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A no olvidarse los trabajadores que hubo tiempos muy parecidos a esto, donde las posibilidades económicas fueron hermosas para una clase media despreocupada de los manejos políticos. Aquella épocas es, ni más ni menos, que los `90. Usted, trabajador, podrá acordarse del “deme dos”, que tanto mal hizo a los argentinos acosta de un mercado donde los precios de los productos importados beneficiaron a todos, menos a los empresarios locales. En aquella época pocos se hicieron eco de lo que serían las consecuencias de un modelo que pronto mostró, para decirlo a la cordobesa, “la hilacha”. Pasó muy poco tiempo para que nos diéramos cuenta de que el viaje, el reloj nuevo, la televisión importada era, ni más ni menos, la manera de hipotecar la industria nacional a costa del disfrute personal. Hoy, con un nuevo mundo de consumo sobre nosotros, es necesario recordar que hubo un momento muy parecido a este, un momento donde lo que primó fue el beneficio personal antes que el beneficio plural. Sin embargo, la mejor respuesta no es dejar de consumir, no es dejar de aprovechar descuentos y promociones. La mejor forma de combatir esto es con conciencia. Recordar que la industria que hoy nos regala las 50 cuotas es nacional, pero con una fuerte dependencia del dinero que ingresa por la venta de commodities -soja, para ser claro- y que pone en funcionamiento una gran rueda que nos impulsa económicamente. Lo importante es tener cuidado. Es decir: consumo, sí, pero sabiendo que también el ahorro, es importante. Saber que la moneda fuerte, el dólar, lo seguirá siendo más allá de cualquier grano o materia prima que se envíe al mundo. A estar atentos, argentinos. Aquello que en un momento fue ventajoso, hoy vuelve en una forma mucho más avanzada para nuestros hogares, pero podría volverse nuestra trampa si, por un colapso de las ventas, nuestros trabajos peligran y el pago de algunas de las tantas 50 cuotas comienza a demorarse. Le aseguro que nadie lo desea, pero con ser cautos, nada ser pierde. Le doy mi palabra Por Alfredo Leuco A no olvidarse los trajadores

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Por Alfredo Leuco

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A no olvidarse los trabajadores que hubo tiempos muy parecidos a esto, donde las posibilidades económicas fueron hermosas para una clase media despreocupada de los manejos políticos. Aquella épocas es, ni más ni menos, que los `90.

Usted, trabajador, podrá acordarse del “deme dos”, que tanto mal hizo a los argentinos acosta de un mercado donde los precios de los productos importados beneficiaron a todos, menos a los empresarios locales.

En aquella época pocos se hicieron eco de lo que serían las consecuencias de un modelo que pronto mostró, para decirlo a la cordobesa, “la hilacha”. Pasó muy poco tiempo para que nos diéramos cuenta de que el viaje, el reloj nuevo, la televisión importada era, ni más ni menos, la manera de hipotecar la industria nacional a costa del disfrute personal.

Hoy, con un nuevo mundo de consumo sobre nosotros, es necesario recordar que hubo un momento muy parecido

a este, un momento donde lo que primó fue el beneficio personal antes que el beneficio plural.

Sin embargo, la mejor respuesta no es dejar de consumir, no es dejar de aprovechar descuentos y promociones. La mejor forma de combatir esto es con conciencia. Recordar que la industria que hoy nos regala las 50 cuotas es nacional, pero con una fuerte dependencia del dinero que ingresa por la venta de commodities -soja, para ser claro- y que pone en funcionamiento una gran rueda que nos impulsa económicamente.

Lo importante es tener cuidado. Es decir: consumo, sí, pero sabiendo que también el ahorro, es importante. Saber que la moneda fuerte, el dólar, lo seguirá siendo más allá de cualquier grano o materia prima que se envíe al mundo.

A estar atentos, argentinos. Aquello que en un momento fue ventajoso, hoy vuelve en una forma mucho más avanzada para nuestros hogares, pero podría volverse nuestra trampa si, por un colapso de las ventas, nuestros trabajos peligran y el pago de algunas de las tantas 50 cuotas comienza a demorarse. Le aseguro que nadie lo desea, pero con ser cautos, nada ser pierde. Le doy mi palabra

Por Alfredo Leuco

A no olvidarse los trajadores