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ma de los Ángeles ayala (I ADVERSIDAD DE ALICANTE) Otras voces críticas: Emilio Bobadilla, Rafael Altamira y los textos de Emilia Pardo Baxán La incursión de Emilia Pardo Bazán en la escena de la vida cultural española del último tercio del siglo XIX fue un revulsivo, pues si bien es verdad que existían otras plumas femeninas, la valía intelectual, el espíritu abierto, su innata curiosidad y el carácter decidido y desafiante, en ocasiones, de nuestra escritora, no pasaron desapercibidos. Desde el primer momento sus trabajos literarios y críticos despertaron atención y generaron un numeroso conjunto de voces críticas laudatorias o desfavorables. De todos son bien conocidos los principales apoyos con que contó doña Emilia, al igual que las opiniones de signo contrarío que sufrió durante su trayectoria crítica y creadora. Las reseñas que en su día escribieron Manuel de la Revilla, Clarín, Galdós, Gómez de Baquero, Menéndez Pelayo, Valera, Luis Vldart, Luis Alfonso, Cánovas del Castillo, el padre Blanco y García, Andrés González Blanco, entre otras, son frecuentemente tenidas en cuenta en la realización de las ediciones que sobre la obra pardobazaniana se han publicado en estos últimos años, al igual que en estudios específicos sobre el tema (Davis: 1954 y 1956; Sotelo: 1990; Rubio: 2003; Penas: 2003). En este trabajo, no obstante, nos centraremos en otras voces críticas, no demasiado estudiadas y que aportan consideraciones nuevas al corpus crítico que envolvió la producción de Emilia Pardo Bazán. Me refiero a los trabajos que le dedicaron dos críticos de muy distinto talante: Emilio Bobadilia, el temible Fray Candil, y el ponderado y ecuánime Rafael Altamira. El primero de ellos, Emilio Bobadilla1, entendía la crítica literaria a la manera de Clarín2, tal corno apunta la propia Emilia Pardo Bazán en la carta prólogo que redacta para la Nacido en Cárdenas (Cuba) en 1868. Hijo de un distinguido abogado y profesor de Derecho romano en la Universidad de La Habana, se trasladó a Madrid siendo aún niño y en su Universidad Central estudió derecho civil y canónico. Desde muy joven comenzó a colaborar en el Madrid Cómico V, posteriormente, en otros periódicos madrileños -El Liberal, Los Lunes del Imparcial, La Lectura, Nuestro Tiempo...-. Artículos de crítica literaria y social suyos se pueden encontrar igualmente en periódicos cubanos, como El Amigo del País, El Epigrama, El Carnaval, La Habana Cómica, Revista Habanera, El Museo, La Habana Elegante, Revista Cubana, El Radical, El Fígaro, La Lucha, entre otros. En París colabora en La Nouvelle Revue, La Revue Bleue, Le Fígaro, La Revue de Revues, La Renaissance Latine j Le Gil Blas y en Londres en Athenaium. Como poeta publica, entre otros, los siguientes volúmenes: Sal y pimienta (colección de epigramas) (1881), Relámpagos (1884), Mostaza (1885), Fiebres (1889), Vértice (1902), Rojeces de Marte. Asimismo edita cuatro volúmenes de novelas -Novelas en germen (1900), A fuego lento (1903), En la noche dormida (1913) y En pos de la paz. Pequeneces de la vida diaria (1917)- y dos libros de viajes -Bulevar arriba, bulevar abajo. Psicología al vuelo (1911) y Viajando por España (1912)-. 2 El propio Emilio Bobadilla, a la altura de 1888, declara lo siguiente: "Yo soy admirador de Alas y leo con envidia sus críticas" (1888: 261). Califica a Clarín de escritor satírico, que aplica su sátira a la literatura, de crítico de agudísimo ingenio, de erudición varia y sana y singular chiste, de pensador con talento y subraya su forma original forma de escribir. Estas alabanzas no empañan la admiración que siempre profesará Bobadilla por Taine, el crítico literario que más admira. En años posteriores las relaciones entre Clarín y Fray Candil se enturbiarán, llegando, incluso, a protagonizar un duelo. Vid. a este respecto la reciente biografía que sobre Clarín ha publicado el profesor Yvan Lissorgues (2007: 620 y ss.).

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Page 1: Otras voces críticas: Emilio Bobadilla, Rafael Altamira y

ma de los Ángeles ayala(I ADVERSIDAD DE ALICANTE)

Otras voces críticas: Emilio Bobadilla, Rafael Altamira y los textos de Emilia Pardo Baxán

La incursión de Emilia Pardo Bazán en la escena de la vida cultural española del último tercio del siglo XIX fue un revulsivo, pues si bien es verdad que existían otras plumas femeninas, la valía intelectual, el espíritu abierto, su innata curiosidad y el carácter decidido y desafiante, en ocasiones, de nuestra escritora, no pasaron desapercibidos. Desde el primer momento sus trabajos literarios y críticos despertaron atención y generaron un numeroso conjunto de voces críticas laudatorias o desfavorables. De todos son bien conocidos los principales apoyos con que contó doña Emilia, al igual que las opiniones de signo contrarío que sufrió durante su trayectoria crítica y creadora. Las reseñas que en su día escribieron Manuel de la Revilla, Clarín, Galdós, Gómez de Baquero, Menéndez Pelayo, Valera, Luis Vldart, Luis Alfonso, Cánovas del Castillo, el padre Blanco y García, Andrés González Blanco, entre otras, son frecuentemente tenidas en cuenta en la realización de las ediciones que sobre la obra pardobazaniana se han publicado en estos últimos años, al igual que en estudios específicos sobre el tema (Davis: 1954 y 1956; Sotelo: 1990; Rubio: 2003; Penas: 2003). En este trabajo, no obstante, nos centraremos en otras voces críticas, no demasiado estudiadas y que aportan consideraciones nuevas al corpus crítico que envolvió la producción de Emilia Pardo Bazán. Me refiero a los trabajos que le dedicaron dos críticos de muy distinto talante: Emilio Bobadilia, el temible Fray Candil, y el ponderado y ecuánime Rafael Altamira.

El primero de ellos, Emilio Bobadilla1, entendía la crítica literaria a la manera de Clarín2, tal corno apunta la propia Emilia Pardo Bazán en la carta prólogo que redacta para la

Nacido en Cárdenas (Cuba) en 1868. Hijo de un distinguido abogado y profesor de Derecho romano en la Universidad de La Habana, se trasladó a Madrid siendo aún niño y en su Universidad Central estudió derecho civil y canónico. Desde muy joven comenzó a colaborar en el Madrid Cómico V, posteriormente, en otros periódicos madrileños -El Liberal, Los Lunes del Imparcial, La Lectura, Nuestro Tiempo...-. Artículos de crítica literaria y social suyos se pueden encontrar igualmente en periódicos cubanos, como El Amigo del País, El Epigrama, El Carnaval, La Habana Cómica, Revista Habanera, El Museo, La Habana Elegante, Revista Cubana, El Radical, El Fígaro, La Lucha, entre otros. En París colabora en La Nouvelle Revue, La Revue Bleue, Le Fígaro, La Revue de Revues, La Renaissance Latine j Le Gil Blas y en Londres en Athenaium. Como poeta publica, entre otros, los siguientes volúmenes: Sal y pimienta (colección de epigramas) (1881), Relámpagos (1884), Mostaza (1885), Fiebres (1889), Vértice (1902), Rojeces de Marte. Asimismo edita cuatro volúmenes de novelas -Novelas en germen (1900), A fuego lento (1903), En la noche dormida (1913) y En pos de la paz. Pequeneces de la vida diaria (1917)- y dos libros de viajes -Bulevar arriba, bulevar abajo. Psicología al vuelo (1911) y Viajando por España (1912)-.2 El propio Emilio Bobadilla, a la altura de 1888, declara lo siguiente: "Yo soy admirador de Alas y leo con envidia sus críticas" (1888: 261). Califica a Clarín de escritor satírico, que aplica su sátira a la literatura, de crítico de agudísimo ingenio, de erudición varia y sana y singular chiste, de pensador con talento y subraya su forma original forma de escribir. Estas alabanzas no empañan la admiración que siempre profesará Bobadilla por Taine, el crítico literario que más admira. En años posteriores las relaciones entre Clarín y Fray Candil se enturbiarán, llegando, incluso, a protagonizar un duelo. Vid. a este respecto la reciente biografía que sobre Clarín ha publicado el profesor Yvan Lissorgues (2007: 620 y ss.).

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publicación de Reflejos de Fray Candil3. El carácter batallador y polémico es el rasgo que destacan todos los contemporáneos de sus escritos. Así, por ejemplo, Antonio Escobar lo define como crítico de raza, pues acierta, merced a su talento, gracia y saber, en sus censuras y elogios. Lo califica asimismo de crítico sincero "ya que no respeta los ídolos [...] Cree que un buen argumento vale más que un nombre reputado. Si descubre faltas en los que otros se han habituado a venerar, las presenta con valentía" (1886: 2). El resultado, para Antonio Escobar, es que esta forma de entender la crítica despierta muchas simpatías y enemistades, discusiones, ataques y defensas acaloradas. González Serrano, por su parte, subraya, a la altura de 1894, su fama de crítico insobornable, que "censura cosas y personas con una severidad rayana en lo cruel. No se casa con nadie más que con la verdad tal como la entiende" (1894: Vil). Actitud que mantiene a pesar de que sus críticas duras y severas le proporcionen serios disgustos. González Urbano apunta que Emilio Bobadilla concibe la misión de un crítico "como la de juez inflexible. Dura lex, sed lex. Caiga quien caiga [...] y que triunfe la verdad" (1984: VIII), de ahí que arremeta con fuerza contra los escritores más reputados, pues mayor es su responsabilidad en su quehacer literario. La crítica así se convierte en un reactivo poderoso aplicado a los que han llegado ya a la cumbre. Sin embargo, González Urbano, no está de acuerdo con que este mismo tono severo lo extienda hacia escritores de menores aptitudes: "Sea o no cuestión de temperamento ¡a severidad de juicio de Fray Candil, nos parece fecunda cuando la aplica a los de arriba; se nos antoja cruel e inmerecida cuando la emplea en las más obscuras medianías" (1894: XIII-XIV). González Urbano lo que le censura, fundamentalmente, es que en la mayoría de la ocasiones, Emilio Bobadilla se centre en la denuncia de las deficiencias de la obra literaria, sin subrayar los aspectos positivos de la misma. Para el citado crítico Fray Candil "Mata pájaros a cañonazos [...] con algunas críticas, que superan a lo criticado, y que escritas de forma positiva, sin el aperitivo de la censura personal, serían una obra valiosa y además buena" (1894: XII). Aplaude, por el contrario, la agudeza y ponderación crítica de que hace gala cuando se centra en los comentarios que le sugieren las obras de sus autores preferidos: Valera, Menéndez Pelayo, Taine, Flaubert o Zola. Este carácter polémico de sus críticas es destacado también por el propio Emilio Bobadilla al señalar el motivo que le lleva a elegir como seudónimo Fray Candil: "[...] Me firmo Fray, porque los frailes gozan de cierta inmunidad, para decir cuanto les venga al hábito, y Candil, porque gusto de hacer luz donde imperan las sombras" (1886: 131). Emilio Bobadilla tuvo que defenderse en muchísimas ocasiones de los ataques de aquellos que habían sido objeto de sus dardos críticos, así, por ejemplo, en el artículo titulado Sinceridad crítica, encontramos un escueto párrafo que resume su actitud vital:

Yo nunca me propuse ser rico, me he propuesto ser franco y veraz. Expongo con llaneza los estados intelectuales que me sugiere lo que leo, sin que se me dé un comino del rutinario sentir del vulgo. No lisonjeo la vanidad de nadie. No abrigo la pretensión absurda de que mis juicios sean artículos de fe, ni de que prevalezcan entre los ajenos (1894: 76).

3 Emilia Pardo Bazán en la mencionada carta prólogo, fechada el 14 de octubre de 1885, apunta lo siguiente: "Los artículos que Vd. me envía me han proporcionado muy grato solaz. Revelan, además de fácil y correcta pluma, excelente ingenio y recta intención literaria. Su desenfado no traspasa los límites del buen gusto. Este es mi juicio sincero (...] Crea usted que me agrada conocer algo del movimiento literario de esa Antilla. Veo que no falta allí quien siga con provecho las huellas de Clarín’' (1886: s. p.)

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Bobadilla se sitúa en ia línea de críticos como Guyay, Lemaître, France y otros críticos franceses, que sólo pretenden ofrecer su impresión persona!. Si "[...] ser sincero, ser franco, equivale a ser eternamente pobre, eternamente odiado, eternamente preterido... ¿Qué importa? El regocijo interior bien vale que se le sacrifique todo eso" (1894'. 78). Fray Candil siempre hará ostentación de su independencia de criterio, tal como se refleja, entre otros muchos, en el siguiente fragmento:

No soy crítico, ni gana. Soy un aficionado que tiene la franqueza de decir en alta voz, y sin ambages, lo que piensa. Mo me caso con nadie, no adulo a nadie. De suerte que en mis juicios no se enredan ni resentimientos, ni odios taciturnos, ni desengaños ni envidias (1892: 111).

Fiel a este principio Emilio Bobadilla redactó numerosos artículos en las páginas de periódicos como Madrid Cómico, El Liberal, Los Lunes del Imparcial, Los Madríles, La Lectura, Nuestro tiempo, además de colaborar en revistas hispanoamericanas y francesas, trabajos que fueron la base de sus obras Escaramuzas (1888), Capirotazos (1890), Triquitraques (1892), Solfeo, critica y sátira (1894), La vida intelectual (1895) y Al través de mis nervios (1903).

Emilio Bobadilla dedicó un número reducido de artículos a hablar de modo exclusivo de alguna obra de Emilia Pardo Bazán4 *. Sin embargo, su nombre aparece constantemente en reseñas críticas dirigidas al estudio de obras de otros autores-3, lo que prueba el insistente interés que la escritora suscitó siempre en el mencionado crítico, especialmente durante la década que se extiende desde el año 1885, fecha en la que Emilia Pardo Bazán redacta una carta prólogo para el primer volumen que publica Emilio Bobadilla -Reflejos de Fray Candil (1886)-, hasta la edición, en 1895, de La vida intelectual (Folletos literarios). Durante estos diez años las referencias a la autora gallega son numerosas.

La valoración que de la obra de Emilia Pardo Bazán realiza Fray Candil resulta contradictoria, pues se aprecia mayor respeto y consideración por la misma en las primeras reseñas, mientras que, a medida que transcurre el tiempo, la ironía en el comentario y las

4 Vid. “Apuntes autobiográficos", en Escaramuzas, 1888, pp. 47-54; "Emilia Pardo Bazán y Eca de Queiroz’, "De vuelta de París" y "De mí tierra", en Capirotazos, 1890, pp. 39-48, 237-244 y 385- 391, respectivamente; "Riña de gallos", "Pedanterías de doña Emilia", "Baturrillo- La metafísica y la poesía - El caído de doña Emilia y el pulque de la Flaquer.- Colón y Bobadilla", "insolación", en Triquitraques, 1892, pp. 109-113, 133-139, 147-153, 21 5-225, respectivamente; "Los plagios de doña Emilia" y "Sinceridad crítica", en Solfeo, 1894, pp. 25-32 y 73-78: "De oro y azul", en La vida intelectual (Folletos críticos. Baturrillo, 1895 (2“ ed.J, pp. 67-71.3 Vid a este respecto sus artículos "Notas bibliográficas" y "Polémica”, en Escaramuzas, 1888, pp. 201-208 y 257-268, respectivamente; "De todo un poco", "Estudios críticos" "Libros nuevos", "Impresiones literarias", "Los Académicos", "Teatros" y "Loza ordinaria (artículos de Andrés Corzuelo), en Capirotazos, 1890, pp. 9-18, 81-104, 141-152, 153-162, 252-256, 327-346, y 361- 368, respectivamente; “Mar y cielo. (Drama de Ángel Guimerá)", "Todo en broma (Versos de Vital Aza)", "Un crítico incipiente", "Baturrillo", “La vida cursi. (Artículos de Taboada)", "Estudios críticos (Por V. González Serrano), en Triquitraques, 1892, pp. 9-16, 17-24, 69-76, 77-82, 141-146 y 163- 174, respectivamente; "Algo sobre la prensa", en La vida intelectual (Folletos críticos). Baturrillo, 1895, 2a ed., pp. 50-55.

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descalificaciones se suceden. El propio Bobadilla es consciente de este sesgo e incluye en Triquitraques (1892) una declaración explícita con la que pretende justificar su actitud y su cambiante valoración:

Recuerdo haber elogiado a doña Emilia pero aduzco como disculpa ¡os pocos años que yo contaba y mi escasísimo o ningún saber A medida que he ¡do leyendo autores extranjeros, que he ido viviendo, lo cual equivale a decir que he cosechado decepciones de todo linaje, mi admiración por doña Emilia, como por (a mayoría de muchos a quienes he elogiado con exceso, ha ¡do apagándose, ciñéndose a la verdad y a la justicia, reduciéndose a los límites de una discreta aprobación (1892: 111-112).

Así, en su temprana obra de crítica, Escaramuzas (1888), pondera el acierto de la inclusión de los Apuntes autobiográficos como prólogo a Los Pazos de Ulloa. Frente a las opiniones contrarias de Menéndez Pelayo6, Pereda7, Lorenzo Benito de Endara8, entre otros, Emilio Bobadilla proclama lo siguiente:

A mí me deleitan sobremanera estos trabajos confidenciales cuando están escritos con talento [...] Saber lo que piensa y siente por lo bajo un buen escritor; enterarse de las peripecias de su vida, así literaria como privada, no sólo sirve de mucho al crítico para juzgar con acierto, sino que es además delicada golosina estimadísima de los refinados sibaritas del entendimiento (1888: 49).

El crítico subraya la preeminencia de Pardo Bazán entre las escritoras de su tiempo, a la vez que valora su capacidad para expresar las ideas y pensamientos de forma sobria y castiza. Las palabras laudatorias, como no podía ser de otra forma, alternan con frases irónicas donde Bobadilla, socarronamente, expresa su sorpresa por la precocidad lectora de ¡a escritora o por su inclinación al estudio del latín con el fin de leer las Geórgicas virgilianas a temprana edad. No obstante, su valoración, como hemos apuntado, es totalmente positiva:

doña Emilia, cuenta, con todos sus ápices, su vida literaria, desde sus primeros versos y dramas, que nunca llegaron a publicarse, hasta sus obras de crítica y sus novelas que todos conocemos y aplaudimos. He leído con fruición estos Apuntes que están magistralmente escritos y exhalan un exquisito perfume de amenidad (1888: 53).

Excelente también le parece De mi tierra, conjunto de "originales y provechosos estudios críticos" (1890: 157), tal como asevera en un artículo titulado "Impresiones literarias". A esta misma colección de artículos le dedicará un estudio monográfico titulado, precisamente, "De mi tierra". En él, Bobadilla, simulando escribir una carta dirigida a la escritora, aplaude el contenido y la forma de la obra. Resalta, entre otros

6 Vid. la carta dirigida a Valera el 14 de noviembre de 1886, donde califica de pedantería los Apuntes autobiográficos (Artigas Ferrando y Sainz Rodríguez, 1946: 315).

Vid. la carta que Pereda envía a Galdós el 9 de noviembre de 1886. En ella califica los Apuntes autobiográficos de "cursilería semi-estúpida que tumba de espaldas" (Ortega, 1964: 114).8 Lorenzo Benito de Endara tilda de incompletos los Apuntes autobiográficos, pues sólo se esboza la personalidad literaria, mientras que la faceta humana de (a escritora se oculta (1887).

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aspectos, el acierto crítico de la escritora al analizar la sátira Devoción por conveniencia de Lamas Carvajal, el admirable retrato que consigue del Padre Feijoo, al igual que su discurso sobre la poesía regional gallega "materia que dilucida usted con erudición y sorprendente sentido crítico. Esta pieza bastaría para acreditarla de eximio crítico si no hubiese usted dado pruebas anteriores de serlo con la publicación de su Cuestión palpitante" (1890: 391). Bobadilla en sus críticas se hace eco de algunas de las sucesivas polémicas en las que se vio envuelta la escritora coruñesa9. En unos casos, como en la mencionada Cuestión palpitante, Bobadilla se alía con las tesis expuestas en ella y las defiende al señalar que "el libro de la estilista coruñesa no es un elogio ciego, como algunos se figuran; es una crítica, una crítica profunda" (1888: 265). De su contenido destaca tanto la elegante claridad de su prosa como el estudio del origen del naturalismo, la definición, en su acepción literaria, de la propia palabra naturalismo, el sentido del determinismo de los clásicos que Zola ha traído a la novela moderna y su distinción del realismo frente al naturalismo. Asimismo, al comentar elogiosamente la aparición de los Apuntes sobre el nuevo arte de escribir novelas de su admirado Valera, donde se refuta la doctrina naturalista, evita confrontar la visión de ambos novelistas, asegurando que "Valera viene a decir casi lo mismo que la Sra. Pardo Bazán. Claro que Valera discurre por cuenta propia, y los argumentos que emplea son suyos, y la erudición que vierte, de primera mano" (1888: 204). Palabras que deberemos tener en cuenta, pues en artículos posteriores Bobadilla acusará reiteradamente a Emilia Pardo Bazán de plagiaría. Así, ante el revuelo suscitado por las tres conferencias pronunciadas en 1887 por la escritora en el Ateneo madrileño sobre la literatura rusa -publicadas, primero, en la Revista Española y más tarde en el tomo titulado La revolución y la novela en Rusia (1887)-, Bobadilla, fiel a su ¡dea de que la crítica venera servilmente al autor consagrado, denuncia el escaso eco obtenido por el libro de Francisco de Asís Icaza, Examen de críticos, en el que se "prueba matemáticamente que la Sra. Pardo Bazán ha plagiado (como suena) todo un libro de Melchor de Vogüé" (1895: 54). Fray Candil se lamenta de que los críticos no se hayan "atrevido a citar, ni por ensoñación, a doña Emilia. A la cual se continuará llamando ilustre y egregia, a pesar del plagio. ¡Oh, qué gran país!" (1895: 54). Denuncia que se reitera en otros artículos de carácter satírico, como en el titulado "De oro y azul", donde comenta, con malicioso humorismo, la entrevista que el crítico Pérez Nieva realiza a Pardo Bazán en su propia casa para la revista Blanco y Negro. Bobadilla, con clara intencionalidad, denomina a la escritora Emilia Pardo Vogüé (1895: 67). Es evidente, tal como ha señalado la crítica posterior, que ni Icaza ni el propio Bobadilla en sus críticas resaltaron la trascendental importancia que tales conferencias tuvieron para el conocimiento de la literatura rusa en España, como tampoco las reflexiones que sobre

9 Fundamentalmente Bobadilla se hace eco de las polémicas literarias suscitadas entre Emilia Pardo Bazán y Valera, Pereda, Clarín e Icaza. En algunas de ellas Emilia Pardo Bazán no responde a los ataques, en otras, lo manifestado en sus artículos críticos, se ratifica en nuevos estudios. Sería el caso de la polémica sostenida con Pereda a raíz de la aparición en El Imparcial el 9 de febrero de 1891 de su artículo "Los resquemores de Pereda". El 21 del mismo mes José Ma de Pereda responde al artículo de doña Emilia con "Los comezones de la señora Pardo Bazán", artículo que será contestado inmediatamente con la inserción en el mismo medio periodístico de "Una y no más... al público y al Sr. Pereda". No obstante la polémica se mantiene por parte de la escritora coruñesa desde las páginas del Nuevo Teatro critico en artículos como "Pereda y su último libro" y "Juicios cortos. Al primer vuelo".

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el género novela le sugiere la lectura del libro de Vogüé10 * 12. Igualmente Bobadilla se hace eco en sus reseñas de las conflictivas relaciones que Emilia Pardo Bazán mantiene por estos años con Clarín y Pereda. Así, por ejemplo, en "Riña de gallos", Bobadilla, con no poco gracejo y cierta aviesa intención, alude a esta situación:

doña Emilia ha logrado lo que se proponía: ser traída y llevada en letras de molde. Pero buena granizada le ha caído encima: de un lado, Clarín, el voluble, punzante y quisquilloso crítico (amigo mío cuando yo le incensaba) la satiriza a diario, sacando a relucir los errores en que incurre, ya gramaticales, ya ideológicos; de otro Pereda, que la tilda de marisabidilla, de intrusa, de femme savante, que diría Molière" (1982: 109-110).

No obstante, Bobadilla coincide con los juicios desfavorables de Emilia Pardo Bazán a la hora de enjuiciar Nubes de estío de Pereda (1892: 109-110). En "Baturrillo", artículo inserto también en Triquitraques (1892), alude al folleto publicado por Clarín, Muséum (Mi revista), en el que relata la razón de su sonada renuncia como redactor de la España Moderna y donde arremete contra su director, Lázaro Galdiano, por injerir en su trabajo y en su independencia como crítico literario, con tal de propiciar una favorable acogida de las últimas novelas de la escritora coruñesa (Lissorgues, 2007: 573-576). Bobadilla muestra su coincidencia con Clarín al rechazar Insolación y denunciar los defectos de Morriña. Es más, señala que "[...] Cada día escribe doña Emilia con menos fuerza y novedad. A veces mueve la pluma que da gusto; pero otras, cuando cuenta, por ejemplo, encocora y fastidia" (1892: 81). Asimismo, en párrafos posteriores ratifica su opinión sobre la evolución descendente de la narrativa pardobazaniana:

Dice vulgaridades impropias de su ingenio; dibuja tipos anodinos, borrosos y escoge asuntos nada interesantes para sus novelas. Además, se ha entregado a un naturalismo estrambótico, sui géneris, excomulgado por el propio Zola en el prólogo de La mariposa" (1892: 81-82).

Conviene señalar en este momento que Bobadilla ya había expresado con anterioridad su rechazo a ambas novelas en su obra Capirotazos. En el artículo titulado "Impresiones literarias" las califica de mediocres (1890: 157) y en "Libros nuevos" adelanta, refiriéndose a Insolación, que "la novela me ha gustado en lo atañedero al estilo y a las pinturas alegres y luminosas en que abunda. Respecto del argumento... es harina de otro costal" (1890: 142). Finalmente, en Triquitraques inserta un artículo dedicado exclusivamente al estudio de Insolación. Al juzgar la novela Bobadilla mezcla cuestiones estrictamente estéticas con consideraciones morales. Desde su punto de vista es inconcebible que una mujer del nivel

10 Recordemos que fue a partir de 1885, durante su estancia en París, cuando doña Emilia descubrela novela Crimen y castigo de Dostoïevski. En estancias sucesivas en la capital de Francia la novelista se contagia del fervor que el público francés experimenta por la literatura rusa. Doña Emilia se documenta en la Biblioteca Nacional de París e intercambia opiniones con quienes como Isaac Y- Pavlovski, periodista y traductor del ruso, pueden proporcionarle información. Así, en carta fechada el12 de octubre de 1886, Emilia Pardo Bazán le confiesa a Narcís Oller su intención de llevar a cabo un estudio sobre esa nueva literatura que se estaba abriendo camino. (Vid. Patiño, 1997: 239-273).

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50cia¡ y formación moral de la protagonista trueque alegremente su visita a la iglesia por un paseo por la romería: "una señora, una verdadera señora no se va de juerga y menos con un hombre a quien apenas conoce" (1892: 222). La excursión de Asís con Pacheco es calificada por el crítico de "pecado gordo, en frío, sin circunstancias atenuantes y con ribetes de desliz chabacano" (1892: 222) a pesar de que, como muy bien aprecia el lector, no ocurre nada censurable en ese primer encuentro entre la pareja. Bobadilla, fiel a su época, no acepta un comportamiento femenino que se escapa a las normas sociales, como tampoco cree justificados los argumentos expuestos por el comandante Pardo, ni que Pacheco termine casándose con la viuda: "Crea doña Emilia que pocos se casarían si les dejasen probar antes la fruta prohibida" (192: 224). Desde el punto de vista literario Bobadilla no duda en achacarle una tesis determinista -''la fuerza física (el sol) venciendo la libertad moral, que está por encima de todo, en el sentir de los católicos" (1892: 223)- lo que estaría en contradicción con las ¡deas religiosas que profesa la escritora y la defensa del libre albedrío que consagran las mismas. Asimismo rechaza la intromisión constante de la autora en la narración a cada paso, arrebatando la palabra a los personajes. Es evidente que Bobadilla es este aspecto asimila la voz del narrador con la de la propia autora. En el artículo no todo son censuras, pues aprecia los sugestivos capítulos en los que se describe la romería, al igual que el diálogo fácil y ágil que la novelista vierte en muchas páginas. Para Bobadilla, Emilia Pardo Bazán es mejor crítico literario que novelista. Señala que, desde su punto de vista, Pardo Bazán no tiene temperamento de novelista. "Es una escritora inteligente que desgrana con arte el diccionario sobre unas cuartillas [pero] se echa de menos, cierta tristeza, cierta melancolía inseparable de toda reflexión intensa acerca de la vida" (1892: 218). Su carácter alegre, optimista le hace apreciar la naturaleza, pero "no la siente en sus múltiples relaciones [y] no se para a meditar en lo que esto reunido significa" (1892: 218), de ahí que concluya su juicio con el siguiente párrafo:

Doña Emilia, a pesar de sus alardes naturalistas, da poca importancia al documento humano. Prefiere fantasear la vida a transcribirla íntegra, caliente. Es más artista de gabinete, de libros, que artista nervioso y observador al aire libre. En sus novelas se ve el artificio antes que la inspiración franca y honda. (1892: 219).

Es evidente que su admiración por la obra de la escritora coruñesa va decreciendo con ei transcurrir del tiempo. Recordemos, por ejemplo, las palabras pronunciadas por el crítico a la altura de 1888, cuando afirmaba lo siguiente:

Cada día crece mi admiración por la narradora elegante y castiza de Un viaje ele novios. Lo que me sorprende en Emilia Pardo, más que el relampagueo de su prosa, es el vigor del discurso y el desenfado varonil con que habla de las cuestiones más graves [...] Ella lee a Zola y le discute sin rubores de sexo; ella se burla de las nebulosidades de Krause; ella se empolva las manos escrutando libros de erudición, cuyo sentido sabe desentrañar y pinta a la vez escenas de amor y paisajes de la naturaleza con los colores más encendidos del estilo (1888: 47-48).

Elogios que contrastan con la actitud de permanente desacuerdo y censura que se aprecia en obras posteriores de Bobadilla. El artículo titulado "Pedanterías de doña Emilia" Pudiera aclarar este cambio, pues en él se aprecia que la popularidad y protagonismo de la escritora le molesta sobremanera como a otros personajes de la época: "Está visto: doña Emilia Pardo Bazán no puede estarse quieta. Es como la vieja de los charcos: en todo se brete. No hay entierro en el que no lleve su vela correspondiente, las más de las veces sin pue se la den" (1892: 133). El artículo no puede ser más demoledor. Censura tanto el

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ritmo vertiginoso con que la escritora publica en los periódicos, como lo variado y amplio de sus intereses y asuntos. Así, señala Bobadilla, lo mismo escribe sobre la pena de muerte en El Imparcial, que sobre el inventor del submarino -"Se ha salido con la suya: quiere que la llamen poligrafa y escribe, como una enciclopedista, de todo, ¡hasta de Peral!" (1892: 134)-. Artículos que desde su punto de vista adolecen de superficialidad, donde se aprecia un estilo pedantesco y desigual, en los que las voces castizas y aristocráticas alternan con "vocablos de dudoso linaje y villanescas" (1892: 136). Bobadilla, en esta ocasión, establece un paralelismo entre el significativo personaje moratiniano de D. Hermógenes y doña Emilia, especialmente por la utilización de un lenguaje en el que aparecen voces rebuscadas y pedantes. Asimismo advierte la falta de calidad y gracia de los cuentos que publica en La España Moderna -"¡Qué diferencia la que se nota entre estos cuentos insípidos y los de Guy de Mauppasant, por ejemplo!" (1892: 135)- y, después de calificar con el adjetivo de ma/a a Una cristiana, describe Pascual López como un "verdadero amasijo de prosa insoportablemente arcaica y apelmazada" (1892: 135). Bobadilla achaca al temperamento impaciente y nervioso de Emilia Pardo Bazán su incapacidad para la reflexión, de ahí que en muchos de sus libros se aprecie "la ausencia de profundas ideas, de sentimientos hondos y complejos" (1892: 135) o su fracaso a la hora de plasmar los análisis psicológicos. Fray Candil, para hacerse perdonar sus negativas apreciaciones sobre la creciente actividad periodística y creadora de la escritora, otorga a su artículo una cierta tonalidad didáctica al advertir a sus lectores, e indirectamente también a doña Emilia, que "no tengo inquina contra ella. Es más, soy admirador suyo cuando escribe como el arte encierra. Si la critico es porque va echándose a perder lastimosamente, y no está de más recordarla -con el debido respeto- que aún hay quien sabe distinguir, como dice la chulapería madrileña" (1892: 134), palabras que estarían en consonancia con la misión del crítico literario que Bobadilla defiende.

Parece evidente que la popularidad de la escritora es, al menos, un detonante importante de sus agrias censuras, pues tanto en este artículo mencionado como en otros muchos la denomina, irónicamente, poligrafa o catedrática, a la vez que subraya la pretensión de Emilia Pardo Bazán por ingresar en la Real Academia de la Lengua o critique su Nuevo Teatro Crítico por contener "mucha hojarasca, muchas ideas traducidas, mucho absolutismo velado por las flores del estilo, mucha pedantería retórica y ninguna ciencia moderna" (1892: 113). La actitud decidida de Pardo Bazán de participar como un miembro más en el movimiento cultural y literario de estos años, le acarrea que Bobadilla le acuse de exhibir una actitud pedante y vanidosa, tal como se aprecia en las palabras que Fray Candil dedica al relato de viajes Al pie de la Torre Eiffel o en la parodia que sobre el mismo lleva a cabo en su artículo "De vuelta de París" (1890). Prevención contra el protagonismo de una escritora que, posiblemente, le lleve a emitir erróneamente palabras tan duras como las siguientes:

¿Qué me ha enseñado doña Emilia? Poco o nada, salvo palabras arcaicas, neologismos caprichosos, giros audaces y floridos. Pero ¿me ha mostrado una visión nueva del arte, horizontes ignorados, sugestiones de ideas y sentimientos no experimentados por mí? ¿Me ha hecho reír, me ha hecho meditar? De ningún modo. Lo que ha hecho es obligarme a consultar mucho diccionario. Ni más ni menos.

Doña Emilia no es escritora sugestiva [...] tiene buen sentido, inteligencia clarísima, calor de pluma; pero carece de atractivo ideólogo, de poder evocador (1892: 1 12-113)

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Frente a las opiniones de Fray Candil las debidas a Rafael Altarnira11 presentan un tono distinto, aunque en algunos momentos ambos críticos coincidan en algunas de sus apreciaciones. En las reseñas críticas de Altarnira el tono agresivo y polemista desaparece, prevaleciendo un análisis sereno y meditado, tal como cabía esperar dada su condición de profesor universitario y de su propio temperamento moderado. Altarnira se documenta concienzudamente, expone sus argumentos de forma mesurada y hace alarde siempre de una gran claridad expositiva. El crítico alicantino siempre se mostró partidario del ejercicio de una crítica profesional, científica, si utilizamos su propio término, ejercida por un individuo educado, preparado por sus especiales conocimientos literarios y por sus muchas lecturas. Aboga por una crítica justa, mesurada, alejada de atrabiliarios pareceres o evanescentes polémicas y dogmatismos. Altarnira siempre señaló dos funciones fundamentales que debía cumplir la crítica literaria; la primera, de carácter didáctico, "en cuanto el crítico, por su cultura especial y por su gusto depurado, puede educar el gusto de los otros y guiarlos en sus lecturas" (1907: 235). La segunda corresponde a la estrictamente literaria, destacando que a) realizar un ensayo crítico “lo que más importa en la crítica no es el juicio de la obra, sino lo que acerca de ella se le ocurre a un hombre de talento, de ingenio, que hace arte con motivo de una obra ajena" (1907: 235). Ambas funciones están, sin duda, presentes en sus reseñas a las obras de Emilia Pardo Bazán.

A diferencia de Emilio Bobadilla, en Altarnira no se observa ningún prejuicio contra la actitud de una escritora que no está dispuesta a dejarse arrebatar su derecho a gozar de su cuota de protagonismo en la vida cultural española. No está de más recordar en este momento la carta abierta que Altarnira publicó en La España Moderna (26 de febrero de 1891) a raíz de la negativa de la Academia a acogerla entre sus miembros. En ella el crítico alicantino expresa sin ningún tipo de reserva su inclinación a que la mujer ocupe un puesto en la Real Academia de la Lengua, ofreciendo, con no poca sorna, a los académicos que habían justificado su negativa en el hecho de la ausencia de precedentes, los casos cíe las pintoras Mariana Silva Bazán y Sarmiento, María Ana de Waldstein y Josefa Miranda, acogidas en la Real Academia de Bellas Artes con voz y voto o el de María Isidra Quintina. Guzmán, a quien la Academia de la Historia admitió entre sus miembros.

Hasta el momento presente, dada la dispersión en la que se hallan los trabajos de crítica literaria debidos a Rafael Altarnira en la prensa periódica, contamos con escasas reseñas suyas dedicadas al análisis de la obra de Emilia Pardo Bazán. Artículos circunscritos a un lapso de tiempo reducido, 1888-1891, y localizados en las páginas de la Revista Contemporánea, la mencionada España Moderna y, sobre todo, en La Justicia, periódico fundado por Nicolás Salmerón y en el que participó Altarnira, bien como articulista, bien como director, durante esos años. Fundamentalmente Altarnira centra su análisis en dos de sus novelas -Morriña y La piedra angular-, aunque también encontramos referencias y opiniones acerca de Insolación, De mi tierra y el Nuevo Teatro Crítico.

11 Rafael Altarnira y Crevea (1866-1951) se doctoró en Derecho en Madrid en 1887, entablando una estrecha amistad con Giner de los Ríos, Azcárate, Salmerón, Cossío y Costa, intelectuales que ejercerán una influencia decisiva en su trayectoria profesional e intelectual. En 1887 obtuvo la cátedra de Historia del Derecho Español en la Universidad de Oviedo, formando parte de un claustro en el que figuraban conocidos discípulos de Giner de los Ríos -Álvarez Buylla, González Posada, Sela y el propio Leopoldo Alas-, Su estancia en esta ciudad fue fructífera ya que logra compaginar sus tareas docentes con la publicación de numerosos artículos y libros sobre derecho, historia y literatura.

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A Morriña Altamira dedica una escueta reseña, anunciando su publicación, en la Revista Contemporánea (1889: 221) y un artículo mucho más detallado y analítico en el número correspondiente al 18 de noviembre de 1889 en La Justicia. En ambos vincula la recién publicada novela con Insolación, pues el propósito que la autora se traía entre manos era, según intuye Altamira, ofrecer a sus lectores diversos estudios psicológicos, distintos casos amorosos, teniendo Madrid como escenario de los mismos. La valoración de la novela, sin embargo, no es exactamente igual en la reseña y en el artículo, pues la primera es fruto de la impresión inmediata que le causa la lectura de la narración, mientras que la segunda nace de un análisis pausado, tras concederse mayor tiempo de reflexión12. Así mientras el tono laudatorio predomina en la reseña -ensalza el tono festivo y suelto de la narración, la minuciosidad descriptiva, la observación y el sentimiento delicado que transmiten sus páginas- en el artículo, Altamira advierte algunas deficiencias en la narración. Para el crítico doña Emilia no ha sabido desarrollar con total acierto "la pasión irreflexiva del adolescente y el amor a la tierra", dos asuntos interesantes, que pudieron dar, desde su punto de vista, mayor juego a la escritora. Altamira percibe, además de la ausencia de observación y vivacidad en los retratos y conversaciones de los personajes que acuden a la tertulia de doña Aurora, que la novela de los apetitos de Rogelio y de las debilidades románticas de Esclavitud, "no tiene nada que ver con lo que la rodea; pasa como en abstracto, y por una falta de acuse en los móviles psíquicos que, aparte de la inclinación instintiva fisiológica, determinan el hecho, queda en aventura vulgar y de escaleras abajo" (19-XI-1889).

De ahí que señale que, desde su personal apreciación, Morriña es inferior a Insolación, novela que "respiraba realidad, frescura y observación delicada" (19-XI-1889). Para Altamira la cuestión principal que le plantea la lectura de Morriña consiste en si es lícito o no que una autora que ha sido capaz de escribir relatos como Bucólica, El Cisne de Vilamorta, Los Pazos de Ulloa y "las bellezas de observación y análisis esparcidas en esa joya de doña Emilia Pardo, que se titula De mi tierra" (19-XI-1889), se contente con ofrecer a sus lectores una obra de puro e inocente entretenimiento. Desde su punto de vista, doña Emilia, autora que siente el arte de veras y que se toma muy en serio su creación literaria, está obligada a ofrecer a sus lectores algo más, una reflexión más honda y profunda sobre el ser humano y la sociedad. Altamira destaca, por el contrario, el esmerado estilo de la novelista, que es fruto del hermanamiento entre el casticismo académico y el amor a los efectos nuevos de la frase o la inclusión de atrevidas palabras nuevas.

La piedra angular satisface, por el contrario, a Altamira, pues la novela se ajusta a lo que el propio crítico exige a la novela de su tiempo:

En la novela no se puede, no se debe demostrar nada. Las más graves cuestiones, las más palpitantes disputas, se muestran [...¡El mérito del que escribe reposa tan sólo en haber observado bien ios hechos por los que se muestra y revela la cuestión, los conflictos reales que suscita y los fenómenos psíquicos, sociales e individuales que provoca (2-11-1892).

12 Esto es un procedimiento habitual en Altamira. En los estudios dedicados al teatro galdosiano se observa claramente cómo va matizando las primeras impresiones recibidas a medida que se suceden las reseñas críticas sobre una misma obra. Vid. Ayala (2008).

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Eso es lo que desde su punto de vista ofrece la novela pardobazaniana. Así, Altamíra manifiesta su satisfacción cuando su nueva novela se distancia tanto del cuento amoroso ligero y vulgar como de la novela moralista, para centrarse en una de las cuestiones sociales que más polémicas suscita: la pena de muerte y la condición del verdugo. El crítico muestra tanto el choque de las distintas teorías penalistas como los prejuicios existentes contra el verdugo y los propios criminales. Desde su punto de vista, y a diferencia de lo opinado por otros críticos, doña Emilia no pretende demostrar nada, lo que ha conseguido plenamente la autora es, tras estudiar la cuestión planteada en el seno de la sociedad contemporánea, dejar que sean los propios personajes los encargados de reflejar la situación y hacer que el lector reflexione sobre tan graves cuestiones. En este sentido le parece admirable el capítulo IX, que contiene la conversación de asunto criminológico entre Moragas, el médico, y Febrero, el abogado, que recoge el pensamiento general de los grupos sociales que cada uno de ellos representa. No menos brillante le parece la forma como aborda el problema psicológico del verdugo, expuesto en los capítulos X, XI y XII, en los que sobresale el diálogo entre Rojo y el doctor Moragas, "quizá el más movido y profundo que doña Emilia ha escrito" (2-11-1892). Altamíra, historiador del derecho, parece haber recabado la opinión del médico y antropólogo Rafael Salilias antes de escribir su artículo, pues apoyándose en el criterio del célebre autor de La vida penal en España (1888), resalta el perfecto estudio de ia figura del verdugo llevada a cabo por la escritora, con "su concepto del organismo social, del imperio absoluto de la ley, del carácter material y formalista del derecho, de la solidaridad entre el legislador que dicta el Código, el juez que lo aplica y el cadalso que lo ejecuta, es una de las notas maestras de la novela" (2-11-1892).

Igualmente acertada le parece la inclusión del crimen de la Erbeda, que viene a ensanchar el horizonte del libro, pues en vez de centrar la narración en un estudio psicológico individual, el alma de Juan Rojo, rodea la figura del verdugo de toda una serie de circunstancias que contribuye a resaltar con enorme vigor el conflicto, "que no es el de un hombre ante la fatalidad de su destino, sino el de la sociedad entera ante la carga de sus prejuicios hereditarios, de sus errores judiciales y de la crueldad [...] de sus procedimientos justicieros" (2-11-1892). La valoración de Altamira, pese a que la narración no está exenta de algunos defectos13, no puede ser más positiva, pues viene a "reforzar esa corriente de seriedad en el pensamiento y de novedad en los asuntos, que inició Galclós con Realidad" (2-11-1892) y que lleva a la novela española a alejarse de los modelos eróticos franceses y acercarse al trascendentalismo en su intención de la novela rusa y alemana.

Durante estos años Altamira, además de escribir reseñas críticas sobre obras literarias concretas, dedica en ocasiones su "Correo Literario" o "Revista Literaria", los dos nombres con que denomina la sección fija que él firma en La Justicia, a dar noticia de las novedades editoriales que van apareciendo. Así, en lo que respecta a la producción literaria de Emilia Pardo Bazán, Altamira en el número correspondiente al 8 de marzo de 1889 anuncia la aparición del "precioso libro" de doña Emilia titulado De mi tierra y ofrece algunos

13 Rafael Altamira advierte que la autora concluye la novela sin el mismo ímpetu creador que el inicio de la misma, como si quisiera terminarla a toda costa, incluyendo el suicidio de Rojo de forma demasiado deprisa, sin la necesaria motivación, lo que le otorga al mencionado suicidio carácter de recurso escénico y no final simbólico como han opinado otros críticos.

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datos interesantes, como la excelente acogida y venta del libro, a pesar de tratarse de un ejemplar caro, o la publicación con anterioridad en la Revista de España, en la Revista Contemporánea y en el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza de algunos capítulos del mismo. Para Altamira los artículos de crítica literaria que configuran el libro

Son de lo mejor que conozco de la autora; difieren en carácter y aun en tono -menos erudito, pero más sentido, más entusiasta- de La Cuestión Palpitante y La Novela Rusa; pero el asunto está mejor conocido y tratado con mayor originalidad y reflexión. La literatura gallega debe agradecer a la señora Pardo esta presentación elegante que de ella se hace (8-111-1889).

Por último sólo cabe señalar las referencias que en estos "Correos Literarios" (10-1-1892 y 7-11-1892) encontramos al Nuevo Teatro Crítico, donde se subraya el éxito alcanzado por la revista, éxito justificado, desde su punto de vista, por resultar amena y variada, por ofrecer una crónica inteligente y completa del movimiento literario en España y porque doña Emilia se revela en sus páginas capaz de llevar a cabo una crítica oportuna, perspicaz, culta y bien escrita.

Como se ha podido percibir en estas páginas las aseveraciones de ambos críticos están matizadas e interpretadas desde su peculiar reflexión del texto leído y su particular concepto de la crítica literaria. Una crítica que gusta del enfrentamiento, de la polémica y que parece buscar la réplica del autor analizado, en el caso de Emilio Bobadilla, frente a una crítica ponderada al máximo, que busca, además de orientar a los lectores y alertar al escritor sobre posibles errores, ofrecer las ideas e impresiones que le sugiere el texto leído. No obstante, sin entrar a valorar la superior sutileza crítica de Altamira sobre Bobadilla, lo cierto es que, tanto en uno como en otro, se advierte el interés por la obra de doña Emilia, por sus novelas, por sus reflexiones críticas o escritos polémicos. Es el ejemplo de dos críticos que, pese a discrepar en sus juicios, no dudaron en situar a la escritora coruñesa en el reducido elenco de novelistas de una generación cuyo principal mérito literario consistía, precisamente, en la descripción de una realidad social a través del tamiz de un temperamento.

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