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NASARAKO KONTAZIKUNAK RELATOS PARA EL ANDÉN

NASARAKO KONTAZIKUNAK RELATOS PARA EL … · 4 Esta es otra historia de las muchas que aún recuerdo. A las 10 en punto, como todas las mañanas, me siento a es-cribir en la mesa

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NASARAKO KONTAZIKUNAKRELATOS PARA EL ANDÉN

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Kontakizun honen diseinurako Akzidenz Grotest (testuak) eta Copperplate Gothic (izenburuak)

tipografiak aukeratu dira, 1898. eta 1901. urteetan sortuak hurrenez hurren.

Para el diseño de este relato se han elegido las tipografías Akzidenz Grotest (textos) y Copperplate Gothic (titulares),

creadas en 1898 y 1901 respectivamente.

Kontaktua/Contacto: [email protected]

Argitaratutako kontakizunak irakurri nahi badituzu, www.plentzia.eus eta

http://aniversario125urteurrena.etnoplentzia.com web orrialdeetan aurki ditzakezu

Si quieres leer los anteriores relatos, los puedes encontrar en las páginas web www.plentzia.eus y

http://aniversario125urteurrena.etnoplentzia.com

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AURKEZPENAPRESENTACIÓN

Maiztasunez, hemendik aurrera,

Irakurriko ditugu

Lotu gabeko lerroak,

Antzerkirako testuak,

Eszena errealak edo

Surrealistak.

Kontakizunak, irakurtzeko eta

Entzuteko,

Rock & rolla izango baziren bezala

David Crestelo Dominguez

Plentziako Alkatea

Lectura y lectura:

Interacción de escritoras creando

Textos

Entrelazados y convertidos en

Recuerdos

Originales que nos

Hablan de vivencias

Imaginadas o vividas en torno al

Tren y su estación.

Usuarios consumiendo

RELATOS PARA EL

ANDÉN.

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Esta es otra historia de las muchas que aún recuerdo.

A las 10 en punto, como todas las mañanas, me siento a es-cribir en la mesa de roble. Sé muy bien que uno de los motivos, uno de los importantes, por los que lo hago, es que no quiero olvidar. Tampoco quiero que los demás lo hagan. No me engaño, la memoria es selectiva y frágil y aunque deje escritas todas estas pequeñas historias de nuestra familia es posible que acaben en el olvido.

El método es sencillo, libero la mente para deambular entre los re-cuerdos hasta que alguno de ellos se adelanta al resto y se presenta con luz propia. Luego no me levanto de la mesa satisfecha hasta que el primer borrador está completo. El de hoy es el recuerdo de Ama contándome emocionada la historia de Fiscal, el perro del bisabuelo José.

José Landa había sido pescador pero cuando ya tenía cierta edad y salir a la mar resultaba muy difícil pasó muchos apuros económicos. Sin embargo la llegada del tren a su pueblo le presentó la oportunidad de convertirse en “recadista”, es decir, se encargaba de llevar y traer paque-tes y recados en el tren de Plentzia a Bilbao.

Desde hacía unos años, José tenía un perro de aguas que le acompa-ñaba en su trabajo y siempre se les veía juntos. Hacían el viaje en el tren tres veces por semana. La imagen entrañable del hombre y su perro se fue haciendo habitual para los viajeros. El carácter afable y abierto de José le granjeó la simpatía de muchos de ellos.

Él se jactaba de tener el perro más listo de los alrededores. En la ta-berna, en Plentzia, con los amigos, le gustaba hacer demostraciones. A veces mandaba a algún chico que escondiese su boina y Fiscal la encon-

UN VIAJERO ESPECIALBITORI MILIKUA LANDA

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traba sin dificultad. Luego la escondían en los alrededores de la taberna y el perro se la devolvía a su amo. Llegó una ocasión en la que este juego se extendió a todo el pueblo. Daba lo mismo donde fuese escondida la boina, el perro volvía con ella a la taberna una y otra vez.

Ya nadie en el pueblo se asombraba al ver a Fiscal ir a comprar el tabaco de pipa del abuelo, el periódico o, con la bota al cuello, entrar en la taberna para que se la llenasen de buen vino tinto.

Cuando Fidel, un aldeano de un caserío de Mungía quiso comprar el perro, José le explicó que aquel perro era su amigo. Uno no puede vender a un amigo.

—Podría venderte su cuerpo de perro —le dijo—, pero escucha, Fidel, dentro de ese animal hay alguien muy especial que ha decidido ser mi amigo. No compra mi tabaco porque soy su amo y se lo mando, lo hace porque sabe que estoy ya viejo y las piernas no me responden como antes.

Fidel, tozudo, siguió insistiendo cada vez que se encontraba con el bisabuelo, día tras día, sin descanso, y aumentando poco a poco la cifra de la oferta.

Por fin José le dijo:

–Fidel, voy a venderte el perro con una condición si Fiscal vuelve a mi casa pierdes el perro y el dinero y si en dos meses no ha vuelto te devuelvo el dinero.

A Fidel le pareció un buen trato y en ese mismo momento pensó que llevaría el perro a casa de su hermana que vivía en Durango, casi a cincuenta kilómetros de allí, y no lo traería de vuelta hasta pasados tres meses.

Un domingo, el trato se cerró con los habituales de la taberna como testigos y aquel mismo día, sin decir nada a nadie, Fidel llevó el perro a casa de su hermana.

Aquel mismo lunes, por la mañana, en la estación de Bilbao, algunos

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viajeros reconocieron a Fiscal y se sorprendieron de que estuviese solo. El perro permanecía sentado mirando fijamente a las vías del tren desde el fondo del andén. Cuando llegó el tren que iba hasta Las Arenas Fiscal ni se movió. Por fin el tren que iba hasta Plentzia se puso en el andén, y Fiscal entró en el mismo vagón en el que habitualmente viajaba José y se colocó junto a su asiento favorito. Se le veía un poco magullado y cansa-do. Seguramente había ido desde Durango hasta Bilbao por el monte y ya en la capital debió dirigirse a la estación que tan bien conocía, a esperar su tren. A la hora de comer, José lo vio a la puerta de su casa y no pudo contener las lágrimas.

Fue todo un acontecimiento en el pueblo. El bisabuelo José pagó una ronda en la taberna incluyendo a Fidel que, admirado, contó la trampilla que había hecho y admitió de buena fe su derrota.

Dos años después José enfermó. El diagnóstico no fue bueno. Se iba apagando poco a poco, día a día, y Fiscal no se separaba de su lado.

A finales de noviembre, en la madrugada de un día húmedo y frío José murió. Durante la mañana, mientras sus hijos Carmelo y Juan se encarga-ban de avisar al cura, Juana la bisabuela y sus hijas, Victoria, Ángeles y Concha lo lavaron y vistieron con sus mejores ropas. Habían sacado a Fiscal de la habitación a la fuerza y le oían gemir de vez en cuando desde el camarote. Por fin, acabaron su dura tarea y lo dejaron volver.

Durante la tarde y parte de la noche, los amigos y vecinos pasaron a despedirse de José. Fiscal no se movió de los pies de la cama en ningún momento. Cuando el último de ellos se marchó, la bisabuela apagó la luz y se recostó en el viejo sillón. En el silencio, escuchó la respiración rítmica y fuerte de Fiscal y con aquel sonido se fue quedando adormilada.

Al amanecer, algo despertó a la bisabuela. Le costó un poco darse cuenta de qué había sido. Ya no se escuchaba la respiración de Fiscal. El cuerpo seguía allí pero él se había ido con su amigo.

Yo no puedo evitar, algunas veces, cuando cojo el metro para ir a Bil-bao, verlos felices juntos en los nuevos vagones.

Bitori Milikua Landa

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Aquel viaje en tren del 68 Eduardo Gil Herrero

Desilusiones e ilusiones Jabier Aguirre Cámara

Happening Alex Ygartua

Vagones del Recuerdo Arantza R.

Amores fugaces Aritza Bergara

-20 y Chiwiski, dos nombres propios Txefe

Un viajero especial Bitori Milikua Landa

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ARGITARATUTAKO KONTAKIZUNAKRELATOS PUBLICADOS

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