Nietzsche, El Amor Fati

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Jesús Platero BrizFilosofía y DolorNIETZSCHE: EL AMOR FATINuestros viajes se llenan de fantasmas, de equipajes necios, cargas que nos provocan un caminar pesado, falsos consuelos que alimentan resentimientos en vez de desprenderse de ellos. El devenir diario siempre nos impone cada reto, los sucesos que van transcurriendo no dejan de sorprendernos y tenemos entonces diferentes maneras de desafiarlos, distintos modos de reaccionar o actuar ante una adversidad no esperada, ante un dolor, ante

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Jess Platero Briz

Filosofa y Dolor

NIETZSCHE: EL AMOR FATINuestros viajes se llenan de fantasmas, de equipajes necios, cargas que nos provocan un caminar pesado, falsos consuelos que alimentan resentimientos en vez de desprenderse de ellos. El devenir diario siempre nos impone cada reto, los sucesos que van transcurriendo no dejan de sorprendernos y tenemos entonces diferentes maneras de desafiarlos, distintos modos de reaccionar o actuar ante una adversidad no esperada, ante un dolor, ante una prdida, frente a un amor roto.

El problema del dolor en Nietzsche y su respuesta, el amor fati, quiere plantearse de la forma ms palpable y concreta aunque sin dejar de lado las implicaciones ms all del sujeto as como en las concepciones del tiempo histrico y presente. Se trata de esclarecer uno de los ejes centrales, tal vez el ms importante del pensamiento nietzscheano: el amor al destino.

La vida se sucede entre acontecimientos nicos e irrepetibles que unas veces nos sacuden y otras nos invaden de ternura. Cuando los vientos son propicios se suele apelar a la recompensa, era un premio a nuestro esfuerzo, a nuestro trabajo, a nuestra virtud. Cuando lo que deviene nos afecta amargamente, a veces se da lugar a una pregunta: acaso no mereca otra cosa? Sea como fuere, en los dos supuestos nos evadimos de una realidad tal cual se presenta, que aparece aqu-ahora y que no se puede obviar.

Hay tal vez una propensin a reunir, a encajar y dar sentido a aquellos fragmentos que van acaeciendo en nuestros caminos y que caen con toda su crudeza y crueldad. La desolacin, la difcil digestin de determinadas circunstancias de la vida (la finitud de las cosas y de los cuerpos, la prdida de seres queridos, las repentinas ausencias) son difciles de asimilar. Esto que nos ocurre a todos, como individuos mortales y efmeros que somos, nos alborota la conciencia, nos produce un verdadero temblor dejndonos en la disyuntiva de dar la cara y afrontarlo o buscar los medios para escapar. 1

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En el pensamiento nietzscheano encontramos un combate intelectual contra los calumniadores de la existencia, contra aquellos para los que la realidad no es suficiente y necesitan una instancia exterior a ella para justificarla y proporcionarle un sentido a la misma. Digamos que la razn filosfica ante una situacin no deseable ha contrapuesto en muchas ocasiones un escenario idlico, un aplazamiento a lo real, al hic et nunc, otro lugar y otra fecha donde esta vez s fuera posible una composicin satisfactoria entre sujeto y objeto.

El modo del proceder dialctico recoge los pedazos desperdigados, la negatividad, tratando de congregarlos en la comunin perfecta, en el signo definitivo. La materia reconciliada en el mundo de las Formas, la carne perdonada en la ciudad de Dios agustiniana, la plenitud libre en el espritu absoluto hegeliano o la igualdad sin clases en el paraso socialista contienen similares dinmicas y carencias.

Claro ejemplo es la oposicin de la civitas Dei versus la civitas terrena, la teologa de la historia agustiniana. Esa tradicin platnica cristiana donde tras el drama y el hombre cado, llega el gozo sempiterno por obra y gracia de la trascendencia divina. En el plan trazado por la providencia se decide el juicio postrero del hombre y la historia. El final es la salvacin, la redencin en ese lugar ms all de los cuerpos.

De la teologa trascendente y liberadora se pas a una metafsica del sujeto que ha tratado de realizar el reino de Dios aqu en la tierra. La verdad de un pueblo que se encontraba en un destino ultramundano aterriza en el humanismo. La totalidad de sentido y de presencia se realiza en la historia mundana. La poltica es lugar de efectuacin de una esencia, la existencia del hombre se forja como la ciudad cuyo aire nos har libres, como el Estado hegeliano que es encarnacin del Espritu Objetivo (y realizacin de la libertad en el mundo), como la esencia autoproducida del Hombre en maysculas (en los marxismos).

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Incluso la utopa blochiana asume la historia como el cuento que en su ltima articulacin tiene el desenlace ...y comieron perdices, escatologa que tiende a conseguir la identidad entre la subjetividad protagonista y sus objetivaciones histricas; en estas orillas la violencia, la alineacin que escinde, quedar superada. Esa es nuestra esperanza. El summum bonum cumplido en la patria de la identidad es el paladn del humanismo que ya Nietzsche en su poca trat de desacreditar.

Nuestro autor trat de elaborar una genealoga del ocaso y del nihilismo occidental que le toc vivir. Como dice Deleuze 1 Nietzsche llama nihilismo a la empresa de negar la vida, de despreciar la existencia. Si lo que nos expresan los sentidos es que todo es cambiante y perecedero, entonces hay que desprestigiar y condenar a stos, oponindoles una razn que nos d abrigo.

El declive de la Europa decimonnica (la muerte de Dios y de los valores transcendentes y su sustitucin por el positivismo y el progreso cientfico) tena unos orgenes y unas trayectorias bien marcadas. Se establece en su labor terica un punto de partida, la decadencia del instinto griego, personalizada en las figuras de Scrates / Platn, continuada por el cristianismo y por el movimiento romntico. Bastante elocuente son sus palabras extradas del El crepsculos de lo dolos dentro del captulo Lo que debo a los antiguos: El valor frente a la realidad es lo que en ltima instancia diferencia a naturalezas tales como Tucdides y Platn: Platn es un cobarde frente a la realidad, por consiguiente, huye al ideal. Tucdides tiene dominio de s, por consiguiente, tiene tambin dominio sobre las cosas.

La situacin crtica en la que se encontraba la vieja Atenas y el miedo a una aristocracia degenerada que impona la tirana de los instintos fue la excusa perfecta para establecer una dictadura de la razn, la gestacin de lo lgico y un absoluto menosprecio por lo corporal. La dialctica socrtica confronta la idea con la vida, esta ltima empieza a juzgarse, a justificarse y a redimirse a partir de la primera.

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Un temor, una realidad no deseada, y la venganza est servida. Slo los sofistas o la cultura de los realistas, como Nietzsche los denomina, se salvan entre tanta mojigatera y patraa moral de las escuelas socrticas. El gusto antiguo y virtuoso, y su manera de habrselas con el mundo, la capacidad de arrojo, el espritu de lucha y la asuncin de lo trgico se haban degradado. Se haba pasado de un carcter fuerte curtido por las heridas y las adversidades a un carcter irritable, amedrentado e inconstante. En ese caldo de cultivo se explica la necesidad de refugio, de una moral que ampare, todo ello cristalizado en el platonismo y que una vez extendido al pueblo concluir en el cristianismo.

La razn filosfica se encuentra bajo sospecha, para Nietzsche existe un odio profundo, un resentimiento frente a la idea de devenir. La muerte, el cambio, la vejez, al igual que la fecundacin y el desarrollo constituyen objeciones e incluso refutaciones. Lo real tal cual aparece, o sea como apariencia, no es real, es un error, es fruto de la imaginacin, slo el pensamiento ms abstracto (y por lo tanto el ms separado de la materia viva y de lo que podemos sentir y palpar) y el mtodo dialctico nos conducirn a una comprensin no equvoca de la realidad. Lo concreto, lo singular, tal cual entra en escena, es una copia burda, una imitacin, el camino equivocado. Lo ms general, lo universal, es lo ms real, lo que permanece, lo eterno. Adems ese monotesmo de la Idea pone en la cspide al Bien, lo que debe ser sojuzga a lo que es.

Este planteamiento se repite a lo largo de la historia de la filosofa, la conciencia infeliz o mala conciencia, una insatisfaccin, una falta, una pieza del puzzle que no acabamos de encontrar en nuestra percepcin de lo real. Nos negamos a admitir la verdad de los hechos. Aqu me vienen a la memoria aquellas consolaciones filosficas en las que se guareca Boecio frente a la decrepitud y la soledad carcelaria, a medio camino entre el platonismo y los primeros padres de la Iglesia. Clment Rosset, en El principio de crueldad 2 lo expone de la siguiente manera: La filosofa se obstina generalmente en remplazar la idea de que eso es por la idea de que eso es imposible e inadmisible que eso sea: oponiendo al reino soberano y apremiante del ser el reino fantasmtico y moral de un deber ser. 4

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Nietzsche carga sus tintas contra la moral cristiana, una moral como contranaturaleza, la forma ms absurda de tratar las pasiones es tratar de aniquilarlas, de deshacerse de ellas. ste se pregunta si no hay otra forma de tratar el deseo, de embellecerlo, de divinizarlo. El ataque contra la sensualidad por parte de ascetas y hombres de plpito que han hecho vctima a lo carnal y se han presentado como verdugos y redentores es interpretado como una atrocidad y un atentado contra nuestra naturaleza.

La conducta, regida por valores absolutos y exteriores a los individuos, por el bien y mal teocrtico; est absolutamente mermada y castrada por el ideal. La moralidad nihilista procedente de la bondad absoluta o de la divinidad cristiana monotesta ha hecho de la virtud una tortura para el cuerpo, el perecimiento de la vitalidad ms mundana. Una moral del resentimiento, una dictadura del pudor que aplasta a los alientos y que llena la existencia de camellos resignados y de compensaciones celestiales.

La oficialidad cristiana ha tenido xito aglutinndonos como malogrados perdedores. Presentndose como conjuro, como antdoto definitivo, como suprema gua. La coartada de la gramtica, el magma solidificado bajo la excusa de prevenir y ofrecer mayor seguridad. Hospedaje de vagabundos bajo el control que presuntamente exonera, apresados por techumbres de humanitarismo. Si no perturbas la disposicin de lo expresado niegas el movimiento y se constituye una arquitectura que instaura el dominio. La armadura que administra la venganza, el desasosiego, la penitencia.

El cdigo que trata de amarrar el acontecimiento instantneo, la singularidad fugaz de lo que deviene (tal vez para minimizar angustias y paliar los pesares que acompaan a nuestro recorrido existencial), se sacraliza en la institucin unificadora y dogmtica. El recetario tiene como objetivo cebar las jauras, la ley fuerza nuestra voluntad con una geomtrica casi intocable. A travs de la reglamentacin discursiva somos mensurables e intercambiables, padecemos el aplanamiento y la sancin en nuestras conductas cotidianas. La materia ha sido condenada a muerte por aquellos que crean no morir. Las creencias han 5

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intervenido en la negacin ontolgica y tica del sustrato material, todo lo que nos recuerda a la finitud es censurado. Los domadores de fuerzas doblegaron las emociones que no tenan utilidad para la supervivencia grupal. Se extiende un jorismos insuperable que subyuga nuestra condicin de vsceras.

La tarea emprendida por Friedrich Nietzsche necesitaba desenmaraar los subterfugios de la loa divina, del estatismo del juicio filosfico, o de una moral tan poco natural. La deconstruccin y la negacin de la monotona logoterica era un paso natural para un nuevo modo de valorar. Zoroastro nos provoca con sus parbolas de sangre. La desmitificacin que despliega la muerte de dios desemboca en el mito del superhombre, narracin imposible de articular en la univocidad de un veredicto; ...tablas nuevas a medio escribir. El decirsacrificio trastorna la reparticin de las palabras. La interrogacin trgica se resuelve en una jugada, en el albur, cuya nica tentacin es la de crear.

Nos recuerda Rosset que la inteligibilidad de lo real propuesta por el idealismo metafsico, con su apelacin a lo otro, al doble, puede que, por un lado, prorrogue el sufrimiento, y deje abierto un camino de esperanza frente a una realidad que no nos convence, que no tiene la suficiente entidad y que produce decepcin. Pero esta concepcin del mundo nunca se desembaraza del remordimiento y de una actitud reactiva que impide una buena recepcin de lo real y su disfrute. En esta reflexin se sigue el pensamiento materialista que va de Lucrecio a Nietzsche pasando por Spinoza.

Para la filosofa triste, la existencia es insatisfactoria y condenable, parte de una carencia y tiene la necesidad de desvelar un sentido oculto, de recomponer un rompecabezas, de esperar la reconciliacin feliz de la dialctica (los remos de Apolo que divisan el litoral de los sueos con su luz diurna y dan sentido al naufragio). La apreciacin inmediata de lo real conlleva una adopcin de su unicidad, sin duplicidad, sin copia, sin medidas exteriores que palien un supuesto defecto de lo que se presenta ante nosotros.

El len, que ha aprendido a negar las estructuras axiolgicas anquilosadas y momificadas de hombres sabios y temerosos de Dios, debe dar paso al nio, a 6

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la puerilidad ms saludable, al amor fati. Por un lado, Nietzsche desprecia el nihilismo pasivo de su maestro Schopenhauer y que se resuelve en una esttica de la contemplacin y en la anulacin de cualquier anhelo (ya que el mundo es dolor y los propsitos de los individuos se hacen vanos). Por otro lado, considera alta traicin el sometimiento de la msica wagneriana al cristianismo con Parsifal, a la bsqueda del Santo Grial y de la redencin ultramundana. Clment Rosset, en La fuerza mayor 3 , establece el amor fati como el tema central de la filosofa de Nietzsche del que dependen y encuentran su desarrollo otras temticas nietzscheanas (superhombre, eterno retorno, voluntad de poder,). La alegra de vivir, la alianza incondicional con la simple y nuda experiencia de lo real es donde se sintetiza tal pensamiento. Un punto de partida para comprender dicha interpretacin es el aforismo 276 de la Gaya Ciencia: Quiero aprender a considerar cada vez ms la necesidad en las cosas como lo bello en s; as ser uno de los que embellecen la cosas. Amor fati (amor al destino) Que sea ste mi amor en adelante! No le har la guerra a la fealdad; no acusar a nadie, no acusar ni siquiera a los acusadores. Que mi nica negacin sea apartar la mirada! Y, sobre todo, quiero no ser ya otra cosa y en todo momento que pura afirmacin!

Para el autor francs se da una radicalizacin de las tesis optimistas de Leibniz, el mundo no aparece slo como el mejor de los mundos posibles si se considera globalmente, sino en su aprehensin particular, en cada uno de sus instantes y en cada una de las criaturas que lo componen, en todo lo que acontece pues no poda no producirse, siendo una necesidad del azar y no el fruto de la armona perfecta dispuesta por Dios. La providencia personal de la que habla en el aforismo 277 del mismo libro es clarificadora en dicho sentido: Hay un punto culminante en la vida; cuando lo hemos alcanzado, ms all de toda nuestra libertad y de nuestro rechazo a conceder bondad y razn providenciales al bello caos de la existencia, corremos el riesgo de caer en la mayor de las servidumbres espirituales y nos vemos obligados a afrontar nuestra prueba ms dura. Efectivamente, ahora se nos presenta,

invadindonos por entero, la idea de una providencia personal, que cuenta con 7

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el mejor portavoz, la apariencia; dado que podemos palpar que todo, absolutamente todo lo que nos sucede, redunda constantemente en beneficio nuestro. La vida de cada da, a todas horas, parece no tender ms que a confirmar con nuevas pruebas esta interpretacin; sea lo que sea, con buen o mal tiempo, la prdida de un amigo, una enfermedad, una calumnia, una carta que no llega, un pie que se nos dobla, un vistazo a una tienda, un argumento en contra, un libro abierto al azar, un sueo, un engao; el acontecimiento se revela inmediatamente o poco tiempo despus como algo que no poda dejar de producirse, que est lleno de profundo sentido y de provecho precisamente para nosotros! () En realidad, aqu y all alguien toca en nosotros; el amado azar; l gua nuestra mano llegada la ocasin, y ni la providencia ms sabia podra componer una msica ms bella que la que arranca entonces con nuestra mano insensata.

Esa adhesin sin condiciones a lo real que no se basa en una providencia divina, ni encuadra cada concrecin del devenir en un universal histrico (al modo de una teodicea o una filosofa de la historia) si que tiene uno de sus pilares en el conocimiento y en la buena digestin de la adversidad y de lo trgico. El modo de mirar, dar la cara al sufrimiento o ante la muerte, es la prueba, el desafo primordial donde se miden los espritus elevados. Aqu entra en escena la danza dionisiaca que ante la adversidad se vuelve ms ligera, se desentiende del resentimiento, de la mala digestin y de la pesadez que supone sobre nuestras conciencias la no aceptacin de la tragedia.

En el epgrafe 4 del captulo Lo que debo a los antiguos del Crepsculo de los dolos hace referencia a los misterios dionisiacos: () Para que exista el placer del crear, para que la voluntad de vida se afirme eternamente as misma, tiene que existir eternamente el tormento de la parturienta. Todo esto significa la palabra Dionisio. () Slo el cristianismo que se basa en el resentimiento contra la vida ha hecho de la sexualidad algo impuro: ha arrojado a la basura () el presupuesto de nuestra vida. () La psicologa del orgistica entendida como un desbordante sentimiento de vida y fuerza, dentro del cual el mismo dolor acta como estimulante, me dio la clave para entender el concepto del sentimiento trgico. () El decir s a la vida incluso en sus problemas ms 8

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extraos y duros: la voluntad de vida, regocijndose de su propia inagotabilidad al sacrificar a sus tipos ms altos, a eso fue a lo que llam dionisiaco ().

Esta satisfaccin, este jbilo declarado por la existencia, que no barre y esconde sus despojos debajo de la alfombra, no recomienda un abandono del conocimiento y de la verdad, no rehsa de la manzana del saber sino que trata de articular sabidura y alegra (Gaya Ciencia), o el saber paradjico del no sentido y de la insignificancia y de la no duracin de todo lo que existe. Toda interpretacin de lo real en trminos de significacin es una ilusin y un atentado contra la vida, el mundo aparente platnico o la ciudad terrenal son los nicos verdaderos, el mundo suprasensible del Santo, de la Bondad, la Verdad y la Belleza es la fbula que debe ser derribada.

La sapiencia implica un amor a lo necesario, a aquello que acaece fruto de lo fortuito y que al mismo tiempo se convierte en absolutamente necesario. No hay un principio que conlleve un orden determinado, tampoco una ley necesaria por la que se rijan los designios del mundo; la nica necesidad est en el hecho, en lo inevitable de lo ya ocurrido, que por otra parte no surgi sino del cielo acaso, del azar.

El asentimiento a lo que sobreviene, la apertura a la caducidad y a lo trgico como seal de fuerza y de salud, tienen su experimento crucial y su ms importante reto en el elemento del eterno retorno, introducido por Nietzsche como una hiptesis a tener en cuenta y que evala a la perfeccin la proximidad o lejana del espritu aristcrata y libre que afirma su camino como existente con todas sus consecuencias.

En el aforismo 341 de La Gaya Ciencia nos deja esta hiptesis: Qu diras si un da o una noche se introdujera furtivamente un demonio en tu ms honda soledad y te dijera: "Esta vida, tal como la vives ahora y como la has vivido, debers vivirla una e innumerables veces ms; y no habr nada nuevo en ella, sino que habrn de volver a ti cada dolor y cada placer, cada pensamiento y cada gemido, todo lo que hay en la vida de inefablemente pequeo y de grande, todo en el mismo orden e idntica sucesin, aun esa araa, y ese claro 9

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de luna entre los rboles, y ese instante y yo mismo. Al eterno reloj de arena de la existencia se lo da vuelta una y otra vez y a ti con l, grano de polvo del polvo!"? No te tiraras al suelo rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que as te hablara? O viviras un formidable instante en el que seras capaz de responder: "T eres un dios; nunca haba odo cosas ms divinas"? Si te dominara este pensamiento, te transformara, convirtindote en otro diferente al que eres, hasta quizs torturndote. La pregunta hecha en relacin con todo y con cada cosa: "quieres que se repita esto una e innumerables veces ms?" pesara sobre tu obrar como la carga ms pesada! De cunta benevolencia hacia ti y hacia la vida habras de dar muestra para no desear nada ms que confirmar y sancionar esto de una forma definitiva y eterna?

El eterno retorno no es ms que el beneplcito ante la vuelta de toda cosa o todo evento acaecido, de cualquier desgracia o gozo, de los momentos ms agradables pero tambin de los ms penosos. La concepcin del tiempo que aqu se nos presenta no es la de una lnea ascendente, en continuo progreso y final feliz (con paraso en la versin sagrada y con mayor bienestar y justicia en la profana). Aqu se impone un tiempo cclico, donde el Kairos / oportunidad nos permite presentarnos ligeros y sin recelos ante el devenir. Para algunos intrpretes como Deleuze, el eterno retorno 4 se ha convertido en una nueva formulacin del imperativo categrico kantiano: Lo que t quieras, quirelo de tal manera que quieras tambin el eterno retorno. Se ha pasado del t debes al t quieres.

De las imposiciones y los espectros del pasado que asolan nuestra conciencia a la afirmacin ms inocente y creativa de nuestra transitoria presencia. Se ha llegado, en definitiva, a despojarse del lloriqueo y de los remordimientos y a desprenderse de los falsos asilos ofrecidos por la razn y por los credos. La ambicin de dominio no necesita de la ley heternoma que nos dice lo que est bien o est mal desde instancias ajenas a nuestro aqu y ahora, a nuestra corporalidad. As mismo, no se requiere de la ley interiorizada a la manera de Kant. De este modo, la deriva moral quedara relativizada, ms all de tablas viejas y absolutas, las tablas nuevas que estn en continua redaccin suponen una forma de valorar y de actuar que permita nuestro crecimiento personal, una 10

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mayor potencia, una mayor capacidad para saber gozar de la vida en cada una de las situaciones que se nos presentan. En De los tres males 5 queda constancia de la transvaloracin propuesta. El Zaratustra ms osado, exuberante y liviano pesa el mundo y aquellos valores que fueron maldecidos. Nos presenta la voluptuosidad como algo inocente y libre. La que sta ntimamente unidad a un saber tangible, a una felicidad en tierra firme y no la que est asociada a la prisin del alma o aquello insoportable y vergonzante que vieron ascetas y trasmundanos. sta se aleja tambin del vrtigo sin fondo del deseo, frente a la aceleracin delirante y la circulacin excesiva, frente al fuego lento al que se abrazan los ms dbiles. La ambicin de dominio deja de ser aquello que arrastra a los hombres y aquello que les fustiga. Tambin el egosmo es transformado en aquello saludable que ensancha nuestro poder, nuestras posibilidades, que no se asla en el lamento, que no se arrodilla pidiendo proteccin, el que sabe defenderse, rebelarse y no se complace en la inagotable paciencia.

La virtud nietzscheana es la beatitud en todos sus recorridos. Dentro de una cultura de la excelencia, el virtuoso toma la vida como un arte en el que se participa, donde se crea (querer=crear), donde uno no aguarda ni espera otra cosa que as mismo. El cuidado y el dominio de s estaran en las antpodas de la sumisin a la tirana de los instintos, aunque en ningn caso quedaran sometidos a los despreciadores del cuerpo.

El vicioso para Nietzsche es el hombre que no acaba de tragar y metabolizar el sufrimiento, es el que no sabe disfrutar. El hombre inmoral sera el enemigo de lo real, tiene sus fuerzas disminuidas por el odio, es el principal enemigo de s mismo. En ste, se da un rencor frente a la vida, una antipata frente a lo que padece y le afecta pero no sabe decir no y queda falsamente resignado en un falso s. En la interpretacin de Rosset 6 son () los que contraponen la maravilla de un bien trascendente al disfrute concreto de toda cosa buena, la preocupacin por lo esencial a la complacencia por todo objeto singular, la maravilla de un 11

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Ser al regocijo de lo existente. Los que traicionan al no que no han podido pronunciar ().

Como en Spinoza, la partida nietzscheana desdea las pasiones tristes y el amparo en la supersticin. Frente al individuo reactivo se esboza el Superhombre como nica alternativa al nihilismo de Occidente. Su esttica desemboca en una tica, en una actitud activa y creadora de afirmacin donde la nica redencin posible es la transformacin de todo fue en as lo quise y as lo querr.

La apuesta sigue abierta, los ltimos hombres quedan encarnados en la figura del individualismo como el abanderado y salvador de los dspotas burcratas rojos, como la mesura de los contratos sociales del nuevo milenio, de la defensa del mercado libre y la democracia liberal. Ese individuo en el que se podra apoyar un fin de la historia a la manera de Fukuyama, no deja de ser un mundo de mnadas leibnizianas (que estn aisladas unas de otras) necesitadas de la avenencia preestablecida por Dios; una coleccin de individuos hobbesianos (con sus deseos de dominio y miedo ante la muerte) vidos de una mano de hierro (un Leviatn) que asegure la convivencia y la paz. Dioses inmortales y mortales son necesarios para nuestra sujecin.

La modernidad, poca de la legitimacin metafsica-historicista y la posmodernidad 7 , puesta en cuestin explcita de ese modo de legitimacin (Vattimo), dejan el martillo nietzscheano en plena vigencia, donde el amor fati y el eterno retorno proponen otra manera de experimentar la historia y la temporalidad. Se han desvanecido en el marco de las sociedades de la informacin las creencias en metarrelatos emancipadores como bien seala Lyotard en La Condicin Posmoderna. Se descarta cualquier meta, cualquier destino para la historia. Se dice adis a las teleologas objetivas, a las promesas y adjudicaciones del devenir histrico. La secularizacin de la teologa de la historia parece tocar fondo. Se resquebrajan sus sentidos y valores absolutos; tambin los sujetos portadores.

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El tiempo de las teodiceas y de las sociodiceas ha sucumbido tras las barbaries contemporneas (naturalmente me sito en la perspectiva de los

postmodernismos occidentales, todava quedan demasiados mrtires en el mundo que alzan los blasones de Ideas Absolutas y Providencias varias marcando los designios). Toda esta reflexin desde las hermenuticas y el posestructuralismo tiene al escritor de Rocken en su horizonte.

NOTA BIBLIOGRFICA:

Adems de las obras citadas en las notas al pie, se han utilizado versiones digitales de El crepsculo de los dolos y La Gaya Ciencia.1 Deleuze, G. Nietzsche y la filosofa. Anagrama, Barcelona, 1997. pp.7-58. 2 Rosset, C. El principio de crueldad. Pre-textos, Valencia, 1994. pp. 32-33 3 Rosset, C. La Force Majeure. Minuit, Paris, 1983. pp. 31-94. 4 Deleuze, G. Nietzsche y la filosofa. Anagrama, Barcelona, 1997. pg. 99. 5 Nietzsche, F. As habl Zaratustra. Alianza, Madrid, 1994.pp. 262-267. 6 Rosset, C. La Force Majeure. Minuit, Paris, 1983. pg. 81. 7 Vattimo, G.: tica de la interpretacin. Paidos, Barcelona, 1995. pp. 14-35.

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