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amiga española y yo decidimos cruzar hacia Berlín Oriental. para echar un vis- tazo a ese otro mundo vedado por las reglas invisibles de la guerra fría. Deci- dimos hacer la visita en autobús. lo que supone un tour con dos o tres paradas prefijadas. después de cruzar el muro tristemente célebre por el mentado Checkpoint Charlie. que los lectores de Le Carré deben recordar. Llevamos nuestros pasaportes. pagamos nues- tros pasajes y el autobús se pone en marcha. El muro es más bajo de lo que imagi - naba. o por lo menos lo es en la zona donde lo atravesamos; su trazado es caprichoso y corresponde a diversas é- pocas y necesidades ; a veces divide lo que parece haber sido una sola vencin- dad. Más me impresionan las crucetas de acero sembradas en las cercanías del Checkpo int para señalar un terreno de seguridad: aquí estamos todavía en guerra y Berlín. tras sus luces modernas y su adelanto visible en muchos aspec- tos . es de todos modos una ciudad ocu- pada por ejércitos extranjeros y recelo- sos entre ellos. El autobús se dirige ha- cia un costado . buscando una desierta zona de estacionamiento. La desola- ción y la grisura son opresivas ; el calor no lo hace mejor. pero me imagino que en medio del invierno. este lugar debe ser un lugar terrible. Al fondo. vemos una pequeña caseta de material provi- sional. con unas coquetas y domésticas cortinas blancas; allí dentro deben vivir los guardias. quizá con sus familias. Uno de ellos sale. lentamente. mientras se enjuga el sudor bajo la gorra. Sube a nuestro vehículo y con gran parsimonia -el tiempo se ha congelado yeso es parte del sistema: impone una autori- dad abstracta. impersonal e inapela- ble- va revisando nuestros pasaportes. confrontando la cara con la foto . Luego el guardia se los lleva a la caseta ; vuel- ve con la misma lentitud y los devuelve: hemos sido aprobados . Reemprende- mas la marcha y terminamos de cruzar esa tierra de nadie. Justo al llegar al otro lado. el autobús se detiene y reco- ge a nuestra guía: una robusta alemana con uniforme un poco militarizado y un inglés con fuerte acento germán ico. La visita comienza . La guía nos va señalando los puntos de interés. con pequeños recuentos históricos y mucha propaganda cuando se trata de estadís- ticas de sueldos o de viviendas para obreros. Ber{ín Oriental luce más anti- guo que el Occidental y tiene hermosos edificios y plazas que han sobrevivido los embates del tiempo y las guerras. Me habría gustado caminar cerca de la Puerta de Brandenburgo. pero me con- tento con apreciarla a la distancia. La diferencia más visible entre el estilo de vida que uno encuentra en la calle de una y otra ciudad. es que aquí el tránsi- to es más fluido y que los autos parecen sacados de una película de postguerra : no son viejos. pero sí modestos y monó- tonos. La gente se ha volcado a las plazas huyendo del calor y hay un aire fes- tivo. Hacemos la primera parada ritual: significativamente. descendemos en un inmenso cementerio de soldados sovié- ticos. víct imas de los últimos días de re- sistencia en Berlín. La guía se complace en mostrarnos las horribles esculturas fúnebres que lo decoran : el viejo solda- do. el joven soldado y "the Weeping Mother". La ampulosidad de los monu- mentos es totalmente operática y los gestos son marcadamente religiosos. aunque la intención sea fielmente leni- nista. La siguiente parada es para des- cansar y la última es para visitar el Per- gamon Museum. famoso por sus piezas babilónicas y asirias. El contenido es in- valorable. pero su disposición y la ins- talación del museo son anticuadas. casi escolares. Caminamos un poco. toma- mos fotos. hacemos bromas para que- brar la rigidez del tour. El regreso es una repetición monóto- na de la ida. Observo que mientras revi- san otra vez nuestros pasaportes. un guardia repasa la parte inferior del óm- nibus con grandes espejos. Elcomparti- mento de equipaje parece. además. in- teresarles mucho. La agobiante cere- monia concluye y provoca en mí una breve reflexión sobre la hipocresía y la vileza de la política que impone su garra sobre ciudades y hombres en cualquier latitud. Que se trate de palestinos. afga - nos. polacos o berlineses no hace mu- cha diferenc ia: hay ciudades cautivas por las que podemos pasear sin darnos cuenta de su verdadera situac ión . El muro cumple un papel: nos recuerda que los paraísos de las doctrinas son avernos de cemento a los que se puede condenar a pueblos enteros por tiempo indefinido -una eternidad con facha- das de mentiras. Nuestro Festival. que trataba de romper otros muros . no de bió ignorar este tema. inescapable para 51 cualqu ier intelectual contemporáneo. La fealdad de nuestro mundo es sobre todo moral. José MiguelOviedo Los Angeles. julio 1982 DE ¡%%%S%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%% LOS ROSTROS ANTIGUOS (Una visita a la exposición del Templo Mayor en el Museo Nacional de Antro- pología) Una vez más los viejos dioses están presentes. Los rostros antiguos vuel- ven. con mirada de siglos. a observar- nos a quienes los vemos absortos . Aquí están otra vez con la vírgula de la pala- bra invisible en la boca. Vuelve a esta- blecerse el diálogo interrumpido cua- trocientos años atrás (cuatrocientos en náhuatl quiere decir innumerables) . Otra vez están frente a frente el tiempo ido y el tiempo reconquistado. Aquí y allá se levantan figuras cuyos ojos hue- cos de tiempo nos miran asombrados . Es el tiempo roto ... Hagamos un recorrido por esta gale- ría de rostros. Aquí vemos las máscaras del sur. del actual estado de Guerrero. de la zona de Mezcala . Son de una gran sencillez y a la vez muy diferentes unas de otras. Las hay con las cuencas de los ojos saltones y otras en que los rasgos de la cara si acaso están esbozados. Hay figuras de cuerpo entero. una de ellas con las piernas abiertas. en una posición que se nos antoja lúbrica. y en donde los genitales apenas se advier- ten. Son. en fin. máscaras y figuras de áreas tributarias . sojuzgadas por el me- xica expansionista . Su presencia en el Templo Mayor es muestra evidente del pueblo vencido. Son rostros doblega - dos y sujetos. En alguna ocasión el me- xica se percató de que algunos pueblos del sur se rebelaban negándose a pagar el tributo impuesto. Fue en el reinado de Ahuízotl. Su suerte quedó sellada:

LOS ROSTROS ANTIGUOSdimos hacer la visita en autobús. lo que supone un tour con dos o tres paradas prefijadas. después de cruzar el muro tristemente célebre por el mentado Checkpoint

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amiga española y yo decidimos cruzarhacia Berlín Oriental. para echar un vis­tazo a ese otro mundo vedado por lasreglas invisibles de la guerra fría . Deci­dimos hacer la visita en autobús. lo quesupone un tour con dos o tres paradasprefijadas. después de cruzar el murotr istemente célebre por el mentadoCheckpoint Charlie. que los lectores deLe Carré deben recordar. Llevamosnuestros pasaportes . pagamos nues­tros pasajes y el autobús se pone enmarcha.

El muro es más bajo de lo que imagi ­naba . o por lo menos lo es en la zonadonde lo atravesamos; su trazado escaprichoso y corresponde a diversas é­pocas y necesidades ; a veces divide loque parece haber sido una sola vencin­dad. Más me impresionan las crucetasde acero sembradas en las cercaníasdel Checkpo int para señalar un terrenode seguridad: aquí estamos todavía enguerra y Berlín. tras sus luces modernasy su adelanto visible en muchos aspec­tos . es de todos modos una ciudad ocu­pada por ejércitos extranjeros y recelo ­sos entre ellos. El autobús se dir ige ha­cia un costado . buscando una desiertazona de estacionamiento . La desola­ción y la grisura son opresivas ; el calorno lo hace mejor . pero me imagino queen medio del invierno. este lugar debeser un lugar terrible. Al fondo. vemosuna pequeña caseta de material provi­sional. con unas coquetas y domésticascortinas blancas ; allí dentro deben vivirlos guardias. quizá con sus familias.Uno de ellos sale. lentamente. mientrasse enjuga el sudor bajo la gorra. Sube anuestro vehículo y con gran parsimonia-el tiempo se ha congelado yeso esparte del sistema: impone una autori­dad abstracta. impersonal e inapela­ble- va revisando nuestros pasaportes.confrontando la cara con la foto. Luegoel guardia se los lleva a la caseta ; vuel­ve con la misma lentitud y los devuelve:hemos sido aprobados . Reemprende­mas la marcha y terminamos de cruzaresa tierra de nadie. Justo al llegar alotro lado . el autobús se detiene y reco­ge a nuestra guía: una robusta alemanacon un iforme un poco militarizado y uninglés con fuerte acento germán ico.

La visita comienza . La guía nos vaseñalando los puntos de interés. conpequeños recuentos históricos y muchapropaganda cuando se trata de estadís­ticas de sueldos o de viviendas para

obreros. Ber{ín Oriental luce más anti­guo que el Occidental y tiene hermososedificios y plazas que han sobrevividolos embates del tiempo y las guerras.Me habría gustado caminar cerca de laPuerta de Brandenburgo. pero me con­tento con aprec iarla a la distancia. Ladiferencia más visible entre el estilo devida que uno encuentra en la calle deuna y otra ciudad. es que aquí el tránsi­to es más fluido y que los autos parecensacados de una película de postguerra :no son viejos. pero sí modestos y monó­tonos. Lagente sehavolcado a las plazashuyendo del calor y hay un aire fes­tivo. Hacemos la primera parada ritual:significativamente. descendemos en uninmenso cementerio de soldados sovié­ticos. víct imas de los últimos días de re­sistencia en Berlín. La guía se complaceen mostrarnos las horribles esculturasfúnebres que lo decoran : el viejo solda­do. el joven soldado y " the WeepingMother". La ampulos idad de los monu­mentos es totalmente operática y losgestos son marcadamente religiosos.aunque la intención sea fielmente leni­nista. La siguiente parada es para des­cansar y la última es para visitar el Per­gamon Museum. famoso por sus piezasbabilónicas y asirias. El contenido es in­valorable . pero su disposición y la ins­talación del museo son anticuadas. casiescolares. Caminamos un poco. toma­mos fotos. hacemos bromas para que­brar la rigidez del tour.

El regreso es una repetición monóto­na de la ida. Observo que mientras revi­san otra vez nuestros pasaportes. unguardia repasa la parte inferior del óm­nibus con grandes espejos. El comparti ­mento de equipaje parece. además. in­teresarles mucho. La agobiante cere­monia concluye y provoca en mí unabreve reflexión sobre la hipocresía y lavileza de la política que impone su garrasobre ciudades y hombres en cualquierlatitud. Que se trate de palestinos. afga ­nos. polacos o berlineses no hace mu­cha diferenc ia: hay ciudades cautivaspor las que podemos pasear sin darnoscuenta de su verdadera situac ión . Elmuro cumple un papel : nos recuerdaque los paraísos de las doctrinas sonavernos de cemento a los que se puedecondenar a pueblos enteros por tiempoindefinido -una eternidad con facha­das de mentiras. Nuestro Festival. quetrataba de romper otros muros . no debió ignorar este tema. inescapable para

51

cualqu ier intelectual contemporáneo.La fealdad de nuestro mundo es sobretodo moral.

José MiguelOviedo

Los Angeles. julio 1982

DE

¡%%%S%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

LOS ROSTROSANTIGUOS

(Una visita a la exposición del TemploMayor en el Museo Nacional de Antro­pología)

Una vez más los viejos dioses estánpresentes. Los rostros antiguos vuel­ven. con mirada de siglos. a observar­nos a quienes los vemos absortos. Aquíestán otra vez con la vírgula de la pala­bra invisible en la boca. Vuelve a esta­blecerse el diálogo interrumpido cua­trocientos años atrás (cuatrocientos ennáhuatl quiere decir innumerables) .Otra vez están frente a frente el tiempoido y el tiempo reconquistado. Aquí yallá se levantan figuras cuyos ojos hue­cos de tiempo nos miran asombrados.Es el tiempo roto ...

Hagamos un recorrido por esta gale­ría de rostros. Aquí vemos las máscarasdel sur. del actual estado de Guerrero.de la zona de Mezcala . Son de una gransencillez y a la vez muy diferentes unasde otras. Las hay con las cuencas de losojos saltones y otras en que los rasgosde la cara si acaso están esbozados.Hay figuras de cuerpo entero. una deellas con las piernas abiertas. en unaposición que se nos antoja lúbr ica. y endonde los genitales apenas se advier­ten. Son. en fin. máscaras y figuras deáreas tributarias . sojuzgadas por el me­xica expansionista . Su presencia en elTemplo Mayor es muestra evidente delpueblo vencido. Son rostros doblega­dos y sujetos. En alguna ocasión el me­xica se percató de que algunos pueblosdel sur se rebelaban negándose a pagarel tributo impuesto. Fue en el reinadode Ahuízotl. Su suerte quedó sellada:

(Fotografías de Salvador Guilliem.)

los ejércitos del Tlatoani (el que habla,el que tiene el poder de la palabra) mar­charon y asolaron totalmente a las trespoblaciones rebeldes. Alahu iztlan , Oz­turna y Teloloapan. Dice la crónica deDurán al referirse a las dos primeras:

... . .mandó el rey fuesen del tododestruídas y desoladas aquellas dosciudades. sin que quedase hombre nimujer a vida, sino que todos fuesenmetidos a cuchillo, excepto los ni­ños. a los cuales mandó el rey fuesencaut ivos a la ciudad de México, yque viejo ni vieja no quedase ningu­no que no muriese .. ." (Durán,1951)

Nada quedó, con excepción del ros­tro de la muerte .. .

Pero sigamos nuestro recorrido.Aquí están los venados y dardos de ala­bastro. Su presencia nos recuerda el á­rea del Estado de Puebla. donde abun­dan estos materiales . La delicadeza conque están hechos son fiel exponentedel artista que los creó. También estánpresentes las ollas policromadas queposiblemente provienen de la mixteca.Una de ellas representa a Tláloc, el diosdel agua, con los típicos atributos deesta deidad. La otra. magníficamentepolicromada, nos muestra una diosaque tal vez guarda relación con el agua.

Veamos ahora qué nos da el artemexica . Aquí y allá asoman sus rost rosy en algunos casos nos recuerda n elpreámbulo de la muerte. Es la presenciade los dioses viejos, de ancianos senta­dos con su boca desdentada. Son losXiuhtecutl i o dioses viejos y del fuego .En no pocas ocasiones ellos presidenlas ofrendas. Simbolizan el centro delmundo y también del hogar. Es, porcierto, la representación de uno de es­tos dioses la más antigua que se cono­ce en el alt iplano . Proviene de Cuicuil­ca. lugar que. paradój icamente, fuedestruído por el fuego y la lava del Xitle .

Muy cerca del conjunto de ancianosdioses está una pieza de madera queremata en un cráneo . La humedad enque estuvo durante siglos la afectó, y esasí como se nos insinúa semidescarna­da, corroída por el t iempo . Otro rostroque vemos -y nos ve- es el de la más­cara blanca de alabastro con incrusta ­ciones para imitar ojos y dientes. Cercade él tenemos el caracol en piedra. sím­bolo de la fert ilidad, asociado directa­mente al agua, a Tláloc. Varias figurasde los llamados portaestandartes tam­bién están presentes . Visten un sencillomaxtlatl (taparrabos) y en sus manosempuñadas debieron tener algún ele­mento que el tiempo destruyó. Hemosllegado a pensar que en realidad estasfiguras representan a los centzohuizna­hua (los cuatrocientos sureños) contra

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los que combate Huitzilopochtli en elcerro de Coatepec. Algunos de ellos te­nían en el pecho una oquedad y en suinterior cuenta s de piedra verde que re­presentan el corazón. devorado por eliracundo dios en su singular combate.Después seguirá devorando corazonesde los enem igos que le son sacrifica­dos. apode rándose de su anecuyotl (sudest ino ). a través del sacrifici o repetidoconstantemente en el Templo Mayor deTenocht it lan.

y así llegamos al final. para ver elrostro de la vida .. . y de la muerte: elCaballero Aguila. Vida para el mexicaque a t ravés de la guerra conseguía eltributo necesario para el sostenimientode Tenochtitl an. y muerte para los pue­blos conquistados. Está coronado conla enorme cabeza de águila de cuyopico entreabierto emerge . prepotente,el rost ro del guerrero. Soldado fiero,creyó que con sus escudos y sus fle­chas sostendría a Tenochtit lan. Sin em­bargo. la t ierra lo cubrió todo. De susheridas volvieron a surgir los rostros an­tiguos. - 1Déjanos salir! . .. y allí están,viendo pasar el testimonio de los si­glos .. .

Escuchemos el canto del guerreroque se negó a morir:

Desde dond e se posan las águilas,desde donde se yerguen los tigres ,el sol es invocado.Como un escudo que baja,así se va poniendo el sol.en México está cayendo la noche,la guer ra merodea por todas partes.[oh, dador de la vida !Se acerca la guerra.Orgullosa de sí mismase levanta la ciudad de México­

Tenochtitla n.Aquí nad ie tem e la muerte en la gue-

rra.Está es nuestra gloria.Este es tu mandato.¡Oh. dador de la vida lTenedlo presente . oh príncipes. no lo

olvidéis.¿Quién podrá sitiar a Tenocht it lan?¿Quién podrá conmover los cimien­

tos del cielo . .. ?Con nuestras flechas, con nuestros

escudos.está existiendo la ciudad ,IMéxico-Tenochtit lan subsiste!

'Eduardo Matos Moctezuma