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OBITUARIO #25

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Obituario - Nº25 - Allen Ginsberg

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Allen Ginsberg

1926-1997

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EN LA ESTACIÓN DESAMPARADOS, MAYO 1960

Treinta y tres años.

La edad y la barba de Cristo.

La voz de la conciencia del mundo.

Peyote, marihuana, mezcalina.

Cruzando la frontera por Desaguadero en un bus,

pensando en fantasmas;

con mamá lobotomizada y muerta en el inconsciente.

Unas botas de minero compradas en Bolivia

incomodan y sacan ampollas

—es el precio de viajar con lo mínimo—.

El sol pálido calienta el pavimento

paseando por el centro de Lima,

comprando éter en las farmacias,

siguiendo la huella de un colega en busca

de la soga de los muertos

que separa el cuerpo del alma.

Benzedrina, LSD, heroína.

Vehículo psicodélico para la iluminación eterna.

Museos sexo explícito en murales, Barrio Chino;

escupiendo versos como en lasciva sesión de jazz.

Cocaína, yagé en pequeñas dosis.

Ávido de iluminación.

Una botella de whisky Dimple rellena de ayahuasca en

el hotel Comercio, no muy diferente a

un departamento del East Village,

alucinando con gárgolas que se asoman.

Yendo al bar Cordano, bajo la sombra de la estación

cruzándose con el poeta de la casa de cartón.

Hemorroides secas, Estación Desamparados.

Anteojos como ventanas que escudriñan al mundo

preparados para la experiencia en la selva.

En una semana serían treintaicuatro años

y en algún lugar de la sierra sentiría al Gran Ser

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Diego Mercado Villarroel

acercándose a la mente con una gran vagina dentada.

Un trip metanoico en la selva

que inducía a enfrentar a la muerte

reproduciendo vida.

Solo, cruzando la calle hacia la estación

como un viejo profeta

que va a encontrarse con su destino,

anunciando su permanencia mística entre los vivos.

Tomando el tren,

un viejo Cristo solo en la estación

viajando a la revelación final.

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David Durán

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La conciencia cubierta de palabras, la mente está cubierta [de

palabras,

vida y muerte son palabras, las palabras están cubiertas de [palabras.

Allen Ginsberg

AMO A LOS BEAT

Amo a los Beat cuando salen de la cama,

con su pelo despeinado

y el surco de sus gafas

dibujado en la patilla.

Amo a los Beat y su look anti-creacionista,

dispuestos a comerse el mundo,

a romper los moldes a base de teclas.

[Re-percusión de metal y tinta]

Amo el amor a la madre de Ginsberg

su oración, su locura

y su aullido.

Amo su barba ensortijada

que tamiza la longitud del cuello,

y oculta su boca,

como si todas sus palabras

salieran de un agujero negro.

De lo más oscuro

de su propio uni-verso.

Jorge Ortiz Robla

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Sandra Martínez

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SOMOS EL RESIDUO DE LOS YUPPIES

¿Qué esperáis de nosotros?

Nos lo habéis dado todo masticado,

regurgitado, infectado.

Somos el residuo del residuo

la copia, de una copia de otra copia.

Ideales difuminados.

Sin futuro en los bolsillos.

Tirados en vuestras casas.

Creyéndonos importantes.

Admirando edulcorados ídolos.

Posando frente a los espejos

con nuestros estúpidos tatuajes y peinados.

Ya no somos tan osados, tan críticos, tan sabios.

Ya no leemos, danzamos, ni charlamos.

Ya no luchamos, creemos, ni amamos.

Ya no vivimos, morimos, ni nos drogamos.

Como lo hicieron antes.

Aurora Munt

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Pigeon P

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ALLEN Y BOB

Allen se perfuma la barba frente al espejo. Está nervioso, ha quedado

con un joven cantautor de rizos angelicales. Hoy puede ser un gran

día o una jornada nefasta. América, te lo he dado todo y ahora no soy

nada, suspira. América, dame al joven cantante judío. Nuestro amor

será kosher.

Llaman a la puerta. Es él. O el cartero, pero pensemos que es él.

Vuelve a mirarse al espejo. Quizá tenía que haberse hecho un par de

trenzas en la barba, como una alegre colegiala. Qué tontería, si las

colegialas no tienen barba. Da igual, era una metáfora, se justifica.

Abre la puerta. Es él, no el cartero. Bob saluda con un gesto de la

cabeza y pasea sus rizos por la sala de estar de Allen, que siente

ganas de llorar de felicidad.

—Siéntate en el sofá, enseguida te sirvo una copa —dice con un

aplomo que le sorprende incluso a él.

—Gracias —contesta el lacónico cantante.

—¿Puedo llamarte Bobby?

—No.

He abusado de mi suerte, piensa Allen. Rápido, arréglalo,

pregúntale por su arte.

—Yo también he estado muchas veces blowing in the wind —dice

como un idiota—. Lo cual es muy peligroso, pues si te pilla la policía…

Bob le mira con ojos aterrados. Está a punto de levantarse y

marcharse para siempre, comprende Allen en un súbito arrebato de

claridad. Y con él se marchará también el tren de la modernidad, su

última oportunidad de estar en la onda.

—Mejor será que hablemos del tiempo —improvisa—. Cuéntame

eso de la lluvia que dices que va a caer.

Gabriel Noguera

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MÉTODOS DE VUELO

Me dijo que era paracaidista

y que «nada como saltar con lluvia»

Me dijo

«Eres tú quien cae sobre las gotas, no ellas sobre ti»

y yo pensé

en Oliverio Girondo

y la mujer que vuela

pensé que había encontrado por fin al hombre que vuela

hablándole a la lluvia que lo mira fijo y con ojos abiertos

como observando

un punto diminuto en el horizonte

sonriendo

gritando

gimiendo

volviendo a nacer

Lo veo siempre

cayendo en su paracaídas

está conmigo

los dos felices, ebrios de nosotros

certeros de la muerte

pero llenos de libertad

siempre solos

con nuestras bocas

con nuestros cuerpos

con el cielo a cuestas haciéndonos compañía

nuestros rostros desproporcionados

contagiados de viento

adquieren su forma

el agujero negro es el paraíso

caemos livianos

ahí pájaros cantando

el whisky es el mar

el vino es el agua del rio

todo es tan hermoso

el agujero negro es un árbol

Page 13: OBITUARIO #25

el agujero negro es una esfera blanca y enorme

el oxigeno se va acabando

y nos volvemos morados

purpura

violeta

nos volvemos poesía beat

somos el ultimo verso que escribió Ginsberg cayendo al infinito.

Pamela Rahn

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María Simó

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EL LOBO QUE CAMBIÓ AMÉRICA

Walt Whitman

éste es el lobo que cambió América

Jack London

éste es el lobo que cambió América

Allen Ginsberg

éste es el lobo que cambió América

¿Oís el aullido del lobo que cambió América?

Éste es el lobo que cambió América.

M.Onetti

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Álvaro Gastmans

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HE VISTO MI CONFESIÓN...

He visto a las mejores mentes de mi generación hundirse en

relaciones fáciles, sin sentido, plagadas de histeria —ellas—,

inmersos en las apariencias perfectas —ellos— sin arriesgarse a vivir

el amor verdadero que desangra el alma y quita el sueño, acaso,

mientras se piensa en la persona amada cuando se está lejos de ella.

He visto a las mejores mentes de mi generación, perderse en

relaciones efímeras, irreales, frías, carentes de sentimientos y

ausencia del rojo latente que todo lo envuelve.

He visto a las mejores mentes de mi generación huir del compromiso,

de la lucha que requiere mantener intacto el perfume de los cuerpos a

la distancia.

Pensaba en mis palabras. También era yo una cobarde. Besé la foto

de Ginsberg que descansaba sobre mi escritorio. Me castigaba por no

poder quitarme de la mente —una mente de esta generación

moderna— ese par de ojos verdes que, donde quiera que fuesen,

siempre lo iluminaban todo. Recordaba cierta vez que acaricié un

mechón de su cabello castaño húmedo, recién lavado y cómo su

sonrisa me hizo estremecer.

¿Por qué me estaba prohibiendo sentir? Para Allen no fue difícil,

medité.

¿Qué hubiese hecho él en mi lugar? Amar. Ésa fue la respuesta que

encontré.

Salí al balcón. Bajo las estrellas me persigné de la vergüenza que me

invadía. Había tomado una decisión. Regresé a la sala, tomé el tubo

del teléfono y disqué.

—¿Hola?

—Hola, Carmen, soy Helena. Quería decirte que te amo.

Crista Smith

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I.

También nosotros hemos visto

a las mejores mentes de nuestra generación

destruidas por la locura,

hemos visto caer estatuas milenarias,

desplomarse nuestro amor desde el tercero.

Hemos visto maricones apaleados en los pueblos

o yonkies con la cartera llena de billetes.

Hemos visto a la televisión recitar mantras

para vendernos pastillas que no necesitamos,

locos en sillas de oficina firmando nuestros cheques.

Hemos visto gatos durmiendo a los pies de la cama

mientras se cometen asesinatos,

sangre en los bordillos,

artistas esposados.

¿Y os preguntáis por qué nos hemos vuelto locos?

Simplemente porque nosotros también llevamos

vuestros genes.

Javier G. Calabria

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II.

También respiramos el humo

para alimentar nuestros cuerpos tóxicos

corroídos por el deseo absurdo

de llegar a entender la muerte.

Amanecimos nostálgicos esperando

una respuesta que nos salvase

y nos asomamos como Cowen a la ventana

para pensar en un futuro

que no llega.

Usamos el poema como excusa

y aprendimos que el amor duele

como la guerra en un país extranjero.

Elevamos al infinito las palabras

y sucumbimos al placer de los infiernos

inciertos que nos acogieron.

La ciudad no supo contener

nuestras gargantas psicodélicas

repitiendo el eco del aullido de perros furiosos

a través del tiempo.

También nosotros hemos visto

a las mejores mentes de nuestra generación

destruidas por la locura.

Marina Alcolea López

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Luis Vicente Carretón

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RAPSODIA YANQUI PARA ALLEN GINSBERG

Aúlla ahora tu canción

como en aquel café de San Francisco,

degenérate, colócate, relájate…

y observa bien la caída de América.

Muéstranos su sueño, su pesadilla,

¡oh, tú, Allen Ginsberg, Homero de América!

Daniel García Florindo

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Lola Marín

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VISIONES ESPONTÁNEAS

Abril, 1960. La escena se da en oficinas de la Embajada

estadounidense en La Paz, Bolivia.

Nuestro héroe está sentado en una habitación asoleada. El viento

sopla y le hace cosquillas en la espesa pelambrera de su rostro.

Los funcionarios al pasar no evitan detenerse unos segundos y

observar esa barba de Jesús trasnochado.

—¡A ver, que pase el gringo hippie! —grita un policía desde una

oficina contigua—. ¿Su nombre es Alan Gisbert?

—No oficial, Allen Ginsberg, Ginsberg —responde luego de pedir

la traducción.

—¡Sus documentos! —gritó—. ¡Pasaporte, a qué se dedica!

—Soy poeta —acota mientras su mano va disimuladamente a

tocar su trasero. Las almorranas le comenzaban a molestar.

—Poeta el gringo —comenta entre risas el oficial—. ¿Viene de los

States?

—Sí, pero en realidad soy un judío gay budista

Si el policía hubiera entendido algo de inglés lo metía preso.

—¿Y a qué ha venido?

Nueva traducción, esperando respuesta.

—Me voy hacia el Perú, y estoy de paso. He estado en el cine y

en algunos cafés, pero antes de irme espero encontrar algo de

marihuana.

—¿Y ha logrado fumar algo?

—Un poco, sí. Siempre hay alguien que proporciona esas cosas.

También intento hallar algo de ayahuasca.

—¿Ayahuasca?

—Sí, para tener visiones, abrir la puerta a las emociones que

perduran. Y tratar de verle la cara a Dios.

—¿Me estás mamando, jodido gringo?

—Con gusto, oficial, pero Peter no debe enterarse, ¿de acuerdo?

Es una suerte que no creamos en el matrimonio —responde sonriente

con un brazo alrededor del oficial.

—Mejor váyase de una vez. Está todo en orden y no hay nada

que lo retenga —responde sorbiendo una taza de café frío.

—Excelente. ¡Que viva América!

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Diego Mercado Villarroel

Atraviesa la puerta de la oficina y, cual acto de magia, se esfuma

como un Jesús suburbano que predica con el más crudo de los

ejemplos.

Si consiguió ayahuasca en Bolivia nadie lo sabe, la encontraría en

el Perú. Lo que sí se sabe es que de Sudamérica se fue con el ojo

dilatado, el trasero lleno de pentotal sódico y con otra visión del

universo.

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Fidel Martínez

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A Conchi, siempre

I write poetry because I suffer, born to die, kidneystones and high

[blood pressure, everybody suffers.

I write poetry because I suffer confusion not knowing what other

[people think.

I write because poetry can reveal my thoughts, cure my paranoia also

[other people’s paranoia.

Allen Ginsberg, Improvisation in Beijing

Dime la verdad desde el principio

el porqué de todo esto

de los atascos

de las bombas atómicas

de los despertadores

de la gente

de sus traiciones

de sus mentiras

Por qué durante la noche

veo el reverso de la moneda

y se encienden

mis deseos en la conciencia

Dime por qué

siento en la memoria

una furia de la nostalgia

Dime quién es

el que vive a dos tiempos

pero siente solo en uno

Dime quién es

el que trémulamente esboza unos torpes versos

Page 27: OBITUARIO #25

que no es poeta ni se siente pero lo intenta

y para quien (también) hay golpes en la vida tan fuertes

ese que se pregunta (como aquel) por qué hizo dios un mundo tan

[triste

que piensa (como el otro) que no hacemos el Amor

sino que el Amor nos hará a nosotros

que sólo existe entre tus brazos

cuando TÚ dices SÍ

Dime la verdad desde el principio

o entonces miénteme sin que se te note

ni me duela.

Salvador Rodríguez Arana

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«Los hombres de negocios son serios. Los

productores de películas son serios. Todo el

mundo es serio menos yo».

Allen Ginsberg

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COLABORADORES

Marina Alcolea

David Durán

Javier G. Calabria

Luis Vicente Carretón

Daniel García Florindo

Álvaro Gastmans

Lola Marín

Fidel Martínez

Sandra Martínez

Diego Mercado Villarroel

Aurora Munt

Gabriel Noguera

M. Onetti

Jorge Ortiz Robla

Pigeon P

Pamela Rahn

Salvador Rodríguez Arana

María Simó

Crista Smith

DIRECCIÓN

Sonia Marpez

Gabriel Noguera

DISEÑO Y PORTADA

Sonia Marpez

Obituario N.25 – Allen Ginsberg

Publicado el 5 de abril de 2015

obituariomag.blogspot.com

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