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BIBLIOTECA*^* ISSN-0 1 88-476X NÙMERO 45-46 »40 00 ¡negras y ancas JUAN JOSÉ ARREÓLA NERUDA EN ZAPOTLÁN GEORGE STEINER CAMPOS"FUERZA ANTOLOGÍA DEL AJEDREZ kULLÍ ¿¿/a€t¿mi es« fíarce/iJc/two/i'/

¡negras y ancas - bibliotecadigital.tamaulipas.gob.mxbibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/archivos/descargas/32000000177.pdf · Viaja much o y n se queda e n ningú lugar. Por más

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  • B I B L I O T E C A * ^ * ISSN-0 1 8 8 - 4 7 6 X NMERO 4 5 - 4 6 4 0 0 0

    negras y ancas

    J U A N J O S ARRELA NERUDA E N ZAPOTLN

    G E O R G E STEINER C A M P O S " F U E R Z A

    ANTOLOGA D E L A J E D R E Z kULL

    /atmi es farce/iJc/two/i'/

  • BIBLIOTECA de Mxico N M E R O S CUARENTA Y C I N C O Y CUARENTA Y SEIS / M A Y O - A G O S T O DE 1 9 9 8 $ 4 0 . 0 0

    5 l a z a de la Ciudadela 4 , Centro Hislrico de la Ciudad de M x i c o Telfono 7 0 9 1 1 0 7 FAX 7 0 9 1 1 7 3

    CERTIFICADO DE LICITUD DE TTULO N U M . 6 2 7 0 CERTIFICADO DE LICITUD DE C O N T E N I D O N M 4 8 3 0

    Portada: Juan Jos Arrela, 1 9 7 3 . Fotografia de Kall Horna

    Muchos de tos textos e ilustraciones que aparecen en este nmero llegaron a nosotros a travs de las roanos amigas de Adolfo Castan, Luis Ignacio Helguera, Fausto Rosales, Javier Vargas, Hctor Orestes Aguilar, Mauricio Molina y Luis Miguel Aguilar. A todos ellos, nuestra gratitud.

    Biblioteca de Mxico

    Presidente Rafael Tovary de Teresa

    B I B L I O T E C A D E M X I C O

    Director General Eduardo Lizalde

    ReiHsta Biblioteca de Mxico Director Fundador.- Jaime Garca Terrsf Director.- Eduardo Lizalde Editor: Jaime Moreno Villarreal. Editor Asociado: Rafael Vargas. Secretario de Redaccin: Mauricio Montiel Figueiras. Consejo de Redaccin: Fernando lvarez del Castillo. Sergio Gonzlez Rodrguez, Hctor Perea, Manuel Porras, Antonio Sabort, Guillermo Sberidan, Juan Villoro

    Coordinacin Administrativa: Carlos Mancera M.

    Diseo: Germn Montalvo y Marta Artigas / Pre-prensa e impresin: Reproducciones Fotomecnicas, S. A. de C. V. Planta Avena

    < Juan Gris, Naturaleza muerta con lmpara de petrleo, 1911-12, leo sobre tela, Rijkemuseum Krller-MuUer, Otterlo.

    En la tercera de forros: Juan Gris, Tres lmparas, 1910-11, acuarela, Kunstrauseum, Berna

    Juan Jos Arrela Tilus Burckhardt Hugo Vargas Pablo Neruda en Zapotln 3 El sinibolisnio del ajedrez 47 Renben Fine: psicologa y ajedrez 84

    Jos luis Martnez Juan Mara Solare H u g Vargas Juan .Jos Arrela (l'n apante) 7 El ajedrez salv una cabeza 53 Ajedrez en Internet H'J

    Juan Jos Arrela Armando Alans Ricardo CayueU, Gally

    Ezra Poand 13 Guerreros de marfil 54 < f 5 e l " J 6 * u n t t f " t a t ' l e V"**** de tiempo/ 91

    Juan Jos Arrela . Imagen de Pablo con palabras de Neruda 15 I UN TABLERO DE POEMAS I Apcrifo

    _ . _ Mareuerite Moreno Jorge ImsBorges Jorge luis Borges Marcel Sdmob 94 Juan Jos Arrela 18 Ajedrez 59

    Ricardo Baeza Juan Jos Arrela ^ P o u n d E 1 ^ dfi m (uuther Stapenhoret 19 El juego de ajedrez 60

    Jules Renard Eduardo Lizalde/Juan Jos Arrela Jos Juan Tablada Schwob (extractos del Diario) 101 Autoanlisis (ciiircv ishi-nmi'crencia) 22 Versos a una reina 61

    Andr Gide Javier Vargas Rodolfo Hinostroza Un recuerdo 102 "Hay (pie hacer tablas con la vida" Gambito de Rey 63 (Entrevista cou Juan Jos Arrela) 25 Marcel Scbwob

    Elseo Diego n hbw delta ma memoria 103 Luis Ignacio Helguera E l e g i a p a m ^ p a r t i d o Astillas del tablero 29 de ajedrez 66 Marcel Scbwob

    Mol Fiandere 106 Mauricio Motina Charles Simic Deep Bine 30 Prodigio 67 Marcel Scbwob

    Dos cuentos olvidados 109 Alfonso X el Sabio Antonio Canto Lpez Captulo del andamiento de los trelieios ilel g^. jia^uetizndo 68 Gabriel Bernal Granados

    \ a c e d r e x 33 : Marcel Schwob y Juan Jos Arrela 113

    /. B Snchez Prez Paolo Maurensig Paul Lautaud Otras formas de ajedrez 34 La variante de Lueburg 71 Diario literario, 1905 117

    Luis Ignacio Helguera Ida Boni Lon Blum

    Breve anelo!;)rio del ajedrez 35 Entrevista a Paolo Maurensig 75 Marcel Scbwob 121

    George Steiner Gesualdo Bufalino Jaime Moreno Villarreal

    Campos de Tuerza 38 El alia rusa y el ajedrez 77 Frida Kalilo y Marcel Scbwob 125

    Jorge Fernndez Granados Jos Perrs Marcel Scbwob

    Las danzas blicas de la inteligencia 45 Ajedrez y psicoanlisis 78 Viaje a Sainoa (fragmento) 126

    file:///acedrex
  • En Mxico los libros de memorias son,

    como bien se sabe, escasos, por no

    decir extremadamente raros. Por fortu-

    na, entre esas felices rarezas contamos

    ahora con un nuevo libro ele ese

    genero que, bajo el ttulo de El ltimo

    juglar. Memorias de Juan Jos Arrela (transcritas por Orso Arrela, su hijo)

    muy pronto circular bajo el sello de

    Editorial Diana. Agradecemos a esa

    casa editora su gentil permiso para

    reproducir el fragmento que a conti-

    nuacin ofrecemos a nuestros lectores.

    El 16 de agosto de 1940, Pablo Ne-ruda lleg a Mxico por primera vez. Vino a nuestro pas en calidad de cnsul general de Chile. En 1941 escribi el poema "Un canto para Bolvar", que ley en el Anfiteatro Bolvar de la Universidad Nacional Autnoma de Mxico, en julio, CXI aniversario de la muerte del Liber-tador. El l de junio de 1942 llega a Zapotln, invitado por Csar Mar-tino. Lo acompaan su esposa, cuyo nombre no recuerdo, Mara Asnsolo y Francisco Martnez de la Vega.

    Para recibirlo, don Alfredo Velas-co Cisneros solicit el auxilio de doa Margarita Palomar, amiga ma muy querida y recordada que vive todava, a sus ms de noventa aos, y radica en Guadalajara. Ella se en-carg disponer lo necesario para la cena que se sirvi en el club Saro. Invit a un selecto grupo de ami-gos y se encarg de todos los deta-lles para que la estancia de Neruda en Zapotln el Grande fuera todo un xito.

    El programa que prepar don Al-fredo para esa noche, incluy una doble participacin de mi parte. A nombre del pueblo y las autorida-des de Zapotln, pronunci el dis-curso de bienvenida, del que ahora recuerdo slo unas frases.

    Tambin, durante la velada, reci-t dos poemas de Pablo: "Farewell" y el clebre "Poema veinte". Neru-da qued sorprendido de mi capa-cidad interpretativa, de la emocin con que recit sus versos, de la dic-cin, la entonacin y el tiempo que le di a cada una de las palabras. No era raro, fueron poemas que yo tra-baj cuidadosamente durante algu-nos aos. Quiero decir que detrs de mi capacidad personal estaba el trabajo de muchas horas y das de estudio.

    La respuesta de Pablo Neruda a mis interpretaciones fue directa-mente desproporcionada a la causa que la origin. Durante la cena, me invit a que lo acompaara a la Unin Sovitica, nada menos que

    como su secretario particular. Yo me qued sorprendido sin saber qu contestar. Su esposa se encar-g de abrirme los ojos; con acento maternal, me dijo ms o menos as; "Yo te aconsejo que lo pienses muy bien, porque con Pablo la vida es difcil; se desvela todos los das, empieza a beber en la tarde y se sigue hasta el amanecer, exacta-mente igual como lo est haciendo aqu en estos momentos. Al da si-guiente, se levanta al medioda, tra-baja un rato y por la tarde vuelve a

    Juan Jos Arrela

    Pablo Neruda en Zapotln

    las andanzas. Viaja mucho y no se queda en ningn lugar. Por ms ad-miracin y afecto que t le tengas, quiero que sepas que te costar mucho trabajo acostumbrarte a con-vivir con una persona como l. T eres muy joven y, adems, nos has dicho que no te encuentras muy bien de salud. Piensa que viajar a Europa, y especialmente a la Unin Sovitica, es demasiado riesgoso en estos das de guerra. No creo que acompaar a Pablo en este momen-to sea algo bueno para ti. T vives tranquilo acompaado por tus pa-dres y tus hermanos, qu caso ten-dra abandonarlo todo y poner en riesgo tu propia vida?".

    Las palabras de la compaera de Pablo Neaida estaban cargadas de sinceridad. Yo las escuch con cier-ta curiosidad, pues no me dieron tiempo para pensar en tantos avala-res y peligros. Conmovido por todo lo que representaba para m tan im-portante invitacin, y viendo la preocupacin de la esposa de Pablo, les agradec su gesto. Como era natural, la idea de viajar con ellos despert en m nuevos hori-zontes. Como la conversacin si-gui toda la noche, entre todas las cosas que se hablaron, Pablo y su mujer me comentaron que al da si-guiente viajaran al puerto de Man-zanillo, Colima. Yo les platiqu que mis padres y mis hermanos estaban viviendo all, y me pidieron su di-

    entidero

    DEL AJEDREZ MILENARIO Y EL OCIO

    E n su profunda defensa del ocio,

    L u c i o A n n e o S n e c a just i f icaba

    solamente la holganza si ella tena

    que ver con tareas espirituales y

    mentales relacionadas con la sabi-

    dur a . O t r o t ipo de haraganer a

    deleitosa y estril le pareca al fi-

    lsofo s o c i a l m e n t e repugnante ,

    as se disfrazara en ocasiones de

    supuesta actividad profesional o

    cientfica. Por lo tanto, se burlaba

    en sus Tratados Morales de los his-

    t o r i a d o r e s y exegetas l i terar ios

    que se refocilaban determinando

    el nmero de remeros que haban

    militado bajo el mando de Ul ises,

    o preocupndose de averiguar si

    e r a c i e r t o que P o m p e y o hab a

    s ido el p r i m e r e m p e r a d o r que

    echara al circo dieciocho elefantes

    para combat ir con delincuentes.

    Pero tambin le parecan a S-

    n e c a de leznab les tanto qu ienes

    dedicaban su vida al juego de pelo-

    ta (los abuelos de nuestros subli-

    mados futbolistas), como los que

    c o n s u m a n su v ida en d e p o r t e s

    ter icamente intelectuales, como

    el juego del ajedrez, que de todos

    modos han practicado durante va-

    rios milenios toda clase de guerre-

    r o s , f i lsofos, l i teratos , a r t i s tas ,

    matemticos y sabios de distintas

    especia l idades, c o m o E m m a n u e l

    Lasker (nacido en 1868), precisa-

    mente filsofo neokantiano y ma-

    t e m t i c o , q u e fue c a m p e n

    mundia l de a jedrez durante casi

    t res dcadas, y que ninguna cosa

    i lust re dej en el t e r r e n o de su

    profesin, como no fueran sus ge-

    n ia les bata l las sobre el t a b l e r o

    (perdi el campeonato mundial en

    1921, contra el cubano Ral Capa -

    o t ros personajes, nacidos medio

    < Juan Joi Arrela. 1969. Foto Paulina Lavina Biblioteca de Mexno

  • reccin para ir a saludarlos, pero sobre todo para que Pablo conver-sara con mi mam sobre las con-chas y los caracoles, ya que le gustaba coleccionar toda la joyera marina de cada mar que visitaba. Mi madre y hermanas le regalaron collares de conchas y caracolitos de la China, que ellas fabricaban con sus manos. Pablo estuvo feliz y le reiter a mi madre la invitacin que me haba hecho en Zapotln el da anterior. Mi madre slo saba que l era un gran poeta, y nada ms.

    Era de madrugada cuando sali-mos de la cena. Pablo vio el cielo estrellado de Zapotln, claro y ba-jo, y dijo nerudianamente: "Aqu las estrellas se pueden tomar con la mano, nunca haba visto a las es-trellas sobre los tejados, as de grandes, as de luminosas". Al escu-charlo, todos nos quedamos mara-villados. Luego nos dijo: "No se han dado cuenta del tesoro que tienen en estas monedas de oro". El alien-to sideral de la noche nos recibi con una lluvia de estrellas. En medio de la noche se hizo un silen-cio total. Caminamos como herma-nos hacia el centro del pueblo, y por un momento sent que Pablo nos haba revelado el misterio po-tico. Lo dejamos en el hotel de Za-potln; me desped de los amigos y camin hacia mi casa. Al pasar por el jardn los pjaros comenzaron a cantar y vi en el cielo la nube pas-tora de mi pueblo, pens por un instante en la inmortalidad.

    A media maana pasamos a salu-dar a Neruda. Estbamos preocupa-dos por los efectos mgicos del ponche de granada que se fabric especia lmente para la ocasin. Pablo ya conoca el tequila, pero no el ponche de granada que se fa-brica en Zapotln, as que nuestra sorpresa fue grande cuando lo vimos salir al patio todo rozagante y lleno de vida, vestido con elegan-cia y sonriente. Nos dio gusto ver que el ponche le cay de maravilla. Por eso en el opsculo Canto para Bolvar que me regal la noche an-terior me puso la siguiente dedica-toria: "A Juan J o s Arrela, en recuerdo de una noche de ponche y de estrellas".

    Invitamos a Neruda a dar una vuelta por el jardn central, camina-mos un poco por los portales y en-tramos a la parroquia, le platicamos sobre los temblores de tierra, que son tan fuertes por ac. En abril del ao pasado fue el ltimo, y las to-rres de los campanarios tuvieron que quedarse sin sus cpulas, ya que se decidi dejarlas ms bajas

    por razones de seguridad. Dentro del templo, Pablo nos dijo que all se senta bien y agreg: "Es una de las pocas iglesias que me inspira afecto, siento la grandeza en todos sus espacios" . Cuando Neruda deca esto, la campana mayor dio doce toques. Neruda se inspir all y se le revelaron unos versos:

    SONKTO

    A Csar Martina en Zapotln el Grande

    Ciudad Guzmn. sobre su cabellera,

    de roja flor y forestal cultura,

    tiene un taido de campana oscura,

    de campana segura y verdadera...

    Martino. tu amistad est en la altura,

    como el taido sobre la pradera,

    y como est sobre la primavera

    temblando el ala de la harina pura.

    De pan y primavera y campanada

    y de Ciudad Guzmn empurpurada

    por el latido de una flor segura

    est Martino tu amistad formada,

    agraria y cereal como una azada,

    alta y azul como campana dura.

    Despus de su visita a Zapotln, Pablo escribi este soneto, del cual conservo el manuscrito autgrafo que ms tarde me regal don Alfre-do Velasco.

    Don Alfredo me cont que vio a Neruda en casa de unos amigos, tal vez la casa de Guillermo Jimnez, y que all Pablo le coment que haba escrito un soneto sobre Za-potln, por lo que don Alfredo le solicit si sera posible que le diera

    una copia. A lo que el poeta le

    contest: "Dme por favor una hoja

    de papel y se lo esc r ibo aqu

    mismo". Ante esa respuesta y estan-

    do en casa ajena, busc en las bol-

    sas de su saco y se encontr con

    que el nico papel de que dispona

    era un sobre, lo abri rpidamente

    y se lo ofreci para que escribiera

    en l. Neruda no repar eri el ex-

    trao formato del sobre extendido,

    y se puso a escribir y recordar el

    soneto. Slo tuvo duda en el verso

    que dice: "Agraria y cereal como

    una azada...", por eso al terminar

    puso una nota al pie que dice:

    "Verso cambiado". Creo que en su

    primera versin Neruda haba escri-

    to: "Fresca y futura como tierra

    arada...".

    En bello gesto de amistad, casi

    inaudito, pero caracterstico de l,

    don Alfredo me entreg el soneto

    autgrafo. Cuando me lo dio en Za-

    potln me dijo simplemente: "Se lo

    ped para usted y quiero que usted

    lo conserve".

    Volvimos con Neruda al hotel

    Zapotln y nos tomamos una foto-

    grafa de recuerdo, que tal vez sea

    la nica que l se tom en este

    viaje. En la foto aparecemos, entre

    otros, de izquierda a derecha: don

    Alfredo, en traje oscuro, firme y se-

    reno como era; Pablo Neruda con

    su mirada triste y pensativa, con

    una calvicie prematura, joven y

    fuerte, vestido deportivamente para

    viajar al puerto de Manzanillo; yo

    estoy a su lado, fino y delgado

    como era, con un gesto serio y ner-

    vioso. De las otras personas slo

    recuerdo a Pedro Aldrete, pero no

    Federico Vergara, Alfredo Vclmco. Pedro Aldrete. Pablo Neruda (al < Moran y Heriberlo Villkana. r Zapotln 1942

    o), Joan Jos Arrela. Pablo

    Bihliowai ile Mexico 4

  • a los dems. Me desped de Neruda recordndole que no dejara de visi-tar a mi mam, y me asegur que lo hara al llegar a Manzanillo. Al no irme con l y su esposa, sent que dejaba pasar la oportunidad de vivir otra vida. Le ped que me es-cribiera otra dedicatoria en una mo-desta publicacin de la editorial Tor de Buenos Aires, quinta edicin fe-chada en 1938, de las tantas que se hicieron de Veinte poemas de amor y una cancin desesperada. Neruda escribi en ella: "A Juan Jos Arreo-la, con fe en su destino". Yo tena veintitrs aos de edad-

    Desde entonces, slo volv a ver a Pablo en dos ocasiones: una, en 1950, en la que al verme me dijo con alegra: "Usted es el poeta de Zapotln". De ese encuentro guar-do una dedicatoria en un libro de Neruda que l mismo no tena: Re-sidencia en la tierra, de Ediciones del rbol, Madrid, 1935. La ltima vez que lo vi fue en 1966, cuando el rector don Javier Barros Sierra me invit a decir una palabra sobre Pablo en el auditorio de la Facultad de Ingeniera de la UNAM, donde ste dio su ltimo recital en Mxi-co. Tambin grab el disco de Voz viva de Amrica. En esa ocasin, al salir del auditorio, Pablo me invit a que lo acompaara en su auto, junto con su esposa Matilde Urrutia, para trasladarnos a la casa de Espe-ranza Zambrano, madre de mi amigo Javier Wimer, en donde se ofreci un brindis en su honor.

    Durante el recorrido, Pablo y yo recordamos su estancia en Zapotln y Manzanillo. Hablamos de Cuba, le platiqu que estuve unos meses en la Casa de las Amricas, donde impart un taller de creacin litera-ria, invitado por Hayde Santama-ra. Todo esto, como era natural, le dio mucho gusto, pero descubr que no haba ledo ninguno de mis libros. Tengo la impresin de que s

  • Manuscrito del poema de Pablo Nerada, en la visita a Zapotlao

    Hace tres semanas que tuve la suer-

    te de leerlo y me sent feliz viendo

    que era usted el que responda, el que

    tomaba la iniciativa alta y peligrosa,

    ante ese llamado que Rusia est ha-

    ciendo al corazn de todos.

    Porque a travs de la expres in

    potica se est e scuchando la voz

    enrgica del hombre que dice las ver-

    dades ms hondas y ms duras.

    El canto a Stalingrado est lodo ar-

    diendo como la ciudad heroica, repro-

    che llameante para los que miran con

    manos cruzadas la cada de los hroes.

    Ah donde no asistieron los genera-

    les, acude el poeta y pone laureles

    sobre la ciudad martirizada.

    Qu noble y extremada tarea la de

    usted, Neruda. de ir diciendo la ver-

    dad, la de instalar el drama vivo de

    Stalingrado ante el brumoso silencio de

    Londres y la algaraba de Nueva York.

    Usted, que traz en la inmensidad

    de un canto la metlica forma de Bol-

    var, nos dice ahora la gesta de la ciu-

    dad moribunda e inmortal y la dice

    con su voz grande y desnuda, ameri-

    cana, voz que la poesa vuelve univer-

    sal y eterna.

    Se siente alegra viendo que la justi-

    cia y la bondad tienen todava voz,

    voz exasperada de poeta que suena

    dolorosamente, pero llena de esperan-

    za porque el sacrificio de la ciudad no

    se perder, porque la semilla del valor

    florecer sobre la tierra, abonada de

    cadveres heroicos.

    Si he incurrido en error al permitir-

    me hablar de su poesa, doy a usted

    como disculpa el entusiasmo que ella

    me ha despertado.

    Don Alfredo me ha enviado su ver-

    sin manuscrita del soneto a Csar

    Martino. Gracias porque los tabachines

    y las campanas de Zapotln han ingre-

    sado con fidelsimo recuerdo a la

    poesa, decorando una amistad pro-

    funda.

    Creo que no hace falta que yo me

    ponga a sus rdenes. Usted sabe qu

    feliz sera acudiendo a un l lamado

    suyo. Estoy a su disposicin y no

    tengo premisas de ninguna especie.

    Ruego a usted hacer llegar un efusi-

    vo recuerdo a su gentil esposa, y a

    usted, poeta, le envo mi admiracin y

    mi cordial gratitud.

    J . J . A.

    A propsito del pensamiento polti-co de Pablo Neruda, en otro tiem-po se habl mucho de su poesa social, de la poesa comprometi-da, pero pienso simplemente que la poesa es poesa o no lo es. No hay por qu extraviarse en los labe-rintos ideolgicos. Una cosa es Pablo Neruda como hombre, como ser humano capaz de errar en su libre albedro, y otra es su poesa. Invito a los que quieran leer sobre la poesa de Neruda a que vuelvan sus ojos a un magnfico libro, ya ol-vidado por cierto. Poesa y estilo de Pablo Neruda. Interpretacin de una poesa hermtica, de Amado Alonso, publicado por la Editorial Losada en 1940, en la preciosa co-leccin de Estudios Literarios.

    Guillermo Jimnez, un escritor que hay que salvar del olvido, naci-do en Zapotln, era amigo de don Alfredo Velasco, y durante muchos aos le envi libros maravillosos desde la ciudad de Mxico, as como de Madrid y Pars. En la bi-blioteca de don Alfredo, a la que tuve la suerte de entrar en mi ado-lescencia, haba libros inimagina-bles. Eso explica algunas de mis lecturas, como la del Diario de un aspirante a santo, de Georges Du hamel, y de otros como el de Poe-sa y estilo de Pablo Neruda,

    Cuando escrib "Hizo el bien mientras vivi", los primeros lectores del texto, como ya dije antes, fue-ron: don Alfredo, Xavier Villaurrutia y Guillermo Jimnez. En literatura siempre he sido fiel a ciertos auto-res, cuyos textos se aproximan ms al arte que a la misma literatura. Por eso detesto a los autores prolficos que tanto abundan en nuestros das y que hacen una literatura industrial, que se produce en serie, para satis-facer la demanda de un pblico cada vez ms apto para comprar un libro, pero cada vez menos capaz de poder leerlo y asimilarlo.

    Me distraje un poco y habl un poco ms de todo, y un p o c o

    menos de lo que quera recordar. Volviendo a Zapotln, Neruda nos ley "Un canto para Bolvar" du-rante la cena que organizamos para recibirlo. Recuerdo que ley el poema con tanta devocin, que algunos de los asistentes creyeron que se trataba de un poema reli-gioso, ya que comienza: "Padre nuestro, que ests en la tierra, en el agua, en el aire...". En ese tiem-po la voz de Neruda era como una queja, lea muy mal sus poemas, tal vez alguna de sus mujeres le reco-mend que cuidara ms ese aspec-to, sobre todo en pblico, lo que seguramente hizo, puesto que mu-chos aos despus lo escuch leer sus poemas con mejor voz y ento-nacin.

    Quiero dejar testimonio de que fue Csar Martino el que llev a Pablo Neruda a Zapotln para darle el gusto de que me oyera recitar sus versos. Tiempo atrs Martino me haba escuchado declamar un poema de Neruda y en aquella oca-sin me dijo: "Voy a traer a Za-potln a Pablo Neruda en persona para que escuche cmo recitas sus versos". Csar Martino fue hijo de un ingeniero de minas de origen italiano, avecindado en el sur de Ja-lisco. Pas parte de su niez y su juventud en Zapotln. Cuando yo era nio lo vi actuar en algunas piezas de teatro, con Margarita Pa-lomar y Josefina Vergara. Fue varias veces diputado federal y era un po-ltico de filiacin cardenista.

    En relacin con la visita de Pablo Neruda, escr ib una carta a un amigo de esa poca, de la que, a manera de eplogo, transcribo t;l si-guiente fragmento:

    Ciudad Guzmn, Jalisco,

    a 24 de junio de 1942.

    Muy estimado Vidal:

    [...] Comprende usted bien la alegra

    que tuvimos con la visita de Neruda.

    Nos ley su poema "Un canto para

    Bolvar", cuyo hermoso opsculo tuvo

    la gentileza de dedicarme poco des-

    pus. No se imagina usted qu perso-

    na tan sencilla y cordial es este poeta

    extraordinario. No puedo hacerle cr-

    nica de este acontecimiento porque en

    l tuve alegras tan personales como

    inmerecidas. Cuando usted venga, en

    palabras que se lleve el viento, he de

    contarle esas impresiones, para m

    inolvidables. Neruda visit a mis pa-

    dres y hermanos en su casa de Manza-

    nillo, y entre l y Martino me han

    prometido los bueyes y la carreta. Ne-

    ruda ofreci espontneamente a mi

    madre tomar a su cargo mi asunto.

    Ojal y algo de esto sea verdad [...1

    Biblioteca de Mxico 6

  • Jos Luis Martnez (Atoyac. Jalisco,

    1918). quien fuera Director General del

    Fondo de Cultura Econmica y Director

    de la Academia Mexicana de la Lengua,

    es uno de los crticos ms atentos a la

    historia general de la literatura r

    La personalidad de Juan Jos Arreo-la (1918) es nica en el panorama de nuestras letras. Enjuto, nervioso, extrovertido, locuaz, es un juglar burlesco cuya pasin dominante es la palabra. l mismo nos ha conta-do su vida en una pgina precisa:

    , soy de Zapotln el Gran-

    de. Un pueblo que de tan grande nos

    lo hicieron Ciudad Guzmn hace cien

    aos. Pero nosotros seguimos siendo

    tan pueblo que todava le decimos Za-

    potln. Es un valle redondo de maz,

    un circo de montaas sin ms adorno

    que su buen temperamento, un cielo

    azul y una laguna que viene y se va

    como un delgado sueo [...]

    Nac el ao de 1918, en el estrago

    de la gripa espaola, da de San Mateo

    I-Aangelista y Santa ingenia Virgen,

    entre pollos, puercos, chivos, guajolo-

    tes, vacas, burros y caballos. Di los

    primeros pasos seguido precisamente

    por un borrego negro que se sali del

    corral. Tal es el antecedente de la an-

    gustia duradera que da color a mi

    vida, que concreta en m el aura neu-

    rtica que envuelve a toda la familia y

    que por fortuna o desgracia no ha lle-

    gado a resolverse nunca en la epilep-

    sia o la locura. Todava este mal

    borrego negro me persigue y siento

    que mis pasos tiemblan como los del

    troglodita perseguido por una bestia

    mitolgica.

    Como casi todos los nios, yo tam-

    bin fui a la escuela. No pude seguir

    en ella por razones que si vienen al

    caso pero que no puedo contar; mi in-

    fancia transcurri en medio del caos

    provinciano de la Revolucin Crstera.

    Cerradas las iglesias y los colegios reli-

    giosos, yo. sobrino de seores curas y

    de monjas escondidas, no deba ingre-

    sar a las aulas oficiales so pena de he-

    reja. Mi padre, un hombre que

    siempre sabe hallarle salida a los calle-

    jones que no la tienen, en vez de en-

    viarme a un seminario clandestino o a

    una escuela de gobierno, me puso

    sencillamente a trabajar. Y as, a los

    doce aos de edad entr como apren-

    diz al taller de don Jos Mara Silva,

    maestro encuadernador, y luego a la

    imprenta del Chepo Gutirrez. De all

    nace el gran amor que tengo a los li-

    bros en cuanto objetos manuales. El

    otro, el amor a los textos, haba nacido

    antes por obra de un maestro de pri-

    mara a quien rindo homenaje: gracias

    a Jos Ernesto Aceves supe que hab

    poetas en el mundo, adems de ec

    merciantes. pequeos industriales

    agricultores l...)

    Soy autodidacto, es cierto. Pero

    los doce aos y en Zapotln el Grand

    le a Baudelaire, a Walt Whiiman y

    los principales fundadores de mi est

    lo: Papin y Marcel Schwob. junto co

    medio centenar de otros nombres m

    los dichos populares y me gustab

    mucho la conversacin de la gente d

    Jos Luis Martnez

    Juan Jos Airela Un apunte

    Desde 1930 hasta la tecna tve de-

    sempeado ms de veinte oficios y

    empleos diferentes... He sido vende-

    dor ambulante y periodista: mozo de

    cuerda y cobrador de banco. Impresor,

    comediante y panadero. Lo que uste-

    des quieran.

    al hombre que me cambi la vida.

    Louis Jouvet, a quien conoc a su paso

    por Guadalajara. me llev a Pars hace-

    veinticinco aos Ese viaje es un sueo

    que en vano tratara de revivir; pis las

    tablas de la Comedia Francesa: esclavo

    desnudo en las galeras de Antonio y

    Cleopatra, bajo las rdenes de lean

    Louis Barrault y a los pies de Marie

    Bell.

    A mi vuelta de Francia, el Fondo de

    Cultura Econmica me acogi en su

    buenos oficios de Antonio Alatorre.

    que me hizo pasar por fillogo y gra-

    mtico. Despus de tres aos de corre-

    gir pruebas de imprenta, traducciones

    y originales, pas a Figurar en el cat-

    logo de autores (Varia invencin apa-

    reci en Tezontle, 1949).

    Una ltima confesin melanclica

    No he tenido tiempo de ejercer la lite-

    ratura. Pero he dedicado todas las

    horas posibles para amarla. Amo el

    lenguaje por sobre todas las cosas y

    venero a los que mediante la palabra

    han manifestado el espritu, desde

    Isaas a Franz Kafka. Desconfo de casi

    toda la literatura contempornea. Vivo

    rodeado por sombras clsicas y ben-

    en tider o

    toda olvidada, pero de gran popu-

    laridad en su t iempo, figuran pe-

    (sobre el libro de Henry Fielding),

    que los histor iadores contempo-

    rneos consideran suprema.

    No poseemos grabacin alguna

    de sus peras , h imnos, rquiem,

    o r a t o r i o s o t r a b a j o s m a y o r e s ,

    p e r o s p o s e e m o s (es n a t u r a l ,

    dada nuestra condicin de aficio-

    nados a los escaques odiados por

    Sneca) un ejemplar en lengua es-

    p a o l a de su l i b r o Anlisis del

    juego de Ajedrez, en edicin de la

    Librer a de Rosa y Bouret , Pars,

    1864, que era segn el t raductor

    D. C . de Algara, la ms fiel trans-

    cripcin del libro original: L'Anali-

    ze des c h e c s , p u b l i c a d o en

    L o n d r e s en 1747 y revisado por

    Philidor treinta aos despus.

    ANALISIS

    JUEGO DE AJEDREZ POR A D riLlDOR

    m

    LOS MUCHOS CAMINOS DEL

    DESDOBLAMIENTO

    E n el pasado de

    revista hablamos de libros apcri-

    fos, de obras fantasmas y desdo-

    b l a m i e n t o s de a u t o r e s que por

    supuesto se dan tambin en otros

    gneros de la cul tura y del ar te .

    U n o de los ms frecuentados te-

    r renos de los falsificadores es el

    de la pintura, dados los grandes

    b e n e f i c i o s e c o n m i c o s que en

    este campo obtienen los copistas.

    L a invencin de un autor o va-

    ros puede ser un acto vlido y re-

    conocido, un recurso eficaz para

    iico, un pintor, un poe-

    edan incursionar en estilos

    Biblioteca de Mv.xtco 7

  • volas que protegen mi sueo de escri-

    tor. Pero tambin por los jvenes que

    harn la nueva literatura mexicana: en

    ellos delego la tarea que no he podido

    realizar. Para 'facilitarla, les cuento

    todos los das lo que aprend en las

    pocas horas en que mi boca estuvo

    gobernada por el otro. Lo que o, un

    solo instante, a travs de la zarza ar-

    diente.

    ("De memoria y olvido". Confa-

    bularlo, Ed. Joaqun Mortiz. M-

    xico, 1971)

    Arrela dedic, en efecto, slo un par de dcadas de su vida al ejerci-cio de la literatura escrita. En 1943, cuando contaba veinticinco aos, publica en Guadalajara sus prime-ros cuentos. En 1963. a los cuarenta y cinco de su edad, aparece La feria, su ltimo libro formal. Pero, adems de sus libros, hace muchas otras cosas en estos aos fecundos. Es actor en el Teatro de Media Noche, que diriga Rodolfo Usigli. Y en 1947, en la nica representa-cin de Corona de sombra, la obra magna de nuestro dramaturgo. Juan Jos hace el breve papel del gene-ral Miramn. En la conversacin final que tiene Maximiliano con los generales mexicanos que lo acom-paarn en la muerte, el emperador les ofrece unos puros. Estos debie-ron ser viejos y de mala calidad, y Arrela, que nunca haba fumado, palideci y estuvo a punto de des-mayarse por la nusea.

    En 1950, cuando an no se pres-taba gran atencin a las nuevas le-tras (la coleccin Letras Mexicanas, del FCE, se iniciara en 1 9 5 2 ) . Arrela se hace editor con la colec-cin de cuadernos de Los Presen-tes, editados con pulcritud y que continan hasta 1956. Publica all hermosos textos de Pellicer. Henes-trosa, Mejia Snchez, Monterroso, Pascual Bux, Tario, Garca Terrs, Bonifaz uo, dibujos de Soriano, y cinco de los mejores Cuentos (1950) del propio editor. Adems de los cuadernos, en 1956 Arrela edita los primeros cincuenta ttulos de la coleccin de libros tambin llamados Los Presentes. Junto a tex-tos de escritores mayores, en esta serie da a conocer una legin de escritores jvenes: Carlos Fuentes y Jul io Cortzar se cuentan entre ellos. Y en fin, en 1958 y 1959 pu-blica veintiocho Cuadernos del Uni-cornio, que divulgan obras iniciales de escritores como Uranga, Lizalde, Pacheco y Del Paso, entre otros.

    La vocacin de Juan Jos Arrela para guiar los pasos de los escrito-res jvenes ha sido ciertamente me-

    morable. Creo que l inici los Ta-lleres Literarios. La revista Mester (1964-1967), que dirigi Arrela, re-coge en sus doce nmeros los pri-meros textos de escritores luego destacados como Jos Agustn, Elsa Cross, Hugo Hiriart, Feder ico Campbell, Jos Carlos Becerra, Ho-mero Aridjis, Jaime Sabines, Salva-dor Elizondo, Carlos Monsivis y Vicente Leero, entre los ms noto-rios. El novelista Jos Agustn reco-noci las enseanzas de Arrela con estas palabras:

    Era universal, la verdad. Estaba todo el

    mundo y a lodo el mundo le entrega-

    ba tiempo. Y a todos nos dio, primero

    que nada, unas nociones de identidad

    propia; nunca quiso obligar a la gente

    a que escribiera bajo determinados pa-

    trones. Tena la capacidad inmensa de

    poder reconocer los estilos incipientes

    de cada quien y ayudarlo a desarrollar

    su estilo.

    ("Arrela influenci a todos los

    de Mester", Vnomsuno, Mxi-

    co, 26 de junio de 1985)

    Siempre atrado por el teatro, en 1956 Arrela organiz el primer programa del innovador ciclo lla-mado Poesa en Voz Alta, con una seleccin de poesa y teatro espa-oles y de piezas breves de Garca Lorca. En la presentacin que escri-bi para el ciclo dice que preten-den "jugar l impio el antiguo y limpio juego del teatro". Arrela fue uno de los recitadores y actores en este primer programa y en algunos de los siguientes de este ciclo de tan buena memoria.

    Y adems de actor, editor y gua de los jvenes escritores. Arrela es ajedrecista, jugador de ping-pong, ciclista y aficionado a las encuader-naciones nobles, a los cristales be-llos y a las viejas levitas. Y es tambin un escritor excepcional.

    Cuando se public Varia invencin en 1949, un aire nuevo y fresco lleg a las letras mexicanas. Reapa-reca la vida pueblerina, en cuentos como "Hizo el bien mientras vivi", "El cuervero", "Carta a un zapatero" y "La vida privada", pero vista con una malicia burlona. Y haba mu-chas novedades: cuentos de temas de historia antigua y de cuestiones teolgicas; fantasas de sabor kaf kiano y un "Monlogo del insumi-so", en el que el innombrado Manuel Acua cavila sobre el por-venir de sus versos. La novedad apareca con un aire festivo, a veces socarrn y en un lenguaje manejado con destreza y ajustado

    siempre a la ndole de sus temas. En el ltimo de los cuentos men-c ionados , por e jemplo , hay un complejo juego de alusiones a per-sonajes y hechos relacionados con la historia del poeta: los amores con la lavandera, el memorialista Guillermo Prieto y la Dulcinea, que se llamaba Rosario de la Pea, y juicios sobre la poesa de Acua, consignados en el monlogo del poeta que ha decidido suicidarse. El resultado es sugestivo, lo mismo para quien lee el cuento ignorando sus alusiones como para el que dis-fruta sus entretelas.

    En el libro siguiente de Arrela, Confabularlo (1952), las promesas de Varia invencin se multiplican y los veinte cuentos son esplndidos. Forzando la seleccin, pueden des-tacarse "El guardagujas", atroz fan-tasa sobre nuestros trenes (que tiene alguna relacin con cuentos afines de Charles Dickens y de Al-varo Mutis, segn lo mostr Sara Poot Herrera); "El discpulo", acerca de dos aprendices de Leonardo y su bsqueda de la belleza; "La can-cin de Peronelle", sobre el poeta francs Guillaume de Machaut; el conmovedor "Epitafio", que cuenta la vida de Francois Villon; "El lay de Aristteles", que recrea una le-yenda medieval acerca del filsofo; los "Apuntes de un rencoroso", va-riacin sobre los celos; y el inge-nioso "Baby H. P.", que expone la posibilidad de aprovechar la ener-ga que despilfarran los nios.

    En los aos siguientes al primer Confabularlo de 1952, Arrela es-cribi nuevos cuentos que aadi en las ediciones posteriores (CUitfa-bulario total I1941-1961I y Confa-bularlo, en la edicin de Obras de

    J. J. Arrela, de Joaqun Mortiz, de 1971), a los que llam "Prosodia". Entre ellos hay nuevas obras maes-tras: "Cocktail Party", que se refie-re de nuevo a Leonardo, ahora con Monna Lisa; la preciosa y desespe-rada "Balada"; "T y yo", otra va-riante del conflicto de la pareja; "Anuncio", que lo es de una mujer de plstico cuyos atractivos se ponderan as: "Nuestras damas son totalmente indeformables e inarru-gables, conservan la suavidad de su tez y la turgencia de sus l-neas, dicen que s en todos los idiomas vivos y muertos de la tie-rra [...) Nuestras Venus aade el Anuncio estn garantizadas para un servicio perfecto por diez aos duracin promedio de cualquier esposa". Y siguen otros cuentos no-tables sobre temas femeninos: el extrao acerca de "Una mujer

    lihtioleca de Mxico

    s

  • amaestrada", y la inquietante "Par-bola del trueque", que comienza como sigue: "Al grito de Cambio esposas viejas por nuevas!' el mer-cader recorri las calles del pueblo arrastrando su convoy de pintados carromatos". Y en el tomo llamado Palndroma (ed. de Joaqun Mortiz. 1971) hay dos textos muy sugesti-vos: el relato extenso "Tres das y un cenicero", que refiere el encuen-tro de una estatua antigua en la la-guna de Zapotln, y "El himen en Mxico", turbadora fantasa cuyo tema puede ilustrarse con un libro cercano: Acechando al unicornio. La virginidad en la literatura mexi-cana, seleccin, estudio y notas de Brianda Domecq (FCE, Mxico, 1988).

    Por qu son fascinantes los cuentos y las prosas narrativas de Juan Jos Arrela? Puedo proponer estos motivos: la novedad de sus temas, su humor malicioso, la per-feccin de su elaboracin y la cali-dad de su estilo. Al panorama temtico de nuestros narradores, restringido a temas rurales y a ex-periencias personales, Arrela le descubre las posibilidades de la imaginacin, el mundo de los artis-tas y poetas y su bsqueda de la belleza (Aristteles, Leonardo, Vi llon, Machaut, Badajoz, Gngora,

    Acua, Gonzlez Martnez), de per-sonajes y hechos histricos y de obras cientficas intrincadas. Y nuestro cuentista logra trasmutar estos temas hasta volverlos entraa-bles y emocionantes. Otro tanto hace con cuestiones teolgicas y morales como el libre albedro, la predestinacin y el drama de estar en el mundo. El dicho bblico sobre la salvacin del alma de los ricos y el camello que pase por el ojo de la aguja, le inspira un cuento pre-cioso, "En verdad os digo".

    El mundo de la mujer, el amor y el destino de la pareja conyugal suelen ser el campo de un humor maligno y de fantasas crueles y re-sentidas. Para Arrela, el erotismo es como una fascinacin de abismo y de perdicin. "Todo lo que he es-crito dijo Arrela es el terror de saberme responsable y solo. Mi aspiracin ha sido perderme. Las mujeres han sido trampas tempora-les y accidentales. Y tengo la nece-sidad de ser devorado". Al mismo tiempo, ha reconocido el peculiar talante de su humor:

    Me siento feliz de haber desembocado

    en humorista. Quiz lo que ms pueda

    salvarse de m es el soplo de broma

    con que agito los problemas ms pro-

    fundos, ya sean floraciones del mar o

    entiden

    ajenos, o supuestamente ajenos a

    su t e m p e r a m e n t o (los heterni -

    mos f a m o s o s de P e s s o a son e l

    ejemplo tradicional en la literatu-

    r a del siglo X X ) , pero t a m b i n

    puede inventarse a un autor anti-

    guo, en la lnea del Marco Aurel io

    de G u e v a r a , o en la del gal co

    O s s i n de j a m e s M a c p h e r s o n , y

    exponerse el inventor a la furia de

    los sabios que han cado en el en-

    gao, tanto c o m o al odio de co-

    munidades o naciones que ven en

    ese juego un f raude h is tr ico y

    una burla de su autntica heren-

    cia cultural.

    Igualmente riesgosa, ms acaso,

    es la falsificacin de obras de arte

    que alcanzan en el mercado pre-

    cios elevados y cuyo e jecutor se

    e x p o n e no s lo al d e s p r e s t i g i o

    sino a la demanda judicial de los

    particulares o las instituciones que

    a d q u i e r e n e s a c lase de "fakes",

    c o m o se les l lama en la jerga in-

    glesa de la especial idad. U n mo-

    r r o c o t u d o e s c n d a l o , h a s ido

    precisamente el artculo publicado

    en febrero de 1998 sobre los cua-

    dros que componen la famosa co-

    leccin Yasuda, que fue vendida al

    nuevo museo de A m s t e r d a m por

    37 mil lones de dlares. Segn el

    a r t c u l o de G e r a l d i n e N o r m a n

    (The New York Times Review of

    Books), la co lecc in e s t confor-

    mada por puros fakes o copias de

    amigos y h e r e d e r o s del p in tor .

    Hace unos cuatro aos, pasamos

    admirados e ingenuos por ese pe-

    queo y nuevo museo de Amster -

    dam, persuadidos de que sus obras

    procedan de la mi lagrosa m a n o

    del gran Vincent, cuyos verdade-

    ros cuadros (as se prueba en el

    ar t cu lo anotado) se encuentran

    desde hace mucho en colecciones

    como las de la National Gallery de

    Londres.

    Hihlintcat de Mxico

  • floraciones celestes. Lo mismo hablara

    yo de las negruras del abismo que de

    las alturas de la luz. All el viento de

    mi espritu se mueve con una sonrisa

    macabra y funesta. Tal vez tengo una

    incapacidad para tratar en serio los

    grandes temas. Necesito salirme por la

    tangente de la pirueta.

    (Y ahora, la mujer..., Utopa,

    Mxico, 1975)

    La composicin y el estilo de los cuentos y fantasas de Arrela es una rara combinacin de finura, imaginacin y precisin. Sabe con-densar en los rasgos expresivos ms eficaces la materia de sus his-torias. Marcel Schwob, el escritor a quien ms debe la prosa de Arreo-la, deca que el objetivo del arte biogrfico debera ser el de captar los rasgos nicos, distintivos, de la vida del personaje, lo que constitu-ye su identidad fundamental, su pa-rbola propia, a ninguna otra semejante, en el firmamento de la vida colectiva. Los textos de Arrela que se refieren a personajes cum-plen este propsito, con gracia y agudeza. Y otro tanto hace con sus criaturas imaginarias, encontrando siempre su rasgo nico. De ah su eficacia.

    En sus textos ms elaborados, Arrela prefiere las frases cortas y su adjetivacin es de calidad excep-cional. Borgeana, podra aadirse. Nunca es adorno gratuito.

    El Bestiario (1959), que acompa-an dibujos de Hctor Xavier, es un ejercicio de observacin y de inteli-gencia, en prosas de concisin e in-tensidad admirable para captar lo distintivo de los veintitrs animales o familias que describe. Deteng-monos, como muestra, en las focas:

    Perros mutilados, palomas desaladas.

    Pesados lingotes de goma que nadan y

    galopan con difciles ambulacros.

    Meros objetos sexuales. Microbios gi-

    gantescos. Creaturas animadas de vida

    infusa en un barro de forma primaria,

    con probabilidades de pez, de reptil,

    de ave y de cuadrpedo. En todo

    caso, las focas me parecieron grises ja-

    bones de olor intenso y repulsivo.

    En alguna entrevista, Arrela obser-v que "el animal es el espejo del hombre [...] En el animal vemos nuestra caricatura, que es una de las formas artsticas que ms ayudan a conocernos". (Y ahora, la mujer..., Utopa, Mxico, 1975, p. 86)

    Arrela escribi conceptuosos sonetos en su juventud, que no ha coleccionado. Y prob el teatro en dos piezas en un acto: La hora de

    todos (1954), interesante y traduci-da al francs, y Tercera llamada (1971), que es quiz su nica obra prescindible; e hizo buenas traduc-ciones del francs de textos de su predileccin, especialmente de Paul Claudel (reunidos en Bestiario, ed. de J . Mortiz, 1972).

    La feria (1963) es la nica novela de Arrela y fue su despedida de la literatura escrita. Su tema es Za-potln el Grande, tierra de su autor. Cuenta la historia y la vida del pue-blo detenindose sobre todo en los conflictos de los naturales para re-cuperar sus tierras; en los grandes temblores que destruyeron el pue-blo; en los azares de la organiza-cin de las fiestas de octubre en honor de San Jos, el santo patro-no; en la aventura agrcola de un zapatero que se mete a agricultor; en las maliciosas confesiones de un muchacho; en las aventuras de las mujeres de vida alegre que regen-tea Mara la Matraca, con la singular historia de Concha de Fierro y el torero Pedro Corrales; en los amo-res de un adolescente y los afanes culturales del Ateneo Tzaputlatena con la poetisa Alejandrina; en las historias de muchachas robadas y abandonadas; y en el castillo piro-tcnico de don Atilano, incendiado por unos desalmados. El resultado de este cmulo de historias es en-cantador, lleno de frescura y gracia. El contrapunto con que se van hil-vanando los diferentes hilos y el lenguaje popular de la regin, fun-ciona con naturalidad. Hay frecuen-tes citas y trasposiciones de los pitofetas bblicos y de los Evange-lios apcrifos, as como de docu-mentos histricos (Sara Poot Herrera, Un giro en espiral. El pro-yecto literario de Juan Jos Arrela, Editorial Universidad de Guadalaja-ra, 1992, pp. 188-209). En suma, Juan Jos Arrela escribi un her-moso y animado homenaje a su tie-rra natal.

    En los aos siguientes a La feria, Arrela dej de publicar libros for-males. Sin embargo, no se apart de la literatura. Se ocup de sus Ta-lleres Literarios y, de cuando en cuando, en entrevistas periodsticas y en coloquios cont su vida y sus ideas literarias. Y poco a poco lo fue absorbiendo la televisin, que supo aprovechar su simpata, su ca-pacidad para hablar con chispa e ingenio de todo lo divino y lo hu-mano. Fue una dura tarea. Recorri en un carruaje especial la Repbli-ca, viaj por el mundo e hizo una serie de conversaciones con Anto-nio Alatorre sobre temas literarios.

    Confieso que slo lo he visto y odo en la tele pocas veces, pero recuerdo que don Daniel Coso Vi-llegas, crtico temible, poco antes de morir en 1976, me habl con admiracin de los programas de Juan Jos. La tele le dio fortuna aunque le alent su propensin al despilfarro. Y si a sus lectores nos hizo perder nuevos libros suyos, muchos millares de televidentes disfrutaron del ingenio y el don verbal de Juan Jos Arrela.

    Sin embargo, algo qued impre-so de estos aos. En homenaje a los libros de lectura escolares que, a Juan Jos y a m pues compart con l las primeras escuelas de Za-potln nos hicieron descubrir y amar las letras escritas, en 1968 Arrela public la antologa Lectura en voz alta, para despertar en los nios y los adultos el gusto por la literatura.

    Arrela ha tenido la virtud de conquistar admiradores, admirado-ras y discpulos. Uno de ellos, Jorge Arturo Ojeda, form en 1969 una antologa de cuentos de nuestro autor, precedidos por un extenso y minucioso estudio sobre su obra. Y el mismo Ojeda tuvo el acierto de recopilar, de entrevistas, declaracio-nes, coloquios y cursos, la que-llam "prosa oral" de Arrela en dos libros muy interesantes. El pri-mero se llama La palabra educa-cin (Sepsetentas, 90, Mxico, 1973) y est dividido en los si-guientes incisos: "Vida", "Cultura", "Conciencia", "Los jvenes", "El maestro" y "Palabra". En uno de sus textos, dice Arrela:

    Pertenezco al gnero confesional. Soy

    un hombre que siempre busca confi-

    dente [...] Quiero morir sin que haya

    quedado oculta una sola de mis accio-

    nes. Entre sacerdotes de la infancia y

    mdicos de la juventud, y amigos y

    amigas de todas las pocas, est mi

    vida hasta lo ms vergonzoso. Todava

    me queda esta ltima camiseta... hasta

    el hueso, pues.

    La otra recopilacin de la "prosa oral" de Arrela se llama Y ahora, la mujer... (Utopa, Mxico, 1975). Es uno de sus libros ms hermosos, por su sinceridad y agudeza. A modo de presentacin, lleva un re-trato de Arrela, escrito por una muchacha dibujante y pintora, que concluye as:

    Los gestos angulosos dibujan actitudes

    de inteligencia. La delicadeza de su es-

    tructura sea es responsable de una

    expresin corprea en descomposi-

  • cin dramtica: su esbeltez trae remi-

    niscencias del mbito teatral. Juan Jos

    Arrela se convierte en su propio es-

    pectador, asiduo y extasiado.

    Bajo el ttulo de Inventario (Grijal-bo, Mxico, 1976) reuni Arrela los artculos que escribi para el peridico El Sol, de la ciudad de Mxico. Son reflexiones sobre temas varios o cuestiones del da o bien traducciones de pginas desta-cadas o relatos de experiencias sin-gulares. En una de ellas (p. 151) relata su visita a Louis Jouvet, en Pars, quien le abre las puertas para que conozca el mundo del teatro francs de aquellos aos. Y en otra pgina hay un recuerdo emociona-do de Eugenio maz, el filsofo es-paol, entonces recin muerto en Veracruz.

    Debemos a Arrela tres buenos estudios literarios. Su prlogo a los Ensayos escogidos de Montaigne (Nuestros Clsicos, 9, UNAM, 1959) muestra su familiaridad con la obra del creador del ensayo moderno; el "Posfacio" que escribi para Perso-nae de Ezra Pound, con traduccio-nes de Guillermo Rousset Banda (Editorial Domes, Mxico, 1981), es una aguda reflexin sobre la vali-dez de la poesa de Pound; y, en fin, el libro llamado Ramn Lpez Velarde. Una lectura parcial (Fondo Cultural Bancen, Mxico, 1988), publicado en ocasin del centenario, ofrece comentarios acerca de la obra del poeta que ha sido aficin entraable de Arrela. l mismo acaba de publicar una prolongacin de este libro: Ramn Lpez Velarde: el poeta, el revolucio-nario (Alfaguara, Mxico, 1998).

    En la coleccin Voz Viva de M-xico de la UNAM, nmero 12, hay un disco con la voz de Juan Jos Arrela leyendo textos de Confabu-lario, presentado por Antonio Ala-torre, con un notable estudio.

    Adems de las ediciones origina-les de sus libros, existe una serie de cinco volmenes de Obras de J. J. Arrela, que edit Joaqun Mortiz en 1971 y 1972.

    La editorial Universidad de Gua-dalajara ha publicado un libro im-portante sobre la obra de Arrela: Sara Poot Herrera, Un giro en espi-ral. El proyecto literario de Juan

    Jos Arrela (1992).

    LAS MEMORIAS

    A pesar de que, gracias al empeo de un universitario jal isciense, Arrela se vio rodeado de las co-modidades y recursos necesarios

    para que reanudara su obra escrita, nada se logr. Tampoco lo anim a romper su silencio de escrituras el Premio Internacional Juan Rulfo, que recibi en 1992. Felizmente, el novelista Fernando del Paso, tam-bin residente en Guadalajara, tuvo la idea de grabar las conversaciones que tuvo con Juan Jos narrando su vida, y as surgi Memoria y olvido. Vida de Juan Jos Arrela (1920-1947), (Memorias Mexicanas, Mxi-co, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 1994). Es un libro encantador y el de lectura ms grata de los ltimos aos.

    Cul es el secreto de este encan-to? Me parece que, por una parte, ha sido la avidez fantasiosa de su vida misma que lo llev a lecturas y experiencias de variada ndole, junto con su imaginativa familia: ajedrez, circos caseros, bicicletas, pelculas francesas, el to Jos Mara, los juegos de la primaria, pastorelas, relojes, mquinas de es-cribir, plumas fuentes, papeles e imprentas, comidas, el to Genaro y el diablo, los temblores, la implan-tacin del espritu en la materia, encuademaciones, amor por la forma, prestigio de los nombres, trajes singulares, sombreros, vinos, los nombres de las telas, la mujer, los toros y la mancuerna Rulfo-Arreola.

    El relato central de Memoria y ol-vido es el del viaje que emprende a Pars, inmediatamente despus de la Segunda Guerra, gracias a la invi-tacin que le hace en Guadalajara el actor Louis Jouvet. ste lo recibe,

    le da una tarjeta que le dar acceso a los teatros y le consigue trabajo en la Comedia Francesa. En la em-bajada de Mxico en Pars, Rodolfo Usigli y Octavio Paz lo acogen amistosamente y lo hacen conocer el gran mundo intelectual. Todo es, pues, favorable salvo los nervios de Juan Jos Arrela y su incapacidad de alimentarse normalmente, lo que al fin lo obliga a dejar Pars y a vol-verse a Mxico. Las historias que cuenta de Usigli son atroces, a causa de su irascibilidad y su gusto por las polmicas: sus celos por la acogida de Gabriela Mistral a Arreo-la, su pleito con Paul luard, su im-pertinencia frente a Julien Benda, su mala suerte con George Bernard Shaw y su pleito con un inspector del Metro.

    El otro motivo del encanto es el estilo narrativo de Arrela. Es una alegra sensual por las cosas y por las palabras que las nombran, una fascinacin por el verbo transfigura-dor de la poesa, una sensibilidad de desollado que lo hace maravi-llarse y estremecerse ante todo lo divino y lo humano, y el arte de saber comunicrnoslo. Recordemos que este tomo de Memoria y olvido llega apenas a 1947 y que falta por narrar casi medio siglo de la vida de Juan Jos Arrela. Sus fanticos ha-cemos votos para que no se desani-me Fernando del Paso y siga recogiendo estas memorables me-morias. Acaba de anunciarse, feliz-mente, la continuacin de Memoria y olvido, que se llamar El ltimo ju-glar, y la realizar Orso Arrela.

    EL HMEN

    E N M X I C O

    ESTUDIO * ' ' fjr

    En su sustancioso ensayo "De libros

    fantasmas", pub l icado e n nuest ro

    nmero anterior, J o s de la Colina

    menc iona un ttulo que parecer a

    formar par te del c a t l o g o de los

    libros ficticios: El himen en Mxico,

    al cual se refiere el relato homnimo

    de Juan Jos Arrela, publicado en

    Palndroma ( 1 9 7 1 ) . Y a e n un

    a r t cu lo a p a r e c i d o e n la revis ta

    Viceversa (mayo de 1995) , Gerardo

    Den iz con taba c m o treinta aos

    atrs l saba de la existencia real de

    El himen en Mxico. De la Colina y

    Deniz han tenido acceso a esta obra,

    que tantos supusimos ingeniada por

    Arrela, gracias a que en el Departa-

    mento de Colecciones Especiales de

    la Biblioteca de Mxico se conserva

    un e j e m p l a r . Aqu m o s t r a m o s a

    nuestros lectores la portadilla de la

    curiosa obra.

  • Entre los textos no recogidos en las

    Obras de Juan Jos Arrela publicadas

    por el Fondo de Cultura Econmica

    (antologa de Sal Yurkievich, 1995) se

    cuentan el "Posfacio" a la traduccin

    de Personae, de Ezra l'ound, realizada

    por Guillermo Rousset Banda para la

    Editorial Domes, en 1982, y la presen-

    tacin del disco de poemas de Pablo

    Neruda. de la Serie Voz Viva de Amri-

    ca Latina, que editara la Direccin de

    Difusin Cultural de la UNAM en 1967.

    Enseguida encontrar el lector un

    fragmento del mencionado "Posfacio"

    y. pginas ms adelante, otro fragmen-

    to perteneciente al texto sobre Neruda.

    Creo q u e son dos p o e t a s de len-

    gua ing lesa los q u e c u r i o s a m e n t e

    demues t ran la impos ib i l idad de la

    poesa , los q u e d isuelven la posibi-

    lidad de ser poe ta en ser io , a pesar

    de todas su gravedades . Bas tan los

    t t u lo s d e E l i o t : Tierra balda y

    Mircoles de ceniza, para c o n c l u i r

    que la poes a e s imposib le . Pa recen

    darle la razn a un autor posterior ,

    p e r o de su m i s m a n d o l e , a Cyril

    Connolly, c u a n d o d ice q u e la p o e -

    sa de es te siglo, s o b r e t odo a partir

    de los lt imos aos de los veinte y

    pr imeros de los treinta, e s un ma-

    nantial s e c o en to rno del cua l au-

    llan los chaca l e s . Cons ide ro q u e los

    pr imeros en aullar a l rededor de un

    manantial s e c o son P o u n d y Eliot.

    Eliot s in t i su q u e h a c e r p o t i c o

    c o m o laborar tierra balda, p o r q u e

    ya todo es taba h e c h o . l y P o u n d

    se apoyan en un ar rebato q u e po -

    d e m o s l lamar lo m i s m o revo luc io -

    n a r i o q u e m e r a m e n t e i r r i t an te o

    irr i tado, c o m o el de los p r i m e r o s

    surrealistas. En es te c a s o p ienso en

    Apollinaire, el pr imero q u e e n ver-

    dad rompi lanzas c o n una e s p e c i e

    de sent ido de profanacin al e x p r e -

    sar el s e n t i m i e n t o d e l o intil , lo

    imposible , lo baldo d e e m p r e n d e r

    el q u e h a c e r p o t i c o ; p o r q u e , e n

    cierto m o d o , de sde los posr romn-

    tios, Baudela i re , los s imbol is tas , y

    luego de la casi decadenc i a de los

    parnas ianos , la poes a l leg a una

    per fecc in total.

    Me gustara citar el p rob lema de

    En basca del tiempo perdido, la des-compos ic in de una soc iedad , por-

    que hay que deci r a lgo importante,

    en q u e a v e c e s n o r epa ramos : de

    h e c h o , v iven e n el m i s m o t i empo ,

    u n o s c o n m s e d a d , o t r o s c o n

    menos-, Pound y Eliot compar t ie ron

    muchos aos de su vida c o n Proust.

    A e s o co r responde la abol ic in de

    los versos de medida fija y rimados.

    Luego v iene una e spec i e de tabula

    rasa, c o m o decir no es posible seguir por aqu ni por all. Pound e inme-

    < Ezra Pound. Foto Camera Prctt

    diatamente despus Eliot estn dis-

    p u e s t o s a jugrse las y a c a b a r c o n

    todas las frmulas: adviene una es -

    p e c i e de desorden , la in t roduccin

    de prosasmos para romper c o n los

    r i g o r e s d e la l l a m a d a l r i ca , q u e

    d e b a s o m e t e r s e a d e t e r m i n a d a s

    leyes y tener una altura de c o n c e p -

    to; empieza una forma, la grosera.

    En Apollinaire hay pasajes insopor-

    tables de grosera en verso, i legibles

    de tan esca to lgicos . Pound y Eliot

    van hacia dos asuntos: un prosasmo

    del iberado y un sent imiento de de-

    Juan Jos Arredici

    Ezra Pound

    so lac in , e s decir , nada es posible ,

    nada es verdad, todo est permitido.

    Y luego el h e c h o de que a m b o s se

    apoyan demas iado en la erudicin y

    la bibliografa. Hay una nota donde

    Eliot dice: "Sigo pensando e n la ba-

    raja espaola"; las notas de sus gran-

    d e s p o e m a s a v e c e s s o n c a s i

    g r o t e s c a s , i n c r e b l e s . A m s e m e

    abre una e spec i e de ab ismo, porque

    podra ser el lt imo descendien te de

    e s o cuando d e s e m b o c o en la erudi-

    c i n y la b ib l iograf a . A l g u n o s de

    mis c u e n t o s t ienen tal carc ter , en

    varios casos c o m o temas humorsti-

    cos , casi de c h o t e o de todo un pasa-

    d o histrico. No puedo comparar a

    Eliot c o n Pound en materia de eru-

    dicin, porque Pound fue el espan-

    t o s o c o n o c e d o r , m a e s t r o d e l

    conoc imien to , desde Grecia hasta el

    a p o g e o latino, pero tambin se nu-

    tri en la baja lat inidad y l l eg al

    macar rnico y a la corrupcin de la

    lengua. Prec i samente lo ms maravi-

    l l o s o d e e s e a m a m a n t a r s e e s su

    afecto y devoc in a la lrica proven-

    zal, donde el latn corrupto logra sus

    mejores frutos.

    Arnaut D a n i e l y toda una se r i e

    de poe tas occ i t anos es tn d ic iendo;

    el latn se a c a b , e s t amos c r eando a

    partir del latn estas jergas occ i t anas

    q u e pene t ra rn un p o c o al c en t ro

    de Francia .

    La co r rupc in latina da al poe ta

    actual, Pound, la libertad de lanzarse

    contra todo lo q u e era la poes a de

    su t iempo y decir: no , seores , aqu

    e m p i e z o a hablar y a usar estos dis-

    parates, ustedes sigan con su ingls,

    q u e v iene de sde Shakespea re , otra

    sanguaza de baja latinidad, q u e se

    c o n s a g r a d e f i n i t i v a m e n t e c o n los

    Victorianos l a c o n c l u s i n e x c e -

    lente y perfecta e n la lnea del de-

    s a r r o l l o d e l i n g l s . T e n n y s o n .

    S w i n b u r n e y l u e g o , e l c o l m o ,

    Browning . q u i e n e s influidos por el

    f r a n c s l o g r a n h a c e r u n a p o e s a

    muy inglesa . P o u n d desa r ro l l un

    ingls muy dist into al de sus c o n -

    t e m p o r n e o s m s t r a d i c i o n a l e s ,

    c o m o Frost y Sandburg.

    En los p o e t a s metafsicos ya se

    encuen t r a la in t roducc in del len-

    guaje co loquia l ; c u a n d o m e n o s hay

    tres co loqu ia les . Los le mos por pri-

    mera vez en el n m e r o espec ia l de

    la revis ta de Cahiers du Sud. R e -

    c u e r d o q u e h i c i m o s la ve r s in de

    "La p u l g a " , d e D o n n e , y q u e d

    mejor q u e otras, aun las dos o tres

    q u e t engo en francs. Hasta llegar a

    B r o w n i n g . c o n cier tos p o e m a s q u e

    se disparan hacia Eliot. en Cocktail

    Party y dems . Pero el lenguaje c o -

    loquia l e ra antes una rareza en la

    poes a , n o una cues t in sis temtica,

    c o m o en Pound y Eliot.

    En un p o e m a de Oc tav io Paz, de

    los q u e ms m e importan, la madre

    d i ce : " B u e n a s n o c h e s , b u e n a s no-

    c h e s " , y la n ia , al p e del rbo l ,

    o t r a v e z ; e s t e n la l n e a d e un

    p o e m a muy co loqu ia l de Brown ing

    q u e m e reve l Meja S n c h e z

    "(Mr. S ludge, the mdium' )" , d o n d e

    a p a r e c e e s o de "Good night!".

    Pound representa , e n lengua in-

    g lesa , la vo lun tad de deci r : n o es

    pos ib l e la poes a , a u n q u e la hayan

    in tentado tantos; la poes a est ms

    a l l de la m e t a d e la p e r f e c c i n ,

    p e r o a q u e s t n lo c o l o q u i a l y lo

    bruta l , i n c l u s o lo e s c a t o l g c o , lo

    c o t i d i a n o y lo p r o s a i c o ; e n t o n c e s

    h a c e la t e r r i b l e d e m o s t r a c i n d e

    p rosa smo , c o n el cual a v e c e s va

    m s all q u e q u i e n e s pre tendieron

    lo sub l ime , c o m o Arnaut Danie l y

    su discpulo Dante . Po r e s o la recu-

    r renc ia total a los t rovadores pro

    v e n z a l e s y a V i l l o n , q u e fue un

    pre-Pound. Villon en su p o c a rom-

    pi c o n todo , introdujo el prosas-

    m o y la e sca to log a en el lenguaje

    de la coquille, y e n e s e m o m e n t o

    dijo: n o es pos ib le la poes a , aun-

    q u e se a s o m a ella y fue maestro

    en letras; e n t o n c e s invent la jerga

    q u e se pa rece tanto a la de Pound .

    p o r q u e ste , en c ier to m o d o , e s lo

    q u e podr a l l amarse un coquiller.

    Por e s o e s tan difcil traducir a Vi-

    l lon c o m o a Pound.

    Villon y Pound crean una e s p e c i e

  • de lenguaje secre to , porque el len-

    guaje de todos los das y de toda la

    gen te no vale, se neces i ta una jerga

    c o m o el l engua je or ig ina l , q u e al

    principio fue secre to : c u a n d o se hi-

    c ieron los pr imeros grupos de soni-

    d o s a r t i c u l a d o s c o n e l e m e n t o s

    significantes era una lengua esotr i -

    ca, el lenguaje de los iniciados, los

    otros se en tendan a b a s e de aulli-

    dos, gritos, pa lmadas e n la espalda ,

    j a l o n e s de o re jas y p e l o , c a c h e t a -

    das . E n un m o m e n t o d a d o d e la

    Edad Media se volvi a un lenguaje

    secre to : el de las jergas , la coquille,

    etctera . El he rme t i smo de la p o e -

    sa actual es a lgo parec ido , una jer-

    g o m a n a eso tr ica .

    P o u n d y ot ros tratan de abol i r la

    p o e s a p a r a q u e n a z c a la p o e s a

    de spus de la poes a ; e n otra pala-

    bras, de spus de la retrica.

    A m m e impor ta c o m o pr incipio

    y final e s to : cua lqu i e r p o e t a autnti-

    c o s e pregunta : podr d a r m e a en-

    tender? , c o m o lo h i z o R i lke e n la

    pr imera d e las Elegas de Duino:

    Quin, si gritara, me escuchara desde

    los rdenes anglicos...?

    V i l l o n n e c e s i t a la a n c d o t a de las

    be l l a s de a n t a o q u e ya n o exis ten,

    e l t i e m p o p a s a y l a s d e v o r a , y

    s o b r e e s t o t e j e u n a a r m o n a m s

    all d e t odo . H a y a l g o p o r e n c i m a y

    p o r d e b a j o d e l p o e m a , c o m o e n

    es te falso e p i g r a m a de Marcial , por

    e j e m p l o :

    Lelia, me aborreces,

    pero qu tal

    si al final

    no me mereces.

    As P o u n d s e j uega la car ta ms im-

    p o r t a n t e : a v e r si m e e n t i e n d e n ,

    q u i e r o d a r m e a en t ende r , p e r o n o

    de m a n e r a e l e m e n t a l d ic i endo :

    La noche est llena de estrellas

    y te estrecho en mis brazos.

    T o m a el r i e sgo de dar una ser ie de

    c l a v e s , q u e i n d i c a n v i v e n c i a s pri-

    m a r i a s , p e r o c u y a c o m p r e n s i n

    e x i g e ir m s a l l d e l o p r i m a r i o ,

    para n o q u e d a r n o s h u e c o s : si cada

    da a c e p t a m o s las no t i c ias de l p e -

    r id ico , el d e s a y u n o , la m a a n a de

    t rabajo, la c o m i d a , o t ro rato de tra-

    b a j o p o r la tarde, la c e n a y despe -

    dir el da, n o ex i s t e m s all.

    L o i n t e r e s a n t e e n la p o e s a e s

    q u e , p e s e a t o d o p e n s a m i e n t o ra-

    c i o n a l , s i e m p r e a l g o s e e s c a p a , y

    l o s p o e t a s c o m o P o u n d q u i e r e n

    c a p t u r a r l o . A par t i r d e a n c d o t a s

    a m o r o s a s y a u n d e ot ras g ro tescas ,

    b a s a d a s e n Grec i a , e l c l a s i c i smo la-

    t ino, la baja lat inidad, e l macar rn i -

    c o , e l p r o v e n z a l , l a s p r i m e r a s

    l e n g u a s i ta l iana , f r ancesa , ing lesa ,

    e tc te ra , hal lar lo q u e es t m s all

    de la superf ic ie d e las c o s a s . P o d e -

    m o s c o n t a r , c a l i b r a r , a c o m o d a r

    t o d o , j u g a r u n a j e d r e z r a c i o n a l ,

    p e r o d e p r o n t o h a y u n e l e m e n t o

    i r rac ional , al q u e f i na lmen te ape l a

    P o u n d , d e s p u s d e o p o n e r s e a

    t odos los r o m a n t i c i s m o s p o t i c o s .

    S e l l ega ha s t a la p o s i b i l i d a d de

    p lan tear q u e P o u n d e s un l o c o por-

    t en toso , un char la tn y los char-

    l a t a n e s d i c e n m s p o r q u e h a b l a n

    m u c h o , p e r o si s e dest i la d e toda

    la char la taner a , lo q u e f ina lmente

    q u e d a d e s p u s de revisar la ob ra e s

    u n a e s p e c i e d e v e r d a d p ro funda ,

    ms all de los j u e g o s y los de le i tes

    de la in te l igenc ia .

  • Pablo Nerada. Foto Sara Faci y Alicia d'Amico

    Imagen de Pablo con palabras de Neruda

    Yo iba vestido de poeta, de riguroso luto, luto por nadie, por la lluvia, por el dolor universal. Y all los brbaros levantaban la copa de sangre.

    Un nio silvestre amigo de los libros, de las hier-bas, de los insectos y de los pjaros. Pequeo, tierno y duro como una semilla que sabe secreta-mente que va a henchirse de humedad terrestre y a crecer interminable. Que va a desarrollar los asuntos humanos en la guirnalda potica infinita, que propagar sus flores, sus racimos, sus zapa-yos oscuros de pesadas gotas y las catedrales de araucaria y de sequa. Pero sobre todo, el trigo de palabras sencillas que se multiplica centeno en vasta geografa, tierra de panllevar donde se ha-blan todas las lenguas, donde los humildes reci-ben la voz y la mano saludable de Neruda, desde el Crepusculao romntico y apaisado, hasta los cinco dedos de color brillante, el Memorial de Isla Negra, en una caja de cartn, abierta como fruta que deja ver los gajos de su ltima poesa.

    Por qu es usted tan oscuro?, le preguntaron una vez a Neruda, en la hora seria y profunda, frecuentemente amarga, de Residencia en la tie-rra. Y l contest: pregntelo a la noche, a las corrientes sumergidas, a los diamantes dormidos en el carbn, al funesto alegrico del sueo.. . Por qu es usted tan sencillo? Volvieron a insistir los que en vano pretenden casar su pensamiento de notarios con la nia risuea y pensativa. Y como era ya la hora clara, Pablo contest desde la casa de vidrio de las Odas: pregntenle al viento, a la cebolla y a las aguas manantiales... Y se fue corriendo y cantando, para subirse luego a un rbol infantil y comer, una tras otra, cien ciruelas verdes con sal. (Despus se acord de que estaba

    enamorado, y con la navaja que lleva desde en-tonces en el bolsillo, como quien le saca punta a un lpiz aromtico, se puso a escribir, a tallar los cien sonetos de amor y de madera que Matilde Urrutia guarda en su corazn definitivo.)

    Lo primero que vi fueron rboles, barrancas decoradas con flores de salvaje hermosura, hmedo territorio, bosques que se incendiaban y el invierno detrs del mundo, desbordado.

    Nio vestido de luto, poeta desde la primera lnea, ganador de premios, perdedor siempre en la guerra de las bellotas. Quin puede decir, si no la ha recibido atinada en la cabeza, cunto duele una bellota, o la bola de nieve de Dargelos que oculta una pedrada? Nio luego adolescente, pjaro afilado con las alas de la capa negra moja-da, impedido por la lluvia, empapados los zapa-tos en los c h a r c o s q u e son todo el p u e b l o inundado de casas que flotan en el fango como palafitos sin patas. Pero que estn prontas a arder y arder de veras ao tras ao cuando el largo in-vierno pasa y el sol vuelve la cara y el verano re-seca el lodazal con su reverso de fuego. Basta una chispa descuidada, un cerillo que cae mal apagado, una leve discordia entre vecinos, y las casas de Temuco vuelan en torbellinos de incen-dio azuzadas por el viento.

    De luto por quin? Por la lluvia, por el aire, por la tierra enfangada y por el fuego. Los cuatro ele-mentos que van a ser los cuatro pilares de su poe-sa, asaltan a Temuco mal definido por la pobreza, la distancia y el olvido. Y Neruda se refugia en su casa, resonante y frgil, a leer libros de aventuras.

  • Mi casa , las paredes cuya madera fresca.

    recin cor lada hue le an: destartalada

    casa de la frontera, q u e cruja

    a cada paso , y s i lbaba c o n el v iento de guerra

    del t i empo austral, h ac i ndose e l e m e n t o

    de tempes tad , ave d e s c o n o c i d a

    ba jo cuyas heladas p lumas c r e c i mi can to .

    Amante precoz de la naturaleza y de los textos, explorador cotidiano de la selva inmediata, com-paero de speros gaanes que le regalaban un pjaro, un insecto de alas fantsticas o la geom-trica dulzura de un panal. Visitante nocturno de las maestranzas donde se funden y labran los me-tales, vio las pupilas fijas de las mquinas y el coro fantasmal de los obreros muertos: espectador de cruentas persecuciones, donde los araucanos caan derribados por el hacha de otros nuevos y feroces conquistadores. Amigo ya de la tipografa; un hlito de imprenta envolvi sus primeros ver-sos entre las proclamas de los luchadores civiles. La injusticia presenciada y la voz creciente del descontento anunciaba los cantos futuros, entre el zumbido fragante de los aserraderos, el murmullo del ro y la crepitacin de las hogueras. Pero mu-chas cosas tenan todava que distraerlo, colmn-dolo de tristezas y de goces. Pronto la mujer vino a su lado, a partirlo en dos mitades suyas, antag-nicas y enamoradas. Y junto a Morena la Besado-ra, M a r i p o s a de o t o o r e v o l a b a , amar i l l a y melanclica:

    T o d o se va en la vida, amigos ;

    se va o perece . . . .

    Se va la rosa q u e desa tes .

    T a m b i n la b o c a q u e te b e s e .

    Inclinado ya para siempre a la tristeza, dndose y rehusndose, Pablo Neruda vea en los ojos de la mujer ms amada de entonces, la mirada de un nio triste c o m o l, "delgado nio cuya plida forma se impregnaba de bosques vacos y bode-gas". Ms que el hijo directo que ata la pareja in-d i s o l u b l e , el a d o l e s c e n t e a p a s i o n a d o y desdeoso , se saba dest inado a propagar una descendenc ia vasta e innumerable , "hecha de toda la estructura del polen, de todo el viento ar-diendo sobre estrellas impuras: oh amor, desenre-dado jardn que se consume, en ti se levantaron mis sueos y crecieron".

    Amor que quiere libertarse para volver a amar, no es inconstancia marinera, sino clara conciencia de que el amor que se concreta en hijos y familia har del poeta un hombre atado y sedentario, in-capaz de recorrer los caminos que lo aguardan impacientes a travs de la tierra y del mar.

    Luego l legu a la capital , v a g a m e n t e impregnado

    de n iebla y lluvia. Qu cal les eran esas?

    Los trajes de 1921 pululaban

    en un o lo r atroz de gas , caf y ladrillos.

    Y mientras estudiaba en Santiago pedagoga en

    francs, agot el tesoro de amadas reminiscencias,

    de antiguas ataduras. Escribi el nuevo soneto a

    Elena, y Peleas y Melisanda volvieron a decir el

    dilogo del amor y de la muerte. Pero la vida ju-

    venil lo sacaba de su cuarto llevndolo a empujo-

    nes por la calle:

    Sal a vivir: c r e c y e n d u r e c i d o

    fui po r los c a l l e j o n e s mise rab les ,

    sin c o m p a s i n , c a n t a n d o en las fronteras

    del delir io.

    Entr a ser h o m b r e

    c a n t a n d o en t re las l lamas, a c o g i d o

    por c o m p a e r o s de c o n d i c i n noc turna

    q u e can ta ron c o n m i g o e n los m e s o n e s . . .

    Ecos de semejantes aventuras resonarn despus

    en el "Estatuto del vino", y otros poemas de "con-

    dicin nocturna". Pero antes, orgistico y melan-

    clico, hizo el libro maravilloso que daba al amor

    nueva lengua entre nosotros. El libro que repre-

    senta la primera plenitud potica de Pablo Neruda

    y que realiza un milagro: pone en los labios del

    pueblo la cancin del amor individual, y nadie

    tropieza al repetirla, a pesar de que el libro est

    l l eno de o r d e n a c i o n e s imprevis tas : " . . .eras la

    boina gris y el co razn en ca lma. . . Ga lopa la

    noche en su yegua sombra, desparramando espi-

    gas azules sobre el campo".

    Hondos y desiguales ejercicios: Tentativa del hombre infinito. El habitante y su esperanza y la redonda prosa de los Anillos, iban haciendo posi-ble al Neruda capital de las Residencias. Pero se-gua la hora de l a m o r t u m u l t u o s o , juven i l y

    frentico:

    Mord mujer, m e hund d e s v a n e c i n d o m e

    desde mi fuerza, a tesor r ac imos

    y sal a c a m i n a r de b e s o e n b e s o ,

    a tado a las car ic ias , amar rado

    a esta gruta de fra cabe l l e ra ,

    a estas piernas por lab ios recorr idas:

    h a m b r i e n t o en t r e los lab ios de la tierra,

    d e v o r a n d o c o n lab ios devo rados .

    La posesin de la mujer hace posible la posesin del mundo. Ha llegado la hora de los viajes, que sern interminables. Como el otro, grande tam-bin aunque distinto, Neruda es un "inspector ge-neral de la c r e a c i n , el c o n t r a l o r de la c o s a presente". Y va a recorrer la tierra paso a paso, agrimensor, botnico , gegrafo, zologo, co lec -cionista de piedras y cristales, de maderas, de utensilios, de ritos, de caracoles y conchas, y de e sos res iduos q u e el agua del mar deja en la playa, pul idos , e s c u e t o s y o r n a m e n t a l e s , q u e tanto se asemejan a sus versos . S a b e c o m o el otro, grande tambin aunque distinto, que todos los objetos y las criaturas de la tierra son las letras de un inmenso abecedario, y que con l se com-pone la oda grande, el Canto General que va a devolvernos las cosas desconocidas y perdidas, limpias y recin nombradas.

    Hih!u,uxa tic Mcxtai 1 6

  • Pablo Smi*. fotografa de San Faci y Alicia d'Amico

    Despus de un largo rodeo por ciudades apa-rentemente egregias, el cnsul Pablo Neruda llega a los arrabales del mundo; a los pueblos todava suburbanos:

    Y sal por los mares a los puertos...

    Viv en birmania, entre las cpulas

    de metal poderoso, y la espesura

    donde el tigre quemaba sus anillos

    de oro sanguinario.

    En Oriente, otra vez la pobreza tom su alma por asalto:

    morimos/ como un irnos cayendo desde la piel al alma...". Sueos malsanos batan alas de mur-cilago viscoso, en un delirio de malaria. Pero Pablo Neruda siempre ha salido a flote de todos los naufragios, y el desmesurado Hondero que lanz a las estrellas su equivalente entusiasta, al-ternaba con el antroplogo poeta. Prevaleci por entonces la voz oscura, sonora, de graves opaci-dades, con un ritmo lento, bambolean te , de hombre que camina por el fango, al mismo tiem-po original y envilecido. Oriente y Occidente, mezclados en su alma, le decan al pasajero eter-nas desventuras:

    India, no am tu desgarrado traje,

    tu desolada poblacin de harapos...

    Entr a los templos, estuco y pedrera

    hacen las gradas, sangre y muerte sucias

    y los bestiales sacerdotes, ebrios

    del estupor ardiente, disputndose

    monedas revolcadas en el suelo...

    Haba llegado la hora grave de Residencia en la tierra. El habitante se dio cuenta de que viva entre paredes inmundas, apuntaladas por prosti-tutas y mendigos. Y en su alma casi todo estaba cayndose, "como un naufragio hacia dentro nos

    Golfos pestilenciales elevaban

    techos de pedrera desbordante,

    y en anchos ros la vivienda

    de millares de pobres, apretados

    en las embarcaciones , y otros, todos

    cubran la infinita tierra...

    Sucede que me canso de ser hombre.. .

    No quiero para m tantas desgracias.

    No quiero continuar de raz y de tumba,

    de subterrneo solo, de bodega con muertos,

    aterido, murindome de pena.

  • 1

    Jorge Luis Borges. Foto Carlos Freire-Rapho)

    Jorge Luis Borges

    Juan Jos Arrela Creo descreer de libre albedro, pero si me obligaran a cifrar a Juan Jos Arrela en

    una sola palabra que no fuera su propio nombre (y nada nos impone ese requisito)

    esa palabra, estoy seguro, sera libertad. Libertad de una ilimitada imaginacin, regi-

    da por una lcida inteligencia. Un libro suyo, que recoge textos de 1941, de 1947 y

    de 1953, se titula Varia invencin; ese ttulo podra abarcar el conjunto de su obra

    Desdeoso de las circunstancias histricas, geogrficas y polticas, Juan Jos Arreo

    la, en una poca de recelosos y obstinados nacionalismos, fija su mirada en el uni

    verso y en sus posibilidades fantsticas. De los cuentos elegidos para este libro, me

    ha impresionado singularmente "El prodigioso miligramo", que hubiera ciertamente

    merecido la aprobacin de Swift. Es capaz como toda buen fbula de interpretado

    nes distintas y tal vez antagnicas; lo indiscutible es su virtud. La gran sombra de

    Kafka se proyecta sobre el ms famoso de sus relatos, "El guardagujas", pero en

    Arrela hay algo infantil y festivo ajeno a su maestro, que a veces es un poco mec-

    nico.

    Que yo sepa, Arrela no trabaja en funcin de ninguna causa y no se ha afiliado a

    ninguno de los pequeos ismos que parecen fascinar a las ctedras y a los historiado

    res de la literatura. Deja fluir su imaginacin, para deleite suyo y para deleite de todos

    Naci en Mxico en 1918. Pudo haber nacido en cualquier lugar y en cualquier

    siglo. Lo he visto pocas veces; recuerdo que una tarde comentamos las ltimas aven-

    turas de Arthur Gordon Pym.

    Reproducimos aqu el "Prlogo" de Jorge Luis Borges a la edicin especial de Confabulano, Fondo de Cultura Econmica, 1985 (Coleccin Tezontle).

  • fucili Jos Arrela

    Gunther Stapenhorst "Gunther Stapenhorst" ( 1 9 4 6 ) es uno de los primeros

    cuen tos pub l icados por J u a n J o s Arrela. Pab lo y

    Henrique Gonzlez Casanova lo incluyeron en una de

    las c lebres plaquettes de la co l ecc in "Lunes", que

    ambos hermanos animaron durante los aos cuarenta.

    Agradecemos a nuestro amigo Fausto Rosales el haber-

    nos llamado la atencin sobre estas pginas, no recogi-

    das por su autor en libro.

    L a muerte de Gunther Stapenhorst pas casi inadvertida. Hasta los peridicos especializados en resaltar las circunstancias de cada caso desdi-chado, no dieron ms que unos cuantos detalles exteriores. Se hallan lejos y dispersos los que po-dran haber lamentado la prdida de este hombre singular.

    Cuando el ingeniero Stapenhorst, especializado en armona de conjuntos, termin sus estudios, eran los das en que Alemania, cegada por el or-gullo, conceba las cosas en grande y realizaba metdicamente proyectos absurdos y colosales. Barrios enteros de Berln eran demolidos; en su lugar surgan los conjuntos simtricos edificados para albergar a las nuevas generaciones, engen-dradas y seleccionadas conforme a plan.

    Las profecas de Ricardo Wagner amenazaban con hacerse verdaderas. La msica pareca mate-rializar sus grandes masas ideales y en el aire flo-taban sus ejrcitos sonoros; la poblacin y su actividad haban tomado un ritmo de cabalgata. El mundo contemplaba con admiracin culpable y respeto temeroso la ereccin del Walhala amena-zador.

    Stapenhorst vio abrirse, ante sus ojos embriaga-dos, un porvenir de posibilidades infinitas, domi-nado por la perspect iva de una arquitectura delirante. Su carrera haba estado sealada por xitos sucesivos; en su corazn operaba la dosis de soberbia que los planes de una organizacin total haban asignado a cada ciudadano. Cuando el gobierno reuni en concurso a los mejores in-genieros con el fin de proyectar el pabelln de Alemania para la feria universal, Stapenhorst asombr a todos con sus maquetas. Plane un bosque de columnas ciclpeas, que rodeaba una gruta geomtrica de proporciones inauditas, desti-nada a encerrar y a exhibir el tesoro cientfico y artstico de los nuevos nibelungos.

    El proyecto, aunque satisfaca y sobrepasaba los afanes de grandeza, tuvo que ser desechado al final. Los problemas tcnicos que planteaba no podan ser resueltos con la debida rapidez; en todo caso, los terrenos asignados al pabelln no

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    satisfacan ni con mucho las necesidades materia-les del proyecto. Stapenhorst tuvo que conformar-se con que la maqueta figurase en el stand de arquitectura moderna presentado en la exposicin.

    All fue visto y discutido por los representantes de las nuevas tendencias. Le Corbusier no reserv sus elogios, pero confes que Stapenhorst haba ido un poco demasiado lejos y que su arquitectu-ra no era todava de este mundo. Una circunstan-cia, al parecer irnica, decidi el porvenir del ingeniero. El admirador ms entusiasta de su obra fue Adolphe Appia, el escengrafo, quien se em-pe en convencerlo de que el teatro era su ca-mino verdadero y de que su ingeniera no poda tener ms realidad que las torres y las arcadas de De Chirico.

    De regreso en Berln, Appia present a Gunther con Max Reinhardt y le hizo estudiar profunda-mente la historia y el desarrollo del arte esceno-grfico. Poco despus Stapenhorst pudo realizar el escenario simultneo para Los criminales de Bruckner, que le abri el camino de la celebridad. Reinhardt le comision entonces los decorados de El milagro, de Franz Werfel, que fue representado como en los tiempos de Bibiena, con un realismo aplastante. Stapenhorst edific entonces la nave de una catedral gtica, en perspectiva vertiginosa, traspasada de vitrales profundos.

  • Poco despus se entreg a la tarea de realizar un Hamlet abstracto para la compaa de Gustav Grudgens. Stapenhorst caracteriz esta concep -cin por medio de una ausencia de formas con-cre tas . Uti l iz g randes t e l o n e s t r ansparen tes , superpuestos, para crear la sensacin de lo infini-to. La escena apareca con grandes masas de som-bra, abierta solamente en breves espacios de luz opaca, en la que apenas se destacaban los perso-najes.

    Pero su mayor triunfo consisti en el escenario giratorio de Ingeborg, concebido a manera de una es t recha torre de B a b e l , e s p e c i e de laber in to chino tallado en una asta de unicornio, donde la protagonista se extraviaba para siempre, en la es-piral de una obsesin.

    El cine le abri entonces sus horizontes infini-tos. Era la poca en que culminaba el expresio-nismo alemn y en que los directores Steinitz, Lang y Gmpf, competan en la pantalla. La Ufa desafiaba a Norteamrica y sus producciones al-canzaban prestigio universal. El teatro dejaba es-capar hacia el cine a sus nombres ms eminentes. Heinrich George, Mara Kopenhoffer y Grudgens se unan a Emil Jannings y a Conrad Veidt. Se ha-blaba de filmar Los ladrones de Schiller y el Faus-to de Goethe.

    Stapenhorst inici sus actividades cinematogr-ficas creando el mundo de arquitectura medieval en que se desarrollaron las escenas mudas e im-presionantes de La muerte de Sigfrido. Poco des-pus lleg a las cimas de la irrealidad con los complejos escenarios de La fbrica de ensueo, de Georg Kaiser.

    Era el t iempo en que los cineastas a lemanes elevaban sus estrellas al estilo americano; jvenes actrices llenas de gracia y simpata cuyos nombres han sido olvidados para siempre: Renate Mller, Inge Liszt, Magda Schneider, Brigitte Helm... El cine germano pareca llegar a su culminacin. Sus originalidades fotogrficas eran imitadas en Rusia, en Inglaterra, en Francia y en Amrica.

    Por ese tiempo fue decretada la nacionalizacin de la industria cinematogrfica y todos sus recur-sos de divulgacin fueron utilizados con fines de

    propaganda. Los argumentos tenan que ser so-metidos a un comit de revisin, y slo eran auto-rizados aquel los asuntos que directa o indirec-tamente contribuan a expresar la ideologa de un gobierno hipertrofiado, que creca desmesurada-mente, invadiendo todas las esferas de la activi-dad h u m a n a . F u e e n t o n c e s c u a n d o un gran nmero de actores, directores y fotgrafos, busca-ron la manera de escapar a otros pases. La carre-ra del cine alemn haba sido cortada en seco; no haba sino dos caminos, la emigracin, o sumarse a la maquinaria de propaganda poltica. Stapen-horst trat tambin de ponerse a salvo, pero cir-c u n s t a n c i a s i n e x o r a b l e s lo de tuv ie ron . Nadie podr disculpar ahora su debi l idad, su brusca falta de independencia. Repetidamente halagado por funcionarios poderosos, se hizo cargo de dos o tres pelculas destinadas a exaltar los sentimien-tos racistas de la juventud alemana.

    Sin embargo, alcanz a hacer una ltima apor-tacin puramente artstica para el teatro y para el cine. Colabor es t rechamente en la representa-cin del Cristbal Coln, de Paul Claudel. Realiz para esta pieza todas las escenas cinematogrficas que se proyectan en la pantalla, mientras los acto-res trabajan en el foro. Stapenhorst tuvo ocasin de conocer estrechamente a Claudel y logr inte-resarlo vivamente para que escribiera una obra cinematogrfica. Como producto de sus conversa-ciones surgi el proyecto maravilloso de una obra maestra. Stapenhorst iba a encargarse de realizar los escenarios y de adaptar el texto a las necesi-dades del cine, colaborando siempre con el gran poeta. Se trataba de una especie de triloga de la historia francesa, abarcando las figuras de Carlo-magno, de San Luis y de Juana de Arco. Claudel traz el plan general de la obra y escribi algunas escenas del San Luis. El xi to alcanzado por el Cristbal Coln pareca haber inaugurado una nueva etapa en que el teatro y el cine iban a unir-se, creando un nuevo medio de expresin artsti-ca. Desgraciadamente, en Berln era cada vez ms difcil llevar a trmino las tareas de este gnero. La pieza de Claudel fue tal vez la ltima obra rea-lizada en libertad.

    En e spe ra de t i e m p o s me jo re s y tal vez en busca de un nuevo campo para sus actividades, Gunther Stapenhorst realiz una gira por Europa, visitando las principales capitales del teatro. Fue a Rusia, de sde d o n d e la fama de Meye rho ld se haba esparcido por el mundo, a Suecia, donde Bondesen y Coldewin realizaban experiencias de