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Cuadernos Monograficos Psicobioquímica Número 1 2012 COMUNICACIÓN DEL DIAGNÓSTICO DE CÁNCER La verdad soportable. G. Peiró y P.T. Sánchez. Comunicación y Psicobioquímica. P.T. Sánchez, R. Sirera, J.M. Sánchez y C. Camps La entrevista inicial diagnóstica en oncología. J. Sanz Ortiz. Aportaciones desde la psicooncología a la formación en técnicas y habilidades de comunicación. A. Bellver Programas de formación en técnicas y habilidades de comunicación para MIR de oncología. La visión del oncólogo. A. Blasco, C. Caballero y C. Camps Los modelos de relación terapéutica y la toma de decisiones en oncología. M.M. Aires, J. A. Virizuela "Actividad o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás, quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también comunican." Paul Watzlawick, Janet Beavin, y Don Jackson. Teoría de la Comunicación Humana.

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Cuadernos Monograficos Psicobioquímica

Número 1 ◊ 2012

COMUNICACIÓN DEL 

DIAGNÓSTICO DE CÁNCER 

 

La  verdad  soportable.  G.  Peiró  y  P.T. Sánchez. 

Comunicación  y  Psicobioquímica.  P.T. 

Sánchez, R. Sirera, J.M. Sánchez y C. Camps 

La  entrevista  inicial  diagnóstica  en 

oncología.  J. Sanz Ortiz. 

Aportaciones desde  la psicooncología a la  formación  en  técnicas  y  habilidades 

de comunicación.  A. Bellver 

Programas  de  formación  en  técnicas  y 

habilidades  de  comunicación  para MIR 

de oncología.  La visión del oncólogo. A. 

Blasco, C. Caballero y C. Camps 

Los modelos de relación terapéutica y la 

toma  de  decisiones  en  oncología. M.M. 

Aires,  J. A. Virizuela 

"Actividad o inactividad, palabras 

o silencio, tienen siempre valor de 

mensaje:  influyen  sobre  los 

demás,  quienes,  a  su  vez,  no 

pueden dejar de responder a tales 

comunicaciones  y,  por  ende, 

también comunican."  

Paul  Watzlawick,  Janet  Beavin,  y  Don 

Jackson.  Teoría  de  la  Comunicación 

Humana. 

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EDITA  GI‐PBQC. Valencia. 

www.psicobioquimica.org 

Contacto: [email protected] 

ISSN: 2254-917X

 

©Copyright 2012 Grupo Español de Investigación Cooperativa en Psicobioquímica Clínica 

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Obra donada al Grupo Español de Investigación Cooperativa en Psicobioquímica Clínica. Autor: Carmen Tormo [email protected]

Titulo: La Noticia. Dimensiones: 29 x 21 cm.

Procedimiento: Técnica Mixta sobre Papel.  

A RAFAEL CORTELL Y ROSA PORTAL,

Que compartieron los buenos momentos, 

y nos apoyaron en los malos momentos. 

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CUADERNOS MONOGRAFICOS DE PSICOBIOQUÍMICA  GRUPO  ESPAÑOL  DE  INVESTIGACIÓN  COOPERATIVA  EN PSICOBIOQUIMICA  CLÍNICA 

 

 

COMITÉ EDITORIAL 

DIRECTORA: DRA. GEMA PEIRÓ. DEP. PSICOLOGÍA BÁSICA, CLÍNICA Y PSICOBIOLOGÍA.   UNIV. 

JAUME I CASTELLÓN. 

COORDINADORA  CIENTÍFICO  –  TÉCNICA:  JULIA  M.  SÁNCHEZ.  GRUPO  DE  PATOLOGÍA 

OXIDATIVA. DEP. BIOQUÍMICA Y BIOLOGÍA MOLECULAR. FACULTAD DE MEDICINA. UNIV. VALENCIA. 

INCLIVA,  VALENCIA. 

 

COMITÉ DE REDACCIÓN 

MIGUEL  DE  LAMO.  CENTRO  DE  DIAGNÓSTICO  BIOMÉDICO.  ANÁLISIS  CLÍNICOS.  CONSORCIO 

HOSPITAL GENERAL UNIVERSITARIO, VALENCIA. 

RUBÉN  PALOMO.  SERVICIO  DE  RADIOFÍSICA  HOSPITALARIA.  HOSP  POLITÉCNICO  Y 

UNIVERSITARIO LA FE, VALENCIA. 

LAURA ROVIRA.  DEP. BIOLOGÍA CELULAR Y PARASITOLOGÍA, UNIV. VALENCIA. 

PEDRO T. SÁNCHEZ. UNIDAD DE PSICOLOGÍA CLÍNICA, DEP. HOSPITAL GENERAL UNIVERSITARIO, 

VALENCIA. 

 

ASESORES EN ONCOLOGÍA MÉDICA 

DR.  CARLOS  CAMPS.  SERVICIO  DE  ONCOLOGÍA  MÉDICA.  CONSORCIO  HOSPITAL  GENERAL 

UNIVERSITARIO, VALENCIA. 

DR.  JAIME  SANZ  ORTIZ.  SERVICIO  DE  ONCOLOGÍA  MÉDICA.  HOSPITAL  MARQUÉS  DE 

VALLDECILLA, SANTANDER. 

DR.  JUAN A. VIRIZUELA. SERVICIO DE ONCOLOGÍA MÉDICA. HOSPITAL UNIVERSITARIO VIRGEN 

MACARENA, SEVILLA. 

 

   

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CUADERNOS MONOGRAFICOS DE PSICOBIOQUÍMICA  GRUPO  ESPAÑOL  DE  INVESTIGACIÓN  COOPERATIVA  EN PSICOBIOQUIMICA  CLÍNICA 

 

NÚMERO 1  AÑO 2012 

ÍNDICE  

CONTENIDO 

 

1.  LA VERDAD SOPORTABLE. GEMA PEIRÓ, PEDRO T. SÁNCHEZ ........................................................... 5 

2.  COMUNICACIÓN Y PSICOBIOQUÍMICA. PEDRO T. SÁNCHEZ, RAFAEL SIRERA, JULIA M. SÁNCHEZ, 

CARLOS CAMPS ........................................................................................................................... 13 

3.  LA ENTREVISTA INICIAL DIAGNÓSTICA EN ONCOLOGÍA. JAIME SANZ ORTIZ ............................... 25 

4.  APORTACIONES DESDE LA PSICOONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN  EN TÉCNICAS Y 

HABILIDADES DE COMUNICACIÓN. ASCENSIÓN BELLVER ........................................................... 33 

5.  PROGRAMAS DE FORMACIÓN  EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE COMUNICACIÓN PARA MIR 

DE ONCOLOGÍA. LA VISIÓN DEL ONCÓLOGO. ANA BLASCO, CRISTINA CABALLERO, CARLOS CAMPS .. 45 

6.  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPEÚTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGIA. 

MARIA DEL MAR AIRES, JUAN A. VIRIZUELA ....................................................................................... 53 

 

 

 

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LA VERDAD SOPORTABLE  

Gema Peiró1 y Pedro T. Sánchez2 

1 Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología, Universidad Jaime I, Castellón. 

2 Unidad Psicología Clínica, Departamento Hospital General Universitario de Valencia.  

 

INTRODUCCIÓN 

 

Uno  de  los  parámetros  que  habitualmente  se  utilizan  para  determinar  el  nivel  de  calidad 

asistencial  radica  en  la  gestión que  se  realiza  con  la  información.  Tanto  es  así, que muchas de  las 

expectativas  de  lo que  actualmente  englobamos  en  el  concepto de  “calidad de  vida”  pasan por  la 

disposición personal de una buena  información sobre  la salud. Esta necesidad de poder acceder a  la 

mejor  información posible ha sido reconocida en el primer punto del documento de consenso sobre 

calidad asistencial elaborado por la American Society of Clinical Oncology (ASCO) y la European Society 

for Medical Oncology (ESMO) 1.

En este contexto, la capacitación en técnicas y habilidades de comunicación (a) aparece cada vez 

más como una necesidad profesional, a  la vez que se consolida como una demanda social,  laboral y 

legislativa. Nuestra  sociedad  occidental  valora manifiestamente  el  concepto  de  autodeterminación 

personal  para  poder  decidir  y  elegir  (sobre  la  enfermedad  y  su  tratamiento)  de  acuerdo  a  las 

convicciones  más  profundas2.  Y  en  la  misma  línea  rechaza,  cada  vez  con  mayor  rotundidad  el 

paternalismo basado en el “Yo sé lo que es mejor para ti”.  

Establecer  esta  forma  de  relación  asistencial  requiere,  sin  embargo,  por  parte  de  los 

profesionales sanitarios y en especial de los médicos oncólogos de un importante esfuerzo formativo 3‐4 en lo referente a las habilidades y técnicas en comunicación e información.  

En España el diagnóstico y pronóstico del Cáncer se realiza habitualmente dentro del contexto 

del servicio público de salud, en buena parte durante la primera entrevista en el Servicio de Oncología 

Médica. Contexto que marca tanto la información que recibe el paciente como las líneas asistenciales. 

Por sus características propias, el cáncer, mayoritariamente se detecta a  través del hallazgo azaroso 

por pruebas en la atención especializada no oncológica. Aunque en las últimas décadas hemos asistido 

                                                            

a Véase en este número los artículos de Ascensión Bellver: Aportaciones desde la psicooncología a la formación en técnicas y habilidades de comunicación. Y de Ana Blasco, Cristina Caballero y Carlos Camps: Formación en técnicas y habilidades de comunicación para MIR de Oncología.

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  LA VERDAD SOPORTABLE  

a  un  importante  cambio  en  la  percepción  de  la  enfermedad  oncológica  por  parte  de  la  sociedad 

española no parece  tan  lejano el  tiempo en que en  las consultas españolas  la palabra cáncer no  se 

pronunciaba cuando el enfermo estaba presente y la familia se unía bajo la llamada “conspiración del 

silencio” 5. 

 

EL  CONCEPTO  DE  VERDAD  SOPORTABLE 

 

Este concepto surgió en España en ese periodo de transición entre el silencio médico ‐ familiar y 

el actual derecho a conocer, estableciendo un puente entre el paternalismo médico y la visión actual 

de decisión compartida. Las características del sistema sanitario español favorecen que en el proceso 

de  llegar  los pacientes al Servicio de Oncología Médica puedan haber recibido una  información muy 

variable, que como mostrábamos en una  investigación  realizada por nosotros6‐7 puede  ir desde una 

información claramente específica hasta prácticamente ninguna información. Esta enorme diversidad 

de información previa, requiere de un esfuerzo añadido por parte del oncólogo (b) ya que sobre él se 

deposita  el  déficit  informativo  y  formativo  del  paciente  y  sus  familiares.  Es  precisamente  en  este 

marco en el que nació y se desarrollo el concepto de Verdad Soportable8,9, que en síntesis mantiene 

que  la  información debe  adaptarse  a  las necesidades del paciente  y de  alguna manera  a  lo que el 

paciente quiere saber.  

La verdad soportable sin duda representó en su momento un importante avance en la relación 

oncólogo  –  paciente,  pero  a  la  vez  generó  una  dificultad  a  la  hora  de  ponerlo  en  práctica, 

especialmente  para  los  oncólogos  jóvenes.  Puesto  que  se  espera  del  oncólogo,  que  sea  capaz  de 

reconocer  ya  en  la  primera  entrevista  las  necesidades  del  paciente  y  evaluar  el  probable  impacto 

emocional  (c)  que  la  información  puede  generar  en  él  y  en  sus  familiares.  Comunicar  la  verdad 

soportable, se puede convertir para el oncólogo en un puzle de difícil solución inmediata.  

En  la década de  los noventa  fueron numerosos  los estudios10  –  14

 que  justificaban  la  línea de 

omitir  ante  el  paciente  los  aspectos  negativos  de  la  enfermedad  (incluyendo  el  diagnóstico  o  el 

pronóstico) basándose en la suposición de que los pacientes no querían recibir “malas noticias”. Esta 

posición  obviaba  algunas  de  las  cuestiones más  profundas  y  éticas  del  debate:  Cómo  percibe  el 

paciente  la  sintomatología  y  los  efectos  de  unos  tratamientos  cada  vez  más  agresivos  sin  una 

información clara, o creyendo que no tiene una enfermedad importante; Cómo se puede mantener la 

esperanza sin hablar de la enfermedad, sin generar confianza, respondiendo a las preguntas sobre sus 

preocupaciones y angustias con evasivas y silencios; y especialmente polémica,  la  reflexión sobre  la 

dignidad que le otorgamos al paciente cuando no le permitimos saber. 

 

                                                            b Véase en este mismo número el artículo de Jaime Sanz Ortiz: La entrevista inicial diagnóstica en oncología.   

c Véase en este mismo número el artículo de Pedro T. Sánchez, Rafael Sirera, Julia M. Sánchez y Carlos Camps: Psicobioquímica y Comunicación.

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 G. Peiró y P. T. Sánchez 

Una  de  las  aportaciones más  importantes  de  la  “verdad  soportable”  fue  la  de  reconocer  la 

necesidad de mirar al paciente como un individuo concreto y peculiar. No lo mismo sirve para todos. 

Pero en su desarrollo, es posible que se cometiera el error de establecer una  relación directa entre 

información  y  esperanza.  No  podemos  afirmar  que  un  paciente  desinformado  de  que  padece  un 

cáncer de pulmón estará esperanzado,  igual que no podemos afirmar que estará desesperanzado si 

conoce que padece un cáncer de pulmón. 

 

LA  VIGENCIA  EN  LA  ACTUALIDAD  DE  LA  VERDAD  SOPORTABLE 

 

Las  respuestas  a  estas preguntas  creemos que debemos  encontrarlas  en  el desarrollo de  las 

habilidades  y  técnicas  de  comunicación15.  Nuestra  experiencia  nos  reafirma  en  que  el  impacto 

emocional está claramente más  ligado al estilo de comunicación del oncólogo16 que a  la  información 

misma que transmite. Por otra parte, se equivocan quienes piensan que estas habilidades y técnicas 

tienen un carácter  innato o  los que consideran que forman parte de una formación secundaria, pues 

afortunadamente no tienen que ver con nuestra personalidad ni mejoran con el grado de motivación o 

de  voluntad, ni  siquiera  se  trata de un aprendizaje  simple por  la acumulación de años de ejercicio 

profesional  o  por  la  lectura  de  textos.  La  capacitación  en  habilidades  y  técnicas  de  comunicación 

requiere de un programa de aprendizaje específico, pero en  la actualidad sigue  teniendo un escaso 

peso en el currículo formativo del oncólogo, dejándolo a menudo al criterio y al esfuerzo personal de 

cada Oncólogo3.  

A pesar de  la  importancia de este  tema  son escasas  las  investigaciones  realizadas en nuestro 

país sobre las preferencias de información‐comunicación de los pacientes o sobre la práctica realizada 

por los oncólogos. En el estudio que realizamos en 2004/20056,7 en el que analizamos una muestra de 

100 primeras consultas consecutivas de pacientes que acudieron al Servicio de Oncología Médica para 

valoración clínica, con un único criterio de inclusión que era el no haber consultado previamente con 

otro  Servicio  de  Oncología.  Observamos  el  mantenimiento  de  una  tendencia  simple:  subir 

paulatinamente el nivel de  información, como si fueran  los escalones de una escalera, de forma que 

según  el  conocimiento  que  de  la  enfermedad  le  relata  el  paciente,  el  oncólogo  tendía  a  subir  al 

siguiente  escalón  (por  ejemplo, Quiste,  Tumor,  Tumor Maligno, Cáncer),  excepto  en  el  diagnóstico 

específico del Cáncer de Mama donde la progresiva concienciación social y el screening mamográfico 

generan un contexto diferente. Esta norma no escrita y coherente con el planteamiento expuesto de 

la  verdad  soportable  se mantiene  entre  los  oncólogos  jóvenes  aunque  se muestra  de  forma más 

evidente al hablar del pronóstico, posiblemente por ser el tema más complejo de la entrevista inicial. 

Aceptar la realidad especialmente cuando es negativa requiere de un tiempo de adaptación7, 17‐

19, para un desarrollo correcto de este proceso es fundamental  la relación establecida (d) y no tener 

prisa, la información debe repetirse y clarificarse a lo largo de las sesiones. Este es uno de los puntos 

fundamentales  del  modelo  de  cuidados  continuos20  estar  presentes  durante  todo  el  proceso 

                                                            d Véase en este número el artículo de Mª del Mar Aires y Juan A. Virizuela: Los modelos de relación terapéutica y 

la toma de decisiones en Oncología. 

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  LA VERDAD SOPORTABLE  

neoplásico atendiendo a  las necesidades del paciente y familiares. Así el tratamiento contempla una 

atención  integral e  integradora de  los diferentes niveles  sanitarios, para que en  función del  tipo de 

neoplasia y  la  fase en que  se encuentre,  sea optimo el  tratamiento dirigido bien hacia una  terapia 

curativa o bien hacia una terapia paliativa o de control de los síntomas.  

La buena  información está  fundamentada en  ser  fruto de una decisión planificada,  sopesada, 

clara, sencilla, concreta, no incluyendo valoraciones u opiniones personales, concebida para despejar 

las dudas y aliviar  sufrimientos  inútiles. Por  tanto el propio acto de  informar debe  ser  considerado 

como  un  instrumento  eficaz  para  incrementar  la  comunicación  y  sobre  todo  la  confianza  entre  el 

oncólogo  y  el  paciente  y  sus  familiares.  Este  esfuerzo  por  conocer  al  otro  implica  que  nuestra 

comunicación no se centre simplemente en un intercambio de información médica versus de quejas o 

síntomas, sino en todos aquellos aspectos de relación basada en la comprensión mutua y el respeto. 

En este sentido preconizamos la necesidad de establecer siempre una Relación Afirmativa en el marco 

de  un  modelo  de  decisión  compartida,  donde  el  médico  aporta  su  conocimiento  y  experiencia 

mientras que el paciente aporta sus necesidades, creencias y valores. 

Más  allá del nivel  concreto de  información  sobre  el diagnóstico,  el pronóstico  y  los diversos 

tratamientos  posibles  con  sus  correspondientes  ventajas  e  inconvenientes,  nos  preocupa  que 

desbordados por una demanda que no hace sino crecer olvidemos la vulnerabilidad del paciente, que 

requiere  de  nuestra  plena  atención  e  interés,  necesitamos  fomentar  la  esperanza  del  paciente.  La 

esperanza es nuestro objetivo común, necesitamos agotar todas y cada una de las posibilidades de lo 

posible, porque más allá de esta esperanza, cuando ella se agota, solamente nos quedan como ha sido 

puesto de relieve por otros autores21–23

 las creencias y valores personales. 

 

Un estudio  interesante que tiene como objetivo evaluar  la Calidad de  la Asistencia Oncológica 

en España realizado en el año 2007 por la Universidad de los Pacientes24, aborda, entre otros, el tema 

de  la verdad soportable. Tanto en sus deliberaciones como en  las recomendaciones que plantean, el 

acceso a  la  información está presente en un contexto de atención  integral donde el paciente sienta 

que  le es  comunicada  suficiente  información; donde el paciente  siente que es apoyado, atendido y 

tenido en cuenta sus peculiares circunstancias de vida; donde el médico oncólogo ha establecido una 

buena  relación de  comunicación  y accesibilidad  lo  cual  también garantiza una buena adherencia al 

tratamiento.  Donde  se  hace  patente  la  importancia  dentro  del  sistema  de  información  de  la 

simplicidad en  la  información dirigida al paciente, que no quiere decir  la no  información. Aún así se 

reconoce  la  variabilidad  en  la  calidad  asistencial  que  existe  en  los  diferentes  centros  oncológicos 

españoles. 

La referencia más interesante en la literatura es la guía de entrevista SPIKES25,26

, que desarrollo 

6 etapas o pasos a tener en cuenta a la hora de hablar con el paciente sobre su diagnóstico. Estos son: 

Preparar  el  contexto  físico más  adecuado;  averiguar  cuánto  sabe  el  paciente;  encontrar  lo  que  el 

paciente  quiere  saber;  compartir  la  información;  responder  a  los  sentimientos  del  paciente  y 

planificación y seguimiento del proceso. 

 

 

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 G. Peiró y P. T. Sánchez 

A  MODO  DE  CONCLUSIÓN  

 

Si  informar significa dar noticias sobre algo, comunicar al paciente aspectos de su enfermedad 

tiene  el objetivo de  compartir  con  él un  conocimiento.  Ese  conocimiento  es un derecho  ético que 

tiene  el propio paciente  aunque  en  ningún  caso  se puede  considerar una obligación, por  tanto,  le 

corresponde  a  él  la decisión de hasta dónde quiere  llegar  a  conocer. Dado que nuestra obligación 

profesional es  informar al paciente, el sentido de esa  información  tiene que  tener un significado de 

ayuda para conocer una realidad, permitiéndole seguir tomando sus propias decisiones. Sin embargo, 

tenemos que aceptar que la información nunca es neutra, según el contexto, la forma de transmisión, 

las expectativas… la misma información se puede convertir a los ojos del paciente en una buena o en 

una mala noticia. 

Debemos pues ser conscientes y afirmar todas las ventajas intrínsecas que nos depara el hecho 

de establecer una buena comunicación: 

 

  

  El cambio de paradigma que se ha producido en estos últimos años a la hora de comunicar el 

diagnóstico supone un nuevo planteamiento en su abordaje. El hecho de que los avances científicos y 

la aceptación cada vez mayor de un abordaje  integral, se  trasladen al sistema de salud, ayudarán a 

generar resultados óptimos. Es desde esta aproximación desde donde se hace necesario la formación 

y elaboración de protocolos de comunicación, que apoyen  la  labor del oncólogo y  la satisfacción del 

paciente. 

 

 

 

 

 

Nos ayuda a basar la relación en el respeto y en la confianza. 

Humaniza  el  tratamiento  incrementando  tanto  la  calidad  de  vida  del  paciente  como  su satisfacción  por  el  trato  recibido,  optimizando  su  nivel  de  adaptación  emocional  a  la enfermedad al disminuir los miedos, el sentimiento de soledad, la angustia y la incertidumbre del proceso. 

Mejora también  la sensación de autocontrol y por tanto su autoestima dándole  fuerzas para enfrentarse a los momentos más duros de la enfermedad.  

Disminuye significativamente el nivel de estrés profesional; facilita el control de los síntomas e incrementa la satisfacción y adherencia al tratamiento prescrito. 

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10 

  LA VERDAD SOPORTABLE  

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13 

 

COMUNICACIÓN Y PSICOBIOQUÍMICA  

Pedro T. Sánchez1, Rafael Sirera2, Julia M. Sánchez3 y Carlos Camps4 

1Unidad Psicología Clínica, Departamento Hospital General Universitario de Valencia. 

2 Departamento de Biotecnología. Universidad Politécnica de Valencia.  

3 Departamento de Bioquímica y Biología Molecular. Facultad de Medicina. Universidad de Valencia. 

INCLIVA. 

4 Servicio de Oncología Médica. Hospital General Universitario de Valencia. 

 

 

INTRODUCCIÓN 

 

Comunicar significa poner en común o en relación. La comunicación es por tanto un concepto 

que requiere de varias personas e  incluye tanto  los aspectos verbales como no verbales (posturales, 

etc). La necesidad de formación en habilidades y técnicas de comunicación por parte de los oncólogos 

cobra  cada  vez  más  importancia  en  el  contexto  clínico.  Especialmente  si  asumimos  que  estas 

habilidades no  tienen un carácter  innato ni dependen de  la buena voluntad, no  se aprenden por  la 

experiencia, y requieren de un aprendizaje específico. 

Las  bases  de  una  buena  comunicación  son  relativamente  sencillas:  Basar  la  relación  en  el 

respeto, la confianza y la colaboración; saber escuchar; reconocer nuestras emociones y entender las 

emociones  de  los  pacientes;  saber  dar    información  (no  presuponer  nada,  aprender  a  reducir  la 

incertidumbre, concretar las preguntas y las respuestas), conseguir la colaboración del paciente y de la 

familia en el tratamiento, negociar  los desacuerdos, centrarse en  lo que se puede hacer y mantener 

una actitud positiva. Todo esto nos ayuda a asistir al paciente en la toma de decisiones para articular 

un plan de tratamiento inteligible y personalizado respetando sus valores y convicciones1‐4. 

También sabemos que la mala comunicación implica: dificultad para el manejo de los síntomas y 

la adherencia al tratamiento, incremento del estrés, los miedos, la insatisfacción y la incertidumbre del 

paciente, es decir disminuye la calidad de vida del paciente, cuestiona la toma conjunta de decisiones 

de  tratamiento  e  incrementa  significativamente  el  impacto  económico  de  la  enfermedad  para  el 

sistema sanitario5‐6. 

 

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14 

  COMUNICACIÓN Y PSICOBIOQUÍMICA 

COMUNICACIÓN  Y  PSICOBIOQUÍMICA 

 

Hace una década,  cuando  iniciamos nuestra primera  investigación  sobre  la  comunicación del 

diagnóstico de cáncer7‐8 nos  interesábamos por  la aplicación del concepto de “verdad soportable” y 

por  el  impacto  emocional que mostraba  el paciente  a partir de  la  entrevista diagnóstica. Nuestros 

objetivos  eran  conocer  la  información  previa  de  la  que  disponía  el  paciente  sobre  su  enfermedad 

cuando  llegaba  al  Servicio  de  Oncología,  valorar  las  expresiones  que  utilizaba  el  oncólogo  para 

informar sobre el diagnóstico, y evaluar el estado de ánimo posterior del paciente. 

Los  resultados obtenidos mostraban que en nuestro país el  inicio del proceso de enfermedad 

oncológica era atendido básicamente por  la  red de  atención primaria  cuando el paciente aquejaba 

síntomas,  o  por  la  atención  especializada  en  el  caso  de  hallazgos  fortuitos  al  realizar  pruebas 

complementarias.   La  información que  recibía el paciente era  ‐ como constatamos en esos estudios 

iniciales ‐ de una gran variabilidad.  

En  aquella  época pensábamos que  la  respuesta  emocional del paciente  solamente podía  ser 

adjudicada  parcialmente  a  la  forma  de  comunicación  diagnóstica  del  oncólogo,  siendo  otra  parte 

importante  dependiente  del  concepto  de  enfermedad  percibido  por  el  paciente  en  relación  a  su 

experiencia previa con el sistema sanitario. 

Sin  embargo,  en diferentes  artículos previos  ya hemos  asumido que  el propio desarrollo del 

cáncer (proceso inflamatorio) puede modular la respuesta emocional del paciente9–10

 incluso antes de 

la  aparición  de  síntomas  o  de  que  el  sistema  inicie  el  proceso  de  comunicación  o  la  confirmación 

diagnóstica por parte del oncólogo. Siguiendo esta línea de pensamiento, hemos desarrollado trabajos 

que muestran  que  el  impacto  emocional  que  observamos  pueden  ser  en  parte  debido  al  propio 

proceso psicobioquímico generado por el cáncer.  

FIGURA 1. EVOLUCIÓN DE LAS FASES INVESTIGADAS EN RELACIÓN A LA RESPUESTA 

EMOCIONAL DEL PACIENTE DIAGNOSTICADO DE CÁNCER 

 

 

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 P.T. Sánchez, R. Sirera, J.M. Sánchez y C. Camps  

Durante  esta  década  hemos  entrevistado  clínicamente  a  varios  centenares  de  pacientes  con 

cáncer y a sus familiares. Una parte de ellos, consideraba que a raíz de la comunicación del diagnóstico 

se  había  generado  un  cambio  significativo  en  el  estado  de  ánimo,  especialmente  en  cuanto  a  la 

aparición de sintomatología ansiosa o depresiva. Otra parte, relataba que el cambio en el estado de 

ánimo se había iniciado a partir de la aparición de los primeros síntomas físicos, y en menor cantidad 

encontramos  pacientes  o  familiares  que  expresaban  que  los  cambios  eran  atribuidos  a  una  época 

anterior a la aparición de los síntomas (algunos lo relataban como una sensación difusa de que algo en 

el propio cuerpo no  iba bien). Aunque entrevistamos y atendimos psicológicamente a pacientes con 

todo tipo de cánceres, la mayoría de nuestras investigaciones se han centrado en pacientes con cáncer 

de pulmón.  

En  el  presente  trabajo  nos  proponemos  presentara  partir  de  nuestra  experiencia  y  de  los 

resultados obtenidos en nuestras investigaciones, algunas ideas sobre las posibles líneas a seguir para 

abordar la complejidad de la relación entre los proceso tumorales y el estado de ánimo.  

 

PROCESOS  TUMORALES  Y  PROCESOS  INFLAMATORIOS 

 

El  proceso  del  desarrollo  de  un  tumor  es  a  la  vez  simple  y  complejo.  La  acumulación  de 

múltiples  alteraciones  en  el  genoma  (mutación)  en  un  grupo  de  células  les  permite  iniciar  un 

crecimiento  excesivo  y desordenado, proliferar,  invadir  tejidos  y órganos,  y desplazarse dentro del 

organismo. Existe una  gran diversidad  y  variabilidad morfológica de  tumores  y un  gran número de 

alteraciones  moleculares  oncogénicas  capaces  de  desarrollar  el  proceso  tumoral.  Las  células  con 

mutación tienen una serie de tareas hasta desarrollar el tumor, entre ellas destacan  la activación de 

los oncogenes y  la  inactivación de  los genes supresores, generar alteraciones en  los mecanismos de 

reparación del ADN, suprimir  la muerte celular programada  (apoptosis), estimular  la vascularización 

(angiogénesis) y conseguir evitar la respuesta inmunitaria del organismo11.  

La respuesta inmunitaria es el mecanismo de defensa de nuestro cuerpo frente a cualquier ser vivo 

o sustancia, interna o externa, potencialmente peligrosa para nuestro organismo. El sistema inmunológico 

está conformado como una compleja red, que recluta células, moléculas solubles, órganos y tejidos, bajo 

una estructura dinámica y coordinada.  

El sistema inmunológico nos protege mediante tres estrategias diferentes: 

• Mantiene una barrera innata que dificulta o imposibilita la entrada al organismo. 

• Superada esta barrera intervienen células que no necesitan del reconocimiento específico del 

microorganismo  invasor.  Son  las  células  del  sistema  inespecífico  (neutrófilos,  macrófagos  y 

dendríticas) las que inician la respuesta inmune a través de la fagocitosis y la inflamación. 

• Superada la barrera innata se activa una respuesta adaptativa del sistema inmunológico, que 

es específica  contra  cada patógeno en particular.  La  respuesta adaptativa es mucho más potente y 

además  tiene  la peculiaridad de poseer  “memoria”,  sucesivas  invasiones de  los mismos patógenos 

producirán directamente este tipo de respuesta. La capacidad fundamental de la respuesta adaptativa 

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16 

  COMUNICACIÓN Y PSICOBIOQUÍMICA  

es pues, la habilidad para reconocer y diferenciar lo propio, todas aquellas estructuras y moléculas que 

forman a cada organismo, de lo ajeno. 

Las células del sistema inmunológico adaptativo son los denominados linfocitos, que se subdividen 

en  3  grandes  tipos,  los  linfocitos  T,  B  y  los  Natural  Killer  cells  (NK),  todos  derivados  de  los mismos 

precursores. Cada tipo celular  juega su papel en  la respuesta  inmunológica adaptativa. Así por ejemplo, 

los  linfocitos  “T  Helper”  o  T4  son  fundamentales  para  la  coordinación  de  la  respuesta  inmune 

reconociendo  antígenos  y  potenciando  el  tipo  de  respuesta  que  sea más  efectivo mientras  que  los 

linfocitos  T8,  se  encargan  de  la  citotoxicidad  que  es  la  forma más  efectiva  de  combatir  a  las  células 

tumorales o aberrantes10, 12

La  respuesta  inflamatoria  (inflamación)  es  un  proceso  bioquímico  que  puede  ser  originada  por 

numerosos factores endógenos o exógenos, de hecho cualquier fenómeno inmunológico capaz de afectar 

a la estabilidad del sistema puede iniciar un proceso inflamatorio. La intensidad, duración y características 

peculiares de  las  inflamaciones dependerán del  área afectada, del estado previo  y de  la  causa que  la 

provoca. 

Los datos acumulados  sugieren  la existencia de una  relación clara entre el proceso  tumoral y  la 

inflamación, y un puente que conecta estos procesos con el estado de ánimo13‐15

. Entre los mediadores 

de la inflamación podemos destacar el papel de las citocinas.  Las citocinas (ver Tabla 1) forman un grupo 

importante de proteínas que actúan como mediadores de la comunicación entre células vivas. Ejercen su 

acción sobre sí mismas (autocrina), sobre células próximas (paracrina) o sobre células situadas en distintos 

tejidos (endocrina).  

Existen seis tipos principales de citocinas: 

• Interleucinas 

• Interferones 

• Factores de necrosis tumoral 

• Factores estimulantes de colonias 

• Factores de transformación del crecimiento 

• Factores de crecimiento. 

 

En nuestras investigaciones nos hemos interesado especialmente por el papel de la Interleucina 4 

(IL‐4), Interleucina 6 (IL‐6), Interleucina 12 (IL‐12) y Factor de necrosis tumoral (TNF). 

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 P.T. Sánchez, R. Sirera, J.M. Sánchez y C. Camps  

TABLA 1. CUADRO DE CITOCINAS10  

Nombre  Fuente  Acción 

IL‐1:  IL‐1α,IL‐1β, IL‐1RA. 

Macrófagos,  Monocitos  y  Células Dendríticas 

Proinflamatoria.  Activa  las  células  T  y  estimula  el crecimiento medular 

IL‐2.  Promueve  la  proliferación  de células T. 

Interviene en la inflamación, induce la liberación de IL‐1, TNFα y TNFβ 

IL–4  Linfocitos  Th0  activados  y  los Mastocitos 

Promueve  la  proliferación  de  células  T  y  la activación,  proliferación  y  diferenciación  de  los Linfocitos B 

 IL‐5  Linfocitos Th2 y los  

Mastocitos. 

Activación,  proliferación  y  diferenciación  de Linfocitos  B,  y  principal  factor  regulador  de  la eosinofilia. 

IL‐6  Macrófagos activados, 

Monocitos,  Fibroblastos  y  las células del endotelio vascular. 

Principal  regulador de  la  respuesta  inmunológica y de  reacciones  de  fase  aguda,  interviene  en  la hematopoyesis. Tiene propiedades proinflamatorias y  antiinflamatorias,  predomina  la  acción antiinflamatoria. 

IL‐8  Monocitos.  Moviliza  y  activa  a  los Neutrófilos,  estimulando  la fagocitosis. Es también angiogénico 

IL‐10  Linfocitos Th2.  Tiene efecto antiinflamatorio. Inhibe la expresión de IFN‐g e IL‐2 por parte de los LTh1, y la síntesis de IL‐1,  IL‐6  y  TNF‐a  por  parte  de  los  Macrófagos.  Es estimulador  del  crecimiento  de  varias  células hematopoyéticas, incluyendo Linfocitos B y T. 

IL‐12  Linfocitos B.  Induce  la  síntesis  de  IFN‐g  e  IL‐2  por  los  LTh1  e inhibe  la  producción  de  IL‐4,  IL‐5  e  IL‐10  por losLTh2.  Activa  las  células  NK  y  aumenta  la expresión de receptores para la IL‐18. 

IL‐13  Linfocitos Th2 y 

Mastocitos. 

 

Estimula  e  incrementa  la  producción  de  citosinas por  los LTh2, e  inhibe  las citocinas proinflamatorias sintetizadas por  los  LTh1  y Macrófagos,  y  factores quimiotácticos  secretados  por  Monocitos  y Linfocitos B. 

IL‐16  Linfocitos T8 activados  Es  proinflamatoria.  Aumenta  la  expresión  de receptores para  la  IL‐2  en  Linfocitos B  y  T,  células NK, Macrófagos y Monocitos. 

IL‐18  Macrófagos activados.  Acción  similar  a  la  IL‐12  con  la  que  actúa sinérgicamente.  Es  la  mayor  inductora  de  la producción de IFN‐g. 

TNFα 

 

Macrófagos,  Monocitos  y  los Linfocitos T. 

 

Tiene  efecto  anti‐tumoral  y  mediador  en  el desarrollo del shock séptico y de la caquexia. Activa a  los  Macrófagos,  estimula  la  producción  de citocinas e incrementa la permeabilidad vascular. 

TNFβ  Linfocitos T activados.  Tiene  actividad  citotóxica  sobre  algunos  tipos tumorales, mediado solo por necrosis hemorrágica. 

 

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18 

  COMUNICACIÓN Y PSICOBIOQUÍMICA  

LA   RELACIÓN   ENTRE  EL   ESTRÉS,   EL   ÁNIMO   DEPRIMIDO   Y   LA   DEPRESIÓN   EN   EL  

PROCESO  TUMORAL 

 

Se ha planteado repetidamente que  la depresión en pacientes con cáncer podía ser un efecto 

de la comunicación diagnóstica (impacto emocional). 

La  depresión  es  uno  de  los  síndromes  psicopatológicos  más  habituales  entre  la  población 

general. Su  incidencia anual se sitúa en torno a 175 casos por 10000 habitantes, y podemos esperar 

que al menos el 21 % de la población adulta presente un episodio a lo largo de su vida16. Sin embargo, 

en  el  contexto  oncológico  la  depresión  alcanza  tasas  de  prevalencia  variables  en  función  de  los 

tumores primarios, estableciéndose en el cáncer de pulmón una prevalencia alrededor del 50%17. Esta 

prevalencia  ha  generado  un  importante  número  de  trabajos  en  los  últimos  años  que  nos  han 

permitido  acumular  datos  sobre  la  implicación  del  sistema  Dopaminérgico  y  de  otros  procesos 

bioquímicos complejos como el estrés y la propia inflamación18‐19

.  

La relación entre el estrés, el ánimo deprimido y la depresión en los procesos tumorales puede 

estar sustentada en la actividad de las interleucinas proinflamatorias. En los modelos actuales sobre el 

funcionamiento  de  estas  citocinas  se  les  otorga  la  capacidad  de  interactuar  con  los  Sistemas 

Endocrino, Noradrenérgico, Serotoninérgico y Dopaminérgico20. Por otra parte, tanto el estrés, como 

la depresión y la inflamación son capaces de activar y modificar el equilibrio sistémico de las citocinas. 

Así  un  incremento  de  las  interleucinas  proinflamatorias  independientemente  de  su  origen, 

correlaciona  con  incrementos  en  la  Noradrenalina,  Serotonina,  Dopamina,  Cortisol,  Hormona 

Liberadora de Corticotropina  (CRH) y Corticotropina  (ACTH),  junto  con un descenso de  la Hormona 

Liberadora  de Gonadotropina  (GnRH)  y  de  la  actividad  de  las  llamadas  Células  Asesinas Naturales 

(Natural Killer cells o NK).  

En una reciente revisión de los datos que publicamos en un trabajo anterior21, sugerida por los 

nuevos datos obtenidos, observamos  la existencia de una  correlación estadísticamente  significativa 

utilizando exclusivamente la muestra de varones, entre los niveles séricos de IL‐6 y el ánimo deprimido 

medido por a  través del MADRS22, y  con mayor  significación estadística  si nos atenemos a criterios 

clínicos  de  depresión.    Aunque,  el  seguimiento  a  tres  y  seis  meses  daba  tamaños  muéstrales 

pequeños,  los niveles de  IL‐6  se mantenían  constantes.  La diferenciación de  los niveles  séricos por 

sexo  también  se  producía  en  la  IL‐4.  Este  es  un  hecho  que  consideramos  relevante  para  tener  en 

consideración en próximas investigaciones. 

En  pacientes  con  depresión  se  ha  encontrado  la  existencia  de  un  perfil  bioquímico  a  nivel 

endocrino e  inmunológico similar al observado en el estrés. De hecho hay datos que sugieren que el 

estrés juega un rol importante en el desencadenamiento y evolución de los trastornos depresivos. En 

este  sentido  algunos  autores23‐24

  han  señalado  que  los  glucocorticoides  se  encuentran  entre  los 

principales mediadores  de  los  efectos  inmunosupresores  generados  por  los  estresores,  pudiendo 

ejercer también su acción en el cerebro atravesando  la barrera hematoencefálica. Los receptores de 

mineral‐corticoides  se  encuentran  principalmente  en  las  neuronas  piramidales  y  granulares  del 

hipocampo,  el  núcleo  olfativo,  la  amígdala,  el  estriado  y  el  septum.  Receptores  de  glucocorticoide 

están presentes en proporción alta en el hipocampo y en el hipotálamo, en la corteza frontal, parietal 

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19 

 P.T. Sánchez, R. Sirera, J.M. Sánchez y C. Camps  

y entorrinal, entre otros. Por consiguiente, los glucocorticoides pueden modular diversos procesos en 

el sistema nervioso central.  

En  un  trabajo  aún  no  publicado  evaluamos  la  relación  entre  el  estrés  percibido,  el  nivel  de 

cortisol salivar matutino y la depresión, en pacientes varones con cáncer metastásico, observamos que 

los  pacientes  con  diagnóstico  de  depresión  presentaban  niveles más  bajos  de  cortisol  y mayores 

niveles de estrés percibido (resultados similares han sido ya publicados25‐27

. Los análisis de regresión 

no lineal, mostraban una correlación positiva significativa entre el estrés percibido y las puntuaciones 

en  depresión  (MADRS).  Mientras  que  la  correlación  entre  los  niveles  de  cortisol  salivar  y  las 

puntuaciones en depresión presentaban una  correlación negativa  (inversa)  también  significativa. En 

este trabajo, debemos señalar que la valoración psicológica del estrés percibido y del estado de ánimo 

se iniciaba en el mismo momento de la comunicación diagnóstica.   

Varios  artículos  han  ofrecido  datos  inconsistentes  sobre  los  niveles  de  cortisol  salivar, 

planteando una posible “desincronización” del ritmo circadiano comparado con el de personas sanas 

puede estar asociada a una pobre retroalimentación del sistema de control hormonal. En este sentido, 

se ha sugerido hipotéticamente que el nivel de cortisol salivar funciona normalmente hasta un límite 

determinado,  y  que  podría  volverse  errático  en  situaciones  de  inducción  de  estrés.  Los  resultados 

descritos en  la  literatura creemos que plantean una  inconsistencia que puede ser más aparente que 

real  dada  la  variabilidad  inherente  en  los  niveles  de  cortisol  (intro/inter)  sujetos  o  las  diferentes 

valoraciones psicológicas utilizadas. El  incremento matutino de cortisol esperado como consecuencia 

de  un  aumento  de  la  liberación  de  ACTH  en  relación  al  elevado  estrés  no  se  constata;  la menor 

respuesta  de  cortisol  podría  reflejar  una mayor  sensibilidad  de  los  receptores  de  glucocorticoides 

relacionada con el cuadro depresivo, con el proceso de estrés psicobiológico o con el propio proceso 

inflamatorio.  

Para  explicar  cómo  el  estrés  psicobioquímico  puede  incidir  en  el  desarrollo  de  la  depresión 

debemos recordar9,10,12, 28

 que las vías del estrés involucran inicialmente al Hipotálamo que integra la 

información  procedente  de  las  vías  sensoriales  y  viscerales  activando  dos  rutas  paralelas:  el  eje 

Simpático‐Adreno‐Medular (SAM) y el eje Hipotalámico‐Pituitario‐Adrenal (HPA).  

El  eje  SAM  activa  la Rama  Simpática  e  inhibe  la Rama  Parasimpática,  esta  activación  genera 

cambios dirigidos a preparar al cuerpo para el esfuerzo  físico  sostenido y  la  toma de decisiones. La 

activación de  las neuronas postganglionares simpáticas produce  la  liberación de Noradrenalina y  las 

neuronas  preganglionares  simpáticas  activan  la  médula  de  las  glándulas  adrenales  liberando  la 

circulación de Adrenalina y, en menor medida, Noradrenalina, generando un incremento de los niveles 

plasmáticos de glucosa y de ácidos grasos; también se incrementa la producción de tiroxina, mientras 

que se produce una disminución de los niveles de insulina, estrógenos y testosterona, e inhibición de 

la secreción de prolactina.  

Paralelamente  el  Eje  HPA  se  inicia  a  partir  de  la  activación  del  Núcleo  Paraventricular  del 

Hipotálamo y tiene como objetivo mantener los parámetros de esfuerzo y atención. Las neuronas del 

núcleo  paraventricular  segregan  la  Hormona  Liberadora  de  Corticotropina  (CRH)  y  la 

Adenocorticotropina  (ACTH)  y  en  menor  medida  β‐endorfina.  La  ACTH  estimula  la  producción  y 

liberación  de  los  glucocorticoides  (cortisol  y  la  corticosterona)  y  de  mineral‐corticoides  por  las 

glándulas suprarrenales. Las hormonas inducidas por emociones negativas, catecolaminas (adrenalina 

y noradrenalina) la adenocorticotropina (ACTH), el cortisol, la hormona del crecimiento y la prolactina, 

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20 

  COMUNICACIÓN Y PSICOBIOQUÍMICA  

inducen cambios cualitativos y cuantitativos en el sistema inmunológico porque casi todas las células 

del mismo  tienen  receptores  específicos  para  las  hormonas  de  los  ejes  HPA  y  SAM.  La  evidencia 

experimental y clínica relaciona los cambios en el eje HPA con los cambios en el sistema inmune y el 

sistema serotoninérgico que asociamos con la depresión, generando un bucle. (Ver esquema 1) 10. 

 

ESQUEMA 1. PROCESO DE ESTRÉS*10 

 

*Esquema realizado por Julia M. Sánchez para el artículo ESTRÉS, DEPRESIÓN, INFLAMACIÓN y DOLOR 10 

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 P.T. Sánchez, R. Sirera, J.M. Sánchez y C. Camps  

Otras evidencias que sugieren  la relación del sistema  inmune con  la depresión se basan en  las 

observaciones  de  que  los  pacientes  deprimidos  muestran  elevados  niveles  de  citosinas 

proinflamatorias,  elevados  niveles  de  reactantes  de  fase  aguda  y marcadores  de  activación  de  las 

células inmunes y una función inmune alterada. 

 

A  MODO  DE  CONCLUSIÓN  

 

La  información  recogida  durante  la  última  década,  plantea  que  tradicionalmente  se  ha 

infravalorado  la capacidad del proceso  tumoral para generar cambios en el estado de ánimo de  los 

pacientes  con  cáncer.  Y  que  dichos  cambios  tienen  la  complejidad  de  ser  diversos  según  el  tipo 

específico de tumor.  

  La mala comunicación del diagnóstico por parte de los especialistas, puede generar sin duda, 

un incremento del estrés, la angustia o el sufrimiento del paciente. Pero quizás se haya sobrevalorado 

su capacidad de impacto sobre el proceso emocional del paciente.  

  Necesitamos desarrollar investigaciones evolutivas desde el inicio mismo de la comunicación 

diagnóstica para poder clarificar estos puntos, así como otros que también quedan pendientes como 

el impacto de los tratamientos quimio y radioterápicos. 

 

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25 

 

LA  ENTREVISTA  INICIAL  DIAGNÓSTICA  EN 

ONCOLOGÍA 

Jaime Sanz Ortiz 

Servicio de Oncología Médica. Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. Santander  

 

INTRODUCCIÓN 

 

Establecer una nueva relación con personas que no conocemos y que sufren una enfermedad 

que compromete su vida se convierte en un desafío en la práctica diaria de la medicina. En oncología 

una comunicación adecuada con el paciente puede convertirse en el mejor de los aliados terapéuticos. 

Saber  cuándo  y  cómo  explicar  el diagnóstico  y  su  tratamiento,  y  asegurarse de que  la persona    lo 

entiende y se compromete con su enfermedad constituyen  las claves para alcanzar el éxito clínico1. 

Una conversación habitual puede ser: “Quiero asegurarme de que me he explicado bien, así que tenga 

paciencia conmigo. Cuando  llegue a casa y hable con  su esposa o  sus hijos  sobre mis pensamientos 

sobre su enfermedad, ¿cómo se lo explicaría a ellos? Sólo quiero asegurarme de que mi explicación ha 

sido buena” 

 

 

 

Un estudio publicado en otoño del 2008 en el Journal Clinical Oncology por la Dra.  Jesse Jansen 

examina el resultado de las entrevistas realizadas a 260 pacientes que visitan al oncólogo por primera 

vez. Con independencia de la edad, los enfermos con peor pronóstico recordaron menos cosas que los 

demás pacientes. Su conclusión es que cuando  la persona recibe una mala noticia no suele recordar 

todo  lo que oye después. Cuanta más  información reciben menos recuerdan,  la persona se bloquea. 

Otra circunstancia a tener en cuenta que favorece la relación clínica es la utilización es evitar el uso de 

un lenguaje complejo (jerga médica), ininteligible para el paciente que produce confusión y miedo. 

Vamos a describir a  los protagonistas, el papel que  juega cada uno de ellos y el y el escenario 

donde  se  desarrolla  todo  el  proceso  de  información‐comunicación.  Analizaremos  los  siguientes 

apartados:  1)  el  proceso  de  información‐comunicación,  2)  el  enfermo,  3)  el  profesional,  4)  la 

enfermedad, 5) la familia y 6) el entorno que configura el escenario.  

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26 

  LA ENTREVISTA INICIAL DIAGNÓSTICA EN ONCOLOGÍA  

1.  PROCESO DE  INFORMACIÓN‐COMUNICACIÓN 

 La comunicación requiere tiempos y espacios adecuados, siendo esencial la cantidad y calidad del 

tiempo  dedicado  al  paciente2.  Resulta  absurdo  e  ignorante  pensar  que  en  breves momentos  pueden 

abordarse temas de la máxima trascendencia para cada persona. En ocasiones se dispone de poco tiempo 

y quien mejor disculpa que este sea escaso es el paciente si se  le explica. Casi nunca encontramos un 

hueco  para  afrontar  relajados  el  encuentro  con  el  paciente  con  cáncer.  Para  el  profesional  es  una 

coyuntura  difícil  y  complicada para  el  que  no  ha  sido  suficientemente  entrenado.  Los objetivos  de  la 

comunicación  y  el  protocolo  de  actuación  se  resumen  en  las  tablas  1  y  2.  La  información  debe  ser 

oportuna,  fluida,  gradual,  fraccionada  adecuándose  a  las  circunstancias  variables de  cada  enfermo  en 

cada  encuentro  terapéutico3.  En  este  caso  el  “don  de  la  oportunidad”  (kairos  de  Aristóteles)  es 

fundamental.  Como  consecuencia  la  transmisión  de  la  información  necesita  varios  encuentros 

terapéuticos. Cada paciente precisa una cantidad tiempo diferente hasta estar suficientemente preparado 

para recibirla, proporcionando dosis pequeñas en cada encuentro. Si no somos impacientes, en ocasiones 

el propio enfermo termina por desvelar su diagnóstico4. 

 

TABLA 1. OBJETIVOS DE LA COMUNICACIÓN 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Humanizar la asistencia, con especial relieve en el enfermo oncológico. 

Sintonizar al emisor y al receptor para que el mensaje pueda ser descodificado y compartido. 

Transmitir esperanza, seguridad y protección. 

Clarificar : información, dudas, sentimientos y emociones 

Facilitar la relación terapéutica. 

Reforzar la relación médico‐paciente 

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27 

 J. Sanz Ortiz 

TABLA 2. PROTOCOLO DE ACTUACIÓN 

 

 

2.  EL  PACIENTE  

Es un ser humano con una enfermedad. Es portador de sentimientos, emociones y vida afectiva. 

Tiene  cuerpo y alma pero es espíritu. Cuando  la persona enferma  lo hace de  forma  integral, no en 

parcelas ni a plazos. Todos  los componentes del ser humano quedan afectados y cada uno de ellos 

demanda  sus  propias  necesidades5.  El  paciente  desea  verse  reconocido  como  persona  y  no 

estrictamente  como  cuerpo.  La  enfermedad  genera  síntomas  físicos  como  el  dolor;  síntomas 

emocionales  como el miedo,  la ansiedad,  la  ira, y  la depresión. Afloran  las necesidades espirituales 

como sentimientos de culpa, de perdón, de paz interior y demandas sociales como consideración y no 

abandono.  Si  nos  circunscribimos  a  tratar  sólo  uno  de  los  componentes  ignorando  los  demás 

estaremos  condenados  a no  ser  eficaces  al 100%6.  En  el mundo  en que  vivimos  algunos  enfermos 

sufren  una  especie  de  esquizofrenia  al  sentirse  sorprendidos  por  una  asistencia  médica  más 

preocupada  por  el  buen  funcionamiento  de  su  cuerpo  que  por  sus  preocupaciones,  síntomas  y 

prioridades actuales. Hay pues una dimensión biológica, otra afectiva, otra socio familiar y otra de vida 

interior7. Cada estrato genera necesidades distintas que deben ser identificadas, valoradas y tratadas 

de  forma  específica. No  hay  dos  personas  que  padeciendo  la misma  enfermedad,  con  los mismos 

síntomas  e  idéntico  grado de  severidad,  se  comporten de  igual  forma. Detrás de  las enfermedades 

están  los seres humanos que sufren tanto el problema con el que se encuentran como el ostracismo a 

que son condenados. La  incertidumbre, el miedo y  la ausencia de expresión de sentimientos hacen que 

los pacientes y sus  familias estén ansiosos y sometidos a gran estrés. El requisito más  importante para 

comunicarse es la disposición positiva para ayudar, la creación de un clima de respeto y confianza. Saber 

escuchar es probablemente la cualidad más necesaria del cuidador. El paciente marcará el ritmo cuando 

observe que, por fin, sus problemas interesan. 

La experiencia nos dice que todos  los enfermos con cáncer son conscientes de  lo que sucede. 

Sólo el 10% no quieren hablar de  su enfermedad ni desean más  información,  los demás demandan 

Preparación de la entrevista 

Presentación 

Averiguar qué sabe el paciente 

Averiguar qué quiere saber el paciente y por qué. 

Compartir la información 

Identificar, aceptar y responder a reacciones emocionales 

Identificar preocupaciones y establecer plan de acción específico 

No tener prisa 

El cierre de la entrevista debe hacerlo siempre el paciente 

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28 

  LA ENTREVISTA INICIAL DIAGNÓSTICA EN ONCOLOGÍA  

aclaraciones y asesoría sobre  la evolución del proceso. La persona quiere saber para poder controlar 

su vida: aclarar  situaciones,  resolver  conflictos,  terminar proyectos, dictar voluntades, disculparse y 

darse.  

 

3.  EL  PROFESIONAL 

¿Por qué es difícil hacer de “mensajero”? Para el profesional es  incómodo, difícil, estigmatizador, 

impactante  y  desesperanzador.  Hay  miedo  de  evocar  en  el  paciente  respuestas  que  conducen  al 

desbordamiento  emocional  o  a  la  pérdida  total  de  la  esperanza.  No  debemos  olvidar  el  axioma 

hipocrático “primum non nocere”. El 90% de los pacientes desea conocer la realidad. Por imperativo legal 

estamos obligados a informar Es imprescindible individualizar la manera de descubrir las malas noticias en 

cada momento y lugar. Siempre hay que adaptarse a cada persona y tener en cuenta que se produce a lo 

largo  de  un  proceso.  Hablar  de  la  verdad  frente  a    la  mentira  en  abstracto  puede  resultar  una 

simplificación excesiva. El 90% de la comunicación es no verbal. El paciente analiza e interpreta los gestos, 

miradas e  incluso  los  silencios. El médico  comunica  información y  también  sentimientos.  La  respuesta 

empática  "entiendo  lo  que  le  pasa",  "comprendo  que  se  encuentre mal"   muestra  nuestra  atención  y 

solidaridad. 

Existen técnicas sencillas de preguntas abiertas para conocer  lo que sabe el paciente ¿cómo ve la 

enfermedad? ¿Qué pensaba que  le pasaba cuando cayó enfermo?   El paso siguiente es conocer  lo que 

cada paciente quiere saber. Para ello es muy útil responder a sus preguntas con otras preguntas ¿por qué 

me pregunta si tiene cáncer? Como norma general  las actitudes paternalistas ó pseudohumanitarias de 

ocultación condenan al paciente a la imposibilidad de afrontar la situación. La duda lacerante puede ser 

más cruel que  la sentencia  inapelable de  la enfermedad más grave. La conspiración del silencio genera 

desconfianza y aumenta  la sensación de desamparo. En  los tiempos que nos ha tocado vivir existe una 

especie de prohibición en lo que toca al morir y a la muerte: la de no hablar de ello con el interesado 

El  conocimiento  de  la  verdad  se  produce  a  través  de  un  proceso  continuo  de  adaptación,  el 

profesional  debe  respetar  el  ritmo  y  la  individualidad  de  cada  paciente  y  siempre  debe mantener  la 

esperanza8.  La  información  debe  siempre  asociarse  a  nuestro  compromiso  de  acompañamiento 

mantenido. El decir la verdad sin una disponibilidad permanente de ayuda puede resultar cruel. 

Una actitud receptiva permite que aflore la angustia existencial relacionada con las alteraciones de 

la  integridad  personal  (pérdida  de  atractivo,  dependencia,  alteración  de  la  capacidad  intelectual), 

sentimientos de culpa ó inutilidad, interrogantes sobre el sentido de la vida ó el más allá. 

La verdad es un valor  importante en nuestras vidas. No queremos que nos engañen  y es difícil 

engañar a otros. Decir la verdad no es un acto sencillo. Con frecuencia no estamos seguros de decir a otro 

todo  lo que sabemos y tampoco como cómo debemos trasmitirlo. Algunas preguntas   tienen repuestas 

diferentes  en  cada  circunstancia  durante  la  evolución  clínica:  ¿siempre  hay  que  decir  la  verdad?  ¿Es 

necesario posponer  la  información hasta que el enfermo esté preparado? ¿Hay que mentir? ¿Hay que 

ocultar información? ¿Decir la verdad puede ser maleficente? ¿No decir la verdad respeta el principio de 

autonomía? 

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 J. Sanz Ortiz 

Por  otra  parte  ni  los  médicos  ni  las  enfermeras  reciben  la  instrucción  ni  el  entrenamiento 

adecuados en las técnicas de la comunicación durante el período de formación académica. El número de 

horas  dedicadas  a  enseñar  las  habilidades  de  la  comunicación  desgraciadamente  es  insignificante  en 

proporción a las que se imparten de otras disciplinas9. No obstante la comunicación constituye el núcleo 

esencial de  la actividad diaria de cualquier profesional de  la medicina. Durante  los 40 años de actividad 

clínica de la carrera, un doctor puede realizar 200.000 entrevistas de promedio, lo cual es probablemente 

más frecuente que cualquier otro proceder médico10. La  inadecuada preparación académica en el difícil 

arte de la comunicación nos incapacita para dar malas noticias, responder preguntas difíciles, informar del 

diagnóstico,  escuchar  a  las  familias  y  soportar  y  entender  los  silencios  del  enfermo.  Esta  falta  de 

formación  hace  que  algún  enfermo  pronuncie  la  siguiente  frase:  “Que  alguien  se  comporte  como  si 

intentara comprenderme” 

¿Cómo  podemos  encontrar  facilitadores  en    la  comunicación  del    diagnóstico?  Es  importante 

transmitir “tengo tiempo para escuchar”, mantener contacto ocular, sonreír, estar relajado, no tener prisa 

y  demostrar  estar  preocupado  por  el  problema  de  la  persona  afecta  (empatía).  Es muy  importante 

promover  la  expresión  de  sentimientos  y  emociones  personales  con  una  catarsis  adecuada.    Es 

importante que, en esa primera entrevista, el profesional no pronuncie palabras que el paciente no 

quiere o no está preparado para escucharlas. 

¿Cómo actuar ante  la expresión de sentimientos  íntimos? Si  rompe a  llorar no hay que  intentar 

frenarlo como si fuera una hemorragia, hay que preparar la catarsis (expresión de sentimientos profundos 

dolorosos). Nuestra primera respuesta es primero mantener un silencio que permita al paciente vivir sus 

emociones y  segundo mirar al paciente a la cara de forma continuada. 

Reflexiones a tener en cuenta: a) todos intuyen lo que está sucediendo; b) la cuestión no es si decir 

o no decir, sino cuándo y cómo; c) el paciente no pregunta lo que no quiere saber; d) La verdad tiene un 

amplio espectro con un extremo devastador y otro más suave, el enfermo siempre prefiere el suave; e) no 

comprometa su relación con el enfermo prometiendo a la familia “no decir nada”; f) el objetivo es hacer 

el proceso más fácil y no aplicar el dogma de “decir siempre la verdad”.  

¿Cómo hacer? Comenzar  con un mensaje positivo:  “tiene buen aspecto”. Preguntas abiertas no 

prejuzgan las respuestas en el enunciado: ¿cómo se siente hoy? Cuando se formula una pregunta hay que 

estar preparado antes para la respuesta. Lenguaje verbal y no verbal deben ser coherentes. Muestre calor 

humano empatía y cariño con  los  sentimientos de  la persona. Mantener contacto ocular, y  físico  si  se 

precisa. Hay que prestar más atención a cómo se da el mensaje que a su contenido11. Identificar y prestar 

atención a  los sentimientos de miedo,  ira, culpa, frustración, y tristeza evocados. Después de una mala 

noticia se produce sobrecogimiento emocional  (overwhelming). Reconocer  las emociones que afloran y 

ayudar a gestionarlas adecuadamente dando soporte. La atmósfera de la conversación debe traspasar el 

nivel cognitivo. En caso de silencio prolongado: “¿Le ayudaría compartir con nosotros lo que piensa?” 

¿Cuál  debe  ser  el  contenido  de  la  información?  Cierto  y  comprobado  mediante  pruebas.  En 

cantidad  y  calidad  asimilable  sin  producir  devastación  emocional.  Honesto,  sencillo  y  sin  destruir  la 

esperanza. El afrontamiento admita varias alternativas dentro de su proyecto de vida, permitiendo que 

pueda  elegir  y  dejar  dichas  sus  preferencias  (directivas  anticipadas).  Abandonar  la  posibilidad  de 

“milagros”. La información y el soporte emocional deben ser administrados al mismo tiempo. 

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30 

  LA ENTREVISTA INICIAL DIAGNÓSTICA EN ONCOLOGÍA  

La  actitud  del  profesional  de  “enfocar  sólo  los  hechos”  y  dar  información  excesiva  le  hace 

olvidar una práctica esencial en  las relaciones humanas como es  la empatía. La empatía es un valor 

troncal en  la práctica  clínica12  (Radica en un esfuerzo por hacer nuestra  la  realidad de alguien que 

hasta  el momento  no  considerábamos  ni  familiar  ni  amigo.  Es  entender  la  posición  del  paciente 

durante una  relación asistencial. Empieza  cuando escuchamos a alguien  sin presuponer nada y  con 

ánimo de ayudarle. Es el esfuerzo de reconocer al otro como portador de emociones. El profesional 

frío y cortante es el enemigo de la empatía.  

En todas las situaciones graves de la vida hay dos cosas que resultan útiles: el sentido común y 

el  sentido  del  humor.  El  humor13  es  una  actividad  intelectual  que  ocupa  un  lugar  especial  en  las 

interacciones sociales humanas. La sonrisa amable y la jovialidad están desapareciendo del semblante 

de muchas personas. Hay personas que raras veces se ríen y otras que no tienen necesidad de que tal 

cosa ocurra. Sólo una línea muy fina separa la comedia de la tragedia, o lo que es lo mismo la risa del 

llanto. Con humor se pueden expresar ideas no gratas al receptor sin que este se sienta molestado, se 

pueden  presentar  realidades  que  de  otra  forma  no  se  hubieran  admitido.  El  humor  nos mantiene 

equilibrados en situaciones difíciles, en momentos decisivos como el de la muerte, el sufrimiento y la 

enfermedad es beneficioso para  la persona que pasa por  la dura prueba, y  también para  los que  la 

rodean. 

 

4.  LA  ENFERMEDAD  

El  cáncer,  tanto  cuando  es  curable  como  cuando  no  lo  es,  provoca  intenso  estrés...,  un  estrés 

considerable añadido a  los normales y cotidianos problemas de  la vida. Para manejar con efectividad  la 

situación hay una demanda grande de ajustes tanto por parte del paciente como de la unidad familiar que 

trastoca la vida diaria de todos los afectados. El cáncer altera las funciones personales a todos los niveles: 

laboral, marital, familiar, económico, social y sexual dando lugar a que se produzcan múltiples conflictos 

que necesitan ser resueltos. 

 

5.  LA  FAMILIA 

Una  familia  que  se  enfrenta  con  el  cáncer  suele  hacerlo  con  la  firme  creencia  de  que  la 

enfermedad es mortal por necesidad. Para hacer aún más fuerte el choque, puede que el paciente y 

sus allegados se estén por primera vez enfrentando con la idea de su propia mortalidad. La familia, es 

cada vez más, un pilar  importante en el cuidado  integral del paciente oncológico14. Hasta el punto, 

que sin su participación activa es difícil alcanzar todos los objetivos, ya sean curativos o paliativos.  

En primer lugar, el apoyo y el soporte familiar nos permiten predecir cuál será la adaptación del 

enfermo  al  cáncer  y  su  tratamiento.  En  segundo  lugar,  la  aceptación  del  tratamiento  y  sus 

complicaciones por el paciente dependen en parte de la actitud que tomen las personas más cercanas 

a él. Por último, la familia nuclear sigue siendo el principal soporte con gran impacto amortiguador de 

las tensiones generadas a lo largo de todo el proceso asistencial al paciente oncológico.  

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31 

 J. Sanz Ortiz 

Para  conseguir  estos  objetivos  el  profesional  tiene  que  dedicar  (una  vez  más)  un  tiempo 

específico para escuchar e instruir a los cuidadores. Los profesionales sanitarios necesitan dedicar un 

tiempo, que no está contemplado en su totalidad, para la participación de la familia como gran aliada 

en  los cuidados del enfermo. Una  familia puede  facilitar o bloquear  los esfuerzos del enfermo para 

adaptarse y soportar  la enfermedad. La negación de  la enfermedad por parte de  las personas sanas 

aparece en  los comentarios de algunos enfermos: “Traté de hacérselo comprender, pero ella no me 

podía escuchar”, “se vino abajo, no sé qué hará cuando yo me muera”.  

La  familia  reaccionará  inicialmente  por  medio  de  la  compasión,  que  posteriormente  se 

transforma  en miedo  y  angustia.  Es  necesario  conocer  cómo movilizar  los  recursos  familiares  para 

utilizarlos como herramienta  terapéutica. Las  incertidumbres y miedos que experimenta el paciente 

necesitan resolverse de forma no traumática a través de unas buenas relaciones  interpersonales con 

los más  íntimos, una  información objetiva  y un  apoyo  social que  le  libere del  estigma que  supone 

padecer la enfermedad en nuestra sociedad. ¿Debe estar presente un familiar junto al paciente en la 

primera entrevista? No está predefinido si un familiar debe estar o no. Una vez más la persona afecta 

debe señalar su preferencia. En el caso que desee estar acompañado, la persona elegida debe actuar 

como observador y apoyo del paciente sin intervenir si no es por indicación del mismo. Los encuentros 

del profesional con los allegados que están programados de forma periódica permiten elegir la mejor 

opción que concilie  las expectativas de  los  intervinientes. En mi experiencia,  si es posible, es mejor 

realizar la entrevista sólo con el paciente junto con el médico y la enfermera. 

   

6.  EL  ESCENARIO 

El escenario donde se despliegan  los hechos no suele propiciar el desarrollo de  la empatía. El 

paciente y profesional enfrentados cara a cara con un mesa que los separa (poca cercanía que impide 

el  contacto  físico),  interrupciones  frecuentes  (acústicas  o  personales),  mobiliario  y  entorno  poco 

acogedor  (colores,  cuadros, muebles),  ausencia  de  silencio  (necesario  para  reflexionar  y  transmitir 

emociones), y sensación de que nuestro  tiempo es escaso. El estado de ánimo del médico debe ser 

adecuado para el evento: relajado, descansado, asertivo, sin prisa, con paciencia para dar tiempo a la 

persona a asimilar  la  información. El habitáculo,  si es posible, debe  tener  luz natural de un espacio 

abierto. Pañuelos y vasos de agua tienen que estar disponibles 

 

CONCLUSIONES 

La comunicación con el enfermo es una parte importante de la terapia y en ocasiones su único 

componente.  Requiere  una  elaboración  y  planificación  más  compleja  que  la  prescripción  de  un 

fármaco. Hay  que  defender  los  derechos  del  enfermo  que  en  este  caso  son  dos:  “el  derecho  a  la 

información” y “el derecho a  la no  información“. Hay que descubrir  la verdad no como un veredicto 

sino  como un  reto. No  siempre  el mensaje  enviado  es  el mensaje  recibido.  Es mejor no hablar de 

plazos  definidos  y  concentrarse  en  dar  el mejor  tratamiento  científico  que  se  puede  ofrecer.  La 

información adecuada y bien administrada pone en marcha  los mecanismos  internos  (psicológicos y 

espirituales)  de  la  persona  que  facilitan  su  adaptación  a  la  realidad  presente.  El  decir  la  verdad 

conlleva  implícito  el  compromiso  de  ayudar  a  asumirla,  de  estar  disponible  y  de  no  abandonar  al 

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32 

  LA ENTREVISTA INICIAL DIAGNÓSTICA EN ONCOLOGÍA  

enfermo durante todo el camino. El compartir la información con los familiares y el equipo asistencial 

permite al enfermo fortalecer su autoestima, tomar decisiones, compartir su carga hablando de lo que 

le preocupa y facilitando las posibles soluciones paliativas. 

 

BIBLIOGRAFÍA 

 

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6. Sanz Ortiz  J. El  factor humano en  la  relación clínica. El binomio  razón‐emoción. Med Clin  (Barc) 

2000; 114: 222‐226. 

7. Sanz Ortiz J. Comunicación e información. Med Clin (Barc) 1995; 104: 59 ‐61  

8. Sanz Ortiz J. Conocimiento de la verdad en el paciente terminal. Med Clin (Barc) 1.988; 90: 538‐539. 

9. Sanz Ortiz J. y A. Pascual López. Medicina Paliativa: ¿un lugar en el currículo? Editorial. Med Clin (Barc) 

1994; 103: 737‐738. 

10. Sanz Ortiz J. Formación continuada: encrucijada difícil. Med Clin (Barc) 1998; 111: 496‐498. 

11. Sanz‐Ortiz J. La comunicación en medicina paliativa. Med Clin (Barc) 1992; 98: 416‐418. 

12. Borrel Carrió F. La empatía un valor  troncal en  la práctica clínica. Med Clin  (Barc). 2011; 136(9): 

390‐367 

13. Sanz Ortiz J. El humor como valor terapéutico. Med Clin (Barc) 2002; 119: 74‐7 

14. Sanz Ortiz J. La familia y el paciente con cáncer.  Med Clin (Barc) 1991; 96: 745‐746. 

 

 

 

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33 

 

APORTACIONES  DESDE  LA  PSICO‐

ONCOLOGÍA  A  LA  FORMACIÓN  EN 

TÉCNICAS  Y  HABILIDADES  DE 

COMUNICACIÓN  

Ascensión Bellver Pérez  

Psicóloga Clínica. Hospital Universitario y Politécnico La Fe de Valencia. 

  

 

INTRODUCCIÓN 

 

La comunicación es una habilidad clínica básica, pero pocos médicos y profesionales sanitarios 

reciben una educación formal en esta área. Las consultas médicas con enfermos con cáncer contienen 

muchas  dificultades,  que  puede  incluir  comunicación  de  malas  noticias  sobre  el  diagnóstico, 

recurrencia  o  pronóstico,  explicar  las  opciones  de  tratamiento,  los  ensayos  clínicos,  obtener  el 

consentimiento informado y en ocasiones discutir las transiciones del tratamiento médico activo a los 

cuidados paliativos. A pesar de  la  importancia de  la comunicación efectiva, son pocos  los oncólogos 

que  han  sido  observados  cuando  se  comunican  con  los  pacientes  y  se  les  ha  dado  una 

retroalimentación  constructiva.  Existen  muchos  mitos  sobre  la  enseñanza  de  las  habilidades  de 

comunicación  y  algunos  creen  que  a  partir  de  reflejar  la  personalidad  o  el  talento  natural  hay 

suficiente y por lo tanto no puede ser enseñado o mejorado. Otros pueden pensar que el tiempo y la 

experiencia  por  sí  sola,  conducirá  al  desarrollo  de  habilidades  de  comunicación  adecuadas.  Sin 

embargo los estudios han demostrado que los médicos con experiencia revelan similares deficiencias 

de comunicación que los recién graduados y los estudiantes de medicina1. Estudios muestran que si se 

emplean  métodos  adecuados,  entonces  las  habilidades  de  comunicación  efectivas  pueden  ser 

aprendidas2,3.  Por  otra  parte,  los  oncólogos  están  empezando  a  reconocer  que  la  insuficiencia  de 

entrenamiento en habilidades comunicativas es un  factor contribuyente  importante a su estrés, a  la 

falta  de  satisfacción  en  el  trabajo,  y  al  agotamiento4.  Por  consiguiente,  para  aumentar  la  eficacia  

profesional,  el  bienestar  personal  y  la  relación  médico‐paciente,  es  importante  llevar  a  cabo  un 

examen sistemático de  las dificultades de comunicación de  los oncólogos con el  fin de desarrollar y 

evaluar  iniciativas  de  formación  para  ayudarlos  en  la  herramienta  diaria  de  trabajo  que  es  la 

comunicación. 

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34 

  APORTACIONES DESDE LA PSICO‐ONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE  COMUNICACIÓN  

En España, la ley 41/2002 de 14 de noviembre establece que la “información clínica forma parte 

de  todas  las  actuaciones  asistenciales,  será  verdadera,  se  comunicará    al  paciente  de  forma 

comprensible y adecuada a sus necesidades y le ayudará a tomar decisiones de acuerdo con su propia 

y libre voluntad”5. 

En  este  contexto,  los médicos  y  los  demás  profesionales  sanitarios,  necesitan  abordar  en  su 

práctica clínica diaria la comunicación con los enfermos y sus familiares, para informar del diagnóstico 

y tratamientos del cáncer. 

Hay que tener en cuenta que la comunicación nunca es neutra; ésta puede ser benefactora pero 

también  iatrogénica  por  lo  que  es,  en  ese  sentido,  es  un  arma  de  doble  filo  capaz  de  suavizar  un 

suceso traumático pero también capaz de producir, al menor descuido, terribles heridas emocionales 

en el paciente y la familia. 

La comunicación es una herramienta terapéutica que, por desgracia, hasta el momento no está 

incluida  en  los  planes  de  estudios  de  nuestras  universidades.  No  es  suficiente  con  tener  años  de 

experiencia profesional para comunicar bien.  En el ámbito sanitario se deberían incorporar y entrenar 

estrategias y habilidades de comunicación, pues de la comunicación puede depender, en gran medida, 

el  grado  de  sufrimiento  del  enfermo  y  sus  familiares.  “La  devastación  psicológica  causada  por  un 

diagnóstico comunicado de forma inadecuada puede ser no menos grave que los errores quirúrgicos o 

de medicación”6.   

La buena comunicación médico‐paciente establece, incrementa o consolida una buena adhesión 

a  los procedimientos diagnósticos y  los tratamientos terapéuticos posteriores, así como un aumento 

del  grado  de  satisfacción  de  los  enfermos  a  la  atención  que  reciben,  a  la  vez  que  disminuye, 

paralelamente, la probabilidad de demanda judicial en el caso de error médico7. 

 

DIFICULTADES  DE  COMUNICACIÓN  CON  EL  PACIENTE 

 

En diferentes investigaciones se ha valorado las características de los pacientes y las situaciones 

que  plantean  mayor  dificultad  en  la  comunicación  médico‐paciente.  Los  médicos  describen  los 

siguientes obstáculos: las cargas de trabajo asistenciales, la insuficiente formación en la educación de 

las habilidades de comunicación, poca conciencia o interés por la empatía y los aspectos emocionales 

en la atención médica. La problemática más común de las características citadas por los médicos eran: 

las diferencias de origen étnico  /  cultural  (43%),  los problemas  relacionados  con  la edad  (38%),  las 

reacciones  emocionales  de  los  pacientes  o  familiares  (29%),  problemas  de  identificación  con  el 

paciente (25%). Estos problemas representaron (69%) del número total de dificultades que describían 

los facultativos8. 

 

 

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35 

 A. Bellver 

Las dificultades de comunicación generales fueron divididas en 6 categorías: 

‐  El más común fue la complejidad de la información en términos técnicos  

‐  La obtención del consentimiento informado. 

‐  El trato con los familiares. 

‐  Hacer frente a  las reacciones emocionales de los pacientes. 

‐  Dar “Malas noticias” 

‐  Tratar con los colegas. 

 

En  el  estudio,  sólo  un  35%  de  la muestra  había  recibido  alguna  habilidad  de  comunicación 

formal de enseñanza en pregrado cuando eran estudiantes de medicina. A nivel de postgrado, sólo el 

19%  de  la  muestra  refirió  haber  recibido  alguna  formación,  por  lo  general  como  parte  de  una 

capacidad de gestión sanitaria. Además, muy pocos consideraron cualquiera de los métodos utilizados 

en sus habilidades de comunicación antes de la formación como eficaz. A pesar de haber recibido poca 

capacitación, o ningún tipo de educación en cuanto a cómo enseñar a la comunicación, el 75% de los 

participantes  tuvieron bastante  responsabilidad de enseñar acerca de esta a  los estudiantes  y otro 

personal sanitario. 

  Uno de los obstáculos entre los médicos y los pacientes se centra en el área del  pronóstico 

de  la  enfermedad.  En  ocasiones  los médicos  desean  proteger  a  los  pacientes  de  la  angustia  y  les 

preocupa que: a) el paciente se sienta abandonado, b) el paciente se vea perjudicado por la ansiedad 

o  la desesperación y c) el  reconocimiento de un mal pronóstico puede ser una admisión de  fracaso 

terapéutico. Por otro  lado, aunque  los médicos  lo deseen, y  revelen el diagnóstico y  la  información 

sobre  el  pronóstico,  los  pacientes  no  están  dispuestos  o  preparados  a  oír  esta  información  o  no 

quieren. Esto puede ser debido a la negación del paciente, el miedo de que su pronóstico sea pobre o 

a  que  reciba  un  falso  optimismo9,10

.  En  otros  casos  es  el  paciente  quien  sí  que  quiere  conocer  la 

información y es la familia la que no quiere que se le proporcione, lo que se denomina conspiración de 

silencio, sería definido como un cuerdo  implícito o explícito de alterar  la  información al paciente por 

parte  de  familiares,  amigos  y/o  profesionales  sanitarios  con  el  fin  de  ocultarle  el  diagnóstico  y/o 

pronóstico  y/o  gravedad  de  los  hechos.  En  los  casos  donde  se  aborda  el  tema  del  pronóstico,  la 

investigación sugiere que  los pacientes suelen sobreestimar sus posibilidades de curación9 y pueden 

elegir la terapia que prolonga la vida y que conduce a peor calidad de vida que los pacientes, que los 

pacientes que eligen las opciones paliativas11. El optimismo del paciente y la mala comunicación de los 

médicos han destacado como factores que conducen a una mala  interpretación del pronóstico de  la 

enfermedad. Evidentemente, el pronóstico es un área difícil para ambos  tanto para  los pacientes y 

familiares  como  para  los  médicos.  Los  pacientes  en  ocasiones  tienen  dificultades  para  iniciar 

conversaciones sobre el pronóstico y  los médicos tienen  la necesidad de utilizar  las habilidades y  las 

técnicas  complejas  para  lograr  una  alta  calidad  en  la  comunicación  e  información  sobre  el 

pronóstico12. 

 

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36 

  APORTACIONES DESDE LA PSICO‐ONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE  COMUNICACIÓN 

 

 

COMUNICACIÓN  CENTRADA  EN  EL  PACIENTE 

 

La  comunicación  entre  los  médicos  y  los  pacientes  con  cáncer  puede  tener  un  impacto 

importante  sobre  los  resultados  psicosociales.  La  comunicación  centrada  en  el  paciente  puede 

contribuir a una disminución de la ansiedad del paciente13,14

, la construcción de alianzas terapéuticas, 

y a mejorar la recuperación del paciente15, la satisfacción, y la auto‐eficacia

14. 

El efecto del contexto, más conocido como el efecto placebo, se centra en mayor medida en el 

impacto de la relación médico‐paciente y en el efecto de la recuperación de un paciente. La literatura 

publicada  sugiere  que  los  médicos  que  muestran  un  ambiente  cálido,  de  manera  amistosa  y 

tranquilizadora  con  sus  pacientes  son  más  efectivos.  Halpern  et  al.  describieron  que  la  empatía 

provoca  que  los  pacientes  sean más  explícitos  sobre  sus  síntomas  y  preocupaciones,  por  lo  tanto, 

facilitan la recopilación de información médica, que a su vez, produce más precisión en el diagnóstico 

y  una  mejor  atención,  ayuda  a  los  pacientes  a  recuperar  la  autonomía  y  la  participación  en  su 

tratamiento  por  el  aumento  de  su  auto‐eficacia,  y  lleva  a  interacciones    terapéuticas  que  afectan 

directamente a los pacientes16. 

Los  autores  creen  que  una mejor  comprensión  de  la  empatía  y  el  encuadre  de  las  acciones 

psicológicas  y  conductuales  en  este  proceso,  como  los  métodos  de  acción  usados  en  el  trabajo 

emocional pueda ayudar a los médicos a incorporar con éxito la empatía en su práctica diaria. Aunque 

el  concepto  de  trabajo  emocional,  es  “el  acto  de  expresar  organizadamente  emociones  deseadas 

durante la transacción en la asistencia“; es bien conocido en la gestión de las organizaciones, pero no 

es ampliamente apreciado en el ámbito de  la medicina. La palabra empatía se utiliza rutinariamente 

en las discusiones sobre la relación médico‐paciente. El diccionario define la empatía como "la acción 

de  entender,  estar  consciente  y  de  ser  sensible  a  la  experiencia  vicaria  de  los  sentimientos, 

pensamientos  y    experiencia  del  otro  (...)  Sin  tener  los  sentimientos,  pensamientos  y  experiencias 

plenamente comunicados de una  forma objetiva o de manera explícita”. La empatía no sólo es una 

actitud,  más  bien,  la  empatía  sería  un  proceso  que  comprende  tres  dimensiones:  la  afectiva,  la 

cognitiva,  y  del  comportamiento.  Rogers  describe  la  empatía  como  "ser  sensible,  momento  a 

momento,  al  cambio  de  significados  de  los  sentimientos  que  fluyen  en  la  otra  persona”.  Esta 

descripción  indica   que  la empatía es un proceso en  respuesta a un objetivo o blanco  cambiante y 

condicionado por  la situación. La conceptualización de  la empatía sugerida por Davis  la define como 

un  proceso  psicológico  que  comprende  una  colección  de  mecanismos  afectivos,  cognitivos  y 

conductuales y los resultados en la reacción a las experiencias observadas en otros17.  

Los  procesos  empáticos  se  agrupan  de  acuerdo  con  su  complejidad  cognitiva  en  tres 

dimensiones:  

a) procesos no cognitivos (nivel más básico) tales como la mímica motora y la reacción circular 

primaria.  Son  responsables  de  generar  consecuencias  afectivas  similares.  Ej.  Un  paciente 

profundamente depresivo puede producir un sentimiento reflejo depresivo en el médico,  

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37 

 A. Bellver 

b)  procesos  cognitivos  simples  se  explicarían  por  el  condicionamiento  clásico  y  asociación 

directa. Está basado en la  idea que el observador ha experimentado la reacción en el pasado similar, 

que  se  regenera  ante  las  señales de  la persona de destino o en  la  situación. Ej. el paciente puede 

mostrar  expresiones  faciales  que  le  recuerdan  al  médico  emociones  similares  que  él  o  ella  ha 

experimentado en el pasado.   

c)  procesos  cognitivos  avanzados  que  incluyen  la mediación  por  el  lenguaje  de  asociación, 

elaboración de vínculos cognitivos, y el asunción de roles y las inferencias a partir de pistas verbales. 

Ej., el médico de un paciente puede entender mejor si el paciente expresa más sobre su situación. El 

nivel de proceso cognitivo más avanzado consiste en  inferir acerca de  los pensamientos, motivos o 

intenciones; toma el papel afectivo e implica la inferencia sobre las emociones. Ej., el médico imagina 

la situación del paciente y se imagina lo que el paciente siente o piensa.  

Los  procesos  de  empatía  afectan  al  médico  (observador)  como  piensa,  como  se  siente 

(consecuencias  intra‐personales),  y  como  se  comporta  (consecuencias  inter‐personales)  con  el 

paciente  (objetivo).  Las  consecuencias  intra‐personales  pueden  ser  afectivas  o  no  afectivas:  a)  las 

afectivas  incluyen  reacciones  emocionales  paralelas  y  reactivas.  Las  emociones  paralelas  son 

reproducciones del afecto del paciente. Ej. La ansiedad de un médico ante la presencia de un paciente 

ansioso. Las emociones reactivas son respuestas del observador y no son usualmente experimentadas 

por el objetivo. Ej. El enfado de un médico  cuando observa a un paciente  tratado  injustamente. El 

distress y la compasión/ preocupación por parte del personal sanitario serían reacciones reactivas. La 

generación  de  emociones  reactivas  requieren  un  proceso  cognitivo  más  avanzado  y  b)  Las 

consecuencias  no  afectivas  son  los  juicios  atribucionales,  evaluaciones  o  creencias  hacia  la  otra 

persona.  Ej.  Estimaciones  que  hace  el  clínico  sobre  los  pensamientos,  atribuciones  y  sobre  las 

conductas  y  decisiones  del  paciente.  Las  consecuencias  inter‐personales  ilustran  los  aspectos 

conductuales  de  la  empatía,  incluyendo  conductas  de  ayuda,  agresión  y  conductas  sociales.  En  la 

relación médico‐paciente las conductas sociales como la comunicación y estilo social considerado (Ej. 

Calidez, sensibilidad, punto de vista positivo…) son los puntos principales17. Los procesos empáticos y 

resultados  intra‐personales  aumentan  el  comportamiento  de  ayuda  y  reducen  el  comportamiento 

agresivo,  fomentan  la  evitación  y  la  mejora  de  la  gestión  de  conflictos,  promueven  una  buena 

comunicación  y  un  estilo  social  adecuado.  Además,  los  procesos  empáticos  pueden  afectar  a  las 

reacciones  inter‐personales  directamente  de  tal manera  que  la  comprensión  de  la  situación  de  un 

paciente (por ejemplo, a través de la asunción de roles) conduce a los comportamientos habituales de 

ayuda18. 

 

El  Instituto Nacional del Cáncer  en  los  Estados Unidos  se ha  interesado  recientemente  en  la 

atención  de  la  comunicación  centrada  en  el  paciente  durante  el  tratamiento  del  cáncer,  y  ha 

desarrollado  la puesta en marcha de un programa amplio monográfico para explorar el papel de  la 

comunicación  como  un  medio  para  mejorar  los  resultados  de  los  pacientes  con  cáncer.  La 

comunicación  centrada  en  el  paciente  es  el  marco  de  referencia  del  programa  y  describe  seis 

funciones principales en  la comunicación médico‐paciente que  son: el  fomento de  las  relaciones de 

curación, el  intercambio de  información, estrategias de  respuesta a  las emociones,  la gestión de  la 

incertidumbre,  la  toma de decisiones  y de  gestión que permite  la  libre elección del paciente”19.  El 

curso monográfico sobre habilidades de comunicación propuesto por el Instituto Nacional del Cáncer 

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  APORTACIONES DESDE LA PSICO‐ONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE  COMUNICACIÓN 

está  diseñado  para  entrenar  a  los médicos  con  habilidades  específicas  y  que  están  estrechamente 

relacionadas  con  seis  funciones  básicas,  estas  habilidades  incluyen:  (a)  la  toma  de  decisión 

compartida,  (b)  establecer  el marco  de  la  consulta,  (c)  control,  (d)  la  comunicación  empática,  (e) 

cuestionamiento y  (f)  la organización de  la  información. En un contexto aplicado, ejemplos de estas 

relaciones  son:  (a)  información  sobre  el  pronóstico  de  una manera  que  permite  tomar  decisiones 

informadas  de  tratamientos,  (b)  el  intercambio  de  información mediante  la  comprobación  de  las 

necesidades  de  información  y  la  comprensión  del  paciente  sobre  la  información  recibida,  (c)  la 

enseñanza de la comunicación empática y habilidades para promover una respuesta apropiada por el 

profesional  ante  la  reacción  emocional;  y  (d)  ayudar  a  los  pacientes  de  cáncer  a  manejar  la 

incertidumbre haciendo un debate o discusión sobre el pronóstico de forma abierta y honesta20. 

Los  pacientes  oncológicos  en  las  culturas  occidentales  tienen  mayores  necesidades  de 

información, además quieren estar bien informados sobre su diagnóstico, las opciones de tratamiento 

y  los  posibles  efectos  secundarios  de  los  tratamientos.  Múltiples  estudios  demuestran  que  los 

pacientes quieren información sobre sus posibilidades de curación, conocer sobre la progresión de la 

enfermedad  y  los  posibles  efectos  secundarios21‐22

  con  el  fin  de  tomar  decisiones  informadas  de 

tratamiento. Por otra parte, para muchos pacientes, estas necesidades de información no disminuyen 

a medida  que  su  pronóstico  empeora23.  Por  otro  lado,  una  pequeña  proporción  de  los  pacientes 

prefieren  no  escuchar  información  sobre  su  pronóstico,  por  tanto,  la  literatura  en  psico‐oncología 

sugiere  fuertemente que el  tipo  y  cantidad de  información proporcionada debe  ser adaptada a  las 

necesidades individuales de cada paciente24. 

Básicamente hay que tener en cuenta los siguientes aspectos: 

‐ El enfermo  tiene el derecho de  ser  informado  (información adecuada a  las necesidades del 

paciente) 

‐ El enfermo  tiene derecho a  tomar decisiones. Comunicarnos con él, ayudarle a ejecutar  sus 

decisiones y ser un apoyo, pueden mejorar su estado de ánimo proporcionándole tranquilidad y 

bienestar emocional; y eliminar en todo lo posible la incertidumbre. 

‐ El enfermo tiene opinión de lo que está sucediendo. Debemos escucharle. 

 

COMUNICACIÓN  Y  ENSAYOS  CLÍNICOS   

 

En los últimos 20 años ha habido mucho debate en cuanto a si la información que se administra es 

suficiente  y  adecuada  a  los pacientes que  se ofrecen  la participación en  ensayos  clínicos  la  fase 1  en 

oncología.  Las  recomendaciones  de  la  Organización Mundial  de  la  Salud25  establece  que  durante  el 

proceso de consentimiento informado (PCI), cada paciente debe recibir información adecuada acerca de 

los objetivos, métodos, beneficios anticipados y peligros potenciales del estudio, y que  se  les ayude a 

comprender su derecho a participar, abstenerse o dejar de participar en el ensayo clínico. Los médicos 

reconocen que en la comunicación con el paciente se encuentran con muchas dificultades en el momento 

de buscar el consentimiento informado para los ensayos clínicos26. Recientemente, se ha demostrado que 

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 A. Bellver 

intervenciones  educativas  apropiadas  pueden  mejorar  tanto  la  confianza  y  la  competencia  de  los 

profesionales de la salud en el reclutamiento de los pacientes en ensayos clínicos de fase 3 27, pero no se 

evidencia eficacia y efectos similares para pacientes reclutados para ensayos clínicos de  fase 1. Esto es 

algo  sorprendente, ya que  los estudios  implican que pacientes  con  cáncer avanzado que  se  les ofrece 

ensayos en fase 1 y para quienes el tratamiento estándar ha fallado. La inclusión en los ensayos clínicos en 

esta  situación  presenta  un  conjunto  de  complejidades  especialmente  difíciles  que  pueden  requerir 

programas  de  entrenamiento  e  intervenciones  en  habilidades  específicas  y  avanzadas.  Los  ensayos 

clínicos en fase 1 tienen poca probabilidad de transmitir algún beneficio terapéutico para los pacientes, y 

llevan  unido  una  significativa posibilidad de  graves  efectos  secundarios28.  Los  pacientes  desesperados 

tienen todavía la esperanza de una cura milagrosa, no siempre se puede apreciar los principales objetivos 

de los estudios de fase 1, hay que ser especialmente sensibles y conscientes de la vulnerabilidad de esta 

población, pero a veces es difícil ver que enfoques podrían proteger a los pacientes de sus ideas erróneas. 

Las  investigaciones  apoyan  la  importancia  de  la  comprensión  del  paciente  y  la  comunicación  del 

profesional en  las siguientes secciones: presentar el objetivo del ensayo, discutir los riesgos y beneficios 

asociados a  la participación y discutir  las alternativas a la participación del ensayo, incluido el derecho a 

denegar o retirarse del ensayo clínico29. 

 

PROGRAMAS  Y  TÉCNICAS  DE  ENTRENAMIENTO  EN  HABILIDADES  DE COMUNICACIÓN  

 

La creación de talleres de comunicación para médicos persigue principalmente definir y dirigir el 

aprendizaje de las propias necesidades y dificultades para tratar de producir un cambio de actitudes, 

así como promover la probabilidad de que los logros alcanzados durante los cursos sean transferidos a 

la situación clínica real. Esto hace que el trabajo realizado en los talleres sea relevante y atractivo para 

los profesionales. El trabajo de las competencias específicas en habilidades de comunicación se realiza 

a  través de  los  cursos de  formación  cortos e  intensivos,  con grupos  reducidos,  juegos de  roles  con 

pacientes  estandarizados  (actores),  la  grabación  y  la  revisión  del  video,  la  crítica  constructiva  y  el 

feedback  del  grupo  dentro  de  un  ambiente  seguro  y  constructivo.  El  conocimiento  se  adquiere  a 

través  de  demostraciones  interactivas,  seleccionando  lecturas  claves  y  discusiones  en  grupos 

pequeños.  Las actitudes y  la  conciencia personal de  las habilidades de  comunicación  se  tratan a  lo 

largo de los cursos siempre que sea apropiado. Hay que ser cuidadosos para conseguir un ambiente en 

el que los participantes se sientan seguros, que se respete el carácter confidencial de las revelaciones 

y dinámicas realizadas entre los miembros del grupo. La confidencialidad de la discusión y el proceso 

deben estar garantizados,  los participantes por  lo general son sorprendentemente francos y directos 

en  las dinámicas. Este modelo combina elementos del aprendizaje de adultos descrito por Knowles, 

Rogers y Freire, orientado a  la  tarea y a  la experiencia de habilidades de  los métodos de grupo. El 

modelo se ha demostrado que mejora el conocimiento de los médicos acerca de las actitudes relativas 

a la entrevista médica, así como sus habilidades de comunicación30. 

El programa de formación de habilidades de comunicación denominado Laboratorio Comskil del 

Memorial Sloan‐Kettering Cancer Center  (MSKCC) en Nueva York ha desarrollado un amplio plan de 

estudios de Ciencia y Tecnología en el MSKCC. El plan de estudios básico para facultativos y residentes 

consta de seis módulos: a) comunicación de malas noticias, b) la toma de decisiones sobre opciones de 

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  APORTACIONES DESDE LA PSICO‐ONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE  COMUNICACIÓN 

tratamiento, incluyendo ensayos clínicos, c) la respuesta a la ira del paciente, d) hablar de pronóstico, 

e) discutir de  la  transición  curativa  a  los  cuidados paliativos,  y  f) discutir  las últimas  voluntades,  la 

orden  de  no  reanimar.  Además  se  ha  ampliado  a  otras  situaciones  como  la  comunicación  en 

situaciones difíciles con  la familia y  la utilización de  intérpretes en  la actividad clínica31. El programa 

está basado en  las mejores prácticas descritas en  la  literatura32, cada módulo consta de 3 horas y se 

compone de tres partes: (1) una sesión didáctica que recoge la evidencia y las revisiones bibliográficas 

que  rodean  el  tema  y  al módulo en particular,  y  además  se presenta  las habilidades  y  técnicas de 

comunicación  más  destacables  para  el  tema  del  módulo,  (2)  una  presentación  de  un  video  que 

muestra a un médico del hospital haciendo uso de estas habilidades que se enseñan en el módulo en 

particular con un paciente simulado, y (3) sesiones formadas por grupos pequeños de juego de roles, 

en  el  que  los  participantes  se  turnan  para  practicar  las  habilidades  de  consultas  con  pacientes 

simulados (actores). En estas sesiones,  los participantes reciben retroalimentación de su facilitador y 

los miembros del grupo en  relación  con  la  revisión de  su desempeño en  la  reproducción del vídeo 

grabado. La mayor parte del tiempo en cada módulo de  formación se dedica a pequeños grupos de 

tres  profesionales  cada  uno  trabajando  el  juego  de  rol  y  escenarios  dirigidos  por  uno  o  dos 

facilitadores (profesionales facultativos entrenados). Posteriormente cada médico es grabado en video 

durante las consultas ambulatorias en cuatro ocasiones: con dos pacientes antes de la formación y con 

dos pacientes después del entrenamiento. Los médicos reciben por escrito retroalimentación después 

de su pre y post entrenamiento y de las grabaciones de vídeo donde se revisa y se toma nota de sus 

fortalezas en el uso de habilidades de comunicación y de  las nuevas habilidades que se  introducen y 

además se sugieren otras que no se utilizan con frecuencia. 

El grupo del MSKCC ha desarrollado el taller sobre las estrategias en el acto de la comunicación 

en la consulta y consta de cinco componentes: (a) objetivos, (b) estrategias, (c) habilidades, (d) tareas 

de proceso y (e) evaluaciones cognitivas. (a) Los objetivos de comunicación son el resultado deseado 

de la consulta y se logra mediante el uso de estrategias de comunicación, las habilidades, las tareas del 

proceso  y  las  evaluaciones  cognitivas.  (b)  Las  estrategias  de  comunicación  son  comportamientos 

directos hacia la realización con éxito del objetivo. El uso acumulativo de estrategias facilita el logro de 

la meta. (c) Habilidades de comunicación son modos discretos (unidades de expresión) por el uso de 

los  cuales  los médicos  pueden  fomentar  el  diálogo  clínico  y  por  lo  tanto  lograr  una  estrategia  Ej. 

Reflejar, realizar preguntas abiertas, empatizar, clarificar… A diferencia de lo implícito y lo explícito en 

las  definiciones  de  las  habilidades  de  comunicación  en  la  literatura,  esta  definición  describe  una 

habilidad  de  comunicación  lo más objetiva,  enseñable  y  observable,  (d)  tareas  del  proceso  son  un 

conjunto  de  diálogos  o  comportamientos  no  verbales  que  crear  un  entorno  para  la  comunicación 

efectiva  y  (e)  las  valoraciones  cognitivas  permiten  al  clínico  formular  una  hipótesis  sobre  las 

necesidades no declaradas o no explícitas y las agendas o necesidades de los paciente puedan tener. El 

modelo se centra en  la enseñanza sobre dos tipos de evaluaciones cognitivas:  las señales y barreras 

del paciente. El desarrollo de cada nuevo módulo  incluye una serie de siete pasos consecutivos:  (1) 

revisión sistemática de la literatura, (2) el consenso de las reuniones de revisión, (3) desarrollo del plan 

modular,  (4)  los materiales de capacitación para el desarrollo,  (5) el desarrollo de escenarios,  (6)  la 

posibilidad de modificar y realizar adaptaciones interactivas y (7) la evaluación del programa33. 

El éxito del programa es clave cuando se desarrolla en el área del facultativo médico34 y trata de 

mejorar  las habilidades de comunicación para ayudar a promover que  los  logros alcanzados durante 

los  cursos  sean  transferidos  a  la  situación  clínica  real.  En  el MSKCC  han  seguido  la  estrategia  de 

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41 

 A. Bellver 

entrenar e  implicar a  los propios facultativos y ha presentar un modelo cercano, como facilitador,  la 

formación en el MSKCC de  los primeros especialistas como facilitadores fueron oncólogos, cirujanos, 

pediatras… formados primero en los módulos básicos del taller, seguido de un módulo separado sobre 

el  papel  del  facilitador  y  capacitarlos  para  ser  facilitadores  en  el  entrenamiento  en  habilidades  de 

comunicación  a  colegas,  residentes  y  estudiantes  de  la  profesión.  El  programa  es  especialmente 

valioso por  el uso de  role‐play  con  los  actores,  el  enfoque  de  los  facilitadores, de  los que  reciben 

retroalimentación, y  la exposición y entrenamiento a  las nuevas  técnicas y habilidades en el propio 

hospital. El programa está activo continuamente, con una programación a  lo  largo de todo el año. El 

97% de  los participantes refieren que el programa es muy útil y  lo recomiendan a otros colegas. Los 

participantes calificaron  los cursos como  interesantes, útiles y muy formativos y de gran  importancia 

para su propia práctica clínica y para la enseñanza secundaria a personal y a los estudiantes35. 

 

DISCUSIÓN   

 

Los  estudios  confirman  que  los  oncólogos  describen  considerables  dificultades  en  su 

comunicación  con  pacientes  con  cáncer,  pero  que,  con  la  formación  se  puede  lograr  una mayor 

confianza  y  se  puede  adoptar  cambios  en  sus  prácticas  profesionales.  La  antigüedad  y  experiencia 

clínica por sí sola no enseña a los médicos a hacer frente a las dificultades. Los médicos destacan dos 

áreas clave que a menudo se omiten en la formación médica, el manejo de habilidades de relación y 

manejo de  reacciones emocionales,  tales como  las que se encuentran en  la comunicación de malas 

noticias o tener desacuerdos con los pacientes y las familias. Muchos profesionales debido a la presión 

asistencial rara vez comprueban de manera eficaz la comprensión de la información dada al paciente o 

se interesan por las necesidades del propio paciente, y este hecho es fundamental para que se genere 

un  buen  vínculo  terapéutico  y  una  relación  de  entendimiento  y  confianza  entre  el  médico  y  el 

paciente. 

Los médicos  educados  en  un  sistema  que  prima  el  conocimiento  científico  y  que  no  se  les 

permite reconocer sus propios sentimientos y que les enseña que los sentimientos no son importantes 

o son cuestiones secundarias, es poco probable que se relacionen con empatía con sus pacientes. Esto 

lleva a muchos médicos a desarrollar un  frío distanciamiento profesional como el único medio para 

hacer  frente  a  sus  propias  reacciones  emocionales.  Este  distanciamiento  puede  tener  un  efecto 

protector, pero con el tiempo puede aislarlos de los colegas y familiares, e interfiere seriamente con la 

satisfacción y el buen rendimiento personal. Los médicos no pueden manejar sus propias reacciones o 

las  respuestas emocionales de  los pacientes  sino gozan de  las  relaciones  terapéuticas  satisfactorias 

que puede hacer que la medicina valga la pena. 

En  resumen,  los  cursos parecen  tener un efecto positivo  sobre  los médicos, provocando una 

mayor confianza en muchas situaciones comunes de entrevista con el paciente, más centrados en las 

actitudes hacia  los  enfermos,  y  ayudando  a  facilitar  los  cambios de  estrategias  y habilidades  en  la 

práctica  profesional.  En  ocasiones  se  detecta  en  los médicos  alteraciones  psiquiátricas,  trastornos, 

agotamiento  emocional  y  baja  realización  personal.  La  escasez  de  formación  en  habilidades  de 

comunicación  contribuye  a  su  estrés  y  angustia  y  les  hace menos  útiles  para  la  atención  de  los 

pacientes.  Se  necesitan más  recursos  y  políticas  en  países  desarrollados  para  hacer  este  tipo  de 

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42 

  APORTACIONES DESDE LA PSICO‐ONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE  COMUNICACIÓN 

iniciativas de  formación a disposición de  todos  los oncólogos y profesionales sanitarios. A  través de 

sociedades, universidades y hospitales se deberían desarrollar unidades para la evaluación de nuevos 

métodos de  entrenamiento  en habilidades de  comunicación  en  el  ámbito  sanitario  y  atendiendo  a 

estos  razonamientos  es  imprescindible,  dada  su  sencillez  y  bajo  coste,  aprender  a  utilizar  la 

comunicación eficazmente. 

  

 

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  APORTACIONES DESDE LA PSICO‐ONCOLOGÍA A LA FORMACIÓN EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE  COMUNICACIÓN 

28. Roberts T, Goulart B, Squitieri L, Stallings S, Halpern E, Chabner B, Gazelle G, Finklestein SJWC. 

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45 

 

FORMACIÓN   EN TÉCNICAS Y HABILIDADES 

DE  COMUNICACIÓN  PARA  MIR  DE 

ONCOLOGÍA  

Ana Blasco, Cristina Caballero y Carlos Camps  

Servicio de Oncología Médica. Hospital General Universitario de Valencia. 

  

 

INTRODUCCIÓN 

 

El  diagnóstico  de  cáncer  desencadena  una  serie  de  problemas  psicosociales  a  la  persona 

enferma,  a  sus  familiares  y  al  equipo  asistencial.  Para  poder  afrontarlos  y  manejarlos,  es 

imprescindible  establecer  vías  de  comunicación.  En  los  últimos  años,  el  cuidado  del  paciente  con 

cáncer está sufriendo grandes cambios, como    la aprobación de  la  ley 41/2002 de 14 de noviembre, 

que  establece  que  “la  información  clínica  forma  parte  de  todas  las  actuaciones  asistenciales,  será 

verdadera,  se  comunicará  al  paciente  de  forma  comprensible  y  adecuada  a  sus  necesidades  y  le 

ayudará a  tomar decisiones de acuerdo con su propia y  libre voluntad”. En este nuevo marco de  las 

relaciones  médico‐paciente  se  incorpora  el  principio  bioético  de  autonomía,  cobrando  gran 

importancia  el  comportamiento  de  los  pacientes.  Desde  esta  perspectiva,  el  paciente  ya  no  es  el 

sujeto pasivo sobre el que se realizan diferentes intervenciones sanitarias, sino que desempeña un rol 

activo, convirtiéndose en protagonista de su propia salud. 

 

MALAS  NOTICIAS: ¿QUÉ  QUIEREN  LOS  PACIENTES? 

 

Hasta hace poco tiempo, la relación médico‐paciente se basaba en un modelo paternalista, en el 

que  lo habitual era no  comunicar el diagnóstico a  los pacientes.  Los datos publicados por Oken en 

1961  son una muestra de este modelo de  relación médico‐paciente, donde el 88% de  los médicos 

ocultaban  sistemáticamente el diagnóstico de  cáncer a  sus pacientes, pese a que  la mayoría de  los 

pacientes querían conocer el diagnóstico1.  

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  FORMACIÓN  EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE COMUNICACIÓN PARA MIR DE ONCOLOGÍA  

El cambio de paradigma producido en  la atención al paciente oncológico en  la última década, 

promoviendo  una  atención  integral  y  personalizada,  considerando  los  aspectos  fisiológicos, 

psicológicos y sociales del paciente, supone un cambio del modelo tradicional por otros modelos en 

los que domina la autonomía del paciente y su derecho a la información2.  

Estudios  recientes  realizados  en  nuestro  medio  confirman  esta  tendencia:  el  81%  de  las 

personas quiere conocer su diagnóstico en el caso de padecer un cáncer y sólo el 9.6% manifiestan 

que ocultarían a sus  familiares el diagnóstico de cáncer3,4; hoy en día se postula que  la  información 

clara y veraz sobre el diagnóstico, pronóstico y opciones de tratamiento permite al paciente una toma 

de decisiones acorde a sus valores y plan de vida5. 

La mayoría de los estudios coinciden en el gran valor que los pacientes dan a la comunicación en 

la visita médica,  siendo el deseo mayoritario de  los pacientes  (90%) que  se  les  comprenda y  se  les 

explique lo que está mal (84%).  Es por ello que la cualidad más valorada es una atención centrada en 

el  paciente,  con  las  siguientes  características:  capacidad  de  escucha,  cordialidad,  calidez,  cariño, 

respeto, empatía, comprensión, concreción, seguridad,  información clara, uso de  lenguaje asequible, 

trato personalizado, interés por el otro, evitar juicios y competencia clínica6. 

 

HABILIDADES  EN  COMUNICACIÓN    

 

El objetivo de  Informar, es dar noticias sobre algo, de una forma clara, sencilla y concreta, sin 

dar valoraciones ni opiniones personales, reduciendo la incertidumbre del paciente y sus familiares. Es 

un  instrumento  clave  para  generar  una  relación  de  confianza  entre médico  y  paciente/familiares, 

favoreciendo la comunicación entre ellos.  La comunicación es un proceso más complejo, pues supone 

una participación en común, obliga a establecer una  relación e  incluye otros aspectos: verbales, no 

verbales, posturales, etc7,8. 

En términos médicos entendemos como malas noticias «cualquier información capaz de alterar 

drásticamente  la  visión  de  un  paciente  sobre  su  futuro»,  tanto  al  comunicar  el  diagnóstico  de  una 

enfermedad  considerada mortal  como  al  informar  del  fracaso  de  la  terapéutica  curativa  que  se  le 

administra9.  

Existen diferentes propuestas para la comunicación de malas noticias, pero a modo de resumen 

estas habilidades hacen referencia a las siguientes capacidades 10,11

 (tabla 1). 

 

 

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47 

 A. Blasco, C. Caballero y C. Camps 

TABLA 1. CAPACIDADES PARA LA COMUNICACIÓN DE MALAS NOTICIAS 

 

 

La  forma  de  dar  las malas  noticias  influye  significativamente  en  la  percepción  que  tiene  el 

paciente  de  su  enfermedad,  en  la  relación médico‐paciente  a  largo  plazo  y  en  la  satisfacción  de 

ambos12.  Se  ha  demostrado  que  los  pacientes  muestran  más  sentimientos  de  angustia  cuando 

consideran que los médicos les han informado de forma inapropiada13. Tanto los residentes como los 

médicos en ejercicio han mostrado tener una falta de confianza y de destreza a la hora de realizar esta 

habilidad clínica básica; uno de los mayores motivos que aducen para justificar la falta de habilidad y 

confianza a la hora de dar malas noticias consiste en el hecho de no haber recibido ninguna formación 

específica  sobre  cómo  comunicar  eficazmente  las  malas  noticias.  Estas  habilidades  no  tienen  un 

carácter  innato,  no  dependen  del  grado  de  motivación  del  profesional,  ni  se  aprenden  por  la 

acumulación de años de ejercicio profesional, requieren de programas de aprendizaje específicos. 

 

FORMACION  EN  HABILIDADES  DE  COMUNICACIÓN  

 

Es  llamativo que pese a  la  importancia que  tiene el modo de dar una mala noticia, y  la elevada 

frecuencia  que  se  produce  en  nuestra  especialidad,  no  se  proporciona  formación  específica  ni  de 

pregrado ni postgrado. Esta  formación  sigue  teniendo poco peso en el currículo  formativo del  sistema 

MIR,  con  las  dificultades  que  esto  genera  en  la  práctica  clínica  cotidiana  con  los  pacientes  y  sus 

familiares14,15

. La capacidad de comunicación con el paciente ha sido considerada como una habilidad de 

poca  importancia si  la comparamos con otros aspectos técnicos de  la práctica asistencial16. Es por ello, 

que a  la hora de abordar estas situaciones el profesional de  la salud suele tener miedos e  inquietudes, 

pues durante su etapa de formación ha recibido una formación basada en el binomio salud‐enfermedad 

desde un punto de  vista  totalmente biológico,  sin atención en  las habilidades de  comunicación. En el 

contexto clínico oncológico cada vez adquiere una mayor importancia la necesidad de poseer una buena 

formación en habilidades técnicas de Información y Comunicación.  

•  Aprender a establecer una buena relación con el paciente y su familia 

•  Saber escuchar. 

•  Entender las emociones del paciente y sus familiares 

•  Saber dar información, reduciendo la incertidumbre. 

•  Detectar y prevenir los trastornos psicológicos adaptativos más frecuentes 

•  Conseguir la colaboración del paciente y la familia. 

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  FORMACIÓN  EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE COMUNICACIÓN PARA MIR DE ONCOLOGÍA  

En la actualidad disponemos de protocolos publicados y guías de actuación, basadas en la visión de 

lo  que  el  paciente  y  su  familia  esperan  cuando  se  les  comunican malas  noticias,  pero  no  hay mucha 

evidencia de su grado de seguimiento en la práctica clínica17,  aunque existen datos que indican que los 

profesionales  que  trabajan  con  este  tipo  de  guías  presentan menos  niveles  de  estrés  a  la  hora  de 

comunicar noticias adversas13.  

El estilo de  comunicación más  centrado en el paciente,  con preguntas  abiertas, escucha  activa, 

atendiendo  no  sólo  a  lo  biológico  (enfermedad,  síntomas,  diagnóstico  y  tratamiento)  sino  también  al 

significado del proceso para el paciente   y cómo afecta a su vida, adaptando  la  información a  la que el 

paciente  necesita  en  cada  momento,  favorece  la  relación  de  confianza  y  la  sensación  de 

acompañamiento,  ayuda  y  apoyo  emocional,  aumentando  la  percepción  de  salud  y  de  control  de  la 

situación. 

La forma habitual de aprendizaje de las habilidades básicas de comunicación es la observación de 

compañeros  especializados,  con  las  deficiencias  que  esto  conlleva:  nula  sistematización  y  totalmente 

“dependiente” de  las  cualidades  comunicativas del  “maestro”. La  inclusión de estas habilidades en  los 

planes de  formación pregrado son un paso  inicial, pero se ha demostrado que estos conocimientos se 

pierden con el tiempo en el caso de que no se actualicen o no se desarrollen en el posterior ejercicio de la 

práctica profesional16‐19

.  De forma clásica la docencia en comunicación estaba vinculada a la presencia de 

un observador externo que evalúa  la entrevista médico‐paciente,   aunque en  la mayoría de  los  casos 

introduce sesgos y resulta intimidante para el paciente y el médico16. 

Estudios  aleatorizados  han demostrado una mayor  eficacia  de  cursos  intensivos de  2‐3  días de 

duración en los que se integre la teoría psicológica con dramatizaciones, grabaciones de video o actores 

representando las situaciones practicas más habituales. Mediante estos métodos, en los que se promueve 

un  ambiente  más  distendido  (menos  académico)  se  favorecen  la  crítica  constructiva  entre  los 

participantes y los formadores, la detección de fallos o momentos de bloqueos de comunicación así como 

las posibles alternativas para la resolución de conflictos20.  

Además, mediante  el  empleo  de  las  herramientas  que  la  informática  pone  a  nuestro  alcance: 

internet, multimedia  (DVD, CD‐ROM), podemos acercar  las habilidades de comunicación a  la docencia, 

permitiendo disponer de un banco de casos clínicos con situaciones complejas correctamente resueltas21. 

Estos cursos han demostrado su eficacia al mejorar de la capacidad de comunicación del oncólogo, 

persistiendo esta mejoría pasados 12 meses de la realización del curso22,23

. Otros autores recomiendan la 

realización periódica de cursos de actualización24. 

 

 

 

 

 

 

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 A. Blasco, C. Caballero y C. Camps 

TABLA 2. PUNTOS RECOMENDADOS A DESARROLLAR  EN  LOS CURSOS DE HABILIDADES  EN 

COMUNICACIÓN 

 

 

Como punto de reflexión sobre la importancia de la formación en habilidades de comunicación 

destacar  que  una  defectuosa  comunicación  de  las  malas  noticias,  puede  generar  un  sufrimiento 

añadido  para  el  paciente  o  su  familia  y  deteriorar  la  relación  posterior  médico‐paciente.  Por  el 

contrario, saber manejar  las malas noticias puede disminuir el  impacto emocional sobre el paciente, 

permitiendo ir asimilando la nueva realidad poco a poco y, afianzando la relación médico‐paciente25.  

La generalización de estos cursos de aprendizaje o su  inclusión en  los programas de formación 

(universidad, MIR) supondría para la práctica clínica de los oncólogos: 

•  Un  aumento  en  la  satisfacción  del  paciente  con  el  tratamiento  y  su  calidad  de  vida: 

humanización  de  tratamiento,  reduciendo  la  ansiedad  y  el  miedo  frente  a  los  tratamientos, 

aumentando  su  sensación  de  autoestima  y  mejorando  el  nivel  de  adaptación  emocional  a  la 

enfermedad y al pronóstico 

•  Un aumento en  la satisfacción del oncólogo con su trabajo: disminución del Burn Out y del 

estrés laboral 

•  Favorece la toma de decisiones compartidas: favorece las preguntas del paciente, reduce la 

incertidumbre de los pacientes, aumenta la sensación de autocontrol 

1.  Conocer  los  retos  más  frecuentes  que  supone  el  diagnóstico  y  seguimiento  de  pacientes oncológico. 

2.  Conocer  la  definición  y  clasificación  de  las malas  noticias:  barreras  y  condicionantes  para afrontar las tareas de comunicarlas. 

3.  Conocer las respuestas más comunes ante la recepción de las mismas,  debate sobre dar o no información y cuando hacerlo, tipos de malas noticias. 

4.  Conocer los elementos clave en  la contextualización de dar malas noticias. 

5.  Cómo afrontar el momento de dar malas noticias: evitando los sufrimientos innecesarios a los receptores  y disminuyendo el nivel de ansiedad que puede causar esta tarea. 

6.  Conocer  y  saber  aplicar  las  técnicas  fundamentales:  empatía,  normalización,  legitimación, manejo de la incertidumbre, afrontamiento de la negación, etc. 

7.  La familia y el contexto del paciente como elementos clave para la mediación y el diálogo 

8.  Cómo abordar la forma de dar malas noticias partiendo de una serie de supuestos. 

9.  Estudiar la necesidad del autocuidado del profesional: manejo de la ansiedad y estrés propio, evitando síntomas de estrés y “burn out”. 

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  FORMACIÓN  EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE COMUNICACIÓN PARA MIR DE ONCOLOGÍA  

•  Aumenta  la  adherencia a  los  tratamientos: mejora el nivel de  adaptación emocional a  los 

tratamientos 

•  Promueve la inclusión de los pacientes en ensayos clínicos. 

La complejidad del proceso de comunicación de una mala noticia, hace que el proceso sea difícil 

no solo para el paciente que recibe la información, sino también para el médico que asume el papel de 

portador de la misma. Más allá del enorme desafío que significa comunicar malas noticias, un enfoque 

humanístico y protocolizado, asociado al aprendizaje de habilidades en comunicación, pueden mejorar 

significativamente esta tarea. Existe mucha evidencia de que la actitud profesional y las habilidades de 

comunicación desempeñan un papel fundamental y decisivo en el modo en que el paciente aborda su 

problema. Cuando fracasan los tratamientos y los pacientes no pueden ser curados, la profesionalidad 

puede proporcionar alivio al dolor y esperanza sobre el futuro del paciente.  

Mediante  la  realización de  talleres y actividades docentes  se pueden poner en práctica estos 

conocimientos  que pueden suponer una ayuda a nuestros pacientes en los momentos más delicados 

de su enfermedad. Muestra de este  interés son  los  talleres organizados por  la Sección de Cuidados 

Continuos de  la Sociedad Española de Oncología (SEOM) dirigidos a residentes de primer año, con el 

objetivo de dar unas nociones básicas sobre habilidades en comunicación en  los primeros meses de 

formación del residente. 

Estos  esfuerzos  son  útiles  pero  no  suficientes,  haciendo  necesaria  una modificación  de  los 

temarios  básicos  de  formación  de  los  especialistas  que  incluyan  habilidades  y  técnicas  de 

comunicación, para ello   debemos  involucrar y concienciar a  la Universidad para que colabore en  las 

Sociedades Científicas, las Asociaciones de Pacientes y la Administración en la mejora de este aspecto 

(hasta la fecha abandonado) tan crucial de la práctica médica diaria.  

 

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52 

  FORMACIÓN  EN TÉCNICAS Y HABILIDADES DE COMUNICACIÓN PARA MIR DE ONCOLOGÍA  

24. Razavi D, Merckaert I, Marchal S, Libert Y, Conradt S, Boniver J, et al. How to optimize physicians’ 

communication  skills  in  cancer  care:  results of  a  randomized  study  assessing  the usefulnessof 

posttraining consolidation workshops. J Clin Oncol. 2003;21:3141–9. 

25. Lizarraga Mansoa S, Ayarra Elia M, Cabodevilla Eraso I. La comunicación como piedra angular de 

la  atención  al  paciente  oncológico  avanzado.  Bases  para mejorar  nuestras  habilidades.  Aten 

Primaria. 2006; 38: 7‐13. 

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53 

 

LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA 

Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA 

Mª del Mar Aires González¹ y Juan Antonio Virizuela Echaburu² 

¹ Dpto. de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos. Facultad de Psicología. Universidad de 

Sevilla. 

² Servicio de Oncología Médica, Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla.  

  

 

INTRODUCCIÓN 

 

De todas las relaciones humanas, una de las más complejas y especiales es la que se constituye 

entre el médico y el paciente. Esta relación es tan auténtica y   característica, que ha dado  lugar a un 

concepto con sentido propio: “La relación Médico‐Paciente” 1. 

A  lo  largo  de  la  historia  la  relación  establecida  entre  el  médico  y  el  paciente  ha  ido 

evolucionando, cambiando y moldeándose hasta llegar a lo que conocemos hoy. El paso de los años ha 

dejado una huella profunda en  la  relación  terapéutica, que ha pasado de  ser una  relación desigual 

entre médico y paciente, donde el médico era el protagonista y el paciente un ente pasivo, a otra en la 

que el interés se centra no ya en el paciente sino en la relación de intercambio que se produce entre 

ambos participantes. 

Por  tanto,  cada  vez  con  más  fuerza  asistimos  al  abandono  de  los  modelos  autoritarios  o 

paternalistas  por  otros más  flexibles,  honestos  y  comunicativos  (basados  en  la  deliberación)  que 

pregonan la igualdad en la relación médico‐paciente2.  

En este sentido, la asistencia a una persona debe efectuarse según unos principios básicos que 

resulten aceptables de forma universal, es decir, independientemente de cuál sea la cultura, moral o 

ética del individuo. Para garantizar los valores y derechos de los pacientes y profesionales sanitarios, la 

Bioética  considera  fundamentales  los  principios  éticos  de  justicia,  no maleficencia,  beneficencia  y 

autonomía3,4. 

Concretamente  “los  principios  de  no maleficencia  y  de  justicia  tienen  carácter  público,  y  por 

tanto determinan nuestros deberes para con todos y cada uno de los seres humanos (...). Los principios 

de autonomía y beneficencia marcan, por el contrario, el espacio privado de cada persona, que ésta 

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54 

  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA 

puede  y  debe  gestionar  de  acuerdo  con  sus  propias  creencias  e  ideales  de  vida.  Los  dos  primeros 

principios vienen a corresponderse con la llamada «ética de mínimos» (exigibles y no negociables) y los 

otros dos con la «ética de máximos»” (p.21) 4. 

A  lo  largo de este capítulo comprobaremos como  las distintas consideraciones del principio de 

autonomía del paciente explica en parte  los cambios que  la relación médico‐paciente ha sufrido a  lo 

largo  de  los  años,  así  como  la  estrecha  relación  que  guarda  con  el  concepto  “toma  de  decisiones 

compartidas”  (TDC), el  cual  surge en aquellos  contextos donde pacientes  y profesionales  sanitarios 

han de tomar decisiones sobre pruebas diagnósticas o tratamientos en los que no se dispone de una 

única o "mejor" opción5 y donde se pretende tomar decisiones para elaborar un plan de tratamiento 

eficaz, que respete las preferencias, creencias y valores del paciente. 

 

EVOLUCIÓN DE  LA  RELACIÓN  MÉDICO‐PACIENTE 

 

Hasta hace pocas décadas, el punto de vista del paciente y sus preferencias o valores no eran 

considerados por el médico a la hora de tomar una decisión acerca del plan terapéutico a seguir. Hoy 

en  día  el  paciente  asume  un  papel  activo  en  estas  decisiones  en  relación  a  su  salud  y  a  los 

tratamientos necesarios para su enfermedad. 

Dicho cambio surge a partir de la década de los sesenta cuando comienzan a confluir una serie 

de factores6: 

Progresivo descontento del paciente con  la relación de dependencia que se establecía 

con el médico. El paciente  se  consideraba una persona adulta, autónoma  y  capaz de 

recibir información sobre su salud y actuar en consecuencia. 

Creciente  deterioro  de  la  imagen  del médico,  que  pasa  a  ser  un  “técnico”  con  poca 

disponibilidad  temporal  para  el  enfermo.  El  paciente  se  considera  un  “usuario”  que 

paga por unos servicios y puede exigir unas prestaciones en consecuencia. 

Las  particularidades  del  trabajo  en  equipo  de  la medicina  hospitalaria moderna  y  la 

inserción del médico en el organigrama del sistema de asistencia público o privado, que 

conllevan  en  parte  la  deshumanización  de  la  relación médico‐paciente  y  la  falta  de 

continuidad en  la asistencia por el mismo profesional que no  llega a  conocer bien al 

paciente. 

Un buen ejemplo de  la evolución que ha  sufrido  la  relación médico‐paciente ha  sido descrita 

con sumo detalle por Ezequiel y Linda Emanuel7, los cuales proponen cuatro modelos que explican la 

relación que se establece entre ambos y que determina sin  lugar a dudas el papel del paciente en  la 

toma de decisiones médicas. 

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55 

 M. Aires y J.A. Virizuela 

Para  evaluar  estos modelos  los  autores  contemplan  cuatro  aspectos  en  base  a  los  cuales  se 

pueden identificar las diferencias entre cada uno de ellos. Estos aspectos son: 

1.  Objetivos de la interacción médico‐paciente (rol del médico) 

2.  Obligaciones del médico 

3.  Papel de los valores del paciente 

4.  Concepción de la autonomía de los pacientes. 

Su pretensión no es otra que poder contestar a la pregunta: ¿Cuál debería ser la relación ideal 

médico‐paciente? Se distinguen los siguientes modelos de relación terapéutica7: 

A. MODELO  PATERNALISTA   

Conocido  también  como  modelo  sacerdotal,  en  donde  los  médicos  adquieren  un 

protagonismo destacado en  la  relación  terapéutica quedando el paciente  rezagado  a un  segundo 

lugar. En este modelo el médico lleva el peso de la relación y las interacciones nacen y mueren en él, 

excluyendo  al  paciente  de  este  proceso.  Es  una  relación  vertical  entre  una  persona  sin 

conocimientos médicos,  desvalida  y  que  sufre,  y  otra  que  posee  el  conocimiento  necesario  para 

solucionar y/o aliviar su sufrimiento. Son obligaciones del médico asegurarse que el paciente recibe 

los  tratamientos necesarios para que mejore  su  salud  y bienestar, por  lo que  le hará propuestas 

firmes y cerradas para que recupere su salud, sin mediar más explicaciones acerca de la enfermedad, 

sus  implicaciones o  los efectos  secundarios de  los  tratamientos. En este modelo el médico  actúa 

como el “guardián del paciente” y decide  lo que es mejor para éste. Por  tanto en este modelo  la 

beneficencia parte del médico ya que se considera que el paciente no está capacitado para valorar 

las alternativas terapéuticas y decidir correctamente. Tanto es así que puede llegar a sobrepasar los 

intereses personales del paciente, quedando la autonomía del paciente pospuesta a otro momento 

que el médico considere mejor. El médico paternalista asume  la  responsabilidad de  las decisiones 

terapéuticas  a  la  vez  que  tranquiliza  al  paciente.  Este modelo  que  nació  con  Hipócrates  nos  ha 

acompañado hasta la mitad del siglo XX. 

 

B. EL  MODELO  INFORMATIVO   

También  se  le  conoce  por  modelo  científico,  técnico  o  del  consumidor‐usuario.  En  este 

modelo el médico  facilita al paciente  la  información diagnóstica y  terapéutica  suficiente para que 

éste pueda decidir la estrategia terapéutica más conveniente para la mejora de su estado de salud y 

bienestar. Para  ello,  el médico  comparte  su  experiencia  y  conocimientos  con  el  fin de  facilitar  la 

toma de decisiones por parte del paciente,  tratando de minimizar  la  incertidumbre que se genera 

normalmente en este  tipo de procesos. Este modelo sólo es aceptable en una  relación puntual ya 

que  supone  que  el  paciente  debe  tener  sus  valores  bien  definidos  y  conocidos,  y  construir  su 

elección  a  partir  de  la  información  y  de  los  hechos  técnicos  brindados  por  el  médico.  En 

consecuencia,  la autonomía del paciente es equivalente al control total del paciente sobre  la toma 

de  decisiones médicas,  una  vez  tenga  la  información  correspondiente,  esté  libre  de  coacciones 

externas e internas y sea competente. Aquí el médico no ejerce la beneficencia. Por tanto, el médico 

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56 

  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA  

que adopta el modelo “consumista” informa al paciente y se limita a ofrecer los pros y contras de las 

opciones terapéuticas existentes, sin realizar ningún tipo de recomendación que pueda  influir en la 

decisión del paciente. 

 

C. EL  MODELO  INTERPRETATIVO   

En  este  modelo,  los  autores  exponen  que  “la  interacción  médico‐paciente  se  centra  en 

discernir los valores del paciente y lo que quiere en realidad (sus preferencias) y ayudar al paciente a 

seleccionar las opciones médicas disponibles en función de sus valores. Para cumplir dicho objetivo, 

el médico  se  convierte  en  un mero  asesor,  ofreciéndole  al  paciente  explicaciones  acerca  de  la 

naturaleza de la enfermedad, los riesgos y los beneficios de las posibles estrategias terapéuticas que 

se puedan llevar a cabo, razón por la cual se deben aclarar y hacer coherentes los valores, debido a 

que  algunas  veces  no  son  fijos,  ni  conocidos  por  los  propios  pacientes.  En  este modelo,  no  es 

responsabilidad  del médico  juzgar  los  valores  del  paciente,  sino  ayudar  a  comprender  para  que 

pueda  el  paciente  determinar  la  elección  que más  sea  de  su  interés  en  función  de  los  valores 

interpretados. Es un modelo estático. 

 

D. EL  MODELO  DELIBERATIVO   

En  este  caso  se  genera  una  interacción  donde  el  médico  influye  en  la  clarificación  y 

determinación  de  los  mejores  valores  para  el  paciente  que  se  encuentra  en  una  determinada 

situación clínica. Para tal fin, el médico se convierte en un consejero que estructura la deliberación, 

informa de  las alternativas técnicas disponibles, sin coaccionar ni manipular, analiza  la  información 

de  la  situación  clínica  del  paciente,  dialogando  sobre  los  beneficios  y  riesgos  de  las  alternativas 

terapéuticas, mientras el paciente expone sus valores y comunica sus preferencias y réplicas hacia 

esas opciones. Es un modelo dinámico. De esta  forma se delibera antes de  tomar  la decisión  final 

sobre  la estrategia terapéutica a seguir. Así en este modelo  los autores consideran el concepto de 

autonomía  del  paciente  contemplando  no  solo  la  información,  la  competencia  y  la  libertad  del 

paciente, sino  la capacidad de éste para deliberar con sus propios criterios y preferencias y con  los 

que propone el médico. Este aspecto cobra especial relevancia en el tratamiento del cáncer, donde 

el  éxito  de  las  terapias  puede  depender  en  gran medida  de  la  comprensión  y  valoración  que  el 

paciente haga de las diferentes opciones terapéuticas8. 

 Como  se  ha  podido  comprobar  todos  estos modelos  consideran  la  autonomía  del  paciente 

como el aspecto fundamental que define el tipo de relación médico‐paciente, la diferencia estriba en 

el valor que  le dan a dicha autonomía. Desde este planteamiento parece ser que es precisamente el 

principio de autonomía del paciente el único responsable de  la crisis de  la beneficencia paternalista 

tradicional,  no  obstante  es  un  error  reducir  a  ello  la  fundamentación  ética  del  nuevo  modelo 

deliberativo4,9. 

En palabras de Pablo Simón (p.34) 9 este argumento “produce en los profesionales sanitarios la 

impresión de que, ahora, el que “toma el mando” en el nuevo modelo es, unilateralmente, el paciente. 

El médico  queda  relegado  a mero  ejecutor  de  los  deseos  del  enfermo,  que  se  fundamentan  en  sus 

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57 

 M. Aires y J.A. Virizuela 

derechos como usuario, y que son  ilimitados. Pero eso no es así, ni siquiera desde  la perspectiva del 

propio paciente que sigue esperando que sus médicos le ayuden a tomar decisiones, le recomienden, le 

sugieran,  le  acompañen,  le  expliquen,  aunque  respetando  su  autonomía  última  para  aceptar  o 

rechazar una  intervención. (…) De este modo, el profesional beneficente aportará a  la relación clínica 

sus  conocimientos  científico‐técnicos  y  su  experiencia  para  establecer  la  indicación  adecuada  y  el 

paciente autónomo aportará sus valores, sus preferencias y sus creencias. Lo que “debe hacerse”, por 

tanto,  será  el  resultado  de  la  ponderación  prudente  de  las  obligaciones  derivadas  del  respeto  a  la 

autonomía y a la beneficencia, en un marco preestablecido por la no‐maleficencia y la justicia”. 

Por último destacar que Ezequiel y Linda Emanuel7 afirman que “diferentes modelos pueden ser 

apropiados cuando varían  las circunstancias clínicas. De hecho,  los cuatro modelos pueden servir de 

guía  a médicos  y  pacientes  en  diferentes momentos  del  proceso  terapéutico.  Sin  embargo,  es  im‐

portante determinar un modelo que pueda ser asumido por todas  las partes, una base de referencia; 

los otros modelos podrán ser usados excepcionalmente, pero requerirán una justificación basada en las 

circunstancias concretas de la situación médica”. 

 

TABLA 1. CARACTERÍSTICAS DE LOS 4 MODELOS

  Paternalista  Informativo  Interpretativo  Deliberativo 

Valores del 

paciente 

Objetivos y 

compartidos por el 

médico y el paciente 

Definidos, fijos y 

conocidos por el 

paciente 

Vagos y controvertidos 

que requieren 

aclaración 

Abiertos al cambio y 

revisión a través de 

la discusión moral 

Obligaciones 

del médico 

Promocionar el 

bienestar del paciente 

independientemente 

de las preferencias 

del paciente 

Proporcionar 

información de los 

hechos relevantes y 

llevar a cabo la 

intervención 

seleccionada del 

paciente 

Dilucidar e interpretar 

los valores relevantes 

del paciente, así como 

informar y realizar la 

intervención 

seleccionada del 

paciente 

Articular y persuadir 

al paciente de los 

valores más 

admirables así como 

informar y realizar la 

intervención 

seleccionada del 

paciente 

Concepción de 

la autonomía 

de los 

pacientes 

Acorde con valores 

objetivos 

Elegida y controlada 

por el paciente 

conforme a la 

información médica 

Autocomprensiva 

acorde a la asistencia 

médica 

Autodesarrollo 

moral acorde a la 

asistencia médica 

Concepción del 

rol del médico Protector o guardian 

Experto competente 

técnico Consejero  Amigo o maestro 

* Tomado de Emanuel y Emanuel (1992) 

  

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58 

  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA  

TOMA  DE  DECISIONES  EN  ONCOLOGÍA   

 

Los  cambios  observados  en  la  relación  médico‐paciente  que  acabamos  de  comentar  se  han 

desencadenado por la intervención de numerosos factores entre los que podemos destacar: vivir en una 

sociedad donde existe una mayor toma de conciencia acerca de  los derechos del ciudadano y donde  la 

necesidad  de  estar  “bien  informados”  se  hace  patente,  el  fácil  acceso  a  la  información  médica 

especializada a través de Internet y los cambios en los sistemas de salud que perciben la relación médico 

paciente como de prestador de servicios‐cliente. 

Junto a estas circunstancias, los avances tecnológicos y científicos de las últimas décadas permiten 

obtener  diagnósticos  más  precisos  y  alternativas  terapéuticas  más  complejas  que  requieren  de  la 

participación del paciente que aporta sus preferencias, creencias y valores a la toma de decisiones. Así en 

algunas ocasiones  la toma de decisiones es bien sencilla ya que existe una clara evidencia científica que 

avala la decisión, mientras en otras ocasiones es obligado un debate en profundidad acerca de cuál será la 

opción más acertada5. 

El término “toma de decisiones compartidas” (TDC) se pone en circulación por primera vez en los 

años ochenta10 y aún hoy no existe un acuerdo unánime sobre su definición. No obstante, está aceptado 

por  la comunidad científica que  la TDC  implica un proceso de decisión conjunta entre el paciente y su 

médico, cuyo principal objetivo es que los pacientes estén informados y que adopten un papel activo en 

las  decisiones  sobre  su  salud5.  Este  concepto marca  una  diferencia  clara  respecto  al  consentimiento 

informado, ya que con el consentimiento informado al paciente se le proporciona información sobre las 

pruebas  diagnósticas  o  terapéuticas  que  se  le  van  a  realizar  solicitándole  su  aceptación,  es  decir  la 

decisión clínica ya está tomada y el paciente muestra su conformidad, mientras que en la TDC se exponen 

diferentes  alternativas  clínicas  para  que  el  paciente  tome  una  decisión  conjuntamente  con  el  equipo 

médico. 

Dentro de la Medicina, la Oncología es una de las especialidades donde es más delicado el proceso 

de toma de decisiones compartida (TDC). Tanto es así que hay trabajos que muestran que los problemas 

en  la  comunicación  de  la  información  diagnóstica  y  del  tratamiento  son  la  causa más  frecuente  de 

insatisfacción del paciente11,12

El proceso de comunicación en  la TDC es complejo13 y hay que  tener en cuenta que el paciente 

tiene derecho a participar de  la forma más autónoma posible durante todo el proceso,  incluyendo este 

derecho poder elegir entre tener un papel activo en  la toma de decisiones como poder delegar, total o 

parcialmente, en su médico o familiares, ya que hay pacientes que no desean participar en  la toma de 

decisiones 14‐15

 y éste es un derecho que el profesional debe respetar16‐19

. Incluso puede darse el caso de 

un mismo paciente que a  lo  largo de su proceso terapéutico modifique el tipo de  información deseada 

según cambien sus circunstancias personales o de salud20. 

En estos momentos la investigación necesita profundizar en la influencia de la cantidad y calidad de 

la  información  proporcionada,  del  modo  en  que  es  utilizada,  de  la  manera  en  que  influye  dicha 

información en la TDC, etc. También es necesario investigar sobre el tipo de pacientes, de problemas y la 

influencia de variables  (culturales,  sociales,) que determinen el deseo de  los pacientes a  implicarse en 

mayor  o menor medida  en  la  TDC,  ya  que  éste  es  un  acto  individual  que  debe  tener  en  cuenta  las 

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59 

 M. Aires y J.A. Virizuela 

preferencias,  valores  y  creencias  de  los  pacientes21‐22

,  y,  a  pesar  de  ello,  hay  pacientes  que  refieren 

sentirse inseguros durante este proceso y piden apoyo para solventarlo23. 

Para  realizar  una  TDC  coherente  es  necesario  tener  en  cuenta  una  serie  de  requisitos,  en  este 

sentido estamos de acuerdo con Cruzado24 cuando comenta  que para tomar una decisión compartida es 

necesario  elaborar  una  definición  exacta  del  problema,  un  diseño  de  equiponderación,  plantear  los 

elementos que inducen incertidumbre sobre el mejor curso de acción, proporcionar toda la información 

disponible acerca de  las mejores acciones y apoyar el curso óptimo de deliberación para decidir. Todos 

estos pasos no están exentos de obstáculos. Entre los más importantes cabe destacar la falta de tiempo 

disponible, que el nivel educativo del participante  sea escaso y no  reúna  las  características  suficientes 

para una TDC,  la predilección del paciente por una actitud pasiva en  la  relación  y el deseo de que el 

médico tome un papel más directivo, o la ausencia de medios y recursos para llevar a cabo esta ayuda. 

Otro problema que consideramos tiene la TDC es el exceso de información que a veces trae consigo 

el paciente antes de comentar el acto médico. Dicha información que a menudo viene de Internet, es a 

veces confusa, ambigua e inespecífica de cada caso y en casos extremos engañosa, falsa y que crea unas 

expectativas  totalmente alejadas de  la  realidad25‐26

. Ante esta  situación el oncólogo deberá mostrar a 

estos pacientes "informados" la validez de dicha información. 

La TDC  va  tomando auge en nuestro entorno  y muestra de ello es que en  los últimos años  los 

sistemas públicos de salud están promoviendo una  serie de  iniciativas basadas en  la consideración del 

ciudadano  como  centro  del  sistema,  donde  la  satisfacción  de  sus  necesidades  y  expectativas  es  su 

principal objetivo. Esto se traduce en desarrollar herramientas específicas para tal fin. 

Estas herramientas son cada vez más necesarias, ya que muchas veces  los pacientes  tienen que 

decidir entre diferentes y complejas pruebas de cribado, distintos tipos de tratamientos, hacerse o no un 

test genético, etc., y cualquiera de estos procesos cuenta con ventajas y desventajas con las que no está 

familiarizado el paciente, unido a que dicha decisión ha de tomarse en poco tiempo y sin que el médico 

conozca las preferencias y actitudes del paciente frente a éstas22. 

Por  tanto,  cada  vez más  se están diseñando para  los pacientes  instrumentos de ayuda para  la 

toma de decisiones  (IATD) acordes con  la patología presente y adaptados al nivel de comprensión del 

mismo27.  Los  IATD  tienen  como  objetivo  ayudar  a  las  personas  a  deliberar  sobre  sus  opciones  de 

tratamiento,  ya  sea  de  forma  independiente  o  en  colaboración  con  otros,  considerando  todos  los 

atributos relevantes que puedan ayudar a prever cómo se sentirá la persona a corto, medio y largo plazo5. 

Los IATD pueden adoptar formatos muy diversos, tales como: texto escrito, cinta de audio, video, 

DVD, página Web, programa  informático, programas  interactivos, etc28‐29

. Pueden  incluir métodos para 

clarificar y expresar  los valores y preferencias del paciente, proporcionar una guía estructurada paso a 

paso sobre las instrucciones para tomar una decisión, virtualizar los resultados posibles de cada una de las 

opciones  de  la  decisión,  etc30.  A  veces  también  pueden  incluir  historias  de  pacientes,  en  las  que  se 

describen experiencias en situaciones semejantes y las razones de sus decisiones. Asimismo, las ayudas a 

la  toma  de  decisiones  pueden  usarse    durante o  después  del  encuentro  con  el médico,  con o  sin  su 

presencia29. 

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60 

  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA  

Más concretamente en el territorio español cabe citar algunas iniciativas interesantes como el IATD 

del abordaje terapéutico del cáncer de mama en estadio inicial diseñado para el Sistema Sanitario Público 

de Andalucía: “Alternativas de tratamiento para el cáncer de mama: ¿qué opción prefiero?” 8. 

Este IATD ofrece a la paciente un Test de conocimiento con el fin de ayudarla a reconocer el nivel de 

conocimiento que ha adquirido sobre la enfermedad y su tratamiento, así como un Cuestionario‐balanza 

para  valorar  la  importancia  otorgada  a  las  ventajas  e  inconvenientes  que  se  derivan  de  cada  opción. 

Presenta los contenidos con un diseño atractivo, una extensión y lenguaje adecuado e información clínica 

de calidad. Los resultados refieren que el  instrumento resuelve  las dudas de  las pacientes en un 95% y 

tiene capacidad para resumir  la  información esencial para tomar  la decisión en un 90%. Asimismo este 

IATD ofrece información relevante que prepara a la paciente para la toma de decisiones, con una ausencia 

de conflicto decisional del 85,31 (en una escala 1‐100). 

Respecto  a  la  evaluación  de  este  IACD,  como  aspectos  positivos  del  instrumento  las  pacientes 

destacan la posibilidad de recibir información sobre el cáncer de mama con una perspectiva integral (bio‐

psico‐social) y la mejora de la relación médico‐paciente, por su parte los profesionales sanitarios inciden 

en el derecho de la paciente a participar en el proceso de su enfermedad y la necesidad de romper con el 

modelo paternalista y dirigido. 

Como  aspectos  negativos  los  profesionales  ven  el  tiempo  necesario  para  aplicarlo  como  un 

obstáculo importante no obstante los profesionales que participaron en la validación del IATD consideran 

totalmente factible el uso de este Instrumento y recomiendan firmemente la extensión de esta iniciativa a 

otros  procesos  asistenciales.    Las  pacientes  consideran  el  potencial  déficit  de  los  profesionales  en 

habilidades de comunicación para tratar valores y aspectos emocionales de la paciente. 

La investigación general acerca de la utilidad de estos instrumentos arroja resultados muy positivos 

tanto en  la pasividad,  incertidumbre e  indecisión de  los pacientes que disminuyen, como a  la hora de 

elegir  procedimientos  terapéuticos  (escogen  los menos  invasivos),  iniciar  los  tratamientos  (los  inician 

antes) y en general alcanzar decisiones de mejor calidad 31‐32

. No obstante, el IATD nunca debe sustituir el 

contacto directo con el médico sino que lo complementará. 

Cabe destacar que a pesar de que  los resultados son optimistas, en el ámbito de  la oncología no 

existe un uso extendido de estas herramientas33. 

 

 

PREFERENCIAS   DE   LOS   PACIENTES   EN   LA   TOMA   DE   DECISIONES   EN   LA   ONCOLOGÍA  

ESPAÑOLA 

 

En España, la Universidad de los Pacientes ha elaborado recientemente un nuevo trabajo2 con el 

objetivo de conocer los criterios que los pacientes utilizan en el proceso de TDC en relación al propio 

tratamiento;  incluyendo además,  las opiniones y percepciones de  los profesionales de  la oncología, 

sobre la visión expresada por los pacientes. En este estudio cualitativo se empleó la técnica de grupos 

focales, entre los resultados obtenidos cabe destacar (Pp.7‐9): 

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 M. Aires y J.A. Virizuela 

1. Pacientes  y  familiares  enfatizaron  la  importancia  y  el  valor  terapéutico  de  la  información, 

considerando que desearían recibir una  información más comprensible y ajustada a  las propias 

necesidades y preferencias. 

2. Describen un nuevo rol de paciente con un perfil más activo. No obstante,  la percepción de  los 

pacientes es que todavía no encuentran de qué manera ejercer efectivamente esta participación 

y  que  el  cáncer  es  una  enfermedad  donde  la  capacidad  de  decisión  autónoma  queda 

determinada por la complejidad y la urgencia del proceso. 

3. Existe una tendencia de cambio en el modelo de relación médico – paciente. Si bien aún no se ha 

abandonado  el modelo  paternalista,  los  cambios  en  la  sociedad  y  una mayor  implicación  de 

pacientes y ciudadanos en relación a la propia salud, hacen que se comience a evolucionar hacia 

un modelo médico ‐ paciente más participativo y deliberativo. 

4. Afectados y familiares expresan  la  importancia de que el profesional sea quien acompañe en el 

proceso de TDC e identifican algunas de las barreras que pueden interferir durante este proceso:  

La brevedad de la consulta médica y la sensación de falta de tiempo 

Las  complejidad  que  presentan  la  organización  y  la  estructura  de  los  centros 

hospitalarios 

5. Los profesionales de  la oncología consideran que un paciente puede asumir una decisión  tera‐

péutica consensuada con su médico, sólo si dispone de  la  información suficiente acerca de  las 

alternativas diagnósticas y terapéuticas disponibles para su caso y se siente acompañado por el 

profesional  que  delibera  junto  a  él  estas  opciones,  en  base  al  conocimiento  y  a  la  propia 

experiencia, en el proceso de toma de decisiones. 

6. El valor terapéutico en los pacientes oncológicos reside en:  

Recibir información sensible y adaptada a las propias preferencias y necesidades 

Comprender la información que reciben y poder integrarla en la toma de decisiones 

Confiar  en  el médico  y  establecer  una  relación  basada  en  el  diálogo  y  en  el  respeto 

mutuo 

Disponer de un oncólogo de referencia 

Recibir una atención integral y continuada 

Estos resultados no son más que el reflejo de nuestra realidad y sirven para recordarnos que la 

práctica  de  la  TDC  en  la Oncología  española  se  encuentra  en  sus  comienzos,  pero  que  ante  todo 

debemos luchar por mantener la dimensión humana de ésta, la relación médico‐paciente.  

 

 

 

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  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA  

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  LOS MODELOS DE RELACIÓN TERAPÉUTICA Y LA TOMA DE DECISIONES EN ONCOLOGÍA  

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