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Muerte en el Nilo Agatha Christie

Muerte en el Nilo - Epedagogia

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MuerteenelNilo

AgathaChristie

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GUIADELLECTOR

En un orden alfabético convencional relacionamos a continuación losprincipalespersonajesqueintervienenenestaobra:

ALLERTON (Mistress): Distinguida dama, tía de Juana Southwood ymadrede:

ALLERTON(Tim):Muchachosinvoluntad,atacadodetuberculosis.

BELLEFORT (Jacqueline): Esbelta y elegante amiga y compañera decolegiodeLinnet.

BESSNER(Carlos):Médicoeminente,alemán.

BLONDIN(Gastón):PropietariodelrestaurantedemodaChezmaTante.

BOURGET(Luisa):DoncelladeLinnet.

BOWERS:SeñoritadecompañíadelaotoñalVanSchuyler.

BURNABY:Propietariode«Lastrescoronas».

CARMICHAEL(Guillermo):AbogadoyapoderadoenLondresdeLinnetRidgeway.

DOYLE (Simon): Novio de Jacqueline Bellefort y más tarde esposo deLinnet.

FANTHORP(Jaime):AbogadoysobrinodeCarmichael.

FERGUSON:Jovensociólogodeideascomunistas.

FLEETWOOD:MaquinistadelvaporKarnak.

MARÍA:CamareradeLinnetRidgeway.

OTTERBOURNE(Rosalía):Agraciadamuchacha,hijade:

OTTERBOURNE(Salomé):Reputadanovelista.

PENNINGTON(Andrés):AbogadoenlosEstadosUnidosdelosasuntoseinteresesdeLinnet.

POIROT(Hércules):Afamadodetectivebelgaprotagonistadeestanovela.

RICHETTI(Guido):Arqueólogoitaliano.

RACE:AntiguoeíntimoamigodePoirot.

RIDGEWAY(Linnet):Jovenhermosayacaudalada, lamujermásricadeInglaterra.

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ROBSON (Cornelia): Pariente pobre que acompaña a su tía millonariadurantesuviajeaEgipto.

ROCKFORD(Sterndale):SociodePennington.

SOUTHWOOD(Juana):Inteligentejoven,muyamigadeLinnet.

SCHUYLER(MaríaVan):Ancianaaristócrata,tíadeCornelia.

WINDLESHAW (Lord Carlos): Pretendiente de Linnet, antes delmatrimoniodeésta.

CAPITULO1

—¡LinnetRidgeway!

—¡Es ella misma! —dijo el señor Burnaby, propietario de «Las TresCoronas»,dirigiéndoseasucompañero.

Ambossequedaronmirandofijamente,conlosojosformandouncírculoylabocaligeramenteentreabierta.

Un«RollsRoyce»,rojoysinuoso,acababadedetenersefrentealaoficinadeCorreoslocal.

Unamuchachaseapeódelautomóvil,unamuchachatocadaconsombreroy luciendo un vestido que parecía —sólo parecía— sencillísimo. Unamuchachadecabellodoradoy rasgosautoritarios.Unamuchachade formasencantadoras.UnamuchachacomoseveíanpocasenMalton-Under-Wode.

ConpasoimperiosopenetróenlaoficinadeCorreos.

—¡Esella!—repitiódenuevoelseñorBurnaby.Ycontinuóenvozbaja,en tonoconfidencial—:¡Poseemillones…!Segastaráaquímilesymilesdedólares.Hará construir piscinas, jardines italianos y una sala de baile.Haráderribarlamitaddelacasaylavolveráaedificar.

—Traerádineroalaciudad—dijosucompañero.

Ésteeraun individuo flaco.Hablabacon tonogruñónenque seadvertíaalgodeenvidia.

ElseñorBurnabyparecíaestarcomplacidísimo.

—Sí,esunasuerteparaMalton-Under-Wode.Unagransuerte.

ElseñorBurnabyasintió,moviendolacabeza.

—¡QuédiferenciaconsirJorge!—exclamóelotro.

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—Loscaballostuvieronlaculpa—asegurósucompañero,conindulgencia—.Nuncatuvosuerte.

—¿Cuántosegastóélenesto?

—Apenasunossesentamildólares,segúndicen.

Elhombredelgadodejóescaparunsilbido.

—Yseaseguraqueellasehabrágastadosesentamilantesdeacabar.

—¡Maldita sea!—dijoelhombredelgado—.¿Dedóndeha sacado tantodinero?

—DeAmérica,porloqueyoheoído.Sumadreerahijaúnicadeunodeesosgroserosmillonarios.Comoenlaspelículas,¿sabe?

LamuchachasaliódelaoficinadeCorreosysubióalcoche.

El hombre delgado la devoró con la mirada mientras ella emprendía lamarcha,ymurmuróentredientes:

—Nomeparecejustoqueseatanguapa.Dineroybelleza…esdemasiado.Cuandounajovenestanricacomoésa,notienederechoaserbellaalmismotiempo…Y ella es bella al mismo tiempo… ¡Y ella es bella de verdad…!Tienetodoloquepuedeapetecerunamujer…¡Noesjusto!

ExtractodelapáginadesociedaddelDailyBlague:

«Entrelosasistentesalacenaen“ChezMaTante”tuveocasióndeadmirarlabellezadeLinnetRidgeway.AsuladoestabanladistinguidaseñoritaJuanaSouthwood,lordWindleshawyelseñorTobíasBryce.LaseñoritaRidgeway,comonadieignora,eshijadeMelhuishRidgewayydeAnaHartz.Heredadesuabuelo,LeopoldoHartz,unainmensafortuna.LaencantadoraLinneteslasensacióndelmomento;serumoreaqueenbreveseharápúblicounnoviazgo.¡LordWindleshawparecía,enefecto,muyentusiasmado!».

LadistinguidaseñoritaJuanaSouthwooddijo:

—Querida,creoquetodoestovaasersencillamentemaravilloso.

EstabasentadaeneldormitoriodeLinnetRidgeway,enWodeHall.Desdela ventana contemplaba los jardines a sus pies y,más allá, veíase el campoabiertoenmarcadoporlassombrasazulesdelosbosques.

—Esestupendoesto,¿verdad?—dijoLinnet.

Apoyó los brazos sobre el antepecho de la ventana.Tenía una expresiónardiente,vivaracha,dinámica.Asulado,JuanaSouthwoodparecía,enciertomodo,algooscurecida.Eraunadamajoven,deveintisieteaños,conunrostrolargoeinteligenteycejasdepiladascaprichosamente.

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—¿Yhashechotodoestoentanpocotiempo?Habrásempleadoungrannúmerodearquitectosyademás…

—Tres.

—¿Cómosonlosarquitectos?Nocreohabervistoninguno.

—Estabanbien.Aveceslosencontrabapocoprácticos.

—Querida.¡Eresencantadora!¡Túsíqueerespráctica!

Juanacogióunasartadeperlasdeltocador.

—Supongoqueseránauténticas,¿verdad,Linnet?

—Naturalmente.

—Esto te parecerá natural a ti, querida, pero no a todo el mundo. Pormucha cultura que posean o aunque se llamasen Woolworth. Amiga mía,pareceincreíblequeesténunidastanartísticamente.Debenvalerunafortunafabulosa.

—Unascincuentamillibrasesterlinasalomás.

—Es una cantidad bastante importante. ¿No tienes miedo de que te lasroben?

—No.Lasllevosiempreencima…Ademásestánaseguradas.

—Déjamequelasluzcaenlacomida.¿Quieres,querida?

Linnetesbozóunasonrisa.

—Naturalmente.Siestoteagrada…

—¿Sabes, Linnet? Te envidio, realmente. Tú tienes todo cuanto se teantoja.Heteaquíalosveinteañosdueñaabsolutadetuspropiasacciones,contodoeldineroquedeseas,bellezayunasaludsoberbia.¡Tieneshastatalento!¿Cuándocumpleslosveintiuno?

—Enjuniopróximo.DaréunafiestadecumpleañosenLondres.

SonóelteléfonoyLinnetacudiópresurosa.

—¡Diga…!¡Diga!

—La señorita de Bellefort desea hablar con usted. ¿Le paso lacomunicación?

—¿Bellefort…?¡Oh,claroquesí!

Oyóseunchasquidoe inmediatamentedespuésunavozdeardiente tono,dulceyapresurada,sedejóoír.

—¡Oiga…!¿EslaseñoritaRidgeway?¿Linnet?

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—¡Jacqueline,querida…!Yahacíaunsigloquenosabíanadadeti.

—Enefecto,queridaamiga…¡Esterribleloquemeocurre…!¡Tengoqueverteinmediatamente!

—¿Nopuedesveniraquí?Quieroenseñarteunjuguetenuevo.

—Megustaríamucho.

—Bueno,puescuandoquieras,entren…encoche.

—Iré en seguida. Tengo un dos asientos bastante usado. Lo compré porquincelibrasyhaydíasenquemarchaestupendamente.Perotienesusrarezas.Sinohellegadoalahoradelté,esquemicochehatenidounadesusrarezas.¡Hastaluego,querida!

Linnetcolgóelreceptor.RegresójuntoaJuana.

—Esmi antigua amiga Jacqueline de Bellefort. Estuvimos juntas en uncolegio,enParís.Hatenidosiempreunamalasuerteterrible.Supadreesuncondefrancés,sumadreamericana…delSur.LuegosuprogenitorsefugóconotramujerysupobremadreperdióhastaelúltimocéntimoenlaquiebradeWall Street. Jacqueline quedó completamente arruinada. No sé cómo se lashabráarregladoparapasarestosdosaños.

Juanaestabaocupadaenpulirsusuñasdeuncolorrojosangrientoconelpolissoirdesuamiga.Sehizohaciaatrásenlasilla,conlamanoextendida,paracontemplarelefectodesuobra.

—Querida —dijo arrastrando las palabras—, ¿no crees que eso esdemasiado aburrido? Si alguna de mis amigas tuviese una desgracia, yo laabandonaríainmediatamente.Aprimeravistapareceinhumano,peronosevitaungrannúmerodemolestias futuras.Luego tepediríandineroprestadoo teharían acompañarlas a una tienda demodas donde no tendríasmás remedioque pagar los trajes que eligiesen. O pintarían pantallas horribles que tú teveríasobligadaaadquirir.Oteharíancorbatasdepunto.

—Entonces, si yo perdiese mi dinero…, ¿me abandonarías mañanamismo?

—Sí,querida,loharía.¡Nopodrásdecirquenosoyfranca!Sólomegustalagentequetriunfa.Ylomismolepasaatodoelmundo,conladiferenciadequeellossonmáshipócritasynoquierenconfesarlo.Dicen,porejemplo,queno pueden aguantarmás aMaría, a Emilia o a Pamela. Sus sufrimientos lahacentanamargadaytanpeculiar…¡Pobrechica!

—¡Quécrueleres,Juana!

—Soypositiva,comotodoelmundo.

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—Yonosoypositiva.

—Tú tienes tus razones. No hay motivo para ser mezquina cuando setienenapoderadosjóvenesybienparecidosqueteenvíantusenormesrentascadacuatromeses.

—Y tú te equivocas respecto a Jacqueline —dijo Linnet—. Ella no esningunapedigüeña.Porelcontrario,hequeridoayudarlavariasvecesynomelohapermitido.Estanorgullosacomoeldiablo.

—¡Peroahora tenía tantaprisaenhablarte! ¡Apostaríaquepiensapedirtealgo!Yaloverás.

—Parecía excitada por algo —admitió Linnet—. Jacqueline ha sidosiempreexcesivamenteimpulsiva.Unavezleclavóuncortaplumasaalguien.

—¡Querida,esoesestupendo!

—Fue a un chico que martirizaba a un pobre perro. Jacqueline intentóconvencerleparaquedejaseenpazaldesgraciadoanimal.Élnolehizocaso.Entoncesellaleempujócontodassusfuerzas,peroéllaaventajabaenvigoryno cedió. Entonces Jacqueline sacó un cortaplumas y se lo clavó hasta laempuñadura.Fueunaescenahorrorosa.

—Esoibayoadecirte.¡Parecepeligrosalachica!

LadoncelladeLinnetentróen lahabitación.Murmurandounaspalabrasdeexcusa,tomóunvestidodelarmarioyvolvióasalir.

—¿Qué le pasa a María? —preguntó Juana—. Parece que ha estadollorando.

—Pobrecita.¿Notedijequequeríacasarseconunindividuoqueteníaunempleo en Egipto? Ella no sabía gran cosa de él y yo pensé que seríaconvenientecerciorarmedesusbuenas intenciones.Puesbien,hicepracticaraveriguacionesyresultaqueelangelitoestabayacasadoyteníatreshijos.

—¡Cuántosenemigosdebestener,Linnet!

—¿Enemigos?—Linnetparecíasorprendida.

Juanainsistióconunmovimientodecabezaycogióuncigarrillo.

—¡Enemigos querida! ¡Eres tan devastadoramente inteligente! Ademáseresexcesivamentebondadosayhacestodaslasbuenasaccionesquepuedes.

Linnetriodetodocorazón.

—¡Notengounsoloenemigoentodoelmundo!

Lord Windleshaw estaba sentado bajo el cedro del jardín. Sus ojosacariciaban las graciosas proporciones de Wode Hall. No había nada que

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contrastase desagradablemente en sus líneas de antiguo estilo. Los edificiosnuevosylosensanchesestabanfueradelavistaporalzarsealotroladodelaesquina.Constituíaunavisiónapacibleybellabañadaporlaluzdeunsoldeotoño. Sin embargo, al contemplarlo, no le parecía verWode Hall. Lo queadmiraba Carlos Windleshaw era una mansión magnífica de puro estiloisabelino, con un parque de gran extensión y un fondomuy sombrío… Laresidenciahabitualdesufamilia,Charltonbury,yenprimerplanosedestacabala figuradeunamuchachadecabellobrillantecolordeoroyunaexpresiónardienteyconfiada…¡LinnetseríaladueñadeCharltonbury!

Estabamuyesperanzado…Sunegativanohabíasidodefinitiva…Fuetansólounapeticióndeplazo…Bien,podíaesperaralgomás.

¡Cuánconvenienteeratodoparaél!Indudablementesecasabapordinero,pero no le era tan necesario que tuviese que posponer a todo aquello suspropios sentimientos. Además, amaba a Linnet. Habría deseado hacerla suesposa,aunquesehubiesetratadodeunamendigaenvezdeserlamujermásrica de Inglaterra. Pero afortunadamente era la mujer más rica del ReinoUnido…Sucerebroelaborabasincesarplanesparalofuturo.TalvezllegaríaaposeerelcondadodeRozdale,restauraríatodaelaladerechadeledificio,notendríanecesidaddealquilarsuscotosdecazadeEscocia…

CarlosWindleshawsoñabaalsol…

Eranlascuatroenpuntocuandoeldesvencijadodosasientossedetuvoconun ruido de arena aplastada. Una muchacha saltó del coche, una criaturaesbelta, elegante, con una gran cabellera oscura. Subió apresuradamente losescalonesyllamóaltimbre.

Pocos minutos más tarde fue conducida al suntuoso gabinete y unmayordomodeaspectoeclesiásticoanunciócongraveentonación:

—¡LaseñoritadeBellefort!

—¡Linnet!

—¡Jacqueline!

Windleshawseapartóaunlado,observandoconsimpatíaaquellafiguritaorgullosaqueselanzóconlosbrazosabiertossobreLinnet.

—LordWindleshaw…LaseñoritadeBellefort…Mimejoramiga.

Una criatura monísima, pensó él… No guapa, en realidad, perodecididamenteatractivaconaquellamatadepelooscuroy rizadoyaquellosojos enormes. Murmuró unas cuantas naderías corteses y se marchó, paradejarlas solas. Jacqueline hizo sonar una castañeta… un gesto que segúnLinnetlorecordaba,leeracaracterístico.

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—¡Windleshaw!¡Windleshaw!Éseeselhombreconquienvasacasarte,segúnafirmanlosperiódicos.¿Esverdad?

Linnetmurmuró:

—Talvez.

—¡Ah,querida,cuántomealegro!Pareceexcelente.

—¡Oh,nodesyalascosasporhechas!Todavíanomehedecidido.

—Claro que no. La reina debe proceder siempre con gran cautela yescrupulosidadalaeleccióndeconsorte.

—¡Noseasridícula,Jacqueline!

—Pero si es verdad. Tú eres una reina, Linnet. Lo fuiste siempre. SaMajestélareineLinnet.Yyosoylafavoritadelareina.Ladamadehonordesuconfianza.

—¡Cuántastonteríasdices!Dime,Jacqueline,¿dóndehasestadotodoestetiempo?Desaparecisteynomehasescritoniunasolavez.

—Odioamuertelaescritura.¿Dóndeheestado?Ahogadacasi.Sumergidahasta el cuello. He estado trabajando en empleos sumamente groseros, conmujeresmásgroserasaún.

—Oh,querida,querida…

—¿Queaceptaselosfavoresdemireina?Puesbien,confranquezaéseeselmotivoquemehahechovenir.No,noparapedirtedinero.¡Nohellegadoaesa situación todavía! Pero he venido a solicitar de ti algo mucho másimportanteaún.

—Adelante.

—Si, en efecto, piensas casarte con ese Windleshaw, tal vez mecomprenderás.

Linnetpareciósorprendidaduranteunminuto.Luegosurostroseaclaró.

—¿Quieresdecir,Jacqueline,que…?

—Sí,querida;estoyalgocomprometidaconunhombre…

—Vaya,vaya.Yameparecíaqueestabasenciertomododemasiadoalegre.Siemprelohasestado,desdeluego,peroahorabastantemásquedeordinario.

—Esossonmissentimientos.Enefecto.

—Háblamedeél.

—Se llama Simon Doyle. Es alto, ancho de hombros, increíblementesimplón y pueril y extraordinariamente adorable. Es pobre…no tiene ni un

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penique.Esloquevosotrosllamáisunprovincianoempobrecido.Eselmenorde sus hermanos, con las consecuencias de rigor. Su familia procede deDevonshire.Legustaelcampoylascosasrústicas.Yestoscincoañosúltimosloshapasadoen laciudad,enundespachodedrogas.Ahorahancerradoelestablecimiento y me lo han dejado en la calle. ¡Me moriré, de eso estoysegura,sinomecasoconél,Linnet…!¡Memoriré!¡Memoriré!

—¡Noseasridícula,Jacqueline!

—Memoriré de pesar, te lo aseguro.Estoy loca por él y él pinta en lasparedespormí.Nopodemosvivirelunosinelotro.

—¡Ay,querida!¡Buenalahascogido!

—No sé… Es terrible, ¿verdad? Cuando el amor se apodera de una, laentontece y la deja incapaz de pensar en otra cosa que no sea el objetivoamado.

Hizounapausa.Losojososcurossedilataronadquiriendounaexpresióntrágica.Elcuerpodelajovenseestremecióligeramente.

—A vecesme asusto… Simon y yo fuimos hechos el uno para el otro.Jamásmeinteresaránadiemás.Ytútienesqueayudarme.Meheenteradoquehascompradotodoestoylanoticiamehainspiradounagranidea.Verás,túnecesitarásun administrador… tal vezdos…Puesbien, quieroquedes esteempleoaSimon.

—¡Oh!—Linnetestabaalarmada.

Jacquelinecontinuó:

—Conoce todo esto como sus propios dedos. Fue educado en fincasrústicas y tieneunagranpráctica.Además, poseegrandes conocimientos ennegocios. ¡Oh, Linnet, tú le darás ese empleo! ¿Verdad que se lo darás porcariñohaciamí?Sinoseportabien,sidemuestraserpocoeficiente,loechas.Pero séqueno.Desempeñará sucargoa lasmilmaravillas.Yviviremosenuna casita y yo te veré todos los días. El jardínme parecerá entonces cienvecesmáshermoso.

Selevantó.

—Diquesí,Linnet.Diquesí.PreciosaLinnet.Linnetquerida.Diquesí.

—Jacqueline…

—¿Sí?

Linnetestallóencarcajadas.

—¡Jacquelineridícula!Tráemealpríncipedetussueñosqueyolevea,yluegohablaremos.

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Jacquelineselanzósobresuamiga,besándolaconfrenesí.

—Linnetquerida…Eresunaverdaderaamiga.Yasabíaqueloeres,yquenopermitiríasquememuriese.Ereslomásencantadordeestemundo.¡Adiós!

—Pero,Jacqueline,tútequedarásaquí.

—¿Yo? De ninguna manera. Regreso a Londres y mañana volveré conSimonyloarreglaremostodo.Teencantará.Esunaverdaderapreciosidad.

—¿Nopuedesesperarhastaquetomemoselté?

—No,nopuedoesperar,Linnet.Estoydemasiadoexcitada.Hederegresary decírselo a Simon. Sé que estoy loca, querida, pero no puedo evitarlo. Elmatrimonio me curará; yo así lo espero. Siempre se ha dicho que ejercesaludablesefectossobretemperamentoscomoelmío.Meequilibrarépronto.

Volvióse hacia la puerta, se detuvo un momento, luego retrocedió parabesarla.

—QueridaLinnet…¡Nohaynadiecomotú!

El señorGastónBlondin, propietario del restaurante demoda«ChezMaTante»,noeraunhombreaquienlegustarahonrarconsupresenciaatodoslosclientes.Lariqueza,labelleza,lanotoriedadylaaristocraciaesperaríanenvanoserdistinguidasporaquelpersonajeosiquieraatraersuatención.SóloencasosexcepcionalescondescendíaelseñorBlondin,graciosamente,asaludaraunhuéspeddándolelabienvenida,aacompañarleaunamesaprivilegiadaoacambiarconéllasfrasesderigorentalescasos.

Enestanocheparticular,elseñorBlondinhabíaejercidosusprerrogativasreales tres veces: unaparaunaduquesa, otraparaunpar de la noblezay laúltima para un hombrecillo de apariencia cómica con bigotes negrosexuberantes y que cualquier observador casual habría creído que hacíamuypocofavora«ChezMaTante»consupresencia.

ElseñorBlondin,sinembargo,lecolmabamaterialmentedeatenciones.

Aunque hacía sólo media hora que varios clientes se marcharondesesperados por no hallar ni una sola mesa vacía, ahora apareció unamisteriosamenteyparacolmodemilagrosituadaenposicióninmejorable.Elseñor Blondin condujo a este cliente hacia ella con toda la apariencia deempressement.

—Pero,naturalmente,paraustedhaysiempreunamesa,señorPoirot.Loquequisieraesquenoshonrasemásamenudoconsupresencia.

HérculesPoirot sonrió recordando aquel incidente, yapasado, enqueuncadáver, un camarero, el propio señor Blondin y una señorita encantadorahabíandesempeñadounpapelimportante.

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—Esustedmuyamable,señorBlondin—dijo.

—¿Estáustedsolo,señorPoirot?

—Sí,estoysolo.

—¡Oh, bien! Jules confeccionará para usted una minuta que será unpoema… positivamente, un poema. Las mujeres, sobre todo las hermosas,tienenunadesventaja:distraenlamenteimpidiendoquesesaboreenbienlosmanjares. Pero usted paladeará nuestra comida, señorPoirot, se lo prometo.Encuantoalvino…¡paraquéhablar!

Siguió una conversación de técnica gastronómica. El señor Blondin seinclinóunmomentobajandoeltonodesuvozydijoconfidencialmente:

—¿Tieneustedalgúnasuntoentremanos?

—¡Ay,no!Estoydevacaciones—dijotristemente—.Hicemiseconomíascuandopodíayahoraposeomediossuficientesparallevarunavidareposada.

—Leenvidio.

—No,no;seríapocojuiciosoenvidiarme.Puedoasegurarlequenoestodotanagradablecomoparece—suspiró—.¡Cuánverdaderoeseladagioquedicequeelhombreinventóeltrabajoparanotenerquepensar!

ElseñorBlondinlevantólasmanos.

—¡Haymuchascosas,señorPoirot!Losviajes,porejemplo.

—Sí,enefecto,sepuedeviajar.Yalohehechoenmuchasocasionesymeha sentado bastante bien. Este invierno pienso ir a Egipto. El clima, segúndicen, es soberbio. ¡Así escaparé a la tediosa monotonía de las nieblasperpetuasdelostonosgrisáceos,delalluviaquecaeincesantemente!

—¡Ah,Egipto!—suspiróelseñorBlondin.

—Ahorasepuedeirallíevitandoelmar,exceptoenelobligadopasodelcanal.

—¡Ah!¿Nolegustaelmar?

HérculesPoirotmoviólacabezayseestremecióimperceptiblemente.

—Amítampoco—declaróelseñorBlondinconsimpatía—.¡Escuriosoelefectoqueejercesobreelestómago!

—Pero sólo sobre ciertos estómagos. Hay personas a quienes elmovimientonolescausalamenorimpresión.Inclusolesgusta.

—UnaincoherenciadelSeñor—corroboróelseñorBlondin.

Movió tristemente la cabeza y tras expresar un impío pensamiento

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desapareció.

Camarerosdepieságilesymanosexpertasservíanlasmesas.Mantequilla,Melbatostadayunacubetitadehielodemostrabanqueseofrecíacomidadecalidad.

La orquesta negra rompió en un éxtasis de notas discordantes. Londresbailaba.

Hércules Poirot observaba, registrando sus impresiones en su cerebrocomoenunarchivo.

¡Cuánaburridosycansadoseranlosrostrosqueveía!Algunosdeaquelloshombres se divertían, indudablemente… mientras que una resignaciónpaciente era el sentimiento general exhibido por los rostros de susacompañantes.Aquellamujer gorda vestida de escarlata parecía radiante defelicidad… Indudablemente, la grasa le proporcionaba un deleite, unasatisfacción, que estaban vedados a los que poseían líneas más armónicas.¡Todo,enestavida,tienesuscompensaciones!

Una pequeña cantidad de jóvenes, algunos carentes de expresión, otrosaburridos,losmásdefinitivamenteinfelices.¡Quéabsurdollamaralajuventudeltiempodelafelicidad!¡Lajuventudeslaedaddemayorvulnerabilidad!

Su mirada se humanizó cuando vino a detenerse sobre cierta pareja enparticular. Un par de representantes de los dos sexos decididamentearmoniosos. El hombre, alto y de anchos hombros. La mujer, esbelta ydelicada.Erandos cuerposque semovían enun ritmoperfectode felicidadporel lugarenqueestaban,porlahorayporquesalía ladichaaborbotonesdelinteriordeambos.

El baile cesó bruscamente. Las manos palmotearon ruidosamente y losgiroscontinuaron.Alospocossegundos laparejafelizvolvióa lamesaqueocupabanjuntoaladePoirot.

Lamuchacha, roja de placer, reía. Cuando ella se sentó. Hércules pudocontemplaraplacersurostro,queteníavueltohaciasucompañero.

Habíaalgo,ademásdelarisa,ensurostro.

HérculesPoirotmoviólacabezaconairedubitativo.

«Seinteresademasiadoesapequeña—dijoparasí—.Estáenpeligro.Sí,laamenazaunpeligro».

Luegollegóunapalabraasuoído:Egipto.

Ahora percibía sus voces claramente: la juvenil de la muchacha, fresca,arrogante,conunacentonuevoyligeramenteextranjeroenlapronunciacióndelaserres,yeltimbreagradable,detonosbajos,desucompañero,enquese

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advertíaauninglésbieneducado.

—Noestoyvendiendolapieldelosoantesdematarlo,Simon.TeaseguroqueLinnetnoquierequenoshundamos.

—¡Quesehundaella!

—Noseastonto…Esunempleoidealparati.

—Hastaciertopunto,yolocreotambién…Notengolamenordudasobremicapacidadparadesempeñarlo.Yharétodoloposibleporquedarbien…porti.

Lamuchachario,unarisadepurafelicidad.

—Esperemos tresmesesparaasegurarnosdequeno tedaelpuntapié.Yentonces…

—Y entonces te dotaré con todos los bienes terrenales… Ése será elepílogo.

—Ycomoyatedije:iremosapasarnuestralunademielaEgipto.¡Cuestelo que cueste! Toda mi vida he suspirado por ir a Egipto. El Nilo… laspirámides…laarena…

Dijoélconvozligeramenteindistinta:

—Todo aquello lo veremos juntos, Jacqueline…, juntos. ¿No serámaravilloso?

—Esomeestabapreguntando.¿Serátanmaravillosoparaticomoparamí?¿Teinteresoyotantocomotúamí?

La voz de lamuchacha tenía unmatiz duro, cortante; en sus ojos habíaalgosemejantealmiedo.

Enlarespuestadelhombreseobservólamismadureza:

—Noseasabsurda,Jacqueline.

Perolamuchacharepitió:

—Yomepregunto…

Élseencogiódehombros.

HérculesPoirotmurmuróparasí:

«Unquiaimeetunequeselaisseaimer.Sí,yotambiénmelopregunto».

JuanaSouthwooddijo:

—Supongamosqueélesterriblementerústico.

Linnetmoviólacabeza.

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—Noloserá.PuedoconfiarenelgustodeJacqueline.

—¡Ah, Linnet! La verdad se oculta siempre cuando se trata de asuntosamorosos.

Linnetagitósurubiacabelleraconimpaciencia.Cambiódetema.

—TengoqueiraveralseñorPierceparahablarsobreestosplanos.

—¿Planos?

—Sí,hayunascuantascasasdelaborenmalascondicionesdesalubridad.Voyahacerquelasderribenytrasladaréasushabitantesaotrositiomássano.

—¡Quésanitariaycompasivaeres!

—Tendrían que marcharse de todas maneras. Aquellas chozas habríanestropeadominuevapiscina…

—¿Yleagradarámarcharsealagentequeviveactualmenteallí?

—La mayoría de ellos están complacidísimos. Uno o dos se muestranbastanteestúpidos,realmentefastidiosos,ensuma.Parecennodarsecuentadelaenormemejoríadelasituaciónquelesespera.

—Perosupongoquetútampocoperderásconeso.

—MiqueridaJuana,lohagoensupropiobeneficio.

—Naturalmente.Estoyseguradeello.Gananciascomunes…

Linnetfruncióelceño.Juanario.

—Vamos,muchacha.Confiésalo.Eresuna tirana.Una tiranabenéfica, sigustas,perounatirana,alfinyalcabo.

—Notengonadadetirana.

—Perotegustaconseguirtuscaprichos.

—Noesesoprecisamente.

—LinnetRidgeway,¿puedesmirarmealacaraydecirmehonradamentesisehadadoalgunavezelcasodequenohayaspodidoconseguirtusdeseos?

—Muchísimasveces.

—¡Oh, sí!Muchísimas veces…Está bien, pero cita casos concretos.Nopuedeshacerlo,aunquelo intentes. ¡Nohayquiendetenga lacarrera triunfaldeLinnetRidgewayensucarrodeoro!

Linnetdijosecamente:

—¿Creesquesoyegoísta?

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—No, pero eres irresistible. Tienes el efecto combinado del dinero y labelleza.Todose inclinaa tupaso.Loquenopuedescomprarcondinero, loobtienes con una sonrisa. Resultado: Linnet Ridgeway, la muchacha que lotienetodo.

—Noseasridícula.Juana.

—Dime,¿nolotienestodo?

—Supongoquesí…Peromeresultadesagradableoírtelodecir.

—En efecto, es desagradable, querida. Debes de estar terriblementecansada y blasée de todo y por todo. Es decir, todavía no lo estás, pero loestarás.Entretanto, gozade tu avance triunfal en tu carreradeoro.Peromepregunto,enrealidadmelopreguntosincesar,¿quéocurriráeldíaquelleguesaunacalledondeteencuentresuncartelquediga:«Prohibidoelpaso»?

—No digas estupideces, Juana.—Cuando lordWindleshaw se acercó aellas,Linnetdijo,volviéndosehaciaél—:Juanameestádiciendoverdaderasobscenidades.

—Despecho,sólodespecho—dijoJuanavagamente,almismotiempoqueselevantabadelasientoqueocupaba.

No dio excusa alguna para ausentarse. Había leído la advertencia en lamiradadeWindleshaw.Éstepermaneciósilenciosounpardeminutos.Luegoselanzóafondo.

—¿Tehasdecididoya,Linnet?

Linnetdijolentamente:

—¿Mecreestonta?Talvez,noestandosegura,debieradecir:«NO».

Éllainterrumpióconungesto.

—Nolodigas.Tendrástiempo,todoeltiempoquenecesites.Perotengolaseguridaddequeseríamosmuyfeliceslosdos.

—Mira—el tono de Linnet parecía de excusa casi infantil—.Me estoydivirtiendo mucho, especialmente con esto. —Hizo un movimiento con lamano—.QuieroconvertirWodeHallenunaresidenciacampestrelocal;paramí,claroestá,ysegúnmispropias iniciativas.Meparecequehastaahora lovoyconsiguiendo,¿noteparece?

—¡Oh,sí!Esprecioso.Maravillosamenteproyectado.Esperfecto.Túeresmuyinteligente,Linnet.

Hizounapausaycontinuó:

—Pero te gusta Charltonbury, ¿verdad? Claro es que necesita que se

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moderniceytodasesascosas,perotúteencargaríasdeeso.Tedeleitará.

—¡Oh,sí!Charltonburyesmagnífico.

Hablabaconespontáneoentusiasmo,pero interiormenteexperimentóunasensación de súbita frialdad. Algo extraño acababa de herir un sentimientorecóndito, turbando su completa satisfacción por la vida. No analizó estesentimientoinmediatamente,perocuandoWindleshawentróenlacasaescrutóentodoslosreplieguesdesucerebro.

Charltonbury, sí, aquello era, se había resentido a la mención deCharltonbury.Pero¿porqué?Charltonburyeramodestamentefamoso.SerladueñadelmagníficoCharltonburyeraunaposiciónenvidiableyWindleshaweraunpartidomuysolicitado.

Naturalmente,élnopodíatomarWodeenserio.NopodíacompararseconCharltonbury. ¡Ah,peroWodenoera suyo!Ella lovio, lo compró,volvióareconstruirlosinpreocuparsedeldineroquelecostaba.Aquelloerasupropiaposesión,sureino.

Pero en cierto modo aquello no existiría si se decidiese a casarse conWindleshaw.¿Paraquéibanatenerdosresidenciascampestres?Ydelasdos.WodeHallseríalacondenadaadesaparecer.

Ellamisma,LinnetRidgeway,dejaríatambiéndeexistir.SeconvertiríaenlacondesadeWindleshaw, llevandoaCharltonburyyasudueñoactualunadoteapreciable.Seríareinaconsorte,peronoenpropiedad.

«Meestoyvolviendoridícula»,sedijoLinnet.

¡PeroeraextrañocómoodiabalaideadeabandonarWode!¿Nohabíaalgomásquelehiciesesentirasí?

La voz de Jacqueline, con aquella notamonótona y ardiente: «Si nomecasoconél,memoriré.Memoriré…Memoriré…».

Ylodecíaconconvicción,formalmente.¿Experimentabaella,Linnet,unsentimientoidénticohaciaWindleshaw?Conseguridad,no.Talveznollegaríanunca a ese extremo por nadie. ¡Debía ser maravilloso sentir aquellagrandiosidad!

Oyóse el ruido de un coche que se aproximaba, a través de la ventanaabierta.

Linnet se lanzó impaciente en su dirección. Debían ser Jacqueline y sunovio.Saldríaarecibirlos.

Se encontraba en la puerta de la verja cuando Jacqueline y Simondescendierondelautomóvil.

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—¡Linnet! —Jacqueline corrió hacia ella—; éste es Simon, aquí estáLinnet.Eslacriaturamásmaravillosadelmundo…

Linnet vio a un joven alto, de hombros anchísimos, ojos azul oscuro,cabellocastañorizadoyunasonrisaatractivadechiquillo.

Unaardientesensacióndeembriaguezseextendióportodassusvenas.

—¿No es todo esto encantador? —dijo—. ¡Venga, Simon, entre ypermítamequedélabienvenidaamiadministradorcommeilfaut!

Cuando se volvía para señalar el camino, pensaba: «¡Me sientoextraordinariamente feliz! ¡Me gusta el novio de Jacqueline! ¡Me gustaenormemente!».Yluego,conpesar,exclamócomodolida:«¡QuésuertetieneJacqueline!».

Tim Allerton se reclinó perezosamente en su chaiselongue y bostezómirandoalmar.Luegolanzóunarápidamiradadesoslayoasumadre.

LaseñoraAllertoneraunamujertodavíaguapa,decincuentaañosdeedadycabellosnevados.Adoptandounaexpresióndeseveridadensubocacuandomirabaasuhijocreíapoderdisimularlaextrañaafecciónquesentíahaciaél.Losobservadoresqueno laconocían, raramentesedejabanengañarporestegesto,yelmismoTimveíaperfectamenteelcorazóndesumadreatravésdeestevelodeseveridad.

Hablabaeljoven:

—¿TegustaMallorca,deverdad,mamá?

—Puesbien…—laseñoraAllertonhizounapausaparareflexionar—.Esbaratalavidaaquí…

—Yfría—dijoTim,estremeciéndoselevemente.

Eraunjovenalto,delgado,decabellososcurosypechoestrecho.Labocatenía una expresión de dulzura, ojos tristes y mandíbula indecisa. Poseíamanosdelicadas.

Amenazadode tuberculosisalgunosañosantes,nuncapudodesarrollarsefísicamente. Públicamente, se suponía que se dedicaba a las letras, pero susíntimos sabíanque aquellonopasabade ser una fantasía yque sus trabajosliterariosnofueronjamásaceptadospornadie.

—¿Enquépiensas,Tim?

La señora Allerton aguardó expectante la respuesta. Sus ojos negros ybrillantesescrutabansuspicacesasuhijo.TimAllertonhizounamueca.

—PensabaenEgipto.

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—¿Egipto?

EneltonodelaseñoraAllertonseadvertíaunasomodeduda.

—Aquelloes tibiodeverdad,mamita.Conarenasdeoro.ElNilo…Megustaríaremontarelcursodeaquelríopoético.¿Atino?

—Claroquemegustaría—dijolainterpeladaconsequedad—.PeroEgiptoes terriblemente caro, hijo mío. No es para los que tienen que dar muchasvueltasasudineroantesdegastarlo.

Tim lanzó una carcajada. Se levantó y se desperezó. Parecía habersellenadodevidanuevaenunsegundo.Dijoconvozexcitada:

—Losgastoscorrerándemicuenta.Sí,mamita.Hetenidolasuertededarun golpecito en la Bolsa con resultados satisfactorios.Me he enterado estamañana.

—¿Estamañana?—dijolaseñoraAllertonconvozcortante—.¡Notuvistemásqueunacartayera…!

Seinterrumpió,mordiéndoseloslabios.

Su hijo pareció quedar indeciso sobre si debía tomarlo a broma oenfadarse;eligióloprimero.

—EradeJuana—terminóconfrialdad—.Estábien,mamá.Eres lareinade los detectives. El famoso Hércules Poirot tendría que esforzarse paraconservarsuslaurelessitúdecideshacerlelacompetencia.

LaseñoraAllertonparecíaconfundida.

—Vilaescrituradelsobreporcasualidady…

—¿YtedistecuentadequenoeradeunagentedeBolsa?Estupendo.Enhonoralaverdadhededecirtequefueayercuandolosupe.LaescrituradelapobreJuanaesbienfácildereconocer…parecequesequieresalirdelsobre,comounaarañaenloquecida.

—¿QuédiceJuana…?¿Algonuevo?

La señoraAllerton se esforzó para que su voz sonara demodo casual yordinario.Laamistadentresuhijoysuprimasegunda,JuanaSouthwood,lehabía irritado siempre.No porque hubiese algo entre ellos, como se repetíaincesantemente la buena señora. Ella sabía perfectamente que no lo había.Nada.

Tim nunca había mostrado ningún interés sentimental hacia su primaJuana, ni ésta hacia él. Su atracción mutua parecía estar cimentada en laafinidadyposesiónde amigos conocidos comunes.A los dos les gustaba lagenteycriticaralagente.Juanateníaunalenguacáusticaydivertida.

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LarigidezdeexpresióndelaseñoraAllertoncuandoJuanaestabapresenteocuandorecibíaunacartasuya,nosedebíaal temordequesuhijopudieraenamorarsedesuprima.

Eraotrosentimiento indefinible, talvezdecelos,porelplacer indudablequeTimexperimentabacuandoseencontrabaencompañíadeJuana.ÉlysumadreerantanexcelentesamigosquelasolavistadeunamujerqueacaparaselaatencióndeTim leproducíaunadesazónviolenta.Creíaquesupresenciaconstituía entonces un estorbo para los dos representantes de la nuevageneración. Muchas veces los había sorprendido en animada conversaciónque,alacercarseella,interrumpíanovariabaneltópico.Pero,decididamente,la señora Allerton experimentaba pocas simpatías por su sobrina. Laconsideraba hipócrita, afectada y esencialmente superficial. Le costaba unesfuerzo extraordinario tener que reprimir los deseos que le acometían dedecirletodoestogritandoaplenopulmónydelantedetodoelmundo.

Enrespuestaasupregunta,Timextrajolacartadeunodesusbolsillosylaojeó.

—Esunacartabastantelarga—observólamadre.

—Nodicegrancosa—declaró—.LosDevonishhansolicitadoeldivorcio.El viejo Monty ha sido encarcelado por haber conducido un coche yendoembriagado.WindleshawsehamarchadoaCanadá.Parecequelehasentadobastante mal que Linnet le diese calabazas. Ella va a contraer matrimoniodefinitivamenteconeladministradordemarras.

—¡Esextraordinario!¿Tanirresistibleeseljoven?

—No,no.Nadadeeso.EsunodelosDoyle,deDevonshire.Notieneniuncéntimo,desdeluego,yhastahacepocoestabaprometidoaunadelasmejoresamigasdeLinnet.¡Unacosabastantefea!

—Yo tampococreoque sehayaportadocomodebía—declaró la señoraAllertonenrojeciendo.

Enlosojosdesuhijoaparecióunrelámpagodecariñohaciasumadre.

—Yasé,mamita.Túnopuedesverconbuenosojosquelesoplenanadiesumaridoytodasesascosasindecentes.

—En mis tiempos, respetábamos la propiedad ajena —dijo la señoraAllerton—.Sinembargo,ahoralagentecreejustopodertomarloquetienealalcancedelamano,seadequiensea.

Timsonrió.

—Nosolamentelocree,sinoquelohacen.VideLinnetRidgeway.

—Bueno,peroyoopinoqueesoeshorrible.

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Timguiñóunojo.

—¡Animo,mamita,talvezmeadhieraatuopinión!Hastaahoranosemehaocurridojamásseduciralamujernialanoviadeunamigo.

—Estoy segura de que jamás harás tal cosa —dijo la señora Allerton.Ingeniosamente,añadió—:Teheeducadodemasiadobien.

—Así,pues,elméritoestuyo;nomío.

Sonrióconaburrimientomientrasdoblabalacartaylavolvíaameterenelbolsillo.

LaseñoraAllertonpensó:

«Lamayoríadelascartasmelashaenseñadosiempre.DeéstadeJuana,sólomehaleídopárrafossueltos».

Expulsóaquelvanopensamientode sucerebroydecidió,comosiempre,conducirsecomounaseñoradesurango.

—¿SedivierteJuana?—preguntó.

—Así, así. Ahora tiene la intención de abrir una tienda de modas enMayfair.

—Siempresequejadesusituación—dijolaseñoraAllertonconuntimbrededespecho—.Perolociertoesqueellaalternaconlamejorsociedadysusvestidosdebencostarleundineral.Siemprevavestidairreprochablemente.

—Sí.Enefecto.Probablemente,nolospaga.No,mamá,noquierodecirloque en este momento te está sugiriendo tu cerebro isabelino. Quiero decirliteralmentequenopagalasfacturas.

LaseñoraAllertonsuspiró.

—Nuncahecomprendidocómosepuedehacerunacosaasí.

—Es un don genial —repuso el hijo—. Cuando se tienen gustossuficientemente extravagantes y se carece de lamenor noción del valor deldinero,seconcedenaestaspersonastodaclasedecréditos.

—Sí,peroesapersonanotardaráenvisitaralTribunaldeQuiebrasoaldeMorosos,comoleocurrióalpobresirGeorgeWode.

—Parecequesientescompasiónporeseviejopalafrenerosóloporqueenunbailecelebradoenelaño1879tellamócapulloderosa.

—Yonohabíanacidoaúnen1879—repusolaseñoraAllertoncongracejo—.SirGeorgeposeeunasmanerasencantadorasynotepermitoquelellamespalafrenero.

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—He oído algunas historietas divertidísimas sobre él, referidas porpersonasqueleconocenbien.

—AtiyaJuanaosimportabienpocolareputacióndelprójimo.Cualquiercosaosparecedivertidaaunquesearranquelapielatirasaseresdesgraciados.

Timenarcólascejas.

—Mamita,teestássulfurando.NosabíaqueWodeeratufavorito.

—Tú no puedes imaginarte lo doloroso que ha sido para él tener quedesprenderse deWode Hall. Experimentaba una profunda pasión por aquellugar.

Tim reprimió el impulso de responder acerbamente. ¿Quién era él parajuzgar,despuésdetodo?

Trasunapausa,dijopensativo:

—En eso parece que tienes razón.Linnet le invitó a que fuese a ver lasmodificacionesquesehabíanefectuadoensuantiguaresidenciayélsenegórotundamenteair.

—Sí.Ellanolehabríainvitadosilehubieseconocidomejor.

—AhoracreoqueélsienteodioinvenciblecontraLinnet…Murmuraentredientescosasincomprensiblescuandolave.Nopuedeperdonarlequelehayadadounacantidadtanfabulosaporsupropiedadfamiliarroídaporlapolilla.

—¿Y túnoeres capazde comprender eso?—inquirió la señoraAllertonconsequedad.

—Francamente—dijo Tim con calma—. No puedo comprenderlo. ¿Porqué vivir en lo pasado? ¿Por qué ese apego idiota hacia las cosas que sefueron?

—¿Quécolocaríastúenelpuestodeesascosas?

Timseencogiódehombros.

—Sensaciones, tal vez.Novedades. La alegría de no saber jamás lo queocurriráaldíasiguiente.Envezdeheredaruntrozodetierrainútil,prefieroelplacerdehacerdineropormímismo,empleandomicerebroymisaptitudes.

—UngolpecitoafortunadoenlaBolsa,porejemplo.

Timprofirióunacarcajada.

—¿Porquéno?

—¿YquésucederíasituviesesenlaBolsaunapérdidasemejante?

—Eso, mamita, es poco probable. Es inapropiado para hoy… ¿Qué te

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parecemiplansobreunviajecitoaEgipto?

—Bien.

Éllainterrumpiósonriente:

—Entoncesdeacuerdo.LosdoshemosansiadosiemprevisitarEgipto.

—¿Cuándosugieresquevayamos?

—¡Oh…! El mes próximo. Enero es la época del mejor tiempo allí.Gozaremosdeladeliciosasociedaddeestehotelsólounpardesemanasmás.

—¡Tim!—exclamólaseñoraAllertonentonodereproche.Luegoañadió,sonrojándose—:LamentotenerquedecirtequeprometíalaseñoraLeechquetúlaacompañaríasalacomisaríadepolicía.Ellanocomprendeunapalabradeespañol.

Timhizounamueca.

—¿Acausadesuanillo?¿Elrubírojosangrientodelahijadelveterinario?¿Persiste en la creencia de que se lo han robado? Iré si tú quieres, pero esganasdemalgastareltiempo.Noconseguiránadamásqueoriginarmolestiassincuentoacualquierdesgraciadasirvientadelhotel.Seloviperfectamenteeneldedocuandofueabañarseaqueldía.Saliódelaguaydesdeentoncesloechódemenos.

—Elladicequeestáseguradequeseloquitóylodejóensutocador.

—Puesnoesverdad.Yoloviconmispropiosojos.Esamujerestáloca.Sinoloestuviera,nosehabríabañadoenplenomesdediciembre,basándoseenqueelaguaestababastantecalienteporqueelsolbrillabaenaquelmomento.Yesquelegustaexhibirseentrajedebaño.

LaseñoraAllertonmurmuró:

—Realmente,creoquerenunciaréabañarmeenlosucesivo.

Timrioalegremente.

—Túpuedeshacerlo.Dascientoyrayaenbellezaesculturalalasjóvenesdehoy.

LaseñoraAllertonsuspiróydijo:

—Desearíaquetuviesesaquíunoscuantosjóvenesmásdetuedadqueteayudaranadistraerte.

TimAllertonmoviólacabezacondecisión.

—Puesyono.Losdossolitosnoshemosarregladodivinamenteparairdeunladoaotrodivirtiéndonos,sinnecesitaranadiemás.

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—PeroatitehubiesegustadoqueJuanaestuvieseaquí.

—Nada de eso —su tono expresaba inesperada resolución—. Teequivocas.Juanamedivierte,peronomegusta.Cuando la tengodemasiadotiempoamiladomeatacalosnervios.DoygraciasaDiosdequenoestéaquí.MeresignaríasipensaranovolveraveraJuanaentodamivida—añadiócasisinaliento—:Nohaymásqueunamujerenelmundoporquientengorespetoyadmiraciónalavez.Creoquetúnoignorasquiénesesapersona.

Sumadreseruborizóyparecióconfusa.Timcontinuógravemente:

—Haymuy pocasmujeres realmente agradables en estemundo, pero túeresunadeellas.

En un piso que daba al Central Park, enNuevaYork, la señoraRobsonexclamómirandoasuhija:

—¿Noesmaravilloso?Eres,enverdad,unamujerdesuerte,Cornelia.

CorneliaRobsonenrojeció.Eraunamuchachagrandeytosca,conlosojososcurosyperrunos.

—¡Oh,seráespléndido!—dijoentredientes.

La solterona señorita Van Schuyler inclinó la cabeza, expresando susatisfacciónporestaactitudcorrectaporpartedesusparientespobres.

—SiemprehabíasoñadoconunviajeaEuropa—suspiróCornelia—.Sinembargo,jamáscreíaquemisueñollegaseaconvertirseenrealidad.

—La señora Bowers vendrá conmigo, como de costumbre —dijo laseñorita Van Schuyler—. Pero como dama de compañía la encuentro muylimitada…muy limitada. Hay una infinidad de cosas en que, Cornelia, meserásdegranutilidad.

—Seráunplacerpoderservirleenalgo,primaMaría—dijoCornelia,entonoardiente.

—Bien,bien.Entoncesestamosdeacuerdo—dijolaseñoritaVanSchuyler—. ¿Quieres buscar a la señoritaBowers, querida? Es la hora de tomar loshuevos.

Corneliasalióprecipitadamente.Sumadredijo:

—QueridaMaría.¡Nosécómoagradecértelo!Comotúsabes,yocreoqueCornelia sufre indeciblemente por no tener éxito en sociedad. Esto le haceconsiderarse mortificada. ¡Si yo hubiese podido llevarla de un sitio a otro!¡PerotúsabescómoquedamosalmorirelpobreEduardo!

—¡Será para mí un verdadero placer llevarla conmigo! —declaró laseñorita Van Schuyler—. Cornelia ha sido siempre una muchacha dócil y

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agradable, amantede las aventurasyno tan egoísta como lamayoría de lasjóvenesdehoy.

LaseñoraRobsonselevantóybesócariñosamenteelrostroapergaminadoyamarillentodesuricaparienta.

—Teestoymuyagradecida—declaró.

Enlaescaleraseencontróconunamujermuybienparecidaquellevabaunvasoconteniendounlíquidoamarillentoyjabonoso.

—¡Vaya,señoritaBowers,sevaustedaEuropa!

—¡Ah…!Sí,señoraRobson.

—Seráunviajeencantador.

—Sí.Desdeluego.Creoquedebedesermuydivertido.

—¿Haestadoustedantesdeahoraenelextranjero?

—¡Ah,sí!ElañopasadoestuveconlaseñoritaVanSchuylerenParís.PeronuncaheestadoenEgipto.

LaseñoraRobsonhizounapausa.

—¿Supongoquenohabrápeligroalguno?—preguntó,bajandolavoz.

LaseñoritaBowersdijoconsutimbreusual:

—¡Oh, no, señora Robson! Yo me encargaré de eso. Iré siempreobservandoloquepasaamialrededor.

Apesardeestaseguridad,unasombracruzóelrostrodelaseñoraRobsoncuando,lentamente,continuóbajandolaescalera.

En su despacho de la ciudad,Andrés Pennington se dedicaba a abrir sucorreoparticular.

Deprontosupuñosecerróconvulsivamenteycayóconruidosordosobrelamesa de despacho. Su rostro adquirió un color escarlata y dos abultadasvenassedestacaronensuanchafrente.

Oprimió un timbre. Un atildado taquígrafo hizo su aparición con surecomendablerapidez.

—DigaalseñorRockfordquesuba.

—Sí,señorPennington.

Pocosmomentosmás tarde, SterndaleRockford, el socio dePennington,entróeneldespacho.Amboshombres teníanalgodeparecido.Losdoseranaltos,enjutos,concabellosgrisesyrostrosmuyafeitadoseinteligentes.

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—¿Quéocurre,Pennington?

Éstelevantólacabezadelacartaquehabíaempezadoaleerdenuevo.

—Linnetsehacasado—dijosinpreámbulos.

—¿Qué?

—Hasoídobien.Linnetsehacasado.

—¿Cómo…?¿Cómo…?¿Porquénonoslohandichohastaahora?

Penningtonlanzóunaojeadaalcalendarioquehabíasobrelamesa.

—Nohabíacontraídomatrimoniocuandoescribióestacarta.Lohizoeldía4porlamañana,esdecir,hoy.

Rockfordsedesplomóensusillón.

—¡Caramba!¡Sinavisar!¿Quiénesél?

—Doyle.SimonDoyle.

—¿Quéclasedeindividuoesése?¿Conocesalgodeél?

—No.Ella tampocohablagrancosadeél…—palmoteósobre las líneasescritasconcaracteresclaroseiguales—.Meparecequehayalgorarodetrásde todoesteasunto.Peroesono tienegran importancia.Loprincipalesqueellasehacasado.

Las miradas de los dos hombres se encontraron. Rockford hizo unmovimientoafirmativodecabeza.

—Estoescosadepensarlomucho—dijoreposadamente.

—¿Yquévamosahacer?

—Esoteibaapreguntar.

Losdoshombressemiraronensilencio.Trasunapausa,dijoRockford:

—¿Tienesalgúnplan?

Penningtonrespondióarrastrandolassílabas:

—El«Normandía»salehoydeEuropa.Unodenosotrosdostomarápasajeenél.

—¿Estásloco?¿Quéideaeslatuya?

Penningtondijoconlosdientesapretados:

—¡Esosabogadosingleses…!—ysedetuvo.

—¿Quéquieresconellos?¿Supongoquenoirásallíabuscarlescamorra?

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—¿He dicho, acaso, que quienquiera que sea de nosotros el que vaya,tengaInglaterracomopuntodedestino?

—¡Puesnomehagassufrirmásysueltaesaideatangrande!

Penningtonextendiólacartasobrelamesa.

—LinnetsedirigeahoraaEgiptoapasarlalunademiel.Permaneceráallíunmes,talvezmás.

—Egipto,¿eh?

Rockfordclavólamiradaenladesusocio.

—¡Egipto!—exclamó—.¿Ésaestuidea?

—Sí. Un encuentro casual. Dando una vueltecita Linnet y su marido…atmósferanupcial.Creoquesepuedehacer…

—Ellaesmuylista,pero…—Rockfordseinterrumpió.

Penningtondijosuavemente:

—Yaencontraremoselmediodejustificarlo.

Otravezseencontraronlosojos.

Rockfordasintió.

—¡Estupendo,chico!

Penningtonmiróelreloj.

—Elquevaya,hadedarseprisa.

—¡Irás tú!—dijo Rockford súbitamente—. Siempre te has llevado bienconLinnet,tíoAndrés.Tecedolapapeleta.

ElrostrodePenningtonseensombreció.

—Confíoensalirmeconlamía.

—Tendrásquehacerloacualquierprecio.Lasituaciónescrítica—repusomalhumoradosusocio.

GuillermoCarmichaeldijoal jovendelgadoypeludoqueabrió lapuertaenrespuestaasullamada:

—DigaalseñorJimquedeseoverle.

JaimeFanthorppenetróenlahabitaciónylanzóunamiradainterrogadoraasu tío.Elancianofijósusojosenel joven,almismotiempoquemovía lacabezagruñendo:

—¡Ah!¿Erestú?

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—¿Noqueríashablarconmigo?

—¡Leeesto!

Eljoventomóasientoydesplególahojadepapelqueleentregósutío.

Elancianoleobservabaatentamente.

—¿Ybien?

Larespuestafuerápida.

—Meparecemuyoscuro,tío.

Otravezel sociode la firmaCarmichael,GrantyCarmichael, emitióungruñidocaracterístico.

JaimeFanthorpreleyólacartaqueacababadellegardeEgiptoporavión.

«…pareceimprocedenteescribircartasdenegociosenundíacomohoy.Hemos pasado una semana en la Casa Mona, luego hemos hecho unaexpedición al Fayun. Pasado mañana remontaremos el Nilo hasta Luxor yAssuán en un barco de vapor y tal vez lleguemos hasta Kartum. CuandofuimosalaagenciaCookestamañanaarecogerlosbilletes,¿quécreeustedquefueloprimeroquevi…?AmiapoderadoamericanoAndrésPennington.Meparecerecordarqueloconocióustedhacedosaños.Yonoteníalamenoridea de que él estuviese en Egipto y él tampoco podía presumir que meencontraríaaquí…niqueestuviesecasada.Lacartaenqueyolecontabamiproyecto de contraermatrimonio no llegó a susmanos.Ahora se dispone aremontar elNilo siguiendo lamisma ruta que nosotros. ¿Verdadque es unaagradablecoincidencia?Muchasgraciasportodoloquehatrabajadoenestostiempos…».

Cuando el joven se disponía a volver la página, el señor Carmichael lerecogiólacarta.

—Esoestodo—dijo—.Elrestonoimporta.Bien,¿quépiensasdeesto?

Susobrinoreflexionóuninstante.Luegodijo:

—Pues…meparecequeeseencuentronotienenadadecasual.

Elancianomanifestósuaprobaciónconunmovimientodecabeza.

—¿TegustaríadarunavueltecitaporEgipto?—preguntódepronto.

—Silocreesnecesario…

—Nohaytiempoqueperder.

—Pero¿porquéhedeseryoprecisamente?

—Piensa un poco y lo acertarás. Linnet Ridgeway no se ha tropezado

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contigo en su vida. Pennington tampoco te conoce. Si vas en aeroplano,llegarásatiempotodavía.

—Nomegustanadaestaidea,tío.¿Quévoyahaceryoallí?

—Empleatusojos.Utilizatusoídos.Usaelcerebro…siesquelotienes.Ysiesnecesario…obra.

—Nomegustanada.

—Locreo,peronotienesmásremedioquehacerlo.

—¿Es,pues,necesario?

—Amijuicioesdeimportanciavital—dijoelseñorCarmichael.

LaseñoraOtterbourne,reajustándoseelturbantedetejidoindígenaquelerodeabalacabeza,dijoairada:

—No sé por qué no nos hemos marchado ya a Egipto. Estoy más quecansadadeJerusalén.

Comosuhijapermaneciesesilenciosa,añadió:

—Lomenosquepodíashaceresrespondercuandotepreguntan.

RosalíaOtterbourneestabaenfrascadaenlacontemplacióndeunperiódicoilustradoenqueaparecíalareproduccióndeunafotografía.Alpiedeaquéllaseleía:

«LaseñoraDoyle,queantesdesumatrimonioeralabienconocidabellezaseñorita Linnet Ridgeway. Los señores Doyle pasan la luna de miel enEgipto».

Rosalíadijo:

—¿TegustaríairaEgipto,mamá?

—¡Claroquesi!—exclamólaseñoraOtterbourne—.Reconozcoquenosenoshatratadoaquímuycaballerosamente;miestanciaenestepaíshasidounaadvertenciaparaelfuturo.Peroyahedichoatodosloquepiensodeellos.Lagentedeaquíesimpertinente…demasiadoimpertinente.

Lamuchacha,suspirando,dijo:

—Estesitioesigualquecualquierotro.Tengoverdaderosdeseosdesalirdeaquí.

—Yestamañana—continuólaseñoraOtterbourne—eladministradordelhotel ha llevado su impertinencia al extremo de decirme que habíacomprometidotodaslashabitacionesporanticipadoyquemedabacuarentayochohorasdeplazoparaabandonarlasqueocupamos.

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—Esoquieredecirquehemosdebuscarotroalojamiento.

—Nadadeeso.Estoydispuestaadefendermisderechos.

Rosalíamurmuró:

—CreoquedebíamosirnosaEgipto.Nocreoquehayagrandiferencia.

—Nocreoqueseacuestióndevidaomuerte—dijolaseñoraOtterbourne.

Peroenestoseequivocaba,porquesetratabaprecisamentedeunacuestióndevidaomuerte.

CAPITULO2

—EseesHérculesPoirot,eldetective—dijolaseñoraAllerton.

Ella y su hijo se encontraban sentados en sendos sillones de mimbre,brillantementepintadosdeescarlata,enelexteriordelhoteldelasCataratasdeAssuán.

Observabana las figuras,quesealejaban,dedospersonas.Unadeellas,bajita,vestidaconuntrajedesedacruda,correspondíaaunhombre; laotra,altaydelgada,eraunamujer.

TimAllertonselevantórepentinamente.

—¿Quédiablosbuscaesehombreaquí?

Sumadrerio.

—Querido, pareces muy excitado. ¿Por qué les gustarán a los hombrestantoloscrímenes?Yoodiolashistoriasdedetectivesynolasleonunca.PeronocreoqueelseñorPoirotestéaquíporningúnmotivoespecial.Haahorradounarespetablecantidaddedineroysededicaavivir.Esoestodo.

—Parecemostrarciertointerésporlamuchachamásguapadelalocalidad.

LaseñoraAllertonreclinólacabezasobreunhombro,mientrasobservabalasespaldasdelseñorPoirotydesucompañera.

Lamuchachaqueacompañabaaldetectiveeracuatrodedosmásaltaqueél.Andabamagníficamente,nidemasiadoerguida,niconpasoperezoso.

La señora Allerton lanzó una mirada de soslayo a Tim, al tiempo quedecía:

—Ellaespreciosa,¿noteparece?

—Esmásquepreciosa.Lástimaqueseatanirascibleyhuraña.

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—Ésameparecelaexpresiónjusta,querido.

—Esundiablillodesagradable,meparece.Peroesbastanteagraciada.

ElobjetodeestascríticasmarchabalentamentealladodePoirot.RosalíaOtterbournehacíagirarsusombrillacerradayensuexpresiónseleíatodoloqueTimacababadedecir.Parecíaauntiempohurañaycolérica.

Volvieron a la izquierda al llegar a la puerta de la verja del hotel y seadentraronenlafríasombradelosjardinespúblicos.

Hércules Poirot hablaba alegremente; su expresión era de beatífico buenhumor. Llevaba un traje de seda cruda, un sombrero panamá y unespantamoscascubiertodeadornosconmangodeámbar.

—…Meencanta—decía—.YtambiénlasrocasnegrasdeElefantinayelsolylosbarquitosquecruzanelrío.Sí,esmaravillosoestarvivoygozardetodoesto.

Rosalíarespondióconsequedad:

—Debe de ser estupendo todo esto, pero a mí, Assuán sobre todo, meaburre.El hotelucho éste estámedio vacío y casi todos sus ocupantes estánmuycercadelsiglo.

Seinterrumpió,mordiéndoseloslabios.

HérculesPoirotguiñólosojos.

—Esoesverdad,hijamía.Yo,porejemplo,tengoyaunpieenlatumba.

—Nopensabaenusted—dijolamuchacha—.Losiento.Hesidogrosera.

—Nada de eso. Es natural que desee compañeros jóvenes de su mismaedad.¡Ah,aquíhayunjoven,porlomenos!

—¿Ése que está siempre sentado con su madre?Me gusta ella; pero élparecesencillamenteinsoportable,¡tanpresumido!

Poirotsonrió.

—¿Amímecreepresumido,también?

—¡Oh,no!

A ella parecía interesarle poco todo aquello; pero Hércules Poirot loconsiderababastantedivertido.Observóeldetectiveconplácidasatisfacción:

—Misamigosopinanquesoyterriblementepresuntuoso.

—¿Ah, sí? —murmuro Rosalía vagamente—. Supongo que usted tienemotivosparaserlo.Desgraciadamente,elcrimennomeinteresaenabsoluto.

—Mecomplacemucho saberqueno tieneustedningún secreto culpable

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queocultar.

Porelmomento,lamáscaraburlonadesurostrosetransformó,cuandoellalanzóasuinterlocutorunarápidamiradainterrogadora.

Poirotfingiónoadvertirloycontinuó:

—Su señoramadre no estuvo presente en el almuerzo. Supongo que noestaráindispuesta…

—Estesitionolesientamuybien—explicóRosalía—.Meagradaríasalirdeaquí.

—Seremos buenos compañeros de viaje, ¿verdad? Vamos juntos a laexcursióndeWadiHalfayalasegundacatarata.

—Sí.

Salieron de la sombra del jardín y siguieron una senda estrecha ypolvorientaquebordeabael río.Cincovendedoresdecollaresdevidrio,dosde tarjetas postales, tres de escarabajos de yeso, un par de alquiladores deasnos y una cuadrilla de golfillos esperanzados se dirigieron hacia ellos,pregonandosusmercancías.

HérculesPoirotintentóvanamentedeshacersedeaquellacolmenahumana.Rosalíaseabriópasoentreellosandandocomosifueseunasonámbula.

—Lomejoreshacerlescreerquesomossordosymudos—observó.

EntraronenlaquintatiendayRosalíaentregóvariosrollosdepelículas…el único objeto del paseo. Luego salieron de aquel establecimiento y seencaminaronhacialamargendelrío.

Uno de los vaporcitos que surcan el Nilo acababa de atracar. Poirot yRosalíacontemplaronconinterésalospasajeros.

—Haybastantes…¿eh?

Volvió la cabeza cuando Tim Allerton se unió a ellos. Respirabafatigosamente,comosihubiesevenidocorriendo.

Permanecieronsilenciososporunminutoodos.Luego,Timdijo:

—Unamuchedumbrehorrible,comosiempre.

—Oh,sí,siempreigual…—comentóRosalía.

Lostresteníanelairedesuperioridaddegentequeasistealallegadadeuntrenodeunvapor.

—¡Caramba! —la voz de Tim sonó excitada—. ¡Que me cuelguen siaquéllanoesLinnetRidgeway!

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Si aquella información dejó a Poirot insensible, despertó gran interés enRosalía.

—¿Dóndeestá?¿Esaquélladeblanco?

—Sí.Laquevaacompañadadeaquelhombrealto.Ahoradesembarcan.Éles su flamante marido supongo. No me acuerdo de su nombre en estemomento.

—Doyle—dijoRosalía—.SimonDoyle.Lodicentodoslosperiódicos.Semetenconellacasidiariamente.

—SóloporqueeslamujermásricadeInglaterra—observóTim.

Los tres espectadores observaban silenciosamente la llegada de lospasajeros. Poirot contempló interesado a la objeto de las críticas de suscompañeros.Murmuró:

—Eshermosa.

—Haypersonasquelotienentodo—dijoRosalíaamargamente.

Observábase una expresión de disgusto en la joven cuando Linnetdescendíalaescala.

LinnetRidgeway se conducía como si fuese lavedettedeuna revista enescena.Volvióse con leve sonrisa a su acompañante. Éste le respondió y elsonidodesuvozparecióinteresaraHérculesPoirot.Unalucecitaaparecióensusojosylascejasformarondosarcoscasiangulares.Laparejapasóapocospasosdeél.OyóaSimonDoylequedecía:

—Lo intentaremos y le daremos tiempo. Podemos quedarnos aquí unasemanaodossiteparecebien,querida.

Lacaradeljoventeníaunaexpresiónardientedeadoracióncasihumilde.La mirada de Poirot escrutó minuciosamente su cuerpo, los hombroscuadrados, el rostro bronceado, los ojos de un azul oscuro, la simplicidadinfantildesusonrisa.

—¡Felizdiablo!—dijoTimdespuésquehubieronpasado—.Hatenidolasuertedeencontrarunaherederaquenotieneadenitisnipiesplanos.

—Parecenterriblementefelices—dijoRosalíaconunanotadeenvidiaenlavoz.Luegoañadió,peroenvoztanbajaqueTimnopudooírlo—:¡Estonoesjusto!

Poirot lo percibió, sin embargo. Frunció el ceño, perplejo. Lanzó unamiradadecomprensiónalamuchacha.

—Voyacompraralgunasbaratijasparamimadre—dijoTim.

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Se quitó el sombrero y se marchó. Poirot y Rosalía emprendieron elcaminoderegresoalhotel,apartandoasupasonuevospregonerosdeasnosycollares.

—¿Así,pues,noesjusto?—dijoPoirotcortésmente.

Lamuchachaenrojeciódecólera.

—Ignoroloquequieredecir.

—Nohehechomásquerepetirloqueustedhadichoenvozbaja.

Rosalíaseencogiódehombros.

—Pues bien, realmenteme parece demasiado para una persona. Dinero,belleza,unafiguramaravillosay…

SeinterrumpióyPoirotterminóporella:

—¡Yamor!¿Verdad?Perotalvezsehacasadosóloporsudinero.

—¿Acasonovioustedcómoselacomíaconlosojos?

—Oh,sí,señorita.Vitodoloquesepodíaver…Peroobservéalgoqueaustedlepasóporalto.

—¿Quécosafue?

—Vi, mademoiselle, líneas oscuras bajo los ojos de una mujer. Vi unamanoqueoprimíaelpuñodeunasombrillahastaquelosnudillosperdieronelcolor…

Rosalíaquedómirándoleconlabocaabierta.

—¿Quéquiereusteddecir?

—Quierodecirquenoesorotodoloquereluce…Quierodecirqueaunqueesta joven señora es rica, bella y amada hay al mismo tiempo algo queobstaculizasufelicidad.Yséalgomás.

—¿Sí?

—Sí.Séqueenotrositioyenotro tiempoheoídoesavoz…lavozdelseñorDoyle,yquisieraacordarmededóndefue.

PeroRosalíanoescuchabaya.Sehabíadetenidopálidacomounamuerta.Con el extremo de su sombrilla trazaba líneas sobre la blanca arena.Repentinamenteestallóenunarranquedecólera.

—Soyodiosa.Realmenteodiosa.Soymala.Megustaríaquitarlea trozossusvestidoselegantesypatalearleesacaraencantadora.Estoycomounagataencelo…Peronolopuedoevitar.Parecetanterriblementetriunfanteyseguradesímisma…

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HérculesPoirotparecióalgoextrañadoporlarepentinaexplosión.Laasiódelbrazoylasacudióligerayamigablemente.

—Tenez!…Despuésdehaberdichoesosesentiráustedmejor.

—¡Laodio!¡Jamásheodiadotantoaprimeravista!

—¡Magnífico!

Rosalíalemirópreocupada.Luegodesarrugóelceñoysonrió.

—Bien—dijoHérculesPoirot;yriotambién.

Continuaronsucaminohaciaelhotelcomodosbuenosamigos.

—Voy a buscar a mamá —anunció Rosalía cuando llegaron al fríovestíbulo.

Poirotseaproximóalabalaustradadelaterrazaysedispusoacontemplarel Nilo. Permaneció unos minutos mirando al río; luego se dirigió a losjardines.

Sentadaenunbanco,contemplandolasaguasdelríovioalamuchachade«ChezMaTante».Lareconocióenseguida.Surostro,talcomolovioaquellanoche,permanecía indeleblementegrabadoensumemoria.Suexpresióneraahoramuydistinta.Estabamáspálida,másdelgadayhabíalíneasensurostroquedenotabancansanciofísicoyabatimiento.

Eldetective retrocedióunpaso.Ellano lehabíavistoyquisoobservarlasinqueelladescubriesesupresencia.

Unrostroyunavoz.Poirotrecordabaambascosas.Elrostrodelajovenylavozqueacababadeoírpocosmomentosantes,lavozdeunreciéncasado…

YmientrasHérculespermanecíasilenciosoobservandoalamuchacha,sedesarrollólaescenasiguientedeldrama.

Sonaron varias voces. La muchacha se puso en pie. Linnet Doyle y sumaridollegabanporelestrechosendero.LavozdeLinneterafelizyconfiada.Laexpresióndetensiónmuscularhabíadesaparecido.Linneterafeliz.

Lamuchachadelbancodiounpardepasoshaciadelante.

Lafelizparejasedetuvo.Ambospálidoscomolacera.

—¡Hola,Linnet!—dijoJacquelinedeBellefort—.¡Tambiénestástúaquí!Parecequenoscitamos.¡Hola,Simon!¿Cómoteva?

LinnetRidgeway se apoyó sobre la roca, lanzando un grito ahogado.LaagraciadafazdeSimonDoylesufrióunaconvulsióntremenda,provocadaporlarabia.Selanzóhaciadelantecomosituvieseelpropósitodedestrozarentresusfuertesbrazoselcuerpofrágildelamuchacha.

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LacausantedelaescenaindicóentoncesconunmovimientodecabezaaHérculesPoirot.Simonmiróensudirecciónyadvirtiósupresencia.

Dijotorpemente:

—Hola,Jacqueline.Noesperabaverteaquí.

Suspalabrascarecíandeconvicción.

Lamuchachasonrió,mostrandosusdientesblanquísimos.

—Esunasorpresa,¿noescierto?—preguntó.

Luego,conunligeromovimientodecabeza,seseparódeellosyseadentróenlaespesura.

Poirotemprendiódelicadamentesumarchaendirecciónopuesta.CuandoseibaoyóaLinnetRidgewayquedecía:

—Simon,porDios…¿Nopodemoshacernada?

CAPITULO3

Habíaterminadolacomida.EnlaterrazadelhoteldelasCataratasreinabauna suave penumbra. La mayoría de los huéspedes se sentaban ante lasmesitas. Simon y Linnet Doyle hicieron su aparición. Entre ellos venía unhombrealto,decabellosgrisesyrostrobienafeitado.

El grupo permaneció unmomento en la puerta, dudando de la direcciónquedebíanseguir.

TimAllertonselevantódelasillaenqueestabasentadoyseadelantó.

—Seguramentenoseacuerdademí—dijohumorísticamenteaLinnet—.SoyprimodeJuanaSouthwood.

—¡Claro que sí! ¡Qué estúpida soy! Usted es Tim Allerton. Éste es miesposo.—Percibíase cierto temblor en lavoz…¿Orgullo…?¿Vergüenza…?¿Quién podría decirlo…? —. Y éste es mi apoderado americano, el señorPennington.

—Deberíaveniraveramimadre.

Pocos minutos después sentábanse juntos. Linnet, en un rincón. Tim yPennington,aambosladosdeella,queriendoacapararsuatención.LaseñoraAllertonhablabaaSimonDoyle.

Lashojasde lapuertavolvieronaabrirse.Súbita tensiónaparecióen losrasgosdelahermosamujerquesesentabaenelrincón,entrelosdoshombres.

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Luegosurostroadquirióunaexpresiónnormalcuandoviosaliraunhombredepequeñaestaturaqueatravesólaterraza.

LaseñoraAllertondijo:

—No es usted la única celebridad de aquí, querida. Ese hombrecillo esHérculesPoirot,eldetective…

Habíadichoestoconuntonoconvencional,comosihubiesehabladodeunjugadordebridgeoalgoporelestilo,peroLinnetsesobresaltó.Ensusojosaparecióunbrillodecuriosidad.

—¿HérculesPoirot?Heoídoyahablardeél,enefecto.

Sehundióenelabismodesuspensamientos.Losdoshombresasu ladopermanecieronsilenciosos.

Poirotsedirigióalabalaustrada,peroalguiensolicitósuatención.

—¡Siénteseaquí,señorPoirot!Haceunanocheencantadora.

—Maisoui,esverdaderamentemaravillosa—contestóél,obedeciendo.

Sonrió cortésmente a la señora Otterbourne. ¡Qué cantidad de cintajosblancos y qué turbante más ridículo llevaba la buena señora! La señoraOtterbournecontinuó,consuvozdecontralto:

—¡Qué colección de notabilidades tenemos ahora! Espero que notardaremosenverlosnombresdetodosenlosperiódicos.Célebresbellezas…Novelistasfamosos…

Poirotadivinó,mejorquevio,a lahurañamuchachasentadaalotro ladocon los labios apretados en un gesto de cólera más pronunciado que deordinario.

—¿Tieneustedahoraalgunanovelaenproyecto,señora?—preguntó.

LaseñoraOtterbournevolvióasoltarsurisitadesuficiencia.

—Me estoy volviendo terriblemente perezosa. Pero he de decidirme.Mipúblico se impacienta y mi editor… pobre hombre… me suplica en cadacorreo.¡Hastacablegramasmedirige!Tienemuchointerés.

Otraveztuvoéllasensacióndeungestodelamuchachaenlaoscuridad.

—No me importa anunciarle, señor Poirot, que estoy aquí en busca deambiente y color local para mi nueva novela, que titularé: «Nieve en lasuperficiedeldesierto».Poderoso, sugestivo.Nieveeneldesierto…fundidaporelprimersoploardorosodelapasión.

Rosalía se levantó,murmurando algo entre dientes y se dirigió hacia lassombrasdeljardín.

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—Hay que ser decidida —continuó la señora Otterbourne, agitando elturbantefrenéticamente—.Platosfuertes…Éstossonmislibros.Laslibreríaslosanatemizan…Peronoimporta…Digosiemprelaverdad.¡Elsexo…!¡Oh,dígame,señorPoirot!¿Porquétienetodoelmundotantomiedoalsexo?¡Elejedeluniverso!¿Haleídoustedmislibros?

—¡Pobre demí, señora…!Ya debe usted suponer quemi trabajo nomepermite…hum…leernovelas.

LaseñoraOtterbournedijoconconfianza:

—Tengo que regalarle un ejemplar de «Bajo la higuera». Espero que loencontrarásignificativo.Esmuyextenso,peroreal…

—Meabrumaustedconsuamabilidad,señora.Loleeréconplacer.

La señora Otterbourne quedó silenciosa durante un par de minutos.Jugueteó pensativa con un gran collar de cuentas que llevaba rodeando sucuello.Mirórápidamenteasualrededor.

—Voyatraérseloahoramismo.

—¡Oh,madame!¡Nosemoleste,porfavor!Luego,mástarde…

—No,no.Noesmolestia.—Selevantó—.Quieromostrarausted…

—¿Québuscas,mamá?

Rosalíaacababadesurgirasulado.

—Nada,querida.VoyatraerunlibromíoamonsieurPoirot.

—¿«Lahiguera…»?Yolotraeré.

—Túnosabesdóndeestá,querida.Yoiré.

—Sí,losé.Notemuevasdeaquí.

Lamuchachacruzólaterrazaypenetróenelhotel.

—Permítame que la felicite, madame, por tener una hija tan amable yencantadora—dijoHérculesPoirot,inclinándose.

—¿Rosalía?Sí, sí, no es fea; pero esmuy dura,monsieur.No simpatizacon los enfermos. Siempre cree que tiene razón. Se imagina que sabe másacercademienfermedadqueyomisma…

Poirot,indicandoauncamareroquepasaba,preguntó:

—¿Tomaráustedalgo,madame?¿Chartreuse,cremadementa?

LaseñoraOtterbournemoviólacabezavigorosamente.

—No, no. Soy prácticamente abstemia. Ya habrá tenido ocasión de

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observarquenobebomásque limonada.Nopuedo soportar el saborde loslicoresespirituosos.Meperjudican.

—Entoncespediréparaustedunrefrescodelimonada.

Dio la orden al camarero que esperaba: un refresco de limón y unbenedictine.

Abrióselapuertadelhotel.Rosalíaaparecióyvinohaciaellosconunlibroenlamano.

—¿Quéhaces,mamá?—dijo.Suvozcarecíadeexpresión…cosanotable.

—MonsieurPoirothapedidoestalimonadaparamí—explicósumadre.

—Yusted,señorita…¿Noquierebeberalgunacosafresca?

—¡Nada!—Conscientedesusequedad,añadió inmediatamente—:Nada,gracias.

PoirottomólanovelaqueleregalabalaseñoraOtterbourne.Llevabaaúnlasobrecubiertaoriginalyrepresentabaaunamujerconcabellossueltoseneltradicional traje deEva, con las uñas pintadas de rojo escarlata y extendidasobreunapieldetigre.Juntoaellasealzabaunárboldehojassemejantesalasdelaencina,delquecolgabanmanzanasdediversoscolores.

Setitulaba«Bajolahiguera»,porSaloméOtterbourne.Enprimerapáginaaparecía un panegírico de la escritora, confeccionado por el editor.Hablabaentusiásticamentedelsoberbioatrevimientoydelrealismodeunestudiosobrela vida amorosa de una mujer moderna. Osado, original, realista, eran losadjetivosempleadosconmásprofusión.

Poirotseinclinórendidamenteymurmuró:

—Mehonrausted,madame.

Alalzarlacabezasusojosseencontraronconlosdelahijadelaautora.Involuntariamente se estremeció.Contempló extrañadoydolorido la intensapenaquesereflejabaenellos.

Poirot alzó entonces el vaso para ocultar sus sentimientos y dijoversallescamente:

—Avotresanté,madame…mademoiselle.

La señora Otterbourne, bebiendo su limonada a pequeños sorbitos,murmuró:

—¡Quérefrescante!¡Esdeliciosa!

Cayóelsilenciosobreellos.Quedaronmirandolasbrillantesrocasnegrasque emergían en elNilo.Había algo fantástico en ellas a la luz de la luna.

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Parecían tremendos monstruos prehistóricos con el cuerpo fuera del agua.Llegóunabrisasuave,repentina,quemuriócasitansúbitamentecomollegara.

Enelairehabíaunaatmósferadeexpectación.

Hércules Poirot posó una mirada sobre la terraza y sus ocupantes. ¿Seequivocaba,oexperimentabaallílamismasensación?Parecíaelmomentoenqueenelteatroseesperabalasalidaaescenadelaartistapredilecta.Enaquelinstanteprecisamentelapuertagiratoriaempezóadarvueltasconciertoairede importancia. Todo elmundo cesó de hablar y dirigió sumirada hacia laentrada.

Unamuchachamorena,esbelta,entrajedenochecolorburdeos,apareció.Sedetuvounossegundosy luegoatravesócondecisión la terrazaysesentóante unamesa vacía. No había nada de extraño, nada fuera de lugar en sucontinente y su conducta, y, sin embargo, tenía algodel estudiado efectodeunaentradaenescena.

—¡Bien!—dijolaseñoraOtterbourne.Diounmovimientodevaivénasuturbante—.Esamuchachasecreequeesalguien.

Poirotnorespondió.Observaba.LamuchachahabíatomadoasientoenunlugardesdedondepodíaobservardesoslayoaLinnetDoyle.EntoncesPoirotsediocuentadequeLinnet,trasinclinarseunmomentohaciadelanteydeciralgoasusacompañantes,selevantóycambiódesitio.Ahoradabalaespaldaalareciénllegada.

Poirot movió afirmativamente la cabeza, respondiendo a sus propiospensamientos.

Cincominutosdespués,lamuchachadeltrajedenochedecolorburdeosselevantó y se trasladó al otro extremo de la terraza. Sentóse allí, fumando ysonriendo en silencio…Era la personificación de la satisfacción en reposo.Peroentodomomento,comosifueseinconscientemente,sumiradaestabafijaenlaesposadeSimonDoyle.

Transcurridouncuartodehora,LinnetDoyleselevantóimpetuosamenteypenetróenelhotel.Suesposolasiguió.

JacquelinedeBellefort sonrióydiomediavueltaa lasillaenqueestabasentada. Encendió otro cigarrillo y quedó mirando al Nilo con fijeza.Continuabasonriéndoseasímisma.

CAPITULO4

Page 41: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—MonsieurPoirot.

El aludido se alzó repentinamente. Permanecía en la terraza después demarcharse todos. Abismado en sus propios pensamientos, contemplaba, sinverlas, las grandes rocasnegrasdelNilo, cuando el sonidode sunombre levolvióalarealidad.

Era una voz de timbre exquisito, firme, encantadora, pero un pocoarrogante.

Hércules Poirot se encontró ante los ojos autoritarios de Linnet Doyle.Llevabauna capade rico terciopelopúrpura sobre su traje de rasoblancoyparecía más encantadora, más esplendorosa de lo que Poirot hubieseimaginadonunca.

—¿EsustedmonsieurPoirot?

Noeraunarespuestadifícil.

—Asusórdenes,madame.

—¿Sabeustedquiénsoyyo?

—Sí,madame.Heoídosunombre.Séexactamentequiénesusted.

Linnethizounmovimiento afirmativo con la cabeza.Noeramásque loque ella había esperado. Continuó con sus maneras encantadoramentearistocráticas.

—¿Quieretener labondaddeacompañarmealsalóndejuego,monsieur?Tengoverdaderaansiedaddehablarleasolas.

—Ciertamente,madame.

Emprendiólamarchahaciaelhotel.Éllasiguió.Fueconducidoaldesiertosalóndejuegoy,yadentro,Linnetlehizoungestoparaquecerraselapuerta.Entoncessedesplomóenunasillaysesentófrenteaél.

Linnet se dirigió al detective sin usar preámbulos de ninguna clase.Congranfluidezdijo:

—He oído hablar de usted, monsieur. Sé que es usted un hombreinteligentísimoytengolanecesidadapremiantedeunhombrecomoustedenestosmomentos.Tengolaseguridaddequeustedmeayudará.

Poirotinclinólacabeza.

—Me confunde con sus elogios y con su confianza, madame. Pero veausted,estoydevacaciones, locualquieredecirquenoatenderéningúncasoprofesional.

—Podríamosllegaraunacuerdo.

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No lo dijo en tono ofensivo. Estas palabras expresaban solamente lacallada confianza de una joven que jamás había encontrado nada que nopudiesearreglarasuenterasatisfacción.

LinnetDoylecontinuó:

—Estoy siendo objeto, monsieur Poirot, de una intolerable persecución.¡Esta persecución estúpida tiene que cesar!Mi opinión era haber puesto enantecedentes a la policía para que ella se encargara del caso, pero,mi…mimaridocreequelapolicíaseráineficazenesteasunto…

—Talvezsiustedmediesemásdetalles,madame…

—Oh,sí,loharé.Perolacosaesbiensimple.

Ni una duda, ni un balbuceo. Linnet Doyle tenía un cerebro financiero.Solamentesedetuvouninstanteparaexponerloshechosconcisamente.

—Antesdequeyoconocieseamimarido,élestabaprometidoalaseñoritaBellefort. Era también muy amiga mía. Mi marido rompió su proyectadoenlaceconella.Nocongeniaban.Ella,lamentodecirlo,lotomóporlotrágico.Yo lo siento mucho, en verdad, pero estas cosas no pueden evitarse. LaseñoritaBellefortnoshizoobjetoamíyamimaridodeciertas…amenazasalas cuales no hicimos el menor caso y que, justo es decir, no ha intentadollevaracabo.Peroenvezdeeso,haadoptadolaextrañaideadeseguirnospordondequieraquevamos.

Poirotenarcólascejas.

—Esunavenganzainaudita.

—Inauditayridícula.Pero,almismotiempo,estambiénfastidiosa.

Semordióloslabios.

Poirotsonrióensilencio.

—Sí—dijo tras una pausa—.Me lo imagino. ¿Usted está, según tengoentendido,enviajedelunademiel?

—Sí, pero como le iba diciendo, se nos presentó por primera vez enVenecia,encasadeDanielli.Creíaquese tratabadeunameracoincidencia.Algoembarazoso,peroesofuetodo.LuegovolvimosaencontrárnoslaabordodelmismobarcoquenoscondujoaBrindisi.PresumimosqueibaaPalestina.La dejamos en el barco, según creíamos, pero cuando llegamos al hotel«Mena»estabayaallí,esperándonos.

Poirothizoungestodecomprensión.

—¿Yahora?

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—RemontamoselNiloenbarco.Casiesperabaencontrarlaabordo.Alverquenoestabaallí,supusequehabíacejadoensu…chiquillada.Perocuandodesembarcamosaquí,yaestabaesperándonos.

—¿Teme usted entonces que continúe indefinidamente este estado decosas?

—Sí —hizo una pausa—. Naturalmente, ello ya es bastante idiota.Jacquelineseestáponiendomuchasvecesen ridículo.Mesorprendequenoposeamásamorpropio…másdignidad.

—Hay veces,madame, en que el orgullo y la dignidad… se dejan a unlado.Existenemocionesmuchomás…fuertes.

—Sí,esposible—dijoLinnet,impaciente—.Pero…¿quéventajalepuedeproporcionarestaconducta?

—Nosiempreseobraenesperadeunaventaja.

Algo imperceptible en el tono del detective impresionó a Linnetdesagradablemente.Enrojecióydijoconvozatropellada:

—Tieneustedmucha razón.Perounadiscusióndemotivosestá fueradelugar.Loesencialesqueesotienequeterminar.

—¿Ycómocreeustedpoderconseguirlo,madame?—preguntóPoirot.

—Bien, naturalmente;mimaridoyyonopodemos continuar soportandodurante mucho tiempo todo este… fastidio. Debe haber alguna disposiciónlegalenquepodamosapoyarnosparaimpedirlo.

Hablabaimpacientemente.Poirotlamiró,pensativo,ypreguntó:

—¿Le ha hecho objeto de amenazas en público? ¿Ha usado un lenguajeinsultantealdirigirseausted?¿Haintentadoinfligirlealgúndañocorporal?

—No.

—Entonces, francamente,madame,no creoquepuedahacernada contraella.Si laseñoritadeBellefortsecomplaceenvisitarciertos lugaresyda lacasualidaddequeesoslugaressonlosmismosqueustedysumaridovisitan…

—¿Luegonopuedohacernada,absolutamentenada?

LavozdeLinnetconteníaunanotadeincredulidad.

—Nada que yo sepa. Mademoiselle de Bellefort está en su perfectoderechodeobrarcomolohace.

—Pero…esto es enloquecedor.No puedo tolerar tener que transigir conesto.

Page 44: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—Lacompadezco,madame.Sobretodoporquemeimaginoquenosehaencontradomuchasvecesenlasituacióndetenerquetransigir.

Linnetexclamóconelceñofruncido:

—¡Debedehaberalgúnmododeevitarlo!

Poirotseencogiódehombros.

—Puedemarcharse…irseaotrositiocualquiera—sugirióPoirot.

—Nosseguiría.

—Posiblementesí…

—¿Yporquéhedemarcharme?¿Porquécontinuarestavidacomosi…?

Seinterrumpió.

—Exactamente,madame.Comosi…Tieneustedrazónenloquepiensa.

Poirotcambióde tono.Se inclinóhaciadelante.Suvozeraconfidencial.Dijosuavemente:

—¿Quéquiereusteddecir?

—¿Porquésepreocupatanto,madame?

—¿Por qué…? Porque esto me enloquece. Porque es irritante hasta elúltimogrado.¡Lehedichoporqué!

Poirotmoviólacabezanegativamente.

—Nadadeeso.

—¿Quéquiereusteddecir?

Poirot se acomodó en su sillón, cruzó los brazos y empezó a hablar contonoimpersonal,conciso.

—Escuche,madame,voya contarleunahistoria.Undía, haceunmesodos, estaba comiendo enun restaurantedeLondres.Enunamesa junto a lamía sentábansedospersonas: unhombreyunamuchacha.Eran felices o loaparentaban;estabanenamoradísimoselunodelotro.Hablabande lo futurocon gran confianza.No es que yo escuchase lo que nome interesaba; peroelloshablabanenvozaltaynolesimportabaquelesoyesenono.Elhombreme daba la espalda, pero veía perfectamente la cara de la muchacha. Suemoción era intensa. Estaba enamorada, había entregado al hombre sucorazón,sualma,ynoparecíadeesasqueamansuperficialmenteyamenudo.Su amor parecía eterno como la vida y lamuerte. Se habían comprometidopara casarse y discutían dónde pasarían la luna de miel. Planearon venir aEgipto.—Hizounapausa.

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Linnetdijoconsequedad:

—¿Ybien?

Poirotcontinuó:

—Ha transcurrido un mes o dos, pero no puedo olvidar el rostro de lamuchacha.Séquelarecordarésilaveootravez.Yreconocerétambiénlavozdel hombre. Creo,madame, que usted adivinará dónde oiré esta voz y veréaquelrostro…aquí,enEgipto.Elhombreestáensulunademiel…peroconotramujer.

Linnethablóconvozcortante:

—Bien,¿yqué?Yahabíamencionadoyotodoeso.

—Loshechos,sí.

—¿Quéomitíentonces?

—Lamuchacha del restaurante mencionó el nombre de una amiga, unaamigaqueellateníalaseguridaddequenolaabandonaría.Yesaamiga,creoqueeraustedmisma,madame.

Linnetenrojeció.

—Sí.Yaledijequehabíamossidoamigas.

—Yellateníaunaconfianzaciegaenusted.

—Enefecto.

Hizo una pausa. Luego, como Poirot no parecía dispuesto a continuarhablando,prosiguió:

—Claroquetodoestoesmuylamentable,peronotienenadadeparticular.Hasucedidoentodoslostiemposyentodaslasocasiones.

—Sí, desde luego, ha sucedido en todos los tiempos… Usted esprotestante,¿noesverdad?

—Sí—respondióLinnetasombradaporestapregunta.

—Entonces habrá oído leer los pasajes de la Biblia en la iglesia. OiríahablardelreyDavidydelricoqueteníaenormesrebañosydelpobrequenoteníamásqueunaovejitablanca…ycómoelricoarrebatóalpobresuúnicaoveja.Enefecto…soncosasquehansucedidoentodoslostiempos,madame.

Linnetselevantó.Losojoslellameabandecólera.

—Comprendoperfectamenteloquequieredaraentender.Queyolerobéel novio a mi amiga. Considerando el asunto sentimentalmente…, que escomolaspersonasdesuviejageneraciónmiranestascosas…,posiblementees

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verdad. Pero la realidad estricta es muy distinta. No niego que Jacquelineestuviese locamente enamoradadeSimon,peronopuedeusted afirmarbajojuramentoqueSimonloestuviesedeella.Aél legustabamuchoJacqueline,pero creo que antes de conocerme ya se había dado cuenta de su error.Considéreloimparcialmente,monsieur.Simonrecapacitóyvioqueeraamíaquienamaba.¿Yquéhizo?¿Debíaserheroicamentenobleydesposarseconlamujeraquienyanoamabaenabsoluto,yarruinardeestaformalaexistenciadetrespersonas,yaqueesdudosoquehubierapodidohacerfelizaJacquelineen estas circunstancias? Si él hubiese estado casado con ella cuando meconoció, accedoa reconocerque sudeberpodíahaber sidopermanecera sulado,aunquenoestoymuyseguradeque lohiciese.Cuandounapersonaesdesgraciada,laotrasufretambién.Perounapromesadematrimonionoesuncompromisoreal;así,pues,fuenecesariohacerfrentealconflictoantesdequefuese demasiado tarde… Admito que fue terriblemente doloroso paraJacqueline…perosucedióasí.Erainevitable.

—Yaquisierasaber…

—¿Quéibaadecir?

—Esoesmuyrazonable,muylógico,peronoexplicaunacosa.

—¿Quécosa?

—Su propia actitud,madame.Mire, esta persecución puede considerarlabajodosaspectos;puedecausarlemolestiasopuededespertarlapiedadalvercuán terriblemente ha sufrido su amiga ante el cambio súbito de lossentimientos de su novio. Sufrimiento que le ha hecho despreciar todas lasconvenienciassociales.Peronoesasícomoustedconsiderasuconducta; surelación,madame, lehacemirarlacomointolerable,y,¿porqué…?Sóloporunarazón…porqueustedexperimentaunasensacióndeculpabilidad.

Linnetseestremeciódeira.

—¿Cómoseatreve,señorPoirot?Realmenteseexcededemasiado…

—Es que yo soy muy atrevido, madame. Permítame que le hable confranqueza. Tengo la convicción de que aunque usted quiere disfrazarse loshechos a usted misma, reconoce interiormente que arrebató con todadeliberación el futuro marido a su amiga. Admite usted que se sintióirrefrenablemente atraída hacia él, que vaciló cuando se dio cuenta de quetenía que elegir entre ocultar sus sentimientos o confesarlos.Y la iniciativapartió de usted, madame, no del señor Doyle. Es usted rica, inteligente,encantadora. Pudo haber velado sus encantos, pero por el contrario, losdesplegócontodasuenloquecedoramagnitud.Ustedteníatodocuantolavidapuedeofrecer.Laexistenciadesuamigaestaba limitadaaunasolapersona.Usted lo sabía; pero aunque vaciló, no retiró la mano. Por el contrario, la

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extendió,y,comoelricodelaBiblia,seapoderódelaúnicaovejadelpobre.

Hubounsilencioprofundo.Linnetsereprimióconunesfuerzodevoluntadydijoconfrialdad:

—Todoestoestáfueradelacuestión.

—No,no,nadadeeso.Estoyexplicandoaustedporqué las aparicionesinesperadasde la señoritaBellefort la afligen tanto.Esporqueaunqueusteddigaquesusaccioneslaridiculizan,usted,enlomásíntimodesuconciencia,reconocequeellatienetodalarazón.

—¡Esonoesverdad!

Poirotseencogiódehombros.

—Rehúsasersinceraconsigomisma.

—Nadadeeso.

—Quisieradecir tambiénqueustedha tenidounavida feliz,queha sidogenerosaybondadosaensusaccionesconotraspersonas.

—Heintentadoserlo.

Lacóleraylaimpacienciamurieronensurostro.Hablabaahoracongransimplicidad,sinrencor.

—Es precisamente por esta razón, por lo que el sentimiento de que hacausadoustedundañoaunapersonadeliberadamente,lamortificatantoyporlo que le cuesta tanto trabajo admitir el hecho. Perdóneme si he sidoimpertinente,perolapsicologíaeselfactormásimportanteenestecaso.

Linnetdijolentamente:

—Aun suponiendo que lo que dice usted sea verdad, cosa que yo noadmito…,¿quépodemoshacerahora?Nosepuedemodificarlopasado;hayqueaceptarlascosastalcomoson.

—Tiene usted un sentido común muy sutil, madame. En efecto, no sepuede volver a lo pasado. Hay que aceptar las cosas tal como son. Pero,madame, de esto se deduce también algo…Hay que resignarse a sufrir lasconsecuenciasdelasaccionespasadas.

—¿Quiere usted decir, pues, que no podemos hacer nada?—dijoLinnetincrédulamente.

—Debearmarsedevalorparaafrontarlo,madame.Ésaesmiopinión.

Linnetdijoarrastrandolassílabas:

—¿NopodríaustedhablaraJacqueline…alaseñoritaBellefortyhacerla

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entrarenrazón?

—Podríahablarconella,enefecto.Loharésiustedmelosuplica,peronoconfíe en el resultado. Mademoiselle de Bellefort se encuentra bajo laimpresióndeunaideafijaynadiepodráapartarladelalíneadeconductaquesehatrazado.

—Peroustedpodráhaceralgoparaalejarladenosotros.

—TalvezfuesemejorquesemarchasenustedesaInglaterracuantoantesyseestablecieranensupropiaresidencia.

—Aunasí,creoqueJacquelineseríacapazdeseguirnosyseguirmeelpasocadavezqueyosalieradecasa.

—Esverdad.

—Además—añadióLinnet—,nocreoqueSimonaccedieseahuir.

—¿Cuáleslaactituddesuesposo?

—Estáfurioso…simplementefurioso.

Poirotmoviólacabeza,algopensativo.

—¿Lehablaráusted?

—Sí,lehablaré.Perotengolaconviccióndequenoconseguirénada.

Linnetdijoconviolencia:

—Jacquelineesextraordinaria.Nadieescapazdeadivinarloquehará.

—Haceunmomentomehabló usted de ciertas amenazas de que le hizoobjeto.¿Puededecirmeenquéconsistieronesasamenazas?

Linnetseencogiódehombros.

—Meamenazó…conmatarnosalosdos.Jacquelinetienealgodeorientalaveces.

—Yaloveo—lavozdePoiroteragrave.

Linnetsevolvióhaciaél,intentandopersuadirle.

—¿Loharáustedpormí?

—No, madame —el tono del detective era duro—. No acepto ningunacomisióndeusted.Loharépor interésde lahumanidad.Esoes.Estamosenuna situación llena de dificultades y de peligros. Haré lo que pueda poresclarecerla…peronotengogranconfianzaenmisprobabilidadesdeéxito.

LinnetDoylemurmurólentamente:

—¿Ynoloharápormí?

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—No,madame—replicóHérculesPoirot.

CAPITULO5

Hércules Poirot encontró a Jacqueline sentada sobre las rocas frente alNilo.Estabaconvencidodequelamuchachanosehabríaretiradoadormiryquelaencontraríaenalgúnsitiodelosalrededoresdelhotel.

Estaba sentada con la barbilla apoyada en lasmanos. No semolestó envolverlacabezaaloírlospasosdePoirot,queseaproximaba.

—Mademoiselle de Bellefort—dijo Poirot—. ¿Quiere permitirle que ledigaunaspalabras?

Jacquelinevolvió lacabeza ligeramente.Unadébilsonrisaentreabriósuslabios.

—Ciertamente—dijo—.¿EsustedmonsieurHérculesPoirot,verdad?¿Mepermite, a mi vez, que adivine algo? Obra usted a instancias de la señoraDoyle,quelehaprometidounarecompensacrecidasilograllevaracabosumisión.

Poirottomóasientojuntoalamuchacha,enunbanco.

—Susuposición,mademoiselle,escorrectaenparte—dijocortésmente—.AcabodedejaralaseñoraDoyle.Peronoheaceptadoningunarecompensa,yestrictamentehablandonoactúobajosuinfluencia,seloaseguro.

—¡Oh!

Jacquelinelomidióatentamenteconlamirada.

—Entonces…,¿porquéhavenido?

LarespuestadePoirotfueotrapregunta.

—¿Mehavistoustedantes,mademoiselle,algunavez?

Ellamoviólacabeza.

—No,nolocreo.

—Sinembargo,yosí lahevistoausted.Estuvesentadomuypróximoausteden«ChezMaTante».AcompañabaaustedelseñorSimonDoyle.

Unanubeensombrecióelrostrodelamuchacha.

—Recuerdoaquellanoche…

—Desdeentonces—interrumpióPoirot—hanocurridomuchascosas.

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—Enefecto,caballero,hanocurridomuchascosas.

Ensutonoseadvertíadureza,mezcladaconamarguradesesperada.

—Mademoiselle,lehablocomoamigo.¡Entierreasusmuertos!

Ellamostrósorpresa.

—¿Quéquiereusteddecir?

—¡Olvide lopasado! ¡Vuelva susojos a lo futuro! ¡Loque sehahecho,hechoestá!Sutristeza,suamargura,nopodránremediarlo.

—Estoyseguradequesisiguierasuconsejo,Linnetsealegraríamucho.

—Nopiensoenellaenestemomento.¡Estoypensandoenusted!Ustedhasufridomucho,indudablemente,peroconloqueestáhaciendonoconseguirámásqueprolongarsussufrimientos.

Lajovenmoviólacabeza.

—Seequivocausted.Hayveces…quecasimedivierto.

—Pueseso,mademoiselle,eslopeordetodo.

Ellaalzólacabeza,rápida.

—No es usted estúpido—dijo—. Empiezo a creer que intenta usted seramable.

—Vuelva a casa, mademoiselle. Es usted joven, inteligente… Tiene elmundofrenteausted.

Jacquelinemoviólacabezamuydespacio.

—Onomecomprendeonoquierecomprenderme.Simonesmimundo.

—El amor no lo es todo, mademoiselle. Sólo cuando somos jóvenes locreemosasí.

—No lo comprende —le lanzó una mirada rápida—. Lo sabe todo,¿verdad?¿HahabladoconLinnet…?Estuvoenelrestauranteaquellanoche.Simonyyonosamábamos.

—Séqueustedleamaba.

Jacquelinecogióalvueloloqueseocultabatraslaspalabrasdeldetective.Repitióconénfasis:

—Nosamábamos.YyoqueríaaLinnet…confiabaenella…Eramimejoramiga. Durante toda su vida, Linnet pudo comprar todo lo que le apetecía.CuandovioaSimon,lodeseóyloconquistó.

—Yél…,¿sedejócomprar?

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Jacquelinemoviólentamentelacabeza.

—No, no es eso precisamente. Si hubiese sido así, yo no estaría aquíahora…UstedintentasugerirmequeSimonnomerecequemepreocupeporél.SihubieseaceptadocasarseconLinnetporsudinero,tendríaustedrazón.Peronosecasóporsudinero…Esmáscomplicadoqueeso.Hayelembrujo,la atracción física, y el dinero ayuda mucho. Linnet tiene una atmósferapropia…Eralareinadeunpaísinexistente, lujuriosahastalaspuntasdelosdedos…Tenía elmundoa suspies.Unode losmás ricosymásenvidiadosparesdeInglaterraquisocasarseconella…Yellasedecidióporeloscuroypobre Simon Doyle… ¿Extraña usted que esto trastornara el seso aldesgraciadoSimon?—hizoungestorepentino—.Mirelaluna,allíarriba.Laveperfectamente,¿verdad?Existeenrealidad.Perosiaparecieseahoraelsol,la luna dejaría de brillar, y usted no lograría verla aunque lo intentase. Asíocurrió…Yoeralaluna…Cuandoelsolsalió,Simonnopudovermemás…Quedóencandilado.Nopodíavermásqueelsol…Linnet.

Hizounapausayprosiguió:

—Así, pues, fue el embrujo, el brillo de Linnet lo que se le subió a lacabeza. Además, intervino también su confianza en sí misma, que difundeconfianza a los demás. Simon era… débil tal vez, pero muy simple, muyinocente.MehabríaamadoamísiLinnetnohubieseaparecidoparasubirleensucarrodeoro.Ytengolaseguridaddequeélnolahubieseamadojamássiellanosehubiesepropuestoquelohiciera.

—Sí,esoesloqueustedpiensa.

—Losé.Élmeamabaamí…,meamarásiempre.

—¿Ahoratambién?

Unarespuestarápidaparecióalzarsehastasuslabios,peroalllegaraellosmurió.Miró a Poirot y su rostro se tiñó de rojo subido, ardiente.Desvió lamirada,reclinólacabezaydijoconvozimperceptible:

—Sí,yasé.Ahorameodia.Meodia…Peroquetengacuidado.

Con un gesto rápido hurgó en un saquito de seda que tenía a su lado.Luegosacólamano.Ensupalmaaparecióunapistolitaconpuñodenácar…Parecíadejuguete.

—Es una cosita preciosa, ¿verdad?—dijo—. Parece demasiado pequeñaparaserunarmamortal…,peroloes.Unadeesasbalastanminúsculaspuedetronchar lavidadeunhombre…odeunamujer.Yo tiromuybien.Compréeste juguetitocuandosucedióaquello.Teníaelpropósitodemataraunaoaotro, pero no llegué a decidirme por cuál de ellos. Los dos a la vez nomehabríanproporcionadosatisfacciónalguna.Sihubiesecreídopoderasustara

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Linnet… Pero ella posee gran valor físico. Es capaz de resistir a cualquieratentadoviolento.Yentonces…decidíesperar.Estomeseducíacadavezmás.Despuésdetodo,podíaejecutarmiprimitivaideaalaprimeraocasión…Seríapreferible esperar y… pensarlo bien. Doquiera que fuesen, por lejos queestuviese el lugar por ellos elegido, me encontrarían; allí donde seconsiderasen solos para gozar plenamente su felicidad…me verían cuandomenos lo esperasen. ¡Y esto hace efecto! Ella no puede hacer nada porevitarlo… Yo me comporto siempre con perfecta urbanidad, con cortesíaexquisita…Niunapalabradereproche,niunasúplica,niunaamenaza…Lesestoyenvenenandolaexistencia…Estoydestrozandopocoapocosusnervios.

Poirotasióalamuchachaporelbrazo.

—¡Cállese…!¡Cállese,ledigo!

Jacquelinelemiró.

—¡Ybien!

Susonrisaerafrancamenteprovocativa.

—¡Señorita: le ruegoencarecidamente, le suplicocon todahumildadquenocontinúeensuspropósitos!

—¿QuieredecirquedejeaLinnettranquila?

—Algomásqueeso.¡Noabrasucorazónalmal!

Unaexpresióndeasombroaparecióenlosojosdelamuchacha.

Poirotcontinuógravemente:

—Porque si lo hace, el mal vendrá… Sí; con toda seguridad: vendrá.Entrará en su corazón, formará en él sumorada y a los pocos instantes nohabráfuerzahumanaquelodesaloje…

—Ustednopuedeimpedírmelo.

—No—asintióPoirot—,nopuedoimpedírselo.

—Aunenelcasodequeintentasematarla,nopodríaevitarlousted.

—No,desdeluego;peroustedpagaríaelprecio…

JacquelineBellefortsoltóunarisita.

—No me asusta la muerte. ¿Para qué quiero vivir después de esto?Supongoqueustedcreeequivocadoelmataraunapersonaquelehaheridodemuerte,queleharobadoloquemásqueríaenestemundo.

—Sí,mademoiselle,creoquemataresundelitoimperdonable.

Jacquelineriodenuevo.

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—Entoncesnotieneustedmásremedioqueaprobarmiastutosistemadevenganza. Porque vea usted… mientras produzca su efecto, no usaré lapistola… Pero me da miedo… Hay veces que lo veo todo rojo… En esosmomentos desearía con toda mi alma poder hacerla sufrir, enterrando uncuchilloen sucorazón…oacercarmidiminutapistola a su sienyentoncesoprimirelgatillolentamente,suavemente…¡Oh!…—gritódesúbito.

Laexclamaciónsobresaltóaldetective.

—¿Quéeseso,mademoiselle?

Ellahabíavueltolacabezayescudriñabaenlaoscuridad.

—Alguienestáahí.Ahorasehamarchado.

Hércules Poirot ojeó minuciosamente los alrededores. El lugar aparecíadesierto.

—Aquí,yodiríaquenohaynadiemásquenosotros,mademoiselle.

Selevantó.

—Detodasformas,yalehedichotodoloqueteníaquedecirle.¡Buenasnoches!

—Buenasnoches,monsieur.

Élmoviólacabezatristementeylasiguióhaciaelhotel.

CAPITULO6

Alamañana siguiente,SimonDoyle seacercóaHérculesPoirot cuandoésteabandonabaelhotelparadirigirsealaciudad.

—Buenosdías,señorPoirot.

—Buenosdías,señorDoyle.

—¿Vaustedalaciudad?¿Mepermitequevayaconusted?

—Ciertamente.Meencantará.

Los dos hombres, andando al mismo paso, atravesaron la verja ypenetraron en la fresca sombra de los jardines. Entonces, Simon se quitó lapipadelabocayhabló:

—Tengoentendidoquemimujercelebróanocheunalargaconferenciaconusted.

—Enefecto…

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SimonDoylearrugóelentrecejo.Pertenecíaaesaespeciedehombresdeacciónaquieneslesresultadifíciltraducirsuspensamientosenpalabrasylescuestaímprobosesfuerzosexpresarseconclaridad.

—Me complace una cosa —dijo—. Le ha hecho comprender que nopodemoshacernadaenesteasunto.

—Nohayningúnmediolegalparaimpedirlo—repusoPoirot.

—Exactamente. Linnet ha sido educada en la creencia de que cualquierdificultadpuedereferirseautomáticamentealapolicía.

Poirotinclinólacabezagravemente,peronodijonada.

—Hablóustedcon…Jacqueline,conlaseñoritaBellefort.¿Verdad?

—Sí,habléconella.

—¿Consiguióhacerlaentrarenrazón?

—Metemoqueno.

Simonestalló,iracundo:

—¿No se da ella cuenta de lo que está haciendo? ¿No ve que ningunamujerdecentesehabríacomportadoasí…?¿Carecedeamorpropio?

Poirotseencogiódehombros.

—Notienemásideaqueelsentimientodesuofensa—replicó.

—Sí,peromalditasea,lasmuchachasdecentesnoobranasí.Admitoquesemeculpeamí.La tratémuymal.Comprenderíaquemeodiaseyquenoquisiese volver a verme.Pero esta persecucióndequenoshaceobjeto es…indecente.¡Quéespectáculocontinuoelsuyo!¿Quédiablosesperaconseguircontodoeso?

—Vengarse,talvez.

—Absurdo. Realmente, comprendería mejor que ella hubiese intentadoalgomelodramático…comodispararsobremíoalgoporelestilo.

—Ustedquieredecirqueesohabríasidomáspropiodeella.Tienerazón.

—Eso es precisamente. Ella tiene la sangre ardiente y un temperamentoingobernable. No me hubiese sorprendido nada de ella en un momento derabia.Peroesteprocedimientocomodeespionaje…—moviólacabeza.

—Esmássutil.¡Esinteligente!

Doylelemiróconfijeza.

—Nolocomprende,señor.EstádestrozandolosnerviosdeLinnet.

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—¿Ylosdeusted?

Simonselequedómirandosorprendido.

—¿Losmíos?¡Megustaríaromperleelcuello!

—¿Noquedaentoncesnadaenusteddeaquelsentimientodeantaño?

—Mi querido señor Poirot, ¿cómo podría explicárselo? Es como la lunacuandosaleelsol.Quedaunodeslumbrado.CuandoyoviaLinnet,Jacquelinedejódeexistir.

—Tiens!C’estdrôleça—murmuróPoirot.

—¿Decíausted?

—Susímilmehainteresado.Esoestodo.

Simondijo,ruborizándosedenuevo:

—SupongoqueJacquelinelehabrádichoqueyomecaséconLinnetporsudinero.Puesbien, ¡esoesunamentiraabominable!Nomehabríacasadoconnadieporsudinero.LoqueJacquelinepareceincapazdecomprendereslo insoportableque resultaparaunhombreverse incesantemente rodeadodemimos,halagos,cariciasempalagosas,comoamímeocurríaconella.

—Unquiaimeetunequeselaisseaimer—murmuróPoirot.

—¿Eh…?¿Quédiceusted?¿Ustednocomprendetampocoqueaborrezcaaunamujerqueseinteresaporunhombremásqueélporella?—suvozsehacía más ardiente a medida que hablaba—. Un hombre no quiere sentirsedominado en cuerpo y alma. ¡Esa condenada actitud de posesión! «¡Estehombre es mío, me pertenece!». ¡Eso no lo podía soportar, no hay ningúnhombrequehubiesepodidosufrirlo!Sehabríafugado.Habríaqueridoposeerasumujer…noqueellalehubieseposeídoaél.

Se interrumpió y, con dedos que temblaban ligeramente, encendió uncigarrillo.

—¿YfueronesossussentimientoshacialaseñoritaJacqueline?

—¿Eh?—Simonquedómirandoaldetectiveyluegoañadió—.Pues…sí.Asífue.Ellanosedacuentadeeso.Yyotampocoselohabríadicho.Peroyame estaba cansando y entonces… encontré a Linnet… Ella me allanó elcamino. Jamás había visto nada tan encantador. Fue inexplicable. Todo elmundoagasajándolayellameeligióamí,pobrediablo.

Sutonoerapuerilyexpresabaunverdaderoéxtasis.

—Sí,yaveo—dijoPoirot.

—¿Por qué no toma Jacqueline las cosas como un hombre?—preguntó

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Simonconresentimiento.

UnasonrisaleveentreabrióloslabiosdePoirot.

—Talvezporqueellaesunamujer.

—No, no; quiero decir que debiera haber aceptado su derrota como unaverdadera deportista. Después de todo, hay que tragar las medicinas poramargasquesean.Lafaltaessólomía,loconfieso.Peroasíes.Siustedsedacuentadequeyanoleinteresaunamujerseríaidiotacasarseconella.YahorameestoydandocuentadequeheescapadodeunabuenaalverlatenacidadyelcarácterdeJacqueline.

—¿UstedconocelosproyectosdelaseñoritaBellefort?

—No…porlomenos…¿Quéquiereusteddecir?

—Ustednoignoraquellevasiempreunapistolaconsigo.

Simonfruncióelentrecejo;luegomoviólacabezanegativamente.

—Nocreoquelause…porahora.Lohabríahechoantes.Diríasequeyaha pasado elmomento psicológico. Se limita a esperar… no sé qué… peroespera…

Poirotseencogiódehombros.

—Talveztengarazón—dijoconunmarcadoacentodeduda.

—No temo que Jacqueline se comportemelodramáticamente disparandosobre uno de nosotros, pero este continuo espionaje y esta persecuciónenloqueceránaLinnet.Lediréelplanquehemosproyectadoytalvezpuedasugerirnos algunos cambios. Para empezar, le diré que he anunciadopúblicamentequepensamospermaneceraquídiezdías.PeromañanaelvaporKarnak saldrá de Shellal con destino aWadi Halfa. Nos proponemos sacarnuestros pasajes con nombres supuestos. Mañana iremos de excursión aPhilas. La doncella de Linnet llevará el equipaje. Tomaremos el Karnak enShellal. Cuando Jacqueline se dé cuenta de que no volvemos, será yademasiadotarde…

—Está bien ideado. Pero supongamos que ella espera aquí hasta queustedesregresen.

—Talveznovolvamos.IremosaKartumyluego,porvíaaérea,aKenya.EllanopodráseguirnosportodoelGlobo.

—Desde luego, ha de llegar un momento en que lo impidan razonesfinancieras.Ellatienepocodinero,segúntengoentendido.

Simonlemiróconadmiración.

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—¡Es usted endiabladamente inteligente, señor Poirot! Yo no habíapensadoeneso.Enefecto,Jacquelineespobre.

—Así,pues,notardaráenquedarseexhausta,sinrecursos.

—Sí…

Simonparpadeóintranquilo.Aquelpensamientoparecíaalarmarle.Poirotlevigilaba.

—No—observó—;noesunaideamuyrisueña.

Simonbarbotócolérico:

—Peroyonopuedoevitarlo—añadió—:¿Quéleparecemiplan?

—Creoquepuededarresultado.Peroes,indudablemente,unaretirada.

Simonenrojeció:

—¿Quieredecirque…huimos?Sí,esverdad.PeroLinnet…

Poirotlemirófijamente.Hizoungestodeasentimiento.

—Es posible que, como usted dice, sea lo mejor. Pero no olvide quemademoiselleBellefortnoestonta.

Simondijosombríamente:

—Algúndíanosplantaremosyleharemosfrente.Suactitudnotienenadaderazonable.

—¡Razonable,monDieu!—exclamóPoirot.

—No hay ninguna razón para que las mujeres no se conduzcan comoverdaderosseresracionales—dijoSimon,conaireestólido.

Poirotrepusosecamente:

—Confrecuenciaesasí.Esalgoextraordinario.YotambiénviajaréenelKarnak.Formapartedemiitinerario.

—¡Oh!—Simondudó,perotrasunmomentodereflexióndijoescogiendolaspalabrasconciertoembarazo—:¡Esadecisiónno…sedeberá…anuestracausa!Quierodecir…quierodecir…quenoquisiera…

Poirotlodesengañóenpocaspalabras.

—No, nada de eso. Lo tenía proyectado desde que abandoné Londres.Siempreacostumbroforjarmisplanesporanticipado.

—¿Nosetrasladaentoncesdeunlugaraotrosegúnselevaocurriendo?¿Noseríanasímásagradableslosviajes?

—Tal vez. Pero para tener éxito en esta vida, hay que cuidar

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minuciosamentetodoslosdetallesantesdeemprenderalgo.

—Asíobranlosasesinosmáshábiles,supongo—dijoSimonriendo.

—Sí,aunquehedeconfesarqueelcrimenmásbrillantequeyorecuerdoyuno de losmás difíciles de resolver fue cometido a impulsos del momentopsicológico.

Simonrogó,coningenuidaddechiquillo:

—EsperoquenoscontaráalgunosdesuscasosabordodelKarnak.

—No,esoseríatentaraldiablo.

—Pero vale la pena. La señora Allerton dice que sus aventuras sonmaravillosas.Estádeseandoasirlaocasiónparainterrogarle.

—¿LaseñoraAllerton?¿Esesaseñoradecabellosgrises,tanatractiva,quetieneunhijotancariñosoparaella?

—Sí,ellatambiénvendráenelKarnak.

—¿Sabeellaqueusted…?

—Claroqueno.Nadielosabe.Hedecididoenunprincipionoconfiarennadie.

—Éseesunsentimientoadmirable.Yoloheadoptadosiempre.Yrespectoaltercermiembrodesubanda,eseseñordelcabellogris…

—¿Pennington?

—Sí.¿Viajaráconustedes?

Simondijoceñudo:

—Noesmuyusualenunalunademiel…,¿noesesoloqueustedpiensa?PenningtoneselapoderadoamericanodeLinnet.NosencontramosconélenElCairoporcasualidad.

—Ahvraiment! ¿Mepermiteunapregunta?¿Esmayordeedadmadamevotrefemme?

—Aúnnotienelosveintiuno,peronotuvoquepedirelconsentimientoanadieparacasarseconmigo.Fue lagransorpresaparaPennington.PartiódeNuevaYorkenelGermanicdosdíasantesdequellegaseallílacartaenlaqueLinnetlenotificabanuestroenlace.Porconsiguiente,nosabíaunapalabradeello.

—ElGermanic…—murmuróPoirot.

—Fuelamayorsorpresadesuvida,cuandonostropezamosconélenElCairo.

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—¡Debiódeserunaauténticacoincidencia!

—Sí, y nos enteramos de que él también venía a dar una vuelta por elNilo…Así,pues,vamostodosjuntos.¿Quéremedionosquedaba?Además…hasidounconsueloenciertosmomentos—parecióalgoconfundidodenuevo—.Veausted.Linnetestabasiempreintranquila,pensandoenqueJacquelinesepresentaríacuandomenos loesperásemos.Mientrasestábamossolos,estoconstituíanuestroúnico temadeconversación.AndrésPenningtonnosesdegranayudaenesteaspecto,porqueconéltenemosquehablardeotrascosas.

—¿SuseñoranosehaconfiadoamonsieurPennington?

—No—lamandíbuladeSimonseirguióagresiva—.Estonoleimportaanadie… Además, cuando emprendimos el viaje al Nilo, creíamos que yahabríaacabadotodo.

Poirotmoviólacabeza.

—Todavíanohaterminado.No,elfinnohallegadoaún.Estoyseguro.

—Hededecirle,señorPoirot,quenoesusteddelosquedanánimos.

Poirotlomidióconlamirada,conunlevesentimientodeirritación.Pensóensu interior:«Losanglosajonesno tomanenseriomásque los juegos.Notienenremedio».

LinnetDoyle…oJacquelinedeBellefort…cualquieradelasdosdabanalasunto la importanciaque tenía.Peroen laactituddeSimonnoseveíamásquelaimpacienciaylacóleradelmacho.

Dijotrasunapausa:

—Permítameunapreguntaimpertinente.¿PartiódeustedlaideadeveniraEgiptoapasarlalunademiel?

Simonenrojeció.

—No,naturalmentequeno.Puedeusteddarpordescontadoqueyohabríaelegido cualquier otro sitio. Pero Linnet se empeñó. Y, claro… yo…—seinterrumpió,confundido.

—Sí,sí,locomprendo—dijoPoirotgravemente.

SedabacuentadequesiLinnetsedecidíaahaceralgonohabíaquienseloimpidiera.

Sedijoasímismo:«Yaheoídoelcasorelatadoportrespartesinteresadas.Linnet Doyle… Jacqueline de Bellefort… y Simon Doyle. ¿Cuál dice laverdad?».

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CAPITULO7

Simon Doyle y Linnet Ridgeway salieron para su expedición a Philasalrededordelasoncedelamañanasiguiente.JacquelinedeBellefort,sentadaenelbalcóndelhotel, lesobservabacuandopartieronenelpintorescobarcodevela.Loqueellanoviofueunautomóvilcargadoconelequipajeyenelcualibaunadoncelladelánguidamirada,queatravesólapuertadelanteradelhotelyvolvióaladerechaendirecciónaShellal.

HérculesPoirotdecidiópasarlasdoshorasquefaltabanparaelalmuerzoenlaislaElefantina,situadafrentealhotel.

Descendióhastaelembarcadero.Habíadoshombresquesubíanenaquelmomentoaunodelosbotesdelhotel,yPoirotseunióaellos.Loshombreseranindudablementedesconocidosentresí.Elmásjoven,deelevadaestaturay cabello oscuro, rostro delgado y mandíbula prominente. Llevaba unospantalonesdefranelagris,extremadamentesucios,yunjerseydepolo,dealtocuello,singularmenteinadecuadoparaaquelclima.Elotroeraunindividuodemediana edad, ligeramente grueso, que no perdió el tiempopara iniciar unaconversaciónconPoirotenun inglés idiomático,peroun tantochapurreado.Lejos de tomar parte en la conversación, el más joven de los dos hombreslanzó un gruñido y volviéndoles la espalda se dispuso a admirar la agilidadconqueelboteronubioconducíaeltimónconlospiesmientrasempleabalasmanosenmanipularlasvelas.

Elaguaestabacomounabalsadeaceite.Lasuperficielisabrillantedelasrocas negras reflejaba los rayos del sol y una suave brisa acariciaba susrostros.AlcanzaronElefantina en pocos segundos, y en cuanto pusieron lospies sobre la playa, Poirot y su locuaz amigo se dirigieron derechamente alMuseo.Elúltimo sacóuna tarjetadevisitadel bolsilloy la alargó aPoirot,inclinándoselevemente.Llevabalainscripción:

GUIDORICHETTI

Archeologo

Para no sermenos, Poirot devolvió la reverencia y le entregó su tarjeta.Cumplidasestas formalidades, losdosnombresentraron juntosalMuseo, elitaliano prorrumpiendo en un torrente de informaciones eruditas. Hablabanahoraenfrancés.

El joven de los pantalones de franela atravesó distraídamente elMuseo,bostezandodevezencuandoy,finalmente,sefueagozardelairelibre.

PoirotyelsignorRichettilesiguieronpocodespués.Elitalianoexaminabalasruinassindejardehablar,peroPoirot,observandounasombrillalistadade

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verde,quereconociósobrelasrocasjuntoalrío,escapóenaquelladirección.

LaseñoraAllertonestabasentadasobreunagranrocaconuncuadernodenotasaunladoyunlibrosobreelregazo.

PoirotalzósusombrerocortésmenteyalmismotiempolaseñoraAllertoniniciólaconversación.

—Buenos días —dijo—. Veo que es imposible deshacerse de estosrepugnantesniños.

Un grupo de figuras negras la rodeaban, sonriendo todos a la vez,haciéndole muecas y extendiendo las manos implorantes al tiempo quegritabanesperanzadossuBakshishaintervaloscasiregulares.

Poirot intentó, galante, dispersar el grupo, pero no lo consiguió. Sedesparramaronparavolverinmediatamente.

—Si yo pudiera estar tranquila en Egipto, me agradaría mucho más—declarólaseñoraAllerton—.Peroaquínosepuedeestarsola…siemprehayalguien molestándome, ofreciéndome burros, collares o expediciones a lospueblosnativos,oacazarpatosopidiéndomedinerosinrodeos.

—Essumayordesventaja,esverdad—asintióPoirot.

Extendióelpañueloysesentósobreélsinprecaución.

—¿Noestásuhijoconustedestamañana?—prosiguióeldetective.

—No.Timteníaqueescribiralgunascartasantesdemarcharse.Vamosallegarhastalasegundacatarata,¿sabeusted?Serámaravillosoelverla.

—Yotambiénvoy.

—Y yo me alegro mucho. Le confieso que estoy encantada de haberleconocido.CuandoestábamosenMallorcahabíaallíunaseñorallamadaLeechy nos contaba las historias más maravillosas. Perdió un anillo cuando sebañaba,yse lamentabadequenoestuvieseustedallí.Tenía laseguridaddequeustedlohabríarecuperado.

—¡Ah!¡Parbleu,yojamáshesidobuzo!

Ambosrieroncordialmente.

LaseñoraAllertoncontinuó:

—LeviausteddesdemiventanapaseandoalolargodelacarreteraconSimonDoyleestamañana.¿Quélepareceaustedesejoven?Todosestamosexcitadísimosporcausasuya.

—¡Ah!¿Deveras?

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—Si.YasabeustedquesuenlaceconLinnetfuelamayordelassorpresas.Se suponía que ella iba a contraer matrimonio con lord Windleshaw y deprontonosenteramosdesuuniónconesehombreaquiennadieconocía.

—¿Laconoceustedbien,madame?

—No, pero tengo una prima, Juana de Southwood, que es una de susmejoresamigas.

—¡Ah, sí! He leído su nombre en la prensa —quedó silencioso unmomento,alcabodelcualprosiguió—:Esunaseñoritadelabuenasociedadqueaparececonfrecuenciaenlasinformacionesgráficasdelaprensa.

—¡Oh,sí!Esmuyhábilparahacersesupublicidad.

—¿Austednoleessimpática,madame?

—Ha sido una observación inconveniente por mi parte —la señoraAllertonparecíaarrepentida—.Mire:yoestoychapadaalaantigua.Nomeesmuysimpática,desdeluego.Ellaymihijosonbuenosamigos,sinembargo.

—Yaveo—dijoPoirot.

Suinterlocutoraledirigióunamiradarápida.Luegocambiódetópico.

—¡Quéreducidoeselnúmerodelosjóvenesaquí!Esapreciosamuchachade cabellos castaños y la atractivamadre del turbante es la única joven dellugar. Usted ha hablado con ella un buen rato, según he observado. Meinteresabastanteesachica.

—¿Yporqué,madame?

—Porque lacompadezco.Creoquesufre…Seexperimentansensacionesextrañascuandoseesjovenysensitivacomoesamuchacha.

—Sí.Esapobrepequeñanoesfeliz.

—Timyyo lo llamamos«la jovenhuraña».He intentadohablarconellauna o dos veces, pero siempreme ha eludido. Sin embargo, creo que va ahacer también la excursión al Nilo y espero que entremos en conversacióncomocompañerosdeviaje.

—Sí,esunacontingenciaposible.

—Yosoymuycomunicativa.Lagentemeinteresaunaenormidad.Todoslos tipos humanos —hizo una pausa y añadió—: Tim me dijo que esamuchacha morena… la señorita de Bellefort… estaba prometida a SimonDoyle.Debehabersidoembarazosoparaellosesteencuentro.

—Enefecto,hasidobastantedesagradable.

LaseñoraAllertonlelanzóunamiradachispeante.

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—¿Sabe usted…? Podrá parecer una tontería, pero esa muchacha measusta.Parece…tanintensa;tanardiente.

Poirotmoviólacabezaasintiendo.

—Noestáustedequivocada,madame.Unagranfuerzaemotivaessiempreaterradora.

—¿Leinteresatambiénaustedlagente,señorPoirot?¿Oreservasuinterésparaloscriminalesenpotencia?

—Madame,esacategoríanoexcluyeagrannúmerodepersonas.

LaseñoraAllertonparecíasorprendida.

—¿Creeustedesorealmente?

—Sí,cualquierapuedeconvertirseenuncriminalenunmomentodado.

—¿Yesesoloquelosdiferenciadeloscriminalesnatos?

—Naturalmente.

LaseñoraAllertondudó,antesdepreguntar,conunasonrisaenloslabios:

—¿Tambiénmeincluyeamíenesaclasificación?

—Lasmadres,madame,loolvidantodocuandovenasushijosenpeligro.

Elladijogravemente:

—Esoesverdad…Creoquetieneustedrazón.

Quedósilenciosaduranteunpardeminutos.Luegodijosonriente:

—Estoy intentando imaginar motivos para un crimen imputable acualquiera de los que se hospedan en este hotel. Es distraidísimo. SimonDoyle,porejemplo.

—Uncrimensimple…Iríadirectoasuobjetivo.Nohaysutilezaalgunaenesto.

—Yporconsiguienteseríamuyfácildedescubrirtodalatrama.

—Sí;noseríaingenioso.

—¿Y la peligrosamuchacha, Jacqueline deBellefort, podría cometer unasesinato?

—Sí,desdeluego,podría.

—Peroustednoestásegurodequelohiciese.

—No.Esamuchachamedamuchoquepensar.

—NocreoqueelseñorPenningtonpudieracometeruno.¿Yusted?Parece

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tanatildado,tandispéptico…Nodebedetenerlasangreroja.

—Pero,posiblementetienemuydesarrolladoelinstintodeconservación.

—Sí.Así losupongoyo también.¿YlapobreseñoraOtterbourneconsuturbante?

—Siemprehaexistidolavanidad.

—¿Comomotivodeunasesinato?—preguntólaseñoraAllertonconduda.

—Lascausasdelosasesinatossoncasisiempretriviales,madame.

—¿Cuálessonlasmásusuales?

—Muy frecuentemente… el dinero. Es decir, el beneficio en sus variasramificaciones. Luego están la venganza y… el amor… el odio y otrasmuchas.

—¡SeñorPoirot!

—¡Oh,sí!Yoheconocido,madame,casosenque…llamémosleA,hasidoasesinado por B para beneficiar a C. Los asesinatos políticos siguen esatrayectoria. Cuando alguno es considerado dañino para la civilización, loquitanlimpiamentedeenmedio.OlvidanquelavidaylamuertesonatributosdeDios.

Hablabagravemente.

LaseñoraAllertondijoenvozbaja:

—Mecomplaceoírleeso.Detodasformas,Diosescogesusinstrumentos.

—Haypeligroenpensarasí,madame.

Ellaadoptóunairemásligero.

—Después de esta conversación, señor Poirot, extraño es que estemosvivostodavía.

Selevantó.

—Tenemos que regresar. Saldremos para la excursión inmediatamentedespuésdelalmuerzo.

Cuando llegaron al embarcadero, se encontraron al joven del jerseyocupandoyasusitioenelbote.Elitalianotambiénestabaesperando.Cuandoel botero nubio soltó la vela y el barco se puso en movimiento, Poirot sedirigiócortésmentealextranjero:

—¡HaycosasmaravillosasenEgipto…!¿Nolocreeustedasí?

—Amímedannáuseas.

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La señora Allerton se colocó los lentes sobre las narices y lo miró coninterés.Poirotdijo:

—¿Deveras…?¿Yporqué?

—Empecemosporlaspirámides.Bloquesgigantescosdealbañileríainútil.Construidos únicamente para demostrar el egoísmo de un rey déspota ymegalomaníaco.Piensenen lasmanossudorosasqueobligarona trabajarenellas y quemurieron en su tarea.Me siento enfermo cuando pienso en lossufrimientosytorturasqueellasrepresentan.

LaseñoraAllertondijoanimosamente:

—Entonces austedno le satisface la contemplaciónde lasPirámides, nidelPartenón,nilastumbasmaravillosas,nilostemplos…Sóloledeleitaráelsaber que la gente puede hacer sus tres comidas diarias y que mueretranquilamenteensuslechos.

EljovenlanzóungruñidoendirecciónalaseñoraAllerton.

—Creoquelossereshumanossonmásimportantesquelaspiedras.

—Peronodurantanto—observóHérculesPoirot.

—Prefiero ver un trabajador bien alimentado que lo que llaman ustedesobrasdearte.Loqueimportaeslofuturo,nolopasado.

EstofuedemasiadoparaelsignorRichetti,querompióenun torrentedepalabrasapasionadas,nomuyfácildeseguir.

Eljovenrespondió,diciendoloquepensabadelsistemacapitalista.Hablócon virulencia superlativa. Cuando terminó su filípica habían llegado alembarcaderodelhotel.

En el vestíbulo del hotel, Poirot encontró a Jacqueline de Bellefort. Ibavestidadeamazona.Lehizounareverenciairónica.

—Voyamontarunburro.¿Merecomiendaustedlaschozasdelosnativos,monsieur?

—¿Esésa suexcursióndehoy,mademoiselle?Ehbien!Sonpintorescas,peronoinviertatodosudineroenobjetosindígenas.

—¡Que son importados de Europa! No, no soy tan tonta para que meengañen.

Conunmovimientodecabeza,lajovensalióalacegadoraluzdelsol.

Poirot completó su equipaje, cosamuy simple, puesto que todo lo de supertenenciaestabasiempreenelordenmásmeticuloso.Luegose trasladóalcomedory seenfrentóconel almuerzo.Despuésdel refrigerio lospasajeros

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tomaron el autobús del hotel, que los llevó a la estación donde habían dealcanzarelexpresodiariodeElCairoaShellal,untrayectodediezminutosatravésdelbellopaís.

LosdosAllerton,Poirotyeljovendelossuciospantalonesdefranelayelitaliano,ibanconlospasajeros.LaseñoraOtterbourneysuhijahabíansalidoenlaexpediciónaldiquedePhilasysereuniríanconellosenShellal.

EltrendeElCairoyLuxorllevabacercadeveinteminutosderetraso.Sinembargo, llegó al fin y siguieron las escenas de precipitada actividad.Porteadoresnativosdeequipajesquesacabanpaquetesdeltren,tropezabanacadamomentoconotrosporteadoresqueentrabanenloscoches.

Finalmente,yacasisinaliento,PoirotseencontróconlosequipajesdelosAllerton, los suyos y otros que le eran totalmente desconocidos. Tim y sumadresehallabanenalgúnsitioconelrestodelosobjetosdesupertenencia.

El coche en que se encontraba Poirot estaba ya ocupado por una señoraentrada en años, de cara arrugada, que llevaba un bastón con puño blanco,gran cantidad de diamantes y una expresión de desprecio olímpico para lamayoríadelgénerohumano.

Dirigió una mirada aristocrática a Poirot, e inmediatamente despuésescondiólosojostraslaspáginasdeunarevistaamericana.Unajovendegranestaturay facciones toscas,deunos treintaañosdeedad,sesentaba frenteaella.Teníaojos anhelantes como losdeunperro, cabellosdescuidadosyunairedequereragradaratodotrance.Aintervalos,laseñoraancianamirabaporencimadelperiódicoyledabaunaordensevera.

—Cornelia, recoge las cosas.Cuando lleguemos cuida de la caja en quevanmisvestidos.Nodejesporningúnmotivoquenadielacoja.Noolvidesmicortapapeles.

Eltrayectoeneltrenfuebrevísimo.AlosdiezminutossedetuvofrentealmuelleenqueesperabaelKarnak.LasOtterbourneyaestabanabordo.

ElKarnakeraunbarcodevapormáspesadoqueelPapyrusyelLotus,loscualeslleganhastalaprimeracatarata,peroquesondemasiadograndesparapasar las barras de la ensenada deAssuán. Los pasajeros subieron a bordo,siendoconducidosasuscamarotesAlnoestarelbarcollenocompletamente,ala mayoría de los expedicionarios les dieron cabinas en cubierta. La partedelanteradeesta cubierta estabaocupadaen su totalidadporunaespeciedesalón observatorio completamente cubierto de cristales, desde el cual lospasajeros podían observar el panorama que se extendía ante ellos. En lacubierta inferior había un salón de fumar y en la que había debajo de éstaestabasituadoelcomedor.

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Despuésdeverlosobjetosdesuposesióndispuestosensucabina,Poirotvolvióacubiertaparaobservarlasalida.SereunióaRosalíaOtterbourne,quemirabaasulado.

—AhoravamosaNubia.¿Estáustedcontenta,mademoiselle?

Lamuchachaexhalóunsuspiroprofundo.

—Sí.Tengolasensacióndequealfinmealejodeciertascosas.

—Exceptodelasnuestras,mademoiselle.

Ellaseencogiódehombros.

—Hayalgoenestepaísquemehacesentirme…salvaje.Algoquetraealasuperficiecosasquehiervenennuestrointerior.Todoestandesproporcionado,taninjusto.

—Ustednodebierajuzgarporlasapariencias.

Rosalíamurmuró:

—Mire…lasmadresdealgunaspersonasymirelamía.NohayDios,sinoSexo, y Salomé Otterbourne es su profeta —se interrumpió—. No deberíadecirestascosas,¿verdad?

Poirothizoungestoconlamano.

—¿Amí?¿Porquéno?Soydeesosquepuedenoírlotodo.

Rosalíadijo:

—¡Qué hombre tan extraordinario es usted!—la boca huraña se rizó enunasonrisa.Perodeprontorecobrósugestohabitualydijo—:¡Caramba,aquíestálaseñoraDoyleconsumarido!Noteníalamenorideadequeviniesenenestebarco.

Linnetacababadeemergerdeuncamarotesituadocasienelcentrodelacubierta.Simonveníadetrás.Poirotestabacasiestupefactoantesuaparicióntanradiante,tanconfiada.

Simon Doyle también había experimentado un gran cambio. Sonreíaabriendolabocadeorejaaorejayparecíauncolegialenvacaciones.

—Estoesmagnífico—dijoinclinándosesobrelabarandilla—.Empiezaaagradarmeesteviaje;¿yati,Linnet?CuantomásnosacercamosalcorazóndeEgipto,menosturistamesiento.

Suesposarespondiórápidamente:

—Yasé.Estoesmuchomássalvaje…

Deslizósumanoentrelasdesumarido.Éllasapretócariñosamente.

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—Yahemossalido,Lin…—murmuró.

Elbarcoabandonabalentamenteelmuelle.Iniciabansuviajedesietedíasalasegundacataratayregreso.

Tras ellos sonó una cristalina carcajada. Linnet se volvió. Jacqueline deBellefortestabaallítambién.Parecíadivertida.

—¡Hola,Linnet!Nopensabaencontrarteaquí.CreíhaberteoídodecirquepermaneceríasenAssuánotrosdiezdías.¡Esunaverdaderasorpresa!

—Tú,tú,no…—lalenguadeLinnetsetrababa.Seesforzóenaparecerensuslabioslamuecadeunasonrisa—.Yotampocoesperabaencontrarteaquí.

—¿No?

Jacqueline se dirigió al otro lado del buque. La presión de la mano deLinnetsobreladesumaridoseacentuó.

—Simon…Simon.

TodalaexpresióndecomplacenciaybuenhumorhabíandesaparecidodeDoyle.Susmanossecrisparonapesardesusesfuerzosporconservaratodacostalaserenidad.

Ambosdieronunospasoshaciasuscamarotes.Sinvolverlacabeza,Poirotoyóvariaspalabrassueltas.

—…Imposible volver… lo único…podíamos—y luego la vozde tonomásaltodeDoylequedecíaconobstinación—:Noesposiblecontinuarasítodalavida,Linnet.Tenemosquedecidirnosahacerlefrenteahora.

Algunashorasmás tardeempezabaaoscurecer.Poirotestabaenel salónde lasvidrierasmirandoaproa.ElKarnakatravesabaunaestrechagarganta.Lasrocasparecíanabalanzarseferozmentehaciaelbarco,flotandoingrávidasenelrío.EstabanenNubia.

OyóunmovimientoderoceyalvolversevioaLinnetasulado.Losdedosde la joven se enlazaban nerviosamente. Jamás la había visto tan agitada.Teníaelaspectodeunniñoasustado.Dijo:

—MonsieurPoirot.Tengomiedo…miedode todo.Nuncamehesentidoasí.Estas rocas solitarias…este lugar desérticoy salvaje…¿Dóndevamos?¿Quévaasuceder?Tengomiedo, ledigo.Todosmeodian.Nuncamehabíadado cuentade estohasta ahora.Siemprehe sidobuenapara la gente…Hehecho todo lo que he podido por ellos, y… ahora me odian… todos meodian… Exceptuando a Simon, estoy rodeada de enemigos… Es horriblepensarquetodoelmundomeaborrezca…

—Pero¿porquécreeustedeso,madame?

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Ellamoviólacabeza.

—Talvezseanlosnervios.Sufrolasensacióndequesecierneunpeligrosobremicabeza.

Lanzóunamiradaasualrededor.Luegodijobruscamente:

—¿Cómo terminará todo esto? Nos han cercado, estamos atrapados. Nohaysalidaposible.Tenemosquecontinuarhastaelfin…Nosénidóndeestoy.

Sedesplomósobreunasilla.Poirotlamirógravemente.Ensusojosseleíalamayorcompasión.

Linnetcontinuó:

—¿Cómo se enteró de que veníamos en este barco? ¿Cómo ha podidosaberlo?

Poirotmoviólacabezaalresponder:

—Ellaesinteligente,yalosabeusted.

—Veoquenonospodremoslibrardeellajamás.

Poirotdijo:

—Hayunplanquepodíanhaberaceptadoustedes.Mesorprendequenoseleshayaocurrido.Despuésde todo,madame,eldineronoconstituyeningúnobstáculoparausted.¿Porquénoalquilanundahabayahparticular?

Linnetmoviólacabezacondesesperanza:

—¡Si yo hubiese sabido todo esto…! Pero no lo hicimos. Era difícil…Ustednocomprenderíalamitaddemisdificultades.HedeusaruntactosumoconSimon—sumiradarelampagueabadeimpaciencia—.Élesabsurdamentesensitivo sobre el dinero… Le molesta que yo tenga tanto… Quería quepasáramoslalunademielenalgúnpueblecitodeEspañaypagaréltodoslosgastos…¡Comosieldineroimportasealgo!Loshombressonestúpidos.Hayqueacostumbrarlosavivircómodamente.Lameraideadeundahabayah…lehabríaencolerizado…Eraundispendioinnecesario.Tengoqueireducándolegradualmente.

Alzólamiradamordiéndoselos labioscomosisehubiesearrepentidodeconfiarsussecretosaunextraño.

Selevantó.

—Tengoquecambiarmede traje.Losiento,monsieur.Meparecequeheestadodiciendounasartadetonterías.

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CAPITULO8

La señora Allerton, sobriamente distinguida en su traje de nochedesprovisto de adornos, descendió la escalera de las dos cubiertas paradirigirsealcomedor.Alapuertadelsalónfuealcanzadaporsuhijo.

—Losiento,mamita.Creíaquellegabatarde.

—Quisierasaberdóndenosvamosasentar.

En el comedor había gran cantidad de mesitas. La señora Allertonpermaneció enpiehastaqueel camareroqueestabaatareadoaposentandoalosexpedicionariospudoatenderla.

—Apropósito,invitéalseñorPoirotaquesesentaseanuestramesa.

—¿Porqué?—enlavozdeTimseretratabaunprofundodisgusto.

—Querido.¿Temolesta?—preguntósumadre,sorprendida.

—Sí.Esunentrometidoyunantipático.

—Oh,no.Nopiensocomotú.

—Detodasformasnomeagradamezclarmeconextraños.Encajonadosenestecascaróndenuez,esteactodeconfianzanosproporcionaráunainfinidaddemolestiasinsoportables.Estarájuntoanosotrosdíaynoche.

—Losiento,querido—dijolaseñoraAllertonapesadumbrada—.Yocreíque eso te distraería. Ha vivido mucho y sé que te gustan las aventurasdetectivescas.

Timgruñó:

—Quisiera que no te asaltaranmás ideas brillantes como ésta. Supongoqueyanopodemosevitarlo.

—Realmente,Tim,nosécómopodríamos…

—Bien.¡Quélevamosahacer!Nosresignaremos.

Elcamarerollegóenestemomentoyloscondujoaunamesa.Enelrostrode la señora Allerton se veía una expresión de sorpresa al seguirle. Timacostumbrabaaserpacienteymuytranquilo.Esteexabruptoeraimpropiodeél.Noexistíaenéleldisgustotancomúndelosbritánicosporlosextranjerosy por los forasteros y la confianza invencible que les dominaba ante supresencia.

Cuandoocuparonsussitios,HérculesPoirotentrórápidaysilenciosamenteenelsalón.Llegóhastaellosysedetuvoapoyandolamanoenelrespaldodelasillaqueteníapreparada.

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—¿Mepermite,madame,quemeaprovechedesuamableinvitación?

—¡Naturalmente!¡Siéntese,señorPoirot!

—Esustedencantadoramenteamable,madame.

Inconscientemente observó ella que Poirot lanzó una rápidamirada a suhijoantesdesentarseyqueéstenoconsiguiódisfrazarsudisgusto.LaseñoraAllerton se dispuso a crear una atmósfera agradable. Cuando hubieronterminadolasopa,recogiólalistadepasajerosquehabíancolocadoalladodelplato.

—Intentemosidentificaralosquenosacompañan—dijoanimadamente—.Siempremehadivertidoesto.

Empezóaleer.

—LaseñoraAllerton,elseñorT.Allerton.¡Estoesbienfácil!LaseñoritadeBellefort.La han colocado en lamismamesa que losOtterbourne. ¿QuéhablaránellayRosalía?¿Quiénvienedespués?EldoctorBessner.¿QuiénescapazdeidentificaraldoctorBessner?

Sumiradasedetuvosobreunamesaalaquesesentabancuatrohombres.

—Debe ser aquel grueso de cabeza afeitada y bigote. Supongo que esalemán.¡Mirenconquedelectaciónsetomalasopa!

Aromasdelicadosdeplatossuculentosflotabanenelambiente.

LaseñoraAllertondijoenvozbaja:

—LaseñoritaBowers.¿Podríamosadivinarquiénes la señoritaBowers?Haytresocuatromujeres.No,dejémosloporelmomento.ElseñorylaseñoraDoyle.Sí, lospersonajesmásconspicuosdelaexpedición.Ellaesrealmenteencantadorayllevauntrajedenocheperfecto.

Timgiróensuasiento.Linnet,suesposoyAndrésPenningtonocupabanunamesadelrincón.Linnetllevabauntrajeblancoornadodeperlas.

—Nopuedocomprenderporquélasmujerespaganpreciostanexorbitadosporsusvestidos.Mepareceabsurdo.

Sumadre,sinresponder,procedióalestudiodesuscompañerosdeviaje.

—ElseñorFerguson—leyó laseñoraAllerton—.CreoadivinarqueesteseñorFerguson es nuestro amigo anticapitalista…La señoraOtterbourne, laseñoritaOtterbourne…Ya las conocemos.El señorPennington, alias«el tíoAndrés».Esunhombrebienparecido,meparece…

—¡Caramba,mamá!

—Creoqueesbienparecidoenunsentidodesinteresado—dijolaseñora

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Allerton—. Tiene la mandíbula cruel. Probablemente es de la clase dehombresqueleemosenlosperiódicosquetrabajanenWallStreet.Debedeserenormemente rico. Ahora viene el señor Poirot, cuya inteligencia estamosmalgastando inútilmente. ¿No podrías proporcionar un crimen a monsieurPoirot,Tim?

Esta pequeña broma no produjomás efecto que irritar todavíamás a suhijo.Éstelanzóungruñidoysumadreseapresuróaleer:

—El señor Richetti. Nuestro amigo el arqueólogo italiano. Despuéstenemos a la señorita Robson, y finalmente a la señorita Van Schuyler. Laúltimabienfácildedeterminar.Esaamericanaviejayfeaquesecreelareinadel barco y por lo visto se propone no dirigir la palabramás que a los queconsidere dignos de merecer su atención. ¿Es maravillosa, verdad? Es unaespeciedereliquiavivientedelostiempospretéritos.LasdosmujeresquelaacompañandebenserlaseñoritaBowersylaseñoritaRobson.Laprimeraunaespecie de secretaria… aquella delgada con los lentes… Y la otra esindudablementeunaparientepobre.Lajovenpatética…queestádisfrutandode las delicias de un viaje trasatlántico a expensas de ser tratada como unaesclava negra. Creo que la Robson es la secretaria y la Bowers la parientepobre.

—Te equivocas, mamá —dijo Tim, sonriendo. Había recobrado bienrepentinamentesubuenhumor.

—¿Cómolosabes?

—Porqueestuveenelcorredorantesdecomeryoíalamomiaamericanaquedecíaa sucompañera:«¿Dóndeestará la señoritaBowers?Tráemelaenseguida,Cornelia».YCorneliasaliótrotandocomounperritoobediente.

—Tengo que hablar con la señorita Van Schuyler—murmuró la señoraAllerton.

—Tegruñirá—sonrióTim.

Los acontecimientosposteriores a la comida carecieronde atractivoparalosestudiantesdelanaturalezahumana.

Eljovensociólogo—quecomohabíaadivinadolaseñoraeraFerguson—seretiróalsalóndefumar,despreciandolacompañíadelospasajerosquesehabían trasladado al observatorio de la cubierta superior. La señora VanSchuyler se aseguró elmejor puesto de la sala, sin otromedioquedirigirsefirmementealamesaenqueestabasentadalaseñoraOtterbourneydecir:

—Tengolaseguridaddequemeperdonará,peromedejéaquímislaboresdeganchillo.

Sometidaalavoluntaddeaquellamiradahipnótica,elturbanteselevantó

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y dejó el espacio libre. La señorita Van Schuyler tomó inmediatamenteposesióndeélacompañadadesuescolta.LaseñoraOtterbournesesentómuycercadeellaseintentóhacervariasobservacionesquefueronacogidascontanhelada cortesía que no tuvo más remedio que desistir. La señorita VanSchuylerseencontró,pues,ensuaislamientodegloria.LosDoylesesentaronjuntoa losAllerton.EldoctorBessnerretuvocomocompañeroalsilenciosoFanthorp.Y Jacqueline deBellefort, sola, con un libro.RosalíaOtterbourneestaba inquieta. La señora Allerton le habló un par de veces invitándola aunirseasugrupo,perolajovenrespondiódesapaciblemente.

MonsieurHérculesPoirot empleó laveladaenoírun relatode lamisióneducativadelaseñoraOtterbourne.

Cuandosedirigía,yatarde,asucamarote,seencontróconJacquelinedeBellefort.Estaba inclinadasobre labarandilla,ycuandovolvió lacabeza,eldetective observó, sorprendido, las huellas de terrible desesperación que sepintaban en su rostro. Ya no había altanería en su mirada, ni maliciosaprovocación,yhabíaperdidoelbrillodeltriunfo.

—Buenasnoches,mademoiselle.

—Buenasnoches,monsieurPoirot—sedetuvounmomentoy luegodijo—:¿Lesorprendeencontrarmeaquí?

—Mitristezaesmuysuperioramisorpresa.Haescogido,mademoiselle,lasendapeligrosa.Asícomonoshemosembarcadoenestebote,ustedsehaembarcado para una travesía particularísima… una travesía sobre un río decorrienterapidísima,entrerocaspeligrosasyenfilandootrasaguasdedesastrefatal.

—¿Porquédiceustedtodoeso?

—Porque es verdad. Ha cortado usted los lazos que la unían con lasalvación.Ahoradudoquepudieraretrocederaunquelointentase.

Ellarespondiómuylentamente:

—Esverdad.

Luegoechóatráslacabeza.

—Bueno…¿Yqué? ¡Debemos seguir a nuestra estrella sin preguntarnosadóndenoslleva!

—¡Cuidado,mademoiselle,puedeserunafatal!

Ellarioimitandolosgritosdelosniñosconductoresdeasnos.

—¡Aquellaestrellamala,señor!Aquellaestrellacae…

Pocodespués,ensucamarote,eldetectivesedisponíaadormirsecuando

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unsonidoledespertó.

EralamismavozqueDoylelaqueoía,querepetíalaspalabrasquehabíapronunciadoaquellamismamañana.

—Tenemosqueenfrentarnosahora…

—«Sí—pensóPoirot—.Tenemosqueenfrentarnosahora…».

Sesentíainfinitamentedesgraciado.

CAPITULO9

El vapor llegó al día siguiente, de madrugada, a Es-Sebua. CorneliaRobson,conelrostroradianteyunsombrerodeanchasalasenlacabeza,fuelaprimeraensaltaralaplaya.Cornelianoerasimpáticaalagentegruñona.Poseía una disposición amable y ansiaba agradar a todas las personas queencontraba a su paso. La visión de Hércules Poirot, vestido de punta enblanco, con un traje de seda cruda, camisa rosada, corbata negra y albosombrero,nolehizolanzarunrespingocomolehabríaocurridoalaseñoritaVanSchuyler.

Mientras paseaban juntos por una avenida de esfinges, ella respondíacomplacidaalaspreguntasconvencionalesqueledirigíasuacompañante.

—¿Novienensuscompañerasalaplayaparavisitareltemplo?

—No.Veráusted.MiprimaMaría…,esdecir,laseñoritaVanSchuyler…,no acostumbra amadrugar. Tiene que cuidarmucho su salud…Y, como esnatural, necesita que la señorita Bowers la acompañe, pues ella es suenfermera.Medijoqueéstenoeraunode losmejores templos,pero fue losuficientementebondadosaparapermitirmevenir.

—Hasidomuybenévolaconusted—dijoPoirotsecamente.

LaingenuaCorneliaasintiósinsospecharlaintención.

—¡Oh,sí!Ellaesmuybuena.Hasidomaravillosoqueme traigaenesteviaje.

—Yaustedlegustamucho,¿eh?

—Esencantador, señor.Hevisto Italia:Venecia,PaduayPisa.LuegoElCairo.DesgraciadamentelaprimaMaríanoseencontrabamuybienallí,ynopude salir mucho… y ahora esta excursión maravillosa de Wadi Halfa yregreso.

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Poirotdijosonriendo:

—Ustedesfelizpornaturaleza,mademoiselle.

DesviólavistadelajovenymirópensativamenteaRosalíaque,silenciosayceñuda,paseabadelantedeellos.

—Esmuyguapa,¿verdad?—dijoCornelia,queobservósugesto—.Sóloqueparecesiempredisgustada.Esoesmuyinglés,naturalmente.Ellanoestanhermosa como la señoraDoyle. Creo que la señoraDoyle es lamujermásencantadora ymás elegante que he conocido enmi vida.Y su esposo atraehasta la tierra que pisa… ¿Ve aquella señora de cabello gris? Es muydistinguida,primadeunduque,segúncreo.Hablabajuntoanosotros laotranocheyselooídecir.Peroactualmentenoposeeningúntítulo.

Continuó charlando sin cesar hasta que el intérprete ordenó un alto yempezósurecitado.

EldoctorBessner,Baedeckerenmano,leíaparasíenalemán.Preferíalapalabraescrita.

TimAllertonnoeradelapartida.Sumadreacababaderomperelhielodelreservado Fanthorp. Andrés Pennington, con el brazo enlazado con el deLinnet, escuchaba atentamente y parecía muy interesado en la relación quedabaelguíaenaquelmomento.

Chismorreando, la pequeña partida volvió al barco. Otra vez el Karnakempezó a deslizarse río arriba. El escenario se iba haciendo menos tétrico.Habíapalmeras,cultivos.

Estecambiodepanoramaparecióejercerbienhechora influenciapsíquicasobrecadaunodelospasajeros…TimAllertonrecobrósusbuenasmaneras.Rosalía perdió gran parte de su hosquedad. Linnet parecía despreocupada yalegre.

Penningtonledijo:

—Esunafaltadetactohablardenegociosaunareciéncasadaensulunademiel,perohayunpardecosas…

—¡Caramba, tíoAndrés!—Linnetvolvíaaserunafinanciera—.¿Esquemimatrimonioacasomehatransformado?

—Nosé.Peroquisieraqueme firmasesvariosdocumentosunode estosdías.

—¿Yporquénoahora?

AndrésPenningtonmiró a su alrededor.El rincón del salón observatorioaparecía desierto. La mayoría de los pasajeros estaban en el exterior, en el

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espacio de la cubierta que se extendía entre el salón de observación y loscamarotes.LosúnicosocupantesdelsalóneranelseñorFerguson,quebebíacerveza sentado a una pequeña mesa situada en el centro, con las piernasembutidasenmugrientospantalonesdefranela,mientrassilbabaentredientesacadatrago;elseñorHérculesPoirot,queestabasentadofrentealaventanade proa admirando el panorama que se extendía ante él, y la señorita VanSchuyler,queleíaenunrincónunlibrosobreEgipto.

—Estupendo—dijoAndrésPennington.

Abandonóelsalón.

LinnetySimonsesonrieron…unasonrisalentaquetardópocosminutosentrocarseenfrasesdecariño.Éldijo:

—¿Todovabien,encanto?

—Sí,porahoratodovabien…Esextrañolobienquemeencuentro.

Simondijoconprofundaconvicción:

—Eresmaravillosa.

Pennington regresó. Traía una pila de documentos escritos con letraapretadaymenuda.

—¡Diosmío!—exclamóLinnet—.¿Tengoquefirmartodoeso?

—Reconozcoqueesdemasiado.Peroopinoquedebesllevartusasuntosaldía. Lo primero de todo va a ser el alquilar la propiedad de la QuintaAvenida…luegolasconcesionesdeterrenosenelOeste.

Continuóhablando,hojeandolospapelesysacandoalgunodeellos.Simonbostezó.

La puerta que daba a cubierta se abrió y el señor Fanthorp entró.MiródesorientadoasualrededorysecolocóalladodePoirot,quemirabalasaguasdecolorazulpálidoylasarenasamarillentasquelesrodeaban.

—…Firmaaquí—concluyóPennington,extendiendounpapelanteLinnetindicándoleunespacio.

Linnetcogióeldocumentoyloojeó.Nopasódelaprimerapágina.Luego,tomando la estilográfica de Pennington, inscribió su nombre: Linnet Doyle.Penningtonretiróelpapelycolocóotro.

Fanthorp se aproximó a ellos. Escrutó a través de la ventana lateral,pareciendointeresarsemuchoporalgoquesucedíaenelbancodearenaquepasabanenaquelmomento.

—Éstaeslatransferencia—dijoPennington—.Nonecesitasleerla.

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PeroLinnet la leyóagrandesrasgos.Penningtonpusoanteellauntercerpapel.DenuevoLinnetsedispusoaenterarsedesucontenido.

—Todo está en orden—dijo Pennington—.No es nada de interés. Sólofraseologíadeleguleyo.

Simonbostezódenuevo.

—Querida, supongo que no te leerás todo ese fajo de documentos,¿verdad?Noestaríaslistaparalahoradelalmuerzo.

—Papámeenseñóaleerlotodo—explicóLinnet—.Medecíaqueeramuyfácilqueenalgunosmomentossecometieranerroresderedacción.

—Notengodisposiciónparalosnegocios—repusoSimon,animosamente—ninuncalahetenido.Siunindividuomedicequefirme,puesfirmo.Eselcaminomássencillo.

AndrésPenningtonlemirópensativamente.Depronto,dijoconsequedad:

—Esoesmuyarriesgadoaveces,señorDoyle.

—¡Por favor!—replicó Simon—. No soy de los que creen que todo elmundosehaconfabuladocontranosotrosparaarruinarnos.Sitengoconfianzaen un individuo, ¿para qué leer lo que me pide que firme? Jamás me hanengañado.

Súbitamente, con gran sorpresa por parte de todos los presentes, elsilenciososeñorFanthorpgirósobresímismoysedirigióaLinnet.

—Esperoqueno lamolestaré si digoque admiro extraordinariamente sucapacidad para los negocios, señora. En mi profesión… soy abogado…encuentroamenudomujeresdesprovistasenabsolutodelamenordisposiciónmercantil. No firmar jamás un documento antes de leerlo, es admirable…admirable…—se inclinó perceptiblemente. Luego, con el rostro rojo comounaamapola,sevolvióparacontinuarensucontemplacióndelasorillasdelNilo.Linnetrepusocompletamentedesconcertada:

—Gracias, muchas gracias —se mordió los labios para reprimir unacarcajada.Eljovenparecíatanextraordinariamentesolemne…

Pennington parecía seriamente disgustado. Simon Doyle dudó entredisgustarseotomarloabroma.LasorejasdelseñorFanthorphabíanadquiridouncolorpurpúreo.

—Otro,porfavor—dijoLinnet,sonriendoaPennington.

PeroPenningtonestabadecididamentecolérico.

—Creoquedebemosdejarloparaotrodía—dijoenfurruñado—.SicomodiceSimonpiensasleertodoesto,noacabarásparalahoradelalmuerzo.No

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debemos perdernos la contemplación del panorama que se desarrolla antenuestrosojos.Detodasformas,esosdocumentosqueacabasdefirmareranlosmás importantes y urgentes. Dejaremos los negocios para otra ocasiónmáspropicia.

—¡Haceuncalorterribleaquí!—exclamoLinnet—.Vámonosfuera.

Salieron los tres.Hércules Poirot volvió la cabeza. Sumirada se detuvosobrelaespaldadelseñorFanthorp,quehabíalanzadosucabezahaciaatrásycontinuabasilbandoentredientes.

FinalmentePoirotobservó laenhiesta figurade la señoritaVanSchuyler,majestuosamente sentada en su rincón.La señoritaVanSchuylermiraba sinpestañearalseñorFerguson.

La puerta del salón se abrió de par en par y Cornelia Robson entróprecipitadamente.

—Hasestadoporahídemasiadotiempo—gruñólaanciana—.¿Dóndehasestado?

—Lo siento, prima María. La lana no estaba donde usted me dijo. Laencontréenotracajadistinta.

—Hijitamía, no sirves para buscar nada. Sé que tienes buena voluntad,pero no basta. Tienes que procurar ser un pocomás inteligente y hacer lascosasconmásrapidez.Paraestosólosenecesitaconcentración.

—Losiento,primaMaría.Temoquesoydemasiadoestúpida.

—Nadie es estúpida si se propone firmemente no serlo. Te he traídoconmigoyesperounpocodeatenciónacambiodemigenerosidad.

Corneliaseruborizó:

—Losientomucho,primaMaría.

—¿Ydónde está la señoritaBowers?Hace diezminutos que debí tomarmisgotas.Eldoctordijoquelapuntualidaderaimportantísima.

En este momento entró la señorita Bowers, llevando un vasito conmedicina.

—Susgotas,señoritaVanSchuyler.

—Debíahaberlastomadoalasonceenpunto.Sihayalgoquedetestoenestemundoeslafaltadepuntualidad.

—Son exactamente las once menos medio minuto —dijo la señoritaBowersmirandosurelojdepulsera.

—Enmirelojsonlasonceydiez.

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—Tengolaseguridaddequemirelojvaperfectamente.Esuncronómetrodeprecisión.Jamásseadelantaniseatrasa.

LaseñoritaBowerssemostrabaimperturbable.

LaseñoritaVanSchuyleringirióelcontenidodelvasomedicinal.

—Meencuentromuchopeor—gruñó.

—Lamento enormemente oírle decir eso—dijo la señoritaBowers. Peronoparecíasentirloenabsoluto.Diomecánicamentelarespuestacorrecta.

—Hace demasiado calor aquí —dijo la señorita Van Schuyler—.Prepáreme una silla en cubierta, señorita Bowers. Cornelia, tráeme mislabores.Noseasdescuidadayprocuraquenosetecaiganada.Luegoquieroquemeayudesadesmadejarlalana.

Laprocesiónsalió.

ElseñorFergusonsuspiró,estirólaspiernasyapostrofóalespacio:

—¡Diosmío,cómomegustaríaestrangularaesavieja!

Poirotlepreguntóconinterés:

—Ledisgustaesadama,¿verdad?

—¿Que sime disgusta…? Eso es poco…No hacemás quemolestar alprójimo.Esunparásito…unparásitodesagradable,por cierto.Hayungrannúmero de personas en este barco sin las cuales podía pasar el mundoperfectamente.

—¿Deveras?

—Sí, por ejemplo: esa muchacha que estuvo aquí hace poco firmandotransferencias de acciones. Cientos y miles de desgraciados trabajadoresmatándoseporunaasquerosapitanza,sóloparaqueellallevemediasdesedaydespliegueunlujoinútil.UnadelasmujeresmásricasdeInglaterra,segúnmehandicho…yjamássehabráensuciadolasmanosentodasuvida.

—¿QuiénledijoaustedqueeralamuchachamásricadeInglaterra?

ElseñorFergusonledirigióunamiradaamenazadora.

—Unhombreaquienustednohavistonunca.Unhombrequetrabajaconsuspropiasmanosynoseavergüenzadeconfesarlo.Nounodeesosdandiesqueacompañanaustedyquenosirven,nihanservido,niserviránensuvidaparanada.

Su mirada se detuvo desfavorablemente sobre la corbata arqueada y lacamisacolorrosadesuinterlocutor.

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—Yo trabajo con mi cerebro y no me avergüenzo de decirlo —replicóPoirot.

ElseñorFergusonchascólalengua.

—Debíanfusilarlosatodos—dijo.

—Mi joven amigo —repuso Poirot—, ¡qué pasión tiene usted por laviolencia!

—¿Puede usted decirme algo que se pueda hacer sin ella? Debíamosromperlotodo,destruirlotodo,antesdequepudierancomenzardenuevo.

—Sí, eso es mucho más fácil, mucho más ruidoso y mucho másespectacular.

—¿Quéhaceustedparaganarsusustento?Nada.Apostaríacualquiercosa.Sinembargo,tengolaseguridaddequeseconsideraráustedunhombredelaclasemedia.

—No soy de la clasemedia. Pertenezco a la clase superior—repuso eldetectiveconlevearrogancia.

—¿Quéesusted?

—Soydetective—dijoHérculesPoirotconelairede inmodestiadelqueasegura:soyelrey.

—¡Dios mío! —exclamó el joven completamente desconcertado—.¿Quieredecirqueesajovencuidasupreciosapielhastaeseextremo?

—No me une relación alguna a los señores Doyle —declaró Poirotorgullosamente—.Soylibrecomoelaire.

—¿Disfrutandodevacaciones?

—¿Yusted…?¿Noestádevacacionestambién?

—¡Vacaciones! —el señor Ferguson emitió un gruñido. Añadióambiguamente—:Mededicoalestudiodeciertascondiciones.

—Muyinteresante—repusoPoirotysefueacubierta.

LaseñoritaVanSchuylersehabíaestablecidoenelmejorrincón.Corneliaestabaarrodilladaanteellaconunamadejadelanaentrelasmanosextendidas.LaseñoritaBowers,erguidaensusilla,leíaelSaturdayEveningPost.

Poirot sedirigió lentamente a la cubierta inferior.Aldar lavueltapor lacabinadeltimonel,casitropezóconunamujerquevolviósurostroenelquese pintaba la sorpresa del encuentro… Un rostro moreno, de latina. Ibaelegantementevestidadenegroyacababadehablarconunhombredeelevadaestatura y anchos hombros… Uno de los maquinistas, según todas las

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apariencias. Observó una expresión extraña en la cara de ambos…culpabilidadyalarma…Poirotsepreguntóquéhabríanestadohablando.Diola vuelta alrededor del timón y continuó su paseo hacia la popa.Abrióse lapuertadeuncamaroteylaseñoraOtterbourneemergiódeélycasicayóensusbrazos.Llevabauntrajederasocolorescarlata.

—Losiento—seexcusó—.MiqueridoseñorPoirot…, lo sientomucho.Las oscilaciones del barco. Nunca he tenido buenas piernas parasobreponermeaestemovimientocontinuo.Sielbarcoestuviesequietoalgunavez…—seagarrócon todas sus fuerzas albrazodeldetective—.Nopuedosoportar esto… No puedo disfrutar de los viajes por mar como hacenmuchos… Y siempre estoy sola… Esta hija mía no me quiere mucho; nocomprende lo que su pobre madre está haciendo por ella… —la señoraOtterbourne empezó a llorar—. Por ella me he esclavizado… Podría habersido una grande amoureuse … y lo he sacrificado todo… todo… ya sinembargo, nadie se interesa por mí… Pero se lo diré a todo el mundo…Publicaréaloscuatrovientoselolvidoenquemetiene…ladurezaconquemetrata…haciéndomevenirenestebarco…Selodiréatodos.

Quiso desprenderse del brazo de Poirot para correr hacia el resto de lospasajeros.Eldetectiveseloimpidió.

—Yaledijeasuhijaquevengaconusted,madame.Vuelvaasucamarote.Porallíllegarámejor.

—No, quiero decírselo a todo el mundo… a todos los que hay en elbarco…

—Espeligroso,madame.Elmarestápicado.Lasolaspodríanarrastrarla.

LaseñoraOtterbournelemiróconairededuda.

—¿Locreeustedasí?¿Deveras?

—Desdeluego.

LaseñoraOtterbournediounsuspiroprolongado,setambaleóyvolvióaentrarensucamarote.

LasnaricesdePoirotsedilatarondesatisfacción.Hizounmovimientodecabeza y se dirigió al punto en queRosalíaOtterbourne se sentaba entre laseñoraAllertonyTim.Lesescudriñóconlamiradaydirigiéndosealajoven,dijo:

—Sumamálanecesita,mademoiselle.

Estabariendocasifelizmenteenaquelmomento.AloíraPoirot,surostrosevelóconunasombra.Lanzóunamiradasuspicazaldetectiveyseapresuróaunirseasumadre.

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—Nopuedocomprenderaesachica—dijolaseñoraAllerton—.Esasídevoluble.Undíasesientecomunicativa,amigable;aldíasiguientesemuestracasigrosera.

—Lahanmimadodemasiadoyademástienemalgenio—dijoTim.

LaseñoraAllertondenegóconungesto.

—No,yonocreoeso.Amímeparecequeesdesgraciada.

Timseencogiódehombros.

—Bueno,supongoquetodostenemosnuestrosdisgustosfamiliares.

Suvozsonóduraycortante.

Oyóseelruidodepasosapresurados.

—El almuerzo —gritó la señora Allerton alegremente—. Me estoymuriendodehambre.

Aquella tarde, Poirot observó que la señora Allerton había entabladoanimada conversación con la señorita Van Schuyler. Cuando pasó frente aellas,laseñoraAllertonleguiñóunojo.

Decíaenaquelmomento:

—Naturalmente, en el castillo de Calfries, mi amado sobrino, el duquede…

Cornelia,gozandodeuncortopermiso,habíasalidoacubierta.Escuchabaal doctor Bessner que la estaba instruyendo, algo pomposamente, sobreEgiptología,leyéndolepáginasdeBaedecker.Corneliaescuchabaconatenciónprofunda.

Inclinadosobrelabarandilla,TimAllertondecía:

—Detodasformas,ésteesunmundoinfame…

RosalíaOtterbournerespondió:

—Esinjusto…Haypersonasquelotienentodo.

Poirotsuspiró.Sealegródenoserjovenya.

CAPÍTULO10

Ellunesporlamañana,expresionesvariadasdealegríayapreciacionesdetoda índole, seoyeronsobre lacubiertadelKarnak.Elbarcoestabaancladojuntoalaorillayacincuentametrosdedistancia,iluminadoporlosardientes

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rayosdelsol,sealzabaungrantemploquesobresalíadelasuperficiedeunarocaenorme.

CorneliaRobsonhablóentonoincoherente:

—¡Oh,señorPoirot…!¡Esoesmaravilloso!

ElseñorFanthorp,quesehallabaasulado,murmuró:

—Muyimpresionante…enverdad.

—Es grandioso, ¿eh? —dijo Simon Doyle, desembarcando. Se dirigióconfidencialmente a Poirot—: ¿Sabe usted? Yo no entiendo gran cosa detemplosypanoramas,perounsitiocomoéstedebefascinaratodoslosquelocomprenden. Esos viejos faraones deben de haber sido individuosmaravillosos.

Losotrossehabíanalejado.Simonbajólavoz.

—Cadadíamealegromásdehabervenidoaestaexcursión.Estoestá…bien… está aclarando las cosas. Es extraordinario… pero así es. Linnet harecobradoeldominiosobresusnervios.Dicequeestoesdebidoaquealfinsehadedicadoaafrontarlasituación.

—Esmuyprobable—dijoPoirot.

—Dice que cuando vio a Jacqueline a bordo, experimentó primero unasensacióndemiedo;peroalpocotiempoycasirepentinamente,habíacesadoesaimpresión.Yanoleimportasupresencia.Hemosacordadonohuirdeellamásenlosucesivo.Laencontraremosensupropioterrenoydemostraremosqueestapersecuciónnonosmolestanipizca.Hastaahoranoshatenidoconelalmaenunhilo.Peroenadelante,yasedarácuentadequenoconseguirámásqueseríandeella.

—Sí,sí…—dijoPoirot,pensativo.

Linnetavanzósobrecubierta.Ibavestidaconuntrajedecoloralbaricoqueoscuro. Sonreía. Saludó a Poirot sin gran entusiasmo. Le hizo una fríainclinacióndecabezaycondujoasumaridoaotraparte.

LaseñoraAllertonseacercóaPoirot,diciéndole:

—¡Qué cambio se ha operado en esa chica! Parecía disgustada, casidesgraciada en Assuán. Hoy parece tan feliz que me hace temer que está«fey».

AntesdequePoirotpudieseresponderloquepensaba,todoslospasajerosfueron llamados al orden. El intérprete oficial se encargó de ellos y laasambleasedirigióalaplayaparavisitarAbuSimbel.

PoirotseencontrójuntoaAndrésPennington.

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—ÉstaessuprimeravisitaaEgipto,¿verdad?—preguntó.

—¿Porqué?No.Estuveaquíenelaño1923.Esdecir,estuveenElCairo.NuncahabíaremontadoelcursodelNilohastaahora.

—¿VinoustedabordodelGermanic,segúncreo?PorlomenosasímelodijolaseñoraDoyle.

—Enefecto,asíes.

—Entoncessupongoquehabráconocidoaunosamigosmíosqueveníanenelmismobarco…losFushingtonSmit.

—No me acuerdo de nadie de ese nombre. La nave venía atestada ytuvimos un tiempo detestable. La mayoría de los pasajeros ni siquieraaparecieronsobrecubiertaylatravesíaestancorta,queesdifícilsaberquiénseencontrabaabordo.

—Sí,esverdad.¡Quésorpresatanagradableparaustedencontrarsecuandomenosse loesperabaaLinnetysuesposo!Ustedno tenía lamenor ideadequeestabancasados,¿verdad?

—No.LaseñoraDoylemehabíaescritoaesterespecto,perolacartallegóaNuevaYorkdespuésdemisalidaylarecibíunosdíasmástardedenuestroinesperadoencuentro.

—ConoceaLinnetdesdehacemuchosaños,¿verdad?

—Enefecto,monsieur.Laconozcodesdequeeraasí…—hizounademándemostrativo—. Su padre y yo fuimos amigos toda la vida. MelhuishRidgewayeraunhombrenotable…yafortunado.

—Su hija entrará en posesión de una fortuna considerable, tengoentendido… ¡Ah, perdón! Tal vez no es muy delicado hablar con usted deestascuestiones…

AndrésPenningtonsonrió.

—Ah,estolosabetodoelmundo.Sí,Linnetesunamujerriquísima.

—Supongo que el descenso de los valores de ciertas compañías haperjudicadotambiénaLinnetenciertomodo,¿verdad?

Penningtontardóalgunossegundosenresponder.Dijofinalmente:

—Desdeluego.Tieneustedrazónenparte.Seatraviesaunasituaciónalgodifícilenestosdías.

Poirotmurmuró:

—Sin embargo, tengo entendidoque la señoraDoyle está dotada de unagrancapacidadparalosnegociosdetodaíndole.

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—Enefecto.Linnetesunamuchachainteligenteypráctica.

Sedetuvieron.ElguíacomenzósudisertaciónsobreeltemploconstruidoporelgranRamsés.

El señor Richetti, desdeñando las observaciones del guía, estabaatareadísimocontemplandoatentamente losrelievesde loscautivosnegrosyasiriossobrelasbasesdeloscolososyaambosladosdelaentrada.

Entraroneneltemplo,dondelapartidasedividióenvariosgrupos.

El doctor Bessner leía con voz profunda en su Baedecker,interrumpiéndose de vez en cuando para traducir lo leído a Cornelia, quetrotaba dócilmente a su lado. Esto no duró mucho tiempo. La señora VanSchuyler,entrandoasidaalbrazodelaflemáticaseñoritaBowers,gruñóunaorden:

—¡Cornelia,venaquí!

Yelcursodeegiptologíabilingüecesóbajoelpesodelascircunstancias.

EldoctorBessnermiróatravésdesusgruesasgafasalamuchachaquesealejaba.

—Esunamuchachasimpatiquísima—observódirigiéndoseaPoirot—.Noparece una muerta de hambre como las otras, no… ésta tiene curvasdelicadas… Además, le gusta escuchar más que hablar… Es muyinteligente…Dagustoinstruirla.

Poirot pensó que el destino deCornelia era o ser instruida a la fuerza orecibirgruñidosdelaancianaprima.

LaseñoritaBowers,momentáneamenteliberadaporlallegadadeCornelia,estabadepieenelcentrodeltemplomirandoasualrededordespectivamenteconsusojosfríosymortecinos.

—El guía dice que el nombre de uno de estos dioses eraMut. ¿Qué leparece?

Habíaunsantuario interiorenelquecuatro figuras sentadas lopresidíaneternamente. Ante ellos hallábanse Linnet y su esposo. Simon dijorepentinamente:

—¡Vámonosdeaquí!¡Nomegustanestoscuatroindividuos!

Linnetrio,perocedió.

Salierondeltemploypenetraronenlaclaridadardientedelexterior.

Noteníanelmenordeseodevolveralbarcoyestabancansadosdemirarrelieves.Tumbáronsedeespaldasenlarocaydejaronqueelsolardienteles

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acariciaralosrostros.

«¡Quéencantadoreselsol!—pensóLinnet—.¡Quétibio,quésano!¡Quéhermosoessentirsefeliz!».

Sus ojos se cerraron. Estaba semidormida por el torbellino de suspensamientos,queerancomoelremolinodelasarenaseneldesierto.LosdeSimonestabanbienabiertos.Ensuexpresiónseadvertíasucontento.

Oyóse un grito… Alguien corría hacia él con los brazos extendidos…gritandoalgoincomprensible.

Simon permaneció un segundo mirándolo intensamente. Luego, con unrepentinoimpulso,sepusoenpieyarrastróaLinnetconsigo.

Se salvaron por un milagro. Un trozo de roca enorme se estrelló conhórridoestampidosobrelaqueellosocuparondossegundosantes.SiLinnetsehubiesequedadodondeestaba,habríasidoreducidaaátomos.

Con los rostros blancos por la emoción, los dos esposos se abrazaron.HérculesPoirotyTimAllertoncorrieronhaciaellos.

—Mafoi,madame.Lehapasadobiencerca.

Los cuatro miraron instintivamente hacia la ingente mole. No se veía anadie.Perounaespeciedesendaconducíaalacúspide.Poirotrecordóhabervisto allí algunos nativos cuando desembarcaron por vez primera. Miróatentamente al marido y a la mujer. Linnet parecía paralizada de estupor.Simonemitiógritosinarticuladosderabia.

—¡Malditasea…!¡QueDioslacondene!

LanzóunamiradarápidaaTimAllerton,quedecía:

—¡Caramba,hanescapadoporbienpoco!Loquehayqueaveriguaressiesa masa de roca fue impulsada por algún loco o si se desprendió por símisma.

Linnet,muypálida,dijocondificultad:

—Yocreoquehasidoobradeunloco.

—Pudohaberla aplastado como si ustedhubiese sidoun cascarón. ¿Estáseguradenotenerenemigos,Linnet?

Linnet intentó dos veces responder a la broma sin conseguirlo. Tenía lalenguaadheridaalpaladar.

Poirotintervinorápidamente:

—Vamosalbarco,madame.Debetomarunantiespasmódico.

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Emprendieron lamarcha en silencio.Simon apretaba los puñosde rabia.TimintentódeciralgunastonteríasparadistraerlamentedeLinnetdelpeligroque acababa de correr. Poirot les acompañaba con grave expresión.Y en elpreciso instante en que alcanzaba la lancha para subir a bordo, Simon sedetuvoparalizadoporelasombro.JacquelinedeBellefortsedirigíaalaplayaenaquelmomento.Vestidadeguindaazul,parecíaunaniña.

—¡Gracias,Diosmío!—murmuró Simon—. ¡Fue un accidente, despuésdetodo!

La cólera huyó de su rostro.Lanzó un suspiro de alivio tan ruidoso queJacquelinesediocuentadequeleocurríaalgoanormal.

—Buenosdías—dijo—.Metemoquevoyallegardemasiadotarde.

Leshizounainclinacióndecabezaysemarchóendirecciónaltemplo.

Simon asió nerviosamente el brazo de Poirot. Los otros dos se habíanmarchado.

—¡Diosmío!¡Quépesomehaquitadodeencima!Yocreíque…que…

Poirotmoviólacabezaafirmativamente.

—Séperfectamenteloqueustedpensaba.

Pero el detective mismo parecía estar preocupado. Volvió la cabeza yobservó atentamente el resto de los pasajeros del barco. La señorita VanSchuyler regresaba con andar cansado y apoyada en el brazo de la señoritaBowers.Algomásallá,laseñoraAllertonreíaconlaseñoraOtterbourne.Noseveíaaningunodelosotros.

Poirotmoviólacabeza,mientrasseguíalentamenteaSimonhaciaelbarco.

CAPITULO11

—¿Quiere explicarme el significado de la palabra «fey», madame? —preguntóPoirotbruscamente.

LaseñoraAllertonsemostró ligeramentesorprendida.Ellayeldetectivetrepaban lentamentepor la roca frente a la segunda catarata.Muchosde losotros habían subido en camellos, pero Poirot rehusó seguir su ejemplo,basándoseenelmovimientodeloscontrahechosanimales,quelerecordabanel movimiento del barco. La señora Allerton lo había considerado desde elpuntodevistadesudignidadpersonal.

Habían llegado aWadi Halfa la noche anterior. Durante lamañana, dos

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lanchas transportaban a toda la partida a la segunda catarata, con excepcióndel señor Richetti, que insistió en hacer una excursión a un lugar remotollamadoSomma.

—«Fey»…—laseñoraAllertoninclinólacabezahaciaunlado,mientrasconsideraba su respuesta—.Puesbien, esunapalabra escocesa, en realidad.Significa una especie de felicidad exaltada, que precede al desastre. Comoustedpuedeimaginar,esdemasiadohermosoparaserverdad.

—Agradecidísimo,madame.Ahoralocomprendo.Esraroquedijeseustedesoayerprecisamente…ypocosmomentosdespuéslaseñoraDoyleescapabapormilagroalamuerte.

—Síqueestuvocerca…

Poirot cambió el tópico y empezó a hablar deMallorca, haciendo variaspreguntasprácticasconvistasaunaposiblevisita.

Enaquelprecisoinstante,TimyRosalíaOtterbourneestabanconversando.Timhabía estadobromeando sobre sumala suerte.Decía que su condenadasalud no era lo suficientemente mala para ser realmente interesante ni lobastante buena para permitirle hacer la vida que hubiera deseado. Pocodinero…unaocupaciónporlacualnosentíavocaciónalguna…

—Unaexistenciaoscuradegusano—terminóconprofundodescontento.

Rosalíadijobruscamente:

—Tieneustedalgoquecausalaenvidiademuchísimagente.

—¿Yquécosaes?

—Sumadre.

ATimlesorprendióagradablemente.

—¡Mi madre! Sí, en efecto, es única. Me complace que se haya dadocuentadelomuchoquevale.

—La creomaravillosa. Parece tan amable…, con esa compostura…, esacalma, como si nada pudiera llegar hasta ella. Sin embargo, está siempredispuestaatomarloabroma…

Tim experimentó una deliciosa sensación de calurosa atracción hacia lajoven. Deseó poder devolverle el cumplimiento, mas, desgraciadamente, laseñora Otterbourne constituía, en su opinión, una seria amenaza para elmundo.Laimposibilidadderesponderalgoagradablelehizoconfundirse.

LaseñoritaVanSchuylersequedóenlalancha.Noseatrevióaarriesgarseahacerlaascensiónniapieniencamello.Dijoconsequedad:

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—Sientotenerquerogarlequesequedeconmigo,señoritaBowers.TeníaelpropósitodehacerpermaneceralaseñoritaCorneliaparaqueustedpudieramarcharse, pero ¡los jóvenes son tan egoístas…!Se escapó sin decirmeunapalabra. Y hace un momento la he visto hablando con ese grosero y maleducadodeFerguson.

LaseñoritaBowersdijoentonoconfidencial:

—Perfectamente,señoritaVanSchuyler.

Miróhacialapartidaqueascendíalamontañaydijo:

—LaseñoritaRobsonnoestáyaconesejovendequeustedmehabla.LaacompañaeldoctorBessner.

LaseñoritaVanSchuylerrefunfuñó.DesdequedescubrieraqueeldoctorBessnerposeíaunagranclínicaenChecoslovaquiayreputacióneuropeacomomédico de moda, estaba dispuesta a mostrarse condescendiente con él.Además,podíanecesitarsuasistenciaprofesionalantesdeterminarelviaje.

CuandolospasajerosregresaronalKarnak,Linnetdioungritodesorpresa.

—Untelegramaparamí—dijo.

Loextendiósobreunamesadespuésderompersuenvoltura.

—¡Caramba! —exclamó—. No comprendo una palabra de esto…Patatas…Acelgas.¿Quésignificaesto,Simon?

Sumaridoseaproximabaparadescifrarelenigma,cuandounavozfuriosasedejóoír.

—Perdóneme,peroesetelegramaesparamí.

Y el señor Richetti se lo arrebató con dureza de la mano, mientras lelanzabaunamiradacolérica.

Linnet se quedó sin habla un momento, a consecuencia de la sorpresa.Luegodiolavueltaalsobre.

—¡Oh, Simon, que tonta he sido!Aquí diceRichetti, noRidgeway…Yahora recuerdo que mi nombre no es ya Ridgeway tampoco… Tengo queexcusarme.

Siguióalarqueólogohastalacabinadeltimonel.

—Lo siento muy de veras, señor Richetti… Vea usted, mi nombre eraRidgewayantesdecasarmeynohacemuchoquelohice…Porestarazón…

Se interrumpió. Una sonrisa acudió a sus labios invitando a sonreír alitaliano por el faux pas de una recién casada. Pero Richetti no estaba parabromas.

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LinnetvolvióadondeestabaSimonymarcharonjuntosalaplaya.Poirot,quelosobservaba,oyóasuladounprofundosuspiro.Volvióseyseencontrócon Jacqueline deBellefort. Tenía lasmanos engarfiadas en la cuerda de labarandilla. La expresión del rostro de lamuchacha le sobresaltó.Ya no eraalegrenimaliciosa.Parecíadevoradaporalgúnfuegointerior.

—Yaniserecatan…—laspalabrassalíandesuslabiostenuesyrápidas—.Yanopuedoalcanzarlos…Yanolesimportasiestoyaquíono.Yanopuedohacerlesdaño.

Lasmanossobrelabarandillatemblaron.

—Mademoiselle.

Ellaleinterrumpió.

—¡Oh, no, es demasiado tarde para los consejos! Tenía usted razón.Nodebívenir…Porlomenosenesteviaje.¿Cómolellamabausted?¿Unviajedel espíritu?No puedo retroceder…He de seguir adelante…Y seguiré.Noseránfelices.Prefieromatarlo…

Semarchóbruscamente.Poirotmiróconairetristecuandosealelaba.Depronto,sintióapoyarseunamanosobresuhombro.

—Suamigapareceestaralgoenfurruñada,monsieurPoirot.

Eldetectivesevolviósorprendidoalreconoceraunantiguoamigo.

—¡CoronelRace!

Elhombrealto,bronceado,sonrió.

—Noesperabavermeporaquí,¿eh?

HérculesPoirothabíaconocidoalcoronelRaceunañoatrásenLondres.Ambos fueron comensales en un extraño banquete, que terminó con elasesinato de su anfitrión. Poirot sabía que Race era un hombre que jamáspermanecía inactivo. Siempre podía encontrársele en cualquiera de losconfinesdel imperioenqueexistieseelmenorconatodesublevacióncontraGranBretaña.

—Asípues,estáenWadiHalfa…

—Estoyaquí,enestebarco.

—¿Quéquiereusteddecir…?

—QuepiensohacerconustedelviajederegresoaShellal.

—Esoesmuyinteresante.¿Ysibebiéramosalgo?

Penetraronenelsalónobservatorio,ahoracasidesierto.Poirotordenóun

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whiskyparaelcoronelyunanaranjadaconmuchoazúcarparaél.

—De modo que hará usted el viaje de retorno con nosotros —replicóPoirot,mientrassorbíasubebida—.Iríaustedmuchomásrápidositomaseelcorreodelgobiernoquehaceeltrayectosindetenersedenoche.

—Tiene usted razón, como siempre, monsieur Poirot —dijohumorísticamenteelcoronel.

—¿Leinteresanlospasajeros?

—Unosolodelospasajeros.

—¿Cuáldeellos?

—Desgraciadamente,yomismonolosé.

Poirotparecíaestarinteresado.Raceprosiguió:

—No es posible guardar secretos con usted. Hemos tenido muchasmolestias aquí en estos últimos tiempos, tanto en un sentido como en otro.Pero no es a los que capitanean a los insurrectos a los que nos interesacapturar, sino a los que han encendido la mecha de la revolución con susmanejos y propagandas. Había tres: uno ha muerto, el otro está encerrado,peronosfaltaeltercero.Unindividuoconcincooseisasesinatoscometidosasangrefríasobresusespaldas.Esunodelosagentesasueldomásinteligentesquehanexistidojamás.Estáenestebarco.Loséporunpárrafodeunacartaque ha caído en nuestras manos… Después de descifrarla, decía: «X seencontraráabordodelKarnakdesdeel7al13defebrero».Peronodiceabajoconquénombreseinscribióaltomarelpasaje.

—¿Poseealgunadescripcióndesuhombre?

—No. Desciende de americanos, islandeses y franceses, es unconglomeradoderazas.Locualnonosayudaennada…¿Tieneustedalgunaidea?

—¿Unaidea?No…,todavíano.

Lacomprensiónentreelloseratangrande,queRacenoinsistió.SabíaquePoirotnohablaríaunapalabraamenosqueestuvieraseguro.

Poirotsefrotólanarizyhablóconvozdoliente:

—Ocurre algo a bordo de este barco que me inquieta más de lo quequisiera.

Racelemiró,inquiriendodetalles.

—Figúrese—dijo Poirot— una persona a quien llamaremos A, que haofendidogravementeaotra,B.LapersonaBansíavengarseyhaceobjetoala

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otradesusamenazas.

—¿EstánAyBabordo?

—Precisamente.

—SupongoqueBesmujer.

—Exacto.

Raceencendióuncigarrillo.

—Yonomepreocuparía.Laspersonasquedicenatodoelmundoloquevanahacer,nolohacengeneralmente.

—Yenparticular,ésteeselcasoconlasmujeres.

—¿Algomás?—inquirióRace.

—Sí, algo más. Ayer la persona a quien designamos por A escapó demilagro a lamuerte. Unamuerte que presentaba todos los caracteres de unaccidentecasual.

—¿MaquinadoporB?

—No;éseeselcaso.B,probablemente,nohaintervenidoparanada.

—Entoncesfueunaccidente.

—Asílosupongoyotambién,peronomegustanestosaccidentes.

—¿EstásegurodequeBnosehamezcladoparanadaeneso?

—Enabsoluto.

—Bien.Aveceshaycoincidencias.¿QuiénesA?Unapersonaindeseable,sinduda,¿verdad?

—Porelcontrario,esunaseñorajoven,encantadorayrica.

—Parececosadenovela.

—Peut-être.Peroledigoaustedquenoestoytranquilo,amigomío.Sinomeequivoco,yseríalaprimeravezquemesucediese…

Racesonrióantelainmodestiatípicadeldetective.

—…Entonceshaymotivoparainquietarse.Yahora,vieneustedaañadirotra complicación. Por lo que dice, hay un hombre a bordo delKarnak quemata.

—Generalmentenomataalasseñorasencantadoras.

Poirotmoviólacabezainsatisfecho.

—Tengomiedo,amigomío—declaró—.Tengomiedo…Hoyheavisadoa

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laseñoraDoyle,queeslaamenazada,quevayaconsumaridoaKartumyqueno regrese a este barco. Pero no han querido hacerlo. Ruego al Cielo quepodamosllegaraShellalsinquesucedaunacatástrofe.

—¿Noesustedexcesivamentepesimista?

Poirotmoviólacabeza.

—Tengo miedo —dijo simplemente—. Yo, Hércules Poirot, tengomiedo…

CAPITULO12

CorneliaRobsonsehallabaenelinteriordeltemplodeAbuSimbel.Eraelatardecerdeldíasiguiente…unatardetranquilaysofocante.ElKarnakhabíaancladounavezmásenAbuSimbelparapermitirotravisitaaltemploconluzartificial.Ladiferenciade iluminacióneraconsiderable.Corneliacomentabaestehecho,maravillada,conelseñorFerguson,queseencontrabaasulado.

—¡Caramba, se ve mucho mejor ahora! —exclamó la muchacha—.QuisieraqueestuvieseaquíeldoctorBessner.Élmehabríaexplicadotodo.

—Extraño que pueda usted soportar a ese viejo loco —dijo Fergusonceñudo.

—¿Porqué?Esunodeloshombresmásamablesqueheconocidoenmivida.

—Esunviejoantipáticoypresuntuoso.

—Nodebíaustedhablardeesaforma.

Eljovenlaasiórepentinamenteporunbrazo.Salíanenaquelmomentodeltemploylalunabrillabaenelcielocontodosuresplandor.

—¿Por qué soporta usted los fastidios de un gordo repugnante y se dejamanejarcomosifueseunaesclavaporunaarpíasinentrañas?

—¡Caramba,señorFerguson!

—¿Es usted tonta acaso? ¿No se da cuenta de que usted es tanto comoella?

—No,nolosoy—repusolamuchachaconsinceraconvicción.

—Noesustedtanricaesoesloquequieredecir.

—No,noeseso.LaprimaMaríaposeeunabuenaeducación.

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—¡Educación!—el joven soltó el brazo de Cornelia tan repentinamentecomolohabíacogido—.Esapalabradanáuseas.

Cornelialemiróasustada.

—Aellanolesatisfacequeustedhableconmigo,¿verdad?

Corneliaseruborizósinsaberquéresponder.

—¿Porqué?Porquecreequeyonopertenezcoasuclase.¡Puf!¿Noledaascoeso?

—Meagradaríaquenotomaseesascosastanapecho,señorFerguson.

—¿No se da cuenta, usted que es una americana, de que todos hemosnacidoigualesylibres?

—Deningunamanera—dijoCornelia.

—¡Ah,jovencita!Estoformapartedesunaturaleza.

—La prima María dice que los políticos no son caballeros —aseguróCornelia—;ycomoesnatural,laspersonasnosontodasiguales.Megustaríahabernacidoelegante como la señoraDoyle, por ejemplo.Perono lo soyycreoquenovalelapenapensarenello.

—¡LaseñoraDoyle!—exclamóFerguson,conprofundodesprecio—.Ésaes una de lasmujeres a quienes se debíamatar a tiros para que sirviese deescarmientoalasdemás.

Volviólaespaldaysemarchó.Corneliasedirigióalbarco.

Cuando había alcanzado la lancha, Ferguson volvió a asir su brazo denuevo.

—Esustedlapersonamásatractivadelbarco.Leruegoquenoloolvide.

Rojadeplacer,Corneliallegóalsalónobservatorio.

La señora Van Schuyler conversaba con el doctor Bessner. Corneliapreguntóconciertasensacióndeculpabilidad:

—Nohellegadotarde,¿verdad?

Mirandosurelojlaancianarespondió:

—Nosepuededecirquetehayasapresuradodemasiado.¿Quéhashechoconmiestoladeterciopelo?

Corneliamiróasualrededor.

—¿Voyalcamaroteaversiestáallí?

—Noestá.Ladejéporaquídespuésdecomerynomehemovidodesde

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entonces.

Corneliasededicóaunabúsquedainfructuosa.

—Nolaveoporningunaparte,primaMaría.

—¡Eres tonta! —exclamó la señorita Van Schuyler—. Busca por otrossitios—era una orden, tal como puede dársele a un perro, y Cornelia, consumisióncanina,obedeció.

ElsilenciososeñorFanthorp,queestabasentadoaunamesapróxima,selevantóylaayudó.Noencontraronlaestola.

El día había sido tan insoportablemente caluroso y desagradable, que lamayoría de los excursionistas se retiraron tan pronto como regresaron de laplayadevereltemplo.LosDoylejugabanalbridgeconPenningtonyRaceenunamesa en un rincón.El otro ocupante del salón eraHércules Poirot, quebostezabasincesar,conlacabezaechadahaciaatrás,sentadoaunamesajuntoa la puerta. La señorita Van Schuyler, haciendo una salida majestuosa, conCornelia y la señoritaBowers asistiéndola, se detuvoun instante frente a lamesadePoiroty éste se incorporócortésmente, reprimiendounbostezo.LaseñoritaVanSchuylerdijo:

—Acaboderecordarquiénesusted,señorPoirot.MiantiguoamigoRufusVanAldinmehahabladomuchodeusted.Yamecontaráustedalgunosdesuscasos.

Con un movimiento de cabeza amable y condescendiente, prosiguió sucamino. Poirot, con los ojos parpadeando de sueño, le hizo una reverenciaexagerada.Luegobostezóunavezmás.Sesentíapesadoyestúpidoacausadel sueño. Apenas podía conservar los ojos abiertos. Posó la mirada en sujuego.Luegodirigió su vista hacia el jovenFanthorp, que leía un libro.Nohabíanadiemásqueellosenelsalón.

Abriólapuertaysedirigióacubierta.JacquelinedeBellefort,queentrabaenelsalón,casitropezóconél.

—Pardon,mademoiselle.

—Tieneustedcaradesueño,monsieur.

—Estoymuertodesueño—declaróconfranqueza—.Casinopuedoabrirlosojos.Hasidoundíaextraordinariamentesofocante.

—Sí—parecíapensativa—.Hasidoundíaenquelascosaspuedenllegarasudesenlace.Enqueyanopuedeunodetenerse.

Hablabaenvozbajaysaturadadepasión.Nomirabahaciaél,sinohacialaplayaarenosa.Teníalasmanoscrispadas,rígidas…Deprontolafuertetensiónserompió.Dijo:

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—Buenasnoches,monsieur.

—Buenasnoches,mademoiselle.

Sus ojos se encontraron un instante brevísimo. Pensando en ello al díasiguiente, Poirot llegó a la conclusión de que había una súplica muda enaquellamirada.Mástarde,volvióarecordarlo…

Élsedirigióasucamaroteyellapenetróenelsalón.Cornelia,despuésdeconversarconsuprimasobreciertasfantasías,recogiósuslaboresyregresóalsalón.No sentía lamenornecesidadde acostarse.Por el contrario, se sentíacompletamentedespiertayexcitada.

El cuarteto de bridge estaba completamente silencioso. En otra silla, elcalladoFanthorpleíasulibro.Corneliasesentóyempezóacoser.

SúbitamentelapuertaseabrióyJacquelinedeBelleforthizosuaparición.Permanecióunmomentoenelumbral.Alzólacabezaydespuésdellamarauntimbre,pasófrenteaCorneliaytomóasiento.

—¿Estuvoenlaplaya?—preguntó.

—Sí.Penséquedebíadeserfascinadoralaluzdelaluna.

—Sí, es una noche encantadora —asintió Jacqueline—. Una verdaderanochedelunademiel.

Susojossedirigieronalamesadebridge.DetuviéronseunmomentosobreLinnetyDoyle.

ElcamarerollegóenrespuestaalallamadadeJacqueline.Éstaordenóundobledeginebra.Cuandodabaestaorden,SimonDoylelelanzóunamiradarápida.Unaarrugadeansiedadapareciósobresuentrecejo.Sumujerledijo:

—Simon,estamosesperandoquesirvaslascartas.

Jacqueline empezó a cantar algo entre dientes. Cuando llegó la bebida,cogiólacopadiciendo:

—Bien,yaestáelcrimen.

Labebióypidióotra.

Otra vez Simon apartó la mirada de la mesa de bridge. Sus jugadasrevelabansufaltadeatención.Sucompañero,Pennington,lellamóalorden.

Jacqueline empezó a canturrear otra vez. Primero lo hizo en voz baja,luegolaspalabrassehicieroninteligibles.

—Teníaasuhombreyéllaengañó…

—Losiento—dijoSimonaPennington—.Hesidoestúpidopormiparte

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noseguirle.Esolesdaeltriunfo.

Linnetselevantó.

—Meestoydurmiendo.Creoquelomejoresirsealacama.

—Sí,yaeshoradeterminar—dijoelcoronelRace.

—Yocreolomismo—opinóPennington.

—¿Vienes,Simon?—preguntóLinnet.

—Ahora mismo no. Voy a beber algo antes —respondió el aludidolentamente.

Linnetmoviólacabezayseausentó.Racelasiguió.Penningtonacabódebebersucopaysemarchóasimismo.

—Lasjóvenesdebemostrasnocharjuntas—aseguróJacquelineaCornelia.

Luego lanzó atrás la cabeza y profirió una sonora carcajada. Llegó elsegundovaso.

—Bebaalgo—invitóJacqueline.

—No,muchasgracias—respondióCornelia.

Jacquelineechósusillahaciaatrás.Empezóacantarenvozalta:

—Teníaasuhombreyéllaengañó…

ElseñorFanthorpvolvióunapáginadeEuropapordentro.

SimonDoylerecogióunarevista.

—Mevoy—anuncióCornelia—.Creoqueyaesmuytarde.

—Usted no puede irse así. Se lo prohíbo —declaró Jacqueline—.Cuéntemealgosobreustedmisma,vamos.

—Bien… no sé… No hay mucho que contar… —la pobre muchachatartamudeaba—.Hevividosiempreenmicasaynoheviajadomucho.Éstaesmiprimeraescapada.

Jacquelinerio.

—Esustedunapersonafeliz,¿verdad?¡Dios,cómolaenvidio!

—¡Oh,deveras…!Peroyocreo…estoysegura…

Indudablemente la señorita Bellefort había bebido demasiado. No eraexactamente una novedad para Cornelia. Había visto bastantes borracherasdurantelavigenciadelaLeySeca.Peroallíhabíaalgomás…JacquelinedeBelleforthablabaconella…Lamirabaaella.Sinembargo,CorneliateníalasensacióndequeJacquelinesedirigíaaotrapersona…Peronohabíamásque

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dospersonasenelsalón:elseñorFanthorpyelseñorDoyle.Elprimeroestabaabsorto en la lectura de su libro.SimonDoyle, con extraña expresión, teníaunamiradavigilante.

Jacquelinerepitió:

—Dígamealgosobreustedmisma.

Siempre obediente, Cornelia intentó completar su biografía. Hablaba,hablabaincesantemente,entrandoendetallesnimioseinnecesariosdesuvidadiaria. Estaba poco acostumbrada a llevar la voz cantante. Ella había sidosiemprelaqueletocabaescuchar.

Sin embargo, la señorita Bellefort parecía interesarse por su narración,puescuando,agotadossusrecursos,sedetuvo,laotramuchachaleinstó:

—Continúe.Cuéntememás…

YCorneliaprosiguió.

¿Quéhorasería?Contodaseguridadmuytarde.Habíaestadohablandosincesar. Si por lomenos sucediese algo definitivo…E inmediatamente, comorespuesta a sus deseos, algo sucedió. Sólo que en aquel momento parecíanatural…

JacquelinevolviólacabezaydijoaSimonDoyle:

—Tocaeltimbre,Simon.Quierobebermás.

SimonDoylelevantósusojosdelarevistaqueleíayrespondiósecamente:

—Loscamarerossehanacostado.Esmásdelamedianoche.

—Tedigoquequierobebermás.

—Yahasbebidobastante,Jacqueline—repusoSimon.

Ellaselevantófuriosayleapostrofó:

—¿Quéteimportaatilomío?

—Nada—dijoél,encogiéndosedehombros.

Ellaquedóobservándoleunosinstantes.Luegohabló:

—¿Quétepasa,Simon?¿Tienesmiedo?

Simonnorespondió.Volvióacogerlarevista.

Corneliamurmuró:

—¡Oh,querida,esdemasiadotarde…!Debo…

Jacquelineledijo:

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—No se vaya a acostar. Quiero que quede una mujer conmigo… paraayudarme.—Rompióareírdenuevo—.¿SabeustedporquémetemeSimon?Creequevoyacontarlelahistoriademivida.

—¡Oh…pues…!—Corneliavaciló.

—Veausted,élyyoíbamosacasarnos.

—¿De…ve…ras?

Corneliaerapresadediversasemociones.Estabatremendamentenerviosa,peroalmismotiemposentíasecongustoasombrada.¡CuánculpableleparecíaSimonporaquellarenuncia!

—Sí. Es una historia muy triste —prosiguió Jacqueline. Su voz suavesonaba débil y burlona—.Me trató con bastante desconsideración. ¿Verdad,Simon?

Simondijoburlonamente:

—Veteaacostar,Jacqueline.Estásborracha.

—Siestásnervioso,queridoSimon,másvalequetevayasdeaquí.

SimonDoyle lamiró. Lamano que asía la revista le temblaba un poco.Perodijosecamente:

—Mequedo.

Corneliamurmuróporterceravez:

—Mevoy…esdemasiadotarde…

—Noseirá—aseguróJacqueline—;ustedsequedaráaquíparaoírloquevoyadecir.—Laasióporelhombroylaobligóasentarseenlasilla.

—Jacqueline—ordenóSimonconvozcortante—,bastadehacerlocurasyacuéstate.

Jacqueline se sentóbruscamente en su asiento.Laspalabras fluíande subocaenuntorrentesuaveysusurrante.

—Tienes miedo de que arme un escándalo, ¿eh? Eres tan inglés… tanreticente.Quieresquemecomportedecentemente,¿verdad?Peroamínomeimportasimiconductaesdecenteono.Valemásquetevayasdeaquí,porquepiensohablarmucho.

JimFanthorpcerróconsumo tiento su libro,bostezó,miróa su reloj, selevantóysalió.Conellodiopruebasdeserunsajónperfecto.

JacquelinehizodarlavueltaasusillayseenfrentóconSimon.

—¡Condenado idiota! —dijo con voz pastosa—. ¿Crees que puedes

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tratarmecomomehastratadoysalirteconlatuya?

SimonDoyleabrió los labios.Lopensóy losvolvióacerrar.Sesentóyquedó silencioso como si esperase que la explosión de la joven la dejaríaexhaustasiélnodecíanadaparaprovocarla.

LavozdeJacquelinefascinabaaCornelia,quejamáshabíatenidoocasióndedescubriremocionesdeningunaclase.

—Tedije—dialogabaJacqueline—quetemataríaantesdeverteconotramujer.¿Creesquenopiensohacerloquedigo?Estásenunerror.Heestadoesperandohastaahora…¡Túeresmihombre…!¿Looyes?Meperteneces…

Simon no pronunció una palabra. La mano de Jacqueline hurgó unmomentoensufalda.Lajovenseinclinóhaciadelante.

—Te dije que temataría y pensaba hacerlo tal como te lo decía…—sumanosealzódeprontoconalgoquebrillaba—.Tematarécomoaunperro…comoaunperrosarnosoqueeres…

Ahora quiso actuar Simon. Dio un salto, pero en aquel momentoJacquelineapretóelgatillo.

Simon se retorció, cayó sobre una silla. Cornelia dio un grito y saliócorriendo del salón. Jim Fanthorp estaba en cubierta, inclinado sobre labarandilla.Lollamó.

—¡SeñorFanthorp!¡SeñorFanthorp!

Éstecorrióhacialajoven.Ellaleasiósubrazoydijoincoherentemente:

—¡Lehaherido!¡Lehaherido!

Simon Doyle yacía aún como había caído. Jacqueline lo miraba comoparalizada. Temblaba violentamente y sus ojos dilatados y horrorizadoscontemplaban fascinados lamanchacarmesíque seextendíaporelpantalónde Simon, precisamente por debajo de la rodilla, en donde él apretaba confuerzaunpañuelocontralaherida.Ellabalbució:

—Noteníalaintención…Yonoquería…¡Oh,Diosmío!Deverdadqueno…

Lapistolasedesprendiódesusdedostemblorososycayóconruidosordosobrelamaderadelsuelo.Ellalediounpuntapiécongranfuria.Fueaparardebajodeunaotomana.

Simon,convozdébil,exclamó:

—Fanthorp,por todos los santos…alguienviene…Digaquenoha sidonada… Sólo un accidente… No quiero que se promueva un escándalo poresto…

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Fanthorpasintióconrápidacomprensión.Sedirigiórápidamentehacia lapuerta,endondeacababadeaparecerelasustadorostrodeunnubio.

—Noesnada,nadaenabsoluto.Fueunabroma.

Lanegra fazparecíadudosa.Luegose tranquilizó.Mostró losdientesenunesbozodesonrisa.Elmuchachodesapareció.

Fanthorpvolvió.

—Todovabien.No creoque lo oyesenadie.Sonó comoun taponazo…Ahora,loquehayquehacer…

Seinterrumpió.Jacquelinehabíaempezadoallorarhistéricamente.

—¡Ay, Dios mío!, quisiera estar muerta… Me mataré… Estaré mejormuerta.¿Quéhehecho,Diosmío?¿Quéhehecho?

Corneliaseaproximóalajoven.

—¡Cállese,querida!¡Cállese!

Simon, con la frente húmeda y el rostro contraído por el dolor, dijoapresuradamente:

—¡Llévensela! ¡PorDios, sáquenla de aquí! ¡Condúzcala a su camarote,Fanthorp! ¡Usted, señoritaRobson, tenga labondadde traera suenfermera!—Miró suplicante a ambos—. No la dejen. Cuando hayan llamado a laenfermera, traigan al doctor Bessner. Pero, por Dios vivo, no permitan queestollegueaoídosdemimujer.

JimFanthorphizoungestode asentimiento comprensivo.Aquel hombresilenciosoprobabasusangrefríaysucompetenciaenuncasodeemergencia.

EntreélyCorneliacondujeronalamuchacha,quellorabayforcejeaba,asucamarote.Allícontinuódándolesquehacer.

—Meahogaré…Meahogaré…Nomerezcovivir.¡Oh,Simon,Simon!

FanthorpdijoaCornelia:

—VayaustedytraigaalaseñoritaBowers.Yomequedaréconellahastaqueustedvuelva.

Tan pronto como se hubo marchado Cornelia, Jacqueline se aferró aFanthorp.

—Supiernasangra…estárota…lahemorragiapuedematarle.¡Deboirasulado…!¡Oh,Simon,Simon!¿Cómohepodido…?

Habíaalzadolavoz.Fanthorpledijoconseriedad:

—¡Nogrite!¡Noseránada!

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—¡Déjeme!¡Déjemequemetirealagua!¡Quieromatarme!

Fanthorp,asiéndolaporloshombros,laobligóaacostarsesobreellecho.

—Nosemueva.Nohagatonterías.Serénese.Nohapasadonada,ledigo.Cálmeseynodigatonterías.

Lamuchachaintentóseguirsusconsejos,cosaqueletranquilizó;perodiounsuspirodealiviocuandoseentreabrieronlascortinasylaeficienteseñoritaBowers,cubiertaconunhorriblequimono,entróacompañadaporCornelia.

—Bien,yaestamos—dijolaseñoritaBowersbruscamente—.¿Quépasa?

Empezólatarea,sinningúnsignodesorpresaoalarma.

Fanthorp, agradecidísimo,dejó a lamuchacha en las competentesmanosdelaseñoritaBowersysedirigióapresuradamentealcamaroteocupadoporeldoctorBessner.

Llamóyentróseguidamente.

—¿EldoctorBessner?

Unronquidoterribleterminóyunavozsobresaltadadijo:

—¿Eh?¿Quéhay?

Fanthorphabíaencendidoyalaluz.

—Es Doyle. Está herido de un tiro. La señorita Bellefort ha disparadocontraél.Estáenelsalón.¿Puedeustedvenir?

Elgruesodoctor reaccionóprontamente.Formulóunascuantaspreguntaslacónicas, se puso las zapatillas y una bata, recogió una cajita provista deartículosdecurayacompañóaFanthorpalvestíbulo.

Simonhabíaconseguidoabrir laventanaqueteníaasulado.Apoyabalacabezaenella,inhalandoelaire.Surostroteníaunaspectocadavérico.

EldoctorBessnerseleaproximó.

—¿Ja?¡Ah!¿Quétenemosaquí?

Un pañuelo empapado de sangre yacía en la alfombra y en la alfombramismaaparecíaunamanchanegra.

El examen del doctor estaba puntuado con exclamaciones y gruñidosteutónicos.

—Sí, esto presenta un cariz feo. El hueso está fracturado. Y una granpérdida de sangre. Herr Fanthorp, usted y yo debemos trasladarlo a micamarote.Sí,así.Nopuedecaminar.Tenemosquellevarleasí.

Cuandoloalzaban,Corneliaaparecióenelumbral.

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Alverla,eldoctoremitióungruñidodesatisfacción.

—¡Ah! ¿Es usted? Bien. Venga con nosotros. Necesito ayuda. Ustedcolaborarámejorquemiamigo.Élestáalgopálidoya.

Fanthorplanzóunamiradadébil.

—¿LlamóalaseñoritaBowers?—preguntó.

EldoctorBessnerdirigióunamiradacalculadoraaCornelia.

—Usted podrá ayudarnos perfectamente, señorita —anunció—. No sedesmayarániharáningunatontería,¿verdad?

—Puedohacerloqueustedmediga—respondióCorneliavivamente.

La procesión desfiló por la cubierta. Los diezminutos siguientes fueronpuramente quirúrgicos y el señor Fanthorp pasó un mal rato. Estabaavergonzadodelasuperiorfortalezaexhibidaalasazón,porCornelia.

—Yaestá.Es lomejor quepodemoshacer—anunció el doctorBessner,finalmente—.Sehaportadoustedcomounhéroe,amigomío.—Palmoteóconun gesto de aprobación el hombro de Simon Doyle. Luego sacó unajeringuilla.

—Ahoraledaréalgoparaqueduerma.Suesposa,¿quémedicedeella?

Simoncontestódébilmente:

—Noesnecesarioqueella sepanadahastapor lamañana.Yo…nohayque culpar a Jacqueline…Ha sido culpamía. La traté ignominiosamente…pobrechiquilla…Nosabíaloquehacía…

Bessnermoviólacabezaenseñaldecomprensión.

—Sí,sí,comprendo…

—Fueculpamía—insistióSimon.SusojosseposaronsobreCornelia—.Alguien…alguiendebequedarseconella…Podríahacersedaño…lapobre.

El doctor Bessner inyectó la aguja hipodérmica. Cornelia dijo en tonocompetente:

—Muy bien, señor Doyle. No se preocupe. La señorita Bowers le harácompañíatodalanoche…

Una expresión de agradecimiento cruzó el rostro de Simon. Sus ojos secerraron.Derepentelosabrió.

—Fanthorp.

—Sí,Doyle.

—La pistola… No debe dejarla en el suelo… Los muchachos la

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encontraránporlamañana.

—Muybien.Iréarecogerlaahoramismo.

Saliódelcamaroteycruzólacubierta.LaseñoritaBowersaparecióenlapuertadelcamarotedeJacqueline.

—Ellaestábienahora—anunció—.Lehedadounainyeccióndemorfina.

—Pero¿sequedaráustedconella?

—¡Oh,sí!Lamorfinaexcitaaalgunaspersonas.Leharécompañíatodalanoche.

Fanthorpfuealvestíbulo.

UnostresminutosdespuéssonóungolpecitoenlapuertadelcamarotedeldoctorBessner.

—¿DoctorBessner?

—¿Sí?

Fanthorpleindicóconunaseñaquesalieraalacubierta.

—Escuche,noencuentroesapistola.

—¿Quédice?

—Lapistola.Cayódelamanodelamuchacha.Ellalediounpuntapiéyelarmafueaparardebajodeunaotomana.¡Lapistolanoestáahoradebajodeesaotomana!

Secontemplaronmutuamente.

—Pero¿quiénpuedehaberlacogido?

Fanthorpseencogiódehombros.Bessnerdijo:

—Esextraño.Peronoveoloquepodemoshacer.

Perplejosyvagamentealarmados,losdoshombressesepararon.

CAPÍTULO13

Hércules Poirot se estaba quitando el jabón de su rostro recién afeitadocuandoseoyóungolpecitorápidoenlapuerta.Seguidamente,elcoronelRaceentrósinmásceremonias.Cerrólapuertatrassí.Dijo:

—Suinstintoacertó.Haocurrido.

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Poirotseenderezóypreguntóvivamente:

—¿Quéhaocurrido?

—LinnetDoyleestámuerta.Deuntiroenlacabeza.Sucedióanoche.

Poirot guardó silencio durante un minuto. En su mente surgieronvivamentelaimagendeunamuchacha,enunjardíndeAssuán,quedecíaconvoz dura, sin tomar aliento: «Me gustaría arrimarmi pistola a su cabeza ysimplemente apretar el gatillo», y más reciente, la misma voz que decía:«Tieneunalaimpresióndequenosepuedecontinuar…laclasededíacuandoacaecealgo»;yaquellaextrañaymomentánea llamadaen susojos. ¿Qué lehabía sucedido que no respondió a aquella llamada? Había estado ciego,sordo,estúpido,consufaltadesueño…Raceprosiguió:

—Tengo cierta categoría oficial; me llamaron. Lo dejaron todo en mimano.Elbarcodebepartirdentrodemediahora,peroseráretrasadohastaqueusted me avise. Existe la posibilidad, desde luego, de que el asesino hayavenidodetierra.

Poirotmoviónegativamentelacabeza.Raceasintióconungesto.

—Conforme.Puededescartarse.Bien,escosadeusted.

Poirotsehabíaestadovistiendocondestrezayceleridad.Dijo:

—Estoyasudisposición.

Losdoshombressalieronalacubierta.

Racedijo:

—Bessnerdebeestarallíya.Uncamarerofueabuscarle.

Habíacuatrocamarotesdelujodotadosdecuartodebañoenelbarco.Delos dos de babor, uno estaba ocupado por el doctor Bessner; el otro, porAndrésPennington.Enlapartedeestribor,elprimeroloocupabalaseñoritaVanSchuyler;elotro,allado,LinnetDoyle.Elcamaroteocuartodevestirdesuesposoeraeldelapartedeallado.

Un camarero de rostro blanco como la cera estaba de pie delante de lapuerta del camarote de Linnet Doyle. Abrió para que los dos hombresentrasen.

EldoctorBessnerestabainclinadosobrelacama.Alzólavistaygruñóalverentraralosotros.

—¿Quépuededecirnos,doctor?—preguntóRaceamablemente.

Bessnerseacariciópensativamentelamandíbula.

—¡Ah! Un tiro a bocajarro. Mire, encima mismo de la oreja. Por ahí

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penetró la bala.Yo diría que es del calibre 22.La pistola fue arrimada a lacabezaMire estamanchita negra.Lapiel está chamuscada.Estabadormida.Nohubolucha.Elasesinoseaproximóconsigiloenlaoscuridad.Ylamatócuandoellayacíaenlacamadormida.

—Ah,non!-GritóPoirot.—JacquelineBellefortavanzandoconsigiloenlaoscuridad,pistolaenmano…No,no,noencajaenestecuadro—.Peroesofueloqueocurrió.

—Sí,sí.Noqueríadecirloqueustedimagina.Nolecontradecíaausted.

Bessner emitió un gruñido de satisfacción. Poirot se aproximó. Linnetyacía de costado. Su actitud era natural, tranquila. Pero encima de la orejahabíaunagujerito.

Sumiradaseposósobre laparedpintadadeblanco,ycontuvoelalientobruscamente.

La nítida blancura aparecía manchada por una letra grande, una J,garabateadaconingredienterojizooscuro.

Poirotlomiróconfijeza,asombrado;luegoseinclinósobrelamuchachamuerta y muy suavemente le asió la mano derecha. Un dedo aparecíamanchadoderojooscuro.

Racedijo:

—¿Quéopinausted.Poirot?

—Me pregunta qué opino. Eh bien, esmuy sencillo, ¿no es verdad? LaseñoraDoyleestáagonizando,quiereindicarelnombredelasesinoyescribecon el dedo mojado en su propia sangre la letra inicial del nombre de suasesino.¡Oh,sí!¡Esmuysencillo!

Eldoctorfueahablar,peroungestoperentoriodeRaceledetuvo.

—¿Demodoqueesolepareceausted?—preguntólentamente.

Poirotmovióafirmativamentelacabeza.

—Sí,sí.Es,comohedicho,deunasimplicidadasombrosa.Tanfamiliar,¿noesverdad?¡Sehaejecutadotanamenudoenlaspáginasdelcrimen!Peroen efecto, ahora eso resulta un poco vieux jeu.Nos induce a sospechar quenuestroasesinoesalgoanticuado.

Racedijo:

—Comprendo.Creíaalprincipio…—Calló.

Poirotdijoconunasonrisalevísima:

—¿Que yo creía en los viejos trucos del melodrama? Pero dispense,

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doctor,¿estabaustedapuntodedecir…?

Bessnerprorrumpióguturalmente:

—¿Qué digo yo? ¡Bah! ¡Digo que es absurdo, una tontería! La pobreseñoramurió instantáneamente. Eso demeter el dedo en la sangre, y comoustedve, apenashay sangre, y escribir una J en lapared…¡Bah! ¡Tontería!¡Latonteríamelodramática!

—C’estinfantillage!—asintióPoirot.

—Perofueejecutadoconunpropósitodeterminado—sugirióRace.

—Naturalmente.

—¿QuésignificalaJ?

—LaJsignificaJacquelinedeBellefort,unaseñoritaquehacemenosdeunasemanamedeclaróquenodesearíanadamejorque…—Hizounapausaydeliberadamentecitó—:«arrimarmipistolaasucabezayluegosimplementeapretareldedo…».

Hubounsilenciomomentáneo.

—Queeslomismoquesucedióaquí—observóRace.

Bessnerasintióconlacabeza.

—Eraunapistoladecalibremuypequeño,comohedicho,probablementedel 22. Desde luego, habrá que extraer el proyectil antes de establecerlodefinitivamente.

—¿Cuántotiempollevamuerta?

—Nomeatreveríaaprecisardemasiado.Ahorasonlasocho.Teniendoencuentalatemperaturadeanoche,diréquehaestadomuertaciertamentedesdehaceseishorasyprobablementenohacemásdeocho.

—Esdecir,entrelasdocedelanocheylasdosdelamadrugada.

—Exacto.

Racemirósureloj.

—¿Ysuesposo?Supongoqueduermeenelcamarotedeallado.

—Enestemomento—declaróBessner—estádormidoenmicamarote.

Losdoshombreslemiraronsorprendidos.

Bessnermovióvariasveceslacabeza.

—¡Ah,sí!Veoquenoselohandicho.AlseñorDoyleledispararonuntiroanocheenelsalón.

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—¿Queledispararonuntiro?¿Quién?

—LaseñoritaJacquelinedeBellefort.

Racepreguntóvivamente:

—¿Estámalherido?

—Sí;tieneelhuesofracturado.Hehechotodoloposibleporelmomento.Pero es necesario, lo comprenderán ustedes, sacar una radiografía de lafractura lo antes posible y someterle a un tratamiento adecuado, lo cual esimposibleabordodeestebarco.

Poirotmurmuró:

—JacquelinedeBellefort.

SusojossedirigierondenuevoalaJescritaenlapared.

—Sinosepuedehacernadamásaquí,porelmomento,vayamosabajo.Ladirección ha puesto el salón de fumar a nuestra disposición. Tenemos querecogertodoslosdetallesdeloocurridoanoche—dijoRace.

Salierondelcamarote.Racecerrólapuertaconllave.

—Podemos volver después—dijo—. Lo primero que hay que hacer esesclarecerloshechos.

Bajaron a la cubierta inferior, donde encontraron al administrador delKarnak.

ElpobrehombreestabaterriblementetrastornadoporloacaecidoyansiosopordejarelasuntoenmanosdelcoronelRace.

—Creo,señor,quenopuedohacernadamejorquedejaresteasuntoensusmanos. He recibido órdenes de ponerme a su disposición en el… el… otroasunto.Siustedseencargadetodo,ordenaréquetodoelmundosepongaasudisposición.

—Muy bien. Para empezar, desearía que esta habitación estuviesereservada para mí y para el señor Poirot durante el curso de lasinvestigaciones.

—Ciertamente,señor.

—Esoestodo,porelmomento.Puedeustedcontinuarsutrabajo.Casodenecesitarle,sédóndeencontrarle.

Conexpresióndealivio,eladministradorsaliódelcuarto.

—Siéntese, Bessner —dijo Race—, y cuéntenos la historia de lo queocurrióanoche.

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Escucharonensilencio.

—Está claro—comentó Race, cuando el otro ya hubo terminado—. Lamuchacha se preparó para la operación ayudada por una copa a dos. Yfinalmente disparó contra el hombre con una pistola del 22. Luego fue alcamarotedeLinnetDoyleydisparócontraellatambién.

EldoctorBessnernegó.

—No, no. No lo creo. No creo que eso fuese posible. No escribiría supropiainicialenlapared…,seríaridículo,nichwahr?

—Esposible—declaróRace—,siestabaciegamente locaycelosacomoloparece,quizáquerría…añadirsunombrealcrimen,pordecirloasí.

—No,no.Nocreoqueellafuesetan…tosca—objetóPoirot.

—Enestecaso,esaJnotienemásqueunaexplicación.LaescribióalguienparahacerrecaerlassospechassobreJacqueline.

Eldoctordijo:

—Sí, y el criminal no tuvo suerte, porque, verá usted, no es sóloimprobable que la joven cometiese el asesinato… creo también que esimposible.

—¿Cómoeseso?

Bessner explicó la historia de Jacqueline y luego las circunstancias queindujeronalaseñoritaBowersacuidardeella.

—Yyocreo,estoyseguro,quelaseñoritaBowersestuvoensucompañíatodalanoche.

—Siesoesasí—dijoRace—,simplificaríaelcasomuchísimo.

Poirotpreguntó:

—¿Quiéndescubrióelcrimen?

—La criada de la señora Doyle, Luisa Bourget. Fue a llamar como decostumbreasuama,laencontrómuerta,salióycayódesmayadaenlosbrazosde un camarero. Éste fue a avisar al administrador, quien vino a verme.BusquéaBessneryluegofuiaverleausted.

—HayquecomunicárseloaDoyle—dijoRace—.¿Diceustedqueduermeaún?

—Sí,duermeaúnenmicamarote.Lediunnarcóticoanoche.

RacesevolvióhaciaPoirot.

—Bien—dijo—. No creo que haya necesidad de retener al doctor más

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tiempo,¿eh?Muchasgracias,doctor.

Bessnersalió.Losdoshombressemiraron.

—Bien, ¿qué opina, Poirot? —preguntó Race—. Usted cuida del caso.Recibirésusórdenes.Usteddiráloquedebehacerse.

—Ehbien—dijo.—Debemoscelebrar laencuesta.Enprimer lugarcreoquedebemosverificar lahistoriade lo acaecidoanoche.Esdecir, hemosdeinterrogar a Fanthorp y a la señorita Robson, que fueron los testigos de loocurrido.Ladesaparicióndelapistolaesmuysignificativa.

Raceenvióelrecadoporelcamarero.

—¿Tienealgunaidea?—preguntóRace.

Poirotmovióafirmativamentelacabeza.

—Mis ideas resultan contradictorias.No estánmuy coordinadas todavía.HayelhechoimportantedequeestamuchachaodiabaaLinnetDoyleyqueríamatarla.

—¿Lacreecapazdeello?

—Creoque…sí.—LavozdePoirotsonódudosa.

—Pero ¿no de ese modo? Es lo que le preocupa, ¿no es cierto? Nointroduciéndoseconsigiloensucamaroteenlaoscuridadparamatarladeuntiromientrasdormía.¿Eslasangrefríaconquesecometióelcrimenloquelehacedudar?

—Enciertosentido,sí.

—Usted cree que esa muchacha, Jacqueline de Bellefort, es incapaz decometerunasesinatopremeditado,asangrefría.

—No estoy muy seguro. Que ella posee suficiente inteligencia parahacerlo, lo creo. Pero dudo que, físicamente, pudiera decidirse a cometer elacto—dijoPoirot.

—Sí,comprendo.Bien,segúnlahistoriadeBessner, tambiénhabríasidoimposiblefísicamente.

—Si eso esverdad, aclara la cuestión considerablemente.Abriguemos laesperanzadequeesverdad.

La puerta se abrió y Fanthorp y Cornelia entraron. Bessner los seguía.Corneliaexclamó:

—¿Noesverdaderamenteterrible?¡PobreseñorDoyle!

—Queremossaberexactamenteloqueacontecióanoche,señoritaRobson

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—dijoRace.

Corneliaempezóalgoconfusamente,perounapreguntaodosdePoirotlaayudaron.

—Ah, sí, ya comprendo. Después del bridge, la señora Doyle fue a sucamarote.Yyomepregunto: ¿fue realmentea sucamaroteopudo ir aotrositio?

—Sí que fue—declaróRace—.Yo la vi. Le di las buenas noches en lapuerta.

—¿Ylahora?

—Cielos,nopodríadecirlo—contestóCornelia.

—Eranlasonceyveinte—indicóRace.

—Bien.Entoncesa lasonceyveinte laseñoraDoyleestabavivaysana.Enaquelmomentohabíaenelsalón…¿quién?

Fanthorprespondió:

—Doyleestabaallí.YlaseñoritaBellefort.LaseñoritaRobsonyyo.

—Así es—confirmó Cornelia—. El señor Pennington tomó una copa yluegofueaacostarse.

—Esofue,¿cuándo?

—Unostresocuatrominutosdespués.

—¿Antesdelasonceymedia,entonces?

—Oh,sí.

—Demodoquequedaronenelsalón:usted,laseñoritaRobson,laseñoritaBellefort,elseñorDoyleyelseñorFanthorp.¿Quéhacíanustedes?

—ElseñorFanthorpleíaunlibro.Yomeentreteníaconunosbordados.LaseñoritaBellefortestaba…estaba…

Fanthorpacudióensuayuda.

—Bebiendomásdelacuenta.

—Sí —confirmó Cornelia—. Me hablaba a mí mayormente,preguntándomecosasdenuestropaís.Yellaseguíadiciendocosas.PerocreoqueibandirigidasalseñorDoyle.Élseestabaponiendofurioso,peronodijonada.Creoquepensóquesicallabatalvezseapaciguaría.

—¿Yellanosecalmó?

Corneliamovióligeramentelacabeza.

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—Intentémarcharme una o dos veces, perome hizo quedar y yo estabaponiéndomenerviosa.LuegoelseñorFanthorpseincorporóysalió…

—La situación era algo violenta —explicó Fanthorp—. Creí que seríamejorsalirdisimuladamente.LaseñoritadeBellefortestabadisponiéndoseaarmarunescándalo.

—Y luego sacó la pistola—continuóCornelia—.El señorDoyle dio unsaltoparaarrebatársela.Lapistolasedisparóylehirióenunapierna.Luegoellaempezóasollozaryallorar.YoestabaespantadaysalícorriendotraselseñorFanthorp.Élvolvióconmigoyel señorDoyledijoquenoarmásemosningúnescándalo.Unodeloscamareros,aloírladetonación,subiócorriendo.Pero el señor Fanthorp le dijo que no ocurría nada. Luego llevamos aJacquelinea sucamaroteyel señorFanthorp sequedóconellamientrasyosalíaabuscaralaseñoritaBowers.

—¿Aquéhorafueeso?

—¡Cielos,nolosé!

Fanthorprespondióprontamente:

—Seríanlasdoceymediacuandolleguéamicamarote.

—Quieroestarsegurosobreunoodospuntos—declaróPoirot—.DespuésquelaseñoraDoylesaliódelsalón,¿algunodeustedescuatrosaliótambién?

—No.

—¿Está usted completamente seguro de que la señorita de Bellefort noabandonóelsalón?

—Completamente seguro. Ni Doyle, ni la señorita de Bellefort, ni laseñoritaRobson,niyo,salimosdelsalón.

—Bien. Esto establece el hecho de que la señorita deBellefort no pudoposiblemente haber matado a la señora Doyle antes, digamos, antes de lasdoceyveinte.Ahorabien, señoritaRobson,usted fue abuscar a la señoritaBowers. ¿Estuvo la señorita de Bellefort sola en su camarote durante eseperíodo?

—No,elseñorFanthorppermanecióensucompañía.

—Bien.HastaahoralaseñoritadeBellefortpuedepresentarunacoartadaperfecta.La señoritaBowers es la siguientepersonaquehayque interrogar.Peroantesdellamarla,desearíaconocersuopiniónsobreunoodospuntos.Elseñor Doyle, dice usted, estaba ansioso porque la señorita de Bellefort noquedasesola.¿Temíaél,creeusted,queellapremeditaraentoncesalgúnactoimprudente?

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—Ésaesmiopinión—declaróFanthorp.

—¿TemíaélqueellaatacasealaseñoraDoyle?

—No—respondióFanthorpmeneandolacabeza—.Nocreoquefueseésasuidea.Creoquetemíaqueellapudiese…hacersedañoasímisma.

—¿Unsuicidio?

—Sí. Usted verá. Ella estaba serena, pero acongojada por lo que habíahecho.Sereprochabaasímisma.Nohacíamásquedecirqueseríamejorqueestuviesemuerta.

Corneliadijotímidamente:

—Creoqueélestabaangustiadoporella.Lehabló…bondadosamente.Ledijoqueeraculpasuya,queéllahabíatratadomal.

—Ahorapasemosalapistola—continuóPoirot—.¿Quésehizodelarma?

—Ellalasoltó—declaróCornelia.

—¿Ydespués?

Fanthorp explicó que él volvió para buscarla, pero el arma habíadesaparecido.

—¡Ajá!—dijoPoirot—.Ahorallegamosalointeresante.Hablemos,seloruego,conprecisión.Descríbameexactamenteloqueocurrió.

—LaseñoritadeBellefortladejócaer.Luegolaapartódeunpuntapié.

—Y fue a parar debajo de una otomana, dice usted.Ahora tengamuchocuidado. ¿La señorita de Bellefort no recuperó aquella pistola antes deabandonarelsalón?

FanthorpyCorneliaestabanmuysegurossobreestepunto.

—Precisamente. Yo procuro ser muy exacto. Cuando la señorita deBellefortsaledelsalón,lapistolaestádebajodelaotomana.Ypuestoquelaseñorita de Bellefort no ha quedado sola, estando en compañía del señorFanthorp,notieneocasiónderecuperarelarmadespuésdesalirelladelsalón.¿Quéhoraera,señorFanthorp,cuandovolvióabuscarla?

—Pocoantesdelasdoceymedia.

—¿YcuántotiempohabíatranscurridodesdequeustedyeldoctorBessnersacaronalseñorDoyledelsalónbastaqueustedvolvióabuscarlapistola?

—Unoscincominutos,quizásalgomás.

—Entoncesenesoscincominutos,alguiensacalapistoladellugardondeestaba,fueradelalcancedelavista,debajodelaotomana.Esealguiennofue

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la señorita deBellefort. ¿Quién fue? Parece probable que la persona que lacogió fue el asesino de la señoraDoyle. Podemos suponer también que esapersonaoyóovioalgodeloocurridopocoantes.

—Noveocómosacaesaconclusión—objetóFanthorp.

—Porque —explicó Hércules Poirot— usted acaba de decirme que lapistolaestabafueradelalcancedelavista,debajodelaotomana.Porlotanto,esdifícilmentecreíblequefueradescubiertaporcasualidad.Lacogióalguienquesabíaqueestabaallí.Porconsiguiente,esealguiendebehaberpresenciadolaescena.

Fanthorpsacudiólacabeza.

—Novianadiecuandosalíalacubierta,pocoantesdedispararseeltiro.

—Ah,peroustedsalióporlapuertadelladodeestribor.

—Sí.Porelladodondeestámicamarote.

—En tal caso, si hubiese habido alguien en la puerta del lado de babor,mirandoporloscristales,¿ustednolehabríavisto?

—No—admitióFanthorp.

—¿Oyóalguieneltiroexceptoelmuchachonubio?

—Queyo sepa, no.Verá, las ventanas estaban cerradas.La señoritaVanSchuylernotóunacorrientedeaireaprimerashorasdelanoche.Laspuertasestabancerradas.Dudoqueeldisparofueseoído.Sonaríacomoeltaponazodeuncorcho.

Racedijo:

—Queyosepa,nadieparecehaberoídoelotrodisparo,eltiroquematóalaseñoraDoyle.

—Eso lo investigaremos dentro de poco —indicó Poirot—. Por elmomento,nosocupamosdemademoiselledeBellefort.HemosdehablarconlaseñoritaBowers.Primero,antesdequesemarchen,medaránustedesunapequeña información referente a ustedes mismos —agregó dirigiéndose aCornelia y a Fanthorp—.Así no será necesario volver a llamarles después.Ustedprimero,monsieur,sunombreentero.

—JaimeLechdaleFanthorp.

—¿Dirección?

—GlanmoreHouse,MarketDennington,Northamptonshire.

—¿Profesión?

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—Soyabogado.

—¿Susrazonesparavisitarestepaís?

Hubo una pausa. Por primera vez, el impasible señor Fanthorp apareciódesconcertado.Alfindijo:

—Por…placer.

—¡Ajá!—dijoPoirot—.Tomaustedesvacaciones,¿eh?

—Sí…

—Muybien,señorFanthorp.¿Quieredarmeunabrevedescripcióndesusmovimientosdeanoche,despuésdelossucesosqueacabamosderelatar?

—Memarchédirectamentealacama.

—Esofue,¿a…?

—Pocodespuésdelasdoceymedia.

—¿Sucamaroteeselnúmeroveintidós,queestáalladodeestribor,elmáscercanoalsalón?

—Sí.

—Le haré una pregunta más. ¿Oyó algo… algo, después de irse a sucamarote?

Fanthorpreflexionó.

—Me acosté seguidamente. Me pareció haber oído una especie dechapoteocuandomequedabadormido.Nadamás.

—¿Oyóunaespeciedechapoteo?¿Cerca?

—Realmentenopodríadecir.Estabamediodormidoya.

—¿Aquéhorafueeso?

—Podríahabersidocercadelauna.

—Gracias,señorFanthorp.Esoestodo.

PoirotsedirigióaCornelia.

—Ahora,señoritaRobson.¿Sunombre?

—CorneliaRuth.Misseñas.TheRedHouse.Bellfield,Connecticut.

—¿QuéletrajoaustedaEgipto?

—MiprimaMaría,laseñoritaVanSchuyler,metrajoconelladeviaje.

—¿ConocíaustedalseñorDoyle,conanterioridadaeseviaje?

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—No.

—¿Quéhizoustedanoche?

—Mefuiseguidamentealacama,despuésdeayudaraldoctorBessnerenlacuracióndelapiernadelseñorDoyle.

—¿Sucamarotees…?

—Elcuarentayuno,situadoenelladodebabor,alladomismodeldelaseñoritaBellefort.

—¿Oyóalgo?

Corneliamoviónegativamentelacabeza.

—Nooínada.

—¿Ningúnchapoteo?

—No.Peronopodríaoírlo,porqueelbarcoestáarrimadoalaorillapormilado.

—Gracias,señoritaRobson.AhoraquizátendrálaamabilidadderogaralaseñoritaBowersquevengaaquíunmomento.

FanthorpyCorneliasalieron.

—Esto parece estar bastante claro—comentóRace—.Amenos que trestestigosindependientesesténmintiendo,JacquelinedeBellefortnopudohabercogido la pistola. Pero alguien lo hizo. Y alguien oyó la escena. Y alguienescribióunaJenlapared.

Sonóungolpecitoenlapuerta.LaseñoritaBowersentró.

EnrespuestaaPoirot,diosunombre,domicilio,etc.,añadiendo:

—Heestadocuidandoa la señoritaVanSchuylerdesdehacemásdedosmeses.

—¿LasaluddelaseñoritaVanSchuylerestámuydelicada?

—Ellanoesmuyjoven,estápensandosiempreensusaludylegustateneruna enfermera a su lado.No tiene nada de particular. Simplemente le gustaquelacuidenyseocupendeella.Estádispuestaapagarestosservicios.

Poirotmoviócomprensivamentelacabeza.Acontinuacióndijo:

—TengoentendidoquelaseñoritaRobsonlafueabuscaraustedanoche.

—Sí,asíes.

—¿Quieredecirmeexactamenteloquesucedió?

—Laseñoritameexplicóloocurridoylaacompañé.Encontréalaseñorita

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deBellefortenunestadodeexcitaciónnerviosapróximoalhisterismo.

—¿PronuncióellaalgunasamenazascontralaseñoraDoyle?

—No.Se reprochaba a símisma.Yodiría quehabía ingeridounabuenacantidaddebebidasespirituosas.Meparecióquenodebíadejárselasola.Lediunainyeccióndemorfinaylehicecompañía.

—¿LaseñoritadeBellefortsaliódesucamarote?

—No,nosalió.

—¿Yusted?

—Estuveconellahastalasprimerashorasdeestamañana.

—¿Estásegura?

—Completamentesegura.

—Gracias,señoritaBowers.

Laenfermerasalió.Losdoshombressemiraron.

Jacqueline quedaba definitivamente descartada del crimen. ¿Quién matóentoncesaLinnetDoyle?

CAPÍTULO14

Alguienrobólapistola.¡NofueJacquelinedeBellefort!Alguiensabíalosuficienteparatenerelconvencimientodequeelcrimenseríaatribuidoaella.Pero ese alguien no sabía que una enfermera iba a darle una inyección demorfinaypasaría toda lanocheconella.Añadiréotracosamás.AlguienyahabíaintentadomataraLinnetDoyle,lanzandounarocaporelacantilado.EsealguiennofueJacquelinedeBellefort.¿Quiénfue?

ElquehablabaeraRace.Poirotcontestó:

—Seríamássencillodecirquiénnopudohabersido.NielseñorDoyle,nila señora Allerton, ni el señor Allerton, ni la señorita Van Schuyler, ni laseñoritaBowers.Ningunodeellosestabaalalcancedelavista.

—¡Hum!—murmuróRace—.Esodejauncampomuyvasto.¿Yelmóvil?

—AhíesdondeesperoqueelseñorDoylepuedaayudarnos.Hanocurridovariosincidentes.

La puerta se abrió y Jacqueline de Bellefort entró. Estaba palidísima ytropezóalandar.

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—Yonolohice—declaró.Suvozsemejabaaladeunacriaturaasustada—.Yono lohice.Oh,por favor, créame.Todoelmundopensaráqueyo lohice…peroyonolohice…Esterrible.Ojalánohubieseocurrido.PudehabermatadoaSimonanoche…creoqueyoestabaloca.Peroyonohicelootro.

Sesentóycomenzóallorar.Poirotlediounaspalmaditasenelhombro.

—Tranquilícese, tranquilícese. Sabemos que usted no mató a la señoraDoyle.Estáprobado,sí,probado,monenfant.Nofueusted.

—Pero¿quiénlohizo?

—Esa —declaró Poirot— es la pregunta que nosotros nos hacemos.¿Puedeayudarnoseneso,hijamía?

—Nosé…nopuedo imaginarme…No,no tengo lamás remota idea—frunció el ceño—. No—dijo al fin—. No puedo imaginarme a nadie quequisieraverlamuerta—suvoztitubeo—,exceptoyo.

—Dispenseunmomento—dijoRace—.Semeocurreunacosa.

Salióprecipitadamentedelahabitación.

JacquelinedeBellefortpermaneciósentadaconlacabezabaja,retorciendonerviosamentelosdedos.Prorrumpiódepronto:

—Lamuerteeshorrible…horrible.Detestoelpensarenella.

Poirotdijo:

—Sí.Noesagradablepensarqueahora,enestemismomomento,alguienseestáregocijandoporlaafortunadaejecucióndesuplan.

—¡No! ¡Por favor! —exclamó Jacqueline—. Suena horrible del modocomoloexponeusted.

—Esverdad.

—Yo… yo quería verla muerta y ella está muerta. Y lo que es peor…muriótalcomoyolodije.

—Sí,mademoiselle.Muriódeuntiroenlacabeza.

Lajovengritó:

—¡Entonces yo tenía razón, en el hotel de las Cataratas! ¡Alguienescuchaba!

—¡Ah!—Poirotasintióconunmovimientodecabeza—.Mepreguntabasiusted recordaba esa coincidencia. Sí, es demasiada coincidencia… que laseñoraDoylehayamuertodelmodoqueusteddescribió.

Jacquelineseestremeció.

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—Elhombredeaquellanoche,¿quiénpodríaser?

—¿Estácompletamenteseguradequefueunhombre,mademoiselle?

Jacquelinelemiróconsorpresa.

—Sí,desdeluego.Alomenos…

—¿Sí,mademoiselle?

Ella enarcó las cejas, entornando los ojos, en un esfuerzo para recordar.Dijolentamente:

—Meparecióqueeraunhombre…

—¿Peroahoranoestáseguradeello?

—No, no puedo estar segura. Simplemente supuse que era un hombre.Perorealmentenoeramásqueunafigura…unasombra.

Hizounapausa,ycomoPoirotnodijonada,preguntó:

—¿Creequedebiódeserunamujer?Pero¿esseguroqueningunadelasmujeres de este barco puede haber querido matar a Linnet? ¿Puede ustedcreerlo?

Poirotmoviólacabezadeunladoaotro.

LapuertaseabrióyBessnerentró.

—¿Quiere venir a hablar con el señor Doyle, monsieur Poirot? Quiereverle.

Jacquelinesepusoenpiedeunsalto.

—¿Cómoestá?¿Está…bien?

—Naturalmentequenoestábien—reprochóeldoctor—.Tieneunhuesofracturado.

—¿Peronomorirá?—gritóJacqueline.

—Ah,¿quiénhablademorirse?Cuando lleguemosa lacivilizaciónse lesacaráunaradiografíayselesometeráauntratamientoapropiado.

—¡Oh!—lasmanosdelamuchachaseestremecieronconvulsivamente.Sehundiódenuevoensuasiento.

Poirot salió acompañando al doctor, y en aquel momento Race seaproximó.SubieronalacubiertadepaseoyfueronalcamarotedeBessner.

SimonDoyleyacíasostenidoporunoscojines,conunajaulaimprovisadasobresupierna.

—Haganelfavordeentrar.Eldoctormehahablado…mehahabladode

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Linnet.Nopuedocreerlo…Simplementenopuedocreerlo…nopuedocreerqueseaverdad.

—Losé.Esungolpefuerte—dijoRace.

Simontartamudeó:

—Ustedes saben… Jacqueline no lo hizo. ¡Tengo el convencimiento dequeJacquelinenolohizo!Lasituaciónesgraveparaella,peroellanolohizo.Ella…estabaalgoembriagadaanoche,excitada,yporesomeagredió.Peroella…ellanocometeríaunasesinato…unasesinatoasangrefría.

Poirotdijodulcemente:

—No se acongoje, señor Doyle. La señorita de Bellefort no mató a suesposa.

—¿Nomeengaña?

—Peropuestoquenofue laseñoritadeBellefort—continuóeldetective—,¿puedeusteddarnosalgunaideadequiénpudohabersido?

Simonmeneónegativamentelacabeza.

—Parece fantástico. EstáWindleshaw, desde luego. Linnet le despreció,más o menos, para casarse conmigo… pero no puedo imaginarme a unindividuotancortéscomoWindleshawcometiendounasesinato;además,estáamuchasmillasdeaquí.LomismopuededecirsedelviejosirJorgeWode,nopuedeveraLinnetporelasuntodelacasa,ledesagradóelmodocomoellalaibaechandoabajo;peroélseencuentraamilesdemillasdeaquí,enLondres.

—Escuche, señorDoyle—Poirothablócon tonomuyserio—.ElprimerdíaqueyovineabordodelKarnak,meimpresionóunaconversaciónquetuvecon su esposa.Estabamuynerviosa, trastornada, parecía una loca.Medijo,escuchebien,quetodoelmundolaodiaba.Declaróqueteníamiedo,quenoseencontraba segura, como si todas las personas que la rodeaban fuesen susenemigos.

—Estaba trastornadaporhaberencontradoaJacquelineabordoTambiénloestabayo—declaróSimon.

—Es verdad… pero no explica del todo aquellas palabras. Cuandomanifestóqueestabarodeadadeenemigos,escasiseguroqueexageraba,peroellasignificabamásdeunapersona.

—Quizátengaustedrazón—reconocióDoyle—.Creopoderexplicareso.Fueunnombredelalistadelospasajerosloquelatrastornó.

—¿Unnombrequefiguraenlalistadepasajeros?¿Quénombre?

—Verá usted. Ella realmente no me lo dijo. En verdad, yo ni siquiera

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escuchaba muy atentamente. Yo pensaba en Jacqueline entonces. Segúnrecuerdo, Linnet dijo algo referente a jugar una mala pasada a alguien enasuntosdenegocios,yquelaponíanerviosaencontraraalguienquetuvieseinquinaasufamilia.Veráusted,aunqueyorealmentedesconozcolahistoriadesufamiliamuybien,tengoentendidoquelamadredeLinneterahijadeunmillonario. Su padre era un hombre rico, pero después de su casamientoempezó a especular en la Bolsa. Resultado de esto, naturalmente, algunaspersonas salieron perjudicadas.Comprenda usted; la opulencia de un día, alarroyoaldíasiguiente.Bien,entendíquehabíaalguienabordocuyopadresehabía enfrentado con el padre de Linnet y había recibido un descalabrofinanciero. Recuerdo que Linnet decía: «Es horrible cuando la gente odia aunasinconocerlasiquiera».

—Sí—murmuróPoirotpensativamente—.Esoexplicaloqueellamedijo.Porprimeravezsentíaseelpesodesuherenciaynosusventajas.¿Estáustedseguro,señorDoyle,dequeellanomencionó,enaquellaocasión,elnombredeesapersona?

—Realmentenoprestémuchaatención.

Bessnerdijosecamente:

—Ah,peroyopuedoadivinarlo.Hayciertamenteunjovenconunagravioabordo.

—¿SerefiereaFerguson?—inquirióPoirot.

—Sí.HablócontralaseñoraDoyleunaodosveces.Yomismoleheoído.

—¿Quépodemoshacerparaaveriguarlo?—dijoSimon.

—ElcoronelRaceyyotenemosqueinterrogaratodoslospasajeros.Hastaque no hayamos recogido sus declaraciones es imprudente formular unahipótesis.Luegohayladoncella.Tenemosqueinterrogarlaantesqueanadie.Talvezseríaconvenientequelohiciéramosaquí.LapresenciadelseñorDoylepuedeservirnosdeayuda.

—Sí,esunabuenaidea—aprobóSimon.

—¿HaestadomuchotiempoalserviciodelaseñoraDoyle?

—Sólounpardemeses.

—¿Teníamadamealgunasjoyasvaliosas?

—Susperlas.Unavezmedijo quevalíanunas cuarenta o cincuentamillibras—seestremeció—.¡Diosmío!¿Creeustedqueesasmalditasperlas…?

—El robo es un posible móvil—declaró Poirot—. De todos modos noparececreíble…Bien,veremos…Llamemosalacriada.

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LuisaBourgeteraesamismatrigueña,vivaracha,latina,quePoirotvioundía.No parecía nada vivaracha ahora.Había estado llorando y parecía estarasustada. Sin embargo, tenía su rostro una expresión de astucia que nopredispusoensufavoraloshombres.

—¿EsustedLuisaBourget?

—Sí,monsieur.

—¿CuándovioustedporúltimavezamadameDoyleviva?

—Anoche,monsieur.Laesperabaenelcamaroteparadesnudarla.

—¿Aquéhoraeraeso?

—Poco después de las diez,monsieur. No puedo decir exactamente quéhoraera.Yodesvistoamadame,lapongoenlacamaymemarcho.

—Ycuandosalió,¿quéhizousted?

—Mefuiamicamarote,monsieur,alacubiertadeabajo.

—¿Ynooyónivionadamásquepudieraayudarnos?

—¿Cómoesposible,monsieur?

—Eso,mademoiselle,esustedquienhadedecirlo,nonosotros—replicóPoirot.

—Pero,monsieur,yonomeencontrabacerca…¿Quépodíayohabervistouoído?Yoestabaen lacubiertadeabajo.Micamaroteestáalotro ladodelbarco. Es imposible que yo haya oído alguna cosa. Naturalmente si yo nohubiesepodidodormir,siyohubiesesubidolaescalera,entoncesquizápodríahabervistoalasesino,entrarosalirdelcamarotedemadame,pero talcomoes…

SedirigióapelandoaSimon.

—Monsieur,yoleimploroausted…¿ustedvecómoes?¿Quépuedodeciryo?

—Mi buena muchacha —dijo Simon ásperamente—. No sea estúpida.Nadiepiensaqueustedvioyoyóalgo.Notemanada.Yomecuidarédeusted.Nadielaacusadenada.

Luisamurmuró:

—Monsieuresmuybueno—ybajólospárpadosmodestamente.

—¿Hemosde entender, pues, que ustednooyóni vio nada?—intervinoRaceafirmando.

—Esoesloquehedicho,monsieur.

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—¿Ynoconoceanadiequetuvieraojerizaasuama?

Antelasorpresadesusoyentes,Luisamovióvigorosamentelacabeza.

—Oh,sí.Esosíquelosé.

Poirotinterrogó:

—¿SerefiereamademoiselledeBellefort?

—Aellaciertamente.Peronomerefieroaella.Habíaalguienmásabordoque detestaba amadame, que estabamuy furioso por elmodo como ella lehabíaagraviado.

—¡Cielos!—exclamóSimon—.¿Quéestodoesto?

—¡Sí,sí,sí,escomodigo!Merefieroalaanteriorcriadademadame,amiantecesora.Habíaunhombre,unodelosmaquinistasdeestebarco,quequeríacasarseconella.Ymiantecesora,quesellamabaMaría,lohabríahecho.PeromadameDoyleefectuóindagacionesyaveriguóqueestemaquinista,llamadoFleetwood, tenía ya mujer, una mujer de este país. Ella había vuelto a sufamilia, pero él estaba aún casado con ella. Y asímadame dijo todo esto aMaríayMaríatuvoundisgustodemuerte,peronoquisovermásaFleetwood.YesteFleetwoodsepusofurioso,ycuandoaveriguóquemadameDoylehabíasidolaseñoritaLinnetRidgewaymedijoquequerríamatarla.

—Estoesinteresante—comentóRace.

PoirotsedirigióaSimon.

—¿Sabíaustedalgodeesto?

—Nadaenabsoluto—respondióSimon,conevidentesinceridad—.Dudode que Linnet supiese siquiera que el hombre ése estaba en el barco.Probablementehabíaolvidadoelincidente.

Volviósebruscamentehacialacriada.

—¿DijoustedalgodeestoalaseñoraDoyle?

—No,monsieur,desdeluegoqueno.

—¿Sabeustedalgodelasperlasdesuseñora?—interrogóPoirot.

—¿Susperlas?—losojosdeLuisasedilataron—.Lasllevabaanoche.

—¿Lasvioustedcuandoellaseacostó?

—Sí,monsieur.

—¿Dóndelaspusoella?

—Sobrelamesa,comosiempre.

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—¿Esallídondelasvioustedporúltimavez?

—Sí,señor.

—¿Lasvioustedallíestamañana?

Unaexpresióndesobresaltoaparecióenelrostrodelamuchacha.

—MonDieu,nisiquieramiré.Meaproximéalacama,vi…viamadame,yluegogrité,salícorriendoporlapuertayluegomedesmayé.

Hérculesmoviólacabezaenseñaldeasentimiento.

—Usted nomiró; pero yo, yo tengo dos ojos que observan, y no habíaningunaperlasobrelamesa,juntoalacama,estamañana.

CAPITULO15

LaobservacióndeHérculesPoiroteraexacta.SeordenóaLuisaBourgetquebuscaseentrelosefectospersonalesdeLinnet.Segúnella,todoestabaenorden.Únicamentelasperlashabíandesaparecido.

Cuando salían del camarote, un camarero estaba esperando paraanunciarlesqueeldesayunohabíasidoservidoenelsalóndefumar.

Cuando pasaba por la cubierta, Poirot hizo una pausa para mirar porencimadelbarandal.

—¡Ajá!Veoquehatenidoustedunaidea.

—Sí. Se me ocurrió de repente, cuando Fanthorp me mencionó que leparecía haber oído un chapoteo, que a mí también me despertó anoche unchapoteo. Esmuy posible que, después del asesinato, el asesino arrojase lapistolaporlaborda.

Poirotmurmurólentamente:

—¿Realmentecreequeesoesposible?

—Es una sugerencia. Después de todo, la pistola no estaba ya en elcamarote.Esloprimeroquebusqué.

—Detodosmodos—dijoPoirot—esincreíblequelahayantiradoporlaborda.

—¿Dóndeestáentonces?—preguntóRace.

—SinoestáenelcamarotedelaseñoraDoyle,hay,lógicamente,tansólounsitiodondepudieraestar.

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—¿Dóndeeseso?

—EnelcamarotedeJacqueline.

—Sí.Comprendo…—sedetuvoderepente—.Ellahasalidodelcamarote.¿Vamosadarunvistazo?

—No,amigomío,estoseríaprecipitado.Quizánolahanpuestoaúnallí…

—¿Qué le parece si iniciamos inmediatamente un registro de todo elbarco?

—Esto revelaría nuestros propósitos. Debemos actuar con suma cautela.Nuestra posición es muy delicada, por el momento. Discutamos el casomientrasnosdesayunamos.

Raceasintió.Entraronenelsalón.

—¿Bien?—dijoRace,mientrasseservíaunatazadecafé—.Tenemosdospistas.Ladesaparicióndelasperlas.YelmaquinistaFleetwood.Encuantoalas perlas, el robo parece ser elmóvilmás indicado, pero… ignoro si ustedconvendráconmigo…

Poirotdijorápidamente:

—¿Escogieronunmomentoextraño?

—Exacto. Robar las perlas en un viaje como éste, invita a un registrominucioso de todas las personas que hay a bordo. ¿Cómo, pues, podría elladrónabrigarlaesperanzadelargarseconelbotín?

—¿Podríahabersaltadoatierraparaesconderlo?

—Lacompañíatienesiempreunvigilanteenlaorilla.

—Entoncesnoesfactible.¿Secometióelcrimenparadesviarlaatencióndelrobo?No,estonotienesentidocomún;esprofundamenteinsatisfactorio.Pero¿ysisuponemosquelaseñoraDoyledespertóysorprendióalladróninfraganti?

—Eneste caso eso tambiénparece ilógico…Sabeusted, tengouna ideareferenteaesasperlas…ysinembargo…no…imposible.Porquesimiideaesacertada,lasperlasnohabríandesaparecido.Dígame,¿quéopinausteddelacriada?

—Mepregunté—contestóRace,lentamente—siellasabíaalgomásdeloquedeclaró…

—Ah,¿ustedtambiéntuvoesaimpresión?

—Francamente,noesunamuchachasimpática.

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HérculesPoirotasintió.

—Sí,nomefiaríadeella.

—¿Creequeestácomplicadaenelasesinato?

—No,nodiríaeso.

—¿Enelrobodelasperlasentonces?

—Eso es más probable. Hace muy poco tiempo que sirve a la señoraDoyle.Pudo serunmiembrodeunabandaque seespecializaraen robosdejoyas.Entalcasohayamenudounasirvientaconexcelentesreferencias.Pordesgracianoestamosensituacióndeobtenerinformaciónsobreestospuntos.Y sin embargo, esa explicación no me satisface del todo… Esas perlas, ahsacre!,miideadebeseracertada.Noobstante,nadieseríatanimbécil…—seinterrumpió.

—¿Quéopinausteddeesemaquinista?

—Tenemosqueinterrogarle.Esposiblequetengamosahílasolución.Silahistoria deLuisaBourget es verdad, ese individuo tenía unmotivo definidoparavengarse.PudohaberoídolaescenaquesedesarrollóentreJacquelineyelseñorDoyle,ycuandoellossalierondelsalón,pudoentraryapoderarsedela pistola. Sí, todo es posible.Y esa letra J escrita con sangre.Eso tambiénconcordaríaexactamenteconunanaturalezasimpleyalgogrosera.

—Enrealidad,¿eslapersonaquebuscamos?

—Sí…solamente…Reconozcomisdebilidades.Sehadichodemíquemegusta complicar, hacerdifícil un caso.Esta soluciónqueustedmeofrece esdemasiado sencilla… demasiado fácil. No puedo avenirme a que realmentesucedieraasí.Ysinembargo,puedeserpuroprejuiciopormiparte…

—Bueno;seríamejorqueconvoquemosalsujetoaquí.

Racepulsóeltimbreydiounaorden.

—¿Algunaotraposibilidad?—dijoluego.

—Muchas,amigomío.Hay,porejemplo,elsíndiconorteamericano.

—¿Pennington?

—Sí,Pennington.Hubounaescenaalgoextrañaelotrodíaaquí.

Narrólosucedido.

—Como usted ve es significativo. Madame quería leer todos losdocumentos antesde firmar.En consecuencia, él se excusóy lo aplazóparaotrodía.Luego,elmaridohaceunaobservaciónmuysignificativa.

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—¿Quéfueello?

—Dijo:«Yonuncaleonada.Firmodondemedicenquefirme».¿Percibeustedelsignificadodeesto?Penningtonlopercibió.Loviensusojos.MiróaDoylecomosilehubieraasaltadounanuevaidea.Imagíneseustedquehasidonombrado depositario administrador de la fortuna de la hija de un hombreinmensamenterico.Empleaustedtalvezesedineroparaespecular.Séqueesasí en todas lasnovelasdetectivescas,pero también se leenesas cosasen laPrensa.Sucede,amigomío,sucedeyconfrecuencia.

—Nolodiscuto—observóRace.

—Aúnhay,quizá,tiempoparacubrirseespeculandodesesperadamente.Supupilanoestodavíamayordeedad.Yluego…¡ellasecasa!¡Eldominiopasadesusmanosalasdeellaenunmomento!¡Undesastre!Perotodavíahayunaposibilidad. Ella parte en viaje de luna de miel. Quizás obrarádescuidadamente respecto a los negocios, al dinero. Un documento casualdeslizadoentreotros,firmadosinleer.PeroLinnetDoylenoeraesaclasedemujer. Luna de miel o no, era una mujer de negocios. Luego su esposoformula una observación y una nueva idea asalta la mente de ese hombredesesperado que busca una salida a su ruina. Si Linnet Doyle muriese, sufortunapasaríaasumarido…yélseríaunapresafácil,unniñoenlasmanosdeunhombreastutocomoAndrésPennington.Coronel,ledigoausted,queviel pensamiento cruzar por la cabeza de Pennington: «Si no tuviera queentendérmelasmásqueconDoyle…».Estoesloquepensaba.

—Esposible—dijoRacesecamente—.Peroustednoposeepruebas.

—¡Ay,no!

—Luego está el joven Ferguson —indicó Race—. Habla muyamargamente.Noesquedéimportanciaalaspalabras;noesquemeguíeporloquehablan.Noobstante,élpodríaserelsujetocuyopadrearruinóelviejoRidgeway.Estoparecealgocomplicado,algoasícomotraídoporloscabellos,peroesposible.Haygentequecavilaalgunasvecessobreagraviospasados.

Hizounapausayañadió:

—Yestámisujeto.

—Sí,estásu«sujeto»,comoustedlellama.

—Esunindividuocapazdeasesinar—dijoRace—.Losabemos.Porotraparte,noveocómopuedehabersetopadoconLinnetDoyle.Susesferasnosetocan.

Poirotdijolentamente:

—A menos que, casualmente, ella haya conseguido pruebas que

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demuestrensuidentidad.

—Es posible, pero parece ser muy improbable —sonó un golpe en lapuerta—.Ah,ahítenemosanuestroaspiranteabígamo.

Fleetwooderaunhombretóndeaspectotruculento.

Miró recelosamente del uno al otro al entrar en la habitación. PoirotreconocióqueeraelhombrequeestuvohablandoconLuisaBourget.

Fleetwooddijoreceloso:

—¿Queríanverme?

—Sí —respondió Race—. ¿Probablemente conoce que se cometió unasesinatoabordodeestebarcoanoche?

Fleetwoodasintióconlacabeza.

—Ycreoqueesciertoqueustedteníamotivosparaestarfuriosocontralamujerasesinada.

Unaexpresióndealarmasurgióenlosojosdelmaquinista.

—¿Quiénledijoeso?

—Usted consideraba que la señora Doyle intervino entre usted y unajoven.

—Séquiénlohadicho:esatunanteyembusteradefrancesa.Esamujeresunasolemneembustera.

—Peroesahistoriadalacasualidaddequeestodaellaverdad.

—¡Estodounamentira!

—Diceustedesoaunquetodavíaignoradequésetrata.

Elhombresesonrojoyresopló.

—¿Es verdad? ¿No es cierto que usted iba a casarse con esamuchacha,María, y que ella rompió las relaciones cuando descubrió que usted era unhombrecasadoya?¿Esciertoeso?

—¿Quéleimportaaella?

—Usted quiere decir que qué le importa a la señoraDoyle. Bien, ustedsabequelabigamiaeslabigamia.

—Nose tratadeeso.Mecaséconunade las indígenas.Noresultóbien.Ellavolvióalladodesufamilia.Nilahevistodesdehacedoceaños.

—Sinembargo,estabacasadoconella.

Elindividuopermaneciómudo.

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—¿La señoraDoyle, o la señoritaRidgeway, como entonces se llamaba,descubrióesto?—preguntóRace.

—¡Sí,maldita sea!Metió la nariz donde nadie la llamaba. Sí, es verdadqueleteníainquina.¡Perosiustedpiensaquesoyunasesino,sicreequeyolamatédeuntiro,seequivoca!

—¿Dóndeestuvoustedanocheentrelasdoceylasdos?

—Enmilitera,dormido;ymicompañeroselodirátambién.

—Veremos—dijoRace.Despidióalindividuoconungestobreve—.Esoestodo.

—Ehbien?—dijoPoirotcuandolapuertasecerrótrasFleetwood.

—Cuenta una historia verídica. Está nervioso desde luego, pero noindebidamente.Tendremosqueinvestigarsucoartada,aunquesupongoquenoserádecisiva.Sucompañeroestabaprobablementedormidoyeste individuopudohaberentradoysalidosi lehubieseantojado.Dependedesialguien levio—dijoRace.

—Sí,hayqueinvestigareso.

—Acontinuación—observóRace—hemosdecomprobarsialguienoyóalguna cosa que pudiera darnos una pista de la hora del crimen. Bessnerdeclara que debió ocurrir entre las doce y las dos. Parece razonable esperarquealguiendeentrelospasajeroshayaoídoeldisparo,aunquenoreconocieraloquefue.¿Yusted?

—Yodormícomountronco.Nooínada,absolutamentenada.

—Es una lástima —comentó Race—. Ahora les toca a los Allerton.Ordenaréalcamareroquelosllame.

LaseñoraAllertonentróvivamente.

—Es horrible—dijo, al aceptar la silla que Poirot le ofreció—. Apenaspuedocreerlo.Esapreciosacriatura joven,bellay rica,estámuerta.Casinopuedocreerlotodavía.

—Comprendosussentimientos,madame—dijoPoirot,consimpatía.

—Me alegro de que usted se encuentre a bordo —declaró la señoraAllerton, simplemente—. Usted será capaz de descubrir quién la mató.Mealegromuchodequenohayasidoesapobreytrágicamuchacha.

—¿SerefiereustedalaseñoritaBellefort?¿Quiénlehadichoquenofueella?

—Cornelia Robson —dijo la señora Allerton con una leve sonrisa—.

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¿Usted sabe? Ella está emocionada por lo acaecido. Es la única cosaemocionante que le ocurrirá. Pero es tan simpática que le da vergüenzaregocijarse por ello. Cree que es horrible por su parte. Pero no debo serindiscreta.Ustedquierehacermepreguntas.

—Sihaceelfavor…¿Aquéhoraseacostóusted,madame?

—Pocodespuésdelasdiezymedia.

—¿Ysedurmióenseguida?

—Sí.

—¿Yoyóalgodurantelanoche?

—Sí,meparecióoírunchapoteoyalguienquecorría…ofuealrevés.Noestoymuysegura.Tuvelaideavagadequealguienhabíacaídoalmar.

—¿Sabeustedaquéhorafueeso?

—No; temoqueno.Peronocreoquefueramuchodespuésdequedarmedormida.Quierodecir,quefuedentrodelaprimerahora,másomenos.

—¡Ay,madame!Esonoesmuyconcreto.

—No,ya loséqueno loes.Peroes inútilqueyo tratedeadivinar.Másaún,cuandonotengonilamásvagaidea.

—¿Yesoestodocuantoustedpuededecirnos,madame?

—Temoquesí.

—¿ConocíaustedalaseñoraDoyledeantes?

—No.Timoteolaconocía.Yhabíaoídohablarmuchodeella,pormediode una prima nuestra, Juana Southwood, pero nunca le había hablado hastaquenosencontramosenAssuán.

—Debohacerleotrapregunta,madame.

LaseñoraAllertonmurmuróconunalevesonrisa:

—Meencantaríaquemehiciesealgunapreguntaindiscreta…

—Es ésta: ¿Usted o su familia sufrieron alguna vez alguna pérdidaeconómicaacausadelasoperacionesdelpadredelaseñoraDoyle,MelhuishRidgeway?

—¡Oh,no!Losinteresesdelafamilianosufrieronnunca,exceptoporunamengua…

—Muchasgracias,madame.¿Tendríaustedlabondadderogarleasuhijoquevenga?

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Timdijofrívolamentecuandosumadreseleaproximó:

—¿Ya está terminado el tormento? ¡Ahora me toca a mí! ¿Qué tepreguntaron?

—Solamente si oí alguna cosa anoche—respondió la señoraAllerton—;pero desgraciadamente no oí nada. No acierto a comprender por qué no oínada.Despuésdetodo,elcamarotedeLinnetestámuycercadelmío;nohaymás que otro, entre el de ella y elmío.Yo diría que debiera haber oído eldisparo.Anda,Tim,teesperan.

PoirotlerepitiólapreguntaaTim.Ésterespondió:

—Meacostétemprano,aesodelasdiezymedia,yleíunpoco.Apaguélaluzpocodespuésdelasonce.

—¿Oyóalgodespuésdeeso?

—Oílavozdeunhombredandolasbuenasnoches,nomuylejos.

—Éseerayo,haciéndoloalaseñoraDoyle—dijoRace.

—Sí.Despuésdeesomequedédormido.Luego,mástardeoíunaespeciedetumultoyalguienllamandoaFanthorp.

—EralaseñoritaRobson,cuandosaliócorriendodelsalóndeobservación.

—Sí, supongo que fue eso. Y luego muchas voces distintas y despuésalguiencorriendoporlacubierta.YactoseguidooíalviejoBessnergritando«¡Cuidado!»y«Novayademasiadoaprisa».

—¿Oyóunchapoteo?

—Algoporelestilo.

—¿Estásegurodequenofueundisparoloqueoyóusted?

—Sí. Supongo que pudo haber sido… Oí el estampido de un corcho.Quizásesofueeldisparo.Talvezimaginéelchapoteoalrelacionarlaideadelcorchoconunlíquidovertiéndoseenunvaso…Séquetuvelavagaimpresióndequesecelebrabaalgunareuniónofiesta.

—¿Algomásdespuésdeeso?

—OíaFanthorpmoviéndoseensucamarotedeallado.

—¿Ydespuésdeeso?

—Despuésdeesomequedédormido.

—¿Nooyónadamás?

—Nada,enabsoluto.

Page 132: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—Gracias,señorAllerton.

Timselevantóysaliódelcamarote.

CAPITULO16

RaceexaminópensativamenteunplanodelacubiertadepaseodelKarnak.Fanthorp,el jovenAllerton, la señoraAllerton.Luegouncamarotevacío:eldeSimonDoyle.

¿QuiénestabaalotroladodelaseñoraDoyle?Laviejaseñoraamericana.Sialguienoyóalgodeberíahabersidoella.

LaseñoraVanSchuylerentróenelcamarote.

Raceseincorporóehizounareverencia.

—Sentimosmolestar, señoritaVanSchuyler.Esustedmuyamable.Hagaelfavordetomarasiento.

LaseñoritaVanSchuylerdijo:

—Medesagradaquesememezcleenesto.Meincomoda.

—Muybien,muybien.Estabadiciendoel señorPoirotquecuantoantestomásemos su declaración, tantomejor sería, y así no será ustedmolestadamás.

—Me alegro de que ustedes comprendan mis sentimientos. No estoyhabituadaanadadeestaclasedecosas.

Poirotdijocontonodulce:

—Precisamente, mademoiselle. Por eso deseamos librarla de toda estamolestialoantesposible.Ahora,ustedseacostóanoche…,¿aquéhora?

—Lasdiezdelanocheesmihoraacostumbrada.Anoche,algomástarde,puesCorneliaRobson,muydesconsideradamente,mehizoesperar.

—Tresbien,mademoiselle.¿Quéoyódespuésderecogerse?

LaseñoritaVanSchuylerrespondió:

—Tengounsueñomuyligero.

—Amerveille!Esmuyafortunadoparanosotros.

—Medespertóesa joven tan llamativa, lacriadade laseñoraDoyle,quedijo:«Bonnenuit,madame».

Page 133: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—¿Ydespués?

—Me dormí de nuevo. Desperté pensando que alguien estaba en micamarote,peromepercatéqueeraenelcamarotedeallado.

—¿EnelcamarotedelaseñoraDoyle?

—Sí.Luegooíaalguienenlacubiertaydespuésunchapoteo.

—¿Notieneideadelahoraqueera?

—Puedodecirlelahoraexacta.Eralaunaydiez.

—¿Estásegura?

—Sí.Consultémirelojito,queestájuntoamicama.

—¿Nooyóuntiro?

—No,nadadeeso.

—Pero¿seríaposiblequefueseundisparoloqueladespertó?

—Esposible—admitiódemalagana.

—¿Ynotieneideadeloquecausóelruidodelchapoteoqueustedoyó?

—Loséperfectamente.

Elcoronelseirguióensuasiento,alerta.

—¿Ustedlosabe?

—Ciertamente.Nomegustóeseruidodealguienmerodeandocercademicamarote. Me levanté y fui a la puerta. La señorita Otterbourne estabainclinadasobreelbarandal.Acababadetiraralgoalagua.

—¿LaseñoritaOtterbourne?

Raceestabarealmentesorprendido.

—Sí.

—¿Estáseguraqueeraella?

—Levilacaraclaramente.

—¿Ellanolavioausted?

—Creoqueno.

Poirotseinclinóhaciadelante.

—¿Yquéaspectoteníasucara,mademoiselle?

—Parecíamuytrastornada.

Page 134: Muerte en el Nilo - Epedagogia

RaceyPoirotcambiaronunamiradarápida.

—¿Yluego?—apuntóRace.

—LaseñoritaOtterbournesedirigióhacialapopayyovolvíalacama.

Seoyóungolpeenlapuertayeladministradorentró.Llevabaenlamanounbultochorreandoagua.

—Lohemosencontrado,coronel.

Race cogió el paquete. Desenvolvió pliegue tras pliegue el terciopelomojado.Deélcayóunpañuelobasto,conmanchasdecolorrosa,envueltoentornodeunapistolitadepuñodenácar.

RacelanzóaPoirotunamiradamaliciosadetriunfo.

—¿Ustedve?Miideaeraacertada.Yoteníarazón.Fuetiradaporlaborda.

Mostrólapistolasobrelapalmadelamano.

—¿Quédiceusted,monsieurPoirot?¿EséstalapistolaqueustedvioenelhoteldeLasCataratasaquellanoche?

Eldetectivelaexaminóconsumocuidado;luegodijoconvozreposada:

—Sí,ésaes.TieneeltrabajodeornamentoylasinicialesJ.B.,unarticledeluxe,unaproducciónmuyfemenina,peronoporellodejadeserunarmamortífera.

—Del22—murmuróRace.Sacóelcargador—.Dosbalasdisparadas.Sí,nocabeduda.

LaseñoritaVanSchuylertosiósignificativamente.

—¿Ymiestoladeterciopelo?—preguntó.

—¿Suestola,mademoiselle?

—Sí,ésaesmiestoladeterciopelo;laquetieneustedahí.

Racerecogiólosplieguesdetejidochorreando.

—¿Estoesasuntosuyo,señoritaVanSchuyler?

—¡Ciertamente,esmío!—exclamólaancianaseñora—.Laechédemenosanoche.Preguntéatodoelmundosilahabíanvisto.

—¿Dónde la vio usted la últimavez, señoritaVanSchuyler?—preguntóRace.

—La tuve en el salón anoche. Cuando me fui a la cama, no pudeencontrarlaporningunaparte.

—¿Sedacuentaustedparaquésehausado?

Page 135: Muerte en el Nilo - Epedagogia

Laextendió,indicandoconundedoelchamuscadoyvariosagujeritos.

—El asesino envolvió con ella la pistola para amortiguar el ruido deldisparo.

—¡Quéimpertinencia!—dijolaseñoraVanSchuyler.

Racedijo:

—Leagradeceréquemediga, señoritaVanSchuyler,el tiempoquehaceque conoce a la señoraDoyley si eran íntimas las relacionesque tenía conella.

—Noteníaningunaclasederelacionesanteriormente.

—Pero¿ustedlaconoce?

—Desdeluego;conocíaquiéneraella.

—Perosusfamiliasnoseconocían.

—Comofamiliasiemprenoshemosenorgullecidodeserselectos,coronelRace.MiqueridamadrenohabríapensadoniporasomoenvisitaranadiedelafamiliaHartz,quienes,apartedesudinero,noerannadie.

—¿Esoestodoloquetienequedecir,señoritaVanSchuyler?

—Notengonadaqueañadiraloquehedicho.

Sepusoenpieysalió.

—Esa es su historia —observó Race— y no saldrá de ella. Puede serverdad.Nosé.Pero…¿RosalíaOtterbourne?Noesperabasemejantecosa.

Poirotmoviólacabezaconairedeperplejidad.Luegoasestódeprontounpuñetazosobrelamesa.

—Peroestonotienenipiesnicabeza—exclamó.

Racelemiró.

—¿Quéquiereusteddecir?

—Quierodecirquehastaunpuntotodoparececlaro.AlguienqueríamataraLinnetDoyle.Alguienoyólaescenadelsalónanoche.Alguienseintrodujosigilosamente allí y se apoderó de la pistola de Jacqueline de Bellefort,recuérdelobien.AlguienmatóalaseñoraDoyleconesapistolayescribiólaletraJenlapared.Todoestáclaro,¿noesverdad?TodoapuntabaaJacquelinede Bellefort, señalándola como la asesina. ¿Y luego qué hace el asesino?¿DejarlapistoladeJacquelinedeBellefort,paraquelaencuentrecualquiera?No, él o ella, tira la pistola, esa prueba comprometedora particular, por laborda,alagua.¿Porqué,amigomío,porqué?

Page 136: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—Esextraño—murmuróRace.

—Esmásqueextraño…¡esimposible!

—¡Noesimposible,puestoqueocurrió!

—No quiero decir eso. Quiero decir que la concatenación de losacontecimientosesimposible.Hayalgoqueestáequivocado.

CAPITULO17

El coronel Race miró con curiosidad a su compañero. Respetaba, teníamotivos para ello, el cerebro de Hércules Poirot. Sin embargo, por elmomento,nocomprendíaelprocesomentaldelotro.

Noobstante,noformulóningunaprotesta.Continuódiscutiendoelasunto.

—¿Quéhayquehaceracontinuación?

—InterrogaralaseñoritaOtterbourne.

RosalíaOtterbourneentródemalagana.Noaparecíanerviosaniasustada;simplemente,maldispuestayhuraña.

—Bien—dijo—,¿quédesean?

—EstamosinvestigandolamuertedelaseñoraDoyle—replicóRace.

Rosalíaasintióconlacabeza.

—¿Quieredecirnosloquehizoustedanoche?

—Mamáyyonosacostamos temprano,antesde laonce.Nooímosnadadeparticular,exceptoalgoderuidoenlaparteexteriordelcamarotedeldoctorBessner.Oí lavozdel alemán.Desde luegono supedequé se tratabahastaestamismamañana.

—¿Nooyóustedundisparo?

—No.

—¿Estásegura?

Rosalíalemiróconfijeza.

—¿Quéquiereusteddecir?Desdeluegoqueestoyseguradeello.

—¿Yusted,porejemplo,nofuealladodeestribordelbarcoytiróalgoalagua?

Elrostrodelamuchachasecoloreó.

Page 137: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—¿Hayalgoqueprohíbatirarcosasporlaborda?

—No,desdeluegoqueno.¿Entoncesustedlohizo?

—No,no.Nosalídelcamarote.

—Entoncessialguiendicequelavioausted…

—¿Quiéndicequemevio?

—LaseñoritaVanSchuyler.

—¿LaseñoritaVanSchuyler?

—Sí. La señorita Van Schuyler declara que se asomó a la puerta de sucamaroteyvioaustedarrojaralgunacosaalagua.

Rosalíadijoclaramente:

—Eso es mentira. —Luego, como si le asaltara repentinamente unaluminosaidea,preguntó—:¿Aquéhorafueeso?

FuePoirotquiencontestó.

—Eranlaunaydiez,mademoiselle.

Ellamoviópensativamentelacabeza.Preguntó:

—¿Vioalgomás?

Poirotlamiróconcuriosidad.

—Ver,no.Perooyóalgo.

—¿Quéoyó?

—AlguienqueandabadentrodelcamarotedelaseñoraDoyle.

—Comprendo—murmuróRosalía.

Estabapálidacomounmuerto.

—¿Einsisteendecirqueustednotirónadaporlaborda,mademoiselle?

—¿Porquédiabloshabíayodecorrerdeunladoaotrotirandocosasporlaborda?

—Podríahaberunarazón…unarazóningenua.

—¿Ingenua?—dijolamuchachavivamente.

—Esoesloquehedicho.Sabeusted,mademoiselle,algunacosafuetiradaporlabordaanoche,poralguienquenoerainocente.

Racemostróelbultode terciopelomanchado,abriéndoloparaexhibir sucontenido.

Page 138: Muerte en el Nilo - Epedagogia

RosalíaOtterbourneseechóhaciaatrás.

—¿Fueconeso…conloquelamataron?

—Sí,mademoiselle.

—¿Y usted cree que yo… yo lo hice? ¡Qué tontería! ¿A santo de quéhabríadequerermataraLinnetDoyle?¡Nisiquiera laconocía!—seechóareíryseirguiódesdeñosamente—.Todoestoesdemasiadoridículo.

—Recuerde, señorita Otterbourne —dijo Race—, que la señorita VanSchuylerestádispuestaajurarqueviosurostroclaramentealaluzdelaluna.

Rosalíavolvióareír.

—Esaviejagata.Probablementeestámediociega.Nofueamíaquienvio—hizounapausa—.¿Puedomarcharmeahora?

Race asintió con la cabeza yRosalíaOtterbourne salió de la habitación.Losojosdelosdoshombresseencontraron.Raceencendióunpitillo.

—Eso tenemos: una contradicción rotunda. ¿A cuál de ellas hemos decreer?

Poirotmeneólacabeza.

—Tengolaideadequeningunahablaconfranqueza.

—Eso es lo peor de nuestra labor —dijo Race, desalentado—. Tantaspersonas callan la verdad pormotivos francamente fútiles… ¿Qué hacemosahora?¿Continuarelinterrogatoriodelospasajeros?

—Creoquesí.

La señora Otterbourne sucedió a su hija. Corroboró la declaración deRosalíadequeambasseacostaronantesdelasonce.Ellamismanooyónadadeinterésdurantelanoche.NopodíadecirsiRosalíasaliódelcamaroteono.Sobreeltemadelcrimenestabainclinadaaextenderse.

—Sus sugerencias han sido muy útiles, señora Otterbourne —exclamóRaceal terminarellasudeclaración—.Tenemosquecontinuarnuestra laborahora.Unmillóndegracias.

Laescoltógalantementehastalapuertayvolvióenjugándoselafrente.

—¡Quémujermásvenenosa!¡Uf!¿Porquénolahamatadoalguien?

—Puedesucedertodavía—leconsolóPoirot.

—Tal vez eso sería razonable. ¿Quién nos queda? Pennington loreservaremosparaelfinal.RichettiyFerguson.

ElseñorRichettiestabamuyvoluble,muyagitado.

Page 139: Muerte en el Nilo - Epedagogia

—¡Pero,quéhorror,quéinfamia,unamujertanjovenytanhermosa…enverdad,uncrimeninhumano!

Susrespuestasfueronrápidas.Sehabíaacostadotemprano,muytemprano.Enrealidad,inmediatamentedespuésdecenar.Habíaleídoduranteunratounfolleto, habiendo apagado la luz poco antes de las once. No oyó ningúndisparo.Ningúnsonidocomoelestampidodeuncorcho.Loúnicoqueoyó,peroesofuemás tarde,enmediode lanoche, fueunchapoteo,unchapoteogrande,cercadelapuertadesucamarote.

—Sucamaroteestáen lacubierta inferior,en lapartedeestribor,¿noesasí?

—Sí,sí,asíes.Yyooíelfuertechapoteo.

—¿Puedeusteddecirnosaquéhorafueeso?

—Fueunahoradespuésdedormirme…Quizádoshoras.

—¿Aesodelaunaydiez,porejemplo?

—Podríasermuybien,sí.

SalióelseñorRichetti,gesticulandoampliamente.

PasaronainterrogaralseñorFerguson.

—¡Cuántojaleoporesteasunto!—semofó—.¿Yquéimportarealmente?Hayunacantidadenormedemujeresdemásenelmundo.

Racedijofríamente:

—¿Puede darnos una referencia de sus movimientos de anoche, señorFerguson?

—No veo por qué he de dársela. Pero no tengo ningún inconveniente.Estuvedandovueltas.FuiatierraconlaseñoritaRobson.Cuandoellavolvióalbarcoyodiunasvueltaspormicuentaduranteunrato.Volvíymeacostéaesodemedianoche.

—Sucamaroteestáenlacubiertainferior,enelladodeestribor…

—Sí.Noestoyarribacomolospotentados.

—¿Oyóundisparo?Podíahabersonadocomoelestampidodeuncorcho.

—Sí,creoqueoíalgoparecido.Norecuerdocuándo…antesdequedarmedormido.Perohabíamuchagentedepie entonces, corriendopor la cubiertasuperior.

—Eso fue, probablemente, el tiro disparado por la señorita deBellefort.¿Nooyóotro?

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Fergusonnegóconlacabeza.

—¿Niunchapoteo?

—¿Unchapoteo?Sí,creohaberoídounchapoteo.Perohabíatantoruidoquenopuedoestarsegurodequelofuera.

—¿Salióusteddesucamarotedurantelanoche?

—No,nosalí.Ynotoméparteenlabuenaobra;malasuerte.

—Vamos,vamos,señorFerguson,nosecomportecomounchiquillo.

Eljovenreaccionóconfuria:

—¿Porquénohededecirloquepienso?Creoenlaviolencia.

—Pero usted no practica lo que predica —murmuro Poirot—. Mepregunto…—seinclinóhaciadelante—.Fueesehombre,Fleetwood,¿noescierto,quiéndijoaustedqueLinnetDoyleeraunadelasmujeresmásricasdeInglaterra?

—¿QuétienequeverFleetwoodconesto?

—Fleetwood, amigomío, tenía unmotivo excelente paramatar aLinnetDoyle.Leteníaunainquinaparticular.

El señor Ferguson saltó de su asiento como el muñeco en una caja deresorte.

—Demodoque ése es su propósito, ¿no es así?—interpeló iracundo—,achacárseloaunpobrediablocomoFleetwood,quenopuededefenderse,quenotienedineroparaconseguirunabogado.Peroledigoesto:siintentaculparaFleetwood,tendráquevérselasconmigo,seloaseguro.

—¿Yquiénesusted,exactamente?—preguntóPoirot,convozdulce.

ElseñorFergusonenrojeció.

—Puedo ponerme al lado de mis amigos, de todos modos —dijoásperamente.

—Bien,señorFerguson,creoqueesoestodoloquenecesitamosahora—dijoRace.

CuandolapuertasecerródetrásdeFerguson,observóinesperadamente:

—Esuncachorrosimpático,¿eh?

—¿Nocreeustedqueeselindividuoquebuscamos?—preguntóPoirot.

—Difícilmente.AbordaremosaPennington.

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CAPITULO18

AndrésPenningtonexhibiótodaslasreaccionesconvencionalesdepenayconmoción.Racepreguntó:

—Paraempezar,señorPennington,¿oyóustedalgoanoche?

—No,señor;nopuedodecirqueoíalgo.Micamaroteestáaladerechadelocupadopor eldoctorBessner,números38y39,yoí cierta conmociónporallícercaaesodemedianoche.

—¿Nooyónadamás?¿Ningúndisparo?

—Nadaenabsoluto.

—¿Yseacostó?

—Debedehabersidodespuésdelasonce—inclinósehaciadelante—.Nocreo que sea una noticia para ustedes saber que corren muchos rumores abordo. Esa muchacha medio francesa… Jacqueline de Bellefort. Hay algosospechosoahí.

Poirotdijo:

—¿Creeustedque,ensuopinión,JacquelinedeBellefortmatóalaseñoraDoyle?

—Esoesloquemeparece.Desdeluego,yonosénada…

—¡Desgraciadamente,nosotrossabemosalgo!

—¿Eh?—Penningtonsesobresaltó.

—Sabemosque es completamente imposible que la señorita deBelleforthayamatadoalaseñoraDoyle.

Explicó con toda minuciosidad las circunstancias. Pennington parecíareacioaaceptarlas.

—Convengoenquelascircunstanciaslafavorecen,peroestaenfermera…apuesto a que no estuvo despierta toda la noche… Se quedó dormida y lamuchachaentróysaliósinservista.

—Difícilmente,señorPennington.Ellaleadministróunopiadofuerte.Detodos modos, una enfermera acostumbra dormir ligeramente y despertarcuandosupacientedespierta.

—Todoesomeparecesospechoso,increíble—declaróPennington.

Racedijodeunmodoautoritario:

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—Hadecreerme,señorPennington,cuandoledigoquehemosexaminadotodaslasposibilidadesmuycuidadosamente.Ahoraabrigamoslaesperanzadequeustedpuedaayudarnos.

—¿Yo?

—Sí. Usted era un íntimo amigo de la muerta. Usted conoce lascircunstanciasdesuvida.Contodaprobabilidad,muchomejorquesuesposo,puestoqueél laconoció tan sólohaceunosmeses.Usteddebiera saber,porejemplo,dealguienquetuviesealgúnresentimientocontraella;usteddeberíasaber,además,sihabíaalguienquetuvieseunmotivoparadesearsumuerte.

AndrésPenningtonsepasólalenguaporsuslabios,secos.

—Leaseguroaustedqueno tengolamenor idea.LinnetfueeducadaenInglaterrayconozcomuypocodelambientequelarodeaba.

—Sinembargo—musitóPoirot—,habíaalguienabordointeresadoenlamuertedelaseñoraDoyle.Ellaescapómilagrosamenteantes,comorecordará,enestemismolugar,cuandoaquellarocacayó…¡ah!,pero¿quizáustednoseencontrabaallí?

—No.Yoestabaeneltemploenesemomento.

—LaseñoraDoylemencionóaalguiendeabordoqueestabaresentido,nocontra ella personalmente, sino contra su familia. ¿Sabe usted quién puedeser?—continuóRace.

—No.Notengolamenoridea.

—¿Ellanoselomencionóausted?

—No.

—Eraustedunamigoíntimodesupadre.¿Norecuerdaalgunaoperacióncomercialsuyaquepudohaberarruinadoasuadversario?

—No;ningúncasosobresaliente.Talesoperacioneseranfrecuentes,desdeluego,peronorecuerdoanadiequeprofirieraamenazas…nadaporelestilo.

—Enresumen,señorPennington,¿nopuedeustedayudarnos?

—Asíloparece.Deploromiimposibilidad.

RacecambióunamiradaconPoirot;luegodijo:

—Losiento.Habíamosabrigadoalgunaesperanza.

Selevantóenseñaldequelaentrevistahabíaterminado.

AndrésPenningtondijo:

—Como Doyle está imposibilitado, espero que él querrá que yo me

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encargue de lo que sea necesario hacer. Perdone, coronel, ¿pero qué piensahacer?

—Cuandosalgamosdeaquí,iremosdirectamenteaShellal,parallegarallímañanaporlamañana.

—¿Yelcadáver?

—Serátrasladadoaunadelascámarasfrigoríficas.

AndrésPenningtoninclinólacabeza.Luegoabandonólahabitación.

—ElseñorPennington—observóRace—noestabamuytranquilo.

Poirotasintióconlacabeza.

—Y —dijo— el señor Pennington estaba lo bastante trastornado paradecirnos una mentira estúpida. Él no estaba en el templo de Abu Simbelcuandoaquellarocacayó.Puedojurarlo.Yoacababadellegardeallí.

—Unamentiramuyestúpida—asintióRace—ymuyreveladora.

—Mas por el momento—sonrió Poirot—, podemos tratarle con guanteblanco.

—Exacto—corroboróRace.

Sonóunlevechirridobajosuspies.ElKarnakpartíarumboaShellal.

—Lasperlas—dijoRace—,esloquehayqueaclararacontinuación.

—¿Tieneunplan?

—Sí.Serviránel almuerzodentrodemediahora.Despuésde la comida,propongoanunciar,simplementemencionarelhecho,quelasperlashansidorobadasyqueruegoquetodoelmundopermanezcaenelcomedormientrasseefectúaunregistro.

—Estábienpensado.Quiencogiólasperlastodavíalastiene.Noavisandodeantemano,nohabríaposibilidaddeque,poseídosdepánico,lastirenporlaborda.

Race empujó algunas hojas de papel hacia él. Murmuró con tono deexcusa:

—Me gusta hacer un breve resumen de los hechos a medida que voytratando.Evitalaconfusiónquesesigue.

—Haceustedbien—replicóPoirot.

—¿Hayalgoquenoestédeacuerdo?

Poirotcogiólashojas.Estabanencabezadas:

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ASESINATODELASEÑORADOYLE

«LaseñoraDoylefuevistavivaporsucriadaLuisaBourget.Hora:11.30aproximadamente.

»Desde las 11.30 a las 12.30, los siguientes, tienen coartadas: CorneliaRobson, Jaime Fanthorp, Simon Doyle, Jacqueline de Bellefort, nadie más,pero el crimen fue ciertamente cometido después de esa hora, dado que esprácticamenteseguroquelapistolausadafueladeJacquelinedeBellefort,lacual estaba entonces en su bolso. Que no se empleó su pistola no pareceabsolutamente seguro hasta después de efectuarse el examenpostmortemyfrentealabala,peropuedetomarsecomoprobable.

»Probable curso de los acontecimientos: X, asesino, fue testigo de laescenaentreJacquelineySimonDoyleenelsalóndeobservaciónynotóquela pistola fue a parar debajo de la otomana. Después que el salón quedódesierto,X seposesionóde lapistola siendo la ideade él, ode ella, que secreyera que Jacqueline era la autora del crimen. A base de esta hipótesis,ciertaspersonashanquedadoautomáticamentelibresdesospechas.

»CorneliaRobson,puestoquenotuvoocasióndeapoderarsedelapistolaantesdequeJaimeFanthorpvolvieraparabuscarla.

»LaseñoraBowers,igualmente.

»EldoctorBessner,igualmente.

»Pero Fanthorp no queda definitivamente excluido de sospechas, puestoque pudo meterse en el bolsillo la pistola mientras declaraba que no pudoencontrarla.

»Cualquiera otra persona pudo coger la pistola durante ese intervalo dediezminutos.

»Posiblesmóvilesdelasesinato:

»AndrésPennington.Estosebasaenlosuposicióndequeesculpabledeprácticasfraudulentas.Existenpocaspruebasenfavordeestasuposición,perobastantesparajustificarelformularunaacusacióncontraél.

»ObjecionesalahipótesisdelaculpabilidaddePennington:¿Porquétirólapistolaporlaborda,dadoqueconstituíaunapistavaliosacontraJ.B.?

»Fleetwood.Móvil:Venganza.FleetwoodseconsiderabaperjudicadoporLinnetDoyle.Pudooír laescenayobservar laposiciónde lapistola.Puedehabercogidolapistolaporqueeraunarmaútil,másbienqueporeldeseodehacerrecaerlaculpabilidadsobreJacqueline.Perositalfueelcaso,¿porquéescribióJconsangreenlapared?

»Pañuelo barato encontrado con pistola, es más probable que haya

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pertenecidoaunhombrecomoFleetwoodqueaunodelospasajerosdebuenaposición.

»RosalíaOtterbourne.¿Hemosdeaceptar ladeclaraciónde laSchuylerolanegativadeRosalía?Algofuetiradoporlabordaaaquellahorayesealgofuepresumiblementelapistolaenvueltaenlaestoladeterciopelo.

»Puntosqueobservar.¿TeníaalgúnmóvilRosalía?PuedenohabersentidosimpatíaporLinnetDoyleyhastapuedehaberestadoenvidiosadeella,mascomomóvildelasesinatoparecemuyinadecuado.Lapruebacontraellapuedeser convincente sólo si descubrimos un móvil adecuado. Que sepamos, noexistíaningunaamistadolazoanteriorentreRosalíayLinnet.

»LaseñoritaVanSchuyler.LaestoladeterciopeloenquelapistolaestabaenvueltapertenecealaseñoritaVanSchuyler.Segúnsudeclaración,laviolaúltima vez en el salón de observación. Llamó la atención sobre su pérdidadurantelanocheyseefectuóunabúsquedasinéxito.¿CómollegóesaestolaamanosdeX?¿HurtóXlaestolaaprimerahoradelanoche?Deserasí,¿porqué? Nadie podría decir de antemano que iba a ocurrir una escena entreJacqueline y SimonDoyle. ¿EncontróX la estola en el salón cuando fue arecogerlapistoladedebajodelaotomana?Deserasí,¿porquénoseencontrócuandoseefectuólabúsqueda?¿NosaliónuncademanosdelaseñoritaVanSchuyler?Esdecir:

»¿Mató la señorita Van Schuyler a Linnet Doyle? ¿Su acusación contraRosalíaOtterbournefueunamentiradeliberada?¿Siellalamató,cuálfuesumóvil?

»Otrasposibilidades:

»Robocomomóvil.Posible,dadoque lasperlasdesaparecieronyLinnetlasllevabaanoche.

»AlguienteníainquinaalafamiliaRidgeway.Posible;denuevofaltanlaspruebas.

»Sabemos que hay un hombre peligroso a bordo, un asesino.Hemos derelacionar a un hombre capaz de matar, con una muerte. ¿Acaso no estánrelacionadoslosdos?PerotendríamosquedemostrarqueLinnetDoyleposeíaunconocimientopeligrosoconcernienteaestehombre.

»Conclusiones. Podemos agrupar a las personas que hay a bordo en dosclases: las que tenían motivo posible o contra las cuales no hay pruebasconcretasylasque,porloquesabemos,estánlibresdesospechas.

»GRUPOI:

»AndrésPennington

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»Fleetwood

»RosalíaOtterbourne

»LaseñoritaVanSchuyler

»LuisaBourget(¿Robo?).

»Ferguson(¿Político?)».

»GRUPOII:

»LaseñoraAllerton

»TimoteoAllerton

»CorneliaRobson

»LaseñoritaBowers

»EldoctorBessner

»ElseñorRichetti

»LaseñoraOtterbourne

»JaimeFanthorp».

Poirotempujóelpapelhaciaatrás.

—Esmuyexacto,muyjusto,loqueustedhaescritoahí.

—¿Estáustedconformeconello?

—Sí.

—Yahora,¿cuálessuaportación?

—¿Porquétiraronlapistolaporlaborda?

—¿Esoestodo?

—Porelmomento,sí.Hastaqueencontremosunarespuestasatisfactoriaaesapregunta,nosevenadaque tengasentido.Ésees,debeser, elpuntodepartida. Observará usted, amigo mío, que en su sumario no ha intentadocontestaraesepunto.

—Pánico—murmuróRace.

Poirot meneó la cabeza en señal de perplejidad. Cogió la estola deterciopelo empapaday la alisó sobre lamesa.Sudedo indicó las señalesdechamuscamientoylosagujerosquemados.

—Dígame,amigomío—dijoderepente—;ustedconocemejorqueyolasarmas. ¿Este material, envuelto alrededor de una pistola, produciría algunadiferenciaenelamortiguamientodelsonido?

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—No, no produciría ninguna diferencia. No como un silenciador, porejemplo.

Poirotasintióconlacabeza.Continuó:

—Un hombre, ciertamente un hombre muy conocedor de las armas defuegosabríaeso.Perounamujer,unamujernolosabría.

—Esa pistola no haría mucho ruido —dijo Race—. Simplemente unchasquido,unruidoseco,esoestodo.Habiendootroruidoalrededor,haydiezprobabilidadescontraunadequenosenotaría.

—Sí,hepensadoeneso.

Recogióelpañueloyloexaminó.

—Un pañuelo de hombre, pero no el de un caballero. Treinta centavos,todolomás.

—LaclasedepañueloqueusaríaunhombrecomoFleetwood.

—Si. Andrés Pennington, he observado, usa un pañuelo de seda muyhermoso.

—¿Ferguson?—sugirióRace.

—Posiblemente.Peroentoncesseríaunpañuelodecoloresbrillantes.

—Lousóenvezdeunguante,supongo,parasujetarlapistolayevitarlashuellas dactilares—añadióRace en tono de broma—:La Pista del PañueloRuborizante.

—¡Ah,sí!Elcolordeunajeunefille,¿noesverdad?—lodepositósobrelamesayvolvióa laestola,examinandodenuevolasseñalesde lapólvora—.Detodosmodos—murmuró—,esmuyextraño…

—¿Elqué?

—Cette pauvre madame Doyle, tendida ahí tan pacíficamente… Con elagujeritoenlacabeza.¿Recuerdaquéaspectotenía?

Racelemiróconcuriosidad.

—Tengounaideaquetratadedecirmealgo—observó—,peronotengolamenorsospechadeloquepuedeser.

CAPITULO19

Sonóungolpeenlapuerta.

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—Adelante—invitóRace.

Uncamareroentró.

—Dispense, señor —dijo a Poirot— pero el señor Doyle pregunta porusted.

—Voy—sedirigióalcamarotedeBessner.

Simon,conelrostroenrojecidoyfebril,estabaapoyadoendoscojines.

—Esustedmuyamablealvenir,señorPoirot.Escuche,deseopedirlealgo.

—¿Sí?

—Se trata… Se trata de Jacqueline. Quiero verla. ¿Cree usted… tendráinconveniente…creeusted…si usted le rogasequeviniese a verme?Ustedsabe,heestadopensando.Esadesgraciadachiquilla,estansólounachiquilla,despuésdetodo,ylatratémuymal…y…—callótartamudeando.

—¿DeseaveramademoiselleJacqueline?Selatraeré.

—Muchasgracias.Esustedmuyamable.

Poirot fue en busca de lamuchacha. Encontró a Jacqueline de Bellefortsentadaenunrincóndelsalóndeobservación.

—¿Quiere usted venir conmigo, mademoiselle? El señor Doyle quiereverla.

—¿Simon?¿Quiereverme…amí?—semovióincrédula.

—¿Quiereustedvenir,mademoiselle?

—Yo…sí,desdeluego.

Leacompañódócilcomounacriatura.

Poirotentróenelcamarote.

—Aquíestamademoiselle.

Ellaentródetrás,vacilóysequedóinmóvil,muda,conlosojosclavadosenelrostrodeSimon.

—Hola,Jacqueline.

Éltambiénestabaembarazado.Continuó:

—Hassidomuyamablealvenir.Queríadecir…quierodecir…

—Simon… yo no maté a Linnet. Tú sabes que yo no hice eso…Yo…yo…estabalocaanoche.¡Oh!¿Podrásperdonarme?

—Desdeluego.Nosufras.Notemasnada.Esoesloqueyoqueríadecir.

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Mefiguréqueestaríaspreocupada,¿sabes…?

—¿Preocupada?¡Oh,Simon!

—Paraesoqueríaverte.Notemas,chiquilla.Teenojasteunpocoanoche.Habíasbebidounpoquitíndemás…Todoesoesmuynatural.

—¡Oh,Simon!Podríahabertematado…

—Túno.Noconunjuguetecomoaquél…

—¡Ytupierna!Quizánopodráscaminarnuncamás…

—Escucha, Jacqueline, no seas tontina. Tan pronto como lleguemos aAssuánme sacarán una radiografía y extraerán esa bala de hojalata y todoquedarábien.

JacquelinesearrodillójuntoalacamadeSimon,ocultandoelrostroentrelasmanosysollozando.

Simonleacariciólacabeza.Eldetectivesaliódelcamarote.

Oyóalgunosmurmullosentrecortadoscuandosalía…

—¿Cómopodíayosertanmala…?¡Oh,Simon!¡Cuántolosiento…!

Fuera,CorneliaRobsonseapoyabaenlabaranda.Volviólacabeza.

—¡Oh!¿Esusted,señorPoirot?Esterriblequehagaundíatanhermoso.

Poirotcontemplóelcielo.

—Cuandoelsolbrilla,nosepuedeverlaluna—observó—.Perocuandoelsolsepone…¡ah!,cuandoelsolsepone…

—¿Quédice?

—Quecuandoelsolseponga,veremoslaluna.Esasí,¿noescierto?

—Sí,sí,ciertamente.

Ellalemiródudosa.Poirotriosuavemente.

—Digoimbecilidades—explicó—.Nohagacaso.

Dirigióse pausadamente hacia la popa del barco. Al pasar delante delcamarote siguiente, se detuvo un instante. Percibió fragmentos de frasespronunciadasdentro.

—Eresunadesgraciada;despuésdetodoloquehehechoporti,notienesninguna consideraciónpor tudesgraciadamadre…No tienes ideade loquesufro…

LoslabiosdePoirotsepusieronrígidos.Alzóunamanoyllamó.

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Hubounsilencio impresionante,y luego lavozde la señoraOtterbournepreguntó:

—¿Quéhay?

—¿EstálaseñoritaRosalíaaquí?

Rosalía apareció en el umbral. Poirot se impresionó al ver su aspecto.Teníaojerasylíneastrazadasentornodelaboca.

—¿Quéquiere?—preguntóásperamente.

—El placer de unos minutos de conversación con usted, mademoiselle.¿Quierehacerelfavordevenir?

—¿Porquéhedeiryoconusted?

—Selosuplico,mademoiselle.

—¡Oh!Supongoque…—salióacubierta,cerrandolapuertadetrásdeella—.¿Bien?

Poirotlaasiósuavementedelbrazoylallevóalolargodelacubiertaendirección de la popa. Pasaron delante de los cuartos de baño y doblaron elángulo.Teníanlapartedelapopalibreparaellos.

Poirot puso los codos sobre la baranda. Rosalía permaneció derecha ytiesa.

—Podríaformularleaustedalgunaspreguntas,mademoiselle,masnocreoque,porelmomento,ustedaccedieraaresponderlas.

—Mepareceunapérdidadetiempoquemetraigaaquíentonces.

—Ustedestáhabituada,mademoiselle,a soportar supropiacarga…Perono puede hacer eso demasiado tiempo. La tensión resulta muy fuerte. Parausted,mademoiselle,latensiónestáhaciéndosedemasiadogrande.

—Nosédequéestáhablando.

—Estoy hablando de hechos, mademoiselle, de hechos sencillos y feos.Llamemos al pan pan y al vino vino, y digámoslo en una frase breve. Sumadrebebe,mademoiselle.

Rosalíanocontestó.Abriólabocayvolvióacerrarla.Porunavez,estabadesconcertada.

—Nohaynecesidaddequemehable,mademoiselle.Yoestabainteresado,en Assuán, en las relaciones existentes entre ustedes. Vi al instante que, apesar de sus observaciones poco filiales, cuidadosamente estudiadas, ustedestaba, en realidad, protegiéndola apasionadamentede algo.Pronto averigüéqué era ese algo. Lo descubrí mucho antes de encontrar a su madre, una

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mañana,enun inconfundibleestadodeembriaguez.Además, sucaso, segúnpude ver, era de secretos ataques de borrachera. Estaba usted contendiendoconélvalerosamente.Noobstante,ella tenía laastuciadelborrachosecreto.Ellaadquirióunsuministrosecretodebebidasalcohólicasylogróesconderlo.No me sorprendería que usted hubiese descubierto el escondrijo ayer. Enconsecuencia, anoche, tan pronto como su madre se quedó dormida, ustedsalióconelcontenidodelescondrijo,fuealaotrapartedelbarco,dadoquesuladoestaba juntoa laorilla,y lo tirópor labordaalNilo.Nomeequivoco,¿verdad?

—No se equivoca usted—Rosalía habló con súbita pasión—. ¡Supongoquefuiunaneciaalnodecirlo!Peronoqueríaqueseenterasetodoelmundo.Lotiraríatodoalrío.Yparecíatanestúpido…quierodecir…queyo…

—¿Tanestúpidoquesospechasenqueustedhabíacometidounasesinato?

Rosalíaasintióconlacabeza.Luegoestallódenuevo:

—Heprocuradotanto…quenadieseenterase…Realmentenoesculpadeella. Se desanimó. Sus libros ya no se vendían. La afectómuchísimo.Y enconsecuencia,empezóabeber.Durantemuchotiemponosupeporquéestabatan extraña. Luego, cuando lo descubrí, intenté impedirlo. Dejaba de beberdurante un tiempoy luego, de repente, comenzabadenuevoy se producíanescenas y riñas con la gente. Era terrible. Tenía que vigilarla siempre,apartarla…Yentoncesempezóaenojarseporelloconmigo.Sehavueltoencontramía.Creoqueaveceshastameodia…

—Pauvrepetite!—dijoPoirot.

Rosalíadijolentamente:

—Esun alivio hablar de ello.Usted…usted siempre ha sidobondadosoconmigo,señorPoirot.Temohabersidogroseraconustedmuyamenudo.

—Lapolitessenoesnecesariaentreamigos.

Enelrostrodeellareaparecióderepenteunaexpresiónderecelo.

—¿Va…vaustedacontárseloatodoelmundo?Presumoquetendráquehacerloporculpadeesasmalditasbotellasquetiréporlaborda.

—No,no,noesnecesario.Simplemente,dígame loqueyoquiero saber.¿Aquéhorafueesto?¿Alaunaydiez?

—Aproximadamenteaesahora.Norecuerdoexactamente.

—Yahoradígame,mademoiselle.LaseñoritaVanSchuylerlavioausted.¿Ustedlavioaella?

—No,nolavi.

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—Elladicequeseasomóalapuertadesucamarote.

—Nocreoquepudierahaberlavisto.Yo,simplemente,miréalolargodelacubiertayluegoalrío.

—¿Vioustedaalguiencuandoescrutólacubierta?

Hubo una pausa, una pausa larga. Rosalía fruncía el ceño. Parecía estarpensandoseriamente.Finalmentemeneódecididamentelacabeza.

—No—declaró—.Novianadie.

Hércules Poirot movió lentamente la cabeza. Pero sus ojos tenían unaexpresióngrave.

CAPITULO20

Lospasajerosentraronenelcomedordeunoenunoydemanerasumisa.TimAllertonllegóunosminutosdespuésquesumadresehubosentadoensupuesto.Estabamalhumorado.

—¡Ojalánosemehubieseocurridojamáshaceresteviaje!—gruñó.

Poirotsesentóalamesa,haciendounareverenciaalaseñoraAllerton.

—Llegounpocotarde—dijo.

—Supongoquehabráestadoocupado—indicólaseñoraAllerton.

—Sí.Heestadomuyocupado.

Ordenóunabotelladevino.

—Somos católicos en nuestros gustos —declaró la señora Allerton—.Usted siempre bebe vino; Tim, whisky y sifón, y yo pruebo las diferentesclasesdeaguasminerales,alternadamente.

—Tiens!-MurmuróPoirot.Lacontemplóunmomento.Murmuróparasí:«Esunaidea…».

Luego, con un impaciente encogimiento de hombros, apartó la repentinapreocupaciónquelehabíaatormentadoyempezóacharlarfrívolamentesobrelostemas.

—¿EstágravementeheridoelseñorDoyle?—inquiriólaseñoraAllerton.

—Sí,laheridaesbastantegrave.EldoctorBessnerestáansiosoporllegaraAssuán para sacarle una radiografía de la pierna y extraerle la bala. Peroabrigalaesperanzadequenoquedarácojopermanentemente.

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—¡PobreSimon!—murmurólaseñoraAllerton—.Esperoqueélnoestédemasiadoenojadoconesapobreniña.

—¿ConmademoiselleJacqueline?Porelcontrario.Estállenodeansiedadporella.—SevolvióhaciaTimoteo—:¿Sabeusted?Se tratadeunpequeñoproblemade psicología lo que ha sucedido con ellos.Cuandomademoisellelos seguía de lugar en lugar, él estaba furioso, pero ahora que ella le hadisparadountiroyheridopeligrosamente,quizádejándolocojoparaelrestodesuvida,todasufuriasehaevaporado.¿Comprendeustedeso?

—Sí —respondió Tim, pensativamente—. Creo que sí. Lo primero loponíaaélenridículo…

—Dígame, laprimademadameDoyle, laseñoritaJuanaSouthwood,¿separecíaamadameDoyle?

—Seequivocausted,señorPoirot.EraprimanuestrayamigadeLinnet.

—¡Ah! Dispense, estaba confundido. Es una jovenmuy conocida. Hacetiempoestoyinteresadoenello.

—¿Porqué?—inquirióTimásperamente.

Poirot se incorporó para hacer una reverencia a Jacqueline de Bellefort,queacababadeentrarypasódelantedelamesaparadirigirsehacialasuya.Susmejillasestabanrojasysusojosbrillantes.Respirabaentrecortadamente.Al volver a sentarse, Poirot pareció haber olvidado la pregunta de Tim.Murmuróvagamente:

—Me pregunto si todas las señoritas que poseen joyas valiosas en grannúmero,sontandescuidadascomoloeramadameDoyle.

—¿Escierto,pues,quelasrobaron?—preguntólaseñoraAllerton.

—¿Quiénselohadicho,madame?

—Fergusonlodijo—respondióTim.

—Esverdad.

—Supongo—dijo la señoraAllerton nerviosamente—que esto significauna serie de molestias y cosas desagradables para todos nosotros. Tim loafirma.

Suhijofruncióelceño.PeroPoirotsehabíavueltohaciaél.

—¡Ah!¿Talvezustedha tenidoalgunaexperienciaanterior?¿Haestadoenunacasadondesehaperpetradounrobo?

—Nunca—repusoTim.

—¡Oh,sí,querido!EstabasencasadelosPenningtonaquellavezcuando

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robaronlosdiamantesdeaquellahorriblemujer.

—Siempre enredas las cosas, mamá. ¡Me encontraba allí cuando sedescubrióquelosdiamantesqueellalucíaalrededordesucuellodetoroerandepasta,falsos!¡Lasustituciónfuehechaprobablementeunoscuantosmesesantes!Enrealidad,muchagentedecíaqueellamismalohabíahecho.

Poirotcambióprecipitadamenteeltema.TeníaelpropósitodeefectuarunacompraimportanteenunadelastiendasdeAssuán.Algunastelasatractivas,deoroypúrpura,enunodelosestablecimientosindios.Desdeluego,habríaquepagarderechosdeAduana…

—Mehandichoquepueden,¿cómosedice?,expedírmelas.Yqueelcostenoserámuyelevado.¿Creeustedquellegaránbien?

LaseñoraAllertondijoquemuchagente,asílohabíaoídodecir,sehacíamandarlosgénerosaInglaterrayquetodollegabaperfectamente.

—Bien.Entoncesharéeso.¡PerolasmolestiasqueunosufresilellegaunpaquetedeInglaterra!¿Hatenidoalgunaexperienciadeesto?¿Lehanllegadoalgunospaquetesdurantesuviaje?

—Creoqueno. ¿Hemos recibidoalgunos,Tim?Recibimos librosdevezencuando,perodesdeluego,noproducenningunamolestia.

—¡Ah,no!Loslibrosesdiferente.

Sehabíaservidoelpostre.Ahora,sinprevioaviso,elcoronelRacesepusoenpieypronunciósudiscurso.

Refiriólascircunstanciasdelcrimenyanuncióelrobodelasperlas.Ibaaefectuarse un registro del barco y agradecería a todos los pasajeros quepermaneciesenenelsalónhastaquetodoestohubieseacabado.Luego,silospasajeros consentían, como él estaba seguro de que así sería, ellos mismostendríanlabondaddesometerseaunregistro.

Poirot llegó al lado de Race y murmuró algo a su oído cuando éste sedisponíaasalirdelcomedor.Raceescuchó.Asintióconlacabezaehizounaseñalalcamarero.

Ledijounaspalabras.Luego,juntoconPoirot,salióacubierta,cerrandolapuertadetrásdeél.

—Noesmalasuidea—declaróRace—.Prontoveremoselresultado.

Lapuertadelcomedorseabrióyelmismocamareroaquienhablaronunpocoantessalió.SaludóaRaceydijo:

—Hay una señora que dice que es urgente que ella le hable a ustedinmediatamente,sintardanza.Nopuedeesperarmás.

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—¡Ah!—ElrostrodeRacesellenódesatisfacción—.¿Quiénes?

—LaseñoritaBowers,señor.

UnaligerasombradesorpresaaparecióenelrostrodeRace.Dijo:

—Llévelaalsalóndefumar.Quenosalganadiemás.

—Muybien,señor.

Volvióalcomedor.PoirotyRacefueronalsalóndefumar.

—Bowers,¿eh?—murmuróRace.

ApenashabíanentradoenelsalóncuandoelcamareroreaparecióseguidodelaseñoritaBowers.Laintrodujoysalió.

—¿Bien,señoritaBowers?—ElcoronelRacelamiróinterrogante—.¿Quéhay?

LaseñoritaBowersteníaelmismoairetranquiloyserenodesiempre.

—Me perdonará usted, coronel Race —dijo—. Pero dadas lascircunstancias,hepensadoquelomejorseríahablarleaustedinmediatamente—abriósubolsonegro—ydevolverleesto.

Sacóuncollarylodepositósobrelamesa.

CAPITULO21

Si la señorita Bowers hubiera sido de la clase demujeres que disfrutancreando una sensación, habría sido recompensada ampliamente por elresultadodesuacción.

UngestodeasombrocruzóporelrostrodelcoronelRacecuandorecogiólasperlasdelamesa.

—Estoessumamenteextraordinario—declaró—.¿Quieretenerlabondaddeexplicarse,señoritaBowers?

—Naturalmente. A eso he venido. Me fue difícil decidir lo que meconvendríahacer.Lafamiliaquiere,naturalmente,evitarelescándaloyconfíaenmi discreción, pero las circunstancias son tan extraordinarias que nomedejan ninguna opción. Por supuesto, al no encontrar nada en los camarotessometeríaaunregistroalospasajeros,ysiencontrasenlasperlasenmipoderlasituaciónseríadelicada,y,detodosmodos,seaveriguaríalaverdad.

—¿Ycuáleslaverdad?¿TomóustedestasperlasdelcamarotedelaseñoraDoyle?

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—¡Oh,no, coronelRace!Desde luegoqueno.La señoritaVanSchuylerlascogió.

—¿LaseñoritaVanSchuyler?

—Sí. Ella no puede remediarlo, ¿sabe usted?, pero ella… coge cosas.Especialmente, joyas. Realmente, por esto estoy siempre alerta yafortunadamentenohahabidoningúnincidentedesdequeheestadoconella.Hayqueestarsiemprealerta.Yellaocultaba lascosassiempreenelmismositio,envueltasenunpardemedias,yportantonoesmuydifícildescubrirla.Todas las mañanas las miro. Desde luego, tengo el sueño ligero y siempreduermoasuladoyconlapuertacontiguaabierta,siesenunhotel,demodoqueusualmentesiemprelaoigo…Luegolasigoylapersuadoaquevuelvaala cama. Por supuesto, ha sido algo más difícil a bordo de un barco. Perohabitualmentenolohacedenoche.Setratamásbiendecogercosasqueellave abandonadas. Naturalmente, las perlas ejercen una gran atracción sobreella.

LaseñoritaBowersdejódehablar.

—¿Cómodescubrióquehabíansidosustraídas?

—Estabanensusmediasestamañana.Naturalmentesabíadequiéneran.Lashevisto amenudo.Fui a restituirlas a su sitio, esperandoque la señoraDoylenosehabríalevantadotodavíaynohabríadescubiertosupérdida.Perohabíauncamarerodepieallíymedijolodelasesinatoyquenopodíaentrarnadie. Puedo asegurarle que he pasado una mañana muy desagradablecavilandoloquepodíahacer.Ustedcomprende,lafamiliaVanSchuylerestandistinguida…Seríaunhorrorqueestoaparecieseen losperiódicos.Peronoseránecesario,¿verdad?

—Depende de las circunstancias —respondió el coronel Racecautelosamente—. Pero desde luego haremos cuanto sea posible por usted.¿QuédiceaestolaseñoritaVanSchuyler?

—¡Oh!,lonegará.Comosiempre.Dicequealgunaspersonasmalvadaslohanpuestoallí.Noconfiesanuncaquehacogidoalgo.Poresosiselacogeatiempo,vuelvea lacamacomouncorderito.Dicequesalióacontemplar lalunaoalgoporelestilo.

—¿LaseñoritaRobsonconoceesta…flaqueza?

—No.Sumadre lo sabe,peroella esunamuchachadepocas lucesy sumadrepensóqueseríamejorquenosupiesenada.

—Tenemosquedarle lasgracias,mademoiselle, porvenir anosotros tanpronto—dijoPoirot.

—Esperoquehehechobien.

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—Puedeestarseguradequeasíes.

—Veráusted,habiendoocurridounasesinatotambién…

ElcoronelRacelainterrumpió.Suvozsonógrave.

—Señorita Bowers. Voy a hacerle una pregunta y deseo hacerlecomprender que es necesario que la responda usted verazmente.La señoritaVan Schuyler sufre un trastorno mental hasta el punto de ser cleptómana.¿Tienetambiéntendenciashomicidas?

—¡Oh, no! Nada de eso. Puede usted creerme. La vieja señorita seríaincapazdehacerdañoaunamosca.

Larespuestafuepronunciadacontantaseguridadque,alparecer,nohabíaquepreguntarmás.Sinembargo,Poirotintercalóunapreguntasuave:

—¿Sufrelaseñoritadesordera?

—En realidad sí, señor Poirot. Aunque no es cosa que se nota, si ustedhablaconella.Peroconfrecuencianooyecuandounapersonaentraenunahabitación.Cosasporelestilo.

—¿CreeustedqueoyóaalguienmoviéndoseporelcamarotedelaseñoraDoyle,queestásituadoalladodelsuyo?

—No lo creo. Verá usted, la litera está al otro lado del camarote, noarrimadaalapareddivisoria.No,nocreoqueoyesenada.

Racepreguntó:

—¿Quizávolveráustedalcomedoraesperarencompañíadelosdemás?

Le abrió la puerta y la siguió con la mirada mientras ella descendía yentrabaenelcomedor.Luegocerrólapuertayvolvióalamesa.Poirothabíacogidolasperlas.

—Bien—dijoRace, ceñudo—.Esa reacción se produjomuy pronto. Esuna joven muy astuta y calculadora, muy capaz de tenernos pendientes dealguna otra cosa, si lo cree conveniente. ¿Qué opina de la señorita VanSchuylerahora?Nocreoquepodamoseliminarladelosposiblessospechosos.Ella podría muy bien haber cometido el asesinato para apoderarse de esasperlas.Nopodemosaceptar lapalabrade laenfermera.Ellaestádispuestaafavoreceralafamilia.

—Podemos creer, ami entender, que esa parte de la historia de la viejadamaescierta.Ella, enefecto, seasomóa lapuertade sucamaroteyvioaRosalíaOtterbourne.PeronocreoqueoyesenadanianadieenelcamarotedeLinnet Doyle. Creo que, sencillamente, se asomaba preparándose para ir asustraerlasperlas.

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—¿LamuchachaOtterbourneestabaallíentonces?

—Sí.Tirandolasbebidasdelamadrealrío.

—¡Demodoqueeraeso!Hadeseruntormentoparalajoven.

—Sí,suvidanohasidomuyalegre,cettepauvrepetiteRosalie.

—Bien,mealegrodequeestoestéaclarado.¿Ellanovionioyónada?

—Selopregunté.Respondió,alcabodeunosveintesegundos,quenovioanadie.

—¿Eh?—Racefruncióelceño.

—Sí,esmuysugestivo.

—SiLinnetfuemuertaaesodelaunaydiez,despuésdecesarlosruidosdelbarco,measombraquenadieoyeraeltiro.Concedoqueunapistolacomoesanoharíagranruido,perodetodosmodos,hastaunsimpletaponazodeuncorchodebierahaberseoído.Peroahoracomienzoacomprenderlomejor.Elcamarotedelladodedelantedeellaestabadesocupado,dadoquesumaridoseencontrabaen el camarotedeldoctorBessner.Elde lapartedepopaestabaocupadoporlaVanSchuyler,queessorda.Estodejasolamente…

HizounapausaymiróaPoirot,quemovióafirmativamentelacabeza.

—Elcamarotecontiguoaldeella,alotroladodelbarco.Enotraspalabras:Pennington.Alparecersiemprevolvemosaél.

—¡Volveremos a él pronto, sin guante blanco! ¡Ah, sí!Quiero tener esegusto.

—Entretanto,serámejorquecontinuemoselregistrodelbarco.Lasperlasconstituyen aún una excusa conveniente aunque las hayan restituido. No esprobablequelaseñoritaBowersanuncieelhecho.

—¡Ah,lasperlas!

Poirotlaspusocontralaluzunavezmás.Luego,conunsuspiro,lasarrojósobrelamesa.

—Surgenmáscomplicaciones,amigomío—declaró—.Nosoyunexpertoen piedras preciosas, pero he vistomuchas enmis tiempos y estoy bastantesegurodeloquedigo.Estasperlassontansólounahábilimitación.

CAPITULO22

ElcoronelRacejuróenérgicamente.

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—Estemalditocasoseembrollacadavezmás.—Cogiólasperlas—.¿Nohabrásufridounerror?Amímeparecenbuenas.

—Sonunabonísimaimitación…

—¿Adónde nos conduce eso? Supongo que Linnet Doyle no se mandóhaceruncollardeimitaciónparaviajarconélparaseguridad.Muchasmujereslohacen.

—No, no creo. Yo estuve admirando las perlas de la señora Doyle laprimera noche, en el barco, y por su maravilloso lustre tengo elconvencimientodequeusabalaslegítimasentonces.

—Estopresentadosposibilidades.Primera,que la señoritaVanSchuylersustrajo tan sólo el collar falso después de que las perlas legítimas las robóalguna otra persona. Segunda, que la historia de la cleptómana es purainvención. O la señorita Bowers es una ladrona e inventó rápidamente lahistoriayaplacólassospechasentregandolasperlasfalsas,obientodosellosestáncomplicados.Esdecir,sonunabandadehábiles ladronesde joyasquepasanbajoeldisfrazdeunafamilianorteamericanamuydistinguida.

—Sí—murmuróPoirot—.Esdifícildecirlo.Peroapuntaréunacosa:haceruna copia perfecta y exacta de las perlas, con broche y todo, losuficientementebienparapoderengañaralaseñoraDoyle,esunarealizacióntécnicamuy hábil. No era posible ejecutarlo apresuradamente. Quien copióesasperlasdebehabertenidounabuenaocasiónparaestudiareloriginal.

Racesepusoenpie.

—Es inútil hablar de eso ahora. Continuaremos la operación. Hemos deencontrar las perlas legítimas. Al mismo tiempo hemos de tener los ojosabiertos.

Registraronprimeramenteloscamarotesdelacubiertainferior.

El del señor Richetti contenía varias obras arqueológicas en diferenteslenguas,unsurtidovariadoderopa,locionesparaelcabellodeperfumemuyfuerte y dos cartas personales: una de su hermana residente en Roma. Suspañueloserantodosdesedadecolores.

PasaronalcamarotedeFerguson.

Habíaunsurtidode literaturacomunista,muchas instantáneas,Erewhom,deSamuelButlet, y una edición económica delDiario dePepy.Sus efectospersonalesnoeranmuchos,lamayorpartedelasropasquehabíaestabanrotasy sucias; la ropa interior, por el contrario, era de muy buena calidad. Lospañueloserandelienzomuycaro.

—Algunasdiscrepanciasinteresantes—murmuróPoirot.

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Raceasintió.

—Pareceextrañoquenohayaningunacartapersonal,papeles,etcétera.

—Sí,estodaquepensar.Fergusonesunjovenmuyextraño.

Contempló pensativo un anillo de sello que tenía en la mano, antes deponerloenelcajóndondeloencontraron.

FueronalcamaroteocupadoporLuisaBourget.Ladoncellacomíadespuésque los otros pasajeros, pero Race había ordenado que la buscasen y lallevasen al comedor a reunirse con los otros. Un camarero les salió alencuentro.

—Losiento,señor—seexcusó—.Peronohepodidoencontraralajovenporningunaparte.Noséadóndepuedehaberido.

Racemiróenelcamarote.Estabadesierto.Subieronalacubiertadepaseoy empezaronpor el ladode estribor.El primer camarote era el ocupadoporJaimeFanthorp.Allíestabatodocuantohabíaenordenmeticuloso.Élviajabaconpocascosas,perotodocuantoteníaeradebuenacalidad.

—Nohayningunacarta—musitóPoirotpensativamente—.NuestroseñorFanthorptienemuchocuidadoendestruirsucorrespondencia.

PasaronalcamarotedeTimoteoAllerton,queestabacontiguo.

Habíaallípruebasdeunespírituanglocatólico,unexquisito trípticoyungran rosario de madera tallada. Además de las ropas personales, había unmanuscrito incompleto, con muchas anotaciones, y una buena colección delibros, la mayoría de ellos publicados recientemente. Había también unacantidadnumerosadecartastiradasdecualquiermaneraenuncajón.Poirot,que nunca tenía el menor escrúpulo en leer correspondencia ajena, lasexaminó. Observó que entre ellas no había ninguna de Juana Southwood.Cogióuntubodesecotina,loretuvodistraídamenteentrelosdedosunminutoodosyluegodijo:

—Prosigamos.

—No hay pañuelos baratos —dijo Race, reponiendo rápidamente elcontenidodelcajón.

A continuación visitaron el camarote de la señora Allerton. Estabaexquisitamenteaseadoyunolorsuaveyanticuadoalavandasaturabaellugar.Elregistroterminópronto.Raceobservócuandosalían:

—Esunamujersimpática.

El siguiente camarote había sido usado a modo de tocador por SimonDoyle. Sus efectos personalesmás necesarios, pijamas, artículos de tocador,

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etc.,habíansidotrasladadosalcamarotedeBessner,peroelrestoestabaaúnallí:dosmaletasdecuerograndesyunsacodeviaje.Habíaalgunasropasenelarmario.

—Miraremos cuidadosamente aquí, amigo mío—dijo Poirot—, pues esmuyposiblequeelladrónhayaescondidolasperlasaquí.

—¿Locreeustedprobable?

—Sí.¡Fíjese!Elladrón,ellaoél,quienquieraquesea,debesaberquetardeo temprano se efectuará un registro y en consecuencia un escondrijo en sucamarote,deélodeella,seríasobremaneraimprudente.Lossalonespúblicospresentan otras dificultades. Pero aquí hay un camarote perteneciente a unhombre que no puede visitarlo personalmente. En consecuencia, si seencuentranaquílasperlas,nonosdicennadaenabsoluto.

Peroelregistromásmeticulosonologrórevelarelmenorrastrodelcollardesaparecido.

El camarote de Linnet Doyle había sido cerrado después de trasladar elcadáver,peroRaceteníalallave.Abriólapuertaylosdoshombresentraron.

A excepción del traslado del cuerpo de lamuchacha, el camarote estabaexactamenteigualcomoloestabaporlamañana.

—Poirot —dijo Race—, si se puede encontrar alguna cosa, por Dios,empiece.Sihayalguienquepuedaencontraralgo,éseesusted.Losé.

—¿Estaveznoserefierealasperlas?

—No…Elasesinatoes loprincipal.Esposiblequehubiéramosolvidadoalgunacosaestamañana.

Rápidamente,conhabilidad,Poirotinicióelregistro.Searrodillóyescrutóelsuelopalmoapalmo.Examinólacama.Inspeccionórápidamenteelarmarioy lacómoda.Escudriñóelbaúly lasdosmaletas.Diounvistazoal tocador.Finalmente enfocó la atención en el lavabo; había varias cremas, polvos ylocionesparalacara.PeroloúnicoqueparecíainteresaraPoirotfueunadedosbotellitasdeNailexRosaqueestabavacía,excepcióndeunaodosgotasde líquido rosa oscuro, en el fondo.La otra, delmismo tamañopero con laetiquetaNailexPúrpura,estabacasi llena.Poirotsacóelcorchodelabotellavacíayluegodelallenayolisqueólasdosdelicadamente.

—Amigomío,nohemostenidosuerte.Elasesinonohasidomuyservicial.Nohadejadocaer,paraquenosotrosloencontremos,elgemelodelospuños,la colilla de un pitillo, la ceniza de un puro o, en el caso de unamujer, elpañuelodepinturaparaloslabiosoalgunapeineta.

—¿Tansólolabotellitadeesmalteparalasuñas?

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Poirotseencogiódehombros.

—Hedepreguntaraladoncella.Hayalgo…sí…extrañoahí.

—¿Adóndediabloshabráidoesamuchacha?—murmuróRace.

Salierondel camarote cerrandocon llave trasde ellosypasaronal de laseñoritaVanSchuyler.

Allí también había toda clase de objetos lujosos; costosos artículos detocador, equipaje muy bueno, cierto número de cartas y documentosparticularesbienordenados.

ElcamarotedealladoeraeldobledelocupadoporPoirot,yalotroladodeéste,eldeRace.

—Noesmuyfácilesconderlasenalgunodeellos—dijoelcoronel.

—Esposible.Unavez,enelExpresodeOriente,investiguéunasesinato.Setratabadeunkimono.Habíadesaparecidoy,sinembargo,debíaestareneltren.Loencontré.¿Dóndecreeusted?Enmipropiamaletacerradaconllave.¡Ah!¡Fueunaverdaderaimpertinencia!

—Bien, veamos si alguien ha sido impertinente con nosotros en estaocasión.

PeroelladróndelasperlasnohabíasidoimpertinenteconHérculesPoirotni con el coronelRace.Cerca de la popa inspeccionaronminuciosamente elcamarote de la señorita Bowers, pero no encontraron nada de naturalezasospechosa.Suspañueloserandelienzocorrienteyteníanunainicial.

AcontinuaciónfueronalcamarotedelosOtterbourne.AllítambiénPoirotpracticóunregistromuyminucioso,sinresultado.

El camarote siguiente fue el del doctorBessner. SimonDoyle yacía conunabandejadealimentosasulado,sintocar.

Tenía un aspecto febril y mucho peor que durante la mañana. Poirotcomprendió la ansiedad del doctorBessner por llevar a su paciente lo antesposiblealhospitalparatratarlodebidamente.

El pequeño belga explicó lo que él y Race estaban haciendo y Simonmoviólacabezaenseñaldeaprobación.AlsaberquelaseñoritaBowershabíadevuelto las perlas y que éstas habían resultado falsas, expresó el mayorasombro.

—¿Estáusted seguro, señorDoyle,deque suesposanoposeíauncollarfalsoquesetrajodeviaje,enlugardellegítimo?

Simonmoviódecisivamentelacabeza.

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—Oh,no.Estoycompletamentesegurodeeso.Linnetadorabasusperlasylasllevabaatodaspartes.Estabanaseguradascontratodoposibleriesgoyenconsecuenciaeraunpocodescuidada.

—Entoncesdebemosproseguirnuestrabúsqueda.

Comenzó a abrir cajones. Race atacó una maleta. Simon miró conasombro.

—Escuche,¿seguramentequenosospechanqueelviejoBessnerlasrobó?

Poirotseencogiódehombros.

—Podría ser. Después de todo, ¿qué sabemos del doctor Bessner?Únicamenteloqueélmanifiesta.

—Peroélnopodíahaberlasescondidoaquísinqueyoloviera.

—Él no podía haber escondido nada, hoy, sin que usted lo viese. Peroignoramoscuándoseverificólasustitución.Puedehaberefectuadoelcambiohacedías.

—Nosemehabíaocurrido.

El camarote siguiente fue el dePennington.Losdoshombres emplearonalgún tiempo en la búsqueda. En particular, Poirot y Race examinaronminuciosamente un cajón lleno de documentos legales y comerciales,requiriendomuchosdeelloslafirmadeLinnet.

Racemoviólúgubrementelacabeza.

—Alparecertodoestoestáenorden.

—Sin embargo, el individuo ese no es idiota de nacimiento. Si hubieseaquíalgúndocumentocomprometedor,poderesoalgoporelestilo,loshabríadestruido.

—Asíes.

Poirot levantó un pesado revólvermarca «Colt» del cajón superior de lacómoda,lomiróylovolvióasusitio.

—Alparecer,hayaúnalgunagentequeviajaconrevólveres—murmuró.

Cuando salían del camarote de Pennington, Poirot sugirió que Raceregistraseloscamarotesrestantes,ocupadosporJacquelineyCornelia,ydosdesocupados situados en el extremo,mientras él hablaba unas palabras conSimonDoyle.

EnconsecuenciavolviósobresuspasosyentródenuevoenelcamarotedeldoctorBessner.

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Simondijo:

—Escuche,heestadopensando.Estoycompletamentesegurodequeesasperlasnoeranfalsasayer.

—¿Porquéeso,señorDoyle?

—Porque…Linnet—seestremecióalpronunciarelnombredesuesposa— las estuvo acariciando poco antes de comer y habló de ellas. Tengo elconvencimientodequeellahabríasabidosieranunaimitación.

—Sinembargo,eraunabuenaimitación.Dígame,¿laseñoraDoyle teníala costumbre de dejarlas a alguien? ¿Se las prestó, por ejemplo, a algunaamigaenalgunaocasión?

—Veráusted,señorPoirot,meresultaríadifícildecir…Yo…puesnohacemuchotiempoqueconozcoaLinnet.

—¿Ellanunca,nunca—lavozdePoirotsetornómuysuave—,nunca,porejemplo,selasprestóamademoiselledeBellefort?

—¿Qué quiere usted decir? —el rostro de Simon enrojeció—. ¿Quépretendeusted?¿QueJacquelinerobólasperlas?Ellanohizotalcosa.Estoydispuestoa jurarlo.Jacquelineesmuyrecta.Lamera ideadequeellapuedaserunaladronaesridícula.

—Oh, la, la, la! -Dijo Poirot inesperadamente. —Mi sugerencia haremovidoelnidodeavispasadormecidasalparecer.

LapuertaseabrióyentróRace.

—Nada—dijobruscamente—.Bien,tampocoloesperábamos.Ahívienenloscamarerosconelinformedelresultadodelregistrodelospasajeros.

Uncamareroyunacamareraaparecieronenelumbral.Elprimerodijo:

—Nada,señor.

—¿Algunodelosseñoresobjetó?

—Tan sólo el señor italiano. Protestó bastante. Manifestó que era undeshonor,algoporelestilo.Teníaunapistolaencima.

—¿Quéclasedepistola?

—Unaautomática,marca«Mauser»,delcalibre25.

—Lositalianossonmuyvehementes—dijoSimon—.Richettiseindignóen Wadi Halfa con una equivocación que hubo con un telegrama. EstuvogroseroconLinnet.

Racesedirigióalacamarera.Eraunamujerguapaycorpulenta.

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—Nadaenningunadelasseñoras,señor.Protestaronbastante,exceptolaseñora Allerton. A propósito, la señorita Rosalía Otterbourne tenía unapistolitaensubolso.

—¿Dequéclase?

—Muydiminuta,señor,conunpuñodenácar.Unaespeciedejuguete.

Raceabriólosojosasombrado.

—Qué casomás diabólico—murmuró—.Creí que habíamos descartadolas sospechas de su parte y ahora…, ¿acaso todas las muchachas de estecondenadobarcollevanpistolasconpuñodenácar?

Hizounapreguntaalacamarera.

—¿Objetóalgoomostrósentimientocuandoustedhallóesapistola?

—No creo que ella lo notase. Yo estaba vuelta de espaldas cuandoregistrabalosbolsos.

—Sin embargo, ella debe haber sabido que usted la encontraría. No loentiendo.¿Yladoncella?

—Hemosbuscadoportodoelbarco.Nopodemosencontrarlaporningunaparte.

Racedijopensativo:

—Ella podría haber robado las perlas. Es la única persona que teníaampliasfacilidadesparamandarhacerunaimitación.

Sedirigióalacamareraunavezmás.

—¿Cuándolavieronporúltimavez?

—Unamediahoraantesdetocarlacampanaparaelalmuerzo,señor.

—Daremosunvistazoasucamarote—dijoRace—.Estopuededecirnosalgo.

Abrió la marcha en dirección a la cubierta de abajo. Poirot le siguió.Abrieronlapuertadelcamaroteyentraron.

LuisaBourget,cuyooficioeratenerenordenlosefectospersonalesajenos,se había marchado de vacaciones. Diversos artículos aparecían esparcidossobrelacómoda,unamaletaestabaabiertaconalgunasropascolgandoporuncostadodeella, impidiendoquesecerrase;variasprendas interiorespendíandelosrespaldosdelassillas.

MientrasPoirotabríaloscajonesdeltocador,Raceexaminabalamaleta.

LoszapatosdeLuisaestabanalineadosalolargodelacama.Unodeellos,

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de charol, parecía descansar de unamanera extraordinaria, casi sin soporte.Era tan extraño que atrajo la atención de Race. Éste cerró la maleta y seinclinósobrelahileradezapatos.Luegoemitióunaexclamación.

Poirotgirósobresustalones.

—Qu’estcequ’ilya?

Racerespondióceñudo:

—Nohadesaparecido.Ellaestáaquí…debajodelacama…

CAPITULO23

ElcuerpodelamuertaqueenvidafueraLuisaBourgetyacíaenelsuelodel camarote. Los dos hombres se inclinaron sobre ella. Race se enderezóprimero.

—Ha sidomuerta hace cosa de una hora, enmi opinión. Llamaremos aBessner.Apuñalada en la espalda. Lamuerte fue casi instantánea.No tienemuybonitoaspecto,¿noesverdad?

El rostrooscuroyfelinoaparecíaconvulsionadoalparecerdesorpresayfuria,loslabiosretorcidosmostrabanlosdientes.

Poirotseinclinóysuavementealzólamanoderecha.Lamanoteníaalgoentrelosdedos.DesprendiólacosayselaofrecióaRace.

—¿Veloquees?

—Dinero—dijoRace.

—Elángulodeunbilletedemilfrancos,meimagino.

—Estáclaroloquehasucedido—declaróRace—.Ellasabíaalgoyestabahaciendo víctima de un chantaje al asesino. Esta mañana creímos que estamuchachahabíahabladocontodafranqueza.

Poirotexclamó.

—¡Hemossidounosidiotas,unosnecios!Deberíamoshabersabido.¿Quédijo?«¿Quépodíahabervistoyoídoyo?Yoestabaen lacubiertadeabajo.Naturalmente, si no hubiese podido dormir, si hubiese subido la escalera,entoncesquizápodríahabervistoaeseasesino,aesemonstruo,entrarosalirdel camarotedemadame,pero tal comoes…». ¡Desde luegoesto es loquesucedió!¡Ellasubió!VioaalguienentrarenelcamarotedeLinnetDoyle…osalir.Yporsucodicia,suinsensatacodicia,yaceaquí…

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—Y no estamos más cerca de conocer la verdad —terminó Race,malhumorado.

—No, no. Sabemosmuchomás ahora. Sabemos, lo sabemos todo. Sóloqueloquesabemospareceincreíble…Sinembargo,debedeserasí…¡Bah!Qué necio fui esta mañana. Los dos creíamos que ella ocultaba algo y, sinembargo,nosenosocurrióelmotivológico:chantaje.

—Tiene que haber exigido dinero inmediatamente, para callarse —dijoRace—. Con amenazas. El asesino viene a su camarote, le da el dinero yluego…

—Yluego—agregóPoirot—ellalocuenta.Oh,sí,conozcoaesaclasedegente. Ella contaría el dinero ymientras lo contaba estaba desprevenida. Elasesinoatacó.Habiéndoloejecutadoconéxito, recogióeldineroyhuyó,sinobservarqueesteángulodeunodelosbilletesestabaroto.

—Podemosatraparloporestedato—murmuróRace,conesperanza.

—Lodudo—manifestóPoirot—.Examinaráesosbilletesyprobablementeobservará la rotura. Desde luego, si fuera de disposición parsimoniosa, nodestruiríaunbilletedemil,perometemomuchoquesutemperamentoseaelopuesto.

—¿Cómosacaustedestaconclusión?

—Este crimen y el asesinato de la señora Doyle exigían ciertascualidades…, valor, audacia, audaz ejecución, acción relampagueante…, yesascualidadesnoestándeacuerdoconunadisposiciónprudenteyahorrativa.

Racemeneótristementelacabeza.

—HaréqueBessnervenga—dijo.

Elexamendelgruesodoctornoocupómuchotiempo.

—Haestadomuertadesdehacemásdeunahora—anunció—.Lamuertefuemuyrápida,inmediata.

—¿Quéarmacreequeseutilizó?

—Eso es muy interesante. Fue algo muy delgado, muy agudo, muydelicado,comounbisturídelosqueyoposeo.

—Supongo—dijoRacesuavemente—queningunodesuscuchillosha…desaparecido,doctor.

—¿Quédiceusted?¿Creeustedqueyo,CarlosBessner,tanbienconocidoen todoAustria,conmisclínicas,con tantospacientesaristocráticos,queyohematadoaunavulgarfemmedechambre?¡Ah,esridículo,absurdoloqueusteddice!Ningunademisherramientashadesaparecido,niunasola.Todas

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están aquí, en sus sitios. Puede usted verlo por sí mismo. No olvidaré esteinsultoamiprofesión.

El doctor Bessner cerró con violencia su caja de instrumentos, la tiró ysaliófuriosodelcamarote.

—¡Uy!—dijoSimon—.Hansacadoustedesdesuscasillasalviejodoctor.

—Eslamentable.

—Andanustedesdespistados.ElviejoBessneresunaexcelentepersona.

—¿Quieren hacer el favor de salir de mi camarote ahora? Tengo quecambiarlelavendaalapiernademipaciente.

La señorita Bowers había entrado con él y esperaba, erguida, en actitudprofesional,quelosotrossaliesen.

Race y Poirot salieron sumisos. Race murmuró algo y se alejó. Poirotdoblóhacialaizquierda.Oyóunostrozosdeconversaciónfemenina,unarisa.JacquelineyRosalíaestabanenelcamarotedeésta.

Lapuertaestabaabiertaylasdosmuchachasestabandepiecercadeella.Cuandosusombracayósobreellasalzaronlavista.ViolasonrisadeRosalíaOtterbourne por primera vez —una sonrisa tímida y acogedora—, algoinsegura,comodealguienquehaceunacosanuevaypocofamiliar.

—¿Hablabanustedesdelescándalo,mademoiselle?—lepreguntó.

—No,señor—respondióRosalía—.Enrealidad,comparábamoslapinturaparaloslabios.

—Leschiffonsd’aujourd’hui—murmuróPoirot.

Pero había algo mecánico en su sonrisa, y Jacqueline de Bellefort, másrápidaymásobservadoraqueRosalía,lovio.Elladejólabarritadelabiosysalióacubierta.

—¿Haocurridoalgo?

—Comoustedadivina,mademoiselle,haocurridoalgo.

—¿Qué?

—Otramuerte—declaróPoirot.

Rosalíacontuvoelaliento.Poirotobservabaatentamente.Observóen losojos de lamuchacha una expresión de alarma y consternación unminuto odos.

—LadoncelladelaseñoraDoylehasidoasesinada—dijobruscamente.

—¿Asesinada?—gritóJacqueline—.¿Asesinada,diceusted?

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—Sí,esoesloquedije—aunquelarespuestaibadirigidaaella,observabaaRosalía.Aéstahabló a continuación—:Veráusted, estadoncellavio algoquenodebíaver.Yasífuesilenciadaparaelcasodequenocallara.

—¿Quévio?

DenuevofueJacquelinequienpreguntóyotravezlarespuestadePoirotfuedirigidaaRosalía.Eraunaextrañaescenatriangular.

—Nocabedudadeloqueellavio—declaróPoirot—.VioaalguienentrarysalirdelcamarotedeLinnetDoyleaquellanochefatal.

—¿Dijoloquevio?—inquirióRosalía.

Suave,tristemente,Poirotmeneólacabeza.

Seoyeronunospasosenlacubierta.EraCorneliaRobson,desorbitadoslosojosysobresaltada.

—¡Oh, Jacqueline! —gritó—. Ha ocurrido una cosa terrible. Otra cosahorrible.

Jacqueline sevolvióhaciaCornelia.Lasdos avanzaronunospasos.Casiinconscientemente Poirot y Rosalía avanzaron también en la otra dirección.Rosalíapreguntódesesperada:

—¿Porquémemira?¿Quépiensausted?

—Mehaceusteddospreguntas.Yoleformularéuna,amivez:¿Porquénomediceustedtodalaverdad,mademoiselle?

—Noséloqueustedquieredecir.Selodijetodo…estamañana.

—No,haycosasquenomedijo.Nomedijoustedquellevaensubolsounapistolitaconunpuñodenácar.Nomedijotodoloquevioaquellanoche.

Ellaenrojeció.Luegodijoconsequedad:

—Noesverdad.Yonotengoningúnrevólver.

—Nodijeunrevólver.Dijeunapistolitaqueustedllevaensubolso.

Ellagirósobresustalones,entrócomounaflechaensucamaroteysaliódenuevo;luegodepositóelbolsogrisensusmanos.

—Estáusteddiciendotonterías.Mireustedmismo,siquiere.

Poirotabrióelbolso.Nohabíaningunapistoladentro.Devolvióelbolsoalamuchacha,viendosumiradadespectivaytriunfal.

—No—dijoentonosuave—.Noestáahí.

—Yalove.Nosiempre tienerazón,señorPoirot.Ytambiénseequivocarespectoaesascosasridículasquehadicho.

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—No,nolocreo.

—Es usted irritador—golpeó indignada con el pie en el suelo—. Se lemeteunaideaenlacabezaynohayquienselaquite.

—Porquequierosaberlaverdad.

—¿Cuáleslaverdad?Pareceustedconocerlamejorqueyo.

Poirotdijo:

—¿Quiereusteddecirmeloquevio?Sinomeequivoco,¿quiereconfesarquetengorazón?Lediréloquepienso.Creoquecuandodoblóporlapopadelbarco, se detuvo involuntariamente porque vio a un hombre salir de uncamarote situado en el centro de la cubierta, del camarote deLinnetDoyle,comoustedsepercatóaldíasiguiente,yleviosalir,cerrarlapuertadetrásdeélyalejarseyluegoquizás…entrarenunodeloscamarotesdelextremo.

Ellanorespondió.

Poirotdijo:

—Quizá se figura que es mejor no hablar. Quizá tema que si habla, lamataránaustedtambién.

Duranteunmomentoeldetectivecreyóqueellahabíapicadoenelcebo,quelaacusacióncontrasuvalorhabíatriunfadodondeunosargumentosmássutilesfracasan.

Suslabiosseabrieron,temblaron.

—Novianadie—contestóRosalíaOtterbourne.

CAPÍTULO24

LaseñoritaBowers saliódel camarotedeldoctorBessner, alisándose lospuñosdesusmuñecas.JacquelinedejóbruscamenteaCorneliayseaproximóalaenfermera.

—¿Cómoestáél?—preguntó.

LaseñoritaBowersaparecíaconsternada.

—He de confesar que sentiré un alivio cuando podamos sacarle unaradiografía y se le extraiga la bala. ¿Cuándo cree que llegaremos a Shellal,señorPoirot?

—Mañanaporlamañana.

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JacquelineasióelbrazodelaseñoritaBowersylosacudió:

—¿Vaamorirse?¿Vaamorirse?

—Oh,no,señoritaJacqueline.Esdecir,esperoqueno.Laheridaensínoes peligrosa. Pero no cabe duda de que es preciso hacerle una radiografíacuantoantes.

Jacquelinesevolvióatientas,cegadaporlaslágrimas,haciasucamarote.Unamanodebajodelcodolasosteníayguiaba.AlzólavistayatravésdelaslágrimasvioaPoirotasulado.Seapoyóenélunpocoyéllaguioatravésdelapuertadelcamarote.Ellasehundióenlacamaylaslágrimasmanaronmásabundantes.

Poirotseencogiódehombros.Meneótristementelacabeza.

—¡Yolohabrématado!Yleamotanto…

Poirotsuspiró:

—Demasiado…

FueloquepensóhacíamuchotiempoenelrestaurantedelseñorBlondin.Esopensóahora.Titubeandodijo:

—De todosmodos, no se guíe por lo que dice la señorita Bowers. ¡Lasenfermeras son siempre tétricas! La enfermera de noche está siempreasombrada de que su paciente esté vivo por la noche, la enfermera de día,siempresesorprendedequeelpacienteestévivoporlamañana.Asísonlasenfermerasdelhospital.Sabendemasiado.

Jacqueline,atravésdesuslágrimas,dijo:

—¿Tratadeconsolarme,señorPoirot?

—¡Eh, bon Dieu, sabe lo que trato de hacer! Usted ni debería haberemprendidoesteviaje.

—Ojalá no lo hubiese hecho.Ha sido horrible. Pero…pronto terminará,ahora.

—Maisoui,maisoui.

—Y Simon irá al hospital y le someterán a un buen tratamiento y todosaldrábien.

—¡Habla usted como una criatura! ¡Y vivieron felizmente para siemprejamás!Esoes,¿noesverdad?

—Señor,nohequeridodecir…

—Esdemasiadoprontoparapensarensemejantecosa.Eslafrasehipócrita

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adecuada, ¿no es cierto? Pero usted tiene algo de latina, mademoiselleJacqueline.Usteddeberíaadmitir loshechos,aunquenoparezcandecorosos.Leroiestmort,viveleroi!Elsolsehapuestoylalunasale,¿noesverdad?

—Usted no comprende. Él está apenado por mí, sufre porque sabe queestoyatormentadadepensarqueleheheridogravemente.

Poirotmeneólacabeza.

—Ah,bien—dijoPoirot—.Lapiedadesunsentimientoelevado.

Saliódenuevoacubierta.ElcoronelRacepasabayleabordóalinstante.

—Poirot. Buen muchacho. Le necesito. Tengo una idea—enlazando subrazopor entre el dePoirot, se lo llevópor la cubierta—.Simplementeunaobservación casual de Doyle. No me di cuenta entonces. Algo de untelegrama.

—Tiens,c’estvrai…!

—Nada de particular, quizá, pero no se puede dejar ningún terrenoinexplorado.Dosasesinatosytodavíaestamosaoscuras.

Poirotmeneólacabeza.

—No,noaoscuras.Alcontrario.

Racelemiróconcuriosidad.

—¿Tienealgunaidea?

—Másqueunaidea.Estoyseguro.

—¿Desdecuándo?

—Desdelamuertedeladoncella,LuisaBourget.

—Pero¿ustedcreesaberlo?—Racelemiróconcuriosidad—.Ustednolodiríasinoestuvieseseguro.Pormiparte,yonopuedodecirqueloveoclaro.Tengomissospechas,desdeluego.

—Ustedesungranhombre,micoronel.Ustednodice:«Dígame,quéesloque piensa».Usted sabe que si pudiese hablar, lo haría. Pero antes hay queestablecer muchas cosas. Pero piense un instante en las líneas que voy aindicar. Hay ciertos puntos… Hay una declaración de mademoiselle deBellefortdequealguienoyónuestraconversaciónaquellanocheenel jardíndeAssuán.Hay ladeclaracióndel señorTimoteoAllerton respectoa loqueoyóehizoenlanochedelcrimen.HaylasrespuestassignificativasdeLuisaBourgetanuestraspreguntasdeestamañana.HayelhechodequelaseñoraAllerton bebe agua, que su hijo bebe whisky y soda y que yo bebo vino.Añada botellitas de esmalte para las uñas y el proverbio que yo cité. Y

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finalmente llegamos al punto culminante del caso: que la pistola estabaenvueltaenunpañuelotoscoyunaestoladeterciopeloyhabíasidotiradaporlaborda…

Racepermaneciósilenciosoyluegosacudiólacabeza.

—No—dijo—.Noloveo.Peromepareceadivinaradóndeapunta.Mas,porloqueveo,nocreoquepuedadarresultado.

—Pero sí, pero sí, usted está viendo solamente lamitad de la verdad.Yrecuerde esto: hemos de empezar de nuevo, dado que nuestra primeraconcepcióndelahistoriaeraenteramenteequivocada.Estoesloquealgunaspersonasnoquierenhacer.Concibenunahipótesisyquierenquetodoencajeenella.Sialgúndatoopormenornoencajaenlahipótesis,larechazan.Perosiempreloshechosquenoencajansonlossignificativos.Desdeunprincipio,medicuentade la importanciadeque lapistoladesapareciesedelescenariodel crimen. Sabía que debía significar algo, pero lo que ese algo era locomprendítansólohacemediahora.

—¡Yotodavíanoloveo!

—¡Pero lo verá! Solamente reflexione a lo largo de las líneas que heindicado.Yahoraaclaremosestepuntodeun telegrama.Esdecir, sielHerrDoktornosquiererecibir.

El doctor Bessner estaba aún de humor de perros. En respuesta a lallamadaaparecióenelumbralconunrostroceñudo.

—¿Quéhay?¿Unavezmásquierenveramipaciente?Yaleshedichoquenoesprudente.Tienefiebre.Yahatenidodemasiadaexcitaciónhoy.

—Solamenteunapregunta—manifestóRace—.Nadamás,seloaseguro.

Con un gruñido de descontento el doctor se apartó y los dos hombresentraronenelcamarote.Eldoctor,gruñendoparasí,pasóporsulado.

—Volveré dentro de tres minutos —dijo—. Y luego, decididamente, semancharánustedes.

SimonDoylemiródeunoaotrodelosdosinterrogantes.

—Sí—dijo—.¿Quéhay?

—Poca cosa. Una cosa de poca importancia—dijo Race—.Hace poco,cuandoloscamarerosmedieronelinforme,mencionaronqueelseñorRichettihabíaobjetadoescandalosamente.Manifestóustedquenolesorprendía,puesusted conocía que era hombre de mal genio y que estuvo en una ocasióngroseroconsuesposaacercadeuntelegrama.¿Puedecontarnoseso?

—Fácilmente.FueenWadiHalfa.AcabábamosderegresardelaSegunda

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Catarata.Linnetpensóquehabíavistountelegramaparaellaenelmostrador.Habíaolvidadoqueyano se llamabaRidgeway:yRichettiyRidgewaysonalgoparecidoscuandoestánescritosenunaescrituraatroz.Asíellaloabrió,noloentendió,yestabadescifrándolocuandoesteRichettillegó,seloarrancóde lamanoy empezó a farfullar poseídode rabia.Ella fue a excusarse y élestuvohorriblementegroseroconella.

—¿Ysabeusted,señorDoyle,loquedecíaaqueltelegrama?

—Sí,Linnetleyópartedeélenvozalta.Decía…

Hizo una pausa. Hubo una conmoción fuera. Una voz estridente seaproximabarápidamente.

—¿Dónde están el señor Poirot y el coronel Race? ¡Tengo que verlesinmediatamente! Esmuy importante Tengo una información de importanciavital.Yo…¿EstánconelseñorDoyle?

Bessnernohabíacerradolapuerta.Tansólolacortinacolgabaatravésdelumbral abierto. La señora Otterbourne la echó a un lado y entró como unciclón.Teníalafazenrojecida,elandarvacilanteysupalabrainsegura.

—SeñorDoyle—dijodrásticamente—.¡Séquiénmatóasuesposa!

—¿Qué?

Simonlamiróconasombro.Tambiénlosotrosdoslamiraron.

La señora Otterbourne les lanzó una mirada de triunfo. Era feliz,gloriosamentedichosa.

Racedijoásperamente:

—¿Hedeentenderqueustedposeepruebasdequiénasesinóa la señoraDoyle?

La señora Otterbourne se sentó en una silla y se inclinó hacia delantemoviendovigorosamentelacabeza.

—Ciertamente, lasposeo.¿Convendránconmigo,noescierto,quequienmatóaLuisaBourgetmató tambiénaLinnetDoyle?¿Que losdoscrímenesfueronejecutadosporunamismamano?

—Sí, sí—dijoSimoncon impaciencia—.Desde luego, es comprensible.Continúe.

—Entoncesmiinformaciónesválida.SéquiénmatóaLuisaBourget,portantoséquiénmatóaLinnetDoyle.

—¿Quiere decir que tiene una hipótesis acerca de quién mató a LuisaBourget?—sugirióRace,escéptico.

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—No;losédecierto.Yoviaesapersonaconmispropiosojos.

Simon,enfurecido,gritó:

—PoramordeDios,comiencedesdeelprincipio.DiceustedqueconocealapersonaquematóaLuisaBourget.

LaseñoraOtterbourneasintióconlacabeza.

—Les diré exactamente lo que ocurrió. Fue cuando bajé a almorzar.Apenas tenía ganas de comer. El horror de la reciente tragedia… bien, nonecesitoentrareneso.Cuandoestabaamitaddecamino, recordéquehabíadejadoalgoenelcamarote.DijeaRosalíaqueseadelantase,quecontinuasesinmí.Asílohizo.

Lacortinadelapuertasemovióligeramentecomosielvientolalevantara,peroningunodelostresloobservó.

—Yo…—la señoraOtterbourne calló.La cuestión era delicada—.Yo…teníaqueveraunodelatripulación,delbarco.Élteníaquedarmealgoqueyonecesitaba,peronoqueríaquemihijalosupiese;ellasuelesermuyfastidiosaaveces…

La cortina de la puerta volvió a moverse. Entre ella y la puerta algorelució.LaseñoraOtterbournecontinuó:

—Yo tenía que bajar a la cubierta de abajo y allí encontraría al hombreesperándome.Cuandoyocaminabapor lacubierta, lapuertadeuncamarotese abrió y alguien se asomó. Era unamuchacha, Luisa Bourget, o como sellamara. Parecía esperar a alguien.Al verme, pareció tener una decepción yentró de nuevo bruscamente en el camarote. No le di importancia en aquelmomento.Continuéandandocomohedichoyrecibí…elpaquetedelhombre.Luego volví sobre mis pasos. En el preciso momento en que doblaba elángulo,viaalguienllamaralapuertadeladoncellayentrarenelcamarote.

Raceinterrumpió:

—Yesapersonaera…

¡Bang!

Elruidodelaexplosiónllenóelcamarote.Sesintióunoloracreahumo.La señora Otterbourne se volvió lentamente de lado como en supremapregunta,luegosucuerposedesplomóhaciadelanteycayóalsueloconruidosordo.Dedetrásdesuoreja,lasangremanabadeunagujeritoredondo.

Hubounmomentodeestupefacción.

LuegoRaceyPoirotsepusieronenpiedeunsalto.Elcuerpodelamujerdificultóunpocosusmovimientos.RaceseinclinósobreellamientrasPoirot

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saltabacomoungatoendireccióna lapuertaysalíaacubierta.Lacubiertaestaba desierta. En el suelo, delante del umbral, había un revólver grande,marca«Colt».

Poirotmiró en ambas direcciones. La cubierta aparecía desierta. Echó acorrerhacialapopa.Aldoblarelángulo,topóconTimoteoAllertonqueveníadelladoopuesto.

—¿Quédiablosfueeso?—gritóTimoteo,jadeante.

Poirotgritóbruscamente:

—¿Encontróaalguiencuandoustedveníaaquí?

—¿Quesiviaalguien…?No.

—Entonces acompáñeme —asió al joven del brazo y volvió sobre suspasos.

Un grupo numeroso se había congregado ya. Rosalía, Jacqueline yCorneliahabíansalidocorriendodesuscamarotes.Másgentellegabaalsalón:Ferguson,JaimeFanthorpylaseñoraAllerton.

—¿Tieneustedguantes?—preguntóPoirot.

Timoteorebuscó.

—Sí,lostengo.

Poirotse losarrebató,se lospusoyse inclinóparaexaminarel revólver.Raceloimitó.Losotrosmiraban,conteniendoelaliento.

Racedijo,señalandoelrevólver.

—Meparecehabervistoestaarmanohacemucho tiempo.Sinembargo,deboasegurarme.

Llamó a la puerta del camarote de Pennington. No hubo respuesta. Elcamaroteestabadesierto.Race fuealcajónde laderechade lacómoday loabrió.Elrevólverhabíadesaparecido.

—Estolodecide—murmuróelcoronel—.¿DóndeestaráPennington?

Salierondenuevoalacubierta.LaseñoraAllertonsehabíaunidoalgrupoyPoirotseuniórápidamenteaella.

—Madame, llévese a la señorita Otterbourne y cuídela. Su madre —consultóaRaceconlamiradayésteasintióconlacabeza—hasidoasesinada.

EldoctorBessnerllegóprecipitadamente.

—GottimHimmel!¿Quéhayahora?

Leabrieronpaso.Raceindicóelcamarote.Bessnerentró.

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—BusqueaPennington—dijoelcoronel—.¿Hayalgunahuelladactilareneserevólver?

—Ninguna—respondióeldetective.

Encontraron a Pennington en la cubierta de abajo. Estaba sentado en elsaloncito,escribiendocartas.

—¿Hayalgunanovedad?—inquirió.

—¿Nooyóundisparo?

—¡Cómo!Ahora que usted lomenciona creo haber oído una especie debang.Peronosemeocurrió…¿Aquiénhanmatado?

—AlaseñoraOtterbourne.

—¿A la señoraOtterbourne?—lavozdePennington sonó asombrada—.Me sorprende usted. La señora Otterbourne —meneó la cabeza—. No loentiendo—bajó lavoz—.Meparece, señores,que tenemosabordoun locohomicida.Debernosorganizarunsistemadefensivo.

—SeñorPennington—dijoel coronel—,¿cuánto tiempohaestadoustedenestesalón?

—Déjeme ver. —Pennington se acarició la barbilla—. Diría que unosveinteminutos,másomenos.

—¿Ynohasalidoduranteestetiempo?

—¡Cómo!No,ciertamentequeno.

—Veráusted,señorPennington—dijoRace—.LaseñoraOtterbournehasidoasesinadaconelrevólverdeusted.

CAPÍTULO25

El señor Pennington se quedó estupefacto,muy impresionado.No podíallegaracreerlo.

—¡Cómo, señores!—dijo—,ésteesunasuntomuyserio.Muyserio, enverdad.

—Sumamente serio para usted, señor Pennington —aseguró fríamenteRace.

—¿Paramí?—Penningtonenarcólascejas,sobresaltado—.Pero,señores,estabasentadotranquilamenteaquícuandodispararonesetiro.

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—¿Tieneusted,quizás,untestigoparaprobareso?

Penningtonmeneólacabeza.

—No…no…nolocreo.Peroesclaramenteimposiblequeyohayasubidoalacubiertadearriba,quehayaasesinadoaesapobremujer,¿yporquéhabíadematarla,yodespuésdetodo?,yluegohayabajadosinquenadiemeviera.Siemprehaymuchagentepaseandoporlacubiertaaestahoradeldía.

—¿Cómoexplicaquehayanusadosupistola?

—Temo que sea culpa mía. Poco después de embarcar hubo unaconversaciónenelsalóndenoche,lorecuerdo,acercadearmasdefuego.Ymencionéqueyosiemprellevabaunrevólvercuandoviajaba.

—¿Quiénhabíaallí?

—No lo recuerdo exactamente. Lamayoría de los pasajeros,me parece.Mucha gente, de todos modos —meneó tristemente la cabeza—. Sí,ciertamente,esculpamía.

Poirotdijo:

—SeñorPennington,desearíadiscutirciertosaspectosdelcasoconusted.¿Quiereveniramicamarotedentrodemediahora?

—Encantado.

Pennington no parecía verdaderamente estar encantado. Su voz no loindicaba.Tampocosurostro.RaceyPoirotcambiaronunamiradaysalieronbruscamentedelsaloncito.

—Esunviejomuyastuto—dijoRace—.Peroestáasustado,¿eh?

—Sí,noestámuycontentonuestroseñorPennington—asintióPoirot.

Alllegaralacubiertadepaseo,laseñoraAllertonsaliódesucamaroteyalveraPoirothizounaseñaimperiosa.

—Madame?

—¡Esapobrecriatura!Dígame,señorPoirot,¿hayalgúncamarotedoble,quelopuedacompartirconella?Ellanodebevolveralquecompartíaconsumadre,yelmíoesparaunasolapersona.

—Esotienearreglo,madame.Esustedmuybuena.

—Espuradecencia.Además,lamuchachameesmuysimpática.Siempremehagustado.

—¿Estámuy…muyafectada?

—Terriblemente.Parecequesimplementeadorabaaesadetestablemujer.

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Estoeslomáspatético.Timoteodicequecreequeellabebía.¿Esverdad?

Poirotasintióconlacabeza.

—Oh, bien, pobre mujer. No hay que juzgarla, supongo, pero esamuchachadebedehaberllevadounavidaterrible.

—Asíes,madame.Esmuyorgullosaymuyleal.

—Sí,esomegusta:lalealtad,quierodecir.Estápasadademodahoydía.Esa muchacha tiene un carácter extraño: orgullosa, reservada, terca yterriblementecariñosaenelfondo.

—Veoquelaheentregadoabuenasmanos,madame.

—Sí,nosepreocupe.Mecuidarédeella.Seinclinóabuscarmicompañíadeunamanerapatética.

La señora Allerton volvió a su camarote. Poirot volvió al lugar de latragedia.Corneliaestabaaúndepieenlacubierta,conlosojosdilatados.Dijo:

—Noloentiendo,señorPoirot.¿Cómoescapólapersonaquelamatósinquelaviéramos?

—Sí,¿cómo?—preguntóJacqueline.

—¡Ah! —dijo Poirot—. No fue una desaparición tan misteriosa comousted piensa, mademoiselle. El asesino pudo marcharse por tres caminosdistintos.

Jacquelineteníaunaexpresiónintrigada.

—¿Tres?—preguntó.

—Pudo irsepor laderechaopor la izquierda,peronoveootromodo—murmuróCornelia.

Jacquelinefruncióelceñotambién.Luego,elceñosedespejó.Dijo:

—El señor Poirot quiere decir, querida, que pudo descolgarse por labarandaybajarrápidamentealaotracubierta.

—¡Cielos!—estalló Cornelia—. No se me había ocurrido. No obstante,tendríaquehaberlohechomuyágilmente.Supongoquepudohacerlo.

—Fácilmente—dijo Timoteo Allerton—. Recuerde que siempre hay unminutodeestupefaccióndespuésdeunacosacomoésta:seoyeundisparoyquedaunoparalizadoduranteunsegundoodos.

RacesaliódelcamarotedeBessnerydijoautoritariamente:

—¿Haríanelfavordealejarse?Queremossacarelcuerpo.

Todos se alejaron obedientemente. Poirot se fue con ellos.Cornelia, tras

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losprimerospasos,ledijoentonotristeyserio:

—Jamásolvidarémientrasvivaesteviaje…Tresmuertes…Escomovivirunapesadilla.

Fergusonseencontrabacercadeellaylaoyó.Dijoentonoagresivo:

—Eso es porque usted está demasiado civilizada. Debería ver lamuertecomolohaceeloriental.Esunmeroincidente,queapenassenota.

Corneliadijo:

—Todoestoestámuybien;esaspobrescriaturasnoestáncivilizadas.

—No,ybuenacosaes.Laeducaciónhadesvitalizadoalasrazasblancas.Mire a América: está embarcada en una orgía de cultura. Sencillamenterepugnante.

—Creoqueestádiciendotonterías—replicóCornelia,enrojeciendo—.YoasistíaalasconferenciassobreArteGriegoyelRenacimientoyfuiaalgunassobreMujeresFamosasdelaHistoriaUniversal.

ElseñorFergusongimió:

—¡ArteGriego! ¡ElRenacimiento! ¡MujeresFamosasde laHistoria!Medan náuseas oyéndola. Es el futuro lo que tiene importancia, mujer, no lopasado.Tresmujeres estánmuertas en estebarco…bien, ¿qué importa?Noconstituyenningunapérdida.¡LinnetDoyleysudinero!Ladoncellafrancesa:un parásito. La señoraOtterbourne: unamujer tonta e inútil… ¿Cree que aalguienrealmenteleimportaqueesténmuertasono?Yonolocreo.

—¡Entoncesustedseequivoca!—apostrofóCornelia—.Ymedanauseasoírlehablar,comosinadatuvieseimportanciamásqueusted.

El señor Ferguson retrocedió un paso. Se mesó los cabellos convehemencia.

—Renuncio—dijo—. Es usted increíble. No tiene usted ni la más levechispadedespecho femenino—volviósehaciaPoirot—.¿Sabeusted, señor,queelpadredeCorneliafuearruinadoporeldeLinnetRidgeway?¿Yacasolamuchacha rechina los dientes cuando ve a la heredera exhibiendo perlas ymodasdeParís?

—Me resentí, sí, un instante. Papámurió de desaliento, porquenohabíatriunfado.

—¡Seresintióunmomento!

Corneliasevolviócontraél.

—Bien,¿noacabadedecirquelofuturoesloquetieneimportancia,nolo

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pasado?Todoestoocurrióenlopasado,¿noesverdad?Haterminado.

—Me pilló ahí —dijo Ferguson—. Cornelia Robson, es usted la únicamujersimpáticaqueheconocidoenmivida.¿Quierecasarseconmigo?

—Creoqueestáustedprocediendodeunamaneraridícula—dijoCornelia,enrojeciendo—.Deberíaserunpocomásserio.

—¿Quieredecirquenohabloenserioalproponerlooquieredecirquenotengocarácterserio?

—Lasdoscosas,perorealmentemerefieroalcarácter.Ustedseburladetodaslascosasserias.Delaeducación,delaculturay…y…delamuerte.

Se interrumpió, enrojeció de nuevo y entró precipitadamente en sucamarote.

Fergusonlasiguióestupefactoconlamirada.

—¡Maldita sea lamuchacha!Creo que lo dijo en serio…Ella quiere unhombrequeinspireconfianza.Deconfianza…¡oh,dioses!—hizounapausayluego dijo, en tono de curiosidad—: ¿Qué le pasa, señor Poirot? Está ustedmuyabsortoensuspensamientos.

Poirotdiounrespingo.

—Medito,esoestodo;medito.

—«Meditaciónsobre laMuerte.LaMuerte, laguadañadiezmadora»,porHérculesPoirot.

—SeñorFerguson—dijoPoirot—esustedunjovenmuyimpertinente.

—Tienequedispensarme.Megustaatacaralasinstitucionesestablecidas.

—¿Yyosoyunainstituciónestablecida?

—Precisamente.¿Quéopinausteddeesamuchacha?

—Creoqueesunajovendecaráctersólido.

—Tieneusted razón.Tiene sangre. Parece sumisa,mansa, pero no lo es.Tienevalor.Ellaes…maldición…quieroaesamuchacha.Quizánoharíamalen abordar a la vieja. Si pudiese ponerla en contramía, tal vez influiría enCornelia.

Giróenredondoyentróenelsalóndeobservación.

LaseñoritaVanSchuylerestabasentadaensurincóndecostumbre.Teníaunaspectomásarrogantequedeordinario.Estabahaciendoganchillo.

Fergusonseaproximóaella.HérculesPoirot,entrandodisimuladamente,tomóasientoadistanciadiscretayparecióquedarabsortoenunarevista.

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—Buenastardes,señoritaVanSchuyler.

La señorita Van Schuyler alzó la vista un segundo, tornó a bajarla ymurmuróglacialmente:

—¡Hum!,buenastardes.

—Escuche, señoritaVanSchuyler.Quierohablarle austedacercadeunacosabastanteimportante.Esesto:deseocasarmeconsusobrina.

—Debeusteddeestarloco,joven.

—Deningúnmodo.Estoyresueltoacasarmeconella.¡Lehepedidoaellaquesecaseconmigo!

—¿Sí?Ysupongoqueellalehabrámandadoapaseo.

—Merehusó.

—Naturalmente.

—Deningúnmodoes«naturalmente».Continuarépidiéndoselohastaqueacceda.

—Puedo asegurarle, señor, que yo tomaré medidas para que mi jovensobrinanoestésometidaasupersecución.

—¿Quétieneustedencontrademí?

DijolaseñoritaVanSchuyler,entonomordaz:

—Yodiríaqueesoesmuyobvio,señor…hum…noconozcosunombre.

—Ferguson.

—Señor Ferguson—la señorita Van Schuyler pronunció el nombre conclararepugnancia—.Semejanteideaestádescartada.

—¿Quiere decir —dijo Ferguson— que yo no soy bastante bueno paraella?

LaseñoritaVanSchuylernorespondió.

—Tengo dos piernas, dos brazos, buena salud y un cerebro bastanterazonable.¿Quédemalmeencuentraeneso?

—Hayloquesellamaposiciónsocial,señorFerguson.

LapuertaseabrióyCorneliaentró.SedetuvoensecoalverasutemibleprimaMaríaconversandoconsupresuntopretendiente.

ElatrozyofensivoseñorFergusonvolviólacabezasonrióampliamenteyllamó:

—Venga,CorneliaEstoypidiendosumanodelmodomásconvencional.

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—¡Cornelia!—tronólaseñoritaVanSchuylerysuvozeraverdaderamenteterrible—,¿hasalentado,hasincitadoaestejoven?

—Yo…no,desdeluego…alomenos…noexactamente…quierodecir…

—Ella no me ha alentado—declaró Ferguson, ayudándola—; yo lo hehechotodo.Ellarealmentetieneuncorazónmuybondadoso.Cornelia,sutíadice que yo no soy bastante bueno para usted.Eso, desde luego, es verdad,peronodelmodoque ellaquieredecir.Minaturalezamoral ciertamentenoigualaalasuya,perosuargumentoesqueyoestoysocialmentepordebajodeusted.

—Eso,creoyo,es igualmenteobvioparaCornelia—dijolaseñoritaVanSchuyler.

—¿Sí?—elseñorFergusonledirigióunamiradaescrutadora—.¿Poresonoquierecasarseconmigo?

—No, no es eso. —Cornelia se ruborizó—. Si usted me gustase, mecasaría,noimportaquiénfueseusted.

Laslágrimasamenazaronconabrumarla.Salióprecipitadamentedelsalón.

—En conjunto—dijo el señor Ferguson—no está demasiadomal comoprincipio—se reclinó en su silla, miró al techo, silbó, cruzó las rodillas yobservó—:Todavíalallamarétía.

—Salgadeestesalónalinstante,señor,ollamaréalcamarero.

—Hepagadomibillete—replicóelseñorFerguson—ynopuedeecharmedel salón público. Pero la complaceré —se dirigió pausadamente hacia lapuertaysalió.

Ahogándose de rabia, la señorita Van Schuyler se incorporó. Poirot,emergiendodiscretamente de detrás de la revista que tenía en lasmanos, sepusoenpiedeunsaltoylasaludóreverente.

—Muchas gracias, señor Poirot. Si tuviera la bondad de decirle a laseñoritaBowersquevenga…estoyindispuesta.¡Eseinsolentejoven!

—Esalgoexcéntrico—dijoPoirot—.Comocasi todos losde la familia.Demasiadomimado,desdeluego.Siempreinclinadoabatirseconlosmolinosdeviento—añadióentonoindiferente—.Ustedlereconoció,¿noescierto?

—¿Quelereconocí?

—Sí, es el joven lordDawlish. Inmensamente rico, desde luego.Pero sehizocomunistaenOxford.

LaseñoritaVanSchuyler,mostrandoensurostrouncampodebatalladeemocionesantagónicas,dijo:

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—¿Cuántotiempohacequeustedsabeesto,señorPoirot?

Poirotseencogiódehombros.

—Viunafotografíaenunperiódico,yobservéelparecido.Luegoencontréunanillo,unsello,conunescudodearmasgrabadoenél.Oh,nocabeduda,seloaseguro.

Tuvounmomentodejúbiloleyendolasexpresionesquesesucedieronenlacarade ladama.Finalmente, conunagraciosa inclinacióndecabeza, elladijo:

—Leestoymuyagradecida,señorPoirot.

Poirotlasiguióconlamiradacuandoellasaliódelsalónysonrió.Luegose sentó y su rostro se tornó grave de nuevo. Estaba absorto en suspensamientos.Devezencuandomovíaafirmativamentelacabeza.

—Monami-murmuróalfin.—Todoencaja.

CAPITULO26

Raceleencontrósentadotodavíaallí.

—Bien,Poirot,¿quéhay?Penningtonllegarádentrodediezminutos.Dejoestoensusmanos.

—PrimerohagabuscaraFanthorp.

—¿Fanthorp?—preguntóRacesorprendido.

—Sí.Lléveloamicamarote.

Race asintió y salió. Poirot fue a su camarote. Race llegó con el jovenFanthorpunminutodespués.Poirotindicóunassillasyofreciócigarrillos.

—Ahora,señorFanthorp—dijo—,vamosanuestroasunto.ObservoqueusalamismacorbataqueusamiamigoHastings.

—Exacto.EslacorbatadelaViejaEscuela.

—Debe usted comprender que aunque soy extranjero, conozco algo elpuntodevistainglés.Sé,porejemplo,quehay«cosasquesehacen»y«cosasquenosehacen».

—Nodecimosesaclasedecosashoydía,señor.

—Talvezno,peroquedalacostumbre.¡LaViejaEscuela!EslacorbatadelaViejaEscuelayhayciertascosas,loséporexperiencia,quelacorbatadela

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ViejaEscuelanohace.Unadeesascosas,señorFanthorp,esentrometerseenuna conversación particular cuando no se conoce a las personas que lasostienen.

»Pero el otro día, señorFanthorp, eso es exactamente lo que usted hizo.Ciertas personas estaban efectuando tranquilamente algunos negociosparticularesenelsalóndeobservación.Ustedseaproximó,evidentementeconelpropósitodeoírdequésehablaba,ypocodespuésustedsevolvióyfelicitóalaseñoraDoylesobrelasolidezdesusmétodoscomerciales.

Poirotcontinuósinesperarcomentario.

—¡Ahorabien,señorFanthorp,ésanoeslaconductadeunapersonaquelleva una corbata que usami amigoHastings! ¡Hastings es todo delicadeza,moriría de vergüenza antes de hacer semejante cosa! Por tanto, teniendo encuentaqueustedesmuyjovenparapermitirseellujodeunviajecomoéste,queesustedmiembrodeldespachodeunabogadodepuebloy,porlotanto,probablemente, no exageradamente rico, y que usted nomuestra señales deenfermedadreciente,yomepregunto,yseloestoypreguntando:¿Cuáleselmotivodesupresenciaenestebarco?

—Meniegoadarleningunaclasedeinformación,señorPoirot.Realmentecreoquedebeustedestarloco.

—Noestoyloco.Estoyenmijuicio.¿Dóndeestálacasadondetrabaja?EnNorthampton, nomuy lejos deWodeHall. ¿Qué conversación intentó ustedoír?Unaconversaciónreferenteadocumentoslegales.¿Cuálfueelobjetodelaobservaciónqueustedemitióconevidenteembarazoymalestar?SuobjetoeraimpedirquelaseñoraDoylefirmaseundocumentosinleerlo.

»Enestebarcohahabidounasesinatoyconsecutivamenteaeseasesinatohan ocurrido otros dos crímenes en rápida sucesión. Si además le facilito austedlainformacióndequeelarmaquematóalaseñoraOtterbourneeraunrevólverpropiedaddelseñorAndrésPennington,entoncesquizácomprenderáustedquetieneeldeberdedecirnostodocuantosepa.

—Muybien.¿Quédeseasaber?

—¿Porquévinoustedaesteviaje?

—Mitío,elcoronelCarmichael,elabogadoinglésdelaseñoraDoyle,memandó. Él se cuida de muchísimos de los asuntos de ella. De este modo,sosteníacorrespondenciaconelseñorAndrésPennington,queeradepositarioamericano.Variospequeñosincidentes,nopuedoenumerarlostodos,hicieronquemitíosospechasequelascosasnoibantalcomodebíanir.

—En lenguaje claro y llano —dijo Race—, su tío sospechaba quePenningtoneraunbribón.

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JaimeFanthorpasintióconlacabeza,conunalevesonrisaenelrostro.

—Ustedloponemáscrudamentedeloqueyoloharía,perolaideaesésa.Varias excusas hechas porPennington, ciertas explicaciones plausibles de ladisposicióndefondos,despertaronelrecelodemitío.

»Mientras estas sospechas eran nebulosas, la señorita Ridgeway se casóinesperadamenteysemarchóenviajedelunademielaEgipto.Elcasamientoquitóunpesodeencimaamitío,puessabíaqueasuregresoaInglaterralaherenciatendríaqueliquidarseyentregarse.

»No obstante, en una carta que ella le escribió a él desde El Cairo,mencionócasualmentequesehabíaencontradoinesperadamenteconAndrésPennington.Lassospechasdemi tíoseagudizaron.TeníaelconvencimientodequePennington,talvezencontrándoseenunaposicióndesesperada,ibaatratar de conseguir algunas firmas de ella, con lo cual podría encubrir susdesfalcos. Dado que mi tío no podía presentarle a ella ninguna prueba, seencontraba en una posición muy delicada. Lo único que pudo pensar fuemandarmeallíenavión,coninstruccionesdedescubrirloquesetramaba.Yoteníaqueestaralertayobrarsumariamente,sieranecesario,osea,unamisióndesagradable, se lo aseguro. En realidad, en la ocasión que ustedmencionatuvequecomportarmemásomenoscomouncanalla.Fueembarazoso,peroenconjuntoquedésatisfechodelresultado.

—¿QuieredecirquepusoenguardiaalaseñoraDoyle?—inquirióRace.

—No tanto como eso. Pero creo que alarmé a Pennington. Tuve elconvencimientodequenointentaríaningunabribonadadurantealgúntiempo,yparaentoncesyoesperabaintimarlobastanteconlaseñorayelseñorDoyleparatransmitirlealgunaespeciedeaviso.EnrealidadmeproponíahacerlopormediacióndeDoyle.LaseñoraDoyleapreciabatantoalseñorPenningtonquehabría sido embarazoso sugerirle a ella alguna cosa. Habría sido más fácilabordaralmarido.

—¿Quieredarmesuopiniónsobreunpunto, señorFanthorp?Siustedsepropusieraestafaraalguien,¿escogeríaalaseñoraDoyleoasumaridocomovíctima?

Fanthorpesbozóunasonrisa.

—AlseñorDoyle,siempre;LinnetDoyleeramuysagazencuestionesdenegocios.

—Deacuerdo—dijoPoirot.MiróaRace—.Hayelmóvil.

—Perotodoestoespuraconjetura.Noesningunaprueba.

—¡Ah,bah!¡Conseguiremoslaspruebas!

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—¿Cómo?

—PosiblementedelmismoPennington.

—Lodudo—murmuróFanthorp.

Raceconsultósureloj.

—Debellegardeunmomentoaotro.

JaimeFanthorpcomprendióalinstante.Semarchó.

Dosminutosdespués,AndrésPenningtonhizosuaparición.

—Bien,señores—dijo—;aquíestoy.

—Le rogamos que viniese aquí, señor Pennington —empezó Poirot—,porqueesevidentequeustedtieneuninterésespecialenelcaso.

Penningtonenarcóligeramentelascejas.

—¿Sí?

—Así es.Ustedha conocido aLinnetRidgeway, según tengo entendido,desdeniña.

—Oh,eso…—surostrosealteró—;dispense,nolooíbien.Sí.Comolesdijeestamañana,heconocidoaLinnetdesdequeeraunacriatura.

—Eraustedtaníntimodesupadrequeasumuertelenombróguardiándelosnegociosdesuhijaydepositariodelavastafortunaqueellaheredó.

—Algo así —la cautela tornaba—. Yo no era el único depositario,naturalmente;otraspersonasestabanasociadasconmigo.

—¿Quehanmuertodesdeentonces?

—Dos de ellas, sí. La otra, el señor Sterndale Rockford, mi socio, estávivo.

—La señorita Ridgeway, según tengo entendido, no era mayor de edadtodavíacuandosecasó.

—Habríacumplidolosveintiúnañoselpróximojulio.

—Y en el curso normal de las cosas, ¿habría entrado en posesión de sufortuna?

—Sí.

—¿Perosucasamientoprecipitólascosas?

—Ustedesme dispensarán, señores, pero ¿hasta qué punto les importa austedestodoesto?

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—Siledesagradaresponderalaspreguntas…

—Nosetratadequemedesagrade.Noimportaloquemepregunten.Peronoveoporningúnladolapertinenciadetodoesto.

—Oh, pero desgraciadamente, señor Pennington… —Poirot se inclinóhaciadelante—,existelacuestióndelmóvil.Alconsiderarestohayquetenerencuentalascuestionesfinancieras.

Penningtondijomalhumorado:

—SegúneltestamentodeRidgeway,Linnettomaríaposesióndesufortunacuandocumplieralosveintiúnañosocuandosecasara.

—¿Sinningunacondición?

—Sinningunacondición.

—Ysetratadeunasunto,segúnmehanasegurado,demillones.

—Millonesson.

—Su responsabilidad, señor Pennington, y la de su socio, ha sido muygrave.

—Estamos habituados a la responsabilidad. No nos preocupa lo másmínimo.

—¡Quiénsabe!

—¿Quédemoniosquiereusteddecir?

Poirotrespondióconairedefranquezaencantadora:

—Me preguntaba, señor Pennington, si el súbito casamiento de LinnetRidgewaycausóalgunaconsternaciónensuoficina.

—¿Consternación?¿Quéquiereusteddecir?

—Algo muy sencillo. ¿Los asuntos de Linnet Doyle están en el ordenperfectoquedebenestar?

—Estánenelperfectoorden.

—¿Nosealarmóustedtantocuandollególasúbitanoticiadelcasamientode Linnet Ridgeway que corrió usted precipitadamente hacia Europa en elprimerbarcoysimulóunencuentrofortuitoenEgipto?

Penningtonsevolvióhaciaellos.Habíarecobradolaserenidad.

—¡Lo que usted dice es pura teoría! Ni siquiera sabía que LinnetRidgeway estaba casada hasta que me la encontré en El Cairo. Me quedéasombrado.Sucartano llegóamismanosporcuestióndeundíaenNuevaYork.Fuereexpedidaylarecibíunasemanadespués.

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—VinoustedenelGermanic,creoquedijo.

—Asíes.

—¿YlacartallegóaNuevaYorkdespuésdelapartidadelGermanic?

—¿Cuántasveceshederepetirlo?

—Esextraño—dijoPoirot.

—¿Quéesextraño?

—Queen suequipajenohayningunaetiquetadelGermanic.Lasúnicasetiquetas recientes del viaje transatlántico son las del Normandie. ElNormandie,segúnrecuerdo,zarpódosdíasdespuésdelGermanic.

Duranteunmomentoelotroquedódesconcertado.Titubeó.

ElcoronelRacelosospechóconefectoevidente:

—Vamos, señorPennington—dijo—.Tenemosvarias razonespara creerqueustedviajóenelNormandie,ynoenelGermanic,comohadichousted.Enestecaso,ustedrecibiólacartadelaseñoraDoyleantesdepartirdeNuevaYork. Es inútil negarlo, pues lomás fácil delmundo es comprobarlo en lascompañíasdenavegación.

—Hedeinclinarmeanteustedes,señores.Hansidodemasiadohábilesparamí.Peroyoteníamotivosparaobrarcomolohice.

—Sinduda.

—Bien. —Pennington suspiró—. Hablaré claro. Se realizaban algunasoperacionessospechosasenInglaterra.Mealarmaron.Yonopodíahacergrancosaporcarta.Lomejoreraveniryverlopersonalmente.

—¿Quéquieredecircon«operacionessospechosas»?

—TengomismotivosparacreerqueestafabanaLinnet.

—¿Quién?

—Suabogadoinglés.Ahora,esonoeslaclasedeacusaciónquesepuedeformularfácilmente.Decidívenirycomprobarlo.

—Eso acredita su vigilancia. Pero ¿por qué ese pequeño engaño de nohaberrecibidolacarta?

—Bien.—Penningtonextendió lasmanos—.Nopuedeunoentrometerseconunaparejaenlunademielsindarunaexplicación.Penséqueseríamejorfingirqueelencuentroeracasual.

—Enrealidad, todassusemocionesfueronmotivadasporpurodesinterés—dijoelcoronelRace.

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—Ustedlohadicho,coronel.

Hubo una pausa. Race miró a Poirot. El hombrecillo se inclinó haciadelante.

—SeñorPennington,nocreemosunapalabradesuhistoria.

—¡Maldición!¿Yquédemonioscreenustedes?

—NosotroscreemosqueelinesperadocasamientodeLinnetRidgewaylepusoaustedenunapuro financiero,queustedvinoprecipitadamenteconelobjetodeencontraralgúnmedioparasalirdelapuroenqueseencontraba,esdecir, algúnmodo de ganar tiempo. Que con ese propósito inmente, ustedprocuró obtener la firma de la señora Doyle para ciertos documentos, yfracasó. Que en el viaje por el Nilo, cuando caminaba usted a lo largo delacantiladodeAbuSimbel,desprendióustedunarocaquecayóyporunpelonotocóasuobjetivo…

»Creemos que la misma clase de circunstancias ocurrió en el viaje devuelta,esdecir, sepresentóunaocasióndesuprimira laseñoraDoyleenelmomento en que su muerte, sin duda, sería atribuida a la acción de otrapersona.NosólolocreemossinoquesabemosquefuesurevólverelquematóaunamujerqueestabaapuntoderevelarnoselnombredelapersonaqueellateníamotivosparacreerquematóaLinnetDoyleyaLuisaBourget…

—¡Maldición!—la exclamación interrumpió el chorro de elocuencia dePoirot—.¿Quépretendeusted?¿Estáustedloco?¿QuémotivosteníayoparamataraLinnet?Yonoibaarecibirsudinero;ésteiríaapararamanosdesumarido.¿Porquénosemeteustedconél?Élhadebeneficiarse,noyo.

Racedijoentonoglacial:

—Doyle no salió nunca del salón la noche de la tragedia hasta que fueheridoenlapierna.Laimposibilidaddequecaminaseunpasodespuésdeeso,puedenatestiguarlaundoctoryunaenfermera,ambostestigosdeconfianzaeindependientes.SimonDoylenopudohabermatadoasuesposa.ÉlnopudohabermatadoaLuisaBourget.Ciertamente,nomatóalaseñoraOtterbourne.Ustedlosabetanbiencomonosotros.

—Yo séqueno lamaté—lavozdePennington sonabamás calmada—.Todoloquedigoes:¿porquérazónmereprochainjustamentecuandoyonomebeneficioporsumuerte?

—Pero,queridoseñor—lavozdePoiroterasuavecomoelrunruneodeungato—esoesmateriadeopinión.LaseñoraDoyleeraunamujerdenegociosmuy hábil, conocedora de sus asuntos ymuy hábil para descubrir cualquierirregularidad.Tanprontocomoellatomaraelgobiernodesupropiedad,loqueharía a su regreso a Inglaterra, sus sospechas tendrían quedespertarse.Pero

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ahoraqueellaestámuertayquesumarido,comoacabadeapuntar,hereda,elasuntoesdiferente.SimonDoyleno sabenadade losasuntosde suesposa,excepto que ella era una mujer muy rica. Es una persona de disposiciónconfiada. Usted encontrará fácil poner unas relaciones complicadas ante él,enredar el asunto en una red de cifras y retardar la liquidación con elargumento de las formalidades legales y la reciente depresión. Creo quesignificaunadiferenciaconsiderableparaustedeltratoconéloconsuesposa.

Penningtonseencogiódehombros.

—Susideassonfantásticas.

—Eltiempolodemostrará.

—¿Quéhadichousted?

—Hedicho:«Eltiempolodemostrará».Ésteesunasuntodetresmuertes,tresasesinatos.LaleyexigiráquesepractiqueunainvestigaciónafondodelestadodelaherenciadelaseñoraDoyle.—ObservóelsúbitohundimientodeloshombrosdePenningtonycomprendióquehabíatriunfado.LassospechasdeJaimeFanthorpestabanfundadas.Poirotcontinuó—:Ustedhajugadoyhaperdido.Esinútilseguirfingiendo.

—Usted no comprende—murmuró Pennington—. Ha sido esta baja devalores.WallStreethaestadoloco.Peroyohabíapreparadounarecuperación.Consuerte,todoestaríaarregladoparamediadosdejunio.

—Supongo—musitóPoirot—quelarocafueunasúbitatentación.Ustedseimaginóquenoleveíanadie.

—Fue un accidente. Juro que fue una pura casualidad —el hombre seinclinóhaciadelante,elrostrocontraídoylosojosaterrorizados—.Tropecéycaícontraella.Juroquefueunaccidente.

Losdoshombresnodijeronnada.

—Nopuedenustedesachacarmeeso,señores.Fueunaccidente.¡Ynofuiyoquienlamató!¿Oyenustedes?Nopuedenustedesachacarmeesotampocoynuncaloharán.

CAPITULO27

Cuando la puerta se cerró detrás del abogado, Race exhaló un profundosuspiro.

—Logramos más de lo que suponíamos. Una confesión de fraude. Una

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confesión de intento de asesinato. Es imposible ir más allá. Un hombreconfesará, más o menos, haber intentado un asesinato, pero no conseguiráustedqueconfieseelhechoreal.

—Avecespuedehacerse—musitóPoirot.

—¿Tieneunplan?

Eldetectiveasintióconlacabeza.Luegodijo:

—El jardín de Assuán. Las declaraciones del señor Allerton. Las dosbotellasdeesmalteparalasuñas.Mibotelladevino.Laestoladeterciopelo.Elpañuelomanchado.Lapistolaquesedejóenellugardelcrimen.LamuertedeLuisa.LamuertedelaseñoraOtterbourne…Sí,todoestáahí.¡Penningtonnolohizo,Race!

—¿Qué?—Racesesobresaltó.

—Penningtonnolohizo.Teníaelmotivo,sí.Teníalavoluntaddehacerlo;de acuerdo. Llegó hasta intentarlo.Mais c’est tout.Hacía falta algo para elcrimenquePenningtonnotenía.Ésteesuncrimenquerequiereaudacia,unaejecución rápida e implacable, valor, indiferencia al peligro y un cerebrocalculador e ingenioso. Pennington no posee esos atributos. Él no podíacometeruncrimenamenosquesupiesequeestabaseguro.¡Estecrimennoeraseguro!Pendíadelfilodeunanavajadeafeitar.

—Creoquetieneustedrazón—declaróRace.

—Esocreo.Hayunaodoscosas…esetelegrama,porejemplo,queLinnetDoyleleyó.Megustaríaaclararesepunto.

—¡PorJúpiter,olvidamospreguntárseloaDoyle!Nosestabahablandodeello cuando la pobre señora Otterbourne se presentó. Volveremos apreguntárselo.

—Dentrodepoco.Primeramentedeseohablaraalguienmás.

—¿Aquién?

—ATimAllerton.

—¿Allerton?Bien,letraeremos—oprimióunbotónymandóalcamareroconunmensaje.

TimAllertonentróconaireinterrogante.

—Elcamareromedijoqueustedqueríaverme.

—Asíes,señorAllerton.Siéntese.

—¿Puedoservirleenalgo?—inquirióentonocortés,peronoentusiasta.

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—En cierto sentido, quizá —respondió Poirot—. Lo que yo realmentedeseoesqueescuche.

—Ciertamente.Yonosoyelmejoroyentedelmundo.Puedeesperardemíquediga:«¡U-a!»atiempooportuno.

—Eso es muy satisfactorio. «¡U-a!» será muy expresivo. Eh bien!;comencemos. Cuando los conocí a usted y a su madre en Assuán, señorAllerton,meatrajo sucompañíamuchísimo.Paraempezar,declararéque sumadreesunadelaspersonasmásencantadorasquejamásheconocido…

El rostro cansado se contrajo un instante, una sombra de expresiónaparecióenél.

—Ellaes…única—dijo.

—Perolasegundacosaquemeinteresófuelamencióndeciertadama.

—¿Realmente?

—Sí,unaseñorita,JuanaSouthwood.Veausted;yohabíaoídomencionarrecientemente ese nombre—hizo una pausa y continuó—:Durante los tresúltimos años se han cometido ciertos robos de joyas que han fastidiadograndemente a Scotland Yard. Son lo que puede denominarse «robos desociedad».Elmétodoesusualmenteelmismo:lasustitucióndeunaimitaciónde una joya por el original. Mi amigo el jefe inspector Japp, llegó a laconclusión de que los robos no eran obra de una persona, sino de dos quetrabajaban juntas muy hábilmente. Estaba convencido, por el conocimientoíntimo que revelaban, de que los robos eran obra de personas de buenaposición. Y, finalmente, su atención se enfocó sobre la señorita JuanaSouthwood.Todas lasvíctimashabían sidoamigasoconocidasdeellay entodos los casos había tenido en susmanos, o le habían prestado, la joya encuestión.Tambiénsutrendevidaestabamuyporencimadesurenta.Porotraparte,estabaclaroqueelrobo,esdecir,lasustitución,nohabíasidorealizadapor ella.En algunos casos ellahabía estado ausentede Inglaterradurante elperiodoenque laalhajahabíasidorepuesta.Asígradualmente,una ideafuetomandocuerpoenlamentedelinspectorJapp.LaseñoritaSouthwoodestuvoenuntiempoasociadaaunaCorporacióndeJoyeríaModerna.Élsospechabaqueellamanejabalasjoyasencuestión,hacíaunosdibujosdetodasellas,lashacíacopiarporalgúnjoyerohumilde,perodeshonesto,yquelatercerapartedelaoperaciónconsistíaenlasustituciónporotrapersona,alguienquepodíaprobarsequenuncatuvoensusmanoslasjoyasyquejamássemezclóenlaoperación de las copias o imitaciones de piedras preciosas. Japp desconocíaabsolutamentealaotrapersona.

»Ciertascosasquedijoustedensuconversaciónmeinteresaron.UnanilloquedesapareciócuandoustedestuvoenMallorca;elhechodequeustedhabía

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estadoenunafiestaparticular,dondeocurrióunadeesassustitucionesfalsasysu íntima asociación con la señoritaSouthwood.Tambiénhabía el hechodequeusted,evidentemente,advirtiómipresenciaeintentóquesumadrefuesemenos cordial conmigo. Esto, desde luego, pudo haber sido una antipatíapersonal,peropenséquenoeraéseelcaso.Ustedestabademasiadoansiosoparatratardeocultarsuantipatíabajounosmodalesmuycordiales.

»Eh bien!; después del asesinato de Linnet Doyle, se descubrió que susperlashabíandesaparecido.Comprenderáustedquealinstantepenséenusted.Peronoestoysatisfechodeltodo.Puessiustedtrabaja,comosospecho,conlaseñorita Southwood, que era íntima amiga de la señora Doyle, entonces lasustituciónseríaelmétodoempleado,nounrobodescarado.Peroentoncesserestituyeninesperadamentelasperlas,y¿quédescubro?Quelasperlasnosonlegítimas,sinoquesonfalsas.

»Supeentoncesquiéneselverdaderoladrón.Eraelcollarfalsoelquefuerobadoydevuelto,unaimitaciónqueustedhabíacambiadopreviamenteporelcollarlegítimo.

Miróaljovenqueteníadelante.Timestabablancobajosurostrocurtido.No era un luchador tan bueno comoPennington.Dijo con un esfuerzo parasostenersusmanerasburlonas:

—¿Deveras?Ysiesasí,¿quéhiceconellas?

—Tambiénlosé.

Elrostrodeljovensealteró.

—No hay más que un lugar donde puedan estar —prosiguió Poirotlentamente—.He reflexionado ymi juiciome dice que así es. Esas perlas,señorAllerton,estánescondidasenunrosarioquecuelgadesucamarote.Lascuentas del rosario están talladas de una manera muy elaborada. Creo queusted lo mandó hacer especialmente. Esas cuentas se desenroscan, aunquenadie pensaría en tal cosa almirarlas.Dentro de cada una de ellas hay unaperlapegadaconsecotina.Lamayoríadelosinvestigadorespolicíacossuelenrespetar los símbolos religiosos, a menos que haya eminentemente algoextrañoenellos.Ustedcontabaconeso.Procuré averiguar cómo la señoritaSouthwood lemandó el collar falso a usted.Debe de haberlo hecho, puestoqueustedvinoaquídesdeMallorcaalsaberquelaseñoraDoyleestaríaaquíen su luna de miel. Tengo la creencia de que fue mandado en un libro,habiéndosehechounagujerocuadradorecortandolaspáginasenelcentro.Unlibro se remite con los extremos abiertosyprácticamentenunca lo abren enCorreos.

Hubounapausa,unalargapausa.LuegoTimdijoquedamente:

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—¡Ha vencido usted!Ha sido una partidamagnífica. Pero ha terminadopor fin. Ya no hay nada que hacer, supongo,más que aguantar y sufrir lasconsecuencias.

Poirotasintió.

—¿Sedaustedperfectacuentadequelevieronaquellanoche?

—¿Quemevieron?—preguntóTim,sobresaltado.

—Sí, lanochequeLinnetDoylemurió,alguienlevioaustedsalirdesucamarotedespuésdelaunadelamadrugada.

—Escuche—dijoTim—,ustedno cree… ¡no fui yoquien lamató! ¡Lojuro!Haberescogidoprecisamenteesanoche…¡Cielos,esterrible!

—Sí —asintió Poirot—, debe usted de haber pasado unos momentosangustiosos. Pero ahora que se ha descubierto la verdad, tal vez puedaayudarnos. ¿Estaba la señora Doyle viva o muerta cuando usted robó lasperlas?

—No lo sé—respondió Tim roncamente—. ¡Pongo a Dios por testigo,señorPoirot,nolosé!Habíaaveriguadodóndelasdejabadenoche,sobrelamesita,juntoalacama.Entréconsigilo,busquéatientasylascogí,depositélasotrasysalí.Suponía,desdeluego,queellaestabadormida.

—¿Laoyóustedrespirar?¿Seguramenteescucharíaeso?

—Estabamuysilencioso,muysilencioso,enverdad.No,recuerdohaberlaoídorespirar…

—¿Notóalgúnolorahumoenelaire,comodeberíahaberlosisehubiesedisparadounarmadefuegorecientemente?

—Nolocreo.Nolorecuerdo.

—Entoncesnohemosadelantadonada.

—¿Quiénmevio?—preguntóTimconcuriosidad.

—RosalíaOtterbourne.EllaveníadelotroladodelbarcoyleviosalirdelcamarotedeLinnetDoyleeiralsuyo.

—Demodoqueellafuequienselodijo.

—Dispense,ellanomelodijo.

—Entonces,¿cómolosabe?

—¡PorqueyosoyHérculesPoirot!¡Nonecesitoquemelodigan!Cuandolainterrogué,¿sabeustedloquemedijo?Esto:«Novianadie».Ymintió.

—Pero¿porqué?

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—Quizá porque pensó que el hombre que ella vio era el asesino. Asíparecía.

—Estomeparecemayormotivoparadecirlo.

—Alparecer,ellanolocreíaasí.

—Esunamuchachaextraordinaria—dijoTimconunanotaextrañaenlavoz—.Debedehabersufridomuchoconesamadresuya.

—Sí,lavidanohasidofácilparaella.

—¡Pobrecriatura!—murmuróTim.SevolvióhaciaRace—.Bien,señor,¿a dónde vamos a parar de aquí? Confieso haber tomado las perlas delcamarotedeLinnetyusted lasencontraráprecisamentedondeustedesdicenque están. Soy culpable Pero en lo tocante a la señorita Southwood, noconfiesonada.No tieneustedningunapruebacontraella.Cómo llegóamismanoselcollarfalso,esasuntomío.

—Unaactitudmuycorrecta—murmuróPoirot.

—¡Siempreelcaballero!—dijoTimenunrasgohumorístico—.¡Talvezpuedaustedimaginarselomolestoquefueparamiencontraramimadretanamiga de usted! No soy un criminal lo bastante endurecido para departiramigableyalegrementeconundetectivepocoantesdedarungolpebastantearriesgado.Algunaspersonaspuedencobraránimosconello.Yono.

—Peronoleimpidióintentarlo.

—No podía acobardarme hasta ese extremo. El cambio tendría querealizarse alguna vez y seme presentó una ocasión única en este barco: uncamarotecondospuertasyLinnettanpreocupadaconsusasuntosquenoeraprobablequedescubrieseelcambio.

—Mepreguntosiestofuetan…

—¿Quéquieredecir?

Poirotpulsóeltimbre.

—VoyapreguntarlealaseñoritaOtterbournesiquierevenirunmomento.

Tim frunció el ceño, pero no dijo una sola palabra. Un camarero llegó,recibiólaordenysalióconelmensaje.

Rosalía llegóunosminutosdespués.Susojos,enrojecidosporel recientellanto, sedilataronal ver aTim,pero su anterior actitud recelosay retadorahabíadesaparecido.TomóasientoycondocilidadmiróaRaceyaPoirot.

—Sentimos molestarla, señorita Otterbourne—disculpóse Race con vozdulce.EstabaalgoenojadoconPoirot.

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—Noimporta—contestólamuchacha.

—Es necesario aclarar uno o dos puntos —dijo Poirot—. Cuando lepregunté si vio a alguien en la cubierta de estribor a la una y diez de estamadrugada,surespuestafuequenovioanadie.Afortunadamentehepodidodescubrirlaverdadsinsuayuda.ElseñorAllertonhaconfesadoqueestuvoenelcamarotedeLinnetDoyle,anoche.

EllalanzóunarápidamiradaaTim.Éste,conelrostroceñudo,asintióconlacabeza.

—¿Lahoraexacta,señorAllerton?

—Exacta—respondióTim.

Rosalíalemirabaconasombro.Suslabiostemblaronvisiblemente.

—Peroustedno…ustedno…

—No,yono lamaté—dijoel jovenrápidamente—.Soyun ladrón,peronounasesino.

—La historia del señor Allerton —dijo Poirot— es que entró en elcamaroteanocheycambióuncollardeperlasfalsasporlaslegítimas.

—¿Ustedhizoeso?—preguntóRosalía.

—Si—corroboróTim.

Hubounapausa.El coronelRace semovió,nervioso.Poirotdijo envozextraña:

—Esa,comodigo,es lahistoriadel señorAllerton,enparte,confirmadaporsudeclaración.Esdecir,existe lapruebadequeélvisitóelcamarotedeLinnetDoyleanoche,peronohaypruebasquedemuestrenporquélohizo.

Timlomiróconasombro.

—¡Peroustedlosabe!

—¿Quéséyo?

—Pues…ustedsabequeyocogílasperlas.

—Mais oui,mais oui.Yo sé que tiene las perlas, pero no sé cuándo lascogió.Puedehaber sidoantesde lanochepasada.AcabausteddedecirqueLinnet Doyle no habría notado la sustitución. No estoy seguro de eso.Suponiendo que anoche amenazó con denunciar el hecho y que usted sabíaqueellateníaverdaderamenteesaintención…Ysuponiendoqueustedoyólaescena del salón entre Jacqueline deBellefort y SimonDoyle, y tan prontocomoelsalónquedódesiertoustedentróyseapoderódelapistola;yluego,una hora más tarde, cuando en el barco reinaba la calma, usted penetró

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sigilosamente en el camarote de Linnet Doyle y se aseguró de que no seefectuaríaladenuncia…

—¡Diosmío!—exclamóTim.Desdesurostropálido,dosojostorturadosmiraronmudos,alucinados,aPoirot.

—Pero—continuóéste—alguienmáslevioausted,lamuchachaLuisa.Aldíasiguiente,ellafueaverleyquisohacerlevíctimadeunchantaje.Debíausted pagar generosamente, o bien ella denunciaría lo que sabía. Ustedcomprendióquesometerseaunchantajeseríaelprincipiodelfin.Fingióustedasentir,acordaronunacitaparaqueustedfuesealcamarotedeella,pocoantesdeldesayuno,coneldinero.Entonces,cuandoellacontabalosbilletes,ustedlaacuchilló.

»Pero de nuevo la suerte estuvo en contra de usted.Alguien le vio ir alcamarote de la muchacha…—se volvió hacia Rosalía—. Su madre. Tuvoustedqueactuarotravezcongranpeligro,temerariamente,peroeralaúnicaposibilidad.OyóustedaPenningtonhablardesurevólver.Entróustedensucamarote,seapoderódelarma,escuchófueradelcamarotedeldoctorBessnerymatóalaseñoraOtterbourneantesdequeellapudieserevelarsunombre…

—¡No!—gritóvivamenteRosalía—.¡Élnolohizo!¡Élnolohizo!

—Despuésdeeso,ustedhizolaúnicacosaquepodíahacer:corrióhacialapopa,ycuandoyocorrítrasdeusted,habíausteddobladoysimulóvenirendirecciónopuesta.Ustedhabíamanejadoelrevólverconguantes,esosguantesestabanensubolsillocuandoyoselospedí….

Timinterrumpió:

—¡JuroanteDiosqueesonoesverdad,niunasolapalabradeello!—Perosuvoztemblorosanoconvenció.

FueentoncescuandoRosalíaOtterbournelessorprendió.

—¡Desdeluegoquenoesverdad!¡YelseñorPoirotlosabe!Lodiceporalgúnmotivosuyo.

—Mademoiselle es demasiado inteligente.Pero ¿usted convendrá enqueeraunbuencaso?

—¡Quédemonios…!—Timempezóconcreciente furia,peroPoirotalzóunamano.

—Hayuncasomuybuenocontrausted,señorAllerton.Queríaqueustedsediesecuentadeello.Ahoralediréalgunacosamásdesagradable.Todavíanoheexaminadoaquelrosarioensucamarote.Puedeserquecuandolohaga,noencuentrenadaallí.Lasperlas fueron sustraídasporunacleptómanaquelasharestituidodesdeentonces.Estánenunacajitasobre lamesajuntoa la

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puerta,siesquequiereexaminarlasbienconmademoiselle.

—Gracias —dijo—. No tendrá que ofrecerme otra ocasión para vivirrectamente.

Abrió la puerta para la muchacha. Ella pasó y, recogiendo la cajita decartón,éllasiguió.Echaronaandarjuntos,unoalladodelotro.Timabriólacaja,sacóelcollardeperlasfalsasyloarrojóalNilo.

—Ya está —dijo—. Eso ha desaparecido. Cuando devuelva la caja aPoirot,contendráelcollarlegítimo.¡Quéneciohesido!

—En primer lugar —dijo Rosalía en voz baja—, ¿por qué hizo eso?¿Cómollegóahacereso?

—¿Cómo empecé, quiere decir? ¡Oh, no lo sé! Por aburrimiento, porpereza,pordiversión.Esunmodomuchomásatractivodeganarselavidaqueestar dándole vuelta a la noria de un empleo. Le debe parecer a ustedmuysórdido,peroestoteníaciertaatracción…elriesgo,supongo.

—Creocomprender.

—Sí,peroustednoloharíajamás.

—No—declarósencillamente—.Yonoloharía.

—¡Oh,querida,esustedtanadorable!—dijoél—.¿Porquénoquisodecirquemevioanoche?

—Penséquesospecharíandeusted.

—¿Sospechóusteddemí?

—No.Nopodíacreerqueustedmataraaunapersona.

—No.Yonoestoyhechodelamaderaquelosasesinosestánhechos.Nosoymásqueunmiserableyvulgarladronzuelo.

—Nodigaeso.

Éllacogiólamano.

—Rosalía, ¿sabría usted… sabría usted lo que quiero decir? ¿O medespreciaríasiempreymeloecharíaencara?

—Hay cosas —contestó ella, sonriendo levemente— que usted podríaarrojarmeencaratambién…

—¡Rosalía,querida…!

Peroellasecontuvounminutomás.

—Está…Juana…

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Timdioungrito.

—¿Juana?Esustedtanmalacomomamá.NomeimportaunpitoJuana.

—Noesnecesarioquesumadrelosepanunca—dijoRosalíadespuésdeunapausa.

—No estoy seguro. Creo que se lo diré. Mamá es muy valiente. Tienemuchoaguante.Sí,creoquevoyadestrozarsusilusionesmaternales.SentirátantoalivioalsaberquemisrelacionesconJuanaeranpuramentecomerciales,quemeloperdonarátodo.

Habían llegado al camarote de la señora Allerton y Timoteo llamó confirmezaenlapuerta.SeabrióéstaylaseñoraAllertonaparecióenelumbral.

—Rosalíayyo…—anuncióTim.Hizounapausa.

—¡Oh!, queridos —dijo la señora Allerton. Abrazó a Rosalía—. Miquerida,mipequeñaniña…Siempreheabrigadolaesperanza…peroTimestanfastidioso…yfingíaquenotequería.¡Perodesdeluego,yoloveíatodo!

—Ha sido usted tan buena conmigo… siempre. Yo deseaba… —SeinterrumpióysollozófelizenelhombrodelaseñoraAllerton.

CAPITULO28

Cuando la puerta se cerró detrás de Tim y Rosalía, Poirot dirigió unamiradatímida,dedisculpa,alcoronelRace.Elcoronelestabaalgoceñudo.

—Consentirá ustedmi arreglo, ¿eh?—suplicó Poirot—.Es irregular. Séque es irregular, en efecto; pero tengo en alta consideración la felicidadhumana.

—Notieneningunaconsideraciónporlamía—replicóRace.

—Esa jeune fille; siento ternura hacia ella, y ella ama al joven. Será uncasamientoexcelente;ellaposeelaenergíaqueélnecesita;lamadrelaquiere.

—En realidad, el casamiento se ha arreglado por el Cielo y HérculesPoirot.Todoloqueyohedehacerestransigir.

—Pero,monami,yaledijequeeratodoconjeturademiparte.

—Pormiparte,estábien—declaró—.¡Nosoyunmalditopolicía,graciasaDios!Meatrevoadecirqueeljovenidiotairárectoahora.Lamuchachaesrecta.¡No;deloquemequejabaesdeltratamientoquemedaamí!¡Soyunhombrepaciente,peromipacienciatienelímites!¿Sabeustedquiéncometió

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lostresasesinatosenestebarco,ono?

—Sí.

—Entonces,¿porquéandarcontantosrodeos?

—¿Cree que yo simplemente me divierto con estas cosas, con losresultados incompletos? ¿Y le molesta? Pero no es eso. Una vez fueprofesionalmenteenunaexpediciónarqueológicayaprendíalgo.Enelcursode una excavación, alguna cosa sale a la superficie, se limpia todo, muycuidadosamente, a su alrededor.Sequita la tierra suelta, se rasca aquíy allícon un cuchillo hasta que, finalmente, se encuentra el objeto allí solo,dispuestoaserextraídoyfotografiadosinningunamateriaextrañaquesirvadeconfusión.Esoesloquehetratadodehacer:quitartodalamateriaextrañaconelobjetodequepudiéramosverlaverdad,laverdaddesnudaybrillante.

—Bien —dijo Race—. Veamos la verdad desnuda y brillante. No fuePennington. No fue el joven Allerton. Supongo que no fue Fleetwood.Oigamosquiénfue.

—Voyadecírselo,miamigo.

Llamaronalapuerta.Raceprofirióunamaldiciónahogada.EraneldoctorBessneryCornelia.Estaúltimaestabaacongojada.

—¡Oh,coronelRace!—exclamó—.LaseñoritaBowersacabadedecirmelodeprimaMaría.Ha sidoungolpe terrible.Dijo quenopodía soportar laresponsabilidadmástiempoyqueseríamejorqueyolosupieseporseryounade la familia. No podía dar crédito amis oídos al principio, pero el doctorBessnersehaportadomaravillosamente.

—No,no—protestóeldoctor.

—Ha sido tan bondadoso, explicándomelo todo, y diciéndome querealmentehaypersonasquenopuedenremediarlo.Tienealgunoscleptómanosensuclínica.Ymehaexplicadoquemuyamenudoobedeceaunaneurosisprofundamente arraigada.—Cornelia repitió las palabras con temor—. Estáarraigado profundamente en el subconsciente; a veces se trata de una cositaque ocurrió en la niñez. Y ha curado a mucha gente haciendo recordar lopasadoyloqueaquellacositaera.—Corneliahizounapausa,cobróalientoyprosiguió—:Peromequitaelsosiegopensarque todoesopuededivulgarse.Sería terribleenNuevaYork.Todoslosperiódicoshablaríandelcaso.PrimaMaríaymamáytodoelmundo,nopodríanyalevantarlacabeza.

Racesuspiró.

—Noseatormente.EstaesunaCasadelSilencio.

—Perdón,coronelRace,¿quédecía?

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—Tratabadedecirquetodo,menosunasesinato,secallaaquí.

—¡Oh! —Cornelia entrelazó las manos—. ¡Qué alivio! He estado muypreocupada.

—Tiene usted el corazón demasiado tierno —dijo el doctor Bessner,dándole unas palmaditas en el hombro. Dijo a los otros—: Posee unanaturalezamuysensitivaybella.

—¡Oh!Realmente,no.Esusteddemasiadobondadoso.

—¿HanvistoalseñorFerguson?—murmuróPoirot.

Corneliaseruborizó.

—No.PeroprimaMaríahaestadohablandodeél.

—Alparecer,eljovenesunaristócrata—dijoeldoctorBessner—.Hedeconfesarquenoloparece.Susropassonhorribles.Niporunmomentopareceserunhombrebiencriado.

—¿Yquéopinausted,mademoiselle?

—Creoquedebeestarcompletamenteloco—respondióCornelia.

Poirotsedirigióaldoctor.

—¿Cómoestásupaciente?

—Ach, admirablemente. Acabo de tranquilizar a la pequeña Fraulein deBellefort.

—Puesto que Doyle se encuentra bien, no hay motivo para que novayamos a reanudar nuestra conversación de esta tarde. Nos hablaba de untelegrama—dijoelcoronelRace.

ElcorpachóndeBessnerpaseódeunladoaotro.

—¡Jo, jo, jo,fuemuycómico!Doylemehablódeello.Erauntelegramaquehablabadeverduras,patatas,berenjenas,cebollas…

Conunaexclamaciónahogada,Raceseirguióensusilla.

—¡Diossanto!—exclamó—.¿Demodoqueeseso? ¡Richetti!—Giró lavistamirandoa tres rostrosqueno le comprendían—.Unanuevaclave: fueusadaenlarebeliónsudafricana.Patatassignificanametralladoras,berenjenassonexplosivosdealtapotencia,etc.¡Richettiestanarqueólogocomoyo!Esunagitadorpeligrosísimo,unhombrequehamatadomásdeunavez;yaúnjuraríaquehamatadootravez.LaseñoraDoyleabrióeltelegramaporerror.Si ella repitiese alguna vez lo que contenía, delante demí, él sabría que ledescubriría—sevolvióhaciaPoirot:—¿Tengo razón?— lepreguntó.—¿EsRichettielhombre?

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—Élessuhombre—dijoPoirot—.Siemprehepensadoqueeseindividuoera sospechoso. Representaba su papel demasiado a la perfección; era todoarqueología, apenas era serhumano.—Hizounapausay agregó—:PeronofueRichetti quienmató aLinnetDoyle.Durante algún tiempo he sabido loque puedo llamar la «primera parte» del crimen. Conozco la segunda partetambién.El cuadro está completo. Pero ha de comprender que aunque sé loque debe de haber sucedido, no poseo ninguna prueba de que sucedió.Intelectualmente,elcasoessatisfactorio.Nohaymásqueunaesperanza:unaconfesióndelasesino.

EldoctorBessneralzóloshombrosescépticamente.

—Ach!Peroeso…seríaunmilagro.

—Nolocreo.Noenestascircunstancias.

—Pero¿quiénes?—gritóCornelia—.¿Novaadecírnoslo?

Lamirada de Poirot escrutó a los tres. Race, sonriendo sardónicamente;Bessner,conaireescépticoaún;Corneliacon labocaabierta,mirándoleconojosávidos.

—Maisoui—declaró.—Megusta tenerauditorio,hedeconfesarlo.Soyun hombre lleno de vanidad.Me gusta decir: «¡Vean que listo es HérculesPoirot!».

Racesemovióunpocoensusilla.

—Bien—dijosuavemente—;díganoscuánlistoesHérculesPoirot.

—Para empezar—dijo Poirot, moviendo tristemente la cabeza—, he deconfesarquefuiunestúpido,increíblementeestúpido.Paramíelobstáculoeralapistola,lapistoladeJacquelineBellefort.¿Porquédejaronlapistolaenellugardelcrimen?Laideadelasesinoeraevidentementeladecomprometerla.Entonces, ¿por qué se la llevó el asesino? Fui un estúpido queme imaginétoda clase de motivos fantásticos. El asesino se la llevó porque tenía quellevársela,porquenoteníaopción.

CAPITULO29

—Ustedyyo,amigomío—Poirotseinclinóhaciaelcoronel—iniciamosnuestrasinvestigacionesconunaideapreconcebida.Esaideaeraqueelcrimencometido fue perpetrado de repente, sin ningún plan preliminar. AlguiendeseabasuprimiraLinnetDoyleyaprovechólaoportunidaddehacerloenunmomento en que el crimen casi seguramente sería atribuido a Jacqueline de

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Bellefort.Por tantosededucíaque lapersonaencuestiónoyó laescenaquehuboentreJacquelineySimonDoyleyseapoderódelapistoladespuésquelosotrossalierondelsalón.

»Peroamigosmíos,siesaideapreconcebidaeraequivocada,elaspectodelcaso cambiaba. ¡Y era equivocada! No era ése un crimen espontáneo,cometidoderepente.Fue,porelcontrario,planeadomuycuidadosamente,contodos los detalles elaborados punto por punto de antemano, hasta lamismanarcotizaciónde la botella devinodeHérculesPoirot la noche en cuestión.¡Sí, así es! Me narcotizaron para que no hubiese posibilidad de que yoparticipase en los acontecimientos de la noche. Eso se me ocurrió comoposibilidad.Yobebovino,misdoscompañerosdemesabebenwhiskyyaguamineralrespectivamente.Nadamásfácilqueecharunadosisdeunnarcóticoinofensivoenmibotelladevino,lasbotellasestánsobrelasmesastodoeldía.Pero rechacé ese pensamiento, había hecho un día caluroso, yo estabamuycansado,noeraenverdadextraordinarioquemehubiesedormidoporunavezconsueñopesadoenvezdeunligeroduermevelahabitual.

»Vean ustedes, todavíame dominaba esa idea preconcebida. Si yo habíasido narcotizado, indicaba una premeditación, significaría que antes de lassiete ymedia, la hora en que se sirve la cena, el crimen ya había quedadodecidido…Yeso,siempredesdeelpuntodevistadelaideapreconcebida,eraabsurdo.

»El primer golpe a la idea preconcebida fue cuando la pistola fuerecuperada del Nilo. Si no nos equivocamos en nuestras suposiciones, lapistolanosedeberíahabertiradoporlabordanunca.Yhabíadeseguiralgomás.—PoirotsedirigióaldoctorBessner—.Usted,doctorBessner,examinóel cadáver de Linnet Doyle. Recordará que la herida presentaba señales dechamuscamiento, es decir, que la pistola fue arrimada a la cabeza antes dedisparar.

Bessnerasintió.

—Sí,exacto.

—Pero cuando se encontró la pistola, estaba envuelta en una estola deterciopeloyeseterciopelopresentabaseñalesdequedispararonatravésdesuspliegues, al parecerbajo la impresióndeque eso amortiguaría el sonidodeldisparo. Pero si la pistola fue disparada a través del terciopelo, no habríahabido ninguna señal de chamuscamiento en la piel de la víctima. Porconsiguiente,eldisparohechoatravésdelaestolanopudosereldisparoquematóaLinnetDoyle.¿Pudohabersidoelotrotiro,quedisparóJacquelinedeBellefortcontraSimon?Tampoco,pueshubodostestigosdeaqueldisparoyestamos enterados de lo ocurrido. Parecía ser, por tanto, que se disparó untercertiro,delcualnosabemosnada.Perotansólodostirosfuerondisparados

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poraquellapistolaynoaparecíaningunaindicaciónoseñaldedisparo.

»Aquí nos encontramos frente a una circunstancia inexplicable, muyextraña.ElsiguientepuntointeresantefuequeenelcamarotedeLinnetDoyleencontré dos botellines de esmalte para uñas.Ahora bien, las damas suelencambiarcon frecuenciaelcolorde lasuñas,perohastaentonces lasuñasdeLinnet Doyle habían exhibido siempre el color encarnado, un rojo oscuroprofundo.LaotrabotellitaostentabaunaetiquetaquedecíaRosa,queesuntonorosadopálido,perolaspocasgotasrestantesnoerandeuncolorrosadopálidosinodeun rojobrillante.Tuve lacuriosidaddedestaparlayoler. ¡Envezdelhabitualolorfuertedelasgotasdepera,labotellitaolíaavinagre!Esdecir, sugería que la gota o dos de líquido que contenía eran de tinta roja.Desde luego, no hay razón para que la señora Doyle no haya tenido unfrasquitode tinta roja,perohabríasidomásnaturalque la tinta rojahubieseestadoenunabotelladetintarojaqueenunabotellitadeesmalteparauñas.Sugería una relación con el pañuelo. La tinta roja se lava fácilmente, perosiempredejaunamancharosadapálida.

»Quizá yo habría llegado a descubrir la verdad con estas ligerasindicaciones, pero ocurrió un incidente que hizo inútil toda duda. LuisaBourget fue muerta en circunstancias que señalaban inconfundiblemente elhechodequeellahabíaestadohaciendovíctimadeunchantajealasesino.Nosólohabíaunfragmentodeunbilletedemilfrancosensumanocrispada,sinoquerecordéalgunaspalabrassignificativasqueellaemplearaestamañana.

»Escuchen atentamente, pues aquí está el enigma del caso. Cuando lepregunté si vio algo la noche anterior, me dio esta respuesta extraña:“Naturalmente, si no hubiera podido dormir, si hubiese subido la escalera,entoncesquizápodríahabervistoaesteasesino,aesemonstruo,entrarosalirdelcamarotedemadame…”.Ahorabien,¿quénosdecíaesto?

Bessner, arrugando la nariz en señal de interés intelectual, replicóprontamente:

—Ledecíaqueellahabíasubidolaescalera.

—No,no;ustednoveelpunto.¿Porquéhabíadedecirnosesoanosotros?

—Paratransmitirunasugestión.

—Mas¿porquéinsinuarloanosotros?Siellaconocequiéneselasesino,tienedoscaminosaelegir:decirnoslaverdadocallarseyexigirdinerodelapersonaencuestión.Peronohaceningunadelasdoscosas.

»Nodiceprontamente:“Novianadie.Estabadormida”.Tampocodeclara:“Sí,viaalguienyeratalocualpersona”.¿Asantodequéusareseembrollode palabras significativas e indeterminadas? Parbleu!, ¡no haymás que una

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sola razón! Ella está aludiendo al asesino; por tanto, el asesino debe haberestadoenaquelmomento.PeroademásdemíyelcoronelRace,nohabíamásquedospersonaspresentes,SimonDoyleyeldoctorBessner.

Eldoctorsepusoenpiedeunsaltorugiendo.

—¡Ah! ¿Qué dice usted? ¿Me acusa? ¿Otra vez? Pero es ridículo,despreciable.

—Estése quieto—dijo Poirot bruscamente—. Le estoy diciendo lo quepenséenaquelmomento.Nopersonalicemos.

—No quiere decir que él piensa que sea usted ahora—dijoCornelia entonotranquilizador.

—Enconsecuencia—continuóPoirotrápidamente—,elcasosepresentabaentre elegir a Simon Doyle o al doctor Bessner. Pero ¿quémotivo tenía eldoctorparamataraLinnetDoyle?Ninguno,queyosepa.¿YSimonDoyle?¡Peroesoeraimposible!HabíamuchostestigosquepodíanjurarqueDoylenosaliódelsalónaquellanochehastaqueocurrió lariña.Despuésfueheridoyfísicamente le habría sido del todo imposible haberlo hecho. ¿Poseía yatestimonios excelentes entre esos puntos? Sí, tenía los testimonios de laseñoritaRobson,deJaimeFanthorpydeJacquelinedeBellefort referentealprimero; y tenía los testimonios profesionales del doctor Bessner y de laseñoritaBowers,relativosalotro.Nohabíadudaposible.

»Porlotanto,eldoctordebíadeserelculpable.Enfavordeestahipótesisexistía el hecho de que la doncella fue acuchillada con un bisturí. Por otraparte,Bessnerllamódeliberadamentelaatenciónsobrelaimportanciadeestehecho.

»Y luego, amigos míos, descubrí un segundo hecho, indiscutible. Lasuposición de Luisa Bourget no podía haberse referido al doctor Bessner,porque ella podía perfectamente haberle hablado privadamente a cualquierhora que hubiese querido.Había otra persona y una persona solamente querespondíaasunecesidad:¡SimonDoyle!SimonDoyleestabaherido,leasistíaconstantementeunmédico,estabaenelcamarotedeesemédico.Paraélportanto iban destinadas aquellas palabras ambiguas, caso de que no se lepresentara otra ocasión. Y recuerdo que continuó, volviéndose hacia él:“Monsieur, le imploro, ¿usted ve cómo es? ¿Qué puedo decir yo?”. Y surespuesta: “Nadie cree que usted oyó o vio algo. No se preocupe. Yo mecuidaré de usted. Nadie la acusa de nada”. ¡Era eso la seguridad que ellabuscabaylaconsiguió!

Bessneremitióunresoplidocolosal.

—Ach! ¡Es tonto usted! ¿Cree usted que un hombre con un hueso

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fracturadoylapiernaentablilladapuedeandarporelbarcoacuchillandoalagente? Le digo a usted que es imposible que Simon Doyle saliese de sucamarote.

—Lo sé —dijo Poirot con tono suave—. Es muy verdad. La cosa eraimposible.¡Eraimposible…perotambiénverdad!NopodíahabermásqueunsólosignificadológicotraslaspalabrasdeLuisaBourget.

»Enconsecuenciavolvíalprincipioyexaminéelcrimenalaluzdeestosnuevosdatos.¿Eraposiblequeenelperíodoanteriora la riñaSimonDoylehubiese salido del salón y los otros lo hubiesen olvidado o no lo hubiesennotado? No podía ver que esto fuese posible. ¿Podía pasarse por alto eltestimonioprofesionaldeldoctorBessneryeldelaseñoritaBowers?Volvíacreerqueno.Perorecordéquehabíaunalagunaentrelasdos.SimonestuvosoloenelsalónduranteunperíododecincominutosyeltestimoniodeldoctorBessnereraaplicable tansóloal tiempoposterioraeseperíodo.Duranteeseintervalotuvimosaltestimoniodeaparienciavisualyaunqueeralógico,yanoeraseguro.¿Quésehabíavisto,descontandolassuposiciones?

»LaseñoritaRobsonhabíavistoalaseñoritaBellefortdispararsupistola,habíavistoaSimonDoyledesplomarsesobreunasilla,lehabíavistoaplicarseunpañueloalapiernayqueesepañueloseibaempapandogradualmentederojo.¿QuévioyoyóelseñorFanthorp?Oyóundisparo,encontróaDoyleconunpañueloempapadodesangreaplicadoalapierna.¿Quéocurrióentonces?DoylehabíainsistidoenquesellevasenalaseñoritadeBellefortyenquenoladejasenasolas.Después,sugirióqueFanthorpbuscasealdoctor.

»Enconsecuencia, laseñoritaRobsonyelseñorFanthorpsalieronconlaseñorita de Bellefort y durante los cinco minutos siguientes estuvieronocupados en el lado de babor. Dosminutos es todo lo que Doyle necesita.Cogelapistoladedebajodelaotomana,saleconsigilo,descalzo,penetraenelcamarotedesuesposa,seaproximasigilosomientraselladuerme,ledisparaun tiro en la cabeza, pone la botella que contenía la tinta encarnada en ellavabo,noseledebeencontrarencimaaél.Vuelvecorriendo,cogelaestolade terciopelode la señoritaVanSchuyler, que él ha escondido al ladode lasilla,envuelve lapistolaenellaysedisparaun tiroen lapierna.Lasillaenquesedesploma,deverdaderodolorestavez,estájuntoaunaventana.Alzaelbastidor y arroja la pistola, envuelta con el pañuelo delator y la estola deterciopelo,alNilo.

—¡Imposible!—exclamóRace.

—No es imposible.Recuerde el testimonio deTimAllerton.Él oyó unaespeciedetaponazoseguidodeunchapoteo.Yoyóalgomás: laspisadasdeunhombrequepasabacorriendopordelantedesupuerta.Peronadiedeberíahaber estado corriendo por el lado de estribor de la cubierta. Lo que oyó

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fueron los pies, con calcetines, sin zapatos, de Simon Doyle corriendo pordelantedesucamarote.

—Todavíadigoqueesimposible—dijoRace—.Nadiepodíarealizartodaesaseriedeoperacionesdemodotanveloz,especialmenteunindividuocomoDoyle,queessujetodeprocesosmentaleslentos.

—¡Peromuyrápidoydiestroensusmovimientosfísicos!

—Escierto.Peronoseríacapazdeplaneartodoeso.

—Pero él no lo proyectó, amigo mío. Ahí es donde nos equivocamos.Parecíaseruncrimenejecutadoderepente,peronofueunactocometidoderepente.Comodigo,fueunaoperaciónplaneadahábilmente.Nopodíaserunacasualidad que SimonDoyle tuviese una botella de tinta roja en el bolsillo.No, fue adrede. No fue casual que tuviese un pañuelo sencillo, sinmarcar,encima. No fue una casualidad que el pie de la señorita Bellefort de unpuntapiémetieselapistoladebajodelaotomana,dondenoselaveíayseríaolvidadahastamástarde.

—¿Jacqueline?

—Ciertamente. ¡Las dos mitades del asesinato! ¿Qué dio a Simon unacoartada?EltirodisparadoporJacqueline.¿QuédioaJacquelinesucoartada?LainsistenciadeSimonqueacabóconunaenfermeraquepermanecióconellatodalanoche.Allí,entrelosdos,tieneustedlascualidades:elcerebrofríoeingeniosodeJacquelinequeplanealaoperaciónyelhombredeacciónquelaejecuta,sinomisióndeningúndetalle,conincreíblerapidez.

»Examínelo detenidamente y observará que responde a cada pregunta.SimonDoyle y Jacqueline habían sido novios. Comprenda que todavía sonamantes y está claro: Simón suprime a su esposa rica, hereda su dinero ypasado un tiempo se casará con su antiguo amor. Todo planeado. LapersecucióndelaseñoraDoyleporJacquelineformapartedelplan.Comolafingida rabia de Simon. Sin embargo, había momentos en que esa uniónamenazabaromperse.

»Unavezmehablódemujeresdominadoras,converdaderaamargura.Yodeberíahabercomprendidoquesereferíaasuesposa,noaJacqueline.Luegosus maneras en público hacia su esposa. Un inglés corriente, inarticulado,como Simon Doyle, se siente embarazado cuando tiene que mostrar algúnafecto.Simonnoeraenrealidadunbuenactor.Exagerabalanotadelmaridodevoto. La conversación que tuve con Jacqueline de Bellefort cuando ellasimulóquealguiennoshabíaescuchado.Yonovianadie.¡Ynohabíanadie!Pero esto resultaría útilmás adelante. Luego, una noche, en este barco,meparecióoíraSimonyaLinnetfuerademicamarote.Éldecía:“Tenemosquellevarloadelanteahora”.EraDoyle,sinningúngénerodeduda.Perohablaba

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conJacqueline.

»Eldramafinalfueplaneadoycalculadoperfectamente.Habíaunadosisdeunnarcóticoparamíencasodequeyometieselanarizenelasunto;habíalaseleccióndelaseñoritaRobsoncomotestigo:elexageradoremordimientoehisterismode laseñoritaBellefort.Hizomuchoruidoparaelcasodequeseoyeraeldisparo.Enverité,fueunaideaextraordinariamentehábil.JacquelinedicequehapegadountiroaDoyle,laseñoritaRobsonloconfirma,Fanthorpigualmente; y cuando se examina la pierna de Doyle, se encuentra que, enefecto, tieneunbalazo. ¡Parece irrefutable!Para losdos,existeunacoartadaperfecta;acosta,escierto,deciertacantidaddedoloryriesgoquehadesufrirSimonDoyle;peroesnecesarioquesuheridaleimposibilite.

»Luegoelplanfalla.LuisaBourgetestabadesvelada.Subía laescalerayvioaSimonDoylecorrerhaciaelcamarotedesuesposayluegoregresar.Esfácil reconstruir lo sucedido, al día siguiente. En consecuencia, ella exigedineroyfirmasupropiasentenciademuerte.

—PeroelseñorDoylenopudomatarla—objetóCornelia.

—No, el otro socio ejecutó el asesinato.Tan pronto comopuede. SimonpideveraJacqueline.Hastallegaarogarmequelosdejesolos.Éllecuentaelnuevo problema. Han de obrar inmediatamente. Él sabe dónde guarda losescalpelos el doctor Bessner. Después del crimen, limpia el escalpelo y lodevuelve.Luego,muytarde,JacquelinedeBellefortentraprecipitadamenteenelcomedoraalmorzar.

»Sinembargo,notodomarchabien.PueslaseñoraOtterbournehavistoaJacqueline entrar en el camarote de Luisa Bourget. Y va inmediatamente acontárseloaSimon.Jacquelineeslaasesina.RecuerdencómogritóSimonalapobre mujer. Nervios, pensamos. Pero la puerta estaba abierta y él estabaprocurandocomunicarasucómplicelaexistenciadelpeligro.Ellaoyóyactuócomoelrelámpago.RecordóquePenningtonhabíahabladodeunrevólver.Seapoderódeél,seaproximóconsigiloa lapuerta,escuchó,yenelmomentocrítico,disparó.Sejactóunavezdequeeraunabuenatiradoraysujactancianoeravana.

»Observédespuésdeltercercrimenqueabríansetrescaminospordondeelasesinopudoescapar.Queríadecirquepudomarcharalapopa,encuyocasoTim Allerton era el criminal, o pudo haber saltado por el costado, muyimprobable,oentrarenuncamarote.ElcamarotedeJacquelineeraelsegundodespués del de Bessner. No tuvo más que tirar el revólver, meterse en elcamarote, arreglarse el cabello y echarse en la litera. Era arriesgado, peroconstituíalaúnicaposibilidaddesalirconbien.

Hubounsilencio,luegoRacepreguntó:

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—¿QuésucedióalaprimerabaladisparadaporlamuchachacontraDoyle?

—Creo que fue a aplastarse en la mesa. Hay allí un agujero hechorecientemente.CreoqueDoyletuvotiempodeextraerloconuncortaplumasyarrojarlo por la ventana. Tenía, desde luego, un cartucho de más, para quepareciesequenosehabíandisparadomásquedostiros.

—Pensabanentodo—dijoRace—.Eshorrible.

Poirot estaba silencioso. Pero no era un silencio modesto. Sus ojosparecíandecir:

«Seequivoca.NopensaronenHérculesPoirot».

Envozaltadijo:

—Yahora,doctor,iremosacharlarconsupaciente…

CAPITULO30

Mucho más tarde, aquella noche, Hércules llamó a la puerta de uncamarote. Una voz dijo: «Adelante», y el detective entró. Jacqueline deBellefort estaba sentada en una silla. En otra silla, arrimada a la pared,hallábasesentadalacorpulentacamarera.

LosojosdeJacquelineescrutaron,pensativos,aPoirot.Ellahizoungestohacialacamarera.

—¿Puedemarcharse?

Poirothizounaseñaconlacabezaalamujeryellasalió.

Acto seguido el detective arrimó una silla y tomó asiento cerca deJacqueline.Ningunodelosdoshabló.ElrostrodePoirotestabatriste.Alfinfuelamuchachaquienhablóprimero.

—Bien —dijo—. ¡Todo ha terminado! Fue usted demasiado hábil paranosotros,señorPoirot.

Poirotexhalóunsuspiro.Extendiólasmanos.Estabamudo.

—Detodosmodos—murmuróJacqueline,pensativamente—,noveoqueposea usted muchas pruebas. Desde luego, tenía usted razón, pero si lehubiésemosdespistado,engañado…

—Deningunaotramanera,mademoiselle,podíahabersucedido.

—Esoesbastantepruebaparauncerebrológico,peronocreoquehubieraconvencidoaunjurado.¡Oh!,bueno,yanohayremedio.Sorprendióusteda

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Simon y él mismo se descubrió. Perdió la cabeza el pobre corderito y loconfesótodo.Nosabeperder.

—Perousted,mademoiselle,sabeperder.

—Oh,sí,yoséperder—lemiró.Dijoimpulsivamente—:¡Nosemolestetanto,señorPoirot!Enloquemeatañe,quierodecir.Ustedseaturde,¿noescierto?

—Sí,mademoiselle.

—Pero¿noselehabríaocurridodejarmeescapar?

HérculesPoirotdijoquedamente:

—No.

Ellamoviólacabezaenseñaldeasentimiento.

—No,es inútil ser sentimental.Podríavolverloahacer…Yanosoyunapersonaqueofrezcaseguridad.Yomismalonoto…—continuómeditabunda—.Eshorriblementefácilmataralagente…Ysecomienzaapensarquenoimporta…Quesólounomismoesloquetieneimportancia.Estoespeligroso—hizounapausayagregóconunasonrisita—:Hizoustedcuantopudopormí. Aquella noche en Assuánme dijo que no abriesemi corazón al mal…¿Conocíaentoncesloqueyomeproponíarealizar?

Élmeneólacabeza.

—Yonosabíaqueloqueyodecíaeraverdad.

—Era verdad… Pude haberme detenido entonces. Ya lo intenté. PudehaberdichoaSimonquenoqueríacontinuar…Peroentoncesquizá…Bien.¿Legustaríasaberlahistoria?¿Desdeunprincipio?

—Sileplacecontármela,mademoiselle…

—Creoquequierocontársela.Todoeraenverdadbiensencillo.Simonyyonosamábamos…

—Yparausted,elamorhabríasidobastante,peronoparaél.

—Talvezpuedaustedexponerlodeesemodo.PeronocomprendedeltodoaSimon.Siemprehaquerido tenerdinero.Legustan todas las cosasque sepuedenadquirircondinero: loscaballosy losyates,yeldeporte,cosasmuybonitastodasellas.

»Detodosmodosnotratódecasarseconunamujerricayhorrible.Noeradeesaclasedehombres.Luegonosconocimosyesto,alparecer,arreglólascosas.Solamentequenopodíamosvercuándopodríamoscasarnos.Teníaunbuenempleo,peroloperdió.Enciertomodo,fueculpasuya.Tratódehacer

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alguna cosamuy viva con dinero y le descubrieron.No creo que realmentetuvieseelpropósitodeserdeshonesto.SencillamentepensóqueeraunacosaquelagentedelaCityhacía.

Untemblorpasóporelrostrodeloyente,peroguardósilencio.

—EntoncespenséenLinnetysunuevacasadecampo,yfuiaverla.Ustedsabe, señorPoirot,yoadorabaaLinnet.Eramimejoramigay jamás semeocurrióniensueñosquesurgieraalgunacosaentrenosotras.Penséqueteníamuchasuertedesertanrica.Podríavariarnuestrasituación,ladeSimonylamía,siledieseunempleo.YellaamablementemedijoquellevaseaSimon.Fue entonces cuando usted nos vio aquella noche en «Chez Ma Tante».Estábamos derrochando lamar de dinero, aunque no nos podíamos permitireselujo.

Lamuchachahizounapausayluego,enelmismotono,prosiguió:

—Loquevoyadecirahoraes laauténticaverdad, señorPoirot.AunqueLinnetestémuerta,noaltera laverdad.Poresono losientomuchoporella.EllasepropusoarrebatarmeamiSimon.¡Eslaverdad!Nocreoquevacilaseniunminuto.Yoerasuamiga,peroesoaellanoleimportaba.Simplemente,sechiflóporSimon.

»YaSimonno le importabani un cominoella.Lehablé austedmuchosobreelhechizo,lafascinación,peroporsupuesto,noeraverdad.ÉlnoqueríaaLinnet.Pensabaqueeramuyhermosa,perodominadora,yaborrecíaa lasmujeresdominadoras.Todoestoleembarazabamucho.Perolegustabalaideadesudinero.

»Desdeluego,yovieso…YfinalmentesugeríqueseríaunabuenaideasisedesembarazabademíysecasabaconLinnet.Peroélrechazólaidea.Dijoque,aunquecondinero,seríauninfiernoestarcasadoconella.Manifestóquesuideadetenerdineroeratenerloél,manejarloélynotenerunaesposaricaque fuese la dueña. “Yo sería una especie de Príncipe Consorte”, me dijo.Tambiéndeclaróquenoqueríaanadiemásqueamí…

»Meparecesabercuándoseleocurriólaidea.Undíamedijo:

»—Situviesesuertemecasaríaconella,yellamoriríaalcabodeunañoymedejaríalapasta.

»Entonces una expresión extraña apareció en sus ojos. Fue cuandoprimeramentepensóenello…

»Hablabamucho:deloconvenientequeseríasiLinnetmuriese.Dijequeeraunaideaterribleyentoncessecalló.Luego,undía,leencontréleyendouncapítulodedicadoalarsénico.Lereprochéyseechóareír.Medijo:“Elquenadaarriesga,nadatiene.Eslaúnicavezenmividaqueestarécercadeque

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llegueamipoderunabuenacantidaddedinero”.

Alcabodeunratocomprendíquesehabíadecidido,ymeespanté.¡Porquemedicuentadequejamásseríacapazdehacerloconéxito!Élestansimple,tan infantil… Carece de imaginación, desconoce las sutilidades.Probablementelehabríasuministradounadosisexcesivadearsénicoyhabríadichoaldoctorquemuriódeunagastritis.Siempreseimaginabaquelascosaslesaldríanbien.

»Asíyotuvequetomarparteenloshechos,paracuidarmedeél…

»Pensésincesar,conelobjetodeelaborarunplan.Meparecióquelabasedelaideadebíaserunaespeciedecoartadadoble.Oigabien:siSimonyyopudiésemos dar muestras de alguna manera de que nos aborrecíamos, esasmuestrasnossalvarían.SeríafácilparamífingirqueodiabaaSimon.Eraunacosa muy posible, dadas las circunstancias. Luego, si se mataba a Linnet,probablemente sospecharían de mí; en consecuencia, sería preferible quesospechasen seguidamente. Elaboramos los detalles poco a poco. Yo queríaqueenelcasodequeelplanfracasase,meculpasenamíynoaSimon.PeroSimonestabapreocupadopormí.

»Trazamos nuestro plan cuidadosamente. Aun así, Simon escribió una Jconsangre,locualfuemelodramático.Perosalióbien.

Poirotasintió:

—Sí, no fue culpa suya que Luisa Bourget no pudiera dormir aquellanoche…¿Ydespués,mademoiselle?

EllasostuvolamiradadePoirot.

—Sí—dijo—.Eshorrible,¿noesverdad?¡Nopuedocreerqueyolohice!Ahora sé lo que usted quería decir con abrir el corazón al demonio…Sabeustedperfectamenteloqueacaeció.LuisamanifestóaSimonqueellaestabaenterada. Simon consiguió que usted me llevase a él. Tan pronto comoestuvimossolos,mecontólosucedido.Medijoloqueyoteníaquehacer.Nisiquiera me horroricé. Me asusté tanto… Eso es lo que hace el crimen…Simon y yo estábamos seguros, completamente seguros, de no ser por esamiserable chantajista francesa. Cogí todo el dinero que pude. Fingí quemesometía. ¡Y cuando ella contaba el dinero, lo hice! Fue muy fácil, tanhorrorosamentefácil…

»Aun entonces no estábamos seguros. La señora Otterbourne me habíavisto.Salióalacubiertaconairedetriunfo,buscándolesaustedyalcoronel.Notuvetiempoparapensar.Obrécomounrelámpago.Eracasiemocionante.Sabíaqueeracuestióndevidaomuerteaquellavez.

Hizounapausadenuevo.

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—¿Recuerda cuando entró usted en mi camarote después? Dijo que nosabíaporquéhabíaido.Yoestabaaterrada.PenséqueSimonibaamorir…

—Yyoloesperaba—dijoPoirot.

Jacquelineasintió.

—Sí,habríasidomejorparaél.

—Ésenoesmipensamiento.

Jacquelinemirólaseveridaddelrostrodeldetective.Dijosuavemente:

—No se preocupe por mí, señor Poirot. Después de todo, he vividosufriendo siempre. Si hubiéramos triunfado, yo habría sido feliz y habríadisfrutado de la vida, y es probable que nuncame hubiera arrepentido. Talcomoes…Bien—añadió—,hayqueenfrentarseconlahorriblerealidad.

»Supongo que la camarera está ami servicio para cuidar de que nomeahorque o ingiera alguna cápsulamilagrosa de ácido prúsico, como siemprehacelagenteenloslibros.Notengamiedo.Noharétalcosa.SerámásfácilparaSimonsiyocontinúoasulado.

Poirot se incorporó. Jacqueline se alzó también. Dijo con una súbitasonrisa:

—¿Recuerdacuandoledijequeyoteníaqueseguirmiestrella?Dijoustedquepodíaserunaestrellafalsa,yyorepliqué:«Esaestrellamala,esaestrellacaerá».Yonolodudaba.

Poirotsalióalacubiertaconlarisadelamuchacharetumbandoaúnensusoídos.

CAPÍTULO31

AmanecíacuandoentrabanenShellal.Lasrocasdescendíanalaorilladelagua.Poirotmurmuró:

—Quelpayssauvage…!

—Bien—dijoRace—;hemos terminadonuestra labor.Hedispuestoquedesembarquen primero. Me alegro de haberle atrapado. Es un sujetoescurridizo.Senoshaescabullidodocenasdeveces.—Continuó—:HemosdebuscarunacamillaparaDoyle.Esextraordinariocómosehadesmoralizado.

—No tan extraordinario—dijo Poirot—.Ese tipo infantil de criminal eshabitualmente muy vano. ¡Una vez que se le pincha la burbuja de su

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presunciónsedesvanece!

—Merece lahorca—dijoRace—.Esunbribóndesangrefría.Losientoporlamuchacha,peronosepuedehacernada.

Poirotmeneólacabeza.

—Lagentedicequeelamorlojustificatodo,peroesonoescierto…

CorneliaRobsonseaproximóaPoirot.

—¡Oh!—dijo—.Yaestamosllegando.—Hizounapausayagregó—:Heestadoconella.

—¿ConlaseñoritadeBellefort?

—Me pareció que era terrible que estuviese encerrada con aquellacamarera.PrimaMaríaestámuyenojada.

LaseñoritaVanSchuylerdescendíalentamenteporlacubiertaendirecciónaellos.Susojoscentelleabandefuria.

—¡Cornelia!—bufó—, te has portado de unamanera atroz. Temandaréahoramismoacasa.

Corneliacontuvoelaliento.

—Losiento,primaMaría,peroyonomevoyacasa.Voyacasarme.

Fergusonseaproximóviniendodelrincóndelacubiertaydijo:

—¿Quéesloqueoigo,Cornelia?¡Noesverdad!

—Esverdad—dijoCornelia—.VoyacasarmeconeldoctorBessner.Élmelopidióanoche.

—¿Y por qué se casa con él? —preguntó Ferguson, furioso—.¿Simplementeporqueesrico?

—¡No!—replicóCornelia, indignada—.Megusta.Esbondadosoymuysabio.Ysiempremehe interesadopor losenfermosy lasclínicas.Y llevaréunavidamaravillosaconél.

Ellasealejó.FergusondijoaPoirot:

—¿Creeustedquehablaenserio?

—Ciertamente.

—Esamuchachaestáloca—dijoFerguson.

LosojosdePoirotchispearon.

—Esunamujerdeespírituoriginal—dijo—.Probablementeeslaprimeravezqueustedhaconocidounamujerasí.

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Elbarcoatracó.Uncordónsehabíaformadoentornodelospasajeros.Selesdijoqueesperasenantesdedesembarcar.

Richetti, moreno y ceñudo, fue conducido a tierra por dos maquinistas.Luego,trasciertoretraso,trajeronunacamilla.SimonDoylefuellevadoporlacubiertaalapasarela.

Parecíaotrohombredistinto,asustado,receloso,desaparecidotodosuairedemuchacho.

JacquelinedeBellefort lesiguió.Unacamareracaminabaal ladodeella.Estabapálida,perofueradeestoteníaelmismoaspectoquedeordinario.Seaproximóalacamilla.

—Hola,Simon—dijo.

Élalzólavistarápidamente.Elviejoairedemuchachovolvióasurostroduranteunmomento.

—Loestropeétodo—dijo—.¡Perdílacabezayloconfesétodo!Losiento,Jacqueline.Tehevendido.

Ellasonrió.

—Noimporta,Simon—dijo—.Eraunjuegodeneciosyhemosperdido.Esoestodo.

Seapartóaunlado.Elcamilleroalzólospalosdelacamilla.

Jacquelineseinclinóyseatóelcordóndelzapato.Luegosumanofuealapartesuperiordesumediayseenderezóconalgoenlamano.

Hubounestampido.

SimonDoyleseestremecióconvulsivamenteyluegosequedóquieto.

Jacqueline de Bellefort asintió con la cabeza. Permaneció un segundopistolaenmano.DirigióaPoirotunasonrisafugaz.Luego,cuandoRacesaltóhaciadelante,ellasevolvióelrelucientejuguetecontrasucorazónyapretóelpercutor.

Sedesplomóhechaunovillo.

Racegritó:

—¿Dedóndediablossacóesapistola?

Poirotnotóunamanoensubrazo.LaseñoraAllertondijosuavemente:

—¿Ustedlosabía?

Élasintió.

—Ella tenía un par de pistolas. Me di cuenta cuando oí que habían

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encontrado una en el bolso de Rosalía Otterbourne el día del registro.Jacqueline estaba sentada en lamismamesaque ella.Cuando se percatódeque iba a efectuarse un registro, lametió en el bolso de la otramuchacha.DespuésfuealcamarotedeRosalíaylarecuperóluegodedistraersuatencióncon una comparación de barritas para los labios. Como ella y su camarotehabíansidoregistradosayer,nosecreyónecesariohacerlodenuevo.

LaseñoraAllertondijo:

—¿Queríaustedqueellahicieseloquehahecho?

—Sí. Pero no quiso suicidarse sola. Por esoSimonDoyle ha tenido unamuertemásdulcedeloquesemerecía.

LaseñoraAllertonseestremeció.

—Elamorpuedeserunacosaespantosa.

—Poresolamayoríadelasgrandeshistoriasdeamorsontragedias.

LosojosdelaseñoraAllertonseposaronsobreTimyRosalía,queestabandepiealsol,ydijoconvozsúbitayapasionada:

—PerograciasaDios,hayfelicidadenelmundo.

—Comousteddice,madame,demosgraciasaDiosporello.

FIN