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Un alegato que busca un nuevo enfoque del hombre y de la Historia.
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Los sentimientos. La sicohistoria, la sicoantropología,
la sicología de los hombres. 22/07/2014 Samuel Benito de la Fuente
«La «producción social del deseo» interesó
profundamente a Marx. Consideraba —como Engels—
que cada modo de producción determina los deseos del
individuo, y que convertir el deseo en conciencia de
una falta o de una carencia es pervertirlo, hacerlo
depender del «tener», de la posesión, de la propiedad
privada como única vía posible de satisfacción. En la
economía capitalista, añade, hay un refinamiento de los
deseos que impiden su satisfacción. Ése es el
funcionamiento trágico de la sociedad de consumo,
como expliqué en el primer capítulo.»
J. A. Marina, 2009: Las Arquitecturas del Deseo.
Una Investigación sobre los Placeres del Espíritu.
Anagrama. Barcelona.
Los sentimientos. Ese lugar turbulento donde se mueven nuestras sensaciones, del
mundo, del pasado, de la política, de la sociedad… De nuestro propio ego. No
olvidemos las ideas griegas del “sentir”, que engaña; tampoco nos olvidemos que,
también, el griego y por ende el occidental piensan “viendo”: por eso decimos, “lo veo”,
cuando entendemos. Aquel mundo, para ellos, el que veían, era engañoso, turbulento,
que detrás de él, tenía algo, era un mundo reflejado por el de las ideas: Platón.
Aristóteles se fue hacia la rama que continuarían los anglos: el empirismo. Es decir,
mirar, sin más, en muchos casos: los hechos —y no todo son hechos. Además, tenemos
a estoicos y epicurios, pero en sus cosmologías deberían ser, en estos casos, platónicos o
aristotélicos.
Y digo turbulento porque el subconsciente esconde lugares, trampas y telas de arañas
dignas de ser vistas. Y no es más que uno mismo quien puede saber mejor sobre sus
propios sentimientos. Pero, a veces, no viene mal una persona para que nos diga lo que
no vemos tras la tela de araña —cuya fabricadora no es más que nuestra misma
cabeza—: mediante la Sicología y sus sicólogos por ejemplo, los cuales tampoco he
tragado mucho en mi vida, pero la Sicología es muy interesante para mí.
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Nos ahogamos en nuestras sensaciones, a veces hasta no entenderlas. Respiramos y
sentimos. Escuchamos música, como ahora hago escribiendo esto, y lo que escuche me
influye. El latir del corazón, cambia; cambia según el ritmo de ésta, del sonido, etc. —
Un músico seguro que sabría explicarlo mejor—. Ya escribí algo sobre música, pues.
Ya se ha escrito que la música de los establecimientos comerciales no es casual; sería,
de nuevo, digno de ser estudiado más a fondo, aunque creo que está un poco
sobredimensionado: todos los estímulos, subliminales o no, están marcado por lo que el
ego - sujeto deja que le influyan —o eso pienso yo (ver mi concepto de Libertad y de
moral, que enroca en Kant—. Y posiblemente esto no sea casual: ando escuchando
ahora mismo una de mis canciones favoritas de Pink Floyd, The Dogs of War, una
crítica al Capitalismo.
Ando aún leyendo a José Antonio Marina y su Las arquitecturas del deseo. Una
Investigación sobre los placeres del espíritu (ya citado). Y me gusta su definición de
“psicoanálisis social”, a lo que hace él; yo lo llamaría “sicología social”, o al menos en
mi caso: aunque me gusta el sicoanálisis, hay más que sicoanálisis en la Sicología.
Durante el s. XX ha habido una aparente lucha entre ambas, sicología y sociología, pero
me parece errónea esa seudodialéctica, esa dicotomía, aun necesaria. La Antropología,
para mi profesor de Hª Social Contemporánea, era la “posmoderna”, la que se lleva
ahora: y empiezo a pensarlo cuando Bones, una de mis series favoritas ahora y que es
archiconocida, su protagonista es antropóloga, en una combinación empirista de
científica pura y social —nosotros, los historiadores, ya no sabemos ni por qué
decantarnos, si somos de verdad o no científicos…: en mi gusto, yo pienso que sí y no a
la vez; no somos los científicos naturales, pero hacemos una “Ciencia” (y más en el
término primigenio, que significa saber, parte de la Filosofía, pues), aunque en el
término actual de Ciencia y de científicos, quizás, no lo seamos del todo—.
Supuestamente, la Antropología combinaría ambas, estudiando las sociedades humanas
y así incluidas las particularidades individuales; pero hay que reconocer que, la teoría es
una cosa y la práctica otra: pues, la Antropología es la vieja Etnología, y ésta se
encargaba de las etnias, y sigue siendo en gran medida etnológica a día de hoy. Y, por
otro lado, me parece absurda esta división a la que se someten algunos sin salir:
Antropología los antropólogos, Sociología los sociólogos, Sicología los sicólogos…
Como historiador y como seguidor por tanto de los Annales, soy seguidor de que las
Ciencias Sociales, como la Ciencia en general, el saber por tanto (ya que además ahora
lo que estaba usando era el concepto ciencia primigenio), deben de estar unificadas.
Pero, a diferencia de los Annales, voy a hacer una traición: es la Filosofía el total,
porque significa “amor al saber”, a pesar de que en la práctica, el historiador hace
Historia y el filósofo hace, generalmente, metafísica, moral, etc. Es por eso que
cualquier historiador, si es algo “sabio” (que no sabiondo), debería saber un poco de
todo: porque en la Historia (en el pasado), hay de todo. Hay filosofía. Podemos querer
ser científicos e imparciales, pero somos humanos y hay parcialidades; podemos querer
ser objetivos, y hablar de datos, pero también hay que meterse en el “marrón”. Está
claro que la Historia a veces es el instrumento de ciertas personas, y quizás no debería…
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Sí; pero la Historia también debe ser un instrumento. Existe la Historia por un lado,
existe la Filosofía; pero ambas conviven y deben convivir porque son lo mismo. Nadie
ni no es ni dejar de ser, por tener órganos separados en dicotomías (como decía
Fernando, mi profesor de Lengua y Literatura de 1º de Bachillerato): sep, esto es un
poco filosofía de cartón…
Marina es uno de estos “filósofos” que también es “científico”. Según él, es un
investigador privado. Es muy interesante esa definición. Él tiene una intención
sicoanalística, y es que en esta obra abre, o por lo menos intenta, como tantos otros
anteriores —E. Fromm y su Miedo a la Libertad, obra que la tengo pendiente—, al
mundo de la puerta de detrás. Sus primeras líneas hablan de esa “arquitectura del
deseo”, y son sin duda un “placer”.
Al mismo tiempo, todo Estado necesita de una sociedad, una sociedad coordinada para
realizar una tarea de autosuficiencia, que como decía en otra obra Marina, es
supraviviente; lo que quiere decir: hace algo más que sobrevivir, tiene un mundo
creado, representado por construcciones, que en la gran parte de los casos, se enlazan
con esos sentimientos naturales en los seres vivos. El Estado está construido para un fin:
un método económico, sigamos a Marx. Pero detrás de ese método económico está el de
sobrevivir (biológico, darwinista) y supravivir (ideativo, simbólico). Y el supravivir, el
superestado de Marx seguramente, es mucho más complejo (mucho más de lo que Marx
creía). Marina, acá, nos deja ver las maneras sutiles que tiene el Capitalismo y su actual
forma de producción, el máximo de las “subformas evolutivas que ha tenido” éste, el
cual, es el consumismo. Lo que provoca. Y es sorprendente, porque además, yo también,
que soy algo investigador, sospechaba algo así, y me ha sorprendido la forma en cómo
daba en el clavo cuando lo leí, por desgracia por otro lado.
Son los sistemas invisibles. Es el propio sistema tras el sistema, lo que recorre la
epidemis de la actual sociedad, y sólo las “contradicciones marxistas” (yo diría) las que
hacen que haya una contraposición a esto: es decir, personas fuera del “tópico”, de lo
dicho, lo que hace que se separe de la masa; y todos somos diferentes, pero por un lado,
irónicamente, nos crean los “publicistas”, los vendedores de humo, el Capital (sep), la
idea de que “todo somos iguales” y nos las venden a todos: vamos, que todos somos
igualmente… diferentes. Por favor… Qué cinismo y estupidez. Qué banal. Ni nadie es
del todo igual, ni nadie es totalmente diferente…
Los marxistas (más bien los más heterodoxos) ya han hablado mucho de esto, pero creo
que muchas veces juguetean con las sombras y no se van a verlas: prefieren quedarse
mirando de lejos. Teorizan, vamos. Es por eso, que Marina con un lenguaje en plata,
aunando Ciencia y Filosofía, haga un planteamiento enormemente practicable para la
Historia, y que ya se había apuntado con las “Historias de los miedos”, “de los
placeres”, etc. —que no llevaban a un conjunto más uniforme, de conjunto, en mi
opinión—, el cual aun así es muy complicado: los sistemas invisibles de una
sicosociedad (término que acabo de crearme, de la chistera). Y sí, suena mal. Lo que
quiero decir es: los sentimientos, los impulsos, que se mueven por detrás a la sociedad y
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la hacen actuar como actúa. La Hª de las Mentalidad va por esos lares, pero… No sé,
creo que le falta una muesca más, una combinación de lo que se ha hecho antes: no
dejar la Hª. Política, ni la Hª. Económica ni Socioeconómica, ni menos la Cultural.
Tampoco me ha parecido correcto dejar atrás una Historia hecha sin esas “dicotomías,
separaciones temporales”: es decir, ¿por qué no escribir sobre la Historia desde el
comienzo incluso del Universo hasta nuestros días? ¿Cuando, si es que la encuentran,
haya vida en otros planetas, separaremos su “historia” de la nuestra? Me parece que, sí,
sería verdaderamente correcto, pero para entendernos, habrá que hacer una Historia, una
historia completa de ambos. Entiendo que, como humanos, es normal que la Historia
genérica sea antropocéntrica, pero lo que es una pena es que seamos no más que un
regurgitar de conocimientos, y no verdaderos filósofos historicistas (no en el término
histórico de historicista), o historiadores filosofeantes —uff…, sí que suena mal, ¡por lo
dioses!, jajaja…—. Y pronto no seremos nada: los antropólogos nos ganarán la partida.
O, quizás, como la moda historicista del s. XIX, sea esta otra temporada histórica, que
está a Antropología 3 x 1… Hasta yo, a lo Bones, me estoy poniendo a la moda; pero
me parece, a pesar de todo, patética la máxima tergiversada del consumismo (–
Capitalismo en un mundo Globalizado y de Masas), manipulando hasta el término
libertad e incluso los de liberalismo, propiedad privada y la misma del Capitalismo.
Aunque, quizás, como decía, también esto sea una moda. Pronto estos sentimientos que
deambulan por detrás de nosotros, los que me hacen escribir, los que están fluyendo
junto al Overkill de Men at Work, se irán. Y repetiré las palabras de aquel androide de
ese mundo de Sci-Fi —o Flipadolandia, como decía uno de mis personajes (-actores de
mis sistemas invisibles, o mejor, sistema invisible)—: se irán como lágrimas en la
lluvia.
Aunque, quizás, no se vayan los Sentimientos (con mayúsculas) ni lo que hay detrás,
porque las arquitecturas cambian, pero al final desean una misma cosa. Murió Roma,
pero Francia (que aunque sea tierra de los francos, habla una lengua románica y tiene la
religión del Imperio: el Cristianismo Católico y Romano), Italia e Hispania son hijas de
ésta —y Rumania supuestamente, aunque para mí, aun hablando lengua románica y sea
“tierra de romanos”, es una mezcla, la rumana, muy complicada de entrever, como la
mayoría, pero en este caso no sabría ni qué decir sobre su base “cultural” con la que se
ha construido pues tampoco soy rumano…—. Todas éstas, todos nosotros, no seremos
más que vestigios de una vieja civilización, de una cultura, y otra y otras aparecerán.
Quizás ya se podría hablar de una europea homogénea, incluso una mundial, y las viejas
culturas ya no serán más que regionalismos aplastados —como apuntan ahora teorías
marxistas multiculturalistas en este nuestro mundo entre la globalización y el
nacionalismo— por la generalidad mundializada.
Nuestras formas de pensar, lágrimas de pensar y pesares de años de historia, ya no serán
entendidos como nosotros, hijos del Lacio y de los viejos pobladores hispanos, de aquel
pueblo romano ni de los celtas, íberos y vascos que poblaron este trocito del viejo
imperio. Y miraremos con cierta nostalgia los viejos restos de aquello. O quizás,
miremos al futuro. Pero el caso es que estaremos en otro “mundo”, siendo el “mismo”
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que el que vivieron todas estas gentes pretéritas, pero en otras circunstancias, personas
que ya no conoceremos. Seremos esa mosca en el cristal que canta (y me canta en los
cascos nuevos, éstos a lo antiguo, grandes y que me tapan de la realidad, para pensar,
para evadirme y estar en “mi mundo”, de pensamientos) Nena Daconte con su canción
Una Mosca en el Cristal.
El que fue desaparece entre cenizas
Que han quedado en el mantel.
Mientras, colgadas como yo,
las manecillas de un reloj
se tropiezan con el tiempo
que pasé esperándote1.
1 Esto es ya sicohistórico también: la palabra esperar y esperanza están enlazadas; una esperanza es una
espera, ergo, esperar puede, y en este caso, siendo una espera deseante, ser una esperanza. Justo, mientras
ya remataba, escuchaba: Shake It Up (Sácalo Afuera o Saca Esto Afuera), de Florence and the Machine.
Dejaremos aquellos demonios cuando ya no estemos, pero ¿no es triste desaparecer con demonios?
Sácatelo de ti. Sapere aude. Esse aude. Seamos. Sintamos. Pensemos. Acabaré con el Bolero de Ravel,
tranquilizándome la sique.
(P.D- Todas las canciones aquí citadas, ya que las escuchaba de mi blog, se encuentran en él.)