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1 VECINOS ARMADOS Y PARÁSITOS1 GRISES: UNA VISIÓN ASIMÉTRICA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA. MILICIAS POPULARES Y MILICIAS FASCISTAS ENTRE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA 1. UNA POBLACIÓN PATRIOTA El proceso de instauración y construcción del Nuevo Estado franquista, en aquellas zonas donde triunfó la sublevación que dio inicio a la guerra civil, o donde la superioridad rebelde en todos los ámbitos, desde el militar al económico, el procedente del apoyo social, o el obtenido a través de la ayuda internacional, permitió la progresiva ocupación militar de territorio leal a la República, se sustentó en buena parte sobre un andamiaje de intento de exterminio del enemigo interno, de esa parte de la comunidad social a la que se consideró integrante de la anti-España, y terrorista contra el orden social, la defensa de la raza, la Patria y la Religión Católica. Y de forma paralela el Régimen muestra a la otra parte de la comunidad, aquella que, bien por consenso y aquiescencia, o coacción y miedo, le es afín y sobre la que por tanto se encuadrarían sus apoyos sociales, la necesidad de llevar a cabo su labor aniquiladora. Un convencimiento en el que se insertan dos de los términos cada vez más sustentados en el debate historiográfico en torno a la construcción del Franquismo, como son el de justificación y legitimación, íntimamente ligados entre sí pues el Régimen necesita la fabricación de una justificación que explique, tanto su sublevación contra un Gobierno legítimo, como el voraz proceso represivo y de violencia ligado a la misma; y todo ello como vía para intentar construir, siquiera de manera manipulada y artificial, una legitimidad para un nuevo régimen que era consciente que la ilegitimidad formaba parte de su naturaleza política. Es en esta búsqueda donde se encuadró la anacrónica expresión de “justicia al revés” 2 , con un claro objetivo de deslegitimación del régimen republicano para, de manera correlacionada, terminar argumentando que no podía considerarse sublevación a la acción contestataria contra un Gobierno que no era legítimo; una afirmación que en todo caso podría servir para justificar la sublevación, pero no para hacerlo con la inusitada violencia empleada en la ocupación militar, y para lo que recurriría a la imagen y el proceso concebidos en torno al mito del Terror Rojo, esto es, a la acción de un enemigo al que se presenta como brutalizado, demonizado, deshumanizado, monstrualizado en definitiva. En esta idea se redactan los Avances del Informe Oficial, desde el propio julio de 1936, y con la misma esencia se instruye y publica la Causa General, convirtiéndose ambos en inmejorables documentos gráficos de esa monstruosidad que pretende mostrarse, como estrategia de embaucamiento a una parte de esa sociedad afín voluntaria o no como ya ha sido dicho- donde necesariamente se localizarían los apoyos sociales. 1 (1936, 27 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 3. 2 (Serrano, 1977, 245)

Melero vargas patriotas y parásitos

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VECINOS ARMADOS Y “PARÁSITOS”1 GRISES: UNA VISIÓN

ASIMÉTRICA DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA EN LA GUERRA

CIVIL ESPAÑOLA. MILICIAS POPULARES Y MILICIAS FASCISTAS

ENTRE EL FRENTE Y LA RETAGUARDIA

1. UNA POBLACIÓN PATRIOTA

El proceso de instauración y construcción del Nuevo Estado franquista, en aquellas

zonas donde triunfó la sublevación que dio inicio a la guerra civil, o donde la

superioridad rebelde en todos los ámbitos, desde el militar al económico, el procedente

del apoyo social, o el obtenido a través de la ayuda internacional, permitió la progresiva

ocupación militar de territorio leal a la República, se sustentó en buena parte sobre un

andamiaje de intento de exterminio del enemigo interno, de esa parte de la comunidad

social a la que se consideró integrante de la anti-España, y terrorista contra el orden

social, la defensa de la raza, la Patria y la Religión Católica.

Y de forma paralela el Régimen muestra a la otra parte de la comunidad, aquella que,

bien por consenso y aquiescencia, o coacción y miedo, le es afín y sobre la que por tanto

se encuadrarían sus apoyos sociales, la necesidad de llevar a cabo su labor aniquiladora.

Un convencimiento en el que se insertan dos de los términos cada vez más

sustentados en el debate historiográfico en torno a la construcción del Franquismo,

como son el de justificación y legitimación, íntimamente ligados entre sí pues el

Régimen necesita la fabricación de una justificación que explique, tanto su sublevación

contra un Gobierno legítimo, como el voraz proceso represivo y de violencia ligado a la

misma; y todo ello como vía para intentar construir, siquiera de manera manipulada y

artificial, una legitimidad para un nuevo régimen que era consciente que la ilegitimidad

formaba parte de su naturaleza política.

Es en esta búsqueda donde se encuadró la anacrónica expresión de “justicia al

revés”2, con un claro objetivo de deslegitimación del régimen republicano para, de

manera correlacionada, terminar argumentando que no podía considerarse sublevación a

la acción contestataria contra un Gobierno que no era legítimo; una afirmación que en

todo caso podría servir para justificar la sublevación, pero no para hacerlo con la

inusitada violencia empleada en la ocupación militar, y para lo que recurriría a la

imagen y el proceso concebidos en torno al mito del Terror Rojo, esto es, a la acción de

un enemigo al que se presenta como brutalizado, demonizado, deshumanizado,

monstrualizado en definitiva.

En esta idea se redactan los Avances del Informe Oficial, desde el propio julio de

1936, y con la misma esencia se instruye y publica la Causa General, convirtiéndose

ambos en inmejorables documentos gráficos de esa monstruosidad que pretende

mostrarse, como estrategia de embaucamiento a una parte de esa sociedad afín –

voluntaria o no como ya ha sido dicho- donde necesariamente se localizarían los apoyos

sociales.

1 (1936, 27 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 3.

2 (Serrano, 1977, 245)

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2

No obstante, es necesario señalar que obviamente no toda esta comunidad afín fue

engañada, pues una parte importante de la misma participó previamente de un

“consenso reaccionario”3 que conspiró para derrocar definitivamente a la República, y

por ello propició y apoyó la sublevación.

Por ello, el comportamiento de la ciudadanía no represaliada a esta nueva coyuntura

excepcional acepta desde luego matices y estratificaciones.

Una ciudadanía embaucada junto a otra, plenamente afín, que se encuentra en la base

y esencia misma de la sublevación, por ser parte protagonista en la conspiración previa;

y una tercera más tibia en cuanto a implicación, ideológicamente más separada de los

nuevos preceptos que trae el Franquismo, y sobre la que se conforma una relación de

objetivos comunes a través de la incitación al patriotismo, y con un uso variable de la

coacción y la presión. Pero subyacente a todas ellas un comportamiento de apoyo al

Nuevo Régimen, de cohesión, desde la plena convicción al interés o el miedo, por

proceder desde el consenso a la coacción, pero con el objetivo compartido de no ser

tachados como tibios y con ello subsidiarios forjadores de la Anti-España, y entrar en

cambio a formar parte, por derecho propio, de esa “casta de vencedores” 4

que

construirían de forma conjunta la Verdadera.

Así se gesta la imagen conscientemente estereotipada y sectaria de los suyos y los

otros, de nosotros y ellos, de la anti-España y de la verdadera.

Y de la misma forma que la Anti-España de ellos, de los otros, fue claramente

localizada a través del fenómeno represivo, sobre este suyos, este nosotros, esta

verdadera España debería construirse la nueva buena sociedad en la que los grados de

colaboración y participación ciudadana con el nuevo Gobierno serían como ya se ha

dicho, variables.

Así pretende demostrarse a través del caso que es objeto de estudio de este trabajo, el

municipio andaluz de Antequera, ubicado en el Norte de la provincia de Málaga y cruce

de caminos de las estribaciones de las de Sevilla, Córdoba y Granada.

Una participación por un lado, de apoyo y sufragio económico, supeditada a una

coyuntura excepcional bélica, de presencia militar y de demostración exaltada de

patriotismo en sus múltiples vertientes, en el sentido del agradecimiento por la

salvación, como señales inequívocas de adhesión, pero en los que serán también

constantes las actitudes coercitivas de las autoridades, como estrategia de control social

y sometimiento, sobre todo cuando el entusiasmo inicial involucione hacia tácticas de

evasión de una población a la que este patriotismo afectaría seriamente su economía.

Así pues una cooperación económica de derramas especiales, suscripciones

populares y contribuciones excepcionales, orientada en buena parte a combatientes y

excombatientes del bando sublevado, como a sus familias, como principales

beneficiarios.

Serían constantes acciones como la obtención de créditos bancarios con el aval de las

principales familias de la ciudad, aportaciones al Ejército en metálico, oro y joyas,

gravámenes y derramas especiales contributivas, como en un número cada vez más

amplio de productos y servicios, industriales que contaban con empleados voluntarios

3 Cobo, 2012, 17)

4 (Cobo, 2012, 36)

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que desarrollaban labores en la ciudad como miembros de las fuerzas paramilitares

continuarían satisfaciendo a éstos sus haberes como si continuaran trabajando, ayudas

económicas, de alimento y ropa para los antequeranos movilizados en el Ejército

Sublevado como de forma subsidiaria a sus familias, en esta misma línea la

condonación de los gastos de alquiler, luz y agua, subsidios al combatiente y al ex

combatiente, contratación y ayudas a los mutilados de guerra, medidas excepcionales

como el Aguinaldo del Combatiente, el Plato Único o el Día sin Postre, así como las

que se producían con motivo de obsequios a militares, rememoración de hazañas

militares, erección de monumentos, u otras fiestas cívico-religiosas y patrióticas-.

Solo en términos de suscripción o participación popular la recaudación efectuada

desde Antequera con destino al Ejército, superará las 500.000 pesetas, al margen de que

la orientación de los presupuestos con que contaran las gestoras del municipio

antequerano en guerra, estaría marcada por una coyuntura excepcional de presencia

militar, apoyo económico al Ejército o repunte en los gastos derivados de la asistencia

hospitalaria, y obviamente con una estrecha vinculación con esta coyuntura de guerra.

El patriotismo se muestra a través de la aportación económica, pero también a partir

del cuidado de los que luchan por el Orden, la Patria y la Religión, dando alojamiento y

manutención a los principales mandos del Ejército sublevado y que permanecen en la

ciudad de forma estable, o bien en su tránsito hacia nuevos escenarios militares. Así,

junto a la reutilización de edificios públicos, el empleo de los hoteles de la ciudad para

el hospedaje de oficiales y suboficiales, se conformó un servicio de alojamiento en

domicilios particulares, en el caso de Antequera con un carácter jerarquizante por

cuanto las familias de mayor raigambre social acogerían a los oficiales de mayor

graduación.

La atención moral y anímica era tan importante o más que la física, y para ella la

mujer abandona el confinamiento del hogar para realizar una labor patriótica a través

por ejemplo de la asistencia hospitalaria, desarrollando una labor, fundamentalmente

como enfermeras voluntarias, limpieza e higiene, como de compañía a los

hospitalizados. A esta labor se unirán en el caso antequerano dos figuras, la Madrina de

Guerra y la Madrina de Cama, encargadas más de una labor de asistencia moral del

soldado, tanto de los antequeranos que permanecían en el frente como integrantes del

Ejército sublevado, como de los convalecientes en los hospitales de la ciudad, y

gestionadas por la llamada Junta de Damas, formada por viudas y esposas de destacados

miembros de la sociedad antequerana.

En una nueva sociedad que destruye para reconstruir, y para cuyo proceso no

contempla el perdón al vencido, la cooperación ciudadana fue fundamental en cuanto a

su participación en el voraz proceso represivo desarrollado tras la progresiva ocupación

sublevada, participando de esta nueva cohesión social a través de la represión, bien por

vía de la denuncia, la delación y el señalamiento, y propiciando el sustrato del que se

nutrieran los verdugos para la ejecución de los bandos de guerra, los procesos incoados

por los tribunales militares a partir de marzo de 1937, o para la elaboración de la Causa

General-.

Y al margen de todas estas manifestaciones del apoyo social a la sublevación y el

Franquismo, destacan desde luego las que se establecerían a partir del encuadramiento

ciudadano en fuerzas paramilitares, milicias populares conformadas en los municipios

tras la ocupación rebelde, y que desarrollarían una actuación, tanto interna - asumiendo

competencias y atribuciones que eran propias de las fuerzas públicas que se

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mantuvieron leales a la República, y que habían sido desmanteladas o reorganizadas,

pero con un destacado protagonismo en el sentido de convertirse en uno de los brazos

ejecutores de la represión- como externa, con labores auxiliares de las fuerzas

sublevadas en su progresivo proceso de ocupación militar de las zonas que seguían

adscritas a la legalidad republicana.

Dos serán en este caso las tratadas desde el ejemplo antequerano, el Grupo de

Voluntarios y las Milicias Fascistas de Falange.

2. EL GRUPO DE VOLUNTARIOS DE ANTEQUERA (AGOSTO-

NOVIEMBRE DE 1936)

Una vez ocupada Antequera el 12 de agosto de 1936 por tropas comandadas por el

general Varela, comenzó de forma inmediata a prepararse el asalto a los siguientes

objetivos militares, y con la misión final de acabar con el aislamiento en que había

quedado sumida Granada desde el 18 de julio, sublevada desde este día, pero en una

situación de cercamiento al encontrarse rodeada por territorio hostil, republicano.

Es por ello que en Antequera, y ante la más que posible marcha de fuerzas que

limitaran la defensa de la ciudad, como de la misma forma no diseñadas para cubrir

determinados servicios cotidianos, comenzó a fraguarse la idea de constituir un grupo

de milicias voluntarias con la finalidad de que “Antequera no quede desguarnecida”. 5

Efectivamente, el apoyo que fuerzas de orden como la Guardia Municipal – y que le

llevará tras la ocupación de la ciudad a ser considerada “ineficaz así como de actuación

revolucionaria y criminal”6- la Guardia de Asalto, Carabineros, e incluso la más

sorprendente de la Guardia Civil, prestaron a la legalidad republicana, va a provocar tras

la ocupación, o su profunda reorganización, o su desmantelamiento, así como la

asunción de sus competencias por estos nuevos cuerpos de carácter cívico y función

paramilitar y parapolicial y que cubrieran los servicios y atribuciones desarrolladas por

los anteriores, así como otras nuevas condicionadas por la nueva situación de

excepcionalidad, de mantenimiento de un Orden Público, como de control social o

auxilio de las fuerzas de ocupación sublevadas en sus siguientes empresas militares.

Y desde luego encargados del “trabajo sucio”7 de los primeros meses, y hasta el

establecimiento de la Justicia Militar, junto al sistema penitenciario “la columna

vertebral de la violencia política franquista”8, así como el principal instrumento de

persecución del enemigo interno del aún “para-Estado franquista”9, en su simulacro de

apariencia de legalidad.

5 (1936, 30 de agosto) El Sol de Antequera, p. 5.

6 Guardia Municipal: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Actas

Capitulares, libro 1905, p. 177. 7 (Casanova, 2013, 136)

8 (Gómez y Marco, 2011, 69)

9 Así lo define el profesor Javier Rodrigo para referirse a la provisionalidad en tanto su proceso de

instauración, construcción y consolidación. (Rodrigo, 2013, 19)

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5

En Antequera, y con esta esencia, desde el mismo 13 de agosto comenzó a

organizarse el Grupo de Voluntarios de Antequera10

, pionero en la provincia, generando

una respuesta entusiasta y sin paliativos al llamamiento entre la población, aunque de

nuevo con un trasfondo de presión procedente de las Autoridades, cuando éstas

reclamen que “si usted no es emboscado, ni un canalla marxista con disfraz y aún no

está en activo militando, inscríbase enseguida porque si no después tendrá usted que

pasar la afrenta de ser llamado sinvergüenza, aprovechado y parásito profesional”. 11

Con la sangre aún caliente de los mártires, y la que en ese momento se derramaba en

los campos de batalla, no permitía la nueva situación la existencia de población –sobre

todo hombres - “gris”12

, pasiva, tibia e inoperante, y desde luego las medidas de presión

en cuanto al encuadramiento paramilitar darían su fruto, con un llamamiento al que

acudirían miembros de asociaciones católicas, patronos, señoritos, miembros de clases

medias acomodadas, así como aquellos que no se habían destacado por una

participación política activa pero que ahora tenían una oportunidad inmejorable de

mostrar su adhesión a los nuevos preceptos que traía consigo el ejército sublevado en su

progresiva ocupación militar.

Ello posibilitó que en menos de un mes ya prestaran servicio tres compañías,

instruidas, armadas y equipadas, divididas en dos secciones, infantería y caballería,

como a su vez en cuatro escalones, de los que el Primero constituirá la Vanguardia,

desempeñando la gran mayoría de las funciones de Seguridad, Vigilancia e

Investigación, tanto dentro de la ciudad, como en la línea de frente, así como

desarrollando una importante labor en la protección de convoyes, fundamentales para el

mantenimiento del transporte de personas y productos de primera necesidad.

Por su parte el Segundo y Tercer Escalón conformaron las Fuerzas Cívicas, con

funciones centradas en el control de la normalización y reorganización de la ciudad, así

como en una labor de agentes de la represión auxiliares, a través de los registros

domiciliarios y la detención de sospechosos.

Y junto a ellos el Cuarto Escalón, o de Cooperadores, con una función más

testimonial y simbólica que la del resto de secciones en cuanto a presencia física –lo

componían aquellos que por condiciones físicas o de edad no podían alistarse en el

Grupo- pero cuyo papel era fundamental para garantizar el sostenimiento económico del

Grupo de Voluntarios, sobre todo en cuanto a los haberes de los integrantes del Primer

Escalón, a través de una aportación económica regularizada, como en la conformación

de comisiones especiales de recaudación que realizarían contribuciones periódicas entre

10

En otros municipios se organizarán grupos similares, como en el caso de Lucena donde el 21 de agosto,

precisamente tras participar un grupo de voluntarios lucentinos en acciones militares en Antequera, se

organizará la Compañía de Voluntarios de Lucena. (Bédmar, 2010, 152) También en Montilla, ante el

llamamiento de la Guardia Civil a la defensa del levantamiento, acudirían de forma decidida e inmediata

vecinos que constituirían una especie de “milicia cívica”. (Bédmar, 2001, 41) Lo mismo ocurrirá en Rute

a primeras horas de la mañana del 19 de julio “ya estaban actuando grupos de señoritos y derechistas

para controlar las entradas y salidas de la localidad, sin que los izquierdistas ni las autoridades del

Frente popular opusieran ninguna resistencia”, obedeciendo las órdenes de la autoridad militar y

colaborando decididamente a través de una guardia cívica armada encargada de la guardia en edificios,

calles y entradas del pueblo. (Bédmar, 2007, 42 y 43) Otros ejemplos de conformación de grupos

paramilitares, de similares características al antequerano en el inicio de la guerra civil, en (Gómez y

Marco, 2011, 46; Hernández, 2013, 82) 11

(1936, 27 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 3. 12

(Hernández. 2013)

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el resto de la población civil, a partir de su encabezamiento en la apertura de la

“Suscripción para el sostenimiento del Batallón de Voluntarios y Milicias Fascistas”:

¡Antequeranos! Rescatada esta ciudad […] el Batallón de Voluntarios y las escuadras de

Falange Española tendrán a su cargo la defensa del orden […] A ese fin se ha abierto una

suscripción, a la que esperamos que contribuyan cuantas personas de algunos medios que les

permitan contribuir […] al sostenimiento de las milicias antequeranas. 13

En definitiva, una respuesta patriótica como de reacción a la presión de las

autoridades, y un control férreo de la aportación económica que permitiría alcanzar en

estas pocas semanas prácticamente las 200.000 pesetas 14

con las que hacer frente al

mantenimiento de los aproximadamente 1.200 voluntarios que llegaron a engrosar las

filas del Grupo en su Primero y Segundo escalones, destacando los 47 que conformarán

la Oficialidad y Mando, nombrados por Varela, y los 215 que compondrán la

Vanguardia15

, y que desempeñarán un tiempo medio de servicio de en torno a los 55

días, y con una retribución económica de aproximadamente 3,2 pesetas por día que se

uniría a lo que ya percibían por su puesto de trabajo, el cual tenía obligación su patrón,

no solo de mantener, sino de continuar abonando el sueldo el tiempo que durara su

servicio voluntario, y como si se encontrara trabajando.

Ya ha sido comentado cómo el Grupo de Voluntarios de Antequera desempeñará

fundamentalmente labores de Vigilancia y Seguridad, actuando generalmente por

parejas y desarrollando su actividad en puntos estratégicos de la ciudad, a tenor de la

paradigmática situación de Antequera como ciudad de primera línea, de frontera con la

zona republicana, hasta febrero de 1937.

Así el Primer Escalón o Vanguardia, junto a fuerzas de Falange y del Ejército

sublevado, formará parte de las avanzadas establecidas en los montes que rodean

Antequera, realizando servicios de vigilancia para impedir la posible entrada de

elementos enemigos por las líneas situadas desde la cadena montañosa de El Torcal a la

Peña de los Enamorados, así como realizando servicios de protección y escolta,

fundamentalmente de convoyes que marchaban a otros municipios.

Pero aparte de estas, su actuación albergaba un amplio abanico de funciones, desde el

orden en el abastecimiento de agua hasta que se restableciera el servicio a través de la

red de distribución común, la ayuda a la recogida y reparto de carbón, o la incautación

de ganado abandonado. Y junto a éstas, una intensa participación en el nuevo escenario

13

Bando de Alcaldía: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Secretaría,

Bandos, edictos… 14

De hecho175699, 51 pesetas serán ingresadas en estos días en el Banco de España, a las que se unirá

posteriormente otra aportación de 21482,25 pesetas, con las que podrá hacerse frente al pago de las

ayudas –no podemos hablar de salario, ya que la retribución media de los alistados será de poco más de 3

pesetas diarias- a los voluntarios del denominado Primer Escalón o Vanguardia –entre 3 y 5 pesetas

diarias-. Dotación a milicias: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal,

Actas Capitulares, libro 1905, p. 147. 15

De la misma forma en estos días tiene lugar el alistamiento de la primera mujer voluntaria en el Grupo,

Rosario de las Heras, que se convierte en Voluntaria de Honor al confeccionar las banderas para los

edificios en que se ubicaban las secciones de Infantería y Caballería del Grupo. Grupo de Voluntarios:

Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Secretaría.

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7

social, tomando parte, como fuerza destacada más en la conformación del Nuevo

Estado, de los numerosos actos de carácter cívico-religioso o militar que se sucedieran

en la ciudad, “embriagados de ilusión […] fieles antequeranos y bravos españoles”.16

Así desarrollarían su labor hasta que casi tres meses después de la entrada en

Antequera de las tropas sublevadas, la ciudad fuera recuperando lenta y costosa pero

progresivamente su pulso habitual; ello provocaría que a partir de noviembre de 1936 el

número de alistamientos en el Grupo de Voluntarios, no sólo dejearade crecer, sino que

cada vez fueran más los voluntarios que, ante lo que consideraban una vigilancia

innecesaria y debido a la necesidad de volver a sus oficios y ocupaciones cotidianas,

pidieran ser relegados de sus obligaciones.

La reacción del Mando ante esta actitud se tornó airada, condenando a través de la

radio y la prensa, la creciente indiferencia y falta de implicación y compromiso de la

población con respecto al Grupo, e instando a una colaboración puntual que permitiera

al menos cubrir los descansos de los voluntarios, guardias y relevos.

Sin embargo la suerte del Grupo de Voluntarios estaba echada, y el 13 de noviembre

el mismo Mando que había reprochado hacía pocos días la actitud desdeñosa de los

voluntarios, anunciaba su reorganización, que no era otra cosa que su práctica

disolución y absorción por parte de Falange, con una reestructuración que implicaría la

fusión de los tres primeros escalones, pasando a engrosar las segundas líneas de FET y

Requetés, las llamadas Milicias Locales, y donde mantendría al principio cierta

independencia a través de su denominación de Guardias Cívicos.

De la misma forma, y en lo que respecta al Mando, sólo cinco antiguos oficiales del

Grupo seguirán manteniendo parte de la esencia inicial de los voluntarios, al formar

parte ahora de la oficialidad de la Guardia Cívica, mientras que el resto pasaría a

engrosar las filas de Falange. 17

El resto de fuerzas cívicas, Escuadrón de Caballería y Guardia Urbana serían

independientes a la orden de disolución, quedando la primera de ellas bajo las órdenes

de la Comandancia Militar, y la segunda de la Alcaldía en asuntos civiles y de la

mencionada Comandancia Militar en los asuntos militares.

La función de estos Guardias Cívicos difirió muy poco de la que tenían encomendada

como miembros del Grupo de Voluntarios, servicios de plaza y protección a la defensa

de la localidad. Sin embargo, desaparecería ya ese destacado papel de defensa fuera de

los límites de la población, como de flanqueadores de convoyes a otros municipios,

tarea ahora de los falangistas, lo que en la práctica les conferiría un muy discreto papel

hasta que el 1 de marzo de 1937 se decretara su disolución definitiva.

Solo el Escuadrón de Caballería del Grupo de Voluntarios seguiría actuando con

cierta autonomía bajo la denominación de Milicias Voluntarias de Caballería, y

recibiendo las órdenes directamente de la Comandancia Militar18

. Destacada será por

ejemplo su labor tras las operaciones militares sobre Málaga, efectuando importantes

servicios de reconocimientos en el campo y vigilancia en la capital, lo que permitiría la

recuperación de numerosas caballerías, y volviendo más tarde a Antequera para

16

De los himnos compuestos para el Grupo de Voluntarios, y publicados en (1936, 4 de octubre) El Sol

de Antequera, p. 5, y (1936, 11 de octubre) El Sol de Antequera, p. 9. 17

(1936, 20 de diciembre) El Sol de Antequera, p. 4. 18

Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA), Fondo Municipal, Secretaría.

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8

desarrollar funciones encuadradas en las de Policía Rural, relacionadas con la

“vigilancia del campo, recogida de armas, persecución de malhechores y búsqueda de

ganados y enseres dispersos”19

.

No duraría tampoco mucho este Escuadrón, y con su desaparición certificaría la

cesión total del protagonismo en cuanto a la participación ciudadana a través de la

paramilitarización, a Falange.

3. MILICIAS FALANGISTAS TRAS LA VICTORIA SUBLEVADA

La historia de Falange en la guerra civil fue la de la aspiración conclusa y exitosa de

asalto y derribo a la experiencia republicana20

, aumentada fundamentalmente desde la

victoria de las izquierdas coaligadas en febrero de 1936, cuando rechace la victoria del

Frente Popular y sitúe al Ejército como el único capaz de ejecutar y consumar a través

de las armas este rechazo.

Para ello la sublevación de 18 de julio constituiría el caldo de cultivo idóneo, donde

Falange y Ejército conocían de su necesidad recíproca para, a través de su respectiva

consideración de abanderados de la insurrección social y militar, llevar a cabo esta

empresa de derrocamiento de un régimen republicano al que Primo de Rivera ya se

había apresurado a presentar como enemigo común de Ejército y Falange.

Así por ejemplo la versatilidad paramilitar de la organización fascista la convertía en

una fuerza auxiliar en las operaciones militares, de gran valía, como al mismo tiempo en

la retaguardia, fundamentalmente como brazo ejecutor de una represión urdida “como

parte de un plan dirigido por el Ejército rebelde”21

, una vez que la progresiva ocupación

de pueblos y ciudades, como el avance hacia nuevos objetivos militares, fuera alejando

los ecos castrenses de las zonas ya sometidas. 22

En todo caso esta bifurcación funcional de la organización falangista en el frente y la

retaguardia, provocaría su encuadramiento entre Primera Línea, o Falange Combativa23

y Segunda Línea, o Falange de Retaguardia.

3.1.Falange en el Frente -Primera Línea o Falange Combativa-

La sublevación de julio trajo aparejado el inmediato alistamiento voluntario, al igual

que requetés o carlistas, de miles de falangistas en las filas rebeldes, conformando

milicias voluntarias en las que la presencia de estos últimos será mayoritaria,

19

Ibídem. 20

(Parejo Fernández, 2012) 21

(Gómez y Marco, 2011, 43) 22

Francisco Espinosa y José Luis Ledesma sostienen que, a pesar del indudable protagonismo de Falange

en la represión, no podía atribuirse exclusivamente a ésta su carácter de brazo ejecutor, pues serían en

definitiva las fuerzas y autoridades militares, tanto a través de los bandos de guerra, como de los consejos

de guerra sumarísimos, así como el papel de la población como delatora, los que coparían este

protagonismo. (Viñas, 2012, 480) 23

(Barranquero, 1994, 84)

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9

representando en el otoño de 1936 un 54 por ciento de las milicias, y alcanzando en

enero de 1939 el 75 por ciento, o lo que es lo mismo, prácticamente una quinta parte -un

18 por ciento- del total de las tropas del Ejército sublevado. 24

En el caso de Málaga, la organización de los efectivos de Falange estará supeditada a

criterios en muchos casos poco objetivos. Así por ejemplo formarán parte de la Primera

Línea una porción muy reducida de antiguos falangistas, camisas viejas y miembros de

confianza, pertenecientes o no a Falange, mientras que el grueso de las tropas de

Vanguardia lo conformaría personal con aptitudes para el combate pero con

antecedentes poco claros y con una afinidad escasamente contrastada. Estos serían los

encargados de participar en las empresas más arriesgadas, y por ende los que engrosarán

a la postre, la mayor parte de las víctimas de la organización fascista en el frente.

En cuanto a la unidad de acción los voluntarios falangistas en el frente fueron

encuadrados en Banderas, unidades básicas de maniobra, muy similares a los batallones

del Ejército, con una adscripción y carácter territorial que les llevaba a adquirir el

nombre de la zona en que se habían conformado, y que actuaron bajo el Mando militar,

aun permitiendo Franco que mantuvieran su organización y denominación originales.25

En Málaga fueron creadas cuatro banderas de Falange, de las que la primera de ellas

fue conformada de forma oficial a mediados de noviembre de 1936, con personal

procedente de milicias falangistas de Antequera y miembros del por ese entonces ya

decadente Grupo de Voluntarios de la ciudad, siendo denominada Quinta Bandera de

Falange “Miguel Pérez Blázquez” de Sevilla, Bandera de Antequera o Bandera Torcal,

y sobre la que un exhaustivo rastreo permitió nuestra localización de 162 militantes,

destinados a participar en las por ese entonces próximas operaciones militares para la

ocupación de Málaga.

Sin embargo, estas milicias ya venían desempeñando su función desde antes de

agosto de 1936, en las operaciones preliminares a la ocupación de Antequera y la zona

Norte de su término –Fuente de Piedra, Humilladero y Mollina- como el sometimiento

de la zona de Estepa- Puente Genil- La Roda de Andalucía, así como tras la ocupación

de la localidad antequerana, haciendo lo propio con el importante enclave ferroviario de

Bobadilla, el anejo de Cartaojal o los municipios de Alameda, Villanueva de Algaidas y

Villanueva de Tapia, en agosto, y Campillos, Sierra de Yeguas, Almárgen, Peñarrubia,

Teba, Cuevas del Becerro y Ronda, en septiembre.26

Posteriormente, y como ya ha sido comentado, desarrollaría una importante labor en

las operaciones preliminares para la ocupación de Málaga, como auxiliar de las tropas

hispano-italianas que viertan su ataque sobre la capital malagueña - servicios de

reconocimiento y descubiertas, recogida de armamento y material abandonado, así

como detenciones-27

a través de las vías que ofrecían los municipios y anejo de la zona

más septentrional antequerana, Valle de Abdalajís, Villanueva de la Concepción y

Villanueva de Cauche, y con cuyas ocupaciones entre el 6 y el 7 de febrero de 1937 se

dejaba expedito el camino hacia la capital, y con ella de la totalidad de la provincia.

24

(Casas, 1977, 84) 25

(Ellwood, 2001, 84) 26

Dossier de operaciones militas. Agosto de 1936: Archivo Municipal de Cádiz (AMC) Archivo del

Capitán General José Enrique Varela Iglesias (ACGJEVI), p. 14-81. También (Martínez, 1986, 127) y

(1936, 20 de septiembre) El Sol de Antequera, p. 1. 27

Archivo General Militar de Ávila (AGMAv) Archivo Guerra de Liberación (AGL) Documentación

Nacional (DN) legajo 147, caja 20, ápud Ramos, 2003, 431 y 432.

Page 10: Melero vargas patriotas y parásitos

10

Pero la labor de las milicias falangistas antequeranas como auxiliares de las tropas

sublevadas no terminaba con el sometimiento de Málaga sino que mantendría e

incrementaría su presencia y actividad en otros frentes, en especial el cordobés de

Peñarroya, a la postre destino principal de los combatientes antequeranos en el Ejército

sublevado, y donde de forma correlacionada se contabilizaron más de la mitad de los

falangistas que perecieron en la batalla, o lo que es lo mismo, una cuarta parte del total

de antequeranos muertos en combate como integrantes del Ejército sublevado. 28

3.2.Falange en la Retaguardia -Segunda Línea-

Mientras que una parte de las milicias falangistas desarrolló una acción en el frente,

supeditada a las directrices emanadas del Mando militar, la otra desempeñaría su labor

en un espacio como la retaguardia sublevada en la que, a diferencia del frente, la

presencia del Ejército sería obligadamente más fugaz, y con ello su sombra menos

alargada sobre una organización que no solo buscaba resultados satisfactorios a su

objetivo de lucha, sino también protagonismo en la consecución de los mismos.29

Esta concepción, no exenta de un aire de vanidad y engreimiento, llevaba por otro

lado aparejada el reconocimiento a una organización de la que ya ha sido resaltada su

gran versatilidad, y cuyas atribuciones entre lo militar y lo civil, iban a aparecer en

muchas ocasiones muy difuminadas. Sin embargo Falange sabría aprovechar muy bien

esta ambigüedad, y de hecho sus funciones desarrolladas en la retaguardia sublevada

supondrían una mescolanza entre las competencias que le habían sido conferidas, pero

sobre todo las que ella misma se atribuiría, con el beneplácito de la Autoridad militar, y

por ello arropada por un nuevo contexto de fuerte militarización, castrense, guerrero,

beligerante y marcial en el que Falange iba a encontrar el caldo de cultivo idóneo para el

desarrollo de sus actividades.

Y es que la pertenencia a la organización falangista se había convertido tras la

ocupación, en una garantía de supervivencia, y su camisa azul, como dijera Queipo de

Llano, en un auténtico salvavidas, 30

como la mejor manera de mostrar la adhesión al

nuevo régimen militar, y de paso adquirir prestigio, lo que multiplicaría de forma

intangible el número de filiaciones; una adhesión que debía mostrarse inquebrantable en

palabras, gestos y obras -hecho que no haría sino infundir un miedo, una obsesión por

mostrar una afección a la nueva situación, y en la que probablemente reside una de las

explicaciones a la destacable participación ciudadana en el proceso represivo,

fundamentalmente como delator- un proceso por otro lado, de desnaturalización de

Falange, que incluso consiguió abrumar a los propios camisas viejas, ante el

extraordinario crecimiento de efectivos, sobre todo en el transcurso del primer año de

guerra.

Desde luego Falange había perdido el control de Falange, y nunca conseguiría

recobrarlo.

28

(Melero, 2013, 687) 29

De la misma forma que las unidades de Falange en el Frente acatarían el mando militar, en la

retaguardia se someterían a las mismas normas disciplinarias que la Guardia Civil. (Casas, 1977, 301;

Sevillano, 2004) 30

(Jackson, 1976, 266)

Page 11: Melero vargas patriotas y parásitos

11

Las atribuciones de la milicia falangista en la retaguardia serán múltiples y variadas,

contemplando registros e incautaciones de casas de vecinos huidos, cambios en el

nomenclátor de las calles, conducción de vehículos y escolta de cargos públicos, prensa

y propaganda, control de las entradas y salidas de la ciudad, vigilancia en los puntos de

abastecimiento de los suministros más demandados, guardias en cuarteles y hospitales,

así como en la cárcel, protección de la vía férrea y vigilancia antiaérea, y por supuesto

actividades relacionadas con la Seguridad y el Orden Público; y todo ello acompañado

de una actitud omnipresente en el nuevo panorama social y público de la ciudad.

Pero es sin duda en el proceso represivo iniciado en la ciudad tras la ocupación de las

fuerzas sublevadas, cuando alcanzará a desarrollar su papel más destacado, reafirmando

la idea de que “no hay un aspecto aislado en la historia de la Falange que oscurezca

tanto su reputación y su papel como la represión en la zona nacional, particularmente

durante los años 1936 y 1937".31

Efectivamente, una vez las fuerzas sublevadas proseguían su camino hacia nuevos

objetivos militares, dejando tras de sí una primera oleada de represión y muerte, Falange

tomó rápidamente el testigo, alargando un proceso de Terror Caliente, si bien calculado

y nada espontáneo, 32

que iniciaría una sangrienta purga, para dar paso posteriormente a

una nueva oleada represiva, de Terror Frío, más sangrienta, atroz y censurable aún por

institucionalizada y que a través de los tribunales militares y sus consejos de guerra,

daría cobertura legal al crimen. 33

El caso es que Falange, bien por cumplimiento de órdenes o por intereses

particulares, llevó a cabo acciones en las que otros no quisieron implicarse o sobre las

que se vieron desbordados34

material o moralmente, exhibiendo su prepotencia y

despotismo a través de la ley de las armas y la cultura de la violencia, pero sembrando

muchas dudas sobre si su acción respondía meramente a cuestiones ideológicas o

políticas, o velaba en ocasiones otras más cercanas a la venganza personal y el ajuste de

cuentas.

No es de extrañar que no pocos testimonios señalaran que “muchos decían que eran

de Falange, pero no eran ni de Falange ni de nada, y solo querían matar y aprovecharse

del momento […] En aquellas fechas te vestías con una camisa con las flechas de

Falange y ya eras falangista, y se les permitía todo porque tenían la sartén por el

mango”.35

Así participaría -junto a alcaldes, Guardia Civil y párrocos- en la elaboración de los

informes de conducta de los considerados implicados en la etapa de retaguardia

republicana, recorriendo las calles amedrentando a la población, y blandiendo sus armas

al grito de ¡Viva España! y ¡Viva la Falange!, practicando cacheos y detenciones,

tomando parte en los traslados de presos, colaborando en la elaboración de las listas de

sospechosos de actuación criminal, y por ende culminando su rol en todo este proceso

represivo con su participación directa en torturas, sacas de la cárcel y asesinatos.

Eran, bien falangistas auténticos, Camisas Viejas, asistidos en ocasiones por

señoritos de derecha, obsesionados en su tarea de destruir “la gangrena roja, de extirpar

31

(Payne, 1997, 387) 32

(Casanova, 2013, 27) 33

(Beevor, 2005, 130 y 138) 34

(Barranquero, 1994, 89-93) 35

(Beevor, 2005, 138)

Page 12: Melero vargas patriotas y parásitos

12

la totalidad del tumor infestado de comunismo, de influencias sovietizantes, para evitar

la podredumbre del cuerpo entero”36

, y otros que no lo eran, movidos simplemente por

el “gangsterismo legitimado”37

que les proporcionaba esta nueva situación, y que no

hicieron sino alimentar la concepción del falangista de retaguardia como verdugo, como

escolta de las patrullas del alba, de los paseos; como adalid en definitiva del terror

caliente de las detenciones, las torturas y las ejecuciones irregulares en cunetas y tapias

de cementerio, sin más testigos que los cómplices de la masacre y los faros encendidos

de los coches.

Junto a éstas, en la búsqueda de respuestas ante este comportamiento excedido de la

milicia fascista en la retaguardia sublevada, encontramos una irrefutable: la que

relaciona intrínsecamente el papel de Falange como ejecutora de represión, y su

protagonismo en los sucesos relacionados con el Orden Público, y acaecidos en pueblos

y ciudades fundamentalmente desde la victoria del Frente Popular, muy pocos meses

antes.

Ha sido ampliamente estudiado cómo la victoria de la izquierda en las elecciones de

febrero de 1936, que generó a partes iguales una vorágine de optimismo en una masa

social obrera como una ola de reacción y pavor entre los que ansiaban la destrucción del

régimen republicano, marcó el inicio de una etapa convulsa en lo social y político, como

en el terreno de la ideología, siendo Falange protagonista en esta lucha de

subsistencias.38

En el caso antequerano los problemas de orden público en estos primeros días no

habían ido más allá de algún enfrentamiento verbal con el guardia nocturno de turno, en

los aledaños de algún bar de reunión izquierdista, el cruce de coplas insultantes entre

jóvenes de ideologías antagónicas39

, aunque sin embargo irían aumentando

progresivamente su gravedad hacia otros hechos, como la proliferación de cacheos y

agresiones leves cometidas por jóvenes socialistas y comunistas, los conflictos entre

manifestantes y comerciantes, o las crecientes presiones de las sociedades obreras para

la sindicación de los que con ellas compartían gremio.

Pero serían sobre todo los graves enfrentamientos entre patronos y obreros en el

campo, alcanzado en estos años una radicalidad inusitada en toda la zona40

, los que

marcarían el pulso cotidiano de estos días en las zonas eminentemente rurales, y dentro

de éstas, las de proliferación del latifundio y la profunda desigualdad en cuanto al nivel

de concentración de tierras.

Y junto a ellos otro conflicto en tensión creciente, y de alguna forma relacionado con

el anterior en cuanto a su trasfondo ideológico, el que se tamizaba entre un nuevo poder

que traía consigo el retorno a la República de izquierdas, y en buena parte personificado

en la figura de obreros y miembros de juventudes socialistas y comunistas, y un núcleo

fascista local, caracterizado igualmente por una militancia joven, prácticamente

clandestina pero activa, escéptica ante las posibilidades de una victoria de las derechas

36

(Melero, 2013, 959) 37

(Beevor, 2005, 80) 38

Este enfrentamiento, así como su radicalización tras las elecciones, magníficamente recogido en

(Jiménez, 1979) Un estudio igualmente interesante sobre la radicalización de las posturas

antirrepublicanas en (González Calleja, 2008, 85-116) La movilización juvenil durante la etapa

republicana es tratada en (Souto, 2003, 97-122; Báez, 2003, 123-145) 39

(1936, 22 de marzo) El Sol de Antequera, p. 1. 40

(Melero, 2009, 471-492)

Page 13: Melero vargas patriotas y parásitos

13

en las urnas, pero no por ello amilanada de su idea de destrucción por la fuerza, de la

legitimidad republicana, sobre todo cuando la victoria del Frente Popular coincidiera

prácticamente con la declaración de ilegalidad de Falange.

Sobre ella algunas tesis sostienen que se produjo un intento por parte del Gobierno

de Azaña de atenuar la reacción de los izquierdistas más incontrolados, y con ello

intentar mitigar de alguna forma la inestabilidad en el orden público41

, pero en la

práctica trajo consigo las primeras detenciones de acusados de pertenencia a la

organización fascista, señalados por su intento de boicot de actos públicos, como de

agresión a autoridades. 42

En la abrileña Antequera de 1936, a través de la intervención de la Autoridad

gubernativa provincial, como con la colaboración de representantes de organizaciones

de izquierda, se produciría el asalto definitivo al ya ilegalizado aparato fascista local,

con la proliferación de registros de armamento y propaganda fascista, y con la detención

de su Jefe local como algunos de sus más destacados miembros, todos acusados de

complot contra el Frente Popular.

Sin embargo Falange se había convertido en la ciudad en algo más que un grupo de

jóvenes radicalizados, profundamente apasionados y seducidos por los postulados de

una organización fascistizada que propugnaba el autoritarismo, el antiparlamentarismo,

o la visión cruzadista del destino de España, y por ello radicalmente opuestos a la

situación política y social en la primavera española de 1936, sino de un verdadero

andamiaje estructurado en connivencia con destacados miembros de la derecha local, y

a la vez sustentadores económicos de un aparente movimiento conspirativo.

Por todo ello la magnitud del enfrentamiento con este aparato fascista local, como de

su apaciguamiento a través de los registros y las detenciones, marcarían los meses de

gobierno del Frente Popular en la zona, como el desarrollo de la etapa de retaguardia

republicana tras el estallido e inicial fracaso de la sublevación: casi un 60 por ciento de

las detenciones practicadas durante la etapa del Frente Popular en materia de Orden

Público, corresponderán a sospechosos de fascistas, de la misma forma que más de un

56 por ciento de los detenidos o sometidos a registros por este motivo, serán asesinados

en los días revolucionarios que transitan entre el inicio de la sublevación y la ocupación

de la ciudad.

Unas cifras esclarecedoras y que Falange, sometida la ciudad desde agosto de 1936,

sabría recuperar y utilizar, tomándose la revancha al exhibir a sus muertos, desde

febrero de ese mismo año perseguidos, agredidos, y encarcelados, para justificar su

presencia y destacado protagonismo en la represión caliente más atroz.43

Sin embargo Falange se encontraba desbordada, por las atribuciones asignadas como

por las adquiridas de motu propio, en un ejercicio de extralimitación y despotismo que

le llevó a desarrollar, al margen de las labores ya mencionadas, funciones de policía

urbana, dictando órdenes sobre apertura y cierre de establecimientos, adelantándose a

41

(Payne, 1961, 310 y 311; Gil Pecharromán, 2003, 440 y 441) 42

(1936, 22 de marzo) El Sol de Antequera, p. 8.

43 El caso del sevillano pueblo de Camas, considerado como Antequera como municipio de retaguardia

temprana sublevada, en (Lazo, 1998) Un estudio provincial en (Lazo y Parejo Fernández, 2004, 237-253)

Asimismo, véase (Parejo Fernández, 2012) Otros ejemplos, como Granada, en (Gollonet y Morales, 1937;

Gil Bracero y Brenes, 2009; Hernández, 2011)

Page 14: Melero vargas patriotas y parásitos

14

las órdenes dictadas desde el Gobierno Civil, apropiándose de bienes requisados, o

alojando sin permiso en la ciudad a falangistas venidos de fuera.

Un desbordamiento agravado también por ese nuevo rol de exclusividad política

como Partido Único del Régimen, y que incluso le llevaría a mantener una

sorprendente, desairada y despreciativa actitud hacia el resto de protagonistas que, a

través del apoyo público e institucionalizado, participaron en el proceso de construcción

y consolidación del Nuevo Régimen.

Así por ejemplo con el propio Grupo de Voluntarios, sobre el que siempre pretendió

mostrar una superioridad como su exclusiva legitimidad, ante la posibilidad de que

determinadas labores pudieran constituir una competencia compartida.

O con la ya por ese entonces restablecida Guardia Municipal, motivando incluso la

denuncia del jefe local de Falange contra el jefe de la Guardia Municipal, por “injurias

contra la Milicia Nacional”.44

También con la propia Comandancia Militar, que muestra sus quejas, no por un

exceso de celo de la milicia, sino precisamente por lo que considera una escasa

implicación y cooperación de su Segunda Línea, dictando incluso sanciones para

aquellos que “olvidando el juramento que prestaron, no quieren hacer el servicio que les

corresponde”.45

Incluso con el probablemente mejor instrumento propagandístico del Nuevo

Régimen en la ciudad, el semanario local El Sol de Antequera, cuya dirección,

absolutamente afín a los nuevos preceptos franquistas, muestra sus quejas de que desde

Falange no se le informa ni invita a los diversos actos organizados por ésta, impidiendo

una correcta cobertura de noticias.

Sin embargo será con la Autoridad civil local, esto es, con las gestoras cuyos

miembros sean designados, primero por la Autoridad militar y, tras la ocupación de

Málaga, por el Gobierno Civil, con la que las fricciones sean más continuas y de mayor

envergadura, como lo ponen de manifiesto las reiteradas quejas por el comportamiento

de la organización falangista a su controvertido jefe local, por cuanto parecía querer

solapar su actuación pasada, desarrollando otra cercana al ansia de la exclusividad en la

acción como principal baluarte del poder militar en la nueva y excepcional coyuntura de

guerra y retaguardia sublevada.46

“Me permito indicar a Vd. La conveniencia de que llame la atención de las milicias a

sus órdenes, al objeto de que en lo sucesivo no invadan ajenas atribuciones”47

le

44

Milicias Nacionales: Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA) Fondo Municipal, Secretaría,

Actas Capitulares, libro 1907. 45

(1937, 18 de abril) El Sol de Antequera, p. 5. 46

Nemesio Sabugo, jefe local de Falange, y profesor del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza y

miembro del Partido Radical durante la II República, será asimismo primer Presidente del Ateneo

Cultural, institución de clara vocación republicana, surgida como una extensión del Instituto más allá de

su misión pedagógica en las aulas; un nombramiento que, junto a su pertenencia al partido republicano, le

granjeará no pocos enfrentamientos con compañeros de claustro más conservadores. A pesar de esto, en el

proceso de depuración del profesorado iniciado tras la ocupación de Antequera, Sabugo será uno de los

primeros docentes confirmados en su puesto, para posteriormente ser erigido en Jefe Local de Falange.

(Ortega y Parejo Barranco, 1992) 47

Archivo Histórico Municipal de Antequera (AHMA) Fondo Municipal. Secretaría.

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15

informaba el Alcalde al jefe local falangista, al que pocos días más tarde volvía a

dirigirse para recordarle:

Estuvo esta Alcaldía esperando a Falange desde las seis de la tarde, y en vista de que a las

siete y cuarto aún no se habían presentado, y no siendo posible continuar perdiendo el

tiempo, dimos comienzo al trabajo. Con vista de lo ocurrido, espero de Usted que se sirva

ordenar a sus representantes que asistan puntualmente a las reuniones de la Comisión, ya que

[…] las múltiples funciones a que debe acudir esta Alcaldía, no le permiten malgastar el

tiempo esperando a unos señores que, ni siquiera por cortesía, se toman la molestia de avisar

cuando no pueden asistir. 48

Una situación que desde luego no era la esperada entre dos de los principales

miembros de esa casta de vencedores que luchaba contra un enemigo interno común, al

que intentaba aniquilar para la salvación de la verdadera España, cuyo Orden y

Tradición serían restablecidos a través de las armas como del ejemplar castigo, por el

Ejército, y bajo el designio divino de una Iglesia Católica que a partir de una nueva

Cruzada permitiera superar la consideración de guerra civil, hasta alcanzar una nueva

dimensión en la que una nueva persecución cristiana contra el infiel librara a Europa del

yugo de Moscú, y restableciera una ansiada Paz en occidente, garantizada por su nuevo

centinela.

Sin embargo quedaba claro que la cohesión entre los artífices de este milagro

franquista era más bien defectuosa, débil y tambaleante, pero que también el despotismo

y extralimitación demostrados por Falange eran en buena medida, conocidos,

consentidos, en incluso en no pocas ocasiones, apoyados.

Junio de 1937 sería uno de esos momentos. A las doce de la mañana del día 6 de este

mes tiene lugar la inauguración de los nuevos comedores de Auxilio Social en la ciudad,

asistiendo una nutrida representación de los diferentes estamentos políticos, religiosos,

militares, de la judicatura y sociales, como el Comandante Militar, el Capitán de la

Guardia Civil, los comandantes Jueces militares, Juez de Instrucción, Juez Municipal,

Vicario Arcipreste, Registrador de la Propiedad, Notario, directores de El Sol de

Antequera y Radio Antequera, Jefe de la Cárcel, Director del Claustro de Profesores del

Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, Director del Banco de España, miembros de

la Junta de Asistencia Social, y las presidentas de Acción Católica, Juventud de Acción

Católica y Conferencia de San Vicente de Paúl.

A ellos se unirán en la presidencia del acto, el jefe local de Falange49

, el secretario

comarcal, y el jefe provincial de la organización. 50

48

Ibídem. 49

Junto a Ricardo Burgos, el veterinario Carlos Lería Baxter será nombrado Secretario Local, Mateo

Tortosa será el Tesorero y Juan Macías el Subjefe Local de Milicias. Por su parte Rogelio Lopera

desempeñará el cargo de Jefe Instructor de la Sección de Flechas. Ricardo Burgos desempeñará sus

funciones hasta noviembre de 1938 en que se establezca una nueva composición de la estructura

falangista. Así Luis Moreno Pareja-Obregón es nombrado nuevo Jefe Local, confirmando en sus puestos

de Secretario y Tesorero a Carlos Lería y Mateo Tortosa, respectivamente, como en el de Subjefe de

Milicias a Juan Macías. Por su parte Alberto Prieto Canseco se hará cargo de la Delegación de

Organizaciones Juveniles, Diego López Priego de la de Justicia y Derecho, Carlos Blázquez de la Auxilio

Social, Antonio Gálvez Cuadra de la de Sanidad y José Muñoz Burgos como Administrador Local de

Propaganda. (1938, 27 de noviembre) El Sol de Antequera, p. 5.

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16

Por su parte, y en lo que respecta a la Autoridad civil local, solo será invitado el

Alcalde Presidente de la Gestora, no acudiendo el resto de gestores, lo que provocará

una amonestación verbal del jefe provincial a los gestores, a los que llega a acusar de

“falsos falangistas”51

, por su dejadez y nula implicación, como de practicar “política

vieja”.52

El Alcalde, visiblemente alterado, manifiesta que no consiente recomendaciones,

intromisiones ni puestas en duda en su gestión o su actuación como camarada de

Falange, zanjando el Jefe Provincial la conversación al señalar que “Falange no

recomienda, ordena”53

, lo que provoca la indignación de los gestores, en especial del

Delegado de Cultura, Diego López Priego, que abandona bruscamente la reunión,

animando a sus compañeros a secundarle con un “¡Vámonos!” 54

, y dando tras de sí

varios portazos.

Un gesto considerado por el responsable provincial de la organización falangista

como de grave insubordinación, imponiendo a López Priego el excepcional castigo de

ser rapado -lo que se concretaría al día siguiente - y proponiendo su expulsión de

Falange, con la amenaza añadida de “y ya sabe usted las consecuencias que esto tiene

hoy”.55

Falange no aceptaba medias tintas, y por ello exigía la potestad plena y el tratamiento

exclusivo, por lo que no era de extrañar que considerara un ultraje el que un gestor de

pueblo, que nada había hecho realmente por la consecución de la verdadera España, que

no había visto derramar su sangre en campos de batalla, o que incluso tampoco había

sufrido en la retaguardia los efectos del furor rojo, tuviera la osadía de presentar una

moción en la que solicitaba a Falange el abandono de las dependencias que ésta tenía

ocupadas en una escuela, para volver a ser destinado el edificio exclusivamente a

docencia, y permitiendo aumentar el cupo de niños matriculados. 56

Incluso el gobernador civil, al que se puso en conocimiento del caso, se inhibe de un

asunto que considera extremadamente delicado, y sobre el que “nos adentramos en

cercado ajeno”57

, argumentando que se ventilaban asuntos internos de una organización

50

Manuel Motero, Delegado Territorial de Falange en Huelva y Delegado Comarcal en las cuencas

mineras de Riotinto, Nerva y Ayamonte, es nombrado Jefe Provincial de Falange en Málaga en

sustitución de Luciano Borrego, que solo permanecería dos semanas en el cargo, consolidándose durante

su mandato la organización y disciplina de los miembros de la organización (con férreas normas en

cuanto al comportamiento de éstos) y orientando las funciones de la organización en la retaguardia hacia

tareas asistenciales, prensa y sobre todo de una fuerte campaña propagandística para dar a conocer la

organización. Las visitas intercambiadas con autoridades civiles y militares empezaron a ser diarias y

semanalmente se realizaba una inspección a localidades de la provincia, con lo que se tomaron contactos

que antes no existían. Permanecería en el cargo hasta enero de 1938, en que presentaría su dimisión.

(Barranquero, 1994, 90-94) 51

Archivo del Gobierno Civil de Málaga (AGCM), legajo 74 52

Ibídem. 53

Ibídem. 54

Ibídem. 55

Ibídem. 56

Otras hipótesis sostienen que el recelo entre autoridades municipales y Falange, viene generado por la

adquisición de parcelas de poder en la Administración local en el nuevo Estado. Así por ejemplo Falange

verá con recelo como la derecha tradicional se repartía los cargos en la retaguardia, mientras los

falangistas luchaban y morían en los campos de batalla. Por otro lado, existía igualmente recelo de una

derecha tradicional, que no quería quedar fuera del reparto de prebendas administrativas locales, para no

perder su status y privilegios. (Thomàs, 2014) 57

Archivo del Gobierno Civil de Málaga (AGCM), legajo 74.

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17

de milicias, entre el jefe provincial y sus subordinados, y que como tales debían

resolverse dentro de la misma.

Sin embargo, la investigación que encargue al Delegado de Orden Público en

Antequera, resulta absolutamente esclarecedora para conocer, tanto las relaciones

existentes entre Falange y Gestora, como la concepción que de una y otra tenía la propia

delegación gubernativa:

Es un hecho evidente que entre la Falange Española Tradicionalista y de las JONS de

Antequera y sus representantes en la Comisión Gestora Municipal, no existe la armonía que

debiera, siendo tan evidente que nadie se preocupa siquiera de desvirtuarlo. Y es

precisamente la declaración de uno de los gestores, lo que nos indica hasta qué punto es ello

cierto, que cuando su Jefe Provincial le advierte el despego que nota en sus actuaciones y la

falta de consulta con sus jefaturas falangistas, contesta que no acepta que su gestión sea

mediatizada por nadie. FET se siente molesta contra estos gestores, que a su vez reconocen

obrar independientemente, como si no se debiesen a la Organización. ¿Es admisible esta

actitud?

No nos parece procedente que se desahucie a Falange como a un inquilino moroso,

tratándose de una organización cuyos afiliados riegan a diario con su sangre los campos de

España.

En cuanto a la disciplina de estos gestores, ¡mejor no hablar! Los gestores protestas, se

excusan, interrumpen, todo ello en vez de oír sumisas las advertencias de quien tiene

autoridad para hacerlas. Aquí se dice –yo no puedo tolerar, yo no permito, yo no puedo

aceptar- todo esto de subordinados al Jefe Provincial, y esta actitud reseñada es algo que

contrasta con el concepto menos entendido de la disciplina, y el Porvenir de España y aún

del Mundo, ha de depender del resultado de una buena organización, férreamente

disciplinada, ¿cómo pueden comprenderse estos hechos? ¿A quién y de qué se quejan estos

señores gestores? ¿Qué caos no sería el municipio antequerano si los jefes de negociados y

empleados adoptasen idénticas actitudes con respecto a ellos?

El ingreso en Falange Española Tradicionalista y de las JONS supone acatar, bajo

juramento, sus normas. Allá pues los que se rebelen contra ellas58

.

El jefe falangista a través de una acción intencionada, pública y física, como la

Autoridad gubernativa a partir de su informe e inhibición final, habían sido taxativos en

cuanto a la supeditación de los poderes civiles a Falange, demostrando que sus

miembros eran, antes que gestores, subordinados militantes del Partido del Régimen59

, y

corroborando efectivamente que, no solo la camisa azul era un salvavidas, sino que

constituía la verdadera piel del Franquismo, convirtiendo así en incontestables sus

acciones.

58

Ibídem. 59

Efectivamente resulta inusual que se emplee un castigo como el del rapado, para aplicarlo como medida

disciplinaria sobre subordinados falangistas, y muy especialmente a los representantes del poder local

como los gestores municipales. No hay en definitiva obras que traten este comportamiento entre “afines”,

y seguirá manteniendo su esencia como práctica estrechamente vinculada a la represión franquista. (Prieto

y Barranquero, 2007, 95-106) Por último, la más reciente obra sobre esta práctica represora sobre la mujer

en (González Duro, 2012)

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Sin embargo esta más que evidente separación, esta cohesión defectuosa y hasta en

algunos casos inexistente, entre miembros del heterogéneo grupo de apoyos que

participen en la construcción y consolidación del Nuevo Régimen, de ninguna manera

debía traspasar los férreos muros de un búnker franquista que mostraba a las

comunidades de la España de 1936 –esto es, a esa comunidad afín y aquiescente, a la

otra comunidad sobre la que vierte su acción represiva, como a la que conforma una

amplia zona gris - una solidez inquebrantable para ejecutar las bondades de su proyecto

palingenésico.

Y ello quizás implicara, entre otras cosas, que el otrora gestor vejado llegara en poco

más de nueve meses a ser nuevo Alcalde de la ciudad, máximo representante del poder

local, y de alguna forma transmisor en la institución de los preceptos falangistas.

4. CONCLUSIONES

El comportamiento y la implicación de la población, desde una perspectiva del apoyo

y el consentimiento social ante una nueva realidad excepcional que tiene su epicentro en

torno al 18 de julio, va a estratificarse en numerosos niveles y grados, y desde luego

distintos orígenes y motivaciones, ya fueran estos la aquiescencia o la afinidad, el miedo

o el sometimiento, el interés o el medro personal- aunque todos desde luego unificados

en torno a la necesidad de entrar a formar parte de una casta de vencedores, como

prueba inequívoca de la más firme adhesión y absoluto patriotismo, y como vía de

salvación.

Las estructuras del Nuevo Régimen estaban cimentándose sobre una base de

protección y reconocimiento para aquellos que estaban participando de la forma más

activa en el objetivo de la victoria, esto es, a través del derramamiento de su sangre en

el campo de batalla, o de aquellos que perecieron en consideración de mártires.

Para ellos, vivos y muertos, y para sus familias, sería la gloria del reconocimiento

eterno –una intensidad solo igualada por la que se aplicara en la feroz persecución,

represión y apartamiento del enemigo vencido- y sobre ellos se estructuraría la base del

apoyo social, incondicional y aquiescente, del que se nutriría el Franquismo para

legitimar y justificar su origen y consolidación.

Pero el resto tenía que ganarse su entrada en la comunidad de los vencedores, como

forma inequívoca de prosperar, como de garantizar su supervivencia.

La participación económica, el sufragio moral y anímico, o la ayuda física,

constituían una parte del engranaje de una Cultura de la Victoria que en la mayor parte

de las ocasiones traspasaba hasta confundirse los preceptos de una Cultura de la

Violencia.

La participación física de la población como agentes de la represión a partir de la

denuncia y el señalamiento, o a través de su encuadramiento en organizaciones

paramilitares, será un claro ejemplo de ello, como lo será también que en el proceso de

construcción del incipiente estado franquista, el hecho de compartir la empresa de

participar en la reconstrucción de una España dañada por el rojo, no implicaba

necesariamente una cohesión inquebrantable.

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El proceso para la búsqueda de acomodo en los en ocasiones lúgubres y dificultosos

recovecos del Régimen, iría variando desde luego a lo largo de sus cuatro décadas de

duración; y precisamente en esta capacidad de mutación, de adaptación a diferentes

coyunturas y circunstancias, radicará el éxito de su mantenimiento.

Pero el 18 de julio, y los comportamientos adoptados a partir del mismo,

constituyeron la base de todo.

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