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Amoris laetitia Exhortación postsinodal Beato Manuel La canonización en el horizonte Resucitado Más que otra película religiosa Ella nos atrae hacia Jesús Mes de María

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Amoris laetitiaExhortación postsinodal

Beato ManuelLa canonización en el horizonte

ResucitadoMás que otra película religiosa

Ella nos atraehacia Jesús

Mes de

María

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Editorial: La mejor de las oportunidades

Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia

La liturgia, encuentro con Cristo

Partícula para eucaristizarnos

Formación carismática

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

La experiencia del beato Manuel, ¿mística?

La canonización en el horizonte

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

95º Aniversario de la fundación de las MEN

Película recomendada

Lectura sugerida

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

5 Jornada Mundial de las Comunicaciones

Sociales15 Formación

carismáticaCatecismos vivos

30 Cordialmente,una carta para ti

Corazón y brújulaRevista y Editorial

fundadas por el BeatoManuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: P. 7-1958

En portada: D. Sergio Pérez preside la Eucaristía en la Capilla de «Betania», casa de retiros de las Pías Discípulas de Jesús Maestro, en Roma.

HacemosEl Granito de Arena

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EDITORIAL

La mejor de las oportunidades

E l 8 de abril se hacía pública la exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, un texto largamente esperado ya que recoge

las aportaciones, ideas y sugerencias de los dos últimos sínodos sobre la familia realizados en el Vaticano. La mayoría de los medios de comu-nicación de tipo generalista se han hecho eco de la aparición de este documento quizá pen-sando que el santo padre podría llegar a dar un giro en la doctrina de la Iglesia. Nada más lejos de la realidad.

El texto, de 325 números y casi 400 notas al pie, debería ser leído por todos los católicos, ya que la realidad familiar nos incumbe y nos en-vuelve a todos. El papa Francisco, con su habi-tual claridad y sencillez, no pretende pontificar nuevas doctrinas sino que, ante todo, quiere ayudar a la Iglesia a ver la realidad familiar con una mirada esperanzada y realista, porque vi-vir la virtud de la esperanza es la única forma segura para vivir en la verdad. No en vano en la última frase de la introducción afirma que las familias «no son un problema sino principal-mente una oportunidad».

El amor genera alegría, de ahí el título del documento. La alegría generada por el amor en las familias es gozo que se extiende a toda la Iglesia y, por tanto, permite que el mensaje cris-tiano sobre la familia sea de gozo y esperanza.

Los cristianos somos misioneros de naci-miento. En el momento del Bautismo, que nos hace nacer a la vida nueva y nos injerta en Cris-to, nos configuramos como transmisores de la Buena Nueva que nos ha salvado y que se ofre-ce a todos sin distinción.

Nuestro primer deber misionero es el pro-pio testimonio, aquello que transmitimos con la vida. El texto pontificio nos ayuda para que

este testimonio, en relación con las familias, es-té lleno de alegría y paz. En efecto, afirma el pa-pa, citando las palabras de los padres sinoda-les, «el anuncio cristiano referido a la familia es verdaderamente una buena noticia».

Nuestra vida, sea o no con las palabras, de-be ser transmisora de la alegría de esta Buena Noticia recibida. La sociedad actual está acusa-da de padecer las peores enfermedades, sin em-bargo, la tristeza y el pesimismo son las que destacan como más agudas y nocivas. Los cris-tianos, llamados a ser «sal de la tierra y luz del mundo» (Mt 5,13-14), tenemos una misión pri-mordial en ese sentido. Esto no implica adqui-rir nuevos conocimientos ni someterse a gran-des preparaciones teológico académicas. Solo es indispensable abrirse a la gracia que a cada instante se derrama sobre nosotros, ser cons-cientes de nuestra realidad de hijos amados, de personas salvadas.

El estudio profundo de Amoris laetitia, ade-más de seguir las indicaciones de una lectura reposada que indica el santo padre en el n. 7, permitirá un doble crecimiento en nosotros. Por un lado, nos permitirá observar la realidad fa-miliar con una mirada esperanzada y renova-da, la misma mirada de Dios. Una mirada llena de amor compasivo y misericordioso. Por otro, nos permitirá crecer en el conocimiento de lo que la Iglesia ve en cada familia y aquello que quiere transmitirles.

En un tiempo en que la familia es punto de mira desde los más variados ámbitos, todas ne-cesitan que les llegue el verdadero mensaje que la Iglesia quiere darles, un mensaje de acogida y no de condena, un mensaje de aliento y no de exigencias vacías, un mensaje, en fin, lleno del amor de Dios, del Dios de la misericordia. «

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Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Comunicación y misericordia: un encuentro fecundo

Q ueridos hermanos y herma-nas: El Año Santo de la Mise-ricordia nos invita a reflexio-

nar sobre la relación entre la comuni-cación y la misericordia. En efecto, la Iglesia, unida a Cristo, encarnación viva de Dios Misericordioso, está lla-mada a vivir la misericordia como ras-go distintivo de todo su ser y actuar. Lo que decimos y cómo lo decimos, cada palabra y cada gesto debería ex-

presar la compasión, la ternura y el perdón de Dios para con todos. El amor, por su naturaleza, es comuni-cación, lleva a la apertura, no al aisla-miento. Y si nuestro corazón y nues-tros gestos están animados por la ca-ridad, por el amor divino, nuestra co-municación será portadora de la fuer-za de Dios.

Crear puentesComo hijos de Dios estamos llama-dos a comunicar con todos, sin exclu-sión. En particular, es característico del lenguaje y de las acciones de la Iglesia transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sos-tenerlas en el camino hacia la pleni-

tud de la vida, que Jesucristo, envia-do por el Padre, ha venido a traer a todos. Se trata de acoger en nosotros y de difundir a nuestro alrededor el calor de la Iglesia Madre, de modo que Jesús sea conocido y amado, ese calor que da contenido a las palabras de la fe y que enciende, en la predica-ción y en el testimonio, la chispa que los hace vivos.

La comunicación tiene el poder de crear puentes, de favorecer el en-cuentro y la inclusión, enriqueciendo de este modo la sociedad. Es hermo-so ver personas que se afanan en ele-gir con cuidado las palabras y los ges-tos para superar las incomprensiones, curar la memoria herida y construir paz y armonía. Las palabras pueden construir puentes entre las personas, las familias, los grupos sociales y los pueblos. Y esto es posible tanto en el mundo físico como en el digital.

Por tanto, que las palabras y las ac-ciones sean apropiadas para ayudar-

El próximo 8 de mayo, solemnidad de la Ascensión del Señor, la Iglesia celebra la 50ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Con este motivo, cada año el papa dirige un Mensaje a toda la Iglesia. El marco del Año de la Misericordia ha inspirado el tema que se nos invita a profundizar: «Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo». Ofrecemos el texto pontificio.

Foto: Aherrero.

La misericordia es una doble bendición:

se da al que la concede y al que la recibe

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nos a salir de los círculos viciosos de las condenas y las venganzas, que si-guen enmarañando a individuos y na-ciones, y que llevan a expresarse con mensajes de odio. La palabra del cris-tiano, sin embargo, se propone hacer crecer la comunión e, incluso cuan-do debe condenar con firmeza el mal, trata de no romper nunca la relación y la comunicación.

Restablecer paz y armoníaQuisiera, por tanto, invitar a las per-sonas de buena voluntad a descubrir el poder de la misericordia de sanar las relaciones dañadas y de volver a llevar paz y armonía a las familias y a las comunidades. Todos sabemos en

qué modo las viejas heridas y los re-sentimientos que arrastramos pueden atrapar a las personas e impedirles co-municarse y reconciliarse. Esto vale también para las relaciones entre los pueblos. En todos estos casos la mi-sericordia es capaz de activar un nue-vo modo de hablar y dialogar, como tan elocuentemente expresó Shakes-peare: «La misericordia no es obliga-toria, cae como la dulce lluvia del cie-lo sobre la tierra que está bajo ella. Es una doble bendición: bendice al que la concede y al que la recibe» (El mer-cader de Venecia, Acto IV, Escena I).

Es deseable que también el len-guaje de la política y de la diploma-cia se deje inspirar por la misericor-dia, que nunca da nada por perdido. Hago un llamamiento sobre todo a cuantos tienen responsabilidades ins-titucionales, políticas y de formar la opinión pública, a que estén siempre atentos al modo de expresarse cuan-do se refieren a quien piensa o actúa

de forma distinta, o a quienes han co-metido errores. Es fácil ceder a la ten-tación de aprovechar estas situacio-nes y alimentar de ese modo las lla-mas de la desconfianza, del miedo, del odio.

Se necesita, sin embargo, valentía para orientar a las personas hacia pro-cesos de reconciliación. Y es precisa-mente esa audacia positiva y creativa la que ofrece verdaderas soluciones a antiguos conflictos así como la opor-tunidad de realizar una paz duradera. «Bienaventurados los misericordio-sos, porque ellos alcanzarán miseri-cordia. Bienaventurados los que tra-bajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,7.9).

Puerta siempre abiertaCómo desearía que nuestro modo de comunicar, y también nuestro servi-cio de pastores de la Iglesia, nunca ex-presara el orgullo soberbio del triun-fo sobre el enemigo, ni humillara a

quienes la mentalidad del mundo con-sidera perdedores y material de dese-cho. La misericordia puede ayudar a mitigar las adversidades de la vida y a ofrecer calor a quienes han conoci-do solo la frialdad del juicio. Que el estilo de nuestra comunicación sea tal, que supere la lógica que separa netamente los pecadores de los jus-tos. Nosotros podemos y debemos juzgar situaciones de pecado –violen-cia, corrupción, explotación, etc.–, pero no podemos juzgar a las perso-nas, porque solo Dios puede leer en profundidad sus corazones.

Nuestra tarea es amonestar a quien se equivoca, denunciando la maldad y la injusticia de ciertos comporta-mientos, con el fin de liberar a las víc-timas y de levantar al caído. El evan-gelio de Juan nos recuerda que «la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Es-ta verdad es, en definitiva, Cristo mis-mo, cuya dulce misericordia es el mo-delo para nuestro modo de anunciar la verdad y condenar la injusticia. Nuestra primordial tarea es afirmar la verdad con amor (cf. Ef 4,15). So-lo palabras pronunciadas con amor y acompañadas de mansedumbre y mi-sericordia tocan los corazones de quie-nes somos pecadores. Palabras y ges-tos duros y moralistas corren el ries-go hundir más a quienes querríamos conducir a la conversión y a la liber-tad, reforzando su sentido de nega-ción y de defensa.

Algunos piensan que una visión de la sociedad enraizada en la mise-ricordia es injustificadamente idealis-ta o excesivamente indulgente. Pero probemos a reflexionar sobre nues-tras primeras experiencias de relación en el seno de la familia. Los padres nos han amado y apreciado más por lo que somos que por nuestras capa-cidades y nuestros éxitos. Los padres quieren naturalmente lo mejor para sus propios hijos, pero su amor nun-ca está condicionado por el alcance de los objetivos. La casa paterna es el lugar donde siempre eres acogido

(cf. Lc 15,11-32). Quisiera alentar a todos a pensar en la sociedad huma-na, no como un espacio en el que los extraños compiten y buscan prevale-cer, sino más bien como una casa o una familia donde la puerta está siem-pre abierta y en la que sus miembros se acogen mutuamente.

Escuchar y acogerPara esto es fundamental escuchar. Comunicar significa compartir, y pa-ra compartir se necesita escuchar, aco-ger. Escuchar es mucho más que oír. Oír hace referencia al ámbito de la in-formación; escuchar, sin embargo, evoca la comunicación, y necesita cer-canía. La escucha nos permite asumir la actitud justa, dejando atrás la tran-quila condición de espectadores, usua-rios, consumidores. Escuchar signifi-ca también ser capaces de compartir preguntas y dudas, de recorrer un ca-mino al lado del otro, de liberarse de cualquier presunción de omnipoten-cia y de poner humildemente las pro-pias capacidades y los propios dones al servicio del bien común.

Escuchar nunca es fácil. A veces es más cómodo fingir ser sordos. Es-cuchar significa prestar atención, te-ner deseo de comprender, de valorar, respetar, custodiar la palabra del otro. En la escucha se origina una especie de martirio, un sacrificio de sí mismo en el que se renueva el gesto realiza-do por Moisés ante la zarza ardiente: quitarse las sandalias en el «terreno sagrado» del encuentro con el otro que me habla (cf. Ex 3,5). Saber es-cuchar es una gracia inmensa, es un don que se ha de pedir para poder después ejercitarse practicándolo.

También los correos electrónicos, los mensajes de texto, las redes socia-les, los foros pueden ser formas de co-municación plenamente humanas. No es la tecnología la que determina si la comunicación es auténtica o no, sino el corazón del hombre y su ca-pacidad para usar bien los medios a su disposición. Las redes sociales son

capaces de favorecer las relaciones y de promover el bien de la sociedad, pero también pueden conducir a una ulterior polarización y división entre las personas y los grupos. El entorno digital es una plaza, un lugar de en-cuentro, donde se puede acariciar o herir, tener una provechosa discusión o un linchamiento moral.

Conocernos y comprendernosPido que el Año Jubilar vivido en la misericordia «nos haga más abiertos al diálogo para conocernos y com-prendernos mejor; elimine toda for-ma de cerrazón y desprecio, y aleje cualquier forma de violencia y de dis-criminación» (Misericordiae vultus, 23). También en red se construye una verdadera ciudadanía. El acceso a las redes digitales lleva consigo una res-ponsabilidad por el otro, que no ve-mos pero que es real, tiene una dig-nidad que debe ser respetada. La red puede ser bien utilizada para hacer crecer una sociedad sana y abierta a la puesta en común.

La comunicación, sus lugares y sus instrumentos han traído consigo un alargamiento de los horizontes para muchas personas. Esto es un don de Dios, y es también una gran respon-sabilidad. Me gusta definir este poder de la comunicación como «proximi-dad». El encuentro entre la comuni-cación y la misericordia es fecundo en la medida en que genera una proxi-midad que se hace cargo, consuela, cura, acompaña y celebra. En un mun-do dividido, fragmentado, polariza-do, comunicar con misericordia sig-nifica contribuir a la buena, libre y so-lidaria cercanía entre los hijos de Dios y los hermanos en humanidad.

Papa Francisco

La dulce misericordia de Cristo es el modelo

para nuestro modode anunciar la verdad

Transmitir misericordia, para tocar el corazón de las personas y sostenerlas en el camino

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E ste nuevo documento pontificio del papa Francisco lleva su im-pronta: sencillo, directo, que in-

terpela y alienta. Se percibe el deseo de entrar delicadamente en cada ho-gar para tender una mano en aquello que cada familia necesite en su situa-ción particular.

En procesoLos varios años de reflexión y traba-jo que han culminado en este docu-mento no significa que se ha alcanza-do el fruto definitivo. Más bien cons-tituye un momento singular de gra-cia en el camino de la vida de la fami-lia, siempre en proceso ante los nue-vos desafíos que ha de afrontar. Siem-pre en proceso. Siempre en camino. Como la Iglesia. Tal vez esta sea una de las claves para adentrarnos en el corazón de la familia y en el hilo con-ductor de Amoris laetitia (AL).

Así lo expresa el papa: «El matri-monio no puede entenderse como al-go acabado. La unión es real, es irre-vocable, y ha sido confirmada y con-sagrada por el sacramento del matri-monio. Pero al unirse, los esposos se convierten en protagonistas, dueños de su historia y creadores de un pro-

yecto que hay que llevar adelante jun-tos. La mirada se dirige al futuro que hay que construir día a día con la gra-cia de Dios y, por eso mismo, al cón-yuge no se le exige que sea perfecto. Hay que dejar a un lado las ilusiones y aceptarlo como es: inacabado, lla-mado a crecer, en proceso» (AL 218).

Y en otros números insiste en la misma idea: «Los recién casados tie-nen que completar ese proceso que debería haberse realizado durante el noviazgo» (AL 217). «El matrimo-nio como signo implica un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios» (AL 122).

Lógica de la misericordiaSin forzar el contexto, es fácil consta-tar la sintonía de este documento con el Jubileo de la Misericordia. Con en-trañas de misericordia, la Iglesia sa-maritana busca a la familia allí donde esté, con el deseo de colaborar para que alcance su vocación más genui-na: vivir la belleza del amor conyugal y familiar.

Durante la presentación del do-cumento, el card. Christoph Schön-born, o.p., arzobispo de Viena (Aus-tria), señalaba: «El papa Francisco ha puesto su exhortación bajo el le-ma: “Se trata de integrar a todos”, por-que se trata de una comprensión fun-damental del Evangelio: ¡Todos ne-cesitamos misericordia! Todos, inde-pendientemente de la situación fami-

liar en la que nos encontramos, esta-mos en camino.

Ha conseguido hablar de todas las situaciones sin catalogar, con esa mi-rada fundamental de benevolencia que tiene algo que ver con el corazón de Dios, con los ojos de Jesús, que no excluyen a nadie, que acogen a todos y a todos conceden la alegría del Evan-gelio. Por eso la lectura de Amoris lae-titia es tan reconfortante. Nadie de-be sentirse condenado ni desprecia-do. En este clima de acogida, la ense-ñanza de la visión cristiana del matri-monio y de la familia se convierte en invitación, estímulo, alegría del amor en la que podemos creer y que no ex-cluye a nadie».

Discernir y acompañarDos palabras claves de la exhortación son discernir y acompañar, de hon-do calado ignaciano. Sobre ellas afir-mó el arzobispo de Viena: «No se aplican únicamente a las situaciones llamadas irregulares, sino que valen para todas las personas, para cada ma-trimonio, para cada familia. Todas, de hecho, están en camino, y todas necesitan discernimiento y acompa-ñamiento. Mi gran alegría ante este documento reside en el hecho de que, coherentemente, supera la artificio-sa, externa y neta división entre re-gular e irregular y pone a todos bajo la instancia común del Evangelio».

El santo padre dice: «Estamos lla-mados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas». El carde-nal Schönborn especifica al respecto: «La gran cuestión obviamente es es-ta: ¿cómo se forma la conciencia?, ¿có-mo llegar a aquello que es el concep-to clave de todo este gran documen-to, la clave para comprender correcta-

mente la intención del papa Francis-co: el “discernimiento personal”, so-bre todo en situaciones difíciles y com-plejas? (...) Es el discernimiento el que hace a la persona madura, y el cami-no cristiano quiere ayudar a lograr es-ta madurez personal. Solo allí donde ha madurado este discernimiento per-sonal es también posible alcanzar un discernimiento pastoral, el cual es im-portante sobre todo ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone».

Por ello, para el papa los capítulos cuarto y quinto son centrales por su

contenido: «No podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el creci-miento, la consolidación y la profun-dización del amor conyugal y fami-liar» (AL 89).

Y así lo comenta el arzobispo de Viena: «Como experto pedagogo, el papa Francisco sabe bien que nada atrae y motiva tan fuertemente como la experiencia positiva del amor. Re-comiendo a todos la meditación de estas páginas. Ellas nos animan a cre-cer en el amor y a tener confianza en su fuerza. Es aquí donde “crecer”, otra

palabra clave del Amoris laetitia, tie-ne su sede principal: en ningún otro lugar se manifiesta tan claramente co-mo en el amor, que se trata de un pro-ceso dinámico en el cual el amor pue-de crecer, pero también puede en-friarse... y aquí se hace también dolo-rosamente visible cuánto mal hacen las heridas de amor. Cómo son lace-rantes las experiencias de fracaso en las relaciones.

Así pues, no sorprende que sea so-bre todo el octavo capítulo el que lla-ma particularmente la atención y el interés. De hecho, la cuestión de có-

La alegría del amor en la familiaExhortación apostólica postsinodal

El pasado 8 de abril se hizo pública la anhelada exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, fruto de las dos últimas asambleas sinodales. No obstante, el santo padre la firmó varios días antes, el 19 de marzo, en la significativa fiesta de San José, custodio silencioso e incondicional de la familia de Nazaret, de toda la familia humana y de cada familia concreta.

Foto: David Amsler.

En el documento se percibe el deseo de

entrar delicadamente en cada hogar

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mo la Iglesia trate estas heridas, de có-mo trate los fracasos del amor se ha vuelto para muchos una cuestión–test para entender si la Iglesia es verdade-ramente el lugar en el cual se puede experimentar la misericordia de Dios».

Estructura del documentoLa extensa exhortación está desarro-llada en nueve capítulos, precedidos de unos números introductorios. Ló-gicamente, parte iluminando la reali-dad familiar con la Palabra de Dios (cap. I). Sigue una mirada a la reali-dad (cap. II); la vocación de la fami-lia desde la mirada puesta en Jesús (cap. III); el amor en el matrimonio, en concreto según 1 Co 13,4-7, (cap. IV); la fecundidad como expresión del amor (cap. V); diversas perspec-tivas pastorales (cap. VI); la insusti-tuible misión de educar a los hijos (cap. VII); el desafío de acompañar, discernir e integrar la fragilidad (cap. VIII); y concluye con la espirituali-dad matrimonial y familiar(ca. IX), que se cierra con una oración al me-jor modelo: la Sagrada Familia.

Este recorrido panorámico ya nos indica que se trata de un documen-to radicalmente pastoral. Con una pastoral positiva, realista, acogedo-ra, en continuo proceso de discerni-miento y con un lenguaje renovado. No por ello se desliga del magisterio precedente, de la gran tradición de la Iglesia. En cuanto al título de la

exhortación, el p. Antonio Spadaro, s.j., en la presentación que hace de la misma en la revista La Civiltà Catto-lica, revela que es una expresión usa-da por su predecesor, Benedicto XVI, mostrando de este modo la sintonía y continuidad entre ambos. En efec-to, la expresión Amoris laetitia la en-contramos en la carta apostólica Por-ta fidei: «La alegría del amor, la res-puesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vi-da ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el miste-rio de la Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con noso-tros la debilidad humana para trans-formarla con el poder de su Resu-rrección» (n. 13).

Con la mirada de CristoImposible realizar aquí una síntesis de sus 325 números, que requieren una lectura pausada. Baste como pórtico para adentrarse en el documento, las palabras del papa en la introducción: «El camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las fami-lias en el mundo actual, ampliar nues-tra mirada y reavivar nuestra concien-cia sobre la importancia del matrimo-nio y la familia. Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de seguir pro-fundizando con libertad algunas cues-tiones doctrinales, morales, espiritua-

les y pastorales. La reflexión de los pastores y teólogos, si es fiel a la Igle-sia, honesta, realista y creativa, nos ayudará a encontrar mayor claridad. Los debates que se dan en los medios de comunicación o en publicaciones, y aun entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de cam-biar todo sin suficiente reflexión o fun-damentación, a la actitud de preten-der resolver todo aplicando normati-vas generales o derivando conclusio-nes excesivas de algunas reflexiones teológicas.

Recordando que el tiempo es su-perior al espacio, quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resuel-tas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es nece-saria una unidad de doctrina y de pra-xis, pero ello no impide que subsis-tan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o al-gunas consecuencias que se derivan de ella. Esto sucederá hasta que el Es-píritu nos lleve a la verdad completa (cf. Jn 16,13), es decir, cuando nos in-troduzca perfectamente en el miste-rio de Cristo y podamos ver todo con su mirada» (nn. 2-3).

Este es el gran deseo de todos, de-jar a Cristo crecer en nosotros para ver con su mirada la verdad y la belle-za de la familia, la alegría del amor que se vive en la familia.

Ana Mª Fernández Herrero, m.e.n.

«El espacio vital de una familia se po-día transformar en iglesia doméstica, en sede de la Eucaristía, de la presen-cia de Cristo sentado a la misma me-sa» (n. 15).

«La familia está llamada a com-partir la oración cotidiana, la lectura de la Palabra de Dios y la comunión eucarística para hacer crecer el amor y convertirse cada vez más en templo donde habita el Espíritu» (n. 29).

«La Eucaristía reclama la integra-ción en un único cuerpo eclesial. Quien se acerca al Cuerpo y a la Sangre de Cristo no puede al mismo tiempo ofender este mismo Cuerpo provo-cando escandalosas divisiones y dis-criminaciones entre sus miembros. Se trata, pues, de “discernir” el Cuer-po del Señor, de reconocerlo con fe y caridad, tanto en los signos sacra-mentales como en la comunidad, de otro modo, se come y se bebe la pro-pia condenación (cf. 1 Cor 11, 17-29). Este texto bíblico es una seria adver-tencia para las familias que se encie-rran en su propia comodidad y se aís-lan, pero más particularmente para las familias que permanecen indife-rentes ante el sufrimiento de las fami-lias pobres y más necesitadas. La ce-lebración eucarística se convierte así en un constante llamado para “que cada cual se examine” (v. 28) en or-den a abrir las puertas de la propia fa-milia a una mayor comunión con los descartables de la sociedad, y, enton-ces sí, recibir el Sacramento del amor

eucarístico que nos hace un sólo cuer-po. No hay que olvi-dar que “la mística del Sacramento tiene un carácter social”. Cuando quienes comul-gan se resisten a dejarse im-pulsar en un compromiso con los pobres y sufrientes, o con-sienten distintas formas de división, de desprecio y de inequidad, la Euca-ristía es recibida indignamente. En cambio, las familias que se alimentan de la Eucaristía con adecuada dispo-sición refuerzan su deseo de fraterni-dad, su sentido social y su compro-miso con los necesitados» (n. 186).

«Es preciso resaltar la importan-cia de la espiritualidad familiar, de la oración y de la participación en la Eu-caristía dominical, y alentar a los cón-yuges a reunirse regularmente para que crezca la vida espiritual y la soli-daridad en las exigencias concretas de la vida. Liturgias, prácticas de de-voción y Eucaristías celebradas para las familias, sobre todo en el aniver-sario del matrimonio, se citaron co-mo ocasiones vitales para favorecer la evangelización mediante la fami-lia» (n. 223).

«Hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a ca-sar –que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial– a encontrar en la Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado» (n. 242).

«Si la familia logra concentrarse en Cristo, él unifica e ilumina toda la vida familiar. Los dolores y las an-gustias se experimentan en comu-nión con la cruz del Señor, y el abra-zo con él permite sobrellevar los peo-res momentos. En los días amargos de la familia hay una unión con Je-sús abandonado que puede evitar una ruptura. Las familias alcanzan poco a poco, “con la gracia del Espí-ritu Santo, su santidad a través de la vida matrimonial, participando tam-bién en el misterio de la cruz de Cris-to, que transforma las dificultades y sufrimientos en una ofrenda de amor”. Por otra parte, los momentos de go-zo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participación en la vida plena de su Resurrección. Los cónyuges conforman con diversos gestos co-tidianos ese “espacio teologal en el que se puede experimentar la pre-sencia mística del Señor resucitado” (VC 42)» (n. 317).

1110

En varios números de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia el papa Francisco reflexiona sobe la Eucaristía en la vida familiar. Ofrecemos a continuación una selección de estos textos; entre ellos, es particularmente incisivo el n. 186.

Eucaristía: fuente para crecer en el amor

Oración a la Sagrada Familia

Jesús, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor,a vosotros, confiados, nos dirigimos.

Santa Familia de Nazaret,haz también de nuestras familiaslugar de comunión y cenáculo de oración,auténticas escuelas del Evangelioy pequeñas iglesias domésticas.

Santa Familia de Nazaret,

que nunca más haya en las familias episodiosde violencia, de cerrazón y división;que quien haya sido herido o escandalizadosea pronto consolado y curado.

Santa Familia de Nazaret, haz tomar conciencia a todos del carácter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.

Jesús, María y José, escuchad, acoged nuestra súplica.

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1312

La liturgia, encuentro con Cristo

E l domingo es un anticipo de la condición humana definitiva: el día que Dios misericordioso ha

creado para nosotros como día del hombre. Día de liberación del aspec-to servil del trabajo para nuestro dis-frute personal, de relación con la fa-milia y los amigos, con la naturaleza y el deporte, para el servicio del pró-jimo, especialmente de los más nece-sitados. Así, también lo reconocemos como día de Dios.

Un día del hombrepara el Señor…Ahora bien, el deber de rendir a Dios un culto auténtico corresponde al hombre individual y socialmente con-siderado (Catecismo, n. 2105). El Con-cilio Vaticano II enseña, además, que nosotros hemos de trabajar para in-formar con el espíritu cristiano el pen-samiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la comunidad en la que cada uno vive (cf. AA 13). Es tarea de las autoridades civiles posi-

bilitar, por medio de leyes justas y oportunas determinaciones, el des-canso y la abstención del trabajo co-mo un bien que contribuye a la reali-zación del ciudadano. De esa mane-ra se pone de manifiesto la suprema-cía de la persona por encima de inte-reses económicos.

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que en el respeto de la liber-tad religiosa y del bien común de to-dos, los cristianos deben esforzarse por obtener el reconocimiento de los domingos y días de fiesta de la Igle-sia como festivos legales (cf. n. 2188). Estamos convencidos de que la de-fensa de nuestras tradiciones, y el ejemplo público de oración y de ale-gría de los discípulos de Cristo, son una preciosa contribución a la vida espiritual de la sociedad humana.

…practicando obras buenas…Los fieles cristianos se abstienen no únicamente de entregarse a trabajos que impiden el justo descanso, sino,

también, de promover o aún de apo-yar cualquier iniciativa que dificulte la posibilidad de dar el debido culto a Dios, de vivir la alegría propia del día del Señor, de realizar la práctica de las obras de misericordia, el en-cuentro familiar y el descanso nece-sario del espíritu y del cuerpo.

Para profundizar en el auténtico sentido del domingo hemos de ha-cer todo lo que esté en nuestra ma-no, y hemos de hacerlo todos, con la convicción de que todo don viene de lo alto; por eso, en las «Oracio-nes sobre el pueblo» pedimos al Pa-dre misericordioso que bendiga a la comunidad que «implora tu mise-ricordia / espera siempre en tu mi-sericordia», a fin de vivir «en la abun-dancia de tus misericordias» (nn. 9. 10. 19). Y, para que practiquemos misericordia, pedimos en la bendi-ción dominical que abundemos «en buenas obras» (n. 14).

… y esperando el domingo sin ocasoLa nostalgia del Paraíso y la impa-ciencia por la libertad gloriosa de los hijos de Dios (cf. Rm 8,21) es-tán significados en la expresión fes-tiva y el descanso del domingo, pe-ro no lo está menos la misión de un don que se hace responsabilidad y pide ser compartido. La celebración del día del Señor (lex orandi) se ma-nifiesta en el testimonio de fe en el Resucitado (lex credendi) y se ex-presa en la misión de la caridad (lex agendi). Si el fruto de la Eucaristía celebrada en el domingo es la con-figuración con Cristo, la atención a los más infelices, los pobres y los enfermos, será, sin duda alguna, uno

El domingo: fiesta de la misericordia

de los signos más transparentes de su autenticidad.

Por ello, todos los cristianos, pas-tores y laicos –padres y madres de fa-milia, y responsables de la acción ca-tequética–, estamos llamamos a pro-fundizar en la importancia del día del Señor como espacio privilegiado pa-ra expresar nuestra identidad cristia-na y nuestra solidaridad en Cristo con todos los hombres.

Una manera de enriquecer esta jornada es dedicar tiempo a la lectu-ra de la Palabra contenida en la Biblia,

a la vez que promover y revitalizar el Oficio divino. La Liturgia de las Ho-ras es plegaria de todo el pueblo de Dios, por ello conviene tener en cuen-ta, como propuesta celebrativa, la im-portancia del Oficio de Vísperas (cf. SC 100). Así, de variadas formas y maneras, en esta jornada dedicada al Señor del tiempo y de la historia, los cristianos celebramos el memorial del Resucitado mientras esperamos «el domingo sin ocaso». Lo hacemos desde el comienzo de la celebración dominical: «Muéstranos, Señor, tu

misericordia»; porque sabemos que «su misericordia es eterna».

María, madre de misericordia, en el primer domingo de la historia re-conoció en el Resucitado al que ella misma había engendrado. Ella sigue presente en medio de nuestras co-munidades, como maestra que en-seña a reconocer a su Hijo vivo y pre-sente en nuestra historia y a vivir la dimensión del tiempo con concien-cia filial para Dios y eclesial hacia los hermanos.

Manuel Glez. López-Corps, Pbro.

No podemos vivir sin celebrar el domingo, la fiesta primordial de los cristianos (cf. SC 106). Los que creemos en Cristo, resucitado de entre los muertos en el primer día de la semana, y lo celebramos cada ocho días en la Eucaristía, estamos convencidos de que la institución del domingo contribuye también a que se disfrute de tiempo de descanso y de solaz suficiente que permita cultivar la vida familiar, cultural, social y religiosa (cf. GS 67,3; Catecismo, n. 2184).

Santificar las fiestasPor ser parte de nuestra identidad es fundamental que todos los bautizados acepten gustosos el precepto de la santificación del día de fiesta y entiendan la razón por la que son convocados a celebrar la Eucaristía todos los domingos. Para ello se les propone ya desde el comienzo de la formación cristiana (la catequesis de infancia o el catecumenado de adultos) el domingo como la fiesta principal, en la que reuni-dos escuchen la Palabra de Dios y participen en la celebración del Misterio Pascual (cf. Instrucción Eucharisticum Mysterium, 25).

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1514

Formación carismática

«¡Seamos todos catecismos vivos! ¡Que con solo vernos y oírnos los demás,

aprendan el catecismode nuestra bendita religión!»

(Cartilla del catequista cabal, p. 77)

Partícula para Eucaristizarnos

E l viajero necesita ayuda para llegar a su destino cuan-do se dirige hacia un lugar que no conoce. Y esta ayuda la puede recibir de muy diversas maneras:

por medio de un mapa o GPS, de un punto de referen-cia geográfico o las indicaciones de alguien que lo sepa. Pero la seguridad es mayor cuando las orientaciones vie-nen de la persona que haya hecho el viaje con éxito.

Nuestra vida, como cristianos, es un viaje que reali-zamos y para el que necesitamos un guía que nos con-duzca. Una ayuda que vaya por delante recorriendo el camino, un punto de referencia al que solamente con mi-rar nos muestre por dónde debemos ir.

Para indicar el camino de Jesús no bastan las palabras si nos falta la Palabra, no es suficiente hacer muchas co-sas, ignorando la acción del Espíritu Santo en nosotros. Es necesario e importante el testimonio, comunicar la experiencia de lo que se vive de manera profunda y real.

El que vive así, se dice que es testigo de Jesús, verda-dero y auténtico guía de nuestro camino. El testigo es una personas entusiasmada y entusiasmante, encendida e incendiaria del amor por Jesucristo. Creyentes que ha-cen creíble la buena nueva del Reino. Con su experien-cia personal, su espíritu y su palabra, facilitan el encuen-tro con Él. Cristianos que, apoyados y movidos por Él, lo dan a conocer haciéndolo más visible para la gente de hoy. Son los seguidores de Jesús que lo anuncian, hablan de Él, dejan que se perciba su presencia a través de sus gestos y palabras y, en su momento, se echan a un lado para no suplantarlo ni eclipsarlo.

«Cristo puede ser testimoniado por quienes han he-cho una experiencia personal de Él, en la oración y en la Iglesia, a través de un camino que tiene su fundamento en el Bautismo, su alimento en la Eucaristía, su sello en la Confirmación, su constante conversión en la Peniten-

cia. Gracias a este camino, siempre guiado por la Pala-bra de Dios, todo cristiano puede transformarse en tes-tigo de Jesús resucitado» (papa Francisco, 19/4/15).

El testigo de Jesús no habla de sí mismo y tampoco habla de la palabra que él quiere, sino de la que deja de-cir a Jesús. Porque Jesús es la Palabra; el testigo es el trans-misor, «una voz», como dijo san Juan Bautista. El tes-tigo vive al estilo de Jesús, acoge, nunca condena, siem-pre perdona y disculpa, transmite esperanza; cuando los demás piensan distinto que él, no los ve como competi-dores a quienes tiene que convencer, sino que sabe es-perar la hora de Dios. «Hoy necesitamos personas que sean testigos de la misericordia y de la ternura del Señor, que sacude a los resignados, reanima a los desalentados, enciende el fuego de la esperanza» (papa Francisco 7/12/2014).

Todos sabemos de esos pequeños testigos, cristianos sencillos que solo son conocidos en su ambiente coti-diano. Decimos que son personas buenas porque viven en la verdad y en el amor. Con su vida acercan a Dios.

«Para las cosas grandes, la nimiedad de las cosas más pequeñas, ¡el estilo de Dios! El pesebre para salvarnos, los dos palos de una cruz para redimirnos y la blancura mínima y redonda de una hostia para alimentarnos.

Y ese era el estilo de nuestro Arcipreste (el beato Ma-nuel González), al que le atraía el misterio de lo chico.

Dulces y “perras gordas” para construir unas escue-las junto a una iglesia en ruinas, y para un seminario de vocaciones el cuarto de las campanas de una torre de su parroquia… Y para futuros ministros del Altísimo, aque-llos golfillos desarrapados que hace unos meses apedrea-ban al cura» ( J. Campos Giles, El Obispo del Sagrario abandonado, 6ª ed., p. 98).

Hna. Mª Leonor Mediavilla, m.e.n.

Mayo 2016

E n el capítulo VII, «Fortalecer la educación de los hijos», el su-cesor de Pedro nos dice: «La fa-

milia es el ámbito de la socialización primaria, porque es el primer lugar donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a so-portar, a respetar, a ayudar, a convi-vir» (AL 276).

El despertar religiosoCon estas palabras el papa exhorta a las familias a vivir la evangelización y la transmisión de la fe desde su pro-pia realidad educativa y socializado-ra. Los niños aprenden de los padres por imitación y la familia es el primer lugar para el despertar religioso des-de la vivencia de experiencias que nos lleven a salir de nosotros mismos y ponernos al lado del otro.

Esta intuición de la pedagogía de la fe en el ámbito familiar me sirve pa-ra seguir comentando algunas de las bellas afirmaciones que el beato Ma-nuel González nos dejó en su libro Cartilla del catequista cabal, cuando nos dice: «Un católico enseña cate-cismo siempre que obra como cató-lico. Un católico enseña catecismo siempre que habla como católico. Un católico enseña catecismo, siempre que se interesa por los que se dedican

a enseñarlo, ayudándolos con su di-nero, poco o mucho, con su trabajo personal perseverante, con sus ora-ciones y de todos los modos que pue-da» (p. 77).

En este fragmento de su obra el apóstol de la Eucaristía insiste en que todo católico es catequista y enseña el catecismo desde su propia viven-cia personal al obrar, hablar o dedi-car tiempo a los demás. Podríamos decir, parafraseando al papa, que to-dos somos catequistas cuando vivi-mos en profundidad nuestra fe y vo-cación colocándonos frente al otro, escuchando, compartiendo, sopor-tándonos, respetándonos, ayudán-donos, conviviendo…

Catequistas del día a díaEs decir que uno es catequista y en-seña su fe cuando en la vida ordina-ria es capaz de vivir como evangeli-zador, haciendo de lo humano y de las experiencias cotidianas lugar de encuentro con Dios y con el prójimo. Si la familia es el primer lugar del des-pertar religioso, podríamos decir que la vida del cristiano es el primer lugar donde muchos leen por primera vez el catecismo. Los catequistas por su estilo de vida coherente serán como los padres a los hijos y los destinata-

rios de la catequesis aprenderán por imitación, por ósmosis, y no solo des-de la enseñanza de la doctrina. Don Manuel insiste en este estilo de vida del catequista cuando nos exhorta a ser catecismos vivos: «que con solo vernos y oírnos los demás aprendan el catecismo de nuestra bendita reli-gión» (p. 77).

Así pues, todos nosotros, que por el bautismo participamos de la mi-sión evangelizadora de la Iglesia, es-tamos llamados a enseñar con nues-tra vida aquello que profesamos con los labios. Nuestro testimonio y nues-tro compromiso son imprescindibles para que Jesús y su Evangelio sean co-nocidos y amados.

Las palabras se las lleva el viento y los discursos ya no convencen. Por eso la comunidad cristiana y, por tan-to, la Familia Eucarística Reparadora está llamada a hacerse un sitio en el mundo a través de la autenticidad de vida de sus miembros. Que enseñe-mos el catecismo con nuestra vida y no solo con nuestra palabra. Que sea-mos catecismos vivos que atraigan a muchos al Señor por el testimonio alegre de nuestra fe en la presencia re-al de Cristo en la Eucaristía que bus-ca quién lo consuele y acompañe.

Sergio Pérez Baena , Pbro.

Hace unas semanas se hizo pública la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia (La alegría del amor) que el papa Francisco ha escrito después del último Sínodo dedicado a la familia. Con este documento el santo padre nos invita a profundizar en el valor del amor conyugal y familiar. Nos recuerda que la familia es un gran don que Dios hace a la humanidad y el valor del amor conyugal es presentado como «medicina» en un mundo secularizado.

Catecismos vivos

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1716

De manera general todos los sitios recorridos fueron interesantes. En especial me gustó la visita a la Parro-quia de San Bartolomé y de San Es-teban. Estar allí ante la misma pila bautismal donde fue bautizado el beato me hizo sentir algo indescrip-tible, allí todos los seminaristas con nuestras manos tocando la pila pro-clamamos nuestra fe y renovamos las promesas bautismales. Fue algo muy hermoso, inolvidable. Pensaba para mis adentros que de este reci-piente de agua surgió todo, ahí el beato lo recibió todo, en especial la filiación divina.

¿Te ha ayudado este tiempo de en-cuentro con el carisma del beato Ma-

nuel y su figura de pastor entregado a Dios y a su pueblo?A mí como seminarista me ha ayu-dado mucho, y creo que también a los sacerdotes que nos acompaña-ban. El amor por la Eucaristía del beato Manuel es una actitud sacer-dotal a imitar, si no aprendemos a que nazca y crezca en nosotros ese amor por la Eucaristía, ahora como seminaristas, posteriormente no lo vamos a adquirir cuando seamos sacerdotes. El amor al Santísimo Sa-cramento, que es el mismo cuerpo de Cristo reservado en el Sagrario, se hace presente y vivo bajo aparien-cia de pan, y ante él podemos alimen-tar nuestra vida espiritual, porque Él es eso, Vida. Un sacerdote o semina-

rista que no le dedique al menos una hora diaria a estar delante del Santí-simo creo que se pierde, es el mo-mento del día en que nos ponemos en contacto con quien sabemos lle-va nuestra vocación y nuestra vida. Tengo algo muy claro que he apren-dido por leer y conocer al beato: cui-dar mucho al Señor, que merece es-tar en un lugar digno donde los fie-les puedan orar en privado. En estos momentos me viene a la mente lo que me dijo el Rector cuando llegué por primera vez al Seminario: «va-mos a ver a la persona más impor-tante de este lugar». Me llevó a una pequeña y acogedora capilla, y allí oramos los dos ante el Sagrario.

Mª del carmen Ruiz, m.e.n.

Resonancias en nuestra Iglesia de hoy

Paradigma de buen sacerdote y pastor (II)

Estimado Carlos, ¿con qué ánimos comenzaste este viaje por los lugares en los que vivió el beato Manuel?Conocí al beato Manuel por un testi-monio muy cercano, ya que en mi ca-sa hay devoción a su persona y nos sentimos muy cercanos a la Familia Eucarística Reparadora, las Marías de los Sagrarios. Mi madre nos trasladó la devoción a, como ella lo llamaba, «su beato», y fue por lo menos du-rante 15 años María de los Sagrarios. Una vez que falleció mi madre, su de-voción se expandió entre sus hijos, nueras y nietos, de tal forma que mu-chos de nosotros estamos leyendo al-gún libro suyo, como por ejemplo El Obispo del Sagrario abandonado. Le hemos encomendado grandes preo-cupaciones familiares y nos hemos sentido acompañados por su interce-sión. Personalmente, como semina-rista, me está ayudando a amar más y mejor mi vocación, en la medida en que voy conociendo mejor su perso-na y obras. Tenía muchas ganas de emprender esta peregrinación por las enseñanzas y recuerdos que me unen, como mi madre, y por todo lo que es-

taba conociendo de él desde que he empezado a leer su vida y obra. Cuan-do voy al Sagrario me acuerdo mu-cho de las palabras de D. Manuel: «Solo nos separa de nuestros difun-tos el canto de una Hostia; ellos del lado de allá en el cielo, gozando de la presencia amorosa de Dios, y noso-tros del lado de acá, en la tierra, reco-rriendo el camino con Jesús también».

¿Deseabas conocer especialmente al-gún sitio? ¿Qué sentiste al llegar allí?Tengo que reconocer que la capilla del seminario de Málaga con la ima-gen del Buen Pastor y la historia de los mártires me ha impresionado bas-tante. Espero que tanta gracia recibi-da durante este pequeña ruta germi-ne en nuestra vida, como le hubiera gustado al beato. Por cierto, ¡espera-mos expectantes su canonización!

¿Crees que su mensaje sigue siendo un llamamiento para todos nosotros y, en especial, para vosotros, semina-ristas y futuros sacerdotes?Mucho tiene que decir a los semina-ristas y sacerdotes de la actualidad y,

además, creo que este motivo ha sido la finalidad de esta pequeña peregri-nación. Así, el amor a la Eucaristía y a la comunidad, el amor a la Iglesia y a la vida sacerdotal, su capacidad cate-quética, su fe y confianza, su entrega a las gentes de su tiempo, la vitalidad y esperanza de sus acciones y respues-tas, su jovialidad, su encarnación del Evangelio allí por donde pasó, la unión que desprendió en sus obras e inicia-tivas, la capacidad de perdón y de obe-diencia, su generosidad intelectual pa-ra el Pueblo de Dios y su cercanía a la oración y al Sagrario son un modelo ejemplar para el sacerdocio que actual-mente nos está pidiendo la Iglesia.

Estimado William, ¿cómo conociste al beato Manuel?Supe de él por una estampa que vi en el despacho de mi párroco. Lo prime-ro que me llamó la atención fue su rostro, que infundía paz y alegría. An-te él me sentí empujado a pensar en la misma mirada de Jesucristo, que atraía a las multitudes, y ello me mo-tivó a investigar sobre su vida. Cuan-do supe que haríamos este camino o ruta del beato Manuel, enseguida me vino a la mente su rostro y sentí una gran alegría, creo que, de no haber hecho esta ruta con el Seminario en esta ocasión, la hubiera hecho en otro momento de mi vida. El amor que sentía el beato por la Eucaristía debe estar presente en todo seminarista. La Eucaristía es nuestro alimento dia-rio, sin ella nos perdemos.

¿Hubo algún sitio en esta peregrina-ción que te haya impactado de forma especial?

«Ustedes continuarán la obra santificadora de Cristo. Reconozcan pues lo que hacen. Imiten lo que celebren, para que participando en el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleven la muerte de Cristo en sus miembros y caminen con Él en novedad de vida» (papa Francisco, 21/04/13).Queridísimo D. Manuel: Qué bellísima es la vocación del sacerdote darse con Jesús y como Él. Así nos lo recuerda el papa Francisco y así se lo pedías tú a tus sacerdotes. Continuamos entrevistando en este mes a los seminaristas de Cáceres (Carlos y William), que hicieron tu Ruta por Andalucía recientemente. Nos unimos a ti para pedir para ellos y para toda la familia reparadora: ¡Madre, que no nos cansemos!

Así lo expresaba el beato Manuel

«El sacerdote hostia: como Cristo, ofrece su sacrificio como sacerdote y

se ofrece en sacrificio como hostia. ¿Qué es un sacerdote hostia? Un sacer-

dote que cada día ofrece en honor del Padre Dios a Jesús inmolado y se

ofrece con Él, y que da cuanto tiene y se da cuanto es a las almas, sin es-

perar nada de ello. Es un sacerdote sacrificado a gusto con su Misa de ca-

da día en honor del Padre Dios, con y como Jesús, y dado a las almas siem-

pre, como Jesús en el Sagrario y en la Comunión» (OO.CC. I, n. 607).

Los seminaristas de Cáceres con sus formadores visitando el Seminario de Málaga.

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1918

I ntentemos retrotraernos a 1902, al relato que todos aquí conocemos. Enviado por el arzobispo de Sevi-

lla a Palomares del Río para predicar una misión, se dirigió a la iglesia del pueblo. La encontró sucia y abando-nada. De rodillas ante el Sagrario aban-donado, pensó en la cantidad de Sa-grarios abandonados en el mundo y recibió la gracia que transformó su vi-da y orientó todas sus obras eucarís-ticas. ¿Puede considerarse mística es-ta gracia? Veamos.

Don Manuel habla de un «rato lar-go» pasado delante del Sagrario, un «rato largo» que cambió su vida. ¿Qué pasó en ese «rato largo»? Esa expe-riencia eucarística se convirtió en el fundamento de toda una vida, de to-do un proyecto de vida, en generado-ra de virtudes personales, capaz de in-coar un proceso espiritual conducen-te a la santidad, al servicio apostólico, a la entrega generosa, a la fundación de una congregación, de una obra eu-carística. Esto y más es signo de que

probablemente hubo más que lo que nos ha contado. Pero, ¿cómo demos-trarlo si don Manuel mismo no nos habla abierta y claramente de una ex-periencia o intuición sobrenatural?

San Juan de la Cruz poco nos ha-bla de sus éxtasis y arrobamientos. No le interesa, porque lo importante no era hablar de sí mismo sino elaborar un sistema de signos poéticos y un programa doctrinal en función de la dirección y guía espiritual de las al-mas. Pero, de san Juan de la Cruz na-die duda que fuera místico, ni poeta, ni teólogo. ¿Y de don Manuel?

Como a muchas otras grandes fi-guras del siglo XX –pienso en santa Teresa de Lisieux– la experiencia o intuición sobrenatural o extraordina-ria hay que robársela al texto escrito, leyendo entre líneas, abordarla al mar-gen de la búsqueda de las manifesta-ciones extraordinarias. Y, en el caso que nos ocupa, creo que hay una pie-za clave que podría arrojar algunas lu-ces adicionales: el proceso redaccio-nal de san Juan de la Cruz.

Según los historiadores y críticos, la reclusión en Toledo (desde diciem-bre de 1577 hasta agosto de 1578) fue un momento de experiencias mís-ticas. Aquella noche oscura y silen-ciosa produjo un alumbramiento de

la palabra poética, la cual no acabó, sin embargo, hasta la vigilia misma de su muerte.

No debemos imaginar que los poe-mas mayores del místico nacieron a borbotones en medio del éxtasis, por-que lo inmediato no fue la composi-ción, antes bien el silencio. Su primer esfuerzo literario es posterior; cons-tituye una reacción verbal nacida de la necesidad psicológica de comuni-cación con los demás, que solo más tarde comprende la motivación peda-gógica, concretamente a partir del mo-mento en que tiene que explicarles a las monjas el sentido de los versos.

En el caso de don Manuel, este tu-vo la experiencia de Palomares del Río el 2 de febrero de 1902. Según Campos Giles la escribió en 1916. La primera edición del Aunque todos... yo no no aparece hasta 1917. ¿Qué im-portancia puede tener el paso del tiem-po? ¡Entre catorce y quince años han pasado desde la experiencia fundan-te hasta la primera publicación de la experiencia! ¿Cuándo exactamente se sentaría por primera vez a escribir su experiencia? ¿Habría redactado un borrador? ¿Lo modificaría? ¿Cuántas modificaciones o alteraciones cono-cería el manuscrito original? ¿O se quedó todo esto en su mente –como alega Campos Giles–, hasta el asen-tamiento de sus ideas, esperando la friolera de catorce o quince años? Son preguntas que me hago y que espero puedan ser respondidas con otras in-vestigaciones. Ahora bien, de lo que no cabe duda es que si adaptamos el

Ponencia del Dr. Miguel Norbert Ubarri

La experiencia eucarística de don Manuel González¿puede considerarse mística?

En el I Congreso Internacional Beato Manuel González, el Dr. Miguel Norbert Ubarri, de la Universidad de Amberes y el CITeS, ofreció su reflexión sobre la mística en la experiencia carismática del obispo del Sagrario abandonado. Ofrecemos la segunda y última parte de su intervención sobre la experiencia de Dios del beato Manuel González.

criterio de espera, hasta un momen-to posterior de recuperación dialéc-tica, coinciden ambos en que tras una experiencia de Dios, lo próximo no es la palabra escrita, sino un período de asentamiento. A mayor distancia entre la experiencia de Palomares y la recuperación dialéctica del lengua-je, más garantía tenemos de que la in-tuición del misterio en el Sacramen-to de aquel 2 de febrero de 1902 fue intensa, extraordinariamente profun-da, necesitada de tiempo de asenta-miento y reflexión.

En esos catorce o quince años, ¿sentiría la necesidad psicológica de comunicarla a sus confesores o a sus interlocutores espirituales más cerca-nos, o la guardó en el hondón del al-ma durante todos estos años? Des-pués de tantos años, movido por mo-tivaciones pedagógicas, para explicar-les a sus Juanes y Marías el origen de la espiritualidad y doctrina del aban-dono, decidió publicarla en el texto descriptivo que leemos hoy día.

Por otra parte, además, sería poco razonable, cuando no injusto, restar-le valor a la acción de la gracia, que obró en él en esta y en las demás vi-vencias eucarísticas posteriores, que le reveló el plan de Dios para su vida, el sentido profundo del misterio de su misión personal, y que determinó todo su itinerario espiritual, su obra social apostólica y la fundación de la Obra de los Sagrarios Calvarios. Ese «quiero ser el obispo del Sagrario Abandonado», entendido como pro-yecto de vida, proviene no de una as-

cética resolución basada en la fe pu-ramente racional, apoyada en una pie-dad acaramelada, cuanto en la respues-ta a una gracia muy especial obteni-da. Como dice el Evangelio: «por sus frutos los conoceréis» (Lc 6,43-44).

Por último, digamos algo sobre su proceso de transformación interior. Vayamos al final de sus días. En su vi-da experimentó la transformación y el progreso espiritual, que lo llevaron a la unión mística con Dios. Campos Giles habla del período palentino co-mo la noche oscura del espíritu que lo llevó a la unión con Dios. Nada nos impide pensar que en su camino ha-cia la unión también gozara de per-cepciones agudas del misterio, reci-

bidas no a través de los sentidos ex-teriores o por vía no racional, sino di-rectamente en el fondo del alma.

A modo de conclusión preliminar, podemos afirmar que su vida y su obra nos dan testimonio de un hombre de fe, que experimentó el progreso espi-ritual: a raíz de una experiencia fun-dante, iluminadora y transformado-ra en Palomares del Río, realizó inten-sa labor apostólica en Huelva, ejerció el episcopado y el magisterio espiri-tual en Málaga, fundó una Obra… hasta pasar por la noche oscura del espíritu en Palencia que lo llevó a la unión mística con Dios.

El tiempo transcurrido entre la ex-periencia fundante y la descripción

La experiencia eucarística de

Palomares fue el fundamento de su vida

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2120

de la misma, así como los efectos que produjo en su vida de intimidad con Jesús Sacramentado y su proyección pastoral, todo apunta a que gozó de percepciones agudas del misterio. Es-to viene reflejado en algunas de sus obras más espirituales, como en Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario, donde se mueve entre dos polos: la Sagrada Escritura y las intui-ciones recibidas en la oración. Su mé-todo de interpretación no es frío y ra-cional. Realiza la lectura orante y con-templativa de la Sagrada Escritura propia de los espíritus contemplati-vos. Comunica a sus lectores intui-ciones recibidas en el fondo del alma.

Entonces, ¿puede considerarse mística la experiencia de don Manuel González García? Depende de la de-finición que le demos a la mística. Si atendemos única y exclusivamente a los fenómenos extraordinarios, ten-dríamos que decir francamente que no tenemos evidencia de que las ha-ya tenido, y que por lo tanto no es un místico.

Ahora bien, si entendemos que un sujeto místico es aquel que en esta vi-da llega a progresar espiritualmente, a través de intuiciones agudas del mis-terio, realizadas en espíritu de sacri-ficio, con frutos extraordinarios de caridad fraterna, hasta llegar a la unión mística con Dios, entonces sí pode-mos hablar de un hombre con una profunda experiencia de Dios, que experimentó un desarrollo o progre-so espiritual místico. Entonces sí es un místico.

El lenguaje andaluz de don Manuel González GarcíaNo quiero terminar sin añadir algo sobre el escritor, por esa queja de al-

gunos de la FER de que hay que ac-tualizar el lenguaje. Como dije ante-riormente, lo considero un error gra-ve. Hay que hacer ediciones con buen aparato crítico y notas aclaratorias, pero el lenguaje original no debe ser alterado.

Don Manuel González García fue hombre de la palabra, de la palabra sencilla, la del pueblo, la de su pue-blo andaluz. He ahí donde tenemos que buscar el mérito. San Juan de la Cruz fue poeta, y como poeta fue crea-dor de lenguaje nuevo, porque en su época no era el romance castellano, sino el latín, la lengua apta para ha-blar de Dios. Y sus destinatarios per-tenecían al mundo religioso de su en-torno: sus frailes, monjas y seglares espirituales aventajados. Don Manuel González no fue poeta, pero sí escri-tor. Los escritores españoles e hispa-noamericanos del siglo XX y XXI que quieren hablar de Dios en español, de alguna manera suenan a los del XVI. A ellos les tocó ser creadores de len-guaje para hablar de Dios. A los del Siglo de Oro les tocó traducir la cien-cia sabrosa al habla popular y culta del siglo XVI. Don Manuel quiso ha-blar de Dios en su andaluz del siglo XX, dirigiendo su obra no a grandes teólogos ni académicos. Sus destina-tarios principales fueron sus Marías, sus Juanes y el pueblo llano andaluz. Por lo tanto, su mérito artístico no de-be buscarse en el lenguaje poético y rebuscado, cuanto en un estilo pro-pio, que tiene por objetivo principal hablarle de Dios al pueblo, con el len-guaje del pueblo.

La descripción del Sagrario aban-donado de Palomares del Río nos pre-senta un abanico de posibilidades lin-güísticas que luego desarrolla en la obra escrita. La primera advertencia de don Manuel en Palomares es que Jesús lo mira desde el Sagrario, una mirada que «me decía mucho»(OO.CC. I, n. 15). Al describir la experien-cia fundante, se vale de un lenguaje sencillo, graciosamente articulado

con imágenes sensoriales. Pasada la experiencia de Paloma-

res del Río, ayudado por las riquezas de su lengua materna y por la forma-ción humana y teológica recibida du-rante su infancia y juventud, comuni-ca la experiencia, sus intuiciones y sentimientos interiores a través de pa-labras, imágenes y símbolos.

Uno de los textos más emblemá-ticos del símbolo de la mirada es el que figura en el libro Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario. En torno a este símbolo, don Manuel entrevera varios conceptos:

a. La mirada de Jesús como sím-bolo de la presencia permanente de Jesús resucitado en el Sacramento, de la misión divina o trinitaria más allá de su encarnación, muerte y re-surrección, que opera e irrumpe en la vida del cristiano, hasta el final de los tiempos,

b. La conciencia del hombre, hon-dón del alma, inhabitada por la Tri-nidad, que le revela al ser humano su estado de gracia y de pecado, y le ma-nifiesta las consecuencias de su faltas de correspondencia al primer amor, la relación Dios–hombre, montada sobre la revelación de Dios en Jesu-cristo, moviéndose en torno a la alian-za o pacto de amor deseado por Él.

Si bien consideramos la profundi-dad teológico–contemplativa y mo-ral de este texto, no menos debe de-cirse sobre el lenguaje sencillo, pero profundo, cargado de patetismo: com-placencia, descanso, reproche, dolor, partición del alma, llanto perenne, tristeza desconsoladora... Y es que don Manuel en este y en tantos otros textos, no solo comunica intuiciones o razones de fe, sino que además es-coge imágenes sensoriales para mo-ver el sentimiento, con el fin de co-municar con lenguaje asequible para comunicar los sentimientos de Dios, y para mover la mente y el corazón del lector.

Si se le rebaja su mérito artístico, su ingenio, afirmando que su lengua-

je no alcanza las cimas poéticas de un san Juan de la Cruz, podemos tam-bién argüir que no todos los contem-plativos son poetas. Su objetivo no fue crear lenguaje rebuscado y estili-zado para la élite, sino hacer que la lengua andaluza, la del pueblo, sirvie-ra para hablar de Dios, teniendo co-mo destinatarios, entre otros, a los más indoctos y los más pequeños de la sociedad andaluza de entonces.

Su lenguaje articulado matiza la experiencia. No solo traduce la expe-riencia, sino también la matiza pro-fundamente. Don Manuel vive e in-terpreta su experiencia en su propio lenguaje, con las coordenadas de pen-samiento humano que le provee su idioma, que le viene cargado de una larga tradición cultural. De la misma forma que el lenguaje condiciona las

operaciones más humanas, porque se vive, se sueña, se piensa, se ama den-tro de las coordenadas culturales y lin-güísticas, así también lo hace con las experiencias divinas, en lo más pro-fundo de la conciencia humana y con la carga de su larga tradición cultural.

En conclusión, don Manuel habló como un hombre de su tiempo, fue un hombre de su tiempo y empleó la pluma para hablar de Dios, de Cris-to, del Espíritu Santo, de la Eucaris-tía, en su tiempo y a los de su tiempo. Nos toca a nosotros ahora seguir es-tudiando su prosa e ir haciendo jui-cios estéticos valorativos sosegados, al socaire de su patetismo, de su se-lección léxica, sus símbolos e imáge-nes principales. Y buscar la reverbe-ración de su experiencia eucarística en el lenguaje. Todavía hay un largo

camino que andar hasta poder emitir una valoración adecuada de su méri-to artístico y la reverberación de lo místico en el lenguaje. En este senti-do esperamos anhelantes la próxima defensa y publicación de la tesis doc-toral de don Antonio Jesús Jiménez Sánchez, sacerdote de Málaga, quien trabaja bajo nuestra dirección, y de la profesora Marion Reder Gadou. Acla-rará aspectos históricos inéditos y ahondará en el valor literario de la obra de nuestro beato.

Miguel Norbert Ubarri

Don Manuel progresó espiritualmente

hasta llegara la unión con Dios

Capilla del Obispado de Palencia, donde oraba asiduamente el beato Manuel.

Don Manuel no solo traduce la experiencia sino que la logra matizar profundamente

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Sabemos que en todas las causas de canonización se deben seguir una se-ria de pasos. Estimada Hna. Ana Mª, tú has estado vinculada a este proce-so desde sus inicios, ¿cuánto tiempo ha implicado cada uno de estos pasos en la causa de D. Manuel? Ciertamente, poder declarar santa a una persona requiere un proceso mi-nucioso y exhaustivo para demostrar que su vida ha ido siempre por el ca-mino que conduce a Dios. Para eso están sus escritos, los ejemplos que han dejado huella y el testimonio de los testigos que le conocieron y tra-taron. El tiempo empleado en cada uno de los pasos que se han de dar en

estos procesos, es variable. Por ejem-plo, en nuestro caso, desde que se ini-ció el proceso, el 2 de mayo de 1952, hasta la beatificación, el 29 de abril de 2001, fue una etapa muy larga: 49 años; no obstante haber ocurrido el milagro que sirvió para la beatifica-ción, al año siguiente de abrirse el pro-ceso y a los 13 años de su muerte. Es-ta etapa es la más decisiva y en la que hay que dejar muy claro que la perso-na a la que se quiere elevar al honor de los altares lo merece. En las otras etapas que le siguen se trabaja sobre esta base.

Puede llamar la atención que es-ta primera etapa haya sido tan larga.

¿A qué pudo deberse? Nuestro pa-dre, el beato Manuel González, tuvo muchos enemigos y, lo que es peor, falsos amigos como él dijo, y yo aña-do: falsos colaboradores en el Semi-nario en los que él había puesto toda su confianza. En su destierro, en una carta a uno de ellos le dice: «A mi cruz de Málaga le faltaba el INRI y el buenísimo Corazón de Jesús se ha dignado regalarme uno hecho en el que fue mi soñado y querido Semi-nario. ¡Bendito sea!».

Las acusaciones eran graves y los varios postuladores que tuvo la Cau-sa en esa época no supieron darle so-lución. El Proceso estuvo parado mu-chos años con peligro de ser archiva-do para siempre. Pero como el Cora-zón de Jesús quería a su fiel siervo co-mo ejemplo de santidad para la Igle-sia, puso en nuestro camino al P. Ro-mualdo Rodrigo, Agustino Recoleto, que desde el principio vio en nuestro

padre un santo y dijo que él tenía que sacarlo adelante. Hizo una magnífica defensa que mereció los elogios de la Congregación para las Causas de los Santos y el Proceso comenzó a andar de nuevo.

El beato Manuel, en su libro Nues-tro barro, escribió: «Pero ¡qué cosas se te ocurren, Señor! ¡Hacer santos de barro!... Y ¡hacer santos a los mu-ñecos de barro a fuerza de trastazos...!» ¡Cuántos y qué fuertes los recibió él. Pero así se hacen los santos.

La segunda etapa ha sido el mila-gro para la canonización. También ha tenido sus dificultades, pero el tiem-po ha sido mucho más breve que la anterior. El milagro se empezó a estu-diar en 2009 y esperamos que la cano-nización sea en este año 2016. Es de-cir, 7 años; lo normal en estos casos.

Hasta donde sabes, ¿es mucha la gen-te que confiesa su devoción al (aún) beato Manuel? ¿Se ponen en contac-to con tu oficina de muchos países? ¿Alguno especialmente reseñable?Sí, son muchísimas las personas que manifiestan se devoción al beato Ma-nuel González, unas veces por teléfo-no y otras por carta. El archivo es tes-tigo de los miles de cartas con favores y testimonios de veneración que se guardan en él. A veces de sitios inve-rosímiles que me hace preguntar có-mo ha llegado hasta allí el conocimien-to y la devoción a nuestro padre. Y no me quedo con la duda ¡pregunto! y, generalmente, ¡qué historias tan bo-nitas! Tradición familiar, el encuentro de una Hoja Informativa que al leer los favores les ha animado a encomendar-se; una estampa con la novena, o en-contrarse con una cara tan simpática

y atrayente. De otros países también se reciben pedidos, especialmente re-liquias: China, Japón, Países Árabes, Inglaterra, Alemania, Francia… Pero se ha destacado Filipinas. En este país hay varias personas que han abierto páginas web para dar a conocer en in-glés a nuestro beato. También Brasil y por supuesto países iberoamerica-nos, donde tenemos grandes propa-gandistas, destacándose Argentina.

Los favores obtenidos gracias a la in-tercesión del beato son, posiblemen-te, incontables. Muchos los hemos leí-do en la Hoja Informativa que edita cada tres meses. ¿Hay alguno que re-cuerde con especial fuerza o emoción? Los favores, como dices bien, son in-contables. Entre ellos hemos tenido verdaderos milagros, tres bien vistos en Roma, pero que por circunstancias especiales no se ha podido llegar a un final. Especialmente voy a hacer men-ción de uno que no entra en los ante-riores pues su noticia nos llegó muy tarde y después de la beatificación.

En el año 2002, vino a Palencia una señora de Algueña (Alicante), ciega por diabetes desde los 12 años, pidien-do con mucha energía tocar algo del beato Manuel porque había recibido un gran milagro por su intercesión.

Nos contó que en el año 1961, ha-cía ya 41 años, la eligieron reina de las fiestas de su pueblo. Tenía ella 17 años, pero veinte días antes de las ce-lebraciones le sobrevino una perito-nitis aguda. Como digo antes, era dia-bética, y los médicos dijeron a sus pa-dres que si no la operaban, ciertamen-te moriría. Pero si la operaban era muy posible que le sobreviniera un coma diabético. Se decidieron por la ope-

ración y, en efecto, le vino el coma. Los médicos en esos días solo se pre-ocuparon de combatir el coma. Cuan-do salió del mismo y le levantaron la cura se encontraron con que la heri-da estaba cicatrizada y el apósito lim-pio. Estaba totalmente curada, aun-que persistía la diabetes, lo que hace más patente el milagro. En ese mo-mento pudo irse con su madre al pue-blo y actuar como reina de las fiestas. Una tía suya la había encomendado a nuestro beato, pero lo único que nos dijo, al ocurrir el hecho, fue que su sobrina había recibido un favor del beato Manuel y que en el pueblo de-cían era un milagro. Aunque le escri-bí preguntando no dio más explica-ciones. Caminos del Señor.

¿Cómo has vivido estas décadas? ¿Qué sentimientos has tenido? ¿En algún momento has dudado de que fuese posible la canonización?He vivido entregada, con mucha ilu-sión, a trabajar por la Causa, hacien-do y enviando propaganda a todos los rincones de España y a muchos otros países. Contestando todas las cartas que he recibido, o dando las gracias por los donativos que han en-viado. Por pequeños que hayan sido, todos han recibido unas letras de gra-titud. Al Señor le agrada que seamos agradecidos. Yo lo soy y, además, sé por experiencia que la gratitud atrae nuevos beneficios. Me he sentido y me siento muy agradecida a Dios y a mis superioras que me han dado la oportunidad de llevar adelante este trabajo, con el que he podido entrar muy dentro de la persona y de la doc-trina de nuestro padre fundador. Nun-ca he dudado de que llegaría la cano-

La canonización en el horizonte

Que una persona sea declarada santa implica un proceso y un tiempo más o menos prolongado según las situaciones. En el Proceso del beato Manuel González ha habido muchas personas trabajando con cariño y constancia. Una de ellas, particularmente significativa, es la Hna. Ana Mª Palacios, Misionera Eucarística de Nazaret, que comenzó a colaborar desde el inicio, en 1952, y lo sigue haciendo a día de hoy.

Con alegría y gratitud desbordantes

La Hna. Ana Mª en la capilla del Sagrario de la Catedral de Palencia, junto al sepulcro del beato Manuel González.

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nización, aunque siempre con el in-terrogante del cuándo. He rezado mucho y pedido oraciones para que fuera pronto. Todos los días visito el sepulcro.

¿Crees que la canonización implica-rá un florecimiento de vocaciones a las Misioneras Eucarísticas de Naza-ret y a las demás ramas de la Familia Eucarística Reparadora?El hecho de contar con nuevas voca-ciones, a mi parecer, no depende tan-to de que D. Manuel González sea beato o santo, depende más bien de nuestro testimonio y ejemplo. En nues-tra congregación la canonización de

su fundador puede ayudarnos a au-mentar el entusiasmo y el deseo de fo-mentar el carisma que nos transmitió.

¿Qué queda ahora, por delante, cuan-do ya nos sentimos tan cerca de po-der venerar como santo a nuestro que-rido Manuel González?Mantenernos muy fieles al carisma re-cibido, cada vez más necesario en la Iglesia, y seguir transmitiéndolo a to-dos, pues el deber de acompañar y re-parar a Jesús en la Eucaristía es de to-do cristiano, pero de un modo espe-cial de las personas integradas en las Obras fundadas por el futuro santo.

Mónica M. Yuan Cordiviola, m.e.n.

D. Manuel González en sus tiempos de arcipreste de Huelva.

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

«¡Un santo más!, es decir, ¡la Iglesia sigue produciendo santos! ¡España sigue dando santos a la Iglesia de la tierra y del cielo! No cabe en unas breves cuartillas expresar cuánto de gloria, de honor, de esperanza, de estímulo, de gozo, de motivos de sano optimismo contienen y desbordan para un fiel católico y un buen patriota estas dos palabras: ¡Un santo más!» (OO.CC. II, n. 2943).

E stas palabras de nuestro ac-tual beato Manuel González, con motivo de un sencillo ho-

menaje escrito a santa Micaela del Santísimo Sacramento en los días posteriores a su canonización (mar-zo de 1934), las hacemos nuestras respecto de él: ¡Qué gozo, qué des-bordante motivo de acción de gra-cias es para toda la Iglesia la apro-bación del milagro atribuido a la intercesión de D. Manuel!

Este tiempo de adoración eu-carística en esta Pascua del Año Ju-bilar de la Misericordia ha de ser una profunda y continua acción de gracias al Padre de la compasión y la piedad, que continuamente es-tá haciendo maravillas en su Igle-sia y en cada bautizado que se abre a su gracia.

¡Cuánta gloria se merece su Ma-jestad, el Cordero degollado que

quita el pecado del mundo, el Rey de reyes y Señor de señores, el Siervo que sigue lavándonos los pies como en la Última Cena! ¡Cuánto estímulo espi-ritual, esperanza desbordante, gozo inefable, supone para todo miembro de la Familia Eucarística Reparadora esta espera dichosa de la fecha de la canonización de nuestro fundador!

A la vez que gozo y esperanza, es-ta futura canonización es también re-llamada y reto. Rellamada de Dios a la santidad, vocación que ya recibi-mos en el Bautismo. Y reto a dejarnos hacer por las dos manos del Alfarero (¡la Palabra y el Espíritu!) para ser santos: negarnos a nosotros mismos, cargar con la cruz de cada día, seguir a Jesús de manera incondicional, orar continuamente, construir Iglesia, ser hermanos en cada comunidad cristia-na, servir a los más pobres y necesita-dos, acoger al emigrante o al refugia-do (como lo hizo el papa Francisco, cuando el pasado mes de abril se lle-vó al Vaticano a tres familias sirias, fa-milias de refugiados musulmanes, des-de su visita a la isla griega de Lesbos).

Escuchemos al beato ManuelNuestro querido D. Manuel define muy bien quién es un santo y lo que significa en la vida de todo cristiano:

«Un santo es la muestra de la vida su-prema de la quintaesencia de la vida sobrenatural» (OO.CC. II, n. 2944). «Un santo no es ni más ni menos que un hombre con una gran suma de mi-nutos aprovechados» (ib., 3537). «De modo que, ¿queréis de verdad salvar vuestra alma y ser santos? Pues mirad a qué se reduce todo: a santificar el minuto presente con el cumplimien-to de la voluntad de Dios»(ib., 3539). «Como el Corazón de Jesús me quie-re tanto, por ser tan miserable yo y tan misericordioso Él, espero firme-mente que dentro de poco seré san-to» (ib., 3041).

¿Serían estas palabras suyas una intuición en su alma de las maravillas que ya el Señor estaba obrando en Él y que ahora la Iglesia reconoce públi-camente? Está claro que de sus escri-tos emana una y otra vez este deseo de santidad como presbítero y obis-po. Deseo que hoy nos contagia fuer-za e interpelación. ¿Está vivo en no-sotros el deseo de santidad? Escuché-mosle de nuevo: «Quisiera ser un al-ma que constantemente cante: Ser-vir al Señor con alegría. Con la ale-gría no sentida, no gustada, sino creí-da. Que la fe sea quien alimente mi alegría sobrenatural» (ib., 2801). «Los santos no son los que nunca cayeron, sino los que siempre se levantaron» (ib., 3095).

«Jesús bueno, que la triste ciencia de mi barro, lejos de apartarme de Ti me haga más viva, más apremiante, la necesidad de Ti... Que nunca olvide yo que si barro con soplo de Dios fue

padre Adán, barro con gracia tuya pue-de llegar a ser santo...» (ib., 3165).

Siendo arcipreste de Huelva, en noviembre de 1908, participa en la III Semana nacional de Acción So-cial, en Sevilla, con una ponencia so-bre su tarea social como párroco. Pe-ro él mismo la introduce señalando que se dirige a los seglares, porque la misión social de la Iglesia necesita se-glares santos, que emprendan cada día ese viaje de ida y vuelta de Cristo al pueblo, del pueblo a Cristo, termi-nando siempre en quien es el Amo de nuestra existencia: «Es verdad que los hombres más aptos para la Acción Social Católica son los santos, ¡que ése es el verdadero tipo de chiflado! Pero ¡que no se alarmen los teólogos, ni se escandalicen los profanos! Pue-de darse el caso de estar uno chiflado por el Corazón de Jesús y no ser san-to, ¿la razón? ¡Es tan bueno ese Co-razón que se deja amar y hasta que se chiflen por él, con tal que se dé pala-bra formal de meterse en vereda y as-pirar a ser bueno!» (ib., 1894).

Oración inicialTe damos gracias, Padre de la miseri-cordia, porque sigues llamando a to-dos tus hijos a una vida santa según tu voluntad; te damos gracias por el beato Manuel González y por este acontecimiento eclesial de haber si-do reconocido entre la muchedum-bre de santos que pueblan tu Iglesia triunfante; haz que su testimonio de vida, su entrega total, su alegría des-bordante, su amor a la Eucaristía, su

«La santidades el adorno de tu casa»

Don Manuel afirma que es un secreto a voces: ser santo es lo mismo

que ser fiel

Sal 92,5

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atención permanente al abandono que padece tu Hijo Sacramentado en tantos Sagrarios olvidados, sea para nosotros convocatoria tuya, estímu-lo y reto para ser también hoy adora-dores de la Eucaristía, llamados a ser santos como él. PNSJ.

Escuchamos la Palabra1Pe 1,14-16; Ap 4,8-10.

Creo en Dios, tres veces SantoNuestro Dios es el Dios tres veces Santo. Así lo cantan los ángeles en el momento que Isaías va a ser convo-cado por Dios para la misión de pro-feta: «¡Santo, santo, santo, el Señor de los Ejércitos, la tierra está llena de su gloria!» (Is 6,3). Nos llama a ser santos como Él: «El Señor habló así a Moisés: “Di a la comunidad de hi-jos de Israel: Seréis santos porque yo, el Señor soy santo”... Yo soy el Señor, vuestro Dios» (Lv 19, 2).

El Padre es santo. Así lo nombra Jesús en la oración sacerdotal: «Pa-dre Santo, guárdalos en tu nombre», (Jn 17,11). Así nos lo presenta san Pablo: «Para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien pro-cede todo para el cual somos noso-

tros, y un solo Señor, Jesucristo, por quien existe todo y nosotros por me-dio de Él» (1Co 8,6).

El Hijo Redentor es santo. Así lo reconoció Pedro, después del discur-so eucarístico, cuando Jesús les pre-gunta si también ellos quieren mar-charse, como lo habían hecho los que estaban en la sinagoga de Cafarnaún. El apóstol hizo esta confesión de fe: «Creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios» (Jn 6, 69). De esta misma manera lo volvió a proclamar después de Pentecostés y cuando ya había probado la cárcel y el interrogatorio en manos de los sumos sacerdotes y ancianos. Reuni-do con aquella primera comunidad cristiana, en Jerusalén, oró diciendo: «Pues es verdad, (los jefes)se aliaron contra tu santo siervo, Jesús, tu Un-gido. Extiende tu mano para que se realicen curaciones, signos y prodi-gios por el nombre de tu santo sier-vo Jesús» (Hch 4,24.27.30).

El Espíritu de Dios es santo. Tal como afirmamos en el Credo, «pro-cede del Padre y del Hijo».

La Iglesia es santa: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia: El se entregó a sí mismo

por ella, para consagrarla, purificán-dola con el baño del agua y la pala-bra» (Ef 5,25-26). «Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes per-tenecen a la Jerarquía que los apacen-tados por ella, están llamados a la san-tidad, según aquello del Apóstol: “Por-que esta es la voluntad de Dios, vues-tra santificación”» (LG 39).

Los discípulos de Cristo, por el Bautismo, son hijos en el Hijo, partí-cipes de su naturaleza divina y real-mente santos: «Escribimos a la Igle-sia de Dios en Corinto, a los consagra-dos por Cristo Jesús, a los santos que Él llamó y a todos los que invocan el nombre de Jesucristo» (1Co 1,2).

Oración finalPadre de misericordia y Dios de to-do consuelo, que nos has constituido morada de tu Presencia amorosa en el Bautismo y nos sigues santifican-do cada vez que recibimos a tu Hijo Eucaristía en cada comunión de su Pan vivo, haz que los miembros de la Familia Eucarística Reparadora de-seemos ardientemente la santidad de vida al modo de nuestro futuro san-to, D. Manuel González. PJNS.

Miguel Ángel Arribas, Pbro.

Letanía pidiendo la santidad para todas las vocacionesRespondemos a todas las invocaciones: Bendícenos y santifícanos, Señor

Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Jesucristo, Cordero de Dios, Salvador de todos los hom-

bres.Jesucristo, Pan vivo bajado del cielo, que eliges hom-

bres para ser tus sacerdotes.Jesucristo, amor sin límites, que llamas a muchos a vi-

vir en pobreza, castidad y obediencia.Jesucristo, esposo de la Iglesia, que bendices el matri-

monio cristiano.Jesucristo, el hombre más bello de la tierra, que llevas

a perfección a tus sacerdotes.Jesucristo, buena noticia de salvación, que alientas la

vocación de los seminaristas. Jesucristo, pobre entre los pobres, que perfeccionas la

disponibilidad y la entrega de novicios y novicias.

Jesucristo, la verdad inmutable y penetrante, que sos-tienes con tu Espíritu la vida consagrada.

Jesucristo, bondad humanada, que prolongas en los hi-jos la bendición de los padres.

Hijo de Dios, rostro de la misericordia, que no te can-sas nunca de perdonar.

Hijo de Dios, buen samaritano, que cargas sobre ti a los que están caídos.

Hijo de Dios, buen pastor, que nos conoces y nos lla-mas por nuestro nombre.

Hijo de Dios, siervo de los siervos, que construyes tu Iglesia sobre la roca de Pedro.

Salvador de los hombres, príncipe de la paz, que con-vocas a todos los bautizados a ser instrumentos in-cansables de tu paz.

95º aniversariode la fundación

de las MisionerasEucarísticasde Nazaret

1921 - 3 de mayo - 2016

«Para tu gloria, Santísima Trinidad, pongo toda mi confianza en tu gracia y hago voto de castidad, pobreza y obediencia en esta familia religiosa de Misioneras Eucarísticas de Nazaret...»

De la fórmula de la profesión de los votos

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Lectura sugeridaCartelera recomendada

S u gran novedad, como ya dijimos, es la inclusión de Clavius, un tri-buno romano a las órdenes de

Poncio Pilato que recibe la orden de localizar el cuerpo de Jesús cuando desaparece. Recorre sendas conoci-das, pero lo hace dándole un curioso giro que logra imprimir cierto sus-pense a la película.

Una película diferenteResucitado puede parecer otro ejem-plo de película religiosa con una es-tética definida que intenta captar la atención, con la única peculiaridad de que el protagonista no es Jesucris-to, sino un romano ficticio utilizado para contarnos la historia de la resu-rrección del Hijo de Dios desde otro punto de vista. Sin embargo, el film acierta con su apuesta por un tono ca-si detectivesco que hace más llevade-ro su visionado, aunque con fallos es-pacio–temporales que en ocasiones llaman tanto la atención que consi-guen que pongamos el foco en algu-nos detalles mucho menos importan-tes que en la historia en sí.

La película presenta una búsque-da contada de una manera bastante acertada y dándole la vuelta a una his-toria que ya se ha visto más veces, pa-ra hacerla entretenida para todos. Es-

tos ingredientes dan como resultado una armonía que hará que la pelícu-la agrade a creyentes y no creyentes.

Novedosa e inteligenteEsta perspectiva novedosa permite elucubrar acerca de uno de los mo-mentos más importantes de la histo-ria: la muerte y posterior resurrección de Jesucristo. Cuenta una vi-sión de la historia tan inusual dentro del mundo del cine que hace que se cree cierto interés por saber qué será lo siguien-te que veremos en pantalla.

Resucitado es una inteli-gente recreación de la resu-rrección de Cristo en la que no solo asistimos a unos he-chos conocidos a través de unos ojos diferentes, sino también al conocimiento de los protagonistas y su fe (Ma-ría Magdalena, los discípu-los…) desde un punto ab-solutamente nuevo, como implicados en un caso po-licíaco. Se trata de una his-toria personal y cercana don-de la dimensión mítica y religiosa se ciñe a la senci-llez del mensaje y los mi-lagros con que Jesucristo

lo transmitía. La naturalidad y el tra-bajo bien hecho salen a relucir en unas escenas bastante conseguidas y que resultan creíbles para el espectador. Una buena película que ofrece una revisión única de una historia ya sa-bida, y que en este caso es tratada con tacto y acierto.

José Manuel Bacallado

Mucho más queotra película religiosa

Hacer una película que trate un tema bíblico no es nada sencillo. Lo más complicado de todo es contentar a defensores y detractores de la Biblia. Ahora llega Resucitado partiendo de una premisa bastante innovadora y que la hace muy atrayente: la historia de la resurrección de Jesús contada desde el punto de vista de un soldado romano ateo.

Ficha técnicaNombre: ResucitadoDuración: 107 minutos Año: 2016País: Estados UnidosGénero: Acción, drama, religiónDirector: Kevin ReynoldsActores: Joseph Fiennes, Tom

Felton, Cliff Curtis

E ste teólogo laico es elegido en 1986 metropolita titular de Pér-gamo con la misión de supervi-

sar el diálogo teológico interconfesio-nal y las relaciones eclesiales ortodo-xas. Actualmente es el obispo metro-politano de la iglesia ortodoxa griega de Pérgamo y miembro del Sínodo Permanente del Patriarcado Ecumé-nico. Ha participado en la elabora-ción de algunos importantes docu-mentos ecuménicos. El ser eclesial es su obra más conocida e influyente. Se dice que ha tenido una importante influencia en la encíclica del papa Francisco Laudato si’.

Lo creado como Eucaristía. Aproxi-mación teológica al problema de la eco-logía está compuesto por cuatro ca-pítulos que progresivamente nos van ofreciendo una interesante relación entre teología y ecología.

Teología y ecologíaA lo largo del primer capítulo nos in-troduce en los primeros siglos del cris-tianismo, pasando por la Edad Me-dia, la Reforma y llegando hasta la Época Moderna, exponiendo el con-

cepto de ecología de las diferentes épocas. Expresa con énfasis la serie-dad de la situación que la humanidad debe afrontar debido a la cuestión ecológica, y que abarca a nuestro pla-neta en su totalidad.

En el segundo capítulo nos intro-duce en el mundo como creación: los límites y los peligros de la natu-raleza creada. Debemos descubrir un vínculo entre Dios y el mundo que asegure la comunicación de la vida sin eliminar la alteridad natural en-tre Creador y creación. Es en el ser humano donde debe buscarse el puen-te, por ello le hizo Dios colaborador responsable. ¡Qué terrible responsa-bilidad y qué gloriosa misión para el ser humano!

El tercer capítulo ofrece la visión del hombre como sacerdote: esperan-za y espera impaciente de la creación. En Cristo, el mundo tiene al sacerdo-te de la creación, el modelo de la co-rrecta relación del hombre con el mun-do natural. La creación adquiere una sacralidad que no es inherente a su naturaleza, sino poseída, recibida del mismo Creador, de ahí nuestra acti-

tud, lejos de ser pagana, está llamada a ser responsable de la supervivencia de lo creado. Esto conforma un ethos (manera de ser y actuar) del que, en nuestros días, el mundo tiene mucha necesidad. Se nos invita a no actuar desde una ética sino desde un ethos; no un programa, sino una actitud y una mentalidad; no una legislación, sino una cultura (cf. p. 71).

Caminos en la historiaLa crisis ecológica es causa de una cri-sis de cultura, una crisis vinculada a la pérdida de sacralidad de la natura-leza en nuestra cultura. El autor nos presenta dos posibles vías para supe-rar este problema: el recorrido por el paganismo (cree sagrado el mundo; lo respeta y no le hace daño pero nun-ca se preocupa por su destino; pien-sa que el mundo es tal como es y en

Ioannis Zizioulas nació el año 1931 en Katafigió (Grecia). Estudió teología en las Universidades de Tesalónica y Atenas y en el Instituto ecuménico de Bossey (Suiza). De 1955 a 1957 completó estudios de patrística y filosofía en Harvard (Estados Unidos). En 1965, en Atenas, presentó su tesis doctoral: «La unidad de la Iglesia en la divina Eucaristía y en el obispo durante los tres primeros siglos» y comienza entonces su tarea docente, que compagina con la participación en la Comisión Fe y Constitución, del Consejo Ecuménico de las Iglesias. Ha sido profesor de teología en las Universidades de Edimburgo, Glasgow, Tesalónica y Londres.

Todo el universo es liturgia cósmica que eleva al trono de Dios la creación entera

Vivir en armonía con la creación

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Cordialmente, una carta para ti

cosas, esta historia es una historia de caridad. «Es la historia –dijo el pon-tífice– del amor que hemos recibido de Dios y que debemos llevar al mun-do: esta caridad recibida y dada es el fundamento de la historia de la Igle-sia y de la historia de cada uno de no-sotros».

Las anteriores palabras nos per-miten ver claro que la caridad no es algo secundario o accesorio en la vi-da de la Iglesia, sino que es su mismo fundamento. Y aún precisó más el pa-pa: «La caridad, por tanto, está en el centro de la vida de la Iglesia y es ver-daderamente su corazón, como decía santa Teresa del Niño Jesús». Ya no nos cabe la menor duda, apreciado lector, de que la caridad, que es amor, es el corazón palpitante de la vida de la Iglesia. En este amor, y en las innu-merables obras de caridad que de él brotan, deberían fijarse más quienes atacan y critican a la Iglesia sin más razones que su propio odio.

Y aprovechando la circunstancia de que estamos viviendo el Año Ju-bilar de la Misericordia, el santo pa-dre resaltó que es una buena ocasión para «volver a este corazón palpitan-te de nuestra vida y de nuestro testi-monio, al centro del anuncio de fe: Dios es amor». Hay en estas palabras un llamamiento a todos los cristianos para que nos acerquemos al verdade-ro corazón de nuestra fe, es decir, a Dios que es amor, que es caridad.

Más que un deseo divinoPrecisamente por ello, destacó el pa-pa Francisco que no se trata de que Dios tenga sencillamente el deseo o la capacidad de amar. No es solamen-te esto, sino que se trata de algo mu-cho más profundo. Se trata, aprecia-

do lector, de que el mismo Dios es amor, es caridad. Y de tal manera es así que el amor, la caridad, es su esen-cia, es su propia naturaleza.

Ahora bien, la caridad no solo es el corazón de nuestra vida, sino que también es el Norte, la brújula que nos guía y orienta. Este es otro im-portante aspecto que destacó el pa-pa cuando puso de relieve que la en-cíclica Deus caritas est nos recuerda el Dios que podemos encontrar en Cristo y cuán fiel e insuperable es su amor. En este punto recordó las pa-labras del evangelista: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vi-da por sus amigos» (Jn 15,13). Des-pués de destacar que Dios derrama su caridad sobre nosotros y que no-sotros estamos llamados a ser testi-gos de ese amor, dijo el pontífice: «Por eso, debemos ver la caridad di-

vina como la brújula que orienta nues-tra vida antes de encaminarnos en cualquier actividad: en ella encontra-mos la dirección, de ella aprendemos cómo mirar a los hermanos y al mun-do». Importante enseñanza para nues-tra vida diaria y para nuestras relacio-nes con el prójimo.

A la vista está, amigo lector, que la caridad es el centro, el corazón de la vida de la Iglesia, pero también es la brújula que orienta nuestra vida. La caridad o, como la llamaba Con-cepción Arenal, la compasión cristia-na es algo de suma importancia tan-to en la vida de la Iglesia como en nuestra propia vida. La razón está en que carecer de caridad sería carecer de corazón y de la guía necesaria pa-ra caminar por la vida.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

Apreciado lector: Es probable que en alguna ocasión hayas leído algo de lo que nos dejó escrito Concepción Arenal. En cualquier caso, estoy seguro de que habrás oído hablar de ella y de que recordarás su célebre frase «odia el delito y compadece al delincuente». Pues bien, Concepción Arenal tenía una idea muy acertada de lo que se ha de entender por caridad.

L a insigne escritora consideraba a la beneficencia como compasión oficial, a la filantropía como com-

pasión filosófica y, sin embargo, re-servó para la caridad el calificativo de compasión cristiana. La caridad es así una ayuda que se da por amor de Dios y del prójimo. Aquí está la gran dife-rencia entre caridad cristiana y bene-ficencia o filantropía: el amor. Ni en la beneficencia ni en la filantropía ella encontraba amor. Solo en la caridad, en la compasión cristiana, hallaba el verdadero amor, el amor de Dios. Sa-bía muy bien Concepción Arenal que, ante todo, Dios es caridad, es amor.

Como recordarás, estimado lec-tor, a finales del pasado mes de febre-ro el papa Francisco pronunció un in-teresante discurso, dirigido a los par-ticipantes en el Congreso Internacio-nal promovido por Cor Unum, con motivo del décimo aniversario de la publicación de la encíclica Deus cari-tas est de Benedicto XVI.

La historia del amor de DiosDestacó el santo padre en su discur-so que esta encíclica trata un tema que nos permite recorrer toda la his-toria de la Iglesia porque, entre otras

La caridad: corazón y brújula

Foto: Calsidyrose.

su naturaleza posee todo lo que ne-cesita para sobrevivir) y la vía cris-tiana (el mundo es sagrado; está en relación con Dios, lo respeta sin adorarlo; considera al ser humano como el único vínculo posible en-tre Dios y la creación). Está claro que el modelo que prevé el domi-nio del hombre sobre la naturale-za, tal como está presente cada día en el ethos tecnológico (manera de ser y actuar), ya no tiene la capaci-dad de garantizar la supervivencia de la creación obrada por Dios.

En el cuarto y último capítulo, «Eucaristía y mundo», se va des-glosando la Eucaristía como litur-gia, como ofrenda del mundo, co-mo lugar de la integridad del hom-bre, primicia de las realidades últi-mas. En la Comunión eucarística la Iglesia, el hombre, encuentra su ser.

«El hombre moderno parece rechazar totalmente y con indigna-ción las reglas morales que la tradi-ción cristiana propone. Nos preo-cupa el problema de la caída de va-lores y estamos atónitos porque nuestra palabra (la de los cristia-nos) cae en el vacío. Nos refugia-mos en los sermones sobre argu-mentos racionales y éticos, para con-vencer al mundo, y nos damos de bruces con el fracaso. Nos servimos de sermones dogmáticos y no nos escuchan. La palabra es ofrecida y el mundo “no la recibe” (Jn 1,11). Y en nuestra autocrítica olvidamos que la palabra del cristianismo no es un decir, sino una Persona; no es voz, sino Presencia viviente; una presencia que se encarna de forma

eminente en la Eucaristía, que es reunión y comunión. No basta ha-blar al mundo para cambiarlo. Nues-tra Iglesia, como presencia en el mundo, a veces parece que se ha convertido en un púlpito sin altar y en una reunión sin unidad. No to-mamos nuestra disciplina moral de la vida nueva, que se saborea en nuestra asamblea eucarística; y la comunidad parece haber perdido el fermento de la comunión teoló-gicamente fundamentada, levadu-ra que podría suscitar un auténtico renacimiento moral» (cf. p. 90).

El autor, con lenguaje directo, sencillo y valiente, ejerce como pro-feta que denuncia, anuncia e inclu-so propone la vuelta a la Eucaris-tía, a vivir la vida inserta en una li-turgia eucarística: «Todo el uni-verso es una liturgia cósmica que eleva al trono de Dios la creación entera. La Iglesia vive en la Euca-ristía y por medio de la Eucaristía»

Que la lectura de este libro nos lleve a saborear nuevamente el nú-mero 236 de la encíclica del papa Francisco, Laudato si’: «En la Eu-caristía ya está realizada la plenitud y es el centro vital del universo, el foco desbordante de amor y de vi-da inagotable».

Mª del Valle Camino Gago, m.e.n.

Lo creado como EucaristíaSubtítulo: Aproximación teológica al problema de la ecologíaAutor: Ioannis ZizioulasAño: 2015Editorial: Centro de Pastoral Litúrgica. Colección EmaúsPáginas: 92Precio: 8,50 €

La Iglesia vive de la Eucaristía y por medio de la Eucaristía

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L a muerte de cada uno de noso-tros es una certeza que está cada día al alcance de la mano. Lo que

ocurre es que la caducidad del ser hu-mano en esta vida puede interpretar-se en términos de finitud o en térmi-nos de trascendencia: o somos un ser para la nada o un ser para la eterni-dad. Ahí está el problema de la duda, la lucha entre dos opuestos, entre los dos extremos de una contradicción; ya decía Unamuno que duda tiene la misma raíz etimológica que dúo (dos) y que duelo (combate).

Uno de ambos polos contradicto-rios resulta ser absurdo. Nos referi-mos a la nada, al caos. ¿De verdad que hemos venido a este mundo para na-da? El otro polo opuesto, la eterni-dad, es mucho más apetecible, está más acorde con la propia naturaleza humana. ¿Conocéis a alguien que en el fondo de su alma no aspire a ser pa-ra siempre?

El hecho de la resurrección de Je-sús, conocerlo en profundidad, me-ditarlo con detenimiento, nos puede alejar de la posible duda y aproximar-nos a la creencia, a la fe. La presencia de Jesús resucitado puede encontrar-

se en las cosas más sencillas, más ele-mentales, en los acontecimientos más pequeños, más humildes. La expe-riencia nos demuestra que la verdad es asequible en las circunstancias más insospechadas, en los momentos me-nos inesperados. Es cuestión de bus-car y de tener paciencia.

Es cierto que existen personas agraciadas por una fe sólida, aunque no es menos cierto que otras perso-nas –seguramente la mayoría– con-quistan día a día su fe sublimando sus dudas en el encuentro personal con Jesús resucitado, la Verdad.

Jesús se encuentra con MaríaSiempre Jesús se encontró con Ma-ría, su madre: Cuando se perdió en el templo, en las bodas de Caná, cami-no del Calvario…, también después de su resurrección, según cuenta la tradición. Y aunque no esté escrito en los Evangelios, si leemos detenida-mente el capítulo 16 de Marcos, lle-garemos a la conclusión de que la pri-mera visita que hizo Jesús resucitado fue a su madre.

Cuando pasó el sábado, María Magdalena, María, madre de Santia-go, y Salomé compraron aromas pa-ra embalsamar al cuerpo (Mc 16,1). Resulta cuando menos llamativo que no fuera con ellas María, la madre de Jesús, pues el pasado viernes, 7 de abril, habían estado todas ellas al pie de la cruz y, sin duda alguna, queda-

ron en proseguir la labor de embalsa-mamiento que habían dejado inaca-bada. La hora se les echó encima, pues esa misma tarde del viernes empeza-ba la celebración de la Pascua judía.

Según el relato de Marcos encon-traron a un joven vestido de blanco que les anunció la resurrección de Je-sús. Pero, ¿por qué no iba con ellas la Virgen María? Nada dice el evange-lista al respecto, aunque no es difícil presuponer que fue porque, entre otras cosas, María ya había recibido la visita de su hijo. Sin duda alguna el encuentro tuvo que ser en la casa que el apóstol Juan tenía en Jerusalén, en donde él la había acogido.

Sigue diciendo Marcos (16,9): «Jesús resucitó en la madrugada del primer día de la semana y se apareció a María Magdalena». Quiere ello de-cir que de las tres mujeres solamente María Magdalena volvió probable-mente al sepulcro y allí se encontró con Jesús. ¿Y por que volvió María Magdalena? Tampoco es difícil ima-ginar que para curar su congoja acu-diera al consuelo de María, la madre, y que esta le desvelara que Jesús ha-bía resucitado y que tenía el recado de que fuera a encontrase con Él en el sepulcro.

De una u otra forma, aunque no esté escrita y solo sea imaginada, es-tamos convencidos de que la presen-cia de la Virgen Madre tuvo que ser muy relevante en la fiesta de la Resu-rrección del Señor. Y es que a Jesús siempre lo encontramos con María.

Buscar sin cansarnosPara la conquista de la fe tenemos que deshacernos de muchas actitudes fal-

Creer en la eternidades lo más acorde

a nuestra condición humana

sas, de muchas caretas, de demasia-dos envoltorios, de todo tipo de apa-riencias. A Cristo resucitado tenemos que buscarlo sin complejos y con mu-cho amor, sin prejuicios. Y sobre to-do, tenemos que vencer al miedo. En-tonces las mujeres salieron corriendo del sepulcro. Estaban asustadas y asom-bradas y no dijeron nada a nadie, de tanto miedo que tenían (cf. Mc 16,8). El miedo paraliza, es estresante, inhi-be, es destructor, es cosa del demo-nio. El miedo se vence con la esperan-za. Cristo resucitado es siempre un amanecer irisado de esperanzas, con Él únicamente tiene sentido este nues-tro paseo regalado y corto por la vida.

Ella (María Magdalena) fue a anun-ciárselo (la resurrección) a los que ha-bían sido compañeros de Jesús, que estaban tristes y llorando, pero al oír-le decir que vivía y que lo había visto, «no le creyeron» (Mc 16,11). La fe en el Resucitado es alegre, la fe del cristiano es alegría pura, no contami-nada, sin aditamentos. Por eso cono-ceréis que son cristianos, porque es-tán siempre contentos, también cuan-do viene la miseria, la escasez, la en-fermedad. Cristo resucitado se en-cuentra junto a nosotros, siempre al lado, es cuestión de pararse a escu-charlo, aunque su voz venga de lo más insignificante, aunque sea de la boca de una mujer pecadora, no creíble pa-ra el mundo (como sucedía con la mu-jer en tiempos de Jesús).

Primavera, mayo, resurrección, Je-sús, María. Qué aromas multicolores desprenden las flores en su mes, el mes de María. ¡María, Madre, causa de nuestra alegría, reina de la fe!

Teresa y Lucrecio (matrimonio UNER)

Y Jesús se apareció a su madreJesús de Nazaret ha resucitado. Este acontecimiento sucedió con casi toda probabilidad un 9 de abril, domingo, si bien los historiadores no se ponen de acuerdo en el año exacto. Es una verdad histórica (o meta histórica) que Jesús resucitó hace casi ya dos mil años.

Con mirada eucarística

«Cristo resucitado se aparece a la Virgen». Guercino (1629). Pinacoteca Comunale, Cento (Italia).

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AgendaMayo

Ayuda para Ecuador

La Familia Eucarística Reparadora en España ha habilitado una cuenta bancaria para quienes de-seen colaborar con los damnificados por el terre-moto de Ecuador. Las ayudas serán gestionadas por las Misioneras Eucarísticas de Nazaret que tienen sus casas en Quito y Guayaquil. El núme-ro de cuenta, del Banco Popular, es:

ES81-0075-0001-83-0607407579

Ejercicios espirituales en Nazaret

Málaga - Villa Nazaret (Tel: 952 65 32 61)• 30 de mayo - 7 de junio: P. Antonio Navas, s.j.

Palencia (Tel: 979 72 18 00)• 12-21 de junio: P. Albino García, s.j.• 21-30 de julio: P. Manuel Tejera, s.j.• 9-18 de agosto: P. Manuel Robla, s.j.

Intenciones del papa para el mes de mayo

Universal: Para que en todos los países del mun-do las mujeres sean honradas y respetadas y sea valorizado su imprescindible aporte social.

Por la Evangelización: Para que se difunda en las familias, comunidades y grupos, la práctica de re-zar el santo Rosario por la evangelización y por la paz.

Asuntosde familia

5Jueves

3Lunes

8Domingo

11Miércoles

15Domingo

16Lunes

19Jueves

29Domingo

26Jueves

3434

FER: Fundación de la Congregación de Misioneras Eucarísticas de Nazaret (1921)

Iglesia: Año de la Misericordia.El papa preside una Vigilia de oración en la basílica vaticana para «Enjugar lágrimas»

Iglesia: Solemnidad de la Ascensión del Señor: 50ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: «Comunicación y Misericordia: un encuentro fecundo»

FER: En 1886, el beato Manuel González hizo su 1ª Comunión.En 1931, durante la República, incendian el Palacio episcopal de Málaga, donde residía como obispo de esa diócesis el beato Manuel

Iglesia: Solemnidad de Pentecostés. Día del apostolado seglar. El Santo Padre preside la Eucaristía en la basílica de San Pedro

FER: En 1920, el beato Manuel González coloca la 1ª piedra del nuevo seminario de Málaga

Iglesia: Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Iglesia: Solemnidad del Corpus Christi en el Vaticano. El papa preside la Eucaristía delante de la basílica San Juan de Letrán y la procesión hasta la basílica de Santa María la Mayor

Iglesia: Solemnidad del Corpus Christi en las diócesis. Año de la Misericordia: El papa preside la misa del Jubileo de los diáconos

Ecos del I Congreso Internacional Beato Manuel González

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¡Madre Inmaculada! ¡Que no nos cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos!Sí, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humanos, aunque vinieran al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo... ¡Madre querida! ¡Que no nos cansemos! Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades, para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús, que está en el Sagrario, ocupemos nuestro puesto, el que a cada uno nos ha señalado Dios. ¡Nada de volver la cara atrás!¡Nada de cruzarse de brazos!¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar,una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza de nuestras manos o en nuestros pies, que pueden servir para dar gloria a Él y a Ti, y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos... ¡Madre mía, por última vez! ¡Morir, antes que cansarnos!

Amén.Oración del beato Manuel González ante la Virgen de la Cinta (Huelva)

Mayo: Mes de María

Monumento a la Virgen en Punta Gruesa. Diócesis de Iquique (Chile).