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Núm. 22 Julio 2013 Foto: Eduardo Pérez Trozos de cristal La Camocha Un retoque decisivo Los primeros proyectos Para rellenar la escena

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Luz y Tinta es la revista de la red social de fotografía Moldeando la luz. Un red social y una revista creadas por y para los fotógrafos.

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Núm. 22Julio 2013

Foto

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o Pé

rez

Trozos de cristalLa Camocha

Un retoque decisivoLos primeros proyectosPara rellenar la escena

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PROMOTOR»José Luis Cuendia, “Guendy”

DIRECTOR»Francisco Trinidad

COLABORADORES»Eugenio R. Meco»Pepe Haro Castaño»Ma Bernarda Ballesteros»Carlos Flaqué Monllonch»Glyn Griffits»Ricardo González “Completu”»Salvatore Grillo»Javier Madroñero»Narciso del Río»Juanjo Gallardo»Monchu Calvo»Antonio Ramón Ferrera»Cristina Capracci»Gustavo Velázquez»Cora Coronel»Justín del Barrio»Arturo de las Liras»Juan José Alonso»Ilona Gogh»Jan Puerta»Albino Suárez»Gloria Soriano»Ildefonso Robledo»José Manuel Gonzalo

DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA»José Luis Cuendia

DIRECTORA DE COMUNICACIÓN»Lola González

DISEÑO Y MAQUETACIÓN»Francisco Trinidad

¨www.moldeandolaluz.com

Reservados todos los derechos de re-producción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright inter-

nacionales.

¨Para cualquier consulta o sugerencia con-

tacte con nuestro correo electró[email protected]

Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society

Retratos cómplicesComenzamos este mes con una de nuestras temáticas y concurso más es-

perado, a saber por el número de preguntas que hemos ido recibiendo durante el mes anterior, sobre todo por aquellos moldeadores que ya han enviado su retrato a concurso por no poder hacerlo la semana del evento.

Estamos seguros que vuestra luz moldeará, realzará y dará carácter a vues-tros retratados. Esa misma luz que dramatiza la realidad, proporciona misterio o causa una impresión romántica.

Al contrario que en otras especialidades fotográficas, como puede ser la de acción, el retrato exige al fotógrafo que desarrolle una planificación previa de su trabajo. No existen reglas técnicas para la realización de un buen retrato, se puede utilizar cualquier tipo de cámara que, en ese momento, se tenga al al-cance. Las condiciones de luz deberían ser las naturales, aunque evidentemen-te también existen otras como la luz artificial que nos proporcionan los focos, y siempre estarán nuestros trucos personales y esos tres o cuatro elementos más que nuestra creatividad nos aconseje. Cada cual es muy libre de llevar a cabo las iluminaciones a sus retratos, pues al final, el objetivo es siempre el mismo, imprimirles un carácter.

Es evidente también que pueden entrar en juego los robados en muchas ocasiones, pues son múltiples las situaciones que se pueden dar a la hora de realizar un retrato, pero en general todos los buenos retratos necesitan de un complemento indispensable: el conocimiento, la familiaridad o complicidad con el sujeto fotográfico.

Lógicamente cada cual con el tiempo va adquiriendo su propia experiencia. Personalmente he llegado a la conclusión de que en este tipo de retratos solo cuando el fotógrafo llegue a conocer al ser humano que tiene delante de la cámara, podrá plasmar en una sola fotografía su carácter y convertirlo en un verdadero retrato.

Tengamos en cuenta que, en la mayoría de las ocasiones, el protagonista de nuestros retratos no suele ser un modelo o actor profesional, sino más bien, un familiar, un amigo, o esas personas que a través de nuestros viajes tenemos la oportunidad de intimidar con ellas. Cuando se ha conseguido un buen clima, es prácticamente seguro que el resultado será bueno, independientemente de cuestiones técnicas de cámara e iluminación, pero ese ya es otro tema, pues aquí es perfectamente aplicable aquella pregunta de ¿cuándo una fotografía es buena, muy buena u obra maestra? Y la respuesta, muy gallega es responder con otra pregunta: ¿Técnica o emocionalmente? Pues las dos pueden adquirir el peldaño más alto del pódium.

Con referencia a los carnet de moldeadores, dicho y hecho, ya se han puesto en circulación y ya han sido muchos los moldeadores que teniendo derecho a él lo han solicitado y se les ha enviado. Con referencia a Luz y Tinta, como ya ade-lantara en Moldeando la luz el director de la revista Francisco Trinidad, podrán disponer del mismo los colaboradores cuyos trabajos hayan sido publicados en Luz y Tinta al menos en cinco ocasiones.

Para el próximo mes de Agosto y plagiando la idea que todos los años pone en funcionamiento un moldeador muy apreciado por todos, la temática será “travesuras o locuras del verano”, que por cierto, no tienen por qué estar en la línea conocida del citado moldeador. Se trata de que a través de las imágenes cada uno deje el registro de su forma de ver el verano. Los moldeadores del otro lado del charco, que se encuentran en otra estación del año, vayan desempol-vando los archivos de lo que ya han hecho el último verano. ¿Se acuerdan? Para eso han quedado las fotos.

José Luis Cuendia, “Guendy”

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Fotógrafa del mes: Rosina Smith Francisco Trinidad 4

¿Estamos de regreso al pasado?José Luis Cuendia, “Guendy” 6

Destino: WinnipegGloria Soriano 14

La enciclopediaMonchu Calvo 18

Un retoque decisivoEugenio R. Meco 22

Mis primeros proyectosJan Puerta 24

ManosJustín del Barrio 27

Los ángeles chiquitosJavier Madroñero 28

Caminando sobre el arcoirisPepe Haro Castaño 30

Para rellenar la escenaRicardo González, “Completu” 32

Anuncio publicitarioAntonio Ramón Ferrera 36

La CamochaFrancisco Trinidad 38

Núm. 22Julio 2013

Como ha dicho algún moldeador en los comentarios a la foto, esta imagen de Eduardo Pérez es terrible, sobrecogedora, con toda la violencia que la superviviencia natural genera. Podríamos quizás recordar el “homo homini lupus” de Hobbes, trasladado al mundo animal. Y acaso pueda ser, como también se ha sugerido, una tremenda metáfora de la situación económica mundial. En cualquier caso, la foto es magnífica, de una gran belleza plástica. No es, pues, de extrañar que la Fundación Banco de La Pampa le haya concedido su primer premio, en el apartado Naturaleza, en su concurso anual de fotografía.

Enhorabuena, Eduardo.

Nuestra foto de portada:Eduardo Pérez

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Fotó

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l mes

Me ha llamado la atención lo que declara Rosina Smith en la entrevista que acompaña a esta semblanza en Moldeando y en la que nos dice que la fotografía es su “cable a tierra”, ex-presión del mundo de la electricidad (en España solemos decir “toma de tierra” que viene a subrayar su toma de contacto con la realidad), aun-que quizás ella pretenda remitirno a la canción de Fito Páez de idéntico título y que finaliza con un rotundo “escucha el corazón/ ese es el cable a tierra.” Corazón y cable a tierra como medio de entender la fotografía y como motor último de la visión de la realidad que sus fotos nos presentan.

Esencialmente su mirada fotográ-fica suele circunscribirse a cuatro ám-bitos temáticos: la ciudad, el campo, los bodegones y los retratos. Aunque quizás no por este orden de prefe-rencia, puede sin embargo servirnos artificialmente para un primer acerca-miento.

A la ciudad, incluso a los cemente-rios, que aunque no están en el alma de la ciudad misma son la dimensión escatológica de su existencia, se acerca de una manera que pretende apresar la agresividad del entorno a través así mismo de encuadres agresi-vos, con frecuentes contrapicados de la arquitectura envolvente con edifi-

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como siempre se ha dicho, pero tam-bién que el retrato, sobre todo cuan-do está pactado con el modelo, nos habla sobre todo del fotógrafo y de su forma de mirar el mundo y a cuantos le rodean.

Y para terminar, quisiera destacar los títulos que Rosina Smith suele co-locarle a sus fotos. Son títulos en los que trata no solo de dar una pince-lada —al cabo, lo que interesa es la foto— cuanto de ahondar en el signi-ficado de la imagen, consciente qui-zás de que el título adquiere un gran protagonismo en el mundo de minia-turas que es la Página Principal de Moldeando la luz, donde una imagen diminuta puede verse catapultada por un título oportuno, bien pensado. Y los de Rosina Smith lo son. Incluso cuando elige una sola palabra.

Francisco Trinidad

cios y ventanas que muestran toda su intemperancia hacia sus habitantes.

El campo, por el contrario, perte-nece a un ámbito distinto, en el que predomina el temblor de la naturale-za —los árboles desnudos, las pues-tas de sol, la cercanía del mar— y en el que se nos muestran espacios abiertos, con tendencia al infinito, y en los que el paisaje es diálogo con la luz y el horizonte se revela como una posibilidad que tantas veces teje y desteje su controversia con la regla de los tercios: quizás porque el aire, en las fotos paisajísticas de Rosina, es algo más que una posibilidad de encuadre, buscando acaso, sobre todo en los claroscuros del amanecer o del crepúsculo, casi siempre al borde del mar, ese momento en que la luz pare-ce que se esponja y consigue arreba-tarle al arcoíris toda la gama entre el rojo y el naranja.

Quizás, como un interludio entre la ciudad y el campo, entre la agre-sividad de los edificios circundantes y el sosiego de paisajes en los que predominan los árboles desnudos al borde del agua, encontramos varias fotos, en posturas muy diversas, del mismo perro, quizás el que comparte espacio vital con la fotógrafa o con alguien muy cercano; un perro que se nos hace familiar según avanzamos en el carrusel de sus fotos y que nos habla de convivencia, de transición, acaso de respeto. No de otra forma puede entenderse la pasión fotográfi-ca que nos lo trae.

Sus bodegones son otro remanso de la mirada. Pueden ser bodegones de objetos cotidianos, de los que se encuentran o se recrean en casa so-bre una mesa, como un juego, qui-zás como una apuesta de color y de sombras, pero que muchas veces son de objetos encontrados al paso, en la calle, en la playa, en la tranqui-lidad de un paseo al atardecer: una sombrilla, un trozo de fruta, un riel oxidado o todo ese juego de miradas cómplices al mundo de las flores, en los que la naturaleza se adentra en una especie de tercera dimensión que a la vez encuentro con lo cotidiano y con lo deseable.

Y por último, sus retratos, cap-tados en posturas que resultan muy creativas y en los que se le arrancan todas posibilidades al blanco y ne-gro y a ciertos virados —en sepia, en azul— que nos recuerdan que el rostro es el reflejo del alma, quizás,

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¿Estamos de regreso al pasado?

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Es evidente que muchos países se encuentran desde hace muchos años atrapados en el pasado, pero tal como se están desarrollando las cosas en los últimos años, desde que apareciera la crisis provocada, los responsables de ésta también quieren hacernos retroceder en occidente, en los países desarrollados.

Viajando por el mundo uno se da enseguida cuenta de que los derechos de muchos de los habitantes de nues-tra tierra, la solidaridad, la igualdad y todas esas bellas palabras que nos describen un mundo justo, solo están en las letras de “La Ley”, sólo ahí es-tán, en las letras del papel, pudrién-dose.

Es curioso ver cómo todas esas bellas y deseadas palabras y la defen-sa de las mismas se han escrito y se siguen escribiendo en mármol y oro sobre los pedestales sobre los que se levantan las llamadas democracias. Todas más o menos reservan en sus primeros artículos lo más noble, la loa a lo más sagrado de los sentimientos humanos, la igualdad de todos los ciudadanos en obligaciones y dere-chos. El derecho a la educación, a la sanidad, a la vivienda, la igualdad de oportunidades, etc, etc. Pero al final, lo dicho, letras en un papel que lejos de cumplirse cada día está más le-jos de la realidad, para unos siempre ha sido una utopía, para los otros todo tipos de igualdades y derechos adquiridos a través de las luchas y los años, están retrocediendo a pasos agigantados, fundamentalmente en las democracias europeas. Está claro que lejos de conseguir que los países emergentes se acerquen a los dere-chos de los países desarrollados, se ha iniciado el viaje para que los pri-meros se acerquen cada día más a los terceros. Aquellas décadas doradas están a punto de convertirse en his-toria y disolverse como azucarillo en café caliente. La contrarreforma hí-per-conservadora iniciada por Reagan y Thatcher llega ahora con la punti-lla, la crisis provocada, pues lejos

de que pagaran las consecuencias del fracaso de su modelo neoliberal, las aberraciones cometidas con las des-regularizaciones del sector financiero, les ha salido gratis. Las catedrales de Wall Street no resultaron ser los pila-res de la tierra, pero lejos de hundir-se en el fango provocado, y con todos los políticos del mundo echándose las manos a la cabeza, han aumentado su poder y por el contrario, de estar entre las cuerdas, han puesto a la so-beranía de las naciones del mundo y a toda la sociedad. ¿Fruto de la casua-lidad? En estos mundos de hampones, casualidades las que menos, todo está calculado y recalculado.

Hace unos días escribí un post en nuestra red social de Moldeando la luz, como consecuencia de una experiencia nada agradable, quizás mi comportamiento haya sido vehe-mente, pero fue irremediable por mi parte. Hasta ahora y en mi experien-cia a través de los viajes uno ve de todo, sobre todo si viajas por países que no están en la élite de los privi-legiados, pues hasta para nacer hay que tener suerte, igual que hasta para morir. Mis inclinaciones fotográficas suelen ser las de marcado contenido social. Es evidente que no a todos les gusta ese tipo de fotografía, prefie-ren temas que no les recuerden esas cosas; yo si bien, valoro todo tipo de imágenes y cuando viajo no solo re-gistro con mis cámaras este tipo de fotografía, pero sí las muestro con más perseverancia, porque creo que con ello puedo contribuir a despertar conciencias adormecidas.

La imagen que me impactó el día que escribí el post fue la de una per-sona que había conocido mucho tiem-po atrás, y era una persona normal, como yo, mucho más inteligente por supuesto, pero ahora su impronta es-taba frente a mi, con la mano tendi-da pidiendo ayuda. Lo que sucedió a continuación me lo saltaré, pero camino de casa, no dejaba de pensar en ello.

Como en un sueño vi un triángulo en el mundo que extendía sus ángulos de lado a lado, de Tokio a Nueva York a Estocolmo y vuelta a Tokio. Dentro de ese triángulo se decide el desti-no de los hombres y en ninguna otra parte más. Dentro de ese territorio, no tienen cabida los fracasados, y los que están fuera menos aún; es más, serán los que más se asemejaran a los fracasados del triangulo.

Una vez más nos han vuelto a en-gañar, la mundialización de la que tanto nos han hablado no ha globali-zado nada, sino que lo ha fracciona-do. Se ha construido una frontera en los tres lados del triángulo, formada por un sin fin de torres de observa-ción, alambradas y zanjas cavadas en zigzag, cubre los 3.200 kilómetros que separan Estados Unidos y México. Según cifras oficiales publicadas por los guardias de la frontera estadou-nidense, 811 personas murieron en la frontera en el año 2010. La mayoría de refugiados que huyen del hambre se ahogan en las aguas turbulentas del Río Bravo, mueren de sed en el desierto de Arizona o son abatidos por los guardias de frontera o los granjeros tejanos.

Cada mes, miles de familias de refugiados birmanos, chinos y cam-boyanos tropiezan con los nidos de ametralladoras de la policía de fronte-ras de Singapur. Desde las montañas del Kurdistán iraquí turco o iraní, de los barrios de chabolas de Minsk, Ka-rachi o Kiev, desde los campos depau-perados y moribundos de Moldavia, cientos de miles de familias intentan cada año llegar a las ciudades prós-peras de Europa occidental. Algunas, a veces y por milagro, lo consiguen.

De las tierras de África negra, una oleada casi ininterrumpida de desam-parados se encamina hacia el Sáhara. ¿Su sueño?. Llegar a las costas del Mediterráneo, luego a Europa. Son muchos los que mueren al cruzar el estrecho de Gibraltar.

Casi 50.000 desamparados inten-tan todos los años cruzar el desierto

¿Estamos de regreso al pasado?

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de Teneré con la intención de entrar de forma clandestina bien en Libia, bien en Argelia. Entre ellos hay hom-bres de todas las edades, también mujeres, así como niños y adoles-centes. Salen de Agadez, la antigua capital del norte de Niger, a bordo de camiones que avanzan traqueteando de un lado a otro, y entre los que se hacinan más de un centenar de per-sonas. A estos camiones se les cono-ce como “camiones catedrales” por el arte que es preciso tener para haci-nar, formando una pirámide inestable, con los pasajeros que se amontonan en su interior. El camión tarda cuatro días en cubrir la distancia de Agadez a Dirkou, en el extremo septentrional de Níger, avanzando bajo un calor in-candescente, por un paisaje de rocas y arenas en el que no crece ni una brizna de hierba.

Desde Dirkou hasta Tummon, en la frontera libia, la pista por la que circula es aún peor. El camión tarda otros tres o cuatro días en llegar a Tummon, y en esa etapa del viaje la carga humana se halla ya al borde de la agonía. La otra pista, la que pasa por la localidad minera de Arlit, para luego bifurcarse hacia el oeste, a As-samaka y la frontera argelina, apenas ya es practicable. Allí, a ambos lados de la pista se extienden infinidad de fosas repletas de cadáveres.

No hace tanto, una caravana tua-reg descubrió en el norte del Teneré un osario con los cadáveres de 141 viajeros, 60 de los cuales eran de Niger y el resto de Ghana, Nigeria, Camerún, Costa de Marfil. El ‘camión catedral’ que los transportaba se hun-dió en una planicie de sal, y cayó dentro de un termitero. En 300 kiló-

metros a su alrededor no había ni un alma con vida. ¿Cuánto tiempo duró la agonía de aquella gente? Varios días, sin duda, pues se hallaron los cuerpos desaminados a cierta distan-cia de donde se había desplomado el camión.

Los tres lados de este triangulo van más allá del Teneré, del desier-to de Arizona y de las alambradas de Singapur. Quedaría corta la revista de Luz y Tinta para describirlos to-dos. Podría hablar de las calles de nuestras ciudades europeas, donde habitan miles de clandestinos —los sin papeles—, que son originarios de Perú, Colombia, del Chad, de Brasil, de Kosovo, del Kurdistan, de Irak, de Palestina. Los gobiernos les niegan el estatuto de refugiados. La policía les acosa. ¿Qué crimen han cometi-do? Pueden morirse de hambre tam-bién aquí. Otros trabajan en la eco-nomía sumergida, se le explota 15 o 16 horas diarias, ellos intentan ganar algo de dinero que les permita ayu-dar a sus padres, a sus hijos presos en los barrios de chabolas de Mosul o de Lima. El temor a ser detenidos y expulsados, la angustia de no poder ayudar a sus parientes los atenaza. Los europeos, que creemos vivir en democracias ejemplares, nos cruza-mos con ellos sin verles.

La mayoría de los seres del Ter-cer Mundo padecen hoy las agonías del encierro territorial. Sus propios países se han convertido en sus pri-siones. Como los siervos en la Edad Media, se hallaban inmovilizados en las tierras de los señores. No pueden abandonar su país de origen, por muy extrema que sea la miseria y el ham-bre que padezcan.

Y volvemos al principio, y a las bellas palabras en los papeles, el de-recho a la emigración se halla, sin embargo, recogido en la Declaración de los Derechos Humanos que la prac-tica totalidad de los países del mundo han proclamado. Es evidente que la globalización, mejor dicho la privati-zación del planeta, es para los pobres un sinónimo de exclusión y de exclu-sión territorial, y miremos por donde miremos la norma es la desigualdad

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más escandalosa. En el tercer mundo la pobreza avanza de forma fulguran-te, en tan sólo una década el número de seres humanos que vive en la po-breza extrema ha aumentado en casi 100 millones .

La creciente desigualdad que rei-na en el planeta es el resultado de un mal reparto del poder adquisitivo. Uno de sus aspectos más dolorosos es la desigualdad en materia sanitaria. Los países del Tercer Mundo, en los que vive el 85 por ciento de la pobla-ción mundial, constituyen solo el 25 por ciento del mercado farmacéutico mundial.

No voy a dar las cifras de los mi-llones de personas que mueren al año por la enfermedad del sueño, la tu-berculosis, el paludismo, la fiebre ne-gra, el sida, etc.

Que falacia más grande, aquello que proclamaron los mercados finan-cieros: lLa globalización unificará el planeta, una tierra que quedará libre de fronteras, donde los hombres po-drán viajar sin impedimentos. Habrá un libre intercambio de ideas, y un millón de cosas más. Pero ¿cuál es la realidad que a diario vivimos los ha-bitantes de este mundo, este mundo

bajadores honestos, amantes de sus familias y respetuosos con su próji-mo. En una palabra, se creen, desde un punto de vista subjetivo, buenos hombres. No todos los oligarcas per-tenecen a la misma especie, pero es entre ellos donde habitan los tiburo-nes que actúan a sangre fría: especu-ladores sin escrúpulos, traficantes de armas y de seres humanos. Pero todos son los responsables por su deshuma-nización e insensibilidad, y al igual que nos sucede a cada uno de noso-tros, el mero hecho de ver ciudades cada vez más rodeadas por sórdidos barrios de chabolas en los que acam-pan a sus anchas las ratas y en los que perecen familias enteras, el ver los ojos de los moribundos que nos muestran sus televisiones, no des-compone a estos señores financieros, banqueros, como hace con cualquier bien nacido. Unos y otros hablan el lenguaje de su ideología y apostillan: “ se trata de miseria residual”. ¿Cómo explicar esta aparente ceguera?

Mientras, ellos son los que deci-den quien debe vivir o morir en nues-tro planeta.

José Luis Cuendia, “Guendy”

ancho y ajeno, como diría el escritor peruano?

Se me agota el espacio que me otorga mi amigo Francisco Trinidad, pero otro día comentaré mi opinión personal sobre el petróleo, ese que se vende libremente en el spotmarket de Rotterdan, las guerras que hoy días desgarran a varios países por culpa de sus disputas, al margen de las do-cenas de guerras internacionales o conflictos sangrientos internos que asolan nuestro planeta. Sin olvidar-se de esos amos del mundo que son asimismo el producto de un proceso de socialización personal. Cada uno de ellos es hijo de una familia, de un país y pertenecen a una nación concreta. Cada uno ha recibido una formación, y las escuelas que han frecuentado les han trasmitido ge-neralmente nociones elementales de decencia y honestidad.

Solo tenemos, por otra parte, que leer sus entrevistas que con regulari-dad se publican en sus medios de co-municación internacionales especiali-zados en economía, para comprender que estos señores se consideran casi siempre seres admirables, alegan siempre sus vinculaciones al bien público, se definen siempre como tra-

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Estaba pensando en Winnipeg cuando llegó Rosario con su ondulada melena, larga hasta la cintura. Tenía el pelo brillante, de color claro, y pin-celado de rubios reflejos. Por delante, sobre sus hombros, unos mechones más cortos dulcificaban su anguloso rostro. A la altura de sus orejas, pero un poco más arriba, una horquilla de margaritas de nácar recogía graciosa-mente otro par de mechones. Tenía-mos la misma edad, pero ella siempre había parecido más joven.

—¿Te gusta el peinado? —me preguntó con una sonrisa segura y feliz.

—Estás preciosa, le contesté sin-ceramente, al tiempo que retiraba el bolso de la silla vacía para que se sentara.

Era una tarde de finales de verano y la terraza estaba bastante concurri-da. El camarero se presentó, a renglón seguido, con las dos Coca-Colas que me había anticipado a pedir durante la espera, y que no debía servir hasta que llegara mi amiga.

Rosario quiso que le dijera otra vez que me parecía muy acertada la

elección del peinado, porque “chica, ya estoy harta, no voy a hacerme más pruebas”. Se lamentó de que no dispo-nía ya de mucho tiempo, y tenía aún una lista interminable de pendientes que empezó a enumerar cuando, de pronto, vi cruzar la calle a una joven de unos veinticuatro años, de estatu-ra media, morena y con el pelo atado con un coletero rojo. Vestía un chale-co negro sobre una camiseta roja de manga corta, y sus anchas caderas se escondían en una falda negra, larga y vaporosa, salpicada de unos vivos de colores étnicos. Me pareció Emily. No llegué a verle la cara, pero mi corazón de madre no se engañó. No era ella. Aún no se había ido y ya se me apare-cía por todos los lugares.

—Las invitaciones nos las darán mañana —seguía parloteando Rosa-rio—, lástima que no estuvieran hoy como yo quería, te la hubiera entre-gado ya. Tengo aquí una foto del di-seño —dijo pasando rápidamente las imágenes del teléfono con su índice.

Tenía manos grandes, dedos del-gados y las uñas, largas pero recor-

tadas, limpias de cutículas y recién pintadas con esmalte transparente.

—Mira, aquí está —dijo entusias-mada cuando la encontró—.

Ayudada ahora por el pulgar, fue agrandando la imagen deslizando los dos dedos en sentido opuesto sobre la pantalla, hasta que dos alianzas entrelazadas lo ocuparon todo. Des-pués la hizo empequeñecer, y en otro punto la volvió a agrandar, y otra vez a empequeñecer para que lo viera y lo leyera todo. Yo miraba sin ver y ella leía por mí. Cuando retiró el móvil de mi vista le dije que era una tarjeta sencilla, hecha con muy buen gusto. Ella estuvo totalmente de acuerdo.

Mientras me explicaba cómo había sido el proceso de selección, y la vida y milagros de la diseñadora, yo giraba el globo terráqueo hasta llegar a Ca-nadá, buscando la ciudad más fría del mundo, tal como Emily había hecho el día que me dio la noticia. Al en-contrar ese punto llamado Winnipeg sentí un escalofrío. La ciudad estaba en el más allá, separada por la pro-fundidad de un gran océano.

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—…en la despedida; fue intere-santísimo —alcancé a oír decir a mi exultante amiga, sin llegar a saber bien de qué me estaba hablando. Des-pués añadió: De verdad, te la reco-miendo—. Deduje que seguía hablán-dome de la diseñadora de tarjetas de boda, y que en mi viaje por ultramar no había estado divagando demasia-do tiempo.

—Lo tendré en cuenta, le respon-dí, aunque no tengo ninguna inten-ción de casarme, ni ningún evento en puertas que requiera tarjetones.

—No es esa la cuestión —me contestó un poco molesta—. Si solo piensas en ella en términos de tarjeta la estás minusvalorando.

Como no sabía en qué otros térmi-nos pensar, decidí cambiar de tercio sin salirme de la boda. Iba a haber-le preguntado por el vestido, pero de pronto temí que la diseñadora de invitaciones tuviera algo que ver en ello, y me corté. Entonces le pregunté por los padrinos.

—Mi padre no está ilusionado, quería delegarlo en mi hermano —

resopló sin fuelle, como agotada por un esforzado ejercicio. Tras reponerse con un sorbo de Coca-Cola trivializó —se queja de que está cansado y ma-yor, y va a deslucir la ceremonia.

Rosario, que adoraba a su padre, le convenció asegurándole que el ma-yor deslucimiento en ese día sería su ausencia. Y la entendí perfectamente, aunque no se lo dije, porque tendría que explicarle que yo también sentía que el sol perdía fuerza y los días se tornaban nublos, sabiendo que Emily no estaría conmigo el próximo invier-no. Que lo pasaría en una ciudad de-sértica y congelada, a menos cuarenta grados, sin más familia que Enzo y, por supuesto, Lucas y Otto. Con Lucas no tendrán problemas, es un gato lis-to, con muchas vidas; pero Otto no lo va a resistir, el sí que está mayor. Yo no me puedo hacer cargo, es un perro demasiado grande. Se va a morir al Oeste. Quién iba a pensar que aquel animal malherido que recogieron de la calle hace un año iba a terminar viviendo una gran aventura, como en los viejos Westerns: un largo viaje

para buscar trabajo, eso sí, en avión en vez de en carreta, y sin caravanas. De los cinco que están en el foro ellos serán los pioneros. Se van a una tie-rra prometida de la que yo nunca he oído hablar, y me temo que los demás tampoco, si no, con tanto paro, ha-bría una comunidad más grande inte-ractuando en internet. Menos mal que Enzo tendrá durante los tres primeros meses los ingresos de una colabora-ción en remoto en un viejo proyecto. No sé por qué me preocupo tanto. Saldrán adelante. Enzo es inteligente y cariñoso. Muy buen chico.

Noté que Rosario rozaba con su mano mi mano, y oí que me pregun-taba:

—Oye, ¿te pasa algo? Te noto au-sente.

—No —respondí con una sonrisa de estatua arcaica—, todo va bien. Los chicos ya tienen permiso de tra-bajo para Winnipeg.

Gloria Soriano

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La majada era entonces un concierto de sonidos campaneros, y alguna otra voz con la que llamaban alguna vaca remolona, mas tarde los candiles fue-ron prendiéndose en las cabañas

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En la serena tranquilidad de la majada de Brañapiñueli, destacaba las risas que una traviesa muchacha iba repartiendo entre los moradores de aquellas humildes cabañas, que se afanaban en reunir las vacas, para que los becerros que tenían en un re-cinto cercano pudiesen mamar de sus madres. Los terneros daban violentas sacudidas a las ubres, para que la le-che fluyera con facilidad, después con los morros todavía llenos de espuma blanca, eran destetados y vueltos al recinto ó becerrera de donde los ha-bían sacado. En unas cuernas corta-das por su base y a las que habían puesto un asa de hierro, procedían luego a ordeñar las vacas y llenar con leche aquellos recipientes. Nuestra joven, que a pesar de no tener mas de doce ó trece años, se daba buena cuenta en llenar de forma rápida la cuerna, que acababa formando en su parte superior una gruesa capa de es-puma, que ella bebía y le dejaba los morros teñidos de blanco, luego entre risas los iba enseñando a sus vecinos, después se relamía con deleite y la depositaba en un odre, realizado con la piel de un cordero, al que después de curtirla se le amarran las patas y la parte del cuello que hace de boca, y sirve para transportarla, también para hacer manteca. En su casa también tenían uno para el vino. Con esa le-che elaboraban los padres de nuestra pastora unos ricos quesos, que luego bajaban los jueves a vender a Lavia-na, el día de mercado.

Guarda un recuerdo imborrable de un día que acompañó a su padre aquel pueblo tan grande. Se acuerda que montaron en El Campo en un ca-mión que llevaba gente y ganado, y que subieron a la “Galana”, una vaca que llevaban a vender. A ella la acu-rrucaron entre dos asientos. A su lado una mujer de La Foz, bajaba con un cesto en el que asomaba la roja cres-ta de un gallo. No iba muy tranquila, algo de miedo le tenía, porque el ave con los vaivenes de la carretera en al-guna ocasión acercaba el pico hasta su cara. En la parte de atrás, su padre viajaba entre mas animales y cerca de la vaca, que a veces parecía pregun-tarle que adonde la llevaba. Llegados a Laviana, pudo por fin bajar del in-comodo sitio donde la sentaron, sus ojos no pararon de mirar a todos los

lados, las casas, las farolas de la luz, los coches, la tienda donde su padre fue a comprar el género con el que una tía suya iba hacerle un vesti-do para la primera comunión. Había mandiles, madreñas, y unos zapatos como los que traía una mujer muy guapa en una revista que les enseño la maestra, y hasta un traje de astu-riana, que fue lo que más le gustó. Ella algún día también lo tendría para ponerlo en las fiestas de san Juan.

Su padre vendió la “Galana”, y se acuerda que lo había visto mas con-tento de lo normal después de salir de un bar, y tomar vino con unas gentes que ella no conocía, mientras al fon-do se escuchaba una gaita acompañar a un cantante. También se acuerda de verlo marchar con otros vecinos a se-gar a Castilla y le decía que cuando fuera más grande la llevaría con él. A su vuelta la madre se ponía con-tenta, y les traía pan muy rico y una carne que llamaba cecina, y que era de cabra, pero ella no la comía muy convencida.

Ese fue el único viaje que hizo, fuera de su pueblo, y su vida era la casa y la majada.

En esta, la tarde iba languidecien-do, y en Cantu L´osu iban cogiendo sitio las estrellas más madrugadoras.

Poco a poco los pastores aca-bada la faena recogían sus enseres, mientras las esquilas de las vacas acompasaban sus sones a la vez que rumiaban. La majada era entonces un concierto de sonidos campaneros, y alguna otra voz con la que llamaban alguna vaca remolona, mas tarde los candiles fueron prendiéndose en las cabañas, y de los zurrones salía algún chorizo ó boroña que aquellas gentes saboreaban con ganas, arrimados al llar que ardía en el suelo y que pinta-ba el cielo con la serpentina humean-te de las chimeneas. El fuego era el

elemento que acompañaba las largas noches de soledad, y como decía al-gún refrán “el fueu ye mediu alimen-tu, y tando fartucu alimentu enteru “, eso nuestra joven lo oyó repetir muchas veces a su padre, cuando al poco de dejar la escuela subía con él a la majada.

De la escuela guarda recuerdos entrañables. Doña Carmen, la maes-tra, les leía muchas veces historias y romances que los chavales escucha-ban ensimismados, luego, cuando ya estaban mas sueltos en la lectura, les tocaba a ellos hacerlo en voz alta, y cada uno escogía el relato que mas le gustaba, las frases en ocasiones se atragantaban en los labios de aque-llos pequeños, y todos se ponían nerviosos esperando que arrancase el lector con la palabra que se atravesa-ba en su garganta ¿ Cuantas veces es-cuchó de su maestra las hazañas del Cid y su caballo Babieca? Ella tenía una yegua blanca, y se la imaginaba con el apuesto guerrero en el puente del Campo, persiguiendo a los moros.

Aquella enciclopedia que guarda como un tesoro, todavía la recorren sus gastados ojos, y pasa las paginas, que ya forman parte de los recuerdos mas entrañables. A veces sueña con recorrer todos los lugares que escon-den entre sus hojas, y deja que vuelen sus sueños, recostada en el viejo es-caño de su casa del Barru.

Monchu Calvo

Se acuerda que montaron en El Campo en un camión que llevaba gente y ganado, y que

subieron a la “Galana”, una vaca que llevaban a vender. A ella la acurrucaron entre dos

asientos. A su lado una mujer de La Foz bajaba con un ces-to en el que asomaba la roja

cresta de un gallo.

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En esta ocasión vamos a retocar esta fotografía para intentar mejorarla. Una vez cargada en el programa Photoshop, la recortamos para darle más pro-tagonismo al personaje. A continuación, para realzar las texturas de las telas, duplicamos la capa y le aplicamos un filtro suave con “Lucis art”. En esta misma capa borramos la parte de la piel del personaje para que le quede más suave y acoplamos las dos capas. Aplicamos un filtro de “Color Efex Pro”, en modo glamour glow, con un 71% de brillo, un menos 33% de saturación y una calidez de brillo de menos 10%. Y ya para terminar le aplicamos una textura desatura-da en modo fusión “Subexponer color” a un 60% de opacidad y acoplamos la imagen para llegar al resultado final que se muestra.

Eugenio R. Meco

Un retoque decisivo

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A veces, conseguir que las nubes sean el aliado de uno es una gran ventaja para dramatizar más una

imagen.

Mis dos primeros proyectos

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Mi primer proyecto personal par-tió a razón de entrar a formar parte del club de fotografía del pueblo don-de crecí. Vi que los mayores habla-ban de proyectos y vi que ninguno de ellos había tenido la misma idea que yo. Así que me lancé a fotografiar de noche el pueblo. Armado con un viejo trípode de mi padre, una réflex Hani-mex 35SL provista de un disparador por cable y un objetivo Hanimar de 55 milímetros y una apertura de 1.7, recorrí incansablemente las calles de la ciudad, sus estaciones, sus puentes y plazas y me dejé seducir por la ma-gia de la fotografía. Los sabios con-sejos de un viejo fotógrafo local me sirvieron para ir formándome como tal, sin las prisas digitales de hoy.

Sobre esta cámara cabe decir que su cuerpo era compartido con un mo-delo de Chinon.

Eran tiempos de carrete de 36 ex-posiciones, con lo que autofinanciar-se un proyecto como el mio signifi-caba invertir lo poco que ganaba en seguir comprando rollos de película. Pero unos meses después culminé mi proyecto con un pase de diapositivas en el club de fotografía del pueblo.

Finalizado este proyecto noctur-no, entré de lleno en el mundo del blanco y negro. Eran tiempos de re-velado manual y de positivar en el laboratorio improvisado que mi padre habilitó en el baño de casa.

Unos meses después de esto, mis primeros trabajos por encargo me lle-varon a buscar una localización di-ferente y entré en el cementerio de Montjuic, en Barcelona. Allí, descubrí un mundo grafico de silencio, de flo-res y plegarias, de historias anónimas

Mis dos primeros proyectos

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que nadie sabía pero la imaginación recreaba sin cesar. Se abría para mí lo que pensé seria un proyecto de unas semanas, quizás meses. Hoy en día, 37 años después de esa fecha, el pro-yecto sigue abierto, mis visitas a los cementerios no cesan y no ha decre-cido ni un ápice el interés que en su día me sedujo.

No recuerdo haber salido de un cementerio sin haber realizado una fotografía que no haya guardado celo-samente en espera de su publicación. La ventaja de un recinto funerario es que siempre hay un rincón con buena luz. Y eso no lo podemos encontrar en cualquier lugar.

Jan Puerta

Creo que nunca me he en-contrado con dos tumbas o

dos nichos iguales.

El terremoto que asolo la zona cen-tral de Chile en 2010, me permitió obtener registros fotográficos poco frecuentes. Este es una de ellos

[abajo]

Encontrarse con una escena como esta [izquierda] nos permite jugar con las luces del atardecer para acentuar más si cabe el volumen y la forma.

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Manos, pequeños manantiales que desembocan en grandes mares, manos que como el agua, salta, forma mareas, se refugian como barca en puerto seguro, recogen el calor, protegidas como pájaros, en un nido. Manos que sueñan antes de empezar a volar, alas de un libro que crece en el regazo de otras manos. Manos que regalarán flores, tocarán el frío y las nubes, abrirán la ventana a la luna, y amasarán el dolor para hacer el pan, manos que caminarán calle abajo y calle arriba sin que le den miedo las noches, cabalgando en el viento, llanto columpiándose en caricias, sombras derrumbándose ante su contacto. Nudo de manos, padre e hijo,calor que secará la lluvia y desplegarán velas como veleros al sol,

harina por dentro, hierro por fuera, manos ajenas al frío, al cansancio, manos que señalarán caminos que ahora desconocen sus nombres entre andamios, montes, voces, clamores de los días. Pequeñas manos que aletean como pájaros, sonoras, tiernas, manos seguras en torreones de fuerte piedra, amplias, manos que luego sabrán cambiar el cauce de los ríos, trocear troncos de leña, manos anidadas en otras manos, abiertas al sol de todas las tardes y que sabrán respirar el mundo, corazón en libertad. Siempre te sostendrán mis manos, tu espacio abierto donde poder entrar y salir sin centinela... tu casa.

Justín del Barrio

ManosLectura poética de la foto Siempre te sostendré, de Glyn Griffiths

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Una de las cosas que aprendí en Moldeando la Luz es el tema de la clave alta. Si me lo hubieran pregun-tado antes yo habría contestado que eso era algo relativo a la música, al solfeo. En la ‘escuelita’ de Moldeando pusieron como ejemplo en una de las lecciones una foto mía destacada, la “Dama de Hielo” y mi pensamiento fue: ¡anda, eso es una clave alta! A partir de ahí comencé a tomar y edi-tar fotos con mucha luz.

El tono alto, la gran luz, la blan-cura con sutiles oscuros, me hace pensar en algo superior, elevado, ce-lestial, angelical.

Y por eso en esta ocasión traigo para mostrar una serie de “claves an-gelicales”, todas ellas subidas en su día a Moldeando la Luz. Intento con ello elevar la frecuencia en la que vibramos los humanos, ahora tan in-mersos en lo oscuro, en lo bajo, en lo sucio. Y no me refiero a lo que algu-nos clérigos y componentes de algu-nas religiones, tanto de aquí como de allá, entienden por bajas pasiones, o

el omnipresente pecado, de la carne sobre todo, del que no se escapan ni los vegetarianos.

No, me refiero simplemente al egoísmo que hace que algunos lo quieran todo para ellos, en una lo-cura de desamor totalmente despro-porcionada, acaparando, engañando y manipulando para tener el control, el poder para su privilegio exclusivo, y a los demás que les den…

Afortunadamente este año y los que vienen van a destapar, sacar a la luz, nunca mejor dicho, toda esta negrura, para que los demás podamos verla y con el conocimiento ayudar a iluminarla. Otra cosa, generalmente más difícil, es ver la nuestra propia, pero gracias a todo lo que está ocu-rriendo, también podemos revisar lo que hacemos en un sentido u otro, y actuar en consecuencia.

Para las fotos que acompañan esta sección, decir que las de las bellas durmientes, tituladas “La dormilona” y “Sweet dreams” (fotos 1 y 2) fueron bastante fáciles de hacer —posaban

muy agustito gracias a un tal Morfeo, que junto con el tierno pecho de su madre me ayudó en estas tomas. La de los ojazos abiertos que en su día titulé “En clave alta” (foto 3) posó para mi entre su tremenda actividad de juegos y correrías a la voz de ¡eh, guapa! —el eterno femenino funcio-nó—, duró un instante pero lo sufi-ciente como para hacer la toma. Y la bella mujer adulta con su pamela ti-tulada “Con luz” (foto 4) la capté con un gran zoom en una actuación mu-sical, en la que la luz de Canarias fa-cilitó mucho esa gran aureola, luego maximizada en el proceso de edición.

A mi manera de ver, desde que ocurrió aquello de ¡hágase la luz! la oscuridad necesita de la luz, así como la luz sin partes en las que su brillo se amortigüe, se matice, se module, tampoco podría ser vista y apreciada debidamente en su real esplendor e importancia existencial. Así es la vida en este hermoso planeta Tierra.

Javier Madroñero

Foto 1 Foto 2

Los ángeles chiquitos

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Foto

3Fo

to 4

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Caminando sobre el

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Trozos de cristal que se empañan por la humedad de una lágrima, una botella llena de amaneceres busca su propio arcoiris, unos ojos acostumbrados a ver siguen buscando esa visión que ya desapareció de su vista, la anhelan, la buscan, pero no la encuentran, posiblemente esa visión de terciopelo no se quiere dejar ver, busca otro arcoiris por las vastas llanuras de los diversos planetas esparcidos por nuestro sistema solar, no por mucho buscar se encuentra, pero esos momentos retratados en nuestra mente son trozos de vida, de amor, de ansiedad, de demencia, esa demencia maravillosa que nos empaña la vista, como si de trozos de cristal se tratara...

Busco una frecuencia de luz, un color del arcoíris, un parpadeo místico que nos ayude a encontrar lo que todos andamos buscando, ¿Qué es? Nadie lo sabe por el simple hecho de buscar, pero si lo encontramos sabremos que es así, pero no es importante tenerlo, sino encontrarlo, es como el viaje a Itaca, lo importante no es Itaca, sino el camino, lo aprendido en él, quiero viajar por el arcoíris, encontrar su luz, su color, sus secretos guardados durante siglos y solamente explicados a aquellos que son capaces de verlo, a aquellos que dejan todo para intentar encontrar, para intentar ver, a aquellos que son capaces de coger una botella, romperla sin importarnos el peligro y en cada trozo de cristal ver luces y colores, ver aquellos sueños que una vez se nos escaparon, ver aquellas leyendas convertidas en realidad., solo entonces, cuando nos hayamos liberado de todo aquello que nos hace ver el mundo como es, cuando lo real no lo veamos como es, sino como nosotros queremos, habremos encontrado el principio del arcoíris, ya solo tenemos que no dejar de verlo y ser capaces de andar por él, de volar, de soñar, de sentir su calor, su color y su aroma.

Pepe Haro Castaño

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Cada cierto tiempo aparecen noti-cias con estadísticas contradictorias sobre la cantidad de los asistentes a determinados eventos. Según quien proporcione la información, cuentan de más o de menos, según interese. Y en ciertas ocasiones hasta nos po-nen fotografías, para que veamos la realidad.

Tanto en un programa de televi-sión como en algunas redes sociales, salió no hace mucho una fotografía de los asistentes a una manifestación de apoyo a cierto gobierno y en las fotos que se propagaron se veía per-fectamente el duplicaje de miembros tan sumamente malo que da que pen-sar de si lo han hecho unos u otros para confundirnos.

Si en una concentración de per-sonas, acercamos nuestra distancia focal, parecerán más unidades que si

lo alejamos y dejamos referencias de tamaños y lugar.

Para quienes se acercan a la noti-cia de prensa solo viendo la foto y de-teniéndose únicamente en los titula-res (costumbre que tenemos muchos), existe un método muy sencillo de crear lo que nosotros queramos que vean y es sencillamente colocar algo de interés, que sea fuerte a la vista, dejando en segundo orden el resto.

Rellenar el encuadre: Si queremos contar algo de una foto, ocuparemos la mayor parte con eso.

Trabajar el flujo: Es el modo en que la mirada del espectador se des-plaza de una parte a otra.

El espacio negativo: Son los gran-des espacios vacíos. Los espacios va-cíos nos dan información de soledad, aislamiento o calma de la imagen.

Foto 01

Foto 02

Para rellenar laescena

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Para rellenar laescena

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En la primera foto, vemos algu-nos espacios vacíos, y es porque aún estaba iniciándose la presentación del libro Todo fue en La Habana, de José María Ruilópez, a cargo de nues-tro compañero Paco Trinidad. En la siguiente foto sew aprecian algunos asistentes más, pero tampoco está lleno.

Mi idea era rellenar los asientos vacíos por personas que hayan estado en el mismo lugar fotográfico, sin fal-sear en demasía la escena.

Para esto debemos de saber algu-nos conceptos de Photoshop, que en este caso tiene que ser CS4 o supe-rior, pues otras versiones carecen de algunas de estas opciones.

Comentado esto, solo nos queda coger la foto que más gente tenga o mayor concentración e ir rellenando con el resto de otras fotos.

Con la herramienta de recorte, marcamos una persona y después Co-piar y pegar en la foto de interés.

Modificamos la postura, hasta que encaje en el conjunto, y con la herra-mienta de goma de borrar, quitamos los sobrantes.

Para cambiar colores de ropas, duplicamos capas y pintamos sobre ellas. Reducimos opacidad.

Para crear más pelo o menos, clo-namos de una cabeza a otra, al igual que cuellos, orejas, etc. y así, el mis-mo individuo, tendría lo de otros y mezclado parecería otro.

Cada vez que hagamos un movi-miento terminado, conformamos con Capa/ combinar visibles y continua-mos con el otro.

Con este montaje fotográfico, he-mos trabajado parte de las Trece Re-glas de composición Fotográfica y si alguno ve alguna formación de “Las curvas en S “, creo las tiene todas.

Para acabar decir que, todos los personajes añadidos están repetidos. Propongo que se apresten a ir bus-cándolos.

Ricardo González, “Completu”

A través de este sencillo tutorial vamos a ver cómo construir un anun-cio. Valga mi muestra como simple ejemplo, pues, como siempre, lo que importa es aprender la técnica para posteriormente aplicarla en base a la imaginación y creatividad de cada cual.

1. CONTROL + O, para escoger la imagen que se pretenda usar como base para este trabajo. En mi caso he escogido la fotografía de una de mis hijas.

CONTROL + J, para duplicarla. Co-lóquense en la Capa Fondo -imagen original- pulsen suprimir para elimi-narla, pues trabajaremos sobre esta copia. Pónganle el nombre de “Ima-gen” para tenerla identificada y de esta manera trabajara mejor -clic en el interior de la Capa, ubicada en la Paleta de Capas, con el botón derecho > Propiedades de Capa > y a continua-

ción en el cuadro de dialogo que se nos muestra escribir Imagen.

2. CONTROL + Mayúsculas + N, para crear una Nueva Capa -nombrarla como Color negro - rellanarla del co-lor frontal -Negro- pulsando ALT + Su-primir y colocarla encima de la Capa Imagen.

3. Colocaros en la Capa del Fondo, es decir la capa que contiene la imagen -Capa Imagen- y duplicar-la pulsando CONTROL + J. Nombrarla como “Imagen2” y sitúenla encima de la Capa “color negro”, es decir encima de las restantes Capas -Imagen y co-lor negro-.

Pulsar la tecla V para activar la herramienta MOVER, con el punte-ro del ratón hagan clic en el centro de la imagen y moverla hacia la iz-quierda -mantener pulsada la tecla mayúsculas al mismo tiempo que la desplazáis, para mantener la posición

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de la imagen- un tercio del ancho de la imagen.

Con esto conseguimos dejar un espacio a la derecha para colocar el texto de nuestro anuncio, una vez completemos nuestra imagen princi-pal.

4. Activar la herramienta TEX-TO pulsando la letra T. En la barra de opciones -ubicada en la parte supe-rior- seleccionar la fuente Arial Black, Regular, 12 puntos, y color negro.

Una vez configurada la fuente creen cuatro columna de unos y ceros escritos aleatoriamente y comenzan-do por la esquina superior izquierda, de la imagen, hasta su parte inferior -base de la imagen-.

5. A continuación, una vez rea-lizada las cuatro columnas de núme-ros, nos situamos en su Capa que se encuentra en la Paleta de Capas y ha-cemos clic, en su interior, con el bo-

tón derecho del ratón y de las opcio-nes que se nos muestran escogemos “Rasterizar Texto”. Aconsejo nombrar esta Capa, para tenerla identificada. Yo le puse el nombre de Números.

- Seguidamente vamos a du-plicar estas columnas para rellenar toda la imagen de ellas y lo haremos de esta sencilla manera: activen la herramienta MOVER pulsando la te-cla V, hagan clic con el puntero del ratón en la columna de números que se encuentra en nuestra área de tra-bajo -en la imagen- y al tiempo que mantenemos pulsadas las teclas ALT y Mayúsculas muevan la columna de números hacia la derecha. Con esto conseguimos duplicar la columna de números y quedar perfectamente or-denada. Vuelvan a realizar este últi-mo paso varias veces, hasta rellenar la imagen de columnas.

Os pongo una captura de panta-lla para que os fijéis en cómo ha de quedar.

6. A continuación vamos a unir todas éstas capas -las que contienen las columnas de números- en una sola y para ello haremos esto: en la Paleta de Capas hagan clic en la pri-mera Capa de números y mantengan pulsada la tecla mayúsculas al tiempo que hacen clic en la última Capa de

los números, así seleccionamos todas estas capas. A continuación pulsen CONTROL + E y con ello acoplamos to-das las capas en una sola -Números-.

7. Nos encontramos en esta Capa -Números-. Hagan clic con el botón del ratón en el interior de ella -Paleta Capas- al mismo tiempo que mantenemos pulsada la tecla Con-trol, así seleccionamos todo el texto -números-. Seguidamente invertimos esta selección pulsando CONTROL + Mayúsculas + I y activamos la capa Imagen2, haciendo clic en ella -Pa-leta de Capas-. Pulsar CONTROL + C, para copiar esta selección y a conti-nuación CONTROL + V para pegarla en una Nueva Capa, como podrán com-probar. Nombren esta Capa como “ca-ranumeros”.

8. Pulsen CONTROL + J, para duplicar esta Capa -caranumeros- y cambien su modo de fusión de Normal a Superponer.

9. Ahora vamos a borrar los números que se encuentran fuera de la zona principal del trabajo, en mi caso los que se encuentran fuera de la cara.

- Sitúense en la Capa Imagen2 y creen una Máscara de Capa haciendo clic en el icono que se encuentra en la parte inferior de la Paleta de Capas

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cuya forma es cuadrada con un circu-lito blanco en su interior. Rellenarla de color blanco -ALT + X-.

- Pulsen la letra B para esco-ger un Pincel, color negro, y pinten sobre los números que quieran ocul-tar. En mi ejemplo he ocultado los números que bordean la cara y los que se encuentran fuera de ella.

10. Repitan este paso -9- para la Capa que contiene la imagen original -Imagen- e igualmente eliminen los números creando una Máscara y pin-tando sobre ella.

11. Con estos pasos hemos crea-do la base principal del anuncio. Aho-ra ustedes hagan uso de su creativi-dad y escriban el texto que deseen e incorporen logotipos -lógicamente al tratarse de un anuncio publicita-rio aquí pondríamos el Logotipo de la empresa, para asociarlo a la misma-.

En mi ejemplo he realizado un botón de encendido con el propio Photoshop y posteriormente le he aplicado una sombra paralela de color amarillo para dar la sensación de que el botón está encendido.

- CONSEJO: Para incorporar Lo-gotipos o imagen simplemente tienen que hacer esto: Control + O y esco-ger el logotipo o imagen a incorpo-rar. Control + A, para seleccionarlo/a completo/a y pulsar Control + C, para copiarlo/a; regresar al Área de Traba-jo -Anuncio Publicitario- y Control + V para pegarlo/a en una Capa indepen-diente. Si lo creen necesario hagan uso de Transformación Libre -Control + T- para ampliar o reducir. Cambien el Modo de Fusión -prueben con Trama, Multiplicar, Superponer o Subexponer Color- para fusionarlo con la imagen.

Todos los elementos y textos que incorporen al trabajo háganlo en la parte oscura de la imagen -lo hicimos en el paso 3-.

12. Guardar el trabajo en PSD -con capas- pulsando CONTROL + Ma-yúsculas + S y otra versión en JPG, tras acoplar todas las capas pulsando CONTROL + Mayúsculas + E y a conti-nuación CONTROL + Mayúsculas + S.

Antonio Ramón Ferrera

Mis rincones favoritos

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Gijón, aparte de sus propias cua-lidades como ciudad, que ya fueron objeto de uno de estos comentarios, allá por el número 13 de nuestra re-vista, se distingue por unos alrede-dores de lujo, que permiten en muy pocos minutos salir del casco urbano y sumergirse en plena naturaleza; una naturaleza, además, plena de verdor y de recodos propios para el descanso y a los que, para mayor felicidad, se puede acceder andando, sin depender del coche ni de ningún otro medio de locomoción o transporte.

Uno de estos rincones —entre los muchos que pudiera señalar— y, por supuesto uno de mis favoritos, es La Camocha, poblado antaño minero na-cido alrededor del único pozo minero de Gijón, también llamado como el barrio, Mina de La Camocha, famosa por la canción “La mina y el mar”, en la que su letrista, José León Delestal, se hizo eco del tópico popular: “La mina de La Camocha/ dicen que va bajo el mar/ y que a veces los mine-ros/ sienten las olas bramar.” Actual-mente está cerrado el pozo, pero el barrio sigue impregnado de recuerdos mineros y, a pesar del abandono de la minería, se mantiene vivo, sobre todo desde hace unos años en que los constructores se fijaron en sus posi-bilidades y comenzaron a construir viviendas unifamiliares pareadas que contribuyen a mantenerlo.

Suelo acudir a menudo a La Camo-cha, siempre andando a través de una

El espejo del río Piles brinda todas sus posibilidades al fotó-grafo durante el recorrido a pie

La minería es un recuerdo permanen-te en La Camocha. En la foto, los dos castilletes de la mina.

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senda fluvial que, desde los alrededo-res del campo de fútbol de El Moli-nón, sigue el cauce del río Piles hasta el poblado. Es un paseo agradable, de hora y media de duración desde mi casa, fresco en verano por la proximi-dad del río y resguardado en invierno por su abundante vegetación. Hay también una línea de autobuses urba-nos que llega al centro de Gijón cada media hora y que solo utilizamos en días de lluvia.

Es el trayecto ideal para ir char-lando con los amigos y familiares que me acompañan. A veces me detengo a hacer una foto, buscando el espejo de las aguas del río, que brinda todas sus posibilidades y es que se trata del río Piles, que desemboca en la playa de San Lorenzo de Gijón y que en es-tos compases cercanos a La Camocha respira todavía el aire salvaje de la montaña.

Una vez en La Camocha, a donde generalmente llegamos después del mediodía, a la hora que en España solemos llamar del vermú, es el mo-mento de descansar en alguno de los muchos bares que aún quedan y com-partir una botella de sidra, siempre con ese punto de euforia que queda detrás de una buena caminata.

A continuación vamos a comer a El Roble, que no es un restaurante propiamente dicho sino un bar donde preparan comidas. Pero qué comidas. Sólo cocinan sábados, domingos y algunas fiestas y su oferta, muy li-mitada en número, pero muy amplia en calidad, tiene todo el aroma de la cocina casera, la que han mantenido los fogones de las guisanderas astu-rianas durante siglos. Dentro de la

oferta de El Roble, que lógicamente cambia de un día para otro, me pier-do por el pote asturiano o la fabada, pero también por las patatas rellenas y el cachopo de setas, con muchos otros platos de la cocina tradicional que, junto a sus postres caseros, dan la auténtica dimensión de un sitio para comer en el que lo realmente importante es la sensación familiar que proporcionan el entorno —un bar como digo sin ninguna pretensión— y un servicio tan cercano como la pro-pia oferta culinaria. Ni que decir tiene que sus precios están en consonancia con la modestia del lugar.

Tras la comida, es el momento de una larga sobremesa, al amor del whisky, antes de regresar a Gijón, nuevamente andando. Algunas de las fotos de atardeceres que he subido a Moldeando fueron hechas en estos re-gresos, lo que de alguna forma da la dimensión de la duración de la sobre-mesa y del grado de comodidad que uno encuentra en El Roble.

Francisco Trinidad

Un entorno natural en el que la her-mosura del paisaje acoge a quienes llegan de la ciudad

La letra de José León Delestal ha popularizado el tópico: “La mina de La Camocha/ dicen que va bajo el mar/ y que a ve-ces los mineros/ sienten las olas bramar.”

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El próximo número de Luz y TinTa será un número monográfico que, al igual que el número 11, de agos-to de 2012, pretenderá rendir particular homenaje a todos los fotógrafos de Moldeando la luz con la publi-cación de todas las fotos destacadas durante el año

que media entre uno y otro número. Será un esfuerzo editorial importante que nos obligará, como el año pasado, a publicar más de 250 páginas. Para este número 23 le hemos encargado a Eugenio una foto

para la portada. Es lo menos que podemos hacer para destacar el trabajo callado y silencioso de alguien

que está ahí, semana tras semana, aportando sus co-nocimientos y su trabajo desinterasado y cuyas fotos sin embargo nunca aparecen entre las destacadas por

ser miembro de la Administración de la página.El número siguiente, 24, con el que cerramos dos

años de actividad ininterrumpida, siendo fieles a la cita del 5 de cada mes, será como el del año pasado

un número especial, si por tal entendemos que su portada reflejará el segundo anirversario y que será

una portada también “especial”. Para ello, convocamos el presente concurso.

Este concurso pretende elegir una foto para la portada de nuestro nú-mero 24 que, en este caso, no será de las destacadas en Moldeando la luz, sino la que el Jurado de Luz y Tin-Ta elija entre las que se presenten a concurso.

Se trata en cualquier caso de una foto vertical, que debe mandarse a resolución suficiente para ser publi-cada como portada. En caso de que no alcanzara la resolución suficiente, la dirección de la revista solicitará el cambio y, si éste no llegara a tiempo, se optaría por la foto que quedase en segundo lugar.

El tema de la fotografía es absolu-tamente libre, pero, al tratarse de una foto para portada, debe venir acom-pañada de un texto de alrededor de 300 palabras que se incorporará a la tercera página de la revista. El jurado que elegirá entre las presentadas ten-drá presente tanto la fotografía como el texto que la acompañe.

Las fotos que pretendan concursar deben ser inéditas.

Quienes deseen participar deben enviar sus fotografías y los textos que deben acompañarlas a [email protected]. Las fotos pueden venir firmadas, pero no enmarcadas, para mejor adaptarse a las necesida-des de edición de la revista.

En ningún caso se acusará recibo de ninguna de las fotos enviadas.

El plazo máximo para la recep-ción de fotos será el 30 de agosto de 2013, a las 10:00 horas (hora espa-ñola, lógicamente, según el reloj de Moldeando).

El Jurado estará compuesto por miembros de la Administración de Moldeando la luz y de Luz y TinTa cuyo fallo será inapelable y cuya composi-ción no se dará a conocer.

Ánimo para participar y suerte a los participantes.

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También pudieron ser portada

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También pudieron ser portada

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