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97 Manejo de recursos y coexistencia poblacional en la quebrada de Cobija durante la influencia inca IVÁN MUÑOZ O. 1 RESUMEN El estudio de los asentamientos Cobija-1 y Cobija-2 nos ha permitido discutir la interacción social que se llevó a cabo en la serranía de Arica entre los años 1400 DC a 1500 DC, según las fechas obtenidas por termolu- miniscencia. Del análisis de la cerámica y la arquitectu- ra se desprende que dichos asentamientos fueron edifica- dos con el propósito de explotar agrícolamente y contro- lar los recursos hídricos de la quebrada de Cobija. Esta situación habría generado una coexistencia poblacional entre grupos nativos de la sierra y otro que llegó en re- presentación del Estado inca, posiblemente de origen altiplánico. Palabras claves: asentamientos – cerámica – Inca regional. ABSTRACT Against the chronological background provided by TL- dated pottery, research undertaken in the sites of Cobija- 1 and Cobija-2 leads to consider the social interactions that occurred in the sierras of Arica between 1400 AD and 1500 AD. From the analysis of both ceramic remains and architecture, we consider that these settlements were built with the simultaneous purpose of controlling water resources, and exploiting agricultural produce in the valley of Cobija. We argue that this situation generated forms of population coexistence between native groups of the sie- rra, and people coming from the Andean high plains in representation of the Inca State. Key words: settlements – ceramics – Regional Inca. Recibido: febrero 2004. Manuscrito revisado aceptado: enero 2005. Estudios Atacameños N° 29, pp. 97-123 (2005) 1 Departamento de Arqueología y Museología, Universidad de Tarapacá. Casilla 6D, Arica, CHILE. Email: [email protected] naron recursos agrícolas y costeros. Sin embargo, son varias las hipótesis que se han planteado res- pecto a este dominio: Raffino plantea que los incas no construyeron grandes poblaciones en los An- des Meridionales (Collasuyu), sino que se “apro- piaron de las poblaciones preexistentes” (1996: 71). Hyslop (1992) señala que el eje articulador que anexó todos los territorios conquistados estu- vo dado por el Qhapaqñan que se desplaza tanto por la sierra como por la costa. No obstante, tam- bién integraron a esta red caminos preexistentes construyendo cada ciertos tramos recintos admi- nistrativos donde se ejercía el poder del Estado. Morris (1981) añade que los incas construyeron estos centros administrativos en lugares donde por lo general no existían edificaciones locales. So- bre el carácter de la dominación al sur del Impe- rio, Williams y D’altroy (1998: 170) señalan que si bien ésta fue menos intensa que en la zona nuclear o central del Perú no fue “... marginal, ajustando su gobierno a las características ambien- tales y sociopolíticas de cada región”. El control indirecto habría sido la estrategia adop- tada por los incas para dominar la región centro sur desplazando a los colonos del altiplano. Esta estrategia, según Llagostera (1976), Rice y cola- boradores (1990) y Muñoz (1998), al parecer no fue tan compleja, ya que estos valles habían sido colonizados a través de enclaves, por las pobla- ciones de habla aymara, como Lupacas, Pacajes y Carangas, aproximadamente 300 años antes que llegaran los incas. Esta estrategia difiere de otras utilizadas por el Tawantinsuyu en la cual se re- movió la población local, y, en otros casos, se tras- ladaron emigrantes cusqueños (Querejazu 1989). En cuanto a las relaciones que se establecieron entre el poder estatal y las etnias dominadas se ha planteado (D’Altroy y Bishop 1990; D’altroy 1992) que estas pudieron haber sido unidireccio- nales, asimétricas. Para Mulvany (2003: 179) esta interacción “implicó la búsqueda de equilibrio a través de la concertación”. Al margen de estos planteamientos, Rivera señala que: Introducción Los incas, como toda organización estatal, apro- vecharon al máximo los recursos que les propor- cionaban las tierras que eran integradas al Impe- rio. Los territorios de los Valles Occidentales tu- vieron significativa importancia ya que proporcio-

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MANEJO DE RECURSOS Y COEXISTENCIA POBLACIONAL…

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Manejo de recursos y coexistencia poblacional en la quebrada deCobija durante la influencia inca

IVÁN MUÑOZ O.1

RESUMEN

El estudio de los asentamientos Cobija-1 y Cobija-2 nosha permitido discutir la interacción social que se llevó acabo en la serranía de Arica entre los años 1400 DC a1500 DC, según las fechas obtenidas por termolu-miniscencia. Del análisis de la cerámica y la arquitectu-ra se desprende que dichos asentamientos fueron edifica-dos con el propósito de explotar agrícolamente y contro-lar los recursos hídricos de la quebrada de Cobija. Estasituación habría generado una coexistencia poblacionalentre grupos nativos de la sierra y otro que llegó en re-presentación del Estado inca, posiblemente de origenaltiplánico.

Palabras claves: asentamientos – cerámica – Inca regional.

ABSTRACT

Against the chronological background provided by TL-dated pottery, research undertaken in the sites of Cobija-1 and Cobija-2 leads to consider the social interactionsthat occurred in the sierras of Arica between 1400 ADand 1500 AD. From the analysis of both ceramic remainsand architecture, we consider that these settlements werebuilt with the simultaneous purpose of controlling waterresources, and exploiting agricultural produce in the valleyof Cobija. We argue that this situation generated forms ofpopulation coexistence between native groups of the sie-rra, and people coming from the Andean high plains inrepresentation of the Inca State.

Key words: settlements – ceramics – Regional Inca.

Recibido: febrero 2004. Manuscrito revisado aceptado: enero 2005.

Estudios Atacameños N° 29, pp. 97-123 (2005)

1 Departamento de Arqueología y Museología, Universidadde Tarapacá. Casilla 6D, Arica, CHILE. Email:[email protected]

naron recursos agrícolas y costeros. Sin embargo,son varias las hipótesis que se han planteado res-pecto a este dominio: Raffino plantea que los incasno construyeron grandes poblaciones en los An-des Meridionales (Collasuyu), sino que se “apro-piaron de las poblaciones preexistentes” (1996:71). Hyslop (1992) señala que el eje articuladorque anexó todos los territorios conquistados estu-vo dado por el Qhapaqñan que se desplaza tantopor la sierra como por la costa. No obstante, tam-bién integraron a esta red caminos preexistentesconstruyendo cada ciertos tramos recintos admi-nistrativos donde se ejercía el poder del Estado.Morris (1981) añade que los incas construyeronestos centros administrativos en lugares donde porlo general no existían edificaciones locales. So-bre el carácter de la dominación al sur del Impe-rio, Williams y D’altroy (1998: 170) señalan quesi bien ésta fue menos intensa que en la zonanuclear o central del Perú no fue “... marginal,ajustando su gobierno a las características ambien-tales y sociopolíticas de cada región”.

El control indirecto habría sido la estrategia adop-tada por los incas para dominar la región centrosur desplazando a los colonos del altiplano. Estaestrategia, según Llagostera (1976), Rice y cola-boradores (1990) y Muñoz (1998), al parecer nofue tan compleja, ya que estos valles habían sidocolonizados a través de enclaves, por las pobla-ciones de habla aymara, como Lupacas, Pacajes yCarangas, aproximadamente 300 años antes quellegaran los incas. Esta estrategia difiere de otrasutilizadas por el Tawantinsuyu en la cual se re-movió la población local, y, en otros casos, se tras-ladaron emigrantes cusqueños (Querejazu 1989).

En cuanto a las relaciones que se establecieronentre el poder estatal y las etnias dominadas se haplanteado (D’Altroy y Bishop 1990; D’altroy1992) que estas pudieron haber sido unidireccio-nales, asimétricas. Para Mulvany (2003: 179) estainteracción “implicó la búsqueda de equilibrio através de la concertación”. Al margen de estosplanteamientos, Rivera señala que:

Introducción

Los incas, como toda organización estatal, apro-vecharon al máximo los recursos que les propor-cionaban las tierras que eran integradas al Impe-rio. Los territorios de los Valles Occidentales tu-vieron significativa importancia ya que proporcio-

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“el área de Arica y Tarapacá estuvo directamenteincorporada al Imperio inca, esto es, al sistemadel Estado centralizado, permitiendo continuarcon el modelo de complementariedad económica,modelo que se había establecido en la zona conanterioridad a los incas” (2002: 238).

Llagostera (1976), Cavagnaro (1986), Pärssinen(1992) y Muñoz (1998), entre otros, señalan quela ocupación incaica, en los valles desérticos delos extremos norte de Chile y sur de Perú, se ha-bría producido en el siglo XV como consecuen-cia de las alianzas entre los incas y los reinosaymaras (collas), lo que permitió alcanzar el con-trol político del altiplano y, por ende, de los va-lles costeros del Pacífico (Tambo, Moquegua,Sama, Ilabaya, Lluta, Azapa) donde estas pobla-ciones altiplánicas mantenían territorios agrícolas.

Algunos antecedentes de esta ocupación están enlos asentamientos Lupacas en Torata. Diez de SanMiguel (1964 [1567]) señala que indios Pacajestenían asiento en Moquegua con el propósito derecolectar el guano como fertilizante y producirmaíz, cuyos excedentes eran enviados a los cen-tros del Imperio (Julien 1983). Según Rice y co-laboradores (1990) estas poblaciones habrían co-existido con los yungas costeros nativos; sin em-bargo, estos grupos, al margen de la incorpora-ción que hicieran de diversos elementos de la cul-tura material y tecnología, mantuvieron su formade vida ancestral vinculada a la tradición de pes-cadores prehispánicos. Según Muñoz (1989), esposible que estos pescadores hayan perdurado enpequeños enclaves incluso hasta después del con-tacto andino-europeo.

Respecto al control político de los Valles Occi-dentales, existen diversas teorías planteadas porautores como Murra (1975), Hidalgo y Focacci(1986), Muñoz (1989), Silva (1992-1993), Santoro(1995) y Rivera (2002), quienes coinciden en queel aspecto más relevante de este tema radica en larelación que las poblaciones yungas mantuvieroncon las altiplánicas. Según Murra (1975), este nexohabría existido durante la época preincaica bajoun sistema de control vertical de los Valles Occi-dentales ejercido por poblaciones provenientes delas tierras altas.

Para esta misma época en estos valles,Rostworowsky (1986) sugiere la existencia de unterritorio conocido como “Colesuyu”, donde se

habría forjado una identidad cultural conformadapor pescadores llamados “camanchacas” o“cavanchas”, los que pudieron haber hablado eldialecto Coli, y agricultores que se hacían llamar“coles”. Según esta autora, habrían mantenido unaactiva interacción con las poblaciones altiplánicas,especialmente en las cabeceras de los valles,intercambiando productos y bienes. Propone quetal interacción se origina por “la carencia de uncentro de poder fuerte en los llanos, lo que hizoque, durante el Intermedio Tardío, los yungas es-tuvieran supeditados al dominio de los serranosdel altiplano” (1986: 128).

La arqueología ha presentado evidencias que tien-den a avalar ambas propuestas etnohistóricas, lade un modelo de control vertical ejercido por po-blaciones altiplánicas (Hidalgo y Focacci 1986) yla de una población yunga local controlando losValles Occidentales (Muñoz et al. 1987a, 1987b;Muñoz y Chacama 1988, 1995). Respecto de estaúltima propuesta, el territorio que se señala comoColesuyu ha sido ubicado en un espacio geográfi-co donde se hayan y distribuyen los elementosculturales que caracterizaron a la Cultura Arica(1000-1400 DC). Silva, al analizar los anteceden-tes proporcionados por Muñoz y Chacama (1993)respecto de las poblaciones nativas de los VallesOccidentales anteriores a los incas, señala que “esimportante tener en cuenta las variaciones regio-nales y las condiciones previas de los estableci-mientos preincas en el norte de Chile cuando setrata de explicar la naturaleza de la expansión”(1992-1993: 90), más aún cuando se han detecta-do territorios que representaban unidadesgeopolíticas anteriores a los incas, como elColesuyu.

Sobre los valles de Arica, Hidalgo y Focacci(1986) plantean para el siglo XVI la presencia degente perteneciente a comunidades de Tarapacá,Tacna, Ilo, Pacajes, Yungas y Carangas, ademásde otras poblaciones asentadas en el valle de Llutaque decían ser Lupacas. Todas ellas habrían co-existido con el propósito de explotar las tierrasagrícolas y los recursos marinos. Sobre la conti-nuidad de la población local, es posible que éstahaya coexistido con otras influenciadas por losincas en la región durante la Fase Gentilar de laCultura Arica (Hidalgo 1996). Esta hipótesis hasido comprobada en varios asentamientos arqueo-lógicos, tanto en Tacna como en Lluta y costa deArica, en los cuales se han identificado contextos

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de dicha fase asociados a rasgos incaicos (Hidal-go y Focacci 1986; Muñoz 1998).

No obstante el esquema planteado, existen algu-nas interrogantes que merecen ser expuestas. Unade ellas apunta a que, si bien existen evidenciasde una contemporaneidad de las culturas localescon la influencia incaica en la zona, el impactoproducido en éstas debió ser considerable.Visualmente es posible percibir una pérdida de lariqueza iconográfica tanto en la textilería comoen la alfarería preinca, situación que a nuestroentender refleja una nueva estructura política-ideo-lógica, la inca, y cuyos mecanismos de interaccióncon las culturas locales no están aún plenamenteesclarecidos.

Evidencias arqueológicas relacionadas alPeríodo Tardío

Los valles de los extremos sur peruano y norte deChile fueron ocupados por las poblacionespreincaicas e incas en distintas cotas con el pro-pósito de explotar los recursos que el medio lesofrecía. En los valles, los agricultores herederosde la tradición cultural Tiwanaku dieron un fuerteimpulso a las actividades agrarias, las que se ma-nifiestan en el desarrollo de las técnicas de irri-gación (canales) y del cultivo en terrazas, cubrien-do extensas zonas y vinculando poblados distan-tes entre sí. Por tal razón, el manejo del agua fueel centro de atención de estas poblaciones, y laubicación de la mayor parte de sus aldeas en elsector medio y cabeceras de valles fue, en granmedida, motivada por tal preocupación. Sin em-bargo, el control político de la región fue tambiénun elemento gravitante en la organización de es-tas poblaciones, lo que las hizo conformar unaidentidad étnica conocida arqueológicamentecomo Cultura Arica (Schiappacasse et al. 1989).

El extremo sur peruano

En el valle de Moquegua, algunos asentamientosocupados a partir del Período Intermedio Tardíocomo Estuquiña, San Antonio y Tumilaca-Moli-no, proporcionan también información arqueoló-gica tardía. Se trata de poblados ubicados estraté-gicamente en la cima de cerros, con muros exte-riores defensivos y estructuras domésticas forma-das por aterrazamientos y muros de piedra situa-dos alrededor de plazas. Un asentamiento conparticularidades distintas a las mencionadas es

Llaral, el cual no posee atributos defensivos, sinomás de 100 terrazas habitacionales dispuestas enforma de anfiteatro. Alrededor de estas estructu-ras se hallan dos cementerios y una plaza. La ce-rámica incluye vasijas de los estilos Chiribaya,San Miguel y Gentilar, de las poblaciones localesdel Intermedio Tardío. Según Rice y colaborado-res (1990), los asentamientos incas en el valle deMoquegua se localizan en terrenos accesibles, nofortificados, como Camatra y Tambolomo, conmás de 20 estructuras. En ambos sitios se halla-ron estilos cerámicos relacionados a poblacionesaltiplánicas como Sillustani Policromo y SillustaniNegro sobre Rojo.

Torata es otro asentamiento inca más extenso quealcanza 7 ha. Se emplaza en la cima de un cerrocircundado por una gran terracería agrícola. TorataAlta, está compuesta por habitaciones, patios ycalles distribuidas en un plano inclinado, ademásde pozos de almacenajes. Según Rice y colabora-dores (1990), este asentamiento pudo representarla comunidad inca de Cochuna, constituyéndoseen un centro administrativo de gran importanciaen la cuenca del Osmore.

Un poblado relacionado a las fases Estuquiña-Incae Inca en el valle de Otora (cuenca del Osmore),es Porobaya. Según Stanish (1990) Porobaya-1, 3y 6 corresponden a unidades políticas indepen-dientes engranadas en un intercambio interzonalintensivo. En estos asentamientos existe una mar-cada influencia colla de la cuenca del Titicaca, yse manifiestan las primeras evidencias incaicas enel valle. A su vez, Porobaya-11, 13 y 15, sonasentamientos cuyas economías políticas estánmarcadas por la administración imperial, con es-pecial influencia de los Lupacas. Es en este pe-ríodo cuando se comienza a construir el complejohabitacional de Torata, de influencia Inca-Lupaca,cuya alfarería típica incluye, además, los estilosChucuito y Sillustani.

En el valle de Ilo, en el sitio Algarrobal, se hanlocalizado antiguos sistemas agrícolas y bases deestructuras habitacionales hechas de caña y demadera, vinculadas a poblaciones del IntermedioTardío. Se suman los hallazgos de los cemente-rios de Chiribaya Alta, Carahuas, El Algarrobal,El Algodonal, El Higueral, El Mono, Loreto Vie-jo y Parral, que se relacionan a poblacionescosteras preincaicas y a la Cultura Chiribaya. Al-gunos de estos grupos perduraron hasta la época

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inca en un contexto de coexistencia poblacional,lo cual implica que los incas habrían respetadociertos iconos que identificaron a estas poblacio-nes costeras.

El valle del Caplina en Tacna fue anexado al te-rritorio inca, según Gordillo (1996), durante elgobierno de Tupac Yupanqui, aproximadamente en1475. Algunos de los aportes incas, reconoceGordillo, es la introducción de un nuevo sistemaadministrativo evidenciado en construcciones queobedecieron a un modelo central (tambos) y me-joramiento de la red vial. La cerámica tiende amostrar nuevas formas y decoración, volviéndosemás funcional. Algunos asentamientos del Perío-do Inca en el extremo sur peruano son Peañas,Pachía, Challada y Pallagua en el Caplina; Samala Antigua, Pampa Julia, Yalata, Kanamarca,Capanique, Huankarani, en los valles de Sama;Pocoma en Lucumba; Punta Meca e Ite en el lito-ral, y Palca en la zona altoandina. Para el valle deTacna, Gordillo (1996) señala que existieron treselementos que caracterizaron las conductas de laspoblaciones yungas: uso racional del agua para laactividad agrícola, intensa actividad comercialmanifestada por el tráfico de caravanas y el pro-fundo sentido mágico-religioso manifestado endiferentes expresiones simbólicas de la culturamaterial (textiles, cerámica, petroglifos, geoglifos,entre otros).

Un análisis más detallado sobre la ocupación incaen el valle de Tacna, desde el cementerio dePeañas, es realizado por Gordillo y García (1989),quienes detectan cerámica de estilo Chuquibamba-Inca con formas de jarra. Esta es la alfarería másdiagnóstica de la ocupación inca en el valle deTacna. En tumbas registraron platos decorados conrepresentaciones ornitomorfas y aríbalos CuscoPolicromo, además de un plato decorado con lla-mas estilizadas, emparentadas con el estilo Saxa-mar de Arica (Dauelsberg 1961) o Inca Pacajesdel altiplano meridional (Rydén 1947). Entre lasofrendas hubo vasos de madera, cestería,“coquitos”, y productos alimenticios tales comomaíz, porotos, ají, achira, chañar, calabazas y fru-tos de molle. Otros estilos cerámicos de tradicióncostera que aparecen en las tumbas de Peañas, loconstituyen Pocoma y Gentilar de la Cultura Arica.Los desarrollos locales de los valles interandinosestán representados por el estilo Sitajara, de ma-nufactura simple, con alisado regular, y formasde cuencos con pequeños protúberos. En Peañas

se observan distintos tipos de entierros ocupandoun mismo espacio, lo cual podría sustentar unahipótesis de convivencia multiétnica en el vallede Caplina (Gordillo 1996).

Respecto de la ocupación inca en la precordillerade Tacna, ésta puede observarse en los pobladosde Capinaque y Pukara, en el valle de Sitajara.Capinaque está formado por recintos de plantarectangular con muros de una y doble hilera depiedras, algunos usando argamasa. En este pobla-do se haya un tambo compuesto por tres recintosrectangulares, en cuya superficie se han halladofragmentos de cerámica de los estilos Sitajara,Pocoma e Inca, este último representado porChucuito Policromo, Cusco Policromo-B, Saxa-mar, Chucuito Negro sobre Rojo y Kollau. Porotra parte, Pukara es un asentamiento de carácterdefensivo, con muros de contención aterrazados.Las estructuras que se edificaron sobre estosaterrazamientos son de planta rectangular, algu-nas de las cuales presentan accesos. Asociado aeste espacio hay un sector de enterramiento con-formado por chullpa y tumbas cavadas en el piso.Entre la cerámica local tiene mayor representa-ción aquella de pasta gris y gris-rojiza, junto acerámica costera de estilo Pocoma, y Chilpe delDesarrollo Regional altiplánico. Para Gordillo(1996), las poblaciones locales del valle serían deorigen precordillerano, representadas por el estiloSitajara, las que habrían coexistido con aquellasde la costa de Arica y con las altiplánicas, repre-sentadas por las variantes negro sobre rojo a lascuales se asocia posteriormente el Inka.

En el río de Sama, Trimborn (1975) fechó variosasentamientos con cerámica de los estilos costerosSan Miguel, Pocoma y Gentilar cuyo rangocronológico va desde 1090 DC hasta 1560 DC,que representarían poblaciones costeras que tu-vieron una larga vigencia en el tiempo. Lo intere-sante de estos asentamientos es que presentan unpatrón arquitectónico habitacional que no cambiaen el tiempo, lo cual sugiere que la influenciaincaica no modificó el estilo arquitectónico de lospoblados indígenas locales, el que sobrevive in-cluso a la llegada de los europeos.

El extremo norte de Chile

Los valles costeros de Lluta y Azapa correspon-den a dos hoyas hidrográficas cuyas cabecerasalcanzan los 2600 a 3000 m.snm, distribuyéndose

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en estos espacios una gran cantidad de sitiospreincaicos e incas. En el valle de Lluta se en-cuentran Mullune, Molino, Vila-Vila, Molle Pam-pa, Rosario, Huaylacan, Chacalluta y Macarena,estos dos últimos emplazados en la desemboca-dura. Los poblados presentan una planificaciónsectorizada en donde destacan los lugares de en-terramiento caracterizados por fosas ampollares ytubulares, y áreas residenciales construidas conmuros de piedra y caña. Las construcciones selocalizan en lugares de amplio dominio visual, enterrazas inmediatas a la caja del río.

Un análisis de las relaciones y ocupación del es-pacio por parte de las poblaciones prehispánicastardías asentadas en el valle de Lluta, ha sido rea-lizado por Santoro (1995), quien plantea lainteracción entre los grupos étnicos macrorregio-nales de la Subárea Circumtiticaca y los gruposmicrorregionales de origen valle-costero. Santoroha podido establecer que entre estos dos gruposse dio una interrelación regional directa, diferen-te a lo que habría ocurrido en otros valles costeroscomo Azapa, en donde la penetración altiplánicadesde la Subárea Circumtiticaca habría sido me-nos representativa y más tardía.

Por su parte, el valle de Azapa registra variosasentamientos. Desde el sector de Livilcar haciala costa encontramos los poblados de Pubrisa,Chamarcusiña, Quebrada del Diablo, San Miguel(AZ-9 y AZ-10), Alto Ramírez (AZ-15), PlayaMiller (PlM-3, PlM-4, PlM-5 y PlM-6), entreotros, los cuales incluyen cementerios con tum-bas de tipo ampollar y tubular (Dauelsberg 1961;Espoueys et al. 1995; Muñoz 1996). Las residen-cias se construyeron con paredes de caña sobrepeñones altos ubicados en lugares estratégicosdesde donde se desarrollaron actividadesagropesqueras. Es importante señalar que la cuen-ca del río San José se conecta directamente conel área de Belén en la serranía, constituyéndoseen un rebalse que desemboca en el Pacífico. Estopropició una constante movilidad de poblacionesserranas y costeras, evidenciada por los numero-sos senderos que cruzan la sierra y el valle, asícomo por el arte rupestre, que en sus diferentesmanifestaciones se asocia directa o indirectamen-te a ellos.

Ahora bien, respecto de la ocupación de este va-lle por parte de los incas, hemos visto dos moda-lidades: a) grupos incas altiplánicos asociados a

poblaciones locales (Hidalgo y Focacci 1986); yb) grupos incas altiplánicos tipo “mitimaes” noasociados con poblaciones locales (Santoro yMuñoz 1981). Ambas modalidades habrían esta-do orientadas a explotar los valles costeros delPacífico, a través de cultivos como el maíz, papa,frutas y hortalizas (Alvarez 1991). Según esteautor, los incas habrían desarrollado mecanismospara usar en forma diferenciada el espacio econó-mico, de modo que en las aguas saladas del vallede Lluta se cultivó preferentemente maíz; en cam-bio, en las aguas dulces del valle de Azapa seprefirieron hortalizas y frutales. Esta percepcióndel uso diferenciado del espacio tuvo una conno-tación política y social, puesto que el Estado incahabría construido algunos centros administrativospara controlar la producción, uno de los cualeshabría sido el asentamiento de Molle Pampa en elvalle de Lluta (Santoro 1995) y AZ-15 en el vallede Azapa (Santoro y Muñoz 1981).

En el tramo inferior del río Camarones los pobla-dos están representados por la Hacienda de Ca-marones, Chiza, Cuya, poblado de Punta Norte,Terraza Sur y Camarones-18, los cuales se em-plazan en lugares de amplio dominio visual. Elmaterial de construcción fue la quincha y pircasde piedra, algunas de doble hilada. Por otra parte,los cementerios se construyeron en las laderas yterrazas cercanas a la desembocadura. Quienesocuparon estos asentamientos fueron agricultoresy pescadores; logrando estos últimos una alta es-pecialización tecnológica como lo demuestran loscontextos arqueológicos (Muñoz 1989). Aquí en-contramos una marcada interacción entre pobla-ciones costeras y agricultores de valles serranos,generada como consecuencia de la necesidad decomplementar ambos tipos de producciones.

El arribo permanente de poblaciones procedentesde los valles de Timar, Codpa y Esquiña hacia ladesembocadura de Camarones hasta mediados delsiglo XX, en busca de guano y productos maríti-mos, explican un proceso natural de integracióneconómica y social cuyos orígenes se remontan ala época prehispánica tardía. Para avalar esta idea,señalemos la presencia de numerosos senderos ysitios con arte rupestre interconectados en muchoscasos, a los poblados anteriormente mencionados.

La influencia incaica, en la desembocadura deCamarones, no estuvo marcada por elementos sig-nificativos de tradición cusqueña, sino, más bien,

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por estilos de la Subárea Circumtiticaca, como esposible determinar a través de los poblados dePunta Norte y Terraza Sur (Muñoz 1989). Conlos incas se intensificaron las relaciones de inter-cambio, lo que se manifiesta por un mayor núme-ro de senderos en la quebrada y en las laderas decerro. Esto habría ayudado a que en la costa seconcentrara un mayor número de camélidos, evi-denciado por abundantes restos de huesos,coprolitos y cueros, y a que se aumentara la ex-plotación de los recursos agrícolas y marítimos, ydel guano; además de un auge en tecnologías ce-rámicas y de metales, en especial de cobre,generándose un aumento de la población, la quecentró sus esfuerzos en el mantenimiento de unaproducción y tecnologías para la sustentación delEstado.

Area de estudio

La quebrada de Cobija se ubica en la sierra deHuaylillas, I Región de Chile, a 2850 m.snm (Fi-gura 1). En ella se emplazan los asentamientosCobija-1 y Cobija-2, los que, según la arquitectu-ra y la cerámica de superficie, habrían sido cons-truidos durante el Período Tardío. A partir de es-tas materialidades es posible analizar las estrate-gias organizativas establecidas por las poblacio-nes que ocuparon ambos asentamientos, los quehabrían tenido un rol importante en el control dela sierra de Arica, por parte del Estado inca.

Cobija-1 se emplaza en el margen norte del ríohomónimo ocupando las cotas superiores del ce-rro Tangani (UTM: 438207 E / 7928143 N, 3500m.snm) (Figura 2). Específicamente, la geomor-fología donde se asienta la ocupación está dadapor dos quebradillas, afluentes temporales delcauce principal. Una orientación específica haciael este lo determina el cerro Márquez, mientrasque al oeste se ubica la estancia de Buenavista,en el margen sur del río, para finalmente llegar alpueblo de Cobija. Por el norte dominan cadenasde cerros al igual que por el sur.

El asentamiento Cobija-2 ocupó los faldeos bajosde la ladera sur de la quebrada de Cobija, distan-te 1 km al oeste del actual pueblo de Cobija (UTM438320 E / 7928065 N).

De la excavaciones llevadas a cabo en 10 recintos–cinco en Cobija-1 y cinco en Cobija-2–, se ob-tuvo escaso material orgánico (225 gr), entre el

que se cuentan huesos de aves, roedores ycamélidos; restos de vegetales como pacae, papa,mazorcas de maíz, semillas de molle, ichu,queñua, quinoa, carbón y espinas de cactácea.También fueron identificados, aunque en una mí-nima cantidad, restos de espinas de pescados, con-chas de moluscos, algas y camarones, además delana y cuero de vicuña y llama. Finalmente seencontraron costrones de sal en la base del estra-to ocupacional.

Metodología

La metodología utilizada para describir losasentamientos fue la siguiente: a) identificaciónde las áreas de actividad en el contexto económi-co (almacenaje, cultivos y corrales), ritual (funera-rio), doméstico y de convergencia; b) uso del es-pacio de la quebrada, lo que implica su cercanía alos recursos hídricos y las bondades del sueloagrícola; ubicación estratégica en altura como ob-jetivo ceremonial y de control del espacio; c) iden-tificación de estructuras y probable función. Esteanálisis se determinó en base al reconocimientototal del asentamiento, evidencias de áreas de ac-tividad en la superficie de los recintos, e informa-ción proporcionada por las excavaciones y pozosde sondeo. Además se consideró el análisis derasgos cuantificados en base a los levantamientostopográficos; d) características constructivas de losrecintos con el propósito de establecer patronesarquitectónicos locales y con influencia externa(Muñoz et al. 1997); e) distribución de redes via-les internas y externas del poblado con el propó-sito de establecer mecanismos de movilidad e in-tercambio.

Modelo de asentamiento de Cobija-1

El asentamiento está conformado por estructurasdistribuidas de forma homogénea. Se hallan muybien conservadas, lo que permite identificar fácil-mente su estilo arquitectónico. Poseen planta oval,muros de doble hilada de piedras con sedimenta-ción como relleno. Los cimientos están constitui-dos por el acuñamiento de grandes bloques sobrelos cuales el pircado alcanza una altura promediode 1.5 m y diámetros de 6 m a 5 m, no registrán-dose mampostería. Los accesos tienden a estarorientados hacia el suroeste. Grandes jambas depiedra demarcan pasillos con un promedio de an-cho de 0.5 m. Exteriormente, la edificación de losmuros se orienta hacia la pendiente. Los muros

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Figura 1. Mapa que muestra la ubicación de los sitios Cobija-1 y Cobija-2, en el extremo norte de Chile.

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Figura 2. Ubicación geográfica de los sitios Cobija-1 y Cobija-2 en los altos de la quebrada de Apanza o Cobija. Fuente: carta IGMCodpa 1830-6930 / 1: 100.000 / 1961.

presentan elevaciones aplomadas en sentido con-trario a la pendiente, otorgándoles solidez y res-guardo de deterioro por derrumbe. No son muyclaras las vías de comunicación entre los recin-tos, por lo que parece probable que se hayan uti-lizado vías naturales cuyas evidencias han des-aparecido por la erosión. Para la edificación delos recintos se aprovecharon las irregularidadesdel cerro, es decir, se utilizaron creativamente losafloramientos rocosos para crear en ciertos tra-mos pircados de muros.

En este asentamiento se reconocieron cuatro sec-tores (Figura 3), de acuerdo a sus característicasarquitectónicas, distribución espacial, diagnósti-co superficial de suelos y evidencias culturales-económicas halladas en áreas internas y externas(Figura 4).

Sector A. Se emplaza en la cima, y las estructurasestán más próximas unas de otras. Los accesos se

relacionan a las facilidades que el terreno ofrece,no respondiendo todos a una misma orientación.Desde el lugar del poblado se tiene un ampliodominio visual de la quebrada de Cobija; sin em-bargo, no hay evidencias de construcción de muroperimetral que le podría conferir un aire defensi-vo tipo pucara. Tampoco se observa la construc-ción de un recinto de convergencia social o cere-monial.

Las características físicas del cerro, un montículoabrupto de conformación rocosa, permitió que seseleccionaran los recodos y espacios más benig-nos para obtener nivelaciones del suelo ocupacio-nal. Las formas predominantes de los recintos sonovoidales y circulares, con muros de doble hiladade piedra. Los recintos de orden económico comolos silos, aunque son escasos, se construyeron apartir del afloramiento de la roca madre, aprove-chándose las condiciones topográficas del terrenoasí como la presencia de grandes bloques utiliza-

Cobija 1

Cobija 2

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Figura 3. Sectorización del sitio Cobija-1.

dos para estructurar paredes interiores y exterio-res. Un recinto muestra que estos bloques fuerondispuestos verticalmente confiriendo una media-na altura. Los bloques están combinados con seg-mentos de muros de doble hilada de piedras paraconstituir estructuras de hasta 7 m de diámetro.

Sector B. Al igual que en el Sector A, predomi-nan las estructuras de forma circular y ovoidal,construidas con muros de doble hilada de piedras,rellenos de sedimentación. Los accesos están cla-ramente definidos, incluso algunos recintos con-servan prolongaciones a modo de pasillos, que vanal exterior o interior de la estructura. Los murosson relativamente bajos y gruesos. Este sector esespacialmente estrecho, lo que obligó a aproxi-mar un recinto con otro, y como resultado de ello,se aprecian vías de comunicación entre las habi-taciones. Los accesos se orientan hacia el oriente.El piso ocupacional de los recintos conserva frag-mentos de cerámica sin decoración ni engobe, enlos que predominan los tonos de color café y na-ranja, como consecuencia de la cocción. También

se pudo registrar en un recinto instrumentos demolienda, como batanes y manos fragmentadas.Los pozos de almacenaje fueron construidos pre-ferentemente hacia el borde norte de la cima, apro-vechando el escarpe del suelo rocoso. Son de for-ma circular, abovedados y muy bien conservados,y los muros son de doble hilada de piedras conrelleno de sedimentación. Todos son construccio-nes sobre superficie, claramente identificables acierta distancia. Por otra parte, técnicamente, laconsolidación de las piedras se logró por un pro-lijo acuñamiento para evitar derrumbes y filtra-ciones, y, en otros casos, se utilizó argamasa comomortero.

Sector C. Ocupa la pendiente norte del cerro, cuyacompleja topografía con una pendiente pronun-ciada condicionó la disposición de los recintos.Se constataron seis cotas de edificaciones desdela base de la quebradilla hasta la cima, cubriendouna altura de 10 m. El estado de conservación delos recintos es bueno, lo que permite analizar latécnica constructiva. Los recintos obtienen sus

Escala apróx. 1:1. 250

Equidistancia de curvas de nivel: 5 m.

DEPTO. ARQUEOLOGIA Y MUSEOLOGIA. U. TARAPACA

Sitio: Cobija 1, altos quebrada de Apanza - Cobija 1ª Región de Tarapacá.Proyecto Fondecyt 1950980-95Coordinador proyecto: I. Muñoz O.Topografía, dibujo y digitalización: R. Rocha U.

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Figura 4. Cobija-1. a) Promontorio accesible a emplazamiento de edificaciones; b) Distribución de recintos habitacionales y silos ensectores A y B; c) Segmento de red vial, transecto Cobija-Tignamar, asociado a corrales; d) Habitaciones con técnica de aterrazamientoen afloramientos rocosos; e) Terrazas de cultivo y canales de regadío en lecho de quebrada, margen sur.

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mayores dimensiones de este a oeste y la menorlongitud en sentido norte-sur, por ende, las for-mas son ovales. Los muros están construidos condoble hilada de piedras con sedimentación y gra-va en su interior. Los accesos tienen orientacio-nes oeste-este. Bloques de gran volumen han sidoutilizados como jambas, y otros grandes bloqueshan sido la base de edificación tendiendo siemprea aplomarlos en dirección contraria a la pendien-te. No hay existencia de mortero para acuñarlos,siendo la mampostería delicada, resultando unmuro fuerte y resistente. Un considerable númerode pozos de almacenaje se aglutina hacia el oes-te; los recovecos del terreno determinaron estruc-turas circulares, pequeñas, pero de alturas consi-derables. El cuerpo del edificio es abovedado,sobre superficie, con algunos rodados productosde derrumbes. Hubo empleo de mortero pero ac-tualmente, producto de la erosión, es muy difí-cil determinarlo pues tiende a confundirse consimple barro de escurrimiento. Para sellar las aber-turas se emplearon lajas y tierra.

Sector D. Corresponde a un conjunto de corralesubicados en la base de la ladera norte del poblado,y también en el límite sur del lecho de laquebradilla. Los recintos son de planta circular, conpircados muy rudimentarios, construidos con unao dos hiladas de piedras. La superficie del piso in-terno no parece haber sido nivelada. La única pre-ocupación fue delimitar un amplio espacio paraabrigar animales, posiblemente llamas y alpacas.Tres de estas estructuras están emplazadas hacia loalto de la quebradilla limitando con su cauce seco.A diferencia de las estructuras del lado oeste, éstasaún conservan una técnica más depurada en lasedificaciones aprovechando incluso la existencia derocas de gran tamaño. Remontando desde el lechohacia el norte se aprecia un pircado extenso y sim-ple que claramente sirve de solera o muro de con-tención a un camino que proviene de otros lugaresde la sierra. El muro es bastante sinuoso comoconsecuencia de la topografía del lugar, incluso susuelo interno carece de sedimento, por lo que pue-de transitarse sobre la roca natural.

En síntesis, podemos señalar que el asentamientode Cobija-1 se caracteriza por: a) una planifica-ción y selectividad del espacio, a pesar de algu-nas características topográficas adversas; b) unaposición estratégica que le confiere un ampliodominio del área, especialmente de la quebradade Cobija como afluente principal del recurso

agua; c) una clara armonización de los espacioshabitacionales y económicos tales como pozos dealmacenaje y corrales; d) un sector económicopotenciado por la agricultura ocupa la banda surde la quebrada de Cobija, de la cual se tiene unamplio dominio visual desde la cima del pobla-do; e) nexos de comunicación vial con otros cen-tros poblacionales de tierras más altas y de secto-res bajos de la quebrada como el poblado Cobija-2; f) ausencia de muros perimetrales defensivos,lo que puede indicar de una coexistenciapoblacional pacífica durante el Período Tardío.

La Tabla 1 muestra que la mayoría de las estruc-turas, al parecer, tuvo una función relacionada alespacio habitacional (viviendas) y de almacenaje(silos), aunque un número alto no presenta evi-dencias de haber sido ocupado. Las formas másrepresentativas son ovales y, en menor porcenta-je, circulares y rectangulares, especialmente lasestructuras habitacionales. Tanto las habitacionescomo los silos fueron construidos con muros dedoble hilada de piedras, utilizándose en un altoporcentaje grava como relleno. Los ingresos a lasestructuras habitacionales tienen diferentes orien-taciones. Un número reducido presenta divisio-nes interiores y los tamaños de las viviendas vandesde los 5 m a 8 m y los silos de 1 m a 3 m.

La cerámica de Cobija-1 corresponde a una mues-tra compuesta de 304 fragmentos obtenida de unarecolección superficial de los recintos 8, 33, 46,78, 82, 105, 128 y 151 del poblado. Para esteanálisis se consideraron tres variables: pasta, for-mas y decoración. La clasificación se basó en lagranulometría de las inclusiones, color y mine-ralogía. Como referencia se utilizó el trabajo deSantos y colaboradores (1996 Ms) quienes deter-minaron 10 estándares de pastas en los asen-tamientos de la sierra de Arica. Según este análi-sis los grupos más representativos correspondena los estándares 102, 103 y 104.

En Cobija-1, se aprecia gran frecuencia de pastaestándar 104 (79%), la cual se caracteriza por po-seer inclusiones blancas; presenta color de quemaanaranjada, es poco quebradiza y deleznable, conuna cocción descuidada, lo que permite una su-perficie tanto interna como externa reducida. Otrosestándares de pasta fueron el 105 (12%), 103 (8%)y el 102 (1%). Estos estándares de pasta son másquebradizos y porosos que el 104 (Gráfico 1).

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Total estructuras: 151 Nº Estructura %

FunciónHabitacional 75 49.67Almacenaje (silos) 51 33.77Ceremonial (plaza) 1 0.66Económica (corrales) 4 2.65Indeterminada 20 13.25Total 151 100.00

FormasOval (habitacional) 52 34.44Oval (silos) 41 27.15Circular (habitacional) 8 5.30Circular (silos) 21 13.91Rectangular (habitacional) 10 6.62Semirrectangular (corrales) 4 2.65Semirrectangular (plaza) 1 0.66Indeterminada 14 9.27Total 151 100.00

Sistema constructivoMuro doble hiladas de piedras (habitación) 62 41.06Muro doble hiladas de piedras (silos) 75 49.67Muro una hilada de piedras (habitación) 5 3.31Muro una hilada de piedras (silos) 4 2.65Muro una hilada de piedras (corral) 1 0.66Muro triple hiladas de piedras (corral) 4 2.65Total 151 100.00

TécnicasMuro superposición de piedras sin argamasa ni grava (habitacional) 18 11.92Muro superposición de piedras sin argamasa ni grava (silos) 10 6.62Muro superposición de piedras sin argamasa ni grava (corrral) 2 1.32Uso de grava (habitacional) 51 33.77Uso de grava (silos) 67 44.37Indeterminada 3 1.99Total 151 100.00

Rasgos constructivos específicosHabitaciones con divisiones interiores 2 1.32Indeterminada 149 98.68Total 151 100.00

Orientación de las entradasIngreso habitaciones dirección suroeste 12 7.95Ingreso habitaciones dirección este 10 6.62Ingreso habitaciones dirección noreste 11 7.28Ingreso habitaciones dirección sur 10 6.62Ingreso habitaciones dirección noroeste 18 11.92Indeterminada 90 59.60Total 151 100.00

DimensionesEstructura habitacional grande (9-5 m) 34 22.52Estructura habitacional mediana (5-3 m) 61 40.40Indeterminada 56 37.09Total 151 100.00

Tabla 1. Análisis porcentual de las estructuras Cobija-1.

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Para las formas se utilizó la tipología propuestapara el valle de Lluta (Santoro et al. 2001), don-de el grueso de los fragmentos corresponde a bor-des, aunque también algunas formas se infirierona través de fuentes bibliográficas (Dauelsberg1961; Uribe 1998, 1999) (Tabla 2).

El mayor número de fragmentos analizados enCobija-1 corresponde a la parte central del cuer-po de las vasijas (90%). Las formas más frecuen-tes fueron las ollas (6%) y pucos (3%), posible-mente relacionadas con actividades domésticastanto para depositar alimentos como para almace-nar productos y jarros globulares (1%). Estas for-mas son también indicadores culturales, así, porejemplo, las ollas y jarros están asociados al De-sarrollo Regional Costero (Cultura Arica), en cam-bio, los pucos se asocian más a tradicionesaltiplánicas preincaicas (Gráfico 2).

Respecto a los estilos decorativos, su análisis serealizó de acuerdo a las características superficia-les de pintura, recubrimiento y decoración. Losestilos, considerando la metodología propuesta porMuñoz y Santos (1998) para el valle de Miñita,fueron agrupados en grandes tradiciones, lo cualhizo posible su identificación en el registro ar-queológico. Los estilos reconocidos dentro de un

universo de cerámica mayoritariamente sin deco-ración son los de la Tradición Serrana con un 4%y los de la Tradición Negro sobre Rojo con un2% (Gráfico 3).

En suma, el análisis de los componentes cerámicosde Cobija-1 permite plantear que el acento estuvoen la confección local de tiestos. Esta poblaciónsi bien pudo haber interactuado con los incas, éstosno habrían influido a través de bienes o manufac-turas. En este asentamiento son representativas lastradiciones Negro sobre Rojo y Serrana, y quere-mos destacar dentro de esta última la presenciadel estilo Charcollo como representante de la iden-tidad serrana, la cual se habría manifestado desdeel 1100 DC, constituyéndose en un estilo cerámicorepresentativo del desarrollo cultural en las cabe-ceras de valle y sierra de Arica.

Modelo de asentamiento de Cobija-2

El poblado Cobija-2 ha sido construido en siete aocho niveles de altura, llegando al plano en la basede la ladera. En esta base se construyó un tambo,que fue orientado hacia el sector noroeste delpoblado. En este asentamiento se han reconocidotres sectores (Figura 5):

137

101

2 54

25

238

38

00

50

100

150

200

250

Estándar 102 Estándar 103 Estándar 104 Estándar 105 Estándar 109

COBIJA 1COBIJA 2

Gráfico 1. Estándares de pasta de Cobija-1 y Cobija-2.

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Formas inferidas Cobija–1 % (nº fragmentos=273) Cobija–2 % (nº fragmentos= 148)

Olla 19 6.96 11 7.43Puco 9 3.30 2 1.35Jarro Globular 2 0.73 1 0.68Escudilla – – 7 4.73Plato – – 2 1.35Aríbalo – – 2 1.35Base – – 3 2.03Asa – – 2 1.35Preforma – – 1 0.68

Total 30 10.99 31 20.95

Tabla 2. Formas de cerámica.

Gráfico 2. Formas de cerámica en Cobija-1 y Cobija-2.

COBIJA 2COBIJA 1

2

138

71

112 2 1 3 20

273

0 2

19

09

0 0 00

50

100

150

200

250

300

Aríbalo Cuerpo Escudilla JarroGlobular

Olla Plato Puco Preforma Base Asa

Sector A. Las estructuras habitacionales se em-plazan en las cotas superiores de la ladera sur dela quebrada de Cobija, las que se encuentran muydestruidas, casi a nivel de cimientos (Figuras 6a yb). Su forma es circular y oval, con muros de doblehilada cuya altura al momento de ser ocupados esposible que haya oscilado entre 1.20 m a 1.30 m,de acuerdo al recinto 33. Se utilizaron cantos ro-dados y grava como relleno. La edificación de losrecintos responde a un ordenamiento orgánico.Algunas estructuras presentan accesos en su inte-rior con grandes cantos rodados utilizados comopeldaños. En general, en cada una de las estructu-

ras, tanto afuera como adentro, se observan dese-chos de talla de basalto.

En el sureste del asentamiento existen estructurassimilares a las descritas, determinando un tercercomplejo habitacional que incluye a los recintos15 y 16, adosados unos con otros. Al igual quelos complejos anteriores, la conservación de estasestructuras es regular, con mucho abatimiento delos muros. El recinto 13 conserva en el extremosureste un bloque compacto dispuesto verticalmen-te a modo de jamba, el que define un acceso porel suroeste. Orientados hacia el este, encontramos

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Gráfico 3. Estilos decorativos de la cerámica de Cobija-1 y Cobija-2.

4 6 11

27

107

0

13

07

0

276

6

50

100

150

200

250

300

COBIJA 2COBIJA 1

Tradición Serrana Cultura Arica Tradición Negrosobre Rojo

Período Tardío Sin Decoración Indeterminadas

Figura 5. Sectorización del sitio Cobija-2.

cinco recintos de forma rectangular. Los murosson de doble hilada de piedras, construidos concantos pequeños, los cuales en la actualidad han

rodado producto de derrumbes hacia el exterior einterior de los recintos. Algunas característicasespecíficas se ven en los recintos 1 y 2 donde se

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Figura 6. Cobija-2. a) Emplazamiento de habitaciones, silos y corrales en Sector A; b) Mampostería en recintos habitacionales delSector A; c) Area destinada a habitaciones y pozos de almacenaje en Sector B; d) Tambo en Sector C; e) Area económica destinada aproducción agrícola.

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conservan accesos con peldaños orientados haciael sureste. En el recinto 4 se aprecian dos espa-cios funcionales en su interior.

Sector B. Está separado del Sector A por unaquebradilla de orientación norte-sur, afluente de laquebrada principal. Las estructuras se desplazandesde cotas no muy altas hacia la base del cerro.Las habitaciones son semirrectangulares debido alo curvo de las esquinas (Figura 6c). Los murosson de doble hilada de piedras con rellenosedimentario. Los cimientos en algunos casos es-tán dados por acuñamiento de bloques mayores.Producto de la proximidad de las viviendas hanquedado estrechas vías de comunicación a manerade pasillos. En las cotas superiores se observa quebajo superficie construyeron pozos de almacenajede tamaño reducido, sin embargo algunos edificiosganan altura sobre superficie (p.e., recinto 160). Elrecinto 12 posee, además, un acceso con pasillo.

Sector C. Corresponde al tambo, edificio que estáconstruido por recintos de planta rectangular condiferentes orientaciones; por sus ejes de mayor lon-gitud, norte-sur, este-oeste los muros son gruesosy de doble hilada de piedras, y sus alturaspromedian los 2.20 m (Figuras 6d y e). Las esqui-nas están tratadas en ángulos rectos y bien conso-lidadas. La techumbre probablemente fue de pajabrava y con inclinaciones a dos aguas. Casi la tota-lidad de los muros, tanto en las superficies exter-nas e internas han sido estucados, probablementecon mortero. En la preparación de este morteronotamos presencia de ceniza y tierra de color grisblanquecina. Este complejo está compuesto porcinco recintos, el de mayor dimensión está orien-tado de norte a sur, mientras que los más pequeñosestán orientados de este a oeste. Los accesos sonde forma trapezoidal, tienen un estrecho dintel yuna amplia base (p.e., recinto 202). El recinto 4presenta un acceso compuesto por tres peldaños.También es posible observar que los muros estánaplomados en dirección contraria a la pendiente.Los terraplenes amurallados han sido delimitadospor el costado oeste del recinto 202 prolongándosehacia el edificio mayor. Las estructuras de este tam-bo responden a una función habitacional, y unamplio espacio abierto que se ubica hacia el nortedel tambo puede sugerir funciones de convergen-cia social; además, por este lugar hay senderos quecomunican este poblado con otros, ya sea del mis-mo valle como Cobija-1 o de pisos más bajos comoel poblado prehispánico de Timar. La presencia de

cerámica negro sobre engobe rojo y naranja halla-da en los alrededores del tambo, sugeriría un con-tacto entre poblaciones incanizadas y nativas delvalle. Dicha interacción pudo haberse gestado enlas cercanías del edificio donde al parecer hubointercambio y ceremonias.

Respecto al tambo mismo, este parece haber sidoreacondicionado. El estuco empleado en los mu-ros evidencia el empleo de material orgánico ve-getal, además de cenizas y restos de cal o arcillablanquecina.

En síntesis, en Cobija-2 podemos diferenciar tressectores: 1) el Sector A, que presenta accesos orien-tados al este, y algunos recintos con subdivisionesinternas. Los pozos de almacenaje se hallan en cotasinferiores de la ladera orientados hacia el cauce; 2)el Sector B, el de mayor concentración de recin-tos, respondiendo a una urbanización planificada,un crecimiento orgánico con bondades topográficasadecuadas para levantar viviendas. Probablementesea esta última la causa principal para que se tra-bajaran las cotas medias de la ladera a una alturapromedio de 40 m a 50 m; 3) el Sector C, repre-senta el momento final de la ocupación prehispánicaen el cual se habría producido la coexistencia entrepoblaciones locales e incanizadas; éstas últimas pro-vendrían del Altiplano Circumtiticaca, a juzgar porla alfarería.

Por el poblado pasa un sendero el cual está inser-to dentro de una red de caminos que se desplazanpor la sierra, comunicando los valles bajos (p.e.,Timar) y la puna a través de Timalchaca.

En cuanto a la función, la Tabla 3 muestra que elmayor número de estructuras corresponde a habi-taciones y pozos de almacenaje. Las formas másrepresentativas para habitaciones y silos son ova-les y circulares. Respecto de la construcción delas estructuras, tanto habitaciones como silos hansido edificados por muros de doble hilada de pie-dras rellenos de grava. Algunas habitaciones me-jor conservadas tienen peldaños de ingreso, losque presentan diferentes orientaciones: sureste,sur, oeste y norte. El tamaño de las estructurashabitacionales varía de 9 m a 5 m y los silos de 1 ma 3 m.

Por otra parte, el análisis de los estilos, pasta yformas de la cerámica de Cobija-2, permite defi-nir una ocupación que se desarrolló entre 1200

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Total estructuras: 220 Nº Estructura %

FunciónHabitacional 97 44.1Almacenaje (silos) 113 51.4Ceremonial (plaza) 1 0.5Económica (corrales) 6 2.7Indeterminada 3 1.4Total 220 100.0

FormasOval (habitacional) 85 38.6Oval (silos) 87 39.5Circular (habitacional) 5 2.3Circular (silos) 28 12.7Rectangular (habitacional) 11 5.0Semirrectangular (corrales) 2 0.9Semirrectangular (plaza) 1 0.5Indeterminada 1 0.5Total 220 100.0

Sistema constructivoMuro doble hiladas de piedras (habitación) 97 44.09Muro doble hiladas de piedras (silos) 110 50.00Muro una hilada de piedras (habitación) 8 3.64Muro triple hiladas de piedras (habitación) 5 2.27Total 220 100.00

TécnicasMuro superposición de piedras sin argamasa ni grava (habitacional) 27 12.27Muro superposición de piedras sin argamasa ni grava (silo) 11 5.00Muro superposición de piedras sin argamasa ni grava (corrral) 4 1.82Uso de grava (habitacional) 63 28.64Uso de grava (silo) 51 23.18Uso de argamasa (habitacional) 7 3.18Uso de argamasa (silo) 15 6.82Indeterminada 42 19.09Total 220 100.00

Rasgos constructivos específicosHabitación con peldaño de ingreso 12 5.45Indeterminada 208 94.55Total 220 100.00

Orientación de las entradasIngreso habitaciones dirección sureste 28 12.73Ingreso habitaciones dirección suroeste 15 6.82Ingreso habitaciones dirección norte 11 5.00Ingreso habitaciones dirección noreste 6 2.73Ingreso habitaciones dirección sur 3 1.36Ingreso habitaciones dirección noroeste 2 0.91Indeterminada 155 70.45Total 220 100.00

DimensionesEstructura habitacionales grandes (9-5 m) 29 13.18Estructura corrales grandes 3 1.36Estructura habitacional mediana (5-3 m) 73 33.18Estructura silo medianas (3-1 m) 115 52.27Total 220 100.00

Tabla 3. Análisis porcentual de las estructuras Cobija-2.

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DC y 1500 DC. La muestra proviene de una re-colección superficial conformada por 148 frag-mentos provenientes de diferentes recintos. Encuanto a las pastas, se aprecia una gran frecuen-cia del estándar 104 (79%) que contiene inclusio-nes blancas uniformes. La pasta presenta un colorde quema anaranjada, es menos quebradiza y de-leznable que las del estándar 105 (2%), que pre-senta una cocción un tanto descuidada que per-mite observar una superficie tanto interna comoexterna reducida. Otros estándares de pasta iden-tificados son el 103 (5%), 109 (4%) y 102 (10%).Este último se asocia a la cerámica del PeríodoTardío (ver Gráfico 1).

Las formas más representativas fueron las ollas(7%) y escudillas (4%), posiblemente confeccio-nadas para actividades domésticas, como conte-ner comidas y líquidos. En menor cantidad se ob-servan pucos (1.3%), platos (1.3%) y aríbalos(1.3%). Cabe mencionar que la diferencia entreescudillas, pucos y platos está dada principalmentepor la altura respecto de su máximo diámetro (verRice 1987). También fueron halladas bases (2%)de formas planas y cóncavas. Las tradiciones tar-días vinculadas a la presencia inca en la quebradase asocian a formas de escudillas y aríbalos, lasque encontramos en el área donde se construyó eltambo asociadas a arquitectura inca (ver Tabla 2y Gráfico 2).

Los estilos reconocidos en Cobija-2 correspondena la Tradición Tardía, que está presente con un17%, a la Tradición Negro sobre Rojo, con un7%, a la Tradición Serrana con un 3%, y a laCultura Arica con un 4% (ver Gráfico 3).

En síntesis, el análisis de la cerámica indica queCobija-2 fue un asentamiento ocupado por unapoblación local (Tradición Serrana y Negro sobreRojo y Cultura Arica) que interactuó con los incas,los que habrían influido a través de bienes y ar-quitectura como se aprecia en la cerámica de Tra-dición Tardía (estilos Saxamar e Inca Provincial),junto a la construcción de un tambo. En Cobija-2

se hayan formas de aríbalo, plato y escudilla, au-sentes en Cobija-1 (Figuras 7a, b y c).

Fechados TL obtenidos de Cobija y discusióncronológica

Los fechados obtenidos para los asentamientos deCobija-1 y Cobija-2 corresponden a datacioneslogradas por el método de la termoluminiscencia(TL) (Figuras 8a, b y c). Del asentamiento Cobi-ja-1 se tomaron dos muestras de cerámica: lamuestra UCTL-840, proveniente del recinto 37,arrojó una fecha de 1440 DC. Corresponde a unfragmento engobado a tres colores (negro, blancoy rojo) cuya superficie interna presenta un alisa-do por brochado sin color ni decoración, y la ex-terna, un pulido y bruñido muy disparejo. Lamuestra UCTL-841 también proviene del recinto37 y dio una fecha de 1410 DC. Presentaba unengobado exterior de color rojo y decoración delíneas semionduladas en negro. El tratamiento desuperficie en su cara interna es alisado y brocha-do sin engobe, color natural de la pasta, y su caraexterna es pulida y bruñida en forma descuidada.Respecto a Cobija-2, la muestra de cerámicaUCTL-839 proviene del tambo, y la fecha obteni-da fue de 1480 DC; se trata de una escudilla conla superficie interior engobada a dos colores (blan-co y negro) y decorada con líneas paralelas del-gadas y cruces en negro en el contorno del borde.Este fragmento presenta excelente pasta y finotrabajo decorativo (ver Tabla 4).

Las fechas indican que ambos asentamientos co-existieron durante los momentos de influenciainca, en los que se habría construido el tambo yse habría manufacturado la cerámica estiloSaxamar o Inca Pacaje. Sin embargo, por la ar-quitectura de los recintos habitacionales y la ce-rámica del área habitacional, da la impresión queCobija-2 fue una aldea que habría comenzado aedificarse con anterioridad a la ocupación inca,insertándose en la línea de los poblados serranosde planta oval, que emergieron después de la des-integración de Tiwanaku alrededor del 1200 DC,

Sitio Muestra Laboratorio Descripción Edad Fecha TL

Cobija-1 UCTL-840 Recinto 37 555±50 1440 DCCobija-1 UCTL-841 Recinto 37 585±60 1410 DCCobija-2 UCTL-839 Recinto tambo 515±50 1480 DC

Tabla 4. Fechados TL para la cerámica de la quebrada de Cobija.

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Figura 7. Fragmentos de cerámica: a) estilo Saxamar; b) Negro sobre Rojo; c) Chilpe.

a

b c

Figura 8. Fragmentos de cerámica fechados: a) Cobija-1, recinto 37 (1440 DC); b) Cobija-1, recinto 37 (1410 DC); c) Cobija-2, recintotambo (1480 DC).

similar a aquellos de Laco Alto, en Chapiquiña,Vila-Vila en Codpa, y Miñita III en la Quebradade Miñita (Muñoz et al. 1997). Al igual que en lasierra de Arica, este patrón arquitectónico se re-pite en el Altiplano Meridional de acuerdo a lasdescripciones de Escalante (1994) para los Andesbolivianos.

Un aspecto interesante sobre el tema cronológicorelacionado con el inca en los Valles Occidenta-les es lo que planteó Schiappacasse (1999: 139)sobre la base de 80 muestras fechadas por TL y46 por radiocarbón. Señala que la cronología incaes un problema no resuelto ya que, a pesar quelas fechas obtenidas por el método de C14 son

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compatibles con las hipótesis planteadas por elmétodo histórico, hay fechas que datan contextosde materiales atribuibles al inca, anteriores a 1400DC, que es cuando se desarrolla el Imperio, porlo cual piensa que no se deben desechar a priori,sino más bien deberían ser consideradas en otrashipótesis alternativas que propongan una mayorantigüedad para la fase imperial y para la cerámi-ca cusqueña y derivados.

El patrón de asentamiento en la quebrada deCobija

De acuerdo a su emplazamiento, ambos pobladosse edificaron en lugares estratégicos de la que-brada, con un amplio dominio visual. En los dosasentamientos se organizó el espacio en funciónde áreas definidas cuya ubicación pudo obedecera varias razones: a) evitar los ambientes malsanosde la quebrada (p.e., evitar las picaduras de in-sectos); b) resguardo de posibles aluviones otorrenteras, que se producen con frecuencia enépoca de verano a raíz de los deshielos cordille-ranos; c) prevenir amenazas de enfrentamiento pordominios de tierra y agua, al parecer, frecuentesen la sierra de Arica durante el Intermedio Tar-dío; y d) control de los recursos de agua que ali-mentaron la quebrada y las tierras agrícolas. Elindicador agrario en la quebrada está sustentadopor un conjunto de terrazas asociadas a los sitiosarqueológicos, en cuyas superficies aparecen res-tos de cerámica prehispánica. Estas terrazas fue-ron construidas con muros de contención bajos,de 50 a 60 cm de altura, y “banquetas” de 4 a 5 mde ancho. Sin embargo, durante la influencia incase habría incrementado el número de terrazas yuna mayor distribución de canales, abarcando granparte de la ladera norte.

Respecto a Cobija-1, el asentamiento se planificóen torno a tres áreas bien determinadas. La pri-mera, de tipo residencial, abarcó desde la mitadde ladera hasta la cima de la loma. La segunda,de depósito, se distribuye uniformemente entre elárea habitacional y la de corrales y, finalmente,esta última, que se ubica en los faldeos de la loma.Esta planificación fue propia de los asentamientosserranos y puneños durante los períodos Interme-dio Tardío y Tardío, es decir, obedecen a un siste-ma autodefensivo como respuesta a un momentode pugnas interétnicas por intereses productivos.A pesar de esta ubicación estratégica en altura,

las áreas que componen este asentamiento, comola agrícola (terrazas) y económica (pozos de al-macenajes), mantienen una unidad con el área re-sidencial.

El asentamiento Cobija-2 se presenta, desde elpunto de vista espacial, más integrado a las redesde tráfico vinculadas al Qhapaqñan en su tramoTimalchaca-Ticnamar, insertando a la quebrada deCobija dentro del cordón de la sierra de Huaylillas,espacio fundamental, ya que es el eje que articulala costa con el altiplano. Asociado a este camino,se encuentra un tambo, edificio que debió habercumplido funciones administrativas del Estadoinca, en las que se incluye el almacenamiento deproductos. La ubicación de este tambo al igualque otros que hemos estudiado en la sierra deArica (Zapahuira, Laco Alto, Incahullo, Incauta yMollegrande; ver Muñoz y colaboradores 1997)fueron construidos en los faldeos de cerros, enlos espacios periféricos de los asentamientos, aso-ciados a las áreas económicas como corrales yterrazas de cultivos.

Tanto en Cobija-1 y Cobija-2 hay trazos de cami-nos prehispánicos que en su momento de mayortráfico los atravesaron. Estos trazos presentan unancho promedio de 1 a 2 m. En el caso de Cobi-ja-2 los bordes están empedrados. En las zonasplanas de la quebrada estos senderos están cons-tituidos por llanos de tierra y mantienen ciertasinuosidad de acuerdo a la topografía de la que-brada. Su desplazamiento es hacia el valle de Ti-mar, para llegar a la costa, y Timalchaca paradesplazarse hacia el altiplano.

El poblamiento humano

Por la arquitectura y los artefactos de los asen-tamientos, en este caso la cerámica, vemos queéstos fueron habitados por una población local dela quebrada o valles vecinos. La presencia de gru-pos foráneos quizás pudo haberse dado en un nú-mero menor de individuos vinculados a las po-blaciones altiplánicas, las que en el Período Tar-dío fueron culturalmente influenciadas por losincas. Sin embargo, el poblamiento local pudohaberse organizado como consecuencia de unaestructura multiétnica que involucró grupos hu-manos de la sierra y costa de Arica que se esta-blecieron en la quebrada de Cobija después de ladisolución de los vínculos de Tiwanaku. El inter-

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cambio de bienes y productos venidos de distin-tos ambientes habría ayudado a que se fortalecie-ran las relaciones sociales y de complementariedadeconómica, como lo expresa Cúneo Vidal (1978)al señalar que las poblaciones de Caplina y Azapa,al estar relacionadas a los cacicazgos de Chucuitoen los siglos XVI y XVII, realizaban periódicosintercambios comerciales.

Las espinas de pescado y restos de faunamalacológica hallados en las excavaciones deCobija comprobarían los intercambios económi-cos mantenidos por las poblaciones Cobija congrupos de la costa. En este mismo escenario, tam-bién es posible que los grupos de Cobija hayanbajado al Pacífico a pescar o a recolectar pro-ductos del mar. Para tal desplazamiento por eldesierto costero, los caminos que conectaron lacosta con la sierra tuvieron un papel fundamen-tal. De igual manera, se construyeron caminoshacia otras direcciones, lo que permitió conectarpoblados tanto de la sierra como del altiplanoandino, fortaleciendo lazos económicos (Muñozy Briones 1996).

Al igual que con la costa, las relaciones entreCobija y el altiplano pudieron haberse dado en elmarco del intercambio, teniendo interés en losrecursos pecuarios como los camélidos. Sin em-bargo, estas relaciones conllevaron posiblementea que grupos de la puna buscaran espacios en lasierra para asentarse, produciéndose una primerafase de convivencia y tal vez de alianza, especial-mente cuando se trató de impulsar el desarrolloagrícola en las cabeceras de valles y sierra. Algu-nos indicadores que ayudarían a discutir esta hi-pótesis sería la presencia de una tradición estilís-tica de cerámica Negro sobre Rojo representativadel Altiplano Circumtiticaca y de la Tradición Tar-día representada por los estilos Saxamar e Inca.Junto a la presencia de esta cerámica debemosincluir elementos de índole económica como lacarne de camélidos y sus derivados.

Con relación al componente social, en la ocupa-ción de ambos asentamientos de Cobija, observa-mos una variedad de estilos de cerámica de origenserrano y costero; al margen de esta coexistenciaalfarera es probable que las poblaciones que ma-nufacturaron esta materialidad hayan, además,interactuado y estructurado el desarrollo en la sie-

rra de Arica. Sabemos que a partir del 1200 DC lasierra y las cabeceras de valles de Arica fueronocupadas sincrónicamente por dos tradiciones cul-turales, la altiplánica, representada por los estilosalfareros Negro sobre Rojo, y la costera, caracteri-zada por los estilos San Miguel, Pocoma y Gentilar(ver Uribe 1998, 1999), ambas están estrechamen-te ligadas al desarrollo agrícola del área y a lossistemas de tráfico que unieron la puna con la cos-ta del Pacífico. Esta coexistencia habría tenidomomentos de integración, como se puede observaren los espacios habitacionales, plazas y áreas agrí-colas, con cerámica que identifica a ambas tradi-ciones culturales, y otros momentos de tensión pro-ducidos, tal vez, por el uso de los recursos de aguay tierras, lo cual habría llevado a edificar pobladosde altura de carácter estratégico.

Sobre la interacción social que se habría produci-do entre Cobija-1 y Cobija-2 existen tres elemen-tos de discusión. En primer lugar, hay estiloscerámicos, formas y pastas que en alto porcentajeson similares, lo que sugiere que dichas manufac-turas pueden haber sido confeccionadas por losmismos artesanos. En segundo lugar, existe unasimilitud en el patrón arquitectónico habitacional,indicando, al igual que la cerámica, que se mane-jó la misma idea en torno a planificar y construirlos poblados. En tercer lugar, hay un sendero quecomunica a ambos asentamientos.

Esta interacción se va a dinamizar aún más conlos contactos producidos durante los momentosde influencia inca, cuando poblaciones aymarasincanizadas trajeron alfarería y arquitectura repre-sentadas por el estilo Saxamar e Inca Provincial, ypor la edificación de tambos y centros ceremonia-les, estos últimos como el de Saguara en la que-brada de Camarones (Schiappacasse y Niemeyer2002).

Desde el punto de vista de la conformación socio-política, ambos asentamientos, al parecer, fueronparte de una organización de mayor tipo caci-cazgo, cuya cabecera se habría situado en el sec-tor de Belén de la sierra de Arica, lugar donde seconcentran los mayores poblados de los períodosprehispánicos tardíos como Huaihuarani, Saxamary Lupica con una marcada presencia inca a travésdel centro administrativo de Incahullo (Romero1999).

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Recursos y población en las quebradas altasde Arica durante la influencia inca

El Inka en la quebrada de Cobija

En la quebrada de Cobija son escasas las eviden-cias que permiten sugerir una dominación prove-niente del Cusco: no existen construcciones es-tratégicas como grandes tambos o collca, o uncentro administrativo. Cobija-1 y 2 constituyeron,más bien, asentamientos de grupos locales quedurante la influencia incaica trabajaron en áreasproductivas para el mantenimiento del Estado.

Es probable que la administración incaica en Co-bija haya estado relacionada a las poblaciones dehabla aymara, como Carangas, y en menor pro-porción, Pacajes. Esto lo planteamos basándonosen que los estilos de cerámica y arquitectura delos poblados, si bien responden a un patrón localserrano, los estilos de la Tradición Tardía comoSaxamar y los de la Tradición Negro sobre Rojopresentan mucha semejanza a los hallados en losterritorios de Carangas y Pacajes; incluso el pa-trón de asentamiento se asemeja a aquellos de lazona de Turco y el Lauca del altiplano boliviano,áreas que están fuertemente relacionadas a ocu-paciones Carangas (Heredia 1999). Desde el pun-to de vista arquitectónico es el tambo el que pre-senta mayor información para relacionarlo a laarquitectura de estos reinos aymaras; así por ejem-plo, el uso de estuco en ambas paredes, compues-to por mortero de tierra y cenizas, el sistema deángulo recto utilizado para las esquinas de losrecintos y el acceso a los recintos de formatrapezoidal con estrecho dintel, constituyen ras-gos característicos de la arquitectura Carangasdifundida en la quebrada de Cobija.

El interés de los incas, a través de las poblacio-nes Carangas y Pacajes, por la quebrada de Co-bija, al parecer, tuvo su base en el potencial agrí-cola. La presencia de terrazas y melgas de culti-vos aún presentes en los sitios nos obliga a pen-sar que esta fue la actividad que habría inducidoal Inka a interesarse en esta quebrada. Estas po-blaciones altiplánicas tal vez ayudaron a desa-rrollar una economía más dinámica, constituyén-dose la mit’a en una estructura que habría ayu-dado a optimizar la economía local que se sus-tentaba en la complementariedad e intercambiode productos.

Desde el punto de vista organizativo el sistemade enclaves que se habría adoptado en la sierra deArica, incluyendo a Cobija durante la influenciaincaica, operaría mediante la instalación de algu-nos mitimaes de origen altiplánico, los cuales ha-brían estructurado un modo de producción queayudó a los intereses del Tawantinsuyu. Pensamosque, por las buenas condiciones del agua dulce ydel clima, las tierras de la quebrada de Cobijafueron aptas para el cultivo de maíz, yuca, legum-bres, ají y calabazas, entre otros productos. Eneste sentido la construcción del tambo es un indi-cador de que la producción agrícola de la quebra-da fue regulada tanto para la comunidad como parael Estado.

Otro aspecto del interés del Inka por esta quebra-da sería la condición de eje articulador en la co-nexión del área de Codpa con Timalchaca, facili-tando o dificultando dicha conexión económica ycultural de acuerdo a sus intereses. Sin embargo,si bien esta conexión se ocupó en momentos pre-vios a la llegada de los incas, su mayor utiliza-ción se alcanzó cuando la quebrada de Cobija seintegró a las redes de interrelaciones delTawantinsuyu, pudiendo ser controlada por cen-tros administrativos controlados hegemónica-mente, quizás desde Belén o Zapahuira. La pre-sencia inca registrada en otras quebradas serranasde Arica como Cailloma y Laco Alto enChapiquiña, y Altos de Codpa y Camarones, cons-tituyen claros ejemplos del control espacial queejercieron los incas sobre la sierra; para tal efectomejoraron la red vial especialmente en las entra-das y salidas de estos asentamientos, construyen-do collca y tambos como elementos característi-cos de su ocupación.

En estos edificios probablemente se guardaron lostributos de la población local que, en el caso dela sierra, pudieron haber sido papas y maíz, y losproductos que venían de la costa como el pesca-do seco, cochayuyo, plumas y prendas, ademásde los bienes que regalaba el Inka, especialmentetejidos. Cobo (1956 [1653]) y Ondegardo (1990[1571]) describen estas construcciones como gran-des casas de una sola pieza, sin divisiones de apo-sentos y con dos o tres puertas. Señalan que si-guieron siendo utilizados a la llegada de los espa-ñoles, y plantean que junto a estos edificios resi-dían en pequeñas chozas o casas levantadas conpiedras sin barro los chasqui o indios que oficia-ban de correo.

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En el caso de la quebrada de Cobija, la construc-ción de tambos al parecer no fue determinante paragenerar un gran cambio en la estructurasocioeconómica de la población, sino más bienfue parte de un proceso que no alteró el sistemaimperante, es decir, la de una población local deagricultores de origen serrano, la que así comootorgó parte de la producción obtenida al Estado,al parecer recibió aportes de otras áreas tanto dela costa del Pacífico como del Altiplano Circumti-ticaca. Este modelo de intercambio se había ge-nerado con anterioridad a la llegada de los incasentre las poblaciones de la sierra y valles de Aricay las poblaciones altiplánicas, entre ellas Carangasy Pacajes.

El Inka en la serranía de Arica

La influencia del Tawantinsuyu en la sierra secaracteriza por un patrón arquitectónico de recin-tos rectangulares dispuestos en hilera y adosados.Este tipo de construcciones marca una diferenciasignificativa con aquellas circulares u ovales, ca-racterísticas de las sociedades locales del Inter-medio Tardío. Esta arquitectura utilizada para laconstrucción de tambos se encuentra asociada aestilos de cerámica Saxamar, Inca cusqueña,engobes rojos bruñidos, semejantes al estiloSillustani e Inca Altiplánico. Estos materiales seregistran en asentamientos que contaron con ungran potencial agrícola y recursos permanentes deagua, y que fueron ocupados originalmente porpoblaciones locales.

Algunas instalaciones incaicas estudiadas corres-ponden a los tambos de Zapahuira-1 y 2, emplaza-dos cerca de campos de cultivos. Se trata de dosconjuntos rectangulares distantes uno de otro porcasi 200 m. Zapahuira-1 fue un depósito o collcadestinado al almacenamiento de productos agríco-las, tal como lo evidencia su estructura de cons-trucción que contempla drenajes subterráneos y uncomplejo sistema de piso inicial compuesto porsucesivas capas de grava. Tales características se-ñalan una particular preocupación que, a nuestrojuicio, está destinada a la preservación de los bie-nes almacenados (Muñoz et al. 1987a, 1987b).

En Belén, el sitio Incahullo es otra evidencia ar-quitectónica de la época inca. Comparte el áreacon los poblados de Ancopachane, Trigalpampa,Chajpa y Huaihuarani, pero su construcción fuehecha separadamente de estos asentamientos.

Incahullo como Zapahuira-2, presenta recintospreferentemente rectangulares. Los muros estántrabajados en sus esquinas y tienen señas de re-voque y pintura roja. Es probable que algunos delos recintos que conforman estos asentamientoscorrespondieran a depósitos.

En Codpa uno de los asentamientos con mayorvinculación al Tawantinsuyu es el tambo de In-cauta, cuyas instalaciones conformadas por tresrecintos rectangulares se situaron en un extremodel poblado inmediatamente bajo el sector deno-minado “plaza”. En él se registró mayoritariamentecerámica Inca cusqueña y Saxamar (Muñoz et al.1987a, 1987b). Otro ejemplo de construcción detambo lo constituye el sitio Molle Grande-2, ubi-cado en las faldas del cerro homónimo. Está con-formado por nueve recintos rectangulares distri-buidos en hilera, en los cuales se registró cerámi-ca inca de imitación cusqueña.

La edificación de las estructuras de tambos aso-ciados a cerámica Inca cusqueña y Saxamar nossugiere que la presencia incaica en las tierras al-tas de Arica tuvo un carácter administrativo, con-trolando la producción agrícola. Este control sehabría establecido a lo largo de la sierra y cabe-ceras de valles, especialmente donde se estable-cieron los asentamientos de agricultores, mejoran-do la red vial que comunicaba a estos puebloscon el fin, tal vez, de que el control fuese másexpedito e intenso. Al norte de Zapahuira, en elárea de Socoroma, las investigaciones realizadaspor Santoro y colaboradores (1987) presentanevidencias del camino incaico con tramos quefueron emplantillados en piedra. Por su parte, alsur de Codpa, Niemeyer y colaboradores (1972-1973) han documentado la continuidad de la redvial y la presencia de otras instalaciones incaicasen Sahuara y Pachica. En el oasis más meridionalde la zona arqueológica de Arica, Miñita, tam-bién es posible reconocer la presencia incaica através de la bien elaborada alfarería Saxamar,entierros en chullpa y silos para el almacenaje dela producción agrícola (Muñoz y Santos 1998).

El análisis de los materiales que hemos presenta-do nos lleva a plantear que, para comprender lanaturaleza de la influencia incaica en la zona, hayque remontarse al rol que jugaron las poblacionespreincaicas que habitaban estos territorios. El co-nocimiento adquirido en las distintas actividadesen que se especializaron, como la pesca, agricul-

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tura y ganadería, constituyó el mayor interés departe del Inka, quien habría aprovechado este co-nocimiento que las poblaciones locales tenían delmedio, mejorando algunos componentes tecnoló-gicos como las redes viales, lo que hizo que lascomunicaciones fueran más fluidas, permitiendola llegada de objetos y bienes novedosos, y ma-yores recursos económicos y tecnológicos. Sinembargo, la llegada de nuevas ideas en términosde readecuar la producción y la modificación dealgunas tecnologías en el trabajo agrario no alte-ró la estructura económica que identificó a laspoblaciones locales.

En este contexto, pensamos más bien que los re-presentantes del Tawantinsuyu se integraron alproceso económico de la región sin producir gran-des cambios, incluso los patrones funerarios másrepresentativos como las chullpa no fueron alte-radas y se siguieron ofrendando, lo que demues-tra un concepto más integrador que destructivoen esta región cultural. Pensamos que el dominiofue más selectivo que marginal ya que toda el áreaquedó interconectada al sistema vial. Esta situa-ción continúa hasta la llegada de los europeos,quienes, al igual que los incas, siguieron aprove-chando la experiencia local asentándose igualmen-te en los mejores espacios productivos, de dondecomenzarán a ejercer las primeras estrategias dedominio.

Consideraciones finales

El estudio de los asentamientos en la quebrada deCobija sugiere que las poblaciones asentadas enestos poblados fueron agricultores que se apoya-ron en términos de subsistencia en la ganadería decamélidos. La red de caminos y material orgánicoencontrado en las basuras indican que estos gruposse vincularon con espacios costeros y puneños,constituyéndose estas quebradas serranas en unabisagra que conectaba a los pastores altoandinoscon los pescadores del litoral del Pacífico.

La composición social de la gente que habitó losasentamientos de Cobija-1 y Cobija-2, al parecer,fue parte de pequeños cacicazgos conformados porgrupos de familias serranas, cuya actividad cen-tral fue la agricultura. La existencia de estoscacicazgos habría ayudado a fortalecer un tráficoeconómico que alcanzó distintos pisos ecológicos,lo que se evidencia en las redes viales que comu-

nicaban diversos poblados y aldeas construidas enladeras y cimas de cerros, mostrando a su vez unacompleja planificación de los poblados dentro deuna red social que se constituyó a partir del Inter-medio Tardío.

Estos cacicazgos en la sierra de Arica entre el 1100a 1450 DC, al parecer, se organizaron a través deunidades independientes construyendo pucaras yaldeas en lugares estratégicos, algo similar a loque postuló Hyslop (1992) para los reinosaltiplánicos de la puna. Sin embargo, entre 1450a 1550 DC con la influencia inca en estas tierras,si bien continuaron siendo gobernadas por loscaciques locales, se edifican tambos y se mejorala red vial, principalmente la que cruza la sierra,tal vez como una forma de comunicar e integrar atodos los pueblos al sistema económico y socialdel Tawantinsuyu. La llegada de los incas, al pa-recer, fue un proceso gradual facilitado por laspoblaciones altiplánicas (Carangas) cuyo dominiode las tierras cultivables en los valles costeros delnorte de Chile se había desarrollado a partir de1300 DC.

Si bien es cierto, aún falta por conocer el com-portamiento bioantropológico, genético y paleopa-tológico de las poblaciones serranas –entre ellaslas de la quebrada de Cobija– que interactuaronen el Período Tardío, resulta claro que, por la va-riedad de estilos cerámicos, la sierra y cabecerasde valles del extremo norte de Chile fueron ocu-pados de manera pluriétnica, lo que determinó unaconstante interacción social que se tradujo en ac-ciones armónicas y de conflicto; quizás esta últi-ma situación fue consecuencia del control de losrecursos hídricos y tierras cultivables. En este es-cenario es cuando ocurre la llegada de los incas,que al margen de aportar algunos cambios estruc-turales en la economía, la estructura social de losagricultores de los altos de Arica no sufrió trans-formaciones, como sí ocurrió en otras áreas delos Andes.

Agradecimientos Este artículo es resultado delProyecto 3740-00, financiado por la DIPOG, Uni-versidad de Tarapacá, y del Proyecto FONDECYT1040296. Se agradece a la especialista MarielaSantos por haber realizado la descripción delmaterial cerámico de los sitios Cobija-1 y Cobi-ja-2, y a la profesora Eugenia Rosello por la revi-sión del texto.

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