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4 OCTUBRE - DICIEMBRE 2012

Las Catatumbas

La fascinación de la muerte al enfrentarse a las calaberasde París

Las Catacumbas de París, también conocidas como Les Carrières de Paris (canteras de París), son

cementerios subterráneos más famosos, donde restos humanos de distintas épocas se encuentran.

Las catacumbas parisinas se componen de aproximadamente 300 kilómetros de túneles subterráneos, los cuales originalmente eran canteras pero que en el Siglo XVIII (1786), por órdenes del General de Policía de París se comenzaron a usar como almacén de restos humanos. Todo esto debido a las epidemias y enfermedades que sufría la población del distrito de Les Halles por la contaminación de inhumaciones mal hechas y fosas comunes de las iglesias cercanas. Las osamentas de las fosas fueron trasladadas discretamente a las canteras y así nacieron las Catacumbas de París pero se necesitaron varias décadas para completar el traslado de aproximadamente las 6 millones de osamentas existentes a los túneles.

Las Catacumbas de París han formado parte de la historia de la ciudad en varias ocasiones. Víctor Hugo las inmortalizó en su novela Los Miserables, los miembros de la Resistencia Francesa usaron estos túneles para sus operaciones e incluso los alemanes establecieron un bunker subterráneo en las catacumbas durante la Segunda Guerra Mundial.

Aproximadamente 15 meses fueron necesarios para trasladar millones de huesos provenientes de multitud de cementerios, lo cual se llevaba a cabo

actualidad

ActuAlmente se pueden visitAr lAs cAtAcumbAs pero no todos los 300 kilómetros de túneles están Abiertos Al público.

durante las noches, cruzando la ciudad en carruajes, finalizando en la década de 1870, acumulando los restos de aproximadamente 6 millones de parisienses.

“No sigas, aquí está el imperio de la muerte”

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En realidad la parte que se puede visitar se reduce a unos cuantos kilómetros. La entrada a las otras partes de los túneles está restringida al público en general y existen multas aplicables a quienes entren a estas zonas. Sin embargo, hay muchos exploradores urbanos y otros aventureros que constantemente visitan el París subterráneo clandestinamente, en exploraciones no oficiales o no autorizadas.

Los túneles de las Catacumbas de París han sido utilizados por visitantes clandestinos, entre otras cosas, como salas de proyección y lugares para fiestas y sus paredes están cubiertas por grafitis, que datan desde el siglo XVIII en adelante.

El sistema de túneles es demasiado complejo, y a pesar de que estos poseen placas para identificar bajo qué calle se encuentra el visitante, es muy fácil perderse en el trayecto; hay pasadizos demasiado estrechos y bajos, algunos de los cuales se inundan fácilmente; por esta razón, los visitantes deben contar

con la ayuda de un guía. Debido a estos peligros potenciales, desde el 2 de noviembre de 1955 se considera ilegal toda visita sin escolta oficial, lo cual, de no ser cumplido, puede acarrear una multa de 60 euros impuesta por los cataflics o policía especial que patrulla las catacumbas.

Sin embargo, existen entradas secretas a lo largo de París, lo que permite ingresar a las catacumbas por medio de las alcantarillas, el metro, etc. En raras pero peligrosas ocasiones las personas hacen uso de estos accesos para entrar en ellas.

actualidad

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6 OCTUBRE - DICIEMBRE 2012

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Dueloen la Infancia

Muchos niños viven este proceso a través de la pérdida de uno de sus padres. Quien lo sobrevive

suele ser quien informa a sus hijos, sin embargo pocos se sientes capaces de hacerlo “bien”. Muchos tardan días y hasta meses, mientras tanto, la explicación de donde está el padre fallecido es poco clara; “va a estar en el hospital”, “se fue a un largo viaje”.

Por: dra. Pamela Rojas G.Médico Familiar

Con la idea de “proteger” al niño de la impresión de la muerte, los padres recurren a distintos comportamientos. Muchas personas usan metáforas para explicar la muerte (“el papá está durmiendo para siempre”), y la mayoría evita expresar sus sentimientos de dolor frente a los niños. Una de las conductas más recurridas es la de excluirlos de los ritos fúnebres.

Las pérdidas secundarias o los cambios afectan al niño de formas significativas. Entre ellas se incluyen:

• Pérdidaycambiodesuser: Las personas se definen de muchas formas diferentes. La identidad, la seguridad en sí mismo, el sentido y la comprensión de la salud física, la personalidad y la función en la familia pueden cambiar a una persona con la muerte de alguien.

• Pérdida y cambio de seguridad: El sentido de la seguridad emocional y física a menudo se ve convulsionado. Además, puede venir acompañado de un cambio en la seguridad financiera y el estilo de vida que se pueden sumar a los aspectos de la vida afectados por la pérdida.

ningún niño es muy pequeño pArA estAr AfectAdo por lA muerte de Alguien cercAno.

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HAstA los bebés responden Ante unA muerte.

• Pérdidaycambiodesignificado: Es frecuente una reestructuración y reevaluación de las metas y los sueños de la vida. Además, los niños y los adolescentes pueden reconsiderar y cuestionar su Fe, incluso el deseo de vivir y la capacidad de recobrar la alegría.

Algunas de estas conductas se explican bajo la premisa que los niños “no se dan cuenta” o bien “no entenderán” si se les habla de la muerte. La siguiente revisión aborda la forma en la cual los niños viven el concepto de muerte, las principales diferencias con el duelo de los adultos y algunas pautas generales para orientar a aquellos padres que soliciten ayuda.

los niños y la muerte

La idea que los niños tienen sobre la muerte y la forma de enfrentarla se modifica con la edad. Así:

0 a 2 años: Desconocen el concepto de muerte, sin embargo perciben la ausencia de su padre o madre. Son capaces de responder a cambios de rutina, de cuidadores y al caos familiar. Viven un duelo y lo manifiestan a través de conductas de protesta, desesperación y desapego.

3 a 5 años: Apoyados en su pensamiento mágico y egocéntrico ven a la muerte como temporal y reversible, similar a dormir. Perpetúan la relación a través de rezos, cartas y conversaciones con el fallecido. En este sentido, quien ha fallecido “está en el cielo”, y por lo tanto desean escribir y visitarle. Son frecuentes las preguntas: “¿Puede comer?, ¿Cómo respira debajo de la tierra?, ¿Va al baño?, ¿Me escucha?, ¿Cómo puede estar al mismo tiempo en la tumba y en el cielo?”.

6 a 8 años: La muerte se interpreta como un castigo, es como un “personaje” que te atrapa. En este sentido, logran identificarla como un hecho irreversible pero no universal, o sea no afecta a todos...

Ante la muerte, es frecuente que se cuestionen que tan segura es la vida, y por lo tanto, suelen surgir preguntas como “¿Tú también te vas a morir?”.

A esta edad hacen preguntas que pueden parecer morbosas a los adultos y que pueden motivar la consulta médica: “¿Me puedo quedar con la tele del papá?, ¿y qué pasa con el cuerpo?, ¿se pudre?, ¿y cuanta sangre le salió?”.

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8 OCTUBRE - DICIEMBRE 2012

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9 a 12 años: Se adquiere la concepción adulta de la muerte; final, irreversible y universal. Pese a que comprenden el proceso biológico de la muerte, la viven como un hecho lejano para ellos y como un castigo por malos comportamientos.

Destaca, a esta edad, mayor dificultad para comenzar a hablar del tema y una alta dependencia del padre sobreviviente.

13 a 18 años: Como claramente pueden entender la significación de la muerte, las respuestas de los adolescentes están directamente relacionadas con tareas del desarrollo. Mientras se esfuerzan por obtener independencia, pueden sentirse resentidos o inseguros de sí mismos, aunque con la presión de asumir un rol adulto. Tienen una visión de futuro, cuestionan su propia mortalidad, se preguntan “¿qué hubiera pasado si...?”, piensan en las formas en que su vida cambia para siempre o anticipan acontecimientos que serán diferentes de lo que imaginaron como la graduación o su boda. Pueden tener miedo de exponer sus sentimientos fuertes que pueden ser negados o ignorados, o reemplazados por rebeldía adolescente. Las reacciones comunes son, entre otras, las siguientes: • Letargo

• Ira• Resentimiento• Ansiedad• Culpa• Sentido de mayor responsabilidad• Compromiso• Conductas de toma de riesgos y personificación• Evasión de sentimientos• Distancia• Miedo de la muerte• Cambios en el apetito y el sueño• Dolencias físicas• Disminución en el rendimiento académico

o apatía

cómo reaccionan los niños ante la muerte

La tendencia al llanto aumenta con la edad.

Los niños mantienen la esperanza de que el padre fallecido volverá, y lo buscara. En

ocasiones reconocen de mala gana que eso no sucederá y se ponen tristes.

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Fantasean que viven con él por las noches, que juegan juntos o que lo abraza. Puede que digan que lo sienten, que lo ven o que hablan. Lo esperan con regalos o se portan bien para él.

Puede que expresen miedo de morir ellos también o de perder al padre sobreviviente.

Los niños no se retraen: se tornan demandantes, necesitan comprobar que sus necesidades serán satisfechas. Buscan un sustituto para no perder la seguridad.

Desilusión hacia el padre perdido: Pensamientos de abandono, traición y desilusión por el padre muerto o pérdida de confianza, lo que puede generalizarse a quienes siguen vivos.

Emociones fluctuantes: rabia, pena, ansiedad, confusión. No están siempre tristes.

lA pérdidA vA Adquiriendo un nuevo significAdo según lA etApA del desArrollo que vAn viviendo.

recomendaciones para los padres

1. Ser honestos: Aunque resulte doloroso hablar precozmente de la muerte. Explicar acorde a su edad y lenguaje, recordándole su irreversibilidad. Aceptar todas sus preguntas.

2. Evitar confundir al niño con conceptos poco adecuados (ejm: “la muerte es como dormir”, o sea “dormir es peligroso, por lo tanto si me duermo no despertaré”).

3. Invitarlo a participar en los ritos fúnebres: Explicar con anterioridad lo que verá y escuchará. Permitir ver el cuerpo si lo pide y acompañarlo, nunca forzarlo.

4. Animarle a expresar lo que siente: Observar sentimientos de pena en la familia hace que el niño los vea como aceptables. Jamás restringir su expresión (ejm: “no estés triste”, “tienes que ser valiente”).

5. Respetar su manera de afrontar la pérdida: permitirle cierta irritabilidad, menor rendimiento

escolar, cambios en el apetito, regresión en pautas de comportamiento, juegos ruidosos o “morbosos” (ej. Jugar “a morirse o al funeral”). Dar espacio a sus temores: (“¿yo tuve la culpa?, ¿quién me va a cuidar?”).

6. Mantenerse física y emocionalmente cerca: tranquilizarlo constantemente: (“yo estoy aquí, no te voy a dejar solo”).

7. Cuidado de no parentalizar al niño con roles que no le corresponden. (“ahora tienes que cuidar a la mamá”).