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Lord Chichester E n una playa de estacionamiento de las muchas que hay en Buenos Aires, Raquel lo escuchó llorar. Alguien lo había arrojado entre los autos. Se incorporó a la casa, se llamó Lord Chichester. Tenía poco de nacido y ya era desteñido y cabezón. Quedó tuerto después, cuando creció y se batió en duelo de amor por la gata Milonga. Una noche, cuando Raquel y Juan Amaral estaban sumergidos en la más profunda de las dormidumbres, unos feroces chillidos los hicieron saltar de la cama. Chillaba Lord Chichester como si lo estuviesen desollando. Cosa rara, porque él era feo pero callado. -Algo le duele mucho- dijo Juan. Siguiendo los chillidos, llegaron al fondo del corredor. Raquel aguzó el oído y opinó: -Nos está avisando que hay una gotera Deambularon por la antigua casona hasta que ubicaron el clip-clop de la gotera en el baño. -Ese caño siempre perdió- dijo Juan. -Se va a inundar- temió Raquel. Y discutieron, que sí, que no, hasta que Juan miró el reloj, casi las cinco de la mañana, y bostezando suplicó: -Vamos a dormir. Y sentenció: -Lord Chichester está loco de remate Ya estaban por entrar al dormitorio, perseguidos por los chillidos del gato, cuando el techo, viejo y agrietado, se desplomó sobre la cama. Eduardo Galeano (2010) “Bocas del tiempo”, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI Lord Chichester E n una playa de estacionamiento de las muchas que hay en Buenos Aires, Raquel lo escuchó llorar. Alguien lo había arrojado entre los autos. Se incorporó a la casa, se llamó Lord Chichester. Tenía poco de nacido y ya era desteñido y cabezón. Quedó tuerto después, cuando creció y se batió en duelo de amor por la gata Milonga. Una noche, cuando Raquel y Juan Amaral estaban sumergidos en la más profunda de las dormidumbres, unos feroces chillidos los hicieron saltar de la cama. Chillaba Lord Chichester como si lo estuviesen desollando. Cosa rara, porque él era feo pero callado. -Algo le duele mucho- dijo Juan. Siguiendo los chillidos, llegaron al fondo del corredor. Raquel aguzó el oído y opinó: -Nos está avisando que hay una gotera Deambularon por la antigua casona hasta que ubicaron el clip-clop de la gotera en el baño. -Ese caño siempre perdió- dijo Juan. -Se va a inundar- temió Raquel. Y discutieron, que sí, que no, hasta que Juan miró el reloj, casi las cinco de la mañana, y bostezando suplicó: -Vamos a dormir. Y sentenció: -Lord Chichester está loco de remate Ya estaban por entrar al dormitorio, perseguidos por los chillidos del gato, cuando el techo, viejo y agrietado, se desplomó sobre la cama. Eduardo Galeano (2010) “Bocas del tiempo”, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI

Lord Chichester

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Page 1: Lord Chichester

Lord Chichester

En una playa de estacionamiento de las muchas que hay en Buenos Aires, Raquel lo escuchó llorar. Alguien lo había arrojado entre los autos.

Se incorporó a la casa, se llamó Lord Chichester. Tenía poco de nacido y ya era desteñido y cabezón. Quedó tuerto después, cuando creció y se batió en duelo de amor por la gata Milonga.

Una noche, cuando Raquel y Juan Amaral estaban sumergidos en la más profunda de las dormidumbres, unos feroces chillidos los hicieron saltar de la cama. Chillaba Lord Chichester como si lo estuviesen desollando. Cosa rara, porque él era feo pero callado.

-Algo le duele mucho- dijo Juan.Siguiendo los chillidos, llegaron al fondo del corredor. Raquel aguzó el oído y opinó:

-Nos está avisando que hay una goteraDeambularon por la antigua casona hasta que ubicaron el clip-clop de la gotera en el baño.-Ese caño siempre perdió- dijo Juan.-Se va a inundar- temió Raquel.Y discutieron, que sí, que no, hasta que Juan miró el reloj, casi las cinco de la mañana, y

bostezando suplicó:-Vamos a dormir.Y sentenció:-Lord Chichester está loco de remateYa estaban por entrar al dormitorio, perseguidos por los chillidos del gato, cuando el techo, viejo

y agrietado, se desplomó sobre la cama.

Eduardo Galeano (2010) “Bocas del tiempo”, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI

Lord Chichester

En una playa de estacionamiento de las muchas que hay en Buenos Aires, Raquel lo escuchó llorar. Alguien lo había arrojado entre los autos.

Se incorporó a la casa, se llamó Lord Chichester. Tenía poco de nacido y ya era desteñido y cabezón. Quedó tuerto después, cuando creció y se batió en duelo de amor por la gata Milonga.

Una noche, cuando Raquel y Juan Amaral estaban sumergidos en la más profunda de las dormidumbres, unos feroces chillidos los hicieron saltar de la cama. Chillaba Lord Chichester como si lo estuviesen desollando. Cosa rara, porque él era feo pero callado.

-Algo le duele mucho- dijo Juan.Siguiendo los chillidos, llegaron al fondo del corredor. Raquel aguzó el oído y opinó:

-Nos está avisando que hay una goteraDeambularon por la antigua casona hasta que ubicaron el clip-clop de la gotera en el baño.-Ese caño siempre perdió- dijo Juan.-Se va a inundar- temió Raquel.Y discutieron, que sí, que no, hasta que Juan miró el reloj, casi las cinco de la mañana, y

bostezando suplicó:-Vamos a dormir.Y sentenció:-Lord Chichester está loco de remateYa estaban por entrar al dormitorio, perseguidos por los chillidos del gato, cuando el techo, viejo

y agrietado, se desplomó sobre la cama.

Eduardo Galeano (2010) “Bocas del tiempo”, Buenos Aires, Editorial Siglo XXI