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Libro Daniel Lopez

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sierva maria

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1CAPITULO

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El día 7 de diciembre, día de San Ambrosio Obispo, un perro cenizo mordió a cuatro personas que se le atravesaron en el camino. Tres de ellas eran esclavos y la otra era Sierva María de Todos los Ángeles, hija única del marqués de Casalduero, que había ido con una sirvienta mulata al merca-do para comprar una ristra de cascabeles para la �esta de sus doce años. Aquel mismo día llegó un embarque de escla-vos que se pensaba venía contaminado de una peste, pero resultó ser producto de un envenenamiento.

Bernarda Cabrera, madre de Sierva María y esposa sin títulos del marqués de Casalduero era una mestiza brava, seductora, rapaz, parran-dera y consumía mucha miel fermentada y tabletas de tabaco. Había sido muy astuta en el comercio de esclavos pero ahora,

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debido a sus excesos, la hacienda donde vivían, estaba en malas condiciones. Anterior-mente, la esclava Dominga de Adviento gobernó la casa, crió a Sierva María y era la única con autoridad para mediar entre el marqués y su esposa, pero hace no mucho había fallecido y Sierva María andaba siempre con los esclavos. Para el festejo

de su cumpleaños, los escla-vos de la casa le pintaron la cara de negro, le colgaron collares de santería y le cuidaban la cabellera rojiza que nunca le habían cortado y se enrollaba con trenzas.Sierva María tenía el cuerpo escuálido, era tímida, de piel lívida, de ojos azul taciturno y cabello cobrizo, se parecía a su padre y su forma de ser la hacían parecer invisible.

Sierva

Maria

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Las esclavas le informaron a Bernarda sobre la mordida del perro dos días después. Ella fue a revisar a su hija y vio la marca cicatrizada en el tobillo y no se preocupó más por el asunto. Al domingo siguiente, la esclava que llevaba a Sierva María aquel día, vio al mismo perro que mordió a la niña muerto por la rabia. Bernarda no se preocupó al respecto, la herida estaba seca y tampoco se lo comentó a arido.

A principios de enero, Sagunta, una india andariega visitó al marqués para informarle sobre la peste de rabia que había y sobre las personas que sufrían de esta por las mordidas del perro, entre ellas, su hija. Sagunta afirmaba ser la única poseedora de las llaves de San Huberto, patrono de los cazadores y sanador de los rabiados. Como el marqués, quien no se interesaba en ningún asunto del hogar desconocía de la mordida, la despidió sin prestarle atención, pero Bernarda le confirmó el hecho después.

Para el marqués era claro, siempre pensó que amaba a su hija aunque nunca le prestaba atención, pero el miedo al mal de rabia lo obligaba a confesarse que se engañaba a sí mismo por como-didad

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AMOR5

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Ningún lugar en la vida es mas triste que una cama vacía.

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Ningún lugar en la vida es mas triste que una cama vacía.

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En cambio Bernarda tenía plena conciencia de no amarla nada ni de ser correspondida por Sierva María y ambas cosas le parecían justas. Mucho del odio que ambos padres sentían por la niña era por lo que ella tenía del uno y del otro.Preocupado por el mal de rabia, el marqués fue al hospital del Amor de Dios para ver al enfermo de rabia, quien se encontra-ba amarrado en una situación deplorable y consumido por la enfermedad. A la salida del hospital, se cruzó con el doctor Abrenuncio, un judío doctor erudito que permanecía junto a su caballo muerto. El marqués lo invitó a pasar a su carroza y lo cuestionó sobre la rabia y el estado del paciente. Abrenun-cio recomendó que debían matarla.

Abrenuncio pensó que la herida estaba lejos del cerebro y poco profunda, por tanto, podía estar libre de rabia. El marqués había decidido apelar al hospital y cuidarla en casa. Mientras tanto, el doctor le recomendó darle todo cuanto pudiera hacerla feliz, pues no hay medicina que cure lo que la felicidad no puede curar.

Ningún lugar en la vida es mas triste que una cama vacía.

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Nunca se supo cómo había llegado el marqués a semejante estado de desidia antes de que el perro mordie-

ra a su hija, ni porqué mantuvo su matrimonio disfuncional.

Ignacio, heredero único, no daba señales de nada ni de querer a nadie. Creció con

signos de retraso mental y sus primeros síntomas de vida los dio a los 20 años de edad, cuando se enviaba cartas de amor con Dulce Olivia, una de las reclusas del manicomio Divina Pastora, contiguo a la hacien-da del marqués. Fue así como el marqués aprendió a leer y escribir, pero v de noviembre, la pareja estaba tocando un dúo bajo los naranjos cuando de pronto un relámpago los cegó y Doña Olalla cayó fulminada por la centella.

la hacía lucir como una reina

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El marqués ordenó funerales de reina y encontró en el huerto un mensaje de Dulce Olivia que se responsabilizaba por el rayo.El marqués donó sus bienes materiales, sólo conservó la man-sión con el patio reducido al mínimo y el Trapiche de Mahates, y a Dominga de Adviento le cedió el gobierno de la casa. Desde entonces, el marqués temía que los esclavos lo asesinaran y ordenó mantener siempre las luces encendidas.

Dulce Olivia se consoló con la añoranza de lo que nunca fue y por las noches se escapaba dela Divina Pastora para entrar a la mansión, limpiar los pasillos, acomodar y lavar las cosas que creía que los esclavos no hacían bien. Dominga de Adviento murió sin saber nunca por qué los pasillos estaban más limpios al amanecer y por qué las cosas estaban en otro lugar.

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Poco antes de cumplir un año de viudo el marqués descu-brió a Dulce Olivia en la casa y desde entonces reanudaron una amistad prohibida que alguna vez pareció amor. Conversaban hasta el amane-cer sin ilusiones ni despecho, como un viejo matrimonio, hasta que alguno de los dos decía algo incorrecto, se enfa-daban y Dulce Olivia desapa-recía por un largo rato.

Ella se ofreció para consolarlo y ser su esclava sumisa, pero él juró nunca más casarse. Sin embargo, antes de un año se casó a escondidas con Bernarda, hija de un antiguo capataz de su padre quien tras escabullirse en los apo-sentos del marqués y quitarle su virginidad, quedó emba-razada.

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LA memoria del corazón elimina los malos recuerdos

y magni�ca los buenos, y gracias a ese arti�cio, logramos sobrellevar el pasado.

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Cuando Sierva María de los Ánge-les nació, Dominga de Adviento juró, si sobrevivía el difícil parto, que no le cortaría el cabello hasta su noche de bodas. Bernarda despreció a su hija desde el principio y Dominga la educó conforme a su religión. La niña era sigilosa en sus movimientos y por ello, su madre le colocaba una campana para conocer sus movimientos en la casa, pero aún así, se las ingeniaba para parecer un fantasma aterrador y Bernarda decidió enviarla a dormir con los esclavos.

El día que Bernarda conoció a Judas Iscariote, aprendió a masticar tabaco y hojas de coca. Probó el canabis de la India, la trementina de Chipre, el peyote del Real de Catorce y probó por lo menos una vez el opio del nao de China.Judas se volvió ladrón, proxeneta, sodomita ocasional, y todo por vicio, pues nada le faltaba. Una mala noche se enfrentó con tres galeotes de la flota por un pleito de barajas y lo mataron. Bernarda se refugió en el Trapiche y la casa quedó al garete, y si no naufragó, fue por la mano de Dominga de Adviento.Ningún lugar en la vida es mas triste que una cama vacía.

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El convento de Santa Clara era un edi�cio cuadrado frente al mar de tres pisos con numero-sas ventanas. Tenía 80 monjas, todas con sus servicios y 36 criollas de las grandes familias del virreinato.

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Al �nal de todo el Convento, lo más lejos posible y dejado, había un pabellón solitario que durante 68 años sirvió de cárcel a la inquisición. Fue en la última celda de ese rincón donde encerraron a Sierva María a los 93 días de ser mor-dida por el perro y sin ningún síntoma de rabia

Las novicias que custodiaban a Sierva María a su llegada, se interesaron por sus anillos y collares de santería, pero cuando intentaron quitárselos, la niña se retorció y mordió la mano de una de ellas..

Poco después pasaron dos esclavas negras que reconocie-ron los collares y le hablaron en lengua yoruba. Sierva María les contestó, les dijo su nombre de esclava, María Mandinga y se fue con ellas a la cocina en donde ayudó a matar un chivo y jugó con los niños y adultos esclavos.La abadesa, Josefa Miranda, resentida con el clero del obispo por múltiples injusti-cias cometidas en el pasado contra su diócesis, estaba molesta por la presencia de la niña endemoniada que nadie había visto a ún,.

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pues Sierva María había pasado desapercibida en su primer día en el convento, como si fuera invisible.

A la mañana siguiente Sierva María se descubrió por su canto con las esclavas y por la fuerza, fue llevada a su celda.

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Desde entonces no ocurrió nada que no fuera atribuido al male�cio de Sierva María. Varias noches declararon para las actas que la niña volaba con unas alas transpa-rentes que omitían un zumbi-do fantástico. Un día, las monjas intentaron quitarle los collares de santería, pero Sierva María se defendió con fuerza, saltó por la ventana y alborotó las colmenas de abejas y los animales del esta-blo. Tardaron dos días en volver a juntar los animales.

Nunca como entonces era tan agitada y libre la vida del convento. Había monjas por los corredores que jugaban baraja española, dados carga-dos y tomaban licores en las celdas menos pensadas. Una niña endemoniada dentro del convento tenía la fascina-ción de una aventura nove-dosa.

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Nunca como entonces era tan agitada y libre la vida del convento. Había monjas por los corredores que jugaban baraja española, dados cargados y tomaban licores en las celdas menos pensadas. Una niña endemoniada dentro del convento tenía la fascinación de una aventura novedosa.

Llora por tu livertad

cuando el amor te acorrale. 20

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Para el marqués fueron días de luto, se había arrepentido de haber internado a su hija. En su inquietud, fue a visitar a Abrenuncio para comentarle lo que había hecho y éste le recomendó que la sacara del convento cuanto antes, pues los exor-cismos eran iguales o peores a las sante-rías de los esclavos y la niña se encontra-ba ahora prisionera.El marqués le escribió una carta al obispo solicitando una audiencia para tratar el caso.

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El obispo fue noti�-cado de que Sierva María estaba lista para iniciar los exor-cismos. El padre Ca-yetano Delaura estaba muy intriga-do con el caso, pues había soñado que Sierva María estaba sentada frente a un campo nevado co-miendo uvas, y la última uva represen-taba la muerte. Lo más raro para Delau-ra es que el campo nevado era Salaman-ca el momento que nevó durante tres

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Destino

días consecutivos y los corderos murie-ron sofocados por la nieve. El obispo le ofreció encargarse del caso, pero Delau-ra no deseaba acep-tar porque esperaba el puesto de biblio-tecario en el Vatica-no. Toda su vida había deseado ser bibliotecario; Delau-ra leía mucho y se encargaba de leerle al Obispo y de su biblioteca.

Inocensia

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Su destino original había sido viajar a Yucatán, pero el barco no

consiguió llegar y tras un año de estar en Cartagena de Indias y con la llegada del

Obispo de Cáceres, permaneció allí, como su protegido.

El obispo insistió en que Delaura tomara el caso, pues el éxito en éste podría represen-

tar una certera entrada al puesto que anhelaba para el baticano.

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Así fue como Cayetano Alcino del Espíritu Santo Delaura y Escudero, a los 36 años cumplidos, entró en la vida de Sierva María y fue parte importante de la historia de la ciudad.

Al día siguiente, Cayetano Delaura fue al convento de Santa Clara con todas las armas para enfrentar al demonio (agua bendita y óleos sacramentales). La abadesa le decía que la presencia de la niña había provocado que las �ores crecieran distintas y se manifestaban constantes eventos sobrenaturales. Delaura respondió que era muy delicado atribuirle al demonio las cosas inexplica s.

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Antes de llegar a la celda de Sierva María, pasaron por la celda de Martina Laborde, una antigua monja condenada a cadena perpetua por haber matado a dos compañeras suyas con un cuchillo. Llevaba encerrada 11 años y era más conocida por sus intentos frustrados por escapar que por su crimen.

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Al entrar a la celda de Sierva María, Delaura percibió un olor a pudredumbre debido a las heces regadas de la niña. Ella yacía boca arriba sobre la cama sin colchón, atada de pies a cabeza con correas de cuero. Delaura pensó que si la niña no estaba poseída, el ambiente era propicio para estarlo. Cayetano examinó a la niña y se impresionó al ver la herida en el tobillo, supurada por la chapucería de los curanderos. Mientras la revisaba le decía que su presencia allí no era para martirizarla sino por la sospecha de que tuviera un demonio adentro. Sierva María ni lo miraba ni se quejaba ni se interesó por sus prédicas.

Cayetano volvió a visitar a Sierva María el lunes siguiente, pero ella lo recibió con un mal ceño y su celda apestaba aún más. Cuando Delaura se atrevió a desatarla, Sierva María se le fue encima como una �era y le mordió la mano. Cayetano logró colocarle un rosario en el cuello para tratar de defenderse del ataque.

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Por otro lado, Martina Laborde no halló la menor resistencia en Sierva María. Fue como si el alma de Dominga de Adviento hubiera entrado a la celda de la niña cuando Martina le sonrió. Ambas enta-blaron una amistad y prometieron ver juntas el eclipse total de sol que habría el próximo lunes.

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El domingo, después de misa, Delaura le llevó a Sierva María una canastilla de dulces. Ella descubrió que Cayetano llevaba la mano vendada y él le dijo que una perrita rabiosa con una cola rojiza de más de un metro lo había mordido. Sierva María tocó su herida, rió por primera vez y a�rmó ser más mala que la peste. Antes de marcharse del convento Delaura realizó una protesta formal por la mala comida de las reclusas y las condiciones en que tenían a Sierva María.

Esa misma noche, Cayetano creyó haber visto a Sierva María en la biblioteca del obispo, vestida en su bata de reclusa y con su cabellera de fuego, colo-cando un armo de gardenias recién nacidas en el �orero del mesón. Recitó una frase de Gracilazo, “por vos nací, por vos tengo la vida y por vos muero”. Cerró los ojos para asegurarse de que no era un engaño de las sombras y cuando los volvió a abrir la visión había desapareci-do pero la biblioteca estaba saturada por el olor a garde-nias.

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Al día siguiente Sierva María le dijo a Cayetano que sabía que moriría pronto porque Martina Laborde se lo había asegurado. Delaura la reconfortó de su llanto con paliativos confesio-narios, y fue entonces cuando Sierva María comprendió que Delaura era su exorcista y no su médico. Cayetano le confesó que le ayudaba porque la quería mucho

El padre Cayetano y el obispo admiraron juntos el eclipse, pero Delaura se lastimó un ojo por mirarlo directamente. Cayetano le dijo al obispo que no creía que Sierva María

estuviera poseída y atribuía las acusaciones en las actas de las monjas a su falta de enten-dimiento y cerrazón. El obispo pidió que continuara a pesar de las dudas sobre su posesión demoníaca. 32

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De salida, el padre le llamó la atención a Martina por asustar a Sierva María, pero ella nunca dijo que moriría y comprendieron que Sierva María mentía al respecto, como siempre lo había hecho. No obstante Delaura comprendió que estaba asustada y había creado un ambiente mortuorio a su alrededor.El obispo le entregó a Cayetano una carta de parte de la abade-sa en donde se quejaba de la tutela de Sierva María y de la prepotencia con la que se comportaba Cayetano. Delaura se molestó y afirmó que si alguien estaba poseído era la abadesa. El obispo lo reprendió por cualquier exceso que hubiese cometi-do a la vez que manifestaba su comprensión, pero se dejó ir por la nostalgia que siempre lo acechaba desde que inició su vejez

y olvidó el tema.

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A �nales de mes arribó a Cartagena de las Indias el nuevo virrey, don Rodrigo de Buen Lozano, y su séquito. La virreina tenía algún parentesco con la abadesa y había solicitado alojarse en el convento. Era casi adolescente, activa y un poco díscola en el convento. No hubo rincón que no registrara ni nada bueno que no quisiera mejorar. La abadesa trató de impedir que se acercara a la celda de Sierva María, pero ello sólo aumentó más su curiosidad. Tan pronto la vio, Martina Laborde se arrojó a sus pies para que le concediera el perdón. La virreina se sintió hechizada cuando vio a Sierva María cosien-do en un rincón y se hizo el propósito de redimirla.

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Durante una cena con el gobernador y el virrey, la virreina presentó a Sierva María, quien parecía una reina con el vestido de Bernarda. El virrey no podía creer que estuviera poseída y la encomendó a sus doctores, quienes coincidieron con Abrenuncio en que no tenía ningún síntoma de rabia y era muy probable que ya no la contrajera, sin embargo, nadie se sintió autorizado para dudar de su pose-sión demoníaca.El virrey visitó al obispo para comentarle sus planes para gobernar y especialmente, hablar sobre Sierva María. El obispo aclaró que la niña se encontraba en buenas manos. El virrey negó el indulto de Martina porque le parecía un mal precedente ante los demás reos.

Al día siguiente, el obispo decidió que Sierva María permanecería en el convento pero en mejores condiciones y no bajo el régimen carcelario. Asimis-mo le delegó a Delaura libertad de proceder y le pidió que visitara al marqués.

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Cayetano se apresuró feliz-mente al Convento y un pintor hacía el retrato de Sierva María vestida como reina, con el cabello hasta los pies, emanando una luz extraordinaria, parada en una nube y en medio de una corte de demonios sumisos. Delaura cayó en éxtasis con aquella visión de una niña que se había convertido en mujer

Sierva María le narró un sueño que tuvo, el cual era el mismo sueño que Cayetano había tenido antes de conocerla. Antes de terminar el relato, Sierva María confesó estar asustada pero Delaura le prometió que pronto sería libre y feliz por la gracia del Espíritu Santo.Por otro lado, Bernarda no estaba enterada de la ausencia de su hija.

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El marqués le enseñó la recámara de Sierva María, la maletita que le había preparado el día que la dejó en el convento y le pidió que se la llevara a su hija. Asimismo, le pidió que visitara a Abrenuncio para hablar sobre la salud de Sierva María. ese a que Delaura sabía que Abrenuncio era buscado por el Santo O�cio fue a visitarlo. Abrenuncio lo atendió con mucho gusto y le enseñó su extensa biblioteca. Cayetano estaba asombrado por los numerosos libros y especialmente porque encontró Los cuatro libros de Amadís de Gaula, el libro prohibido que le con�scó el rector del seminario a los 12 años de edad.

Ambos hablaron sobre Sierva María. Abrenuncio a�rmó que ella no estaba poseída por el diablo y le hizo ver a Delaura que él estaba allí porque deseaba hablar sobre ella.

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De allí, Delaura fue al convento para ver a Sierva María, le entre-gó la maletita que enviaba su padre y ella la recibió con gran desprecio, pues lo odiaba y prefería estar primero muerta antes de volverlo a ver. Entonces Sierva María se transformó en ener-gúmeno, comenzó a escupirlo y escupió una baba verde. Delau-ra toleraba sus escupitajos, ponía la otra mejilla y rezaba con devoción, pero sólo Martina consiguió someter a la niña con sus maneras celestiales. Cayetano huyó y se encerró en la biblioteca a rezar, sacó las pertenencias de Sierva María de la maletita, las olió con deseo, las amó y habló con ellas obscenamente hasta que no pudo más. Entonces se desnudó el torso y comenzó a �agelarse con un odio insaciable. El obispo, que había quedado pendiente de él, lo encontró revolcándose en un lodazal de sangre y de lágrimas. Delaura sólo dijo que era el demonio mismo, el más terrible de todos.

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Cayetano confesó su deseo y todo cuanto había ocurri-do. El obispo lo despojó de sus encomiendas y privilegios y lo mandó a servir de enfermero de leprosos en el hospi-tal del Amor de Dios. Altos dignatarios de la diócesis intercedieron por Cayetano, pero el obispo no cedió manteniendo ocultas las razones de su decisión.Martina se había hecho cargo de Sierva María con gran devoción y le pidió que le permitiera hablar con sus demonios para salir del convento a cambio de su alma. Sierva María enumeró a seis demonios y Martina identi�-có a uno de ellos como un demonio africano que alguna vez había hostigado la casa de sus padres.Por su parte, Cayetano se había sometido con humildad a las condiciones infames del hospital.El primer martes de penitencia, Abrenuncio se encontró con Cayetano y trató de convencerlopara que fuera a visitarlo a su casa para conversar. Asimismo, le regaló un libro de las Cartas Filosó�cas en latín. Cayetano, asom-brado por la bondad del doctor, prometió visitarlo a escondidas algún día.Una noche, por una extraña inspiración, Delaura escapó del hospital para visitar a Sierva María. Le costó trabajo entrar pero un leproso del hospital le había indicado el camino correcto a través de un túnel que no estaba sella-do. Al principio, Sierva María se resistió, pero �nalmente conversaron felices por dos horas.Delaura volvió a visitar-la las siguientes noches y entre versos y poemas se fueron enamorando y besando, pero manteniéndose siempre vírgenes porque él deseaba mantener su casti-dad hasta el día en que fueran libres para casarse

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Una mañana temprano, mientras la pareja dormía, la guardiana entró con el desa-yuno de Sierva María, pero salió sin haber visto a Delau-ra, quien se había vuelto igual de invisible como su amada.Sierva María le regaló el precioso collar de Oddúa y Cayetano le enseñó a leer, escribir y el culto de la devo-ción del Espíritu Santo, a la espera del día en que fueran libres y casados.

Sierva María le pidió a Cayetano que escaparan juntos, pero él se negó para esperar debidamente el día de su debido exorcismo y liberación.Al amanecer del 27 de abril comenzaron los exorcismos de Sierva María sin previo aviso. La llevaron a rastras al abreva-dero, la lavaron a baldazos, la despojaron a tirones de sus collares, le pusieron el camisón brutal de los herejes y le cortaron la cabellera hasta la altura de la nuca. Por último le pusieron una camisa de fuerza y la taparon con un trapo fúnebre para llevarla a la capilla. El obispo había convoca-do a prebendados esclarecidos del Cabildo Eclesiástico para que lo asistieran en el proceso. Sierva María, fuera de sí por el terror gritó ante las palabras y oraciones del obispo.

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Al día siguiente, un sacerdote viejo de talla imponente conocido como el padre Tomás de Aquino de Narváez, antiguo �scal del Santo O�cio en Sevilla y párroco del barrio de los esclavos, escogido por el obispo para sustituirlo en los exorcismos, le regresó a Sierva María sus collares y le habló en lengua yoruba. Ella sintió con�anza hacia él y nadie parecía mejor hecho para entenderse con Sierva María y enfrentarse con más razón a sus demonios.

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La noticia llegó hasta la celda de Sierva María que se quedó espe-rando al padre con una ilusión inocente. No supo explicarle a Cayetano quién era, pero le transmitió su gratitud y la con�anza que sentía por él. Hasta entonces les había parecido que el amor les bastaba para ser felices pero fue Sierva María quien se dio cuenta de que la libertad sólo dependía de ellos. Una madrugada, después de largas horas de besos, le suplicó a Delaura que no se fuera, pero él lo tomó a la ligera y se despidió; entonces ella saltó de la cama decidida a marcharse con él para refugiarse con él en San Basilio de Palenque, un pueblo de esclavos fugitivos a doce leguas, donde sería recibida, sin duda, como una reina. A Cayetano le pareció una idea providencial pero con�aba más bien en forma-lismos legales. De modo que cuando Sierva María lo puso en la encrucijada de quedarse o llevársela, Delaura trató de zafarse de ella y escapó.

Sierva María lo reconoció al instante como un arcángel de salvación y no se equivocó. Tras explicarle sobre los demonios y corregir a la abadesa sobre las actas, el padre prometió que pondría la mayor diligencia para que fuera asunto de días, y ojalá de horas.Al día siguiente, en la iglesia del padre Aquino, no se podía o�ciar la misa porque el padre había desapareci-do. A las ocho, la niña del servicio fue a sacar el agua del aljibe y allí estaba el padre Aquino, �otando boca-rriba con las calzas que se dejaba puestas para dormir. Fue una muerte triste y sentida y un misterio que nunca se esclareció, y que la abadesa proclamó como la prueba terminante de la maldición del demonio contra su convento.

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