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Los Archivos, la historia y la tradición orales: un estudio del RAMP 20 MAIÎ9&7I Programa General de Información y UNISIST Organización de las Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura PGI-86/WS/2 París, 1986

Los Archivos, la historia y la tradición orales: un ...unesdoc.unesco.org/images/0006/000687/068747so.pdf · 11.1 Objetivos y directrices de la Oral History ... métodos y procedimientos

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Los Archivos, la historia y la tradición orales: un estudio del R A M P

20 MAIÎ9&7I

Programa General de Información y UNISIST

Organización de las Naciones Unidas, para la Educación, la Ciencia y la Cultura

PGI-86/WS/2

París, 1986

PGI-86/WS/2 PARIS, noviembre de 1986 Original: Inglés

LOS ARCHIVOS, LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES;

UN ESTUDIO DEL RAMP

preparado por

William W. Moss y

Peter C. Mazikana

Programa General de Información y UNISIST

Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura

El presente documento es la reproducción fiel del texto del autor

Asiento de catálogo recomendado:

Moss, William W. Los archivos, la historia y la tradición orales: un estudio del RAMP / preparado por William W. Moss y Peter C. Mazikana /para el/ Programa General de Información y UNISIST. -París: Unesco, 1986.- iii, 89 págs.; 30 cm. - (PGI-86/WS/2).

I - Mazikana, Peter C. II - Título III - Unesco. Programa General de Información y UNISIST IV - Programa de Gestión de Documentos y Archivos (RAMP)

© Unesco, 1986

PREFACIO

La División del Programa General de Información de la Unesco ha elaborado un Programa a largo plazo de Gestión de Documentos y Archivos (RAMP), con objeto de satisfacer las necesidades de los Estados Miembros, y en particular de los países en desarrollo, en los sectores especializados de la gestión de documentos y la administración de archivos.

Los elementos básicos del RAMP responden a los temas generales del propio Programa General de Información. De ese modo, el RAMP comprende proyectos, estudios y otras actividades destinadas a:

1. Fomentar la formulación de políticas y planes de información (nacionales, regionales e internacionales).

2. Fomentar y difundir métodos, normas y reglas de gestión de la infor­mación.

3. Contribuir al desarrollo de infraestructuras de información.

4. Contribuir al desarrollo de sistemas especializados de información en las esferas de la educación, la comunicación, las ciencias exactas y naturales y las ciencias sociales.

5. Fomentar la formación y la educación de los especialistas y los usuarios de la información.

El presente estudio, preparado en virtud de un contrato con el Consejo Inter­nacional de Archivos (CÍA), está destinado a proporcionar información sobre la naturaleza de la tradición y la historia orales; su función, una vez registrada, como pruebas documentales cuando se carece de documentos escritos o para comple­mentarlos; los problemas inherentes al registro y la administración de dichos materiales; y los elementos básicos que supone su uso. El estudio está destinado a los archiveros, conservadores de museos, administradores de documentos históricos y otros especialistas de la información, y las directrices que figuran en las conclusiones se basan en la experiencia adquirida en programas profesionales bien fundamentados que se han llevado a cabo en diversas partes del mundo, incluidos los países en desarrollo.

Se agradecerá a los lectores que deseen formular comentarios y sugerencias sobre el presente estudio, que se dirijan a la División del Programa General de Información, Unesco, 7 place de Fontenoy, 75700 París (Francia). En la misma divi­sión pueden obtenerse otros estudios preparados en virtud del RAMP.

INDICE

Página

O INTRODUCCIÓN: LA TRADICIÓN Y LA HISTORIA ORALES 1

1.0 EL CONTEXTO HISTORIOGRAFICO DE LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES 4

1.1 Documentos operaclonales 4 1.2 Documentos selectivos 5 1.3 Recuerdos 5 1.4 Reflexiones 7 1.5 Análisis y reconstrucciones 7 1.6 El lugar que ocupa la historia oral 8 1.7 El lugar que ocupa la tradición oral 9 1.8 Conclusión general 10

2.0 CRÓNICA DE LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES 11

2.1 La historia oral 11 2.2 Tradición oral 16

3.0 LA DIVERSIDAD DE LA TRADICIÓN Y LA HISTORIA ORALES 19

3.1 La historia oral 19 3.2 Tradición oral 22

4.0 REGISTRO DE LA TRADICIÓN Y LA HISTORIA ORALES 24

4.1 La cuestión de la participación de los archivos 24 4.2 La entrevista como fuente de historia oral 25

4.2.1 Planificación y preparación 25 4.2.2 Investigación previa 26 4.2.3 Lugar y circunstancias de la entrevista 26 4.2.4 Equipos 27 4.4.5 Técnicas 27 4.2.6 El encuestado 28 4.2.7 El proceso de la entrevista y el documento 28 4.2.8 Metodología de la entrevista

- La entrevista propiamente dicha 29 4.2.9 Metodología de la entrevista

- Selección del encuestado 30

4.3 Registro de la tradición oral 30

4.3.1 Preparación preliminar 31 4.3.2 Preparativos sobre el terreno 32 4.3.3 El registro 33 4.3.4 Documentos de apoyo 34

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Página

5.0 EQUIPO Y TECNOLOGÍA 35

5.1 Cinta de grabación 35 5.2 Equipo de grabación 36 5.3 Grabación de vídeo 37 5.A Conservación y preservación de los materiales 37 5. 5 Adelantos más recientes 38 5.6 Problemas relacionados con los equipos

en el mundo en desarrollo 38

6.0 GESTION DEL DOCUMENTO CON FINES DE ARCHIVO 41

6.1 Intereses generales en materia de archivo 41

6.1.1 Naturaleza del documento 41 6.1.2 Valoración del documento 41 6.1.3 Origen del documento 41 6.1.4 Forma del documento 42 6.1.5 Propiedad y consentimiento 42 6.1.6 Restricciones 42 6.1.7 Ordenamiento 43 6.1.8 Transcripción 43 6.1.9 Conservación 45

6.2 Recepción y control administrativo 45

6.2.1 Identificación básica 45 6.2.2 Registro de documentos recibidos 46

6.3 Tratamiento del documento 47

6.3.1 Tratamiento de conservación y descripción mínima 47

6.3.2 Descripción del contenido 48 6.3.3 Transcripción 49

6.4 Revisión de la cinta y la transcripción 50

6.4.1 Historia oral 50 6.4.2 Tradición oral 50

6.5 Registro de adquisiciones 51

7. 0 LOS MEDIOS DE LOCALIZACION Y EL ACCESO 53

7.1 Identificación básica 53 7.2 Medios de localización basados

en grupos de documentos 53 7.3 La recopilación de documentos orales

o el archivo de fuentes orales 54

7.3.1 Materiales de historia oral 54 7.3.2 Materiales de tradición oral 55

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Página

7.4 Indización de referencia cruzadas 55

7.4.1 Método de indización de resúmenes o de descripciones del contenido 55

7.4.2 El método de indización por asunto 55

7.5 Modelos bibliográficos 56 7.6 Medios de localización entre diferentes depósitos 56

8.0 ASPECTOS ÉTICOS Y JURÍDICOS 58

8.1 Autenticidad 58 8.2 Integridad del documento 58 8.3 Propiedad 59 8.4 Libelos, calumnias y difamación de personas 60 8.5 Seguridad del documento 60

9.0 USOS DE LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES 61

9.1 Historia oral 61 9.2 Tradición oral 62

10. 0 ENCUESTA RELATIVA A LOS ARCHIVOS Y A LA TRADICIÓN ORAL 64

10.1 Grado de relación de los archivos con las fuentes orales 64 10.2 La historia y la tradición orales

como funciones de los archivos 67 10.3 La tradición oral como recurso de los archivos 68 10.4 Tipología de la tradición oral 68 10.5 Financiación para la historia y la tradición orales 69 10.6 Personal 69 10. 7 Equipos 70 10.8 Preservación y conservación 70 10.9 Acceso 71 10.10 Análisis general de las respuestas 72

11.0 DIRECTRICES RELACIONADAS CON LA HISTORIA ORAL 76

11.1 Objetivos y directrices de la Oral History Association 76 11.2 Directrices para la evaluación de la historial oral 76

12.0 BIBLIOGRAFÍA 84

12.1 Referencias citadas 84 12.2 Literatura adicional 84 12.3 Nota bibliográfica adicional 85

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O. INTRODUCCIÓN: LA TRADICIÓN Y LA HISTORIA ORALES

Después de la Segunda Guerra Mundial las funciones y responsabilidades de las instituciones de archivos y de los funcionarios encargados de administrarlas se han ampliado considerablemente. Ante la perspectiva del estancamiento o la dismi­nución de los recursos, los archiveros han tenido que encontrar sitio para un volumen cada vez mayor de documentos, adaptar las prácticas y los principios archivísticos tradicionales a medios de registro y fuentes de información nuevos, y asimilar los rápidos adelantos tecnológicos que han tenido lugar en las comuni­caciones y en los medios de registro de datos.

La función que desempeña el custodio o guardián de los documentos oficiales a nivel local, de estado y central ha tenido que modificarse y transformarse en muchas formas. Esta transformación no ha sido fácil, como lo demuestra la continua controversia que existe en torno al grado de participación de los archiveros en la gestión de documentos actuales y cuasiactuales. Las respuestas de éstos han sido diversas, según los problemas a que se han enfrentado en los distintos países. Por tanto, es natural que la tradición y la historia orales no hayan recibido la aco­gida universal que merecen como elementos archivísticos legítimos.

No hay nada nuevo que decir respecto del registro, el uso y la conservación de la tradición y la historia orales. De hecho, durante años las personas y las instituciones han compilado, utilizado y conservado las fuentes orales y han puesto esos materiales a disposición de los investigadores. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estas funciones han estado a cargo de los departamentos de las univer­sidades, las instituciones de investigación especializadas o las dependencias de archivos creadas precisamente para atender las cuestiones relacionadas con las fuentes orales o los documentos sonoros. Para las instituciones de archivos en el nivel local, de Estado y nacional lo novedoso está en la frecuencia con que se les pide que acepten el papel de custodios y administradores de este material y que cumplan la tarea totalmente desconocida y a menudo incómoda de participar en la creación de estos documentos. Sea cuales fueren los pros y los contras de dicha participación, lo cierto es que la tradición y la historia orales han tenido y seguirán teniendo una influencia cada vez más importante en la labor archivística, y los archiveros deben estar preparados para asimilar y dominar este material. Para hacerlo, empero, deben tener un conocimiento tan pleno y exacto de la historia y la tradición orales como de las otras fuentes de archivo más corrientes.

La tradición y la historia orales tienen una naturaleza oral común. Aunque ilusoriamente resulta fácil establecer distinciones entre ellas, en la práctica es más difícil confirmar esas diferencias. Con frecuencia son muy similares las formas en que se recopilan, procesan y almacenan para poner a disposición de los investi­gadores estos materiales así como los equipos que se requieren para registrarlos y conservarlos. Por lo general, tanto las personas que se dedican a la historia oral como las que se ocupan de la tradición oral pertenecen a una clase común de histo­riadores orales y comparten muchos de los mismos intereses, preocupaciones, y objetivos, métodos y procedimientos.

Las tradiciones orales son los recuerdos del pasado transmitidos y narrados oralmente que surgen de manera natural en la dinámica de una cultura y a partir de ésta. Se manifiestan oralmente en toda esa cultura aun cuando se encarguen a determinadas personas su conservación, transmisión, recitación y narración. Son expresiones orgánicas de la identidad, los fines, las funciones, las costumbres y la continuidad generacional de la cultura en que se manifiestan. Ocurren espontá­neamente como fenómenos de expresión cultural. Existirían, y de hecho han existido,

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aunque no hubiera notas escritas u otros medios de registro más complejos. No son experiencias directas de los narradores, y deben transmitirse oralmente para que se consideren como tradición oral.

La historia oral, por otra parte, suele identificarse como una actividad, o un proceso académico e independiente de indagación en los recuerdos de las personas que han tenido experiencias directas en el pasado reciente. Esta indagación y las respuestas que genera se graban como complemento de los documentos escritos que resulten necesarios en cierta medida para el análisis histórico. Es una práctica planificada, abstracta y analítica que siguen los historiadores y otros especia­listas en ciencias sociales, y depende fundamentalmente de un medio de registro de datos, sea manual, mecánico o electrónico.

La historia oral debe mucho a las tradiciones orales de la historiografía de Europa Occidental. Se desarrolló en parte para corregir las deficiencias en los documentos escritos, pero muchos historiadores tradicionales la han considerado como un hijo indisciplinado, rebelde y quizás incluso irresponsable de la historia documental. Rebelde o no, la historia oral presupone forzosamente la existencia de un contexto de documentos escritos en que las investigaciones realizadas con ante­rioridad han identificado grandes deficiencias que pueden subsanarse mediante la grabación del testimonio de los participantes y testigos de los acontecimientos correspondientes. El producto de la historia oral está sujeto a la crítica textual y al análisis de contenido por las mismas normas que aplican los historiadores a los documentos escritos.

Si bien las tradiciones orales pueden compilarse como un ejercicio académico e incluirse en la categoría general de la historia oral, por su propia índole tienen un valor social inherente adicional, ya que contribuyen a la cohesión social, a la evolución dinámica y a la durabilidad de la cultura que representan. Por ende, en el propio acto del registro, las tradiciones orales se transforman y lo que antes fuera una imagen tímida en desarrollo o evolución se convierte en una "foto instantánea" fija y estática de la cultura en determinado momento de su desarrollo. El proceso que las crea y las nutre las hace abstractas, lo que por necesidad las hace rápidamente obsoletas.

Las tradiciones orales se asocian por lo general a las sociedades que carecen de tradición escrita, aunque también existen en sociedades muy cultas, incluso en las que cuentan con impresionantes archivos de documentos escritos. Sin embargo, su función más importante en materia de archivos ha sido conservar documentos sobre las sociedades que carecen de documentos escritos que arrojen luz sobre su desa­rrollo histórico, social, económico y cultural. En muchos casos ésta ha sido la única forma en que el pasado de una sociedad se ha podido reconstruir y registrar por escrito para su conservación en archivo.

La historia oral se hizo necesaria, al menos en parte, debido a que muchos historiadores llegaron a la conclusión de que los documentos escritos se limitaban excesivamente a informar sobre una clase o una élite gobernante, o a una función nacional dominante como la religión o el derecho. Por tanto, gran parte de la historia social quedó sin registrar o esto se hizo con otros fines que disminuyeron la utilidad del documento para la historia social. En los grandes anales nacionales quedaron muy poco representados sectores enteros de la población, y la perspectiva reflejada en esos anales tendía a ser sumamente legalista, oficial y burocrática. Los historiadores contemporáneos están tratando de rectificar esta deficiencia en distintas formas, entre ellas mediante la recopilación de la historia y la tradi­ción orales. Las instituciones modernas, sean comerciales, estatales, religiosas o sociales, han llegado a la conclusión de que es necesario elaborar documentos y compartir información más allá del estrecho confín de los documentos de operaciones

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oficiales. Además, la historia oral, aún en sus niveles más estudiados y acadé­micos, ha comenzado a descubrir la importancia y el uso de la mitología para buscar una explicación racional incluso a actividades sumamente complejas y deterministas de una sociedad tecnológica moderna. Al igual que ocurre en el caso de las tradi­ciones orales, la relación entre una perspectiva tradicional y la dinámica social puede ser tan importante como el valor probatorio del contenido de la historia oral para la documentación de fenómenos históricos.

Es preciso que en los archivos los documentos duraderos queden aislados del efecto directo que ejerce el desarrollo social continuo. Los archiveros deben comprender que al adquirir fuentes orales participan en un proceso de transforma­ción en que las fuentes socialmente dinámicas y en evolución se convierten en registros estáticos y duraderos de partes de ese proceso. Para el archivero, es importante establecer distinciones entre la tradición oral y la historia oral, sobre todo para comprender el origen de cada una de ellas, y quizás para elaborar criterios de evaluación con los cuales se determine la durabilidad del valor de cada una de ellas a los efectos probatorios, administrativos o de información general. Las formas en que el archivero las maneja suelen ser extraordinariamente semejantes, y las diferencias entre ellas hasta pierden importancia en la gestión archivística de la propiedad física de los documentos una vez que han sido creados y depositados en los archivos. Las notas y las transcripciones manuscritas o meca­nografiadas, las cintas magnetofónicas, las películas sonoras y las cintas de vídeo pueden contener documentos de fuentes orales, si bien el medio que se utiliza con más frecuencia tanto en la esfera de la tradición oral como de la historia oral es la cinta magnetofónica, que por lo general, aunque no siempre, va acompañada de una transcripción escrita o de una descripción del contenido de la cinta. En cada una de estas formas se puede hacer la grabación de uno, dos o varios participantes, aunque en la historia oral no es muy habitual que participen muchas personas en el diálogo entrevistador-encuestado. El papel que desempeña el entrevistador o reco­pilador de información en la grabación de la tradición oral suele ser mucho más reservado, anónimo y modesto que en la entrevista sobre historia oral, donde el entrevistador debe actuar como un catalizador para incitar y poner a prueba la memoria del narrador.

No obstante, tiene una importancia decisiva para la historia y la tradición orales que el archivero comprenda que lo que se entrega a los archivos es el docu­mento elaborado a partir de una entrevista o de un relato de una tradición oral; no es un testimonio del pasado sobre el que habla el encuestado, aunque puede ser un intento por definir o reconstruir ese pasado. Es un testimonio de un aconteci­miento (una entrevista, un relato, la recitación de un poema épico, etc.) que tuvo lugar en el pasado reciente, no una reliquia viviente de ese pasado más lejano a que se refiere el narrador, aun cuando la información suministrada sea el único vestigio de ese pasado que se conoce que existió.

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1.0 EL CONTEXTO HISTORIOGRAFICO DE LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES1)

Para comprender el lugar exacto que ocupan la historia y la tradición orales en el sistema de análisis histórico, debemos examinarlas en relación con otros tipos de documentación histórica. Para los fines de esta tesis, proponemos definir cinco tipos o niveles de fuentes básicas que componen la historia escrita: los documentos operacionales; los documentos selectivos; los recuerdos," las reflexio­nes; y los análisis y conclusiones de nuestros predecesores.

A partir de los significados corrientes de estos cinco términos podemos dis­tinguir una escala ascendente de complejidad y abstracción. También existe una contraescala de valor probatorio. A medida que aumenta la abstracción y nos aleja­mos más de la realidad inmediata, disminuye el valor probatorio de la información. Con frecuencia se olvida la tesis simple de que la evidencia y la abstracción están en relación inversa recíproca porque es muy elemental y quizás porque muchos deba­tes acerca de la validez histórica se desvían con demasiada rapidez hacia la bús­queda epistemológica de la "verdad". No obstante, esta relación no sólo es útil para comprender el valor de la historia y la tradición orales en un contexto his-toriográfico, sino que es fundamental para lograr esa comprensión.

El historiador procura conocer a fondo el pasado. La disciplina de la historia es un medio que nos ayuda a evitar la tergiversación de los hechos. Quizás no lo logremos, pero la historia nos lo permite. Tan evidente como un axioma es el hecho de que tal disciplina resulta indispensable para encarar el presente y planificar el futuro.

Si la historia y la tradición orales se han de emplear al servicio de la historia para conocer a fondo el pasado, entonces deben existir medios sistemáticos para relacionar los valores probatorios y abstractos y diferenciarlos entre sí en la historia y la tradición orales. Para comprender esto es preciso examinar los cinco niveles de fuentes.

1.1 Documentos operacionales

Los documentos operacionales se producen para promover las actividades en marcha de una organización y no para beneficiar a los historiadores, para quienes la creación, conservación y disponibilidad de esos documentos sólo representan una ventaja incidental. Más que imágenes abstractas de los hechos, los documentos operacionales son los propios hechos. Pueden ser abstractos en el sentido de que constituyen representaciones simbólicas de acuerdos o comunicaciones, pero los documentos producidos son de por sí las operaciones y su testimonio. Todo documento que plasme en su texto lo general y lo fundamental del hecho que representa es un documento operacional. Es la base autorizada para las actividades que se deriven o dependan de la operación. Constituciones, leyes, contratos, escrituras, tratados, diplomas, certificados, licencias, patentes, proclamas, órdenes, instrucciones, anuncios y otros documentos análogos son documentos operacionales. Son pruebas primarias. Con todo, una orden no cumplida y un anuncio no respondido son hechos que ocurrieron. A menos que los documentos sean falsificados, por su valor nominal podemos aceptarlos como pruebas primarias. Entre el documento y la realidad que representa no media ningún proceso interpretativo o selectivo que no sea el inhe­rente a la propia operación y a la supervivencia del documento con el tiempo. El único elemento interpretativo que interfiere entre el documento y el observador es la propia parcialidad y percepción del observador.

1) El autor ha resumido y revisado ligeramente parte de esta sección, que aparece en el artículo "Oral History: An Appreciation", por William W. Moss, en The American Archivist, Vol. 40, N 4, de octubre de 1977, para lo cual contó con la autorización de la Society of American Archivists.

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Dada la definición anterior, cabe preguntar si la carta que escribe una per­sona a otra es o no un documento operacional. Es un documento relacionado con la operación que es redactar una carta; pero ello no significa que la información que contiene sea una prueba irrefutable de lo que en ella se consigna.

1.2 Documentos selectivos

Los documentos selectivos son intentos para preservar las descripciones de lo que sucede en un momento determinado y comunicarlas a otras personas. La congruen­cia es importante para establecer una distinción entre este nivel probatorio y los recuerdos, los cuales se analizan más adelante. Los documentos sonoros, de vídeo o cinemáticos de las actividades y acontecimientos a medida que ocurren, las notas taquigráficas tomadas en el transcurso de una conversación, las fotos fijas e incluso las descripciones grabadas en el momento en que se produce la acción (como las de un comentarista deportivo en la radio) pueden incluirse en la categoría de documentos selectivos. Son selectivos puesto que entre la realidad y el documento producido para representar la realidad media un mecanismo o proceso selectivo o interpretativo. El taquígrafo o el locutor deben hacer una descripción selectiva porque no todo puede expresarse con lujo de detalles. Incluso el medio de registro mecánico, fotográfico o electrónico (aunque represente una mejora por la proximidad y la amplia descripción que ofrece en comparación con las caracterizaciones verba­les) puede grabar sólo lo que permita su alcance y capacidad técnicos. Es ineludi­ble e inevitable cierta interpretación mediante selección o transmisión.

Por consiguiente, las grabaciones de entrevistas de historia oral y de narra­ciones de tradición oral son documentos selectivos de esos acontecimientos.

Se atribuye un gran valor como pruebas históricas a los documentos selectivos debido a su carácter contemporáneo, pero su valor probatorio debe ser siempre algo inferior al de los documentos operacionales. La propia índole interpretativa de la clase de documentos selectivos, empero, hace que el historiador le asigne un valor abstracto proporcional. Los documentos selectivos son, ante todo, pruebas primarias de lo que alguien decidió o pudo registrar. Si además suponemos que esos documentos en general son deliberados y encaminados a un fin y no extravagantes y casuales, podemos inferir que la interpretación o selección que se registra tiene cierto valor contemporáneo. El documento es lo que una persona que vivió en la época en que ocurrieron los hechos consideró que tenía importancia suficiente como para que se registrara y conservara. Se ha dado el primer paso de la prueba primaria a la abstracción. Los documentos selectivos son una síntesis de la realidad que tratan de representar.

1.3 Recuerdos

Si la memoria humana es un registro selectivo, entonces los recuerdos de esa memoria son aún más selectivos, lo que hace que la selección adquiera mayor impor­tancia. Sería más justo dividir los recuerdos entre aquellos que surgen poco des­pués de los acontecimientos y los que emergen más tarde, pero la distinción se relaciona más con la intensidad que con el contenido y obliga a preguntarse dónde se debe trazar la línea entre lo que ocurrió primero y lo que ocurrió después. Si bien esto puede ser muy importante para un historiador que evalúe la información de contenido, no es fundamental a los fines de esta tesis. En la categoría de los recuerdos, podemos incluir cualesquiera relatos obtenidos de primera mano y que sin embargo, tal vez no coincidan con el tema o hecho descrito. Entre los recuerdos figuran los diarios, las cartas escritas en la noche para relatar los aconteci­mientos del día, la información solicitada a testigos presenciales por los inves­tigadores, los cuentos narrados por los abuelos a los niños sobre sus años mozos, y la información suministrada por narradores de historia oral.

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Los recuerdos son, sin duda, otro paso de la realidad a la abstracción. Como prueba, hay que considerar que son menos confiables que los documentos operaciona-les o los documentos selectivos. Quizás sean todo el material con que cuente un historiador y, por tanto, un elemento indispensable para su investigación, pero este valor no debe confundirse con el valor probatorio relativo. El hecho de que sea la única prueba disponible no significa que podamos confiar en ellos en la misma medida en que confiamos en un documento operacional o selectivo. Es impor­tante establecer esta distinción para conocer a fondo el pasado, ya que con dema­siada frecuencia los valores se confunden en la práctica.

Hay varios factores que contribuyen a que disminuya el valor probatorio de los recuerdos si se les compara con los documentos operacionales o selectivos. Los recuerdos pueden incluir, y con frecuencia incluyen relatos de segunda mano y rumores, o al menos estarán matizados por el efecto que produzca esa información en el testigo o narrador que relate una descripción de memoria. Asimismo, los hechos en que participe el testigo o narrador, o su receptividad anterior a deter­minadas ideas y no a otras, pueden inducirlo a restar importancia a algunas prue­bas que guarda en su memoria y a dar mayor importancia a otras. En el proceso de recordación también pueden interferir propósitos que pueden afectar la calidad de las pruebas aportadas: informar a un grupo; asegurar la posición digna que se ha asumido en la historia; educar a un nieto; vengarse de un enemigo; o incluso aumentar el valor de una colección de una biblioteca o institución de archivos. Todos estos propósitos pueden afectar abierta o encubiertamente el carácter y naturaleza de las pruebas presentadas.

Los historiadores deben ser cautelosos respecto del uso de los recuerdos como pruebas. Deben comprender que un recuerdo es de por sí un elemento de prueba, en el que participan tres niveles: el hecho inicial o la realidad; la memoria, que es un registro selectivo que se aleja al menos un poco de la realidad; y el relato aún más selectivo e interpretativo surgido de la memoria del testigo o narrador. Además, cuando el entrevistador pide deliberadamente a una persona información como prueba, entra en el proceso un cuarto nivel de selección, interpretación y la posibilidad de que se produzca una distorsión o interferencia. Las preguntas que formula el entrevistador y los fines evidentes de su indagación tienen un efecto directo en lo que puede extraerse de la memoria y en la forma en que puede presen­tarse para su registro.

Para lograr una firme comprensión de la historia y la tradición orales es imprescindible que el documento producido no se confunda jamás con los aconteci­mientos originales, ni siquiera con los recuerdos subyacentes de esos aconteci­mientos. La grabación de una entrevista es por sí sola un proceso selectivo que extrae información de los recuerdos selectivos de la memoria del testigo o narra­dor. Cualesquiera otros valores que tengan la historia y la tradición orales para los periodistas, novelistas, dramaturgos, educadores y propagandistas (y pueden ser muchos estos valores), el historiador debe comprender y respetar las limita­ciones de los recuerdos como elemento probatorio si va a utilizarlos con honesti­dad en su intento disciplinado por conocer a fondo el pasado.

Con todo, a medida que nos alejamos de la realidad, los recuerdos proporcio­nan al historiador un elemento de abstracción correspondiente cuya riqueza es incalculable. Podemos inferir de lo que se recuerda sólo lo que los contemporáneos consideran importante y que merece ser relatado sobre el pasado. Una de las tareas del historiador es evaluar la importancia de los hechos pasados en función de los acontecimientos posteriores. En esta tarea los recuerdos selectivos de otras per­sonas pueden ayudar a lograr un conocimiento y comprensión mayores. Aun cuando sean erróneos, descaminados o deliberadamente engañosos, los recuerdos, pese a sus muchos errores, pueden permitir que el historiador meticuloso gane en conocimientos y comprensión. Además, la suma de los recuerdos de muchas personas puede constituir

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la forma aproximada de acercarse a la exactitud histórica cuando no existen docu­mentos operacionales o selectivos contemporáneos o cuando éstos son insuficientes. Pero para dotar este tipo de pruebas de una confiabilidad cercana a la de los documentos operacionales o selectivos, es preciso obtener muchos relatos de una buena muestra representativa de testigos.

1.4 Reflexiones

Hay que distinguir las reflexiones de los recuerdos y del análisis, aun cuando en el mismo documento estén sumamente entremezcladas con uno de estos elementos o con ambos. Las reflexiones sobrepasan el marco del simple recuerdo de los hechos, por cuanto son las opiniones espontáneas de una persona en particular respecto del pasado, los valores e impresiones afectivas con que caracteriza el pasado y lo relaciona con su propia situación actual. Aunque deliberadas, las reflexiones son muy subjetivas y afectivas y no suelen caracterizarse por la ponderación cabal y sistemática de las pruebas que requiere el análisis histórico.

Con frecuencia las reflexiones se registran junto con los recuerdos en un diario o en una entrevista de historia oral pero, como los recuerdos, no deben confundirse con el pasado en que se centran. Una reflexión es un acontecimiento actual en que se analiza y evalúa el pasado, pero no debe confundirse con el pasado que es objeto de evaluación. El historiador utiliza las reflexiones con la misma cautela que los recuerdos, como indicios para hallar la importancia y el signifi­cado que tienen los acontecimientos pasados para la generación actual, o en el momento en que se graba la entrevista o narración. Las reflexiones difícilmente pueden clasificarse como testimonios del pasado y, por tanto, deben separarse de los recuerdos como un nivel de la documentación histórica. Es indudable que pueden permitir la comprensión y el conocimiento, y que pueden hacerlo de manera más directa que los recuerdos; sin embargo, la importancia atribuida en las reflexiones a los acontecimientos pasados no significa que éstos tuvieran forzosamente esa importancia especial cuando ocurrieron, ni tampoco quiere decir necesariamente que deban tener tal significado para nosotros ahora o en el futuro. Las reflexiones son útiles para el análisis como indicio de lo que opinaban los demás sobre el pasado, y pueden utilizarse como base para inferir la importancia de los aconteci­mientos, pero no como prueba de que hayan ocurrido. Como en el caso de los recuer­dos, las reflexiones aisladas constituyen una base insuficiente para el análisis, y se necesita un conjunto de criterios coincidentes para que un historiador pueda confiar en una interpretación con cierto grado de confianza.

1.5 Análisis y reconstrucciones

Análisis es el proceso mediante el cual un cúmulo de pruebas sobre el pasado adopta una forma y un orden para que éstas adquieran un significado y sean de fácil comprensión no sólo para el propio historiador, sino para muchas personas con diferentes nociones de la realidad. Las reconstrucciones, que se basan en el proceso de análisis y son producidas por éste, son las formas que escogen los historiadores para comunicar las conclusiones y reconstrucciones de la historia y su significado para los demás.

El análisis requiere una descripción rigurosa de todas las pruebas conocidas, de todos los niveles y tipos de que dispone el historiador. Para ello es preciso elaborar hipótesis sobre cómo y por qué sucedieron las cosas como parecen haber sucedido y por qué ocurrieron en la secuencia en que lo hicieron. El análisis puede ser correcto o erróneo, convincente o ineficaz, honesto o parcializado, lo que depende de la calidad de las pruebas, si todas las pruebas disponibles se han tenido en cuenta o no, si todas las hipótesis razonables se han comprobado o no con las pruebas, y si los propios intereses particulares del analista interfieren

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injustamente o no para desvirtuar las pruebas y conclusiones. Como es lógico, el historiador tiene limitaciones y no puede poner en ningún trabajo concreto, o quizás incluso en el trabajo meticuloso que realice durante toda su vida, todo lo que pudiera tener que ver de alguna manera con el tema. Se hace indispensable una selección y omisión sobre la base de una investigación cuidadosa y un juicio informado, de lo contrario, la historia no se escribiría. Pero el análisis va más allá de la simple recopilación, conservación y recuperación de información. Va más allá de la mera descripción de los acontecimientos, las personas, los lugares y las cosas. Tampoco es el análisis una simple repetición o suma de conceptos que han elaborado otros respecto de lo que podría ser personal o universalmente importante sobre el pasado. El análisis exige que se comparen y comprueben entre sí los diferentes documentos, que se sopesen los valores relativos de las nociones y las pruebas que aportan en una proporción justa, que se seleccionen los más pertinentes y descarten los menos útiles, que se formen las estructuras teóricas a partir de la información (tanto las pruebas como las nociones), que se sinteticen los datos en generalizaciones, y que luego se comprueben las nuevas hipótesis con las pruebas una y otra vez hasta que la tesis que quede indemne pueda soportar los embates del riguroso examen crítico.

El análisis es una tarea no sólo de los historiadores, sino también de los periodistas, los redactores de informes oficiales, los especialitas en ciencias políticas, los antropólogos y otros investigadores y usuarios de la información proveniente de los archivos y de todo el mundo. Es inevitable que el análisis tenga una perspectiva limitada dados los fines para los cuales se realizó y los intereses subjetivos de las personas que participaron en él. Pero puede ser justo y honesto si se aportan en el proceso todas las pruebas conocidas y si los intereses del análisis se dan a conocer claramente. Es cierto que el análisis ha sido y conti­nuará siendo utilizado para prestar servicio a determinadas ideologías, pero mejo­rar o suprimir determinados elementos de prueba para promover y lograr tales fines va en contra del "conocimiento a fondo del pasado" que exige la historia y contri­buye a una interpretación engañosa del pasado y no a su esclarecimiento. Mientras más minucioso sea el análisis y más se base en una descripción exhaustiva de las pruebas y en la evaluación y el enjuiciamiento equilibrados, incluido el que se haga a partir de la historia y la tradición orales, más confiable y perdurable será la interpretación y el conocimiento a fondo del pasado que podrá producir en las reconstrucciones o en las historias escritas.

1.6 El lugar que ocupa la historia oral

La historia oral ocupa un lugar apropiado en el sistema de comprobación, experimentación y análisis que produce una historia fiable. Utilizada adecuada­mente, puede aportar contribuciones importantes. De hacerse incorrectamente, puede ser malsana y destructiva en lo que respecta al conocimiento a fondo del pasado. Para que sea eficaz, la historia oral debe basarse en un análisis sólido y en un conocimiento y comprensión profundos de otras fuentes disponibles y pertinentes. Sólo entonces puede producir documentos fiables para uso de la investigación futu­ra. La historia oral fiable se desarrolla a partir del estudio de los documentos operacionales y selectivos y de los análisis e historias existentes, y utiliza aquéllos para preparar estudios disciplinados que provoquen recuerdos y reflexiones útiles, esclarecedores y fiables en los entrevistados de manera que se puedan registrar y conservar en archivos para que la usen las demás personas.

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1.7 El lugar que ocupa la tradición oral

El valor de la tradición oral como fuente histórica sólo puede apreciarse si se dilucida la relación que tiene con otras pruebas históricas. Dentro de las cinco categorías antedichas de niveles de fuentes que integran la historia escrita, la tradición oral puede considerarse que pertenece a la segunda categoría correspon­diente a los documentos selectivos, como una transformación posterior de los recuerdos personales. Ya se señaló que éstas son una fuente muy valiosa de docu­mentación histórica, pero su valor probatorio es inferior al de los documentos operacionales o los documentos selectivos contemporáneos. La índole selectiva de las tradiciones orales estriba en las formas en que éstas se crean, transmiten y recitan o narran. Si bien deben considerarse entre las principales fuentes histó­ricas, hay que tener en cuenta el criterio expresado sucintamente por Thomas Spear.

Las tradiciones no constituyen incluso documentos, ni siquiera las verdade­ras. Son historia, el producto de los intentos de los historiadores orales de dar sentido al pasado. Tratar de escribir historia a partir de ellas equi­vale, pues, a tratar de escribir nuestra historia a partir de los relatos secundarios de historiadores que ya han hurgado en los vestigios del pasado, seleccionado de entre ellos los elementos que consideran importantes y deter­minado su significación, haciendo caso omiso del resto-'-).

Las tradiciones orales no son estáticas, ni tampoco se transmiten textualmente de una generación a otra. Cada nuevo relato de una tradición es una composición separada en que la tradición se renueva en torno al núcleo o esquema recibido. A diferencia de lo que se opinaba antes, las tradiciones orales, aunque se originan en la comunidad, también tienen su paternidad literaria y originalidad individuales. Es una individualidad relacionada con el propio ingenio y estado de ánimo del narrador, con la ocasión y también con el público. Las tradiciones se regeneran constantemente a medida que se adaptan para expresar la conciencia colectiva existente y que las palabras del pasado llegan a coincidir con los valores e imágenes del presente y asumen significados contemporáneos. Esta característica es la que en el análisis anterior permite situar la tradición oral en varias clases y no firmemente en una u otra.

En la naturaleza cambiante de las tradiciones está implícita la dificultad de tratar de averiguar la forma original de una tradición. De hecho, aunque se ha instado a acelerar la recopilación de tradiciones orales, hay quienes alegan que es una pérdida de energía y de recursos prever que se recopilarán tradiciones que no estén contaminadas por nuevas formas y que se les podrá captar en su contexto más original. Es innegable, empero, que el ritmo de modernización y cambio polí­tico ha afectado la conservación y transmisión de las tradiciones orales. Algunas tradiciones que, por ejemplo, se conservaron por sus funciones políticas, han dejado de existir con la desintegración del sistema político al que servían. Lo cierto es que las tradiciones deben evaluarse por su utilidad como fuentes histó­ricas en el contexto de una comprensión profunda de su naturaleza. Si bien las tradiciones orales cambian de continuo, se han elaborado metodologías para inves­tigar y analizar este proceso de cambio.

1) Thomas Spear, "Oral Traditions: Whose History?" en History in Africa, Vol. 8, 1981. (Obsérvese que Spear emplea el término "historiador oral" para designar a la persona que conserva y recuerda la tradición. También se utiliza para designar a la persona que acopia las tradiciones orales registrándolas, o que realiza estudios de historia oral para registrar los recuerdos y reflexiones del pasado reciente).

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Las tradiciones orales se asemejan a otras fuentes de documentación histórica por el hecho de que existen y, por ende, deben ser consultadas. Como todas las demás fuentes de documentación histórica, esta consulta no entraña su uso, sino el simple requisito de que se tengan en cuenta. Cuando se empleen, al igual que ocurre con todas las otras fuentes históricas, habrá que hacerlo de manera críti­ca. Las personas que utilizan las tradiciones orales también deben dominar las metodologías de la tradición oral que se han establecido para poder aprovecharlas mejor. Las tradiciones orales muy bien pueden clasificarse entre las fuentes de que se dispone para el estudio de la historia. Sin embargo, estas fuentes no son muy fáciles de utilizar y exigen mucha destreza para que su uso sea fiable. Asi­mismo, requieren un conocimiento de la sociedad en que se crearon, los propósitos de su existencia, la forma de transmisión y conservación, y las circunstancias en que se narran o recitan.

1.8 Conclusión general

De la misma manera en que un conservador de documentos de títulos medievales debe tener un profundo conocimiento de la paleografía, el estudio de los sellos con que se estampan documentos y la diplomática, también el archivero encargado de la custodia de los materiales de historia y tradición orales deben adentrarse en el conocimiento de su naturaleza, de los diversos mecanismos disponibles para comprobar su validez, autenticidad y confiabilidad, y de los usos que pueden darles los investigadores. Sólo entonces podrá llevarse a cabo correcta y eficazmente una evalucación, ordenación, descripción y un servicio de referencia respecto de ese material.

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2.0 CRÓNICA DE LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES

2.1 La historia oral

Los historiadores orales tienen la propensión a identificar los orígenes de su profesión con la práctica de los historiadores antiguos. En China, durante la dinastía Chu (1122 a 221 a. de J.C.) se encomendaba a los funcionarios de la corte mezclarse con el pueblo y reunir sus proverbios para comunicarlos al emperador y los historiadores de la corte. En tiempos más recientes, Herodoto y Tucídites se basaron en testimonios oculares para escribir sus narraciones históricas. Los historiadores orales hallan cierto estímulo y afinidad entre los historiadores clásicos antiguos. También se han hecho ingentes esfuerzos por descubrir los usos genéricos que se daban al término "historia oral" en los tiempos antiguos1'. Los historiadores orales comparten con todos los seres humanos una elemental necesidad de hallar sus raíces y un sentido de desarrollo evolutivo como parte de su identi­dad y autodefinición. Pero también tratan de que se les reconozca su legitimidad en un mundo academicista que no ha dejado de poner en tela de juicio, en ocasiones inmisericordemente, el valor de la historia oral frente al testimonio sólido e inmutable de las reliquias documentales.

Como bien ha señalado Paul Thompson en Inglaterra, algunos historiadores europeos de los siglos XVIII y XIX, como Voltaire y Michelet, no se limitaron a investigar los documentos escritos tradicionales conservados en los archivos públicos y oficiales. Ambos se valieron mucho de los recuerdos y las reflexiones de los testigos oculares de la corte y del público en general '. Es más, las sucesivas generaciones que han habitado en todos los confines del mundo han lamen­tado que no se haya escrito más sobre la vida y vivencias de los participantes en grandes acontecimientos. Cabe suponer que la historia oral, o algo muy parecido a ésta, surge de necesidades humanas básicas así como también de la utilidad de ésta para los historiadores y archiveros. Desde la perspectiva de nuestro siglo, resulta también evidente que la creciente oleada de revoluciones democráticas registradas en todo el mundo también fomentaron el surgimiento y el atractivo de una forma de historia popular capaz de compensar singularmente el abandono en que habían quedado sumidos algunos sectores de la sociedad cuando los archivos oficiales eran domina­dos por intereses legalistas y burocráticos que favorecían a los gobiernos y la religión.

No obstante, durante los siglos XVIII y XIX, y especialmente en Europa, surgió una sólida escuela de historia documental y científica, basada en los principios de Newton, como contrapartida de otra escuela de historia literaria y propaganda oficial que había dado pruebas de ser irrealista, oportunista y, por ende, poco fiable. Algunos historiadores europeos, entre los que más se destacaron Leopold von Ranke y Charles Seignobos, hicieron hincapié en que la práctica correcta de la historia debía limitarse estrictamente al empleo de los testimonios relativamente

1) Véase Louis Starr, Oral History, en Encyclopedia of Library and Information Sciences, (Nueva York, Marcel Dekker, 1977), Vol. 20, págs. 440 a 463; también Charles T. Morrissey, Why Call It 'Oral History?' - Searching for Early Use of a Generic Term, en The Oral History Review, (Oral History Association /Estados UnidosJ, 1980), págs. 20 a 48; y Paul Thompson, Britain Strikes Back: Two Hundred Years of 'Oral History', en Oral History Association News­letter (Estados Unidos), (verano, 1981), Vol. XV, N 3, págs. 4 y 5.

2) Thompson, Paul. The Voice of the Past: Oral History. Oxford, Oxford University Press, 1978, pág. 257.

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"convincentes" que aportaban los documentos y al análisis crítico de su forma y contenido. Las opiniones podían cambiar con el tiempo, y los recuerdos podían traicionar a los hombres, pero los documentos escritos relativos a hechos pasados, conservados en archivos a salvo de alteraciones, no cambiarían. Su fiabilidad debería estar a prueba de toda duda. En ese medio la memoria inspiraba desconfianza y se le consideraba sujeta a distorsiones intencionales y no intencionales. Esta sospecha siguió acechando la historia oral sobre todo entre los historiadores que se mantenían fieles a la escuela de von Ranke. Sin embargo, pese a la obra de Voltaire y Michelet, pese a que los historiadores siguieron utilizando los diarios escritos y las memorias personales, y pese a que se hicieron algunas recopilaciones arriesgadas de "cuentos de antaño" y de "biografías" de personas corrientes, tanto la tradición literaria como la documental dominaron la forma académica de referir la historia hasta la segunda mitad del siglo XX. No fue hasta entonces que la historia oral comenzó a ganar adeptos, lo que puede atribuirse a tres factores principales.

El primero de estos factores es la evolución político-económica y las revolu­ciones que han tenido lugar en el seno de muchas sociedades en todo el mundo y que han llevado a la creciente popularización de los gobiernos y al aumento de la par­ticipación de las masas populares en todos los aspectos de la vida moderna, desde la producción y el comercio hasta el gobierno y la educación. Este gran cambio de perspectiva desde el punto de vista humano que surgió con el Renacimiento en Europa y recibió un gran impulso por las revoluciones de carácter político, social, eco­nómico y tecnológico que se registraron en los últimos doscientos años, signifca que ni el gobierno, ni la propia historia, son propiedad privada de élites gober­nantes exclusivas. De lo que no cabe dudas es que el control de la información se ha convertido en un objetivo perseguido por las fuerzas políticas en pugna, pero esa información está más compartida y el dominio que pueda ejercer un grupo sobre ella es menor que antes. En un mundo en que el alfabetismo se ha extendido y se comparte la información, la historia deja de ser propiedad exclusiva de la Iglesia, del Estado y hasta de los historiadores eruditos. La difusión del alfabetismo y de los medios de comunicación de masas supone que las amplias masas populares no sólo consumen la información, sino que participan en el proceso de creación, organiza­ción y difusión de esa información. La generación de las fuentes de historia ha dejado de ser propiedad exclusiva de la Iglesia y del Estado, tanto como las interpretaciones de esas fuentes y la "escritura" de la historia, han dejado de ser patrimonio exclusivo de los historiadores eruditos.

El segundo factor importante en la génesis y el desarrollo de la historia oral de los tiempos modernos han sido los diversos productos que ha puesto a nuestro alcance la revolución tecnológica, sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mun­dial. Por una parte, la nueva tecnología ha privado a los historiadores de al menos una parte de los documentos de que se servían en el pasado. Por lo menos, cuestio­nes que antaño habrían tenido que consignarse por escrito ahora se comunican por el teléfono, la radio, la televisión, y hasta en conversaciones personales gracias a la facilidad y velocidad que brindan los modernos medios de transporte. Además, la permenente disposición de los periodistas a reproducir, publicar y difundir información amplia e indiscriminadamente, suele hacer que los que necesitan prote­ger la información temporalmente sean cautelosos en lo que consignan en un docu­mento de carácter permanente cuyo contenido puede reproducirse sin que sea posible negarlo o impugnarlo. Por otra parte, sin embargo, la tecnología moderna ha puesto en nuestras manos un medio sustitutivo, un nuevo medio de registro que permite captar información que de otro modo se habría perdido y que, en consecuencia, ha creado una nueva fuente de documentación para el historiador y el archivero. La ubicua cámara de televisión no nos permitirá olvidar en poco tiempo los horrores de la guerra en cada uno de sus vividos detalles, ni tampoco los grandes aconteci­mientos, felices o desventurados, que pueden registrarse y conservarse en las

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videotecas. Esto pone a disposición de los futuros historiadores una dimensión muy superior a la de los inmóviles documentos fotográficos del siglo pasado, una dimensión de la historia que los historiadores antiguos ni soñaban que fuera posi­ble. La historia oral, al menos en su alcance y ámbito de aplicación actuales, no habría sido posible sin la creación de dispositivos de grabación de sonido de alta fidelidad, ligeros y sumamente fiables como, por ejemplo, el magnetófono y el mag­netoscopio. Nunca se dirá bastante de lo beneficiosos que han sido para el desa­rrollo de la historia oral estos medios documentales útiles, seguros, baratos y de alta calidad.

El tercer factor importante en el desarrollo de la historia oral ha sido el trabajo arduo y disciplinado, y la imaginación creativa que desplegaron una serie de historiadores que supieron ver y valorar las grandes posibilidades que ofrecía la adecuada grabación de entrevistas y relatos como un medio de complementar los documentos escritos. Entre ellos cabe citar a Alian Nevins, de la Universidad de Columbia, Nueva York, a quien se debe reconocer como uno de los principales crea­dores y promotores de la historia oral. Su energía, dedicación y los recursos ima­ginativos que utilizó en pos de la historia oral establecieron las bases que le ganaron la popularidad de que goza actualmente, así como su creciente aceptación como fuente útil para la historia. Lo que Nevins soñó para la historia oral y su obra al respecto trazaron el objetivo y la pauta que llegaron a considerarse indispensables para lograr el pleno conocimiento del pasado.

Aun cuando a la historia oral no le han faltado defensores en otras partes del mundo, y aunque el concepto que de ella se tiene y su atractivo son probable­mente universales, fue especialmente en los Estados Unidos en que la historia oral se afianzó y desarrolló con más rapidez. Esto se debió en parte a la base tecnoló­gica existente, que proporcionaba equipos de grabación ligeros en cantidades y a precios razonables, aunque también a una fuerte tradición de reunir los relatos de testigos oculares con fines periodísticos, históricos, o para la elaboración de informes oficiales. Los relatos de testigos oculares, que en ocasiones se referían e ilustraban con una buena dosis de imaginación, eran característicos de los periódicos y revistas del siglo XIX en los Estados Unidos. H.H. Bancroft, editor e historiador californiano, no escatimó esfuerzos para reunir una colección de "cuentos de antaño" relacionados con el surgimiento del oeste norteamericano del siglo XIX, que fueron conservados y entregados a la biblioteca de la Universidad de California, Berkeley, para su uso ulterior. En el decenio de 1930, con el patrocinio del Gobierno de los Estados Unidos, muchas personas entrevistaron a ex esclavos negros y a blancos pobres del sur para aumentar las fuentes documentales disponibles, y muchos de estos "relatos biográficos" fueron puestos bajo la custo­dia de los Archivos Nacionales de Washington, D.C. En 1938, Alian Nevins formuló su primer alegato público en defensa de la historia oral ante sus colegas académi­cos en el prefacio a The Gateway to History ' en el cual lamentaba que se estu­viera extinguiendo una generación de figuras que habían tenido una activa vida pública sin dejar tras sí más que una pobre reseña de sus actividades. No fue hasta 1948, empero, que el propio Nevins comenzó a llevar sus ideas a la práctica. En el decenio de 1950, se habían comenzado varios proyectos especializados y de propósi­tos múltiples en la esfera de la historia oral, en particular en la Universidad de Columbia, donde trabajaba el propio Nevins, en la Universidad de Berkeley, y en la Universidad de Los Angeles, (UCLA), ambas en California. Pero en el decenio de 1950, el crecimiento fue relativamente lento. Esto se debió en parte a la displi­cencia de los historiadores tradicionales y, en parte también, a la opinión de que las entrevistas de historia oral se hacían solamente para uso de los especialistas

1) Nevins, Allan. The Gateway to History. (Boston, Appleton-Century, 1983).

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y de las generaciones futuras, lo que limitaba el ámbito de interés. El comienzo fue lento también porque, como es lógico, los equipos de grabación de esa época eran pesados e incómodos de manejar.

En los tres decenios siguientes, desde el decenio de 1960 al de 1980, se pro­dujo un "despegue" en el desarrollo y la práctica de la historia oral. Desde 1960 hasta 1970, en los Estados Unidos se iniciaron numerosos proyectos especializados y de propósitos múltiples; tantos que, de hecho, la actividad desplegada en torno a estos proyectos y los intercambios de información e intereses mutuos formaron el eje alrededor del cual se creó en 1967 la Oral History Association. Ya en 1973, esta organización había identificado en los Estados Unidos no menos de 300 centros o proyectos de historia oral y, hacia fines de ese decenio, el número había aumen­tado a más de mil. Los Estados Unidos no habían sido los únicos. El concepto evo­lucionó de forma independiente y fue asimilado con rapidez en varios países del mundo. La Oral History Society se creó en el Reino Unido en 1973, a la que siguie­ron en 1974 las asociaciones nacionales de historia oral del Canadá y Australia. Ya a mediados de los años 1970, se conocía la existencia de algún centro o progra­ma de historia oral en cada uno de los cinco continentes, tanto en países desarro­llados como en países emergentes. En los Estados Unidos, además de los programas universitarios, se comenzaron a aplicar programas en cada una de las bibliotecas de la Presidencia y en varias oficinas públicas, agrupaciones profesionales y gre­miales, sindicatos, iglesias y otras instituciones. Hasta los Archivos Nacionales elaboraron un pequeño proyecto para recopilar las memorias de sus miembros funda­dores que ya comenzaban a retirarse del servicio público. En Europa, en el Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, España y, en particular, en los Países Escandi­navos, el trabajo en materia de historia oral se ha centrado en la historia del movimiento obrero y en las tradiciones folklóricas. En Africa, naturalmente, se ha hecho hincapié en la captación de las tradiciones orales, mientras que en América del Sur y en el Asia Sudoriental se observa una mezcla de historia política, social y étnica. Prueba de la expansión mundial de la historia oral y de su aplicación práctica es la creación de las asociaciones nacionales de historia oral y la cele­bración de la Conferencia Internacional de Historia Oral, que efectuó su primera reunión en Barcelona, España, en marzo de 1985.

Hay un aspecto de la historia oral que no puede pasar inadvertido por haberse debatido ampliamente en el decenio de 1970, si bien provocó más ruido que nueces y, en general, su interés ha decaído últimamente. Se pensaba que existían dos campos opuestos: de un lado los que empleaban la historia oral para entrevistar a los miembros de las élites dominantes en todos los sectores de la vida; y del otro, los que insistían en que la historia oral debería reservarse para registrar la historia del hombre medio. A juicio de uno de los exponentes de la segunda posición, la historia oral no sólo constituye un medio o método de recuperar la historia; también es una teoría de la historia que sostiene que la gente común y los desposeídos tienen una historia y que esa historia debe escribirse1). Por otra parte, se aducía que entrevistar a los miembros de una élite era una pérdida de tiempo y de esfuerzo que mejor se dedicaban a entrevistar a la "gente común y a los desposeídos", a lo que otros alegaban que también era necesario que los histo­riadores pudieran interrogar a la élite que participaba en la adopción de deci­siones, y que de hecho la historia y el interés público se beneficiarían tanto de una como de otra forma. Ambas tendencias subsisten en el marco general de la his­toria oral, pero con menos intensidad y turbulencia que hace un decenio, cuando las perspectivas eran más limitadas.

T) Gary Okihiro, The Writing of Ethnic History, Oral History: An Interdisci­plinary Anthology, David K. Dunaway y Willa K. Bau, editores, (Nashville, Estados Unidos de América: American Association for State and Local History, 1984), pág. 206.

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En el decenio de 1970, la popularidad de la historia oral aumentó considera­blemente en los Estados Unidos, no sólo por el interés creciente que despertó entre los eruditos, sino también por la aparición de versiones de historia oral en libros que se hicieron populares y por la conmemoración del bicentenario de la fundación de los Estados Unidos. Studs Terkel, periodista de radio de Chicago, publicó un libro sobre la depresión económica de los años 1930 en que abundaban los relatos testimoniales. El libro se convirtió en un "éxito de librería", y como su autor y editor le adjudicaron la categoría de "historia oral", aun cuando era en realidad un libro impreso, el término ganó vigencia popular. El extraordinaria­mente famoso libro de Alex Haley, Raíces, ha sido, desde luego, traducido a muchos idiomas, y en todo el mundo es bien conocido que su autor combinó elementos de la historia oral de una familia con el resultado de investigaciones documentales para producir el primer relato coherente y multigeneracional de una familia negra de los Estados Unidos desde sus antepasados africanos hasta sus actuales descendien­tes estadounidenses-*-). En el marco del bicentenario de la fundación de la nación, muchas sociedades de historia local y bibliotecas públicas han recurrido a la historia oral como un medio inequívoco y adecuado de celebrar el acontecimiento captando las reminiscencias del siglo pasado que atesoran los ancianos. Inspiradas en esos ejemplos, muchas personas han comenzado a usar la grabadora como un instrumento para "hacer historia oral".

La proliferación de la práctica de grabar entrevistas, no siempre con medios que satisfacen los criterios en cuanto al cuidado con que los historiadores querrían que se emplearan, ha planteado algunos problemas. Junto a los positivos beneficios que ha traído la democratización, la ampliación del ámbito de las investigaciones y el aumento de la cantidad y la variedad de las fuentes, surgen los problemas de cómo ordenar todos los documentos que se producen, cómo organizar la información relativa a estos documentos para facilitar a los investigadores su consulta, y cómo conservarlos adecuadamente. Además, se han expresado dudas acerca de la cuantía de esta producción y del valor permanente de una buena parte de ésta, y se han formulado preguntas respecto de cómo valorarla y evaluarla. Por supuesto, también los archiveros se formulan estas preguntas en relación con otras fuentes y medios de información modernos como el almacenamiento de documentos por medios electrónicos y de materiales audiovisuales. La cuestión se complica cuando se tratan todos los tipos de documentos, ya que no es fácil hacer una clara distinción entre los archivos y las bibliotecas y entre los documentos y la información en un mundo en que se entremezclan las comunicaciones electrónicas y el almacenamiento de datos en memorias de acceso aleatorio.

Se han hecho algunos esfuerzos para imponer una disciplina a la práctica desordenada de la historia oral. La importancia que otorgan varios de los princi­pales programas de historia oral al mantenimiento de la calidad del producto, y el uso creciente que hacen destacados eruditos de las fuentes de historia oral, han conformado un antecedente crítico que permite evaluar la nueva producción. En 1979, la Oral History Association (Estados Unidos) publicó un conjunto de directrices para que los programas los emplearan como criterios para la autocrítica. ¿Véase la sección 11.2 del presente estudio, en que figura el texto íntegro de esas direc­trices/. A medida que crece el volumen de materiales de historia oral en las bibliotecas y los archivos, se hace más importante disponer de un método para el

1) Algunos historiadores orales que se ocupan de las tradiciones orales africanas han criticado ciertos aspectos de la metodología y las conclusiones de Haley, pero ninguno puede negar la positiva repercusión que su obra ha tenido en la conciencia del negro de los Estados Unidos ni cuánto ha contribuido a popula­rizar entre ellos la investigación en materia de historia oral.

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ordenamiento y la descripción de los materiales. Gracias a esos esfuerzos cabe esperar que la historia oral siga convirtiéndose cada vez más en una fuente histó­rica de aceptación general, y que ocupe, junto a artefactos y documentos, el lugar que le corresponde como objeto de estudio adecuado para los historiadores que debe ser conservado en los archivos.

2.2 Tradición oral

La tradición oral, al igual que la historia oral, también ha tenido sus héroes y sus detractores, y no fue hasta hace poco que los eruditos comenzaron a aceptarla, no sin poner reparos. También sufrió la influencia de muchos factores que repercutieron en la historia oral, como por ejemplo: la radicalización de la historia hacia fines del decenio de 1960, el advenimiento de grabadoras portátiles y baratas, y el renovado interés en la "literatura oral" posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, el mayor interés por la tradición oral se registra en los países del mundo en desarrollo. No sólo la alfabetización era algo relativamente nuevo en esos países, sino que, en general, todos habían estado bajo el dominio colonial durante un periodo u otro. Cuando rompieron el yugo colonial y alcanzaron la independencia, se tomó conciencia de que existía una documentación que era, en gran medida, la crónica de la obra de los colonizadores. Cierto es que en muchos casos los colonizadores habían suprimido expresamente todo vestigio que indicara que las poblaciones autóctonas sojuzgadas tenían historia o cultura propias. Expresión de esta manera de pensar de muchos historiadores europeos es la declaración de Hugh Trevor-Roper, quien dijo que en lugares como Africa lo único digno de ser considerado como objeto de historia eran las actividades de los colonizadores.

Casi todos los trabajos que existían en materia de tradición oral estaban relacionados con las sociedades europeas, que ya poseían una base y un contexto literarios bien establecidos. Con todo, la propia existencia de la escritura había influido en las tradiciones orales de esas sociedades. Como hace notar Jan Vansina, tales tradiciones solían transmitirse de una generación a otra de manera bastante irregular '. Las opiniones de los primeros compiladores y usuarios de las tradiciones orales estaban influidas por las deficiencias de que adolecían los tipos de tradiciones con las que entraban en contacto, y las críticas que se esgrimían en contra de las tradiciones orales como fuentes históricas perdían en gran parte validez precisamente porque se trataba de tradiciones orales que care­cían de muchas de las características esenciales que tenían las tradiciones orales de las sociedades analfabetas.

Si bien el uso de las tradiciones orales como fuentes históricas data de la antigüedad, en las regiones como Africa la conservación de las tradiciones orales puede decirse que comenzó con los primeros contactos entre las sociedades pre-alfabetas y las que ya habían desarrollado la capacidad para registrar la informa­ción. Gran parte de los primeros documentos de la historia de esas sociedades está constituida por los relatos de los primeros exploradores, viajeros y misioneros. Es menester hacer la distinción entre el registro de las tradiciones orales y su existencia misma. Las tradiciones orales han existido desde la más remota antigüe­dad y, con frecuencia, han sido el único medio de que han podido valerse las sociedades carentes de medios de registro para conservar y transmitir su historia y cultura. Durante la segunda mitad del siglo XX, el registro y análisis sitemáti-cos de las tradiciones orales ha alcanzado proporciones importantes.

T) Vansina, Jan. Oral Tradition: A Study in Historical Methodology. (Londres, Routledge y Keegan Paul), 1965.

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Vansina demostró que desde hace siglos ha habido actitudes contrapuestas res­pecto de las tradiciones orales. Su estudio de la amplia gama de opiniones susten­tadas por distintas escuelas de etnólogos durante el siglo XIX y principios del XX reviste interés para los archiveros, que no deben ignorar que si bien las tradi­ciones no se pueden juzgar por su valor nominal, tampoco se pueden descartar por completo. Vansina demuestra que por un lado estaban los que afirmaban que las tra­diciones orales nunca eran fiables, que la información que aportaban no tenían valor salvo el de indicar la dirección de algunas migraciones y de la difusión cultural. Por el otro lado estaban los etnólogos que consideraban que las tradi­ciones orales constituían una fuente histórica de información auténtica, pero cuya fiabilidad sólo podía aceptarse si la información que suministraban coincidía con las pruebas aportadas por la arqueología, la lingüística, la etnología y la antro­pología física. Las tradiciones y la etnología constituían fuentes poco seguras que sólo conducían a hipótesis. La arqueología y la historia eran consideradas fuentes muy seguras en que se podía confiar. Otro grupo sostenía que el principal valor de las tradiciones orales radicaba en que brindaba información sobre la historia cultural, mientras que otros consideraban que no era posible determinar la veracidad de una tradición. Para algunos, la veracidad de las tradiciones orales sólo podía probarse cuando hubiera cierto grado de coincidencia entre distintos relatps independientes y soló cuando los hechos transmitidos por las tradiciones orales estuvieran en concordancia con los expuestos por los estudios histérico-culturales. Otra de las opiniones sostenidas por los etnólogos era que toda tradi­ción* contenía -alguna información acerca de los acontecimientos pasados, pero que la semilla de la verdad histórica estaba cubierta por un material ficticio. Si bien no se podía confiar en la forma de las tradiciones, su contenido podría ser fidedigno.

También reviste interés la opinión del grupo de etnólogos que afirmaba que las tradiciones no podían aportar ninguna información válida acerca del pasado, ya que el contenido de éstas estaba determinado en su totalidad por las funciones que desempeñaban en la estructura social en general y por el uso que se les daba para mantener esta estructura. Dentro de esta escuela existían varias corrientes de pensamiento. Algunas personas afirmaban que las tradiciones orales no tenían contenido histórico, sino que eran simples mitos inventados a propósito de una situación dada, mientras que otras sostenían que las tradiciones podían contener algunos elementos de información histórica siempre que hubiera motivo para trans­mitirlas. También se planteaba el argumento de que las tradiciones siempre eran parcializadas, y que esta parcialidad era inherente a todo contenido de carácter político y social. En las tradiciones orales no existía lo que podía llamarse verdad absoluta. Por último, algunos etnólogos afirmaban que incumbía a los histo­riadores determinar la veracidad de las tradiciones orales, lo que debería hacerse de conformidad con las reglas de la metodología histórica.

Ruth Finnegan, en la investigación exhaustiva que hizo sobre las fuentes ora­les, dejó ampliamente demostrado que la literatura oral se consideraba patrimonio de la sociedad y que, en consecuencia, carecía de una paternidad u originalidad propias. A la tradición oral se le atribuía una función exclusivamente utilitaria, sin ningún tipo de motivación estética. Según Finnegan, tal hipótesis perdía de vista por completo la naturaleza cambiante de la tradición oral, y cómo cada una de las versiones de una obra es influida por quien la transmite, por su estado de ánimo y su creatividad individual y por el público que la escucha '.

1) Finnegan, Ruth. Oral Literature in Africa. (Oxford, Clarendon Press, 1970).

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Es necesario destacar la naturaleza cambiante de la tradición oral, ya que la hipótesis errónea de que las tradiciones orales pueden transmitirse textualmente no parece tener ninguna base sólida. Estudios realizados recientemente han demos­trado que los pueblos analfabetos tienen la misma capacidad para recordar que las sociedades alfabetas.

Los trabajos llevados a cabo en materia de tradición oral en los tres últimos decenios han demostrado que si bien es cierto que la tradición oral tiene sus des­ventajas, también es cierto que no se trata en modo alguno de una fuente inferior. Vansina ha elaborado una metodología completa para evaluar los testimonios orales. Los problemas que plantea la tradición oral desde el punto de vista cronológico han sido aceptados e investigados. Por ejemplo, David Henige ha demostrado con toda claridad que las listas de los reyes pueden reducirse o agrandarse artifi­cialmente, los nombres de los usurpadores pueden omitirse intencionalmente, los gobernadores impuestos por un soberano extranjero pueden hacerse desaparecer de un registro, épocas enteras pueden reducirse a generaciones o reinados de un solo rey, las genealogías pueden manipularse y hasta crearse para hacerlas coincidir con la realidad política de la época ¿Fenómeno, por cierto, que no es desconocido por los historiadores de las casas reales europeas7, muchos contemporáneos que aspiraron al trono pueden presentarse como una sucesión de gobernantes, y a los fundadores de dinastías se les puede atribuir reinados excesivamente prolonga-dosl). También se ha comprobado que la validez y veracidad de los testimonios escritos presentan deficiencias. Más de una vez se han observado inexactitudes en los relatos que los primeros exploradores, comerciantes y misioneros hicieron sobre las sociedades analfabetas con quienes entraban en contacto. A menudo estas personas no supieron captar determinados conceptos de esas sociedades. Con fre­cuencia interpretaban a su manera los acontecimientos o no eran capaces de enten­der la estructura social, confundiendo, por ejemplo, a altos funcionarios con gobernantes o dignidades con nombres propios.

Si bien las tradiciones orales pueden perfeccionarse mediante disciplinas auxiliares como la arqueología, la historia cultural, la lingüística y la antropo­logía social, también debe considerarse que contiene en sí mismas los controles necesarios para la verificación. Son de inestimable valor para suministrar infor­mación sobre sociedades que carecen de escritura, pero son también valiosas en aquellas sociedades que tienen una larga historia escrita. Algo que ilustra muy bien este último aspecto es el trabajo realizado por los Folklore Archives de la Finnish Literature Society y el Centre for Oral Traditions del Reino Unido. El primero cuenta entre sus colecciones con relatos folklóricos, anécdotas, leyendas religiosas, leyendas y mitos etiológicos, poemas antiguos, canciones folklóricas rimadas, creencias populares, proverbios y acertijos. Aun cuando la mayoría de ellos se conserva en forma escrita, es necesario tener presente el momento en que el lenguaje oral se hizo escrito. De hecho, son un reflejo del proceso que permite efectuar el registro gradual de las tradiciones orales y, en consecuencia, que posibilita su conservación en forma oral y escrita. En las generaciones venideras, las transcripciones dejarán de tener el carácter eminentemente oral que ahora tienen, y los investigadores las utilizarán como una más de las fuentes escritas que han existido a través de los tiempos. Como a los libros de historia que fueron escritos hace catorce siglos, se les considerará documentos de una sociedad o una cultura específicas de la época. Por ejemplo, ya hay muchos casos en que las partes en un conflicto por una jefatura tribal se han remitido a tradiciones registradas para sustentar sus reclamaciones respectivas.

1) Henige, David. The Chronology of Oral Tradition. (Oxford, Clarendon Press, 1974).

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3.0 LA DIVERSIDAD DE LA TRADICIÓN Y LA HISTORIA ORALES

3.1 La historia oral

Una de las características negativas de la historia oral, y que provoca con­tinuos recelos entre los historiadores más tradicionales es el carácter generali­zado y sumamente indiscriminado de las formas en que se manifiesta. La aparente sencillez con que se graba una entrevista a otra persona, y la facilidad para adquirir los medios con qué hacerlo, traen por consecuencia que hagan "historia oral" personas carentes de la preparación idónea para hacerlo como es debido. Los resultados pueden ser tan profundos como el análisis que realicen dos físicos estudiosos sobre la repercusión de la teoría de la relatividad en las investiga­ciones científicas del siglo XX, o tan insustancial y banal como el pueril intento de imitar una entrevista periodística por televisión. El término "historia oral" es genérico y no específico y, por tanto, su uso es común. Se puede aplicar libre­mente a una amplia gama de actividades, materiales y publicaciones, de los cuales algunos no son ni orales ni escritos y de los que bien podrían desear disociarse historiadores y archiveros concienzudos y sumamente disciplinados. Se aplica de manera imprecisa a las publicaciones impresas de extractos de entrevistas persona­les muy condensados y vagos con la misma facilidad que a las grabaciones de entre­vistas muy específicas que forman parte de una investigación académica. Las entre­vistas personales con grabadora no sólo se efectúan por especialistas y estudiantes graduados de historia; sino también por periodistas, animadores de televisión, psicólogos, gerontólogos, investigadores de asuntos jurídicos, e incluso alumnos de escuelas primarias. No sólo se realizan para provecho de la disciplina de la historia, sino también de otras disciplinas conexas de las ciencias sociales, en particular, la antropología, la psicología y las ciencias políticas. En todos esos usos se requiere contar al menos con suficientes entrevistas y testimonios de índole retrospectiva para que el producto sea puramente histórico y oral y sus creadores lo puedan clasificar como "historia oral". Las grabaciones y transcrip­ciones que generen esas actividades pueden incorporarse como historia oral en una institución de archivos por separado o como parte de una colección de manuscritos o de una unidad de registro. Por supuesto, algunas no pueden clasificarse como historia oral, sino sólo como un elemento más de la colección o unidad de registro. En estos casos, los productos de historia oral difieren poco de la amplia diversi­dad de libros que puede ofrecerse a una biblioteca, o de las pinturas que se con­sidere incluir en un museo. Los materiales de historia oral se pueden recopilar y adquirir por toda una serie de depósitos con fines y métodos diferentes. Las colecciones folklóricas, los archivos de programas de radio y televisión, las fonotecas y las colecciones de materiales audiovisuales, las bibliotecas y los archivos tradicionales pueden acopiarlos o adquirirlos, ya de manera deliberada y sistemática, ya de manera casual, en otras actividades de compilación y adqui­sición.

Por tanto, es importante que el archivero llegue a comprender los medios de valorar la historia oral para fines archivísticos. Algunos de los análisis ante­riores sobre la tradición y la historia orales en su contexto historiográfico pue­den contribuir a esa valoración; pero también es preciso que el archivero reconozca el alcance y la diversidad de formas que puede adoptar el material.

Los propios historiadores orales han titubeado a la hora de decidir qué se debe incluir en la definición aceptada de historia oral y qué se debe excluir de ésta. A algunos no les resulta agradable aceptar lo que no está rigurosa y estric­tamente establecido como investigación histórica, y se adhieren principalmente a las tradiciones históricas propias de esa profesión, e incluso restan importancia a las reglas de evidencia. Otros se muestran más abiertos a la experimentación y

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aceptan con menos renuencia que los frutos del trabajo periodístico y de recopila­ción de tradiciones populares se incluyan en el marco de la historia oral. De hecho, muchos acogen de bastante buen grado cualquiera de las formas de investiga­ción histórica de que hay constancia, incluso las que pueden utilizarse para fines pedagógicos o de terapia geriátrica, y no se someten a ninguno de los cánones que establece la investigación histórica. Algunos aceptan incluso las grabaciones contemporáneas de reuniones o discursos como un tipo de "historia oral" entre las colecciones generales de documentos sonoros. Esta amplia aceptación por parte de al menos algunos de los "profesores" de la historia oral significa que la labor de valoración que realizan los archiveros es tanto más difícil. El archivero no puede suponer que la historia oral en general es una disciplina única y coherente que puede evaluarse a partir de un conjunto de criterios únicos y compatibles. El archivero descubrirá ante todo el tipo de historia oral de que se trata después de lo cual juzgará desde el punto de vista archivístico el valor duradero del tema en su propio contexto.

Incluso en el propio núcleo historiográfico mucho más disciplinado de la historia oral académica existen algunas diferencias. En la sección anterior ya se contrapuso el enfoque "elitista" al "masivo". En 1967, Alian Nevins manifestó en el segundo coloquio norteamericano sobre historia oral que era posible formular dos tipos de historia oral, uno que denominó enfoque general y el otro, enfoque particular. Con estos términos quiso expresar que la historia oral podía utili­zarse para fines muy estrechos y limitados de investigación histórica tradicional, a menudo en beneficio de las investigaciones más representativas contenidas en documentos escritos, o para captar una amplia gama de testimonios oculares de carácter personal y abarcar etapas o esferas completas del quehacer humano. Cada tipo de indagación produce un resultado algo diferente, y a este resultado los historiadores dan usos algo diferentes.

A veces los historiadores también establecen diferencias entre la "historia oral archivística" y otras formas de esta especialidad. Aunque para un archivero el empleo del término resulta insustancial, con el término "archivístico" denotan que la entrevista y su producto están destinados a generar un volumen considerable de documentos en toda una amplia diversidad de temas e intereses, y que el producto en el futuro será de uso general y no para prestar servicio a un proyecto de investigación determinado. Esas colecciones de historia oral "archivística" pueden subdividirse en colecciones "de propósitos múltiples" o "de propósito único". Las colecciones de la primera categoría son muy eclécticas y en ellas se aprovechan las oportunidades a medida que surgen para abarcar una amplia diversidad de testi­monios de importancia histórica. La segunda categoría por lo general se dedica a la historia de una sola persona, institución u organización y abarca un amplio periodo y numerosas actividades.

Por supuesto, la historia oral se puede clasificar por el tema principal de las entrevistas que se celebren al efecto. Puede ser autobiográfica, en que el relator es el autor principal pero recibe la ayuda del entrevistador; puede ser biográfica, en que el entrevistador asume el papel principal y realiza entrevistas exhaustivas sobre una persona entre sus amigos, familiares y conocidos; puede ser de índole institucional, étnica, política, militar, laboral, comercial, o versar sobre cualquier tema que se considere un medio apropiado de indagación e investi­gación históricas. Por lo general, estas distinciones revisten más importancia para los productores y usuarios iniciales del producto que para los archiveros.

Hay quienes han argumentado que el tipo de historia oral más eficaz es la "biografía oral" intensiva o "autobiografía ayudada". En esta forma de historia oral, se entrevista a la persona intensa y ampliamente sobre sus experiencias personales. El proceso de entrevista depende en gran medida de los documentos

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escritos sobre la vida de la persona, y constituye una búsqueda minuciosa de todos los recuerdos y reflexiones del sujeto. Pueden servir de complemento las entrevis­tas a amigos íntimos, familiares, asociados de instituciones sociales, comerciales o profesionales, y (algo que en ocasiones es muy importante) a adversarios y ene­migos, de ser posible. El objetivo que se pretende es que el producto sea la fuente definitiva de información sobre la persona de que se trate. La historia puede grabarse o transcribirse, o ambas cosas, o quizás también el material de origen se pueda elaborar y transformar en una narración explícita, sea escrita o grabada en cinta, como parte de la investigación documental y oral necesaria para crear una historia general.

Otro problema a que se enfrentan los archiveros al considerar la diversidad de la historia oral consiste en determinar si ellos mismos deberían participar en las entrevistas de historia oral, o permitir que lo hicieran las instituciones archivísticas a que pertenecen. .No cabe duda alguna de que la entrevista, cuando se efectúa adecuadamente, es una tarea difícil, y no la debe abordar a tiempo par­cial alguien que desempeñe otras responsabilidades importantes. Pero los archive­ros se pueden desvincular de la labor archivística durante un periodo de intenso trabajo en la esfera de la historia oral y luego reincorporarse a sus responsabi­lidades originales. Hay una escuela filosófica que aduce que el archivero que se dedica a las entrevistas de historia oral y a la creación de los propios documen­tos que deberá suministrar más tarde, inevitablemente se convierte en un defensor o crítico de los materiales que exigen su imparcialidad y neutralidad. Esta escue­la sostiene que el propio archivero no debe participar en la creación del docu­mento si se espera que continúe respetando la integridad y la credibilidad como valores primordiales de la administración de archivos en beneficio de los demás. La escuela filosófica contraria, que permite que las entrevistas y la recopilación de historia oral corran a cargo de las instituciones de archivos y su personal, argumenta que los archiveros (entre todas las personas) tienen el privilegio singular de tener acceso a un mayor número de fuentes y, por tanto, de conocer más acerca de los documentos existentes, y en definitiva, de saber cuáles son las cuestiones de importancia histórica que requieren una respuesta. Pueden juzgar mejor cuándo se puede utilizar provechosamente la historia oral para complementar el documento escrito, y pueden producir la historia oral óptima con recursos rela­tivamente escasos. Además, se alega que los archiveros en raras ocasiones son tan neutrales como tal vez lo desearan. Suministran asesoramiento sobre la gestión de documentos en el dinámico proceso en curso en la administración estatal o institu­cional, y en muchos casos tratan de hacerlo durante todo el "ciclo de vida de los documentos". Por otra parte, en las tareas fundamentales que llevan a cabo en materia de evaluación y selección, adoptan decisiones respecto del valor histórico que inevitablemente afectan la base original en que deberá apoyarse la investiga­ción futura, decisiones en las que influyen irremediablemente el conjunto de valo­res existentes tanto como el criterio histórico objetivo (aun cuando los archive­ros deben y pueden actuar algo mejor que los no archiveros).

Del análisis anterior se desprende que las fuentes de las cuales las institu­ciones de archivos obtienen los materiales de historia oral varían considerable­mente. El depósito puede adquirir material de historia oral que forme parte inte­grante de un conjunto de documentos escritos procedentes de un organismo estatal. Puede recibirlo como parte de una colección de documentos personales donados a la institución debido a su importancia histórica como parte de una colección audio­visual o grupo de documentos, como una entidad por derecho propio, o como una colección de historia oral creada por otra persona, con su propia documentación de apoyo. Las cintas y transcripciones se pueden registrar por separado a medida que se reciban del programa de entrevistas de historia oral que esté llevando a cabo la propia institución de archivos u otra entidad.

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El medio de registrar la historia oral también varía considerablemente y abarca desde las notas taquigráficas hasta la transcripción mecanográfica detallada del diálogo grabado, desde las arcaicas grabaciones en alambre hasta las moderní­simas grabaciones sonoras y de vídeo de pistas múltiples en cinta magnética o en discos que normalmente se utilizan para grabar música. Con todo, hasta la fecha las formas más corrientes son la cinta magnética sonora y la transcripción escrita.

3.2 Tradición oral

La tradición oral se presenta en diversas formas. Es preciso que el archivero que se prepara para adquirir, organizar y describir los materiales de historia oral comprenda las diferencias que existen entre esas formas.

Se puede establecer una diferencia muy amplia entre tradiciones tales como los poemas, que tienen una forma reglada y tradiciones en prosa como los cuentos, cuya forma es libre. Sin embargo, como ya se señaló, ni siquiera las tradiciones de forma reglada se transmiten textualmente de una generación a otra. Además de esta categorización general, habrá que clasificar las tradiciones según la expe­riencia del clasificador y los tipos de tradiciones existentes en las sociedades de que se ha ocupado. No obstante, la diversidad de la tradición oral no resulta tan útil cuando se trata de imponer un orden en las tradiciones adquiridas y de facilitar el fácil acceso de los investigadores y otros usuarios.

La tipología más completa y útil es, con mucho, la elaborada por Jan Vansina, en que las tradiciones orales se dividen en cinco grupos principales. El primer grupo consiste en las fórmulas -frases estereotipadas empleadas en circunstancias especiales. Entre ellas se incluyen los títulos que describen la condición de una persona; las consignas que indican el carácter de un grupo de personas; las fórmu­las didácticas como los proverbios, adivinanzas, refranes y epigramas; y las fór­mulas rituales utilizadas en las ceremonias religiosas o ritos de hechicería. La segunda categoría abarca la poesía. Esta es una tradición de formato fijo que junto con su contenido, se clasifica como artística por la sociedad en que existe y se transmite. Los poemas se dividen además en oficiales y privados. La poesía oficial incluye las canciones y poemas con relatos históricos, la poesía panegírica de alabanza, la poesía religiosa de oración, los himnos y los textos dogmáticos. La poesía personal se escribe para dar libre expresión a los sentimientos. A la ter­cera categoría corresponden las listas de nombres de lugares, como por ejemplo, lugares por los que se ha transitado durante un periodo de emigración, así como listas de nombres de personas. Las genealogías también se incluyen en esta catego­ría. Los cuentos, que integran el cuarto grupo, son los testimonios en prosa con texto de forma libre. Su naturaleza es diversa e incluyen la historia general, local y familiar; los mitos o cuentos didácticos con fines instructivos o para describir el mundo, la cultura y la sociedad; y los cuentos artísticos destinados a complacer al oyente. La inclusión que hace Vansina de los recuerdos personales que se transmiten sin restricción alguna y que simplemente se conservan en la memoria del informante ha suscitado considerables críticas de quienes consideran que éstos corresponden a la esfera de la historia oral. La última categoría abarca los comentarios que incluyen los precedentes jurídicos que permiten elaborar directrices para la solución de problemas legales y que de ese modo conforman el derecho; los comentarios explicativos que se expresan en el mismo momento en que se manifiestan las tradiciones orales a que responden; y los comentarios ocasiona­les que sólo se formulan en respuesta a una pregunta y que, no obstante, tienen la principal finalidad de consignar hechos históricos y no simplemente brindar expli­caciones.

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En resumen, las categorías de tradición oral que recomienda Vansina son las siguientes:

fórmulas poesía listas cuentos

comentarios

- títulos; consignas; fórmulas didácticas; fórmulas rituales - histórica; panegírica; religiosa; personal - nombres de lugares; nombres de personas - generales; locales; familiares; mitos etiológicos; artísticos; recuerdos personales

- precedentes; auxiliares; comentarios ocasionales

Si bien es conveniente y correcto establecer estas diferencias, a veces los encargados de registrar las tradiciones orales no se preocupan de hacerlo. La mayoría de los compiladores ni siquiera diferencian la tradición oral de la histo­ria oral, aun cuando algunos insistan en que la historia oral debería limitarse sólo a la experiencia directa de la generación actual. Sin embargo, el archivero se enfrenta a un problema de carácter descriptivo que no se puede pasar por alto. Tal vez la cinta que ha grabado contenga varias de estas formas de traducción y para hacer una descripción adecuada sea preciso identificarlas y enumerarlas. Sólo después que se haya hecho esto, el material será de fácil acceso a los investi­gadores.

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4.0 REGISTRO DE LA TRADICIÓN Y LA HISTORIA ORALES

4.1 La cuestión de la participación de los archivos

El archivero puede recibir los materiales de tradición e historia orales por tres vías: los obtiene como parte integrante de los documentos provenientes de un organismo del gobierno local, de Estado o central, o de los documentos que la ins­titución de archivos ha adquirido de una organización privada o de particulares; los adquiere de una colección de historia oral o de una colección de documentos de tradición oral como una entidad por derecho propio, quizás recopilados por otra organización o institución, como un instituto de investigación o universidad; y por último, el propio archivero puede participar en la identificación, el registro y la recopilación de fuentes orales para los archivos. Este último medio de adqui­sición es el que ha suscitado una notable controversia entre los archiveros.

Los argumentos principales que se esgrimen para que los archiveros no parti­cipen en la formulación y recopilación reales de los documentos de fuentes orales se centran en la escasez de recursos y en el supuesto de que los archiveros no son competentes para ese trabajo. Se considera que la participación es una pérdida muy costosa e insostenible de recursos escasos, un acto de negligencia profesional frente a la imperiosa necesidad de que los recursos se empleen para adquirir, ordenar y describir los documentos escritos que no han recibido la debida atención debido a la falta de recursos económicos. Se argumenta además que el archivero no tiene la capacitación suficiente para realizar el análisis intenso y crítico nece­sario para identificar y registrar las fuentes orales, ya que carece de experiencia en la investigación de fuentes no escritas. Además, se aduce que si el archivero participa en la elaboración real de documentos originales se le coloca en una posición discriminadora que le resta neutralidad e integridad, y por consiguiente, disminuye la integridad de otras fuentes que pueda estar suministrando.

No obstante, son muchas las personas interesadas en la participación de los archivos, entre ellas los historiadores y archiveros de los países desarrollados y en desarrollo. En el caso de los países en desarrollo existe una urgencia especial. Estos alegan de forma convincente que como no cuentan con fuentes documentales escritas ni instituciones especializadas que se encarguen de recopilar las fuentes orales, sería una traición descuidar esta función desde el punto de vista profe­sional y cultural. Los fondos de archivos que en gran medida reflejan la historia de los colonizadores presentan un enorme desequilibrio que exige un reajuste urgente. El único modo factible de hacerlo es mediante la recopilación deliberada y cuidadosa de las tradiciones orales.

También hay otros argumentos en favor de la participación de los archivos. Como se ha señalado, el archivero se encuentra en una posición singular para valorar las deficiencias de que adolecen las fuentes existentes y, por consiguien­te, tiene sobrada capacidad para conocer qué otros elementos puede aportar la documentación oral. Si bien se reconoce que la realización de entrevistas y el registro de documentos son habilidades especiales, éstas son habilidades que quizás los archiveros ya tengan o que puedan adquirir y llegar a dominar. Además, la mayoría de los archiveros son historiadores adiestrados en la esfera de la metodo­logía histórica. Por último, la financiación de programas para la recopilación de documentos orales se dedica específicamente a esa única tarea, y por tanto, la negativa de un archivero a asumir la responsabilidad de recopilar la tradición oral no liberaría ni produciría mayores recursos para dedicarlos a la labor de archivo más tradicional que se lleva a cabo con los documentos escritos. El resul­tado menos conveniente sería que la financiación sencillamente pasara a otras manos, es decir, a instituciones deseosas y capaces de desempeñar la tarea.

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Quizás teniendo en cuenta lo analizado anteriormente, esas instituciones res­pondieron de forma positiva a un cuestionario de una encuesta sobre "archivos y tradición oral" /véase la sección 10. 07 y aprobaron que la historia y la tradición orales eran funciones legítimas de los archivos, y un gran número de ellas respaldó la idea de que los archiveros participen realmente en el proceso de recopilación y registro. Cabe observar asimismo que algunas instituciones de archivos muy espe­cializadas se crearon concretamente con el fin de recopilar las fuentes orales e ipso facto se encuentran fuera de la controversia.

Tanto si el archivero participa realmente en el registro de las fuentes orales como si es un receptor pasivo del producto final, es preciso que conozca y com­prenda la manera en que se ha recopilado. Esto no difiere de la forma en que pro­cede cuando realiza otras tareas tradicionales, ya que cuando ordena los documentos en los archivos no puede confirmar o reconstituir (cuando proceda) el orden ori­ginal si en primer lugar no conoce el proceso que originó los documentos.

4.2 La entrevista como fuente de historia oral

La entrevista personal es la forma más corriente de crear y adquirir fuentes de historia oral. En las entrevistas personales suelen participar dos individuos, un entrevistador y un encuestado, que a menudo se denomina con bastante torpeza el "entrevistado". Las entrevistas con entrevistadores múltiples o encuestados múlti­ples, o ambos, son conocidas, pero poco habituales, ya que con frecuencia se pro­duce una superposición confusa de voces en la grabación y se tiende a seleccionar los temas, de manera fortuita y al libre albedrío del grupo. Una entrevista perso­nal en que un entrevistador indaga deliberada y sistemáticamente en la memoria de otra persona suele ser la opción más atinada. La entrevista tiene por objeto uti­lizar varias preguntas que susciten recuerdos y reflexiones meditadas, francas y exactas sobre el pasado que ha experimentado directamente el encuestado. La memoria de una persona puede compararse con las fuentes escritas en el sentido de que con­tiene mucha información sobre el pasado. El entrevistador asume el papel de inves­tigador, emplea preguntas y busca respuestas de forma oral como medio de obtener y recuperar información de la fuente. El diálogo que se entabla mediante este proceso se registra para preservar su forma y contenido, y se conserva como referencia futura. Cada entrevista o sesión de entrevistas es un hecho independiente que se registra para adquirir fuentes originales de historia oral. Para formar una colec­ción se pueden combinar varias sesiones de entrevistas con una persona (o grupo) o una serie de entrevistas o entrevistas por separado con diferentes personas sobre un tema central. Las entrevistas pueden ser el producto o bien de proyectos que se centran concretamente en un tema específico, o bien de programas consistentes en varios o muchos proyectos.

4.2.1 Planificación y preparación

Cuando se aplica de forma deliberada y cuidadosa, la historia oral es muy valiosa como fuente útil de historia. Su valor disminuye cuando redunda en infor­maciones ya registradas en otras partes o cuando se presentan de manera atropellada datos triviales de poca importancia histórica. Tiene las mismas características de todas las otras formas de registros y documentos. Por tanto, es preciso que se lleve a cabo una planificación y preparación cuidadosas para asegurar que la entrevista de historia oral sea el mejor medio de obtener la información necesaria, que se seleccione como respondientes a una muestra representativa de las personas más versadas en los temas que se investigarán, que se elija a los entrevistadores teniendo en cuenta su conocimiento de los temas y aptitud para realizar las entre­vistas, y que se vele por que exista afinidad entre los entrevistadores y los entrevistados a fin de crear las mejores condiciones para lograr resultados fruc­tíferos. Para garantizar la integridad y autenticidad del producto se requieren

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procedimientos metódicos y un control riguroso de todos los materiales. Es indis­pensable que se establezcan normas jurídicas y éticas respecto de la propiedad del producto de la entrevista (el documento de la entrevista), las relaciones entre el proyecto y los entrevistados, las relaciones entre los entrevistadores y los encuestados, así como las relaciones entre los entrevistadores y la administración del proyecto y que éstas se conozcan a fondo para satisfacción mutua a fin de evi­tar futuras controversias en cuanto al uso del producto e incluso actitudes egoís­tas que limiten el diseño y la ejecución del proyecto.

4.2.2 Investigación previa

La calidad de la entrevista depende en parte del conocimiento que ya tenga el entrevistador de los temas que se abordarán. Este conocimiento, basado en la investigación de las fuentes disponibles, la que habrá de realizarse en la medida en que sea posible antes de la celebración de la entrevista, debe ser lo suficien­temente profundo para que permita elaborar preguntas correctas y perspicaces que propicien a su vez las respuestas más francas y completas del entrevistado. Esto inculca en el encuestado la idea de que el trabajo se lleva a cabo con seriedad, y lo convence de que vale la pena que la entrevista se haga bien y con esmero. Tam­bién se evita que el encuestado distorsione las preguntas con respuestas facilis-tas y egocentristas si desde el inicio siente respeto por los conocimientos y la comprensión del entrevistador. Es preciso que la preparación sea lo suficientemente completa para que no se pase por alto ningún aspecto de la entrevista potencial-mente positivo, para que el encuestado no ofrezca respuestas falsas y para estimu­lar al encuestado a que haga todo lo posible por que se logren los objetivos de la entrevista. La investigación previa también es indispensable para enmarcar los objetivos de cada una de las sesiones de la entrevista en el contexto de informa­ción y conocimientos que ya se refleja en el documento, y para trazar los objetivos más amplios de los proyectos y programas.

4.2.3 Lugar y circunstancias de la entrevista

El lugar en que se celebre la entrevista y las características de su entorno pueden ser elementos a favor o en contra de la calidad de una entrevista, y deben seleccionarse cuidadosamente a fin de hallar el medio idóneo que permita realizar un documento sonoro de alta calidad y que todas las partes en la entrevista se concentren en ella de forma profunda y reflexiva. Siempre que sea posible, se deben evitar las distracciones, las dislocaciones, las interrupciones y las interferen­cias por ruidos de fondo (incluidos los de motores eléctricos, equipos de aire acondicionado o del tráfico cercano de vehículos), aunque raras veces se puede disponer de un estudio excelente donde no exista ninguna de esas fuentes de distracción. Es más probable que se mejore la calidad de una entrevista en un lugar donde las dos partes en la entrevista se sientan cómodas e incluso comprome­tidas formalmente a realizar una entrevista seria como compañeros que indagan en el pasado común. Reviste igual importancia que el entrevistador y el encuestado formen una pareja armónica y eficaz. Ningún encuestado que haya de aportar una contribución significativa puede ni podrá tomar en serio a un entrevistador inex­perto o desinformado. Asimismo, un entrevistador que anteponga sus propios crite­rios a los del encuestado probablemente destruya las ventajas que reportaría la entrevista como una contribución singular a la ampliación de la documentación, el conocimiento y la comprensión del pasado. Para alcanzar los resultados más prove­chosos es indispensable que exista un equilibrio de intereses y respeto mutuos y que el compromiso respecto del proceso pertinente sea compartido.

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4.2.4 Equipos

La calidad de los resultados de la entrevista se ve también afectada por la frecuencia en que el equipo de grabación y su manipulación por el entrevistador o el grupo de entrevistadores obstaculiza la dinámica del diálogo de la entrevista. Este efecto varía según la sensibilidad de los participantes a las distracciones externas y su conocimiento de que se les está grabando, la dimensión y presencia del equipo, y la necesidad de que el entrevistador preste atención a la manipula­ción del equipo. Estos elementos explican por qué es preciso utilizar en la entre­vista un equipo pequeño, sumamente confiable, de fácil manipulación, que requiera poco apoyo de fuentes de energía y atención y ajustes mínimos. Por esta razón, a menudo se utilizan grabadoras de casetes pequeñas y portátiles para realizar las entrevistas. Sin embargo, cuando se utilizan micrófonos y equipos de grabación baratos disminuye la calidad del sonido, y mientras más pequeña, fina y estrecha sea la cinta magnética y más lenta sea la velocidad de grabación, más baja será la calidad del sonido grabado. Las grabaciones en cintas magnetofónicas de alta cali­dad para fines de archivo (grabaciones duraderas y de gran calidad) requiere equi­pos de alta fidelidad, micrófonos omnidireccionales adecuados (suplementados pre­feriblemente por micrófonos de solapa que se prenden de la ropa del orador), cintas anchas y gruesas y una mayor velocidad de grabación. Sin lugar a dudas, pocas veces se pueden encontrar las condiciones ideales ni en lo que respecta al equipo ni al lugar de la entrevista, pero es importante evaluar las necesidades de cada situa­ción específica y utilizar estas orientaciones para lograr resultados óptimos.

4.2.5 Técnicas

El dominio de una técnica eficaz de entrevista aunque no sustituye el conoci­miento a fondo de los temas, es también una condición indispensable para lograr entrevistas de historia oral fructíferas y provechosas. El conocimiento a fondo de los temas y un continuo espíritu de indagación pueden contribuir en gran medida al éxito del entrevistador, pero una técnica de entrevista aplicada con destreza en ocasiones puede establecer una diferencia decisiva entre una entrevista muy buena y una excelente. En la mayoría de los manuales en que se trata el estilo de las entrevistas se insta a los entrevistadores a que mantengan buenas relaciones con los encuestados y que al mismo tiempo cotinúen siendo lo suficientemente imparcia­les para preservar la capacidad de cuestionamiento crítico y utilizarla cuando sea necesario. En los manuales se expone que la función del entrevistador es alentar al encuestado a que desarrolle sus ideas, no formular él mismo las tesis, si bien debe estar presto a emitir juicios que propicien respuestas interesantes e infor­mativas, y a consignar hechos conocidos y bien establecidos cuando la indecisión del encuestado al respecto pueda desviarlo de la idea principal. Los buenos entre­vistadores son los que distinguen los elementos positivos de indagación y sacan el máximo provecho de ellos, aun cuando no se incluyeran en el plan original de la entrevista sugerido por la investigación; los que reconocen las alusiones y las utilizan hasta descubrir si son pertinentes para la comprensión del tema objeto de estudio; los que retienen los elementos dispersos de la indagación a medida que van surgiendo y aguardan la ocasión más propicia para traerlos a colación; los que permiten que los encuestados completen las ideas y temas que desarrollan antes de interrumpirlos o encaminar el debate hacia otro aspecto; los que formulan preguntas generales o concretas según lo requiere la situación; y los que saben esperar en silencio y con paciencia una respuesta. Además, cuando se presta una cuidadosa atención a la planificación, la investigación, el lugar, las circunstancias de la entrevista y el equipo, esas técnicas y otras muchas más pueden combinarse y crear las mejores oportunidades para lograr resultados provechosos en las entrevistas de historia oral.

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4.2.6 El encuestado

El elemento final para que una entrevista sea fructífera y el más importante de todos es la cooperación gustosa y el compromiso y participación entusiastas de un encuestado que tenga gran experiencia y conocimientos de los temas de debate, que posea una excelente memoria para los detalles, que refleje de manera crítica y analítica la importancia de los sucesos pasados, que juzgue a las personas con equidad y que además exprese claramente las descripciones que se precisan para lograr una comprensión cabal. No todos los encuestados poseen estas cualidades, como tampoco todos los entrevistadores tienen la misma pericia para aplicar las técnicas de entrevista, y los resultados varían en la práctica según la destreza, la capacidad y la cooperación de los participantes. Los buenos entrevistadores saben cuándo se enfrentan a un encuestado mediocre, saben cómo hacer varios inten­tos para mejorar la situación, cómo sacar el máximo provecho de una situación difícil y concluir la entrevista con decoro, sin que ninguna de las partes pierda prestigio o dignidad. Asimismo, los buenos entrevistadores reconocen cuándo el encuestado resulta ser una fuente más valiosa de lo que se imaginó al principio, y saben cómo ampliar el compromiso concertado originalmente para obtener el máximo beneficio histórico de esa ocasión.

4.2.7 El proceso de la entrevista y el documento

Como se señaló anteriormente, para establecer la autenticidad y la integridad de una entrevista, es imprescindible que haya un documento adecuado que recoja ese proceso, lo que también resulta útil para documentar la fuente de cada entrevista. En cada etapa del proceso de la entrevista el entrevistador debe cumplir determi­nadas responsabilidades en lo que respecta al registro de algunas informaciones necesarias para el control administrativo básico del documento, a saber:

1. Todas las comunicaciones que se establezcan con el presunto entrevistado deben incluirse en un registro básico de correspondencia y comunicaciones relacio­nadas con la entrevista o la serie de entrevistas realizadas a esa persona. En el registro se deben archivar las notas de las conversaciones, las cartas, los acuer­dos oficiales concertados al efecto, la índole, el alcance y el uso futuro del producto de la entrevista y las condiciones con arreglo a las cuales se realiza y procesa la entrevista.

2. Cada grabación de una entrevista (por lo general la cinta sonora se guarda en un estuche) debe llevar un marbete con la siguiente información:

a) nombre del encuestado b) fecha de la entrevista c) lugar de la entrevista d) velocidad de grabación de la cinta

(pulgadas/centímetros por segundo) e) duración de la entrevista (horas, minutos y segundos

para cada carrete o cásete empleado) f) nombre del entrevistador g) secuencia de las cintas (por orden numérico

si se utiliza más de una) h) el proyecto/programa a cuyos efectos se realizó la entrevista

3. El entrevistador es la persona idónea para conocer cuándo se debe dar por terminado el proceso de entrevista, si después de una sesión o varias. Cuando se considere concluida la labor, o sea, cuando se estime que se han agotado todos los temas de interés, entonces debe hacerse una anotación al respecto en el regis­tro principal de correspondencia de esa persona.

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4. El entrevistador es el encargado de registrar el alcance y la índole de la investigación que se llevó a acabo para preparar la entrevista, las fuentes consultadas en esa investigación, y toda circunstancia insólita en torno a la entrevista que pudiera explicar las anomalías u omisiones de que adoleció la propia entrevista. Estas notas también deben figurar en el registro principal de correspondencia relacionado con la entrevista.

5. En el registro principal también se debe conservar un diario de cada sesión de la entrevista, incluida la información sobre la cinta a que se hace referencia en el inciso 2), tarea ésta que también es responsabilidad del entre­vistador.

Por consiguiente, el registro básico de correspondencia se convierte en el "registro de caso" en que figura la participación en el programa de un encuestado determinado, y en una fuente básica para localizar información sobre la entrevista en todos sus aspectos. Una vez concluida la entrevista, este registro debe entre­garse al administrador del programa para que lo incluya en un catálogo oficial de todos los documentos de ese programa. Durante la actividad de procesamiento pueden añadirse otras informaciones y documentos al registro de caso. ¿Véase "Gestión del documento con fines de archivo" en la sección 6.0 infra/.

4.2.8 Metodología de la entrevista - La entrevista propiamente dicha

La metodología de la entrevista puede ser específica, según la disciplina en particular de que se ocupe el entrevistador (historia, ciencias políticas, antro­pología, etc.) y las preferencias de éste. Algunos programas tratan de obtener una variedad de perspectivas disciplinarias haciendo que distintos entrevistadores entrevisten al mismo encuestado. Con todo, la entrevista típica consta de tres fases.

La primera fase es el periodo en que se pueden aportar y registrar en la cinta sonora determinados datos básicos de identificación (participantes, lugar, objetivo general de la entrevista, fecha, etc.) y otras informaciones preliminares. También es el periodo en que los participantes comienzan a identificarse y a relacionarse para retener los aspectos más importantes de la entrevista.

La segunda fase de la entrevista, que es la más larga y puede dividirse por temas en varias subfases, es aquélla en que el entrevistador hace que el encuestado se dedique a recordar y a formular observaciones sobre diversas cuestiones relati­vas al tema y a las principales esferas de investigación del programa de entrevis­tas. El entrevistador puede valerse de una lista de comprobación, de un proyecto o plan de entrevista y de determinados datos de referencia importantes (fechas de los principales hechos, etc.) para garantizar que nada notable se omita; en cambio, las listas exhaustivas de preguntas específicas, en vez de servir de ayuda, por lo general distraen la atención y limitan más el desarrollo de la entrevista. El entrevistador debe estar libre de este tipo de limitaciones de manera que en el transcurso de la entrevista pueda introducir en el diálogo preguntas apropiadas para obtener información sobre determinado suceso. La función del entrevistador no sólo es suscitar en la memoria de otra persona recuerdos y reflexiones sobre las cuestiones planteadas, sino también definir y desarrollar el papel del encuestado y su asociación con los temas de modo que los historiadores puedan contar con un mejor medio de evaluar la importancia del testimonio que se ha dado.

La tercera y última fase de la entrevista brinda al encuestado la oportunidad de tomar la iniciativa y de añadir otras observaciones o temas que considere que se han pasado por alto o que no se han abordado debidamente, de manera que se garantice aún más el carácter exhaustivo de la entrevista. También es la fase en

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que el entrevistador da por terminada la entrevista y agradece al encuestado su participación en el programa. En esta fase se puede incluir en el registro oral cualquier debate de última hora relativo a las disposiciones que regirán el uso futuro del material, y cualesquiera reservas que tenga el encuestado respecto de su participación en el programa.

4.2.9 Metodología de la entrevista - Selección del encuestado

La selección de los encuestados también depende en parte de la disciplina que se trate. En algunos programas se prefiere hacer un muestreo estadístico que per­mita seleccionar un grupo representativo de posibles respondientes de entre una población amplia y diversa. Quizás otros elaboren una lista de probables candidatos a partir de una investigación de fuentes escritas o de entrevistas preliminares encaminadas a identificar a las personas que han participado más en los incidentes sobrevenidos en el curso de un asunto o suceso o cuya participación ha sido cru­cial. Es necesario que se vele por que exista un equilibrio, sobre todo en los casos en que se abordan cuestiones polémicas, para que las diversas partes en el problema puedan estar totalmente representadas en las fuentes de que se disponga para realizar el análisis histórico futuro, cuyo objetivo es conocer a fondo el pasado sin engaños ni tergiversaciones. Este sentido del equilibrio puede ser tam­bién muy importante en las entrevistas históricas más ordinarias que se realizan a los hogares, en que los diferentes papeles que desempeñen los miembros de una familia o comunidad pueden ofrecer perspectivas bastante diferentes en relación con los temas o hechos. Otra variable que contribuye al éxito de un programa y que hace más útil su producto es la amplitud de la cobertura, pero ésta es una variable que no tiene reglas ni guías. En todo este tipo de indagaciones hay un momento en que se llega al punto de saturación cuando la información añadida redunda tanto en datos ya recopilados que es poco probable que aporte algo nuevo o importante, incluso a guisa de corroboración, y por consiguiente, se debe suspender la entre­vista y el proyecto o programa se debe dar por terminado. Pero esta es una decisión que deben adoptar en el momento oportuno los administradores del proyecto o pro­grama y sus asesores.

4.3 Registro de la tradición oral

El registro de la tradición oral en cintas sonoras o en cualquier otro medio de almacenamiento es la etapa final de un proceso de preparación largo y a menudo arduo. Los múltiples aspectos que intervienen en la preparación de una entrevista de historia oral son igualmente aplicables al registro de la tradición oral. Sin embargo, como las tradiciones orales se basan en la sociedad, se transmiten entre muchas generaciones y a menudo se narran o recitan constantemente, la modalidad de preguntas-respuestas característica de la entrevista de historia oral no se utiliza al registrar la tradición oral. La persona que registra la tradición oral debe reducir al mínimo su participación y convertirse en oyente más que en participante una vez que se han identificado las cuestiones fundamentales relativas al tema. El objetivo es registrar el fenómeno social existente y no entablar un diálogo con la fuente de esa tradición.

La índole y la ubicación geográfica de las tradiciones orales a menudo también requieren un periodo previo más prolongado de contacto y familiarización con la sociedad y la cultura en que se manifiestan las tradiciones. Ese periodo de fami-liarización puede durar meses e incluso años. También cabe señalar que si bien la historia oral es en la mayoría de los casos, aunque no siempre, una actividad que llevan a cabo los nacionales en sus propias fronteras y localidades, en el pasado la tradición oral atrajo a un gran número de estudiantes e investigadores extran­jeros a los países en que se originaron y aún existen las tradiciones. Entre las disposiciones que han adoptado, los investigadores extranjeros han tenido que

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prever la afiliación a una institución local, la adquisición de licencias de investigación y el aprendizaje de uno o más idiomas. Cada país tiene sus propios requisitos y situaciones, y no se puede dar otra orientación precisa a los inves­tigadores extranjeros que no sea advertirles que esos requisitos pueden existir y que se deben tomar en cuenta en las etapas tempranas de preparación para evitar frustraciones y decepciones ulteriores.

4.3.1 Preparación preliminar

El registro de las tradiciones orales no se deberá emprender hasta tanto no se hayan ultimado los preparativos adecuados. Cada situación tiene sus caracterís­ticas propias y deberá enfrentarse atendiendo a sus necesidades particulares. La preparación inicial incluye la identificación del tema que se trata de investigar. En esta identificación es preciso tener en cuenta todas las fuentes de información existentes; también se deben localizar con exactitud las zonas geográficas y las sociedades en que se espera encontrar y registrar las tradiciones. Durante esta etapa será necesario asimismo establecer los canales de comunicación que faciliten el contacto con la sociedad donde existen esas tradiciones. Sería aventurado emprender preparativos minuciosos sólo para descubrir demasiado tarde que las autoridades locales no concederían acceso a la sociedad, o quizá, que el protocolo vigente exigiría contar con la autorización de funcionarios de los partidos polí­ticos locales, quienes (si no se tienen en cuenta o se menosprecian) podrían obs­truir el acceso en lugar de facilitarlo. _

Mientras se dilucidan estas cuestiones hay que prestar atención a otros aspectos. Será preciso adquirir equipos de grabación capaces de funcionar en la localidad en que se realice la investigación. También será necesario verificar si se dispondrá o no de energía eléctrica y prever cualquier eventualidad. Los equipos han de ser resistentes, seguros, portátiles y capaces de funcionar con corriente directa o alterna. Si se utiliza la corriente alterna, quizás hagan falta trans­formadores y alternadores para que los equipos funcionen con eficacia. Si el viaje al terreno va a ser prolongado, con pocas perspectivas de reabastecimiento, es conveniente llevar un probador y un cargador de baterías así como una reserva. Muchas grabaciones se han arruinado debido a que la poca carga de las baterías reduce la velocidad de la cinta y malogra la grabación. En muchos países en desa­rrollo las baterías se importan y quizás no estén a la venta en los estableci­mientos minoristas de la localidad.

Se deberán tener en cuenta el transporte y el alojamiento. Será preciso exa­minar el terreno por donde se vaya a transitar y garantizar un transporte adecuado. Gran parte del personal de terreno considera que se necesitan vehículos de doble tracción. El vehículo deberá ser resistente y seguro, pues el tener que viajar trescientos kilómetros sólo para cambiar una tapa de radiador o una bomba de combustible puede resultar un asunto enojoso y costoso a la vez. Para garantizar el alojamiento tal vez sea necesario mantener una comunicación y coordinación constantes con el gobierno local o con otros organismos relacionados con las diversas actividades de la localidad, particularmente en lo tocante al tráfico de ciudadanos extranjeros.

Por último, es menester examinar la cuestión del pago de una remuneración o gratificación por la "representación" de tradición oral que se ha grabado. Este asunto es particularmente delicado y debe considerarse sólo después que se haya analizado cuidadosamente la cultura local y que ésta se conozca a fondo y plena­mente. Se debe advertir a los investigadores que incluso el conocimiento adquirido mediante la literatura existente puede ser obsoleto cuando se produzca realmente el encuentro con la sociedad de que se trate, lo cual indica que se debe obrar con suma cautela y evitar conjeturas. Cada situación se debe evaluar y resolver a

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medida que surja y conforme a sus propias características. Si bien en algunos manuales que tratan el trabajo relativo a la tradición oral se recomienda abonar algún tipo de gratificación, todo archivo encargado de aplicar un programa debe estar atento a los problemas que pueda crear dicha política. En primer lugar, es probable que la mayoría de los archivos no dispongan de recursos presupuestarios para abonar gratificaciones. En segundo lugar, aunque los informantes estén en la mejor disposición de compartir sus conocimientos en beneficio de la comunidad y para la posteridad, y de hacerlo a título gratuito en la mayoría de los casos, si descubren que podrían recibir, y que recibirían de ser necesario, cierta forma de pago, la tendencia a insistir en éste suele ser demasiado difícil de resistir. De hecho, se sabe que, ante la perspectiva de una recompensa, algunos informantes han respondido de manera muy utilitaria, falseando la información con el fin de obtener más beneficios. Para el investigador extranjero estas trampas pueden ser aún mayo­res. No sólo es probable que la única alternativa sea la gratificación (ya que no existe un interés local o nacional evidente que el extranjero pueda esgrimir de forma convincente) sino que también el investigador foráneo tal vez no pueda per­catarse de la falsedad de los datos que se le suministren en un momento dado. Un engaño sutil puede escapársele hasta al investigador extranjero más suspicaz.

Una vez terminados estos preparativos, ya estamos en condiciones de trabajar sobre el terreno. De hecho, es posible que ya se hayan hecho contactos o visitas preliminares. Aunque de lo anterior podría inferirse que sólo en las zonas distan­tes se pueden encontrar y, por ende, registrar las tradiciones orales, se hace hincapié en esos lugares simplemente porque en ellos predominan las tradiciones orales. La preparación del trabajo de campo en ocasiones puede consistir no más que en aprestarse a registrar las tradiciones en una sociedad situada a pocos kilómetros de una ciudad, o incluso en el propio medio urbano.

4.3.2 Preparativos sobre el terreno

Pese a los extensos preparativos mencionados anteriormente, cuando el entre-vistador-compilador-investigador llegue al fin a la localidad o sociedad en que se propone registrar las tradiciones orales, sería imprudente que comenzara de inme­diato el proceso de registro. En primer lugar, si el investigador no posee un dominio adecuado de la lengua local, quizás sea necesario que procure los servicios de un intérprete o más. Esta gestión quizás no resulte tan sencilla como parece, ya que de ella puede depender el éxito de toda la empresa. Un intérprete que no goce de popularidad en la comunidad puede cerrar puertas que de lo contrario se abrirían, y otro que sea totalmente desconocido quizás no logre abrir ninguna. Por otra parte, el mejor intermediario puede no ser el mejor intérprete. De ahí que la selección de un intérprete-embajador requiera un análisis cuidadoso y el conoci­miento de la situación local.

Es imprescindible decidir desde el principio la calidad y cantidad de los informantes. Una regla fundamental de la recopilación de las tradiciones orales es registrar tantas variantes de una misma tradición como sea posible. "Posible" es, desde luego, la palabra clave en este caso, pues las limitaciones prácticas son las que deciden en última instancia el procedimiento que se seguirá sobre el terreno. Al seleccionar los informantes hay que considerar muchos aspectos. No obstante, existen en general dos amplias categorías de tradiciones: las que han sido encomendadas a un grupo especializado y las que se transmiten, preservan y narran libremente por toda la sociedad. En el primer caso, la selección de los informantes se ve limitada naturalmente por el número de custodios a quienes se han confiado las tradiciones sobre un tema. Si bien es cierto que la mayoría de estas tradiciones son convencionales y conocidas cabalmente por las personas designadas para preservarlas, es probable que también se hayan difundido entre la

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población, por lo que se debe procurar que se haga la entrevista a los custodios "oficiales". Las tradiciones no convencionales se transmiten de una generación a otra de manera más liberal y por ello adoptan una diversidad de formas conocidas por muchas personas.

La persona encargada de recopilar las tradiciones deberá tratar de descubrir las distintas variantes que existen, y a medida que lo haga, también deberá averi­guar las normas de la sociedad mediante la observación y la indagación. Hay tradi­ciones, por ejemplo, que se narran sólo en cierto medio o localidad, y en otros casos no se permite a las mujeres que las narren y no se les debe pedir que lo hagan. En algunas sociedades, los hombres pueden interpretar como un insulto que se les invite a sentarse junto a mujeres y niños en una sesión de grabación, lo que puede provocar su negativa a seguir colaborando. En otras sociedades esto quizás no tenga importancia.

No existen reglas inamovibles o universales a las que pueda atenerse el investigador-compilador al trasladarse de un lugar a otro. Cada situación debe evaluarse conforme a sus características, peculiaridades y requisitos propios. El compilador de las tradiciones orales debe ser consciente de las numerosas dificul­tades con que puede tropezar y prepararse para afrontarlas. Una vez que haya rea­lizado todos los preparativos necesarios, que haya identificado las tradiciones y a los informantes y que la comunidad se haya familiarizado con él y comprenda los propósitos que se ha propuesto y simpatice con ellos, puede entonces proceder a registrar las tradiciones. ¿Obsérvese que, aunque el contexto social suele ser muy diferente del de las entrevistas de historia oral, en este caso también la prepa­ración, el cuidado y la sensibilidad hacia las tradiciones o costumbres de un grupo ocupacional específico o de cualquier otro grupo puede ser indispensable para lograr el compromiso y la cooperación de los informantes. La insensibilidad hacia estos aspectos puede echar por tierra un proyecto de entrevista?.

4.3.3 El registro

Una diferencia fundamental que existe entre las fuentes orales y escritas es el grado en que la situación del registro se impone e influye en el producto resultante. La persona que registra las tradiciones determina la calidad de ésta, en primer lugar, por la elección que haga del informante y, en segundo lugar, por el papel que desempeñe en el proceso de grabación. /Obsérvese también que en este caso los factores son los mismos que intervienen en las entrevistas de historia ora],7. El público, que en ocasiones puede estar presente durante una narración o recuento, puede afectar también el registro de la tradición oral. Puede esperarse y, de hecho, en ocasiones se espera que el público intervenga en la narración para afirmar aspectos importantes o rectificar inexactitudes.

Al registrar las tradiciones orales, es indispensable hacerlo en el ambiente que mejor permita al informante o los informantes presentar las tradiciones. Tal vez haya que elegir entre utilizar un magnetoscopio o un magnetófono, tomar notas por escrito, o sencillamente escuchar con atención para poder recordar lo sufi­ciente y luego escribir la esencia. Debe tenerse en cuenta si la narración será colectiva o individual, si se realizará en público o en privado, si se ofrecerá una gratificación o no y qué tiempo durará la entrevista.

Los trabajos de Vansina, Henige y otros han proporcionado directrices que pueden seguir los compiladores de la tradición oral. También, hay numerosos ejem­plos que ilustran los problemas que pueden presentarse y las frustraciones que

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pueden originar. Paul Irwin, por ejemplo, basado en la experiencia frustrante que tuvo en Liptako1', muestra cómo un mismo informante puede variar su testimonio en diferentes ocasiones.

Pese a la diversidad de circunstancias en que tal vez se tenga que realizar el registro, algunos aspectos generales siguen siendo válidos en cualquier caso. En primer lugar, debe existir una identificación total entre la persona que graba o recopila la información y quienes la suministran, y el método de registro debe ser aceptable para el(los) informante(s). En segundo lugar, la entrevista debe realizarse en un ambiente que inspire la mayor confianza al informante y en que éste pueda sentirse cómodo. En tercer lugar, al registrar narraciones colectivas, se debe tomar en cuenta la dinámica de grupo. Por último, se deben registrar todas las variantes posibles de una tradición y, cuando sea factible, efectuar varias entrevistas durante un periodo.

4.3.4 Documentos de apoyo

Para poder comprender, verificar, autenticar y utilizar las tradiciones orales como fuente histórica, los documentos necesarios para la preparación del registro son tan importantes como el registro mismo. La elección del informante, las pecu­liaridades de la situación, el método de transmisión, el carácter de la tradición, la situación en que ésta se graba, todos estos aspectos son fundamentales para entender la tradición. Igualmente importante es la documentación relativa al manejo de la grabación. La información que figura en las secciones 4.2.7 y 6.0 en relación con la historia oral, es igualmente necesaria para la tradición oral y debe con­trolarse rigurosamente la catalogación, transcripción, disposición y descripción de las cintas.

1) Irwin, Paul. Liptako Speaks. (Princetown: Princetown University Press, 1981). La historia de un emirato del Africa Occidental del siglo XIX basada en las tradiciones orales.

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5.0 EQUIPO Y TECNOLOGÍA

Ya se señaló anteriormente que se pueden encontrar testimonios de la historia y la tradición orales en una amplia diversidad de medios de registro. Sin embargo, se requiere como mínimo la tecnología de reproducción del sonido para preservar el valor histórico e interpretativo mayor que tiene la fuente original tal y como se expresó. En años más recientes se ha hecho factible añadir el elemento visual a la grabación mediante el uso de grabaciones de vídeo con sonido que combinan las imá­genes visuales y las sonoras en una cinta magnética, y en fecha más reciente aún el registro en disco vídeo o en discos ópticos digitales legibles con laser. Es innegable que las fotos fijas se han utilizado durante mucho tiempo como comple­mento visual tanto de los documentos sonoros como de los textos escritos. A pesar de ser un medio viable para registrar fuentes orales, las películas sonoras son costosas, y el producto fílmico se desintegra con rapidez por el uso excesivo, a lo que se añaden los costos elevados de su duplicación y la pérdida gradual de la calidad de la imagen.

El debate que sigue se limita a la cinta magnetofónica y en él se formulan algunas observaciones breves sobre la cinta magnética de vídeo, que durante algún tiempo seguirá siendo el medio más corriente de registro de la historia y la tra­dición orales gracias a que es relativamente simple y barata y se adquiere fácil­mente en todo el mundo. Probablemente sólo en caso de que los adelantos tecnoló­gicos hagan mucho más simples y baratas las técnicas de grabación en disco vídeo y en discos ópticos digitales, así como el equipo de reproducción, observaremos cómo se generalizará su empleo en todo tipo de grabación de fuentes orales con fines de archivo. No obstante, es posible que muestren mucho antes su utilidad práctica como medio permanente de almacenamiento al que se puedan transferir las grabaciones originales en cinta magnética en los principales centros de archivos.

5.1 Cinta de grabación

La importancia de la calidad del sonido depende en gran medida de los usos a que se destinen las grabaciones. Las transmisiones radiales requieren una repro­ducción de sonido de muy alta calidad, al igual que la reproducción musical, espe­cialmente la voz humana en canciones y cantos. Si se ha previsto ese uso, lo esen­cial es que los materiales, el equipo y las condiciones de grabación se seleccionen con sumo cuidado (y por lo general a un costo considerable) para que sean casi iguales o iguales a las condiciones de estudio. Esto se aplica también a las transmisiones de televisión. Es posible que haya que acudir a ingenieros y a equi­pos de camarógrafos profesionales de la televisión para la producción de documen­tales en que se incluyan grabaciones de historia o tradición orales para su trans­misión. Tal vez sea necesario también prestar una atención igualmente esmerada a los documentos orales que se van a utilizar en exhibiciones de museo o en otras exposiciones para el público.

Ahora bien, la mayor parte de las grabaciones de archivo y con fines académi­cos tienen más importancia por el contenido de la información y la representación fiel del modo de hablar que por la alta fidelidad de una reproducción exacta de la gama de sonido. Además, el volumen de grabación necesario y los recursos que se utilizan en la mayoría de los programas de archivo o con fines académicos impedirán sufragar los elevados gastos que supone una grabación de alta fidelidad, de forma que queda a discreción de los administradores del programa la conciliación de estos aspectos.

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No obstante, es importante lograr la mejor calidad posible dentro de los límites de lo razonable. Cualquier reproducción de la grabación de una cinta a otra y, de hecho, cualquier reproducción de una grabación en un aparato de repro­ducción de sonido disminuye la calidad de la grabación, en alguna medida al menos, y el uso reiterado puede disminuirla en grado sumo. Por consiguiente, mientras mejor sea la calidad de la grabación original, y menor el número de veces que se reproduzca o copie, más probabilidades hay de que las copias del original que se hagan posteriormente sean más duraderas e idóneas para la investigación.

Altas velocidades de grabación de al menos 3,75 pulgadas por segundo (9,5 centímetros por segundo) o preferiblemente 7,5 pulgadas por segundo (19 centímetros por segundo) producen un sonido de mejor calidad y menor "ruido" en la cinta que velocidades más bajas (A,7 cm/seg. ó 2,4 cm/seg.), aun cuando esas velocidades más bajas resulten muy atractivas, ya que con ellas se pueden "captar" periodos más prolongados de entrevista o narración de una fuente oral. La cinta ancha, de al menos 0,25 pulgadas (alrededor de 0,6 cm) y la cinta gruesa de 1,5 milésimas de pulgada (0,038 mm) se aceptan por lo regular como normas óptimas para la grabación de fuentes orales en cinta sonora, pero la cinta de la mayoría de las casetes es muchísimo más estrecha y delgada. El material de base de la cinta debe ser mylar de poliester, que tiene la máxima resistencia y durabilidad en condiciones de tem­peratura y humedad diversas. Estas normas pueden variar en alguna medida sin que se afecte considerablemente la calidad para la mayor parte de los fines, pero se aceptan como las normas óptimas.

Con todo, la mayoría de los programas de historia y tradición orales se graban en su casi totalidad en pequeñas casetes en que la cinta puede tener sólo 3/16 de pulgada (unos 0,5 cm) y sólo 0,5 milésimas de pulgada (0,013 mm) de grosor. Estas casetes se utilizan porque son mucho más cómodas y baratas, se adquieren fácilmente y porque las grabadoras son más pequeñas y compactas y molestan menos a la vista. Incluso hay "micrograbadoras" tan pequeñitas que algunos entrevistadores prefieren utilizar porque pueden permanecer prácticamente ocultas durante la entrevista. No obstante, el uso de este tipo de cinta compromete en gran medida la calidad del sonido de la reproducción y puede causar problemas en la trasncripción, aun cuando el oído humano normal que procure distinguir el contenido de la información y no las palabras o las entonaciones precisas no encuentre diferencias apreciables. En caso de que haya que utilizar casetes pequeñas por necesidades económicas y prác­ticas en el trabajo sobre el terreno, es conveniente adquirir las que tengan la mayor calidad posible y el tiempo de duración más breve tolerable (es decir, la más alta velocidad; una C30 o C45 como máximo) de manera de lograr la más alta calidad de sonido posible que permitan las casetes de este tipo, así como de uti­lizar para la grabación un equipo de alta calidad. Se recomienda además que las grabaciones en cásete se transfieran a una cinta de carrete abierto de la más alta calidad a la brevedad posible a fin de disponer de una cinta matriz de archivo duradera que permita producir copias de consulta en el futuro y de conservar el original el mayor tiempo posible en las mejores condiciones.

5.2 Equipo de grabación

Tal y como ocurre con la cinta, la mayor parte de los programas de registro oral tienen que conciliar la calidad de la grabación y la facilidad de grabación o la posibilidad de adquirir el equipo a los precios del mercado local. Un documento sonoro de muy alta calidad se obtiene solamente con un equipo grande, costoso y difícil de manejar. Los equipos de grabación pequeñitos y muy cómodos, como las micrograbadoras, producen grabaciones que tal vez parezcan suficientes al oído normal, pero que en realidad tienen una calidad inferior. Por consiguiente, en la

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mayoría de los programas se utilizan las grabadoras de cásete más grandes y costo­sas o pequeños aparatos de carrete abierto (carrete a carrete) que, a pesar de ser portátiles, son más grandes y pesados que las grabadoras de cásete pequeñitas y muy baratas.

Es también importante utilizar los mejores micrófonos que se puedan adquirir y resulten costeables. El uso de micrófonos distintos para el entrevistador y el entrevistado (investigador e informante) aumenta las posibilidades de captar y grabar la voz con exactitud. La tecnología moderna ha producido algunos micrófonos pequeños y discretos, pero de muy alta calidad, como los que se cuelgan discreta­mente de la ropa del orador para que el micrófono capte la voz con rapidez y pre­cisión y la convierta en impulsos electrónicos que se graban en la cinta magnética.

5.3 Grabación de vídeo

Las mismas observaciones generales se aplican también a la grabación de vídeo en cinta magnética. Hay que conciliar la definición de la imagen, la calidad del sonido, y la comodidad y costeabiliadd del equipo empleado. Una cinta más grande, gruesa y ancha que funcione a velocidades más altas produce una grabación y repro­ducción de sonido e imagen de la mejor calidad. Pero la grabación en cinta de vídeo de alta calidad requiere un equipo grande e incómodo. Ahora se están fabri­cando equipos más pequeños y portátiles, fáciles de manejar, y tal vez en los pro­gramas se desee estudiar la posibilidad de incorporar la cinta de vídeo en la grabación. Sin embargo, los administradores de programas deben calcular cuidadosa­mente el valor adicional de la imagen visual para determinar si vale la pena ese gasto suplementario. En algunos programas se evita la grabación de vídeo so pretexto de que la grabación visual incomodará en exceso a los entrevistados/ informantes o los alentará a mostrar demasiada inventiva en su afán de "sobre-actuar" ante la cámara. Otros estiman que al menos algunos componentes visuales de muestra añaden un valor considerable al documento sonoro.

5.4 Conservación y preservación de los materiales

Si bien la cinta de mylar de poliester es sumamente duradera, hay que poner cuidado en asegurar su conservación por largo tiempo, así como la conservación de la grabación que contiene. Se ha señalado que la duplicación y cualquier otra reproducción de la cinta borra gradual e inexorablemente las imágenes sonoras gra­badas y cada vez que la cinta pasa por el mecanismo, existe la posibilidad de que se rompa. Por esa razón, se recomienda, por lo regular, que de cada cinta original se hagan al menos dos copias. La primera copia se debe reservar como "matriz de producción" de la que se producirán cintas de consulta en el futuro. Esta primera copia y el original deben retirarse del uso y almacenarse en un lugar aparte. La segunda copia debe ser la primera copia de consulta que utilicen los investigadores para la transcripción y la audición. De esta forma, la cinta original se reserva como copia primaria de seguridad y nunca se usa, salvo en caso de emergencia extrema como cuando se pierden todas las demás copias. En este caso, la "matriz de producción" se convierte en la copia secundaria de seguridad y se utiliza para la reproducción de nuevas copias de consulta a medida que van deteriorándose por el uso.

El bobinado lento a bajas velocidades produce un enrollado parejo y, por ende, una presión uniforme sobre todas las partes de la cinta. Esto reduce la vulnerabi­lidad de la cinta al uso durante periodos prolongados. Todas las copias de seguri­dad se deben enrollar de esta forma. Como ya se señaló, es recomendable también que las cintas de casetes se copien en cintas de carrete abierto.

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Se debe prestar cuidado también al almacenamiento de las cintas. Se deben evitar a toda costa los campos magnéticos, como son los equipos de generación eléctrica y los motores eléctricos. Cualquier campo magnético o eléctrico potente tiene la posibilidad de borrar o dañar las imágenes sonoras grabadas en la cinta magnética. Las cintas pueden almacenarse en sus estuches originales, aunque para algunos programas es preferible comprar estuches neutrales a los ácidos. Los carretes deben quedar bien ajustados en sus estuches de manera que no se muevan. Se ha deliberado acerca de si los estuches deben almacenarse en posición horizontal en los anaqueles o vertical sobre el borde, y en torno a la distribución relativa del peso de la cinta con relación a sí misma en las dos posiciones. Si cada uno de los estuches de cinta se separara por anaqueles de manera que no hubiera más de una cinta por anaquel, probablemente fuera mejor colocarlas en posición horizontal. Pero es preferible la posición vertical a la de colocar varias cintas una sobre la otra en un anaquel abierto. El método de una cinta por anaquel requiere una confi­guración de los anaqueles que no resulta muy común y que con toda probabilidad haya que construir por encargo. En general, las condiciones normales de almacenamiento en archivos en cuanto a temperatura y humedad son adecuadas también para la cinta magnética, es decir, de unos 65 Farenheit (unos 18 Celsius) y de aproximadamente el 45% de humedad relativa para un almacenamiento prolongado, o tan próximas a estas normas como sea práctico en las condiciones del lugar. La estabilidad de estas condiciones es tan importante para la cinta como para el papel y las grandes fluctuaciones de la temperatura y la humedad aumentan la tasa de deterioro de la propiedad física del material.

5.5 Adelantos más recientes

La creación de los discos analógicos de vídeo y de los discos ópticos digita­les para el almacenamiento de sonidos y de imágenes visuales abre nuevas perspec­tivas para la grabación de fuentes orales en el futuro, sobre todo para el almace­namiento compacto de gran volumen y la rápida recuperación de elementos específicos mediante el control y el acceso computadorizado. Sin embargo, hasta la fecha se han aplicado muy poco estos adelantos a las grabaciones que se hacen fuera de las industrias de la radio y la televisión. Por otra parte, la tecnología en estas esferas se desarrolla con tal rapidez que probablemente sea mejor que la mayor parte de los programas de archivo esperen hasta que se elabore una norma general y el costo y la conveniencia de esos equipos sea comparable con los de las casetes de audio y de vídeo, al menos para la grabación original. No obstante, es posible que esta nueva tecnología desempeñe antes de lo esperado un papel práctico en la preparación de matrices y el almacenamiento de documentos sonoros de gran volumen en los grandes centros de archivos.

5.6 Problemas relacionados con los equipos en el mundo en desarrollo

En los países desarrollados es relativamente fácil adquirir equipos idóneos y los compiladores de la historia y la tradición orales a menudo pueden seleccionar de entre una amplia gama de fabricantes y equipos lo más conveniente, por su costo y propósito, para realizar un programa concreto. La situación es totalmente dife­rente en muchos países del Tercer Mundo que no son productores de esos equipos. Rara vez los encuentran en los estantes de las tiendas locales, sobre todo con la calidad y fiabilidad necesarias para un programa de archivo, y deben confiar en la información y los catálogos que suministran distribuidores y agentes. En ocasiones, aun cuando encuentren los equipos idóneos, la escasez crónica de divisas puede impedir la adquisición de los materiales seleccionados.

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Aunque tal vez el investigador/compilador conozca plenamente el tipo de equipo que mejor se ajusta a sus necesidades, es posible que afronte el grave impedimento de las limitadas opciones de que dispone. No ayuda en nada a su situación el carácter especializado de sus necesidades. Por ejemplo, como al consumidor ordina­rio no le importa que la grabadora chille o funcione con alguna dificultad, tenga una sola conexión a la red eléctrica (una sola entrada de corriente) y no tenga posibilidades de hacerla funcionar con baterías, sea incómoda y sólo admita casetes pequeñas, el compilador de tradiciones orales encuentra poca acogida o poco interés en sus requisitos más exigentes. También puede hallarse entre los pocos consumido­res que necesitan cintas de doble carrete de un grosor y un material de base espe­cíficos.

Cuando se adquieren equipos, hay que tener presentes algunas consideraciones generales. Es imprescindible adquirir equipos a los que los técnicos locales o los agentes y distribuidores de equipos puedan prestar servicios de reparación y man­tenimiento. Naturalmente, que esto equivale a que haya una representación local de la marca del equipo. Un equipo desconocido simplemente puede no ser reparable. A veces incluso los agentes locales de un fabricante y distribuidor no se ocupan de toda la variedad de piezas de repuesto, y puede haber demoras de semanas o meses desde que se hace el pedido de las piezas de repuesto hasta que llegan. En el peor de los casos, se puede acudir a todos los distribuidores y talleres de reparaciones y llegar a la conclusión de que ninguno está preparado siquiera para examinar el equipo y evaluar el daffo o la causa del mal funcionamiento, y mucho menos para repararlo. Es muy lamentable que ésta sea la suerte de los equipos cedidos por donantes extranjeros magnánimos y bien intencionados. Cuando se adquieran equipos en el exterior, es siempre sensato incluir un pedido de toda la variedad de piezas imprescindibles.

Cuando se adquieran equipos en el exterior, es menester cuidarse tanto de la tecnología obsoleta como de una tecnología demasiado avanzada para que su uso y reparación sean efectivos. Con frecuencia los fabricantes consideran que los mer­cados de poco volumen, como el Tercer Mundo, son una especie de vertedero para sus inventarios en desuso. Apenas se entregan esos equipos, el comprador puede recibir información de que ya no se fabrican y que resulta muy difícil asegurar las piezas de repuesto. Esto se aplica a modelos concretos descontinuados tanto de fabricantes prestigiosos como de empresas y ramas que han suspendido totalmente sus operaciones o han sido absorbidas por una empresa mayor. Tal vez el equipo más avanzado, por atractivo y prometedor que sea su rendimiento técnico, sea inservible porque no existe capacidad técnica local para hacerlo funcionar o repararlo. Algunos de los adelantos más recientes en grabadoras con dispositivos de lectura automática de sonido y puesta en marcha por contacto tal vez sean muy atractivos para la graba­ción de fuentes orales, pero es posible también que no haya nadie en el lugar que conozca el funcionamiento interno y que, por ende, sea incapaz de darle manteni­miento o repararlo. Los primeros síntomas de mal funcionamiento bien podrían indi­car el momento de desecharlo por completo. Esto ocurre también en casos aislados en los países en desarrollo, pero por lo general hay variantes a mano de las que tal vez no disponga el compilador de tradiciones orales alejado de los centros urbanos cosmopolitas.

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El equipo importado suele venderse a precios prohibitivos en el Tercer Mundo. Quienes cuentan con las divisas para importarlos a menudo procuran extraer el máximo de ganancias y ello eleva los precios de los bienes importados a alturas astronómicas, especialmente los de los productos básicos escasos o raros, cuando la demanda es grande y no hay otra alternativa. De manera que, cuando el equipo se adquiere en el exterior, sea mediante donación o por orden de compra directa, es conveniente determinar las marcas que cuentan con posibilidades locales de servicio de mantenimiento y reparación, incluir toda la variedad de piezas imprescindibles y pedir al donante que adquiera y envíe el equipo. Esto puede reportar ahorros cuantiosos y facilitar la adquisición de equipos y suministros de más calidad y en mayor número.

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6.0 GESTION DEL DOCUMENTO CON FINES DE ARCHIVO

6.1 Intereses generales en materia de archivo

6.1.1 Naturaleza del documento

Como se expresó anteriormente, es esencial recordar que el documento que se obtiene del proceso de recopilación de la historia y la tradición orales es la grabación de una entrevista o una narración. No es propiamente un documento de hechos pasados, a pesar de que pueden ser narrados, recitados, compilados, anali­zados, examinados y evaluados en el contenido del documento. De hecho los histo­riadores pueden consultar ese documento y encontrar en él pruebas de lo sucedido en el pasado; pero para los archiveros "el documento" es el testimonio de una entrevista o narración, o quizás de una conversación entre varias personas, que ocurrió en un momento y probablemente en un lugar bien distintos a aquéllos en que acontecieron los hechos que se examinan o narran. Si el archivero que maneja los documentos de la historia y la tradición orales mantiene esta perspectiva, estos se podrán administrar de forma ordenada y precisa, de lo contrario, se crearía una confusión considerable.

6.1.2 Valoración del documento

Sin embargo, el archivero debe valorar cada documento de historia o tradición orales según los méritos de su contenido, así como su origen, de la misma forma que debe hacerse con otros tipos de documentos. Tanto para los materiales de his­toria o tradición orales como para otros escritos tradicionales debe aplicarse un criterio uniforme en materia de archivo, en cuanto al valor intrínseco del material y a los valores primarios y secundarios, los valores administrativos e históricos, los valores probatorios y de información, así como los valores perdurables o permanentes de un documento para su uso futuro. El debate de la sección 1.0 sobre el contexto historiográfico de la historia oral, así como las directrices de eva­luación de la sección 12.2, pueden ser de utilidad a los archiveros para conformar estos juicios.

6.1.3 Origen del documento

Como ocurre con todos los demás documentos, los de historia y tradición orales se crean en un proceso, y la correcta gestión de archivo requiere que se comprenda este proceso y el origen de cada pieza documental que se incorpora. Estos documen­tos los pueden producir las instituciones de archivos cuando deliberadamente realizan entrevistas y graban las tradiciones orales para suplir o subsanar defi­ciencias en los archivos existentes. Los pueden producir organismos gubernamentales como resultado de sus indagaciones en su propio historial o en la historia de per­sonas, lugares, organizaciones, cargos o programas que estuvieron bajo su juris­dicción o responsabilidad. Por ejemplo, algunos gobiernos coloniales investigaron a fondo la historia tribal para hallar soluciones a los conflictos entre tribus por problemas de fronteras y jefaturas. También pueden producir documentos los organismos privados y semiprivados contratados con tal propósito por organismos gubernamentales. En el sector privado los pueden crear totalmente catedráticos, instituciones docentes y de investigación, empresas comerciales, instituciones y asociaciones sociales y religiosas, etc., y en algún momento una institución de archivos puede adquirir estos documentos. Cada uno de estos tipos de documentos puede estar sujeto a requisitos administrativos diferentes según su origen y su condición con arreglo a la ley, las costumbres y la situación política del país en que fueron compilados y el país en cuya institución de archivos se deposite. En algunos casos, los archiveros tendrán que trabajar con documentos provenientes de

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un país y depositados en otro, o con documentos que comparten dos o más países que tienen intereses comunes en ellos. No obstante, en ocasiones los archiveros también han encontrado esta dificultad en documentos escritos tradicionales.

6.1.4 Forma del documento

Ya se ha señalado que la forma más común de un documento de fuente oral es la cinta magnetofónica, aunque los archiveros podrán encontrar fuentes orales en cualquier medio capaz de reproducir los sonidos del lenguaje hablado o de repre­sentar el lenguaje por la escritura o por símbolos. Cada tipo de documento o medio tiene sus requisitos y problemas propios de almacenamiento, conservación, recupe­ración y uso de consulta. Por lo tanto, a pesar de que evidentemente es esencial establecer un control intelectual y administrativo según el origen del material, podría ser necesario también establecer controles relacionados con la forma del documento y su utilización. Un filme narrado en un idioma extraño y desconocido requiere un tratamiento totalmente diferente del que se da a una cinta grabada en el idioma local, por lo que se le debe manejar como corresponde.

6.1.5 Propiedad y consentimiento

Según las leyes y costumbres del país y la cultura de que se trate, será menester que el archivero se cerciore de que se respetan como es debido los dere­chos de propiedad y utilización. En algunos países hay un sentido arraigado del derecho de propiedad del entrevistado o del narrador sobre lo que guarda en su memoria o sobre lo que ha respondido en el proceso de recopilación de información, ya sea para fines de historia oral o de tradición oral. En algunas culturas la memoria es parte integrante de la personalidad y el alma del individuo y podría considerarse como robo espiritual grabar las memorias habladas de alguien para que otras personas las utilicen. Ya sea que el derecho de propiedad se sustente en las costumbres, la religión, la propiedad económica o el derecho, el administrador de archivos tiene que demostrar que la entrevista o la narración se graba, se adquiere y se utiliza de conformidad con los requisitos vigentes en el país de que se trate. Para ello en muchos casos es necesario probar y documentar el consentimiento voluntario del entrevistado o el narrador. En algunos casos el consentimiento se puede inferir del propio acto de participación. En otros casos habrá que aportar documentos legales oficiales más complejos y explícitos en que se consigne el acuerdo y el consentimiento para la elaboración y el traspaso del material.

6.1.6 Restricciones

El aspecto de las restricciones al uso de documentos de historia y tradición orales está estrechamente vinculado al de los derechos de propiedad. En su mayoría las restricciones al uso de estos documentos son exactamente las mismas que las impuestas a otros tipos de documentos. Es normal que se imponga una restricción total o parcial a los materiales de historia y tradición orales durante un tiempo después de haber quedado depositados en una institución de archivos. Los gobiernos pueden imponer estas restricciones como una cuestión jurídica o de reglamento, los entrevistados o los narradores como condición de su consentimiento para ofrecer la información. Por regla general, las causas de las restricciones se relacionan con la privacidad personal, la confidencia mutua o la seguridad nacional. Otra razón puede ser el carácter secreto de ritos de grupos, como ocurre en las hermandades y en las órdenes religiosas o en sociedades secretas. Los materiales también pueden tornarse delicados súbitamente con los cambios de fortuna de los poderes políticos de un país. Para la correcta administración de las fuentes originales orales, así como de cualquier otro documento, es importante que esas restricciones se expongan

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explícitamente para que la gestión de esos materiales se pueda realizar con preci­sión y sin tropiezos. Es preferible que, siempre que sea posible, se fijen plazos de meses o afitos de restricción, de manera que haya acceso automático a los mate­riales al finalizar ese periodo sin necesidad de efectuar nuevas negociaciones. Como es natural, los materiales sometidos a restricciones deben marcarse claramente y separarse de los que están abiertos a consulta para evitar violaciones de los acuerdos de restricción así como el danto que podría causar a todas las partes el hecho de darles un uso público prematuramente.

6.1.7 Ordenamiento

El ordenamiento de los documentos es un aspecto importante, dado que el origen y las formas de las fuentes orales pueden ser muy diversos. En la mayoría de los depósitos existen dos formas comunes de ordenamiento. Una de ellas se basa estric­tamente en la procedencia del documento. Es decir, sea cual sea la forma del docu­mento, los testimonios de historia y tradición orales se guardan y administran junto con todos los demás documentos de la misma fuente. Por ejemplo, un conjunto de documentos orales procedentes de una misma fuente puede convertirse en una serie dentro del grupo o fondo de documentos de esa fuente. Una entrevista de historia oral o un documento de tradición oral dentro de una serie tal vez no sea más que una carpeta o una unidad de clasificación en una serie, y debe administrarse de la misma forma que cualquier otro tipo de documento en ese grupo y esa serie.

La segunda forma de ordenamiento más corriente en una institución de archivos es el subarchivo independiente que se crea para todos los materiales de historia o tradición orales, parecido al que se suele crear para guardar materiales fotográ­ficos o documentos "legibles a máquina". Ordenar uno de estos subarchivos es más complicado que ordenar materiales estrictamente por su procedencia. En los subar­chivos o "colecciones de historia oral" el ordenamiento suele basarse en la proce­dencia de los documentos, y los materiales procedentes de las mismas fuentes pueden agruparse en "colecciones" o "series" dentro de una colección de materiales de fuente oral conexos. Sin embargo, el ordenamiento puede atender también a una clasificación del tema, de forma análoga a la empleada en las bibliotecas con los libros. En la práctica, las bibliotecas que han adquirido materiales de historia oral suelen darles el tratamiento de unidades bibliográficas y clasificarlos y catalogarlos con arreglo al sistema de clasificación que se utilice. Además desde el principio se debe adoptar una decisión básica, aunque el subarchivo especial se haya creado para guardar materiales de fuente oral. Incluso puede haber casos en que el interés primordial del material corresponda más con un fondo general de otras formas de documentos, y la integridad del fondo tal vez requiera que se con­serve en él una unidad o varias unidades. Cuando un material se extrae del fondo general para colocarlo en otro lugar, ya sea para conservarlo con otros materiales físicos análogos o para incluirlo en un subarchivo de fuentes orales, es indispen­sable preparar descripciones de referencia cruzada, que se colocarán en el lugar que originalmente ocupó dentro del archivo y en el nuevo lugar que ocupa, de manera que pueda mantenerse el control intelectual por su procedencia. La ventaja evidente de poder unir todas las fuentes orales en un subarchivo es que comparten muchos de los problemas de almacenamiento, conservación y acceso para consulta, por lo que el personal calificado puede aplicar procedimientos comunes a todos ellos y los materiales pueden almacenarse en anaqueles y en receptáculos más idóneos para su conservación y uso.

6.1.8 Transcripción

Otra consideración a que dan lugar los aspectos referidos a la forma y al ordenamiento es la de determinar si la institución de archivos debe mantener los documentos orales únicamente en el documento sonoro original o en "estado natural",

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o si todos los materiales de ese tipo deben transcribirse en documentos escritos como se hace con otros documentos importantes. Es indiscutible que la cinta grabada original es el mejor testimonio de que se dispone sobre lo que aconteció en la entrevista o la narración, y debe considerarse como "el documento" propiamente dicho. Algunos entendidos en la materia consideran que el archivero tiene la responsabilidad de mantener el documento original y no debe interponer un juicio de interpretación entre el documento y el usuario futuro al transcribir una graba­ción. Hay mucho de cierto en esta afirmación. Todo lo que se aparte de la grabación original necesariamente tiene que sacrificar algo de su precisión, fidelidad, totalidad y valor probatorio. Ni siquiera el sistema más avanzado de lenguaje escrito y símbolos es suficiente para mantener la fidelidad a la grabación origi­nal. Toda transcripción deberá tener necesariamente algún elemento de traducción o de interpretación.

Sin embargo, existen otros criterios que es necesario analizar. Si la trans­cripción se realiza poco tiempo después de haberse efectuado la entrevista o la grabación, si el que transcribe la grabación es una persona versada en los temas y materias que se debaten o narran; y si los que participan en la grabación tienen la oportunidad de revisar la transcripción y hacer correcciones, en ese caso podrían resolverse con precisión, para beneficio de los eruditos en el futuro, muchos de los inevitables errores de ambigüedad que existen en las grabaciones habladas. Es normal que varias personas entiendan palabras bien distintas al escuchar una misma parte ambigua de una grabación. Cuando las voces se superponen, cuando hay interferencia de ruidos de fondo o cuando las características de expre­sión del orador no son familiares, es difícil resolver esas diferencias de inter­pretación. También se afirma, con un poco menos de fuerza y convicción, que los investigadores acostumbrados a leer y no a escuchar preferirán utilizar las trans­cripciones a las cintas, y que estas últimas deben conservarse principalmente para aclarar ambigüedades e imprecisiones en los textos transcritos.

Otro criterio de importancia para la gestión de archivos es que la transcrip­ción es un proceso lento, agotador y por ende costoso. El transcriptor debe adqui­rir un conocimiento y una comprensión especiales de los temas que se abordan en una entrevista con miras a comprender y transcribir correctamente la terminología especializada. Para lograr una máxima exactitud se requieren muchas horas y paciencia para escuchar, escribir (o mecanografiar) y enmendar, y a veces esto requiere la participación de más de una persona en un mismo aspecto. La experiencia ha demostrado que ni siquiera la transcripción más cuidadosamente preparada y corregida está exenta de presentar al menos algunos errores o algunos casos en que puede haber diferencias de opinión legítimas sobre la transcripción correcta de algunas palabras y frases. Como es lógico, en algunos idiomas la ambigüedad del lenguaje hablado es mayor que en otras y es posible que sea indispensable recurrir a la transcripción para discernir cuál de dos o tres palabras homófonas fue la que en realidad se quiso decir. La transcripción de una tradición oral puede presentar también problemas particularmente escabrosos cuando se utilizan arcaísmos, o cuando la tradición ha reinterpretado formas anteriores de la lengua siguiendo los usos vigentes. (Obsérvese esto en un fenómeno afín; una investigación de encuestas de ciencias sociales ha revelado que no basta formular la misma pregunta una y otra vez en momentos distintos para lograr las bases de un análisis comparado, ya que con el tiempo cambian los significados y el universo de alusiones que traen a colación algunas palabras, por lo que las respuestas a una misma pregunta en un momento determinado podrían tener un significado totalmente distinto al que se les dio en un momento anterior). Esto puede dar mayor importancia a la transcripción, o puede convencer a los administradores de archivos de que eviten por completo las transcripciones debido a su costo o a las dificultades para lograr que sean fieles.

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Los administradores de archivos también deben cuidar de la exactitud de las transcripciones que llegan a sus instituciones procedentes de otras fuentes. Casi siempre las transcripciones se realizan para cumplir objetivos inmediatos que tienen poco que ver con las elevadas normas de precisión y fidelidad que exige una institución de archivos. Siempre debe identificarse con claridad la fuente o el organismo que realizó la transcripción de los materiales donados, de manera que no se culpe por inexactitudes a la institución de archivos que los posee y también con el objetivo de que los investigadores puedan juzgar por sí mismos la importan­cia de las aportaciones transcritas conociendo su procedencia.

6.1.9 Conservación

El tipo de conservación que requieren los documentos de fuentes orales depende de la forma del documento (cinta magnética, papel, disco fonográfico, filme, gra­bación en alambre magnético, disco vídeo, etc.). ¿Véase la sección 5.4 para una información más detallada sobre las cintas de audio7. Los requisitos y métodos de conservación de estas distintas formas de documentos orales son los mismos que se aplican a cualesquiera otros documentos que presenten esas mismas formas, y deben aplicarse normas idénticas de calidad. Ya se ha señalado que mientras mejor sea la calidad de la grabación original, mejores serán las reproducciones ulteriores del documento. Esta es la razón por la que, en muchos programas se hacen dos copias de la cinta original para conservarla y evitar que se utilice en nuevas reproduc­ciones, con excepción de los casos de extrema urgencia. Ambas copias se hacen directamente del original y son reproducciones tan exactas y completas de éste como sea posible. Se reproducen en una cinta de carrete abierto a una alta velocidad de grabación. La cinta debe cumplir los requisitos que se señalan en la sección 5.4 de este estudio. Una de las dos copias se conserva como "matriz de producción" y se utiliza principalmente para efectuar nuevas copias de consulta posterior. La segunda copia se utiliza como copia primaria de consulta para transcripciones y consultas del público en general. La cinta original debe rotularse claramente con la palabra "ORIGINAL" y almacenarse en un lugar seguro aparte de los archivos principales. La matriz de producción debe rotularse con las palabras "MATRIZ DE PRODUCCIÓN" y la copia de consulta con las palabras "COPIA DE CONSULTA". Deben almacenarse en lugares separados para que no se confundan o utilicen indistinta­mente y para que si una se echa a perder la otra se preserve. Muchos depósitos utilizan casetes para las copias de consulta por ser éstas más fáciles de manipu­lar, relativamente menos costosas y porque protegen más la cinta del manejo direc­to. Es lógico prever que en las casetes haya alguna pérdida en la calidad del sonido.

6.2 Recepción y control administrativo

Si los materiales de historia y tradición orales se reciben como parte de una adquisición voluminosa de documentos, se les trata como parte de ella y se deben aplicar las prácticas normales que sigue el depósito con respecto al registro de adquisiciones y el control administrativo.

Sin embargo, cuando los depósitos se ocupan de sus propios programas de reco­pilación de materiales de historia y tradición orales, o cuando se crean subar-chivos separados hay que utilizar otros registros y procedimientos para las adqui­siciones y el control administrativo.

6.2.1 Identificación básica

Tanto el control intelectual como el administrativo requieren algunos elemen­tos básicos de identificación para cada unidad básica de historia y tradición ora­les. La unidad básica de cada historia o tradición oral es la sesión de entrevista

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o la de grabación. Dicha unidad puede ser simple o compleja. Las unidades simples están compuestas por una cinta sonora en la que se graba una fuente en un lugar y momento concretos. Las unidades básicas complejas pueden comprender varias cintas de una sesión de grabación prolongada con el mismo encuestado/inforinante, o quizás de varias sesiones con el mismo encuestado/informante en diferentes momentos pero sobre el mismo proyecto. La unidad básica se define por la procedencia de cada fuente, aunque también pueden darse detalles sobre el momento y el lugar de la sesión de grabación y el proyecto para el que se efectuó dicha grabación. Cuando una misma sesión de grabación se registra en dos o más cintas, todas las cintas de esa sesión deben llevar los mismos datos de identificación. Las cintas de sesiones diferentes grabadas en momentos y lugares distintos con el mismo encuestado o informante tendrán datos básicos de identificación distintos en cuanto a la fecha, lugar y quizás el entrevistador/investigador.

Los elementos que se requieren para la identificación básica figuran en la sección 4.2.7 ("El proceso de la entrevista y el documento") como responsabilidad del entrevistador o compilador. Lamentablemente, los documentos que recibe una institución de archivos de otras instituciones u organismos pueden carecer de algunos o de todos los elementos básicos de información. En ese caso, hay que determinar a la brevedad posible tantos elementos como sean necesarios para faci­litar al máximo el buen control intelectual y administrativo. A partir de estos elementos básicos se pueden crear otros registros de recepción y procesamiento, así como medios de localización. Por lo tanto, las instituciones que reciben mate­riales de fuente oral de otros organismos deben indagar con los creadores o el organismo que realizó el proyecto cuanto elemento sea posible, y con tanta preci­sión como puedan hacerlo.

6.2.2 Registro de documentos recibidos

Dado que algunas entrevistas o documentos de tradición oral pueden registrarse bajo sus grupos de registros originales, y dado que algunas grabaciones (a saber, aquellas que realizó la propia institución de archivos) se registran individual­mente y su registro oficial no procede hasta tanto se termine su procesamiento y se apruebe el depósito de una transcripción corregida, es prudente que los admi­nistradores de archivos tengan un registro de los documentos recibidos en la ins­titución o en el subarchivo de fuentes orales. El registro será consecutivo para cada entrevista o sesión de grabación que se reciba en el archivo, y es a través de él que se asigna un número de serie de recepción o número de control a cada unidad para identificarla y localizarla durante todo el periodo de procesamiento y de uso en el futuro. El registro debe contener información suficiente para distin­guir la unidad de grabación de todas las demás y suministrar datos resumidos para los informes posteriores sobre lo que se recibe y la producción. La forma de registro puede ser muy simple, como se muestra en el ejemplo siguiente:

REGISTRO DE GRABACIONES RECIBIDAS (modelo propuesto)

N de serie Fecha de Fecha de la Nombre(s) de encuestado(s) de recepción recepción entrevista y entrevistador(es)/investigador(es)

sesión de grabación

85-001 28 ene 85 15 ene 85 John Smith, por Ralph Sampson

85-002 30 ene 85 11 ene 85 Richard Jones y Mary Jones, por William Brown

85-003 3 mar 85 12 feb 85 James White, por Anna Smith

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Cuando se asigna el número de serie de recepción éste debe consignarse también en el estuche o los estuches de la cinta y en el registro de correspondencia prin­cipal mencionado en la sección 4.2.7. Después que se recibe la cinta y se completan todos los datos de información básica necesarios y se le da entrada en el registro, cada cinta debe colocarse en un archivo con las cintas pendientes de tratamiento. El ordenamiento de las cintas debe efectuarse según el número de serie de recep­ción, de manera que la nueva cinta que se seleccione para procesar sea la que más tiempo ha permanecido en el archivo. Las cintas que se extraen de otros grupos de registros y se incluyen en el subarchivo de fuentes orales para su tratamiento o administración permanente deben manejarse de la misma forma, con la diferencia de que su grupo de registros original, la serie y la localización en el archivo deben consignarse en el estuche de la cinta y en el registro de recepción.

6.3 Tratamiento del documento

Se pueden aplicar diversos grados de tratamiento a las unidades de documentos de historia y tradición orales. A los fines de este estudio se han seleccionado tres niveles representativos que se describen infra, pero los lectores deben com­prender que existen muchos niveles intermedios y que los tres niveles descritos no se excluyen mutuamente. Tal vez los archiveros decidan procesar solamente hasta el primer nivel, el segundo, el tercero, o los tres, o efectuar combinaciones y llegar hasta fases intermedias, de acuerdo con las necesidades y los recursos locales. Las decisiones se pueden basar en las necesidades de los investigadores y archive­ros, así como en la economía de los recursos locales.

6.3.1 Tratamiento de conservación y descripción mínima

Los elementos básicos de identificación constituyen la descripción inicial de cada unidad básica de registro, pero para ser eficaces deben estar completos y tener una exactitud comprobada. Antes de que la unidad esté lista para ser utili­zada como consulta, debe recibir un tratamiento modesto de conservación. Hay que preparar una descripción resumida del contenido de información de la unidad. Para la conservación inicial y la descripción mínima se deben cumplir las medidas siguientes.*

1) La(s) cinta(s) de una misma sesión de grabación (unidad de registro) debe(n) extraerse del archivo de cintas recibidas y se verificará que los elementos básicos de información sean exactos y completos. Si es posible deben corregirse en este momento todos los errores y omisiones.

2) Posteriormente la cinta se reproduce en dos copias adicionales (o copias en varias cintas en el caso de unidades de cintas múltiples). La mejor forma de hacerlo es utilizando una copiadora a tiempo real que puede producir varias copias simultáneamente para que la cinta original se utilice una sola vez; no obstante, puede utilizarse cualquier medio de copia disponible. Debe tenerse cuidado de que la parte de reproducción de la máquina no esté en posición de "GRABAR" para evitar que se borre el original. Cuando termina el proceso de copia, cada cinta debe identi­ficarse con la misma información que consta en la cinta original (ele­mentos básicos de identificación y número de serie de recepción, y si procede, la identificación del grupo de registro original). La cinta original también debe rotularse "ORIGINAL" y almacenarse en un lugar seguro y alejado del resto. Una copia debe rotularse "MATRIZ DE PRODUC­CIÓN" y reservarse en otro lugar del archivo para utilizarla en la pre­paración de copias en el futuro. La otra copia debe rotularse "COPIA DE CONSULTA" y colocarse según el orden del número de serie de recepción en un archivo de cintas pendientes de tratamiento.

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3) Posteriormente se escucha la cinta o cintas de consulta y en la copia final aprobada se proyecta, revisa y prepara un breve resumen narrativo de todo el contenido de la unidad de registro. De no existir un trata­miento ulterior, este breve resumen deberá servir de medio básico de localización de esa unidad de registro, de manera que tendrá que ser totalmente representativo y a la vez lo más conciso posible. A este resumen narrativo se le deben añadir los elementos básicos de identifi­cación y el número de serie de recepción, ya sea como encabezamiento o como un apéndice, en dependencia de la preferencia local.

Llegado este punto se puede considerar que la unidad de registro ha sido "tratada" hasta el nivel mínimo necesario para lograr un control administrativo, intelectual y de consulta razonable. No obstante, también es necesario separar las unidades de registro restringidas de aquellas que están abiertas a la investigación sin restricción alguna. Las cintas y resúmenes restringidos deben almacenarse en un lugar aparte y seguro dentro del archivo. Su localización se debe consignar haciendo referencia al número de serie de recepción en el archivo principal de correspondencia y en otros archivos y registros de la institución.

6.3.2 Descripción del contenido

A fin de evitar las prolongadas dilaciones y los altos costos de la trans­cripción, muchos programas de historia y tradición orales preparan una lista consecutiva de los temas que abarca cada cinta. Puede ser una lista de temas muy simple que siga el orden de aparición en la cinta, o puede hacerse una programación de la cinta para indicar el lugar aproximado que en ella ocupa cada tema. En otros procedimientos de tratamiento más avanzados se podría utilizar una cinta de doble pista; en una pista se incorpora una señal de tiempo normalizado y en la otra la grabación básica '. De esta forma la codificación de las descripciones del con­tenido pueden corresponder con mayor exactitud a las localizaciones en la cinta para efectuar consultas rápidas. Lógicamente, para que este método sea eficaz es indispensable disponer de una máquina reproductora estereofónica (de doble pista).

Una "descripción del contenido" podría parecerse al modelo siguiente, aunque puede haber variaciones de acuerdo con las necesidades y preferencias locales. También en este caso, como en el del resumen narrativo simple, deben añadirse los elementos básicos de identificación como encabezamiento o como apéndice para com­pletar este medio de localización.

Tiempo Descripción del contenido

00:00:00 Cinta en blanco; guía de la cinta 00:00:25 Comienzo de la grabación; identificación de los participantes;

fecha, hora y lugar de la grabación 00:02:31 Preguntas sobre antecedentes familiares, crianza y educación 00:06:28 Experiencias académicas y educación superior 00:09:03 Interés inicial en la ornitología; oportunidad de participar

en una expedición a las islas Galápagos 00:13:41 Viaje a Australia y a las Islas Salomón

••* ctCi •••

1) Para una explicación detallada de este método véase "Oral History, Audio Technology, and the TAPE System", por Dale E. Treleven, en International Journal of Oral History, Vol. 2, N° 1, febrero de 1981, págs. 26 a 45.

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El tiempo que figura en la columna de la izquierda se expresa en horas, minu­tos y segundos transcurridos desde un punto de partida concreto. Cuando se prepara ese tipo de programación se le deben hacer dos copias, una debe colocarse en el archivo principal de materia de la unidad de registro y otra ha de reservarse como medio de localización.

6.3.3 Transcripción

La transcripción es el más alto nivel de tratamiento de los documentos sono­ros. Requiere un trabajo muy concentrado, especializado y paciente para obtener un texto escrito confiable y fiel al discurso grabado y que a la vez sea fácil de leer. El habla es mucho más difícil de comprender cuando no se ve al orador y cuando no se está conversando directamente con él. Los dialectos, los arcaísmos, los cambios de entonación, las pronunciaciones imperfectas, las interrupciones, la superposición de voces de personas que hablan a la vez, los ruidos de fondo, los ruidos mecánicos internos de la grabación o de la reproducción, la poca calidad de sonido de la cinta, así como otros factores contribuyen a que no se logre una tra­ducción precisa y exacta de un texto hablado en un texto escrito. Además, el idioma hablado a menudo no respeta la estructura gramatical o la puntuación del escrito, y los transcriptores deben tener capacidad de innovación en la estructuración de las oraciones y los párrafos para mantener la fidelidad al original y lograr que el texto sea a la vez legible. Sin embargo, el transcriptor no tiene la libertad del periodista de captar lo esencial y la intención de una declaración y traducir lo que realmente se dijo en lo que a todas luces se quiso decir. El transcriptor debe escribir precisamente lo que se dijo, limitando su interpretación parcial o totalmente a la puntuación y la división en párrafos. El lugar que ocupe una coma en una oración puede variar su significado, por lo que el transcriptor debe poner sumo cuidado en su labor.

Por lo tanto, la transcripción no debe emprenderse a menos que el programa cuente con los recursos necesarios para realizarla correctamente, o a menos que el uso final de la grabación requiera de todas formas una transcripción. Además, tanto los administradores de programa como los usuarios futuros deben comprender que la transcripción es en realidad sólo un medio de localización muy perfeccionado del documento real que es la propia cinta.

Es preferible hacer la transcripción poco después de efectuada la grabación para que los participantes puedan responder a la solicitud de aclaraciones cuando la transcripción sea imprecisa y la cinta presente ambigüedades. También sería conveniente que los que transcriban tengan amplios conocimientos sobre el tema de debate para que puedan reconocer, identificar y transcribir correctamente cualquier terminología especializada y cualquier referencia á nombres extraños.

El proceso básico de transcripción parece ser engañosamente sencillo. Una persona escucha una cinta y simultáneamente anota o mecanografía literalmente lo que escucha, incluidas las representaciones de exclamaciones no verbales o inter­jecciones, señalamientos de interrupciones, risas, tos, estornudos, etc. En oca­siones, cuando en medio de una narración se escucha música en la cinta, el trans­criptor tendrá que identificar la melodía o la canción, o anotar la melodía por su título o por analogía y no en notas musicales. Parte de las transcripciones se hacen a máquina, pero algunos programas más avanzados han comenzado a utilizar ordenadores electrónicos de palabras (computadoras personales o comerciales peque­ñas) porque éstos pueden hacer correcciones rápidas antes de preparar la copia de impresión.

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Por ser la transcripción un proceso incierto, al menos una persona que no sea el transcriptor debe revisar cada proyecto de transcripción. Las grabaciones difí­ciles podrían necesitar más de una revisión. El revisor (o "editor") es en la práctica un corrector que escucha la cinta y corrige el proyecto de transcripción para que represente lo más fielmente posible el discurso hablado. Después de fina­lizada esta revisión se debe identificar la transcripción con los elementos básicos de identificación de esa unidad de registro, incluido el número de serie de recep­ción y la identificación del grupo de registro original, si procede.

6.4 Revisión de la cinta y la transcripción

6.4.1 Historia oral

Muchos programas de historia oral dan a los entrevistados la posibilidad de revisar la cinta o la transcripción antes de donar oficialmente la información y registrarla como adquisición en el archivo. Como justificación a esta política se alegan varias razones. El entrevistado puede haber insistido en tener derecho a revisar el documento como condición de su consentimiento para la entrevista. Puede haber datos que se omitieron en la entrevista y que el entrevistado, luego de nuevas reflexiones, desee añadir como apéndice o en una entrevista complementaria. Tal vez hay errores de transcripción, ambigüedades u omisiones que el encuestado podría corregir o rectificar. Se considera también que esto permite al encuestado ser más cuidadoso e integral en la calidad y validez del testimonio presentado en el documento.

Algunos de los que practican la historia oral se oponen categóricamente a esta práctica. Insisten en que la integridad del documento original es importante y que perdería con cualquier revisión de este tipo, ya que el encuestado trataría de revisar las partes que considerara objetables o inapropiadas. También hay per­sonas que se sienten consternadas al comprobar que su composición oral tiene menos calidad que la prosa escrita cuidadosamente elaborada, y esto podría oponerlas al proceso de historia oral y desalentar su cooperación futura con el programa.

Entre los estudiosos de la historia oral existen diferencias de opinión acerca de la transcripción corregida. Algunos programas mecanografían de nuevo toda la transcripción y le añaden las correcciones del encuestado. Otros conservan la pri­mera transcripción a máquina y anotan a mano los cambios que introduce el encues­tado. Sin lugar a dudas, la historia y la exactitud hacen de este último el docu­mento preferible, y los archiveros coincidirán en que ese documento es el mejor testimonio escrito sobre lo que el encuestado quiso y trató de decir. Permite que el lector de la transcripción descubra dónde hubo ambigüedad e imprecisión y con­centre su atención en esos lugares cuando escucha la cinta grabada para lograr una mejor comprensión e interpretación.

6.4.2 Tradición oral

A veces las tradiciones orales se graban en aldeas apartadas principalmente entre personas para quienes una revisión de la transcripción no tendría sentido. También puede darse el caso de que, tras finalizar un viaje de terreno haya pocas probabilidades de regresar a la zona donde se hizo la grabación. En tales casos es una necesidad imperiosa revisar la grabación tan pronto se concluya y eliminar con los informantes cualquier ambigüedad, arcaísmo o inexactitud. Estas correcciones y enmiendas serán probablemente notas escritas del investigador/compilador, y deben formar parte del documento y servir de notas explicativas a la grabación y su transcripción.

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6.5 Registro de adquisiciones

De acuerdo con las normas archivísticas reconocidas, el registro de adquisi­ciones es el acto de lograr la custodia física y el dominio y control jurídicos de los documentos, de forma que la institución de archivos se convierta no sólo en el custodio sino también en el propietario, administrador y arbitro del uso de los materiales adquiridos. En los materiales de historia y tradición orales, el regis­tro de adquisiciones puede ser condicional, como podría suceder con otros documen­tos y como en realidad sucede con los manuscritos personales depositados en una institución de archivos. Como condición para adquirir el material, la institución podría aceptar administrarlo con arreglo a ciertas leyes y reglamentos del gobierno y organismo de origen, o a las condiciones impuestas por el organismo, la institu­ción o la persona que transfiere el material para su depósito y administración permanentes. Ya se señaló que, cuando un material de fuente oral se incorpora a una institución de archivos como parte integrante de un grupo de documentos que incluye materiales de diferente índole, el registro de todo el acervo de materiales abarca a todos sus componentes, incluido el material oral, y no será menester volver a registrar la adquisición a menos que existan dudas sobre los derechos o la propiedad que tiene sobre el material el organismo que lo transfiere.

Cuando las grabaciones orales se adquieren independientemente de otras trans­ferencias o donaciones, como cuando las instituciones de archivos realizan por sí mismas la entrevista o la grabación, la adquisición del material consta de dos actos independientes. Uno de ellos es la adquisición física de la propiedad legí­tima de la cinta grabada. Esto equivale a que un empleado de la institución de archivos realice la grabación y posteriormente devuelva la cinta a la institución para depositarla y procesarla. El segundo acto requiere el acuerdo entre el entre­vistado o los entrevistados y la institución en que se conservan los documentos de donación oficial del contenido intelectual de la grabación. Este acuerdo de trans­ferencia varía grandemente en cuanto a su carácter y tramitación. Puede ser un procedimiento relativamente sencillo cuando se deja constancia oral de ese acuerdo en la propia grabación, en la que se recoge la intención de efectuar la donación ya sea al comienzo o al final de la entrevista o narración. No obstante, puede darse el caso en que las costumbres o leyes locales exijan una documentación mucho más oficial que una escritura de traspaso que establezca la donación a la institu­ción de la propiedad tanto real como intangible.

En cualquier caso, antes de registrar una adquisición, es prudente que los administradores de archivos se cercioren de que la institución tiene pleno derecho de ejercer control sobre la grabación. Obsérvese que la adquisición puede ser condicional, y una de las condiciones podría ser sellar o restringir la grabación, o parte de ella, durante un tiempo conforme a las leyes o los deseos del encues-tado. Pero siempre que las condiciones se expresen claramente y respondan a las leyes locales, no deben impedir la adquisición.

Tan pronto quede reconocida plenamente la documentación de traspaso, el mate­rial puede incorporarse al registro ordinario de adquisiciones de la institución, como cualquier otro documento adquirido. Por regla general, todas las sesiones de grabación con una persona o con una fuente se registran como una unidad de proce­dencia. Por lo tanto, una misma adquisición puede figurar en el registro de la institución en varios números de serie de recepción. Si un grupo de documentos compilados por otro organismo se incorpora al archivo con arreglo a un mismo acuerdo de traspaso, todas esas entrevistas o grabaciones deben considerarse como una misma adquisición, a pesar de que podrían incluir muchas entrevistas o graba­ciones individuales dentro de todo el acervo de materiales recibidos.

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Cabe señalar también que cuando se graba un material de tradición oral, tal vez los informantes no comprendan la diferencia entre la propiedad y el contenido intelectuales y la propiedad física de la grabación. Cabe suponer, y esto suele ocurrir, que el consentimiento para la grabación equivalga a donar la propiedad física (si procede) y el contenido intelectual a la persona que realiza la graba­ción o a la institución que patrocina el proyecto. De hecho, en muy pocas ocasiones esto crea problemas con informantes de tradición oral. Sin embargo, se han dado casos en que grupos étnicos bien organizados y relativamente avanzados, al darse cuenta de los beneficios que puede recibir el grupo que aporta la tradición oral, exigen que se entregue al grupo, a su consejo de representantes o a otro organismo responsable que represente al grupo parte de las ganancias obtenidas de la venta de libros u otras obras derivadas de la grabación.

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7.0 LOS MEDIOS DE LOCALIZACION Y EL ACCESO

7.1 Identificación básica

Cualquier análisis sobre los medios de localización de los documentos de his­toria y tradición orales y el acceso a éstos debe comenzar por el conocimiento de los elementos básicos de identificación ya señalados en la sección 4.2.7 y la aceptación de que esos elementos se aplican a la unidad elemental de registro, la grabación de una entrevista, una narración u otra forma de tradición oral. A estos elementos básicos de identificación hay que sumar alguna información adicional y los elementos de identificación para la descripción completa de cada una de las unidades elementales de registro:

1) el nombre o título del depósito que tiene la custodia del material;

2) el programa con cuyo permiso se realiza la grabación (si no se ha, seña­lado) ;

3) el título del proyecto o de la colección a que pertenece la grabación (que en algunos casos puede ser un grupo o una serie de documentos originales);

4) la subcolección o la subserie a que pertenece el documento (si procede);

5) la ubicación de la cinta de audio o de otras grabaciones, originales y copias;

6) la ubicación de cualesquiera transcripciones, y la cantidad de páginas de esas transcripciones;

7) la existencia o no de cualesquiera restricciones sobre el uso del mate­rial a los fines de investigación, así como datos sobre las condiciones de esas restricciones y el procedimiento de apelación (si procede).

Todos esos tipos de información deben estar a disposición al menos de los administradores de la colección para que su gestión sea eficaz y tengan un acceso informado a los materiales que se hallan bajo su custodia. Se debe suministrar a los investigadores esta información, siempre que sea posible, en cualesquiera guías o catálogos que se elaboren en relación con los materiales de fuentes orales. El elemento final de identificación (o descripción) definitiva de la unidad de regis­tro es el resumen o la descripción del contenido. Cualquier otra descripción de los medios de localización o la creación de otros debe basarse en estos elementos ya establecidos de antemano.

Es probable que en algunos depósitos se asignen códigos numéricos adicionales a colecciones, grupos de documentos, series, o incluso a determinadas unidades de registro. En esos casos, tal vez se requieran estas codificaciones adicionales y sus modalidades racionales para la recuperación exacta y completa de determinadas unidades y, por consiguiente, se deben incluir entre los medios de localización.

7.2 Medios de localización basados en grupos de documentos

Cuando una grabación pasa a formar parte integrante de un grupo de documentos existentes, se convierte simplemente en una unidad adicional de ese grupo y se describe conjuntamente con la descripción normal de todo el grupo y la serie en que se incorporó, como ocurre con cualquier otra unidad de clasificación de la serie. Si el material se ha extraído de un grupo de documentos originales y se ha

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incluido en una colección de materiales de fuentes orales, debe haber al menos una referencia cruzada con la ubicación artificial tanto en el lugar original que ocupó en el archivo como en el medio de localización de ese grupo. Por lo general, el método más simple para identificar una unidad de fuente oral con este fin es con­signar el nombre de la persona a quien se hizo la grabación y la fecha de la gra­bación, aunque se pueden añadir otros elementos de identificación necesarios para resolver ambigüedades y eliminar confusiones.

7.3 La recopilación de documentos orales o el archivo de fuentes orales

Ya se ha señalado que en algunos depósitos existen colecciones conjuntas de materiales de historia y tradición orales, extraídas tal vez de diversas fuentes o exclusivamente de la labor de registro propia del depósito, o quizás de ambas, en una colección artificial de todos los documentos de fuentes orales. Esta se puede denominar colección de historia oral, colección de documentos orales, colección de tradiciones orales o, en algunos casos (más bien de forma inapropiada), archivo de historia oral o de fuentes orales. En general, las colecciones de tradiciones orales se clasifican como "historia oral". Solamente en las instituciones especia­lizadas se suelen distinguir de las demás formas de fuentes orales.

7.3.1 Materiales de historia oral

El medio de localización más corriente de una colección de historia oral es una simple lista alfabética de todas y cada una de las entrevistas que forman la colección por el nombre del encuestado (entrevistado). Cada asiento en la lista puede complementarse con la fecha de la entrevista y otros datos de la lista de elementos de identificación básicos que los administradores de archivos consideren necesarios para que los investigadores cuenten con los datos y las referencias pertinentes e idóneos. En algunos catálogos, en cada asiento hasta se llega a incluir un breve resumen del contenido, el periodo que abarcan los acontecimientos informados o algunos datos biográficos del encuestado.

Cuando varias fuentes componen una colección o ésta se crea a partir del pro­ducto de varios proyectos diferentes, cada fuente o proyecto se puede representar como una subcolección aparte. Estas fuentes se clasifican por subcolecciones en el catálogo y a cada subcolección se le asigna su propia lista alfabética exclusiva de las entrevistas que la componen, ordenadas por el nombre del encuestado.

Aunque no es una práctica muy habitual, hay depósitos que preparan sus medios de localización por el número de serie consecutivo del código asignado a coleccio­nes o grupos de documentos (y quizás también a sus series o unidades integrantes) aun cuando este método presenta grandes dificultades para el usuario habitual.

El personal, los investigadores o ambos pueden utilizar la lista básica (o "guía" o "catálogo") para la búsqueda de asuntos que probablemente correspondan a un tema de investigación. Cuando no se indiza el contenido, esta forma de medio de localización requiere que el investigador logre identificar correctamente el mate­rial pertinente con sus conocimientos sobre las personas que figuran en la lista, así como sobre el papel que han desempeñado en la historia objeto de estudio. El usuario debe buscar en la lista de nombres de los encuestados hasta que encuentre los que reconoce como vinculados al tema de investigación, y luego debe buscar en cada una de las entrevistas hasta encontrar el material útil para su estudio.

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7.3.2 Materiales de tradición oral

Las tradiciones orales que figuran en los archivos de historia oral pueden ser unidades identificables por separado o estar organizadas de la misma forma que las entrevistas de historia oral y ser identificables como tradiciones solamente por medio de los índices. En los casos en que forman una unidad por sí solas, se pueden clasificar en diversas categorías de tradición oral, como por ejemplo, según la tipología propuesta por Vansina, o simplemente se pueden identificar por el nombre del informante o de la localidad o sociedad donde se registraron. Con las respuestas recibidas al cuestionario sobre archivos y tradición oral (véase la sección 10.0), sólo las instituciones especializadas como los archivos de las sociedades folklóricas o los archivos de medios audiovisuales tratan de establecer la distinción entre los diversos tipos de tradiciones.

7.4 Indización de referencias cruzadas

Si bien la indización de referencias cruzadas por temas no es tan común a los archivos en general, se está convirtiendo en una práctica habitual, y los custodios de los materiales de historia y tradición orales han realizado una gran labor de experimentación también con diversas formas de indización por nombres o temas o palabras clave en cada una de las unidades de registro y en las colecciones y sub-colecciones.

7.4.1 Método de indización de resúmenes o de descripciones del contenido

Uno de los métodos empleados para preparar un índice de referencias cruzadas para las unidades de registros orales es el de preparar una lista de palabras clave, nombres y temas, extraída de los resúmenes descriptivos abreviados o de las descripciones del contenido que se utilizan como medios de localización para las distintas unidades de registro. Estos términos se ordenan alfabéticamente y se remiten a identificaciones breves de los documentos en que figuran como temas. La identificación de los documentos pertinentes se puede hacer por número de serie, nombre de la persona entrevistada o a quien se hizo la grabación u otro elemento de identificación que venga al caso. Si hace falta, se puede señalar también la colección o el grupo de documentos. Este método puede producir un índice general de términos clave en todos los resúmenes e índices de una colección. Cuando se hace completo y con precisión, constituye una gran ayuda en la localización del material correspondiente; no obstante, se produce sólo dedicando mucho tiempo y esfuerzo y atención minuciosa a los sinómimos y a las relaciones jerárquicas apro­piadas entre los términos.

7.4.2 El método de indización por asunto

Algunos programas preparan distintos índices de nombres y de temas para cada entrevista o grabación sobre historia o tradición orales. Al final de cada trans­cripción (o en un expediente aparte si no están preparadas las transcripciones) se coloca un índice alfabético de nombres y materias de todos los términos importan­tes que figuran en esa transcripción o de los que se habla en la grabación, junto con la refernecia al número de página o tal vez a la parte de la cinta donde el término se puede encontrar en contexto. Estos métodos de indización por asunto son mucho más costosos y requieren más tiempo que el método de indización de resúme­nes. Requieren también un control de términos del índice en las listas autorizadas mucho más perfeccionado para evitar confusiones. Además, el tiempo y el cuidado necesario para indizar una cinta sonora que no tenga transcripción por escrito es mucho mayor que el necesario para indizar las transcripciones.

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Algunos depósitos que han preparado ya índices por separado para cada graba­ción pueden combinar los términos y las referencias a los diferentes índices en un índice general integrado para toda la colección o el archivo. Es evidente que esto impone una carga financiera adicional sobre los recursos del depósito, de ahí que no se deba intentar a menos que se puedan sufragar los gastos durante un largo periodo. Los métodos y los equipos de tratamiento automatizado de datos permiten confiar en que un trabajo tan minucioso como éste se podrá realizar a costos suma­mente reducidos y en mucho menos tiempo, pero el depósito debe poder hacer una inversión inicial cuantiosa en los soportes físico y lógico requeridos. Por ejem­plo, cuando se utilizan procesadores de palabras y pequeñas computadoras automati­zados para la transcripción, se puede producir automáticamente un índice para cada transcripción haciendo coincidir la transcripción con una lista general autorizada de términos ya incorporados en la memoria de la computadora. En esos casos, se deben añadir programas de soporte lógico para identificar los nuevos términos que no figuran en la lista autorizada a fin de que los administradores de programas puedan decidir si se deben añadir esos términos a la lista general.

7.5 Modelos bibliográficos

Del mismo modo que en algunos archivos y colecciones de manuscritos se utiliza un sistema bibliográfico de catalogación para identificar y localizar unidades de registro, este mismo método se puede aplicar a las grabaciones de historia y tra­dición orales. Los bibliotecarios pueden clasificar y asignar "números de refe­rencia" a las unidades de registro como si fueran volúmenes encuadernados. En realidad, en algunas colecciones de biblioteca, las unidades se encuadernan de forma que se puedan colocar en los anaqueles como libros, y se manipulen como si lo fueran. Las unidades de registro también se pueden agrupar sueltas en subcolec-ciones cuyo medio básico de localización sea una ficha catalográfica colocada en orden alfabético por nombre de la colección e intercalada entre otras fichas bibliográficas. De forma análoga, a medida que se logran nuevos adelantos en el tratamiento automatizado de datos y en la catalogación mecánica, estos elementos atraviesan por la misma etapa de transición hacia bases automatizadas de datos que sus contrapartes bibliográficas, los libros publicados.

7.6 Medios de localización entre diferentes depósitos

Se han hecho algunos intentos de compilar catálogos centrales de materiales de historia y tradición orales en determinadas zonas geográficas. Al igual que ha ocurrido con otros muchos intentos de hacer lo mismo con archivos y colecciones de manuscritos, esos catálogos suelen ser incompletos y difíciles de compilar y man­tener actualizados. También adolecen de las mismas deficiencias de muchos catálogos nacionales y regionales de archivos y colecciones de manuscritos en el sentido de que no cuentan con una guía temática que permita al investigador localizar todas las fuentes posibles para su tema de investigación.

Con el surgimiento de formatos normalizados de catalogación legibles a máquina para los archivos y las colecciones de manuscritos y la inminente creación de sis­temas interinstitucionales de intercambio de información, se podrá lograr la cata­logación inicial y la actualización de la información entre amplias zonas geográ­ficas y entre numerosas instituciones, aunque esto actualmente se encuentra en su primera fase y requerirá una intensa labor de capacitación e inversiones sustan­ciales en sistemas de soporte físico y lógico. Es inevitable que este adelanto abarque los materiales de historia y tradición orales y que ello requiera pequeñas modificaciones de los usos que se dan en esos sistemas a las diversas entradas

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normalizadas de líneas de "esferas". Los administradores de archivos deben poder adaptar los elementos de identificación básica de los documentos orales a los nuevos formatos y viceversa. En algún momento en el futuro, tal vez pueda haber un intercambio de datos de acceso a la historia y la tradición orales y de resúmenes descriptivos allende los mares y los continentes entre un gran número de países del mundo.

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8.0 ASPECTOS ÉTICOS Y JURÍDICOS

Bajo cualquier forma de gobierno en que el archivero preste sus servicios, tiene que enfrentarse a una serie de problemas de orden ético y jurídico a la hora de administrar los materiales relativos a la historia y la tradición orales. Tal vez la forma de gobierno determine cuál debe ser la reacción y cuáles los procedi­mientos que se deben aplicar en casos específicos de acuerdo con las costumbres y la legislación nacionales, pero corresponde al archivero acometer las tareas y dar solución a los problemas. Aunque algunas tareas no sean tan difíciles como otras, algunos archiveros pueden resolverlas con más facilidad que otros y en algunas sociedades su solución sea más viable que en otras, siempre serán tareas que es preciso acometer.

8.1 Autenticidad

Como sucede con todo documento depositado en un archivo, el solo hecho de su presencia allí da fe de que el documento es exactamente lo que pretende ser, y de que la institución que lo conserva garantiza su autenticidad al lector o al oyente, en parte, mediante su custodia ininterrumpida y, en parte, mediante la evaluación especializada del documento. En el caso de los documentos de historia y tradición orales creados por la propia institución, resulta relativamente fácil establecer, mantener y demostrar la cadena de custodia gracias al registro de las medidas tomadas para adquirir y procesar cada entrevista o grabación, y la institución puede certificar sin dificultad el origen y la integridad del artículo. Cuando se trata de documentos de la historia y la tradición orales creados por otros orga­nismos, el depósito puede aceptar o poner en tela de juicio las afirmaciones de la entidad que lo transfiere con respecto a la naturaleza, integridad y procedencia del material transferido. Lo que se busca comprobar en ese caso no es la exactitud del testimonio que contiene la grabación, sino más bien si la entrevista o la narración grabada se llevó a efecto realmente con las personas que se mencionan como participantes y en el lugar y momento indicados en el documento. Quizás estos particulares deban establecerse mediante un examen de los propios registros de creación y elaboración de la institución que transfiere, o de un análisis de las voces y la índole de la grabación por un especialista que la escuche, o ambas cosas. En este sentido sería interesante determinar si la responsabilidad del archivero consiste en establecer y certificar la autenticidad del documento o limitarse a certificar que éste fue transferido por una institución determinada que declara que el artículo descrito es auténtico. Lo principal es que el archi­vero no debe aceptar artículos sin someterlos a la crítica, ni siquiera cuando le resulte imposible establecer una autenticidad incuestionable en cada caso.

8.2 Integridad del documento

La integridad del documento comprende dos aspectos. En primer lugar: ¿consti­tuye el documento presentado al repositorio, y que posteriormente se presentará a los investigadores, la totalidad del artículo en su forma original? De no ser así, ¿hay razones que justifiquen su estado incompleto? Si el documento presenta supre­siones o borraduras, ¿están éstas justificadas de forma razonable y comprensible para los directores de los archivos y los investigadores? Por supuesto, las costumbres y la legislación locales establecen la práctica, pero el problema como tal y sus consecuencias son los mismos en cualesquiera circunstancias. Si al usua­rio no se le informa que faltan partes del documento, y si no se aclaran las razo­nes que justifican esas omisiones, el usuario analizará esa información partiendo de una hipótesis falsa de integridad y las conclusiones que saque de ese análisis pueden resultar erróneas. Es importante para la exactitud de los análisis históri­cos que se garantice la integridad de los documentos utilizados como prueba en ese análisis o que por lo menos se den a conocer las imperfecciones que presenten esas pruebas. Si el director del archivo aprecia la validez de las conclusiones a las

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que arriben los usuarios de sus documentos, incluidos los materiales de la historia y la tradición orales, tiene que procurar garantizar la integridad de esos docu­mentos.

El segundo problema radica en el verdadero valor del contenido. No hay nada que pueda destruir tan rápidamente un programa de fuentes orales como un fraude o un cúmulo de trivialidades carentes de valor histórico. El archivero debe ser crí­tico a la hora de aceptar los materiales de fuentes orales que se le ofrezcan. Debe aquilatar el valor del contenido de las fuentes orales del mismo modo que lo haría con fuentes escritas, y está en el deber de recomendar su aceptación en los fondos del archivo, la retención de los materiales, o la ordenación correspondiente de los docuemtnos de acuerdo con su valor jurídico, administrativo, probatorio, histórico e informativo. Si en el desempeño correcto de sus funciones el archivero se ve precisado a adquirir materiales que sabe que son defectuosos, debe compren­der las razones para ello y hacer todo lo posible por dejar constancia de su eva­luación del material, de manera que los futuros directores y usuarios puedan entender la situación y no acepten el material sin someterlo a crítica.

8.3 Propiedad

Una grabación de historia oral o una tradición oral tiene propiedad física e intelectual: la propiedad física del documento (cinta magnetofónica, papel, pelí­cula, y otros); y la propiedad intelectual del contenido de la información, así como de su formulación o composición (que también puede tener dimensiones artísti­cas). Las costumbres y leyes locales rigen los derechos de propiedad, ordenación y transferencia, así como los procedimientos que se han de aplicar para cada forma, y determinan las formalidades que cada una de ellas debe cumplir. En algunos casos la participación voluntaria puede ser suficiente para establecer la transferencia de la propiedad física e intelectual. En otros, quizás se requieran formalidades jurídicas complejas. Las costumbres también varían mucho desde el punto de vista ético. Como ya se ha señalado, en algunas culturas se considera que la memoria de un individuo es parte integrante de su ser físico y espiritual, y para hacer uso de ella es imprescindible el consentimiento expreso del individuo y quizás una ceremonia rigurosa. En otros casos, sin embargo, no existen tales impedimentos morales y la memoria puede compartirse libremente sin que se impongan condiciones ni sanciones. A veces en un mismo país y bajo un mismo gobierno existen costumbres contradictorias. Los periodistas norteamericanos utilizan las entrevistas orales sin obligación alguna con las personas que entrevistan, pero las personas que dic­tan oralmente sus reflexiones y memorias pueden acogerse a los mismos derechos de autor que amparan al escritor de libros.

Algunos sostienen que la historia oral debería tener la misma presunta auto­ridad que tienen los periodistas en algunos países para publicar entrevistas sin obligaciones con los entrevistados. Según este criterio, toda participación volun­taria en una entrevista es una renuncia tácita a cualquier derecho, título, interés u otra reserva respecto del contenido y uso de la entrevista. Los que disienten de este punto de vista aducen que semejante política induciría inevitablemente a los entrevistados a actuar con cautela, desconfianza y prevaricación, como suele suce­der en las entrevistas de prensa. Dado que la sinceridad tiene un altísimo valor para la historia oral, una de las maneras de estimular es protegiendo los derechos e intereses de los entrevistados.

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8.4 Libelos, calumnias y difamación de personas

En el contexto de los documentos orales se pueden producir falsas declaracio­nes, libelos, calumnias y difamación de las personas del mismo modo que pueden ocurrir en cualquier otro documento o comunicación humana. La tentación del orador de realzar su propio papel y menoscabar e incluso denostar los logros o cualidades de los demás es la misma en la historia oral que en cualesquiera otras memorias o alegatos de defensa. Ahora bien, el grado en el que la propia institución de archivo participa en la creación de un documento de historia oral (lo que no suele suceder normalmente con los documentos corrientes transferidos de otras institu­ciones) supone una responsabilidad por declaraciones falsas, y pudiera imputársele a la institución de archivos un papel defensor que en realidad nunca se propuso desempeñar. Las leyes que prevén determinadas sanciones para casos concretos de libelo o calumnia varían mucho, pero el oprobio que podría recaer sobre una insti­tución de archivos a la que se considerara partícipe en una actividad difamatoria, trasciende las sutilezas jurídicas. Los directores de archivos deben ser conscien­tes de esta situación y estar preparados para enfrentarla de acuerdo con los dictados de sus propias leyes, costumbres y circunstancias políticas locales, en interés de la preservación de un documento histórico válido.

8.5 Seguridad del documento

Existen dos aspectos de seguridad en materia de historia oral. Uno de ellos tiene que ver con la seguridad nacional. El otro concierne a la seguridad contra la divulgación prematura de asuntos que el creador desea que sean confidenciales por motivos de carácter privado, delicadeza o respeto mutuo. Un documento de his­toria oral puede contener secretos estatales, y el director del archivo tiene que tratar las entrevistas de esa índole de conformidad con la legislación vigente en su país para la protección de la seguridad nacional. Cuando se realiza una entre-vita o se concierta un acuerdo de depósito, por regla general el entrevistado (declarante) impone restricciones condicionales relativas a la seguridad requerida para proteger de una divulgación prematura la información de carácter personal, comercial o políticamente delicada. Cuando existen estos acuerdos, los directores de archivos están obligados a cumplir las restricciones hasta que expiren o hasta que sean abrogadas por sus creadores o mediante un proceso judicial. La divulgación prematura de una información depositada con carácter confidencial y ante la cual la institución de archivos ha asumido una obligación de seguridad, puede poner en peligro la cooperación futura y la sinceridad por parte de participantes potencia­les en la historia oral. Los directores de archivos no solamente tienen el deber de examinar dichas restricciones en relación con la información que reciben y decidir si son o no capaces de cumplir las restricciones que desea el declarante, sino que además tienen que separar el material restringido una vez que hayan acep­tado las restricciones, y responder rigurosamente por toda persona (personal de la institución u otras) que tenga acceso a él.

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9.0 USOS DE LA HISTORIA Y LA TRADICIÓN ORALES

9.1 Historia oral

Uno de los principales conocedores de la historia oral, el desaparecido Louis Starr, de la Universidad de Columbia, observó en una ocasión que la historia oral "es más un instrumento que una disciplina"-*-/. Tal vez se pueda describir mejor como una técnica al servicio de muchas disciplinas, que emplea preguntas y res­puestas registradas deliberadamente cuyos objetivos y alcance son históricos. Esta descripción abarca una gama de actividades muy amplia que no solamente va más allá de la historia para incluir otras disciplinas académicas, sino que también tras­ciende las propias disciplinas académicas. La técnica puede aplicarse al servicio del periodismo o de otras profesiones que pertenecen más al mundo profesional y práctico que al académico. Así pues, no causa sorpresa que los usos de la historia oral sean innumerables, lo que tal vez aumenta el escepticismo del historiador acerca de sus beneficios para la investigación y el análisis académico histórico. ¿Cómo es posible que algo de tan amplia utilización pueda elevarse al nivel de arte y técnica que exige el historiador profesional? La respuesta radica en que no es el carácter de la técnica (preguntas y respuestas grabadas) sino más bien la cali­dad de su práctica y los usos que se le da lo que la hacen o no útil para escribir la historia.

El uso fundamental de las fuentes de historia oral continúa siendo la historia escrita, o la preparación de historias en documentales para diversos medios de comunicación de masas mediante el empleo de imágenes visuales y sonoras, así como exposiciones y análisis escritos con miras a hacer llegar a los lectores u oyentes y espectadores actuales y futuros los hechos y la importancia del pasado. Con estos fines concretos se reúne y almacena en los archivos una gran cantidad de historia oral. Es posible que se obtenga y se elabore una cantidad mayor aún para un pro­yecto o una publicación, y que nunca vaya a parar a un depósito de documentos. Los historiadores y los graduados de historia utilizan con asiduidad las entrevistas grabadas para complementar los documentos, artículos, fotografías y obras de arte existentes y sobrevivientes sobre las cuales los historiadores han basado tradi-cionalmente sus investigaciones.

Sin embargo, debido a la popularidad del término y a lo conveniente que resultan su técnica y equipos, la "historia oral" se está aplicando en formas que quizás los historiadores jamás soñaron. Se utiliza como técnica para mejorar las perspectivas de ciudadanos de edad avanzada, desalentados y de salud endeble, que de no ser porque constituyen fuentes de memoria sobre el pasado, se sentirían inú­tiles para la sociedad. En el otro extremo de la escala generacional, se utiliza como técnica docente para ayudar a los escolares a conocer más acerca de sus fami­lias y de la comunidad, y, de paso, como medio para presentarles algunos de los problemas más difíciles de la epistemología básica, la búsqueda de la verdad en un plano inmediato y personal, como un espejo juvenil de las investigaciones más ela­boradas y profundas de sus superiores académicos. Se emplea para reunir y conservar cuentos populares, folklor y habilidades artesanales que de otra forma podrían perderse en medio de los acelerados avances que registra la tecnología. Se emplea para obtener descripciones altamente impresionistas de acontecimientos recientes, lugares, pueblos y otros fenómenos, mediante el hábil entrelazamiento de testimo­nios personales citados textualmente con una narración explicativa. Se usa, asi­mismo, en documentales fílmicos y televisivos como la famosa película francesa Le Chagrin et la Pitié, de Marcel Ophuls, y, más recientemente la serie de programas de la British Broadcasting Company, Vietnam: Many Reasons Why.

1) Louis Starr, "Oral History", en Encyclopedia of Library and Information Sciences, Vol. 20, págs. 440 a 463 (Nueva York, Marcel Dekker, 1977).

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La historia oral es utilizada también por las comunidades, tanto geográficas y étnicas como económicas, para establecer o ampliar un relato grabado del pasado de la localidad en un estilo muy similar a la búsqueda de tradiciones orales que se efectúa para formar el núcleo de los archivos en las naciones emergentes. Los sindicatos, las empresas comerciales, las iglesias y universidades, los archivos oficiales, las colecciones de manuscritos y las bibliotecas privadas, todos han tenido en cuenta la historia oral, y muchos de ellos han experimentado con esta técnica complementaria de las fuentes escritas.

El producto de la historia oral, principalmente en forma de documentos sono­ros, llega a figurar en conferencias ilustradas e incluso en anuncios publicita­rios. En tales casos, apenas se intenta distinguir entre la historia oral como investigación deliberada y la recolección de memorias habladas, y la "historia oral" consistente en documentos sonoros supervivientes de acontecimientos humanos que tienen que ver con la palabra, como los debates políticos o la trasmisión de informaciones sobre acontecimientos nacionales e internacionales. Como ya se ha indicado, cuando las versiones escritas de la historia oral aparecen publicadas en libros pueden seguir llamándose "historia oral", y parte de ella puede ser ficticia en gran medida aunque tal vez bastante representativa de una cultura o de una época en su espíritu y caracterizaciones.

Es éste, pues, el amplio contexto en el que el archivero se enfrenta a la historia oral. Existen documentos idóneos para los archivos en todas las numerosas formas en que puede presentarse la historia oral. Entre las tareas del archivero está identificarlas, precisar su valor duradero, adquirirlas, conservarlas, orde­narlas y describirlas, y utilizarlas para prestar servicios de referencia, tal como se hace con los demás documentos.

9.2 Tradición oral

La tradición oral, al igual que la historia oral, tiene una variedad de usos. Pueden existir intensas controversias en cuanto a su validez, fiabilidad, autenti­cidad y utilidad, pero no obstante, debe considerarse como una de las fuentes básicas para escribir la historia. Como ocurre con la historia oral, actualmente se utiliza para ampliar los relatos grabados de la identidad y el pasado de las comunidades, así como para otros objetivos como los documentos fílmicos y las con­ferencias ilustradas.

Se ha reconocido que la tradición oral tiene una importancia trascendental en las sociedades cuyos miembros se alfabetizaron en épocas recientes y en las que, por ende, la historia y la cultura se han tenido que trasmitir de una generación a otra mediante la palabra hablada. En las sociedades cuyos miembros se alfabetizaron desde hace mucho tiempo, la tradición oral también es útil para documentar aquellos aspectos que nunca quedaron registrados en papel. Ningún conjunto de documentos escritos puede reflejar plenamente todas las facetas de la sociedad. Siempre que­darán determinados aspectos sin documentar. En consecuencia, la tradición oral es útil para llenar las brechas que han de existir en el registro de documentos escritos.

Los países que durante largos periodos de su historia han estado bajo el dominio de una potencia extranjera, conceden un gran valor a su tradición oral una vez que obtienen la independencia y la nacionalidad. Como se señaló anteriormente, esos países consideran que heredaron un registro documental incompleto y desequi­librado, que no tenía otro propósito que ser un catálogo de la vida y los hechos de los amos coloniales. Por consiguiente, la tradición oral se ve como una res­puesta para la reconstrucción de la historia y la cultura de la población autóc­tona. También se considera que la recopilación de las tradiciones es una tarea

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apremiante en vista de los rápidos cambios que tienen lugar en esos países, así como por la desaparición progresiva, a causa de su muerte, de personas que tenían profundos conocimientos sobre las tradiciones.

Con todo, el acto mismo de grabar está transformando las tradiciones orales. Una vez que han sido grabadas, no se les puede considerar como formas pura y exclusivamente orales. Las formas grabadas, y quizás escritas, de las mismas tra­diciones o de otras similares pueden influir en la forma oral autóctona. Algunos demandantes en disputas por un cacicazgo han invocado las transcripciones escritas de las genealogías orales recopiladas por historiadores orales, arguyendo que las formas escritas deben considerarse superiores a las formas orales sobrevivientes. Sin embargo, las tradiciones orales continuarán existiendo porque incluso donde hay archivos, no todo el mundo puede tener acceso al documento escrito. Por nece­sidad, mucho se seguirá transmitiendo mediante la palabra hablada.

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10.0 ENCUESTA RELATIVA A LOS ARCHIVOS Y A LA TRADICIÓN ORAL

En noviembre de 1984 se hizo llegar un cuestionario sobre "los archivos y la tradición oral" a todos los miembros clasificados en las categorías A y B del Con­sejo Internacional de Archivos, así como a algunas otras instituciones conocidas por sus estudios sobre la tradición o la historia orales. Se distribuyeron 180 cuestionarios y se recibieron 85 respuestas. El cometido primordial del cuestiona­rio era la tradición oral, aunque también se abordaba la historia oral. En el aná­lisis de las respuestas recibidas, hay que señalar que, la mayoría de los que res­pondieron que no se dedicaban al estudio de la historia y de la tradición orales, dejaron de responder las preguntas restantes. Por consiguiente, las estadísticas que se citan a continuación en el análisis proceden de 47 instituciones que con­testaron la mayoría de las preguntas formuladas, si no todas.

10.1 Grado de relación de los archivos con las fuentes orales

A continuación figura una lista de instituciones que respondieron al cuestio­nario y en cada caso se indica al lado si se dedican a la historia o a la tradición orales. El "sí" denota aquellas instituciones que afirmaron dedicarse a la historia o a la tradición orales. El "no" indica que no se dedican a eso. En los casos en que los encuestados afirmaron dedicarse sólo a la historia oral y no respondieron la pregunta relativa a la tradición oral se ha dado por supuesto que no se dedican a la tradición oral.

El número de años que se especifica es el lapso en que la institución ha estado trabajando con las fuentes orales. De la lista se infiere que el número de instituciones que se dedican a la historia oral duplica el de las que se dedican a la tradición oral. Con todo, cabe señalar que el término "historia oral" ha asumido una connotación omnímoda y gran parte de los trabajos relativos a la tradición oral se hacen bajo el embozo de la historia oral. La tercera parte de las instituciones que se dedicaban bien a la historia o bien a la tradición orales manifestaron que no establecen distingos entre ambas.

Hist. Trad. País Institución oral oral Años

ARABIA SAUDITA Institute of Public Administration NO NO

AUSTRALIA Public Record Office, Victoria La Trobe University State Library Service, Western Australia Oral History Association Aboriginal History Australian Archives

AUSTRIA Osterreischisches Staatsarchiv

BAHAMAS Department of Archives

BARBADOS Department of Archives University of West Indies

BÉLGICA Archives Genérales du Royaume

BENIN Direction des Archives Nationales

NO SI

SI

SI

NO

SI

SI SI

NO

NO

NO SI

SI

NO

NO

NO

NO NO

NO

NO

-10

23

18

-

14

-

7

-

_

- 65 -

País Institución Hist. oral

SI

SI

NO

SI SI SI

SI SI

NO

NO

NO

NO

NO

NO

NO

SI

SI

SI SI

SI SI

SI SI

Trad. oral

SI

SI

NO

SI SI SI

SI SI

NO

NO

NO

NO

NO

NO

NO

NO

NO

SI SI

SI NO

NO NO

Años

10

3

-

15 19 15

11 —

-

-_

-

-

-

-

-

12

36

36 11

149/.SIÇ? —

4 4

BERMUDA

BOTSWANA

BRASIL

CANADA

CHILE

CHINA

COSTA RICA

CHECOSLOVAQUIA

CHIPRE

DINAMARCA

ESPAÑA

ESTADOS UNIDOS DE AMERICA

FINLANDIA

FRANCIA

GRECIA

INDIA

INDONESIA

IRLANDA

Bermuda Archives

National Archives

National Archives

Public Archives of Canada Provincial Archives of Alberta Simon Fraser University Archives Sound and Moving Image Division, British Columbia Archives Nationales du Québec

Archivo Nacional

Arquivo Histórico de Macau

Archivo Nacional de Costa Rica

Administration of Archives

Public Record Office

National Archives

Subdirección General de Archivos

National Archives & Records Administration Columbia University Oral History Research Office Indiana University Archives of Traditional Music Smithsonian Institution Archives

Folklore Archives of the Society of Finnish Folklore National Archives

Archives Nationales Institut d'Histoire du Temps Présent

Archives Générales d'Etat

Gujarat State Archives Karnataka State Archives

National Archives

Department of Irish Folklore, University College, Dublin Public Record Office Department of Irish Folklore

NO

SI NO

SI

SI SI

NO

NO NO

NO

SI SI

12

49

- 66 -

País Institución Hist, oral

Trad, oral Años

ISLAS FAROE

ISLAS SALOMON

ISRAEL

ITALIA

JAPON

MADAGASCAR

MALASIA

NEPAL

NORUEGA

NUEVA ZELANDIA

PAÍSES BAJOS

PAPUA NUEVA GUINEA

PERU

POLONIA

QATAR

REINO UNIDO

REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA

National Archives National Museum

State Archives

Secret Vatican Archives

National Archives

Archives Nationales

National Archives

National Archives

Riksarkivet

National Archives New Zealand Oral History Archive Radio New Zealand Sound Archives

Algemeen Rijksarchief Historisch Seminarium, University of Amsterdam

National Archives

Archivo General de la Nación

Archiwow Panstwowych

Archives and Studies Section

Public Record Office Public Record Office, Northern Ireland India Office Library & Records University of Manchester British Library National Sound Archive Imperial War Museum Scottish Record Office

Hessisches Hauptstaatsarchiv, Wiesbaden Landesarchiv, Berlin Landesarchiv, Schleswig-Holstein Landesarchiv, Saarbrucken Landesarchivdirecktion, Baden-Wuttemberg Archivverwaltung des Landes Niedersaschen, Hanover Staatsarchiv, Bremen

SI

NO

NO NO

NO

NO

NO NO

29

SI SI

SI

NO

NO

NO

SI

NO

NO

NO SI SI

NO

SI

NO

NO

SI

NO

NO

SI SI SI

SI SI SI

NO SI NO NO

SI SI

NO

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NO

NO

NO

NO

NO

NO SI SI

NO

NO

NO

NO

NO

NO

NO

NO NO NO

SI SI NO

NO NO NO NO

-15

30

-

-

-

20

-

-

4 40

-

9

-

-

-

-

-

10 15

36 12 10

^

4 --

- 67 -

País

SENEGAL

SEYCHELLES

SINGAPUR

SRI LANKA

SUDAN

SUECIA

SWAZILANDIA

YUGOSLAVIA

ZIMBABWE

Institución

Direction des Archives du

Archives

Archives

National

National

National

National

Sénégal

and Museum Division

and Oral History

Archives

Records Office

Archives

Archives

Archive Jugoslavije

National Archives

Department

Hist. oral

SI

SI

SI

SI

SI

SI

NO

NO

SI

Trad. oral

SI

SI

NO

SI

NO

NO

NO

NO

SI

Añi

-

5

5

10

14

10

-

-

16

10.2 La historia y la tradición orales como funciones de los archivos

Entre los encuestados existe la opinión generalizada de que la historia y la tradición orales son, de hecho, preocupaciones legítimas del archivero. Cuarenta y cuatro de los cuarenta y siete encuestados que participaron aprobaron esta función y sólo tres estuvieron en contra; pero, esta afirmación es, básicamente, un res­paldo al papel tradicional del archivero como catalogador, preservador y distri­buidor del material que otros han generado y acumulado. Hubo gran resistencia a la participación del archivero en el proceso de grabación, 17 se opusieron a 31 que estuvieron de acuerdo con esa función.

Los opositores a la participación del archivero en la grabación de la historia y la tradición orales afirmaban que éste no poseía la calificación requerida, que estaba en juego su imparcialidad en la custodia de los documentos y que era "cri­minal" dedicarse a esa actividad cuando los fondos eran tan escasos y aún quedaban por cumplir tantas tareas archivísticas de rutina. Los que propusieron la partici­pación en esa actividad admitieron que el archivero sólo debía realizarla si con­taba con los medios, pero nunca a expensas de sus deberes habituales. Sin embargo, afirmaban que el archivero suele ser un historiador empírico que, en todo caso, se le puede dar una capacitación suficiente para que entreviste y grabe y que, por manejar otros materiales básicos, tiene condiciones excepcionales para valorar los temas que requieran documentación. Además se afirmó que, cuando ningún otro orga­nismo grabe la historia y las tradiciones orales, el centro de archivos tiene la necesidad imperiosa de tomar la iniciativa de recopilar la tradición oral. Cabe señalar también que actualmente existen archivos especializados a este fin cuyo personal conoce también las técnicas de archivo y grabación de las fuentes orales.

Es interesante destacar que la participación en la historia y la tradición orales puede también reportar beneficios para las actividades archivísticas tradi­cionales. Los materiales relativos a la historia y la tradición orales pueden llegar a un centro de archivos junto con documentos personales de los entrevis­tados. Al tiempo que los historiadores orales exploran el país en busca de tradi­ciones orales, encuentran también documentos valiosos, que pueden entonces terminar

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en los archivos. Esta actividad puede, igualmente, dar publicidad al trabajo del centro de archivos y generar, de este modo, simpatía y entusiasmo por sus progra­mas. Una labor de relaciones públicas de esa índole puede lograr un mayor apoyo para la institución.

10.3 La tradición oral como recurso de los archivos

Casi todos los encuestados que respondieron de forma afirmativa coincidieron en que la tradición oral es un valioso recurso cultural e histórico y que desempeña una función en las sociedades que poseen tradición escrita y en las que carecen de ella. La tradición oral se considera como un complemento de otros fondos de archi­vos, que puede utilizarse en la investigación, la publicación, la radiodifusión, las artes escénicas y la literatura. En las sociedades con tradición escrita, puede ser el vehículo para verificar los documentos escritos. Por ejemplo, en Escocia, la tradición oral ha resultado ser más confiable que la escrita para localizar la posición de barcos hundidos.

Si bien en lo esencial las opiniones coincidieron en atribuir cierta confia-bilidad a la tradición oral, hubo gran divergencia de criterios en cuanto al grado de esa confiabilidad. En un extremo están quienes consideran que las tradiciones orales son totalmente confiables y que no difieren de ninguna otra fuente históri­ca, ni son menos confiables que ellas. En una posición intermedia están los que consideran que las tradiciones orales son confiables hasta cierto puntó y están sujetas, por ejemplo, a la autenticación con fuentes escritas o de otro tipo, dependen de la calidad de la persona que la registra, de la situación en que se registra y de la calidad y motivación del informante. En el otro extremo de la escala hay una pequeña minoría que, de mala gana, dieron a la tradición oral cierta credibilidad e impusieron increíbles condiciones para su aceptación.

10.4 Tipología de la tradición oral

De las respuestas a la solicitud de indicar las variedades de tradiciones orales representadas en las colecciones, según la tipología de Vansina /véase la sección 3.¿7, se hace evidente que, si bien un gran número de encuestados estable­cen diferencias entre la historia y la tradición orales, no son muchos los que llegan a clasificar por categorías las tradiciones que están bajo su custodia o a diferenciar los distintos tipos. Esto, en parte, puede ser reflejo del predominio de la historia oral sobre la tradición oral en el sentido de que, quizás, a las tradiciones se les considera dentro del marco general de la historia oral, pero esa falta de clasificación por categorías tiene otras consecuencias en el ordena­miento y la descripción del material y su indización. Sin esa tipología no hay descripción apropiada. Proceder sin ella equivale a describir un grupo convencional de documentos sin establecer diferencias entre la correspondencia, los informes, los memorandos, las minutas y otros tipos de documentos. Aun cuando se afirme que la tipología de Vansina es inapropiada o insuficiente (y ninguno de los encuestados se opuso a ella), es menester, no obstante, establecer algunas distinciones. Más de 20 de las instituciones informantes trabajaban con materiales de tradición oral, pero sólo ocho señalaron que tenían en sus colecciones una representación completa de la tipología de tradiciones orales de Vansina, mientras otras siete tenían representadas más del 50% de las categorías.

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10.5 Financiación para la historia y la tradición orales

En materia de financiación, es difícil separar la tradición oral de la histo­ria oral entre quienes respondieron a la encuesta. En la lista que antecede de las instituciones que respondieron, se observa que algunas se ocupan de la historia oral y no de la tradición oral, pero todas las que se dedican a la tradición oral se ocupan de la historia oral.

Son muy pocas las instituciones que reciben fondos destinados específicamente a trabajos de historia o tradición oral. Las que lo reciben generalmente están vinculadas con instituciones cuyo interés fundamental son los archivos audiovisua­les o en las que el programa comenzó de forma especial, o pertenecen a estas ins­tituciones. Los fondos de la mayoría de los programas son parte de los presupues­tos de instituciones más importantes. Claro está que, en la reñida competencia que se produce por la asignación de recursos, no es sorprendente observar que los programas orales se relegan a un segundo plano, mientras el grueso de los fondos se asigna a las tareas y funciones tradicionales de los archivos. De hecho, en el presupuesto de la mayoría de las instituciones la asignación para trabajos de his­toria y tradición orales, no llegaba al 1% del presupuesto total de la institu­ción. Es previsible que la mayoría de los encuestados haya considerado que las asignaciones en el presupuesto eran insuficientes. Sólo en ocho instituciones los programas contaban con una financiación suficiente. Tampoco fue una sorpresa que la mayoría de los encuestados considerara que en los programas de historia y tra­dición orales no se había consumido recursos que debieron haberse destinado a otras funciones más importantes de archivo. Después de todo, lo asignado a esos programas era casi insignificante. De ahí que huelgue decir que algunas de las actividades de historia y tradición orales tuvieran que esperar mejor momento debido a las limitaciones presupuestarias.

El gobierno aporta la mayor parte de los fondos de las instituciones que res­pondieron. Los programas universitarios obtienen apoyo de las instituciones que los originan y obviamente logran mucho más que los vinculados a instituciones de archivos. Se informó que eran escasos los fondos que se recibían de los organismos donantes u otras fuentes.

La enumeración de las prioridades presupuestarias dio lugar a una amplia variedad de respuestas. Evidentemente no existe ningún acuerdo entre los archivis­tas en cuanto a si la grabación es más importante que la conservación o a si se debe dar a los equipos mayor prioridad presupuestaria que a los salarios. Se puede llegar a la conclusión de que las prioridades incluyen los salarios, la grabación, los equipos, la conservación, la trascripción, la compilación de medios de locali-zación, las publicaciones, la duplicación en cintas de calidad para almacenamiento y el rebobinado lento que se hace actualmente de forma sistemática.

10.6 Personal

Las insuficientes asignaciones presupuestarias tienen un efecto directo en la cantidad de mano de obra. Ocho instituciones solamente pudieron informar un perso­nal permanente de cinco o más personas que trabajan a tiempo completo. De ellas, en seis instituciones había de cinco a nueve personas dedicadas al trabajo de las fuentes orales, mientras que en dos era mayor el número de empleados: el Departa­mento de Archivos e Historia Oral de Singapur con dieciocho y los Archivos del Folklore de la Sociedad de Literatura Finesa con quince. En numerosos programas sólo había una o dos personas dedicadas fundamentalmente a esta actividad y, aun así, en la mayoría de los casos informaron sobre tareas adicionales que no estaban relacionadas con el trabajo de las fuentes orales. Al parecer algunos programas cuentan con personal temporero, supernumerario o eventual. Por ejemplo, la Oficina

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de Historia Oral de la Universidad de Columbia cuenta con un personal de cuarenta a cincuenta empleados que trabajan a jornada parcial. También fue interesante observar el elevado número de trabajadores que se dedica a la actividad de regis­tro en comparación con otras tareas de transcripción, traducción (si procede), compilación de medios de localización y elaboración de resúmenes. Esto indica que se hace hincapié en la actividad de compilación o se le da prioridad a pesar de la falta de voluntad que existía anteriormente para que figurara como prioridad pre­supuestaria.

10.7 Equipos

Para proveerse de equipos una institución depende de determinados factores, entre los que figura la disponibilidad de fondos para su adquisición y las marcas de los equipos que se pueden adquirir en el mercado. No existen tantas variedades de equipos de audio como se supone, y determinadas marcas comerciales parecen haberse establecido en todo el mundo, entre ellas, Revox, Sony, Sanyo, Bell and Howell, Hitachi, Uher, Tandberg y National Panasonic. La mayoría de los compilado­res de fuentes orales buscan equipos confiables, portátiles, duraderos, fáciles de operar y que tengan buena fidelidad de sonido tanto para grabar como para repro­ducir.

Sin embargo, cuando analizamos la dotación de equipos de estas instituciones, la situación no es nada alentadora. Si bien las grabadoras portátiles que funcio­nan exclusivamente con baterías o con electricidad son menos corrientes que las que pueden hacerlo con ambos medios, una gran cantidad de programas carece de equipos. En realidad, algunos encuestados señalaron que tenían que utilizar sus propias grabadoras para el trabajo del programa. Los adelantos tecnológicos que hubieran facilitado el manejo de las fuentes orales parecen haber olvidado ese mundo de la historia y la tradición orales. Nueve instituciones solamente contaban con máquinas de escribir electrónicas, diez y siete tenían máquinas transcriptoras y sólo doce procesadores de palabras.

Los problemas que hubo con los equipos se relacionaron en la mayoría de los casos con las reparaciones y la disponibilidad de piezas de repuesto. Determinados modelos son obsoletos o ya no se fabrican, lo que dificulta cada vez más la adqui­sición de piezas de repuesto.

10.8 Preservación y conservación

Aunque el archivista esté a cargo del registro de fuentes orales o simple­mente adquiera los materiales creados o recopilados por otros, tiene el deber de disponer lo pertinente para la conservación de este material. La mayoría de las instituciones que se dedican a este trabajo conservan los materiales en forma de documentos sonoros, incluso en el caso en que se hayan hecho transcripciones. Hay preferencias en materia de grabaciones entre los que utilizan grabadoras de cásete y los que utilizan los equipos de doble carrete (carrete abierto). Muchos conside­ran que las grabaciones con los equipos de doble carrete producen copias más dura­deras y las casetes se guardan como copias de consulta. Algunas instituciones todavía eliminan o borran esas copias para volver a utilizar las casetes poste­riormente. El objetivo que han alcanzado algunas instituciones es retener tres copias del material: una copia matriz en cinta de equipo de doble carrete que se suele almacenar en una institución independiente; una copia de trabajo en cinta de equipo de doble carrete para ulteriores reproducciones, y una copia en cásete para uso de investigadores y del público.

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Los que utilizan casetes para las grabaciones prefieren las casetes C60 o C90 (treinta minutos por cada cara o pista y cuarenta y cinco minutos por cada cara o pista, respectivamente). Se considera que las casetes C120 tienen cintas muy finas y propensas a la rotura y a la transferencia de impresión, y sólo una institución indicó que las prefería. Aunque algunos consideran que las casetes C60 tienen cintas más gruesas y duraderas, con menos posibilidades de que aparezca una trans­ferencia de impresión, otros las criticaron porque son de corta duración y dan lugar, por ende, a que se hagan frecuentes interrupciones durante las grabaciones y a que se almacene mayor número de cintas.

La protección de documentos sonoros a largo plazo no se ha resuelto en modo alguno satisfactoriamente. Gran número de instituciones almacenan aún las cintas en zonas que no están controladas desde el punto de vista ambiental, y sólo un grupo de ellas cuenta con programas de mantenimiento. Una pequeña minoría, gene­ralmente instituciones que se especializan en archivos audiovisuales, cuentan con importantes programas de inspección y mantenimiento, y generalmente rebobinan las cintas una vez al año a una velocidad de reproducción ordinaria. Hay instituciones que comprenden esta necesidad pero tienen dificultades para atender las necesida­des archivísticas debido a la escasez de personal y a otras tareas. Algunas insti­tuciones rebobinan las cintas una vez cada siete o diez años, mientras que otras tienen que cumplir este requisito mínimo utilizando máquinas de bobinado rápido. (El Archivo de Música Tradicional de la Universidad de Indiana informó haber des­cubierto que la mayoría de las transferencias de impresión ocurren en cintas rebo-binadas en máquinas de bobinado rápido).

Es alentador observar que muy pocas instituciones han borrado sus cintas accidentalmente. En los Archivos Sonoros de Radio Nueva Zelandia quizás sólo dos cintas han sufrido esta suerte en más de treinta años. Afortunadamente, algunas borraduras que se informaron ocurrieron sólo en copias de consulta. No obstante, es aconsejable tomar una precaución similar a la que tomó la División Nacional de Archivos de Cine, Televisión y Documentos Sonoros de los Archivos Públicos del Canadá. Las grabadoras de cinta que utilizan los investigadores tienen cerrada la función de grabación para desactivarla, y es necesario utilizar una llave para abrirla y poner la máquina en condiciones de grabar. En algunas máquinas se pueden eliminar completamente las cabezas de grabación para garantizar que no se produzca ninguna borradura inadvertida. Por supuesto, esto significa que la máquina no se puede utilizar para grabar si fuera necesario. El Imperial War Museum de Londres almacena sus cintas con el extremo final hacia afuera como medida de conservación sencilla. Las instituciones que sistemáticamente bobinan las cintas suelen inver­tirlas (de manera que queden con el extremo final hacia adentro y el extremo ini­cial hacia afuera), en cada rebobinado debido a que la presión, y con ella la mayor posibilidad de transferencia de impresión, se produce fundamentalmente en el centro de la cinta, cerca del centro del carrete, incluso con un bobinado unifor­me. Por este motivo numerosos programas almacenan las cajas de cintas sobre el lado plano, y no en la posición vertical que es más común por considerar que de esa forma se logra una distribución más equilibrada del peso en la propia cinta.

10.9 Acceso

En general, el acceso a las colecciones de tradición e historia orales parece ser similar al de otras colecciones archivísticas. Treinta y un entrevistados así lo afirmaron, mientras que ocho manifestaron que tenían reglamentaciones diferen­tes para el acceso al material oral. Sin embargo, la condición principal es que cualesquiera que sean las regulaciones vigentes, la disponibilidad de los materia­les de la historia y la tradición orales está sujeta a los deseos expresados por los donantes o entrevistados, y se ejerce un control estricto sobre su publica­ción. Se destaca que esa autorización debe obtenerse en el momento de hacerse la

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entrevista o la grabación. Con respecto a la tradición oral, se supone con fre­cuencia que el hecho de acceder a recitar o a interpretar una tradición es por sí mismo indicativo de la voluntad de divulgarla. Sin embargo, esto no es uniforme ni sucede en todos los casos, y probablemente tal suposición ha surgido del registro de las tradiciones orales de sociedades predominantemente analfabetas que carecían de experiencia con respecto a los beneficios y las complejidades del derecho de autor. Los problemas enfrentados con el derecho de autor que se informaron en la encuesta están relacionados con el traspaso del derecho de autor a los deudos más cercanos y con la imposibilidad para los entrevistadores y compiladores de obtener el permiso del derecho de autor en el momento adecuado.

Debido a que las instituciones que se ocupan especialmente de la historia oral hacen mucho hincapié en indagar los deseos del donante o el entrevistado, parece relativamente fácil extender esa consideración a los aspectos relativos al carácter privado. La mayoría de las instituciones informantes señalaron que no tenían ningún problema al respecto. El derecho a la libertad de información existe solamente en un número limitado de países. No obstante, incluso en esos países no ha habido todavía casos significativos en los que esto constituya un problema. En todo caso, la mayor parte de las colecciones de historia y tradición orales esta­rían sujetas a reglamentaciones diferentes de las que se aplicarían a los regis­tros creados por el gobierno.

El acceso a las colecciones entraña el suministro de los instrumentos necesa­rios para ese acceso. No sólo es importante que existan medios internos en el depósito, ya que éstos solamente son útiles para quienes frecuentan la institu­ción, sino también que se dé a conocer la existencia de las colecciones a sectores más amplios y representativos de la población y a un mundo más amplio. La publica­ción de guías es muy importante al efecto. Sin embargo, esta cuestión no ha reci­bido la atención que merece y sólo dieciséis instituciones han satisfecho esta necesidad de una manera u otra. Se deben tener en cuenta otras formas de publica­ción, especialmente en estos momentos en que, gracias a la tecnología, es factible publicar guías que se pueden actualizar fácilmente, ya sea mediante computadores o ediciones de microformas.

Es desalentador el cuadro que se presenta, por lo menos en esta encuesta, con respecto al uso de las colecciones de fuentes orales para fines de investigación y en beneficio del público. Para la mayoría de las instituciones informantes, la utilización de las fuentes orales representó menos del 1% del total de las activi­dades investigativas efectuadas en esas instituciones. Menos de seis encuestados mostraron niveles de utilización por encima del 10%. Al parecer esas estadísticas se llevan de forma esporádica, lo cual es de lamentar porque, indudablemente, gran parte de la utilización de los materiales de la fuente oral queda sin registrar y sin informar, mientras que una mayor utilización proporcionaría buenos argumentos y oportunidades para mejorar la ayuda en recursos. El aumento de las estadísticas de utilización de los materiales de las fuentes orales también ayudaría a demos­trar su valor y validez como parte legítima de la investigación histórica.

10.10 Análisis general de las respuestas

Cuarenta y siete instituciones indicaron que tenían relación con materiales de la historia y la tradición orales. Las respuestas, que son del tipo de sí o no, se ofrecen más adelante en columnas. Hay discrepancias debido a que algunas insti­tuciones dejaron de responder algunas preguntas. Las preguntas que aparecen aquí siguen fielmente el texto del cuestionario original, pero no abarcan la totalidad del cuestionario porque éste era mucho más extenso y muchas de sus preguntas pedían explicaciones o información adicional que no se avenían a la presentación en columnas.

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Pregunta Re Sí

¿Establece su institución alguna distinción entre la historia y la tradición orales? 33

¿Estaría usted de acuerdo con definir ampliamente la historia oral como los recuerdos orales presentes en la memoria viva de una persona, y las tradiciones orales como aquellos recuerdos del pasado, dentro de una cultura determinada, que se han transmitido oralmente a través de las épocas y que datan de por lo menos tres generaciones? 30

¿Graba usted las entrevistas orales? 33

¿Transcribe usted las cintas? 25

¿Traduce usted las cintas a un segundo o tercer idioma? 15

¿Conserva usted las casetes de audio? 33

¿Conserva usted las cintas de doble carrete? 29

¿Compila usted los medios de localización de la historia y la tradición orales? 30

¿Adquiere usted materiales orales producidos por otras insti­tuciones o personas? 33

¿Considera usted que el trabajo oral es una función legítima de las instituciones de archivos? 44

¿Acepta usted el criterio de que los archiveros deberían dedicarse solamente a adquirir, conservar y diseminar el material oral que otros producen y que no deberían participar en la grabación real de las entrevistas? 17

¿Considera usted que la tradición oral es un recurso cultural? 32

¿Considera usted que la tradición oral es un recurso histórico? 33

¿Tienen las tradiciones orales algún valor en las sociedades que poseen una tradición escrita? 37

¿Tienen las tradiciones orales algún valor en las sociedades que no poseen una tradición escrita? 35

¿Coincide usted con la tipología de Vansina relativa a las tradiciones orales? 16

En sus colecciones de tradición oral, ¿posee usted alguno de los siguientes tipos de tradición oral que ha definido Vansina?

Títulos (fórmulas): 10 Lemas (fórmulas): 9 Fórmulas didácticas: 9

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Pregunta

Fórmulas rituales: Poesía histórica: Poesía panegírica: Poesía religiosa: Poesía personal: Listas de nombres de lugares: Relatos generales: Relatos locales: Relatos familiares: Mitos etiológicos: Relatos artísticos: Recuerdos personales: Antecedentes (comentarios): Observaciones ocasionales:

¿Cuenta usted con un presupuesto para la historia y la tradi­ción orales independiente del de la institución matriz?

¿Es suficiente la asignación presupuestaria del programa?

¿Considera usted que su programa de historia y tradición ora­les ha utilizado recursos que debieron haber sido destinados a otras actividades archivísticas más importantes? 5

¿Tiene usted algún personal permanente a cargo de las labores de historia y tradición orales? 22

¿Tiene usted alguno de los siguientes equipos para el progra­ma de historia o tradición orales?

Grabadora portátil - baterías solamente: 13 - electricidad solamente: 13 - electricidad y baterías: 29

Máquina de escribir - manual: 20 - eléctrica: 20 - electrónica: 9

Máquina transcriptora: 17

Procesador de palabras: 12

¿Afronta usted dificultades para dar mantenimiento a sus equipos? 10

¿Afronta usted dificultades para obtener piezas de repuesto? 9

¿Rebobina usted las cintas de conservación y verifica su ten­sión con regularidad? 15

Respuest Sí

11 11 11 9 10 11 16 16 18 9 9 20 8 15

3

8

Al rebobinar las cintas de conservación de doble carrete, ¿lo hace a alta velocidad? 9

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Respuei Sí

11

4

8

6

stas No

7

35

30

35

Pregunta

Al rebobinar las cintas de conservación de doble carrete, ¿lo hace a velocidad normal?

¿Se le ha borrado alguna vez una cinta accidentalmente?

El reglamento que rige el uso de sus materiales de historia o tradición orales ¿es diferente a los de las otras colecciones?

¿Alguna vez ha afrontado problemas con el derecho de autor?

¿Alguna vez ha afrontado problemas con la protección del carácter privado? 7 34

¿Tiene usted alguna guía publicada sobre sus colecciones de historia o tradición orales? 6 26

¿Nota: En el cuestionario se omitió la información sobre el volumen de las exigen­cias, que pudo haber sido de utilidad/.

Expresamos nuestra más sincera gratitud a los colegas de todo el mundo que respondieron el cuestionario e hicieron posible este estudio. Esperamos que los datos compilados sean de utilidad a los archiveros que trabajan con materiales de fuente oral.

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11.0 DIRECTRICES RELACIONADAS CON LA "HISTORIA ORAL

Preocupada por la integridad de la práctica de la historia oral, y consciente de sus responsabilidades al respecto, la Oral History Association de los Estados Unidos de América, tras un análisis y deliberación profundos, elaboró dos conjun­tos de directrices que podrán ser de provecho para otros especialistas de la his­toria oral. Estas directrices se ofrecen en el presente estudio como ejemplos de los criterios que pueden establecerse para estimular a los compiladores y adminis­tradores a mejorar la calidad y fiabilidad de las fuentes orales, y su administra­ción a fin de que éstas sean más útiles a la hora de escribir la historia. Dichas directrices no se ofrecen como definitivas ni están destinadas a aplicarse a todo tipo de situaciones, de ahí que cada archivero deba hacer los ajustes correspon­dientes de acuerdo con su propia situación.

El primer conjunto de directrices establece a grandes rasgos las esferas de interés y los valores de esas amplias esferas. El segundo conjunto es más detalla­do y preciso y se concibió para el análisis, la valoración y la éValuación globa­les y minuciosos de los programas, proyectos y productos de la historia oral.

11.1 Objetivos y directrices de la Oral History Association-*-)

La Oral History Association considera la historia oral como un método de recopilación y conservación de la información histórica en forma hablada y estimu­la a quienes producen y utilizan la historia oral a que reconozcan determinados principios, derechos y obligaciones relacionados con la creación de fuentes origi­nales genuinas, útiles y fiables.

Directrices para el entrevistado

El entrevistado deberá estar informado de los fines y procedimientos de la historia oral en general y del proyecto al que se contribuye en especial. Habida cuenta de la importancia de la historia oral para comprender el pasado, y de los costos y esfuerzos que supone, el entrevistado deberá tratar de suministrar una información fidedigna de valor duradero. El entrevistado deberá conocer los dere­chos mutuos que entraña la historia oral, como son las prerrogativas en materia de publicación y carácter confidencial del documento, los derechos literarios, el uso anterior, las relaciones fiduciarias, las regalías y la deteminación sobre la dis­posición de todas las formas del documento y el alcance de su difusión y uso. En el proceso de historia oral deben regir las preferencias de la persona entrevis­tada y cualesquier acuerdos que se hayan concertado con anterioridad, y estas pre­ferencias y acuerdos deberán consignarse cuidadosamente para los fines del docu­mento.

Directrices para el entrevistador

Los entrevistadores deberán tomar precauciones contra el daño social que puede infligirse a los entrevistados o la explotación de éstos y en las entrevis­tas deberán mostrar respeto por la dignidad humana. La selección de cada entrevis­tado deberá basarse en la posibilidad demostrable de que habrá de suministrar información de valor perdurable. El entrevistador deberá tratar de incitar el diá­logo informativo mediante preguntas perspicaces y penetrantes, deberá estar versa­do en los antecedentes y las experiencias de la persona entrevistada y, de ser

1) Aprobadas en noviembre de 1968, y revisadas posteriormente con enmiendas menores. La reproducción de su texto ha sido autorizada por la Oral History Association (EE.UU.).

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posible, examinar las fuentes relacionadas con el entrevistado antes de celebrar la entrevista. Los entrevistadores deberán formular preguntas que vayan más allá de sus necesidades inmediatas de manera que cada entrevista sea lo más completa posible para beneficio de otras personas y, siempre que sea posible, deberá colo­car el material en un depósito en que puede utilizarse para la investigación gene­ral. El entrevistador deberá informar al entrevistado sobre la forma en que se ha planeado realizar el proceso de historia oral y explicar las expectativas para ambas partes en cuanto a los derechos relacionados con dicho proceso, incluidas las prerrogativas en materia de publicación, carácter confidencial del documento, derechos literarios, uso anterior, relaciones fiduciarias, regalías, derechos para determinar la disposición de todas las formas del documento, y alcance de su difu­sión y uso. Las entrevistas deberán celebrarse en un espíritu de objetividad, honestidad e integridad conforme a los acuerdos y fines comunes y a las estipula­ciones concertadas mutuamente por todas las partes. El entrevistador protegerá la información que considere confidencial el entrevistado y no revelará esos datos, lo que se aplica tanto a la información grabada en la cinta como parte de la entrevista como a la transmitida por separado.

Directrices para las instituciones patrocinadoras

Con sujeción a las condiciones prescritas por los entrevistados, es obliga­ción de las instituciones patrocinadoras (o compiladores específicos) preparar y conservar los documentos fácilmente utilizables; llevar un registro cuidadoso de la creación y tratamiento de cada entrevista; identificar, indizar y catalogar todas las entrevistas; y, cuando esté disponible para la investigación, dar a conocer su existencia. Los entrevistadores deberán ser seleccionados atendiendo a su competencia profesional y aptitud para entrevistar. Entrevistador y entrevis­tado deberán constituir una pareja armónica. Las instituciones deberán velar por que los entrevistados y los entrevistadores conozcan la importancia de las direc­trices mencionadas para la producción y uso atinados de las fuentes de historia oral.

11.2 Directrices para la evaluación de la historia oral-*-)

La Oral History Association, en cumplimiento de sus objetivos y directrices y en apoyo de su servicio de evaluación, ha elaborado directrices que utilizarán los encargados de evaluar los programas y proyectos en marcha o propuestos^). Los interesados podrán utilizar también el plan de entrevista para comprobar sus pro­pios procedimientos y los organismos de financiación, para evaluar las propuestas.

Reconociendo que el índice para medir en última instancia la historia oral es su fiabilidad como fuente de comprensión histórica, la Asociación considera que el examen minucioso de cada una de las actividades que se llevan a cabo para crearla constituye un deber profesional y que la atención cuidadosa que se preste a los factores enumerados en el plan general siguiente aumenta considerablemente la pro­babilidad de que su valor sea duradero.

1) Aprobadas en octubre de 1979. Reproducidas con la autorización de la Oral History Association (EE.UU.).

2) "Proyecto" se define en este trabajo como una entrevista única o una serie de entrevistas centradas en un sujeto, tema o época específica. "Programa" se define como un conjunto de proyectos a cargo de una sola administración.

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Por tanto, la Asociación ha elaborado las directrices siguientes para que se utilicen en la evaluación de los programas y proyectos destinados a crear fuentes de historia oral, y sirvan de normas para los programas nuevos y en curso. El pro­pósito del texto es indicar las pautas que habrán de seguir los evaluadores con respecto a la entrevista, quienes, no obstante, deberán reconocer la necesidad de que éstas se apliquen con flexibilidad a proyectos concretos. Las directrices estarán sujetas a una revisión constante de la Oral History Association.

Directrices para programas y proyectos

Propósitos y objetivos

¿Se consignan claramente los propósitos? ¿Hasta qué punto son realistas?

¿Qué factores demuestran que es importante la necesidad de este proyecto?

¿Cuál es la finalidad de la investigación? ¿Hasta qué punto es diáfana y realista?

¿Se han descrito claramente los requisitos, condiciones y objetivos de la financiación para que el usuario de las entrevistas pueda juzgar los posibles efectos de esa financiación sobre la integridad académica del proyecto? ¿Es suficiente la asignación de fondos para cumplir los objetivos del proyecto? ¿De qué manera las relaciones institucionales afectan los propósitos y obje­tivos?

Selección de los entrevistadores y los entrevistados

¿En qué forma los entrevistadores y los entrevistados son apropiados (o ina-propiados) para los propósitos y objetivos que se pretenden?

¿Cuáles son las omisiones importantes y cuál fue la razón de esas omisiones?

Documentos y origen

¿Cuáles son las políticas y disposiciones establecidas para conservar el documento original de las entrevistas? ¿Son éstas adecuadas? ¿Qué se puede hacer para mejorarlas? ¿Cómo se dan a conocer los documentos, las políticas y los procedimientos a los entrevistadores, los entrevistados, el personal y los usuarios?

¿De qué forma el sistema de documentos aumenta la utilidad de las entrevistas y salvaguarda los derechos de los interesados?

Disponibilidad de materiales

¿Cuan exacta y específica es la divulgación de las entrevistas?

¿Cómo está orientada la información sobre las entrevistas a los posibles usuarios?

¿Cómo se han utilizado las entrevistas?

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Medios de Idealización

¿Cuál es el objetivo general de los medios de localización?

¿Son suficientes y apropiados los medios de localización?

¿Hasta qué punto los usuarios pueden disponer de los medios de localización?

Gestión, requisitos y capacitación

¿Cuan eficaz es la gestión del programa o proyecto?

¿Qué disposiciones se han establecido para la supervisión y el análisis del personal?

¿Cuáles son los requisitos que se exigen en cuanto a la asignación de puestos?

¿Cuáles son las disposiciones para la capacitación sistemática y eficaz?

¿Qué mejoras podrían hacerse en la gestión del programa o proyecto?

Directrices éticas y jurídicas

¿Qué políticas y procedimientos garantizan que cada entrevistado sea plena­mente consciente de:

- sus derechos e intereses - los propósitos del programa o proyecto - las diversas etapas del proceso de entrevista y transcripción y sus responsabilidades en ese proceso

- la incorporación final de la(s) entrevista(s) en el depósito idóneo - los usos posibles que pueda tener el material?

¿Qué políticas y procedimeintos garantizan que cada entrevistador sea plena­mente consciente de:

- sus derechos e intereses - sus responsabilidades éticas y jurídicas respecto del entrevistado - sus responsabilidades éticas y jurídicas respecto del programa o proyecto?

¿Cómo asegura el programa o proyecto la difusión de un material preparado por el entrevistador?

¿Qué políticas y procedimientos garantizan para cada entrevistado una escri­tura de donación o un contrato oficial adecuado que transfiera los derechos, título e interés de la(s) cinta(s) y la(s) transcripción(es) a un poder­habiente?

¿Además de la escritura de donación o contrato de qué otro documento de intención se vale el programa o proyecto?

¿Es jurídicamente adecuado?

¿De qué forma el programa o proyecto cumple responsablemente las normas éticas y jurídicas? Concretamente:

- ¿Cómo ha respondido el persona ante la necesidad de que el contenido de la entrevista sea confidencial hasta el momento en que se publique?

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- ¿Cómo ha respondido el personal ante la necesidad de celebrar las entrevis­tas en un espíritu de respeto mutuo y consideración por los intereses de los entrevistados?

- ¿Cómo el programa o proyecto demuestra su capacidad para cumplir las dispo­siciones de los acuerdos legales y proteger la(s) cinta(s) y transcrip-ción(es) del uso no ético?

- ¿Qué medidas se adoptan para asegurar que el personal reconozca sus respon­sabilidades de recopilar material exacto, procesarlo tan rápidamente como sea posible, y ponerlo a disposición del público más numeroso posible?

Directrices en cuanto a las cintas y transcripciones

Información sobre los participantes

¿Se indican claramente los nombres del entrevistador y el entrevistado en la cinta/resumen/transcripción y en los materiales catalográficos?

¿Hay suficiente información biográfica sobre el entrevistador y el entrevis­tado? ¿Dónde se puede hallar ésta?

Información relacionada con la entrevista

¿Se identifica en las cintas, transcripciones, índices de tiempo, resúmenes y otros materiales presentados para su uso la relación que tienen con el pro­grama o proyecto de que forman parte?

¿Se indican la fecha y el lugar de la entrevista en la cinta, la transcrip­ción, el índice de tiempo, el resumen y el material catalográfico idóneo?

¿Aparecen declaraciones del entrevistador respecto de la preparación de la entrevista o las circunstancias en que se realizó? ¿Dónde? ¿Se encuentran en general a disposición de los investigadores? ¿Cómo se protegen los derechos de los entrevistados del uso incorrecto de esas observaciones?

¿Se han concertado contratos entre el programa y el entrevistado? ¿Cuál es su nivel de detalle? ¿Se hallan a disposición de los investigadores? En caso afirmativo, ¿cuáles son las salvaguardias que protegen los derechos indivi­duales y la privacidad?

Información relacionada con la cinta grabada de la entrevista

¿Se conserva la cinta original completa? ¿Hay una o más copias?

Si el original o cualquier duplicado ha sido editado, reordenado, mutilado o empalmado de alguna forma, ¿hay un documento en que se consigna esa medida, incluso quién la realizó y por qué motivos lo hizo?

¿Se indica en la etiqueta de la cinta y en los materiales catalográficos la velocidad, el nivel de grabación y la duración de la entrevista?

¿Ha utilizado el programa o proyecto el equipo de grabación y las cintas apropiados para los fines del trabajo y el uso del material? ¿Son de buena calidad las grabaciones? ¿Cómo podrían mejorarse?

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A falta de transcripciones, ¿son adecuados los medios de localización para que los usuarios tengan acceso a la información de la cinta? ¿Qué forma adop­tan? ¿Se lleva un registro de las personas que preparan estos medios? ¿Se permite a los investigadores que escuchen las cintas? ¿Hay algunas restric­ciones en cuanto al uso de las cintas?

Información relacionada con la transcripción de la entrevista

¿Es la transcripción una copia fiel de la cinta? ¿Se anota cuidadosamente cada una de las fases de la transcripción, incluidos quiénes transcribieron, supervisaron, editaron, mecanografiaron de nuevo y corrigieron las pruebas de la versión final del texto?

¿Se han dado a conocer al usuario la índole y el alcance de los cambios introducidos en la transcripción de la cinta original?

¿Qué medios de localización se han preparado para la transcripción? ¿Son convenientes y adecuados? ¿Cómo pueden mejorarse?

¿Hay algunas restricciones en cuanto al acceso a las transcripciones o su uso? ¿Se señalan claramente?

¿Existe algún material fotográfico u otros documentos de apoyo para la entre­vista? ¿Mejoran y complementan el texto?

Directrices sobre el contenido de la entrevista

¿Contribuyen el contenido de cada entrevista y el contenido acumulativo de toda la recopilación a lograr los objetivos del programa o proyecto?

¿En qué aspectos la entrevista o recopilación o ambas parecen ser eficaces o deficientes?

¿En qué forma contribuye el programa o el proyecto a la comprensión histórica?

¿En qué aspectos cada entrevista o toda la recopilación contribuyen a ese fin o dejan de hacerlo?

¿Hasta qué punto el material añade información nueva, rectifica las deficien­cias del documento existente, o proporciona nuevas nociones y perspectivas?

¿Hasta qué punto la información es fiable y válida? ¿Es un testimonio ocular o de oídas? ¿De qué manera y en qué medida pasa las pruebas internas y exter­nas de corroboración, coherencia, y explicación de las contradicciones?

¿Qué relación tiene la información de la entrevista con los documentos exis­tentes y la historiografía?

¿En qué forma la estructura de la entrevista proporciona detalles al docu­mento histórico, lo enriquece y lo hace atractivo?

¿Cuál es la naturaleza básica de la información aportada? ¿Son hechos, con­ceptos, interpretaciones, juicios o actitudes, y cómo contribuye a la com­prensión cada uno de esos elementos?

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¿Son el alcance y el volumen, y cuando proceda, la representatividad de la problación entrevistada, apropiados y suficientes para los fines que se pre­tenden? ¿Hay suficientes testimonios que corroboran las pruebas sin llegar al extremo de que disminuya su valor? ¿Se ajusta la cantidad al propósito del estudio? ¿Se cuenta con una buena muestra representativa de la población representada en las entrevistas?

¿Cómo contribuyen la forma y la estructura de las entrevistas a la compren­sión de la información de contenido?

Directrices para la celebración de la entrevista

Uso de otras fuentes

¿Es la técnica de historia oral el mejor medio de adquirir la información? En caso contrario, ¿qué otras fuentes existen? ¿Las ha utilizado el entrevis-tador y ha procurado preservarlas en caso necesario?

¿Ha hecho todo lo posible el entrevistador para consultar otras historias orales pertinentes?

¿Resulta útil la técnica de entrevista para complementar las fuentes exis­tentes?

Contribución histórica

¿Efectúa el entrevistador la indagación con integridad histórica?

¿Enriquecen o disminuyen la calidad los otros fines que persigue el entrevis­tador?

¿Qué aporta la entrevista al contexto más amplio del conocimiento y la com­prensión históricos?

Preparación del entrevistador

¿Está bien informado el entrevistador sobre los temas objeto de examen?

¿Son adecuadas las fuentes primarias y secundarias que se utilizan para preparar la entrevista?

Selección y orientación del entrevistado

¿Parece apropiado el entrevistado para los temas que se analizan?

¿Comprende el entrevistado los fines de la entrevista y responde a ellos?

¿Se ha preparado el entrevistado para la entrevista y ha recibido ayuda en el proceso?

Relaciones entre el entrevistador y el entrevistado

¿Existe una motivación recíproca entre el entrevistador y el entrevistado respecto de los objetivos de la entrevista?

¿Existe un equilibrio de empatia y juicio analítico en la entrevista?

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Aptitudes adaptativas

¿En qué.formas la entrevista permite conocer que el entrevistador ha empleado técnicas apropiadas para:

- la situación del entrevistado (salud, memoria, agilidad mental, capacidad de comunicación, programa diario de actividades, etc.)

- las condiciones de la entrevista (alteraciones e interrupciones, problemas en los equipos, participantes imprevistos, etc.)?

Técnica

¿Qué pruebas hay de que el entrevistador ha:

- explorado minuciosamente los criterios pertinentes - seguido indicios importantes - tratado de identificar las fuentes de información - empleado preguntas críticas cuando ha sido necesario?

Perspectiva

¿Interfieren las deficiencias del entrevistador en las respuestas del entre­vistado o influyen en éstas?

¿Qué información existe que permita a los usuarios conocer si entre el entre­vistador y el entrevistado ha existido una relación previa o independiente?

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12.0 BIBLIOGRAFÍA

12.1 Referencias citadas

FINNEGAN, Ruth. Oral Literature in Africa, Oxford, Clarendon Press, 1970.

HENIGE, David. The Chronology of Oral Tradition, Oxford, Clarendon Press, 1974.

IRWIN, Paul. Liptako Speaks, Princeton, Princeton University Press, 1981.

MORRISSEY, Charles T. "Why Call It 'Oral History?* - Searching for Early Use of a Generic Term, en The Oral History Review, 1980, Denton, Texas, Oral History Asso­ciation.

MOSS, William W. "Oral History: An Appreciation," en The American Archivist, Vol. 40, N 4, octubre 1977, Chicago, The Society of American Archivists.

NEVINS, Allan. The Gateway to History, Boston, Appleton-Century, 1938.

0KIHIR0, Gary. "The Writing of Ethnic history", en The Oral History Review, 1981, Denton, Texas, Oral History Association.

SPEAR, Thomas. "Oral Traditions: Whose History?" en History in Africa, Vol. 8, 1981.

STARR, Louis M. "Oral History", en Encyclopedia of Library and Information Sciences, Nueva York, Marcel Dekker, 1977.

THOMPSON, Paul. The Voice of the Past: Oral History, Oxford, Oxford University Press, 1978.

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TRELEVEN, Dale E. "Oral History, Audio Technology and the TAPE System", en Inter­national Journal of Oral History, Vol. 2, N 1, febrero de 1981, Nueva York, Meckler Publishing.

VANSINA, Jan. Oral Tradition: A Study in Historical Methodology, Londres, Routledge and Keegan Paul, 1965.

12.2 Literatura adicional

BARWICK, D., M. Mace, y T. Stannege (editores). Handbook for Aboriginal and Islander History, Canberra, Aboriginal History, 1979.

CURTIN, P.D. "Field Techniques for Collecting and Processing Oral Data", en Jour­nal of African History, Vol. 9, N° 3, 1968.

DUNAWAY, David K., y Willa K. Baum (editores). Oral History: An Interdisciplinary Anthology. Nashville, Tennessee, American Association for State and Local History, en cooperación con la Oral History Association, 1984.

En esta antología se recopila toda una serie de artículos y extractos de libros sobre la teoría y la práctica de la historia oral en una diversidad de aplicaciones.

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HEINGE, David P. Oral Historiography. Nueva York, Longman, 1982.

. "Oral Tradition and Chronology," en Journal of African History, Vol. 12, 1971.

HEINTZE, B. "Oral Tradition: Primary Source Only for the Collector", en History in Africa, Vol. 3, 1976.

JONES, G.I. "Time and Oral Tradition with Special Reference to Eastern Nigeria", en Journal of African History, Vol. 1, N 2, 1965.

KI-ZERBO, J. "The Oral Tradition as a Source of African History," en Diogenes, Vol. 67, 1967.

LANCE, David. An Archive Approach to Oral History. Londres, the Imperial War Museum, en Asociación con la International Association of Sound Archives, 1978.

. Guidebook, to Oral History Practice. Extractos de un informe de misión presentado a la Unesco (sin fecha).

MILLER, J.C. (editor). The African Past Speaks. Folkstone, Dawson and Sons (Reino Unido), 1980.

TRASK, David F., y Robert W. Pomeroy (editores). The Craft of Public History: An Annotated Select Bibliography. Westport, Connecticut, Greenwook Press, 1983.

(En esta bibliografía figura una sección pormenorizada y exhaustiva dedicada a libros, manuales y artículos importantes relacionados con la teoría y la práctica de la historia oral en los Estados Unidos).

12.3 Nota bibliográfica adicional

Los lectores del presente estudio también desearán consultar el International Journal of Oral History, publicado cada tercer trimestre por Meckler Publishing, Nueva York, que suele contar con una selección representativa de artículos de varios países.

Las actas de las reuniones anuales y los diarios de varias asociaciones nacionales de historia oral también constituyen referencias útiles.

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Documentos del RAMP y otros conexos

Unesco. General Information Programme. Expert Consultation on the Development of a Records and Archives Management Programme (RAMP) Within the Framework of the General Information Programme, 14-16 May 1979. Paris, Working Document (PGI-79/WS/1). Paris, Unesco, 1979, 19 págs. Existe también en francés.

Unesco. General Information Programme. Expert Consultation on the Development of a Records and Archives Management Programme (RAMP) Within the Framework of the General Information Programme, 14-16 May 1979. Paris, Final Report (PGI-79/WS/II). Paris, Unesco, 1979. 36 págs. Existe también en francés.

Manning, Raymond, Gilberte Pérotin y Sven Wlander, comps. and eds. Guide to the Archives of International Organizations. Part I. The United Nations System. Preliminary version (PGI-79/WS/7). Paris, 1979. 301 págs.

Cook, Michael. The Education and Training of Archivists - Status Report of Archival Training Programmes and Assessment of Manpower Needs (PGI-79/ CONF.604/COL.2). Paris, Unesco, 1979. 71 págs. Existe también en francés.

Delmas, Bruno. The Training of Archivists - Analysis of the Study Programme of Different Countries and Thoughts on the Possibilities of Harmonization (PGI-79/CONF.604/COL.1). Paris, Unesco, 1979. 75 págs. Existe también en francés.

Unesco. Division of the General Information Programme. Meeting of Experts on the Harmonization of Archival Training Programmes, 26-30 November, Paris, 1979. Final Report (PGI-79/C0NF.604/C0L.7). Paris, Unesco, 1980, 18 págs. Existe también en francés.

Roper, Michael. Democratic Republic of the Sudan: Establishment of a Technical training Centre in Archival Restoration and Reprography (FMR/ PGI-80/180). Paris, Unesco, 1980, 31 págs.

Kecskeméti, Charles y Evert Van Laar. Acuerdos y Convenios: Modelos Bilatera­les y Multilaterales Relativos a las Transferencias de Archivos (PGI-81/ WS/3). París, Unesco, 1981. 34 págs. Disponible igualmente en árabe, francés, inglés y ruso.

Silva, G.P.S.H. de. A Survey of Archives and Manuscripts Relating to Sri Lanka and Located in Major London Repositories (PGI-81/WS/4). París, Unesco, 1981. 100 págs.

Borsá, Ivan. Estudios de viabilidad para la creación de un fondo de asisten­cia financiado y administrado con carácter internacional para facilitar la solución de los problemas que entraña la transferencia internacional de archivos y para obtener acceso a las fuentes de la historia nacional exis­tentes en archivos extranjeros. (PGI-81/WS/7). París, Unesco, 1981. 72 págs. Igualmente disponible en árabe, francés, inglés y ruso.

White, Brenda. Archives journals: A Study of their Coverage by Primary and Secondary Sources. (RAMP Studies and Guidelines). (PGI-81/WS/10). Paris, Unesco, 1981. 72 págs. Existe también en francés.

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Pieyns, Jean. Feasibility Study of a Data Base on National Historical Sources in Foreign Repositories (PGI-81/WS/24). Paris, Unesco, 1981. 66 págs. Existe también, en francés.

Weill, Georges. El valor probatorio de las microformas: Estudio del Programa de Gestion de Documentos y Archivos (RAMP) (PGI-81/WS/25). París, Unesco, 1982. 84 págs. Disponible igualmente en francés e inglés.

Hull, Félix. Utilización de técnicas de muestreo en la conservación de regis­tros: Estudio del RAMP y directrices al respecto (PGI-81/WS/26). París, Unesco, 1981. 64 págs. Disponible igualmemte en francés e inglés.

Cortés Alonso, Vicenta. Perú: Sistema Nacional de Archivos y Gestión de Docu­mentos: RAMP Proyecto Piloto (FM/PGI-81/110). París, Unesco, 1981. 56 págs.

Crespo, Carmen. República Argentina: Establecimiento de un centro de forma­ción en técnicas de restauración y reprografías en la Escuela de Archiveros, Universidad de Córdoba (FMR/PGI-81/116 E). París, Unesco, 1981. 28 págs. Dis­ponible igualmente en inglés.

Ricks, Artel. Republic of the Philippines: RAMP pilot project for the esta­blishment of a regional archives and records centre. (FMR/PGI-81/158). Paris, Unesco, 1981. 49 págs.

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Unesco. General Information Programme. Survey of Archival and Records Manage­ment Systems and Services 1982 (PGI-82/WS/3). Paris, Unesco. Existe también en francés.

Rhoads, James B. La Aplicabilidad de las Directrices del UNISIST y de las Normas Internacionales de la ISO a la Gestión de Registros y la Administra­ción de Archivos: un Estudio del RAMP (PGI-82/WS/4). París, Unesco, 1982. 95 págs. Disponible igualmente en francés e inglés.

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Tirmizi, S.A.I. Guide to Records Relating to Science and Technology in the National Archives of India: A RAMP Study (PGI-82/WS/12). Paris, Unesco, 1982. 84 págs.

Cook, Michael. Guidelines for Curriculum Development in Records Management and the Administrations of Modern Archives: A RAMP Study (PGI-82/WS/16). Paris, Unesco, 1982. 74 págs.

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Evans, Frank. B. Malaysia: Development of the Archives and Records management Programme (FMR/PGI-82/110). Paris, Unesco, 1982. 54 págs.

Ricks, Artel. Philippines: RAMP Pilot Project for the Establishment of a Regional Archives and Records Centre (Report N" 2) (FMR/PGI-82/161). Paris, Unesco, 1982. 24 págs.

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Evans, Frank B. y Eric Katelaar. Guia para la encuesta sobre los sistemas y servicios de la gestión de documentos y la administración de archivos: un estudio del RAMP (PGI-83/WS/6). Paris, Unesco, 1983. 30 págs. Disponible tam-bién en francés e inglés.

Hildesheimer, Françoise. Guidelines for the Preparation of General Guides to National Archives: A RAMP Study (PGI-83/WS/9). Paris, Unesco, 9183. 67 págs. Existe también en francés.

Kûla, Sam. The Archival Appraisal of Moving Images: A RAMP Study with Guidelines (PGI-83/WS/18). Paris, Unesco, 1983. 130 págs.

Moideen, P.S.M. A Survey of Archives Relating to India and Located in Major Repositories in France and Great-Britain (PGI-83/WS/19). Paris, Unesco, 1983. 72 págs.

Duchein, Michel. Obstacles to the Access, Use and Transfer of Information forme Archives: A RAMP Study (PGI-83/WS/20). Paris, Unesco, 1983. 80 págs. Existe también en francés.

Rhoads, James B. The Role of Archives and Records Management in National Information Systems: A RAMP Study (PGI-83/WS/21). Paris, Unesco 1983. 56 págs. Existe también en francés.

Hendricks, Klaus B. The Preservation and Restoration of Photographic mate­rials in Archives and Libraries: A RAMP Study with Guidelines (PGI-84/WS/1). Paris, Unesco, 1984. 121 págs.

Stark, Marie C. Development of Records Management and Archives Services within United Nations Agencies (PGI-83/WS/26). Paris, Unesco, 1983. 215 págs.

Kathpalis, Y.P. Modelo de programa de estudios para la formación de especia­listas en conservación y restauración de documentos: un estudio del RAMP y directrices (PGI-84/WS/2). París, Unesco, 1984. Disponible también en francés e inglés.

Seton, Rosemary L. Conservación y administración de los arcvhivos privados: un estudio del RAMP (PGI-84/WS/6). Paris, Unesco, 1984. 65 págs. Existe tam­bién en francés e inglés.

Taylor, Hugh A. Los Servicios de archivo y el concepto de usuario: Estudio del RAMP. (PGI-84/WS/5). París, Unesco, 1984. 71 págs. Disponible también en francés e inglés.

Charman, Derek. Records surveys and schedules: A RAMP Study with Guidelines,. (PGI-84/WS/26). París, Unesco, 1984. 112 págs.

Crespo, Carmen y Vicente Viñas. La Preservación y restauración de documentos y libros en papel; un estudio del RAMP con directrices. (PGI-84/WS/25). París, Unesco, 1984. 109 págs. La versión inglesa está en preparación.

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42. Jubb, Michael. Guide to records relating to science and technology in the British Public Record Office: A RAMP Study (PGI-84/WS/9), 313 págs.

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46. Guptil, Marilla B. Archival appraisal of records of international organiza­tions: A RAMP Study with Guidelines. (PGI-85/WS/4). Paris, Unesco, 1985, 96 págs. Las versiones francesa y española están en preparación.

47. Ketelaar, Eric. Archival and records management legislation and regulations: A RAMP Study with Guidelines. (PGI-85/WS/9). Paris, Unesco, 1985. 121 págs. Las versiones francesa y española están en preparación.

48. Orléans, Jacques d'. The Status of archivists in relation to other informa­tion professionals in the public service in Africa: A RAMP Study (PGI-85/ WS/2). Paris, Unesco, 1985. 43 págs. Las versiones francesa y española están en preparación.

49. Van Laar, Evert. The Status of archives and records management systems and services in African Member States: A RAMP Study. (PGI-85/WS/3). 78 págs. Las versiones francesa y española están en preparación.

50. Leary, William H. The Archival appraisal of photographs: A RAMP Study with Guidelines. (PGI-85/WS/10). Paris, Unesco, 1985, 121 págs. Las versiones francesa y española están en preparación.

Pueden obtenerse ejemplares gratuitos de estos estudios e informes, siempre que los mismos estén disponibles, escribiendo a:

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