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GIJÓN, 9 de julio de 2018 • DIARIO DE LA SEMANA NEGRA • DECANO DE LA PRENSA NEGRA MUNDIAL ÉPOCA XXXI • GRATUITO • Nº 4 www.semananegra.org CINCUENTA AÑOS DESPUÉS Por Michel Suárez y Xandru Fernández Páginas centrales EL COMEDIANTE Por Jesús Palacios Página 7 q Ayer fue día de masas en la Semana Negra: siempre sucede en los fines de semana. No hay día en que este festival no se abarrote, pero los sábados y domingos ese abarrotamiento se abarrota a sí mismo. Una muchedumbre gozosa de gijoneses y de foráneos de todas las generaciones lo invade todo. Y esa masa, como en el título del famoso libro de Elias Canetti, es poder. Poder democrático y popular; el voto con los pies que ha sostenido este festival a lo largo de treinta años que a veces fueron aciagos y trajeron aparejadas algunas crisis que siempre se superaron así: con una muchedumbre semanera proclamando que la SN debía quedarse. Hoy hablaremos de mayo del sesenta y ocho, de libertad de expresión, de participación social y política de la juventud y de novela vasca, entre otros temas. Seguimos. MASA Y PODER MASA Y PODER CULTURA Y DIVERSIÓN EN LA SN CULTURA Y DIVERSIÓN EN LA SN

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GIJÓN, 9 de julio de 2018 • DIARIO DE LA SEMANA NEGRA • DECANO DE LA PRENSA NEGRA MUNDIAL • ÉPOCA XXXI • GRATUITO • Nº 4

www.semananegra.org

CINCUENTA AÑOSDESPUÉS

Por Michel Suárez y Xandru Fernández

Páginas centrales

EL COMEDIANTEPor Jesús Palacios

Página 7

q Ayer fue día de masas en la Semana Negra: siempre sucede en los fines de semana. No hay día en queeste festival no se abarrote, pero los sábados y domingos ese abarrotamiento se abarrota a sí mismo. Unamuchedumbre gozosa de gijoneses y de foráneos de todas las generaciones lo invade todo. Y esa masa, comoen el título del famoso libro de Elias Canetti, es poder. Poder democrático y popular; el voto con los pies queha sostenido este festival a lo largo de treinta años que a veces fueron aciagos y trajeron aparejadas algunascrisis que siempre se superaron así: con una muchedumbre semanera proclamando que la SN debía quedarse.

Hoy hablaremos de mayo del sesenta y ocho, de libertad de expresión, de participación social y política de lajuventud y de novela vasca, entre otros temas. Seguimos.

MASA Y PODERMASA Y PODERCULTURA Y DIVERSIÓN EN LA SNCULTURA Y DIVERSIÓN EN LA SN

lunes, 9 de julio de 20182

ASOCIACIÓN SEMANA NEGRA

Presidenta:Susana Quirós

Director del Comité Organizador:José Luis Paraja

D.L.: As-2.391/2000

Redacción: Jesús Palacios

Colaboradores: Michel Suárez

Xandru Fernández

Antonia Santolaya

Fotografía: José Luis Morilla

Edición y diseño gráfico:Ángel de la Calle

Dirección:Pablo Batalla Cueto

...Laura Castañón presentó La noche que no paróde llover,...

...se charló sobre bibliotecas públicas municipales, sus actos y potencialidades,...

...y conversamos sobre arqueología de lamemoria 3.0.

...Mar de Niebla presentó Arte de calle...

Preimpresión: Morilla Fotocomposición

Imprime: Imprenta Mercantil

LA TRISTEZA

3lunes, 9 de julio de 2018

Siempre ha mirado con especial in-terés este festival a lo que sucede litera-riamente al otro lado del charco: no envano fue fundado por un asturmexicano.Y cada edición del festival organiza unamesa redonda con escritores latinoame-ricanos a fin de pasar revista al estadodel género negro por esos pagos. Se bus-can las tendencias continentales y tam-bién las particulares de cada nación; yentre las primeras siempre se consignaalgo que ayer dijo el mexicano FritzGlöckner: en la novela negra latinoa-mericana, «no hay que descubrir quiénfue el asesino o el estafador, sino másbien quién es el que está provocandoque la impunidad prevalezca».

Lo explicó más en profundidad elvenezolano Juan Carlos Méndez: «Lanovela negra que se realiza en Europanace de ese instante en que una sociedadtranquila y sosegada se asoma al abismoindividual: de pronto, ocurre un crimeninexplicable que conmueve, que sacudea esas sociedades que de repente descu-bren que dentro de sí conservan el ho-rror y las grandes pasiones humanas quepueden hacer que alguien cometa un cri-men. En el caso de Latinoamérica, nohay tales sociedades sosegadas: en un

diario cualquiera hay quince o dieciséisnovelas negras todos los días y lo quepresenta la novela latinoamericana es ala persona rebelde y transgresora que seniega a formar parte de la violencia, dela destrucción, de la corrupción total-mente extendidas».

El argentino Enzo Maqueira confir-mó también que en su país «es muy difí-cil imaginar una realidad que no incluyaliteratura negra. Buenos Aires es unagran novela negra ella misma; una ciu-dad que convierte a sus habitantes en an-

tihéroes ofuscados, viciosos, disconfor-mes con su vida, y también rebeldes». Ylo mismo sucede en México: explicóGlöckner que en su país «no hay nadamás negro que la puta realidad: policíascorruptos, entre doscientas treinta mil ydoscientas cincuenta mil personas muer-tas en la guerra contra el narcotráfico yentre treinta mil y cuarenta y cinco mildesaparecidas…». En Latinoamérica esfrecuente que se simpatice mucho máscon los delincuentes, identificados comorebeldes, que con las corruptas fuerzas

de seguridad, de lo que Maqueira pusoel ejemplo de que «cuando Maradonaapareció en el último Mundial haciendotodo su show maradoniano, gran partedel mundo se indignó, pero en Argentinaa casi todos nos pareció muy bien; nosresultó muy simpático. En general, ten-demos a identificarnos con quienes rom-pen la ley o la quiebran».

Completaba la mesa el cubano Wi-lliam Navarrete, que además de cargarcon dureza contra el régimen comunistade su país —del que se exilió a Francia

hace veintiocho años—, se demoró enexplicar que Cuba, literariamente ha-blando, es un caso distinto al del restodel continente debido a ese particularis-mo político. En Cuba, explicó Navarre-te, «el delito no aparece en el periódico:en el Granma todo va muy bien, los pla-nes quinquenales se cumplen, el capita-lismo es un horror, tenemos un modeloperfecto que exportamos al resto delmundo, etcétera; y de los delitos, la gen-te sólo se entera a través de una suerte devox populi. La fuente de inspiración pa-ra el escritor de novela negra, en conse-cuencia, es prácticamente inexistente».

El público participó animadamenteplanteando preguntas e intercambiandoimpresiones con los autores que integra-ban la mesa; y Fritz Glöckner se dirigióen un momento dado a ellos con humorpara explicarles que, aunque lo dicho enla mesa pudiera «parecer una competen-cia por ver qué país está más jodido o esmás culero» y que los autores pretendie-ran «sembrar de pesadillas» a los asis-tentes, «en Latinoamérica también sefundan sueños, música y alegría; y depronto tenemos pinches nubarrones, pe-ro también tenemos un chingo de sol ytambién la utopía existe».

«Colorado Larrazábal es un expolicía peruano negro,de origen vasco, que ha abandonado su Lima natal trashaberse enfrentado a un caso de corrupción en la época deFujimori. Sobrevive en Madrid, en el barrio de Lavapiés,haciendo trabajos ocasionales para el abogado peruanoTejada, también expatriado, y mantiene una relación sen-timental semiclandestina con una joven marroquí, Fátima.Tras resolver el secuestro del padre de Fátima a manos deunos delincuentes de poca monta, su casera le encomien-da ocuparse del caso de su sobrina, una joven periodista ala que todos los indicios señalan como única sospechosade la muerte de una célebre agente literaria, Laura Olivo,con la que estaba viviendo un tórrido romance. MientrasLarrazábal se adentra para su investigación en el mundode las agencias literarias y en el lado menos amable delambiente editorial, el lector se asoma a un entretenidofresco de escritores reconocibles y desencantados, nove-las perdidas y ambiciones frustradas. Larrazábal es unbuen policía y sufre la perplejidad que le causa un mundocomplejo en el que se siente desplazado y donde a veceslo que no vemos está justo delante de nuestros ojos. Per-sonajes verosímiles, diálogos ágiles, ambientes reconoci-bles, una sutil ironía y una estructura muy bien construi-da llevan al lector con mano maestra de sorpresa en sor-presa ofreciéndole también materia para la reflexión.Como en los mejores clásicos del género».

Tal es la sinopsis de El asesinato de Laura Olivo, laúltima novela del escritor peruano Jorge Eduardo Bena-vides, que ayer se presentó en la Carpa del Encuentro.

Benavides explicó que buscaba representar a través deLaura Olivo «las pesadillas que tienen los escritores conrespecto a los agentes: mujeres implacables —suelen sermujeres, igual que las editoras— que cuando les interesarepresentan a muerte a sus escritores pero también son des-

piadadas cuando ya no les interesan». Y que quiso haceruna novela entretenida, en la que pasaran cosas: «El sigloXX», reflexionó, «le dio carta de ciudadanía al aburrimien-to. A partir del siglo XX pueden aparecer novelas aburridasy que no pase nada, cosa que no sucedía en el siglo XIX.Pero a mí me gustan las novelas en las que pasan cosas; enlas que hay una trama». La novela está escrita de tal mane-ra que hay muchos posibles candidatos para ser asesinos:un marido al que Laura ha tratado muy mal y toda una co-horte de enemigos. Y el personaje de la propia Olivo, talcomo expresó Miguel Barrero, que presentó a Benavides,«se va construyendo y dibujando a medida que la tramaavanza, en la mejor tradición del género», despertando lacuriosidad y el interés del lector en todo momento.

Es también El asesinato de Laura Olivo —PremioUnicaja de Novela Fernando Quiñones, uno de los másprestigiosos del país— una novela política que incluye in-teresantes reflexiones sobre la historia política reciente dePerú, así como la de España. La trama se desarrolla prin-cipalmente en Madrid, pero incluye una escapada de La-rrazábal a Barcelona que da pie a Benavides para abordartambién la actualidad política catalana, marcada por elproceso soberanista, así como las diferencias entre las éli-tes culturales madrileña y catalana. Dijo Benavides que«la política suele contaminarlo todo; es muy difícil vivirajeno a lo que ocurre», y que las buenas novelas deben te-ner «muchas capas de lectura». Benavides, que tiene 54años, vive en España desde 1991, pero no ha dejado de se-guir con interés la actualidad de su país ni de volcar eseinterés en sus novelas. Colorado Larrazábal, explicó,«viene de una sociedad descompuesta, con un gobiernotremendamente corrupto que es más bien una organiza-ción delictiva con representación parlamentaria», y esodebe encontrar en la narrativa cauces de denuncia.

Como «uno de los mejores libros delaño» y «de lo mejorcito que ha paridomadre»: así describió ayer un entusias-mado José Manuel Estébanez Una chi-ca sin suerte, el último libro de la escri-tora leonesa Noemí Sabugal, una de lasautoras fetiche de la Semana Negra. Setrata de una novela sobre blues, estilomusical que apasiona a la escritora, yconcretamente sobre la gira que portreinta ciudades europeas hizo la cantan-te Big Mama Thornton en compañía deotros (John Lee Hooker, Walter Hor-ton, JB Lenoir, etcétera) en 1965.

«Big Mama Thornton me encontró amí, no yo a ella», explicó la autora, queencontró en aquella historia «todos loscomponentes de una novela». En Unachica sin suerte, se habla de la cantante,de la que Sabugal lamenta que está «muyolvidada» y que «muchos libros de bluesapenas la citan o la citan muy de pasa-da», y de su vida precaria y trágica. BigMama Thornton, contó la autora, veníade la pobreza y compaginaba la músicacon su trabajo limpiando escupideras, enun camión de basura o limpiando zapa-tos; pero nunca se dejó pisar. La primerafrase del libro es reveladora en este sen-tido: «Soy negra y gorda, pero valgo másque todos vosotros, bastardos». Y la tra-ma encuentra telón de fondo en las lu-chas sociales que atravesaban el EstadosUnidos de aquella década prodigiosa: laguerra de Vietnam, los movimientoscontraculturales, las drogas, la música…

Del blues, a Sabugal no sólo le inte-resa —explicó— la propia música, sinotambién su origen: canciones de trabajoque los esclavos entonaban para coordi-nar sus duras labores, animarse y espan-tar la tristeza. En la novela se cuenta có-

mo aquellos músicos adquirieron autoes-tima artística a través de aquella giramultitudinaria que llenaba todos los tea-tros y les demostró la dignidad y la po-tencia de lo que hacían. Pero también es-tá impregnada —dijo Estébanez— de«una tristeza crónica» que, según explicóSabugal, se aprecia sobre todo en los pa-sajes en los que Big Mama Thornton ha-bla en primera persona y concretamenteen aquéllos en los que, ya sola en una ha-bitación del hotel después del conciertocorrespondiente, la cantante vacía elmueble bar mientras recuerda y reflexio-na sobre su propia vida: la infancia enAlabama, la pobreza, la opresión que losnegros siguen sufriendo por más que ve-an concedidos sobre el papel los más res-plandecientes derechos, etcétera; estadode tristeza que viene a asistir la lluviapertinaz que cae sobre esas ciudades eu-ropeas en los meses de otoño en los quese desarrolla la gira.

Sabugal, además, retrata magistral-mente en el libro esa larga lista de capi-tales europeas entre las cuales estabanParís, Berlín, Amsterdam, Dublín, Ber-na, Zúrich, Copenhague, Estocolmo,Manchester o Barcelona, lo que le da piea retratar los conflictos y realidades deaquella Europa de contrastes: desde elMuro de Berlín hasta el conflicto irlan-dés, pasando por la bohemia parisina. Lohace a través de la mirada de Big MamaThornton, que de unos lugares se fija ensu apariencia de cuento, de otros en la ar-quitectura, de otros en el tipo que bebesolo en la barra de un bar o en la mujerque rebusca en la basura, y de todos enque la pobreza es «una roña que no seva» y que no conoce de razas ni naciona-lidades.

de Big Mamade Big MamaENTRE LIMA,MADRID Y BARCELONA

ENTRE LIMA,MADRID Y BARCELONA

lunes, 9 de ju 4

Cincuenta años después, la interpretación del legado de mayo del68 continúa siendo un campo de batalla tan apasionado como lo fueronen su día los propios acontecimientos. En este aniversario tan redondo,cuando ya disponemos de un conocimiento minucioso de casi todos losdatos, la gran mayoría de los veredictos sobre lo sucedido en aquellalejana primavera constituyen ejercicios de sensatez política que conmi-nan a repudiar la violencia y a pasar página. Los más pragmáticos hanconsiderado su fracaso como la medida de su impotencia. Otros han le-ído aquel mayo como un pecado de juventud; un afán de ruptura pro-pio de la edad de la insolencia. En favor de su opinión han invocado latrayectoria posterior de las figuras más mediáticas del movimiento: porejemplo, la de Alain Geismar, integrado en los círculos de poder so-cialistas e inspector general de educación, nada menos. O la del auto-proclamado libertario radical Cohn Bendit, atornillado al parlamentoeuropeo durante más de veinte años en calidad de eurodiputado verdey firme valedor de «las soluciones innovadores que dinamicen el mer-cado» impuestas por el señor Macron. «Ahí los tiene usted», como de-cía el señor Fraga.

Algo parecido viene a decir el señor Mario Vargas Llosa, paraquien todo aquel inútil alboroto no pasó de una «revolución de los niñosbien, la flor y nata de las clases burguesas y privilegiadas de Francia»,protagonistas de un «divertido carnaval» que «dio legitimidad y gla-mour a la idea de que toda autoridad es sospechosa, perniciosa y delez-nable y que el ideal libertario más noble es desconocerla, negarla y des-truirla». La visión del antiguo comunista peruano coincidía a pies junti-llas con los postulados de L’Humanité, publicación del PartidoComunista Francés, donde se escarnecía a «los revolucionarios hijos depapá que tras la revuelta irán a las empresas de sus padres para explotara los obreros»: una lectura muy similar a la que hizo Bertolucci en Lossoñadores: bajo los adoquines la juerga.

Sin embargo, la tesis del divertido carnaval deja muchos cabos suel-tos: por ejemplo, no explica el espíritu que animaba la abnegación y elheroísmo de los estudiantes y los trabajadores que se jugaron el pellejoen las barricadas frente a los temibles CRS en combates desiguales quearrojaron un escalofriante balance de heridos (algunos graves, sin olvi-darnos de los muertos), ni da cuenta de los casos de suicidio registradosen los años posteriores o la caída en la delincuencia (la ilegal, se entien-de) de algunos de sus protagonistas.

Todos estos juicios no nos llevan muy lejos. Centrar la atención delfenómeno en las algaradas callejeras y el destino de sus protagonistasofrece un paisaje demasiado desenfocado. Lo cierto es que, lejos deconstituir un motín de subsistencia, una revuelta desatada por injusticiaspuntuales o una verbena nihilista, mayo del 68 se enmarca en un contex-to social completamente desconcertante. En el arranque del año, DeGaulle se dirigía exultante a una nación condenada al bienestar auguran-do un horizonte de paz social y prosperidad. ¿Se podía equivocar másDe Gaulle? ¿Por qué en plena euforia del capitalismo de consumo, queacabó en 1973 con la crisis del petróleo, estallaba una rebelión tan viru-lenta? ¿Era la Francia de finales de los sesenta una sociedad en descom-posición? ¿Quién podía sospechar que en un país que se refocilaba en laabundacia material de los treinte glorieuses se gestaba una ira populartan explosiva? ¿Pero una ira contra qué; contra quiénes?

En lo sustancial, se ha tratado de distorsionar un fenómeno de un ca-lado y una radicalidad incomprensibles para los amantes del orden. ¿Osería más correcto afirmar que lo entendían demasiado bien? Por sus de-claraciones y sus actos podemos concluir que los representantes de laFrancia oficial supieron enseguida de qué iba todo aquello. Los que mástienen que perder suelen ver más claro. Mientras la élite se apresuraba aenviar su dinero a esa democracia intachable que es Suiza, el general DeGaulle, que también exilió sus cuentas bancarias, expresó mejor que na-die lo que estaba ocurriendo: «Se rebelan contra la autoridad del Estado».

En realidad, aunque no fuese consciente de todas las implicaciones,De Gaulle acertó de pleno: el pueblo de París se rebeló contra el ordenestablecido, un orden que iba mucho más allá de las meras críticas al go-bierno o la exigencia de reformas. Se trataba, como resumía una octavi-lla, de «una sed de libertad en todos los niveles de la existencia, un de-seo profundo de rechazar la tartufería asfixiante y la tiranía mezquina delas instituciones esclerotizadas».

Por encima de todo, Mayo del 68 fue una revuleta contra el poder ylos habitantes de París tuvieron el buen juicio de identificar a sus repre-sentantes a ambos lados de las barricadas. Si alguna lección tenían bienaprendida es que nunca, bajo ninguna circunstancia, se debían confiarlas riendas del movimiento a partidos políticos o a grupos organizados.Después de todo, la historia les mostraba el camino. El Partido Comu-nista Francés siguió a rajatabla el protocolo de neutralización de proce-sos revolucionarios que no controlaba. En un primer momento, cuandoGeorge Marchais se refería a Cohn-Bendit como «ese judío alemán», se

les dijo a los estudiantes que dejasen «la política para los mayores».Después, mientras París ardía, L’Humanité elucubraba sobre una «refor-ma de los exámenes presentada por los profesores comunistas». Con elPC haciendo aguas, sus desbordados dirigentes insistían en las paranoiasde los agitadores antiobreros.

El resto de partidos se aplicó con el mismo celo a hacer valer sus in-tereses; el radical socialista Mendès France sugirió un «gobierno delmovimiento»; el señor Giscard d’Estaing exigió «hombres de renova-ción» y el demócrata cristiano Jean Lecanuet recurrió a la nomenclaturajacobina para sacarse de la manga un «gobierno de salvación nacional».

Y mientras por las alturas se frotaban las manos pensando en el bo-tín, ¿qué sucedía en la calle, en la universidad, en las fábricas? ¿Desdequé centro de poder se organizó la rebelión? ¿Quién dio la orden de le-vantar la primera barricada? Detengámonos brevemente en algunos he-chos esclarecedores que nos proporcionan pistas para responder a estascuestiones.

El 7 de mayo aparece Action, órgano de expresión de la insurrecciónestudiantil, y en él se formula la pregunta crucial: «¿por qué lucha-mos?». La respuesta trasparenta un malestar de fondo que va mucho másallá de simples reivindicaciones sectoriales: «La juventud, alumnos deliceos, universitarios u obreros, rechaza el porvenir que le ofrece la so-

ciedad actual». Poco a poco, el germen de la protesta se propaga por ca-pas de la sociedad aparentemente reacias a las protestas populares. Unreportero de la RTL recogió este interesante testimonio a pie de calle:

—Buenos días, señorita… ¿Es ésta su primera manifestación?—No, no es la primera. Desde que esto empezó es la tercera. Es de-

cir, empecé a manifestarme con mi marido el martes por la tarde; seguíel miércoles por la tarde, y por fin esta tarde.

—¿No era usted militante anteriormente?—En absoluto. Siempre he estado contra este tipo de cosas, pero

creo que… ¿Cómo decirle…? Ha sucedido espontáneamente. Es una es-pecie de reacción. Bruscamente, uno se siente implicado.

Esta declaración encierra la explicación a la creciente vibración quese apoderó del pueblo de París: la posibilidad de sentirse implicado, deno delegar la acción política, de abandonar el papel de masa de manio-bra, abrió de repente el arco de visión de todas las miserias de la vida co-tidiana y ejerció de catalizador para una exaltación que cuestionaba elpoder establecido, el trabajo asalariado y las relaciones sociales. Otrotexto cocinado en el Censier ya había perfilado las líneas maestras delmovimiento: «¡Trabajadores parisinos! Entre vuestros problemas y losnuestros hay semejanzas fundamentales. ¿Quién decide las normas y lascadencias? ¿Quién decide los objetivos y naturaleza de la producción?La ley es la misma en todas partes, solo nos piden que ejecutemos órde-nes. Sindicatos y partidos de oposición nunca proponen nada fundamen-talmente diferente. Siempre existe una minoría que decide en nuestro lu-gar, tanto en la producción como en la sociedad. ¡Hay que organizar lalucha desde la base!».

La celebración de la base no era en absoluto una extravagancia: susimplicaciones estremecieron profundamente tanto el mundo del trabajocomo el del Estado, ya que colocaba en el ojo del huracán a un sistemaindustrial que esclavizaba en nombre de la producción, que impedía alos trabajadores deliberar sobre qué producir y cómo. Los obreros pusie-ron en cuestión que el aumento del poder de compra supusiese una re-dención del tormento de la vida de fábrica. El tiempo libre, colonizadopor el consumo y el cebo de los pasatiempos para idiotas, no era unacompensación. Ni menos horas ni mejoras salariales: una vida donde eltrabajo fuese fuente de satisfacción, donde las tareas ingratas se hiciesende forma colectiva y rotatoria, y donde la separación trabajo-tiempo li-bre fuese pulverizada fueron algunas imposiciones surgidas de los cen-tros ocupados. De igual modo, los partidos políticos fueron puestos ensolfa. Después de todo, ¿qué partido podrá jamás cuestionar la jerarquíaen la toma de decisiones, el trabajo asalariado, el parlamento o el pro-greso tecnológico sin hacerse el harakiri?

Si «todo partido exige creencia», como decía Valéry, éstos no tení-an ningún papel que jugar en un nuevo escenario político donde la cre-encia había sido sustituida por el debate y el intercambio de ideas. Esteescenario no era únicamente mental. También la morfología física de laciudad fue moldeada por el movimiento, que se reapropió del espaciopúblico imponiendo el control ciudadano de la calle. Henri Lefebvreobservó que mayo de 68 había retomado de la Comuna el concepto deocupación del espacio como retorno de los obreros expulsados porHaussmann a la periferia de París, quienes el 18 de marzo de 1871 re-

conquistaron por la fuerza el centro de la ciudad. Pero casi un siglo des-pués de esa reconquista no sólo se tomó la calle: también en las fábricas,en los barrios, en la organización de los transportes, se produjeron rei-vindicaciones en relación a la gestión colectiva del espacio. Sin duda,los lugares hacen los públicos, que decía Goncourt.

Esta alteración radical de la normalidad creó un campo común de en-cuentro que suspendió la distribución jerárquica del espacio y extendióa todos los ciudadanos el concepto de politai, esto es, el de sujetos acti-vos de la política democrática. La reconfiguración del espacio de la po-lítica supuso, además, un ensanchamiento de la isegoria, la potestad delos individuos de participar en el improvisado agora parisino. No se ha-bla de tomar el poder, sino que se combate la mediocridad de una vidaenjaulada por la burocracia y canalizada hacia el consumo.

Sustentado en su propia fuerza, el movimiento de mayo no dibujóningún proyecto en el horizonte: se construyó como un proceso autopro-pulsado. Fue haciéndose a sí mismo en la medida en que los individuosse integraban en la acción política. Sin embargo, como en tantas ocasio-nes anteriormente, chocó con la barrera que supone la constitución deórganos de poder popular que regulen la vida política. Mayo del 68 al-canzó su techo al no poder superar el límite de la creación de estos nue-vos centros de gobierno democrático.

A posteriori, no faltaron las previsibles críticas sobre la ausencia deun proyecto pilotado por una dirección revolucionaria. Desde el partidocomunista se acusó al movimiento de carecer de «capacidad para reali-zar este proyecto en términos de poder. Mayo-junio del 68 no fue una si-tuación revolucionaria: aun si el gobierno vaciló, los de arriba mantuvie-ron el poder y los de abajo, aun si se movilizaron con fuerza, estuvieronlejos de imaginar arrancarlo y menos aún de reemplarlo por alguna otracosa». Pero, ¿reemplazarlo por qué? ¿Por un gobierno compuesto porburócratas de otro pelaje que el que ocupaba el Elíseo? ¿Acaso no mos-traba la experiencia que la sustitución de un gobierno por otro, por muyrevolucionario que fuese, no alteraba el reparto del poder en términos dedominantes-dominados? ¿Un gobierno, el que sea, no implica siempreuna brecha insalvable entre los de arriba y los de abajo?

Como Barcelona en 1936 o París en 1871, Mayo del 68 se inscribeen la línea de una tradición insurreccional que no responde a una nece-sidad histórica, pero que constituye un modelo de referencia y una in-agotable cantera de enseñanzas para el presente. De la misma forma queSimone Weil habló de la fuente griega y Castoriadis se refirió a la Hun-gría del 56 como la fuente húngara, aquél mayo que hoy celebramos re-presenta la fuente parisina: un momento de ruptura que tensó los resor-tes del poder hasta sus límites, aunque no logró destruirlos.

Las analogías de mayo del 68 con algunos movimientos posteriores,como el 15-M, sin resultar inadecuadas, son ciertamente muy limitadas.En el caso del 15-M, la ocupación ciudadana del espacio público consi-guió poner nerviosos a los partidos políticos, incluidos aquéllos que en unprincipio alentaron el movimiento esperando sacar tajada. Si en su estalli-do el mayo español fue la «alegría de lo inesperado» que decía GarcíaCalvo, con el tiempo las concentraciones populares dieron paso a un pro-ceso de embridamiento institucional en el que la exigencia de «no ser tra-tados como mercancía por la banca y los políticos» se hizo inaudible. La-mentablemente, la tensión entre la tentación de la autonomía y la volun-tad de ser guiados se resolvió a favor de la segunda. La acción directa dejóde dar forma a la indignación y pronto asomaron los pastores. El surgi-miento de Podemos supuso el tránsito de la calle al parlamento, una cié-naga institucional irreformable en la que se han hundido hasta el cuello.

LA FUENTE PARISINAMichel Suárez

ulio de 2018 5

Se llega a Mayo del 68 por muchos caminos, pero ningunoconduce a la claridad de ideas. Cincuenta años cayendo a plomosobre un símbolo son demasiados años, especialmente si esesímbolo cobija a toda una generación, da lo mismo el lugar delespectro político al que se mire. Incluso vemos que su sombrase proyecta sobre la generación siguiente como si produjeraefectos benéficos, y sin duda los produce, pero está por ver quéefectos y a quién benefician. De Mayo del 68 se dicen hijos losnuevos movimientos sociales, ya no tan nuevos: feminismos,ecologismos, anticolonialismos varios y banderas LGTB, losparadigmas de la diversidad contemporánea, las luchas por elreconocimiento tan denostadas por el falangismo y el hedillismoposmodernos. De Mayo del 68 se sienten herederas las izquier-das patrióticas a la antigua usanza, también las derechas that-cherianas, albaceas sistémicos de una impugnación masiva de lasociedad de masas: apóstoles del individualismo líquido, ya seaen su versión cannabinoide-libertaria o en su más adusta ver-tiente tecnocrático-hayekiana, el invisible lazo que une a mi ve-cino el okupa con Emmanuel Macron. Con Mayo del 68 sesienten identificados todos los revolucionarios de café o de Fa-cebook, incapaces de entender el concepto de revolución triun-fante, pagafantas de la restauración de izquierdas y recalcitran-tes estetas del fracaso político y sentimental. Todo lo que nos ro-dea conduce a Mayo del 68 y lo deforma inevitablemente.

A Mayo del 68 llegamos desde la Primavera de Praga, ycontemplamos Europa Central con unos ojos efímeros, que enseguida llegarán los tanques rusos a poner Praga otra vez don-de no le corresponde, en el extremo oriental del continente, contodos sus experimentos cruciales siempre fallidos y casi siem-pre silenciados. A Mayo del 68 llegamos desde las protestas enEstados Unidos contra la Guerra de Vietnam, llegamos desde elbombardeo de Hanói, desde la matanza de My Lai, llega el Ma-yo que duró diez años y puso contra las cuerdas a la Casa Blan-ca y llegamos a la Casa Blanca desde Detroit y Newark, desdeAlabama y Georgia, desde Nashville y Berkeley, donde empe-zaba un mundo nuevo con colores nuevos y sonidos nuevos. In-cluso, si se quiere, se llega a Mayo del 68 desde el abril berli-nés en que Rudi Dutschke fue tiroteado, el mismo Rudi Duts-chke que acababa de llegar de Praga y se disponía a partir haciaParís, y se llega retrospectivamente a Mayo del 68 desde la Ma-tanza de Tlatelolco, en México DF, un 2 de octubre que pareceya fuera del siglo si no fuera porque el siglo, el decenio, el delas revueltas y las revoluciones, comienza justo entonces y searrastra con sevicia de guerra mundial por las calles de Chile,Atenas, Buenos Aires, Varsovia, Medellín, Teherán y Kinsasa.

Un inciso: qué actual, qué revelador el estilo de Rudi Duts-chke en sus escritos de 1966, 1967, 1968. Nada que ver con laensalada conceptual que cocinarían en las postrimerías del Ma-yo parisino los situacionistas y los entonces maoístas de churre-ría fina, en seguida convertidos a la jerigonza avasalladora delos heideggerianos de izquierdas. Qué lástima que la única en-señanza que los jóvenes revolucionarios franceses sacasen delatentado contra Dutschke fuese que también ellos tenían queconvertirse en propietarios de periódicos y grandes grupos decomunicación. Qué desolación ese paisaje intelectual en el quetodos los gatos son pardos y maúllan con acento derridiano. Findel inciso y de las lamentaciones.

Que Mayo del 68 no fue una revolución pero que entoncesempezó una revolución, la revolución de las derechas, la fascis-tización de la sociedad de consumo, es la tesis que formuló Pa-solini y que probablemente habría matizado si no lo hubieranasesinado; aunque me inclino a pensar que hubiera profundiza-do en ella, que la habría radicalizado: no en vano frente a losestudiantes en huelga se puso del lado de los policías hijos delproletariado que les aporreaban y que permanecerían, diez añosmás tarde, en la misma clase social en que habían nacido, delmismo modo que los jóvenes cachorros de la burguesía volve-rían al redil burgués después de aquellas jornadas revoltosas enque aprendieron todas las tácticas que sus enemigos de clase yano podrían volver a emplear contra ellos. Pero no a tontas y alocas, hablamos de Pasolini, no de cualquier vendedor de ideo-logías domésticas de esos que apestan a tradicionalismo de las

JONS: «Los policías (que estaban en la parte equivocada) eranlos jóvenes». En la parte equivocada. Son los nuestros, parecedecir, dice Pasolini, pero no están con nosotros. O mejor: so-mos nosotros, son parte de nosotros, pero no están donde nos-otros hemos decidido, tal vez equivocadamente, estar y resistir.

La gran huelga general francesa que los jóvenes filósofosvendieron como el Gran Rechazo (un término copiado de un fi-lósofo alemán exiliado en los Estados Unidos, Herbert Mar-cuse, el cual por su parte lo había tomado de un francés, Mau-rice Blanchot) se saldó con notables conquistas para los traba-jadores franceses y con la dimisión del primer ministroPompidou, que se llevará consigo, al cabo de unos meses, alpresidente de la república Charles de Gaulle, pero, lo que sonlas cosas, será Pompidou quien releve a De Gaulle en el pues-to de jefe del Estado, asumiendo algo así como la misión histó-rica de modernizar la sociedad francesa; de ponerla a la alturade su clase intelectual, emprendiendo una feroz ofensiva contrala descentralización industrial gaullista y, de paso, contra la tay-lorización de las empresas, sustituida poco a poco por la ges-tión a base de incentivos, consenso e iniciativa emprendedora,las mejores armas contra un proletariado hasta entonces relati-vamente bien organizado y con una fuerte consciencia de clase.

Sucede que el triunfo de Mayo del 68 fue pírrico, o, si sequiere, agridulce (pero pírrico igual): permitió la instauración deun individualismo epistemológico que contribuirá a reforzar lasluchas identitarias y a reforzar y reorganizar movimientos socia-les como el feminismo, pero también dará alas al egoísmo sisté-mico de las nuevas clases medias, proveyéndolas de un imagi-nario político al que aferrarse. Pero se equivocan quienes culpana los estudiantes parisinos de ese nuevo individualismo en cual-quiera de sus vertientes: hasta Houellebecq lleva razón cuandoseñala que la gran revolución de las costumbres, el hedonismoambiente que propició el Mayo francés y sus consecuencias, esmás causa que efecto de las jornadas parisinas de aquella famo-sa primavera. Y se equivocan también quienes señalan a los fe-minismos, los ecologismos y los movimientos LGTB y contra elracismo como los responsables del debilitamiento de la concien-cia de clase del proletariado industrial: fue el paradigma neoli-beral, con su ideología del emprendedor y su reestructuraciónsistémica en términos de incentivos más deslocalización, el quehizo de la clase obrera un símbolo de un pasado que ya en 1968era parte de la historia y que desde entonces se ha ido arrastran-do como alma en pena allí donde hubiera un brote de nostalgiapor la gran revolución fracasada.

Lo que escribió Maurice Blanchot fue lo siguiente: «Lo quenosotros negamos no carece de valor ni de importancia. Másbien a eso se debe que la negación sea necesaria. Hay una ra-zón que no aceptaremos, hay una apariencia de sabiduría quenos horroriza, hay una petición de acuerdo y conciliación queno escucharemos. Se ha producido una ruptura. Hemos sido re-ducidos a esa franqueza que no tolera la complicidad». La es-cenificación de esa franqueza, ese rechazo masivo, era un sig-no generacional, un emblema de la época, y lo habríamos teni-do igualmente aun sin barricadas en el Quartier Latin. Sinadoquines volando por las calles de París, el turbocapitalismohabría llegado igualmente, se habría resquebrajado de todosmodos la familia burguesa, patriarcal y victoriana, y habríamosvisto a la mitad femenina de la especie humana disputar su lu-gar en el mundo por encima y al lado de solidaridades de claseque, a lo sumo, representaban a una fracción numerosa de laotra mitad. La gran aspirante a clase universal, el proletariado,demostró que clase sí, pero universal no, y que a duras penaspasaría de aspirante en el combate final de la historia con ma-yúsculas. Es posible que sin Mayo del 68 nos hubiéramos sen-tido huérfanos de alguna que otra proclama resultona; pero noshabríamos ahorrado, en compensación, la fatal entronizaciónen el santoral filosófico de Guy Debord, cuya demolición nostomará unos cuantos decenios todavía, y el enojoso trámite decelebrar cada diez años un Mayo del 68 diferente dependiendode cuánto haya envejecido la generación que lo usó como arie-te, distintivo y excusa para alcanzar, ejercer y disfrutar el poderal que estaba predestinada por linaje.

NUESTRO MAyO FAVORITOXandru Fernández

El discurso de la calle cedió a la necesidad de tomar el poder, ganar las elec-ciones y al persistente espejismo de cambiar la sociedad desde arriba. Se hablade círculos, de bases, pero siempre encuadrados en una estructura de poder queasciende hasta una cúspide decididora, un esquema que preserva el abismo entrequienes deciden y quienes obedecen.

El 15-M se ha saldado, pues, con una estruendosa derrota: se clama contra lacorrupción sin comprender que la corrupción no es una excrecencia del sistema,sino el sistema mismo. Las reformas y las regeneraciones democráticas, por muyradicales que sean, asumen el postulado de la validez del sistema, puesto que só-lo se reforma aquello que se cree legítimo. Reformar es una de las formas menosdignas de colaboracionismo. Sin duda, Podemos es también fuente, pero es lafuente de los engaños de Baltasar Gracián, «donde el que una vez bebe, des-pués todo lo traga y lo trueca».

El 15-M no abrevó de aquella fuente parisina que nos mostró las trampas delas elecciones, las vanguardias, los líderes, los políticos, la intelligentsia. En es-te sentido, la gestación de un nuevo partido político llamado a regenerar la vidapolítica ha supuesto un gran paso atrás que nos ha catapultado a una etapa ante-rior a Mayo del 68.

Volviendo a París, cuando el 30 de mayo De Gaulle disolvió la Asamblea, lacapital francesa fue tomada por la gente respetable. Con el expoliador de artecamboyano André Malraux y el futuro primer ministro Chirac a la cabeza, unagigantesca turba de bienpensantes se manifestó bajo el lema: «La única via acep-table, la de la democracia», una democracia representada en los Champs Eliséespor paracaidistas, excombatientes, legionarios, patriotas e individuos de ordenque aullaban «¡Cohn-Bendit a Dachau!». Un mes más tarde, los gaullistas y losgiscardistas copaban la mayoría de los escaños en juego y ganaban por aplasta-miento las legislativas. El divertido carnaval había terminado.

El amargo final de la primavera parisina debería servirnos de aviso para di-sipar los equívocos que se producen en esos raros y embriagadores momentos enlos que la gente se junta para hacerse cargo de sus propios asuntos. Por un lado,es necesario comprender que fundar una autoridad desde la base no es lo mismoque consentir nuevos sacerdocios partidistas. La base de toda acción política de-mocrática debe reposar sobre el común, no sobre estructuras burocráticas demando.

Por otro lado, Mayo del 68 nos invita a permanecer vigilantes en relación alos lugares comunes del lenguaje político y sus zonas de penumbra. Bastará conprestar atención a los discursos oficiales para darse cuenta de la mistificación quese oculta entre sus pliegues. Cuando regresó de Rumanía el 19 de mayo, De Gau-lle agitó el anzuelo de las reformas: «Reforma sí, chienlit, no» («motín medie-val»). Poco después, recobrado el aliento, el general pasó al ataque: «¡Pues no!La República no abdicará, el pueblo se recobrará. El progreso, la independenciay la paz triunfarán, junto a la libertad». Paralelamente, el PC reclamaba el retor-no del suminstro de gasolina y sugería formar gobierno con un programa «deprogreso social y de paz». La cantinela es siempre la misma, pero funciona a lasmil maravillas. En una época en la que no abundan los críticos esclarecidos, laverdadera sabiduría política consiste en descifrar lo que reformas, progreso, in-dependencia, paz y libertad significan en boca del poder.

Es probable que los protagonistas de Mayo del 68 no fuesen conscientes deque existía un movimiento histórico que los respaldaba. Lo supiesen o no, bebie-ron de la misma fuente que muchos otros hombres y mujeres que en el pasadointentaron imprimir una nueva orientación a sus vidas sin encomendarse a nin-gúna autoridad que no emanase del propio movimiento. Les bastó su intuiciónpara desconfiar del orden jerárquico y la centralización. Identificaron las tretasde la sociedad industrial y cuestionaron sus recompensas, desafiaron al poder ymantuvieron el reto de la auto organización. ¿Permaneceremos indiferentes anteese momento en el que, parafraseando a Kierkegaard, los hombres fueron capa-ces de mirar por encima de sí mismos y de la situación? ¿Nos desharemos de sulegado como nos hemos deshecho de la memoria de todos los momentos de rup-tura que jalonan la historia de la emancipación humana?

Lo dijo Diderot: «Pueblos cuyos rugidos han hecho temblar tantas veces avuestros amos: ¿a qué esperáis? ¿Para qué momento reserváis los adoquines quepavimentan vuestras calles? Arrancadlos».

Segunda jornada de encuentros ydesencuentros en el Espacio A Quema-rropa, tan intensa y variada como po-cas, salpicada con aromas orientales,especias latinas y exotismos criminalesque, sin embargo, arrancó desde la no-ficción con la presentación a cargo deCarlos Rodríguez del implacable librode Pedro Bravo Exceso de equipaje:por qué el turismo es un gran negociohasta que deja de serlo, una incisiva in-vestigación en cómo el nuevo modelode turismo salvaje propio del no menossalvaje tardocapitalismo de mercadoestá cambiando no sólo la manera deviajar y vivir el turisteo sino, sobre to-do, la geografía humana, urbana, socialy económica de las ciudades y paísessometidos a su imperio. Con los tre-mendos ejemplos de Barcelona, Ams-terdam, Venecia y más recientementeMadrid a la cabeza, cuya fisonomía es-tá siendo prácticamente destruida por lamala praxis del negocio de Airbnb, en-tre otros igualmente lesivos, Pedro Bra-vo nos dejó inquietos y tristes ante laperspectiva de un turismo globalizadoque supone más gasto que beneficio,degrada los espacios urbanos, encarecela vivienda y destruye en vez de cons-truir. En realidad, algunos siempre pen-samos que hay que viajar menos, peromejor. Y que el turista es una especiepeligrosa, que mal utilizada puede sertambién un arma de destrucción masi-va. ¿Cómo parar este fenómeno? Ya megustaría saberlo.

Por suerte, para alegrar un poco elambiente, sensualmente cargado y hú-medo, con calores veraniegos de lo más

sudorosos y untuosos, llegaron quien es-to firma y su compañero de aventuraseróticogrotescas Germán MenéndezFlórez para presentar un libro muchomás guarro y divertido a su perversa ma-nera, Eroguro: horror y erotismo en lacultura popular japonesa, obra colectivacoordinada por este su inseguro servidoren la que varios autores explican, histo-rian, analizan y diseccionan el fenómenodel género o corriente cultural niponadel Eroguro, es decir: lo erótico-grotes-co (y absurdo), desde la literatura clási-ca japonesa de principios del siglo XXhasta el manga del XXI, pasando por elcine, la ilustración y el porno (negocia-do precisamente de Germán Menéndez,quién lo diría). Fetichismo, dibujos gua-rros de artistas como Miguel ÁngelMartín o Shintaro Kago (sin bromasescatológicas, por favor) y textos de ex-pertos en cultura popular como DanielAguilar, Rubén Lardín e Iria BarroVale, además de relatos originales de es-critores tan raros e indispensables comoTanizaki, Edogawa Rampo y JuzoUnno, para mostrar la cara oculta de Ja-pón. Fue eso justo un poco antes de queNorman Fernández nos presentara lanueva obra de Julio César Iglesias yRaquel Lagartos, que en las antípodasdel Eroguro pero igualmente enamoradadel País del Sol Naciente se vertebra co-mo homenaje sentido al gran mangakarecientemente desaparecido Hiro Tani-guchi, y que aborda la vida cotidiana deun samurái en los estertores de la Era deEdo, escarbando en la Historia de Japóny en la delicada y elegante estética delgrabado Ukiyo-e, pero también con un

ojo puesto en clásicos del cine comoKurosawa o Masaki Kobayashi. Unaespecie de haiku gráfico, más que nove-la gráfica, por quienes biografiaran consentido y sensibilidad a la mismísimaMary Shelley y su Criatura.

Entre medias, el más genuino géne-ro negro en sentido estricto hizo por finsu aparición en el Espacio A Quemarro-pa gracias a la reciente novela de Beni-to Olmo La tragedia del girasol, nuevay brual aventura del inspector ManuelBianquetti, aquí y ahora devenido yainvestigador privado, presentada por elveterano Alejandro M. Gallo, quiensometió al escritor en su primera visitaa la Semana Negra a un genuino tercergrado, gracias al cual supimos quepronto esta nueva novela se convertirátambién en imágenes cinematográficasy que su autor espera, por lo demás, quela película sea buena, por supuesto, pe-ro partiendo siempre de la base de que,como decía la cabra del chiste, el libroestará siempre mucho mejor.

Latinoamérica estuvo también es-pecialmente presente ayer en el EspacioA Quemarropa a lo largo de la tarde,con tres autores y obras de carácter biendistinto y distintivo. De una parte, elcubano William Navarrete, egregionovelista, poeta, ensayista y crítico dearte que reside en París habitualmente,presentado por el siempre elegante Ig-nacio del Valle, nos habló largo y ten-dido de su novela más reciente Dejaque se muera españa, que pese a suominioso título es, en palabras de su au-tor, «una novela de amor por España» yque de hecho narra, desde la perspecti-va de su peculiar protagonista femeni-na, los varios y tempestuosos avatareshistóricos y humanos por los que hanpasado las siempre singulares, tensaspero emotivas relaciones entre la islacaribeña y nuestro país a lo largo de dé-cadas y siglos, trazando en cierto modouna historia novelada y poética de Cu-ba y de la agridulce complejidad de superpetua búsqueda de identidad a lo lar-go de varias épocas marcadas por losfantasmas del colonialismo, la revolu-ción, la negritud, el deseo de libertad yla dictadura.

De Argentina, tierra donde la histo-rieta siempre ha tenido una importancia

artística, social y política, por suerte ypor desgracia, verdaderamente funda-mental y fundacional, llegó la pizpiretaLaura Fernández, una de las figurasmás destacadas del nuevo cómic no só-lo latinoamericano sino internacional, ala que flanqueaban y poco menos queacosaban los mismísimos Ángel de laCalle, admirador convicto y confeso desu obra y persona, y Norman Fernán-dez, no menos embelesado por la pre-sencia, arte y verbo de esta enfant terri-ble de la historieta, que pese al empeñodel señor de la Calle por hacerla hablarde su anterior libro, el excelso Tupama-ros, consiguió también finalmente ex-plicar, y de qué manera, el proceso cre-ativo, tanto artístico como personal,que la llevó hasta El pozo, la peculiarnovela gráfica que presentaba concreta-mente en la Semana. Se trata de unasingular simbiosis de narrativa dibujaday nouvelle que prescinde por completode textos de apoyo en su parte ilustradapara utilizar exclusivamente el arte se-

cuencial y el diálogo a la hora de articu-lar una compleja —que no complica-da— trama de misterio, costumbrismotrágico y crítica social, desarrollada deforma estructurada en principio, nudo ydesenlace (pero, como decía Godard,no necesariamente en ese orden). Y quepor otro lado completa y complementaesta misma historia con una segundamitad en forma de novela corta tradi-cional, que amplía y explica los aguje-

ros voluntarios de la primera parte,constituyéndose así en fluido artefactoque fluctúa entre dos formas narrativasdiferentes tanto como perfectamentecomplementarias. Nada de todo esto escasual, porque Laura Fernández (Lauripara Norman Fernández) no es sólo unaexcelente artista gráfica, sino tambiénuna experta estudiosa y teórica de la li-teratura dibujada, cuya obra sobre la fi-gura del gran Hugo Oesterheld resultamodélica y ejemplar, además de insos-layable para cualquier interesado no so-lo en este genio del cómic, sino en lanarrativa gráfica del siglo XX. Por cier-to que El pozo no está publicada ni dis-tribuida en nuestro país, por lo que laSN ofrece la oportunidad inexcusablede que os hagáis con ella y para colmode bienes firmada con arte singular porla propia Laura.

Latinoamérica en particular y el Es-pacio A Quemarropa en general se des-pidieron ayer con una última interven-ción, de nuevo moderada por AlejandroGallo, por parte del venezolano JuanCarlos Méndez Guédez, oriundo deBarquisimeto pero hijo adoptivo desdetemprana edad de esa ciudad de ciuda-des que es Caracas, a la que precisa-mente convierte en protagonista princi-pal de su novela La ola detenida, genui-no thriller negro donde la desapariciónde una joven española, hija de un polí-tico conservador (o sea, de derechas),pone en movimiento al peculiar perso-naje creado por Guédez de la investiga-dora Magdalena Yaracuy, detectivesaducha en artes marciales, experta tira-dora y… bruja (no en el mal sentido deltérmino, sino en el otro, el de las quehacen hechizos y hechizan de verdad).Con tan exótico personaje, se despidióen mitad de una cálida y húmeda tarde,que se convirtió en noche sin dejarsesentir, una segunda jornada del EspacioA Quemarropa que nos llevó desde Ja-pón a Caracas y de Argentina a Cuba,pasando siempre por Gijón y sin ensu-ciar nada, sin molestar a los vecinos,estropear el mobiliario urbano, joderlos monumentos, ni subir los precios dela vivienda. Y es que la Semana Negray A Quemarropa son ejemplo plus-cuamperfecto de turismo consciente,sostenible y ecológico, por el módicoprecio de gratis y sin moverte del sitio.¿Quién da más? Yo creo, Pedro, quepasamos el exámen con un aprobado al-to, cuanto menos.

Jesús Palacios y Germán Menéndez.

Pedro Bravo y Carlos Rodríguez.

Norman Fernández, Raquel Lagartos y Julio César Iglesias.

Norman Fernández, Laura Fernández y Ángel de la Calle.Por Jesús Palacios

lunes, 9 de julio de 20186

Alejandro M. Gallo y Juan Carlos Méndez Guédez.

lunes, 9 de julio de 2018 7

Reggaetón ton ton(Transcripsión de Jesús Palasios)

Voy a decir algo con lo que seguro estarán todos de acuer-do: vaya mierda el reggaetón. Qué pesadilla. Está por todaspartes. Lo oyes quieras que no. En el coche cochambroso quepasa con las ventanillas abiertas vomitando reaggetón a todomotor. En el bar donde antes jurarías que ponían musicón —punk, rock’n’roll o techno del bueno, que sé yo—. Debajo detu casa, donde le ha dado a la chavalería latina por ponerse aprivar y fumar porros al son son del reaggetón. ¡Qué coñazo!¿O no? ¿Y si, en realidad, el problema no es suyo…, sino mío,tuyo, nuestro…? ¿Y si lo que pasa es que somos demasiadoviejos para el reggaetón pero demasiado jóvenes para morir?Porque a ver, en el fondo, ¿qué tiene de malo el puto reggae-tón? ¿Que es machista? Como toda la vida lo fue el rock’n’-roll, no digamos el heavy, el funk, la disco music o hasta elpunk. ¿Que lo escuchan gamberros, jovenzuelos y pandillerosviolentos? Oigan, a mí me corrían literalmente a hostias porser mod los rockers de Plaza de España, y menudas se liaban ala puerta del Rockola o en los bajos de Argüelles en el Madridde los ochenta y el Movidón… Y aquí mismo en Gijón, que lepregunten a Jorge Ilegal con su bastón. ¡Ah! Que es que lamúsica es mala, vaya… ¿Quién lo dice? ¿Quién lo juzga? ¿Nose dijo también lo mismo del rock, del punk, del techno macha-cón? ¿No era puro estruendo cacofónico lo del heavy y lospunkis no presumían de no saber ni tocar la guitarra? ¿No de-cían los de Verdi que el tal Wagner no hacía más que ruido?Joder, como para fiarte de los que entienden de música. A mí,que un tío que cree que Vetusta Moria hace buena música mediga que Maluma es una mierda, pues, qué quieren que les di-ga… Por lo menos Maluma es guapo y le gusta a la gente dela calle de verdad, no a los del postureo indi que de indi tienenlo que de indios los nativos americanos… y que ojalá se extin-gan como ellos. Si hay que echar una mano, aquí está el Sép-timo de Caballería bien dispuesto.

Personalmente, yo no soy del reggaetón ni del rollo latinoen general, aunque tuve —¿quién no?— un pasado salsero y

de latin jazz para disimular. Por eso mismo, también tengo cla-ro que soy un dinosaurio que vive de ese parque jurásico mo-ribundo que es el rock y que transita por internet gracias a You-Tube y Spotify, verdadero cementerio de elefantes donde losfantasmas del rock siguen viviendo como sombras eternas, es-pectros escapados de un pasado que nunca volverá, por muchoque grupos de ahora se empeñen en resucitarlo clonando el so-nido de los sesenta o de los setenta con tecnología del sigloXXI. Que no, que no es lo mismo. Aunque peores son las reu-niones de supervivientes, que se juntan para satisfacer los máspatéticos y bajos instintos de sus fans. ¡Qué bien siguen sonan-do Guns & Roses! Sí, ya, pero… ¡Qué monstruosamente gor-do y viejo está Axl Rose! ¿Le recuerdan con AC/DC? ¿Obeso,con la pierna escayolada y cantando desde una silla de ruedas?¡Madre de dios! Si eso es el rock’n’roll, prefiero que me sacri-fiquen como a un cerdo, o mejor que le sacrifiquen a él, que lepega más la pinta. De hecho, en ese concierto estaban más cer-ca de los mutantes del desierto post-atómico del Juez Dreddque del rock.

Aceptémoslo: el rock’n’roll y el pop-rock han muerto. Sonzombis que se devoran entre ellos, vampiros sin sangre de ver-dad en las venas y fantasmas del pasado que invocamos a tra-vés de Internet. Lo que está vivo, lo que gusta de verdad a losjóvenes (que son el verdadero público, juez y verdugo del pop)es el reggaetón. Lo que indigna y se salta las normas, la correc-ción política y el supuesto buen gusto normativo e institucio-nal no es el punk, ni el hard, ni el gothic, ni el electro y ya ca-si ni el hip hop: es el puto reggaetón en toda su vasta dimen-sión. Con sus letras hedonistas, sexy y machistas, sus tíosbuenos y macizas, sus cantos al carpe diem y el vivir y follarque son dos días, sus videoclips fastuosos, llenos de color, se-xo y estética actual… Hoy, Maluma, Elvis Crespo, Felipe Pe-láez, Baby Rasta & Gringo, Pipe Bueno y hasta Enrique Igle-sias y Pitbull, con su vallenato, su electrocumbia, sus mierdaslatinas urbanas que se mezclan sin prejuicios con el rock, elpop y el country americano, son lo que está vivo, lo que pro-voca, lo que está en la calle, hermano. Por más que joda.

Y yo me pregunto si en tanto hablar de la mierda del reg-gaetón, de lo malo que es, de lo machista, machacón y retró-grados que son sus sonidos y sus letras, no habrá una sombrade genuino e inconfeso racismo y xenofobia. Porque dejar en-trar a los (e)migrantes pero poner a parir su música, que estambién su cultura, su vida, y querer que la olviden o la aban-donen, suena mucho a la misma, vieja y cínica canción impe-rialista, puritana e hipócrita de siempre, del hombre blanco eu-ropeo dominante sabiendo qué es lo bueno y lo mejor para elpobre latino zafio e ignorante. Pues a joderse, yo el primero,porque el hombre blanco europeo ya no domina la escena, y elpop de verdad, el espíritu real del rock’n’roll es ahora, lo quie-ras o no, hermano, the fucking reggaetón.

JESÚS PALACIOS

11.00 Inicio de la distribución gratuita del número 4 de A Quemarropa.

17.00 Apertura del recinto de la Semana Negra. Feria del Libro. Mercadillo interétnico.

Terrazas. Atracciones de feria.

Apertura de exposiciones:

— Derrumbando estereotipos (carpa de Exposiciones).

— En tierra de hombres (carpa del Encuentro).

17.30 (Carpa de La Palabra) Cuentacuentos. Con Merche Medina.

18.00 (Carpa del Encuentro) Presentación: La chica invisible de Blue Jeans.

Con Beatriz Rato.

18.00 (Espacio A Quemarropa) Presentación: Un dios ciego, de Javier Sagastiberri.

Con Luis Artigue.

18.00 (CdLP) Presentación: Encuentro de Jaime Santirso. Con Juan Carlos Gea.

18.30 (CdE) Presentación: José María Díez-Alegría. Un jesuita socialista humanista.

En medio de la clase obrera de Juan Antonio Delgado de la Rosa.

Con Benjamín Gutiérrez Huerta. Colabora Fundación Juan Muñiz Zapico.

18.30 (EAQ) Presentación: Asesinato en Miami de María José Elices.

Con Ana Luisa Durán Fraguas.

18.30 (CdLP) Presentación: El retorno de mesidor de Francesc Rovira.

Con Pilar Sánchez Vicente.

19.00 (CdE) Presentación: El impresor de Venecia de Javier Azpeitia.

Con Carlos Fortea.

19.00 (EAQ) Tiempo de ratas de Marc Moreno. Con Carles Quílez.

19.00 (CdLP) Aula SN. Charla: Burorrepresión y desaliento del ejercicio de derechos.

Con Miguel Presno (Derecho Constitucional). Con la colaboración del

Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Proyección Internacional de la

Universidad de Oviedo.

19.30 (CdE) Presentación: Donde siempre es medianoche de Luis Artigue.

Presenta Carles Quílez.

19.30 (EAQ) Presentación de El caso Newton de Antón Arriola.

Con Nacho S. Álvarez.

20.00 (CdE) Periodista, columnista, mujer: Cristina Fallarás. (Aula Cultura de

El Comercio).

20.00 (EAQ) Presentación: Corazones negros, de Noelia Lorenzo Pino.

Con Nacho S. Álvarez.

20.00 (CdLP) Mesa redonda: La participación política y social de la juventud.

Con Raquel Ruiz, Sheyla Suárez y Almudena Cueto. Modera Xuan García.

20.30 (CdE) Mesa redonda: ¿Hacia dónde va la novísima narrativa vasca de género

negro? Con Javier Sagastiberri, Noelia Lorenzo Pino y Antón Arriola.

Conducen Ángel de la Calle y Nacho S. Álvarez.

20.30 (EAQ) Presentación: El mal y el tiempo de Carlos Fortea. Con Miguel Barrero.

21.00 (EAQ) Presentación: Comics, manual de instrucciones de Pepe Gálvez.

Con Norman Fernández.

21.00 (CdLP) Encuentro con los lectores: Blue Jeans.

21.30 (CdLP) Mesa redonda: Mayo del sesenta y ocho, cincuenta años después.

Con Vicente Álvarez Areces y Michel Suárez. Modera Dulce Gallego.

22.30 Concierto en el escenario central:

ASFALTO

EL DIRECTOR DE AQ RECOMIENDA

El urbanista catalán Jordi Borja ha contado alguna vez que, en oca-sión de una misión profesional en la región del ABC, en la periferia deSão Paulo —un barrio de unos dos millones de habitantes y predominiode gente humilde—, visitó un sector de favelas extremadamente pobre;casi inhabitable. Se le acercó una mujer negra acompañada por su nieta yle preguntó qué iba a pasar con ellos; y Borja les explicó que estaban allípara poner en marcha un proyecto del gobierno local del Partido de losTrabajadores, consistente en implementar mejoras indispensables de tiposanitario y, más tarde, construir un conjunto de viviendas sociales. La mu-jer —cuenta Borja— le contestó: «Me lo creo, tengo confianza en el go-bierno municipal, pero, por favor, pongan mucha atención a que se hagabien, pues los pobres también tenemos derecho a la belleza».

Borja, que es un urbanista humanista, siempre cita a Henri Lefebvre,que decía que la ciudad es la insurrección estética contra la cotidianidad,y manifiesta también su convicción de que la ciudad debe ser «el lugar dela libertad conquistada y de la aventura posible, individual o colectiva;[de] la multiplicación de los encuentros imprevistos, de los azares insos-pechados». Debe sorprendernos en cada esquina y hacernos esperar quepueda producirse una gesta en cualquier momento y sobre todo en cual-quier lugar. La historia tiene querencia por los lugares hermosos —dice—y siempre florece en los espacios icónicos: el Zócalo mexicano, la plazade Tiananmen o las escaleras del Potemkin. Lugares hermosos generanacontecimientos hermosos.

Es muy interesante, esto del derecho a la belleza, porque nadie sueleacordarse de él en el combate contra la desigualdad; y es cierto que pue-de parecer una extravagancia o una cursilería fuera de lugar cuando hayen el mundo megalópolis enteras donde los derechos conculcados son alagua potable o al saneamiento. Pero no lo es en absoluto. No se lo pare-cía a García Lorca, que en septiembre de 1931 pronunció estas palabrasdurante la inauguración de la biblioteca de Fuente Vaqueros (Granada), supueblo natal: «No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y es-tuviera desvalido en la calle, no pediría un pan, sino que pediría mediopan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamentehablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindica-ciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está quetodos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocentodos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos enmáquinas al servicio del Estado; es convertirlos en esclavos de una terri-ble organización social».

En este festival se recuerda con frecuencia —la recordó, por ejemplo,Ángel de la Calle el otro día durante el reparto de Derrumbando estere-otipos— a la editorial Quimantú, puesta en marcha en 1971 por el gobier-no de Salvador Allende y que perseguía acercar la alta cultura a las ma-sas desheredadas de Chile. Publicaban ediciones muy baratas de libros detoda clase, tanto clásicos como modernos, y su cortísima existencia (elpar de años que tardaron los milicos en cerrarla) le fue suficiente para pu-blicar unos diez millones de libros, al ritmo delirante de medio millón almes. Allende también creía en el derecho a la belleza; y otro de los pro-yectos que impulsó, a instancias del alpinista Claudio Lucero (el primeralpinista chileno que escaló el Everest), consistía en organizar excursio-nes a la montaña para niños de familias de pocos recursos. Lucero llegóa tener, según sus propios recuerdos, a cuatro mil jóvenes acampando almismo tiempo en los parajes más hermosos de los Andes.

La cosa acabó como acabó, porque la belleza y la cultura son revolu-cionarias, y siempre generan un contragolpe de la fealdad y la estupidez,que a veces acaba en gol. Después del golpe de 1973, en la hoguera quelos soldados prendieron en la biblioteca de Pablo Neruda ardieron, a lavez que un buen número de clásicos del marxismo, tratados sobre cubis-mo, que los antorcheros creyeron relacionados con la Cuba comunacha…

Lo dicho: derecho a la belleza. Aquí en la Semana Negra siempre lohemos tenido muy claro.

l u n e s 99PROGRAMA

lunes, 9 de julio de 20188

PROGRAMA ALTERNATIVO

Espaciu pal Cambiu

19:00 h. Mesa debate: Del 15M a las instituciones,

con Sofía Castañón y Segundo González.

Modera Alba González.

Kamtxaka

17:30 h. Inmatriculaciones, un espolio monumental.

Con José María Rosell y Luis Fernández.