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Los contratos de participación público-privada (PPP) en la provisión de servicios públicos. Lecciones de la experiencia internacional. María José Romero [email protected] Magíster y Licenciada en Ciencia Política, Universidad de la República (UdelaR) Red Europea sobre Deuda y Desarrollo (Eurodad) Trabajo preparado para su presentación en el 9º Congreso Latinoamericano de Ciencia Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP). Montevideo, 26 al 28 de julio de 2017

Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

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Page 1: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

Los contratos de participación público-privada (PPP) en la provisión de servicios públicos.

Lecciones de la experiencia internacional.

María José Romero

[email protected]

Magíster y Licenciada en Ciencia Política, Universidad de la República (UdelaR)

Red Europea sobre Deuda y Desarrollo (Eurodad)

Trabajo preparado para su presentación en el 9º Congreso Latinoamericano de Ciencia

Política, organizado por la Asociación Latinoamericana de Ciencia Política (ALACIP).

Montevideo, 26 al 28 de julio de 2017

Page 2: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

Resumen

Los partidarios de los contratos de Participación Público-Privada (PPP) los presentan

como un mecanismo de financiamiento esencial para la provisión de infraestructura y

servicios públicos. Las instituciones financieras internacionales promueven cambios en

los marcos normativos para dar lugar a la PPP, además de financiar y asesorar en la

elaboración de proyectos. La PPP aparece como resultado de la reconfiguración del rol

del Estado a comienzos de la década de 1980, sin embargo, en la última década se ha

producido un aumento importante del dinero invertido en PPP, especialmente en América

Latina. En Uruguay, la Ley 18.786 de 2011 puso en marcha la discusión de varios

proyectos para la provisión de servicios públicos. La vasta literatura sobre PPP indica que

se trata de un mecanismo de financiación polémico. En la mayoría de los casos, la PPP

resulta ser el método más costoso de financiación y aumenta el gasto público. Resulta

complejo negociar e implementar los contratos de PPP y con frecuencia estos requieren

capacidades estatales específicas. Además, la PPP no siempre termina brindando

servicios públicos de calidad. ¿Qué lleva a los diferentes actores a optar por la PPP en

lugar de la obra pública tradicional? ¿Cuáles son las lecciones que se pueden extraer de la

experiencia internacional? Este trabajo analiza la racionalidad del sector público y

privado en favor de la PPP y se enfoca en los sesgos que generan las prácticas contables.

A partir de una revisión de la literatura, teórica y empírica, se presentan las principales

lecciones internacionales que permiten arrojar algo más de luz al debate en Uruguay.

Palabras clave: contratos de participación público-privada (PPP), infraestructura,

servicios públicos, desafíos, contabilidad pública

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Introducción

Cada vez es más frecuente que se promueva el uso de contratos de participación

público-privada (PPP) para financiar proyectos de infraestructura física y la provisión de

servicios públicos. Las instituciones financieras internacionales – como el Banco

Mundial (BM) – han lanzado distintas iniciativas para promover cambios en los marcos

normativos nacionales que permitan la PPP, además de financiar y asesorar en la

elaboración de proyectos. La PPP también ocupa un lugar destacado en los debates de

Naciones Unidas, en concreto, sobre los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y sobre

financiamiento para el desarrollo. Actualmente, se impulsa una mayor participación del

sector privado en iniciativas de desarrollo y la PPP se propone como un instrumento

clave para dar lugar a dicha participación. Esto representa un “giro a lo privado”, no

exento de polémica, en el financiamiento para el desarrollo (Romero, 2017; Van

Waeyenberge, 2016).

La PPP no es un instrumento de financiamiento nuevo. El primer impulso de la

época moderna se remonta a la década de 1980, con la reconfiguración del rol del Estado

que significó la implementación de postulados neoliberales en el Reino Unido bajo el

liderazgo de Margaret Thatcher (en 1992 se lanzó la Iniciativa de Financiación Privada

[Private Finance Initiative/PFI]). Posteriormente se produjo una expansión tal que hoy

alcanza a todos los continentes, a muchos países (aunque con diferencias de grado) y a

varios sectores de actividad: infraestructura física (carreteras, puentes y aeropuertos) y

social (escuelas, hospitales y cárceles) y la provisión de los servicios asociados. En la

última década, el notable impulso retórico se ha reflejado en un aumento importante del

dinero invertido en PPP en los países en desarrollo, especialmente en América Latina

(Romero, 2015; BID-OVE, 2017). En Uruguay, la Ley 18.786 de 2011 puso en marcha la

discusión de varios proyectos para la provisión de bienes y servicios públicos, lo que ha

llamado la atención de académicos, políticos y actores sociales.

El fenómeno de la PPP es en esencia multidisciplinario y político. Existe una vasta

literatura que analiza los contratos de PPP desde distintas disciplinas y perspectivas, tales

como, aspectos legales e institucionales, de gestión, económicos y financieros y de

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política pública. En muchos casos, la literatura se enfoca en los beneficios potenciales de

la PPP, sin prestar suficiente atención a la dimensión política de la PPP, por lo que

todavía estamos ante un asunto que merece mayor atención desde la ciencia política. A

pesar de los muchos argumentos a favor de esta modalidad, la experiencia internacional

no ha sido inequívocamente positiva y numerosas evaluaciones dan cuenta de proyectos

que fracasaron por distintas razones.

Dos preguntas guían el desarrollo de este artículo: a) ¿qué lleva a los diferentes

actores (públicos y privados) a privilegiar la PPP sobre la obra pública tradicional?; b)

¿cuáles son las lecciones que se pueden extraer de la experiencia internacional? Este

trabajo se propone pues contribuir a un debate teórico-empírico de suma vigencia, a partir

de una revisión crítica de la literatura que nos permita entender las principales

características de la PPP, los incentivos del sector público y privado y las lecciones más

destacadas de la experiencia internacional.

El artículo está organizado en cinco apartados. El primer apartado examina la

definición de los contratos de PPP y sus principales características. El segundo apartado

propone algunos apuntes para ubicar el surgimiento y el desarrollo de la PPP en el debate

teórico y presenta los principales actores que están detrás de su actual impulso. El tercer

apartado presenta la racionalidad detrás de los actores público y privado en favor de la

PPP para la provisión de bienes y servicios públicos. El cuatro apartado plantea cinco

desafíos que representa la PPP para la gestión pública. El quinto y último apartado

presenta algunos apuntes a modo de conclusión.

1. Principales características de la PPP

Aunque la PPP no es un mecanismo de financiamiento nuevo, no existe una

definición universal del término e incluso los nombres pueden cambiar según los países.

A nivel internacional la sigla hace referencia a Public-Private Partnerships, sin embargo,

en el Reino Unido el mecanismo se lo conoce por la sigla PFI (Private Finance

Initiative), y la traducción ha dado lugar a diferentes variantes: en Uruguay y en

Argentina es contrato de “Participación Público-Privada”, en Perú, Colombia y Honduras

“Asociaciones Público-Privadas” y en Brasil “Parcerías Público-Privadas” (Hijonosa y

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D’Medina Lora, 2016). En realidad, estas diferencias de nombre también se reflejan en

diferentes definiciones, lo que dificulta las posibilidades de un análisis comparativo

riguroso y de negociar estándares a nivel internacional.

En este artículo me referiré al uso más extendido del mecanismo, esto es, a un

acuerdo contractual a mediano o largo plazo entre el Estado y una empresa del sector

privado, por el cual esta última participa proporcionando bienes y servicios que

tradicionalmente proporcionaba el Estado, tales como carreteras, puentes, vías férreas,

hospitales, escuelas, prisiones, agua potable, servicios sanitarios y energía. Este tipo de

acuerdo implica cierta distribución de riesgos entre el sector público y privado (OCDE,

2007 y FMI, 2009). Tal definición excluye las colaboraciones específicas entre diferente

tipos de actores, la tercerización o externalización de actividades estatales hacia el sector

privado (por ejemplo, en salud y educación) y la privatización, es decir, la venta total de

activos estatales (Romero, 2015).

A partir de esta definición es posible mencionar cinco características comunes de la

PPP: a) Contrato a término, a mediano o largo plazo, que vincula al Estado a una empresa

privada (consorcio) que, por lo general, va de 15 a 35 años; b) Provisión de servicios

públicos: los actores público y privado acuerdan los términos de la provisión de un

servicio o un bien al Estado o a los usuarios (carretera, agua, energía, etc.). El sector

público habitualmente especifica la calidad y cantidad del servicio o el bien que requiere

de la empresa privada; c) Financiamiento: la inyección de capital que aporta el sector

privado debe ser reembolsada por el Estado y/o los usuarios durante la extensión del

contrato; d) Responsabilidades: la empresa del sector privado se compromete a cumplir

con determinados acciones que varían durante la extensión del contrato, tales como,

capital, construcción, operación, que conllevan ciertos riesgos asociados; e) Propiedad:

luego de terminada la construcción, o al final del plazo del contrato, la propiedad del bien

vuelve al Estado (FMI, 2004; Hodge et al, 2010).

El contrato establece las condiciones del acuerdo, tanto en lo que refiere a los

derechos contractuales que se le otorgan al socio privado, como a la distribución de

riesgos entre las partes. Estos derechos se presentan de diferentes maneras, ya sea apoyo

Estatal financiero o no-financiero o flujos de ingresos que provienen del usuario final del

bien o servicio. El apoyo estatal, puede incluir subsidios públicos al proyecto (en

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efectivo), ingresos mínimos garantizados que aseguran el flujo de ingresos, garantías para

la financiación del proyecto o exoneraciones fiscales (Hildyard, 2014). Los riesgos a los

que se hace alusión son los riesgos inherentes a la implementación del proyecto, esto es:

a) riesgos relacionados con el proyecto, tales como el riesgo relativo a la demanda, es

decir, necesidad actual y futura del servicio o activo con un impacto en el valor y los

ingresos del proyecto; b) los riesgos macroeconómicos, por ejemplo, los cambios en el

nivel de precios, las tasas de interés y el tipo de cambio; c) los riesgos políticos y

regulatorios, esto es, cambios en las regulaciones y en las decisiones políticas que afectan

al proyecto (FMI, 2004).

La literatura sobre PPP distingue hasta 25 tipos de acuerdos, con sus consiguientes

siglas, que resultan de combinar las funciones que puede desempeñar el sector privado:

diseño, construcción, reforma, financiamiento, operación, mantenimiento, propiedad,

transferencia y arrendamiento (FMI, 2004). El uso de los tipos concretos varía entre los

diferentes sectores y países. Sin embargo, la tipología más interesante desde el punto de

vista conceptual y práctico (en tanto resulta relevante al momento de evaluar los impactos

fiscales de la PPP) resulta de clasificar la PPP de acuerdo a la fuente de capitalización del

proyecto1, es decir: ¿de dónde proviene el dinero para pagar el proyecto? (BID, 2017;

Shaoul et al, 2012). Aquí se presentan dos modelos:

a) “Usuario paga”: El socio privado está autorizado a cobrar al público por el uso de

las instalaciones, generalmente mediante el pago de un peaje o una tarifa (por ejemplo,

una tarifa de agua o peajes en una carretera), lo que puede complementarse con subsidios

pagados por el Estado. El peaje reembolsa al privado los costos de construcción y

operación de las instalaciones, por lo que se entiende que desde la perspectiva del Estado

el proyecto se autofinancia, ya que los costos recaen, principalmente, en los usuarios.

Este modelo es común en la construcción de carreteras y es el más usado en América

Latina.

b) “Gobierno paga”: El pago al socio privado proviene de pagos anuales (canon) del

socio público en contrapartida por el servicio proporcionado. Los pagos pueden depender

de que el bien o servicio se brinde según la calidad definida en el contrato o de que los

1 Aunque al momento de clasificar los contratos de PPP algunos autores hacen referencia a los

“autofinanciados” y los “cofinanciados”, en este artículo hago una distinción entre la capitalización y el

financiamiento del proyecto. Sobre este punto, ver: BID (2017).

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servicios se brinden a los usuarios. De esta manera, el proyecto requiere de un subsidio

estatal para conseguir su equilibrio económico-financiero y resulta en una nueva forma de

endeudamiento (público), ya que se trata de proyectos con cargo al presupuesto público.

Un ejemplo es el programa PFI del Reino Unido (House of Commons, 2011).

En la práctica es frecuente encontrar proyectos mixtos, lo que depende en gran

medida del sector en el que se implemente el proyecto (las especificidades de los sectores

merecen un análisis particular, por ejemplo, transporte, salud y agua, entre otros) y las

posibilidades de recuperar los costos de la inversión mediante el cobro a los usuarios.

Por último, cabe destacar que la principal diferencia entre la obra pública tradicional

y la PPP, desde un punto de vista financiero, es el perfil de pago. En la primera, el Estado

tiene que financiar y pagar el costo del proyecto cuando éste se construye, por ejemplo,

una carretera o una escuela. En una PPP, en cambio, el costo se distribuye a lo largo del

período del contrato, lo que representa un “alivio” para el presupuesto público (Jin y Rial,

2016). La PPP reduce las necesidades presupuestarias en la etapa inicial, lo que aumenta

el atractivo del mecanismo, aunque crea necesidades financieras a futuro, lo que podría

poner en riego las cuentas públicas si no se lo maneja de manera responsable.

2. El impulso detrás de la PPP en el debate teórico y político

El mecanismo de compra pública a través de un contrato de PPP recurre a los

recursos y prácticas del sector privado para la prestación de servicios públicos. De esta

manera, está comprendido en el avance de las ideas de la Nueva Gestión Pública [New

Public Management], que ponen el foco en incrementar la eficiencia y la eficacia del

sector público. El uso extensivo de la PPP se relaciona con la reconfiguración del rol del

Estado: de proveedor directo de bienes y servicios, a agente que define objetivos públicos

y desempeña tareas de regulación y control (Hood, 1991; Broadbent y Laughlin, 2004; y

Narbondo, 2011, entre otros). En el paradigma de la nueva gestión pública el contrato

adquiere una relevancia fundamental y esto es evidente en todo el ciclo de la PPP. Tal

como sostiene Narbondo (2011:100), “el objetivo de los contratos en el paradigma de la

nueva gestión pública es ampliar lo más posible la libertad de gestión de los ejecutores de

las acciones en función de los objetivos públicos, y esto implica la eliminación o la

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mayor limitación posible, de la autoridad jerárquica del gobierno”, lo que también

implica una pérdida de capacidad de conducción del gobierno representativo.

Asimismo, la expansión inicial de la PPP a los países en desarrollo puede entenderse

como parte del paquete neoliberal emanado del Consenso de Washington (Williamson,

1990) de la década de 1990. Aquí se destacan la disciplina fiscal y la privatización de

servicios y empresas públicas, con consiguiente reducción del papel del Estado. Sin

embargo, al analizar el “giro a lo privado” que caracteriza el estado actual de la provisión

de servicios públicos, Van Waeyenberge (2016:35) sostiene que “no existe actualmente

un conjunto claramente identificable de proposiciones analíticas que puedan explicar la

preferencia predominante por la provisión del sector privado en sectores que

tradicionalmente exigen una intervención estatal extensiva”. Lo que sí se presenta con

claridad en la discusión, tanto teórica como política, es la combinación de argumentos en

favor del desempeño del sector privado (en muchos casos, se asume que el sector privado

es más eficiente) y la escasez de recursos para financiar la inversión pública (bajo un

paradigma de políticas de austeridad), en un contexto de abundancia de riqueza privada

(Bayliss y Van Waeyenberge; 2017; Van Waeyenberge, 2016; Romero, 2015).

Esta argumentación anterior subyace a las diferentes iniciativas en las que los PPP

tienen hoy un papel central y se han traducido en un importante aumento en el dinero

invertido en PPP en los países en desarrollo (de USD 25 mil millones en 2004 a USD 122

mil millones invertidos en 2015, con un pico en 2012 de USD 164 mil millones), en

momentos en que en Europa la tendencia es decreciente. La crisis financiera mundial de

2008, que rápidamente se convirtió en la “crisis del euro”, ralentizó las nuevas

inversiones en infraestructura y redujo la disponibilidad de capital privado para la PPP, a

la vez que frenó el apetito político de los gobiernos para participar en nuevos contratos de

PPP, en particular en algunos países tan afectados como Portugal o Grecia. (Ellmers y

Romero, 2017). A continuación enumero algunas de las principales iniciativas y los

actores que las impulsan.

La PPP se promueve desde instituciones que operan en diferentes niveles

(internacional, europeo y regional) y esferas de políticas (financieras, cooperación y de

política exterior), y como tal ejercen distinto grado de influencia en las políticas

nacionales de los países en desarrollo (lo que también varía de acuerdo a las condiciones

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específicas del país). A nivel mundial la PPP ocupa un lugar destacado en los debates de

Naciones Unidas, por ejemplo, en la Agenda de Acción de Addis Abeba, aprobada en la

Tercera Conferencia Internacional de Financiamiento para el Desarrollo en 2015, y está

mencionada como “medio de implementación” de la Agenda 2030 de Desarrollo

Sostenible. Asimismo, el Grupo de los 20 (G20) tiene desde 2010 un plan de trabajo

enfocado en infraestructura, donde se promueven los contratos de PPP como mecanismos

de financiamiento, tanto dentro como fuera de los países del Grupo2. El G20 cuenta con

el asesoramiento y liderazgo del BM, a cargo de producir diferentes documentos que

permiten estandarizar el uso de la PPP, por ejemplo, la Guía de Referencia de PPP y la

Orientación sobre Disposiciones Contractuales de la PPP, entre otras herramientas. A

nivel europeo, los gobiernos están cada vez más interesados en utilizar la PPP como un

mecanismo para canalizar la cooperación al desarrollo y han creado diferentes programas

para apoyar y alentar proyectos de PPP3. Esto supone también crear oportunidades de

negocios para las empresas europeas, ya que la diplomacia económica está cada vez más

presente en las agendas de política exterior y de política de desarrollo de los países

europeos (Romero, 2013).

Las instituciones financieras internacionales, tales como el BM, han trabajado junto

con bancos de desarrollo y gobiernos europeos para asesorar a los gobiernos y financiar

proyectos de PPP (por ejemplo, el Organismo Consultivo en materia de Infraestructura de

Propiedad Mixta Pública y Privada (PPIAF, por su sigla en inglés) y el Grupo de

Desarrollo de Infraestructura del Sector Privado (PIDG, por su sigla en inglés). En la

práctica, esto podría verse como un condicionamiento financiero y político en favor de la

PPP, ya que supone la existencia de financiamiento y apoyo político para proyectos de

PPP, en detrimento de otro financiado por la obra pública tradicional.

El BM, por su parte, también se encuentra fuertemente enfocado en incentivar la PPP

para proyectos de infraestructura y la provisión de servicios públicos (agua, educación,

salud). Su actividad se divide en trabajo a nivel de proyectos – financiamiento y

2 En 2014 el G20 presentó la “Global Infrastructure Initiative” y desde entonces incentiva la creación de

infraestructura como una clase de activo para atraer a inversores institucionales (fondos de pensiones y

fondos soberanos de inversión). Ver G20 Note on the Global Infrastructure Initiative and Hub. 3 En setiembre de 2016 la Unión Europea lanzó un Plan de Inversión Externa para países del norte de África

y la región vecina a la Unión Europea. Este complementa iniciativas anteriores de financiamiento mixto

(blended finance) que alcanzan a todas las regiones con las que la Unión Europea tiene proyectos de

cooperación.

Page 10: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

asesoramiento a cargo de la Corporación Financiera Internacional – y trabajo político

preliminar (asesoramiento) (BM IEG, 2014). Este último, apunta a crear o modificar el

marco regulatorio nacional para permitir la creación de PPP y a capacitar a funcionarios

públicos en el tema. Ante esta división, sin embargo, es necesario mencionar el riesgo de

conflicto de intereses – reconocido también por el propio banco – que surge de las tareas

de asesoramiento a gobiernos sobre cómo mejorar su clima de negocios y el

financiamiento a las empresas privadas que participan en la PPP (Lethbridge, 2017; BM-

IEG, 2014). Estas actividades son también llevadas a cabo a nivel regional por los bancos

regionales de desarrollo, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Banco

Africano de Desarrollo (BAfD) y el Banco Asiático de Desarrollo (BAD)4.

Finalmente, las empresas internacionales de servicios financieros, legales y contables

también han contribuido al desarrollo de la PPP. Entre ellas, las “Cuatro Grandes”

empresas internacionales de contabilidad – PwC, Deloitte, KPMG y Ernest & Young – y

McKinsey han asesorado activamente a diferentes gobiernos y a empresas a estructurar

proyectos de PPP, a la vez que han publicado numerosos informes sobre el tema – aquí

también está presente la posibilidad de conflictos de interés (Lethbridge, 2017). Sus

ingresos provienen de los altos honorarios que cobran por el asesoramiento legal y

contable y por las revisiones de las políticas, los marcos legales y las prácticas con PPP

(Hall, 2015; Shaoul et al, 2006).

3. Las razones detrás de la PPP: ¿“pedir prestado” espacio

fiscal?

¿Qué es lo que hace que la PPP sea particularmente atractiva para gobiernos y sector

privado (empresas e inversores)? Gobiernos y empresas del sector privado tienen

diferentes razones e incentivos para comprometerse en una PPP y entender unos y otros

es clave para participar del debate de manera significativa. En términos simplista:

mientras las empresas privadas buscan la maximización de beneficios, los gobiernos

4 Para más información sobre la actividad del BID en América Latina y el Caribe en apoyo de la PPP, ver

BID (2017).

Page 11: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

están preocupados por la provisión de servicios públicos, lo que incluye su

financiamiento y gestión.

Los argumentos a favor de la PPP hacen hincapié en la capacidad del sector privado

de realizar inversiones de alta calidad en infraestructura y subrayan el hecho de que la

participación financiera del sector privado reduce la necesidad del Estado de obtener

capital por adelantado para desarrollar y gestionar los proyectos (Hodge et al, 2010).

Bajo ciertas circunstancias, la PPP puede ayudar a superar algunos de los problemas del

suministro y mantenimiento de infraestructuras, incluyendo la falta de fondos, la mala

planificación y selección de proyectos, la provisión ineficiente o inefectiva y el

mantenimiento inadecuado (BM et al, 2014).

Sin embargo, existe una literatura que hace hincapié en un sesgo a favor de la PPP

como resultado de la manera en que se clasifican, contabilizan e informan los activos y

erogaciones correspondientes a los contratos de PPP en las cuentas públicas (Funke et al,

2013; Ahmad et al, 2014; Engel et al, 2014a; Engel et al, 2014b; Jin y Rial, 2016). Según

el FMI (2016), “en muchos países, los proyectos de inversión se han adquirido como PPP

no por razones de eficiencia, sino para eludir las restricciones presupuestarias y postergar

el registro de los costos fiscales de la prestación de servicios de infraestructura”, lo que

en muchos casos termina exponiendo las finanzas públicas a riesgos fiscales excesivos.

La Guía de Referencia de PPP del BM (BM et al, 2014), por su parte, sostiene que “el

reconocimiento de los compromisos fiscales de la PPP como gastos o pasivos puede

influir en la decisión del gobierno de optar por la PPP, o cómo estructurarla, de manera

que la decisión no está impulsada por el objetivo fundamental de lograr ‘valor por

dinero’”.

Prácticas contables cuestionadas por favorecer la discrecionalidad del gobierno –

como la disposición de la Oficina de Estadística de la Unión Europea (Eurostat) de 20105

– permiten a los gobiernos mantener el costo del proyecto y sus pasivos contingentes

(esto es, los pagos que se exigen a los gobiernos en determinados circunstancias, por

ejemplo, si la demanda cae por debajo de un nivel específico) fuera del presupuesto

5 Tal como señalan Engel et al (2014), la regla que establece si las tarifas a los usuarios son la principal

fuente de ingresos de la PPP, como por ejemplo un peaje, Eurostat considera que los activos son privados

durante la vida del contrato. Por el contrario, si la mayor parte de los ingresos del concesionario provienen

de pagos del gobierno, la clasificación del activo depende de quien se hace cargo del riesgo de

construcción, disponibilidad y demanda.

Page 12: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

público, lo que significa que el costo real del proyecto se mantiene oculto y fuera del

escrutinio parlamentario. Tal como explican Engel et al (2014a:12) si los activos

involucrados en un contrato de PPP “son clasificados como activos públicos, impactan el

déficit fiscal y la deuda pública. Por el contrario, si son clasificados como activos del

concesionario, el impacto en el déficit fiscal se extiende a lo largo de la duración del

contrato. Por tanto, si los activos de una PPP son clasificados como privados, los

gobiernos pueden mantenerlos fuera del presupuesto público, así se evaden límites de

gasto y techos de deuda”.

Estas prácticas contables son, de hecho, uno de los principales motores de la PPP, ya

que permiten a los gobernantes de turno aprobar proyectos que han prometido a su

electorado sin aumentar los impuestos ni asumir más deuda, es decir, manteniendo su

presupuesto bajo control y respetando los límites presupuestarios establecidos en tratados

y negociaciones con el FMI, o para obtener mayor reconocimiento internacional por parte

de las calificadoras de riesgo y así resultar más atractivo para los inversores

internacionales (Romero, 2015; Hodge y Greve, 2007). Las políticas de austeridad

promovidas como parte del paquete neoliberal han contribuido a que existan pocos

incentivos para modificar las reglas a nivel nacional, a pesar de que el propio FMI y otros

organismos internacionales hayan actualizado sus estándares para dar cuenta de los

contratos de PPP dentro del presupuesto público (International Public Sector Accounting

Standards 32, el Government Finance Statistics Manual 2014 del FMI y la Guide on

Public Sector Debt Statistics de 2011) (Engel et al, 2014a)

Para las empresas del sector privado, por su parte, la rentabilidad del proyecto es un

elemento esencial. Dependiendo del sector y de su ubicación, la PPP puede representar

una oportunidad de negocio muy atractiva para las empresas de la construcción o de

ingeniería, los proveedores de servicios (por ejemplo, sanitarios) y los bancos

comerciales e inversores institucionales. Para estos últimos, la infraestructura supone una

nueva frontera a conquistar. Según el Foro Económico Mundial (WEF, por su sigla en

inglés), las demandas de los inversores instituciones de todo el mundo (fondos de

pensiones, aseguradoras y fondos soberanos), que administran billones de dólares en

busca de una cartera diversificada de activos con rentabilidades atractivas, han ejercido

presión para lanzar fondos de infraestructura, contribuyendo así a la financiarización de

Page 13: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

la infraestructura (WEF, 2013). Como sostiene el WEF (2013:16), a juicio de los

inversores institucionales, “los perfiles de riesgo/rentabilidad de los proyectos de

infraestructura representan una inversión alternativa atractiva, especialmente con los

rendimientos de renta fija real casi cero tras la crisis financiera mundial”. Dado que los

proyectos de infraestructura como el suministro de agua y energía tienen altos costos

iniciales, a menudo se rigen por la legislación estatal y necesitan tiempo para generar

ingresos, el riesgo comercial de estos proyectos es bastante alto. Los contratos de PPP

suponen, por tanto, una inversión menos arriesgada para el sector privado dado que les

garantizan un flujo de ingresos durante un largo período de tiempo, generalmente avalado

en gran medida por el propio Estado (garantía soberana).

Por último, la PPP se ha convertido en un tema de debate ideológico, con algunos a

favor porque con ella se limita el rol del Estado, mientras que otros se oponen por la

misma razón. Sin embargo, existe poca investigación empírica que permita sostener la

influencia de la ideología (por ejemplo, “la PPP es más utilizada por gobiernos de

derecha y centro-derecha”). Los partidarios y opositores de los PPP parecen no estar

claramente divididos a lo largo del eje ideológico izquierda – derecha. La experiencia de

los países europeos indica que, en los últimos 20 años, los gobiernos de centro-derecha

como los de Sarkozy en Francia y Berlusconi en Italia promovieron PPP, pero también lo

hicieron los gobiernos de centro-izquierda de Brown en el Reino Unido y de Schröder en

Alemania (Krumm, 2016). Para el caso de América Latina el análisis empírico que

plantean Hijonosa y D´Medina (2016:41), una de las pocas investigaciones que se enfoca

este tema, concluye que “la ideología no parece influir en la proclividad de los gobiernos

a optar por mecanismos APP [PPP] para impulsar políticas públicas orientadas a cerrar la

brecha de infraestructura”. Según los autores, “sean gobiernos de izquierda o derecha, en

la mayoría de los casos y con igual probabilidad pueden implementar APP (…) Al

parecer, el pragmatismo hasta ahora ha prevalecido por sobre la ideología, strictu sensu”.

Más allá de estos resultados, esta es un área que merece mayor investigación y debate

académico, ya que tiene relación con el tipo de políticas públicas que implementan los

partidos (tanto de derecha como de izquierda) una vez que llegan al gobierno.

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4. Los principales desafíos de la PPP para la gestión pública

Dado que la PPP ofrece una alternativa a la obra pública tradicional, es necesario

evaluar cuándo y bajo qué condiciones es preferible usar un método en lugar de otro. Este

apartado presenta cinco de los principales aspectos a considerar desde la perspectiva de la

gestión pública al momento de enfrentarnos a la opción de una PPP.

A. Altos costos vs promesas de mayor eficiencia

Existe una amplia literatura que analiza los costos de los PPP, en especial, en

relación a las ganancias de eficiencia que se proponen como ventajas a favor del sector

privado. El costo de financiamiento es, por lo general, más caro en proyectos de PPP que

en proyectos de obra pública. La razón es simple: la PPP levanta capital privado para

poder financiar la inversión y el capital de trabajo inicial y el precio del dinero en el

mercado privado es más alto que aquel que el Estado puede obtener de manera soberana

(Alonso et al, 2015). Esto es principalmente porque el crédito al privado es más riesgoso

que a los Estados, que habitualmente supone un menor riesgo de quiebra. Un análisis de

la Oficina Nacional de Auditoría (NAO, por su sigla en inglés) del Reino Unido ha

revelado que “el tipo de interés efectivo de todos los acuerdos financieros privados (7%-

8%) es el doble del de toda la deuda pública (3%-4%)” (NAO, 2015). En la práctica, esto

quiere decir que el costo del capital de los servicios o las infraestructuras de la PPP puede

resultar el doble de caro para el público (ya sea Estado o usuarios) que adquirir un

préstamo de los bancos privados o emitir bonos directamente.

Además, se espera que las empresas obtengan rentabilidad por su inversión. Aunque

por cuestiones de secreto comercial existe escasa información disponible sobre las

ganancias de los inversores privados en los proyectos de PPP, la NAO del Reino Unido

(2012) indica que la rentabilidad esperada es entre 12% y 15% al momento de firmar el

contrato. Sin embargo, los inversores privados que invierten al comienzo del proyecto

pueden vender sus acciones tan pronto como la fase de construcción se completa, lo que

permite ganar tasas de rendimiento de entre 15% y 30% por año. En los países en

desarrollo, los inversores reclaman una rentabilidad aún más alta que en los países

desarrollados, dado que el riesgo percibido es mayor. Un informe publicado por el BM

Page 15: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

sobre los desafíos del crecimiento en África (Ndulu, 2007), ilustra la tendencia natural de

los inversores privados para buscar y maximizar rentabilidad: “la rentabilidad del capital

en los países de ingreso bajo tiene que ser al menos 2% a 3% más alta que en países en

desarrollo más ricos y el doble de la esperada en países desarrollados”.

Los contratos de PPP son también acuerdos muy complejos de negociar, con altos

costos de transacción. Primero, suponen considerables honorarios y gastos de los asesores

legales y financieros para estructurarlos y negociarlos. Por ejemplo, el Financial Times

informó en 2011, que “abogados y consultores financieros han ganado un mínimo de

GBP 2.800 millones y probablemente bastante más de GBP 4.000 millones en honorarios

a lo largo de la última década por poner en marcha los proyectos”. Además, testimonios

de funcionarios de PwC al Comité del Tesoro del Parlamento del Reino Unido sugieren

que PwC cobró entre USD 312.500 y USD 500.000 en honorarios de asesoría a proyectos

de escuelas por PPP y entre USD 625.000 y USD 1 millón a proyectos de hospitales

(Jones y Joel, 2017). Segundo, el largo proceso de negociar un contrato de PPP supone

que estos no son más rápidos que el financiamiento público para implementar proyectos

de infraestructura (Hall, 2015). Tercero, la PPP limita la capacidad de los Estados dado

que reduce la flexibilidad presupuestaria y los cambios en la provisión del servicio

pueden ser muy costosos, lo que también limita la capacidad de definir políticas públicas

(e incluso legislar) que puedan afectar proyectos particulares. Los cambios demográficos

y políticos, junto con los cambios tecnológicos, son una fuente importante de “sorpresas

fiscales” en la PPP y la principal razón del fracaso de proyectos (Queyranne, 2014).

Los altos costos de transacción y de licitación, junto con contratos complejos y de

largo plazo, implican que pocas empresas tienen las capacidades de participar en el

proceso de licitación, lo que reduce las opciones de los Estados y la competencia en el

proceso (Estache y Serebrisky, 2004). La limitada competencia también contribuye a

aumentar el costo final del proyecto y a aumentar las oportunidades de corrupción. De

acuerdo con Shaoul (2009), la escasa competencia aumenta el riesgo para el sector

público dado que las empresas son lo suficientemente poderosas y grandes como para

enfrentarse a los reguladores en caso de conflicto y forzar la renegociación de los

contratos en términos más para favorables.

Page 16: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

La renegociación del contrato puede ser considerada en sí misma uno de los

principales desafíos de la PPP para la administración pública. En la práctica, el proceso

competitivo termina con la elección del concesionario, ya que durante el tiempo

remanente del contrato la relación entre el Estado y el concesionario se puede caracterizar

como un monopolio bilateral, lo que abre el espacio para el oportunismo de ambas partes.

Por ejemplo, como resultado de la investigación del escándalo de corrupción de la

empresa de construcción Odebrecht, The Economist (2017), reveló que el principal

método de la empresa para ganar contratos era presentar ofertas a precios bajos y “luego

corruptamente asegurar un aumento importante en los costos a través de enmiendas – en

algunos casos poco después de la aprobación del contrato”. Guasch et al (2014), por su

parte, concluyen que el 78% de todos los proyectos de PPP en el sector transporte en

América Latina fueron renegociados, en muchos casos casi un año después de la

adjudicación del contrato, y los costos asociados de la renegociación varían ente el 3% y

el 15% de la inversión. A nivel mundial, funcionarios del FMI han alertado sobre los

impactos de la renegociación: 55% de todos los contratos de PPP son renegociados, en

promedio dos años después de la firma del contrato y, en la mayoría de los casos, estos

resultan en un aumento de tarifas para los usuarios (Queyranne. 2014).

Una proyección de la demanda precisa es también crucial para la certeza de los

costos. Como reconoce la Guía de Referencia de PPP del BM, muchos proyectos de

infraestructura fracasan debido a los problemas en el proceso de planificación y de

selección: “el análisis que sustenta la selección de proyectos es habitualmente erróneo,

por lo que los proyectos que parecen estar justificados por un análisis de costo-beneficio,

resultan no serlo en la práctica. Con frecuencia los beneficios están sobreestimados, lo

que resulta en proyectos que son más grandes y complejos que lo que se justifica por la

demanda del servicio, mientras que los costos son con frecuencia subestimados”.

Mientras que algunos pueden argumentar que la participación del sector privado puede

mejorar el análisis de los proyectos y su selección, la evidencia indica lo contrario.

Estache y Saussier (2014) hacen hincapié en un “sesgo optimista” de la PPP, en tanto que

la sobreestimación estratégica de la demanda es práctica común. De acuerdo a estos

autores el caso de España es revelador: “España terminó cerrando un número importante

de aeropuertos regionales y de estaciones de tren recientemente construidos debido a la

Page 17: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

falta de demanda. Muchas de sus carreteras con peaje, construidas como PPP, son

simplemente financieramente insostenibles” (2014:4). Esto sucede debido a la falta de

incentivos por análisis rigurosos de parte tanto del sector público como del privado

(Monteiro, 2007).

Mientras que los partidarios de la PPP reconocen los mayores costos hasta ahora

detallados, el argumento es que estos se compensan con la mayor eficiencia del privado

en la provisión de los servicios (Hodge y Greve, 2010). Una de las características

distintiva de la PPP es que combina la etapa de financiamiento, construcción, operación,

mantenimiento y renovación (“empaquetamiento” o bundling, en inglés). Esto puede

reducir el costo total del proyecto, ya que la empresa minimiza los costos del ciclo de

vida del proyecto (de hecho, en caso que esto esté incluido en el contrato, genera un

incentivo para que las obras se mantengan en buen estado). Aunque hay algunos estudios

que refieren a ganancias de eficiencia, la evidencia no es concluyente y señala que, en la

mayoría de los caos, la eficiencia depende del sector, del tipo y tamaño del proyecto, de

que el sector privado efectivamente aumente la inversión de capital y de las condiciones

nacionales en términos de regulaciones y gobernanza (Estache y Philippe, 2012).

B. Los riesgos fiscales de la PPP

La experiencia histórica también muestra que la PPP puede tener implicaciones

fiscales que conllevan altos riesgos para las finanzas públicas. Las consecuencias fiscales

de la PPP resultan de los pasivos firmes y de los contingentes. Los primeros son los

pagos establecidos en el contrato, por ejemplo, pago por parte de la administración

pública tras la puesta a disposición de la infraestructura o el inicio de la prestación del

servicio. Los segundos son los pagos a los que el Estado se compromete en caso que

ocurra un evento particular, por ejemplo, si el tipo de cambio de la moneda local cae o si

la demanda cae por debajo de cierto nivel. Por tanto, la ocurrencia, el valor y el

calendario de estos últimos están fuera del control de los gobiernos y se tratan fuera del

presupuesto. En la mayoría de los casos estos no son transparentes al público – o incluso

a los parlamentarios – dado que no son fácilmente cuantificables. Por ejemplo, un

informe de Oxfam y la Asociación para la Protección del Consumidor de Lesoto (2014)

Page 18: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

demostró que un hospital construido por PPP costaba USD 67 millones al año – al menos

tres veces más de lo que costaría en nuestros días el antiguo hospital público – y

consumía más de la mitad del presupuesto sanitario del gobierno6.

La experiencia también indica que las consecuencias fiscales de la PPP pueden

exacerbar crisis fiscales importantes, o pueden ser la causa de una crisis. Una nota

operativa del BM (2013) deja constancia de los diferentes ejemplos donde una crisis

macroeconómica estuvo fuertemente relacionada con el desempeño de proyectos de PPP:

“todos los proyectos viales por PPP en países afectados por crisis macroeconómicas

(Grecia, Portugal7 y España, recientemente, y antes Malasia y México) sufrieron

simultáneamente de desafíos de demanda (y enfrentaron riesgos de bancarrota) lo que

creó riesgos sistémicos” (BM, 2013:9). La baja en la demanda por un servicio por PPP (el

llamado “desafío de demanda”) surge como resultado de una menor actividad económica

durante la crisis, lo que resulta en un efecto dominó en el sector público.

C. La transferencia de riesgos

La noción de “transferencia de riesgos” también es clave en el análisis de una PPP.

Esto tiene relación con una pregunta crucial: ¿quién es el último responsable del proyecto

(y por tanto, de la provisión del servicio público)? La mayoría de la literatura analiza

cómo asignar riesgos de manera “eficiente”. Sin embargo, la práctica ha demostrado que

esto es complicado para la mayor parte de los Estados.

La prescripción estándar es que cada riesgo “debería ser asignado a la parte que está

mejor capacitada para manejarlo” (OCDE, 2012). En otras palabras, el sector privado

debería hacerse cargo de los riesgos y responsabilidades que puede manejar, lo que, en

teoría, reduce el costo total del proyecto para el sector público (por ejemplo, si el

operador privado tiene libertad para introducir racionalidad empresarial a todo el ciclo del

proyecto). Sin embargo, cuando los contratos de PPP están diseñados principalmente para

reducir los costos iniciales de la inversión (por ejemplo, para aumentar el espacio fiscal

6 Por más ejemplos concretos de proyectos PPP que representan un serio riesgo fiscal ver el sitio de

CEEBankwatch: https://bankwatch.org/public-private-partnerships/case-studies. 7 Para el caso de Portugal, ver Monteiro (2007), Abrantes de Sousa (2011) y Sarmento y Renneboog

(2014). De acuerdo a análisis del FMI “en 2014 los pasivos asociados a las empresas públicas y las PPP

representaban el 15% del PIB” (IEO-FMI, 2016).

Page 19: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

del sector público) sin la debida consideración por un “reparto de la carga justo”, el

resultado es que el costo habitualmente aumenta con el grado de riesgo transferido. Como

advierte el FMI (2004:14), “es posible que el gobierno sobre-valore los riesgos y sobre-

compense al sector privado por hacerse cargo de ellos, lo que aumentaría el costo de una

PPP respecto a un proyecto de público”.

En la práctica, se acuerdan muchas disposiciones para minimizar los riesgos del

sector privado que tienen consecuencias financieras sustanciales para el sector público.

Las empresas solicitan cada vez más el apoyo público en forma de subsidios, donaciones

o garantías para compensar por el riesgo vinculado a la demanda. Por ejemplo, las

garantías de ingresos mínimos proporcionadas por los Estados son una causa frecuente de

problemas fiscales. En este sentido, se pueden extraer lecciones importantes de la

experiencia de Corea del Sur: la carretera que une Seúl con el nuevo aeropuerto se

construyó a principios de la década de 1990 como una PPP. El Estado garantizó el 90%

de los ingresos previstos por un período de 20 años. El tráfico real resultó ser menos de la

mitad del previsto, por lo que la garantía implicaba que el Estado llenaba la brecha y

pagaba decenas de millones de dólares cada año a los inversionistas privados. Para 2011,

la carga total del gobierno por 36 proyectos de PPP con garantías de ingresos mínimos

había alcanzado un estimado de USD 2.600 millones (BM et al, 2014). Después de que se

aboliera el sistema de garantías mínimas de ingresos en 2009, disminuyó

considerablemente el nivel de participación del sector privado en el desarrollo de

infraestructura8.

Las empresas también podrían solicitar una compensación para asegurar que los

cambios de política a nivel nacional (incluyendo la política tributaria y las normas

ambientales) no las perjudiquen. Estas garantías son, sin embargo, extremadamente

problemáticas, dado que socavan la toma de decisiones democráticas y reducen la

capacidad de los Estados para promulgar nuevas leyes que, por ejemplo, respondan a

cambios a nivel nacional o internacional, e introducen medidas que pueden crear

competencia desleal con otras empresas del sector privado que no gozan de los mismos

privilegios.

8 Por más información sobre este ejemplo, ver Kim, Jungwook (2014). “Lessons from Korea’s Experience

with Public Private Partnerships (PPPs)”. Korea Development Institute, en G20 y BRICS Update de la

Fundación Heinrich Böll. Nº21. Este ejemplo también es mencionado en BM et al, 2014.

Page 20: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

Dado que la PPP se utiliza como un mecanismo para la provisión de servicios

públicos, la “distribución del riesgo” es, en sí misma, algo desigual. El Estado tiene la

obligación de garantizar al menos un nivel básico de servicios (salud, agua potable,

educación, seguridad), por lo tanto, es responsable de asegurar que la asociación con el

privado funcione. Esto significa que, si un proyecto (o uno de sus componentes) va mal,

el Estado tiene que rescatar el proyecto, es decir, terminar el contrato (habitualmente con

implicaciones financieras para el propio Estado) y operar el proyecto de manera pública o

bajo un nuevo contrato de PPP (Monteiro, 2007). En este caso, está claro que la

responsabilidad recae en el sector público, lo que significa que el Estado a menudo se

compromete a tratar de apoyar a la empresa privada o renegociar el contrato para evitar

su fracaso. Si la empresa falla espectacularmente, por ejemplo, se declara en bancarrota,

el Estado podría acabar rescatándola, lo que significa que las deudas privadas se

transferirán al sector público, y por ende, a los contribuyentes (Hall, 2015).

D. La capacidad de generar proyectos orientados a reducir la pobreza y la desigualdad

La PPP presenta varios desafíos al momento de impulsar proyectos cuyos resultados

contribuyan al desarrollo sostenible y a reducir la pobreza y la desigualdad. Primero, la

PPP tiene que ser comercialmente viables o las empresas privadas no tendrán incentivos

para participar. Esto limita el uso de esta modalidad para avanzar en áreas que en un

primer momento no son rentables y tiene consecuencias en las prioridades de inversión

del sector público: los proyectos de baja prioridad siguen adelante porque son

comercialmente más atractivos, es decir, la decisión sobre qué proyectos se implementan

se basa en consideraciones financieras. Los inversores se sienten atraídos por las

poblaciones más fáciles de atender, por lo que la inversión se inclina hacia las áreas más

ricas de los países (de ingresos medios), dejando que el Estado haga frente a las

comunidades más vulnerables. Esto implica un sesgo selectivo en la PPP, conocido como

“descremado”, y representa un desafío importante cuando lo que se busca es conseguir

resultados que mejoren los indicadores de pobreza y desigualdad (Estache y Saussier,

2014; Hall, 2015; Bayliss, 2016).

Page 21: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

Segundo, el argumento de eficiencia en relación con la PPP implica que la

participación privada puede resultar en mejoras que benefician a los usuarios. Los

beneficios incluirían: racionalizar los sistemas de producción, aumentar la productividad

y el nivel tecnológico y agregar valor al personal, a través de la formación y la

introducción de la innovación. Sin embargo, las empresas tienen mayores incentivos para

despojar al servicio de cualquier elemento que pueda reducir su potencial rentabilidad,

incluso los puestos de trabajo. Según Hall (2015), las mejoras en la eficiencia a menudo

se consiguen a través de salarios más bajos y de deterioro de las condiciones de trabajo.

Esto hace que los impactos de la PPP en el empleo sean uno de los temas políticamente

más sensibles para el Estado. Además, es necesario incluir en el análisis la asequibilidad

de los servicios para los usuarios y el impacto en la equidad. A menudo, los proyectos de

PPP crean infraestructura o servicios que incluyen el cobro de tarifas para los usuarios, a

fin de generar ingresos que permitan repagar la participación privada, lo que conlleva un

riesgo social, ya que los más pobres pueden no ser capaces de pagar los peajes y tarifas y,

por lo tanto, quedan excluidos del uso de la infraestructura o del servicio (en algunos

casos el sector público tiene que subsidiar para evitar impactos negativos en los pobres).

La experiencia revela en este punto resultados dispares, con variaciones de acuerdo a

los sectores. Trebilcock y Rosenstock (2013) concluyen que “el hallazgo sorprendente

(…) es el impacto limitado en la mejora del acceso”. Los autores sostienen que los

sectores de agua, salud y energía han resultado ser problemáticos, mientras que el sector

de las telecomunicaciones ha mostrado resultados positivos. En cuanto a si la PPP ha

permitido compartir las ganancias de eficiencia con los usuarios, en particular los pobres,

la evidencia está lejos de ser concluyente. Por ejemplo, Estache y Philippe (2012) indican

que en el sector del agua los pobres han sufrido significativamente los cambios en las

tarifas, lo que colocó una pesada carga financiera sobre ellos.

E. La gestión de la PPP

En los proyectos de PPP el sector público es responsable de la preparación,

negociación y administración de los contratos, así como de la supervisión y evaluación

del desempeño del contrato durante las fases de construcción y operación del proyecto.

Esto supone cambios en las funciones que tradicionalmente llevaba adelante el Estado, es

Page 22: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

decir, la producción y provisión directa de bienes y servicios, y requiere de capacidades

específicas. La mayoría de las evaluaciones, incluidas las del BM y la OCDE, ponen el

énfasis en que la capacidad a nivel nacional para negociar y gestionar PPP es un factor de

éxito esencial. Sin embargo, como muestra la Economist Intelligence Unit en sus

informes regionales de evaluación, esa capacidad es baja en muchos países9.

Tal como señalan Ahmad et al (2014), estructurar proyectos de PPP de manera

adecuada y asegurar que estos resulten en los beneficios esperados es una tarea compleja

y poco obvia. En la PPP, por tanto, las capacidades estatales y el desarrollo institucional

juegan un rol aún más sustancial que en la provisión pública de servicios (Jooste et al,

2009). Aunque en muchos casos se recomienda aumentar la coordinación interministerial

y crear una “Unidad para PPP” que centralice el proceso de preparación y evaluación de

proyectos, no existe una receta única de cómo construir y fortalecer las capacidades del

Estado. En muchos casos, la sola existencia de dicha unidad puede suponer la aprobación

implícita del mecanismo financiero en lugar de otras opciones. En teoría, el desafío es

construir y fortalecer capacidades para financiar proyectos de la manera más adecuada, lo

que incluye especificar una distribución de riesgos eficiente (a partir de una definición

clara) y llevar a cabo una evaluación de “Valor por Dinero” que sustenten una decisión –

y no que sirva de justificación para una decisión política tomada previamente. Para esto

es también clave un análisis sectorial que tenga en cuenta las especificidades de los

proyectos de infraestructura física (vial, por ejemplo), en oposición a los proyectos del

área social.

Otras dos consideraciones a tener en cuenta en la gestión pública de la PPP son la

transparencia y la participación de los diferentes actores interesados. Como se menciona

en los Principios Globales de Contratación Abierta (2013), la publicación proactiva de

documentos e información relacionada con la contratación pública, incluidos los

contratos de PPP, es clave para que se pueda comprender, hacer seguimiento y rendir

cuenta por los resultados. Esto implica publicar los contratos, estudios de factibilidad,

9 El índice Infrascopio está diseñado y construido por la Economist Intelligence Unit y el auspiciado por el

BID y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo. De acuerdo a su sitio web, el índice “es una

herramienta de evaluación comparativa que evalúa la capacidad de los países para implementar PPP

sostenibles y eficientes en sectores clave de infraestructura, principalmente transporte, electricidad, agua y

gestión de residuos sólidos. Su objetivo es ayudar a los responsables de la formulación de políticas a

identificar los desafíos a la participación del sector privado en infraestructuras que, de ser superadas,

podrían desbloquear el poder de las PPP y apoyar el desarrollo más amplio”. Ver: http://infrascope.eiu.com/

Page 23: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

documentos de licitación y evaluaciones de desempeño, entre otros. Además de los

contratos es también necesario publicar las estrategias sectoriales que impulsan la

aplicación de políticas en un área determinada, para que los ciudadanos y los

parlamentarios puedan comprender quién pagará a quién, cuándo y desde qué partida

presupuestal.

A pesar del reconocimiento retórico de su importancia, la implementación de

políticas de acceso a la información pública es irregular. Algunos países han avanzado

hacia un enfoque proactivo en la divulgación de la información, pero otros todavía se

basan en las leyes de acceso a la información pública para permitir el escrutinio público

(información bajo pedido), lo que puede insumir mucho tiempo para los ciudadanos y no

consideran el acceso a la información pública como un derecho humano. Un problema

clave es que los contratos de PPP están regidos por leyes comerciales y de competencia,

donde las cláusulas de confidencialidad son más exigentes que las que prevalecen en la

administración pública. Esto se traduce en una menor transparencia de los proyectos y un

escrutinio público limitado, lo que socava la rendición de cuentas democrática y presenta

mayores oportunidades para el comportamiento corrupto.

Al mismo tiempo, una premisa clave para la buena gobernanza de la PPP es que los

gobiernos consulten públicamente – sobre una base informada – a los diferentes actores

interesados en los proyectos, es decir, sindicatos, organizaciones de la sociedad civil y

comunidades locales (Jooste et al, 2009). Estos habitualmente tienen un acceso desigual a

la información menor influencia sobre las decisiones de las empresas, en comparación

con los principales inversionistas. La OCDE también ha identificado esta necesidad en

sus principios para la gobernanza pública de los PPP (2012:4): “la comprensión popular

de la PPP requiere una consulta activa y un compromiso con las partes interesadas, así

como también la participación de los usuarios finales en la definición del proyecto y

posteriormente en el control de la calidad del servicio”. Aunque en muchos casos existe

un reconocimiento público de la relevancia de un proceso de debate público inclusivo, las

buenas intenciones no siempre se corresponden con la práctica.

5. Apuntes a modo de conclusión

Page 24: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

La PPP se promueve cada vez más como una forma de asegurar los fondos

necesarios para la ejecución de proyectos de desarrollo económico y social. A nivel

internacional se la promueve para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible

establecidos en la Agenda 2030 de Naciones Unidas. El impulso retórico se ha traducido

en un importante aumento en la cantidad de dinero invertido en PPP en los países en

desarrollo, en paralelo a una disminución de su uso en Europa. En parte porque la crisis

del euro ha ralentizado en general las inversiones en infraestructura, pero también porque

los gobiernos europeos han aprendido de los fracasos espectaculares de PPP mal

diseñadas. Sin embargo, las diferentes iniciativas indican que las instituciones financieras

internacionales y europeas, impulsadas por los gobiernos de los países desarrollados,

promueven un modelo en el Sur global que ha fracasado dentro de sus propias fronteras.

Si bien los partidarios de la PPP subrayan las ganancias de eficiencia del modelo, los

gobiernos suelen preferir la PPP a la obra pública tradicional porque las prácticas

contables les permiten mantener el costo del proyecto y sus pasivos contingentes fuera de

las cuentas públicas, lo que implica que el costo real del proyecto permanece oculto (la

PPP típicamente no afecta el déficit presupuestario ni es considerada deuda pública). La

PPP, por tanto, parece más barata de lo que realmente es, al menos en los primeros años

de un proyecto, pero crea costos sustancialmente más altos en los años siguientes. Esto

genera incentivos perversos a favor de la PPP que limitan una toma de decisión basada en

criterios de eficiencia. En la práctica, la PPP no es fiscalmente muy distinta de la

provisión pública y, por tanto, debería estar incluida en el balance fiscal.

A partir de los desafíos enumerados es posible extraer algunos puntos críticos:

La PPP es, en la mayoría de los casos, el método de financiación más costoso,

aumentando significativamente el costo del proyecto. En algunos casos pueden

ser dos veces más caros para el erario público que si el Estado hubiera tomado

prestado de los bancos privados o emitido bonos directamente.

La PPP es una forma muy arriesgada de financiamiento para las instituciones

públicas. Sus implicaciones fiscales provienen de pasivos contingentes no

transparentes y el hecho de que el Estado debe asegurar la provisión de servicios.

La PPP suele ser muy compleja de negociar e implementar y, a menudo, implica

mayores costos de transacción que la obra pública. La PPP es renegociada con

Page 25: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

demasiada frecuencia y, en la mayoría de los casos, esto conlleva importantes

costos para el sector público debido a la posición privilegiada de la empresa.

La evidencia del impacto de la PPP en la eficiencia es muy débil. Las ganancias

de eficiencia dependen del sector, el tipo y tamaño de los proyectos, de que el

sector privado aumente la inversión de capital según se acordó contractualmente

y del contexto del país en términos de regulaciones y buena gobernanza.

La capacidad de la PPP para generar resultados orientados a reducir la pobreza y

la desigualdad varía enormemente entre sectores. Los proyectos de PPP que

implican el cobro de una tarifa a los usuarios deben considerar la asequibilidad

de los servicios y el impacto en la equidad. Es indispensable un análisis sectorial

que tome en cuenta la calidad del servicio y el impacto en los usuarios.

La gestión pública de la PPP implica desafíos importantes para las capacidades

del sector público, particularmente en los países en desarrollo, donde no siempre

existen las capacidades técnicas. Los proyectos habitualmente sufren de baja

transparencia y un escrutinio público limitado, lo que socava la rendición de

cuentas democrática y ofrece mayores oportunidades para la corrupción.

Es probable que los contratos PPP continúen en la agenda de los gobiernos durante

los próximos años. Por tanto, es clave recoger las lecciones de la experiencia

internacional y desarrollar las herramientas adecuadas a nivel nacional para determinar si

– y en qué circunstancias – es conveniente elegir la PPP en lugar de las obra pública. Los

gobiernos deberían elegir el mejor mecanismo de financiación, incluido el examen de la

opción de endeudamiento público, sobre la base de un análisis de los costos y beneficios

durante toda la vida del proyecto. Los costos de la PPP tendrían que ser incluidos en las

cuentas nacionales y las estadísticas deberían reflejar los pasivos contingentes y las

causas ante las cuales se harían efectivos. Esto aumentará la transparencia de la PPP y la

rendición de cuentas democrática.

Page 26: Los contratos de participación público-privada (PPP) en la

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