Panotto-2014-Teología-y-espacio-público

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    TEOLOGAY ESPACIO PBLICO

    icols Panotto

    GEMRIP Ediciones

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    Fecha de catalogacin: 04/02/2015

    2015, Nicols Panotto y GEMRIP Ediciones

    Panotto, Nicols Esteban

    Teologa y espacio pblico. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires :

    GEMRIP Ediciones, 2015.

    E-Book.

    ISBN 978-987-33-6798-4

    1. Teologa. 2. Ciencia Poltica. I. Ttulo

    CDD 261.7

    GEMRIP EdicionesHiplito Yrigoyen 1858, Depto. 91069 - Ciudad Autnoma de Buenos Aires, [email protected]

    www.gemrip.com.ar

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    Introduccin 3

    Qu es el espacio pblico? 8

    Lo poltico y la poltica 12

    Lo poltico como democracia radical 15

    Ms all de la racionalizacin

    de la democracia 19

    Hacia una radicalizacin

    de la democracia 24

    La poltica entre el conflicto y las polarizaciones 27

    Pluralizacin del campo religioso 35

    Resignificacin de lo secular 36

    Lo pblico de las religiones 38

    Hacia una teologa de lo pblico 41

    Teologa pblica y teologas latinoamericanas 41

    Encuentros y diferencias 42

    Teologa, religin y democracia 44

    Tabla de contenidos

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    Pluralismo religioso y nuevas subjetividades:hacia una teologa de la alteridad socio-poltica 45

    Una mstica poltica? 53

    Reino de Dios y horizonte utpico 57

    Fe y poltica: el caminode la desabsolutizacin 59

    Conclusiones 65

    Referencias bibliogrficas 69

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    Somos testigos de una gran falacia moderna: las religiones iran asucumbir frente al progreso de la civilizacin y la ciencia, muriendoo quedando relegadas en algn vestigio de la vida privada o en unacondicin de primitivismo. Las cosas resultaron muy distintas a

    lo presagiado. En realidad, siempre lo fueron. Al contrario de lospronsticos, las religiones siguieron creciendo y expandindose cuantitativa y cualitativamente-, manteniendo un lugar centraldentro de los procesos sociales, y ms que erosionarse, fueronresinificndose a la luz de las nuevas dinmicas socio-culturales ypolticas de los contextos locales y globales.

    La relacin entre religin y espacio pblico siempre hareflejado las mismas dinmicas, complejidades, tensiones,polaridades, complementariedades y demandas presentes en elcampo social en general. Es precisamente desde esta diversidad devinculaciones que debemos comprender los tipos de relacin queexisten entre estos fenmenos. Ms an, nociones como religin,poltica o espacio pbico distan de ser homogneas. Por elcontrario, presentan desde su misma constitucin una diversidadincontable de sujetos, perspectivas, discursos, modos designificacin, aparatos institucionales, muchos de ellos casiantagnicos, cuya vinculacin y cruce multiplica de maneraincontable los tipos de relacin.

    En este breve trabajo pretendemos dar algunas pistasanalticas sobre estos complejos procesos. La relacin entrereligin, poltica y espacio pblico no es unilineal ni simple.Muchas veces se tiende a negar dicha complejidad desde losdiversos sujetos en cuestin. Las posibilidades de juicio son varias:que la religin no tiene incidencia social alguna, que lo poltico notiene nada que ver con las instituciones religiosas, o que lasreligiones slo apoyan proyectos polticos, sociales o ticosconservadores, entre otros. Pero la realidad nos muestra un

    Introduccin

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    variopinto de imgenes, muchas de las cuales contradicen estosprejuicios.

    Para poder abordar este tema y responder muy

    tangencialmente a dichos fenmenos, deberamos comenzar porindagar an ms de fondo sobre qu comprendemos por teologa yqu por espacio pblico. Existen diversos preconceptos al respectoenraizados dentro del imaginario comn-, que sostienen la ideade la teologa como discurso estrictamente dogmtico oconfesional, cuyo sujeto principal de enunciacin es la comunidadcreyente, o tambin como fundamentacin racional de la fe (fidescuaerens intellectum)

    En esta direccin, es conveniente hacer una distincin entreteologa en tanto discurso religioso identitario y teologa comodisciplina dentro del campo del saber. Con respecto a la primera,la teologa se comprende como marco de sentido que parte de unafe especfica en la manifestacin histrica de una entidad sagrada,basada en un conjunto de experiencias religiosas mediadas porprcticas discursivas, simblicas, rituales e institucionales dadasen un marco contextual concreto, que a su vez responde a unproceso histricodentro de un perodo de tiempo. Con respecto alo segundo, la teologa se vinculara ms bien al campo educativo y

    acadmico, profundizando el anlisis de todas estas dinmicas,especialmente en lo que refiere al estudio de los procesos histricosde lo religioso, de los textos sagrados en el caso que los haya-, lastransformaciones dentro de los espacios religiosos, entre otros.

    Por otro lado, comnmente el espacio pblico sueleconsiderarse como la esfera en que actan ciertos agentesespecficos, tales como el Estado y los partidos, y donde prevalecenuna serie de discursos que se diferencian de otras cosmovisionesdentro del campo social ms amplio. Podramos denominar estamirada como institucionalista, ya que restringe lo pblico a unaserie de instituciones y sus respectivas burocracias yracionalidades, las cuales se diferencian del colectivo, sea laciudadana o el pueblo. De esta manera se produce una particinentre lo estrictamente poltico y lo social. En otras palabras, lopoltico de la sociedad o del pueblo se define desde un tipo derelacin pragmtica o funcional con respecto a un conjuntoespecfico de instituciones y discursos.

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    Desde una perspectiva ms amplia, podramos decir que lopblico es el locus a partir del cual los diversos sujetos quecomponen el campo social construyen su sentido de identidad, sea

    individual o colectivo. Este proceso dista de ser homogneo; es msbien plural, reflejo de la heterogeneidad propia que lo constituye.Por ello, lo pblico representa tambin la inscripcin del conflicto ydel litigio por definir lo comn, y el lugar que tiene cada sujeto eneste proceso. De aqu, las mediaciones institucionales no son soloalgunas como el Estado o los partidos. Ellas, ms bien, sepluralizan en la medida que emergen expresiones que dan cuentade la diversidad de sentidos en torno a la polis que los convoca ynombra. Este proceso es constante; o sea, se construyeninstitucionalidades polticas en la medida que surjan demandasque se consideren como parte de lo comn. Por todo esto,finalmente, lo poltico no se circunscribe a un sector o a ciertasinstituciones particulares sino que representa una dinmica propiaa todo el campo social.

    Desde estos desafos contextuales, abordaremos brevementealgunos elementos estrictamente teolgicos que nos permitanresponder a ellos desde una mirada amplia e interdisciplinaria.Antes de ello, es importante hacer dos aclaraciones. En primer

    lugar, existe una corriente denominada teologa pblica, cuyosorgenes se remontan a la dcada de los 70 en el contexto de losEstados Unidos. Ms all de que este trabajo se nutre en buenamedida de dicho aporte, la propuesta que pretendemos hacer acontinuacin profundiza y cuestiona alguno de sus lineamientosprincipales.

    En segundo lugar, preferimos utilizar la nomenclatura deuna teologa de lo pblico -intentando diferenciar el espaciopblico como locus de reflexin y la teologa como marco

    hermenutico de estudio-, ya que hablar de teologa pblica nosparece una redundancia, en el sentido de que toda teologa, de unau otra manera, es inherentemente pblica, ya que responde a uncontexto, parte de un conjunto de sujetos y utiliza marcosdiscursivos especficos, entre otros elementos.

    Por ltimo, la profundizacin del estudio de estos juegosimplica una revisin de tres temas centrales. Primero, un anlisisde las nuevas dinmicas socio-polticas y las mediaciones analticasque han surgido de ellas. Segundo, el lugar de las religiones dentrode los procesos socio-culturales vigentes. Tercero, en qu medida la

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    teologa responde a estos nuevos escenarios. De aqu, la primeraparte de este trabajo comienza con la pregunta qu es el espaciopblico? Responder a este interrogante nos har transitar por

    algunas evaluaciones histricas, contextuales y tericas, que nospermitan dar cuenta de una nueva lectura de los procesos socio-polticos que se presentan en la comprensin de lo pblico hoy. Lasegunda seccin es una breve exposicin sobre cmo ver el lugar delas religiones desde dichos escenarios, retomando temas clsicoscomo la idea de secularizacin y la relacin iglesia-estado. Porltimo, realizaremos un estudio de las teologas latinoamericanas especialmente la teologa de la liberacin-, ms particularmente desu abordaje en torno a temticas socio-polticas, para relacionarlocon la propuesta de la teologa pblica. Luego nos adentraremos atrabajar brevemente diversos aspectos vinculados con lacomprensin del espacio pblico, tales como democracia,militancia, pluralismo, conflicto, etc., desde esta disciplina.

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    Pluralismo es un trmino en boga, sea en el campo socio-polticocomo tambin dentro de diversas disciplinas acadmicas. Culesson las nuevas circunstancias que reposicionan una idea tan comnen la cotidianeidad? Por qu la nocin de diversidad,heterogeneidad, alteridad, cobran importancia hoy? Ciertamente sedebe a la puesta en escena de una serie de abordajes, realidades,conceptos, pensamientos, opciones y alternativas que, ms all deque hayan estado siempre impresas en la realidad social, cultural y

    poltica en que vivimos, nunca fueron asumidasepistemolgicamente, o sea, como instancias de anlisis,comprensin y abordaje de los fenmenos sociales.

    Estos, entre muchos otros, son enunciados que se utilizan enla actualidad para describir diversos fenmenos, enmarcados bajoel paraguas de la llamada posmodernidad. Dicha diferenciacintemporal (aunque difcil de delimitar an) refleja la coyuntura enque emergen. La modernidad se identifica como un espacio-tiempocaracterizado por los siguientes elementos: una idea homognea y

    abstracta de sujeto, la preponderancia de sistemas socio-polticosque pretendan la unificacin identitaria e institucional de lo social(Estado, territorio, nacin, etc.), una lectura unilineal de losfenmenos sociales, entre otros. Con el transcurso del tiempo especialmente en el perodo de posguerra- algunos de estos marcossignificantes mostraron sus lmites -y en algunos casos susnegativas consecuencias- para el anlisis de los procesos socio-culturales y polticos, al no reconocer la heterogeneidadconstitutiva de las sociedades, al clausurar la imaginacin de los

    variados sujetos existentes, al delinear teleolgicamente los

    Ques el espacio pblico?

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    procesos histricos, y al enmarcar las segmentaciones sociales yculturales dentro de una jerarqua valorativa.

    La idea de pluralismo, entonces, implica no slo la

    descripcin de un espacio o realidad compuesto de una diversidadde elementos sino una operacin hermenutica que asume elcontexto, las identidades, las ideologas, los discursos, no comoentidades homogneas y estancas sino como instanciasconstituidas por una heterogeneidad de elementos cuya interaccinhace de esa segmentacin identitaria, discursiva, social, religiosa opoltica algo en constante transformacin. Esta dinmica seinscribe en dos aspectos centrales: primero, el reconocimiento de lahistoricidad contextual de toda segmentacin significante (lo que

    cuestiona cualquier tipo apriorismo naturalista, lgico o supra-histrico de una forma de ser o de bsqueda de sentido yexplicacin), y segundo, que la constitucin de una identidad seencuentra atravesada por la alteridad, o sea, por la existencia de unOtro que marca la diferencia, la determina, la delimita y lacuestiona. Por ello, hablar de un contexto plural no implicadescribir un espacio de localidades autnomas y autorreferenciales,sin conexin alguna entre s. Representa, en cambio, un campo deinteraccin entre diversas particularidades, en cuyas interacciones

    crean tambin una pluralidad de marcos de relacionamiento.Como mencionamos, el nfasis en la pluralizacin del

    espacio pblico en las ltimas dcadas proviene de ciertasreacciones a los modos, ideologas y estructuracionesinstitucionales propias de la modernidad, que entraron en crisis entiempos de posguerra (Arendt, 1997). Podramos resumir algunasde sus caractersticas de la siguiente manera:

    1. Crisis del sentido de identidad nacional. Nacin, lo nacional,nacionalidad, son trminos que refieren a la emergencia de losEstados modernos en pleno desarrollo y expansin deOccidente. Lo nacional se defini histricamente como marcoidentitario representativo de los habitantes de un territoriodelimitado. Estas demarcaciones comenzaron a sercuestionadas hace ya algunas dcadas desde diversaspropuestas tericas -especialmente desde estudiosantropolgicos, interculturales, poscoloniales, decoloniales y

    posestructuralistas-, que evidenciaron la relacin entre la

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    conquista y el establecimiento de la identidad europea, suslimitaciones para representar la heterogeneidad de actores enun territorio especfico, y los nuevos desplazamientos,

    entrecruces e hibridaciones que se gestan en un espacio socio-cultural, los cuales cuestionan la homogeneidad yescencializacin que pretende el concepto de nacin (Bhabha,2010)

    2. Diversidad de sujetos polticos. El cuestionamiento de lanacionalidad como nico o preponderante marco identitario ysimblico, llev a evidenciar la pluralidad constitutiva delcampo socio-poltico. La falta de representatividad del estado-nacin como nico marco de nominacin, as como de otrasinstituciones tales como los partidos polticos o ciertasideologas hegemnicas, impuls la construccin de instanciasalternativas de accin y representacin. De esta manera,encontramos la emergencia de los llamados movimientossociales, que crecieron fuertemente durante la dcada de los90; el surgimiento de las ONGs y la conformacin del TercerSector; y la articulacin de diversas organizaciones,instituciones y redes representativas de minoras sociales, que

    se nuclearon y organizaron con el propsito hacer escuchar suvoz, tanto a nivel social como en el mbito de lo estatal (Laclau,2000; Connolly, 1991)

    3. Reconceptualizacin del rol del Estado. Estas transformacionesen el campo de los actores sociales y sus representaciones, lleva preguntarse por el rol aglutinante del Estado. Las oleadasneoliberales imperantes en los 90 intentaron deslegitimar el

    lugar de esta institucin en pos de la apertura al mercado,inscripta en una comprensin que provoc la desintegracin delos tejidos sociales y el incremento de la desigualdad socio-econmica. Un abordaje sintetizador ni nacionalista nineoliberal- propone comprender el Estado como un marcorepresentativo, no de una unidad nacional sino de unapluralidad de identidades pertenecientes a un espacio socialespecfico. Por ende, la funcin del Estado no es dejar lasociedad en manos del mercado ni representar una identidad

    territorial homognea sino promocionar e instrumentalizar un

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    espacio que facilite la dinmica, el dilogo y el conflictoconstructivo entre una heterogeneidad de actores, sujetos,instituciones, movimientos e ideologas (de Sousa Santos,

    2006; Butler y Spivak, 2009)

    4. Una resignificacin de lo democrtico. Por ltimo, la nocin yel ejercicio de lo democrtico es redefinido dentro del espectrode esta pluralidad emergente. De la nocin de democracia comoejercicio de sufragio ciudadano que establece la voz de lamayora, se la reconceptualiza como prctica que da voz atodas las partes. La democracia, entonces, deja de ser entendidacomo una instancia que pacifica las diferencias a travs de unaunidad homognea representada en la voz de un segmentosocial, para ser entendida como un ejercicio que permite quetodas las partes tengan lugar y aporten a la dinmica de losocial. En otros trminos, democracia no es homogeneidaddesde una representatividad especfica sino un espacio de litigioy conflicto constructivo entre todas las identidades presentes enun conjunto plural (ms all de la representacin institucionalque pueda asumir una expresin particular). Es lo que ErnestoLaclau y Chantal Mouffe denominan democracia radical

    (Laclau y Mouffe, 2006; AAVV, 2010; Rancire, 1996; 2007;2010; Lefort, 1990)

    Estos elementos reflejan dos caractersticas centrales delespacio pblico contemporneo. En primer lugar, que es unespacio heterogneo, compuesto por una pluralidad de sujetos queposeen una serie de demandas especficas (sociales, econmicas,culturales, identitarias, etc.), desde las cuales evidenciasdemandas, construyen sentidos e interactan entre s. En segundolugar, lo pblico es un espacio conflictivo, en el sentido de estarinscripto en una serie de renegociaciones constantes, ya sea hacialos mismos movimientos, entre unos y otros, y con institucionessocio-polticas de representacin ms amplia, tales como el Estado.En este sentido, no estamos hablando de una visin negativa oregresiva del conflicto sino, por el contrario, de la conformacinnecesaria dentro un espacio que posibilita la dinmica,resignificacin y renegociacin constantes, no slo de grupos oinstituciones, sino tambin de valores, perspectivas, sentidos,discursos e ideologas.

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    Lo poltico y la poltica

    Podramos sumariar como conclusin del apartado anteriorque lo pblico es un espacio cuya dinmica tiene que ver con la

    constante redefinicin de los sujetos dentro de un locus social,discursivo, simblico, econmico y religioso, el cual se encuentradiferenciado y fisurado por su misma entidad plural. Y es aqudonde surge una distincin central en la teora poltica de lasltimas dcadas: la diferencia entro lo poltico y la poltica.Mientras lo primero tiene que ver con esa condicin de constantecambio y redefinicin de las demandas y la comprensin identitariade los sujetos, lo segundo se relaciona con aquellos regmenesinstitucionales que se crean con la intencin de organizar

    parcialmente el campo social a partir de tales demandas ybsquedas (Mouffe, 2007: 16)

    Hablemos de una de las ideas centrales que desarrollaChantal Mouffe: la poltica como antagonismo. La autoracuestiona el modelo racionalista e individualista liberal, queenmarca a buena parte de los modelos polticos vigentes. Por unlado, la creencia de una especie de consenso universal a travs de larazn (como propone Jrgen Habermas). Por otro, una concepcinque parte desde un una idea de campo social como locus de

    particularidades homogneas, que se enfoca ms en una poltica delas identidades minoritarias (sean raciales, culturales, de gnero,etc.). Es lo que la autora define como paradigma agregativo (losindividuos comprendidos como seres racionales, y el ejerciciopoltico como elemento instrumental) y paradigma asociativo(reemplaza la racionalidad instrumental por la comunicativa,entendiendo la poltica como un consenso moral racional mediantela libre discusin). En ambos casos, se define el ejercicio poltico apartir de la comprensin de individuos racionales y desde un

    intento de bsqueda de principios y fundamentos que diluyen lasdivisiones ellos/nosotros necesaria para deconstruir todo estatussocial.

    De aqu que Mouffe propone definir lo poltico como espacioagonstico.1 Significa promover la diferencialidad inherente de loidentitario. La divisin entre un nosotros/ellos en la poltica suele

    1 La autora diferencia entre antagonismo y agonstico. Mientras que el

    antagonismo constituye una relacin nosotros/ellos en la cual las dos partes son

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    conformarse desde un paradigma amigo/enemigo que frena lasdinmicas de transformacin socio-poltica. Por ello, lo indicado escomprender esta relacin como un locusdonde los lmites sobre lo

    identitario y los ejercicios polticos sean abiertos a travs delconflicto constructivo. Ms an, la creacin de un nosotrosdepende de la relacin agonstica con un ellos. Por esto, lo polticoen tanto bsqueda de consenso o de unidad -como muchaspropuestas democrticas liberales suelen esgrimir- socava laposibilidad de crear espacios conflictivos que cuestionen lasformas, instituciones y discursos establecidos. Ms an, al hablarde consensos o de unidad, debemos preguntarnos: quindetermina los lmites? Unidad desde dnde?

    Otro autor que trabaja la relacin entre estos trminos esJacques Rancire. Al igual que Mouffe, afirma que hay dos tipos dediscurso poltico. Por un lado, uno universalista, el cual sostieneque mediante la ley y la indiferencia a los individuos puede crearseuna comunidad poltica. Por otro, lo que denomina como discursodel sujeto, que cuestiona la lgica de Estado y reivindica la posicinuniversal de las identidades particulares por sobre cualquier tipode institucionalidad. Esos dos modelos representan, para esteautor, dos extremos que han sido criticados en estas ltimas

    dcadas por la teora poltica: la universalidad de los absolutos (decorte moderno) y la universalidad de las particularidades (de corteposmoderno liberal y multicultural). De aqu que propone lacreacin de una tercera va, que implica ver lo poltico comocreacin de un espacio de conflictividad (Rancire, 2010: 47)2

    Rancire, siguiendo a Michael Foucault, tambin hace unadiferencia entrepolticaypolica. Esta ltima tiene que ver con loscuerpos institucionales y legales que imponen orden, realizandemarcaciones y definen las identidades. Son marcos de

    disciplinamiento, donde las funciones y ocupaciones de losindividuos son claramente delimitadas. Por otra parte, la poltica seasocia con la ruptura de este orden. Es el reconocimiento deaquellos sujetos o instituciones que no cuentan dentro del sistema

    2El arjo principio es comprendido como todo aquel estamento que acta como

    principio o fundamento de una prctica.

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    policaco impuesto para transformarlo y ampliar su lmites.3Lapoltica no es primordialmente la bsqueda de un ordenamientosino, por el contrario, una instancia de litigio que permite el

    cuestionamiento constante de los rdenes que regulan lo social. Esla bsqueda del desacuerdo y la distorsin de lo establecido comomecanismo de cambio. La construccin de lo comunitario es,precisamente, la institucin de un espacio de diferenciacin. Elser-juntos poltico es un ser-entre: entre identidades, entremundos (Rancire, 1996: 171) De aqu la comprensin de launiversalidad de lo poltico, no como una instancia anexa a losocial o a una de sus instituciones sino como instancia constitutivade todo proceso social (Rancire, 1996: 34)4

    En resumen, la distincin entre lo poltico y la poltica, comohemos visto, sirve para entender que el campo de lo pblico no serestringe a un conjunto de instituciones particulares (sea el Estado,los partidos polticos, los mecanismos de votacin, los cuerposlegales, etc.) Estas demarcaciones institucionales y discursivassirven a la construccin de ciertas bases y fundamentos quemarcan directrices generales, pero que no son absolutas sinopasajeras. Tales establecimientos son segmentaciones relativizadaspor la pluralidad y heterogeneidad que las compone. De aqu que lo

    poltico se define como la instancia constitutiva (discursiva,simblica, social) de los sujetos y los grupos para redefinirse a smismos, y con ello subvertir cualquier tipo de demarcacinideolgica, social e institucional.

    Entender lo poltico de esta manera implica que cualquierrgimen institucional es en s mismo frgil, y por ello redefinible.Por su misma (in)consistencia, es cuestionable. Ningn marcopartidario, ideolgico o institucional puede inscribirse comoabsoluto. La condicin inherentemente poltica de todo sujeto

    deconstruye la supuesta sutura de su identidad (Tenzer, 1999:43-132) En palabras de Alain Badiou, Es necesario que la poltica seapensable como excesoconjunto sobreel Estado y la sociedad civil,sean ellos buenos o excelentes (1990:14. Cursivas nuestras). Es, en

    3Existe toda una corriente de pensamiento en torno a lo excluido comoinstancia poltica que deconstruye los rdenes sociales y polticos. Ver Georgio

    Agamben, 2002a; 2002b; 2006.4 Sobre la distincin entre lo poltico y lo social, ver tambin Laclau y Mouffe,

    1996: cap.3

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    resumen, la exaltacin de la diferencia y el cuestionamiento porsobre todo lo establecido; diferencia que se entiende comocondicin mnima e infranqueable de todo sujeto (individual o

    grupal).Lo poltico como democracia radical

    Democraciaes definida como el gobierno del pueblo, delgriego demokratia (demos pueblo, kratia = gobierno). Greciafue una de las primeras sociedades en desarrollar un tipo deorganizacin democrtica a travs de la asamblea, donde el pueblo,en palabras de Tucdides, es autonomos, autodiktosy autoteles; osea, se rige por sus propias leyes, posee jurisdiccin independiente

    y se gobierna por s mismo (Respuela, 1997: 264) Las preguntasque ha suscitado la crtica filosfica en torno al concepto griego dedemocracia son: quines son el pueblo? y qu significagobernar?

    Este rgimen fue considerado desviado o impuro por losfilsofos representativos de la poca, tales como Platn yAristteles (aunque el ltimo fue ms moderado que el primero)Platn afirmaba que la aristocraciaes la forma ms justa e ideal degobierno, donde los filsofos tenan el lugar superior dentro de la

    comunidad. La justicia, por su parte, consista en que cada cualtenga su propia ocupacin dentro de la ciudad segn sunaturaleza lo haba determinado. Aristteles distingua entreformas de gobierno segn fines, hecho por el cual el mejor rgimenbusca el bien comn. Dentro de los regmenes que ms lo hacen, seencontraban la monarqua, la aristocracia y la repblica, en tantoformas superiores para encontrar el bien comn de lapolis.

    Tanto Platn como Aristteles consideraban la democraciacomo un sistema donde rega una extrema libertad, donde noexista ni obligacin, ni mandato, ni necesidad de obediencia. Nohay control ni orden. Es, adems, el eslabn previo al sistema msnefasto para ambos filsofos: la tirana. Democracia es un deseodesmedido de libertad que lleva a un deseo desmedido deautoridad. La excesiva igualdad entre gobernantes y gobernadosconlleva la anarqua y la esclavitud.

    Estas ideas provienen de la manera en que dichos filsofosdefinen al demos: ste representa ese resto inferior sin capacidades

    de gobernar fuera del consejo de la aristocracia, que debe ubicarse

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    en el lugar que la naturaleza les ha otorgado. No son ms que lospobres, los artesanos de la ciudad, la masa.

    Luego del perodo griego, hay un gran silencio en torno a lo

    democrtico. Es el tiempo de la Edad Media donde, por un lado,emerge, junto a la cristianizacin de la sociedad occidental y lacentralidad de la iglesia romana, la bsqueda de una cristiandad,donde todo se rige en torno a una serie de valores teolgicos,representados a su vez por un conjunto de autoridades, como loson el emperador y el Papa. Por otro lado, es el tiempo delcrecimiento del los imperios, donde la lgica socio-poltica cambiadrsticamente a la luz del lugar del emperador y toda unajerarquizacin de la estructura poltica.

    Ms all de este panorama, siempre existieron movimientoscrticos. Por ejemplo, hacia finales de la Edad Media surge elconcepto de soberana popular, que entenda el poder de losprncipes como conferido por el pueblo. Tambin podramosmencionar en este perodo el lugar de diversos grupos quecuestionaron la lgica eclesial monoplica de Roma, desde losmonasterios hasta los sectores proto-anabautistas y los mismosreformadores.

    En la modernidad comienzan a emerger otros modelos degobierno, una vez roto el cerco teolgico que buscaba unordenamiento social a partir de una serie de presupuestosreligiosos y la centralizacin jerrquica de la poltica en torno a laiglesia romana y el emperador. Surge el concepto de repblicaconNicols Maquiavello, en contraposicin al reino o principado. Elorden poltico deja su estatus extramundano para ponerse enmanos de las personas. El republicanismobusca la construccin demecanismos que eviten la corrupcin de los liderazgos, y con ellouna mejor virtud cvica. De aqu la elaboracin de una constitucines central para equilibrar los intereses de los diversos grupos quecomponen la sociedad.

    Con el surgimiento del liberalismo en el siglo XVII lademocracia pone un mayor nfasis hacia las libertadesindividuales. En este sentido, la preocupacin se centra en laproteccin de los individuos frente al poder de las instituciones,especialmente del Estado. Es aqu donde surgen las ideas de sujetocomo poseedor de derechos, la bsqueda de la representacin, una

    nueva comprensin de la libertad, entre otras. El individuo es

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    ahora el protagonista de la vida poltica; la sociedad es entendidacomo producto de la voluntad de las personas.5A diferencia de laantigedad, donde se conceba la libertad como bsqueda de

    participacin, en la modernidad liberal se entiende la libertadcomo goce. El Estado aparece ahora, entonces, como garante de lafelicidad de los individuos, los cuales, en su derecho propio,pueden elegir los representantes para tal tarea. En este sentido, lacomprensin de este rgimen cambia de una democracia directa auna democracia representativa.

    Podramos decir que el breve y por demasa escueto esbozoque hemos hecho hasta aqu describe algunas de las principalesdinmicas del resurgimiento de la democracia moderna, que

    durante el siglo XX fueron tomando todo tipo de formas, sea en elejercicio como tambin en su definicin dentro de la teora poltica.Lamentablemente no contamos aqu con el espacio y el tiempopara tratarlas. Lo que deseamos enfatizar es el hecho de que, desdesus inicios, el modelo democrtico busc ser un marco regulador delas instancias e intereses subjetivos y personales, y los marcosinstitucionales de gobierno.

    Pero hasta hoy da la comprensin de lo democrtico siguerepresentando una tensin irresuelta. Esto se debe a lo que

    Norberto Bobbio denomina como falsas promesas de lospensadores clsicos, en el sentido de su imposibilidad de respondera las complejidades que cobraran en un futuro los aparatosinstitucionales democrticos, en respuesta a los cambios mismosde las sociedades. Estas falsas promesas se debieron a tresobstculos principales (Mencionado por Respuela, 1997: 281-282):

    5Por esta razn, Jean-Luc Nancy afirma que el desarrollo de la democraciamoderna significa, por sobre todas las cosas, el establecimiento de unaantropologa. Dice: la democracia promueve y promete la libertad de todo serhumano en el contexto de la igualdad de todos los seres humanos. En estesentido, la democracia moderna compromete al hombre, en su forma absoluta yontolgica, y no slo la ciudadano, o tal vez confunde los dos. En todo caso, lademocracia moderna implica mucho ms que una mutacin poltica: se trata deun cambio de cultura o de civilizacin tan profundo que tiene un valorantropolgico, as como un cambio tcnico y econmico que lo acompaa. Por lotanto, el contrato de Rousseau no slo establece un cuerpo poltico: produce al

    hombre mismo, la humanidad del hombre (Nancy, 2010: 68)

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    1. La tecnocracia. Los problemas del campo poltico requierende la profesionalizacin de aquellos/as que trabajan dentrode las instituciones polticas. Por tal razn, quienes ejercen

    las decisiones ya no son los/las ciudadanos/as sino losprofesionales de la poltica.

    2. La burocracia. El proceso de burocratizacin tiene que vercon el mismo proceso de racionalizacin de la sociedadmoderna (Weber). Esto conlleva a que las institucionespolticas cobren ese mismo cariz, antes que profundizar suinscripcin democrtica a travs de la flexibilizacin einclusin dentro de sus procesos.

    3. El escaso rendimiento. Todo esto resulta en una carencia derespuestas frente a las variadas demandas sociales.

    El escenario se ha ido complejizando con una crecientevelocidad en las ltimas dcadas, teniendo en cuenta el fuertecuestionamiento a los estados-nacin y el fenmeno de la

    globalizacin. Por un lado, como ya hemos mencionado, existe unacrisis en la comprensin del Estado como institucin. El fuertecrecimiento del neoliberalismo ha profundizado en extremo esteproceso, en pos de una exacerbacin del lugar del libre comercio yel control de los poderes econmicos monoplicos, disfrazados enel valor de la apertura de las fronteras nacionales y la librecirculacin del capital. Por otra parte, se ha propagado la creacinde espacios regionales, a travs del desarrollo de instanciasinstitucionales transnacionales (Iglesias, 2006) Estos intentos

    chocan an hoy con las identidades nacionales, las cualescontinan siendo ubicadas como reclamos de reconocimientodesde comunidades particulares frente a los intentos dehomogeinizacin transnacional, que acusan estas propuestas comoavasallantes.

    Por ello podemos decir que a pesar del crecimiento de laslgicas globalizantes, las tensiones entre particularidades -nacionales, polticas o identitarias- siguen en pie. Lahomogeinizacin o macdonalizacin, como irnicamente lo

    llaman algunos/as- de la realidad, es una falacia. La globalizacin

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    dista de ser un esfuerzo de unidimensionalizacin; por el contrario,los conflictos entre las pluralidades siguen vigentes y en aumento.

    Ms all de la racionalizacin de la democracia

    Consenso, representatividad, moderacin, igualdad, sonalgunos de los trminos que han caracterizado el modelodemocrtico moderno occidental. Por un lado, reflejan un intentode equilibrio, donde la democracia se posiciona como un rgimenque busca la moderacin del conflicto entre los sujetos y lasinstituciones/leyes. Por otro lado, evidencian su funcionalidad auna oligarqua y sus intereses. En otras palabras, la bsqueda de la

    igualdad y el consenso no hacen ms que acallar las vocesdisidentes de las minoras mayoritarias en pos de la legitimacinde un grupo de poder y de la lgica del mercado, en beneficio de lasmultinacionales, los pases centrales y los espacios de podertransnacionales.

    Un elemento crtico que suele esgrimirse contra el conceptode democracia moderna es que fomenta un exponencialindividualismo en la ciudadana, la cual acta slo en beneficio deintereses propios. Ms all de que esto tiene mucho de razn, en el

    fondo deja el problema irresuelto ya que al sacar al individuocomo categora elemental, termina definiendo el rgimendemocrtico desde una perspectiva pragmtica, burocrtica yestructural.

    Es posible una lectura alternativa en este campo,considerando al individuo como aquella instancia que deconstruyetodo monopolio que intenta concentrar el ejercicio de lo poltico.En este sentido, la nocin de persona/individuo/ciudadano/aconstituye lo poltico como fisura que resquebraja la poltica entanto prctica, desde los conceptos que hemos propuesto. Dentrode estos monopolios encontramos la oligarqua econmica y laoligarqua estatal. La primera subsume la poltica a un aparatofuncional al consumismo y el capital; la segunda, a una instancianetamente burocrtica y profesionalizada -como lo vimos en lascrticas de Bobbio- que crea una profunda separacin entre elpueblo y la institucionalidad poltica. En palabras de Ranci!re, Sihay ilimitacin propia de la democracia, est aqu: no en lamultiplicacin exponencial de las necesidades o deseos que

    emanan de los individuos, sino en el movimiento que desplaza sin

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    cesar los lmites de lo pblico y lo privado, de lo poltico y lo social(Ranci!re, 2007: 90-91)

    Es aqu donde surge la cuestin del sujeto. Los sujetos son el

    signo de una ambivalencia. Por un lado, representan laencarnacin de un tipo de identidad, de una opcin, de un lugar yun espacio especficos. Por otro, son la fuerza misma de laposibilidad de cambio y movilidad de todos esos lugares escogidos.En contraposicin al Sujeto moderno racional y funcional a la leydel progreso occidental, las perspectivas posestructuralistas hablande la necesidad de ver a los sujetos como la brecha que escinde losmarcos institucionales hacia una movilidad crtica constante. Nosignifica ni el establecimiento de un lugar inamovible e

    incuestionable, ni tampoco el cambio constante sin apoyatura (osea, un pluralismo acrtico de sus propias particularidades), sino elreconocimiento de la posibilidad de trnsito frente a cualquieropcin que se escoja, haciendo del espacio pblico una esferaheterognea de incontables posibilidades de construccin poltica.Esto es esencial para comprender el desarrollo de la democracia:ella es precisamente la constitucin de dicho locus plural donde lossujetos se movilizan. En palabras, nuevamente, de Ranci!re: Estoes lo que implica el proceso democrtico: la accin de sujetos que,

    trabajando sobre el intervalo entre identidades, reconfiguran lasdistribuciones de lo privado y lo pblico, de lo universal y loparticular (Ranci!re, 2007:89)6

    Lo dicho hasta aqu cuestiona el estatus poltico delrepublicanismo, tal como hemos visto, ya que ste sosiega eldesplazamiento como espacio de movilidad de los sujetos y lareconstruccin de nuevas institucionalidades y regmenes. Elconcepto de repblica intenta presentarse como el reino de laigualdad desde una visin neutral de las dinmicas sociales. Es un

    rgimen de homogeneidad entre el Estado y las costumbres de lasociedad. La repblica suprime el exceso necesario de lo

    6Dice Slavoj "i#ek (2001: 171): Sujeto no es el nombre de la brecha de libertady contingencia que invade el orden ontolgico positivo, activa sus intersticios,sino la contingencia que fundamenta ese orden ontolgico, es decir, el mediadorevanescente cuyo gesto de autoanulacin transforma la multiplicidad caticapreontolgica en la apariencia de un orden positivo objetivo de la realidad. Eneste preciso sentido, toda ontologa es poltica: se basa en un acto de decisin

    subjetivo, contingente y renegado.

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    democrtico para la conformacin de un espacio de litigio queenriquezca la dinmica poltica.

    Otra idea que es cuestionada desde esta perspectiva es la de

    consenso. Existen dos peligros. Primero, quien representa lamayora define el consenso y cmo ste afecta las minoras.Segundo, aunque la bsqueda de consenso no es equivocada en smisma ya que la movilidad de lo poltico en la comunidad loimplica-, s existe el peligro de que dicho consenso se clausure a smismo y no permita su redefinicin. Aqu otro tema central: laconstitucin de las identidades entre los juegos de hegemona y lacontrahegemona. Por su parte, la idea de consenso infiere unacomprensin homognea de las identidades, donde una ms

    fuerte gana sobre otras menos fuertes. El consenso comopensamiento hegemnico excluye la disidencia.

    Pero todo movimiento hegemnico est constituido por laemergencia de movimientos contrahegemnicos. Por ende, lahegemona se crea en el ejercicio de la exclusin de una instanciaamenazante. Es la institucin de una diferencia, delreconocimiento de un nosotros/ellos. Lo importante reside,entonces, en exponer lo consensuado sobre un espacio dediferenciacin, donde lo excluido no quede inafectado sino que

    pueda ejercer su fuerza contrahegemnica para cuestionar,transformar o resignificar el consenso desde las demandas ynecesidades del contexto. Es, en palabras de Jean-Luc Nancy,mantener la tensin entre lo finito y lo infinito del campo de lopoltico. En sus palabras (Nancy, 2010: 77):

    La esfera de lo comn no es una: se constituye de mltiplesacercamientos al orden del sentido en el que cada gnero es en s

    mltiple, como en la diversidad de las artes, en la de lospensamientos, de los deseos, los afectos, etc.-. Lo quedemocracia significa aqu es la admisin sin presuncin- detodas estas diversidades en una comunidad que no las unifica,sino que despliega su multiplicidad y, con ella, el infinito en queconstituyen las formas innombrables e interminables

    La inscripcin en este espacio de movimientos hegemnicosy contrahegemnicos va ms all de la dicotoma entre derecha e

    izquierda. Muchos/as afirman que el desarrollo de las sociedades

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    democrticas tiende inevitablemente a construir un rgimenbipartidista que se mantiene en tensin y transicin constante.Pero el trasfondo histrico de esta dicotoma son las sociedades

    industriales occidentales del siglo XIX. Desde otra mirada y msan desde las complejas sociedades latinoamericanas dentro delmundo global actual- podemos encontrar otro tipo de dicotomasque conviven en tensin constante y que constituyen msheterogneamente el espacio de litigio donde se construye lademocracia: inclusin/exclusin, seguridad/inseguridad,poltico/no poltico, etc.

    Es por todo esto que Claude Lefort afirma que la democraciaes un lugar vaco (Lefort, 1990: 187-193) Qu quiere decir con

    esto? Que no existe un fundamento ltimopara el ejercicio de lademocracia. En la antigedad, el poder se lo entenda como unobjeto posedo por un gobernante. Pero el concepto de pueblosoberano construido en la modernidad llev a una definicincirculante del poder, donde ste est ms all y ms ac del pueblo.La misma dinmica de las elecciones lo refleja: el poder se delega.Lo que se debe enfatizar es ms bien la dinmica y no los actoresespecficos: ni los gobernantes ni el pueblo ambas categoras depor s heterogneas- poseen un poder absoluto, sino que ste

    circula y toma distintos tipos de formas en su movimiento. Por elloel poder es vaco. En palabras de Ranci!re, la condicin para queun gobierno sea poltico es que est fundado en la ausencia dettulo para gobernar (Ranci!re, 2007: 69)

    Cul es el rol del Estado en este contexto? Judith Butler yGayatri Chakravorty Spivak discuten este tema desde unaperspectiva poscolonial (Butler y Spivak, 2009) Por una parte,estas autoras cuestionan la impronta nacionalista ligada al rol dedicha institucin, donde lo nacional se constituye como nico

    fundamento identitario demarcatorio impulsado desde laburocracia operativa, y que expulsa todo tipo de enmarque fuera del. Por otra parte, retoman el concepto de estado de excepcin deAgamben, quien define tal condicin como una instancia deexclusin, divisin y derogacin de toda ley para que un Estadopueda conformarse. En este sentido, el fundamento del Estado esambivalente: para ser tal, depende de la existencia de aquello queexcluye y que queda fuera de su marco. Es la exclusin incluyente.Aunque las autoras respaldan esta perspectiva, releen dicha accin

    de exclusin desde la clave de poder. Esa vida abandonada (nuda

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    vida, en palabras de Agamben) tambin es una vida saturada depoder. El privar de ciudadana a dichos grupos implica dejarlosfuera del marco hegemnico; pero ello no significa el vaciamiento

    de su intrnseco poder, que excede los derechos de la ciudadanacomo marco legal.

    Este elemento se alinea con lo que hemos desarrollado entorno a la pluralidad y heterogeneidad que constituye la arenapblica. Lo que proponen Butler y Spivak no es la aniquilacin delEstado sino su resignificacin, dejando de lado los cercosnacionalistas para transformarse en un espacio de dilogo,posicionamiento y encuentro entre las diversas identidades quehabitan en la comunidad social. En sus palabras (Butler y Spivak,

    2009: 112):

    lo que queremos es dejar las estructuras del estado libres decualquier prejuicio nacionalista. Se trata de un acto abstracto, node un proyecto epistmico. El nacionalismo presupone que elfuncionamiento epistmico de lo nacional coincide con elfuncionamiento del estado y, por consiguiente, tiene ms derechoa l. El estado es una estructura abstracta mnima que debemosproteger porque es nuestro aliado. Debe ser un instrumento de

    redistribucin. En el estado global, esta funcin decisiva se havisto reducida

    En resumen, podemos decir que la democracia no es un tipode forma jurdico-poltica-institucional especfica que armoniza elcampo de litigio. Ms bien, representa un rgimen constituido deuna serie de prcticas que intentan mantener el campo deldesacuerdo socio-poltico abierto al conflicto agonstico inevitable

    entre cuerpos hegemnicos y contrahegemnicos. Significa,retomando la nocin de sujeto, el poder del pueblo que est msall y ms ac de las formas institucionales y regulatorias que tome.Como concluye Ranci!re (2007: 81):

    La democracia, entonces, muy lejos de ser la forma de vida deindividuos consagrados a su felicidad privada, es el proceso delucha contra esta privatizacin, el proceso de ampliacin de estaesfera. Ampliar la esfera pblica no significa, como lo pretende el

    llamado discurso liberal, demandar el avance creciente del Estado

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    sobre la sociedad. Significa luchar contra un reparto de lo pblicoy lo privado que le asegura a la oligarqua una dominacin doble:en el Estado y en la sociedad7

    Hacia una radicalizacin de la democracia

    Hemos intentado hasta aqu revisar algunos de loselementos principales en torno a la idea de democracia,especialmente en la impronta liberal, republicana y globalizada enque se presenta hoy da. A lo largo de la historia, especialmente enlas ltimas dcadas, han surgido distintos pronsticos que hanintentado determinar lo que pasara. Muchos de ellos no

    sucedieron: no hubo ningn fin de las ideologas, ni estamosfrente a un hombre unidimensional (Marcuse) totalmentedeterminado por el mercado, ni tampoco vivimos en la panacearesultante de la libertad sin frenos. Continuamos en un tiempo deconflictos, de antagonismos que encauzan nuestro espacio social,de una creciente pluralizacin del campo de las identidadespolticas.

    Es por ello que necesitamos construir la idea de unademocracia radicalque nos permita manejar la tensin entre los

    acuerdos y desacuerdos del complejo contexto que nos toca vivir.Esta propuesta se resume en la siguiente nota de Ernesto Laclau yChantal Mouffe (2006: 211), que pasaremos a explicar acontinuacin:

    es slo si se acepta la imposibilidad de reconducir las posicionesde sujeto a un principio positivo y unitario fundante de lasmismas, que el pluralismo puede ser considerado radical. Elpluralismo es radicalsolamente en la medida en que cada uno delos trminos de esa pluralidad de identidades encuentra en s

    7 Jean-Luc Nancy (2010: 77) dice lo siguiente al respecto: Como implica unametafsica (o como se suele decir: una relacin con fines) que no se podraasegurar mediante una religin, ya sea civil o no, la poltica de la democracialibera de manera clara y extensa el hecho de que las apuestas del sentido y de lossentidos vayan ms all de la esfera de su gobierno. No es cuestin de pblico oprivado, ni de lo colectivo y lo individual. Es la cuestin de lo comn o de lo en-comnque no es precisamente ni el uno ni el otro y cuya consistencia radica enla distancia impuesta entre uno y el otro. Lo comnes en efecto el rgimen del

    mundo: de la circulacin de los sentidos.

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    mismo el principio de su propia validez, sin que esta deba serbuscada en un fundamento positivo trascendente o subyacente-que establecera la jerarqua o el sentido de todos ellos, y que serala fuente y garanta de su legitimidad. Y este pluralismo radical esdemocrtico, en la medida en que la autoconstitutividad de cadauno de sus trminos es la resultante de desplazamientos delimaginario igualitario

    Este prrafo resalta tres elementos constituyentes de laradicalidad de lo democrtico, que ya hemos mencionado endiversas partes. Primero, la deconstruccin de la nocin de sujeto.En lnea con lo que hemos desarrollado, Laclau y Mouffe prefieren

    utilizar -retomando a Michael Foucault- la idea de posicin desujeto: ms que entidades homogneas y autodeterminadas, lossujetos se constituyen en la apropiacin de los lugares que asumendentro del campo plural donde se mueven. Ms an, los sujetosrepresentan dicha posibilidad de movimiento constante y lossurcos que lo viabilizan. Segundo, que tal desplazamiento provienede la falta de fundamento ltimo en el campo socio-poltico. Estosignifica, como dice el texto, reconocer el principio de validez queposee cada subjetividad. Implica esto un relativismo extremo? Ya

    hemos cuestionado la impronta esencialista de esta idea. Por elloaqu entra, como tercer elemento, lo democrtico entendido comoel principio de igualdad que acta en un doble desplazamiento:por un lado, reconoce la validez de cada sujeto, pero en elreconocimiento del otro en el mismo estatus que uno, cuestionatoda intensin de absolutizacin de una singularidad. Por ellodecimos que lo democrtico implica la creacin de un espacio deconflictividad y litigio agonstico: el reconocimiento de unapluralidad no implica la demarcacin de espacios aislados sino elintento de movilidad dentro de una esfera, que implicanegociaciones constantes para lo cual cada parte debe reconocer alotro y bajarse del podio de la verdad absoluta.

    Por ello, como dicen Laclau y Mouffe, la revolucindemocrtica no es la direccin del imaginario (o sea, laconformacin de un programa, sistema o ideologa determinada)sino el terreno donde operan tales desplazamientos. Significamultiplicar los espacios de accin poltica para impedir la

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    concentracin en un solo punto. Como afirman estos autores,implica crear una cadena de equivalencias8entre diversos grupos yluchas. Dicha cadena significa la creacin de un espacio donde se

    visualizan los antagonismos y en donde la presencia de un otroexterior amenaza la estabilizacin del sistema (consenso, igualdad,estabilidad). En resumen, es mantener viva la tensin entre trespolos:Igualdad-libertad-pluralidad.

    Llevando a la prctica todo lo dicho, podemos consideraralgunos elementos como ejemplos de la apertura de un espacio dedemocracia radical:

    1. Tener en cuenta que la pluralidad de la poltica no pasa solopor el nmero de partidos sino tambin por el lugar de losllamados nuevos movimientos sociales (campesinos,piqueteros, ONGs, etc.).

    2. Considerar como parte de la agenda poltica distintos tiposde discursos, especialmente los que tienen que ver con lasidentidades socio-culturales, etarias, sexuales, etc., querepresentan una comunidad social determinada.

    3. Considerar diversas demandas sociales, incluyendo el lugarde las minoras sexuales, tnicas y etreas, y crear instancias

    institucionales y legales para su reconocimiento yparticipacin en los procesos institucionales.

    4. Construir espacios de discusin y tratamiento de distintasdemandas sociales, que incluya la participacin de unapluralidad de voces representativas de una heterogeneidadde demandas.

    5. Crear leyes que impidan la monopolizacin de los recursoshumanos, sociales, culturales y econmicos, como son los

    8La idea de cadena de equivalencias es tomada de la teora del discursopropuesta por Michael Foucault, quien afirma que un discurso es en realidadconstruido por una equivalencia entre diversos discursos que van encontrandopuntos nodalesque los une en la constitucin de una cadena. De esta forma, undiscurso no es homogneo sino que su misma constitucin plural permite unaheterogeneidad de significaciones como as tambin su movilidad ytransformacin segn las circunstancias y la aparicin de otros discursos quepuedan formar parte de tal cadena. Esta teora es aplicada por Laclau y Mouffe ala creacin de espacios polticos hegemnicos compuestos por una cadena

    equivalencial de diversos grupos, sujetos e ideologas.

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    medios de comunicacin, los medios de produccin, el usode las tierras, la produccin de materia prima yalimentacin, etc.

    La poltica entre el conflicto y las polarizaciones

    Vivimos en tiempos donde las estructuras tradicionales de laprctica poltica estn siendo desafiadas por la emergencia denuevos sujetos sociales, por diversos tipos de movilizacionespopulares y el surgimiento de plataformas partidarias que intentansuperar los vicios ideolgicos y burocrticos de la poltica moderna,que an impera en la mayora de los estados-nacin. Los

    estudiantes en Chile y Colombia, el fenmeno de los indignados,la organizacin de diversos movimientos sociales en el TercerMundo, la visibilizacin pblica de los pueblos indgenas, son soloalgunos ejemplos de estos nuevos escenarios.

    La tensin entre lo establecido y lo emergente, lo tradicionaly lo nuevo, el orden y la disidencia, lo comn y lo subversivo, esconstitutivo de lo poltico. Esta tensin dista de enmarcarse comoun juego entre dos partes absolutas sino ms bien evidencia uncomplejo fenmeno donde se entrecruzan todo tipo de discursos,

    prcticas y representaciones en torno a un proceso de constanteinterpretacin por parte de la sociedad. Esto se vinculadirectamente con lo desarrollado anteriormente con respecto a losprocesos que se gestan al intentar definir lo comn.

    Esteproceso hermenutico inherente a la dimensin polticaque inscribe todo grupo social, representa la conflictividad innataal propio ejercicio de lo poltico. En este sentido, tal como lahistoria tambin nos demuestra, toda particularidad que se levantacomo concentracin de una cadena equivalencial cuestionante desentidos y prcticas establecidos, no esta exenta de transformarsecon el pasar del tiempo en una segmentacin clausurada quedespierte nuevas prcticas crticas y sentidos alternativos. Ms an,podemos ver en el da a da las dinmicas mediticas,intersubjetivas y relacionales atravesadas por la diversidad deinterpretaciones sobre los fenmenos polticos.

    Podemos ampliar el anlisis de estas dinmicasconsiderando los siguientes puntos de partida:

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    1. Los sistemas hegemnicos no son absolutos sino quecontienen innumerables fisuras. Figuras como capitalismo,globalizacin, neoliberalismo, se suelen presentar como

    monstruos que fagocitan las conciencias. Aunque nonegamos su gran poder e influencia, el mismo hecho de queexistan resistencias nos indica que estas fuerzas no sonabsolutas. Ms bien, poseen quiebres y pliegues internos quecarcomen su supuesta homogeneidad. Un sistema nuncaanula la creatividad, los lugares, las relecturas, que realiza yconstruye un sujeto. Este elemento es esencial, por un lado,para comprender las microfsicas del poder (Foucault,1992) y el estatus real de lo que enfrentamos. Como diceErnesto Laclau (2000): lo falso de las ideologas no resideen la alienacin de las conciencias sino en presentarse a smismas como absolutas, cuando en realidad no lo son. Peropor otro lado, tambin sirve para visualizar y promovernuevas dinmicas de resistencia y subversin que ya estnpresentes, an en los contextos ms opresivos.

    2. Existe una reapropiacin de los elementos que utilizan losrdenes institucionales vigentes por parte de los sujetos ygrupos sociales, que provoca una contaminacin interna

    de los sistemas hegemnicos (Scott, 1985) La esttica, elarte, los medios de comunicacin, las redes sociales, losmodelos econmicos alternativos de mercado, etc., sonespacios que, ms all de ser parte de entramados msamplios tales como la globalizacin, el libre mercado, losEstados nacionales- y que son utilizados por stos paraimponer formas de pensamiento, cosmovisiones, prcticassociales, etc., tambin son espacios para subvertir ycontrarrestar tales imposiciones. Sirven a la deconstruccin

    de aquellos elementos que fundamentan las ideologas y lossistemas que intentan mostrarse absolutas. En otraspalabras, los sujetos y las comunidades se reapropian de losinstrumentos de los sistemas para usarlos en contra de suhegemona.

    3. Los modos de resistencia y subversin son heterogneos.Muchas veces se tiende a pensar que se deben organizar los

    movimientos alternativos alrededor de ciertos marcos

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    tradicionales, como son partidos, formas de Estado, ONGs,etc. Pero estos marcos, aunque pertinentes, presentanlimitaciones con respecto a las dinmicas reales del poder

    como tambin a las posibilidades de subversin. Loscuerpos, lo simblico, la educacin, el arte, las prcticaseconmicas, los movimientos sociales, son tambin caminosde subversin; ms an, son instancias anteriores acualquier tipo de institucionalizacin. La ubicacin de estasprcticas en el ejercicio de lo poltico y su lugar dentro de lossistemas sociales, se pierde en visiones maniqueaspreponderantes en ciertas lecturas, inclusive crticas yprogresistas, que parten de marcos dualistas comoopresores/oprimidos, poderosos/dbiles, centro/periferia,etc. El poder, ms bien, circula subrepticiamente, creandocomplejos procesos de imposicin y resistencia.

    4. Los movimientos emergentes no tienen unainstitucionalidad nica y homognea sino que representanun complejo conjunto de expresiones e identidades. Vemosque lo plural se opone a lo que intenta posicionarse comoabsoluto, total y nico. Las identidades de los movimientos

    que estn emergiendo no se compone por una esencia o unaideologa nica, sino por diversas formas de pensar, deaccionar, de simbolizar la resistencia. Esta pluralidad sepresenta como un espacio donde no caben los absolutismosy totalitarismos. Por supuesto que existen nominacionesque sirven como un paraguas que encadena ciertos sentidosen comn. Pero el estatus identitario de esa nominacin seencuentra en constante replanteo y resignificacin, por loque provoca el movimiento de la pluralidad de movimientos

    que la compone.

    En resumen, estos escenarios nos muestran que lasdinmicas polticas se mantienen en movimiento en la medida queel conflicto sea su fundamento. Pero qu tipo de conflicto? Acasoello no es negativo para la convivencia y armona social? Nosreferimos, ms bien, a aquel que desmantela todo intento dehegemonizacin del poder. Reflexionemos un poco al respecto.

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    La poltica no es cuestin de blancos y negros. En realidad,casi nada en la vida se dibuja entre esos polos. Los grises, lascomplejidades, las contradicciones, representan los senderos entre

    los cuales caminamos da a da, y desde donde construimos yentendemos la poltica. Estas condiciones infunden temor. De aquque la poltica muchas veces se transforme en un campo debsqueda de certezas, de autoafirmaciones que se imponen yanulan, y de la enarbolacin de mesianismos, cuestiones que nohacen ms que clausurar las fuerzas dinamizantes del camposocial.

    Ante todo, vale recordar nuevamente que cuando hablamosde poltica no nos referimos a un espacio de burocracia partidaria y

    estatal, regido por una serie de profesionales en la materia. Aunqueello representa una realidad necesaria, la poltica es mucho msque eso: ella est en manos de todos y todas. Ms an, supera lamisma nocin de ciudadana, cuya legalidad muchas veces noabarca el amplio abanico de representaciones socio-culturalesexistentes en nuestras sociedades, transformndose con ello en untrmino por momentos excluyente.

    La poltica tiene que ver con las dinmicas que se crean enun grupo para construir el conjunto de representaciones, discursos

    y dispositivos institucionales que tienen por objetivo atender a susdemandas sociales, culturales y econmicas. En este sentido, el ejede la poltica est puesto en las demandas y las bsquedas que ellasdespiertan, y no en las formas y prcticas concretas, como modosabsolutizados de hacer poltica. Dichas prcticas se transformanen la medida en que surgen nuevas demandas y cambian losescenarios sociales. En otras palabras, los tipos de institucionalidadpoltica sean organizaciones, partidos o el propio Estado- siempreson pasajeros. Ms an, la eficacia de dichas instituciones deviene

    de la manera en que permiten que esta dinmica de construccin yredefinicin se mantenga en constante movimiento, sinanquilosarse en prcticas y discursos particulares que terminensiendo funcionales a s mismas, y no a la atencin de lastransformaciones que viven los pueblos.

    Ahora bien, la dinmica poltica tambin implica laidentificacin y definicin de dichas demandas y de qu modo seatienden. Ello no se gesta de una manera armoniosa niunidireccional. Se manifiesta, ms bien, en un dilogo entrediversas posiciones que discuten, litigan y se confrontan para

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    alcanzar acuerdos provisorios y articulaciones entre diversasformas y prcticas.

    Por ello, la poltica es el conflicto que imprime una

    bsqueda constante entre las diversas voces y representaciones quese hacen presentes en un grupo social en torno a sus necesidades yposibilidades. No existe un tipo de institucionalidad que puedaatender a todas las demandas; por el contrario, cada demandapuede llevar a la articulacin de diversos mecanismosinstitucionales, de las maneras ms variadas. De esta forma, elcampo socio-poltico es la impresin de un espacio plural yheterogneo, que se mantiene en constante tensin; una tensinsana, que hace a su movimiento y cambio inherentes.

    De aqu se desprende que la poltica siempre implica unacto de interpretacin. Las posiciones polticas tienen que ver conmodos en que se comprende la realidad. Ms an, con formas ydiscursos que se eligen para dicho propsito. Por ello, lasposiciones son siempre subjetivas y falibles. Cada una lee yreconoce una cara de las multifacticas tramas de la situacinsocial, y eligen considerar ciertos elementos y negar o secundarotros. Lo importante es reconocer que cualquier posicionamientoes siempre una opcin sesgada, hecho por el cual las

    absolutizaciones (en relacin al propio posicionamiento, al lugardel otro o a la imposibilidad de la resignificacin) son siemprecercenantes de la propia dinmica poltica.

    Esto tambin nos lleva a reconocer que las polarizacionesson algo intrnseco de la dinmica socio-poltica, en el hecho deque todo momento de autoafirmacin implica denominar a un Otrode quien difiero y a quien respondo. Inscribiendo estaspolarizaciones dentro de un campo social ms amplio, tal comoafirmamos anteriormente, debemos entender que ellas no marcanel nico trazo en disputa. Ms an, las particularidades queconstituyen dichas polarizaciones distan de ser espacioshomogneos y clausurados en s mismos; la pluralidad forma partede ellas, las atraviesa y tambin provoca tensiones en su mismoseno.

    Por ello, vale advertir que muchas veces, como ciudadanos yciudadanas, concentramos nuestra posicin interpretativa slodesde la ficcin que se crea entre los bandos de dicha disputa. Pero

    debemos saber que la poltica siempre es ms que el juego que se

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    crea entre los elementos especficos de ciertas polarizaciones, norestringindose al conflicto entre dos o ms partidos, sectores oideologas. La poltica est en manos del pueblo, y ello debe quedar

    en claro para su sana ejecucin y prctica.Por ltimo, esto tambin nos debe llevar a reconocer queidentificar un extremo en el otro, no implica que uno/a mismo/ano est tambin posicionado de la misma manera, pero desde otrocostado. La naturalizacin de los posicionamientos polticos es ungran peligro que amenaza tanto a espacios institucionales como acada ciudadano/a y la propia democracia. Es muy comn escuchar:yo solo miro la realidad; no tengo una opcin poltica. Eso es noreconocer que nos encontramos en un entramado en donde cada

    uno/a se mueve, tomando opciones y emitiendo juicios desdelugares particulares. Reconocer esa dinmica inherente al camposocial nos ayudar a no posicionarnos en lugares de verdadincuestionables, como tambin a tener mayor cuidado con el juiciohacia el otro/a o su posicionamiento, y a promover un espacio dedilogo e interaccin.

    Hay una pregunta comn que emerge en esta discusin:entonces, si es as, quin dice la verdad? Esto es muy comn enel campo poltico: la credibilidad de una institucin o un personaje

    en este campo suele legitimarse si representa la verdad, quepuede ser la lectura de una realidad o la constitucin de un modelopoltico. Pero, cul es la verdad y desde dnde la afirmamos pararealizar tal identificacin? Este tema cobra an ms sensibilidadfrente a la gran influencia de los medios de comunicacin comoinstrumentos de creacin de imaginarios socio-polticos, los cualestambin hacen recortes y opciones como cualquier institucinsocial.

    La verdad no es una substancia o un objeto delimitado quese puede encontrar y poseer. Ms bien, es un horizonte o, enpalabras de Ernesto Laclau, un significante vaco que se vadefiniendo constantemente en la medida que se busca su sentido.Esto posee varias implicancias. Primero, que la verdad no tiene porobjetivo denominar algo de forma absoluta sino provocar unabsqueda de sentido en los interminables intentos de definirla. Ensegundo lugar, esto indicara que nadie puede hacerse de la verdadsino que ella (o ellas, porque no existe una sola y nica) semanifiesta, de alguna u otra manera, en la interaccin de cadaparticularidad que procura comprenderla.

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    Debemos tener sumo cuidado con el uso de esta retrica enel campo poltico. La verdad sobre lo social, sobre sus situaciones ylimitaciones, sobre el lugar del Estado, sobre las posibilidades de

    accin, entre otras cosas, son elementos que no tienen unarespuesta nica, y menos an extensible in aeternum por unespacio o sujeto particular que se adjudique todas las salidasposibles. Tambin, es un llamado de atencin a los ciudadanos yciudadanas en sus bsquedas de verdad: no habr espacio algunoque responda a ella de manera nica; a lo sumo, ser una opcinsubjetiva de cmo creemos que un sector o persona responde a lasinquietudes que impulsan a esa bsqueda. Una opcin repetimos-falible, y que requiere entrar en dilogo con otras maneras de ver larealidad.

    En conclusin, podemos decir que la poltica dista de ser unejercicio que busca una unidad donde la paz provenga de ciertaprctica concreta que responda a todas las demandas sociales. Porel contrario, la poltica tiene que ver con el protagonismo de todoslos sujetos y grupos que componen una sociedad, que se dibuja enlas tramas que se producen desde las sanas tensiones originadaspor las bsquedas de comprender y definir las demandas, as comoen la construccin de alternativas prcticas para responder a ellas.

    Vivimos en tiempos de fuertes polarizaciones, cuya realidad,dependiendo de la forma en que la leamos, puede ser una granposibilidad de avance, como tambin un paso para el caos. Nodebemos abogar por la anulacin del conflicto, posicionndonos enlugares de verdad absoluta o negando al otro en su derecho.

    De aqu, algunas advertencias a modo de conclusin:

    - No se debe temer a las polarizaciones, sino saber que elcampo de lo poltico es mucho ms amplio de lo que algunas

    disputas reflejan (y de lo que los medios de comunicacinparcializan al respecto) Lo poltico se deposita en laposibilidad de cuestionar y, si es necesario, superar losdiversos posicionamientos. Pero para ello, necesitamos lamovilidad del conflicto y hasta la existencia depolarizaciones.

    - Los posicionamientos polticos son siempre subjetivos entanto actos de lectura parcial de una realidad. Tanto elotro/a como uno mismo/a hacemos siempre una opcin

    sobre cmo leer el contexto, su situacin y sus necesidades.

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    - La dinmica poltica tiene que ver con la convivencia entrelas tensiones que provocan las bsquedas de vivir mejor, deatender a las demandas y de comprender lo comn.

    Anular estas tensiones significa anular la propia poltica.- Crear un espacio democrtico implica reconocer que lasposiciones particulares son una ms dentro de un espectroamplio, y que su afirmacin debe construirse en un dialogotensionante y conflictivo con el otro.

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    La pluralizacin del campo religioso 9 debe inscribirse en estecontexto de complejizacin del espacio pblico. Hay dos aspectos aconsiderar en este sentido. Primero, existe una crecientesensibilidad con respecto a la heterogeneidad de lo religioso y sucapacidad resignificativa de las experiencias sociales. Segundo, alcontrario de lo que pronosticaron ciertas tradiciones modernas, las

    religiones y las comunidades eclesiales cobraron un lugar pblico ypoltico cada vez mayor. Ampliemos estos elementos analizando lasresignificaciones de la comprensin de la secularizacin y, desdeall, la importancia poltica de la religin en un espaciodemocrtico.

    9Al hablar de campo religiosohacemos referencia a la nominacin realizada porPierre Bourdieu, quien entiende dicho espacio en la pluralidad que loconstituye- como un marco simblico de sentido que no est aislado del resto delos fenmenos socio-culturales sino que interacta con ellos, en tanto habitusdesocializacin y representacin de sujetos y comunidades (Bourdieu, 2003) Msall de su amplia utilizacin en los estudios del fenmeno religioso, dicho

    concepto posee algunas crticas a ser identificadas (de la Torre, 2013)

    Pluralizacin del camporeligioso

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    Resignificacin de lo secular

    Los intentos de secularizacin del discurso moderno entendidos como desacralizacin de lo social-, as como ciertos

    abordajes de la relacin entre religin y Estado, irrumpen en elcorazn mismo de su imaginario y proyecto socio-poltico, almenos en dos sentidos. En primer lugar, implica reconocer ladimensin poltica inherente a otros actores sociales, ms all delEstado o los partidos (lo cual se vincula no slo con la religin sinocon otras institucionalidades, tales como los movimientos sociales,grupos de reivindicacin de minoras, etc.) Y en segundo lugar,complejiza la comprensin del espacio pblico, al reconocer lamultidimensionalidad de la accin de los sujetos (Connolly, 1999)

    La reconfiguracin del fenmeno religioso en las sociedadesmodernas occidentales ha tendido a comprenderse desde unproceso de secularizacin, definido como la prdida del lugarpblico y social de la iglesia. El proceso de modernizacin,caracterizado por la exaltacin de la ciencia como nuevo marco decomprensin de la realidad (sustituyendo la primaca de lateologa), el antropocentrismo iluminista de la poca (que relega lafe al mbito de lo privado) y la complejizacin de lainstitucionalidad social (donde la estructura eclesial pierde su

    podio), son algunos de los elementos que han llevado a considerarque la religin ha perdido un lugar central en la sociedad actual.

    Discusiones recientes han cuestionado este abordaje. Elfenmeno religioso, contrariamente a lo vaticinado, dista de ser unelemento tangencial del campo social. Por el contrario, elsurgimiento y la proliferacin de diversos movimientos y elcrecimiento de algunos ncleos religiosos monoplicos, muestranque tal fenmeno mantiene un lugar prioritario. Esto, a su vez,lleva a una reconsideracin por parte de las ciencias sociales sobreel lugar del campo religioso en el mbito pblico.

    Uno de los principales puntos en esta discusin es elcuestionamiento de la relacin entre modernidad y religin. Eneste perodo histrico se profundiza el proceso de secularizacin endos sentidos: primero, en la transformacin (diferenciacin) quesufre la relacin entre lo social y la institucin eclesial (lo quemuchos llaman desencantamiento); segundo, en el cambiomismo que experimenta lo religioso en tanto institucin en su

    propia identidad, como resultado de esta diferenciacin. Oliver

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    Tschannen (1994) habla de cuatro elementos caractersticos de lasecularizacin, que tienen directa relacin con lastransformaciones de la sociedad moderna. Primero, se produce un

    fenmeno de autonomizacinde las diversas instituciones sociales,y con ello de la eclesial. Esto, a su vez, tiene un doble efecto dentrodel fenmeno religioso: ste comienza a proyectarse en el mbitode lo privado, lo cual produce un efecto de pluralizacin. Segundo,el proceso de racionalizacin caracterstico de esta pocaprofundiza la diferenciacin de los fenmenos sociales de lacosmovisin y tutela religiosa. Esto lleva, en tercer lugar, a unamundanizacin de lo social en sus diversos niveles, lo que, enconjunto con el punto anterior, producen, finalmente, ladesacralizacindel mundo.

    Estos elementos reflejan un proceso de profundizacin en eldislocamiento de la institucin eclesial con respecto a su lugarsocial. Pero, como muchas relecturas demuestran, estastransformaciones distan de ser una recada o proceso dedesaparicin de lo religioso per se. Tschannen (1994: 71) mencionatres aspectos que lo demuestran: el surgimiento de nuevosmovimientos religiosos, el crecimiento renovado de las grandesreligiones tradicionales y la ampliacin del lugar y poder pblico

    de las religiones.Por todo esto, podemos reafirmar que la modernidad, ms

    que el decaimiento de lo religioso, represent su resignificacin.En palabras de Jean Paul Williame, Puede decirse que lamodernidad produce la anomia religiosa en la medida en quedesestructura simblicamente y favorece una cierta movilidadsociorreligiosa. En realidad, la modernidad es tambin unadesestabilizacin cultural de la religin que va acompaada de unatendencia a su desinstitucionalizacin (Williame, 1996) En otras

    palabras, el proceso de subjetivacin de lo religioso signific unprofundo cuestionamiento a la institucionalidad eclesial,produciendo de esta manera un proceso de pluralizacin ydiversificacin del campo. Por ello, la modernidad imprimi unacrisis de las creencias en tanto metarrelatos, pero no una crisis enel creer.

    Desde esta mirada, podemos decir que la modernidad trajoconsigo un cambio de rumbo favorable al fenmeno religioso, en loque respecta a su lugar social. Ms an, tal proliferacin puedetomarse como una promocin del despliegue de contradicciones y

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    de la pluralidad caractersticas de las sociedades modernas.Tampoco hay un abandono de las grandes religiones, como el casodel cristianismo. Estas, ms bien, son reconfiguradas en medio de

    los bricolagessocio-religiosos o son mantenidas como reservas desentido frente a diversas situaciones contextuales. Como concluyeHervieu-Lger (1996: 31-32):

    Esto obliga a reconsiderar el propio fenmeno de lasecularizacin: no se trata de un proceso de separacin de lareligin en una sociedad masivamente racionalizada, sino unproceso de recomposicin de lo religioso, en el seno de unmovimiento ms vasto de redistribucin de las creencias, en una

    sociedad cuya incertidumbre es por el hecho mismo de laprimaca que confiere al cambio y a la innovacin- condicinestructural

    Lo pblico de las religiones

    En esta direccin, existen estudios que resignifican lasimplicancias de la separacin entre Estado y religin. Laenarbolacin de este elemento en forma contrastante parece ser

    ms bien el triunfo de un tipo de secularismo extremo que noatiende a la complejidad del plural mundo religioso. Veit Bader hadedicado un ensayo a este punto, argumentando que laconstruccin de un espacio democrtico elemento central de lapoltica moderna- implica tambin la apertura de una espacialidadpara el pluralismo religioso contemporneo. En sus palabras(Bader, 1999: 602):

    Priorizar la democracia no debe confundirse con una estrategiasecularista de purificar la razn pblica de argumentos religiosos.Por el contrario, el criterio decisivo debe ser el reconocimiento deque ningn tipo de verdad autoproclamada, sea religiosa,filosfica o cientfica, es enarbolada para controlar la deliberacinpoltica democrtica y la toma de decisiones.

    De aqu la necesidad de virar el anlisis de la transformacinde la relacin entre Estado y religin (o religiones) desde el

    cuestionamiento de la tutela de ciertos grupos monoplicos con

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    respecto al sistema poltico y pblico, hacia la apertura de unespacio que facilite el desarrollo de diversas expresiones. Por ello -afirma nuevamente Bader (1999: 612-613)-

    la prioridad de la democracia significa, para comenzar, queprincipios, instituciones, culturas, virtudes y prcticas de lademocracia liberal tienen prioridad sobre los fundamentoscompetentes y por momentos incompatibles de la democracialiberal, sean religiosas, filosficas (metafsica, ontolgica, moral,tica), o cientfica. Por ello, todas las opiniones y voces, como los

    votos, tienen que contar igualitariamente cuando implica la tomade decisiones, inclusive si las elites paternalistas, por las mejores

    razones, piensan que ellas estn desinformadas, mal informadas,falsas, moralmente incorrectas, y dems. La democracia liberal,entendida de esta manera, no puede ser neutra, no debera serlo.

    Joanildo Burity (2009), por su parte, habla de cuatroaspectos centrales sobre la relacin entre poltica y pluralismoreligioso, especialmente en Amrica Latina. En primer lugar, lasreligiones son un elemento constitutivo de las sociedades delcontinente, las cuales son frecuentemente olvidadas dentro de los

    debates pblicos y polticos. Segundo, no se puede negar el lugarque poseen las religiones en el mbito de lo pblico. En estasltimas dcadas, esta presencia se ha reflejado en una mayorinteraccin de gobiernos con iglesias y organizaciones religiosas enla ejecucin de trabajos sociales, la consideracin del tema religiosopor parte de organizaciones civiles, la inclusin de lo religiosocomo poltica cultural, entre otros. En tercer lugar, es posibleanalizar los fenmenos religiosos y su relacin con el espaciopblico en la misma dinmica de la relacin entre sociedad civil y

    Estado. Por ltimo, los espacios religiosos son tambin campos dearticulacin de discursos e imaginarios polticos, con agendaspblicas especficas.

    Como conclusin, el desarrollo propuesto sobre el campo delo poltico como construccin de lo identitario ms all de lacaracterizacin que poseen ciertos tipos de institucionalizacintradicional, nos ayuda a ver que los espacios religiosos y eclesialesson instancias de construccin socio-poltica en tanto sitios debsqueda y cimentacin de sentido identitario. Ms an, nospermite pensar en la politicidad de lo religioso no ya desde una

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    perspectiva institucionalista o sea, como dijimos, desde larelacin con ciertas instituciones tradicionalmente definidas comopolticas- sino desde su misma especificidad. En otras palabras, las

    instancias litrgicas, discursos teolgicos y dispositivos rituales detodo espacio religioso representan espacios de constitucin socio-poltica en tanto marcos de creacin de sentido existencial.Finalmente, si comprendemos los espacios religiosos como marcosde construccin identitaria, entonces promover su pluralizacin esuna tarea intrnsecamente poltica, ya que permite crear dinmicasde inclusin y reconocimiento de subjetividades y actores, lo querepresenta a su vez un elemento central para la radicalizacin delcampo democrtico como tal.

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    Teologa pblica y teologas latinoamericanas

    El trmino teologa pblica (TP) remite a un artculo deltelogo norteamericano Martin Marty de 1974, quien enmarca elaporte del reconocido telogo Reinhold Niebuhr desde dichanominacin. Este trabajo es profundizado posteriormente porDavid Tracy en 1981 con su obraLa imaginacin analgica(Tracy,2006) Como afirma Max L. Stackhouse, uno de los referentescontemporneos de la TP, La teologa pblica une filosofa yciencia, tica y anlisis de la vida social, para encontrar qu tipo defe mejora la vida y conduce al desprecio de todo lo sagrado, laincoherencia, la injusticia o la pobreza y la miseria (Stackhouse,1997; ver Koopman, 2003)

    Dicha propuesta surgi en medio de las discusiones entre lasteologas polticas europeas, las teologas latinoamericanas y otrosaportes contextuales de la poca. Aunque, como mencionamos, elorigen de esta corriente se retrotrae a algunas dcadas atrs, recinhacia fines de los 80 comenz a cobrar ms eco en el campo de lateologa norteamericana y europea. Bsicamente, la TP es una

    rama que extiende la discusin teolgica a un campo ms amplio

    Hacia una teologa

    de lo pblico

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    junto con la teora poltica, trabajando elementos en torno a la ticasocial, la democracia, la relacin entre religin y Estado, entreotros. Aunque la influencia de la teologa latinoamericana (TL) es

    innegable (mas aun, varios reconocen a sta como parte de la TP10

    ),dicha corriente profundiza el anlisis tanto temtico (considerandoque la TL no aborda en profundidad los elementos antesmencionados) como epistemolgico (vemos en las TP un mayorabanico de marcos tericos).

    Como dijimos en la introduccin, no queremos hablar de TPpor el simple hecho de alinearnos a una corriente teolgicaparticular. Mas bien, por el hecho de no ser una nomenclaturaviciada de preconceptos (como s sucede con la TL), preferimos

    utilizar la idea de TP como nominacin de un posible nuevo campode trabajo teolgico en Amrica Latina, que no es ni nico nimonoltico; ms bien, representa un enmarque epistemolgicoalternativo que nos sirve para dialogar y resignificar los caminostransitados en este continente, teniendo en cuenta diversosabordajes en relacin a lo pblico.11

    Como dijimos, no existe una teologa privada. El trminopblico remite, dentro de la teora poltica que desarrollamos eneste trabajo, a una nomenclatura donde se entrecruzan varios

    elementos analticos: la comprensin del espacio social (la cuestindel sentido, donde entra en juego lo discursivo), el uso de lasdivisiones y segmentaciones sociales, la movilidad y el lugar de lossujetos (individuales, grupales, culturales, polticos, religiosos,etc.), las representaciones simblicas y culturales, los tipos deinstituciones que administran las relaciones sociales, entremuchos otros elementos.

    Encuentros y diferenciasPor una parte, la TL es considerada una TP en el sentido de

    partir de categoras de anlisis contextual, haciendo de la disciplinay los elementos que evoca (fe, espiritualidad, religiosidad, iglesia,etc.) un espacio de accin y resignificacin poltica. Por otra parte,

    10Aguilar, 2007; von Sinner, 200711Stackhouse, 1987; Valentin, 2002; Hainsworth and Paeth, 2010; Matnez,2001; en Amrica Latina: Cavalcante y von Sinner, 2011; Jacobsen, von Sinner y

    Zwetsch, 2012; von Sinner, 2012.

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    Nico Koopman remarca dos elementos que diferencian las TP de laTL. Primero, mientras la TL tiene untema central, que se extiendehacia distintos aspectos la liberacin del pobre-, la TP tienen un

    abordaje mltiple (migrantes, mujeres, vctimas de violencia yguerra, sexualidad, geopoltica, entre otros). Segundo, la TP poseeuna visin ms amplia de ciertas categoras de anlisis. Yosugerira que la TP no solo difiere de estas teologas en trminos deamplitud de la agenda, sino tambin en trminos de la manera deteologizar. La TP tiene un acercamiento ms dialgico ycooperativo que no implica constantinismo o patriotismo. Lamayora de los representantes de la TP, por ejemplo, norechazaran el mercado con la misma pasin y conviccin que loharan algunos representantes de la teologa de la liberacin, ocomo hacen la teologa poltica, o la feminista o la negra(Koopman, 2003: 3)

    En esta misma lnea, Nstor Mguez desarrolla una serie denuevos contextos que desafan y resignifican los presupuestostradicionales de la TL (Mguez, 2010) Primero, lo que denomina elsurgimiento de sujetos emergentes (pueblos originarios, minorassexuales, migrantes, descendientes afroamericanos, etc.), queaportaron elementos analticos alternativos, ms all del sujeto

    pobre preponderante en la TL tradicional (Panotto, 2013).Segundo, la aparicin de temticas que diversificaron laspropuestas de la TL: la preocupacin por lo ecolgico, la relacincon la cultura, la fragmentacin de los sujetos, la globalizacin, elsurgimiento de diversas teoras socio-polticas (posmarxismo,poscolonialismo, teoras posmodernas). Por ltimo, los nuevosescenarios religiosos, especialmente todo lo relacionado a lasreligiosidades populares y el pentecostalismo.

    En sntesis, podemos decir que las TL han sido pioneras en

    el abordaje de categoras socio-polticas, pero su marco terico haquedado en algunos aspectos reducido para un anlisiscomplejizado de ciertos fenmenos contemporneos. Por otraparte, el estudio de categoras socio-polticas como democracia,Estado, sujeto, etc., parten de una filosfica dominante, sin prestaratencin a otros posibles abordajes. En el fondo, esto mismoresulta del vicio moderno de encontrar marcos tericosuniversalistas, al contrario de las teoras posestructuralistas que,sin abandonar el legado terico del que provienen, lo resignifican

    desde fronteras ms flexibles; como dice Ernesto Laclau, por algo

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    el posmarxismo no es anti-marxismo: ms bien, desea seguircon las mismas lneas pero contextualizndolas. Aqu es dondevemos el aporte terico de la TP, especialmente para proponer un

    nuevo enmarque de teora poltica, lo cual no anula lospresupuestos de la TL sino, ms bien, los radicaliza.

    Teologa, religin y democracia