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Apuntes Literatura Universal 2º Bachillerato
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LITERATURA GRIEGA
Ulises atado al mástil de su barco para no sucumbir al canto de las sirenas.
Grecia ha sido, junto al pueblo hebreo, la cuna de la civilización occidental. Su
política, su pensamiento, su arte, su literatura alcanzaron tal perfección y profundidad, que han
determinado, en mayor medida que ningún otro país, el desarrollo cultural de Occidente.
Todas las manifestaciones culturales del pueblo griego se caracterizan por un hondo
sentido del equilibrio; de ahí su gusto por la sencillez, la claridad y la proporción. Su arte y su
literatura, hechos a la medida de la naturaleza humana, son fáciles de comprender y de admirar,
porque carecen de las exageraciones, la desbordante fantasía, el lujo y la grandiosidad propios
de los pueblos orientales.
La fuente principal de inspiración para los griegos es su mitología: el riquísimo tesoro
de creencias y leyendas religiosas, que ellos consideraban la prehistoria de su país. La tradición
oral les había legado tantos acontecimientos y anécdotas en torno a sus dioses (largas y crueles
guerras, truculentas historias familiares, amores y odios, aventuras, venganzas…), que no
tuvieron necesidad de inventar nuevos argumentos; les bastó con recrear los ya existentes. Los
mitos y leyendas se originaron por la necesidad del pueblo griego de explicar su prehistoria
tiñéndola de un marcado sentido religioso. Con el tiempo, esa significación espiritual fue
desapareciendo y se sustituyó por una dimensión simbólica que podía aplicarse a la experiencia
humana y servía para explicar la función del hombre en el mundo. En definitiva, el mito y la
leyenda se convertirán paulatinamente en literatura, es decir, en una manera de conocer el
mundo y de que el ser humano intente conocerse a sí mismo. Hoy, veinticinco siglos más tarde,
los mitos siguen siendo, por su belleza y su profundo simbolismo, motivo de inspiración y de
estudio.
No hubiera sido posible una literatura tan perfecta sin una lengua rica y desarrollada,
adaptable a la prosa y al verso, a la expresión del sentimiento y de las ideas. Y el idioma griego
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lo fue, por la abundancia de su vocabulario, la flexibilidad de su sintaxis y su entonación casi
musical.
Donde más destacaron los griegos fue en los géneros propiamente literarios: la poesía
épica, la poesía lírica y el teatro, aunque cultivaron también la filosofía, la historia y la
oratoria.
En cuanto a su cronología, se observan tres grandes etapas en la literatura griega
antigua, en cada una de las cuales destacan algunos géneros sobre otros:
Época arcaica. Abarca desde los orígenes, hacia los siglos IX-VIII a. de C.,
hasta las guerras médicas (comienzos del siglo V a. de C.). Esta primitiva
literatura se organiza en torno a dos principales modalidades: la epopeya y la
lírica.
Época clásica. Período delimitado por el fin de las guerras médicas y la entrada
en la historia de Alejandro Magno (356 a. C.). El gran género de esta época es
el teatro.
Época helenística. Período de expansión de la cultura griega fuera de las
fronteras tradicionales, gracias a las conquistas de Alejandro. Se desarrolla entre
el siglo IV y el siglo II a. C., momento en el que Grecia es conquistada por
Roma. Desde el punto de vista literario, este período aporta pocas novedades.
1. LA EPOPEYA. HOMERO
La tradición atribuye a Homero, un rapsoda ciego del siglo VIII a.C. que se ganaba la
vida cantando de ciudad en ciudad, la autoría de las dos grandes epopeyas griegas: la Ilíada y la
Odisea. Probablemente existirían con anterioridad numerosas canciones que glorificaban las
hazañas de los antiguos guerreros y Homero sólo fue el refundidor que supo estructurarlas y
darles unidad, pero eso no quita mérito a su labor.
Las epopeyas griegas no se compusieron para ser leídas, sino recitadas: ante los nobles,
que se enorgullecían de sus heroicos antepasados, o ante el pueblo llano, que admiraba las
gestas de la clase dirigente. De ahí que conserven muchas fórmulas de la literatura oral.
Como género literario, la epopeya se caracteriza por los siguientes rasgos:
El argumento gira en torno a una cuestión bélica, que se convierte en el punto de
arranque de sus historias.
Las intenciones de la epopeya oscilan entre dos polos bien distintos: por un lado,
manifestar el orgullo de la pertenencia a una nación y, por otro, aleccionar
políticamente a un pueblo que debe aprender a admirar a la clase dirigente.
La acción se desarrolla en ambientes aristocráticos y caballerescos, sin apenas
participación de gente humilde. Sus protagonistas son héroes, es decir, hombres
convertidos en modelos sociales dignos de imitación. Los dioses intervienen en la
acción, aunque no como protagonistas: se parecen a los hombres en sus pasiones y
defectos, suelen entrometerse en sus vidas y tomar partido por unos u otros, pero no
son omnipotentes. Por encima de ellos está el Hado, fuerza misteriosa que gobierna su
destino y el de los seres humanos.
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El poeta, que se considera de rango inferior al de sus criaturas, narra sus hazañas con
absoluto respeto y objetividad, sin mostrar sus sentimientos u opiniones sobre hechos
y personas que están muy por encima de él.
Desde el punto de vista técnico, cabe destacar el uso de un lenguaje sublime (culto,
elegante, adecuado a la categoría de los interlocutores, plagado de bellas comparaciones
y de minuciosas descripciones) y del epíteto épico (fórmula lingüística mediante la que
se adjetiva e identifica a los personajes: “el de los pies ligeros”, “el fecundo en
ardides”...)
La Ilíada
Las dos epopeyas narran, en veinticuatro cantos cada una, hechos legendarios que
supuestamente ocurrieron muchos siglos antes de la época en que fueron escritas. La Ilíada se
sitúa en el último año de la guerra de Troya, que constituye el telón de fondo de su trama. Narra
la historia de la cólera del héroe griego Aquiles. La ciudad lleva nueve años sitiada. Enojado
porque su comandante en jefe, Agamenón, le ha robado una esclava, Aquiles se retira de la
batalla, abandonando a su suerte a sus compatriotas griegos, que sufren terribles derrotas a
manos de los troyanos. Aquiles rechaza todos los intentos de reconciliación por parte de los
griegos, aunque finalmente cede en cierto modo al permitir a su compañero y amigo Patroclo
ponerse a la cabeza de sus tropas vestido con su armadura. Patroclo muere en el combate, y
Aquiles, presa de furia y rencor, dirige su odio hacia los troyanos, a cuyo líder, Héctor (hijo del
rey Príamo), derrota en combate singular. El poema concluye cuando Aquiles entrega el cadáver
de Héctor a Príamo, para que éste lo entierre, reconociendo así cierta afinidad con el rey
troyano, puesto que ambos deben enfrentarse a la tragedia de la muerte y el luto.
Aquiles, protagonista de la obra, es el héroe absoluto, modelo de noble guerrero, que no
sólo encarna la fuerza sino también el orgullo y la dignidad del luchador. En realidad, está a
medio camino entre lo humano y lo divino, como demuestra su invulnerabilidad.
Un rapsoda. Encargado de transmitir los poemas épicos que componían los aedos.
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La Odisea
La Odisea narra el regreso del héroe griego Odiseo (Ulises en la tradición latina) de la
guerra de Troya. En las escenas iniciales se relata el desorden en que ha quedado sumida la casa
de Odiseo tras su larga ausencia. Un grupo de pretendientes de su esposa Penélope está
acabando con sus propiedades. A continuación, la historia se centra en el propio héroe. El relato
abarca sus diez años de viajes, en el curso de los cuales se enfrenta a diversos peligros, como el
cíclope devorador de hombres, Polifemo, y a amenazas tan sutiles como la que representa la
ninfa Calipso, que le promete la inmortalidad si renuncia a volver a casa. La segunda mitad del
poema comienza con la llegada de Odiseo a su isla natal, Ítaca. Aquí, haciendo gala de una
sangre fría y una paciencia infinitas, pone a prueba la lealtad de sus sirvientes, trama y lleva a
efecto una sangrienta venganza contra los pretendientes de Penélope, y se reúne de nuevo con su
hijo, su esposa y su anciano padre.
El protagonista, Odiseo, es un héroe más humano que Aquiles. Inteligente y astuto,
representa como ningún otro la sabiduría.
2. LA LÍRICA
Con posterioridad a la épica aparecen los primeros restos de lírica griega, género que
mantiene una constante conexión con la música –poemas cantados con acompañamiento de la
lira-. La lírica primitiva griega se divide en dos modalidades principales: la lírica personal,
expresión del sentimiento individual del autor, y la lírica coral, que expresa el sentir colectivo y
su función es la de ser cantada en lugares públicos.
La lírica personal tuvo su origen en la obra de distintos poetas de la isla de Lesbos,
entre los que destaca la poetisa Safo (s. VII a. C.). Safo dedicó su vida a instruir a las
jóvenes en la música, la poesía y el baile. La poesía de esta autora, de la que
conservamos escasos fragmentos, se centra en la exploración del sentimiento amoroso
desde el punto de vista femenino.
Junto a Safo, Anacreonte es otro de los más importantes poetas de esta lírica
personal arcaica. El tema primordial de su obra es el canto de los placeres sencillos de la
vida: el amor, el vino, el descanso en la naturaleza.
Dentro de la lírica coral el autor más relevante es Píndaro, autor de unas odas
triunfales en honor de los atletas vencedores en los certámenes gimnásticos y
deportivos. En estas composiciones aborda cuatro elementos recurrentes: la victoria del
atleta; el elogio de sus antepasados y de su ciudad natal; la referencia a la ciudad en la
que se han celebrado los juegos; y consejos morales.
3. EL TEATRO
El teatro griego tuvo su origen precisamente en la lírica coral, concretamente en los
himnos religiosos (ditirambos) que los campesinos, disfrazados, cantaban en honor a Dionisos,
dios del vino y de la fertilidad de la tierra. Este coro era dirigido por el bailarín más destacado:
el corifeo. En el siglo VI a.C., Tespis creó la figura del actor, que dialogaba con el coro. Había
nacido el género dramático, una de las más altas cimas de la literatura griega.
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En el teatro griego se distinguen dos subgéneros muy diferenciados: la tragedia y la
comedia.
3.1. LA TRAGEDIA
Según Aristóteles, la tragedia se caracterizaba por los siguientes rasgos:
Acción elevada, en la que los personajes y acontecimientos superan las
situaciones comunes.
Acción completa que exige un conjunto de antecedentes y causalidades
perfectamente claras y establecidas.
Argumento extraído de la materia legendaria y mítica.
Lenguaje enriquecido y adornado.
Recurso a la piedad y el terror que han de experimentar los espectadores ante
la acción representada.
Búsqueda de la catarsis: purificación de los sentimientos negativos que
experimenta el espectador al asistir a la tragedia y sentirse identificado con el
sufrimiento de los personajes. El espectador ha de extraer la conclusión de que
debe controlar sus pasiones y respetar una serie de normas para no verse
envuelto en situaciones similares a las de la acción representada.
Se estructuran en los siguientes elementos dramáticos: un prólogo (en el que
uno o varios personajes dan información para entender la acción), varios
episodios o escenas donde los actores plantean y desarrollan la acción
dramática) y el éxodo o desenlace final.
Durante el s. V a. C. se produjo un extraordinario desarrollo de la tragedia, sobre
todo de manos de los tres grandes dramaturgos del momento -Esquilo, Sófocles y
Eurípides-, cuyas obras conservadas solamente deben ser una pequeña parte de lo que
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en realidad debió representare en el momento. A través de las obras de estos autores
podemos observar cómo la tragedia va evolucionando. Ese proceso evolutivo se
observa, principalmente, en dos aspectos:
Teatralidad.- Desde formas más narrativas las obras van adquiriendo elementos cada
vez más teatrales. Esto se comprueba, por ejemplo, en el aumento del número de
actores en escena, que hacen avanzar la acción mediante el diálogo, en detrimento del
coro, elemento teatral más narrativo.
Humanización.- Los personajes de la tragedia sufren a lo largo del tiempo un cambio
que les lleva hasta comportamientos cada vez más cercanos a lo humano (el caso de
Antígona es significativo, pues manifiesta un sentimiento de rebeldía muy humano).
Dicho cambio culminará en los dramas de Eurípides.
ESQUILO (524-455 a.C.) dio forma definitiva a la tragedia, tanto en sus aspectos
externos (decoración, vestuario, máscaras, etc.) como internos (la pasión, el terror y la
piedad, como principales resortes). Sus personajes son pocos pero grandiosos; y sus
temas, hondos problemas religiosos y morales, en especial la inevitable sujeción del
hombre a su destino, fuerza invisible que doblega a héroes y reyes.
Entre las siete obras de Esquilo conservadas, sobresalen la trilogía Orestíada (donde
Orestes da muerte a su madre y al amante, para vengar el asesinato de su padre) y
Prometeo encadenado.
SÓFOCLES (496-406) a.C.) llevó a la perfección la tragedia griega. Desde que, a los 27
años, derrotó en un certamen a Esquilo, se sucedieron sus éxitos. Aunque extraídos del
mismo fondo mitológico que los de su predecesor, sus argumentos son más variados y
están mejor desarrollados. El destino sigue pesando sobre los personajes, pero ya no son
héroes movidos por la fatalidad sino hombres con voluntad propia, por lo que inspiran
más piedad que terror. En consecuencia, el lenguaje es más llano, menos majestuoso que
el de Esquilo.
Conservamos siete obras suyas, entre las que destacan Antígona, Electra (sobre el
mismo tema que Orestíada de Esquilo) y Edipo rey.
EURÍPIDES (480-406) revolucionó la tragedia, pero sus obras gustaron poco a sus
contemporáneos por su excesivo realismo y pesimismo. Con él sube al escenario el
hombre de carne y hueso, que obedece a su propia conciencia, no al destino, y se rebela
contra unos dioses que, a menudo, no son sino una caricatura de sí mismos.
Se han conservado 18 obras suyas, entre las que destacan Medea e Hipólito. En esta
última, Fedra, ofendida por la indiferencia de su hijastro Hipólito, que no corresponde a
su amor, se suicida tras acusarlo de haberla seducido. Teseo, su marido, pide a los dioses
castigo para el hijo, que muere al desbocársele los caballos después de proclamar su
inocencia.
3.2. LA COMEDIA
Frente a la tragedia, la comedia se entendía como la representación de una acción
más cercana a la vida cotidiana que busca constantemente la burla, la ironía y el humor.
Busca sus temas no en las grandes pasiones humanas, sino en los vicios y defectos
comunes. Sus personajes, en vez de dioses o héroes del pasado, son individuos corrientes,
de la calle, que utilizan un lenguaje vivo, ágil y procaz, nada elevado ni majestuoso.
Dentro de la evolución de la comedia griega se suelen establecer tres períodos: la
comedia antigua, representada por Aristófanes (s. V-IV a. C.), la comedia media, de la
que prácticamente no queda nada, y la comedia nueva, de la época helenística, cuyo
máximo exponente es Menandro (s. III a. C.).
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ARISTÓFANES es contemporáneo de Sófocles y Eurípides, y su capacidad para
provocar la risa se relaciona con la dureza de sus denuncias por la situación de declive
político que entonces sufría Atenas. De sus más de cuarenta comedias, conservamos once,
entre las que hay que destacar Las nubes, Lisístrata y La asamblea de las mujeres.
MENANDRO es el máximo representante de una forma de entender el teatro de humor
muy diferente a la de Aristófanes. En esta comedia nueva la sátira política, la grosería y la
vulgaridad han desaparecido. Se trata de un teatro de costumbres, basado en la
complicación de una intriga que gira en torno a una historia amorosa. No fue muy
apreciado en su tiempo, pero influirá poderosamente sobre los posteriores dramaturgos
romanos y, a través de ellos, en la Edad Media y el Renacimiento europeo. Algunas obras:
El malhumorado y El arbitraje.
Orgía Báquica