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Literatura Infantil y Juvenil

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LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

1. DEFINICIÓN

Para Cano y Pérez (2003) en un sentido estricto, deberíamos considerar

literatura infantil y juvenil solo la obra literaria cuyo emisor es el adulto y sus

receptores, en el momento de la creación, son niños , adolescentes o jóvenes

(según su momento evolutivo) y sin relación con tareas, programas o actividades

educativas (pues esto, por naturaleza, viene después ). En un sentido amplio,

incluiríamos también aquellas obras cuyos autores no las dirigieron

particularmente a ningún lector-receptor y, sin embargo, sea la infancia,

adolescencia o juventud su principal lectora. Pero ¿quiere decir esto que basta

con la voluntad del autor para convertir en literatura infantil y juvenil una

determinada creación, o que basta con la venta de la obra al sector infantil o

juvenil? Evidentemente que no, responderemos sin duda.

Para Posada y otros (2005) la literatura infantil y juvenil, en cuanto a género,

puede ser entendida como aquella que se escribió para los niños y jóvenes como

lectores.

Para Muñoz (2010) la Literatura Infantil y Juvenil ocupa un lugar importante en la

formación de los alumnos de las enseñanzas básicas y medias es algo

incuestionable. La literatura infantil y juvenil es, sobre todo, un instrumento de

trabajo bajo los parámetros de los currículos escolares. A través de la LIJ se

trabajan, en teoría, los cuatro bloques de contenidos de los currículos: “Escuchar,

hablar y conversar”, “Leer y escribir”, “Educación literaria” y “Conocimiento de

lengua”. Además, e igual de importante, es que estos libros desarrollen la

Educación en valores democráticos y, por supuesto, las competencias básicas,

notablemente, la competencia en comunicación lingüística y la cultural y artística.

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Según López (2003) nos da la siguiente definición:

La literatura infantil es aquella rama de la literatura de la imaginación que mejor

se adapta a la capacidad de comprensión de la infancia y al mundo de que de

verdad les interesa.

Considerando este concepto podemos observar algunos aspectos relevantes.

1. Constituye un sector de la producción literaria dedicado a un público

determinado y en formación que según las edades presentara diversidad de

intereses y de gustos que condicionaran la selección del tema. Del tono, de

los registros lingüísticos y de las figuras literarias.

2. Comprende libros escritos para niños y también obras que no fueron

destinadas a dicho público en particular.

3. Incluye los libros de texto, aunque pudiera haber casos excepcionales de

antologías y libros de lectura escolar que fueran también libros de literatura

infantil.

4. En la literatura infantil y juvenil, la relación texto – objeto – libro es muy

estrecha.

La especificidad de esta literatura viene dada por el carácter infantil-juvenil de sus

destinatarios potenciales, y esto ha desembocado, muchas veces en la

consideración de la literatura marginal o de carácter menor. ¿Será esta una de las

razones de la casi ausencia de espacios de difusión y citica en los medios de

comunicación? ¿La literatura infantil y juvenil por sus propios destinatarios no

merece consideración de la crítica seria?

Sin embargo la elevada producción de libros para niños y jóvenes durante los

últimos dieciséis años, hace ineludible la crítica serie y rigorosa.

Muchas editoriales nacionales y extranjeras han dado un respaldo considerable y

positivo a diversos escritores. Por otra parte la masiva aparición de autores

dedicados a escribir para niños, así como la naturaleza prolífica de su escritura,

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exigen la presencia de criterios rigurosos en la crítica y en investigación literaria

infantil.

2. HISTORIA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL

Según Cerillo y Sánchez (2007) nos dice lo siguiente:

Cuando hablamos de literatura, como cuando hablamos de pintura, música o de

arquitectura, admitimos, desde hace casi doscientos años, que el estudio, la crítica

y la investigación son necesarios para valorar y enjuiciar estilos, periodos,

movimientos, autores y obras. Sin embargo durante muchísimo tiempo todavía en

cierta medida hoy las creaciones literarias infantiles han sido ignoradas por

críticos y filólogos; y los que todavía es peor, cuando han sido valoradas u

enjuiciadas. Lo han sido como críticos pedagógicos o morales y no literarios.

La literatura infantil se ha resentido en exceso de una necesidad “oficial” de

comunicar determinadas enseñanzas, moralidades o doctrinas.

“El libro infantil no cumple con tener calidad literaria cuando este fuera del mundo

de los pequeños, nace condenado a no leerse, cuando descuide los imperativos

sociales, ha dejado de cumplir la misión educativa que toda comunidad exige.

Existe el peligro cuando el libro es únicamente bello, que contribuya solo q cultivar

el buen gusto, ejerciendo escaso inflijo en la vida moral y social”

Se exige a la literatura infantil no solo capacidad para instruir o adoctrinar si no

que en sí misma , fuera una parte esencial de la educación de los niños,

despojándola de los únicos valores que le son exigibles, los literarios esto es algo

que puede sorprendernos hoy, teniendo en cuenta las circunstancias históricas y

sociales.

“El libro infantil nutre la mente con el sentido y el conocimiento de las virtudes

naturales, del honor y la piedad de la dignidad del hombre y del espíritu de la

grandeza y del destino humano del entreverarse del bien con el mal de la caritas

Humani Generis”

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La literatura infantil que se proponía hasta hace no tantos años estaba llena de

contradicciones: sirva como ejemplo que en España en las primeras edades al

mismo tiempo se recomendaba las composiciones poéticas de raíz folclóricas y se

excluía de cuentos populares, por el peligro que tenían los relatos que

sobrecogían el lama de los niños .Para edades más avanzadas se proponían la

lectura de textos muy sugerentes de Manuel Abril (Trampolín y la pájara pinta),

Salvafor Bartolozi (Pinocho en el fondo del mar), Carmen Kurt (Color del fuego) o

Ana María Matute ( El saltamontes verde).

3. PANORAMA HISTORICO Y SOCIOCULTURAL

Según Posada y otros (2005) la literatura infantil y juvenil, en su forma oral, es

muy antigua y proviene del Lejano Oriente, en forma de cuentos populares

tradicionales, llamados también cuentos de hadas, dirigidos a los adultos. De allí

paso a Europa, de donde dio el salto a América.

A pesar de que la imprenta data de 1440, la literatura infantil y juvenil escrita es

un género relativamente nuevo, como lo son el niño y el joven como miembros de

la sociedad. En 1658 apareció el primer libro que le decía a los niños algo de su

interés, orbis sensualium pictus de Comenius, y en 1697 Histoires ou contes de

temps passé, más conocido como Los cuentos de mama oca, de Charles

Perrault.

En el siglo XVIII aparecen las recopilaciones de los cuentos populares

tradicionales y los niños de todo el mundo empezaron a hacerlos suyos, con lo

cual obligaron a hacer versiones adaptadas a ellos.

En Inglaterra, en 1744, con John Newberry, empezó en forma la edición de libros

que tenían al niño como publico primario; esta modalidad se extendió a todo el

mundo y dio paso a la creación de colecciones, famosas en América latina en el

siglo XX.

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Según la escritora colombiana Rocío Vélez de Piedrahíta (citada por posada y

otros, 2005 ), el siglo de oro de la literatura infantil empieza en 1785 (nacimiento

de Jacobo Grimm) y termina en 1898 (muerte de Lewis Carroll): se llama siglo de

oro por el prestigio que adquirieron los cuentos populares tradicionales y por la

gran cantidad de ediciones que se hicieron hasta el punto de que en la segunda

mitad del siglo XVIII la literatura infantil y juvenil paso a ser independiente de la

literatura general.

Para Montoya (2003) La literatura infantil empezó a perfilarse a partir del siglo

XVII, cuando Charles Perrault y los hermanos Jacob y Wihelm Grimm compilaron

los fabulosos cuentos de “Blanca Nieves“, “Caperucita Roja “, “Cenicienta”,

“Hansel y Gretel “, “El gato con botas “y otros considerados clásicos en el

contexto de la literatura infantil, debido a que encierran una extraordinaria

sabiduría popular y presentan valores humanos de carácter universal. Según los

biógrafos, los hermanos Grimm publicaron varios cuentos populares en forma de

libros entre 1812 y 1819, inspirados, en parte, por Charles Perrault, quien, en

1697, publico un libro compuesto por ocho cuentos, que todavía se leen con

entusiasmo en todo el mundo. Los hermanos Grimm fueron imitados por otros

escritores que hicieron lo mismo en sus países de origen, como el folklorólogo

noruego Peter Chrisen, quien dio a conocer el libro “Norske

Folkeeventyr“(aventuras populares noruegas, 1841- 1852). Desde entonces

innumerables los autores que se dieron la tarea de rescatar los cuentos de la

tradición oral, con la esperanza de salvarlos de las brumas del olvido y dárselos a

conocer a los lectores sedientos de aventuras.

Para Posada y otros (2005) en América latina el desarrollo de la literatura infantil

y juvenil data del primer cuarto de este siglo, con antecedentes valiosos y aislados

como los de José Martí en Cuba y Rafael Pombo en Colombia.

Según Rocío Vélez de Piedrahíta (citada por posada 2005) y otros, en sus

inicios, la literatura infantil de la región tuvo tres etapas:

1) Adaptación de mitos, leyendas y relatos.

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2) Creación de poesía infantil.

3) Publicaciones periodísticas.

Estas etapas se han visto vigorizadas a partir de 1970, cuando empezaron en

casi todos los países de América los concursos de literatura infantil y en

países como Cuba y Nicaragua se le dio gran impulso a la literatura infantil y

juvenil con carácter ideológico específico.

Para Rodríguez (2010) a inicios del siglo XIX, comienza una suerte de

prehistoria del libro infantil en América Latina con la edición de catecismos,

silabarios y obras de lectura escolar concebidas para el adoctrinamiento

religioso, moral e incluso político. Son publicaciones al servicio de una tríada

de principios: el temor a Dios, el castigo a la desobediencia y el premio a la

virtud.

En Nueva York, en 1889, los cuatro números de la revista “La Edad de Oro”,

escrita por el cubano José Martí, constituyen una importante ruptura por lo

renovador de sus presupuestos ideoestéticos. Con gran maestría formal,

Martí desarrolla temas inusitados para la época (como la grandeza de las

culturas prehispánicas, la lucha contra el colonialismo o los progresos de la

ciencia y la tecnología) y entrega cuentos con personajes infantiles de inusual

densidad psicológica. Con esta revista, concebida para incidir en la formación

de “hombres de su tiempo, y hombres de América”, Martí sitúa la creación

artística para la infancia dentro de la gran literatura de su tiempo.

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CORAZÓN DE TRAPO

Le faltaba el aire. Salió al descansillo sin hacer ruido y corrió escaleras abajo. Oyó

los gritos de su madre desde el tercer piso y apresuró la huida a comisaría. Sintió

la mirada cobarde de los vecinos a su espalda. El comisario ordenó que un coche

patrulla la llevase de vuelta a casa. “No son horas para que una niñita ande sola

por la calle” –dijo el comisario mientras le revolvía los cabellos y guiñaba el ojo a

dos agentes. Su papá solía calmarse en presencia de la policía y su mamá dejaba

de llorar. Aquella noche, llegaron demasiado tarde. El vecindario se apiñaba frente

al portal. La policía hizo sonar la sirena y los dos agentes bajaron

apresuradamente del coche abriéndose paso entre el gentío. A duras penas, mi

amiga pudo seguirlos. Volvía a faltarle el aire. El vecino del ático trató de detenerla

pero ella se zafó con rabia, y pudo verla. Su mamá yacía sobre los adoquines,

con el cráneo destrozado. Horrorizada, me dejó caer sobre un reguero de sangre.

Se perdió por el bulevar sin más amparo que las caricias de sus lágrimas. Quise ir

a besarla pero no soy más que una muñeca de trapo.

Víctor Salgado

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