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NOTA: artículo en proceso de revisión para su publicación en
el Interational Journal of Collaborative Practices
Mujeres en diálogo y Mujeres escucha: Experiencias del
trabajo con comunidades
Irma Rodríguez J
México D.F, México
María Carolina Nensthiel O
Bogotá, Colombia
Resumen
Este artículo es una descripción del trabajo colaborativo con mujeres
realizado en dos comunidades de nivel socio económico bajo en la
Ciudad de México y en Bogotá. Compartimos con ustedes los
aprendizajes, dilemas y reflexiones de estas experiencias locales que
abren caminos hacia la transformación polifónica de contextos
comunitarios.
Palabras Clave
Mujeres, Comunidades, Diálogo, Escucha, Enfoque Colaborativo
Este artículo1 describe las experiencias de „Mujeres en diálogo’ y
‘Mujeres escucha’, dos espacios que han nacido del trabajo con
comunidades de mujeres basados en conversaciones dialógicas y
prácticas colaborativas. Las dinámicas generadas en dichos espacios
contribuyen tanto para generar procesos de equidad como para
1Este artículo es una respuesta a la invitación de Harlene Anderson para compartir los
desarrollos locales del Enfoque Colaborativo en contextos comunitarios.
Agradecemos a Sylvia London por sus valiosos comentarios para organizar la
estructura del texto.
2
transformar las relaciones de las mujeres y las comunidades en las que
viven.
En el encuentro con los otros, solemos escuchar diálogos que nos
resuenan con aquello que hacemos. Estas conversaciones son como voces
que nos invitan a sorprendernos de lo que consideramos conocido y
rutinario. Estos encuentros hacen posible aquello que Hans-Georg
Gadamer (1977) llama “lo no dicho” y suceden cuando el otro reconoce,
entre las palabras de las decripciones que hacemos, lo novedoso de
nuestro quehacer cotidiano.
Principios que guían nuestro trabajo con comunidades
La filosofía y metodología que orientan nuestras prácticas se sustenta en
lo que Harlene Anderson (1997, 2007) llama „postura filosófica‟, la cual
se refiere a una forma de ser y estar en el mundo y con los otros. Dicha
postura filosófica no hace una distinción entre lo profesional y lo
personal. Dentro del marco de lo comunitario2 las personas de la
comunidad (el cliente) y el facilitador (el terapeuta) se convierten en
socios conversacionales, donde el diálogo se genera a través de una
indagación mutua y compartida caracterizada por la conexión, la
colaboración y la construcción. Desde esta postura se reconoce a las
personas como expertas en sus vidas y, al facilitador, como un aprendiz
de la vida del otro. El terapeuta se convierte entonces en un especialista
en crear cierto tipo de procesos y posibilidades para conversar.
Dentro de esta postura se encuentra la propuesta de „No conocer‟, la cual
nos informa de la conducta del facilitador y representa la manera como
2Dadas las características del contexto de nuestras conversaciones comunitarias
hemos sustituido el concepto de cliente por el de personas de la comunidad y el
concepto de terapeuta por el de facilitador.
3
éste se relaciona con su experiencia, sus conocimientos, y la intención
con la que los comparte. La postura de „No conocer‟ requiere ir más allá
de lo que se sabe o se cree saber, para encontrar un espacio compartido
donde el „conocimiento‟ que se crea a través del intercambio dialógico
sea relevante para los participantes. „No conocer‟ no se refiere a no saber
nada, ni a ignorar, ni a olvidar, ni a no querer compartir, se refiere a no
dar por hecho que ya se sabe o ya se comprende acerca de la experiencia
del otro.
Igualmente, el „Ser público‟ se refiere al compromiso y a la actividad de
no operar desde ideas, pensamientos, opiniones o preguntas privadas o
escondidas; sino de ser abierto y visible, dejándole saber al otro, y
revisando con él, desde dónde se dice lo que se dice o se pregunta lo que
se pregunta y compartiendo así las reflexiones y pensamientos internos.
La transformación mutua es inherente al intercambio lingüístico. En este
diálogo basado en relaciones colaborativas y conversaciones dialógicas
cada persona influye y es influida por la otra, ambas están en un proceso
dinámico y transformador de su vida cotidiana. En este tipo de encuentros
la relación entre el facilitador y las personas de la comunidad se vuelve
más horizontal e incluyente. Los problemas no se categorizan como tales
sino como situaciones de la vida cotidiana que cada uno es capaz de
enfrentar y resolver.
‘Mujeres en diálogo’: Conversaciones con mujeres de una
comunidad en la Ciudad de México
Irma Rodríguez (Ñeca)
El interés por el bienestar de la comunidad conjuntó a un grupo de
mujeres a fundar en el 2001 el Centro de Atención a la Comunidad de
4
Palo Solo IAP (CAC)3, con sede en La Casa de los Niños de Palo Solo
I.A.P. Se trata de una escuela que está ubicada en un área suburbana de la
Ciudad de México, y que fue fundada hace treinta años con la finalidad
de llevar la Educación Montessori a niños de bajo nivel socio-económico.
La misión del CAC es la de ofrecer servicios de excelencia en
psicoterapia y consultoría enfocados a acceder a los recursos y fortalezas
de las personas para que puedan enfrentar y resolver sus problemas
cotidianos de una manera digna, útil y acorde a su contexto. A diferencia
de las formas tradicionales de ofrecer servicios y generar relaciones en el
ámbito de las instituciones de asistencia privada en México, las ideas de
Harlene Anderson (1997) acerca del diálogo y la colaboración nos han
permitido generar en el CAC formas incluyentes y creativas de relación
con las personas y su comunidad.
El CAC da servicio a los padres y niños de la Escuela y a los miembros
de la comunidad y ofrece los siguientes servicios: 1) Psicoterapia para
familias, individuos y niños, y terapia de aprendizaje y de lenguaje; 2)
Consultoría al personal de la escuela; 3) Proyectos especiales para la
comunidad; 4) Entrenamiento teórico-clínico para alumnos del Grupo
Campos Elíseos4; y 5) Proyecto „Mujeres en diálogo‟.
3 Las fundadoras del Centro de Atención a la Comunidad de Palo Solo (CAC) son
Julieta Rivera Rio e Irma Rodríguez, también Directora del CAC. La Casa de los
Niños de Palo Solo fue fundada por Julieta Rivera Rio. 4 El Grupo Campos Elíseos es un centro de entrenamiento en psicoterapia, supervisión
clínica y consultoría en la Ciudad de México, afiliado al Houston Galveston Institute: http://www.grupocamposeliseos.com
5
Origen del proyecto ‘Mujeres en diálogo’
La historia comienza en el 2002 cuando un grupo de voluntarios ofreció a
la Casa de los Niños y al CAC dar una serie de pláticas para padres bajo
la idea de „Escuela para padres‟. Para evaluar el impacto de estas pláticas
se hicieron dos encuestas, una al inicio para identificar los temas de
interés y organizar a partir de ellos las conferencias, y otra al final para
evaluar la utilidad del proyecto. Los resultados de la última encuesta nos
informaron que, si bien los temas presentados habían correspondido a los
intereses de los participantes, el estilo frontal de las presentaciones y la
posición jerárquica de los ponentes no habían invitado a la participación.
Esta experiencia se convirtió en una oportunidad para reflexionar sobre
los dilemas éticos y profesionales que generan el tipo de situaciones en
las que los diseños conversacionales son unidireccionales, privilegian la
voz del experto, y se da más poder y espacio al conocimiento teórico que
a la experiencia local.
Esto nos llevó a plantearnos una serie de preguntas:
¿Cuál es el papel del experto?
¿A qué tipo de conversaciones y relaciones invita un experto?
¿Qué sensaciones y experiencias generan en los participantes las
presentaciones unidireccionales y univocales?
¿Qué cabida tienen la experiencia personal y los conocimientos
locales en estos encuentros?
¿Cuál es el papel del facilitador?
¿Qué lugar ocupan las voces de los participantes en estos espacios?
¿Qué conexiones y relaciones se generan entre los participantes?
6
¿Qué tipo de aprendizajes surgen de este tipo de encuentros?
¿Qué pasa con el interés de las personas al participar en este tipo
de proyectos?
Posteriormente, nuestras preguntas nos llevaron a las siguientes
reflexiones:
El trabajo comunitario se realiza „con‟ el otro y no „para‟ el otro. Al
enfatizar el con, John Shotter y Tom Andersen, citados por Harlene
Anderson y Diane Gehart (2007), resaltan los aspectos relacionales y
dialógicos en el encuentro con el otro, lo que nos permite alejarnos de los
discursos y relaciones jerárquicos que pretenden hacer algo por o para
los demás.
De ese modo, los principios que ahora informan nuestro trabajo con esta
comunidad surgieron a partir de los comentarios de los mismos padres de
familia:
a. Aspirar a una posición de horizontalidad, tanto en la participación
como en la importancia que tienen las personas y sus ideas.
b. Reconocer, fomentar y apreciar los recursos y fortalezas de cada
uno de los participantes.
c. Valorar las voces y las ideas de cada uno de los participantes,
incluyendo la del facilitador.
d. Invitar a los miembros de la comunidad a la creación conjunta de
espacios donde se fomenten conversaciones dialógicas y relaciones
colaborativas.
7
El espacio ‘Mujeres en diálogo’
Gracias a las inquietudes de los participantes a estos cursos y su
incomodidad con la jerarquía y con las posturas del „experto‟,
convocamos a un nuevo grupo para que a través del diálogo pudiéramos
diseñar un espacio que respondiera a sus necesidades. El diseño
compartido del espacio y las reuniones se convirtieron en el proyecto que
ahora llamamos Mujeres en diálogo. Se trata de un espacio
conversacional, confidencial y seguro al que se invita a las mujeres a
asistir una vez a la semana para dialogar acerca de sus dilemas como
madres, como esposas, como mujeres, etc. Al grupo asiste un promedio
de quince mujeres.
Con el objeto de facilitar procesos de grupo dialógicos y colaborativos
hemos propuesto la siguiente metodología de trabajo que se revisa en
cada una de las reuniones:
1. Identificar las expectativas, los deseos y las necesidades de las
participantes para diseñar procesos conversacionales y reflexivos
acordes.
2. Crear lineamientos de funcionamiento con la finalidad de fomentar
un ambiente de confianza y seguridad para cada una de las
participantes.
3. Ofrecer espacios conversacionales para obtener retroalimentación
tanto de los procesos como de los contenidos, y así mantener un
diseño compartido a lo largo de las reuniones.
8
A continuación compartimos algunas de la experiencias del trabajo con
las „Mujeres en diálogo‟, que ejemplifican el tipo de relaciones y
conversaciones que se generaron.
La creación de un espacio conversacional seguro: ser o no ser experto
En la primera reunión se invitó a los miembros del grupo a contestar y
reflexionar sobre las siguientes preguntas:
¿Cuáles son tus expectativas, necesidades y deseos?
¿Por qué crees que este grupo necesita lineamientos de
convivencia?
¿Cuáles serían los lineamientos de convivencia de este grupo?
Las respuestas y las reflexiones de los participantes permitieron conversar
acerca de los lineamientos necesarios para generar confianza y
participación en el grupo. Estas ideas se convirtieron en un „acuerdo de
convivencia‟. Las participantes del grupo comentaron la importancia que
tuvo para ellas el cuidado y el tiempo que se dedicó a alcanzar este
acuerdo. Además de revisitar los lineamientos, cada reunión creó un
espacio seguro que les permitió hablar con la confianza de saber que sus
ideas o preguntas iban a ser confidenciales, respetadas y escuchadas sin
juicios. Además, el acuerdo representaba todas las voces e inquietudes de
las participantes, de manera que generaba un mayor compromiso,
pertenencia y responsabilidad en el cumplimiento de los acuerdos en pos
del bienestar común.
9
Las preguntas como eje organizador del diálogo: Preguntas, preguntas y
más preguntas
En algunas ocasiones, las reuniones se organizan alrededor de una
pregunta o dilema que plantean las participantes. Una mañana, sentadas
en círculo, conversábamos cómodamente y mientras tomábamos café,
surgieron algunas preguntas como: ¿Qué diferencia hay entre la casa y la
escuela? ¿Por qué los niños le hacen caso a las guías y no le hacen caso a
su mamá?
A raíz de estas preguntas surgieron varias posibilidades para encontrar
más opciones. Se propuso la idea de invitar al grupo a las guías5 y a la
directora de la escuela para que compartieran con las mujeres algunas de
sus ideas y experiencias en relación a este tema. Así fue como las guías y
la directora visitaron el grupo de mujeres y se organizaron una serie de
conversaciones donde tanto guías como mamás pudieron reflexionar
juntas acerca de los dilemas en cuestión. Como resultado de las visitas se
planteó la tarea de que cada mamá revisara las condiciones particulares
de su casa y su familia y encontrara formas de aplicar las ideas
escuchadas, de acuerdo a su contexto, creencias y valores. En las
siguientes reuniones cada mamá presentó su proyecto familiar, que fue el
resultado de un análisis pesonal de las características de sus familias, de
las ideas de las otras mujeres, de las guías y de la directora. Esta
pregunta, como cualquier otro dilema que presentan los miembros del
grupo, es una oportunidad para dialogar consigo mismas y con las demás
y así crear nuevas posibilidades en el manejo de sus vidas.
5En el Sistema Montessori se llaman “guías” a las maestras.
10
De ahí surgieron diversos espacios dialógicos, de entre los cuales, uno
que sirve para ejemplificar nuestro proyecto „Mujeres en diálogo‟ es
aquél acerca del Día de Muertos.
Actos de Creación
La celebración del Dia de Muertos, es el resultado de un sincretismo de
las costumbres prehispánicas y cristianas. De acuedo a las culturas
prehispánica cuando alguien muere su espíritu vive placidamente en el
Mictlán. La costubre designa un día (Santos difuntos, cristiano) en el que
los espiritus regresan a su antiguo hogar a visitar a sus familiares. Este
ritual se materializa en la creación de un altar-ofrenda que obsequia a los
espiritus con su comida preferida, con agua, sal, pan de muertos,
calaveras de azucar, flores, velas y papel picado.6
En la creación de este altar-ofrenda se lleva a cabo un proceso polifónico
de colaboración, creación, respeto a la identidad. En el momento en el
que cada una de las „Mujeres en diálogo‟ coloca un elemento en el altar-
ofrenda suceden dos cosas, una, se hace presente la experiencia de sus
tradiciones familiares y la segunda, al dar voz a estas historias, se pone de
manifiesto lo particular de la interpretación de los relatos familiares. Al
compartir estas experiencias e historias se hace presente lo único y
particular de la vida de cada una de ellas y se abre la posibilidad de
ampliar y enriquecer las experiencias de las demás generando un nuevo
conocimiento local.
Reflexiones de las ‘Mujeres en diálogo’
6 Día de Muertos en México, a través de los Ojos del Alma-Michoacan- por Eduardo Merlo Juárez
(arqueologo mexicano) www.diademuertos.com/tradicion.html
11
La mejor forma de describir este proyecto es a través de las voces de las
mujeres. Por ello, ofrecemos a continuación algunos de sus testimonios:
Cuando entré estaba tensa, no hablaba. Ahora me puedo
expresar más. Estaba hundida, ahora me asomo, he cambiado,
soy más fuerte, me valoro más y me siento capaz de hacer
muchas cosas.
Al principio, cuando venía a las pláticas me daba flojera. La
primera vez me pareció muy lento, muy desmenuzado, me
costaba trabajo pensar. Ahora me surgen dudas y pienso que
tengo que ir y preguntar. Las dudas las resuelvo con la
experiencia de las demás.
El aprendizaje ha sido como un camino. Con mis hijos, ahora
los ayudo, les pido y me detengo para preguntar no para
mandar y para quitarme dudas… Mi esposo y yo ahora
cooperamos, hablamos, platicamos, pedimos las cosas de otra
manera.
Ahora soy una mamá menos autoritaria, más paciente, más
tranquila, menos peleonera. No estoy tan encerrada en mí
misma, estoy más despejada y tolerante conmigo. Siento más
confianza porque tengo la certeza de que no van a platicar mis
problemas, ni me van a criticar.
[El grupo] Me ha ayudado al contar mis experiencias y al
escuchar a las demás nos ayudamos, me enriquece, salgo de
aquí contenta, segura. Si algo me genera tensión, le echo más
ganas, siento que tengo derecho a equivocarme, a estar bien.
Era más impaciente porque no entendía cómo ser más
tolerante. No es lo mismo saber que practicar, aprendí a ser
más humilde.
12
En „Mujeres en diálogo‟ hemos respondido y seguiremos reflexionando
en torno a la pregunta de Harlene Anderson acerca de cómo pueden las
personas invitar al tipo de relaciones y conversaciones que permiten a
todos los participantes acceder a su creatividad y así desarrollar
posibilidades donde parecían no existir.
‘Mujeres escucha’ y ‘Lugares de escucha’: un desafío a la tradición
clínica en Bogotá
María Carolina Nensthiel O.
El proyecto „Mujeres escucha‟ surgió de los retos que enfrentamos
durante el acompañamiento a organizaciones comunitarias que ofrecemos
en Astrolabias7, en la ciudad de Bogotá. Dentro de nuestros principales
retos se encontraron, por un lado, la forma en que la violencia se ha
legitimado y normalizado en la vida cotidiana de las familias y, por el
otro, la creencia de que la violencia sólo puede ser tratada por
profesionales y expertos.
En el año 2005, las mujeres de una organización comunitaria se acercaron
a Astrolabias con la solicitud de generar condiciones para crear
consultorios terapéuticos en barrios de sectores populares, con el fin de
atender casos de violencia. Como filosofía de trabajo, respondimos desde
la postura de „No conocer‟ planteada por Harlene Anderson (1997). A
través del diálogo fuimos pensando junto con las mujeres de la
organización comunitaria, aprendiendo con ellas, tratando de entender sus 7 María Lucia Rappaci, Marcela Rodríguez y María Carolina Nensthiel somos un trío
de amigas que desde el año 2005 nombramos Astrolabias a nuestro equipo de trabajo
en el que compartimos el compromiso de acompañar procesos de organizaciones
sociales en la búsqueda de recursos personales y colectivos que generen escenarios de
bienestar de acuerdo a sus propios intereses y necesidades.
13
preocupaciones, puntos de vista y expectativas acerca de lo que
podríamos hacer juntas, y apoyando el proyecto de prevención de
violencia que ellas estaban diseñando. Así, pues, nos preguntamos ¿cómo
podíamos potenciar el trabajo cotidiano de esta organización comunitaria
de mujeres para contribuir en la transformación de relaciones violentas en
las familias?
Educadoras comunitarias de FUNDAC
La Fundación de Apoyo Comunitario [FUNDAC] fue conformada hace
25 años por mujeres de sectores populares de Bogotá, las cuales se
organizaron para desarrollar una propuesta de atención a la infancia en
sus barrios. Con la ayuda del presupuesto público y de algunas agencias
de cooperación internacional, crearon Jardines Infantiles Comunitarios
[JIC], los cuales se convirtieron en una alternativa de cuidado y
protección durante la jornada laboral de las madres para niños y niñas de
los barrios cuyas familias viven en condiciones de extrema pobreza. En
sus inicios, la mayoría de las mujeres que atendían los JIC no eran
profesionales, pero con el paso del tiempo fueron cualificando su labor.
Muchas de ellas participaron en programas de capacitación y llegaron a
constituirse como una organización social de base, hoy conocidas como
„educadoras comunitarias‟.
En este contexto, y durante seis años, construimos junto con las
educadoras comunitarias un proyecto de atención y prevención de la
violencia hacia las mujeres. Este proyecto además ofrece atención a niñas
y niños que asisten a los JIC, así como atención a otros miembros de la
comunidad.
14
Nuestro proyecto incluye dos propuestas principales:
‘Lugares de escucha’. El cual ofrece espacios conversacionales
que se generan dentro los JIC, con el fin de movilizar los recursos
de las familias de los niños/as cuando aparecen situaciones de
maltrato y/o violencia en sus relaciones. Los „lugares de escucha‟
facilitan la comprensión conjunta de estas realidades entre
educadoras comunitarias y padres y madres de familia. En este
sentido, los „lugares de escucha‟ representan el primer foco de
atención local antes de recurrir a medidas clínicas, policíacas y/o
judiciales. Son reconocidos como puntos de atención a la
población que vive en los barrios donde están ubicados los JIC.
Cualquier educadora de FUNDAC o miembro de la comunidad
puede invitar a un padre/madre al „lugar de escucha‟. Allí, el
objetivo de la conversación consiste en que emerjan los desafíos
que exige el ser papá o mamá. Actualmente existen diez „lugares
de escucha‟ en Bogotá.
‘Mujeres escucha’. Este proyecto está conformado por las mismas
educadoras comunitarias de los JIC, que han desarrollado
habilidades para facilitar conversaciones dialógicas y relaciones de
colaboración. En un tiempo extra o complementario a su labor
educativa con los niños y niñas en el jardín, ellas generan este tipo
de diálogo con las familias. Pensando durante un taller de
Astrolabias acerca de cómo podríamos definir a la „mujer
escucha‟8, optamos por preguntarle al mismo grupo de mujeres:
¿Cuáles son los nombres que le darían a lo que están siendo y
8 Carmen Palacios, educadora comunitaria, miembro del equipo coordinador del
proyecto de prevención, dice: “yo creo que la „mujer escucha‟ nace porque nos damos
cuenta de que la denuncia no es la primera opción, ni las más certera”.
15
haciendo cuando escuchan historias de maltrato? Desde la voz de
cada una de ellas, durante este taller en el que conversábamos
sobre las habilidades desarrolladas durante el proceso, definieron
su papel de las siguientes formas:
La mujer escucha
Piensa para hacer las cosas, es reflexiva.
Escucha activamente (hace preguntas que salen de adentro de la conversación).
Asume una postura de humildad, no cree que lo sabe todo.
Reconoce lo que ella es, en lo que los otros son.
Se sabe siempre en proceso de aprendizaje.
Crea condiciones para que el otro busque, vea y tome sus propias decisiones.
Es curiosa y cuidadosa con las palabras, los gestos, las actitudes.
Genera confianza con los otros, guarda confidencialidad y es respetuosa.
Se cuida a ella misma y cuida de otros.
Trabaja con lo que tiene reconociendo sus límites y posibilidades.
Analiza el contexto y de acuerdo con su comprensión identifica qué puede hacer y
qué recursos puede mover para acompañar de mejor manera al otro.
Es alguien que siente con el otro y hace cosas junto con el otro.
Tiene una posición propia y desde ahí pone sus manos sobre la historia del otro.
Acerca de la construcción conjunta: Astrolabias y Fundac
En el 2005, FUNDAC nos hizo dos solicitudes: 1) Generar „nuevas y
mejores comprensiones sobre la violencia‟ junto con un grupo de doce
16
educadoras que vendrían en parejas de trabajo desde sus JIC, y que
debían reunirse con nosotras en la sede de FUNDAC una vez al mes
durante dos o tres años y 2) Crear consultorios de atención terapéutica en
los mismos JIC; de tal modo, que una profesional pudiera atender los
casos más críticos de violencia que se presentaran.
De ese modo, nosotras aceptamos ambos proyectos y empezamos a
construir una relación que permitiera responder a estas solicitudes.
Nuestras conversaciones con las educadoras comunitarias se enmarcaron
en un contexto de confianza mutua y transparencia, que nos permitió ver
las posibilidades que se abrían al trabajar juntas. Ellas, por su parte,
fueron alejándose de la urgencia de una intervención clínica, por lo que la
necesidad de los consultorios atendidos por una profesional se disolvió
rápidamente. Nosotras aprendimos a acompañarlas con paciencia,
caminando al ritmo de ellas y no al de nosotras.
Los talleres de formación
El objetivo de los talleres consistió en desarrollar y fortalecer habilidades
básicas de conversación: escuchar, acoger y comprender. Esto se hizo
partiendo del reconocimiento del valor de la experiencia que las
educadoras comunitarias tenían en las conversaciones informales con los
padres y madres de familia. Las doce educadoras comunitarias asistían a
casi todas las sesiones mensuales y traían preguntas acerca de los dilemas
con los que ellas se enfrentaban al hablar con los papás y las mamás.
Inclusive, conversamos con ellas sobre sus propias vidas y las situaciones
de violencia experimentadas de manera personal. Entonces realizamos
con ellas estudios de casos, diálogos reflexivos, construcción de
17
metáforas y diversos rituales. Durante las actividades, las educadoras
reflexionaron poco a poco que tenían una comprensión de la violencia
que las llevaba, sin querer, a ser parte de las interacciones que mantenían
dicha violencia en las relaciones familiares del día a día de los niños y
niñas. Por ejemplo, cuando los papás o las mamás iban en la tarde a
recoger a sus hijos e hijas al JIC, las educadoras les daban quejas a los
padres y madres sobre el mal comportamiento de sus hijos/as, por lo que
tanto papás como mamás reaccionaban con violencia hacia ellos.
Durante estos años, mediante talleres de formación, construimos con las
mujeres algunas herramientas que les permitieron relacionarse distinto
con las familias y con el tema de la violencia. Además, creamos unas
llaves metafóricas para que ellas tuvieran más pertenencia a las
conversaciones y consiguieran abrir posibilidades donde parecían no
existir9. Mediante ejemplos de sus propias vidas, empezaron a utilizar sus
historias. A su vez, le dieron mayor valor a la experiencia de las
conversaciones informales que tenían con las familias. Las cinco llaves
basadas en los principios de la propuesta colaborativa de Harlene
Anderson son: 1) curiosidad; 2) no entender tan rápido; 3) lo importante
no es el hecho sino el significado; 4) la realidad se construye en el
lenguaje; y 5) no dar consejos.
Durante el proceso, cuando las educadoras escuchaban sus respuestas
frente a preguntas como qué dice esto de sus habilidades para conversar y
relacionarse, qué dice esto de sus propias ideas y vivencias sobre la
violencia y a qué las invita, ellas se sorprendían del valor de su propia
experiencia. Luego de los dos primeros años del proceso, las participantes
continuaban maravillándose y preguntándose ¿cómo es que nosotras
9 Inspiradas en la propuesta de Harlene Anderson (1997).
18
podemos o podríamos influir a partir de nuestras conversaciones en las
acciones violentas de las familias, si no somos psicólogas?}
Atención a casos críticos: ‘Ellas me invitaban, yo las invitaba a ellas’
A pesar de nuestra intención de no atender casos individuales, las
educadoras comunitarias de los JIC que participaban en el proyecto
continuaban identificando situaciones que consideraban críticas y nos
invitaban a hablar con las familias. Esto empezó a suceder en el segundo
año del proyecto, de manera paralela a la formación. Cuando yo
[Carolina] llegaba a visitarlas a los JIC, ellas ya habían citado a la familia
y tenían uno de los salones adecuado para que pudiéramos conversar.
Después de la primera semana de mis visitas empecé a incluir a las
educadoras en mis conversaciones terapéuticas con las familias,
invitándolas a ser parte de la conversación, y trabajábamos con ellas
como equipo.
Durante el proyecto, les pedí que hicieran las preguntas que quisieran,
que las hicieran de manera espontánea y que se valía incluso hacerlas en
el momento de la conversación. También, en un momento específico, si
yo consideraba útil mi intervención, les preguntaba qué estaban viendo y
les pedía que compartieran conmigo y con la familia algo valioso que
estuvieran pensando. Así, aprendimos juntas la importancia del ritual de
cerrar conversaciones dialógicas. Con todo, dimos tiempo para que todos
los que formábamos parte del equipo pudiéramos compartir qué era lo
más importante que nos hubiera dejado en nuestras vidas nuestra
conversación.
19
Durante los procesos dialógicos generados entre los talleres de formación
con Astrolabias y mis visitas a los JIC me pude dar cuenta cómo las
„identidades‟ de las educadoras comunitarias se fueron transformando en
„mujeres escucha‟ y cómo empezaron a tener vida propia los „lugares de
escucha‟ dentro de los JIC.
Un horizonte compartido de sentido
Mijail Bajtin (1979) decía que el diálogo es transformador por naturaleza.
Con las „mujeres escucha‟ nos dimos cuenta de que hay una diferencia
entre prejuicio e intención en las conversaciones dialógicas. Por ejemplo,
podemos tener el prejuicio de que las mujeres golpeadas por sus maridos
deberían abandonarlos o aprender a golpearlos; o que los padres y madres
que golpean a sus hijos e hijas para corregirlos son malos y las
instituciones de control social deberían quitárselos. Pensamos estas cosas
porque las historias que nos cuentan pertenecen al ámbito del horror, de
lo innombrable. Pero ésta no puede ser nuestra intención, si lo que
queremos es abrir posibilidades para que las personas sientan que pueden
existir en esa conversación en toda su complejidad y para que puedan
compartir con nosotras lo que John Shotter enfatiza sobre cómo es el
vivir en su mundo idiosincrático (Anderson, 1997).
Entonces, desafiar la tradición clínica en este contexto de la ciudad de
Bogotá se refiere no sólo a contribuir con la construcción de este modelo
de atención y prevención de la violencia en barrios marginales de la
ciudad a través del proceso de formación de mujeres de sectores
populares, sino también el descentramiento del papel de psicoterapeuta,
de „experta‟, para invitar así otras posibilidades. En este caso particular
20
del proyecto en los JIC, emergió „la terapeuta interior‟ que existe en cada
una de las educadoras comunitarias; influyendo de esta forma en la
sostenibilidad de la atención en lo local y así como su permanencia en el
tiempo.
Actualmente, las „mujeres escucha‟ hacen descripciones diferentes de las
situaciones de violencia. Hoy se encuentran con mucha más confianza en
sí mismas y saben que sus preguntas y las mías son simplemente distintas
(no porque unas sean mejores que las otras, sino porque ellas ven cosas
que yo no puedo ver). Ahora saben que conocen el contexto de una
manera en que una profesional nunca podría conocerlo, porque lo tienen
en sus cuerpos y en el uso de un lenguaje que les pertenece. Ahora las
personas de la comunidad las buscan a ellas como „mujeres escucha‟. La
comunidad, y las educadoras mismas, saben que no necesariamente deben
recurrir a mí o a otra profesional, para ser escuchadas, acogidas y
comprendidas.
Hay una pregunta que nos acompaña a todas las mujeres que somos parte
de este proyecto y, parece ser, lo que guía nuestra postura de
colaboración hacia la creación de „lugares de escucha‟ colectivos: ¿Cómo
seguir creando condiciones locales para generar conversaciones y
relaciones entre las personas donde se puedan incluir las voces que no
han sido escuchadas? (Anderson & Gehart, 2007).
Conclusiones compartidas
21
Una de las críticas que tradicionalmente se le ha hecho a la Terapia
Colaborativa apunta a que la población que participa en las
conversaciones dialógicas tendría que adoptar un lenguaje sofisticado
para poder pertenecer a ellas. En las prácticas con las comunidades
hemos aprendido que el concepto de la transformación a través del
lenguaje, señalado por Bajtin (1979), toca la vida de la gente de una
manera mucho más simple de lo que podría estar descrito en la teoría.
Nuestras experiencias nos han enseñado que mientras más cotidiano y
cercano es el lenguaje a la realidad de las personas, se abren más
posibilidades de transformación y de encuentro con sus capacidades y sus
recursos.
Nosotras observamos una transformación en el uso del lenguaje. Al
principio, los discursos parecían más monológicos y cerrados; mientras
que a través del tiempo se fueron convirtiendo en polifónicos y abiertos al
aprendizaje de las experiencias propias y de las demás (Seikkula &
Arnkil, 2006). Las mujeres actualmente, hacen descripciones distintas de
sus experiencias y de sus relaciones con los demás, han aprendido a
escuchar sin juzgar, a no interrumpir, han cambiado la inmediatez de sus
respuestas por una postura más reflexiva sobre lo que escuchan, y a
compartir sus diálogos internos de una manera más respetuosa e
incluyente. Esto es a lo que Harlene Anderson (1997) llama postura
filosófica que lleva a conversaciones dialógicas y relaciones
colaborativas.
En este proceso de aprendizaje mutuo, coexisten diversos dilemas para
quien facilita, en lo que Derrida (1972) llama decentramiento: el
movimiento del centro a los márgenes en las relaciones. Se trata de la
seducción personal de ser protagonista, sumada a la invitación de la
gente de la comunidad a ocupar el centro del escenario, y la de los
22
diálogos internos del facilitador con la postura colaborativa que lo invitan
a salirse de este centro.
Otra transformación en los grupos consistió en el „saber del experto‟ que
se va convirtiendo en uno más de los saberes colectivos. Hemos
observado cómo los grupos van logrando mayor autonomía e
independencia; de tal forma, que el facilitador es un miembro más del
grupo pero no indispensable para que éste lleve a cabo sus reuniones.
Con las „mujeres en diálogo‟ y las „mujeres escucha‟ hemos aprendido
cómo las conversaciones dialógicas y las relaciones colaborativas toman
vida propia potencializando las capacidades y recursos de las
participantes; nutriendo su creatividad y creando formas familiares y
novedosas de ser y estar donde se reencuentran con sus creencias y
valores.
Estas reflexiones son parte de conversaciones iniciadas con nosotras
mismas, entre nosotras y de cada una con las „mujeres en diálogo‟, las
„mujeres escucha‟, nuestras colegas y estudiantes. Al compartirlas con
ustedes, intentamos abrir conversaciones que inviten a la transformación
de las prácticas colaborativas con comunidades.
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Referencias
Anderson, H. (1997). Conversación, lenguaje y posibilidades. Buenos
Aires: Amorrortu.
Anderson, H. y Gehart, D. (2007). Collaborative Therapy: Relationships
and conversations that make a difference. New York: Routledge.
Bajtin, M. (1979). Estética de la creación verbal. México: Siglo
Veintiuno.
Derrida, J. (1972). Marges de la philosophie. Paris: Minuit.
Gadamer, H. G. (1977). Verdad y método: Fundamentos de una
hermenéutica filosófica. Salamanca: Sígueme.
Seikkula, J. y Arnkil, E. (2006). Dialogical meetings in social networks.
London: Karnac Books.
Author Note
Irma Rodríguez Jazcilevich M.A.
Docente Grupo Campos Elíseos
Directora y Cofundadora del Centro de Atención a la Comunidad de Palo
Solo IAP
Email: [email protected]
María Carolina Nensthiel O
Miembro del Equipo de Asesoría Psicosocial Astrolabias
Docente de la Pontifica Universidad Javeriana, Facultad de Psicología,
Bogotá, Colombia
Email: [email protected]