabinete. Discurso del cordobés.

El después del jockey, por un mozo del jockey. Tiene que contar algo.

Reunión de los banqueros, el juez federal, los estancieros, el dueño del diario El Matutino y un enviado del obispo, un laico,

que no se le ve la cara. Análisis de la situación.

Llegan militantes de otros países, de a poco.

Ponemos en marcha un canal de tele por aire y se multiplican las radios comunitarias. ¿Diario?. Sacamos uno, a mitad de precio. Se

constituyen comisiones internas en El Matutino, Pregón y en

nuestro diario. El nuevo diario, el nuestro, centro de las movidas políticas transformadoras. El Gringo es el director. Aparecen Luz,

Marcial, Moreno. Vuelve Miguel. Se separa de su mujer. –A esa

señora no la conozco-. Se pone mejor, le vuelve la memoria por largos momentos. Escribe una nueva columna, tal vez baldosas

flojas. Se queda a vivir en el diario. Se le construye un depto en la

azotea, con terraza, jardín, jacuzzii y parrilla. Vuelve Joselito, no

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le perdonamos el desfalco al Sindicato de Prensa. Joselito

devuelve lo que se llevó en dólares. Explica que fue el amor y

otras yerbas el motivo de llevarse la guita del sindicato y de compañeros que pidió prestada. Se vuelve a Colombia, es nuestro

contacto con las FARC y corresponsal del diario. Discusiones en

el diario con Carlos, le hacemos contra-contratapas. Vuelve el gordo. Su mujer correctora. Quique jefe de inteligencia.

Urgente plenario de comisiones vecinales, creación de los

consejos sociales, algo así como los nuevos soviets, participan

policías y agentes de fuerzas de seguridad. Ahí se organizan la construcción de viviendas, el sistema preventivo de salud, los

planes de trabajo. Cooperativas de arregladores de gas,

electricidad, etc. A cada empresa se la invitó a tomar un empleado.

Los chacareros, los carniceros, el precio de la carne, las ferias populares. Acá entra el Willy, que de paso distribuye libros de la

imprenta municipal. Entre cuatro municipios ponen una imprenta.

Héctor y Willy organizan a los chacareros, pelean por el frigorífico. Otra vez la sociedad rural y el centro empresario

joden, pero son ignorados, nadie les da bola. El Cachi, chacarero

renuncia a la rural (aunque no lo creas, es socio de la rural, de veras), hace un documento publico. La carne baja a 5 pesos el

kilo. Se organizan huertas, emprendimientos para los más

jóvenes. Ganan buena plata y escuchan cumbia mientras reparten verduras en un Rastrojero. Se venden casa por casa las bolsas de

verduras surtidas. La producción hortícola es también para los

hospitales, el cuartel, las guarderías, jardines, escuelas, hogares de ancianos, restaurantes y casas de comidas.

Aumentos terribles de impuestos para los terratenientes. Al final, se expropian tierras ociosas. Se le hace entender a Marta que su

tatarabuelo fue un traidor, que se puso del lado del huinca y

combatió a la resistencia ranquel. Lo degollaron sus hermanos y colgaron su cabeza de una lanza a las puertas del Fortín San

Serapio. Marta entiende que ser pariente de un traidor no tiene

nada de malo. –La Piri Lugones, la ex mujer de Rodolfo Walsh,

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montonera, se presentaba diciendo –Hija de poeta, nieta de

torturador.

El campo se empieza a poblar a medida que se retira la soja transgénica. Se diversifica la producción. Se planta y se cría toda

clase de animales, comer es un placer. Se enseña a cocinar, clases

para mujeres y hombres en las casas. Se come mejor, se descansa mejor, se coge más y mejor. Hay trabajo, la gente tiene tiempo

para dedicarse a otras cosas, a sus cosas.Aprender guitarra, coleccionar estampillas, hacer injertos de rosas.

Imprenta. Se editan libros, con un fondo municipal. Acá hay que ver como se hace…

Conflicto con la ceal. El cordobés se aparece, con un escribano y el rengo, Tornatti, el delegado de los trabajadores. Pide los

balances. No le dan ningún papel, no los atienden. El Deliberante

se constituye en el momento en la cooperativa y rescinde el contrato de electricidad, agua y cloacas. Sigue todo municipal,

hasta más ver. Están presentes los delegados de los consejos

económicos sociales y de las vecinales, más dirigentes de distintos partidos. Lo transmite la tele en directo. Se hacen

reuniones con los trabajadores, se acuerda ocupar cada lugar de

trabajo y desconocer a los jefes de sección, a los que convencen en asamblea de hacer empresas sociales, es decir, trabajar para la

gente.

El tema seguridad. Se adhieren a la policia comunal. Eligen

sheriff civil. Gana un travesti. Los canas se quieren morir. El

diario El Matutino hace una nota de virulento ataque al nuevo jefe de policia comunal. Lo sale a defender un cura en nuestro diario.

Le hacen un escrache al diario El Matutino, le pintan el frente. Le

hacemos al Roncho una denuncia por discriminación en el INAES y le sacamos un tocazo de plata.

Creación policía municipal, una guardia civil, todos los sabandijas, con pibes de barrios obreros, todos juntos. No tienen

armas, solo un celular. Hay jefe de cuadra, jefe de manzana. En

general no se ven armas en la calle. Bajó increíblemente el índice

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de delitos. El Matutino hace una nota sobre el tema, no le queda

otra.

Convenio con fabricantes de bicicletas (con los chinos), para que

todos puedan tener una, créditos de la comuna, se descuenta del

sueldo, te lo fía el banco municipal. Quilombo por la creación del banco municipal. Historia de los bancos. Cómo funciona el

sistema financiero acá, como en estados unidos, como era en los países socialistas, antes y después de Lenin. Como en China.

Como en Cuba.

Promotores de derechos humanos, promotores de salud. Se mete

mano en las escuelas de policías y en las comisarías. Se les

agregan a los aspirantes materias como dialéctica, literatura, historia universal, latinoamericana y Argentina. Los directores de

las academias con civiles. Se enseña las grandes revoluciones del

siglo XX. Introducción al Capital.

Se pone en marcha el frigorífico y la curtiembre. El matadero

pasa ser municipal, pero cualquiera puede faenar en su campo. Se ahorran intermediarios y el precio baja. Los carniceros contacto

directo con los chacareros.

El deliberante funciona de la mano de los concejos sociales. Lo

transmitia el canal de aire comunitario y la radio también, por

internet.

El primer juicio popular: el juez . El tipo llora. Renuncia. Asume

uno del palo nuestro.

Justicia, tribunales populares.

Relación con Cristina. Logran que haya un paragua protector del

poder. Cristina llega de incógnito. Va recorriendo los barrios, el

hospital, un barrio con casas construyéndose. Los proles le hablan al corazón. Le convidan facturas de la panadería popular y le

regalan como muestra de cariño una caja con productos locales,

mulita en escabeche, liebre, conejo. La presidenta se conmueve.

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Llora y no se le corre el maquillaje, porque fue a cara limpia. Hay

vecinos que le dicen de todo, le hacen un tribunal popular, por

poco.

Llega una delegación del gobierno de Evo Morales, se estrecha la

relación con Chavez, con Lula, con los musulmanes y los palestinos. Se crea una empresa de telefonía municipal, hay

transporte público con combis municipales y se estatiza la recolección de residuos y el barrido de calles. Se abren casas para

estudiantes en tandil, olavarria, la plata y buenos aires. Se crea

una sucursal de la Facultad de Filosofía de la Universidad de las Madres. Se llena de proles y jóvenes.Los proles tienen becas para

estudiar en la universidad.

Aborto.Anticoncepción. Maternidad. Se aprueba una ordenanza

que establece seis meses de maternidad y paternidad, pago por las

patronales. Se hacen abortos bajo cuerda, en el hospital y otros lugares seguros. Gratis.

El nuevo diario le da masa a los poderosos, hace tapas a lo pagina 12 y se caga de risa de los popes del establishment. El Matutino

cada vez mas gorila. No lo compra nadie, se mantiene con

publicidades de multinacionales. Desde la policia, las escuelas, los bomberos, pidieron que no se lo manden más. Lo siguen

mandando y los usan para envolver huevos, prender fuego las

salamandras y hacer papel maché.

Las escuelas los chicos aprenden economía, como funciona un

sistema económico. Las maestras buchonas y gorilas se ven cuestionadas. Tribunales populares para las maestras. No se rinde

más pleitesía a la bandera.

La situación logra crear lazos solidarios entre gente de distintas

clases sociales. Hasta hay casamientos entre clases sociales

diferentes, entre ricos y pobres, pibes jóvenes, con otra cabeza. También algunas familias se parten, a favor o en contra del nuevo

intendente y del proceso revolucionario.

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Una pareja se ama, se preguntan, abrazados, cuánto va a durar

este paraíso, si sería para siempre. Se convencen que se puede.

Estos te aprietan, son terribles. No dejan pasar una, dicen los

gorilas. tribunales populares, especies de Juicios por la Verdad

por todos lados. El diario nuestro publica el resultado de los mismos y las sentencias..

El Partido se instala en Azul. Los terminan sacando a patadas,

menos a Tito.

Las escuelas, una fiesta. Baile los fines de semana y actividades

cuando se necesite un local. Los Centros de Estudiantes manejan

las escuelas, la autoridad en los colegios es colegiada y son parte el director, docentes, no docentes, alumnos y padres. Los

escrachan a los profes fachos en el diario de los estudiantes, a

través de reportajes que son como si se enfrentaran a un juez o un fiscal. Muchos se jubilan. Al final, cuando el centro de

estudiantes quiere hacer un reportaje, el docente cuestionado

directamente renuncia.

La idea es no dejar sin trabajo a nadie. A esas personas que están

realmente incapacitadas para estar al frente de un aula, se les busca otro trabajo.

El Matutino se queja de los tribunales populares y de nuestro diario y de los centros de estudiantes.

Vacaciones para todos, convenios con los clubes. Nos metemos en el Club de Remo, en todos los clubes. Deportes para todos,

convenios con sindicatos, convenios con chacareros que hacen

turismo rural, los proles conocen el campo y el mar, como con los campeonatos evita. Teniendo la concesión del agua, le cobramos a

las piletas una barbaridad, para extorsionarlos y que acepten que

entre el pueblo a disfrutar de las instalaciones.

La pared lateral de la municipalidad, mural inmenso bien

combativo. “Para todos, todo”.

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Los fachos, la clase media adinerada y los garcas se organizan y

van a los soviet, pero pierden siempre las votaciones. Los trabajadores, junto con los policías y los milicos somos más. En

las elecciones de delegados, también pierde la derecha ganadera,

no pueden torcer nada, se sienten impotentes. Los locales barriales quedan chicos y se hace un soviet en el gimnasio de

Chacarita Juniors.

Campaña de forestación, vivero municipal y emprendimientos

cooperativos.

La gente empieza a plantar marihuana en los patios, jardines,

macetas. Después aparece una plantita en la Plaza San Martín. El placero le corta los pastitos de alrededor, la cuida, la riega. Nadie

la toca. Cuando tira cogollos, la gente pasa y la mira. Nadie se

anima a sacarlos, aunque se mueren de ganas. Al final, una vieja pasa y corta un cogollo, se sienta en un banco y arma uno, medio

verde, (no se como hace para prenderlo, acá un poco de realismo

mágico, por favor). –Si la plaza es del pueblo y la tierra es del pueblo, lo que crece también-.

La gente le hace una pueblada al canal de cable. La gente se desafilia de cablevisión y mira la televisión abierta, que

manejamos nosotros. Cablevisión baja el precio a la mitad y pone

150 canales.

Al cordobés lo tienen cagando, lo forrea el Rengo. El cordobés se

dedica a firmar decretos, a refrendar lo que deciden los consejos sociales y el deliberante. No decide nada, o decide plegándose a la

opinión de los otros. No le queda otra.

Los empleados del cordobés le organizan una comisión interna,

en realidad tienen un delegado, que es jefe del corralón y

secretario de cultura y un artista plástico. Se enfrentan al cordobés. Hacen una cooperativa encubierta, es decir, acomodan

los sueldos de acuerdo al costo de vida. Terrible discusión entre el

Cordobés y los gráficos en torno a sueldos, participación en las

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ganancias, plusvalía y demás. Acá hay que consultar con un

marxista, por lo menos.

Se graba el primer CD en el estudio del Centro Cultural Carlos

Marx. Es un hit. La Internacional con una parte en ritmo de

reggae, otra de reggeton y otra de cumbia, con la voz del cordobés, que canta con ese acento mediterráneo. El coro es un

rejunte de luteranos, socialistas reformistas devenidos en revolucionarios, algunos jubilados y varios peronistas. Los

peronistas quieren grabar otra versión de Los Muchachos

Peronistas. Los convencemos que mejor versión que la de Hugo Del Carril no hay. A la Internacional la pasan en todas las radios

del país y la bajan de internet, hay un video en you tube. El

Cordobés quiere grabar la marcha radical, no lo dejan. Al final graba Hijos del pueblo, Zapatos de gamuza azul y la Marcha del

ERP.

El peaje de Parish sobre la Ruta Nacional N°3. Se hace un camino

alternativo y se ofrece un bono contribución. Hay presión de la

Nación, porque se quejan las empresas de peajes. Pero ganamos la partida, con buenos abogados y apoyo popular. Otros municipios

nos imitan.

La milicia popular está en todos lados.

Se pone un tren entre Chillar, Azul, Cacharí, pasa cada una hora.

Aparece Nicolás, ex diputado bonaerense. Lo mandamos a hacer

negocios con los chinos. Viaja a la tierra del Sol Naciente. Lo acompaña un tintorero azuleño japonés, que no entiende chino,

pero sí entiende que Nico pide plata para “trámites”. El tintorero

lo amenaza con mandarlo al frente y hacerle un tribunal popular. Nico zafa, como siempre. Cuando están en China, le descubrimos

a Nico la cuenta corriente en las Islas Caimán con tres palos

verdes. Nuestro hacker se mete en el sistema del banco y traslada el dinero a otra cuenta. Cuando se aviva Nico, nosotros ya

retiramos el dinero en Uruguay. Nico se quiere morir… Al final

cierran negocio con los chinos. Bicicletas, aparatitos de música

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para cd y mp3, televisores, dvd, teléfonos celulares, arroz yamanís

de china por prendas de cuero de los talleres de la curtiembre

piazza y carne del frigorífico. Se obliga al supermercado chino a no negrear a los laburantes y a vender carne de primera, no la

mierda que venden ahora.

Sacamos ordenanza por la cual, todos aquellos que tengan

negocio y ganen más de tanta plata (sabemos por la dgi, rentas,

bancos y demás cuanto gana cada comerciante), que pongan un empleado y le aumenten el sueldo al doble, a un dinero que les

alcance. Los que se pliegan son nombrados en nuestro diario

como buenos y cristianos vecinos.

Discusión con la conducción y con el cordobés y el Rengo; y con

la conducción de nuestro diario. Quieren que la línea cambie, discutimos. El Rengo quiere, además, que le demos bola al

obispo. Nos negamos rotundamente. No publicamos noticias de

ningún credo, salvo las políticas. Discusión sobre la religión y las creencias. La religión como instrumento para la opresión. Al final

le hacemos un reportaje al obispo, creo…no sé.

Los garcas y los partidos patronales piden al gobierno la

intervención. No le dan bola, primer apoyo grande de la

presidenta a la movida.

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Tomates chinos en la Casa del Pueblo

1

Emiliano, Emiliano, dónde está Emiliano, Qué pasa Marisa, está en la huerta, regando, qué pasa. Resulta que me desperté

como loca, soñé que se moría y me quería morir yo y me vine

corriendo, mirá como estoy, toda agitada, se me sale el corazón por la boca. Ahí lo ves, regando, como siempre con la fresca.

Emiliano, que te saluda la Marisa, la Marisa te digo, la mujer del

Luchi, Que el Luchi pase a la tardecita por acá, se escucha apenas que dice Emiliano desde allá lejos, desde lo profundo de la huerta

comunitaria. Y sigue Emiliano ensimismado en sus cuitas, en el

medio de un mar de verduras ecológicas, regando las plantas, echando agua y escuchando el repiqueteo de las gotas que

resbalan por las hojas de las acelgas.

Contra el alambrado, tres larguísimas filas de maíces, como veintipico metros, ya bien crecidos, altos, y más allá dos filas más

cortas de lechugas, de distinta variedad, criolla, arrepollada,

amarga, las habas entre las aromáticas y por todos lados los zapallitos de tronco y los tomates, tirando recién a pintones y

Emiliano está justo regando al lado, pero justo, justo al lado de

una planta pequeñita, parecería que la riega con mucha delicadeza, con cariño, sin hacerle olas al follaje, haciendo que el

agua llegue solo al lado del tallo, apenas salpicándola con un

refrescante rocío. Emiliano está regando esa nueva planta que rompió un

cascotito de tierra y asomó el tallo con dos hojitas tímidas, de

siete puntas aserradas, al cobijo del rico humus de las pampas catrieleras. Hace dos meses el cacique de las Vecinales se dio

cuenta que la Pachamama parió una planta nueva para él, como se

dio cuenta que hay una planta que no había visto nunca, al fondo, bien al fondo del terreno, igual a esta, pero aquella ya despunta

unos cogollos rojizos. Está ubicada bien lejos de la calle y en los

fondos de la Unidad Básica, es decir, la Casa del Pueblo que

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fundó Emiliano y que es, ni más ni menos, que la cocina, el

comedor, el baño y el patio de su propia casa. Unidad Básica que

siempre tuvo la huerta entonces, que es una huerta peronista, entonces, si es una huerta peronista, esas plantas también son de

todos los vecinos.

2

-Es linda la plantita -dice Emiliano, parece un tomate chino.

-Chino, como el Mundial de Japón vas a quedar Viejo cuando probés estos cogollos- le dice Ariel chanceándolo entre

risas a Emiliano y los toca apenas a los frutos canábicos, ya se

ven brillando al sol microscópicas gotitas de thc. -A esta sí que la quiero probar, para uso recreativo la quiero

probar y también para cambiar un poco el ánimo- dice la Colo.

Dale, hacete la boluda vos, como si no hubieras fumado nunca. Vos porque la probaste, no, yo no la probé, todavía no la probé,

me contaron nomás, yo ni fumo tabaco, asi que. Y no fumés, si

fumar es un derecho, usar la cannabis es un derecho, no una obligación. Acá resulta que a todo el mundo le contaron, nadie

probó de fumarse un porrito, no les creo ni medio, dijo Emiliano.

Cuando se cosechen los cogollos, vamos a tener que compartirla entre todos. Entre todos, todos, todos, quiénes somos todos,

preguntó el Gato. En la cuadra nuestra nomás somos como veinte

los que fumamos, con una planta no alcanza. Vos te anotás también, si no fumás. Pero puedo incorporarla a mi dieta

alimentaria, con unos cogollos preparo una torta ponele, no me

calmará un poco este dolor de cintura. No se si te va a calmar tanto achaque, pero te va a poner de buen humor tal vez, como

que te va volar la peluca un buen rato. A cada uno le hace distinto

efecto, tal vez la canabis no es lo que necesitás, razona Sacha. Yo tengo buen humor, no necesito fumar nada. Claro, ahí está el

señor que se llama “Yo no me quejo nunca y soy autosuficiente”.

Emiliano no presta atención a las bromas, lo mira a Sacha y pregunta Pero esto, los cogollos, porque también se comen en

torta o panes. Claro con lo que quieras, una paquetería de

ansiolítico, justo para vos, que por andar todo el día haciendo

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todo para otros y a los tiros te olvidás siempre de tomar las

pastillas, los remedios. Yo no me olvido, pasa que por ahí tengo

cosas que hacer y los tomo luego. Claro, claro, se, se, bueno.

3

El dirigente peronista, fundador de la JP durante la Resistencia Peronista cuando todo era dictadura en Argentina,

fundador también del Sindicato de Ceramistas, perseguido y preso

político por peronista, miraba y disfrutaba de mirar la planta de cannabis y no podía dejar de sonreír al pensar que en ese mismo

lugar donde echa sus raíces la plantita, ahí mismo había un

cañaveral con un pozo tapado con paja y pasto donde se refugió la madrugada que los milicos rompieron las puertas para detenerlo,

acusado de actividades “subversivas” por la Junta Militar de

Videla, Massera, Agosti y Martínez de Hoz. Apenas escuchó el frenazo de los camiones, colectivos y patrulleros, los gritos y

órdenes militares, con el pantalón a medio poner, con los zapatos

en la mano y en cueros saltó por una ventana trasera de la casa y se perdió en lo oscuro del patio, para zambullirse en el pozo, la

panza de la tierra, donde estaba el cañaveral y ahora está la

plantita. Una perseguida política, otra más, a esta encima la busca hasta la DEA pensó Emiliano y se llenó de orgullo que el barrio le

diera asilo político a esta disidente de los gobiernos oscurantistas

de Estados Unidos de Norte América, los laboratorios yanquis y europeos y las corporaciones médicas vernáculas.

Entonces, dice Emiliano hablándole a todos, entonces está

formalmente aceptada la chiquita en la huerta comunitaria. Mirá que nosotros ya la bautizamos. Y cómo se llama. Que cómo le

pusimos, se llama sencillamente Evita, aunque no sabemos si será

hembra, macho o hermafrodita. Y por qué Evita, Porque los humildes y los trabajadores también la llevamos con nosotros

como bandera a la victoria. Hoy esta Evita está como ayer estuvo

la otra Evita, denigrada por la oligarquía, escondida y protegida por el cariño y el amor del pueblo, porque los milicos no la

querían, ni nombrar la querían, no querían a los que estaban con

ella y se protegían con ella, o sea nosotros, ahora tampoco la

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quieren a esta otra Evita los poderosos, Dicen lo mismo que ayer,

que es por subversiva, claro, porque alivia el dolor de la gente sin

pagar impuestos, sin gastar un peso, porque semilla se consigue y crece hasta en macetas y balcones. Yo digo que no digamos nada

que tenemos a Evita en la huerta del barrio, porque hay gente muy

cabeza hueca, No, porque seguro que, además, después van a pedir. Ahora resulta que nadie probó acá, nadie fumó uno de esos

finitos que echan olor raro, qué hijos raros que tengo, ironizó Emiliano, Yo probé -dijo la Colo- una noche, hace tiempo, para

despistar y pensar algo rápido agregó que armaron uno paraguayo

prensado nomás, con papel para armar de ese finito, pero no sé de cuál era, se puso nerviosa, no quería decir que había sido el

Gringo con quien le dio unas cecas a un porro. Pero después hubo

algunas más, se sinceró, lo que pasa es que son muchos los que fuman, por todos lados. Ahora, le brillaron los ojos de curiosidad,

quiero probar ésta, dijo, porque es nuestra, nació acá, insistió la

Colo y le llovió sobre la cabeza el primer baldazo de agua de carnaval de esa tarde tórrida, el campanazo de largada de una

guerra de agua, todos contra todos.

La siesta se alborota con gritos y risas y carcajadas y todos se pelean por el control de la manguera que larga chorros de agua

fría de pozo mojándolo todo y los chicos cantan A mojarse, a

mojarse, carnaval, se viene el carnaval. En medio del juego, la Colo se acuerda del Gringo y corre a cambiarse, porque lo quiere

llamar por teléfono, para que venga.

Ya se que mi cuarto sigue ocupado con la Rosa y la Yaquelin, pobre chiquita esa, que otra vez se escapó porque el

marido la muele a palos, pero igual me dijo el Gringo que se le

complicó y llega después de la cena, viene en un rato nomás, una pasadita, seguro que nos vamos a quedar tomando una cervecita

debajo de la parra. – Claro- dice Tati- Es cuestión de

arreglárselas. Hay gente que con un punto de apoyo, como una silla, mueve el mundo y hace maravillas-, dijo con picardía.

4

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A la nochecita llega el Gringo. Viene del lado del arroyo,

caminando por la calle polvorienta. Es rubio. Más de un metro

ochenta y cinco. Ahora peina algunas canas, le quedan bien opina Tati y disfruta buscando detalles de la figura que se acerca. Y

siempre está dispuesto a lo que haya que hacer para dar una mano,

agrega Tati, sin que nadie le pregunte. El Gringo tiene buena relación con Emiliano, lo saben todos,

basta verlos todos los días charlando en el patio de la Unidad Básica. Se discute otra vez política, ahora que viene la

normalización del Partido. Interrumpen el diálogo cuando algún

vecino busca a Emiliano. El Gringo ya sabe y sin que le digan nada trae otra silla o las que faltan y se las acerca a los

compañeros, después va a calentar agua y ceba unos mates y se

sienta y escucha casi con fruición el hablar simple, profundo y afectuoso de esa gente de trabajo que plantea sus problemas e

inquietudes al presidente del barrio y se va sabiendo que el

dirigente resolverá tal como lo hablaron. Emiliano bromea con todos, los conoce de toda la vida y los

llama por sus apodos, o les hace algún chiste filoso, porque no los

vio más desde la última vez que precisaron algo y pasó el Festival de Reyes y recuerda clarito que no los vio ese domingo en la

biblioteca ni a sus hijos, Omar y Laurita, jugando con los otros

chicos en la plaza del barrio, ni tomando el chocolate, por eso pregunta.

5

Entre mate y mate Emiliano dice: -¿Sabés Gringo que a los

chicos se les dio por sembrar marihuana en la quinta comunitaria,

de dónde habrán sacado las semillas?-. -Yo se las dí-.

-Ellos te las pidieron?-.

-Claro, fue idea de ellos el autocultivo. -¿Y vos qué sos, el director de Pro Huerta del INTA

paralelo?.

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-Podría ser, por qué no, si la planta esta desde hace 5.000

años es como una farmacia a cielo abierto para muchos pueblos

de todo el mundo, para mi no es un delito compartir estas semillas, sino todo lo contrario, un deber solidario, porque

estamos compartiendo un producto natural. Además es un ligue

con la naturaleza y volver a algo tan antiguo y saludable como cultivar plantas, un cable a tierra.

-Sí, ya sé todo eso-. -¿Y entonces?-.

-Para mí es algo nuevo, de movida me parecía una boludez

esto del fasito, le tenía idea. A la edad que estos chicos se quedan horas en la esquina tomando cerveza y fumando, nosotros

ocupábamos el tiempo en estudiar, trabajar, jugar al fútbol. Y ya

éramos militantes peronistas. Ahora veo chicos en las esquinas, aburridos, fumando sin hacer nada, no me gusta-.

-¿Y el problema es el fasito?. No será que el problema es

otro, que no hay trabajo, que el que hay está mal pago, nadie llega a fin de mes, que no hay suficientes guarderías donde dejar a los

pibes cuando las madres laburan, y que los muchos toman mucho

vino malo de tetrabrik, menos que antes, porque se vende más botellas de tres cuarto más de la cuenta, y eso potencia sin duda la

violencia contra la mujer y las terminás refugiando en tu casa.

Esos son problemas y no el fasito ¿no te parece?. -Puede ser, pero veo a algunos chicos un poco “colgados”-.

-Pero la culpa no es del porro. El porro no tiene la culpa que

lo fume cualquiera para uso recreativo, incluso gente o pibes que, en una de esas, no lo tendrían que fumar. Sobre que hay “vagos”,

la culpa no es de la María. Sabés que en la época de la Colonia,

allá por 1800 y pico, en el Río de La Plata los patrones habían prohibido a los peones tomar mate porque decían lo mismo, que

el mate los hacía vagos y haraganes. Y sí, si tenés el faso tuyo no

tenés que andar comprando el prensado paraguayo ni perder tiempo en esas transas que llevan tanto tiempo y son un dolor de

cabeza y un gastadero de plata.

-¿Y no te “cuelga” un poco fumar?-. -Y…depende de la potencia del faso, pero también y muy

especialmente de la persona que lo consume y de la cantidad.

Como toda medicina o droga, si la querés llamar así, fumar

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cannabis tiene contraindicaciones. Un pequeño porcentaje de

personas tiene reacciones alérgicas o negativas al consumir

marihuana. Los enfermos de corazón pueden tener problemas aunque, por regla general, el cannabis alivia el estrés, dilata las

arterias y disminuye la presión diastólica. Otros, los menos,

pueden tener tendencia a sufrir taquicardias y estados de ansiedad. Todas esas personas deberían evitar su uso. Para algunos

enfermos de bronquitis asmática el cannabis es beneficioso, pero para otros puede no ser útil, sino todo lo contrario. Ves, no es para

cualquiera-.

-Pero estos chicos ninguno está enfermo, para qué fuman?-. -Al estar prohibida o casi prohibida, eso siempre atrae, si

fuera legal, no habría tanta expectativa. El uso recreativo es una

variante, nadie se murió por fumar porro y sí por fumar cigarrillos de tabaco y nicotina y alquitrán y otras cientos de sustancias

químicas que le ponen, que nadie sabe exactamente qué son, pero

son cancerígenas. Y el cigarrillo sí que es adictivo y causa miles de muertes al año. Y es legal. El Estado Nacional se llena los

bolsillos con los impuestos a la industria tabacalera, dineros que

después tiene que invertir para atender a los enfermos por el cigarrillo-.

-¿Y por qué fuman entonces?-.

-Fuman chala porque les gusta el “colocón”, pero te doy la razón, algunos la usan con la pretensión de querer volar a otro

mundo, pero resulta que no volás a otro mundo, seguís en este. O

sea, los chicos vuelven a la casa y se encuentran todo tal cual lo dejaron: la heladera vacía, el papá que salió otra vez y no volvió,

los dormitorios que no alcanzan para todos los hermanos, no hay

plata para comprar más que un kilo de milanesas finitas como fotocopias para ocho bocas que comen como lima nueva. Y las

facturas del gas y la luz ya vencidas siguen pegadas en la puerta

de la heladera. Eso es duro y fumar un porro a algunos les ayuda a sobrellevar esa vida.

-Y cuándo se cosecha?-.

-A mediados de abril, más o menos.

6

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La noticia que Evita estaba en la huerta corrió de boca en

boca en varias cuadras a la redonda y fue el secreto mejor guardado. Pero no pasó desapercibido en el barrio que la huerta

comunitaria había tomado un nuevo impulso. Y la Unidad Básica

también. Los hijos de Tito, el albañil y los de la Rosa, que limpia

casas por horas y sus amigos y los primos de La Tosquera, todos, iban las tardecitas a la huerta, a regar las verduras y a Evita, que

en marzo se había multiplicado entre las lechugas y los maíces.

Siete plantas contó Emiliano, el número de la abundancia, lo dice la Biblia, pensó Emiliano, que también dice que ese dios

cristiano es el creador de todo lo que crece en la Tierra, lo que

incluye a esta planta, ya que las Sagradas Escrituras no aluden a ninguna lista negra de plantas peligrosas.

7

Antes que llegue abril preanunciando los primeros fríos de mayo y las Evitas rebosen de cogollos, Emiliano aprovechó que

había tantos pibes y se dijo que además de este asunto del

autocultivo”, también podían formarse como cuadros políticos, no iban a estar todo el día regando plantitas o en el chat.

Martes y jueves, sentados a la sombra de la higuera, a la

hora que el calor empieza a aflojar, los pibes escuchaban atentos las clases magistrales del dirigente peronista. Esos chicos

escurridizos con las maestras formadas en el credo de Patria, Dios

y Hogar, tenían asistencia perfecta a la “Escuela de Cuadros Paisano Frías Presente”.

Así fueron leyendo, como en los setenta los chicos de la JP a

los 14 años, libros y apuntes de Juan Perón, su política económica, con capítulos especiales para muchos temas, caso los

planes quinquenales, el IAPI. El Estatuto del Peón Rural. Análisis

político de los discursos y libros de Eva Perón. Obligatoria la peli de Eva con Esther Goris. Un suceso en la Unidad Básica, hubo

familias enteras que la vieron una y otra vez. Y lloraban y se

emocionaban hasta las lágrimas. La segunda peli fue “Perón:

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sinfonía de un sentimiento”, de Leonardo Favio. También hubo

análisis de los textos escolares de la década peronista. Se incluía

la lectura y debate de “Peronismo, Filosofía política de una obstinación argentina” de José Pablo Feinmann. Y el Gringo

sábado por medio mechaba el curso con introducción a libros

como “El Capital” de Carlos Marx, “El Partido Revolucionario” de Lenin, “El Libro Verde” de Mao Tse Tung, todo Malreux,

Bakunin, Evita, toda la colección de Perón, todo Jauretche, todo Scalabrini Ortíz y Puiggrós.

El Gringo consiguió la colección completa en cd de

“Militancia”, la revista que escribían el “Pelado” Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Duhalde (no el Cabezón, el otro) y los libros de

Rodolfo Walsh, empezando por “Operación Masacre” y el

Programa de Huerta Grande. Cuando Emiliano vio a uno de los hijos de Amelia, la costurera, el más chico, con varios libros bajo

el brazo, se alegró. Nunca lo había visto con un libro, sí en la

canchita del barrio, donde hacía maravillas con la redonda de cuero.

-Qué te llevás para leer Corcho-, preguntó curioso Emiliano.

-“Los Perros. Historia del PRT-ERP. La guerrilla guevarista en Argentina” y “A todo o nada”, el libro de María Seoane sobre

Mario Roberto Santucho. Y otro de poesías de Paco Urondo. Me

los prestó el Gringo-, dijo entusiasmado. Emiliano lo miró al chico de pantalones cortos, rodillas

sucias de tierra y camiseta de San Lorenzo y pensó este Gringo es

un hijo de puta. Pero le dijo: -Muy bien, hay que leer todo y después analizar y sacar conclusiones de las experiencias

revolucionarias en todo el mundo. Y ver qué pasa en la ciudad y

Argentina, claro-.

8

El día de la cosecha fue una fiesta. El almanaque decía que

era 22 de abril. Hubo que hacer varias reuniones varios días seguidos, y hasta dos por día, para ponerse de acuerdo en qué día

el THC estaba a punto. Ninguno sabía demasiado, pero todos

opinaban con entusiasmo. Unos decían que algunas estaban a

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punto y que a otras les faltaba, que había que cosechar planta por

planta. Al final se acordó cosechar todo el sábado a la tarde.

Antes de empezar a recoger los cogollos, el Rulo silbó La Marchita y los dedos en v se elevaron al cielo. No hubo cura

católico para bendición alguna. Nadie lo llamó. Tampoco hubo

palabras de ocasión de las autoridades municipales. Ariel organizó el trabajo. Siete grupos de tres y una de

cuatro, uno por cada planta, seis hembras y una hermafrodita, que ofrendó generosa cientos de semillas. Primero quitaron con

delicadeza las hojas, luego cortaron las ramas con unas tijeras de

podar y las colgaron del tallo en el galponcito de las herramientas, oscuro, fresco y aireado, ideal para esta etapa del secado.

-¿Ya se puede probar?.-

-No, hay que esperar como quince días, al menos, pero algo podemos secar de apuro entre papeles de diario-.

-Dale-.

-Con los cogollos verdes se puede hacer una torta o hay que esperar?-, preguntó Emiliano.

-No. Hay que esperar, porque el THC se tiene que secar.

Pero después lo averiguamos bien en Youtube, ahí hay una pila de videos y googleando podemos encontrar más info, hay miles de

páginas sobre la marihuana.

-¿Ya se puede fumar?-, dijo Agustín. -¿Y vos que querés fumar, qué edad tenés?.-

-Diecisiete-.

-Sos menor, los menores no fuman-, le dijo Emiliano. -Asi que puedo manejar un auto con dieciséis, que puede ser

o es un arma, pero no puedo fumar un porro. Dentro de un año me

pueden mandar a morir por la Patria a una guerra de mierda, pero no puedo fumar un porro. Puedo trabajar y ser explotado, pero no

puedo fumar un porro. Si un psiquiatra me receta un psicotrópico

que me deja tarado está bien y todos están de acuerdo que tome las pastillas, pero no puedo fumar un porro-, se quejó el pibe con

los brazos en jarra.

Y no aflojó.-Como los otros compañeros, a la Evita la regué durante los últimos seis meses. Y como delegado de los otros

compañeros que estamos en la misma situación queremos que

este tema se trate en a-sam-ble-a-, deletreó, sin ocultar la bronca.

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-No sabía que había delegados-, dijo Emiliano como

desconfiando, porque no sabía nada. -Está bien, habrá asamblea,

pero esto no se si se arregla con una asamblea- dijo el dirigente.

9

La asamblea reunió a pibes, sus papás, las mamás, los tíos, un par de punteros, la jotapé en pleno, los universitarios, el

Gringo, el médico de la salita del barrio, Raffo y unos cincuenta

vecinos más. La cocina de la Unidad Básica rápidamente se colmó y hubo que salir al patio.

-Estamos reunidos acá porque un compañero de 17 años

plantea que los de su edad quieren usar marihuana, ya sea en cigarrillos o en comidas. Y hay quienes ponen reparos. Queremos

escuchar las opiniones. Empezamos por Joselito, que pidió la

asamblea- dijo Ariel. -Primero vamos a dejar en claro de qué tipo de planta

estamos hablando y cuáles son sus características-, arrancó

diciendo el chico, que quería estudiar de médico. La cannabis es una planta con usos industriales, medicinales

y recreativos, además de alimentarios, como el caso de las

semillas, ricas en vitaminas y aminoácidos, muy nutritivas, que forman parte de la dieta de muchos pueblos de Oriente. No es

adictiva y sí tiene muchos usos. La cannabis se usa para paliar los

padecimientos de asma, el glaucoma, tumores, controla las náuseas y vómitos consecuencia de la quimioterapia. El cannabis

es útil para muchas personas que padecen epilepsia. En 1971, el

Medical World News informó lo siguiente: “La marihuana es posiblemente el antiepiléptico más potente conocido hasta el

momento por la medicina”.

El pibe siguió enumerando los beneficios de la maría para afrontar la esclerosis múltiple, dolores de espalda y contracturas

musculares. Hasta la década de 1960, en Sudamérica se trataba el

reumatismo con hojas y flores de cáñamo calentadas en agua o alcohol. Esta forma de medicina a base de hierbas se utiliza hoy

en día ampliamente por las áreas rurales de México, América

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Central y Sudamérica, y también la utilizan los latinos de

California para curar los dolores causados por la artritis.

Para muchos, el cannabis es el mejor expectorante natural para limpiar los pulmones del humo, el polvo y las flemas

producidas por el tabaco. Cuando la marihuana se fuma, dilata las

vías respiratorias de los pulmones, los bronquios, permitiendo así que penetre más oxígeno en los pulmones. También es un buen

dilatador natural de las vías respiratorias menores, los bronquiolos.

-Perdone compañero, pero cuánto tiempo más le tomará

enumerar todas esas virtudes, porque hay muchos que queremos hablar-, dijo el Negro Curtido.

-Bueno, resumiendo, como dice Joaquín Sabina, queremos

tener el derecho de fumar un porro recreativo, hay que decirlo así. Si pese a que somos menores de 18 años fumamos cigarrillos de

tabaco que son malísimos, por qué no podemos fumar chala, que

todos dicen que es una planta medicinal-. -Que opine el doctor!-, casi rogó la mamá de Joselito.

-La política prohibicionista de las drogas y la persecución a

los consumidores fracasó en todo el mundo, como no podía ser de otra manera. O sea, que por la fuerza nadie deja de consumir

nada- empezó diciendo Raffo.

Acá estamos hablando de una planta fundamental en la historia del Hombre y la Mujer. Antes que los cereales, el humano

domesticó el cáñamo, que le dio alimento con las semillas,

vestido y abrigo con las fibras de su tallo, y empleos medicinales con las flores. Es una medicina muy segura, no se conoce ningún

caso de muerte en 5.000 años por ingerir o fumar cáñamo.

Durante 3.000 años, hasta 1842, una gran variedad de extractos de marihuana, cogollos, hojas y raíces, fueron las

medicinas más comúnmente utilizadas en todo el mundo para la

mayoría de las dolencias humanas. Y el cáñamo crece en todo el mundo, en casi todos los climas y se adapta a las peores

condiciones de sequedad o de frío, es una planta “de combate”,

podríamos decir. Y fue prohibida por el gobierno de EE.UU en 1937 por motivos netamente económicos, porque el cáñamo era

una competencia para el empresario Du Pont que patentó los

procesos para elaborar plásticos a partir de aceite y de carbón, así

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como los nuevos procesos en los que se utilizaban sulfato o

sulfito para la elaboración de papel a partir de pasta maderera.

El empresario periodístico Hearst era dueño de enormes extensiones de bosque, que pensaba triturarlos para hacer papel de

diario para sus periódicos, y si el cáñamo se extendía, él perdería

un negocio de millones de dólares. Porque el cáñamo da un papel de excelente calidad, fue el que usaron en Oriente para

documentar su cultura. Cristóbal Colón llegó a nuestro continente gracias al cáñamo, porque las velas de las carabelas y las sogas

eran de cáñamo.

En América, hasta la década de 1820 y hasta el siglo XX en la mayor parte del mundo, el 80% de todas las telas y tejidos

usados para la fabricación de prendas de vestir, tiendas de

campaña, ropa de hilo, alfombras, sábanas, toallas, pañales, incluída la bandera norteamericana estaban elaborados

principalmente con fibras de cannabis.

Durante miles de años Irlanda fabricó la más delicada ropa interior de cáñamo, porque es más suave y cálido que el algodón,

su capacidad de absorción es mayor, su resistencia a la tensión

tres veces superior y es mucho más duradero. Pero el empresario yanqui Du Pont tenía que vender sus “fibras plásticas”, derivadas

del petróleo, que reemplazaron al cáñamo, tras lograr que el

gobierno aprobara la prohibición. El nylon, inventado en 1935, también ingresó en el mercado en 1938 patentado por Du Pont.

Hasta 1883, del 75 al 90% del total del papel que se

utilizaba en el mundo se fabricaba con fibras de cáñamo, incluyendo Biblias, libros, mapas, papel moneda. El papel de

cáñamo dura siglos. Además, el cultivo de cáñamo no necesita

productos químicos o agrotóxicos, como el algodón o la soja transgénica de Monsanto, que devasta los suelos y con el glifosato

y otros tóxicos mata toda la maleza y el resto de las plantas, con

lo cual afecta el ecosistema, matando fauna y flora y dejando a los pájaros sin comida. Por eso ya en el Partido de Azul hay zonas

donde no hay pájaros, claro, de qué se van a alimentar, de soja

transgénica?. Para los pájaros no hay alimento más completo que las semillas de cáñamo, que las prefieren a cualquier semilla. La

semilla de cáñamo, hasta que se la prohibió en 1937, era el

principal alimento tanto para los pájaros en libertad como para los

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domésticos. En 1937 se vendieron al por menor en EE.UU 4

millones de libras de cañamones, así se llaman las semillas, para

alimento de pájaros. Pero no es solo alimento para pájaros, la proteína de la

semilla de la marihuana es una de las proteínas vegetales más

adecuadas, completas y aprovechables que existen para la Humanidad. El cañamón es la fuente alimenticia básica más

completa para la nutrición humana. Cuando se prohibió la marihuana en EE.UU, los diarios de

Hearst inundaron con mentiras que se hicieron carne y verdad

revelada, como que los negros fumaban porro y salían a violar a las chicas blancas. Pero en 1948, los argumentos para seguir

prohibiendo la cannabis fueron otros, diametralmente opuestos.

Ahora el tema era que los comunistas querían vender hierba a los jóvenes norteamericanos para debilitar su deseo de lucha, para

convertir a los EE.UU en una nación de zombis pacifistas. Y tenía

razón. Imaginen, Texas, EE.UU, 1968. Un granjero de 20 años y su novia y sus amigos fumando porro a la sombra después de la

cosecha de maíz. Y viene el Tío Sam y les dice que tienen que

alistarse en el ejército para ir a matar vietnamitas, en nombre de la libertad. Y muchísimos jóvenes yanquis se opusieron a la guerra

de Viet Nam, se negaron a ir a combatir para el imperialismo y

finalmente Estados Unidos se fue derrotado de Viet Nam, en lo que fue una de las peores derrotas de su historia.

-Está bien doctor –dijo la mamá de Joselito, algo cansada

pero interesada en los argumentos, que consideró racionales. -Y qué pasa que los chicos acá no tienen epilepsia ni asma

ni reuma y se la pasan fumando todo el día- gritó desde el fondo

Teresa, mamá de tres chicas, de 11, 14 y 18. -¿Y cuál es el problema?.-, preguntó Raffo.

-Cómo cuál es el problema, que no hacen nada de nada-.

-¿Y que es lo que tienen que hacer que no hacen?-. -Estudiar, ayudar en la casa. Acá riegan la quinta, pero en

casa no mueven un dedo, estoy cansada, dónde están mis

derechos- se quejó Teresa y muchos aprobaron sus dichos con la cabeza.

-Y el problema es el porro?-.

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-Yo fumo porro y estudio y juego al fútbol y no estoy en la

esquina-, dijo el Cholo, de flamantes 21 años.

-Acá no hay trabajo para nadie. Mi hermano trabaja en negro, en el campo, y no le alcanza. Y no fuma porro.-.

-El asunto no es la sustancia, sino el deseo tanático que

inocula el capitalismo, si los chicos fuman y no hacen nada, es porque no les estamos ofreciendo algo digno, si están como

detenidos, charlemos, acá están en marcha cooperativas, talleres, una universidad popular. Y está todo casi listo para los programas

de intercambio de estudiantes con Venezuela, Bolivia, Cuba,

Paraguay y Nicaragua. Además, cuántos son los que se tildan en una esquina fumando porro?. Y no van a estar toda la vida así. Me

parece que se agrandan las cosas y que nos estamos ahogando en

un vaso de agua. Me disculpan por favor, me retiro, tengo que volver al hospital a atender casos importantes- dijo Raffo.

-Bueno, todo arreglado entonces- dijo Emiliano, como para

distender la asamblea y también para darla por terminada, gesto como calcado de los métodos de la burocracia sindical de la

Unión Obrera.

-Todo arreglado pero que hacemos con el porro-, preguntó Rosario, la tía del Roque.

-Que cada cual vea con sus cada quienes qué actitud tomar

respetando los más elementales derechos humanos y ciudadanos, y el que tenga problemas de alguna adicción, lo ayudamos entre

todos, además del hospital público con sus médicos y psicólogos,

si es necesario. Las sustancias o las drogas y su uso o abuso no son problemas policíacos, sino sociales y de salud y que con

educación e inclusión social se pueden mitigar en buena medida-.

El grito de gol que salió de un televisor de la casa vecina nos recordó que todavía jugaba Boca por la Intercontinental y que

además era la hora de la cena. Los asambleístas se fueron a sus

casas, casi todos.

-Bueno, vamos a fumar uno de esos finitos, porque esto de

la maconia es un asunto que quema-, bromeó la Colo.. -Dale-.

Caminamos sin hablar por las calles de tierra con olor a

pampa, a llanura, a cardo, serpenteando los terrenos de la

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corrugadora, un enorme sólido y vetusto edificio de ladrillo visto,

ganado por las enredaderas. Todavía había estrellas sobre

nosotros cuando nos recostamos en el pasto húmedo a la orilla del arroyo, que corría lento y plateado por la luna que de a ratos se

mojaba en sus aguas. Busqué con mis dedos sus dedos hasta

rozarla, amagó a retirarla, pero ella dejó su mano. Volví a buscarla, hasta tocar otra vez suavemente su piel y así nos

quedamos un rato, los dos sin saber que hacer, hasta que me tomó la cara y me dio un beso largo, suave hasta que todo fue un mar

de manos y pies incendiándonos en silencio.

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CINCO PAJAROS VOLANDO

La partida del tren estatal se anunciaba para las 5.10 de una

madrugada de ese invierno. Había salido de Plaza Constitución y

atravesaba la pampa hasta Bahía Blanca, parando en todas. El convoy aguardaba pegado al andén cuando Bachi llegó corriendo

y se trepó de un salto al primer vagón que encontró a mano.

Ricky, más tranquilo, subió silbando, con un bolsito azul gastado como todo equipaje. Migue cargaba la mochila más pesada.

Todos hasta las manos con artane, el ácido lisérgico de los pobres.

El Pelu, acostumbrado a navegar en mares encrespados, se deslizó en uno de los asientos de cuerina marrón tajeados de clase turista

y se puso a charlar con una piba, que resultó ser de Hurlingham y

de Escorpio como él. Eso contó. Dos pueblos más adelante, se habían invisibilizado bajo un par de frazadas.

A poco de andar, Bachi corría de una punta a la otra del

coche a los alaridos, como un poseído. El pasaje miraba entre espantado y sorprendido. Cuando pasó corriendo por tercera vez,

Pelu lo manoteó de un hombro y lo sentó de prepo, con una

sonrisa. Bachi se calmó. Saqué de mi bolso un tetrabrick de tinto

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y le dimos unos buenos tragos. Cuando vimos al chancho fuimos

a esperarlo al fuelle, al lado de los baños hediondos.

-¿Boletos?. -No tenemos. Somos estudiantes, vamos a Sierra de la

Ventana.

-¿No saben que no se puede viajar sin boleto?. ¿Y si los bajo?. ¿A ver, cuánto juntan?.

Catorce pesos, entre todos. El guarda protestó, se hizo el enojado un rato pero se guardó los billetes arrugados y las

monedas en el bolsillo de la chaqueta marrón.

A Sierra de la Ventana habíamos ido varias veces, a escalar

el Cerro Ventana y el Tres Picos, cuya cima jamás pudimos

coronar. En el último intento nos perdimos y bajamos entrada la madrugada por una quebrada, con el fulgor de la luna llena por

toda lumbre, con el riesgo de quebrarnos una pierna. O rompernos

la cabeza. El único testigo fue un gato montés que nos mostró los dientes desde un peñasco, para luego perderse de vista, molesto

con esos intrusos inesperados.

Sierra era lo agreste, lo salvaje. Un viaje sin control. Una especie de entrenamiento de supervivencia de un grupo mezcla de

boy scouts con freaks posmodernos, paridos por una clase

trabajadora devaluada, pero que supo estar bien, aunque duró poco. Siempre lo bueno parece que, como llega, algún día se va, a

veces de golpe, de un tajo, con botas militares, bestiales, otras,

con gobiernos surgidos del voto popular, que con una pátina democrática, de a poco, van cercenando derechos laborales y

sociales. Hay que pagar la deuda externa, dice Alfonsín, cuenta

Pelu. Y los diarios y la televisión de la burguesía te lo confirman. Hay que pagar dicen a coro gobiernos, economistas liberales y

periodistas correctamente políticos, todos dicen que “no queda

otra”. Hay que honrar la deuda, afirma el presidente y todos sus ministros y todos sus secretarios y alcahuetes y

recontraalcahuetes, que te transmiten en cadena. Mientras tanto

los wichis y tobas se mueren famélicos en ranchos miserables, no pobres, miserables. “Eso” va en página 39, nunca el domingo, y

menos en tapa, porque los lectores, suponen los grandes medios,

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no quieren arruinarse el día de descanso con dramas de indios del

Impenetrable chaqueño.

Los supuestos acreedores de la deuda odiosa, bonistas y

potencias extranjeras aliadas a los imperialismos con el visto

bueno del fondo monetario internacional, cobran todos los meses cientos de millones de dólares, con la plusvalía que le extraen al

trabajador, mientras los indigentes, esos hermanos que, hace rato que no saborean un asado o sobreviven a duras penas, meta arroz

y bife, cuando hay, que al final es lo más económico y llenador,

dicen, pero sólo cuando hay, a veces no hay, muchas veces no hay, en miles de mesas al mismo tiempo.

Bachi era un artista, un trabajador de la cultura. Titiritero, marionetista, músico, cantor, entre otros metier. Un tipo bárbaro,

super divertido, siempre de buen talante, dispuesto a dar una

mano desinteresada. Era un trabajador de la cultura popular y lo ganaba una fiebre por hacer. Coger y hacer. Hacer y coger, que es

lo mismo que empujar para que alguna revolución asome en el

horizonte. O sea, por ahora bien lejos. Bachi, por lo pronto, no respetaba ningún derecho de propiedad sobre las personas, lo que

de vez en cuando le traía aparejado rencores profundos con algún

macho posesivo y poco socialista decía, porque yo a las mujeres no me las quedo. Compartíamos también Ricky, Migue y Bachi

que éramos periferia o militantes, según la ocasión, del

Movimiento Al Socialismo Auténtico –MASA-, mentor de la Liga de los Devotos de la Cuarta Internacional.

En realidad nosotros éramos un bardo, pero nuestra

dirigencia no era más presentable para la pacata sociedad azulense. El candidato a intendente, Marcos Lile, bibliotecario,

poeta, cantante y bajista de la banda de rockanroll El Boleo y de

grupos de cumbia que animaban bailes los fines de semana en clubes como Chacarita, Velocidad y Resistencia y San Martín.

El candidato a primer concejal, el Pichi Aguilar, guitarrista

de El Boleo y dueño de un bar, La Tanga, donde se respiraban aires libertarios y se disfrutaba de un clima de franca algarabía.

Todo a media cuadra de la gloriosa federal.

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El MASA era lo más divertido de todo ese circo político. En

el último tramo de la campaña, desde la tele del bar, vimos el

debate de los candidatos a intendente. -¿Y ustedes que van a hacer si llegan a la intendencia, cuál

es el plan?-, inquirió el periodista al candidato del MASA.

-Nosotros no vamos a hacer nada. Con el desastre que hace el resto, peronistas y radicales, con que no hagamos nada, alcanza

para estar mejor-, retrucó el Ruso.

Una noche de enero en La Tanga, Ricky, que trabajaba en la cocina preparando hambuerguesas y panchitos, se declaró en

huelga en reclamo de mejor salario. El bar estaba de bote a bote.

Para acentuar la protesta, amontonó mesas y sillas al medio del bar y se trepó a la bicicleta de Monzón, un paisano buenazo en

una de cuyas botas de trabajo que dejaba en el bar apareció un

paquete de porro, puesto y sacado por una mano federal, en un allanamiento amañado e irregular que merecería un capítulo

aparte.

El caso es que Ricky entró a dar vueltas y vueltas en el salón. Migue, que estaba dando una mano para destapar y vaciar

botellas de cerveza se sumó gustoso a la medida de fuerza y a

putearlo al dueño del bar. La Gorda Go también sumó su voz en defensa del singular proletario. Viendo que la cosa se

descontrolaba y la clientela empezaba a simpatizar con el

huelguista, Pichi dejó la barra –y la caja registradora- y encaró al empleado.

-Está bien, pará de dar vueltas. Hablemos. ¿Cuánto querés

de aumento?-. -Pasar a ganar 600 pesos-, articuló Ricky como Tarzán.

-¡600 pesos!. Un delirio. ¡Es un aumento del 400 por

ciento!- -Sí, un delirio. Pero si no, no hay arreglo y se pudre todo:

cerramos la cocina por tiempo indeterminado y tomamos el bar.

-Está bien, 550 y estamos.- -Hecho-.

Patrón y trabajador gastronómico rigurosamente en negro

estrecharon la diestra y Ricky se calzó el delantal y volvió al

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yugo. Festejamos en la cocina descorchando un tres cuarto

reserva 1980, reservada seguramente para otra ocasión y otros

paladares. De aburrido miré el cieloraso y en el blanco dos hamburguesas adheridas, a medio cocer. Cosas de Ricky,

precisamente, el que tenía el sartén por el mango, pero que a las

hamburguesas las daba vueltas en el aire y alguna que otra se obstinaba en quedarse estampillada en el techo. Más precisamente

dos.

Los actos de campaña del MASA eran una mezcla de mitín anarquista de principios de 1900 con un happening de Marta

Minujín. Un domingo, a pocos días de las elecciones, se montó un

acto en la plaza principal, con El Boleo como atracción. Ametrallaban los acordes de Sábado a la Noche cuando el Ruso,

borrachísimo, salió del bar del gran hotel y traicionero agarró a

golpes a los músicos con el soporte del platillo de la batería. Hubo heridos leves del bando socialista y un contuso del otro: el pseudo

falangista, dolorido por los golpes de puño que le abollaron la

cabeza y le pusieron un ojo que ya se tornaba morado y amagaba a cerrarse.

El sainete acabó antes de que se acercaran, al tranco, los

agentes de la ley y el orden. Pero lejos de llevárselo preso al pichón de gorila, casi le pidieron disculpas y lo trasladaron a la

guardia del hospital. Era uno de los dueños del pueblo. Al punto

que otra noche, también de copas, se puso a correr carreras en auto sobre la vereda de la plaza. Nadie dijo nada. Claro, era hijo

de un terrateniente. Y amigo íntimo del marino con familia en

Azul, Alfredo Astiz, torturador y secuestrador de monjas y madres de Plaza de Mayo.

A la madrugada, con el sol bostezando en el horizonte,

llegamos a Sierra de la Ventana. Bajamos en orden. Eso creo. A

pie, nos quedaban diez kilómetros hasta la Villa. Migue apenas podía con la mochila, un bolsón deforme hecho por él mismo.

Llevaba la carpa y la marmita que nunca usamos. En la colimba,

Migue salió en la última baja. Castigado dos por tres, pasó el

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tiempo entre el calabozo y las interminables guardias, en la base

aérea de Tandil. En trece meses de servicio militar obligatorio no

aprendió mucho. Sólo le alimentaron el odio a los uniformados, esos que fueron dictadura en casi toda América Latina.

Migue, de espaldas anchas, se ganaba chicas como bajista

punk. Mal no le iba. Vivía frente al Colegio Politécnico, donde lo habían echado por insoportable. Desde la ventana de su cuarto le

tiraba borradores y lo que tuviera a mano al colegio, mientras atronaba en el viejo winco La Pared de Pink Floyd. De vez en

cuando embocaba algún proyectil por la ventana del salón de

primer año, nos dábamos cuenta por los aplausos y los hurras de los chicos.

Con el frescor de la mañanita marchamos ocupando el ancho

de la ruta, arrastrando los borcegos y cansados como perros.

Hicimos dedo y nada. Finalmente llegamos al camping. Nos sentamos en el verde y otra vuelta de artane, para festejar el

arribo.

Como pudimos armamos la carpa. Costó un Perú. No dábamos pie con bola. La carpa, esas de lona gruesa para seis

personas, se empecinaba en tambalearse y quedar torcida. No se

como pero la pusimos en pie. Comimos una galletitas y tomamos unas bolas más. Ya habíamos perdido la cuenta de cuantas

habíamos deglutido.

Sin aviso la noche se nos vino encima y empezó a sonar la orquesta. La locura más bizarra se adueñó del campamento.

Estábamos endemoniados, transformados, nos sentíamos como

bronceados por dentro, como dijo Miriam asustadísima, después de tomarse un té de belladona, que justamente no era para ella.

Pelu se abrazaba a un añoso eucalipto.

-¡¡¡María Celia, te amo!!!-, gritaba desaforado Pelu, con la cara pegada a la corteza, que le parecía suave como el terciopelo.

No se veía nada. No teníamos farol ni linterna. El delirio

salió disparado para el lado militar. Pelu, Ricky y Migue acababan de salir de la colimba. El único que había zafado por

miope era yo. Pero ahí estábamos todos, espalda contra espalda.

Los chicos se trataban de soldados y veían ingleses y gurkas por

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todos lados. Cuerpo a tierra, Pelu y Migue avanzaban a duras

penas sin rumbo fijo, esquivando cardos y ortigas.

-¡Cubran el flanco derecho, que no avancen!.- -¡Mi sargento, se ven luces anónimas!.

-Que nadie se achique!. Tagarna, venga para acá!. Hay que

hacer una trinchera!. López!. López, ayude al furriel!-. Las voces se superponían unas con otras y delineaban un

escenario bien belicoso. Si así era una guerra, yo no quería participar de ninguna.

Migue, como en otra película, se cansó de la fajina y

alimentaba el fogón con troncos y palos secos y verdes, lo que

había podido juntar al tanteo en esa negritud. Me senté con las piernas cruzadas frente a él. Un rato antes habíamos huido

despavoridos de la carpa. El refugio de lona se había

transformado en una nave intergaláctica, hermética, sórdida, que nos transportaba por control remoto a la velocidad de la luz.

-Y eso?.

-Saturno debe ser. Y allá Júpiter, creo. -¿Todavía estamos en el sistema solar?-.

El diálogo se ponía espeso. Ya cruzábamos la Vía Láctea y

nos perdíamos en los confines del universo. La atmósfera que nos envolvía nos metió para adentro, típica posición mulita. Me quedé

en silencio. Parecían oírse gritos desgarradores y aullidos de lobos

en sonido cuadrofónico. -¿Viste eso?.

-Sí.

Sin mirarlo de frente, con el rabillo del ojo, lo veíamos a Pelu, bien pegado a la tierra. Se arrastraba como un gusano,

pasando al lado nuestro, iluminado a medias por el resplandor de

la fogata. Cebamos unos mates, bien calientes, poca yerba y nada de

azúcar. Amargos como la hiel.

-Un cadáver, ahí-. Esta realidad no nos daba respiro. Ahora veíamos gente

despanzurrada.

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El muerto era una silueta retorcida, indefinida, grisásea. Eso

debía ser el pantalón, del cuerpo que yacía boca abajo, a pocos

metros, medio oculto entre los yuyos. -No le prestes atención. No hay nada que hacer- dijo Migue

con un dejo de fastidio, vigilando bien atento la pava que se

calentaba entre los rescoldos. Un frío taladrante me trepó centímetro a centímetro desde

los talones por la columna vertebral, hasta la punta del último cabello. El ruido de motores nafteros regulando entre las sierras

había cesado.

-Tomá- me alcanzó otro mate. -No puedo. No puedo estar en medio de tantas tumbas-.

En una hondonada, contra un alambrado, se recortaban una

treintena de cruces blancas de madera, desparejas, mal clavadas en la tierra negra arada.

-Todas NN. Todos compañeros desaparecidos-.

-¿Estará enterrado allí también el Gaucho?-. -No sé, son todos los azuleños. Los milicos los enterraron

acá, cinco mil tiraron al Río de La Plata desde los aviones y otros

25.000 fueron acribillados, dinamitados o quemados al lado de cualquier ruta o descampado, o enterrados clandestinamente en

fosas comunes en regimientos, escuelas o cualquier cementerio. Y

a sus hijos paridos en las mazmorras apropiados por represores bajo otra identidad.

Nos callamos otro rato, cavilando ese asunto espinoso.

Estábamos en medio de un camposanto. Si se recorre la zona, en las laderas de los cerros todavía quedan en pie derruidas pircas de

corrales de piedra, levantados por indios pampas, dueños y

señores del lugar por 13.000 años, diezmados, sometidos y esclavizados por las tropas del general Julio Argentino Roca.

No lo vimos venir. No se escuchó ni el ruido de una ramita

al quebrarse, cuando la pisan al descuido. El hombre llegó

atravesando la negrura, empujado por el viento, que es viejo y sigue soplando. Vestía pantalón y camisa de grafa verde y

borcegos negros, gastadísimos. La barba apenas le dejaba ver las

facciones de la cara, pero se veía que era lo que las señoras dicen

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un muchacho bien parecido. Nos pusimos de pie. Nuestras

miradas se encontraron. Por unos largos segundos nos

semblanteamos. Vi el futuro en sus pupilas mansas. -Me llamaron por acá-, afirmó con voz clara.

-¿Nos conocemos?- pregunté.

El aparecido me miró y sonrió. -El Gaucho- se presentó.

Nos estrechamos la mano. -A ver ese mate, me parece que hay que ensillarlo

compañero-, dijo el recién llegado y estiró los dedos para alcanzar

el paquete de medio kilo de yerba mate. Mientras llenaba la calabaza, volvió a hablar.

-¿Así que me llamaron?-, insistió.

-¿Vos no caíste en Villa Corina?-. -Eso dicen. Pero acá estamos, por todos lados. Por los

ranchos más humildes, en las villas, el campo, las ciudades,

fábricas, talleres, las escuelas, en los cañaverales, las cárceles. En cada hombre y mujer que lucha en cualquier lugar del mundo

contra la injusticia, ahí estamos.

Dio una orden imperceptible con la mano y se acercaron otras caras.

-Chito, el Tigre, la Colo y Segundo. Todos milicianos-.

-¿Y qué andan haciendo ustedes por acá?. -Pasábamos nomás…-.

-Ahá, así que pasando…Difícil hacer la revolución con tanta

pastilla- razonó el Gaucho, pasándose una mano por el cabello rubio.

Los insurgentes se sumaron a la ronda alrededor del

fueguito, que humeaba fiero con la leña verde. -¿Leyeron a Castaneda?.

-Algo- contesté.

-¿Y no aprendieron nada?- nos fulminó el Gaucho. Nos miramos con Migue y agachamos la cabeza. A mí me

empezaba a agarrar como una angustia en las tripas, que me subía

hasta la garganta. -Por lo menos al Mal de Parkinson le van a esquivar, ya

deben estar inmunizados-, bromeó y ahora se reían todos. Creo

que se reían compasivamente de nosotros.

Page 83: LIBRO Compilado

La Colo sacó de un bolsillo un cogollo, que se lo veía todo

un primor. En la palma de la mano lo desmenuzó despacito y con

un papelillo de cáñamo armó un cuete envidiable. Le dio lumbre con una ramita encendida y aspiró el humo, entre divertida con la

situación y una ligera bronca con nosotros, como un fastidio.

Sabíamos que los combatientes apenas tomaban alcohol y ninguno usaba sustancias químicas.

-Te cambio -me dijo la Colo-. Descartá las pastillas y te dejo un poco de yuyito. Fijate, la industria farmacéutica vencida por un

producto natural, que es como la lechuga y cualquiera la puede

usar, sin contraindicaciones. Es la misma que vos cultivás en tu casa y que te riega tu mamá. Un remedio que no se compra ni se

vende.

El zeppelin canábico fue pasando de mano en mano. Me tiré en el pasto húmedo de rocío y dejé fluir los pensamientos.

Cuando desperté, Migue dormitaba tapado a medias con una

frazada vieja y con el mate en la mano. El fuego se había apagado, apenas quedaban algunas brasas.

-¿El Gaucho?.

-¿Qué Gaucho?-. -El que vino con el grupo, los compañeros- me desesperé.

-Acá no vino nadie-.

-¿Y esa tuca?-. Al lado de la tuca, un bollito de papel con un cogollito

adentro. El papelito tenía una nota garabateada, escueta, en letra

manuscrita, tamaño hormiga: “No aflojen”. Y más abajo otra frasecita, con otra letra, de otra mano: “Pónganse las pilas

carajo!”.

Nos envolvió un deseo de salir corriendo, pero las piernas no nos respondían. Tampoco había donde ir.

-De acá nadie sale vivo, decía el poeta Jim Morrison-,

recordó Migue. Pusimos el puchito en una tuquera hecha con la estampilla

del atado de cigarrillos y fumamos tranquilos.

-Para el santo-, dije y arrojé la tuquita en el verde pasto.

Page 84: LIBRO Compilado

Las manos. Me las miraba. Eran mis manos. Estiradas, con

los dedos extendidos, un gesto de paz. Estas manos, unas como

estas, habían moldeado los primeros, defectuosos, cuencos de arcilla, cuando el sueño del ser humano recién despertaba sobre la

Tierra. Estas manos, unas como estas, habían empuñado

rudimentarias lanzas para cazar mamuts y llevar alimento a la tribu y compartirlo con todas las familias de los cazadores

recolectores. Estas manos, unas como estas, habían almacenado el alimento excedente y puesto empalizadas a la choza para

resguardarlo de los otros, otros iguales a él. Allí se rompió el

nosotros y nació el yo y la codicia. Con el yo nació a su lado, como casi sin querer, la propiedad privada, desconocida por esos

hombres peludos, apenas abrigados con taparrabos. Hasta

entonces, todo era de todos y para todos. Estas manos, unas como estas, empuñaron por primera vez

un garrote para matar a un semejante. Miles de siglos después

manos como estas fabricaron la bomba atómica y otras manos de uñas cuidadas, decidieron que había que probarla en el terreno y

así el infierno se desató en Hiroshima y Nagasaky. La vida no

vale nada para el capitalismo, los seres humanos sólo son un número en una larga fila, un código numérico almacenado en una

computadora.

En otras épocas, precapitalistas, hay que reconocer que tampoco la vida valía mucho. Los más pobres eran carne de cañón

en las guerras entre señores o reinos, o tribus. Los Mayas ofrecían

sacrificios humanos a sus dioses oficiales, los del poder, que sedientos de sangre pedían víctimas, pedían guerra. Después de

arrancarles el corazón con el cuchillo de obsidiana, la realeza se

daba un banquete con los cuerpos de los prisioneros sacrificados. Ahora no es muy distinto. Las guerras imperialistas enrolan a los

más despreciados por las clases dominantes, a los negros y los

hispanos, que el Tío Sam envía a meter bala a los pueblos del Medio Oriente, todo en nombre de la libertad.

Pero otras manos como estas, que ahora rolan un cigarrillo,

resisten con fusiles y bombazos a ese ejército de ocupación, que llega con la bandera de barras y estrellas a imponer un despiadado

modelo económico y político de explotación, degradación y

muerte. Hoy en día suman millones las personas en el planeta que

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no acceden siquiera a agua potable. Muchos africanos y palestinos

malviven en campamentos de refugiados.

Se tiró abajo el Muro de Berlín, pero luego se levantaron dos más, ambos con la plata de los trabajadores estadounidenses: en la

frontera de U.S.A con México y otro que separa a Israel y aísla al

pueblo palestino. Manos como estas cuidaron una plantita desde que la

descubrieron, unos cinco mil años atrás. La bautizaron Kif. Fue cuidada en un continente y en otro. Se cruzaron las semillas y

otras variedades vieron la luz. Para el pueblo era el cáñamo, para

los científicos, cinco mil años después, cannabis. Sativa la americana, índica la asiática. Pero cada zona tiene su verde, con

diferentes aromas, pegada y crianza. Incluso los ingleses la

utilizaban para fabricar prendas de vestir. En pleno siglo XXI sigue prohibida en muchos países y su

uso es discutido acaloradamente por intelectuales, pseudo

médicos, políticos y jueces. Mientras tanto, millones la fumamos y la cultivamos en patios y terrazas, en tierra o macetas, aún a

riesgo de perder la libertad.

Ricky no acató ninguna orden y atravesando la noche se fue

arrastrando hasta la casa del encargado. Debe haber tardado como un siglo en recorrer unos cien metros. Sólo se adivinaban

sombras. Apenas nos veíamos y nos tocábamos para saber quién

era el que estaba a nuestro lado. De pronto se escuchó un estampido, un disparo seco, que sesgó el silencio serrano, apenas

alterado por el chistido de alguna lechuza.

-Lo mataron a Ricky!-. No lo encontrábamos por ningún lado al flaco.Y nadie se

animaba a llegar a la casa del campinero. A los minutos nos

olvidamos que faltaba uno. La infantería inglesa, por ahora invisible, nos mantenía en alerta.

La imaginaria se hizo interminable. Ricky apareció a la

madrugada, entero, sin un rasguño. -Me voy para lo de la Chicha- anunció como si estuviera en

Azul. Y se fue convencido que ahí nomás y no a 300 kilómetros

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estaba el barrio de monoblocks grises. Se perdió entre los árboles

y no lo vimos más.

Al otro día, temprano, llegó un patrullero, silencioso, secundado por un jeep. A la ley la había llamado el encargado,

que estaba aterrado y encerrado con su mujer e hijos. Ni el perro

quería salir de la cucha y eso que estaba sin cadena. Al costado de la carpa, uno de los agentes removió con el

pie apenas la tierra y bajo un guijarro del tamaño de un poroto se asomaron un par de tabletas de artane. El cana más alto las

levantó, curioso.

-Y esto?-. -No es nuestro-.

No nos creyeron, por supuesto.

Al oído Migue me cuchicheó: -Ves esa bolsa de plástico. Ese era el peluquero muerto.- Y allá el campo arado, y no hay

cruces ni cementerio, ni nada.

No sabía como tomarlo, la verdad que no me acordaba de ningún peluquero muerto y sobre el cementerio, sólo tierra negra

y arada, pero en estas horas difíciles –así las había descripto

después Pelu-, todo podía ser en el País de las Maravillas. Obedecimos la orden de desarmar la carpa. Pelu, diligente,

había sido el primero en juntar sus cosas. Se quedó con la bolsa al

hombro haciendo conversión en el lugar. Zapateaba parejito, con armonía, en una baldosa.

-¿Y a este que le pasa?- preguntó el oficial.

-Yo lo arreglo-, dijo Migue. -Tagarna!. De frente…march!-, gritó y Pelu arrancó con el

pie derecho, como si estuviera en un desfile patrio.

El oficial no lo podía creer: Pelu con paso marcial ya se subía al jeep. Nosotros ocupamos la patrulla, entre divertidos y

asustados.

-Ustedes no eran cinco?. -No, somos cuatro.

En el camino de salida, ahí nomás, apareció tirada una

camisa. El milico paró el auto y la levantó. Era de Ricky. Unos pasos más allá, una media rota y una sola zapatilla.

Tomamos la ruta que lleva a Torquinst. A los pocos

kilómetros, en un cruce, vimos a Ricky. Parecía un arbolito, al

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lado de un cartel de esos verdes que indican cuántos kilómetros

faltan para llegar a las próximas ciudades. Estaba sentado en un

mojón, en cueros, con cinco grados bajo cero. Y se veía que ya había perdido también la otra zapatilla.

Ricky, no lo podíamos creer, le hizo dedo al patrullero. En

realidad, se paró en medio de la ruta y agitó los brazos como si dirigiera el despegue de un avión.

-¿Este no es el amigo de ustedes?. Nadie dijo nada.

La patrulla dio la vuelta en u y paró en la banquina. Ricky

manoteó la puerta trasera y se subió, canchero. -Buenas, cómo andan?- saludó. Los milicos se cagaron de

risa.

Ricky fue batero del primer grupo de punk-rock azuleño.

Rapado, con cresta roja, ganchos en la cara, cadenas y muñequeras con tachas, lentes negros, campera de cuero negra y

pantalón roto por donde se lo mire, el Flaco invitaba al

comentario. Tenía una novia lindísima, a la que le hacía el amor a la siesta bajo una frondosa parra, a horcajadas en una silla.

La casona de la calle Artigas no tenía nada que envidiarle a la de los Locos Adams. Siempre había un mate amable. Tomabas

un par y al rato una pelotita de ping-pong de algodón te jugaba

sola partido revancha y bueno en el balero. Los chicos se empecinaban en mezclarle a la yerba cuanta pastilla tenían a

mano. Hasta el perro de Ricky se trastornaba. El Anfeto por ahí se

paraba, aparentamente sin motivo y se ponía a ladrar contra una pared. Cuando giraba algún carioca se anotaba enseguida y seguía

la ronda, esperando el humo en el hocico. El perro, chocho,

también disfrutaba la rica marihuana. Salíamos a fumar en auto y el Anfeto detrás nuestro. Como

veinte cuadras corriendo con la lengua afuera. Hasta que lo

subíamos al Fúnebre, el Falcon que se ganó ese mote por negro azabache.

Page 88: LIBRO Compilado

En la comisaría de Torquinst nos metieron en dos calabozos.

Nos trataron bien. Es decir, no hubo golpes ni cachetadas, ni

forreo, como el que estamos acostumbrados de parte de la inefable Bonaerense.

-Tomá-, me dijo Bachi. Sacó una tableta nuevita de una

botamanga del pantalón. La reserva. Colamos cuatro o cinco cada uno. A los veinte minutos, otra vez la cabeza como una calesita.

Nos tiramos en las camas, de cemento, duras. Muy duras. Intentamos dormir. Imposible. Nos pusimos a charlar. Se

escuchaba una radio. Creí oír un afiebrado relato de una carrera

de caballos. Me pareció raro. Me entré a reír como un descosido. Un milico gordo nos trajo un vaso de agua a cada uno. Nos sirvió

para bajar las ruedas y sacarnos un poco la papa de las gargantas

resecas.

Pelu había sido muy religioso, por su familia. Lo conocimos

en cuarto año del secundario. Aterrizó con nosotros después de haber sido echado de otros dos colegios. Cuando faltaba alguna

lapicera, había que verlo a él.

-¿Cuál es la tuya?-, preguntaba con voz amable. Y se abría el saco para que viéramos la colección que tenía en el bolsillo. O

sea, las lapiceras de medio curso. Las expropiaba como al

descuido. Pero si se las pedían las devolvía gustoso, como si él las hubiera hallado por un truco mágico y las cuidaba hasta que el

dueño las reclamara. Era un tipo muy solidario y de buen humor.

Se sentaba al fondo del salón, territorio de los plagas, lo más lejos posible de las profesoras. Porque eran casi todas profesoras, salvo

el de Algebra, el gordo Simeone y otro milico que era director de

la banda de la guarnición local del Ejército. -Saquen una hoja, que hacemos un ejercicio de análisis

matemático-. El gordo Simeone tiza en mano empezaba a

desarrollar la fórmula y llenaba el pizarrón, hasta que se le quemaban los papeles, porque no sabía como seguir. Entonces

borraba todo y anunciaba.

-Bueno, ahora un poco de Astronomía. Vamos con el telescopio a la azotea-. Y todos nos olvidábamos del problema,

que se había tornado dramáticamente insoluble.

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Tiempos de pelo corto sin tocar la camisa celeste y de

pantalón gris de sarga y corbata como uniforme. Tiempos de

aprender en las clases de Educación Física a marchar como soldados para los desfiles patrios, de adorar a la bandera y entonar

Aurora y el Himno a Sarmiento.

El regimen estudiantil se fue relajando. En 1982, los partidos del Mundial de Fútbol los seguimos por radio desde las

aulas. El gordo Simeone estaba de ligue: todos los partidos de Argentina le tocaban en sus horas.

La única discusión política en cinco años de educación secundaria duró medio minuto y se dio en una clase de

Instrucción Cívica, delirante nombre que le habían dado a la

materia los generales, que en plena dictadura pretendía desasnarnos sobre los secretos de la Democracia y la República.

La señora de Adorno, sentada con elegancia en una

banqueta del gabinete de Química, daba cátedra sobre los años setenta, que como una ráfaga se habían colado por la ventana en

la anodina clase.

-La muerte del general Eugenio Aramburu fue un asesinato de los Montoneros-, dijo la profe, como si recitara el preámbulo

de la Constitución Nacional.

-Aramburu mandó a fusilar a civiles desarmados en los basurales de José León Suárez. ¿O esos no fueron asesinatos?. ¿O

los bombardeos a Plaza de Mayo no fueron un crimen?-. La

réplica, con bronca, la enunció nuestra compañera sentada en la cuarta fila.

El juicio a Laura le salió de lo más profundo del pecho y nos

dejó con la boca abierta a todos. Era la hija de un viejo y querido militante peronista. La profe se tomó unos segundos,

interminables, antes de pronunciar palabra. Como si nada hubiera

pasado dijo abran el libro en el capítulo dos, de las obligaciones, todo con una mal fingida naturalidad. Ahora la señora de Adorno

habla, sigue fluyendo su prosa, no sé que dice, pero todavía se la

ve como un sauce sacudido por un vendaval.

No se cuántas horas habrán pasado y seguíamos encerrados

en la comisaría de paredes despintadas y con olor rancio a

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acaroína y humedad. Tal vez pasó una noche entera. Sin aviso

previo, con ruido metálico se abrieron los candados de las celdas.

De a uno nos hicieron pasar a declarar. Nos sentaron delante de un miliquito de civil con una olivetti y una hoja en blanco. No sé

qué querían que dijésemos, porque no teníamos nada para

declarar. Así y todo, cada uno dio con lujo de detalles su peculiarísima versión de los hechos. Todos testimonios

contrapuestos. En lo único que coincidíamos, al parecer, era que habíamos llegado en tren. El miliquito después de mucho teclear

se rayó y le dijo al oficial que no quería escribir más las

barbaridades, que sin querer disfrazábamos de verdades reveladas. -Reventaron a un peluquero de cuatro balazos y lo

enterraron en el cámping. La tierra todavía está revuelta. Al

costado de la entrada, entre dos olmos-, precisó Ricky. Al rato, vimos a un par de uniformados salir a la calle con

una pala de punta y una linterna de esas de cuatro pilas grandes,

seguro que para el camping. No aguantamos y nos descostillamos de la risa.

Como a la hora debe haber sido que volvió la partida, los

tiras calientes como una pipa. Habían cavado y nada, ni peluquero muerto ni tierra removida.

-Estos pibes están relocos- vociferaban con gestos de

fastidio. Como si fuera poco, cuando nos revisaron, creyeron ganarse

un ascenso. Se habían llevado para analizar una bolsa con medio

kilo de salsa blanca a la provenzal en polvo. Los tipos sospecharon que era cocaína. Bachi no los pudo convencer que

era para comer y no para tomar.

Luego de Ricky le tocó el turno de declarar a Pelu. Migue estaba a su lado, atento a lo que vendría. Pelu se sentó medio

inclinado, con las manos entrelazadas sobre las rodillas. Su cara

estaba algo rígida. Los ojos delataban que llevaba incontables horas sin dormir.

-¿Entonces?- El escribiente aguardaba con las manos sobre

el teclado y lo miraba de frente a Pelu, que disimuladamente trataba de pisar las dos o tres pastillas que desde el bolsillo roto

habían rodado a lo largo de la pierna y se habían escapado por la

botamanga.

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-Venía una manifestación de radicales por la avenida

Humberto, miles de personas. Del otro lado, al llegar a 25 de

Mayo, otra manifestación de peronistas, otros tantos miles, con banderas, cartelones y bombos, muchos bombos. Y en el medio,

el Rolo, mi cuñado, que como un rayo apareció calzado con una

bazuca. -¿Una bazuca?-.

El miliquito estaba fuera de sí, le transpiraban las manos y se le mojaban los sobacos de la camisa celeste. Justo un domingo

tenía que caer una banda de locos a arruinarle la tarde.

-Una bazuca- repitió Pelu y se paró. Hizo la teatralización sosteniendo en su hombro ese aparato mortal. Le ponía garra, no

era una vulgar pantomima. Pelu fruncía el ceño imitando a su

pariente. Cerraba un ojo y apuntaba para todos los ángulos. -Paaaaaammmm!!!!!- gritó Pelu con toda la fuerza de sus

pulmones, como si se jugara la vida en ese alarde de valentía,

porque sabía y quería que el milico saltara de la silla y nos quería ver las caras de pánico a todos nosotros. Una veta del peculiar

humor de Pelu. El alarido que resonó por toda la comisaría nos

tomó por sorpresa. El escribiente saltó de la silla, trastabilló y del julepe se le cayó la nueve milímetros. El fierro rebotó en el piso y

se disparó con una explosión que retumbó como un cañonazo. El

balazo agujereó la gorra de un sargento y se incrustó en el techo. Los milicos llegaron corriendo de todas las oficinas y el más

veterano se acordó cuando un grupo de muchachos tomó la

comisaría en 1972 y les hizo cantar la marcha peronista. Nosotros quedamos desparramados boca abajo, pálidos como una hoja en

blanco.

-Llévenlos al calabozo, mientras vemos que hacemos-, ordenó el oficial, exasperado.

Los minutos se estiraban como chicle. Difícil saber cuánto más estuvimos presos. Al fin llegó el comisario. Parecía que lo

habían despertado de la siesta. Un tipo fornido, grande como un

ropero y cara avinagrada. No me acuerdo que nos dijo, pero levantó varias veces el puño amenazante.

Firmamos como pudimos unos papeles. Nos devolvieron las

mochilas. La bolsa de salsa blanca se la quedaron. El jefe nos

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echó de la taquería y del pueblo también. Todavía alucinábamos

cuando ganamos la calle y el sol nos dio en la cara. Otra vez

libres.

Con Migue nos fuimos para la terminal, a ver si había algún

colectivo. Pelu, Bachi y Ricky encararon otra vez para Villa Ventana. Cargaban con la carpa y se quedaron a un festival de

titiriteros. Llegaron a dedo en un camión de garrafas. Eso nos contaron después.

-Mirá-, me dijo Migue.

En el bolsillo chiquito del jean raído, ése que había escapado a la requisa, había pastillas para rato. Tomamos cuatro cada uno y

subimos al colectivo. Reclinamos los asientos y al rato volábamos

en trance zombi.

-Llegamos pibe-. El chofer me despertaba zamarreándome

del brazo. Habíamos regresado. Azul era Azul. Ahí estábamos. Otra vez en el casillero de largada.

-Nunca más-, prometimos con Migue. Y acto seguido nos

tomamos el resto de la tableta, para desandar el camino, en una mañana con un cielo que de a ratos dejaba asomarse un sol que

pujaba por entrar en la bóveda celeste para iluminarlo todo.

-Parece que va a llover-. -Ahá. ¿Trajiste capote?.

-¿Truman Capote?. Buen escritor. Sí, si escribís un renglón

como él te doy un premio. -Entonces habrá que tomar unos mates.

Nos fuimos despacito, al tranco, rebotando por las veredas

desparejas. Un día más en el planeta Tierra.

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OTROS RELATOS

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Las Pasionarias

Hay una mujer en este pueblo que alborota los cuarteles, subleva

las aulas y escandaliza las sotanas

riéndose y echando a manos llenas las semillas de esos sueños que seguiremos sembrando

que valen la pena ir tras ellos y con ellos porque, cómo no buscar urgente tu mano y comerte toda la boca

ahora que el mundo sabe como un helado de limón

Esa mujer se ríe, festeja la vida y se ríe Se les ríe en la cara a los fascistas y con esos ojos chispeantes les

dice

Bestias, viviremos aunque más no sea para combatirlos, porque no les entregaremos a nuestros hijos, que también vivirán

combatiendo al fascismo y así los hijos de nuestros hijos

Y el dueño del diario calla y censura Y el intendente municipal lo sabe

Y lo sabe el señor Obispo

Y el señor General también lo sabe Y todos coinciden que es una barbaridad

que esa mujer rompa las cadenas y llame a la revolución

Otras madres niñas, niñas madres de esta ciudad, la buscan a esa mujer que las da trato de hermana. Y le cuentan como esta mala

vida les arranca las ganas de vivir y que a veces ya no hay, no hay

nada para comer, pero nada de nada, le susurran. Esa mujer, la que ríe, escucha, piensa, siente y habla y entre mate

y mate compartido que les convida las empondera a esas niñas

madres, madres niñas que aprendieron a darse coraje unas a otras para liberarse de mil humillaciones y golpes insoportables, de esa

víctima de víctimas que les dice que las ama, que todo va a

cambiar Porque se puede, a veces ellas cuentan, que se puede, que es como

escaparse de una cárcel, como una película, una fuga

intempestiva, justo cuando el macho represor dejó el candado abierto, porque puede no haber otra oportunidad de salir viva

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o planean juntas una huida organizada, planificada, a la hora

señalada, llevándose lo necesario y cubriendo la retirada hasta

llegar a esa otra casa a salvo de esos golpes que astillan el alma Esa mujer inquieta a los fascistas

con su risa alimentando revueltas y organizando

la esperanza y a veces no para de amar y hacer y tiene que poner el despertador

para acordarse de dormir Y duerme abrigando un sol en una mano y una paloma en la otra.

Los fascistas la espían, porque no pueden imaginar

y respiran aliviados. Por lo menos duerme algunas horas y no jode, dice uno.

Sí, pero sueña, dice otro, y eso, subraya, no lo podemos controlar

y los sueños son peligrosos. Entonces los fascistas se persignan.

Y esa mujer ama soñando y sueña amando y alienta malones de

rebeldía, libertarios, hermosos, un ejército de pieles lustrosas, bronceadas, que la hicieron suya y juran a los cuatro vientos que

la defenderán con su vida

a ella bandera de la libertad.

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La patria de la primavera

El colectivo avanza en medio de la noche pagando peaje tras peaje en las rutas argentinas, rumbo a Buenos Aires. El pasaje

duerme como puede en asientos promocionados semicama, título

a todas luces pomposo. A mi lado, una señora busca acomodar su humanidad en el pequeño habitáculo. Y antes de cerrar los ojos

dice: “Estos son todos chorros”. No sé si se refería a los

transportistas o a los del peaje. O a los dos.

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Son 300 kilómetros para cruzar la pampa húmeda y las

vacas y los alambrados se adivinan a ambos lados de la ruta.

Desde la ventanilla, sólo oscuridad y las luces fugaces de los camiones que como un suspiro nos cruzan a 100 kilómetros por

hora a sólo cincuenta centímetros de distancia, una suerte de

ruleta rusa que se cobra miles de vida año tras año, con ayuda de la impericia y el alcohol.

Abro los ojos y estamos entrando a Retiro. A un lado, cientos de containers. Del otro, la villa 31, la más cara de todo

Capital. Ahora hasta hay casas o precarios edificios de tres pisos,

con más de una vertical ladeada y ladrillos sin revocar. Un departamento al lado de otro, todo a la que te creaste. El

asentamiento crece para arriba. Fue el lugar de militancia del cura

villero Carlos Mugica, organizador de las primeras cooperativas populares hasta que la Triple A se cobró su vida.

Cruzando la avenida, torres carísimas de oficinas y el

Sheraton, ese que los muchachos de la JP lo iban a hacer hospital para el pueblo. Camino a la parada del colectivo buscando

monedas en los bolsillos. El airecito está fresco y despabila. La

ciudad aún duerme. Bosteza un canillita y dormita un puestero de tres pares de medias por dos pesos y posters de Boca Juniors.

Ya en la parada se acercan tres chicos, con grandes bolsos.

“Tienen monedas?”, pregunta un porteño que los ve del Interior. “Si no tienen monedas no pueden viajar, se paga con monedas”,

les explica. Ante la cara de pánico de los pibes de Gualeguay, les

da la solución: “Compren una docena de facturas y listo”. Tomo el 7. Dejo en la máquina un peso y me devuelve un

boleto y 20 centavos, lo que cuesta llegar a Plaza Congreso.

A todo trapo cruzamos el Bajo y llegamos a Plaza de Mayo. Se ve la Casa Rosada. En esa pared lateral el 25 de mayo de 1973

amaneció con una pintada: “Casa Montonera”, con alegre y firme

letra manuscrita de dos metros de altura. También ese día de fiesta todos cantaron “se van, se van, y nunca volverán”, para los

uniformados que dejaron paso al Tío Cámpora y su gobierno, una

breve pero intensa primavera, donde parecía que el mundo cambiaba o cambiaba, empujado por un pueblo peronista que otra

vez llegaba al poder.

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Ese 25 de mayo estuvieron todos en la plaza: las masas

populares, los montoneros, troscos, comunistas y los guerrilleros

del PRT-Ejército Revolucionario del Pueblo de Roberto Santucho, que también movilizó a Devoto para abrir las puertas

de la cárcel y liberar a cientos de presos políticos por luchar con

armas y sin ellas contra las últimas dictaduras. Peronistas, radicales y una gama variopinta de políticos de todos los partidos

votaron la ley de amnistía a los luchadores populares, en medio de fogosos discursos que alababan el espíritu y las convicciones de

esa “juventud maravillosa”.

“Volvimos”, dijo Néstor Kirchner otro 25 de Mayo, flanqueado por las Madres de Plaza de Mayo, una buena y

contundente señal con lecturas inequívocas para adentro y para

afuera. Otra ola empujada por vientos de cambio, a los que se suman hombres y mujeres de distintas generaciones de los que

vienen peleando con suerte dispar en toda la geografía.

El cole pasa ahora delante de la Catedral, a pocos metros de la Rosada y deja atrás los ministerios, donde Perón resistió el

intento de asesinato de la Marina que en junio de 1955

bombardeó la plaza y la casa de gobierno, dejando cientos de muertos civiles, hombres, mujeres, niños y ancianos, inocentes

víctimas del odio de la oligarquía y el antipueblo. Y la misma

plaza donde los laburantes mojaron sus pies en la fuente reclamando el 17 de octubre de 1945 que liberen a Perón, el

mismo (¿o ya era otro?) que echó a los Montoneros en 1974 desde

el balcón de la Rosada, cuando se decidió por la compañía del Brujo López Rega y los burócratas sindicales, más tirados al

capitalismo que al socialismo criollo. La juventud se marchó

arrastrando los pies, en señal de protesta, provocando un sordo ruido. Y la plaza quedó semivacía. “Que pasa, que pasa general,

está lleno de gorilas el gobierno popular”, le habían cantado un

rato antes miles y miles de gargantas encendidas al viejo líder. ¿Los libros de Historia del secundario contarán estas

historias o tendrán que pasar 100 años para que nuestros

compañeros que resistieron a las dictaduras y fueron derrotados al intentar hacer realidad los sueños de Bolívar, Perón y Guevara, en

las ciudades, fábricas de todo el país; y los guerrilleros de los

montes tucumanos sean reconocidos como héroes de la lucha por

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la liberación nacional? ¿O será que todavía no hay palabras para

esa época? Se puede hablar del Che en Bolivia con tranquilidad

en cualquier ámbito, pero las acciones del pueblo armado en nuestro país están bajo una losa como un hecho maldito del que

mejor no hablar.

El chofer para en un semáforo de la 9 de Julio, la avenida más ancha del mundo. Se asoma la punta del Obelisco, que un 1°

de Diciembre fue recubierto por un condón gigante, pa´ recordarle a la gente que lo use.

En el camino sube y baja gente, en especial adolescentes y

jóvenes. Es sábado a la madrugada, anoche se festejó, en realidad se está festejando en este momento, en todo el país el Día del

Amigo.

Toco timbre y bajo frente al Congreso Nacional, que parece un mausoleo con todas las ventanas cerradas y vallado por los

cuatro costados. Detrás de las rejas, un policía más bien relleno de

chaleco naranja y manos en la espalda camina despacio para alejar el frío, ante la indiferencia del mundo.

Los pibes aparecen en grupos, mucha risa, mucho brindis

con lo que venga. Nadie pide documentos, nadie te jode. Las patrullas no se ven. Las pibas van en grupo o de la mano. Como

esa parejita que se come la boca, al lado de un chico sentado en el

vano de una puerta con la cabeza entre las piernas. Siguen yendo y viniendo los pibes, ya buscando pista para ir a dormir. Al lado

mío, un muchacho rubio discute unos segundos con un policía

federal que lo echa con aspaviento –rajá, le dice- sin saber por qué, ante la mirada impávida de los transeúntes. Resultado:

fuerzas de la represión uno derechos humanos cero.

Miro el reloj. Es de noche aún en este invierno con crisis energética. Los sin techo duermen en colchones tirados en la

vereda, tapados con mantas, diarios y cartones. Les puedo ver las

caras cuando paso a su lado. Un mapa ajado de sus desdichas. Saco un cigarrillo y le doy fuego. Me lleno los pulmones. El

humo hace cabreolas y se disipa en el cielo. Me pregunto cuál es

el ámbito privado donde hacer acciones privadas de un hombre que vive en la calle, que come en la calle, que duerme en la calle.

Ni la Constitución Nacional contempla estas situaciones, ya que

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el texto da por descontado que todos tenemos derecho –y acceso-

a la privacidad. O sea una vivienda digna.

Me siento en un banco solitario mirando el monumento de Plaza Congreso, también vallado, también pintado de verde

oscuro, para evitar los recurrentes grafittis. Frente a la Casa de las

Leyes, la confitería El Molino, un ícono de la política -¿o de la vieja política?- cerrada y deshabitada hace rato, con las aspas

rotas y raídas, una imagen decadente. El cuadro me hace acordar la entrada de los tanques soviéticos en Checoslovaquia, resistida

por el pueblo en las calles. Hombres y mujeres que interpelan a

boca de jarro a los soldados por qué están invadiendo su hogar “si somos todos socialistas”.

Esta misma plaza guarda la memoria del 19 de diciembre

del 2001, cuando era un hervidero de gente descontrolada y rabiosa y el tam-tam-tam de las cacerolas era ensordecedor.

Barricadas en las calles, fueguitos por aquí y por allá, cientos de

miles gritando que se vayan todos. Y se fue en un helicóptero sólo De la Rúa, en calidad de representante de todos los ineptos y

corruptos, que se quedaron atornillados a sus sillones.

Camino por Callao hacia Corrientes, esquivando pibes que salen de los boliches, allí, en pleno corazón de Buenos Aires.

Entro en un café y pido un cortado. No tienen diarios. “Es

temprano” articula el mozo, con cara de pocos amigos. Luego me trae lo que quiere, un café negro. Y me lo faja 6.80 pesos. “Esto

es por no preguntar”, me digo para mis adentros. Que se quede

con los dos pesos, que se los meta en el culo, para lo que le van a servir, puteo por lo bajo. Me muero por fumar un cigarrillo. Pero

está prohibido en todos los lugares públicos, menos los bingo,

donde podés fumar y comer si querés. Al rato, ya clareando, llega un Mercedes 1114 azul francia.

Bajan cinco obreros con cascos amarillos. Cercan la esquina con

cinta blanca y roja. Uno rompe las baldosas rotas con un pico. Otro trae una pala. El más petiso aparece con un escobillón y una

cuchara. En diez minutos el equipo arregló la vereda, puso

baldosas nuevas, limpió el lugar, cargó la carretilla, enrolló la cinta y la cuadrilla desapareció tan rápido como llegó. Cosa de no

creer. Fue como un curso ultra rápido de albañilería como los del

canal Encuentro. Y todo desde la mesa de un bar.

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Mando un mensaje de texto. Me dicen que después me

llaman. Salgo a la calle, me paro frente a una librería y hago

tiempo. Miro uno por uno los libros de los escaparates de las vidrieras. Cuento mentalmente la plata y me digo que me alcanza.

Uno de Alejandra Pizarnik, prosas completas, por ejemplo. Pero

nadie llega. Son las 9.30 y la puerta está cerrada y las luces apagadas. “A eso de las 10.30, por ahí, viene la chica”, me dice el

mozo del Hotel Bauen, desde 2001 en manos de los trabajadores. “Con Macri se nos viene el agua, porque nos van a querer sacar.

Lo que pasa es que mientras esto sea propiedad privada, mientras

exista la propiedad privada de los medios de producción, los laburantes estamos en el horno”, me explica el hombre de la

bandeja, que se ve que asimiló el Manifiesto Comunista. Se lo ve

relajado. Claro, desde que no hay buchones de la patronal entre el personal se trabaja más tranquilo. Además, ahora es también

dueño y parte del asunto, con voz y voto en todas las decisiones

que hacen a sostener la fuente de trabajo. Y su trabajo. Salgo del bar, con la sensación que hoy tampoco voy a

poder comprar el libro de la Pizarnik. Me quedo cerca de un

cyber. Pregunto a un hombre parado en la puerta del hotel si abre el locutorio. Me dice que no sabe, pero que al lado hay una

farmacia, que no da para robar porque tiene rejas. ¿Me confundió

con un ladrón?. Lo miro, saco las manos despacio de la campera, para que vea que no llevo nada y rápido le digo: “¿Y a quién se le

puede ocurrir robar una farmacia en Callao y Corrientes un

sábado a las 9 de la mañana?”. El tipo me mira y me dice que de hace un tiempo a la fecha está “todo mal”. “Ah, nosotros ese

problema no lo tenemos, tenemos otros, soy de Azul, conoce?”.

Estiro las piernas por Corrientes. Me detengo en el Complejo Cultural General San Martín. Afiches con una decena

de obras de teatro, con actores de esos que habla la tele y otros de

los que no habla la tele. Más allá los teatros de revista y La Giralda, bar emblemático frecuentado en los albores del rock

argentino por Lito Nebbia, Tanguito, Moris, Spinetta. Hasta

Pappo se tomó ahí un café con leche en una madrugada cualquiera, cuando el mundo pedía el fin de la guerra de Viet

Nam.

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Finalmente, la compañía de repuestos abre. Tomo el 60, a

los tumbos por los adoquines. Pasamos frente a una facultad.

“Juventud Peronista Movimiento Evita”, grita la pared. Desde los kioscos de revistas pintados de todo Buenos Aires se reclama la

“libertad a los presos de Quebracho”, que hicieron astillas los

vidrios y prendieron un fueguito en el local del asesino de maestros Sobisch.

Hago el trámite y me llevo el encendido del velocímetro de la combi japonesa y subo otra vez al colectivo que me llevará al

pueblo donde arrancó la “Campaña del Desierto” Julio Argentino

Roca. Para contrarrestar, donde nacieron la poetisa María Alex, los artistas plásticos López Claro, el intendente Dr. Malére, el

líder sindical Manuel Chaves, el gobernador peronista Oscar

Bidegain y el poeta y filósofo Héctor “Ruso” Mañandés. Los billetes de cien muestran una estampa de ese momento.

Son el general y sus tropas occidentales y cristianas, listos una

nueva “limpieza étnica” de pampas y mapuches, en nombre del progreso y los buenos negocios que redituarán los millones de

hectáreas. ¿Habrá que esperar en el futuro que Videla, Massera o

Bussi tengan a su nombre calles, plazas y escuelas?. La terminal de Retiro es un lío de gente que busca rajarse en

las vacaciones de este invierno. Compro Página 12. El título

principal es por problemas en la zona roja de…Capital Federal. Me digo que lo de argentina país federal es un verso, aún para la

prensa “progresista”.

El cole sale a horario, como en el Primer Mundo. El cielo parece desplomarse en cualquier momento. Arrancamos para el

sur y mientras saboreo un alfajor Jorgito de un dólar (el más caro,

pero con dulce de leche argentino…creo) buscamos salir pegaditos al Río de La Plata, donde está prohibido bañarse.

Un cartel dice que con Macri va a estar bueno Buenos Aires.

El rubio de ojos celestes sonríe desde el afiche. Claro, se ríe de los negocios que va a hacer cuando asuma el 10 de diciembre con las

empresas del grupo familiar, tan amigo de arreglar los asuntos con

el Estado para que los números cierren siempre…para ellos. Y mal no les va. Hasta zafaron de la cárcel por negocios sucios y

asuntos de impuestos, cuando otros van “sopres” por un stéreo.

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Otro cartel la muestra a Cristina, para profundizar el cambio.

Una pingüina al poder. La primera mujer con amplias chances de

llegar a la presidencia encabezando una fórmula de unidad –concertación plural, que le llaman- con el radical mendocino

Cobos.

Tomamos por autopista, dejando atrás las cuadras y cuadras de edificios y monoblocks. Otra vez entramos en las entrañas del

país granero del mundo, por el hilo de pavimento que tiene a Monte como primera parada. La soja se extiende por kilómetros.

“Es una forrajera, no un cereal, no sirve para alimento humano, es

para engordar animales”, brama un funcionario de Escuelas Agropecuarias.

Lo cierto es que ahora que hay sol, tampoco se ve mucho en

el campo, ni nos cruzamos con nadie a caballo. La llanura pampeana está quedándose vacía. Ni pájaros tiene, porque no

quedan semillas ni plantas con el “randap” que mata todo. La

liebre será una curiosidad y la mulita un recuerdo, de seguir la sojización del país. Claro, pero esto no es tapa de Clarín. Los

expulsados del campo ahora en las villas del conurbano no leen el

diario propiedad del grupo empresarial que tiene acciones en las multinacionales como Cargill, que no les gustan las notas que

digan verdades sobre sus oscuros proyectos de agronegocios

contrapuestos con los destinos de liberación nacional. Nos quieren dormiditos, atontados con Gran Hermano y bailando por

un sueño…ajeno, de una realidad económica y social de un

modelo agropecuario que no nos tiene en cuenta y que nos acarreará cada vez más pobreza.

El sistema sólo atiende la apetencia feroz de ganancias

fáciles de semilleras y pooles de siembra, que en seis meses embolsan entre el 10 y el 20 por ciento de lo invertido. Buena

parte de las retenciones de la soja se usan para paliar los

problemas sociales derivados…de la misma soja, que colmó 17 millones de hectáreas y que tiene cosechas récord todos los años,

pero que deja tras de sí sólo suelos yermos que no servirán para

nada cuando se agoten. Y las multinacionales se vayan con sus empresas a otras latitudes.

En el campo, trabajadores rurales pobres y estancieros ricos.

La matriz sigue intacta. La Sociedad Rural tiene base. Son esos

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mismos terratenientes que años atrás con los grupos CREA

donaron toneladas de soja para que los indigentes del interior se

sacaran el hambre, con el auspicio del gobierno bonaerense de Duhalde. Claro, ni hablar de repartir algunas vaquitas para el

pueblo, como se quejaron por los diarios algunos políticos.

El caso es que Chiche se asesoró y como le dijeron que eso no era comida, terminó con la experiencia de laboratorio, porque

la soja no es recomendable para cualquiera, en realidad, para ningún humano, según los científicos argentinos.

El viaje termina. “Una nación sin trenes es una nación sin

futuro”, reza un cartel pintado en la pared de la garita Azul Norte, donde pasan los trenes privatizados donde te morís de frío en

clase turista, porque primera con calefacción viene completo

desde Bahía. Pese al pésimo servicio igual embolsan millonarios subsidios, el doble de lo que le costaba cuando eran del

Estado…Y entonces los grandes medios de comunicación

aseguraban que eran deficitarios, la mejor excusa para privatizar y desarticular la red ferroviaria que conectaba todo el país. Menem

levantó miles de kilómetros de vías férreas. “Ramal que para,

ramal que cierra”. Y dejó en la calle a más de 80.000 trabajadores. En Azul Carlos Gardel siempre te recibe con su sonrisa

inmortal, en la placita al costado de la estación estilo inglés. Un

buzón bien pintado de colorado completa el cuadro tanguero, homenaje erigido con el aporte de los gardelianos locales.

Salgo caminando y ya pienso en unos mates calentitos,

como el que me convidó el muchacho tucumano de boina apenas llegué a baires, donde están los presidentes. Hago un bollito con

el boleto y lo tiro en un cesto a lo Manu Ginóbili. Fin de viaje.

“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los

trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan

héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las

lecciones se olvidan. La historia aparece así como propiedad

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privada, cuyos dueños son los de todas las otras cosas”. Reportaje

de Ricardo Piglia a Rodolfo Walsh. Marzo 1970.

Regreso a la ciudad con nombre de color

Las calles de Azul son las mismas, más gastadas que quince

años atrás. Pero no todo es igual. El general Juan Domingo Perón

desplazó a Humberto Primero en la amplia avenida. Casas viejas, casas nuevas, el arroyo un poco más contaminado. Los palacetes

más abandonados que antes, aún con un esplendor altanero y

marchito, todo un símbolo de la oligarquía vernácula que se resiste a desaparecer así nomás.

Los amigos, todo un tema. Más viejos, más pelados, con los

sueños un poco más cansados y algunos quebrados hasta el nihilismo. Azul, qué bello nombre para un pueblo tan cansado.

Los chicos siguen como antes, barderos, tomando a más no poder

y esperando el viernes para treparse al tren que por 15 pesos los meterá de a poco en Buenos Aires.

Azul, el de los poetas malditos, el de los titiriteros rotos por las persecuciones políticas, el de los socialistas perdidos entre sus

discusiones chiquitas y aislados por el hermetismo de una ciudad

que no los banca. Y también el Azul de los músicos. Y la discusión sobre los que se fueron y los que se quedaron. Y el Azul

de los erpios que arremetieron contra el cuartel, y de los que

soñaron con la patria socialista, que se restañan a duras penas sus heridas nunca cerradas.

Son los que sobrevivieron a la cárcel y las torturas y que

escaparon milagrosamente a los vuelos de la muerte y los asesinatos en “intento de fuga”. De los que construyen con sus

familias y alrededores un mundo más amable y solidario, con un

gobierno que sea compañero. Camino por la costanera Cacique Catriel y atrapo recuerdos

al vuelo. “Que los impuestos los paguen los ricos”, reza la pintada

del M.A.S (Movimiento al Socialismo), que emborronado apenas se lee en letras coloradas.

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Me meto en un bar. No conozco a nadie. Un par de mozos

punks atienden a la clientela. Al fondo distingo a un viejo amigo.

Quince años sin vernos las caras. Estamos iguales, decimos a coro. El tipo estuvo con los Deep Purple y le hizo la primera

entrevista en Argentina. Casi que justificó su vida. Después, lo de

siempre. Los mismos partidos manejando la intendencia, las mismas peleas cotidianas por miserias y migajas y meta desgastar

a la pobre palabra dignidad, ya hecha un asco en la boca de esa gente que compra conciencias y votos con dos mangos o chapas y

colchones.

Tan aburrido estaba en estos días que fui al acto de la Alianza en Chacarita, donde de chico gasté el parquet jugando al

básquet. De la Rúa y Chacho se borraron para Baires y Graciela y

Posse tomaron la palabra. Pero el Frepaso no figuró ni a los premios.

El Frente Grande se resiste a la domesticación de los boinas

blancas, pero abandonado a su suerte por los popes de la Alianza. La gente agita banderitas y desde las pantallas gigantes a los

costados del palco el Chupete reparte besos y abrazos en un clip

mientras el medio millar de asistentes gastan la garganta entonando el himno nacional cantado por Lerner. Algo es algo.

La prensa local está aguardando el momento en que pueda

hablar con Graciela, que no quiere hablar. La Vieja está cansada. Se sienta en las escalinatas del palco, aburrida, mientras espera

que terminen su chamuyo el candidato local y Melchor Posse.

Hoy recorrió cinco pueblos en un día. Tiempos electorales frenéticos que devoran carreteras en colectivos -auspiciados por

Andreani, el cartero “bueno”- y en helicóptero –una ganga el

alquiler del helicóptero- por la fórmula que lleva las de ganar en las encuestas.

Los muchos asesores, asistentes y chupamedias están en las

sombras con caras de aburridos, al lado de otra sombra, el ex gobernador Armendáriz. Entre las caras distingo algún que otro

vecino y alguna amiga de años atrás, ahora militante del Frente

Grande que llevó hasta a su madre al acto. Los tiempos han cambiado. No está esa juventud radical que

arengaba y salía a pintar gratis por Alfonsín, cuya sola mención

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levanta las mayores ovaciones en una noche fría de lluvia. No hay

emoción y tampoco mucho que prometer.

Igual los candidatos firman un acta de compromiso, tan abstracto, que los exime de mayores obligaciones. Un par de

“indios bomberos del PJ” cuentan la gente, escudriñan las caras y

sacan cuentas: llevan las de ganar por amplio margen. En la noche azuleña ya no hay el bardo de antes. “Poca

plata”, dice un remisero, de los que ahora superabundan. Tampoco están las putas de antes. El toque de queda del

gobernador Eduardo Duhalde me sorprende en mitad de una

cerveza. Las cuatro de la mañana y los bolicheros echan a los últimos parroquianos.

Doy una vuelta por la plaza San Martín. La iglesia sigue

apuntando con sus torres al cielo y el reloj, detenido, con sus agujas pétreas. Hace frío. El invierno atrapa a la ciudad que ahora

se extiende en barrios ordenados y en chalets para las afueras

como saliendo para Olavarría. Los colegios privados han florecido pero la primavera no duró mucho. No hay con qué

sostener la matrícula.

Camino por el barrio con jardines llenos de malvones y no me olvides. “Hay que cuidar el entorno, la lucha está en la

familia, en el cuidado de los hijos y ahí hay que poner el acento”,

me dice un viejo militante que dejó sus pedazos en las cárceles de la dictadura. “Trinchera que no ocupa uno la ocupa el enemigo”,

le digo. Y él me contesta que hay muchas trincheras y que la

lucha está en todos lados. El tipo no olvida, no tiene rencor, pero no olvida. Memoria. Memoria activa para un Azul que reverdece,

a veces, en verano.

Crónicas locales. Azul, agosto de 1999.

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No quiero tomar más pastillas

-No quiero tomar más pastillas. ¿Si hacemos la prueba y las dejo de tomar por un tiempo? Y vemos qué pasa-.

-Está bien, pero vos te hacés cargo. Eso significa también

evitar los excesos de alcohol y cualquier sustancia química. Vos sabés a que me refiero.

-Bien. -¿Y qué pasa con la merca?

-Estamos hablando con los punteros, les prohibimos que le

vendan a los menores. Y les avisamos que sí o sí tendrán que tener otro medio de vida, porque los kioscos tienen los días

contados. También les adelantamos que habrá ayuda para

conseguir un trabajo, una ocupación y asistencia de todo tipo, que no pasarán privaciones. Pero en realidad esto es una

paparruchada, no alcanza y no toca el problema de fondo, que

tiene que ver con muchas cosas. Pero es complejo, bah, todo es complejo, según como lo mires, lo cierto es que muchos no

ganarán ni la cuarta parte de lo que ganaban cachivacheando con

la porquería, pero se comprometieron a cumplir lo que les exigimos, es decir, propusimos. Con esto no es que se acabó el

problema, vos lo sabés, porque por decreto no se dejará de

consumir o vender nada, pero, por algo se empieza. No me digas nada. Ya se que por más decreto, apriete o prohibición que haya,

la merca, igual que una ideología o una idea, el que quiera o

pueda la va a procurar igual, el deseo no se puede prohibir. El tema es informar y explicar con educación popular. Si hay alguien

que no controla lo que consume, sea lo que sea, el estado lo tiene

que ayudar. Y gratis. Mirá, qué te parece que la merca la administre el Estado, con receta y todo. O sea, vos encontrás un

médico que te la recete y adelante, te vas a buscar tus gramitos

bien puros a la farmacia, que los mande el Ministerio de Salud de la República de Bolivia. Pero claro, tenés que argumentarle al

médico, melonearlo que la usás para…para qué carajo se usa la

merca? –Para escribir una novela, por ejemplo, mirá si el tipo es escritor. Fogwill escribió “Los Pichiciegos” rallando una tiza de

doce gramos. Y le salió bárbaro y no jodió a nadie, ni a la Salud

Pública, ni tres carajos. El tipo solito, frente a la Olivetti, meta

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teclear y teclear y al final, no una paja, sino una señora novela, un

novelón. O puede ir el presidente a buscar la receta, por ejemplo,

o la ministra de Defensa o el jefe del Ejército, o el presidente de la Sociedad Rural o la señora de Noble, que la cosa amarga esa le

ayuda a dejar de pensar que le ocultó su identidad verdadera a los

dos hijos adoptados que son hijos de compañeros desaparecidos y no los puede mirar a la cara sin que se le parta el corazón, por que

no?, si vamos al caso. Si un escritor puede escribir una novela de puta madre tomando merca, porqué un presidente no puede hacer

una transformación y de vez en cuando tomarse unos pases?, a

ver, dame una razón para que el tipo no tome. Quién le puede decir algo al presidente si nacionaliza el petróleo, los recursos

naturales, todo, los medios de comunicación y la tele, la derecha

se queda sin diarios, estatizamos los teléfonos, todo nacionaliza y democratiza, quién le va a decir algo si se toma unos pases,

porque para hacer eso en un paisito como el nuestro…qué

cambiarían ese par de pases?, es para discutir. Yo no sé si me gustaría un presidente que tomara merca, no sé, me da como

miedo, como…fijate De la Rúa, no tomaba merca, pero ese tipo

estaba medicado mal y tal vez con pastillas del laboratorio Merck. -¿Ahora la culpa del 19 y 20 de Diciembre de 2001 la tiene

Merck?-. No, no digo eso, solo que el tipo no tomaba merca y era

un desastre. Menem tomó merca y el tipo se transformó, pero en realidad ya estaba transformado, el plan económico liberal de

Domingo Cavallo no era de merca, la merca no tiene nada que

ver. El plan económico fue pautado para los intereses foráneos, yanquis y de la patronal argentina, ahí estaban todos caretas, andá

a saber, tal vez más o menos. Pero el caso es que una novela

buena se puede escribir de merca, gobernar un país…esa es otra discusión, habría que ver si hay casos. Porqué no escribís un

libro: “Merca y Poder en Argentina”, sería un best-seller!!!!. El

tema pasa por la familia, la escuela, la vecina, el barrio, el club, el teatro, ahí en esos ámbitos hay que detectar a los chicos que

toman y ver como con ellos, sin represión, se puede hacer que

tengan satisfacción y placer sin recurrir a sustancias o químicos. Detrás de una adicción hay un mundo complejo y con algunos

desarreglos, por así decirlo, con meterlo preso, es un crimen, el

Estado tiene que asistir, no lastimar ni violentar a la gente, no es

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un tema policial el consumo, esto es una verdad de perogrullo,

pero hay muchos que todavía tienen el mensaje que demoniza las

sustancias y estigmatiza al consumidor, de lo que sea, pero si es merca, peor. Fijate, si algún enemigo político te quiere joder, te

escrachan en los diarios con que te encontraron un gramo en el

bolsillo y cagaste, se cagó tu carrera política, te moriste socialmente, cuando es una cuestión privada, lo dicen los fallos

judiciales por tenencia de drogas. Dicen en los fallos que el Estado no se puede meter en tu casa a ver qué te metés en el

cuerpo. Es una boludez, pero la gente se come esa, es la que le

tiran los medios con ideología yanqui, La Nación, Clarín, Infobae, Canal, CNN 9 y sigue la lista…Un tipo sano toma merca?, es una

buena pregunta?. Sí, también es una buena pregunta si es de gente

sana que sostengamos en su cargo un intendente que en los últimos ocho años no hizo nada, solo la plancha y no cumplió con

el programa de gobierno con el que ganó las elecciones. Me

parece que estamos hablando mucho de la merca, hay otros temas más importantes, sí, pero todo tiene que ver con todo, de cómo

resolvamos el tema de las sustancias dependerá lo que se haga en

otros planos. Esto pone en el tapete la inteligencia de una sociedad para lograr vivir armónicamente. No se puede hacer un

reparto de la riqueza si tenés un circuito ilegal de sustancias,

delincuencia, que genera corrupción y mercado negro y adulteraciones, y crímenes incluso. Si una sociedad no puede

manejar racionalmente las drogas y las sustancias, así como que

haya trabajo, salud, educación, verdadera justicia, está en aprietos, va a ser una sociedad dividida en ricos y pobres, lo que dará

trabajo a los sepultureros, a los marxistas, a los cristianos de

verdad y a los que quieren un mundo sin guerras, eso se logra solo con el socialismo a escala planetaria, como pensaban Trotsky y el

Che. Por eso soy peronista.

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PUBLICADO WWW.LAVENTANARADIO.COM.AR

LUNES 12 DE ENERO DE 2009

LAS CORPORACIONES JUEGAN SUCIO

En Azul, Monsanto tiene de aliados a la

Justicia, la Sociedad Rural, los decanos de

Agronomía y el Intendente "Lilito" Omar

Duclós

El intendente de Azul

de la Coalición Cívica Omar Duclós no mueve un dedo para denunciar o

investigar las consecuencias del glifosato sobre la población. El jefe comunal bancó

a rajatabla el lock out de las patronales del campo contra las retenciones móviles.

Se lo vio como orador en los actos de la Sociedad Rural sobre las rutas cortadas,

junto al ingeniero Omar Losardo, ex decano de Agronomía de la UNICEN y ahora

vice rector de esa casa de estudios.

Por Fernando Wilhelm

Con el 40% de las 660.000 hectáreas sembradas con soja transgénica de Monsanto, la

contaminación con glifosato llega a campos, ríos, arroyos, centros urbanos y sobre

todo, a la gente. Se han hecho denuncias periodísticas desde los micrófonos de FM del

Pueblo de Azul http://www.fmdelpuebloazul.com.ar/ sobre las consecuencias del

round up, sin embargo, ningún juez o fiscal tomó el tema de oficio.

Es la misma actitud desaprensiva que toma la Sociedad Rural de Azul, que reúne a los

terratenientes que cortan rutas por el recorte de sus fabulosas ganancias sojeras, pero no

dicen ni mu sobre las consecuencias del glifosato, que es fumigado desde aviones en

campos muy cercanos a los centros poblados, caso Azul, ciudad de 50.000 habitantes.

Las consecuencias del glifosato en el centro de la provincia de Buenos Aires fueron

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denunciadas en los programas "Historias Paralelas" y "La Ventana", que conducen el

médico Rafael De Luca y el periodista Fernando Wilhelm, respectivamente.

En lagunas de la zona, caso La Barrancosa o El Chifle, cada vez que fumigan con

glifosato y las avionetas tiran el veneno sobre las aguas, los pejerrey aparecen panza

arriba muertos por centenares. "Daños colaterales", como dicen los voceros del Imperio

del Norte, cuando masacran con bombas a la población civil de los países que invaden

impunemente en su lucha contra el "terrorismo".

Lo mismo sucede cuando los estancieros -la oligarquía- lavan los "mosquitos" en el

arroyo después de fumigar. Lavan los fumigadores en el Arroyo Azul, el mismo que

luego kilómetros abajo llena con sus aguas el Balneario Municipal Almirante Brown,

lugar de disfrute de miles de azuleños, hombres, mujeres y niños.

El diario El Tiempo, publica a diario el nivel de bacterias fecales de las aguas, realizado

por un laboratorio local, y asegura que las aguas "son aptas para la recreación". "Pero

no dicen nada de la presencia de los químicos del glifosato, eso no lo miden", aseguró

con bronca no disimulada el doctor Rafael De Luca, médico del Hospital Municipal Dr.

Angel Pintos.

Curiosamente (o no tan curiosamente), nunca jamás la dirección del hospital ni la

Asociación de Profesionales promovieron estudio alguno sobre la contaminación con

agroquímicos, pese a que se usa el glifosato hace más de una década.

Tampoco el Colegio Médico local ni ninguna otra asociación vinculada con la salud se

preocupó por el impacto en la salud de la población de los venenos de Monsanto.

"No sabemos el impacto real de los agroquímicos en la gente, pero hay gente que

trabaja en el campo que vino al consultorio con dolencias que pueden ser producidas

por contaminaciòn con agroquímicos", relató el profesional médico.

Incluso en la presentación del documental "Hambre de soja" en el Centro Cultural La

Criba de Azul, una mujer denunció que familiares suyos que como ella viven rodeados

de soja transgénica sufren graves problemas de salud, a los que atribuyó a los efectos

devastadores del glifosato y los agroquímicos.

En el Hospital Municipal de Azul no tienen datos. Obvio, no se encuentra lo que no se

busca. Aparecen enfermedades y dolencias en pacientes, pero no hay voluntad, por

ahora, de buscar las causas primeras de los cuadros que se presentan.

"No hay que demonizar la soja transgénica"

El Ing. Agr. Omar Losaro, ex deano de Agronomía y ahora

vicerector de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires -

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UNICEN- (al centro de la foto).

Adivine lector de quién es la frase. No, se equivocó, no es de un directivo de Monsanto,

sólo de quien se muestra como un virtual socio: el Ingeniero Agrónomo Omar Losaro,

ex decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad del Centro de la Provincia de

Buenos Aires, ahora flamante vice rector de la misma casa de altos estudios.

En una entrevista en "La Ventana", Losardo se despachó sin embagues sobre la soja

transgénica de Monsanto: "No hay que demonizar la soja, un poco de soja está bien",

afirmó sin sonrojarse. Y dijo desconocer que haya estudios sobre el envenenamiento

con glifosato. A Losardo "no le consta".

Losardo está en sintonía con lo que piensa la actual decana de Agronomía, Ing. Agr.

Liliana Monterroso, quien entrevistada en "La Ventana", también defendió el modelo

sojero colonial y asesino de Monsanto.

Incluso, tras la entrevista -donde no se sintió cómoda con las preguntas-, se quejó

amargamente que "no me dijeron que íbamos a hablar de la soja" (sic). Es evidente que

la facu de Agronomía tiene directivos que bancan a rajatabla el modelo monsantino.

Glifosato: agua bendita

Al directivo de la Sociedad Rural de Azul, Rodolfo Prémoli, por poco le faltó decir que

el glifosato es "agua bendita". "No tengo información que el glifosato contamine",

afirmó en una entrevista en "La Ventana. La actitud de la dirigencia patronal ruralista

es, por lo menos, temeraria. Y demuestra una desaprensión y desprecio por la vida

propia y ajena que da pavor. Al tipo le están diciendo que hay información de casos de

envenenamiento, en Argentina y el mundo, y los dirigentes que defienden "la mesa de

los argentinos", se muestran blindados.

Claro, total, los que viven en el campo con soja y sufren el glifosato son sus "peones"

(trabajadores rurales) y no ellos, que viven en la ciudad. Pero eso es lo que ellos

quieren creer. Como se dijo, la fumigación también llega a los pueblos como Azul,

donde se planta soja a menos de cuarenta cuadras del microcentro.

El intendente de Azul, Omar Duclós, radical de la Coalición Cívica, no está preocupado

ni un poquito por la contaminación con glifosato. Todo lo contrario, fue casi el primero

en subirse a la tribuna de la Sociedad Rural sobre las rutas cortadas en el conflicto por

las retenciones escalonadas a la exportación de oleaginosas y soja.

La subsecretaria de Salud del municipio, Adriana Scalcini, tampoco mostró hasta ahora

el menor interés por la contaminación con glifosato en el campo y la ciudad. Al menos,

nunca informó nada al respecto. Esperamos un cambio de actitud

JUEVES 22 DE ENERO DE 2009

El comisario del mundo es "derecho y humano"

Obama anunció que se cerrará el campo de

concentración de Guantánamo, pero dentro

de un año

En la nota anterior -ver más abajito, ahí nomás- dijimos que Obama era un gran

Page 114: LIBRO Compilado

mentiroso. Y lo sostenemos. El anunciado cierre del campo de concentración de

Guantánamo que hizo el nuevo presidente de Estados Unidos, anunciado con bombos y

platillos, es sólo fuegos de artificio. Recién dentro de un año se haría efectiva la

medida, novedad que fue tomada con cautela y con pinzas hasta por los analistas más

progresistas y ex presos políticos del Imperio del Norte.

"Entre hoy y mañana, Obama firmará el decreto que pondría en marcha el cierre

definitivo de Guantánamo en no más de un año. La orden incluiría un período de

120 días de revisión de las causas, la liberación de algunos detenidos y el sometimiento

a juicios ordinarios de otros. “Es bárbaro, ¿no? No hay dudas de que esto frena las

prácticas de Guantánamo”, dijo Clive Stafford Smith, un abogado que representa a

muchos de los detenidos.

Como el caso de Moazzam Beg, un ex detenido británico, que afirmó que aún “no hay

una definición clara sobre el fin del centro de detención, y sobre el reconocimiento de

todo el proceso como ilegal”. En Estados Unidos, el director de Human Rights First,

Gabor Rona, dijo que era un “gran primer paso, pero sólo un primer paso”. Esto

escribió el diario argentino Página 12.

Vamos por partes. ¿Quién revisará los "procesos"?. ¿Los jueces yankis?. ¿Los mismos

que bancaron el campo de concentración, tortura y exterminio?.

"Guantánamo llegó a tener una población de 500 detenidos, de los cuales sólo quedan

245, todos sin juicio ni acusación ante la justicia civil. Considerado como un centro de

detención ajeno al sistema judicial, la excepcionalidad de su status habilitó el uso de

torturas y violaciones a los derechos humanos contra los detenidos". Esto también lo

consigna P/12.

"Qué son 245 terroristas presos, una nada, al lado de los miles de iraquíes que se

pusieron delante de las ametralladoras de nuestros valientes soldados, iraquíes

sospechosamente terroristas que resultaron ultimados porque se cruzaron delante de las

ráfagas de nuestros soldados, nuestros tanques y misiles", dijo Obama.

"Ahora qué me vienen a apurar con cerrar Guantánamo, hay que tener en cuenta que si

cerramos de un día para otro la cárcel, nuestros torturadores podrían sufrir una crisis de

abstinencia de sangre, y eso es muy jodido y no lo podemos permitir, porque el sistema

de salud no da para más. Que los presos aguanten un poco más, fijate que doce meses

se pasan volando en un submarino seco", se defendió Obama, quien aseguró que "su

mano izquierda está contra la tortura".

Para ganarse al público latino, Obama dijo que "lo dice el tango Los Mareados (sic), en

la voz del Morocho del Abasto, Carlos Gardel, que quince años no es nada, febril la

mirada, qué me vienen a hablar de amor".

Pero Obama fue más allá. "No hay que dejar de observar que los detenidos son

insurgentes, tipos jodidos, muy jodidos realmente, que se resistieron aún con su sola

presencia a ser sometidos por nuestros héroes en la lucha contra el terrorismo, que

anida como célula dormida en cada uno de los habitantes de los países que sabemos que

adoran a Bin Laden y a Ozzy Ousbourne. Si están en Guantánamo, algo habrán hecho.

Qué hacían sus padres cuando sus hijos andaban por ahí, se preocuparon", se preguntó

el presidente.

"Ves, así quiero que sea Argentina, una verdadera democracia como Estados Unidos",

comentó Luisa Chapín, una maestra jubilada mirando la asunción de Obama por CNN,

que repitieron como calcada -sobre todo en los comentarios- muchos canales

argentinos. Claro, lo que la señora ignora es que en la anterior elección, Al Gore ganó

por afano y que la justicia en un fallo insólito dio ganador a Bush, sin permitir el

recuento de votos.

Estados Unidos es peor que Argentina: acá tenemos el voto directo de los ciudadanos

Page 115: LIBRO Compilado

para elegir presidente o presidenta. Allá, en la "Gran Democracia del Norte", es el

"colegio electoral" el que decide, de modo que se tuerce a gusto y piaccere de los

dueños del capital lo que manda el "soberano".

Para destacar es que mientras Obama en su discurso de asunción en Washington les

prometía a los estadounidenses una "nueva etapa de liderazgo" y "cambios" (poquitos)

para EE.UU, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pisando suelo de CUBA y al

lado de Raúl Castro pedía y reclamaba por el fin del bloqueo criminal de EE.UU a la

Isla Socialista. Es retórica, se dirá, pero me gusta, no está nada mal, es más, está muy

bien.

Ahora, a ningún periodista o diario se le ocurre cuestionar, aunque sea tímidamente,

qué hace Estados Unidos teniendo, poseyendo, invadiendo una parte de la Isla de Cuba,

ahí, justo donde está Guantánamo. Desde ese territorio ocupado, se perpetraron decenas

de asesinatos de cubanos y fue un virtual portaaviones para todo tipo de atentados

contra Cuba, los cubanos y su gobierno, elegido democráticamente. Hay preguntas

molestas, pero, sin dudas, necesarias.

Fernando Wilhelm

"La Ventana"

Publicado por La Ventana en 14:00 0 comentarios

MIÉRCOLES 21 DE ENERO DE 2009

El socialista Miguel Oyhanarte, decano del periodismo es candidato de Brizuela

El socialista Juan Miguel Oyhanarte, decano del periodismo azuleño, dio su

consentimiento para integrar la lista de concejales que acompaña la candidatura a intendente de “El Cordobés” Carlos Brizuela.

Nacido y criado en una familia de trabajadores, ya de pibe y pantalones cortos Miguel

conoció la necesidad de compartir la puesta de la mesa diaria y salió a ganarse el pan con el sudor de su frente. Y más temprano que tarde se hizo, él solo, de autodidacta nomás y buen

lector, un periodista agudo, de pluma versátil como el vuelo del colibrí y firme como una piedra.

Desde su atalaya en el diario El Tiempo, con la Olivetti, el grabador y un archivo como toda arma, se transformó rápidamente en un acérrimo defensor de los obreros, sus

organizaciones gremiales y políticas y de los ninguneados de la sociedad. Siempre con el ojo

atento y los oídos dispuestos a escuchar a todos, para luego destilar lo masticado con su prosa

fluída en mil y una baldosas flojas diarias, que algún día alguien compilará en un libro. De joven militó en el Partido Socialista, del que llegó a ser su máximo dirigente antes

de los treinta años. Los memoriosos recuerdan una anécdota que lo retrata. “Una vez ejerciendo

ese cargo, por una falta partidaria irrefutable, no le tembló el pulso para aplicar una sanción a su propio padre, la que él mismo en persona le anotició. Su padre estuvo de acuerdo”.

Miguel, el amigo de los pobres, los bohemios, los locos, los desamparados, defensor de

los presos políticos cualquiera fuese su partido, sigue batallando, pese a los achaques de los años, que nunca vienen solos.

“Aceptó porque él fue quien me empujó a esta candidatura, con su apoyo en la lucha por

LuzAzul y contra la conducción de la CEAL”, apuntó Brizuela. El viejo socialista irá como

candidato a concejal suplente, un puesto testimonial, pero cargado de simbolismo.

Page 116: LIBRO Compilado

Se trata de nada menos que el periodista declarado Ciudadano Ilustre por el Concejo

Deliberante. Miguel, el que hizo de la libertad de expresión un credo y que a fuerza de cojones

fue un faro de dignidad en los años de plomo. Ahora se juega su prestigio impulsando un candidato vinculado al cooperativismo que acuerda con el Programa de Transición de Trotsky

del Movimiento Socialista de los Trabajadores.

De radical yrigoyenista a pequeño empresario aliado al movimiento obrero, un gran salto sin vuelta atrás para “El Cordobés”, cuyo sector se propone “realizar la mejor elección del

socialismo de la historia, superando incluso los votos del doctor Arazi en 1973”.

Sin dudas que la incorporación de Oyhanarte es un golpe de efecto que se hará sentir en

el sensible panorama electoral. “Es una señal contundente para la sociedad que estamos creciendo, que ganamos consenso día a día y que podemos ser una alternativa de gobierno

viable”, se entusiasmó un vocero del imprentero.

Las banderas rojas prometen ondear en la intendencia. Más allá del resultado, en pocos meses el MST parece haber avanzado, en propaganda y agitación, más que en muchos años

donde hizo “el aguante” Miguel “Chule” Mugueta.

Ahora habrá que ver lo que dicen las urnas en octubre, cuando los partidos se sometan al veredicto de la población. Frente al pobre panorama de un devaluado Concejo Deliberante, la

presencia de un concejal socialista le daría otro color a un recinto donde sólo resuenan palabras

gastadas y escasean los proyectos que traten temas de fondo que hacen al manejo de la

cosa pública, esos proyectos brillan por su ausencia. Un socialista podría ser el

encargado de abrir un debate que merezca ser visto por televisión. Lo divertido de la

situación, es que pareciera factible que el MST obtenga una banca. Tal posibilidad pone

los pelos de punta a más de uno, acostumbrados al acuerdismo descafeinado del

multibloque neoliberal UCR-PJ-FpV-VXA. Para Brizuela, como dice la publicidad, lo

mejor está por venir. Y no es poco, para un partido acostumbrado al 3 por ciento.

Publicado www.infoazuldiario.com.ar 20-8-07

Aclaración: por pedido de la familia “para no arriesgar su frágil salud”, Miguel desistió

de la candidatura. Juan Miguel Oyhanarte falleció el 7 de junio de 2009.

Page 117: LIBRO Compilado

Rivadavia, del Billiken al mercenario Rauch

(Agencia Rodolfo Walsh). La comisión de Homenajes del Concejo Deliberante se

apresta a tratar el proyecto de Ordenanza que propone que la calle que recuerda a Rauch

pase a llamarse Arbolito, el vindicador de tantos ranqueles cruelmente muertos por el

coronel prusiano.

Federico Rauch no llegó solo a estas pampas, allá por 1826. El mercenario

prusiano fue contratado para matar indios ranqueles por el entonces presidente

Bernardino Rivadavia, ese hombre catapultado a la galería de próceres de los

argentinos.

Rivadavia, una vez corrido el velo que durante décadas pusieron historiadores

como Ibáñez y Astolfi, o revistas como Billiken, sabemos que fue el inventor de la

llamada Deuda Externa argentina. Así lo develan los libros publicados por el periodista

Jorge Lanata y el historiador Felipe Pigna en base a documentos del Archivo General de

la Nación.

Rivadavia era un liberal más ortodoxo que Adam Smith (el inventor del

liberalismo económico) y un corrupto y mal administrador. Algo así como el Menem de

los ´90. Y varias arterias de todo el país lo recuerdan. En el Colegio Normal de Azul

hasta hay un busto suyo, donde se lo ve con gesto adusto y rulos en la cabeza.

Pero el “rulo” más largo que tuvo Rivadavia fue contratar con Inglaterra el

crédito a la Baring Brothers. De garantía ofreció todas las tierras públicas de lo que es

hoy la provincia de Buenos Aires, esas que libraba de los “salvajes” y “ladinos” indios

de la mano –o el sable y las balas- del coronel Rauch.

El crédito solicitado a la banca Baring ascendía a un millón de libras, pero

descontadas las comisiones, sólo llegaron al puerto de Buenos Aires 570.000 libras. El

dinero que estaba inicialmente destinado a obras públicas, finalmente se gastó en

cualquier otra cosa. Ni un centavo fue a parar a construcción de caminos, cloacas o

puentes. Según Felipe Pigna, cuando se lo terminó de pagar en 1904, se habían ido de

las arcas nacionales 22.734.766 pesos fuertes.

La frutilla del postre rivadaviano, es la relación que mantuvo con el general Don

José de San Martín, el Padre de la Patria. Rivadavia lo odiaba y lo tuvo como enemigo

personal, postura que hizo pública. Rivadavia escribía: “Es mi deber decir a ustedes,

para su gobierno, que es un gran bien para este país que dicho general esté lejos de él”.

Como contracara, el libertador de Chile y Perú escribió: “me consta que en todo

el tiempo de la administración de Rivadavia mi correspondencia ha sufrido una revista

inquisitorial, la más completa. Yo he mirado esta conducta con el desprecio que se

merecen sus autores. Rivadavia me ha hecho una guerra de zapa sin otro objeto que

minar mi opinión (…) yo he despreciado tanto sus groseras imposturas como su innoble

persona”.

En la ciudad de Azul, Rivadavia tiene una escuela con su nombre y también su

calle: corre de sur a norte, paralela a la céntrica Colón y a su continuación la avenida

Pellegrini, en la zona del balneario Municipal. Así vemos en la relación Rivadavia y

Rauch (pichón de Videla), como una vez más que poder económico y militar se dan la

mano para salpicar de sangre el país y aniquilar a los rebeldes y poner cepo a las

grandes mayorías argentinas.

Fernando Wilhelm

Publicado Agencia Walsh www.infoazuldiario.com.ar y el diario de Mar de Ajó

Page 118: LIBRO Compilado

MIÉRCOLES 21 DE ENERO DE 2009

OJO CON LOS ZURDOS PRESI DE EE.UU

Loz Zurdos de la Zona Zur de Azul no

ponemoz la zurda en el fuego por Obama, por

máz que zea zurdo, o zea, que use la isquierda

para poner la chueca

"Acostúmbrense, soy zurdo", dijo Obama, el nuevo presidente de EE.UU que

asumió en lugar de Bush, al firmar el primer decreto en el Salón Oval de la Casa

Blanca, que supo ser más divertido en tiempos de Bill Clinton.

El mote de "zurdo" del que se jactó Obama, sacó de las casillas a muchos zurdos,

o sea, que escriben con la mano izquierda. Más precisamente, a los de la zona sura

de Azul, como al autor de esta nota, que también escribe con la zurda.

Obama será zurdo, pero también un gran mentiroso, porque no sentó el culo en la silla

de presidente y ya anunció que no cumplirá algunas promesas de campaña (es sabido

que no hay mentiroso más grande que político burgués de campaña electoral). La cárcel

de Guantánamo no la va a cerrar, por ahora. Pero suspendió los juicios por 120 días.

¿Qué juicios?. Que se sepa, a la redacción de LA Ventana no llegó noticia de juicio

alguno o sentencia a esa gente detenida, torturada, re torturada y vuelta a torturar, de los

que no se sabe el nombre siquiera.

¿Barack está de joda?. ¿Cree que somos boludos, que comemos vidrio?. De las torturas,

el morocho no dijo mucho. Pero sí dijo mucho sobre la masacre genocida de Israel a

Palestina, deslizó que a él, o sea, al presi yanqui no le consta. "Israel tiene derecho a

defenderse", dijo Obama, el "progresista", preguntado por los cientos de víctimas

civiles y de milicianos palestinos que morían bajo la metralla israelí en ese momento.

Es claro, Obama es un reverendo hijo de puta. Mientras decía esa frase cínica, Obama

se hacía el simpático comiendo un pancho en una panchería de barrio con personas

norteamericanas que creen, de veras, que EE.UU no es un imperio que somete y

desangra países y gente, sino que lucha por la libertad de los pueblos en todo el orbe,

contra el terrorismo.

Claro, si la tele y los diarios, hasta Los Simpson -que me encantan, me sé los capítulos

de memoria- bancan al imperio. Sino, buscá -a ver si lo encontrás, yo no lo encontré-

algún capítulo, algún momento donde pongan en tela de juicio el rol de amos del

mundo que se autoimpone EE.UU. Ví uno donde Bart sostiene un soldado de plástico -

onda Barbi- y lo presenta como uno que fue a Irak, sin otro comentario. Ni una línea al

respecto. O sea, el muñeco es un ídolo de alguna manera para los niños

estadounidenses, incluso Bart. Esta es una lectura: el que hace a los Simpson nos está

mandando entre líneas que está bien la conquista a sangre y fuego de Irak, que está bien

someter pueblos, que está bien volarles la cabeza a mujeres, chicos y ancianos, porque

seguro que son terroristas.

Obama es zurdo, pero porque escribe con la zurda. Es parte de ese diez por ciento que

es zurdo, algunos, los de Springfield, algunos le compran cosas para zurdos a Flanders,

Page 119: LIBRO Compilado

que tiene una tienda para zurdos.

"Zurdo era mi abuelo". Así inicia una muy buena novela un escritor argentino de cuyo

apellido no me acuerdo y no quiero bolacear, porque este es un sitio de detalles. Y mi

abuela Hette también era zurda, pero escribía con la derecha, por obligación. En su

Alemania natal de fines de 1800, a los zurdos le ataban la mano detrás de la espalda y

los obligaban a escribir con la derecha, que ya se sabe que le dicen la "diestra", porque

la siniestra es la izquierda, la zurda. Pero resulta que la diestra, o sea la derecha,

siempre es asesina. Siempre. O sea, el capitalismo es una máquina de picar carne de

gente, sueños y esperanzas, claro, menos de los burgueses, que en general les va mejor

siempre, con dictaduras o democracias restringidas, si es con dictaduras militares,

mejor aún, así el país que sea queda libre de zurdos, zurdas y zurditos, como piensa el

"doctor" Mariano Grondona.

Zurdos inteligentes y brillantes hay para hacer dulce en toda la historia y en todas las

áreas, por ejemplo Einstein, ponele, o Jimmy Hendrix, por decir alguno al boleo. Pero

hablamos de Obama. ¿Qué podemos esperar de este pobre zurdo que desfila por las

calles de su pueblo en un tanque blindado que parece una limousine y es a prueba de

misiles?. ¿Qué podemos esperar de este zurdo que el primer decreto que firma es....No,

no puso fin al bloqueo a Cuba. Tampoco condenó al gobierno genocida de Israel. Ni

menos firmó por el fin de la soja transgénica de Monsanto que mata en especial a

ARGENTINOS/AS y hace mierda la tierra del Tercer Mundo. (Gracias Felipe Solá y

Alfredo De Angelis por dejar entrar en América Latina a Monsanto, dos patriotas,

aplausos por favor). El decreto que firmó Obama declara el dia de su investidura como

el de "Día Nacional de Renovación y Conciliación". Nunca escuché pelotudez más

grande. O sea, el morocho está para cualquiera.

Los diarios pro patronales y los periodistas que se ganan el salario chupándoles el culo

alaban a Obama porque no levanta la voz ni grita cuando habla, que es muy, pero muy

inteligente. Clarooo, inteligente para defender al Imperio. Ya lo dijo, lo escuchaste por

la tele: "Vamos a volver a liderar (el mundo)". Claro, habrá algunos cambios

cosméticos: total, que se casen los gays o liberen el aborto, para EE.UU, para sus

intereses, de los que mandan no es nada.

Conclusión: este zurdo que escribe estas líneas no se hace ni cargo de ese otro zurdo,

triste payaso zurdo que firmará con la zurda cualquier decreto para someternos si

puede, un poco más, a los pueblos y los trabajadores de todo el mundo. Y le pongo la

firma, con la zurda.

Fernando Wilhelm Publicado por La Ventana en

Page 120: LIBRO Compilado

MIÉRCOLES 21 DE ENERO DE 2009

OJO CON LOS ZURDOS PRESI DE EE.UU

Loz Zurdos de la Zona Zur de Azul no

ponemoz la zurda en el fuego por Obama, por

máz que zea zurdo, o zea, que use la isquierda

para poner la chueca

"Acostúmbrense, soy zurdo", dijo Obama, el nuevo presidente de EE.UU que

asumió en lugar de Bush, al firmar el primer decreto en el Salón Oval de la Casa

Blanca, que supo ser más divertido en tiempos de Bill Clinton.

El mote de "zurdo" del que se jactó Obama, sacó de las casillas a muchos zurdos,

o sea, que escriben con la mano izquierda. Más precisamente, a los de la zona sura

de Azul, como al autor de esta nota, que también escribe con la zurda.

Obama será zurdo, pero también un gran mentiroso, porque no sentó el culo en la silla

de presidente y ya anunció que no cumplirá algunas promesas de campaña (es sabido

que no hay mentiroso más grande que político burgués de campaña electoral). La cárcel

de Guantánamo no la va a cerrar, por ahora. Pero suspendió los juicios por 120 días.

¿Qué juicios?. Que se sepa, a la redacción de LA Ventana no llegó noticia de juicio

alguno o sentencia a esa gente detenida, torturada, re torturada y vuelta a torturar, de los

que no se sabe el nombre siquiera.

¿Barack está de joda?. ¿Cree que somos boludos, que comemos vidrio?. De las torturas,

el morocho no dijo mucho. Pero sí dijo mucho sobre la masacre genocida de Israel a

Palestina, deslizó que a él, o sea, al presi yanqui no le consta. "Israel tiene derecho a

defenderse", dijo Obama, el "progresista", preguntado por los cientos de víctimas

civiles y de milicianos palestinos que morían bajo la metralla israelí en ese momento.

Es claro, Obama es un reverendo hijo de puta. Mientras decía esa frase cínica, Obama

se hacía el simpático comiendo un pancho en una panchería de barrio con personas

norteamericanas que creen, de veras, que EE.UU no es un imperio que somete y

desangra países y gente, sino que lucha por la libertad de los pueblos en todo el orbe,

contra el terrorismo.

Claro, si la tele y los diarios, hasta Los Simpson -que me encantan, me sé los capítulos

de memoria- bancan al imperio. Sino, buscá -a ver si lo encontrás, yo no lo encontré-

algún capítulo, algún momento donde pongan en tela de juicio el rol de amos del

mundo que se autoimpone EE.UU. Ví uno donde Bart sostiene un soldado de plástico -

onda Barbi- y lo presenta como uno que fue a Irak, sin otro comentario. Ni una línea al

respecto. O sea, el muñeco es un ídolo de alguna manera para los niños

estadounidenses, incluso Bart. Esta es una lectura: el que hace a los Simpson nos está

mandando entre líneas que está bien la conquista a sangre y fuego de Irak, que está bien

someter pueblos, que está bien volarles la cabeza a mujeres, chicos y ancianos, porque

seguro que son terroristas.

Obama es zurdo, pero porque escribe con la zurda. Es parte de ese diez por ciento que

es zurdo, algunos, los de Springfield, algunos le compran cosas para zurdos a Flanders,

que tiene una tienda para zurdos.

"Zurdo era mi abuelo". Así inicia una muy buena novela un escritor argentino de cuyo

apellido no me acuerdo y no quiero bolacear, porque este es un sitio de detalles. Y mi

Page 121: LIBRO Compilado

abuela Hette también era zurda, pero escribía con la derecha, por obligación. En su

Alemania natal de fines de 1800, a los zurdos le ataban la mano detrás de la espalda y

los obligaban a escribir con la derecha, que ya se sabe que le dicen la "diestra", porque

la siniestra es la izquierda, la zurda. Pero resulta que la diestra, o sea la derecha,

siempre es asesina. Siempre. O sea, el capitalismo es una máquina de picar carne de

gente, sueños y esperanzas, claro, menos de los burgueses, que en general les va mejor

siempre, con dictaduras o democracias restringidas, si es con dictaduras militares,

mejor aún, así el país que sea queda libre de zurdos, zurdas y zurditos, como piensa el

"doctor" Mariano Grondona.

Zurdos inteligentes y brillantes hay para hacer dulce en toda la historia y en todas las

áreas, por ejemplo Einstein, ponele, o Jimmy Hendrix, por decir alguno al boleo. Pero

hablamos de Obama. ¿Qué podemos esperar de este pobre zurdo que desfila por las

calles de su pueblo en un tanque blindado que parece una limousine y es a prueba de

misiles?. ¿Qué podemos esperar de este zurdo que el primer decreto que firma es....No,

no puso fin al bloqueo a Cuba. Tampoco condenó al gobierno genocida de Israel. Ni

menos firmó por el fin de la soja transgénica de Monsanto que mata en especial a

ARGENTINOS/AS y hace mierda la tierra del Tercer Mundo. (Gracias Felipe Solá y

Alfredo De Angelis por dejar entrar en América Latina a Monsanto, dos patriotas,

aplausos por favor). El decreto que firmó Obama declara el dia de su investidura como

el de "Día Nacional de Renovación y Conciliación". Nunca escuché pelotudez más

grande. O sea, el morocho está para cualquiera.

Los diarios pro patronales y los periodistas que se ganan el salario chupándoles el culo

alaban a Obama porque no levanta la voz ni grita cuando habla, que es muy, pero muy

inteligente. Clarooo, inteligente para defender al Imperio. Ya lo dijo, lo escuchaste por

la tele: "Vamos a volver a liderar (el mundo)". Claro, habrá algunos cambios

cosméticos: total, que se casen los gays o liberen el aborto, para EE.UU, para sus

intereses, de los que mandan no es nada.

Conclusión: este zurdo que escribe estas líneas no se hace ni cargo de ese otro zurdo,

triste payaso zurdo que firmará con la zurda cualquier decreto para someternos si

puede, un poco más, a los pueblos y los trabajadores de todo el mundo. Y le pongo la

firma, con la zurda.

Fernando Wilhelm Publicado por La Ventana en

Page 122: LIBRO Compilado

Tac-tac-tac

Y las horas pasaban de prisa entre el humo y la risa. Te morías por

volver Con la frente marchita cantaba Gardel...El tipo estaba inquieto. Se le

notaba en el rictus del rostro. Las ganas de fumarse un porro. O de tomarse

una raya. Pero tú no tenías más amor que el del río de la Plata, cantaba por

atrás Sabina. Un bandoneón y la quietud provinciana de la ciudad. El río,

ahí nomás.

Ya es de noche y en alguna casa con jardín descuidado hay tres

amigos alrededor de un dúrax caliente.Y caras nerviosas. No van a salir a

ningún lado. We Hope reza el cuadro de mar con faro incluído. Tac-tac-tac

martillea de filo la yilet en el plato. Y la mano traza paralelas para una

noche más de narices frías. De la puerta para afuera, el calor emigró hace

rato a otros lugares. Y la calle está vacía.

Otro tiro y otro tiro y otro tiro y la dureza aumenta a fuerza de no

hacer nada. Se escucha a Mano Chao por los parlantes. El del saquito se

pone duro y no deja de mirar la puerta. Sabe que no vendrá nadie, pero por

las dudas mira. Mira nervioso porque la noche quisiera que algo lo lleve

mágicamente a una playa blanquísima del Caribe. O lo deposite en Callao y

Corrientes. O en un lugar donde pase algo, pero de veras.

El reloj da otra vuelta y son las tres. Y ahí están, como al principio.

Pero más duros, más silenciosos y esperando que suene el teléfono que no

quiere sonar para que llegue el que trae más. Como dos horas de espera.

Uno por fin agarra una guitarra y ahora el trío se toma una raya a la salud

de Spinetta y entonan algo desafinados Durazno Sangrando.

Y cuando por la quinta cerveza y con el plato vacío, uno dijo: -Me

voy. Los otros dos se levantaron y después de hablar del Papa, de la

Revolución, de los robos del gobierno, del último de Sabina y de las novias

pesadas que escasean jugosas a la madruga cuando duele el alma. Y se van.

Solos. En medio del rocío que cubre las calles húmedas de la Viedma city.

Tan careta y tan puritana, como la reina que se esfuma del plato. Tan

previsible y tan pacata. Tan agarradita al empleo público y a la rutina de las

seis horas de trabajo por dos mangos por afiliado a la uceerre.

En los grises monoblocks de los barrios obreros a esa hora el

tetrabrick es rey y se vacía en miles de mesas al mismo tiempo. La

televisión, devastadora e implacable, evita que las guitarras suenen, que las

voces hablen, que las miradas se crucen y que los corazones se entrecrucen

de cuerpos. Hace frío en este pedazo del planeta.

Crónicas alucinadas de fin de siglo. Viedma, 1998. Fernando Wilhelm

Page 123: LIBRO Compilado

Un sol muy gordo

El sol era un sol gordo. Muy gordo. Tanto que cada mañana los cometas lo tenían que

empujar para que entrara en el cielo. La verdad, era que el rey de los planetas se

quemaba en su propio fuego y su vida era un infierno.

Se daba baños de luna por las noches y ponía los rayos en remojo en una tina amarilla

de amianto, con sales hidratantes y otros yuyos.

Pero nada de eso lo aliviaba. Probó con médicos, con especialistas chinos, con

chamanes y curanderos de toda clase. Probó con aspirinas por toneladas y tisanas

malayas. Con opio de Indochina y con heroína marrón. Y de pico. Algo lo alivió, al fin,

mezclando todo junto. Pero era carísimo y el bajón, terrible. Para bancar esta singular

terapia empeñó varios rayos de oro finísimo. Cinco, cinco rayos malvendió a un cometa

retrucho que contrabandeaba en la Tierra toda clase de cosas.

Pero la verdad de las verdades es que el gordo dorado se moría de amor por una estrella.

Estaba loco, reloco por la chica, que le daba bola pero de lejos. Porque era una estrella

de hielo. Y se quemaba en cada abrazo.

Ni siquiera podía leer las cartas de su enamorado porque le llegaban todas chamuscadas.

Y las cartas de ella, alguien se las tenía que leer, porque en sus manos se hacían cenizas.

El sol se sentó a pensar. A pensar qué hacer. Miraba el horizonte y pensaba. No se le

pasaba ni una sola idea potable por la cabeza. Le dio vueltas y vueltas al asunto. Lo

miraba de arriba a abajo, de un costado a otro. Lo puso patas para arriba. Lo desnudó, lo

destripó y hasta le pispeó el alma, una cosita chiquitita y liviana. Pero ni así le encontró

la vuelta.

Se rindió y se largó a llorar como un chico. De repente se dio cuenta que estaba solo.

Super solo. Solo y solo. Que no podía amar porque su amor quemaba. Puteó su destino,

Page 124: LIBRO Compilado

puteó y reputeó a las estrellas y al sistema planetario entero. Al fin se sentó, cansado y

triste.

Ya tenía una bocha de años, tantos que ni se acordaba. Su memoria era una sucesión sin

principio ni fin de infiernos desolados, ardiendo y ardiendo sin contemplación, desde el

principio de los tiempos. Y nada más. No recordaba nada más.

Qué raro -pensó- no recuerdo nada de nada. Ni feo ni malo, ni bueno ni gris ni verde.

Sólo este fuego.

La parecía que esa vida no era de él, que había sido un testigo casual de algo ajeno, un

asunto de poca monta, sin importancia para nadie. Y se le vino a la cabeza por qué

recién se había enamorado y no pudo recordar otros amores, ni haciendo esfuerzos y

recorriendo los rincones más remotos de su corazón.

En eso la estrellita lo saludó de lejos. Venía con una minifalda cortísima y una blusita

color piel de estrella. Los labios rojo carmesí daban ganas de comérselos a mordiscones

se dijo el grandote. Y el escote de la chica le encendía más los fuegos interiores.

-Y Gordi, qué vamos a hacer?, le preguntó sin más y con carita de querer unos mimos

urgente. Y el sol le contestó. -Lo único que me queda es bañarme en un mar y apagar

todo este fuego. Probar con eso- arriesgó. A ella le pareció bien y le propuso

acompañarlo adonde fuera necesario.

Un mar bien grande para apagar tanto fuego sólo había en un planeta cercano que se

llamaba Barobar y en el que vivían unos seres pequeñitos con bonetes rojos y miradas

limpias, que se la pasaban tocando rockanrol, meta copas y adorando a un dios bicolor

rarísimo.

El caso conmovió a los barobarenses, que enseguida hicieron una asamblea. Unos

plantearon que se hiciera primero un estudio de impacto ambiental y otros pusieron el

grito en el cielo y dijeron que era una locura.

Page 125: LIBRO Compilado

Un viejo de barba larguísima pidió hablar y le dijo al sol: -Vos encendés

tus fuegos, quién sino, y vos tenés que apagarlos-. Dio media vuelta y se

fue. El sol se quedó mudo. Así se sentó a orillas de un río. Cruzó las

piernas y deseó con todas sus fuerzas brillar. Tanto deseó que en sus

células hubo una revolución. La mente y el corazón se abrieron y captaron

perfectamente lo que el Gordo quería. A tal punto que dejó de arder y en

vez de fuego surgió una luminosidad por todos sus poros. Todas sus células

despedían luz de colores. No más fuego. No más soledad. No más dolor. Los barobarenses volvieron felices a sus

cosas, la estrellita pudo amar a su gordo, el gordo a su estrellita y colorín colorado este

cuento ha terminado.

Nictálope

FIN