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Luque-Karl Kraus, La Impertinencia de Las Convicciones Eticas

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Karl Kraus, pintado por Oskar Kokoschka en 1925.

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Karl Kraus fue un escritor satírico, pensador y dramaturgo

que ejerció el llamado contraperiodismo, pero a pesar de estasetiquetas, resulta complicado clasificarlo en cualquiera de loscánones actualmente en boga. Sin embargo, la gran influenciaque ejerció entre sus contemporáneos en la Viena fin de impe-rio hace trascender esa y otras clasificaciones, y demuestra laseriedad de su sátira.

Por “culpa” de Karl Kraus, cuenta Elias Canetti en sus memo-rias, antes de conocer a Broch y Musil no sentía interés porningún escritor vienés, porque “todos habían sido condenadospor Karl Kraus”. También Arnold Schönberg, otro ilustre de laépoca, se rindió ante la atracción del satírico y, al enviarle unejemplar de su Tratado de armonía, publicado en Viena en

1914, le escribió esta devota dedicatoria: “Aprendí más con us-ted de lo que es lícito que se aprenda cuando uno quiere man-tener su independencia”.

Lo que se quiere destacar en este texto no es, o no es sólo, sumonumental labor estética, esto es, devolverle al lenguaje ladignidad ontológica perdida a manos del periodismo y de losescritores ornamentales a través de la denuncia en la Fackel ; loque aquí se pretende es poner de relieve esa labor y relacionar-la con la posición ética que tuvo en los convulsos años que letocó vivir, de 1874 a 1936. Se ha olvidado, en pos de otras bata-llas típicamente vienesas, que propugnó un galopante –y muy 

solitario– antibelicismo durante la I Guerra Mundial, y tam-

bién parece haber caído en saco roto su inteligente crítica alascenso del nacionalsocialismo. Las causas del silencio sobreesta comprometida parte de su obra pueden y deben encon-trarse en lo impertinente (como dijera de él José María Valver-de), en la incorrección política, en el tono burlesco y delibera-damente satírico de su crítica.

En efecto, la heterodoxa manera de trabajar de Kraus, comola de Walter Benjamin o la de Hannah Arendt, lo excluyen delas convencionales clasificaciones literarias o filosóficas. Comoellos dos, su ética está basada en gran parte en su intuición;avanza o retrocede, toma una u otra dirección, en función desu olfato ético. Y como en ellos dos, nace una honestidad que

produce una cierta incomodidad por lo fuerte de sus convic-ciones.

El rigor de la palabra 

Para Kraus “pensar y hablar son una sola cosa”. En esta fraselapidaria, Kraus está haciendo una propuesta ética: si el pen-samiento es incorruptible (nadie puede entrar a dirigirlo, o almenos eso cree Kraus), hay que trabajar para que la palabratambién lo sea. Y, si el pensamiento nace del lenguaje, debe-mos utilizar las palabras en su adecuado sentido. El rigor de lapalabra presupone, en Kraus, la inviolabilidad del pensamien-

Karl KrausLa impertinencia de las conviccioneséticaspor Pau Luque Sánchez

arl Kraus nació en Jicin en 1874, pequeña ciudad de Bohemia (hoy Chequia), en el seno de una familia judía. Siendo todavía niño, su familia se trasladó a Viena, la capital del imperio, donde fundó en 1899 larevista Die Fackel (La Antorcha), luz y faro intelectual de la bulliciosa vida cultural, política y social de

la ciudad. Siguió editando la revista prácticamente en solitario (desde 1912) hasta unos meses antes de su muer-te, en 1936.

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to y, en consecuencia, del lenguaje que lo hace realidad. Elperiodismo, a base de eslóganes repetitivos y frases hechas,debido a la fraseología imperante en la escritura periodística,hace perder esa rigurosidad a la palabra; algunos titulares, detan tópicos, no quieren decir absolutamente nada. Las pala-bras pierden su valor original por una falta de esfuerzo intelec-tual en primer lugar, y por una estructura comunicativa que,

 ya a esas alturas, parecía inamovible.Kraus no habla de una etimología

estricta de las palabras (para decirlo ala heideggeriana), sino de una serie deelementos inherentes al lenguaje paraentender la correspondencia, ya seamaterial o abstracta, que la palabratenga con la realidad. La utilización demetáforas, paradojas, contradicciones

 y contrastes, tan presentes en sus aforismos, busca el caminode la verdad. Y, claro, de eso se deriva un imperativo ético-lin-güístico: “ Austria in orbe ultima: en un mundo engañado,

 Austria es el último país en haber perdido la credulidad. Es la

víctima más propicia de la publicidad porque no sólo se cree lo

que ve publicado, sino que también está dispuesta a creerse locontrario si también llega a verlo en letra impresa”. De maneraque, para Kraus, la ética es la palabra (y la posible acción o con-templación que de ella se derive) o no es nada. Sus principiosmorales se sintetizan a la perfección en este aforismo suyo:“Ante la duda, elegir la opción correcta”. Tan fácil como esto.Pero, sobre todo, tan difícil como esto.

Rumores de guerra y guerra 

En el primer número de la Fackel , publicado en 1899, pro-clama que su misión es la de secar el pantano de la fraseología;para ello empieza a trabajar con una sola arma: el principio de

citación. En Die Letzten Tage der Menscheit (Los últimos días de la humanidad, en castellano publicada por Tusquets en 1991),ambientada en la I Guerra mundial, hace de este principio pro-gramático una auténtica manera de obrar artísticamente. Lamonumentalidad de esta obra, publicada definitivamente en1922, es fruto de la capacidad de Kraus para aguzar el oído enlos momentos previos y durante el desarrollo de la I GuerraMundial. De todo lo que escucha, oye o lee, ya sea en el hablarde la gente de la calle, en los comunicados oficiales del gobier-no o en la prensa escrita, él retiene aquellas estridencias que,de tan comunes en el lenguaje diario de los ciudadanos, consi-guen esconder la realidad de su significado.

En 1914, hasta el comienzo del conflicto, en agosto del mis-mo año, pero también durante el mismo, la inmensa mayoríade escritores, poetas y periodistas de habla alemana inflamanel ambiente belicista; ellos, por encargo del gobierno, son losresponsables de inflamar los rumores de guerra, sus plumas es-tán al servicio de la apología bélica, contribuyen con su len-guaje a generar esa guerra para que el káiser Guillermo II pue-da inaugurarla con la penosa declaración de “yo no lo quise”.La palabra pervertida, la lengua alemana, “la gran prostituta”como él mismo la denominaría, y un dedo apuntando clara y directamente: “no es que la prensa pusiera en marcha la ma-

quinaria de la muerte (…) pero nos soca-

vó el corazón de tal modo que no pudi-mos ni imaginar lo que nos aguardaba:¡por eso es culpable de esta guerra!” es-cribe en Die letzten Tage . Es el dedo acu-sador de Kraus, que sería tildado en esemomento de traidor antibelicista y anti-patriota.

Especialmente relevante resulta su visión sobre la im-portancia que iba a tener el complejo científico-técnico aplica-do al escenario bélico, pues no hay que olvidar que la I GuerraMundial es el primer conflicto bélico de talla internacional

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 Algunos titulares de prensa,de tan tópicos,

no quierendecir absolutamente nada.

Karl Kraus, dibujo de Ludwig Meidner, 1921.

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donde, debido a la industrialización de la maquinaria bélica, se

posibilita la muerte en masa. Ya en 1910 Kraus escribe un pro-fético aforismo, espeluznante si se tiene en mente Auschwitz:“El progreso fabrica portamonedas con piel humana“. Kraus,enormemente lúcido, intuye la catástrofe de la nueva técnicaaplicada a la guerra. Ciertamente, su crítica a la técnica hundesus raíces en consideraciones puramente conservadoras, anti-progresistas, pero aflora en forma de antibelicismo. Resultandoese escenario bélico una novedad para la ciudadanía, Krauspide al público un esfuerzo para imaginar qué puede estarpasando en los campos de batalla para que se produzcan esadesorbitadas cifras de muertos, ¿qué puede haber de diferenteentre esa guerra y las anteriores para que las listas de bajas sean

tan superiores? Con esta petición deimaginar está pidiendo un esfuerzo in-telectual para prescindir de la visceralretórica belicista, para profundizar y materializar las cifras de muertos poniendo rostro a esoscuerpos inertes que yacen fruto de la alianza entre la técnica

 y el aparato propagandístico: “cada hora que pasa debería so-nar para el mundo como el latido final de mil corazones ino-centes”.

Cuando empieza la guerra la Fackel  deja de aparecer unosmeses como protesta por la irresponsabilidad belicosa domi-

nante en los estratos políticos y culturales del momento. Pero

en noviembre de 1914, en una conferencia, vuelve a utilizar lacontradicción para denunciar el comportamiento de sus coe-táneos. El discurso lleva por irónico título “En esta gran época”:“En esta gran época, que conocí cuando aún era pequeña; queaún volverá a ser pequeña, si es que le queda tiempo para ello:(...) en esta época no esperen ustedes de mí ninguna palabrapropia.” Ante el gran acontecimiento, ante el monstruo de laguerra, la respuesta moral final es el silencio: “¡Quien tengaalgo que decir, que dé un paso adelante y calle!” Sin embargo,

 y paradójicamente, la apología del silencio necesita ser expli-cada: aquí es donde cobra fuerza la ética krausiana, ante laindignación estética, el elocuente silencio de quien tiene alta-

voz para protestar en público. Pero elsilencio acaba por tomar forma tam-bién de monstruo, Los últimos días de 

la humanidad , el collage gigante, paraoponerlo al otro monstruo, la Gran Guerra. Como señala WalterBenjamin, en su excelente ensayo sobre el satírico vienés, paraKraus una de las peores infamias del hombre es dar un paso enfalso. Por eso, ante la declaración de guerra prefiere analizar enprofundidad los aspectos de la catástrofe moral a exclamarcualquier exabrupto visceral para contentar al público que es-pera precisamente eso del gran mago colérico, como le llamóGeorg Trakl en un poema dedicado a su figura.

Nada sobre Hitler

“No se me ocurre nada sobre Hitler”, con este enigmáticoanuncio comienza Karl Kraus la que sería su última obra, Die 

Dritte Walpurgisnacht , La tercera noche de Walpurgis (en caste-llano publicada por Icaria en 1977), escrita en 1933, año de lallegada al poder de Hitler, pero que no vería la luz hasta des-pués de la muerte de Kraus.

El año de la victoria electoral de Hitler sólo aparece un nú-mero de la Fackel , y al año siguiente ve la luz un número detrescientas páginas explicando el por qué de la ausencia públi-ca de la ya mítica revista. Esta larga edición empieza con el

misterioso anuncio que también encabezará La tercera noche de Walpurgis, ese no saber qué decir porque nada le sugiere lafigura de Hitler. Unas líneas más adelante reflexiona sobre estehecho: “soy consciente de haberme quedado a un trecho con-siderable de lo que de mí se esperaba. Pues estas esperanzasestaban más tensas que nunca, de cara al polemista de la épo-ca; un falso entender popular pide de él una aportación que seconsidera como una toma de postura”. Se repite, de nuevo, lasituación con que responde a la I Guerra Mundial, pero elgrado de estupefacción es mucho mayor: “ahora es cuando porprimera vez se dice algo indecible”. El silencio, ese nada sobre

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Portada de la revista Die Fackel, edición número 1, 18.99

“No se me ocurre nada sobre

Hitler”

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Hitler, funciona como lema simbólico, pero la verdad es que sí se le ocurren algunas cosas sobre el nacionalsocialismo, tantascomo las que caben en las trescientas páginas que ocupan La

tercera noche de Walpurgis .Lo que para el público es una afir-

mación, “no se me ocurre nadasobre Hitler”, para Kraus es una pre-

gunta que interpela toda su trayec-toria anterior, “¿no se me ocurre,realmente, nada sobre Hitler?” Y élmismo responde con el resto depáginas que siguen al anuncio. Y labase de la respuesta es, una vez más, la palabra: “aquellos queclaman pidiendo urgentemente, todavía, una “voz”, deben serconscientes de que esta voz sólo puede ser todavía lenguajecomo un grito que sale de un caos sofocante”. Sin embargo esconsciente del enemigo al que la palabra se enfrenta, y por ello

“decir lo que ha pasado es algo que la lengua solo puede decir

balbuceando”. El retorno a la barbarie lingüística y moral pare-ce definitivo. El fatídico acierto de Kraus consiste en predecir lamonstruosidad total del nacionalsocialismo ya en la etapaembrionaria de su poder, en 1933, cuando aún no habíanempezado los episodios más sangrantes y desconcertantes.

La sorpresa ante lo inefable parece afectarle: “Lo indecible, loinefable, que se ha hecho de forma tan sencilla; ante lo cual,ante esta hecatombe se pone a temblar todo sentimiento hu-mano de la tierra y corre a refugiarse en el no comprender”. Elapocalipsis asoma y Kraus decide volver a callar, retornar al si-lencio es su opción, pero las cosas no suelen ser tan claras enKraus, por lo menos no antes de aproximarse, deliberadamen-

te, a la contradicción: “Sin embargo, ninguna razón de inhibi-ción frente a la coacción tendría el poder suficiente como parasilenciar sus (las de él mismo) convicciones más íntimas”. Esdecir, no habrá esperanzas pero habrá convicciones, y esto, porsí mismo, ya justifica la no inhibición.

La aniquilación que emprendió el III Reich contra cualquiermanifestación cultural ajena a sus postulados le sirvió parahacer una de sus sátiras más ingeniosas: “No puedo quejarmede que hayan desaparecido de mi vista algunas manifestacio-nes de la vida cultural, ya que, si hablo con toda sinceridad, nopodría yo decir que esto es algo que no he deseado alguna vez.Pero me veo obligado a quejarme por el hecho de que yo que-

ría este desenlace de otro modo (...). Especialmente porque unsatírico no está conforme a su inclinación natural, nunca ver-daderamente de acuerdo con que se le reduzca el campo de suactividad; (...) él tiene que preocuparse por la conservación deeste individuo y uno no se puede ni imaginar qué angustias sepasan por este motivo”. Es en este tipo de sátira donde Krausdemuestra su talla moral, donde los postulados metonímicosse distinguen de la parafernalia lingüística de los nazis. La rela-ción de Kraus con los sujetos de su crítica no es sólo de burla

estética, sino también de apadrina-miento ético. Él, y sólo él, en un enor-me ejercicio de indiscutible vanidad,

marca el límite de vejación a quepuede someterse a los artistas y pe-riodistas que están siendo, ya enaquel momento, liquidados por lashordas de Hitler.

La clave de su crítica al nacionalsocialismo es la advertenciade la manipulación del lenguaje por parte de su aparato pro-pagandístico. La perversión conceptual de los acólitos naziscontamina la lengua, destrozando no sólo el pasado de esoselementos vinculados a la palabra (como la metáfora o la her-

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La clave de su crítica al

nacionalsocialismo es la advertencia de la manipulación dellenguaje por parte de su

aparato propagandístico.

Karl Kraus.

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menéutica) sino también la posibilidad de un futuro

para la lengua, proclamando la muerte de la comunica-ción a través de la violación brutal del logos : “Es unespectáculo gorgóneo, ya que es una explosión de sangrefísica la que empieza a manar de la costra de la Lengua(...). Pues el auténtico sentido de estos acontecimientosconsiste en que, por primera vez desde que existe la polí-tica, la flor retórica se ha desgajado de la esencia y en quediscurra por la planta lingüística algo así como una es-carcha sangrienta”. Ejemplo perturbador y claro es lalectura nazi de la metáfora: “incluso la metáfora obedecefielmente, también a esta nueva hermenéutica, de ma-nera que uno ve a la metáfora recogida, encogida, en su

ser (...). Cuando estos políticos hablan de “poner el cu-chillo a la garganta al enemigo”, de “tapar la boca a algu-no”, o de “enseñarle los puños”, cuando hablan de “operarcon mano dura” o amenazan con “acciones por propiainiciativa”, hacen lo que dicen”. Y una vez extirpado el sen-tido de la metáfora, anulando todo aquello figurativo osimbólico que pudiera detenta, sólo queda materializarlacorrompidamente, cosa que queda reflejada en “las pro-mesas hechas por el presidente del Estado: “Nosotros nodecimos: ojo por ojo, diente por diente; no, al que nossalte un ojo, nosotros le saltamos los sesos, y al que nossalte un diente, nosotros les saltaremos las mandíbulas”.

Pero la ignominia nazi es ilimitada, y Kraus, temprana-mente, nos avisa de ello: “pero no se exige tanto: esto su-cede sin que se haya dado la condición previa”. Como enaquella cita en la entrada a los campos de concentración,

 Arbeit macht frei (el trabajo os hará libres), en las palabras y lemas nazis nada asegura una vinculación entre lengua y realidad. El caos ontológico a que somete a la palabra el IIIReich les sirve para interpretar libremente la conducta de losciudadanos.

Sin escuela moral

Kraus es quien hace de la sátira el arte de poner al des-

cubierto las vergüenzas de las personas, no las vergüenzaspersonales, sino las incoherencias y dobles discursos de lapersona en tanto que persona; analiza a conciencia la cadenadecir-ser-hacer, y si encuentra alguna falta de corresponden-cia en la tríada la expone en público, hace escarnio de ella y se dirige al público titulándolo así: “haced lo que queráis, pe-ro ¿haríais esto?”. No juzga, no moraliza, su método es muchomás eficiente: muestra, sencillamente, qué hace la persona,descontaminándolo de soportes ad hoc , y el resultado esprácticamente siempre el mismo: el ridículo. Y el ridículo entiempos de guerra suele ser apocalíptico. Kraus lo narra apo-

calípticamente porque no ve otra opción.Karl Kraus no encaja en los habituales sistemas de valores de

los ejes políticos; es anti-progresista pero, a la vez, propone unanueva manera de mirar la sexualidad (muy avanzada para suépoca) totalmente anti-conservadora, hace bandera de la divi-sión de lo público y lo privado pero no duda en hacer de su

propia existencia un asunto público. Walter Benjamin, admira-dor declarado de Kraus, es quien expresa mejor la valía de esadualidad: “es aquí donde más aparece la extraña interrelaciónentre teoría reaccionaria y práctica revolucionaria que enKraus se encuentra por doquier”. Él mismo se convierte en unoxímoron andante. Por eso es tan complicado estudiar a Krause insertarlo en alguna corriente, porque el mismo es la corrien-te, él funda su propia escuela moral: él la crea, la desarrolla y lada por terminada con su muerte. No tiene discípulos, sóloseguidores. Kraus habla, y el resto, como dice Canetti, somosinvitados al banquete que él organiza!

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