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Padilla Libertador del Caribe Grancolombiano

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CUADERNOS DE LA EXPEDICIÓN PADILLA

PadillaLIBERTADOR DEL CARIBEGRANCOLOMBIANO

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Los Cuadernos de la Expedición Padilla son una serie de publicaciones que recoge los materiales de esta iniciativa organizada en conmemoración del Bicentenario de la Independencia de

Cartagena de Indias.

Expedición Padilla

COMISIÓN DE COORDINACIÓN INTERINSTITUCIONAL

Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias/Judith Pinedo Flórez, AlcaldesaUniversidad Tecnológica de Bolívar/Patricia Martínez Barrios, RectoraArmada Nacional de Colombia/César Narváez Arciniégas, Contralmirante Fuerza Naval del CaribeEscuela Naval Almirante Padilla/Pablo Romero Rojas, AlmiranteCentro de Formación de la Cooperación Española/Lidia Blanco, DirectoraAlcaldía Mayor de Cartagena de Indias/Rafael Vergara, Asesor BicentenarioInstituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena/Irina Junieles, Directora

COMISIÓN ACADÉMICA

Alberto Abello Vives/Universidad Tecnológica de BolívarAdelaida Sourdis/Academia Colombiana de HistoriaAdolfo Meisel/Banco de la RepúblicaAline Helg/Universidad de GinebraAntonio Hernández Gamarra/Observatorio del Caribe ColombianoAriel Castillo Mier/Universidad del AtlánticoArmando Martínez/Universidad Industrial de SantanderCapitán Fabián Ramírez/Escuela Naval Almirante PadillaHaroldo Calvo Stevenson/Universidad Tecnológica de BolívarJoaquín Viloria de la Hoz/Banco de la RepúblicaJorge Conde Calderón/Universidad del AtlánticoJosé Polo/Universidad de CartagenaCapitán Juan Carlos Acosta/ Centro de Investigaciones Oceanográficas e HidrológicasLuis Alarcón Meneses/Universidad del AtlánticoMaria Trillos Amaya/Universidad del AtlánticoSergio Paolo Solano/Universidad de CartagenaWeildler Guerra Curvelo/Banco de la República

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AutoresJorge Conde CalderónAline Helg

PADILLA LIBERTADOR DEL CARIBEGRANCOLOMBIANO

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Padilla Libertador del Caribe Grancolombiano. Cartagena de Indias:Ediciones Unitecnológica, 2011. p. 60 ; c. 21.5 x 28 cm. – (Cuadernos de la Expedición Padilla) Incluye bibliografía e índice. ISSN: 2248 - 57081. Padilla José (Prudencio), 1784-1828. 2. CARTAGENA DE INDIAS(COLOMBIA) - HISTORIA SIGLO XIX. 3. CARIBE (REGION, COLOMBIA) - HISTORIA, 1810-1819 4. COLOMBIA - HISTORIA - GUERRA DE INDEPENDENCIA, 1810-1819. 5. VENEZUELA - HISTORIA -GUERRA DE INDEPENDENCIA, 1810-1823. 6. MARINA DE GUERRA - HISTORIA - COLOMBIA. 7. LIBERTADORES - AMERICA DEL SUR. 8. MILITARES– BIOGRAFIAS. I. Tít. II. Serie. 923.5861 cd 22 ed. CEP-Universidad Tecnológica de Bolívar. Sistema de Bibliotecas

©Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias©Universidad Tecnológica de Bolívar©Armada Nacional de Colombia©Escuela Naval Almirante Padilla©Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo©Centro de Formación de la Cooperación Española©Sociedad Suiza de Americanistas

©de su artículo Jorge Conde Calderón©de su artículo Aline Helg

Ediciones UnitecnológicaCampus Casa LemaitreCalle del Bouquet Cra. 21 No. 25-92PBX (5) 6606041 FAX (5) 6604317Cartagena, Colombia, Sur América

ISSN 2248 - 5708

Editor:Alberto Abello VivesProfesor titular Universidad Tecnológica de Bolívar

Diseño de carátula: Rubén Egea Amador

Imagen de portadaAcción del Castillo de MaracaiboCortesía del Museo Nacional de ColombiaAutor: José María Espinosa PrietoPintura (Óleo/Tela)

Correo Electrónico: [email protected]

Impreso en Colombia, 2011Impreso por: Afán Gráfico Ltda.

Este cuaderno no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente,sin previo permiso escrito. Todos los derechos reservados.

La responsabilidad por el contenido de los ensayos recae exclusivamente en los autores y no compromete a las instituciones que participan de la presente publicación.

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TABLA DE CONTENIDO

1. PRESENTACIONES Padilla, el libertador de Cartagena de Indias Judith Pinedo Flórez 13 Una expedición llamada Padilla Patricia Martínez Barrios 15 Un cuaderno para reconocer a los otros Lidia Blanco 17

2. ENSAYOS

El general José Padilla: entre el heroísmo naval y la acción política Jorge Conde Calderón 21 El general José Padilla, en busca de la igualdad en la guerra y en la paz Aline Helg 29

3. FECHAS IMPORTANTES

Independencia en el Caribe Colombiano 51 La vida de Padilla en fechas 53

4. AUTORES

Jorge Conde Calderón 55 Aline Helg 55

5. EXPEDICIÓN PADILLA 57

Pag.

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AGRADECIMIENTOS

Esta publicación fue posible gracias a la generosa colaboración de sus autores Jorge Conde Calderón y Aline Helg, y del Museo Nacional de Colombia. Agradecemos también a Adelaida Sourdis Nájera, Irina Junieles Acosta, Lidia Blanco, Capitán César Martínez (ARC Cartagena de Indias), Aarón Espinosa Espinosa, Armando Alfaro Patrón y Catherine González Castillo quienes hicieron parte del entusiasta equipo de colaboradores que aportó tiempo, ideas y recursos para dar inicio a esta Serie de Cuadernos de la Expedición Padilla.

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PRESENTACIONES

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PADILLA, EL LIBERTADOR DE CARTAGENA DE INDIAS

El diciembre de 1819 luego de la batalla de Boyacá, desde Angosturas (Venezuela) Simón Bolívar decidió organizar una expedición, que bajo las órdenes de Mariano Montilla y el Almirante curazaleño Luis Brión, operaría sobre las costas granadinas de Riohacha, Santa Marta y Cartagena. Esta campaña sirvió para que José Prudencio Padilla demostrara sus habilidades como militar y se ganara el respeto de los principales protagonistas de la independencia.

Al mando de un grupo de hombres reclutados en Riohacha, Padilla apoyó por agua (en el río Magdalena y el complejo de ciénagas de la zona) las acciones que por tierra venía realizando Montilla. Después de esto Padilla con su tripulación decidió avanzar hacia Cartagena de Indias, último bastión de los realistas en el territorio nacional. Estableció su cuartel general en Cospique y desde allí lanzó ataques a las tropas realistas apostadas en la bahía de Cartagena. Su objetivo era aislar a Cartagena de Indias de la isla de Tierra Bomba, para facilitar la toma de los fuertes de Bocachica.

El 18 de mayo de 1821 escribió a Francisco de Paula Santander: “Ya he hecho tres visitas a la plaza con todas las fuerzas; le he enviado algunas granadas y balas consiguiendo hacerles algún daño tanto en su buques (que cobardemente se han acoderado, siempre que me han visto, contra las murallas, poniéndose bajo sus fuegos) como los edificios de aquellas, habiéndoles tomado una falúa armada con un cañón de a cuatro y sus correspondientes pertrechos, y un bote pequeño con cuatro soldados que servía para conducir víveres a los castillos”.

El golpe definitivo a las tropas realistas lo acertó Padilla la noche del 24 de junio de 1821,

conocida en la historiografía de la independencia como noche de San Juan. “El encarnizamiento del ataque fue tanto que me horrorizo al acordarme de él”, escribió Padilla posteriormente a Santander. En la batalla se hundió el bergantín Andaluz y un bongo tripulado por realista. Después de esta importante batalla, y al ver que la ayuda prometida de Cuba no llegaba, el gobernador Gabriel Torres y Velasco no tuvo más opción que rendirse ante las tropas patriotas.

Antes de emprender esta exitosa batalla para la causa independentista de Cartagena y de la nación, Padilla dio muestras de su capacidad militar durante el Sitio de Cartagena. El 6 de diciembre de 1815, el Almirante logró abrirse paso entre la flota española apostada frente a la ciudad. Esta maniobra le permitió llegar a Jamaica, donde se reunió con Simón Bolívar y desde allí se organizaron las campañas para la independencia de los territorios americanos. Padilla además fue el héroe de la Batalla de Maracaibo, llevada a cabo el 24 de julio de 1823, con la que se selló de manera definitiva la libertad absoluta de lo que hoy son los territorios de Colombia y Venezuela.

Debido a la importancia política que Padilla había alcanzado gracias a sus logros militares, fue producto de las intrigas del momento. Intrigas que llevarían a su encarcelamiento y a su ejecución el 2 de octubre de 1828, acusado de participar en una conspiración contra Simón Bolívar. Después de su muerte, se confiscaron todos su bienes, se suspendió la pensión vitalicia que por su heroica acción en la batalla de Maracaibo debía entregarse luego de fallecido a los familiares, y se ordenó en nombre del gobierno “que el nombre del general de división José Padilla, sea borrado de todos los registros, listas, archivos y cualesquiera otro donde se halle escrito”.

Judith Pinedo Flórez, Alcaldesa de Cartagena de Indias, Colombia

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Sin embargo, los arrepentimientos vendrían muy temprano, Simón Bolívar se lamentaría amargamente de su muerte y en 1831 la Convención Granadina, confirmada por el Consejo de Estado en 1833 decretó la rehabilitación oficial del héroe. Finalmente la Ley 69 del 30 de junio de 1881, aprobó su rehabilitación permanente y decretó el levantamiento de una estatua de bronce en la ciudad de Riohacha.Más de 100 años después de esta ley, ningún

acto es más placentero para la Alcaldía de Cartagena de Indias que apoyar la publicación de los ensayos de dos importantes historiadores en el marco del proyecto Expedición Padilla. El presente cuaderno se suma a los merecidos homenajes a la memoria histórica de Padilla en el año del Bicentenario de la Independencia de Cartagena de Indias, sin duda la figura más destacada de la Independencia del Caribe colombiano.

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UNA EXPEDICIÓN LLAMADA PADILLA

Al percatarnos de la feliz coincidencia de la conmemoración del bicentenario de la Independencia Absoluta de Cartagena de Indias y los 40 años de vida académica de la Universidad Tecnológica de Bolívar fue necesario convocar a los distintos estamentos universitarios para diseñar juntos este 2011 tan especial. Cuando estábamos en esas, recibimos la honrosa Acreditación Institucional de Alta Calidad por parte del Ministerio de Educación Nacional. ¡Qué mejor regalo nuestro para la ciudad y el Caribe en este bicentenario! Qué mejor que darle a la ciudad, cuando se reflexiona sobre los 200 años de vida republicana, una universidad de excelencia como apuesta a la prosperidad y la democracia.

Así, bajo el lema: 2011, Año por el Conocimiento y las Libertades se organiza una extensa programación académica y cultural entre la que se encuentran coloquios, seminarios, tertulias, publicaciones, conjuntos musicales y comparsas.

Como parte de esta suma de acontecimientos, surge la idea de la Expedición Padilla desde el Instituto de Estudios para el Desarrollo –IDe y su Laboratorio Iberoamericano de Investigación e Innovación en Cultura y Desarrollo –L+iD, que muy rápidamente ganó la simpatía de instituciones y personas que la hacen posible. Alrededor de la figura de José Padilla, la expedición recorrerá su geografía y rendirá tributo a este libertador caribeño que entregó su vida defendiendo las ideas de la República. La vida de este navegante y guerrero guajiro servirá de faro a los expedicionarios y a las nuevas generaciones de colombianos que sabrán de los aportes y sacrificios de las regiones colombianas, especialmente de nuestro Caribe, a la Independencia nacional.

Nuestra particular conmemoración del Bicentenario de la Independencia Nacional, que exalta los sucesos cartageneros, le recuerda al país la existencia de una renovada historiografía que hace visible lo oculto en muchas de las versiones de la Historia Nacional. Pero conmemoramos pensando no sólo en el pasado sino también en esta Colombia que aún está pendiente en el Caribe colombiano, así como en el futuro que no podría excluir nuestra riqueza cultural. La expedición incorpora entonces la expresión “Armados de conocimiento para la libertad”. Además, congrega a grandes maestros y a jóvenes en aprendizaje buscando un sano intercambio; el encuentro entre el conocimiento y las nuevas tecnologías; esa es nuestra apuesta al futuro.

Cartagena de Indias, la ciudad que inspira nuestra vida universitaria, se vinculó desde muy temprano al proceso de Independencia Nacional. Desde 1810, días antes de los acontecimientos del 20 de julio en Bogotá, la expulsión del gobernador español dio inicio al vigor con que la ciudad entra a asumir su responsabilidad histórica. La temprana firma del Acta de Independencia y la constitución del Estado Soberano en 1811, la expedición de la Constitución republicana de 1812, la resistencia a la feroz Reconquista española y la definitiva derrota del reducto hispano en la bahía de las Ánimas, hacen parte de esa historia que enriquece la mirada histórica nacional. Nos encontramos en una ciudad heroica y en una región que aportó su inteligencia y sacrificio a la causa libertaria. La Expedición Padilla “armada” desde la universidad para este bicentenario es el suceso formidable para esa tan necesaria reflexión contemporánea sobre los 200 años

Patricia Martínez Barrios, Rectora Universidad Tecnológica de Bolívar

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de vida independiente, sobre el presente y los grandes retos del futuro.

Me complace, en nombre de las directivas de la UTB anunciar en este libro la alianza con la Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias, la Armada Nacional de Colombia y la Escuela Naval Almiran-te Padilla para concebir y adelantar la Expedición Padilla. Agradezco a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo –AE-CID-, a la Sociedad Suiza de Americanistas –SSA- y

al Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena –IPCC- el apoyo brindado para la publicación de estos dos magníficos artículos de los profeso-res Jorge Conde (vinculado a la Universidad del Atlántico) y Aline Helg (vinculada a la Universidad de Ginebra), a quienes por supuesto agradezco su especial interés y generosa colaboración con este proyecto. A la gran cantidad de entidades y personas que se han vinculado, nuestro más caro agradecimiento igualmente. Sin todas ellas, la Expedición no sería una realidad.

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UN CUADERNO PARA RECONOCER A LOS OTROS

Celebrar la Independencia, celebrar la lucha por la Libertad, siempre es un aprendizaje, y más cuando se tiene el privilegio de hacerlo desde la misma fuente, observando la historia desde sus propias huellas. Estar en Cartagena de Indias trabajando para la Cooperación Española en este año de conmemoración del Bicentenario de la Independencia colombiana, está siendo una gran lección que me confirma, una vez más, que la historia es múltiple, que hay tantas historias como enfoques o puntos de vista, y que la oportunidad de revisitarla nos da la posibilidad siempre de develar acontecimientos y personajes que pasaron desapercibidos o fueron ocultados por otros sucesos o intereses. La Historia de Colombia se enriquece y toma cuerpo con el peso que Cartagena de Indias tuvo tanto en la Colonia como en la Independencia. Recordar y subrayar que los acontecimientos que dieron lugar a la Independencia empezaron a orillas del mar Caribe antes del 20 de julio de 1810 y que terminaron aquí mismo, dos años después de la Batalla de Boyacá de 1819, cuando el 10 de octubre de 1821 los peninsulares derrotados salieron definitivamente por la bahía de Cartagena hacia La Habana, en una embarcación colombiana y entre salvas de honor de la milicia republicana, da una dimensión nueva a esa lucha por la libertad que también era la de muchos ciudadanos peninsulares. Si nuestra Constitución de 1812 debe mucho a los impulsos de libertad de esta América, ¿cómo no pensar que con las Independencias se comenzaron a construir, entre las ciudadanías de uno y otro lado, los lazos de solidaridad y apoyo que a lo largo de estos 200 años se han seguido dando en ambas direcciones?

La participación activa de hombres y mujeres de distintos estamentos sociales y orígenes y la confluencia de intereses de las ya distintas Cartagenas que existían en la época, permite tomar la historia de Cartagena de Indias como un caso especialmente interesante de la Historia de las Independencias de Latinoamérica, e invocarla, incluso, como espacio privilegiado para seguir ahondando en su estudio.

Resaltar en este momento la figura del general José Padilla, nacido de madre wayuu y de padre residente en un sitio de libres, que se hizo marino y guerrero enrolándose joven en la Armada Española, y que no tuvo orígenes aristocráticos, es reconocer una independencia impulsada desde todos los segmentos culturales y sociales de la población, una independencia también plural y compleja. Un símbolo más de este Caribe donde se dieron cita las más diversas realidades y donde se aunaron toda la riqueza y la potencia de las distintas culturas que surcaron y surcan su geografía. Padilla es una figura histórica, estuvo en Cartagena en los tiempos de la firma del Acta de Independencia Absoluta, estuvo durante el sitio de la Reconquista y finalmente derrotó en la bahía de las Ánimas, a los españoles que habían venido a refugiarse entre murallas cuando ocurrió la derrota bolivariana del 7 de agosto en Boyacá (1819), pero también hoy se convierte en un símbolo de la lucha por la libertad, del reconocimiento de la diversidad caribeña y, ojalá también, del constante esfuerzo por intentar llegar a sociedades cada vez más justas y equitativas, ahora ya desde la reivindicación pacífica y desde el diálogo.

Recuperar la vida y la obra de Padilla no es, pues, exaltar a un héroe más, sino volver a leer

Lidia Blanco, Directora Centro de Formación de la Cooperación Española Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo

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la historia para aprender de nosotros mismos y develar aspectos que no sólo nos enriquecen sino que nos ayudan a reconocer otras realidades, otras historias que pueden llevarnos

a profundizar en nuestro pasado pero también a imaginar un futuro donde todos tengamos ese espacio digno y libre que, todos y cada uno de nosotros, nos merecemos.

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ENSAYOS

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EL GENERAL JOSÉ PADILLA: ENTRE EL HEROÍSMO NAVAL Y LA ACCIÓN POLÍTICA

Los cuarenta y cuatro años que vivió José Padilla (1784-1828) describen las acciones militares, públicas y políticas de un personaje propio de una época (1789-1835) tensionada por revoluciones políticas transatlánticas, guerras entre naciones, protagonismo de ejércitos y marinas, creación de milicias, montoneras y guerrillas, batallas en campos y mares, la fragmentación de imperios y el surgimiento de nuevas naciones.

En medio de ese torbellino social, político y militar emergió el héroe moderno. Su aparición no fue casual, constituye una ruptura entre el «hombre ilustre» de los tiempos clásicos y el «gran hombre» que no solo actúa en las circunstancias de su presente vital sino que prefigura también un futuro promisor y se convierte en el vínculo efectivo entre pasado, presente y futuro. También no es casual que la ruptura entre esos dos arquetipos de hombre haya surgido precisamente entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, cuando las ideas de modernidad política empezaron a ser aplicadas en la práctica. La vitalidad del héroe moderno le confirió longevidad y lo ubicó en el centro de de los mitos fundadores de los pueblos. Estos por los efectos devastadores de la Guerra de Independencia y la voluntad por parte de las nuevas élites gobernantes buscaron desvincularse totalmente del pasado colonial hispánico dejando poco espacio para la invención de mitos fundadores que fueran, a la vez, constructivos y consensuales. Bolívar como figura histórica encabezó el panteón de los héroes, logrando llenar convenientemente ese espacio. El toque definitivo a la obra maestra lo dio en los últimos decenios del siglo XIX y los dos primeros

del XX la historia oficial. Así, el héroe moderno terminó asimilado e interpretado en su versión cotidiana por la tradición popular, la cual lo primero que hizo fue negar los orígenes patricios del héroe.1

El hecho era que el héroe, junto a otros actores como el patriota y luego el caudillo militar, fueron convertidos en las figuras protagónicas de las historias épicas que tuvieron en la guerra de emancipación el terreno fértil para fraguar la idea moral y homogeneizadora de la nación. En resumen, el héroe fue una invención, una ficción, y como tal “debía compendiar los rasgos más esenciales, así fueran contradictorios, con los cuales cada pueblo prefería identificarse. Por eso la objetividad del retrato era indiferente. La imagen del héroe se componía y se recomponía en el espejo hecho añicos por sus actos”.2

El caso del General José Padilla constituye un caso peculiar. Fue luego de su fusilamiento, ordenado por algunos próceres, que ingresó a la galería de los héroes, los cuales convertidos en los padres de la patria parecen haber construido su propio mito.

En 1831, el gobierno de la República de la Nueva Granada restableció los honores al general Padilla y le reconoció una pensión a la viuda Pabla Pérez. La prensa reprodujo el decreto del poder ejecutivo de 1823 firmado por el vicepresidente Santander y el secretario de Estado, el general venezolano Pedro Briceño Méndez. En Cartagena, la Sociedad de Veteranos defensores de la Libertad le brindó un homenaje religioso que terminó con la inscripción de un epitafio en su tumba, el cual reconocía sus servicios como

1 Simón Bolívar: Estado ilustrado, Nación inconclusa. Estudio de Nikita Harwich Valenilla. Madrid, Fundación Mapfre Tavera-Ediciones Doce Calles, 2004, p. 14.2 Germán Colmenares, Las convenciones contra la cultura. Bogotá, Tercer Mundo editores, 1989, p. 144.

Jorge Conde Calderón, Universidad del Atlántico

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ciudadano soldado en la construcción de la República y reafirmaba su condición de héroe de la patria.3

El decreto retomado por el gobierno neogranadino “para honrar la memoria del general Padilla”, había sido expedido por el gobierno de la República de Colombia, luego de la batalla del lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823. Esa acción bélica dio inicio a la recuperación definitiva de Maracaibo, la cual resultó posible cuando José Padilla se abrió audazmente paso a través de las aguas del lago con una flota colombiana y obtuvo una resonante victoria sobre los barcos de guerra estacionados en el lugar.

Aunque un historiador le atribuyó a Padilla “escasos conocimientos técnicos de marinería”, la batalla naval de Maracaibo sintetizó de la mejor manera la carrera militar y naval de este oficial pardo que comenzó con “un corto servicio como contramaestre en la marina real”.4

La incorporación de Padilla a la Armada Real pudo haber sido en el año 1800, teniendo en cuenta que fue hecho prisionero el 21 de octubre de 1805 en la batalla naval de Trafalgar. En ese momento debía tener o haber adquirido los conocimientos básicos de marina con los cuales ser embarcado en una fragata. La carrera naval en la real armada española comenzaba, en calidad de guardiamarinas, a los 16 años como edad mínima y 18 la máxima, según la Real Orden de 1783. Los guardiamarinas estudiaban en las Academias de Guardamarinas y posteriormente ponían en práctica sus conocimientos cuando embarcaban y aprendían de sus superiores, quienes hacían la labor de tutores. Tenían que pasar una prueba para

poder ascender a oficial o en caso de suspender repetidamente, eran expulsados de la Armada.5

Es posible que Padilla ingresara a la armada española como ayudante de camarote o mozo de cámara, para no reñir con la tradición construida por sus biógrafos. Sin embargo, un hecho es insoslayable: la Armada Real española, aliada con la francesa, no podía ser tan irresponsable de embarcar en una de sus 33 naves a cualquier ignorante de los principios básicos navales para enfrentar las 27 embarcaciones de la armada inglesa al mando del almirante Horacio Nelson.6

Luego de firmado el tratado de paz de 1808, Padilla y otros prisioneros de guerra fueron liberados y trasladados a Cádiz. Entonces el gobierno español decidió encargarlo como jefe del Arsenal ubicado en el arrabal de Getsemaní en la ciudad de Cartagena de Indias. En ese empleo Padilla estuvo bajo las órdenes del capitán de navío, el español Juan Nepomuceno Eslava. El 12 de septiembre de 1810 la Junta Suprema de Gobierno de Cartagena de Indias presidida por José María García de Toledo suprimió el apostadero, creó la Comandancia General de Marina y nombró a Eslava como su primer comandante. En el mismo decretó se nombró como ayudante de la comandancia al también español alférez de fragata Rafael Tono Llopis.7

El decreto de la Junta tuvo como objeto primordial la protección del comercio del Atrato y el Sinú, la extinción de la matrícula, los privilegios y fueros anexos al concepto del puerto como apostadero. Además, la comandancia marina quedó con el poder de expedir las patentes y cuidar de la economía del servicio. Menos de un año después el servicio de la

3 Registro Oficial del Magdalena, Cartagena, 13 de Octubre de 1831, No. 229. La leyenda del epitafio era la siguiente: “Aquí yacen del Nelson colombiano/ los restos de su patria venerados; /Fue víctima inocente de un tirano/por sostener los fueros más sagrados;/ y si murió el guerrero Ciudadano, hoy sus lauros revivan afamados/Y Colombia recuerda sin muralla/La gloria inmarcesible de Padilla”. El acto fue precedido por el director de la sociedad, Juan Madiedo; su subdirector Pedro Laza el sec-retario Juan José Nieto; la hermana del prócer Magdalena Padilla y su hermano, quien pronunció el discurso principal. Todo el número del periódico estuvo dedicado al general Padilla.4 David Bushnell, El régimen de Santander en la Gran Colombia. Bogotá, Coedición Tercer Mundo-Universidad Nacional, 1966, p. 293.5 Por lo general los guardiamarinas provenían de familias aristocráticas o hidalgas y estudiaban para llegar a ser oficiales de guerra. Véase, Miguel Alía Plana, Historia del cuerpo jurídico de La Armada. Madrid, Ministerio de Defensa, 2011.6 Las embarcaciones españolas y francesas estuvieron al mando del almirante francés de ascendencia aristocrática Pierre Charles Silvestre de Villeneuve (1763-1805).7 “Orden de la Junta Suprema”, El Argos Americano. Papel periódico, económico y literario de Cartagena de Indias, 17 de septiembre de 1810, No. 1.

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marina era incluida en un proceso de economía de guerra, ya que empezó a sofocar los primeros focos de resistencia al gobierno de Cartagena localizados en los pueblos ribereños del Magdalena como Guáimaro.8

De manera simultánea comenzó a enfrentarse un doble problema: la inexistencia de marineros aptos para los avatares de la guerra declarada y la calidad de las embarcaciones. En esas circunstancias se llevó a cabo la Campaña del Bajo Magdalena entre finales de 1812 e inicio de 1813. Aunque dirigida por Simón Bolívar al mando de un grupo de militares venezolanos que venían derrotados por las fuerzas realistas, el comandante Eslava encargó a José Padilla, todavía jefe del Arsenal de Cartagena, la construcción de buques y la preparación de hombres para tripularlos. Entonces Padilla reclutó personal de pescadores entre sus amigos del arrabal, los adiestró en las labores marineras, armó una goleta y un pailebote que bautizó Ejecutivo. También construyó otros barcos en improvisados astilleros de ribera y organizó las fuerzas sutiles que operaron en el bajo Magdalena contra las fuerzas de Santa Marta. Entre las embarcaciones construidas ante las inminentes batallas, sobresalieron las goletas Constitución y Valerosa, el falucho Fogoso, la lancha Nicomicona y la bombardera Concepción.

En medio del fragor de la guerra y de las batallas, Padilla alcanzó el grado de alférez de fragata, pero, además, el bautismo político en un ambiente caldeado por la lucha faccional entre los grupos que querían hacerse al control y poder del Estado de Cartagena de Indias.

Así, durante las sesiones del Colegio Electoral a finales de 1814, Padilla se alineó en las filas del denominado partido faccioso, como fue llamada la facción identificada con los hermanos Piñeres, Gabriel y Germán. A ella pertenecían

también, Ignacio Muñoz, apodado “el tuerto”, el presbítero José de los Santos Gordon, el alcalde ordinario Manuel Castillo Ponce, el impresor Antonio Angulo y Pedro Medrano; los milicianos, Cecilio de Roxas, Jefe de Batallón, quien días previos a los acontecimientos electorales fue nombrado Comandante del segundo batallón de Guardia Nacional local, y Manuel José Caxar (Cajar), Teniente, igualmente nombrado Capitán Primero Ayudante Mayor de dicho cuerpo “a consecuencia de la extinción de los cuerpos de Patriotas”.9

El conflicto interfaccional terminó con el triunfo del bando acaudillado por Manuel del Castillo y Rada, José María García de Toledo y Pedro Gual, la prisión de algunos “descontentos” y el destierro de 70 personas señaladas de pertenecer al partido de los facciosos.10 Por su parte Padilla siguió con sus actividades navales y en la preparación de la defensa de la ciudad de Cartagena amenazada por la expedición militar del español Pablo Morillo. De tal manera que su nombre fue inscrito “en la lista nominal de los individuos que defendieron la plaza de Cartagena durante el sitio de 1815” sencillamente como: “José Padilla, oficial de marina, riohachero”.11

A bordo de la goleta Presidente y con el grado de alférez de fragata llegó a los Cayos de San Luis en Haití, luego de ser uno de los primeros en romper la línea española y atravesar el canal de Bocachica. En Haití se unió con Bolívar y otros emigrados de tierra firme. Con el apoyo del gobierno de Alexander Petión, el comerciante inglés radicado en la isla Robert Sutherland y del también comerciante y armador Luis Brion, se organizó una empresa de guerra, en la cual colaboró también el alemán Juan Bernardo Elbers, consistente en 3.500 fusiles, 132.000 piedras de chispa, buques habilitados y otros artículos, calculado todo en un valor de cien mil pesos de la época.

8 “Correspondencia oficial de los comandantes de las fuerzas marítimas empleadas en el río Magdalena. Oficio del alférez de fragata D. Rafael Tono”, El Argos Ameri-cano, 26 de agosto de 1811, No. 49.9 “Empleos”, Decada Miscelanea de Cartagena, Cartagena, (2), 19 de octubre 1814.10 Para un mayor desarrollo del conflicto, Jorge Conde Calderón, “La República ante la amenaza de los pardos”. En: Alberto Abello Vives (Compilador), El Caribe en la nación colombiana. Memorias. Bogotá, Museo Nacional de Colombia, 2006, pp. 189 – 213.11 Manuel Ezequiel Corrales, Documentos para la historia de la provincia de Cartagena. Bogotá, Imprenta de Medardo Rivas, 1883, tomo II, p. 260.

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Superadas las discrepancias entre Bolívar, el corsario Luis Aury y Brion, la fuerza naval republicana quedó al mando de este último con el grado de capitán de navío y comandante de la naciente armada. Con las primeras batallas navales, marzo de 1816, se rompió el bloqueo impuesto por los españoles en las aguas de la isla Juan Griego (Margarita) y comenzó el lento proceso de captura de la tierra firme. Por tales acciones, Bolívar confirió ascensos a todos los oficiales. Brión a almirante y José Padilla a teniente de navío.

Sin embargo, 1820 fue el año clave en las acciones navales y heroicas de Padilla. La escuadra, que zarpó el 7 de marzo de la isla Juan Griego (Margarita) intentó incursionar en Maracaibo, pero lo impidieron las fuerzas del brigadier Sánchez Lima. Entonces la escuadra siguió rumbo a la península de la Guajira y el día 12 fondeó frente a Riohacha, a tiro de cañón de las dos baterías de 44 piezas; inmediatamente Brion y Montilla, a bordo de bergantín Urdaneta, enviaron una intimación al gobernador de la plaza, coronel José Solís, manifestándole que iban a liberar las costas de Nueva Granada para unirla a la patria de la República de Colombia. Por tal razón le solicitaron al gobernador la rendición y entrega de la plaza. Como Solís no aceptó la rendición, fueron impartidas instrucciones para efectuar el desembarco de la infantería de marina al día siguiente. El gobernador Solís con pleno conocimiento de la derrota y dando por seguro los desmanes y saqueos de la temida Legión Irlandesa, tal como ocurrió durante el ataque de Mac Gregor, dio órdenes de abandonar la ciudad cuando cayera la noche, pero antes de salir ordenó incendiarla.12

Los republicanos ocuparon una ciudad devastada y luego de una proclama de Montilla y Brion, muchos habitantes regresaron para unirse a los patriotas. Padilla tuvo así, la satisfacción de haber contribuido al rescate de su pueblo

natal, en cuya plaza ondeó por primera vez el tricolor de la Gran Colombia como denominan los historiadores la República de Colombia creada en 1819. Sin embargo, la expulsión de los españoles del resto del territorio guajiro ocurrió más tarde.

Las diezmadas tropas españolas que salieron de Riohacha se replegaron hacia el interior del territorio de la península donde comenzaron a reagruparse y tomar fuerzas. Esto planteó a los patriotas cambios tácticos y empleo de labores de espionaje para estar al tanto de sus movimientos. La información proporcionada por los espías logró poner al tanto sobre los movimientos de tropas españolas que se acercaban desde el sur y que estaban acampadas en una ceja de monte que bordeaba por el sur la Laguna Salada. Al amanecer del 25 de mayo de 1820 comenzaron las hostilidades. Los patriotas abrieron fuego por el lado occidental al mando del Coronel Montilla y otro tanto hizo el Capitán José Padilla en compañía de su hermano José Antonio, quien había hecho un rodeo por las Sabanas del Patrón desde donde atacó por la retaguardia, logrando sacar al ejército realista del entorno de la Laguna Salada. En plena sabana los españoles fueron derrotados, después de dos enfrentamientos que significaron la derrota definitiva de las tropas realistas, que al final huyeron en desorden. La acción quedó registrada como la batalla de Laguna Salada.

Lograda esta victoria, ante un consejo de oficiales presidido por Mariano Montilla y Brion, que proponía regresar a isla Margarita, Padilla argumentó en su contra, señalando la favorabilidad de las corrientes y vientos para navegar hacia las costas de Barlovento. En efecto, el 11 de junio de 1820, la expedición desembarcó en Sabanilla, situada al oeste de Barranquilla, sometieron la guarnición de veinte hombres que operaban los cuatro cañones del fuerte.13 Las operaciones militares continuaron por los pueblos al Este y al Oeste de Barranquilla:

12 Matthew Brown, “Rebellion at Riohacha, 1820: Local and International Networks of Revolutión, Cowardice and Masculinity”. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, 42, Böhlau Verlag Köln/Weimar/Wien 2005.13 Enrique Román Bazurto, El Caribe, mar de la libertad. Origen, Estructura y Operaciones de la Marina Patriota en la Independencia 1810-1830. Barranquilla, Sáenz Impresores del Caribe, 1996, p. 168-169.

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Soledad, Santo Tomás, Sabanagrande, Sitionuevo y Guáimaro.

Teniendo en cuenta la situación deplorable de la fuerza naval patriota y el rechazo realizado a la propuesta del corsario francés Luis Aury de colocar sus buques a disposición de la causa republicana, en el puerto de Barranquilla se adelantó desde finales de 1820 una incesante actividad dirigida por el recién ascendido capitán de navío José Padilla, Comandante General de las fuerzas sutiles contra Cartagena, con el fin de carenar, reparar y construir, especialmente embarcaciones de río, en los astilleros donde trabajaban como hormigas los carpinteros de ribera con sus tradicionales métodos artesanales para producir así los buques necesarios con el fin de acometer las próximas campañas fluviales. Padilla como jefe, en esta ocasión no solo mostró su capacidad administrativa en el planteamiento y organización de su fuerza, sino también la de líder y especialista en proclamas de prosa épica y frases que insinuaban sus ansias de libertad, como la que dirigió a finales del año 20 a los habitantes de la provincia de Cartagena, convidándolos a: “exterminar y desalojar de nuestra capital el corto número de tiranos; desempeñaos y aprended a ser libertadores de vuestra patria; la puerta del honor y la gloria está abierta: corred y uníos en el servicio de las fuerzas a mi mando. El premio os espera por vuestros heroicos esfuerzos, valor y constancia en vuestra libertad. A vuestro lado derramaré gustoso mi sangre, porque viva Colombia y mueran sus verdugos. A bordo del Colombiano, al ancla en Barranquilla, diciembre 8 de 1820”.14

La proclama constituyó una forma de propaganda política para insuflar de heroísmo el espíritu patriótico de los combatientes, a los cuales se acostumbraba leerles de primeros las proclamas, y preparar luego el pueblo cartagenero para la acción heroica, como era señalada en la época, de las fuerzas navales o los ejércitos

libertadores. Con ello se preparó el campo de los sentimientos y de las lealtades patrias en aras de asegurar el éxito de la recuperación de Cartagena, en la Noche de San Juan (24 de junio de 1821). Una acción atribuida a la estrategia y audacia del coronel José Padilla, grado militar alcanzado luego de esa batalla.

Padilla leyó un texto similar antes de la batalla del Lago de Maracaibo. En esa ocasión, pasó de buque en buque haciendo inspección y leyendo la siguiente proclama: “Compañeros, la puerta del honor está abierta; el enemigo nos ataca y nosotros lo esperamos; ¿Qué mayor gloria podríamos esperar? Superior en su fuerza, de nosotros el valor y su decisión. ¿Le tememos? ¡No! Ni el general Padilla ni los bravos que tiene él la honra de mandar, vacilarán jamás al ver al enemigo a su frente; sino por el contrario ansían porque llegue ese momento. Colombianos: Morir o ser Libres. A bordo del bergantín de guerra Independiente, al ancla en Punta de Palmas, julio 21 de 1823. 13°. José Padilla”

Luego de la batalla y adelantándose a muchos eventos, el vicepresidente Santander expidió el decreto de honores a Padilla atribuyéndole todos los méritos por el triunfo del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823. El hecho originó ciertas incomodidades entre algunos oficiales del ejército terrestre, las cuales adquirieron mayores dimensiones por tratarse Padilla de un oficial pardo. Algunos también atribuyeron al hecho el inicio de una aparente cercanía política entre los dos generales, o para ser más exactos, la adhesión temprana de Padilla al liberalismo de Santander. Lo cierto fue que en las elecciones de 1825 Padilla fue uno de los nueve electores, de un total de treinta y dos por el cantón de Cartagena, que votó por la reelección del vicepresidente.15

Tampoco podía ocultarse el hecho de que entre Santander y Padilla existió un nutrido intercambio

14 Archivo General de la Nación (AGN), Fondo Ortega Ricaurte, Caja 193, fo. 768-769. Enrique Román Bazurto, Op.cit. p. 177 y ss.15 “Asamblea Electoral”, Gaceta de Cartagena de Colombia, 8 de octubre de 1825, No. 216. Los electores eran escogidos mediante el voto popular e integraban la Asamblea o Colegio Electoral, en la cual se sufragaba por los diferentes candidatos a la presidencia, vicepresidencia, senado y cámara de representantes. En ese año Padilla fue el elector con la mayor votación popular. “Elecciones”, Gaceta de Cartagena de Colombia, 27 de agosto de 1825, No. 210

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de oficios, órdenes, cartas reservadas desde que el primero asumió como vicepresidente de la República de Colombia. El propio Padilla lo reconoció en los escritos que elaboró a finales de 1824 e inicios de 1825 para contestar los señalamientos tendenciosos del capitán de navío Renato Beluche sobre su actuación en Maracaibo. Aun más, por orden del vicepresidente, el general Padilla regresó a Cartagena -en lugar de seguir a romper el bloqueo de Puerto Cabello, misión encomendada a Páez- con el único motivo de seguir sosteniendo el cuerpo de marina según el proyecto elaborado y presentado a la Cámara de Representantes por el mismo Padilla el 30 de diciembre de 1823. En su momento, Santander consideró el proyecto como el más preciso manual sobre temas de marina y guerra e indispensable para la formación de verdaderos marineros.16

Lo notable de estos episodios es que todos confluyen en 1825 y parecen signar el regreso de Padilla al negocio de la política.17 Un visitante extranjero, quien trató con él en 1825 durante su viaje hasta Bogotá, señalaba: “Padilla era un mulato grueso que se ganó la gratitud de sus compatriotas por sus triunfos sobre la flota española, bajo el mando de Morales, en el lago interior de Maracaibo… Él logró sus conocimientos como oficial de mar a bordo de una fragata inglesa y alcanzó prestigio en Colombia por su forma y valentía para enfrentarse a barcos menores de la escuadra española… Era muy popular entre las clases bajas, lo que le valió ser elegido senador por Cartagena”.18

Ahora bien, esa conjugación de hombre de color, marino y político muy popular prometía ser rica en matices y en sus escritos, en los cuales siempre terminaba reconociendo ante “los enemigos de mi clase [de los pardos], que han tratado de desconceptuarme delante del

gobierno, delante de mis conciudadanos, delante del mundo entero; ya se ve, yo no pertenezco a las antiguas familias, ni traigo mi origen de los Corteses, de los Pizarros, ni de los feroces españoles que por sus atrocidades contra los desgraciados indios, por su rapiña, su usura y su monopolio amontonaron riquezas con que compraron nuevos abuelos o dieron a estos un lustre desconocido de sus progenitores.19

Esa combinación que había sido exitosa en las acciones navales, políticas y sociales de José Padilla fue detenida abrupta y prematuramente con su fusilamiento el 2 de octubre de 1828. Al igual que Piar, para el juicio del general Padilla y el coronel Ramón Guerra se instituyó un tribunal ”puramente” militar presidido por el general Rafael Urdaneta, ya que en él tenía “el gobierno entera confianza”, según señalaba el decreto expedido por Bolívar el 29 de septiembre de 1828. Con celeridad inusitada, el general Padilla y el coronel Guerra fueron sentenciados a muerte por fusilamiento.20

El citado Cordovez Moure señala que el 2 de octubre, día del fusilamiento, Padilla marchó altivo vistiendo uniforme de general de división y sólo atendía las exhortaciones del religioso que lo acompañaba llevando el crucifijo. Recuerda que por “las venas del héroe del Lago de Maracaibo circulaba sangre de aquellos indomables guerreros africanos que no doblegan la cerviz ante ningún infortunio, y que desafían a sus enemigos mientras les aliente un soplo de vida, aunque se les tenga atados de pies y manos”. También lo describe como “un mulato esbelto, de constitución de atleta, usaba patillas, el pelo corto al rape, bizco de mirada inteligente, de andar cadencioso, como es costumbre en los hombres de mar, sin otra instrucción que la necesaria para gobernar, y valiente hasta la temeridad”. Valora que ese carácter lo mantuvo hasta en el cadalso.21

16 AGN. Fondo Ortega Ricaurte, Caja 22, fos. 173-194.17 Jorge Conde Calderón, “El negocio de la política: Nación, ciudadanía y raza en el Caribe colombiano, 1820-1830”. El Taller de la Historia, 1, 2001, p. 197-212. 18 Carl August Gosselman, Viaje por Colombia, 1825 y 1826, Bogotá, Banco de la República, 1981, p. 89-90.19 “Al respetable público por el General José Padilla, 15 de noviembre de 1824”, en la Imprenta de Juan Antonio Calvo, Cartagena, 1824-14, Archivo Restrepo, vol. 170, fo. 125.20 Aquí seguimos el recuento documental y anecdótico de José María Cordovez Moure, Reminiscencias Santa Fe y Bogotá. Bogotá, Editorial Kelly, 1945, vol. IX, p. 166-207. La expresión “puramente” pertenece al viajero Jean Baptiste Boussingault, Memoria. Bogotá, Banco de la República-Biblioteca V Centenario, 1994, tomo 2, p. 52-53 21 Ibíd., p. 199.

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Cierra Cordovez Moure con varias anécdotas que al parecer sucedieron durante el acto de ejecución. Una de ellas fue que cuando el sargento le quitó al general Padilla las charreteras, este exclamó con acento de sarcasmo: “Esas no me las dio Bolívar sino la República”. Otra fue que a la primera descarga exclamó con voz de trueno: “¡Viva la República! ¡Viva la Libertad!”.

Luego de transcurridos tantos años nada indica que los sucesos narrados ocurrieron y fueran verídicos; el caso es que existieron (y existen), real o inventados, y evidenciaban todo un imaginario sobre la construcción e incorporación de los individuos a la nación de ciudadanos.

Ese hecho permitía a los ciudadanos hablar, opinar, comentar y actuar sobre los temas considerados públicos en el nuevo escenario instaurado por los principios liberales y republicanos. Por tal razón, quizás las acciones contra Padilla pudieron estar estrechamente relacionadas con sus opiniones sobre la dictadura de Bolívar. Otro pardo, Mauricio Romero, hijo del artesano Pedro Romero recordado por los acontecimientos de 1810-11, tuvo que renunciar a su empleo oficial, en 1828, porque no quiso firmar las actas de adhesión a la dictadura del Libertador presidente, resultando perseguido por el general Valdés.22

Asimismo, la relación oficial y de amistad entre Padilla y Santander, quien era el más firme opositor a las pretensiones de Bolívar, pudo haber influido en la patibularia decisión del tribunal militar presidido por Urdaneta. Aunque era de conocimiento público que muchas de las actuaciones de funcionarios y militares del poder central estaban mediadas por la aprobación o reprobación del Libertador.

Las comunicaciones remitidas por Bolívar a Briceño y Páez, cuarenta y cincos días después

del fusilamiento de Padilla, parecen no admitir dudas en la responsabilidad directa del Libertador en el trágico suceso: “La gaceta de hoy que le incluyo, le impondrá del resultado y condena de los conspiradores y asesinos. Mi existencia ha quedado en el aire con este indulto, y la de Colombia se ha perdido para siempre. Yo no he podido desoír el dictamen del consejo con respecto a un enemigo público, cuyo castigo se habría reputado por venganza cruel. Ya estoy arrepentido de la muerte de Piar, de Padilla y de los demás que han perecido por la misma causa: en adelante no habrá justicia para castigar al más atroz asesino, porque la vida de Santander es el pendón de las impunidades más escandalosas. Lo peor es que mañana le darán un indulto y volverá a hacer la guerra a todos mis amigos y a favorecer a todos mis enemigos. Su crimen se purificará en el crisol de la anarquía, pero lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y de Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino a favor de ese infame blanco que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria”.23

Como en el caso de Piar, el juicio sumario a Padilla fue rápido y la sentencia ejecutada de inmediato tuvo un carácter ejemplarizante, como todas las aplicadas entre el 25 de septiembre y el 2 de octubre de 1828. Ello se puede inferir de la declaración de Padilla, la cual no fue tenida en cuenta al momento de pronunciar la sentencia a muerte. El texto de la declaración de Padilla hoy puede parecernos ingenuo, sin embargo, ella estaba respaldada en el honor, en su caso militar, y de clase, y en la lealtad que le profesaba al orden republicano. Algo común en aquellos pardos cuyas rápidas y exitosas incorporaciones a los empleos públicos de la república no fueron excepcionales como tampoco sus “vidas ejemplares”.

22 Armando Martínez Garnica, “Prejuicio moral e instrucción: dos obstáculos para la incorporación de los pardos a la nación”. Revista Colombiana de Educación, Bogotá, no. 59 (segundo semestre de 2010), p. 14-32.23 “Bolívar al señor general Pedro Briceño Méndez, Bogotá, 16 de noviembre de 1828”; “Bolívar al señor general José Antonio Páez, Bogotá, 16 de noviembre de 1828”. Ambas cartas contienen un texto igual. Jorge Conde Calderón, Buscando la nación. Ciudadanía, clase y tensión racial en el Caribe colombiano, 1821-1855. Medellín, La Carreta, 2009, p. 221.

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EL GENERAL JOSÉ PADILLA, EN BUSCA DE LA IGUALDAD EN LA GUERRA Y EN LA PAZ

Pocos hombres contribuyeron tanto a la independencia de Colombia como José Padilla, y después pocos fueron olvidados como él. Por fin, gracias a la iniciativa de la Universidad Tecnológica de Bolívar, de la Alcaldía Mayor de Cartagena de Indias y de la Armada Nacional de Colombia, en 2011 la Expedición Padilla celebra su memoria por tierra y mar, recorriendo parte del itinerario que le condujo de Riohacha, su lugar de nacimiento en 1778 o 178424, a Cartagena, donde se radicó después de la independencia, antes de ser ejecutado en Bogotá en 1828.

Otra razón de celebrar a José Padilla en 2011 es que este año fue declarado Año de la Afrocolombianidad. Efectivamente, Padilla era un pardo, hijo de madre wayuu y de padre negro, y al contrario de otros afrodescendientes como Juan José Nieto (1805-1866), no hizo silencio sobre su “clase”, como la llamaba, sino que la glorificó. Esto generó la inquietud del Libertador Simón Bolívar, quién desde comienzos de la guerra contra España, temía que la pardocracia (literalmente, el gobierno de los pardos) pudiera transformar a Venezuela y a la Nueva Granada caribeña en otro Haití. A pesar (o tal vez en razón) del peso que tuvo la raza en la sociedad colombiana después de la independencia, la historiografía tendió, como Nieto, a silenciar la cuestión racial para prevenir manifestaciones de los afrodescendientes contra la discriminación racial. Aún las contadas instituciones que hoy llevan el nombre de José (Prudencio) Padilla

no dicen que era pardo25, lo cual contribuye a dejar en la sombra la participación masiva de los afrodescendientes en el proceso de independencia de Colombia.

Este ensayo examina la trayectoria de José Padilla desde la Primera Independencia del Estado de Cartagena hasta su fusilamiento a orden de Bolívar el 2 de octubre de 1828, pasando por su ascensión militar que culminó con su promoción a general en 1823 y siguiendo con su declinante papel en la política cartagenera después de la independencia. Utiliza la correspondencia entre los actores, documentos legales, la prensa de la época y los informes de los cónsules, y se apoya en dos publicaciones de la autora26. Focaliza en la difícil transición que Padilla tuvo que hacer cuando pasó de ser un líder militar en una guerra prolongada, que exigía coraje, abnegación, fuerza y audacia, a ser un actor de la política de la incipiente República, que valoraba la integración en círculos de la élite, la cultura europea y una educación superior de la cual los afrodescendientes habían sido excluidos por las leyes coloniales.

De hecho, aunque la Constitución de 1821 declaró la igualdad de los hombres libres nacidos en el país, sin diferencia socio-racial, los legisladores y los gobernantes de la Gran Colombia se negaron a promulgar e implementar medidas para atenuar las desigualdades oriundas en el colonialismo español. Entre éstas, la exigencia

24 Los biógrafos de Padilla no concuerdan sobre el año de su nacimiento. Como su partida de bautismo fue quemada con los archivos de Riohacha de su época, Enrique Uribe White, seguido por Jesús Torres Almeyda, se basó en la declaración indagatoria tomada a Padilla el 28 de septiembre de 1828, en la cual manifestó tener 44 años de edad para establecer su nacimiento en 1784. Otros autores se fundamentan en la primera biografía de Padilla publicada por Gregorio Cerra en 1871, que da la fecha de 1778. Ver: Jesús C. Torres Almeyda, El Almirante José Padilla (epopeya y martirio) (1981; reimpresión: Bogotá: Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1990), n. 2, p. 275. 25 Ver, por ejemplo, la “Biografía del Almirante José Prudencio Padilla” en la página web de la Armada nacional de Colombia dedicada a la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla de Cartagena, http://www.armada.mil.co/index.php?idcategoria=80163 (consultado 23.06.2011).26 Aline Helg, Libertad e igualdad en el Caribe Colombiano 1770-1835 (Bogotá/Medellín, Banco de la República/Fondo Editorial Universidad EAFIT, 2011); Aline Helg, “El general José Padilla en su laberinto: Cartagena en el decenio de 1820”, en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca, eds., Cartagena de Indias en el siglo XIX, (Cartagena: Universidad Jorge Tadeo Lozano/Banco de la República, 2002), pp. 3-29.

Aline Helg, Universidad de Ginebra

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27 Ver, por ejemplo, “Pablo García sobre su noble ascendencia gallega” (1799 – 1805), en: Colombia, Archivo Histórico Nacional de Colombia, Bogotá (AHNC), Sección Colombia (CO), Fondo Guerra y Marina (GM), rollo 3, fols. 1-41 verso.28 Ver: Enrique Otero D’Costa, Vida del Almirante José Padilla (1778-1828) (1921; reimpresión, Bogotá: Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1973); Enrique Uribe White, Padilla: Homenaje de la armada colombiana al héroe de la batalla del lago de Maracaibo (Bogotá: Imprenta y Litografía de las Fuerzas Militares, 1973); Torres, op. cit.; Juan Zapata Olivella, Piar, Petión y Padilla. Tres mulatos de la revolución (Barranquilla: Ediciones Universidad Simón Bolívar, 1986);

de la limpieza de sangre —que excluía a los individuos de “la mala raza de negros, moros, judíos, recién convertidos”27— y el estigma racial de la “mancha de la esclavitud”—que marcaba hereditariamente a los descendientes libres de esclavos, mestizos o no— habían prohibido a generaciones de negros, pardos, mulatos, zambos, cuarterones y quinterones de América acceder al colegio y la universidad, a funciones reales y eclesiásticas, así como a honores y profesiones superiores. Por consiguiente, después de 1821, en el momento de constituir los gobiernos y administraciones republicanas, la antigua jerarquía socio-racial de la Colonia se reprodujo, porque los únicos con formación superior eran los blancos acomodados.

Para justificar el resurgimiento de la preponderancia de los blancos, las nuevas élites promovieron el concepto de la igualdad basada en los méritos, sin reconocer que los ciudadanos, por razones históricas ligadas a su raza (la limpieza de sangre y la mancha de la esclavitud), provenían de condiciones desiguales.

Así, los requisitos republicanos permitieron a miembros de la élite criolla blanca que no lucharon en las guerras de independencia conservar su predominio. Simultáneamente, los héroes militares que se habían distinguido en los campos de batallas patriotas, en su gran mayoría pardos, mestizos, negros e indios de las clases populares, fueron marginados por la misma república que habían contribuido a establecer. En Colombia, nadie simboliza mejor que José Padilla este proceso de ascensión en la guerra y frustración en la paz, cuya trayectoria se inscribe en el proceso secular de las luchas de los afrodescendientes por la plena igualdad sin tener que silenciar su identidad.

Según sus biógrafos, el todavía adolescente Padilla se alistó como muchacho de cámara para huir de su padre, un irascible constructor de canoas.28 Las duras condiciones de vida y la disciplina castrense a las cuales fue sometido en la marina le hicieron regresar a Riohacha en 1803. Pero poco después se enroló en la Real Armada Española, iniciando su carrera militar a bordo del navío de guerra Juan Nepomuceno. Allí le cogió un primer evento de alcance mundial, la Batalla de Trafalgar en octubre de 1805. Padilla fue hecho prisionero, confinado a un pontón y obligado a trabajar en la construcción de naves y fabricación y reparación de armas durante casi tres años, una experiencia que amplió su visión del mundo colonial. Cuando en 1808 Padilla fue liberado y nombrado contramaestre del apostadero de Cartagena, se estableció en el arrabal de afrodescendientes de Getsemaní y contrajo matrimonio con una cartagenera. Por segunda vez, un acontecimiento transatlántico cambió su trayectoria: la invasión napoleónica de España, que desencadenó el proceso independentista de la provincia de Cartagena.

En 1808, Cartagena era la ciudad más importante en la Nueva Granada caribeña, con unos 17.600 habitantes, en su gran mayoría pardos y negros. Sin embargo, era la ciudad de la región con la proporción más alta de blancos (alrededor del 20%), debido a la alta concentración de funcionarios reales y personal militar y religioso, y por consiguiente, con la mayor proporción de esclavos (aproximadamente el 10%). La ciudad fortificada la conformaban cuatro barrios, entre los cuales se encontraba La Catedral, sitio preferido de residencia de los blancos acomodados, y Santo Toribio, lugar de

PADILLA EN LA REVOLUACIÓN DE CARTAGENA (1808-1814)

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trabajo y residencia de casi todos los artesanos y esclavos. La isla amurallada de Getsemaní albergaba principalmente a afrodescendientes libres, ya trabajadores, ya artesanos.29 La defensa de Cartagena dependía del Regimiento Fijo, integrado por españoles y criollos, y de la milicia, dividida en tres batallones: uno de blancos, otro de pardos, y un tercero de artillería. La mayoría de los milicianos eran negros, mulatos y zambos (aún en el batallón de blancos) que tenían trabajos independientes y vivían en Cartagena o Getsemaní. Si los blancos se resistían al reclutamiento, para los afrodescendientes, pertenecer a la milicia significaba un mejor estatus y permitió a unos pocos ascender socialmente y percibir su importancia.30

Poco después de la llegada de Padilla a Cartagena en 1808, la detención del rey Fernando VII por parte de Napoleón introdujo el principio de soberanía popular. En algunas colonias, tales como Venezuela y la Nueva Granada, criollos prominentes comenzaron a pensar en su región como una provincia autónoma dentro del reino español. Así, en 1810, el cabildo de Cartagena, constituido por comerciantes, hacendados y abogados españoles y criollos, rehusó la autoridad del Consejo de la Regencia establecido en Cádiz para gobernar por el rey. Sin entrar en los detalles del proceso que llevó a la independencia de la provincia de Cartagena en noviembre de 1811, es necesario detenerse en algunos episodios cruciales para Padilla.

Cuando en 1810 la regencia mandó un nuevo gobernador a Cartagena, el aristócrata criollo José María García de Toledo, miembro del cabildo, capitalizó el descontento popular y organizó dos unidades de afrodescendientes para neutralizar, si fuera necesario, al Fijo pro-español. Confió la organización de la primera, denominada Lanceros Patriotas de Getsemaní, a Pedro Romero, un poderoso armero pardo. La segunda reunió

principalmente a hombres del barrio de Santo Toribio. Estas unidades, armadas con machetes y respaldadas por una multitud, se congregaron el 14 de junio de 1810 frente al palacio de gobierno, para que el cabildo votara la destitución del gobernador, que fue deportado a La Habana. Para evitar choques entre blancos españoles y criollos, el cabildo reunió ambos grupos en un batallón blanco de “voluntarios patriotas, conservadores de los augustos derechos de Fernando VII”. Confirmando la segregación militar colonial, organizó un batallón separado de Pardos Patriotas, en adición a los Lanceros Patriotas de Getsemaní.31 Poco después, el cabildo de Cartagena se transformó en la Junta Suprema de la ciudad y provincia de Cartagena, presidida por García de Toledo y compuesta por los miembros del cabildo de Cartagena, un vicepresidente, seis diputados elegidos por el pueblo cartagenero y cinco delegados del resto de la provincia. La nueva junta dio un paso fundamental hacia el republicanismo, seguramente celebrado por José Padilla: llamó a los hombres adultos libres de Cartagena, sin importar su color, a elegir a los seis diputados de su ciudad. La modalidad de esta elección, verdadera ruptura sociopolítica, destruyó el principio racial de la limpieza de sangre en Cartagena. Por supuesto, esta ruptura, confirmada por la ley electoral de diciembre de 1810, nació de la necesidad para la pequeña élite criolla de asegurarse el apoyo incondicional de la mayoría afrodescendiente frente al Fijo y los residentes españoles. Y produjo más que el efecto esperado en febrero de 1811, cuando los Pardos Patriotas y los Lanceros de Getsemaní, sin esperar la orden de sus dirigentes, descubrieron y suprimieron una conspiración del Fijo para derrocar la Junta. Aún más, una muchedumbre de afrodescendientes arrestó a los hombres españoles y los recluyó en las barracas de los Patriotas Pardos. Poco después, varias familias de la élite afectas a España huyeron para Santa Marta, donde se concentraban los realistas,

29 Adolfo Meisel y María Aguilera, “Cartagena de Indias en 1777: Un análisis demográfico”, Boletín Cultural y Bibliográfico (Bogotá: Biblioteca Luis Ángel Arango/Banco de la República, 1997), vol. 34, núm. 45, pp. 21-57; y Adelaida Sourdís de De la Vega, Cartagena de Indias durante la primera república, 1810-1815 (Bogotá: Banco de la República, 1988), pp.15-16.30 Allan J. Kuethe, Military Reform and Society in New Granada, 1773-1808 (Gainesville: University Presses of Florida, 1978), pp. 23-30.31 Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 219-222.

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32 CUADERNOS DE LA EXPEDICIÓN PADILLA

32 Ibid., pp. 226-228, 230-231. Torres, op. cit., pp. 27-28.33 “Proposiciones presentadas por los diputados del pueblo y aprobadas y sancionadas el 11 de Noviembre de 1811”, en: “Carta del comandante general de Panamá a ministro de justicia”, 30 de noviembre de 1811, en: España, Archivo General de Indias, Sevilla (AGI), Santa Fe 745; Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 231-234; Torres, op. cit., pp. 28-29..34 Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 235-236. Par el texto completo de la constitución, ver: “Constitución política del Estado de Cartagena de Indias, expedida el 14 de Junio de 1812”, en: Manuel Ezequiel Corrales, ed., Documentos para la historia de la provincia de Cartagena de Indias, hoy estado soberano de Bolívar en la Unión colombiana, 2 vols. (Bogotá: Medardo Rivas, 1883), vol. 1, pp. 485-546.

y las islas del Caribe. Las clases populares cartageneras mostraron así su capacidad para actuar solas y hasta contra la voluntad de sus líderes de la élite, en una evolución que sin duda afectó positivamente a Padilla, ya activo en la guerra naval contra la realista Santa Marta a fines de 1810.32

Padilla y muchos otros afrodescendientes tuvieron también un papel clave en la declaración de independencia de Cartagena del 11 de noviembre de 1811. Nutridos por su sentimiento anti-español, apoyaron a la fracción más radical de la élite (en particular los hermanos Gabriel y Germán Gutiérrez de Piñeres, de Mompox) y a Pedro Romero. Los Lanceros Patriotas de Getsemaní y los Pardos Patriotas tomaron posiciones en las murallas de la ciudad y volvieron su artillería contra las barracas del Fijo y los Patriotas Blancos para impedir su intervención. Una multitud de labradores y artesanos afrodescendientes encabezada por Gabriel Gutiérrez de Piñeres y Romero, forzó las puertas del arsenal para apoderarse de armas, y marchó sobre el palacio del gobierno. Los insurrectos enviaron a la Junta a dos delegados, entre ellos el abogado Ignacio Muñoz, yerno de Romero, para exigir la independencia absoluta de España, “la igualdad de derechos de todas clases de ciudadanos”, un gobierno dividido en tres ramas, la subordinación del ejército al ejecutivo, la apertura al público de las sesiones legislativas, el nombramiento de comandantes pardos y negros en el batallón de pardos y en la artillería, la abolición de la Inquisición y la exclusión de “europeos antipatrióticos” de los cargos públicos. Luego, la turba armada invadió el palacio, agredió a García de Toledo y obligó a la junta a firmar el Acta de Independencia de la provincia.33

Otra etapa fundamental para un pardo como Padilla fue cuando, a comienzos de 1812, los hombres cabezas de familia de la provincia de Cartagena, sin distinción de raza, fueron llamados a designar a los electores que escogerían a los diputados a una asamblea constituyente. Los radicales (o piñeristas), liderados por los hermanos Gutiérrez de Piñeres, obtuvieron la mayoría entre los treinta y seis diputados electos. Por primera vez, al menos uno de ellos, Pedro Romero, era afrodescendiente, lo cual mostró que ahora el poder político no era exclusivamente una cosa de blancos. La Constitución del Estado de Cartagena de Indias de 1812, aprobada por los diputados, desarrollaba los principios propuestos en el Acta de Independencia de 1811. Era representativa, republicana y liberal, y hacía énfasis en los derechos fundamentales de los individuos libres. Reorganizaba el Fijo y las milicias en un ejército estatal incluyente en términos raciales, compuesto por batallones de veteranos y milicianos, lo cual significó la integración militar para los afrodescendientes como Padilla, pero también el fin de la autonomía de sus unidades, los Lanceros Patriotas de Getsemaní y los Patriotas Pardos.34

En este periodo conflictivo Padilla, como la mayoría de los afrodescendientes, apoyó a los piñeristas, más radicales que los partidarios de García de Toledo, o toledistas. Pero en realidad, los dos bandos trataban de atraer a los afrodescendientes a sus filas con un discurso que hablaba de igualdad sin abordar directamente temas de raza y a través de redes de clientelismo. Aunque los piñeristas, por haber exigido la independencia, captaron mayor respaldo popular que los toledistas, también estaban ansiosos por mantener bajo

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control a los afrodescendientes que los habían llevado al poder con el fin de neutralizar su desafío socio-racial autónomo. En particular, durante los debates de la convención para redactar la Constitución en febrero de 1812, levantaron cadalsos a la entrada de la ciudad y arrestaron a algunos oficiales para impedir que los Lanceros Patriotas de Getsemaní y grupos del pueblo hicieran manifestaciones armadas para influenciar las decisiones de los diputados.35

Desde el principio de la guerra de Cartagena contra las provincias realistas de Santa Marta y Riohacha, Padilla ofreció su experiencia en la marina española a la flotilla patriota. Rápidamente se distinguió en varios combates navales. En 1814 se acercó a Bolívar cuando éste se refugió, con parte del Ejército patriota venezolano, en Cartagena, con gran perjuicio de los toledistas. En diciembre de 1814, los toledistas ganaron las elecciones del Estado de Cartagena, pero los piñeristas se rebelaron y, volviendo a las prácticas políticas de 1810-11, dieron un golpe de Estado en el cual afrodescendientes armados, encabezados por el diputado Muñoz, trataron de imponer a Gabriel Gutiérrez como gobernador. En la anarquía que siguió, los toledistas solicitaron el auxilio de Manuel Del Castillo, en ese momento comandante del ejército de la Línea del Magdalena. En cuanto a los piñeristas, pidieron a Bolívar, que estaba en Honda, que mandara tropas para ayudarlos. Antes de que Bolívar respondiera, Del Castillo retiró sus fuerzas de la guerra contra los realistas, sitió y se tomó Cartagena, e impuso un drástico castigo a los piñeristas, en particular, el destierro de los hermanos Gutiérrez de Piñeres y de Muñoz.36

DE LA RECONQUISTA AL TRIUNFO DE PADILLA EN LA BATALLA DE MARACAIBO

José Padilla, afiliado a los piñeristas, seguía de cerca estos acontecimientos. Poco después

Del Castillo rechazó una orden de Bolívar de participar con sus soldados en una operación militar contra Santa Marta. Cuando Bolívar, enfurecido por la insubordinación de Del Castillo, retiró sus tropas del Magdalena para poner sitio a Cartagena, y Padilla quiso unírsele, el teniente coronel venezolano Mariano Montilla, en aquel tiempo toledista enemigo de Bolívar, ordenó su encarcelamiento por traición. De allí nació un odio visceral entre Montilla y Padilla. Además, estos conflictos internos permitieron a los realistas ocupar gran parte del Magdalena. Más aún, en España Fernando VII reasumió el poder y ordenó reconquistar las colonias americanas rebeldes. A fines de abril 1815, el general Pablo Morillo llegaba a Santa Marta con 8.000 veteranos, para empezar la reconquista de la región caribeña.

Por fin, los toledistas y los piñeristas consideraron los daños que su rivalidad hacía a la causa de la independencia. Los toledistas liberaron a los presos políticos, entre ellos a Padilla, llamaron a los piñeristas desterrados para que se juntaran a la defensa de Cartagena, y reorganizaron el gobierno. Si Montilla permaneció en el ejecutivo como Segundo Jefe de la Plaza, el Alférez de Fragata Padilla fue nombrado segundo jefe de una flotilla contando con 400 marineros. El primero de septiembre de 1815, Morillo empezó el sitio de Cartagena, que iba a durar ciento seis días y cobrar la vida de casi una tercera parte de los habitantes de la ciudad, muertos por hambre y enfermedad.37

Durante los tres meses del sitio, los piñeristas, entre los cuales se encontraba el muy emprendedor Padilla, retomaron la iniciativa contra los toledistas. El 5 de diciembre decidieron abandonar la ciudad al ejército invasor de Morillo y huir por mar. Unos 2.000 cartageneros, en su mayoría piñeristas, se embarcaron en un bergantín, siete goletas y varios barcos de fortuna

35 Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 247-250.36 Ibid., pp. 260-262.37 Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 262, 277-281; Torres, op. cit., pp. 30-32.

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a veces pilotados por corsarios, dejando la suerte de seis miles de cartageneros en las manos de los españoles, quienes procesaron por alta traición y fusilaron a varios toledistas, entre ellos García de Toledo y Del Castillo. Padilla fue de los que pudieron escapar, y en comanda de la goleta “Presidente”, logró romper la línea española, controlar el canal de Bocachica y abrir paso a otros buques patriotas para refugiarse en Los Cayos, en Haití. Simultáneamente, Bolívar dejó su exilio en Jamaica y se asiló también en Haití.38

Padilla, al igual que Bolívar y otros patriotas, vivió más de dos meses en Los Cayos, beneficiado por la hospitalidad del presidente mulato, Alejandro Petión. Allí, seguramente, Padilla admiró a Petión y su gobierno compuesto de negros y mulatos en una nación cuyos ciudadanos eran casi todos afrodescendientes, y soñó con la posibilidad de formar un gobierno incluyendo hombres de color después de la liberación de la Nueva Granada caribeña. Otra vez aportó su respaldo a Bolívar en la competición por la dirección de los exiliados y tomó un papel muy activo en la preparación de la primera expedición libertadora equipada por el gobierno haitiano. Cuando salió ésta, Padilla viajó a bordo de una de las goletas que desembarcaron en Ocumare, al oeste de Caracas, donde se quedó con otros, mientras que Bolívar regresó a Haití ante las amenazas españolas.

Padilla hizo parte de las tropas dirigidas por Manuel Piar, el único general afrodescendiente en la época, originario de Curazao y excelente estratega que logró controlar la Guayana y establecer allí el núcleo del ejército de liberación de Venezuela. A mediados de 1817, Padilla participó en la toma de Angostura contra los realistas, como segundo jefe de una flotilla sobre el Orinoco. Se sabe que Padilla presenció el fusilamiento de Piar que Bolívar ordenó en octubre de 1817, oficialmente por

38 Torres, op. cit., pp. 40-44.39 Jaime E. Rodríguez O., The Independence of Spanish America (Cambridge: Cambridge University Press, 1998), pp. 187-88; Torres, op. cit., pp. 44-50. 40 Torres, op. cit., pp. 50-79.

conspiración racista pero sobre todo porque Bolívar quería eliminarle para asumir el poder absoluto. Como las tropas, en su inmensa mayoría afrodescendientes, empezaron a calificar la ejecución de Piar de acta racista, Bolívar trató de calmarlas encargando el mantenimiento de la disciplina a otro pardo: Padilla. Aunque las fuentes no informan sobre la reacción de Padilla al fusilamiento de Piar, sí parece que él contribuyó a prevenir una insurrección de las tropas, lo que le valió una promoción a capitán de navío (o coronel).39

A lo largo de los tres años siguientes, Padilla actuó de manera decisiva como capitán de buques de guerra, tanto en el Orinoco, el Apure y el Magdalena, como en la costa caribeña. Junto con Montilla, contribuyó a liberar Riohacha, Santa Marta y Cartagena, sometiendo esta última a un sitio de cinco meses en 1821. Encargado de la flotilla naval, Padilla logró destruir la Armada española en la Noche de San Juan (el 24 de junio) y diseñar una hábil estrategia, gracias a la cual los patriotas entraron en Cartagena en octubre. El mes siguiente el gobierno de la Gran Colombia nombró Padilla comandante general del Tercer Departamento de Marina, que se extendía de Riohacha al Golfo de Mosquitos en Panamá, y lo ascendió a general de brigada o contraalmirante.40

LA RIVALIDAD ENTRE PADILLA Y MONTILLA

Aunque Padilla y Montilla colaboraron en la liberación de litoral caribeño, varios incidentes indicaban que su enemistad, nacida con encarcelamiento del primero por Montilla en 1815, se atenuó sólo porque la guerra contra los realistas lo exigía. Cuando ambos hombres se establecieron en Cartagena, Montilla como intendente del Magdalena, una posición superior a la de Padilla, la hostilidad resurgió por las diferencias socio-raciales. Desde su nuevo cargo, Montilla sospechaba sin cesar que los pardos y los patriotas radicales agitaban el asunto

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41 “Montilla a Santander”, 10 y 30 de abril de 1822, en: Mariano Montilla, General de División, Homenaje en el bicentenario de su nacimiento, 1782-1982, 2 vols. (Cara-cas: Presidencia de la República, 1982), vol. 2, pp. 922-23 y 927. 42 “Montilla a Santander”, 10 de agosto de 1822, 20 de agosto de 1822 y 20 de febrero de 1823, en: Montilla, op. cit., vol, 2, pp. 941, 943 y 969.43 Torres, op. cit., pp. 83-136.

de la raza. En 1822 pidió repetidamente al vicepresidente Francisco de Paula Santander que retirara a Padilla de Cartagena, acusándolo de respaldar a “la maldita gente de Santo Domingo”, es decir, a los piñeristas que se habían exiliado en Haití después de la reconquista de España en 1815 y que habían regresado con amplias ideas de igualdad. Montilla sospechaba particularmente de Mauricio Romero (hijo de Pedro) y de Calixto Noguera, a quien quiso “juzgar […] como sedicioso enemigo de los blancos”. Además, Montilla se quejaba de que “algunos zambos de Getsemaní” habían comenzado a decir que los soldados pedían “por jefe al coronel [sic] Padilla”.41

Aunque Montilla puso a todos los sospechosos bajo la vigilancia de la policía secreta con el fin de encontrar medidas jurídicas para expulsarlos, sólo logró abrir una encuesta contra Padilla, que tuvo que viajar a Bogotá para desmentir las calumnias. Allí Santander no se convenció de “los poderosos motivos que hay para que aquel señor [Padilla] sea perjudicial en aquella plaza”, como lo denunciaba Montilla. Una vez absuelto y restablecido en la comandancia del Tercer Departamento de la Marina, Padilla regresó rápidamente a Cartagena para celebrar su victoria contra Montilla, encendiendo fuegos artificiales y organizando un baile en su casa “sin convidar una sola blanca”, informó Montilla a Santander, sin duda para ilustrar la exclusividad racial de Padilla. En febrero de 1823, Montilla alegaba de nuevo que había un resurgimiento de “los bochinches de colores. Padilla que se empeñó en ir allí a ver la moza por ocho días, decretó en ‘La Popa’ muerte a los nobles, etc., no sé por qué desaire que quisieron hacerle a su moza que es una pardita hermana de [Mauricio] Romero y que vive con él públicamente”. Además, se lamentaba Montilla, algunos criollos prominentes se habían casado con mujeres pardas, entre ellos el hombre de

letras Antonio del Real, con “una mulatica de la pandilla”; el alcalde blanco Manuel Marcelino Núñez estaba “muy impregnado de los Cayos, donde ha vivido largos años, y la mitad del cabildo [era] de la misma clase”. Montilla alertaba a Santander de “abrir bien los ojos sobre aquella ciudad”.42

Sin embargo, la continuación de la guerra ofreció una ocasión adicional a Padilla para demostrar su sentido estratégico poco común: la campaña de Maracaibo, ciudad portuaria que volvió a caer al poder de España en septiembre de 1822, amenazando la independencia de Venezuela. A finales del año Padilla inició la lucha naval allí, a pesar de los obstáculos puestos por Montilla, quién le rehusó fondos para la Marina y tramó sin éxito su destitución y reemplazo por un venezolano, el capitán Renato Beluche, lo cual resultó en la suspensión provisional de Montilla de su puesto de comandante del Ejército del Magdalena. En Maracaibo, Padilla llegó a la cumbre de su carrera militar, primero cuando forzó con su flotilla la barra de defensa española que bloqueaba la entrada al Lago de Maracaibo por el Mar Caribe, y segundo cuando aseguró la victoria de los patriotas—y la independencia de Venezuela—en la batalla naval de Maracaibo del 24 de julio de 1823. A raíz de esta acción, Bolívar le calificó “del Nelson” colombiano. Y Padilla esperaba una consagración política como intendente del Magdalena.43 Sin embargo, el gobierno colombiano restableció a Montilla en su puesto y a Padilla en la comandancia de la empobrecida Marina del litoral, subordinada al primero. Por su triunfo en Maracaibo, sólo se otorgó a Padilla un ascenso a general o almirante, el uso de una medalla de oro y una pensión anual de 3.000 pesos. Sin dejarse embaucar, Padilla comparaba amargamente los altos cargos que “otros militares” habían obtenido como “premio” por sus servicios con su propia compensación, que describía como “la

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44 “Padilla a Santander”, 30 de agosto de 1824, en: E. Uribe, op. cit., pp. 301-303.45 Respuesta del almirante Padilla a un panfleto publicado en Caracas por el capitán Renato Beluche, 24 de diciembre de 1824, en: Torres, op. cit., p. 323.46 José Padilla, Al respetable público de Cartagena, 15 de noviembre de 1824, en: Colombia, AHNC, Sección República (RE), Archivo Restrepo (AR), fondo XI, caja 88, vol. 170, fols. 125-126 (énfasis en el original).

paga de un mercenario”. En su calidad de oficial, quería “concluir su carrera con honor”, y no con una pensión.44

PADILLA FRENTE A LA DISCRIMINACIÓN SOCIO-RACIAL DE LA POSGUERRA

Desafortunadamente, con el fin de la guerra las virtudes del coraje y las hazañas militares que habían reducido el estigma socio-racial en la carrera militar de Padilla ya no contaban. El legajo de la discriminación racial colonial mostró todo su peso, ya que legalmente Padilla no había podido seguir estudios superiores.A partir de 1824, empezó a reclamar derechos y honores como pardo, más que como ciudadano colombiano, como lo indica su refutación, a finales del año, de calumnias lanzadas por Beluche, un protegido de Montilla:

Yo conozco al señor Beluche y por su color creo que no pertenece a la clase que se llamaba de pardos en tiempos de la tiranía y a la que correspondí, a esta clase se le llamaba ruin, baja, oscura y la que se apellidaba con todos los dicterios ignominiosos y de la que desertaron algunos necios a costa de oro, de bajezas y mentiras protegidas por las revoluciones del tiempo.45

Estas líneas permiten entender cuánto Padilla sufrió bajo las discriminaciones raciales coloniales, cuánto menospreciaba a los afrodescendientes acomodados que trataban de comprar gracias para pasar por blancos, y tácitamente, cuánto esperaba de la igualdad lograda en las batallas contra España. De allí en adelante, asemejando su frustración a las de los pardos en general, luchó por la concreción de la igualdad republicana y se movilizó contra cada manifestación de desprecio de su persona

que interpretó como un regreso al sistema de castas de la colonia. Consiguientemente, a fines del 1824, Padilla publicó un incendiario panfleto dirigido Al respetable público de Cartagena, en el cual advertía: “la espada que empuñé contra el rey de España, esa espada con que he dado a la patria días de gloria, esa misma espada me sostendrá contra cualquiera que intente abatir a mi clase [parda], y degradar a mi persona”. Padilla comenzaba así:

No es ésta la primera tentativa con que mis enemigos, los enemigos de mi clase, han tratado de desconceptuarme delante del gobierno, delante de mis conciudadanos, delante del mundo entero; ya se ve, yo no pertenezco a las antiguas familias, ni traigo mi origen de los Corteses, los Pizarros, ni de los feroces españoles que por sus atrocidades contra los desgraciados indios, su rapiña, su usura y su monopolio amontonaron riquezas con que compraron nuevos abuelos […] Ciudadanos, que sensible es en mi corazón contemplar que los sacrificios que he hecho por mi Patria, y que me han adquirido el alto rango que obtengo, sean el motivo del celo, de la rabia y del negro odio con que me miran esos hombres a quienes Colombia no debe sino traiciones e indiferencia, esos hombres que cada día y desvergonzadamente redoblan sus ataques y minan el santo edificio de la libertad y de la igualdad del pueblo, para levantar sobre sus ruinas el tablado de la ambición, y sustituir a las formas republicanas las de sus antiguos privilegios y la dominación exclusiva de una pequeña y miserable porción de familias sobre la gran mayoría de los pueblos.46

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El pasquín de Padilla no sólo alarmó a la élite de Cartagena, sino que también repercutió en el vicepresidente Santander, en Bogotá, y en el presidente Bolívar, aún en campaña en Perú, y provocó un intercambio de cartas entre los dos generales sobre la amenaza de la pardocracia. Bolívar veía la protesta de Padilla como representativa de:

El espíritu que [Padilla] tiene con respecto al gobierno y al sistema […] Yo creo que este negocio merece muy bien la atención del gobierno, no para dar palos, sino para tomar medidas que eviten en lo futuro los desastres horrorosos que el mismo Padilla prevé. La igualdad legal no es bastante para el espíritu que tiene el pueblo, que quiere que haya igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y después querrá la pardocracia, que es la inclinación natural y única, para exterminio después de la clase privilegiada. Esto requiere, digo, grandes medidas, que no me cansaré de recomendar.47

Bolívar no definió las medidas que consideraba necesarias, pero expresó su convicción inquebrantable de que la igualdad –y, por extensión, el poder de los pardos prominentes– debería tener límites; de otra manera, los afrodescendientes dominarían y masacrarían a los blancos. Además, menos de dos meses después, expresó su oposición a una expedición colombo-mexicana para liberar a Cuba de España, en la cual Padilla habría jugado un papel protagónico como jefe de la Armada en Cartagena, arguyendo que conduciría al “establecimiento de una nueva república de Haití” en Cuba.48 Mucho menos crítico de Padilla, Santander respondió a Bolívar: “Yo no sé cómo pueda destruirse el germen de pardocracia; nada

les gusta y todo les incomoda. Ellos lo quieren todo exclusivamente; y debo ser justo con Padilla, que hasta ahora es de los menos chisperos”.49

El pasquín de Padilla de noviembre de 1824 respondía a una carta anónima publicada por un “padre de familia” que vilipendiaba al general pardo por haberse separado de su esposa adúltera y cohabitar de manera “inmoral” con Anita Romero, hija del fallecido Pedro Romero.

Con astucia, sin necesidad de mencionar la raza, el autor de la carta se centraba en la unión ilegítima de Padilla (que, además, no tenía hijos conocidos), lo cual le permitía excluirle del grupo de padres de familia respetables que personificaban a los verdaderos ciudadanos con derechos cabales. Padilla estaba particularmente ofendido por el hecho de que los aristócratas cartageneros no habían invitado a su “virtuosa compañera” a un baile privado en la residencia del acaudalado comerciante español Juan De Francisco, con el argumento de que su unión no había sido santificada por la Iglesia Católica. Padilla no dudó en denunciar la hipocresía de los hombres de la élite blanca que tenían amantes y cuyas “fecundas esposas no han esperado para ser madres, sino la bendición de su vientre, concibiendo y pariendo prodigiosamente en un momento mismo”. En realidad, afirmaba Padilla, De Francisco había excluido a Anita Romero del baile no a causa de la ilegitimidad de su unión sino por ser mulata: “Todo el mundo sabe la clase a que ella pertenece, y el deseo de vejar y degradar a esta clase han sido las únicas intenciones del padre de familia”.50 Al juicio de Padilla, tal conducta era particularmente condenable para un aristócrata español como De Francisco, deportado en 1811 por su apoyo a la conspiración realista del Fijo, y que había podido regresar en la Cartagena independiente para restaurar las jerarquías coloniales.51

Al respetable público de Cartagena ofrece una

47 “Bolívar a Santander”, 7 de abril de 1825, en: Simón Bolívar, Obras completas, Vicente Lecuna, ed., 2 vols. (La Habana: Lex, 1947), vol. 1, p. 1076.48 “Bolívar a Santander”, 20 de mayo de 1825, en: Ibid., vol. 1, p. 1097. El proyecto colombo-mexicano para liberar a Cuba fue abandonado definitivamente luego de que Estados Unidos y Gran Bretaña se opusieran por temor a provocar un levantamiento de esclavos y reducir el comercio entre Estados Unidos y Cuba.49 “Santander a Bolívar”, 21 de julio de 1825, en: Francisco de Paula Santander, Cartas Santander-Bolívar, 5 vols. (Bogotá: Fundación para la Conmemoración del Bicen-tenario del Natalicio y el Sesquicentenario de la Muerte del General Francisco de Paula Santander/Biblioteca de la Presidencia de la República, 1988-90), vol. 5, p. 16.50 Padilla, Al respetable público de Cartagena, op. cit.51 Ver: “Extracto de las causas seguidas a don Tomás Torres y a don Juan de Francisco”, [s. f.], en: Corrales, ed., Documentos para la historia de la provincia, op. cit., vol. 1, p. 399.

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52 Para ejemplos, ver Helg, Libertad e Igualdad, op. cit., pp. 320-325. 53 “Edward Watts a Joseph Planta”, 30 de noviembre de 1824, en: Gran Bretaña, Public Record Office, Londres (PRO), Foreign Office Papers (FO) 18/7, no. 231.

comprensión poco frecuente de la visión que tenía Padilla de la igualdad. Como Bolívar lo señaló correctamente, Padilla deseaba la igualdad absoluta en las esferas pública y privada, entre las cuales no hacía diferencia. Según él, si la República había abolido los privilegios de clase y raza, sólo el servicio a la patria debería importar en la nueva jerarquía social, y a causa de sus notables logros militares, él merecía un rango superior y el correspondiente respeto, independientemente de que fuera un pardo de origen humilde. Aun cuando se consideraba superior a sus conciudadanos, él era, a su parecer, no sólo un individuo de méritos republicanos, sino también parte de una categoría socio-racial colonial: la clase parda. Cualquier afrenta hecha a él constituía una afrenta a todos los pardos y, por extensión, a la república en cuya construcción ellos habían participado más que los blancos de la élite. La noción de igualdad que tenía Padilla iba más allá que la de otros funcionarios afrodescendientes que vislumbraban que la República extendería la igualdad de derechos y deberes a todos los ciudadanos sin consideración de raza y clase. 52

A diferencia de ellos, Padilla desafiaba abiertamente la jerarquía socio-racial heredada del colonialismo español y amenazaba con movilizar a los pardos para conseguir la igualdad concreta. Aunque en todos los casos, un pequeño grupo de blancos poderosos, reacio a renunciar a su pretendida superioridad racial en una postguerra con escasos recursos y pocas posibilidades de empleo, esgrimía el fantasma de la pardocracia para silenciar a afrodescendientes prominentes, sólo en el caso de Padilla su discurso les permitió deshacerse de él. Además, la visión de igualdad de Padilla reñía con aquélla de los aristócratas cartageneros que rodeaban a Montilla, que percibían las exigencias de algunos pardos —promociones equivalentes a las de los blancos e igualdad en las relaciones

privadas— como manifestaciones de arrogancia y violaciones a la esfera privada. También, al anunciar que usaría su espada para defender la igualdad de derechos y la completa integración de la clase parda en todos los niveles, Padilla planteaba justo el escenario que, desde finales de la década de 1790, las autoridades coloniales y de la Primera Independencia habían predicho que convertirían a la Nueva Granada caribeña en otra Haití. En otras palabras, cuando Padilla comenzó a utilizar la raza para movilizar a la gente, sus detractores pudieron fácilmente enarbolar el espectro de la Revolución haitiana y acusarlo de preparar una guerra racial.

A pesar de las preocupaciones de Bolívar, el panfleto de Padilla no movilizó a los pardos y negros libres de Cartagena. Pero la carta anónima del padre de familia que denunciaba la supuesta inmoralidad de Padilla tampoco convenció a otros que a sus enemigos en Cartagena, una ciudad donde muchos vivían en unión libre. El cariño de Padilla por Anita Romero era visto con buenos ojos, y las muestras de intolerancia de la nueva élite –entre la que algunos de sus miembros, incluyendo a Montilla, se complacían en el juego, las fiestas y el sexo extramarital– tenían poco impacto.53 En realidad, hasta 1826, Padilla era muy popular entre los hombres que tenían los requisitos para votar (saber leer y escribir, pagar impuestos, o ejercer una ocupación independiente, o hasta 1827, ser veterano del Ejército patriota), tanto en Cartagena como en toda la región del río Magdalena, como lo atesta su elección en 1822 y 1825 como Senador de la República por el departamento de Magdalena. Padilla conformó un grupo amplio de seguidores entre los que se contaban no sólo miembros de las clases populares, sino también pequeños contratistas, comerciantes, empleados y funcionarios, entre otros.

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En contraste, el círculo de Montilla incluía oficiales, mercaderes y abogados criollos, venezolanos, y extranjeros, así como los cónsules, quienes apreciaban su aristocracia y su autoritarismo. Aunque estos partidarios eran acomodados, eran pocos. Como ilustración de la popularidad de Padilla, en 1825, él celebró su victoria en las elecciones senatoriales con las élites y autoridades locales de camino a Bogotá. A lo largo del río Magdalena, la gente se reunía para ver al general de ascendencia africana e indígena, como la mayoría de ellos mismos. Según el viajero sueco Carl August Gosselman, que fue invitado en dos ocasiones a almorzar con Padilla durante su navegación río arriba, los invitados bebían copiosamente, primero “por el Gran Bolívar” y “por la República de Colombia”, y luego, con más fervor, por “el General Padilla”. De puertas abiertas, “la comida era verdaderamente pública y negros e indígenas observaban la escena con la boca abierta, gozando verdaderamente del espectáculo y pugnando por ingresar al recinto”.54

En agosto de 1825, como miembro del consejo electoral de Cartagena, Padilla participó en las elecciones presidenciales de la Gran Colombia, y al igual que casi todos los electores de ésta, votó por la reelección de Bolívar a la presidencia. Pero a diferencia de Montilla y de la mayoría de los electores de Magdalena, que respaldaban a un antiguo toledista nativo de Cartagena como vicepresidente, Padilla dio su voto a Santander, ayudando a asegurar su reelección. Como consecuencia, Santander y Bolívar expresaron su renovada confianza en el líder pardo. Santander escribió a Bolívar que Padilla era “uno de los más entusiastas amigos del gobierno, mío y más que todo idólatra de usted”.55 Bolívar no dudó en calificar a Padilla como “el hombre más importante de Colombia”, agregando que

“lo quiero mucho por sus servicios y por la adhesión que me tiene. Dios le conserve en este sentimiento”.56 Con estas palabras, Bolívar probablemente se refería a la incomparable posición de Padilla como el único general pardo de la Gran Colombia y uno de sus líderes más populares, cuyo antagonismo, sentía él, podría tener enormes consecuencias.

La popularidad de Padilla se explica también por su estilo de vida menos ostentador que el de la élite blanca en una Cartagena donde la gran mayoría vivía en la pobreza. En palabras de sus defensores, Padilla era distinto a Montilla y a varios otros que, después de 1821, se habían beneficiado de “gracias y favores” para poder adquirir “muchas propiedades”, vivir en “la opulencia, el fausto i la suntuosidad […] [que] insultan a la miseria pública”.57 En contraste con Montilla, que vivía en la mansión del antiguo marqués de Valde-Hoyos, Padilla había contraído un crédito con Santander para comprar una casa de dos pisos en la entrada de Getsemaní; cerca de allí abrió una taberna adonde la gente iba a beber, jugar dados y discutir sobre política, para gran disgusto de la élite. Además, a Montilla le habían sido adjudicadas una plantación enorme cerca de Sabanalarga y la Hacienda Aguas Vivas, en Turbaco, donde pasaba gran parte de su tiempo; en cuanto a Padilla, no tenía propiedades rurales, lo que le distinguía de las élites republicanas pero también le privaba de importantes redes políticas rurales. Así, Padilla y Montilla encarnaban las profundas divisiones socio-raciales de Cartagena después de 1821. 58

Sin embargo, el hecho de que la rivalidad entre Padilla y Montilla hubiera podido dominar la política de Cartagena se explica en parte por la ausencia de poderosos líderes nativos: los que se distinguieron en la Primera Independencia—

54 Carl August Gosselman, Viaje por Colombia, 1825 y 1826, trad. del sueco: Ann Christien Pereira (Bogotá: Banco de la República, 1987), pp. 98-100; Uribe, op. cit., p. 306.55 “Santander a Bolívar”, 6 de octubre y 6 de noviembre de 1825, en: Santander, op. cit., vol. 5, pp. 60 y 101-102. Ver también: Torres, op. cit., p. 155; y David Bush-nell, The Santander Regime in Gran Colombia (Newark: University of Delaware Press, 1954), pp. 319-321.56 “Bolívar a Santander”, 27 de octubre de 1825, en: Bolívar, op. cit., vol. 1, p. 1222.57 “Apelación a la razón”, Bogotá, 1828, citado en: Torres, op. cit., p. 351.58 Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 311, 352; y Torres, op. cit., pp. 147-48.

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59 Helg, “El general José Padilla”, op. cit., pp. 18-19.

60 Ibid., pp. 19-20. 61 Bolívar a Santander, 7 de mayo de 1826, en Bolívar, op. cit., vol. 1, p. 1322.

José María de Toledo, los hermanos Gutiérrez de Piñeres, Pedro Romero, para solo mencionar algunos—habían muerto. Ahora los miembros más destacados de la élite regional continuaban su carrera en Bogotá. Los puestos más altos en la economía y la política seguían en manos de blancos, pero los españoles habían sido reemplazados por británicos, norteamericanos, franceses y otros extranjeros en el comercio, y por venezolanos en la administración. A pesar de que todavía algunos líderes menos importantes de la Primera Independencia vivían en Cartagena, entre ellos José Padilla, Ignacio Muñoz y Manuel Marcelino Núñez, no lograban unirse contra los oficiales venezolanos y los extranjeros influyentes para presentar un proyecto válido para su ciudad.59 Sus divisiones internas y su dependencia de la política nacional se apreciaron claramente en 1826, cuando Bolívar lanzó su campaña para una constitución autocrática.

PADILLA Y EL PROYECTO DE CONSTITUCIÓN AUTOCRÁTICA DE BOLÍVAR

El proyecto constitucional de Bolívar consistía en crear una federación de repúblicas autoritarias colocadas bajo la autoridad suprema de un presidente vitalicio (Bolívar), quien escogía a su sucesor, sobre el modelo de la Constitución de Haití. Bolívar había elaborado su constitución primero para Bolivia cuando estaba en el Perú, donde dirigía la guerra contra los realistas desde 1821. Pero allí se había vuelto más y más pesimista en cuanto a la viabilidad de un gobierno republicano en la Gran Colombia. Estaba descontento con la administración civil de Santander, y obsesionado por la posibilidad de la pardocracia en Venezuela y la Nueva Granada caribeña. Estaba convencido de que su constitución iba a resolver todos los problemas de las jóvenes naciones hispanoamericanas caracterizadas por la mezcla racial y el analfabetismo. En agosto de 1826, todavía desde Lima, Bolívar encomendó al caraqueño Antonio

Leocadio Guzmán —bien conocido por su apoyo a la incipiente rebelión de Venezuela contra el gobierno de Santander en Bogotá encabezada por el general José Antonio Páez— la misión de movilizar a los líderes militares y cívicos de varias ciudades para que apoyaran su proyecto constitucional.60

Guzmán llegó a Cartagena con dos cartas de presentación de Bolívar: una para Montilla, la otra para Padilla. Según Bolívar, “Ambos parecen muy adictos a mí: el primero no puede nada; el segundo lo puede todo”.61 Bolívar consideraba que Padilla era un actor clave porque, como pardo y héroe militar, disfrutaba de mayor popularidad en el Caribe neogranadino que Montilla. Al mismo tiempo, Bolívar no tenía mucha confianza en Padilla porque pensaba que éste, por su raza, quería la pardocracia. Por eso, Bolívar seguía convencido de que Montilla era su mejor apoyo en la región. Para complicar más las cosas, como ya mencionado, Padilla y Montilla se odiaban desde 1815. Montilla envidiaba la popularidad de Padilla y nunca perdía la oportunidad para acusarle de querer la pardocracia y de humillarle por su color y su clase. A su vez, Padilla era celoso del poder político y militar de Montilla, y a menudo recordaba que Montilla había apoyado a Manuel Del Castillo contra Bolívar en 1815.

A pesar de su profunda enemistad, tanto Montilla como Padilla ayudaron a Guzmán cuando llegó a Cartagena en septiembre de 1826. Como Montilla estaba en su hacienda de Turbaco, Guzmán acudió a la casa de Padilla con las dos cartas de Bolívar. Montilla regresó inmediatamente para encargarse de la seguridad de la ciudad. Padilla invitó a “las personas de más influjo y representación” a su casa, y Guzmán les explicó que era urgente apoyar la constitución autoritaria de Bolívar y pedir facultades extraordinarias para él. Decidieron convocar “una reunión de los padres de familia, corporaciones y jefes” para

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evitar “la guerra civil que nos amenazaba”.62 Sin embargo, algunos miembros de la elite de Cartagena se mostraron confundidos y escépticos, sobre todo el antiguo piñerista Manuel Marcelino Núñez, quien defendió fuertemente las leyes y el gobierno de Santander. El 25 de septiembre escribió una carta angustiosa a Santander, pidiendo consejo y cuestionando los motivos de Bolívar y la legitimad de su emisario, Guzmán, muy involucrado en la rebelión de Páez.63 Por supuesto, el correo por el río Magdalena era tan lento que la carta demoró casi un mes en llegar a Bogotá, y cuando Santander respondió hacía tiempo que los cartageneros habían aprobado las exigencias de Bolívar. El 29 de septiembre de 1826 la asamblea convocada por Montilla y Padilla votó a favor de una toma de poder absoluto por Bolívar, una decisión aprobada por los cónsules y los extranjeros.

La correspondencia de algunos cartageneros con Santander inmediatamente después de este voto mostraba las divisiones que existían entre ellos. Pero mostraba también que la popularidad de Padilla tenía límites y que el temor a ser acusado de fomentar la pardocracia restringía su margen de acción. Según Padilla, la carta que Bolívar le había dirigido le dejaba sin otra opción que “oír” las ideas y confiar en el “Libertador”. Decía a Santander: “Si yo no hubiese dado este paso, Montilla quizás habría sido causa de que hubiesen derramado muchos torrentes de sangre, pues en el caso de que hubiese pretendido hacer [una rebelión] como Páez en Caracas, no habiéndolo permitido yo, vea usted cómo sería la función”. Según otro corresponsal, Padilla era “a quien más se ha empeñado en este acontecimiento”, sin dejarle alternativa.64

Con Padilla apoyando a Guzmán, los escépticos no tenían oportunidad de ser oídos. Sólo Núñez tuvo el coraje de negarse a firmar cualquier

resolución contra el gobierno de Santander. Los otros terminaron por firmar el acta preparada por Guzmán u optaron por declararse enfermos. Montilla amenazó al concejo municipal hasta que este aprobó el acta. Al día siguiente, 30 de septiembre de 1826, los jefes de hogar de Cartagena fueron convocados para aprobar el acta en una reunión general, pero como no cabían todos en la sala, sólo uno de cada veinte fue autorizado para participar en una votación por medio de manos levantadas.

La parodia de democracia de septiembre de 1826 mostraba cuánto había cambiado la dinámica de la ciudad desde la Primera Independencia. Primero, las clases populares, los pardos, zambos y negros que se habían manifestado en masa en favor de la igualdad y la independencia en 1810-11, en 1826 no ofrecieron mayor resistencia a las autoridades civiles y militares y a la élite. Montilla tomó medidas militares para prevenir desórdenes y Padilla ayudó personalmente a “tranquilizar los ánimos, desterrar las animosidades y dulcificar, en fin, la opinión”.65 Eso permitió una votación de acuerdo con las expectativas de Bolívar. También había profundas diferencias entre las ideas contenidas en la Constitución de Cartagena de 1812 y las expresadas en el acto público de 1826. Todas las referencias a la igualdad y a la democracia habían sido reemplazadas por un discurso centrado en Bolívar como el padre de la Patria. Al igual que el Rey de España anteriormente, Bolívar era el centro común que unía todos los intereses, neutralizaba las oposiciones e irradiaba todas las virtudes. Ser patriota era seguir a Bolívar.

La vuelta a cierto orden colonial en la Cartagena de mediados de los años 1820 se notaba también en sus ceremonias públicas, bailes y juegos que integraban a todas las clases y razas sin alterar su jerarquía socio-racial. Menos de tres

62 Padilla a Bolívar, 6 de octubre de 1826, citado en: Uribe, op. cit., pp. 307-308.63 Manuel Marcelino Núñez a Santander, 25 de septiembre de 1826, en: Archivo Santander, ed. Ernesto Restrepo Tirado, 24 vols. (Bogotá: Águila Negra Editorial, 1913-32), vol. 15, pp. 216-217.64 Padilla a Santander, 18 de enero de 1827, citado en: Torres, op. cit., p. 189; y Calixto Noguera a Santander, 2 de octubre de 1826, en: Archivo Santander, op. cit., vol. 15, p. 238. Sobre este episodio, ver también: Helg, “El general José Padilla”, op. cit., pp. 21-24.65 Antonio L. Guzmán a José Gabriel Pérez, 1 de octubre de 1826, en Daniel Florencio O’Leary, Memorias del General O’Leary publicadas por su hijo, Simón B. O’Leary, 32 vols. (Caracas: Imprenta de la Gaceta Oficial, 1874–1914), vol. 2, pp. 357-359.

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66 Helg, Libertad e igualdad, op. cit., pp. 379-381.67 Bolívar a José Antonio Páez, 11 de julio de 1827, en Bolívar, op. cit., vol. 2, p. 141.68 Padilla a Santander, 9 de febrero de 1828, en Archivo Santander, op. cit., vol. 17, pp. 245-246.

meses después del acto de la ciudad en favor de los poderes dictatoriales de Bolívar, el 25 de diciembre de 1826, Cartagena empezó a celebrar las fiestas de Navidad que mezclaban la conmemoración de la Independencia y la manumisión pública de esclavos. Siguiendo una procesión y una misa en la Catedral, la ceremonia tenía lugar en la Plaza Central, donde la junta local de manumisión emancipaba a todos los esclavos cuya libertad había sido comprada durante el año: un total de seis hombres y cuatro mujeres en 1826.

El discurso del presidente de la junta insistía en la deuda que los manumitidos, ahora ciudadanos, tenían con la República y el Padre de Colombia, el presidente Libertador Simón Bolívar, quién había iniciado el proceso de emancipación. Las dimensiones teatrales de la ceremonia servían para ocultar el hecho de que la Ley de Manumisión de 1821 no había cambiado prácticamente nada para los esclavos y permitían inflar artificialmente los pocos logros de la junta de manumisión. Además, la junta enseñaba a los centenares de cartageneros todavía esclavos que, si eran leales y pacientes, podrían recibir su libertad, y que la protesta y la rebelión no cabían en esta sociedad. Las ceremonias de manumisión también subrayaban las distinciones fundamentales entre esclavos y afrodescendientes libres y demostraban que su desafío común era imposible. De todos modos, parece que ni Padilla, ni otros pardos vincularon su lucha por la igualdad a la de los esclavos por la libertad.66

La unión de los cartageneros alrededor del Libertador duró hasta fines de 1827. Cuando, en julio de ese año, Bolívar pasó por Cartagena, el ejército y la población se congregaron en las murallas, las calles y los balcones para recibirle con entusiasmo. Bolívar escribió a Páez: “He encontrado un pueblo muy entusiasta, dos amigos excelentes en los generales Montilla y

Padilla”. La Marina, a pesar de los esfuerzos de Montilla y Bolívar para reducirla, le ofreció un suntuoso banquete en la casa estrecha de Padilla. Muy satisfecho, Bolívar declaró que para él Cartagena era “una segunda Venezuela” y pronunció su famosa frase: “Si Caracas me dio vida, vosotros me distéis gloria; con vosotros empecé la libertad de Colombia”.67

LA BREVE TOMA DE PODER DE PADILLA EN 1828

A principios de 1828 la Gran Colombia empezó a desintegrarse a raíz de la rebelión de Páez en Venezuela. Las tensiones entre los bolivaristas que apoyaban el proyecto de constitución autócrata del Libertador, y los santanderistas, defensores de la Constitución de 1821 (la cual debía estar vigente hasta 1831), se agudizaron. Como la situación empeoraba, los dos grupos aceptaron convocar una convención para revisar la constitución, para la cual se eligieron delegados. Dicha convención debía empezar a sesionar en Ocaña a principios de 1828. Pero el 23 de febrero Bolívar declaró el orden público alterado y asumió facultades extraordinarias, lo cual hizo temer que pensaba anular la convención.

Aún en Cartagena, que se había movilizado a favor de la dictadura de Bolívar desde 1826, el apoyo a las instituciones democráticas iba creciendo. Los bolivaristas estaban cada día más nerviosos, particularmente después de que su candidato a la convención, Mariano Montilla, no logró ser elegido. En 1828, para hombres como el general José Padilla la “salvación de la Patria” ya no dependía de Bolívar y de su constitución autócrata. Ahora Padilla apoyaba a los delegados santanderistas quienes, decía, defendían “una libertad garantizada por un sistema popular representativo”.68 En respuesta, los sectores bolivaristas dirigidos por Montilla exigieron que los oficiales y jefes militares firmaran una “exposición” a la convención que atribuía la

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miseria del ejército al gobierno civil de Santander y exigía amplios poderes para Bolívar. Algunos oficiales que rehusaron firmar la exposición fueron amenazados. Padilla los defendió, y como comandante de la Marina prohibió que los oficiales bajo su mando la firmaran. El 29 de febrero de 1828 los dos grupos se enfrentaron en una taberna. Padilla ofreció defender con su espada a los que no querían firmar la exposición. El comandante militar interino encontró la situación tan explosiva que le pidió a Montilla, otra vez en su hacienda de Turbaco, que interviniera. En vez, Montilla decidió dejar crecer el conflicto.

Según testigos, el 2 de marzo Padilla reunió a algunos oficiales pardos y les dijo que “estaba a la cabeza del pueblo” para proteger su libertad y la convención, porque si “la corona” [es decir, la constitución de Bolívar] iba a “verificarse”, “nos darían una patada” por ser pardos.69 El 5 de marzo un nuevo incidente agravó la situación. Algunos oficiales bolivaristas gritaban, “¡Muerte al general Santander!”. Desde Turbaco Montilla asumió facultades extraordinarias para restaurar el orden público amenazado, decía él, por el espíritu de facción de los santanderistas. Curiosamente, ordenó a todas las unidades militares abandonar Cartagena a las dos de la mañana del 6 de marzo y las pasó a Turbaco. Según varias fuentes, el paso dado por Montilla era una trampa para provocar la caída de Padilla. Cuando retiró las fuerzas armadas de Cartagena, tentó a Padilla para que tomara las riendas y poder así acusarle de dar un golpe e iniciar una guerra de razas.70 Trampa de Montilla o no, la evacuación de las tropas provocó la acción de Padilla: el 6 de marzo Padilla movilizó a la Marina y a los soldados que permanecían en la ciudad y los asignó a puestos de guardia. Supuestamente a solicitud del pueblo, asumió la intendencia y el mando militar del departamento, un acto que

él sabía que era ilegal pero que juzgó necesario para asegurar la tranquilidad de la ciudad y hacer “entrar en razón al general sitiador”, como calificaba a Montilla.71

El mismo 6 de marzo, todos los seguidores de Padilla fueron llamados a un mitin en el cual se habló mucho de libertad e igualdad. Padilla dijo que si la Constitución Bolivariana se volviera ley y Montilla el gobernador absoluto del departamento de Magdalena, la libertad por la cual la gente había luchado se vería comprometida. Sin embargo, según todos los testigos que posteriormente declararon en la investigación abierta por Montilla, el más exaltado fue el abogado Ignacio Muñoz, enemigo de Padilla desde varios años. Muñoz dijo a los hombres reunidos que quería la muerte de Montilla porque éste quería “subyugar al resto de la población colombiana a la tiranía”, y que la constitución de Bolívar “no sería ninguna ventaja a la segunda clase [los pardos], pues ésta era la que había peleado en los campos de batalla para ahogar la tiranía; que arengaba Muñoz al General Padilla que de ningún modo cediese y llevase la contienda hasta el ultimátum”. Un testigo declaró que Muñoz había dicho a los soldados “que si no lo reconocían [a Padilla] por comandante general e intendente, que si querían ser esclavos o libres”.72

El 7 de marzo, la municipalidad de Cartagena rehusó reconocer a Padilla como nuevo intendente y decidió enviar a dos emisarios para negociar un acuerdo con Montilla: Muñoz y Juan De Francisco, el antiguo realista del círculo de Montilla que había excluido Anita Romero del baile en 1824. Ambos, pues, eran hostiles a Padilla, y su misión no tuvo éxito. Montilla confirmó que había asumido facultades extraordinarias pero, según un general que presenció el encuentro, aceptó hacer “una

69 “Proceso por los tumultos de Cartagena levantado por el general Mariano Montilla . . . contra el general Padilla y los oficiales que se negaron a firmar la represent-ación militar contra la convención de Ocaña”, 12 de marzo de 1828, citado en: Torres, op. cit.,p. 331.70 “Apelación a la razón”, op. cit., pp. 345-351; Helg, “El general Padilla”, op. cit., pp. 6-7.71 Padilla al Director de la Comisión de la Gran Convención, 12 de marzo de 1828, en: Manuel Ezequiel Corrales [ed.], Efemérides y anales del estado de Bolívar, 2 vols (Bogotá: Casa Editorial de J. J. Pérez, 1889), vol. 2, pp. 371-372. 72 “Proceso por los tumultos de Cartagena”, op. cit., pp. 329, 333, 334, 337, 338.

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Mientras tanto, Padilla había llegado a Mompox y el 12 de marzo escribió a Bolívar culpando a Montilla por los eventos de Cartagena. Sin embargo, también se dirigió al presidente de la Convención de Ocaña, ofreciéndose para defender la Convención, lo cual significaba que no se sometía a Bolívar. Además, Padilla envió a Montilla una carta insultante, en la cual anunciaba que iba a Ocaña a denunciar sus amenazas contra la Convención, y le ordenaba dejar a Cartagena en paz y regresar a Venezuela. Sin embargo, una vez en Ocaña, Padilla no logró obtener el apoyo de los delegados santanderistas. Tampoco encontró buenos consejos entre los bolivaristas. Bastante desanimado, quiso regresar a Mompox, pero Montilla había puesto a la ciudad en estado de alarma para detenerle. Siguió a Cartagena, adonde llegó el 1o de abril de 1828. Fue detenido inmediatamente, acusado de instigar una guerra racial en la ciudad, y llevado preso a Bogotá. Seis meses después, el 25 de septiembre, la noche del atentado contra Bolívar en Bogotá, varios conspiradores entraron en la celda de Padilla, mataron a su guardia, le entregaron su espada, y huyeron con él. Al fracasar el atentado, Padilla se entregó a la justicia, pero fue juzgado rápidamente y sentenciado a muerte, con otros trece acusados, por un asesinato que no cometió y una conspiración que no planeó. Al día siguiente, el 2 de octubre, Padilla fue públicamente despojado de sus insignias militares y fusilado. Su cadáver fue colgado de una horca. Al supuesto jefe de la conspiración, Santander, le fue conmutada la pena de muerte por el exilio.76

La participación involuntaria de Padilla en la conspiración contra Bolívar ha desdibujado la verdadera razón de su ejecución: su toma del poder durante tres días en Cartagena a principios de marzo de 1828. Tan pronto Bolívar se enteró del hecho, decidió que Padilla debía

73 Vicente Ucrós al Secretario de Estado del Despacho del Interior, 9 de marzo de 1828, en Efemérides, op. cit., vol. 2, pp. 355-357. 74 Helg, “El general Padilla”, op. cit., pp. 8-9.75 Montilla al Secretario de Estado del Despacho del Interior, 7 de marzo de 1828, en Efemérides, op. cit., vol. 2, pp. 359-363. 76 Documentos sobre el proceso de la conspiración del 25 de Septiembre de 1828, Originales del Fondo Pineda y del Archivo Histórico que reposan en la Biblioteca Nacional, ed. Enrique Ortega Ricaurte (Bogotá: Prensa de la Biblioteca Nacional, 1942), pp. 13-15, 249. Ver también: Helg, “El general Padilla”, op. cit., pp. 9-11.

amnistía respecto de los comprometidos”. Luego Montilla empezó a devolver las tropas a Cartagena.73

El 8 de marzo se escuchó hablar a algunos negros y mulatos de matar a los blancos. Padilla comprendió que se encontraba en una situación peligrosa en la cual podría ser acusado de fomentar una guerra de razas. Renunció al mando militar de Cartagena y abandonó la ciudad en compañía de Muñoz a bordo de una goleta de la Marina rumbo a Tolú. De allí siguieron a caballo hasta Mompox. En una carta al cónsul de los Estados Unidos, Padilla declaró que se había ido de Cartagena para evitar el derramamiento de sangre que Montilla hubiera generado si lo hubiera atacado. Cuando las tropas bajo Montilla regresaron a Cartagena, los partidarios de Padilla no se resistieron. Varios huyeron; otros fueron detenidos y enviados presos a Bogotá, a pesar de que los tres días de poder de Padilla no dejaron ni muertos ni destrucción.74

Sin embargo, desde el principio de la crisis, Montilla había decidido demostrar que el plan de Padilla era establecer la pardocracia. El 7 de marzo, escribió a Bolívar que Padilla era un traidor que había “incitado a una rebelión a todo el pueblo” y había empezado “la guerra civil” armando a las clases bajas y oscuras de Cartagena. Y añadía: “un caballero inglés... me ha asegurado que… se ha dicho públicamente que el señor general Padilla ha estado repartiendo armas a la gente de ‘Jetsemaní’ y a los esclavos”.75 Montilla sabía que si invocaba al fantasma de una revolución a la haitiana en Cartagena, iba a despertar los temores más profundos de Bolívar y asegurar así la eliminación de Padilla. Por su parte, Bolívar optó por creer lo que Montilla le escribía cuando otros de sus seguidores le daban una versión mucho menos dramática de los hechos.

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apoyo entre la población de Cartagena? Según el cónsul británico, Padilla tenía el propósito de sustituir a todos los partidarios de Bolívar en el departamento, “confiando en la fuerza de su propio partido entre el pueblo de color, ‘los pardos’ como los llama”. Pero estos lo abandonaron. Y añadía el cónsul, “Se dice que en el paroxismo de su rabia, Padilla botó su sombrero en el piso, lo pisoteó y pronunció la más amarga imprecación contra el pueblo desleal de Cartagena”.80 Otras fuentes confirman que ya el 7 de marzo Padilla acusaba “de apatía al pueblo, que no le fue posible mover, y de traidores a los oficiales que le habían ofrecido cooperación de los cuerpos sin poder contar con ellos”.81 Al día siguiente, las tropas bajo Montilla no encontraron resistencia cuando regresaron a Cartagena y los hombres más adeptos a Padilla no pelearon sino que huyeron. Escribía Daniel O’Leary a Bolívar, “Con respecto a Cartagena, diré que vuecencia ha formado una idea muy exagerada del suceso. Los pasos dados por Padilla en esta ciudad, y la conducta que observó conmigo, manifiestan, sin dejar duda, que no tiene partido alguno”.82

El fracaso de Padilla en 1828 debe entenderse en el contexto económico y socio-político de la Cartagena de los años 1820. Para entonces, Cartagena seguía sufriendo los efectos de la guerra de independencia y de dos largos sitios, en 1815 y 1821. Ya no tenía una posición clave en la defensa de la Nueva Granada y, como resultado, dejó de recibir el presupuesto y las tropas especiales que habían contribuido a su importancia y a sus finanzas durante la Colonia.Además había perdido el monopolio del comercio exterior del país y, por falta de buenas vías de comunicación, permanecía aislada tanto del amplio territorio de su departamento como de Bogotá. Según el censo de 1835, la población total de Cartagena era de sólo 11.900, en contraste con los 17.600 estimados

ser ejecutado. Así eliminó al único general pardo de la Nueva Granada, dio una lección a los pardos en general y a los del litoral caribeño en particular, y destruyó definitivamente el espectro de la pardocracia en la Gran Colombia.77

El trágico fin de Padilla genera preguntas importantes. La más obvia se refiere al papel de Ignacio Muñoz en la radicalización del breve golpe de Padilla y en la caída de éste, un asunto que ha dejado perplejos tanto a los testigos y contemporáneos de los hechos como a los historiadores. No fue en 1828 cuando por vez primera Muñoz se destacó como líder popular y experto en la manipulación de muchedumbres. Después de 1810, Muñoz había movilizado en varias ocasiones a una multitud de cartageneros afrodescendientes en favor de la independencia y en contra de las autoridades constituidas. No sorprende, pues, que haya tomado la oportunidad de actuar de nuevo en 1828, detrás o tal vez en contra de Padilla. Es más difícil entender por qué Padilla aceptó el apoyo de Muñoz, dado que los dos se odiaban y Padilla había pedido varias veces a Santander que removiera a este “hombre muy malo” de Cartagena.78 Todavía en febrero de 1827, Padilla informaba a Santander que Muñoz estaba en la cárcel por haber tratado de incitar a las tropas de Cartagena a rebelarse contra él y Montilla. En marzo de 1828, Muñoz no sólo radicalizó el movimiento de Padilla en Cartagena y le dio una dimensión racial, sino que acompañó a Padilla en su huida, contribuyó a la redacción de las cartas que Padilla envió desde Mompox e influyó en sus acciones en Ocaña. Más aún, en julio de 1828 Muñoz hizo una declaración en Cartagena que sirvió de pieza de acusación principal contra Padilla, hasta que éste fue involucrado en la conspiración contra Bolívar.79

Pero la pregunta más fundamental es ¿por qué en marzo de 1828 Padilla no logró encontrar

77 Bolívar a Páez, 1 de abril de 1828, en Bolívar, op. cit., vol. 2, p. 296.78 Padilla a Santander, 10 de mayo de 1825, en Archivo Santander, op. cit., vol. 11, pp. 355-356. 79 Helg, “El general Padilla”, op. cit., pp. 11-12.80 Watt80s a Earl of Dudley, 8 de marzo de 1828, en: PRO, FO 18/57, no. 118-119.81 El Amanuense o Rejistro político y militar (Cartagena), 16 de marzo de 1828.82 Daniel O’Leary a Bolívar, 5 de abril de 1828, en José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé de Bogotá, ed. Elisa Mújica (Madrid: Aguilar, 1957), p. 693.

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en 1808. Si Padilla vivía entre una población predominantemente afrodescendiente, entre ésta las mujeres eran dos veces más numerosas que los hombres. La proporción de esclavos, en su grande mayoría mujeres, había bajado al 5 por ciento del total, pero en La Catedral todavía un habitante de cada diez era esclavo.83 Ninguna fuente menciona la presencia de mujeres en los eventos de febrero y marzo de 1828, muy probablemente porque las cuestiones que movilizaron a los partidos rivales no eran vitales para ellas.

Eso no significa que las mujeres no estuvieran activas en Cartagena: trabajaban en el servicio doméstico, vendían en las calles y los mercados, lavaban ropa, tenían pensiones, tabernas, y pequeñas tiendas, y transportaban productos entre la ciudad y sus cercanías. Muchas eran jefes de hogar. De manera que muy probablemente ellas habrían participado en un movimiento más amplio, como una protesta contra el restablecimiento de la alcabala y de las contribuciones personales por Bolívar, que las afectaban directamente. Sin duda, un movimiento de ese tipo hubiera también movilizado un mayor número de hombres entre los joyeros, sastres, zapateros, y aquellos que trabajaban en la construcción y en las pequeñas industrias, así como los marineros, pescadores, estibadores, porteros, muleteros y labradores de la ciudad.

Pero la orientación del conflicto hacia cuestiones militares y políticas explica que su impacto fuera principalmente entre los soldados y oficiales, cuyo número disminuyó cuando Montilla los desplazó a Turbaco. Además, a partir de 1821, el servicio militar, lejos de ofrecer como antes posibilidades de ascensión social, se convirtió en símbolo de la opresión estatal. Ahora los soldados y marinos estacionados en Cartagena eran principalmente campesinos y labradores

83 Censo de 1835, Colombia, AHNC, RE, Censos.84 Helg, “El general Padilla”, op. cit., pp. 14-16. 85 Joaquín Posada Gutiérrez, Memorias histórico-políticas, 4 vols. (Bogotá: Imprenta Nacional, 1929), vol. 1, p. 127.

afrodescendientes, mestizos e indios reclutados a la fuerza, o vagos y criminales menores condenados a prestar servicio. Ellos añoraban regresar a sus familias y tenían poco interés en las querellas de los dirigentes de la ciudad —todo lo contrario de los Pardos Patriotas y los Lanceros de Getsemaní que habían hecho la Primera Independencia. Por eso no sorprende que en marzo de 1828 las tropas no se resistieran cuando Montilla las retiró de la ciudad en plena noche para devolverlas dos días después. Similarmente, no siendo sino reclutas forzados, la mayoría de los integrantes de la Marina no estaban dispuestos a movilizarse y arriesgar sus vidas para defender a su jefe, el general Padilla, quién en 1826 había apoyado con Montilla la constitución autócrata de Bolívar, y ahora tomaba la defensa de Santander.84

CONCLUSIÓN

En sus memorias, el general Joaquín Posada Gutiérrez, un blanco conservador, escribió que en 1828 “el general Padilla, por su color”, había esperado que “el pueblo” lo apoyara. Pero señalaba que la mayor parte de la población permaneció indiferente porque en Cartagena y su región, los pardos “gozan de una completa igualdad de derechos políticos y civiles y saben que solo la ciencia y el mérito son títulos legítimos de superioridad” accesibles a todos.85 Esta explicación permitía a Posada no mencionar las limitaciones que la igualdad legal garantizada por la Constitución de 1821 fijaba para las clases populares y para los afrodescendientes, ni señalar el racismo de gran parte de la élite cartagenera, que Padilla había sufrido en varias ocasiones. En realidad, Padilla no había entendido que las condiciones que habían permitido los movimientos populares de 1810-1811 y su proprio ascenso en la Armada no se podían reproducir en la posguerra. Ahora los nuevos gobernantes ya no necesitaban movilizar

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a los de abajo con la ilusión de la igualdad, sino que buscaban restablecer el orden público y silenciar a los que, como Padilla, lo amenazaban —o parecían amenazarlo— porque venían de las capas populares y afrodescendientes.

Tal vez fue lo que entendió Bolívar cuando escribió, sólo un mes después de la ejecución de Padilla:

Las cosas han llegado a un punto que me tiene en lucha conmigo mismo, con mis opiniones y con mi gloria […] Ya estoy arrepentido de la muerte de Piar, de Padilla y de los demás que

han perecido por la misma causa; en adelante no habrá justicia para castigar el más atroz asesino, porque la vida de Santander es el perdón de las impunidades más escandalosas […] Lo que más me atormenta todavía es el justo clamor con que se quejarán los de la clase de Piar y Padilla. Dirán con sobrada justicia que yo no he sido débil sino en favor de ese infame blanco [Santander], que no tenía los servicios de aquellos famosos servidores de la patria. Esto me desespera, de modo que no se qué hacerme.86

86 “Bolívar a Pedro Briceño Méndez”, 16 de noviembre de 1828; y “Bolívar a José Antonio Páez”, 16 de noviembre de 1828; ambos en: Bolívar, op. cit., vol. 2, pp. 505-508.

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1 Elaboración de Adelaida Sourdis Nájera

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Historiador, Doctor en Historia de América Latina de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla, España). Profesor del programa de Historia de la Universidad del Atlántico. Director de la Revista Historia Caribe. Es autor entre otras publicaciones de Soberanía de los pueblos o el difícil arte de la gobernabilidad política en el Caribe colombiano (2007); La república ante la amenaza de los pardos (2006), Representación política y prácticas electorales en el Caribe colombiano, 1820-1836 (2004), Espacio, sociedad y conflictos

AUTORES

en la provincia de Cartagena 1740-1815 (Fondo de publicaciones de la Universidad del Atlántico, 1999); Coautor de Juras constitucionales y fiestas cívicas o el tránsito del poder en la Nueva Granada (Colombia, 1808-1832) (2009), Educación y cultura en el Estado Soberano del Magdalena (2002) y Elite empresarial y desarrollo industrial en Barranquilla, 1875-1930 (1993). Buscando la Nación. Ciudadanía, clase y tensión racial en el Caribe colombiano, 1821-1855 (2009, La Carreta Histórica).

ALINE HELG

Profesora de historia en la Universidad de Ginebra, Suiza. Hizo sus estudios de posgrado en University College London y en la Universidad de Ginebra, donde obtuvo el doctorado en Letras (historia contemporánea) en 1984. Enseñó en la Universidad de Los Andes en 1979-81 y en el Instituto de Estudios Universitarios del Desarrollo en Ginebra en 1983-86, antes de beneficiar de una beca de tres años como investigadora. De 1989 a 2003 fue profesora de historia latinoamericana en la Universidad de Texas

(Austin). Sus temas de investigación histórica incluyen la diáspora africana en las Américas, el racismo, la esclavitud, y la construcción nacional en América latina. Es autora de varios libros: La educación en Colombia, 1918-1957: Una historia social, económica y política; Lo que nos corresponde: La lucha de los negros y mulatos por la igualidad en Cuba, 1886-1912; y Libertad e Igualdad en el Caribe colombiano, 1770-1835, entre otros.

JORGE CONDE CALDERÓN

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EXPEDICIÓN PADILLA

BICENTENARIO

El 11 de noviembre de 2011 se cumplen 200 años de la independencia de Cartagena de Indias, primera ciudad de la hoy Colombia en lograr la independencia de España. Gracias a la participación activa de la población proveniente de distintos sectores sociales se firmó el Acta de Independencia absoluta el 11 de noviembre de 1811. Los sucesos habían comenzado en junio de 1810, días antes del insigne 20 de julio, cuando se expulsó al gobernador español.

Luego de las conmemoraciones nacionales del bicentenario en 2010 se hace necesario volver la mirada a la participación de las regiones colombianas en el logro de esta independencia; en particular al llamado hoy Caribe colombiano que jugó un papel singular en la transición de la colonia a la república.

Los 200 años de la independencia de Cartagena son el tiempo adecuado para, además de profundizar en el conocimiento de los procesos históricos, preguntarnos a partir del conocimiento sobre el Caribe por la sociedad pendiente.

LA EXPEDICIÓN

Se trata de actividades conmemorativas, científicas, culturales y comunicacionales que se realizarán entre el mes de mayo y el mes de noviembre de 2011 en el Caribe colombiano. Tendrá como su principal actividad una travesía marítima en el buque multipropósito ARC Cartagena de Indias de la Armada Nacional, que recorrerá el litoral Caribe colombiano y realizará actividades en aquellos puertos importantes a la hora de recordar al héroe guajiro. El buque será todo un espacio para la juventud con el objeto de aprender, usar y llenar de contenido las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones.

Estará integrada por científicos, artistas, técnicos, comunicadores y gestores culturales que ofrecerán al país reflexiones, análisis y crónicas sobre la calidad de vida y la riqueza cultural de los caribeños.

En cada puerto, además del acto simbólico, se realizarán actividades académicas y culturales para la apropiación social y la incorporación al sistema educativo del conocimiento producido sobre el Caribe colombiano durante las últimas décadas, así de los aportes de Cartagena de Indias y el Caribe a la Independencia de Colombia.

PROPÓSITOS

Hacer un balance histórico sobre la participación de Cartagena de Indias y del Caribe colombiano en la Independencia de Colombia.

Exaltar la vida y obra del almirante Padilla por sus aportes a la república y aprender de sus lecciones.

Impulsar la apropiación social del nuevo conocimiento sobre el Caribe colombiano producido durante las últimas décadas desde las ciencias y los saberes como arma para la libertad.

Estudiar en el año de la Afrocolombianidad la multiculturalidad y las relaciones interculturales en la construcción de la sociedad colombiana.

Entrar en contacto con la realidad social, ambiental y cultural de los principales puertos del Caribe colombiano.

Promover el uso de nuevas tecnologías, como herramienta del futuro para la circulación del conocimiento.

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58 CUADERNOS DE LA EXPEDICIÓN PADILLA

TRAVESÍA MARÍTIMA

Las actividades preparatorias se llevan a cabo entre mayo y septiembre de 2011, entre ellas la conmemoración del 24 de junio Noche de San Juan en la Bahía de Cartagena y el 22 de julio cuando se hace su presentación nacional en el marco de la celebración del día de la Armada Nacional y el bautizo del buque 11 de noviembre.

La travesía marítima se iniciará el 19 de septiembre, partirá de Cartagena el 21 del mismo mes y llegará a Barranquilla, Santa Marta y Riohacha entre el 21 de septiembre y el 3 de octubre. Posteriormente arribará a Coveñas.

Durante los meses de octubre y noviembre, mes central de las conmemoraciones del Bicentenario de la Independencia de Cartagena de Indias, se realizarán actividades académicas en esta ciudad.

Las siguientes son las principales fechas de la travesía:

19 de septiembre: Apertura al público Buque ARC Cartagena de Indias.21 de septiembre: zarpe de Cartagena.21/22/23 de Septiembre: Barranquilla.24 de septiembre: Travesía Barranquilla/Santa Marta.25/26/27/28 de septiembre: Santa Marta, con extensión a Aracataca.29 de septiembre: Travesía Santa Marta/Riohacha.29/30 de septiembre y 1°/2 de octubre: Riohacha.2 de octubre: Zarpe hacia Cartagena.3 de Octubre: Llegada a Cartagena y posterior viaje a Coveñas.Nota: se realizarán también actividades en Montería y San Andrés.

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INFORMACIÓN PERMANENTE

La expedición transmitirá en tiempo real su avance y logros a través de nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones. Igualmente contará con el apoyo de los principales medios de comunicación de la región y el país.

Todo en su sitio web: www.expedicionpadilla.com

Facebook: buscar Expedición PadillaTwitter: @exp_padilla

Mayores informes: [email protected]

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Una Iniciativa de:

Universidad Tecnológica de BolívarAlcaldía Mayor de Cartagena de IndiasArmada Nacional de ColombiaEscuela Naval Almirante Padilla

Con el apoyo de:Agencia Española de Cooperación Internacional para el DesarrolloCentro de Formación de la Cooperación Española

En sinergia con*:Ministerio de Tecnologías de la Información y las ComunicacionesMinisterio de CulturaBanco de la RepúblicaInstituto de Patrimonio y Cultura de CartagenaObservatorio del Caribe Colombiano Parque Cultural del CaribeCentro de Investigaciones Oceanográficas e HidrológicasSecretaría de Educación de CartagenaSecretaría de Educación de Santa Marta

Gobernación del AtlánticoGobernación de la Guajira

Universidad del AtlánticoUniversidad del MagdalenaUniversidad de la GuajiraUniversidad Nacional de Colombia Sede CaribeUniversidad JaverianaUniversidad Externado de ColombiaUninorte FM Estéreo

Museo Nacional de Colombia Museo del CaribeMuseo Bolivariano de Arte ContemporáneoMuseo Zenú de Arte ContemporáneoMuseo de Artes de la Universidad del MagdalenaMuseo Etnográfico de la Universidad del MagdalenaCasa Museo Gabriel Garcia Marquez

Sociedad Suiza de AmericanistasFundación Nuevo Periodismo IberoamericanoFundación CerrejónCorporación Luis Eduardo Nieto ArtetaTerraza Samaria Arte y CulturaColectivo de Jóvenes Barrio Vista HermosaFundación Biosocial

Capitanías de Puerto de Cartagena, Barranquilla, Santa Marta, Riohacha y CoveñasDIMARSociedades Portuarias del Caribe ColombianoDepartamento Administrativo Distrital de Salud de Cartagena

TelecaribeEl HeraldoEl Universal

*Actualización 11 de julio de 2011