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Kandinsky y la Historia: hacia una Nueva Ornamentación1.1. La Gran Guerra Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Kandinsky debe dejar Múnich para volver a Rusia. En ese instante la ciudad bávara era el centro de la vida intelectual no universitaria del país, y bullía en rebeldía artística y cultural. Junto con August Macke o Paul Klee, Kandinsky se había convertido en uno de los abanderados del expresionismo. Stefan George y su círculo de poetas jóvenes habían llevado el renacimiento nietzscheano a los cafés y restaurantes de Múnich, mientras que otro residente nietzscheano, Thomas Mann, acababa de concluir Muerte en Venecia. El clima cultural estaba marcado por el pesimismo histórico de finales de siglo , y con él una consecuente voluntad de comenzar de cero. En líneas generales, la situación espiritualhacia los inicios de la guerra podría resumirse en las palabras de Hugo Ball en su conferencia sobre Kandinsky: Un mundo se colapsó. No hay más pilares ni apoyos, ningún fundamento que no fuera resquebrajado. Las iglesias se han vuelto castillos en el aire. Las convicciones, prejuiciosEl sentido del mundo desapareció. La finalidad del mundo en consideración al Ser elevadísimo que lo mantenía reunido, desapareció. El caos irrumpió. El tumulto irrumpió. 1 El anuncio de la guerra llegó como la ansiada solución a la profunda crisis y el malestar entre los intelectuales. 2 Un segmento importante de la población, en particular los más jóvenes, acogieron la guerra como una aventura, como un camino hacia el cambio que produjera la renovación en todos los ámbitos de la vida. Se aceptaba la situación desastrosa que provocaría la guerra como la condición necesaria para un nuevo comienzo. Kandinsky, que al igual que Van de Velde había pasado a ser un extranjero enemigo”, admitía que la 1 «Kandinsky», Conferencia pronunciada en la Galería Dadá, Zúrich, 7 de abril de 1917; en Hugo Ball, Der Künstler und die Zeitkrankheit, Suhrkamp Verlag, Fráncfort del Meno, 1984, p. 41. El autor alude a la última parte del Ecce Homo de Nietzsche, «Por qué soy yo un destino». Cfr. Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se es, Alianza, Madrid, 2005, pp. 135-136. 2 Sobre este tema existe abundante bibliografía. Véase por ejemplo, Roland N. Stromberg, Redemption by War. The Intellectuals and 1914, Regents Press of Kansas, Lawrence, 1982; Modris Ekstein, Rites of Spring: The Great War and the Birth of the Modern Age, Houghton Mifflin, Boston, 1989.

Muerte en Venecia

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Dead in Venice

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Page 1: Muerte en Venecia

Kandinsky y la Historia: hacia una “Nueva Ornamentación”

1.1. La Gran Guerra

Con el estallido de la Primera Guerra Mundial, Kandinsky debe dejar Múnich para

volver a Rusia. En ese instante la ciudad bávara era el centro de la vida intelectual no

universitaria del país, y bullía en rebeldía artística y cultural. Junto con August Macke o

Paul Klee, Kandinsky se había convertido en uno de los abanderados del expresionismo.

Stefan George y su círculo de poetas jóvenes habían llevado el renacimiento nietzscheano a

los cafés y restaurantes de Múnich, mientras que otro residente nietzscheano, Thomas

Mann, acababa de concluir Muerte en Venecia.

El clima cultural estaba marcado por el pesimismo histórico de finales de siglo, y

con él una consecuente voluntad de comenzar de cero. En líneas generales, la “situación

espiritual” hacia los inicios de la guerra podría resumirse en las palabras de Hugo Ball en su

conferencia sobre Kandinsky:

Un mundo se colapsó. No hay más pilares ni apoyos, ningún fundamento que no fuera

resquebrajado. Las iglesias se han vuelto castillos en el aire. Las convicciones, prejuicios… El

sentido del mundo desapareció. La finalidad del mundo en consideración al Ser elevadísimo

que lo mantenía reunido, desapareció. El caos irrumpió. El tumulto irrumpió.1

El anuncio de la guerra llegó como la ansiada solución a la profunda crisis y el

malestar entre los intelectuales.2 Un segmento importante de la población, en particular los

más jóvenes, acogieron la guerra como una aventura, como un camino hacia el cambio que

produjera la renovación en todos los ámbitos de la vida. Se aceptaba la situación desastrosa

que provocaría la guerra como la condición necesaria para un nuevo comienzo. Kandinsky,

que al igual que Van de Velde había pasado a ser un “extranjero enemigo”, admitía que la

1 «Kandinsky», Conferencia pronunciada en la Galería Dadá, Zúrich, 7 de abril de 1917; en Hugo Ball, Der

Künstler und die Zeitkrankheit, Suhrkamp Verlag, Fráncfort del Meno, 1984, p. 41. El autor alude a la última

parte del Ecce Homo de Nietzsche, «Por qué soy yo un destino». Cfr. Ecce homo. Cómo se llega a ser lo que se

es, Alianza, Madrid, 2005, pp. 135-136. 2 Sobre este tema existe abundante bibliografía. Véase por ejemplo, Roland N. Stromberg, Redemption by War.

The Intellectuals and 1914, Regents Press of Kansas, Lawrence, 1982; Modris Ekstein, Rites of Spring: The

Great War and the Birth of the Modern Age, Houghton Mifflin, Boston, 1989.

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guerra le había “arrancado de un sueño”, y se mantuvo apartado del entusiasmo de

sus contemporáneos. No obstante, en las cartas y escritos de aquellos días puede entreverse

la esperanza de que la destrucción abriese camino a una purificada “comunidad”

[Verbrüderung] en la que pudiera darse “un florecimiento similar en las artes”.3 A ojos del

artista ruso lo que acababa de iniciar iba más allá de los resultados materialmente nefastos

del conflicto: daba comienzo un momento de ruptura determinante, representado como la

“disputa entre dos mundos –la época, casi finalizada, del siglo XIX, y la que llamamos

Futuro”.4

Este marcado idealismo se manifiesta en obras como “Composición VII” (1913), en la que

el espacio se ha llenado de colores y formas disonantes. Una red de líneas, luces y

elementos orgánicos forman ahora la imagen en el lienzo, que ha dejado de ser una ventana

a la que asomarse. Las confluencias originan un ámbito impreciso, con partes “bo

3 Carta a Paul Klee, 10 de septiembre de 1914, «Some letters form Kandinsky to Klee», en Homage to Wassily

Kandinsky, Leon Amiel, Nueva York, 1975, p. 131. Citado en Clark Poling, «Kandinsky: Russian and Bauhaus

years, 1915-1933», en Kandinsky: Russian and Bauhaus years, 1915-1933, Guggenheim Museum, The

Solomon R. Guggenheim Foundation, Nueva York, 1983, p. 14. 4 Carta a Franz Marc, 8 de noviembre de 1914; Citado en Frank Whitford, Kandinsky. Watercolours and other

Works on Paper, Thames & Hudson, Londres y Nueva York, 1999, p. 54. Sobre la evidente cercanía con el

lenguaje de Nietzsche en su tono profético, véase Christopher Short, «An Examination of the Relations of the

Philosophy of Friedrich Nietzsche to the Theme of the Apocalypse in Wassily Kandinsky's Texts and Images »,

en Jeffrey Morrison, Florian Krobb (eds.), Text into image, image into text: proceedings of the interdisciplinary

bicentenary conference held at St. Patrick's College, Maynooth, Rodopi, Amsterdam, 1997, pp. 119-126.

Wassily Kandinsky, Composición VII, óleo sobre lienzo, 1913. Galería

Tretiakov, Moscú.