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Para mí la vida es Cristo 2012 - 2013 Cuaderno Pastoral

Para mí la vida es Cristo · PARA lA PARRoquiA ... sanas y de la Vicaría de Evangelización, ... Entretanto se puede cantar una estrofa del canto de entrada o recordar el bello

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Para mí la vida es Cristo

2012 - 2013Cuaderno Pastoral

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Para mí la vida es Cristo

Carta del Arzobispo .......................................................... 04

Presentación de materiales .............................................. 07

PARA lA lituRgiA ............................................................ 11

PARA lA fAmiliA ............................................................... 57

Bendición de la mesa ....................................... 58

Bendición del Belén familiar y del Árbol ........... 64

PARA el CAlendARio de Adviento ................................ 77

PARA lA PARRoquiA ........................................................ 81

Comisión diocesana de espiritualidad.............. 82

Cáritas diocesana ............................................. 112

Comisión diocesana de los mayores ................ 122

Comisión diocesana de Pastoral de la Salud ... 126

Comisión diocesana de Catequesis .................. 130

C.d. educación Católica/infancia y Juventud ..... 136

Congreso nacional Pastoral Juvenil ................. 138

Centro orientación vocacional ......................... 146

Comisión diocesana de misiones ..................... 172

í n d i c e

Para mí la vida es Cristo

Carta del Arzobispo

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Carta del Arzobispo

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“Para mí la vida es Cristo” (Flp 1, 21)

Las Vicarías de Evangelización y de Acción Caritativa y Social ponen a nuestra disposición una serie de materiales y recursos para que podamos vivir con mayor profundidad el tiempo de Adviento y la Navidad en este Año de la Fe y dentro de nuestro Itinerario Diocesano de Renovación. Con esperanza y alegría os presento estos materiales que pueden ser de gran ayuda en nuestra acción pastoral.

Estos tiempos, el de Adviento como preparación y el de Navidad como culminación de la Historia de la Salvación, puede suponer para nosotros en este Año de la Fe un buen momento para fortalecer y madurar en la fe. La Carta apostólica “Porta Fidei” nos indica también cómo nuestro testimonio es más necesario que nunca para la transmisión de la fe: “La renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes: con su misma existencia en el mundo, los cristianos están llamados efectiva-mente a hacer resplandecer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó” (Porta Fidei, 6). Los tiempos que nos disponemos a iniciar y vivir son un buen momento para dar un testimonio creíble de nuestra fe. Es necesario que tomemos conciencia del momento histórico en el que vivimos en el que, por una parte, parece que Dios ha dejado de tener un lugar en la sociedad pero, por otra, descubrimos la creciente necesidad que nuestros contem-poráneos tienen de Dios. Tenemos que dar la noticia más grande, más importante y más necesaria en nuestra historia.

Es más necesario que nunca dejarnos acompañar por Cristo. El tiempo de Adviento nos prepara a ese encuentro, al encuentro con ese “niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12). Pero nos prepara para mucho más. La Navidad es la irrupción de Dios en la historia para hacerla Histo-ria de Salvación, y es la confirmación de una propuesta radical: la confian-

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Para mí la vida es Cristo

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za absoluta de Dios en nuestra capacidad de ser, en medio de este mundo, anunciadores de su Palabra. La propuesta “Dadles vosotros de comer” (Lc 8, 12), como os cuento en mi Carta Pastoral para este Año de la Fe, ha de movernos a no desentendernos de los problemas de los hombres y muje-res de nuestro tiempo. Es cierto que en muchas ocasiones nos sentiremos incapaces de dar la respuesta adecuada. Por eso hemos de volver a buscar las respuestas, no sólo en Jesucristo, sino saber que Él es la respuesta que el hombre ansía.

Los materiales y los recursos que presenta este cuaderno, más aquellos que encontraréis en las páginas de Internet de las distintas Comisiones Dioce-sanas y de la Vicaría de Evangelización, nos han de ayudar a abrir nuevos horizontes y perspectivas, a ser capaces de salir al encuentro de nuestros hermanos, a dar testimonio de nuestra fe en esos momentos en los que más necesario es el testimonio creíble de los cristianos. Los hombres y mujeres de nuestro entorno, los jóvenes y los niños, quieren ver, necesitan ver en nosotros, el rostro de Dios que también viene a ellos. Para ello, nosotros, hemos de estar comprometidos personalmente con la Verdad que proponemos.

“Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega” (cf. Lc 1, 38) (Porta Fidei, 13). Te-nemos que poder decir, desde lo más íntimo de nuestra vida que “Para mi la vida es Cristo” (Flp 1, 21).

Con gran afecto, os bendice

+ Carlos, Arzobispo de Valencia

7Para mí la vida es Cristo 7

Presentación de materiales

La Palabra

“Algunos preguntarán cómo llevar a cabo todo esto. No se trata de inventar nuevas estrategias, casi como si el Evan-gelio fuera un producto a poner en el mercado de las religiones sino descu-brir los modos mediante los cuales, ante el encuentro con Jesús, las personas se han acercado a Él y por Él se han senti-do llamadas y adaptarlos a las condicio-nes de nuestro tiempo”.

(Mensaje final del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, n 4)

“Para mí la vida es Cristo” (Flp 1, 21)

Para mí la vida es Cristo

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Presentación de materiales

Para mí la vida es Cristo

El tiempo de Adviento, que nos conduce a la celebra-ción de la Navidad, es un tiempo oportuno y precioso para hacer posible este deseo del Sínodo dentro de este Año de la Fe: “Que el Evangelio pueda cruzarse con la existencia de tantas personas” (3).

Cuando nos disponemos a celebrar y vivir estos tiem-pos de Adviento y Navidad, no hemos de olvidar el momento, el tiempo en el que nos encontramos. Un creciente desconocimiento del misterio de Dios, de su amor y su misericordia, de la belleza del encuen-tro salvador con él pero, a la vez, una creciente ne-cesidad y deseo de vivir en plenitud. Y esta vida, en plenitud, sólo se inicia con el encuentro personal y comunitario con el mismo Cristo, el que naciendo en Belén, anunciando la Buena Noticia del Evangelio, proclamando la conversión y la llegada del Reino de Dios, muriendo en la cruz, como muestra del “amor más grande”, vive resucitado y quiere acompañar el itinerario de nuestra vida hacia la plenitud de nues-tra existencia.

Los materiales de este año son muy sencillos, ya que no pretenden interferir en las tareas, múltiples, de nuestras parroquias. Los materiales tienen su mayor densidad en la celebración de la Eucaristía de cada domingo de los tiempos de Adviento y Navidad y en las principales fiestas y solemnidades.

Los materiales, no puede ser de otro modo, tienen dos “hilos conductores”. Por una parte el Itinerario Diocesano de Renovación, el proyecto evangeliza-dor que nuestra Diócesis está llevando adelante.

Por otra parte, el Año de la Fe, en especial la Car-ta Apostólica “Porta Fidei” que lo convocó. Con estos dos “hilos” se han ido construyendo las ac-ciones y materiales que se ofrecen. Como en años anteriores, estos materiales están disponibles en las páginas de Internet, tanto del Arzobispado (www.archivalencia.org) como del Itinerario Dioce-sano de Renovación (www.idrvalencia.org).

Desde las Vicarías de Evangelización y Acción Carita-tiva y Social, esperamos sean provechosas y ayuden a vivir, con más intensidad, estos tiempos fuertes en nuestro itinerario.

Para la lituRgiA

Para la LITURGIA

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El rito de la corona

del Adviento en 2012

LOS DOMINGOS Y FIESTAS DE ADVIENTO Y NAVIDAD-EPIFANÍA

Tanto en las iglesias como en los hogares, domingo a domingo de Adviento vamos encendiendo las luces que anuncian el avance hacia la Navidad, cuando al término del pregón del nacimiento encenderemos la vela blanca que permanecerá encendida hasta la fiesta del Bautismo del Señor. Bendeciremos la co-rona en el primer domingo de Adviento, al comen-zar cada misa, cuando, después del saludo inicial, el celebrante diga la invocación que aquí se propone y, él mismo u otra persona, encienda la vela corres-pondiente. Lo mismo se puede hacer en los hogares. Entretanto se puede cantar una estrofa del canto de entrada o recordar el bello “Himno el Jubileo 2000” a partir de su segunda estrofa.

Este tercer ciclo del Itinerario Diocesano de Reno-vación coincide felizmente con el Año de la Fe con-vocado por el papa Benedicto XVI. Por ello procura-remos que tanto las oraciones de la “corona” como las otras sugerencias litúrgicas para este Adviento nos ayuden a conocer mejor al que viene a nosotros, para creer en él con mayor fundamento y entrega, porque, para todos los creyentes, la vida es Cristo.

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Para mí la vida es Cristo

Ciclo C

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

El ciclo litúrgico de san LucasEl ciclo C que ahora comenzamos utilizará preferen-temente el evangelio según san Lucas; de él se ha dicho que es “el evangelio de la misericordia y de los pobres” y “el evangelio del Espíritu Santo y de Ma-ría”, como podremos advertirlo frecuentemente. Asimismo es el que conserva más episodios de la in-fancia de Jesús. De sus 1.149 versículos —es el más largo de los cuatro evangelios— se proclamarán 717 en los domingos y fiestas de este año. Aproveche-mos sus palabras inspiradas para que conozcamos mejor la solidez de las enseñanzas que hemos reci-bido (Lc 1,4).

Los escritos de san LucasSan Lucas, natural de Antioquía, médico y converti-do (Col 4, 14). Se puso al servicio de san Pablo (Flm 24; 2 Tim 4, 11; Hch 16, 10-17; 20, 5-21; 28) y lo asis-tió en sus últimos días, de modo que san Pablo dice desde la prisión que sólo Lucas está conmigo (2 Tim 4, 11). Sus orígenes paganos y su cercanía al Apóstol de los gentiles fueron importantes en la composición del Evangelio cuya idea fundamental es el acceso de todos los pueblos a la salvación y a la participación en el reino de Dios de todas las categorías que la ley judía apartaba del culto: pobres, pecadores, mujeres y paganos. En los Hechos de los Apóstoles, que es la continuación de su evangelio, describe con entusias-mo la vida de la primitiva comunidad de Jerusalén y presenta a Pablo como el prototipo de misionero. En síntesis, se proclama que el mismo Espíritu que obró la encarnación del Hijo de Dios y que animó la obra de Jesús es el que dio origen a la actividad de la Igle-sia y es el alma del nuevo Pueblo de Dios.

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Para mí la vida es Cristo

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Oración para bendecir la corona del Adviento y encender el primer cirio

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, en lugar del acto penitencial, dice:

Hermanas y hermanos: Al comenzar este nuevo año litúrgico vamos a bendecir esta corona con que inau-guramos también el tiempo de Adviento que nos lle-vará hasta la Navidad. Sus luces nos recuerdan que Jesucristo es la luz del mundo. Su color verde signi-fica la vida y la esperanza. La corona de Adviento es, pues, un símbolo de que la luz y la vida triunfarán so-bre las tinieblas y la muerte, porque el Hijo de Dios se ha hecho hombre y nos ha dado la verdadera vida. En este Año de la Fe en que vamos a profundizar en el conocimiento de Jesús, en quien creemos, pode-mos llevar esta costumbre a nuestros hogares, expli-cando su sentido, especialmente a los más jóvenes de la casa.

El encender, semana tras semana, los cuatro cirios de la corona debe significar nuestra gradual prepa-ración para recibir la luz de la Navidad. Por eso hoy, primer domingo de Adviento, bendecimos esta co-rona y encendemos su primer cirio.

2 de diciembre Primer domingo de Adviento

Esperamosal que es nuestra vida Luego el sacerdote, con las manos extendidas, dice la

oración de bendición:

Oremos.

La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se acer-ca como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado.

Lleno de esperanza en tu venida, tu pueblo ha prepa-rado esta corona con ramos del bosque y la ha ador-nado con luces.

Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, ocurrida hace poco más de dos mil años, te pedimos Señor que mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante, o un fiel, enciende el cirio que corresponde a la primera semana del Adviento, mien-tras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o el estribillo del Himno del Jubileo. Sigue la oración colecta del domingo.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Jeremías 33, 14-16:

Comenzamos la proclamación de las profecías de la venida del Señor que continuaremos durante todo este tiempo de Adviento. En ellas se describe asimis-mo el reino de justicia, amor y paz que trae nuestro Señor.

Segunda lectura. 1 Tesalonicenses 3, 12-4, 2:

El apóstol nos dice que la práctica del amor mutuo es la mejor forma de prepararnos para salir al encuentro del Señor con santidad y limpios de pecado.

Evangelio. Lucas 21, 25-28. 34-36:

El Adviento nos recuerda en primer lugar que el Se-ñor vino, viene y vendrá al final de los tiempos, como salvador y juez. En este primer domingo se nos invita a la vigilancia y a estar preparados para recibir al Se-ñor permaneciendo en su servicio.

Para la homilía

EL GLORIOSO ADVENIMIENTO DE JESUCRISTO

Un tiempo de fe y esperanza

El año nuevo, el verdadero año, el nuevo año litúr-gico comienza hoy; y se abre con unas perspectivas triunfales: la vuelta gloriosa de Cristo, el fin del mun-do, el juicio universal.

Estas profecías grandiosas entusiasmaban a los pri-meros cristianos. Era esta fe, ardiente espera, lo que impresionaba a sus contemporáneos que vivían, como también muchas personas de hoy, como gen-tes que no tienen esperanza (1Tes 4,13). Esta fe es la que les hacía responder con su conducta a la adver-tencia que Cristo nos ha dirigido hoy en el evangelio: Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y man-teneros en pie ante el Hijo del hombre (Lc 21,36).

En el ciclo de Adviento y Navidad se celebra la me-moria de la encarnación del Hijo de Dios que ha su-cedido ya y que permanece para siempre; pero se celebra también la espera del advenimiento de Cris-to que juzga y salva definitivamente, que todavía no está presente pero cuya venida es inminente para cada persona a lo largo del tiempo y para toda la hu-manidad en su conjunto.

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Para mí la vida es Cristo

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Pasado, presente y futuro en el Hoy de Dios que viene a nuestro encuentro

En el Adviento recogemos y meditamos toda la his-toria de la salvación. Debemos tener presente el An-tiguo Testamento, lo que fue el pasado sin un Salva-dor, porque, de lo contrario no sabríamos quién es él, ni qué seríamos nosotros sólo por nosotros mismos; porque olvidaríamos que la gracia de Dios nos había de venir de él.

También hemos de tener presente la salvación ya acontecida, lo que comenzó en la encarnación y el nacimiento del Hijo de Dios, porque lo ya sucedido es nuestro sólo cuando por la fe lo recibimos como presente; y, por fin, la memoria del futuro, porque la salvación presente sólo existe en la medida en que es recibida como las arras prometedoras de la reden-ción definitiva.

El tiempo litúrgico es como una espiral que nos lleva hasta la consumación del reino de Dios; es un círculo que conecta su final con el comienzo de otro nuevo curso; de este modo, al resumir el contenido de este primer domingo lo hemos de conectar con el lema del último del curso pasado, en la solemnidad de Cristo Rey del universo: Yo soy el Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso (Apo-calipsis 1,8).

La experiencia del Adviento

Aunque en su última parte este tiempo se orienta hacia la Navidad, el Adviento aviva la tensión hacia las realidades últimas que es propia de la vida cris-tiana. Es un tiempo de gozosa expectación que nos estimula la fe para que percibamos ya ahora la pre-sencia del Señor entre nosotros. Este domingo el profeta Jeremías nos evoca la esperanza en el Sal-vador que debía traer el reino de justicia, amor y paz (Primera lectura). Nosotros tenemos las primicias de ese reino, pero hemos de permanecer santos e irre-prochables para recibir al Señor, con una fe autén-tica, lo que conseguiremos si practicamos el amor mutuo (Segunda lectura). El Señor nos dice que hemos de estar despiertos y en pie ante él cuando vuelva. En pie es la actitud sacerdotal del pueblo de Dios, que ora en el Espíritu y está siempre preparado para marchar a cumplir la voluntad de Dios. En nues-tra oración pidamos fuerza para mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre, ahora y en su venida defini-tiva; que nos halle así, a cada uno de nosotros, en el encuentro final de nuestra vida.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Oración de los fieles

Alegres por el anuncio de la venida del Señor, ore-mos, hermanos, a Dios nuestro Padre, en la esperan-za de encontrarle ya ahora y en el tiempo de nuestra total liberación.

Para que se haga presente en su santa Iglesia, la go-bierne con su asistencia e impulse su acción evan-gelizadora, roguemos al Señor.

Por todos los pueblos del mundo, para que el Señor les abra “la puerta de la fe” y se unan en el único pueblo de la salvación, roguemos al Señor.

Para que Cristo, vida nuestra, con su venida cure los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a cuantas familias carecen de ellas y libre al mundo de todos los males, roguemos al Señor.

Para que cuantos recordamos con piedad su prime-ra venida sigamos caminando unidos junto a Cristo y merezcamos llegar, unidos con sentimientos de fiesta, a su gloriosa aparición al fin de los tiempos, roguemos al Señor.

Padre todopoderoso, escucha nuestras oraciones y aumenta nuestra fe, para que nos mantengamos fieles y seguros, en la esperanza de la venida de tu Hijo Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

Oración para encender el primer cirio de la corona del Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

En esta primera semana de Adviento nos reúne la fes-tividad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. Junto con la presencia del Señor, senti-mos la de nuestra Madre del cielo, la mujer purísima y libre de todo pecado, que acogió en su seno al Reden-tor cuya venida en la carne recordamos y cuya mani-festación en la gloria esperamos con alegría. Junto con María decimos hoy: Hágase en mí según tu palabra.

Señor Jesús, que el resplandor de esta nueva luz avi-ve nuestra fe esperanzada, y nos descubra que la obra buena que inauguraste entre nosotros por medio de la Virgen María, la llevarás adelante hasta el día gozoso de tu advenimiento. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante, o un fiel, enciende un cirio de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada, que puede ser “Estrella y camino” o “Ave María Purísima”. Sigue el acto pe-nitencial.

8 de diciembre La Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María

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Para mí la vida es Cristo

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Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Génesis 3, 9-15.20 y Lucas 1, 26-38:

La primera lectura y el Evangelio presentan en pri-mer lugar la contraposición entre la desobediencia de los primeros padres en el paraíso y la perfecta obediencia de María, la nueva Eva, a la voluntad de Dios. Luego escuchamos la promesa del Salvador, que se encarnará en la Madre inmaculada y llena de gracia que es la Virgen María.

Segunda lectura. Efesios 1, 3-6. 11-12:

San Pablo resume todo el plan salvífico de Dios en este texto: Dios nos eligió en la persona de Cristo antes de la creación del mundo para que fuésemos santos e hijos suyos, irreprochables por una vida de amor. En María se hace presente de manera especial la bendición de Dios. Ella es la única santa y pura, sin mancha alguna de pecado.

Para la homilía

LA MADRE INMACULADA DEL SALVADOR

Historia de esta festividad

Los orígenes de esta fiesta se remontan a los siglos VII y VIII en Oriente, a partir de la celebración de santa Ana, la madre de María. Poco a poco fue pe-netrando en Occidente y extendiéndose por toda la Iglesia, hasta que el papa Pío IX, el día 8 de diciembre del año 1854, declaró como dogma de fe que santa María, por un singular privilegio, en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada de toda man-cha de pecado original.

Santa María en el Adviento

Hoy se celebra la concepción inmaculada de aque-lla que tenía que concebir el Verbo que transciende todo lo creado, al Hijo de Dios.

Recordando las palabras del Papa en su Carta Apostó-lica Porta Fidei (n. 13), “Durante este tiempo, tendre-mos la mirada fija en Jesucristo, «que inició y completa nuestra fe» (Heb 12, 2): en él encuentra su cumplimien-to todo afán y todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tie-ne su cumplimiento en el misterio de su Encarnación, de su hacerse hombre, de su compartir con nosotros la debilidad humana para transformarla con el poder de

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

su resurrección. En él, muerto y resucitado por nuestra salvación, se iluminan plenamente los ejemplos de fe que han marcado los últimos dos mil años de nuestra historia de salvación”.

Esta festividad, en la mitad del Adviento, nos lleva a pensar en la Madre del Redentor, cuyo nacimiento vamos a celebrar pronto. La liturgia nos presenta a María en la historia de la salvación: la desobediencia de nuestros primeros padres nos dejó la herencia del pecado original; la madre de todos los vivientes pe-cadores tuvo su réplica en la perfecta sierva del Se-ñor, que aceptó su Palabra hasta el final. Por eso Ma-ría es la mujer nueva, concebida sin pecado, y madre de la humanidad redimida.

También para María todo viene de Jesucristo, como centro de la historia de la salvación. La lectura de la carta a los Efesios proclama el designio salvador de Dios, dentro del cual la Virgen María fue preservada del pecado original en previsión de los méritos de Je-sucristo. Elegida y predestinada para su gran misión, del mismo modo que nosotros estamos destinados por Dios a participar de su gloria.

María, modelo de creyente

En su mencionada Carta Apostólica Porta Fidei (n. 13), el Papa nos presenta a María como ejemplo de fe, a partir de la Anunciación y a lo largo de toda su vida: “Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en

la obediencia de su entrega (cf. Lc 1, 38). En la visita a Isabel entonó su canto de alabanza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomien-dan a Él (cf. Lc 1, 46-55). Con gozo y temblor dio a luz a su único hijo, manteniendo intacta su virginidad (cf. Lc 2, 6-7). Confiada en su esposo José, llevó a Jesús a Egipto para salvarlo de la persecución de Herodes (cf. Mt 2, 13-15). Con la misma fe siguió al Señor en su predicación y permaneció con él hasta el Calvario (cf. Jn 19, 25-27). Con fe, María saboreó los frutos de la resurrección de Jesús y, guardando todos los recuer-dos en su corazón (cf. Lc 2, 19.51), los transmitió a los Doce, reunidos con ella en el Cenáculo para recibir el Espíritu Santo (cf. Hch 1, 14; 2, 1-4)”.

Nuestra respuesta de fe

Como a María, Dios continúa siempre dirigiendo su palabra a los hombres; siempre habrá llamadas, vo-caciones, “anunciaciones”. Y la Anunciación a María tiene que ayudarnos a que cada uno reconozcamos la nuestra, ya que también para nosotros el Verbo es un contemporáneo que habita a nuestro lado.

¡Cuántos mensajes del Señor en nuestra vida! Y cuántos de ellos corren el peligro de pasar desaper-cibidos si no los recibimos conscientemente, con la ayuda del Evangelio y a la luz de la fe. ¿Cómo hemos llegado a ser cristianos? ¿Cómo hemos seguido sién-dolo? ¿Cómo hemos vuelto a nacer de nuevo a nues-tro cristianismo? ¿Cómo elegimos nuestro estado

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de vida? La verdad es que toda nuestra vida está en-tretejida de llamadas del Señor y de respuestas que hemos dado a estas llamadas; que toda nuestra vida está llena de ángeles, de mensajeros y de mensajes que la fe debe ayudarnos a identificar.

El Dogma de la Inmaculada Concepción

La declaración del dogma de la Concepción Inmacula-da de la Virgen María vino a confirmar, con la máxima autoridad doctrinal de la Iglesia, una creencia firme-mente incardinada en el pueblo cristiano, al tiempo que despejaba definitivamente las cautelas o dificul-tades que podían suscitarse desde la teología, como si ese privilegio limitara el alcance universal de los méri-tos de Jesucristo. No es así, porque la gracia singular de la futura Madre del Redentor fue preservada de toda mancha de pecado “en previsión de los méritos de Nuestro Señor”, mientras que los demás humanos somos justificados en virtud de dichos méritos.

La fe en la Inmaculada es uno de los rasgos más ca-racterísticos del catolicismo y uno de los puntos fun-damentales de la piedad católica contemporánea. No en vano el santuario de Lourdes, en el lugar don-de la Virgen declaró su privilegio único a Bernardette en el año 1858, es uno de los principales centros de peregrinación de todo el mundo.

A veces una piedad poco informada celebra a María como si hubiera sido elegida por Dios por razón de sus virtudes, como su pureza, humildad, pobreza,... cuan-

do, al contrario, la decisión divina sobre ella es anterior a su historia humana, siendo sus virtudes la forma en que la Virgen respondió y secundó la plenitud de gra-cia que la había distinguido “entre todas las mujeres” y por la que la proclamarán “bendita”, como nosotros lo hacemos en su fiesta, todas las generaciones.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Oración de los fieles

Oremos, amados hermanos y hermanas, a Dios Pa-dre todopoderoso, por Jesucristo, que inició y com-pleta nuestra fe.

Por el Papa Benedicto y nuestro arzobispo Car-los, para que con toda la Iglesia aviven la fuerza de la fe en el mundo, para que todos imitemos a María en su obediencia a la palabra de Dios, ro-guemos al Señor.

Para que todos los miembros de nuestra comu-nidad cristiana no teman las contradicciones y no se cansen de caminar junto con María en el Itinerario Diocesano de Renovación. Roguemos al Señor.

Por los gobernantes de nuestra nación y de todo el mundo, para que amen y protejan siempre la verdad, la justicia y la paz, roguemos al Señor.

Por los que son víctimas de la debilidad humana y viven en pecado: para que reciban sin temor ni prevenciones la gracia de la conversión, rogue-mos al Señor.

Por los niños y jóvenes cristianos, para que imi-tando la santidad de María conserven puras sus costumbres, roguemos al Señor.

Atiende, Padre, las oraciones de tu Iglesia, para que, siguiendo el ejemplo de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de tu Hijo Jesucristo, imite su fe y te sirva siempre con entera libertad, libre de temor y

purificada de todo pecado. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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9 de diciembre Segundo domingo de Adviento

Preparad el caminoal que viene

Oración para encender el segundo cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Avanzando a la luz de la fe en el Itinerario de Renova-ción que la Iglesia nos propone, va a resonar en nues-tra asamblea el potente pregón de Juan el Bautista que renueva el de los antiguos profetas: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”.

Señor Jesús, esta segunda luz que vamos a encen-der nos avisa que debemos preparar tu venida en nuestros corazones, en nuestras familias y lugares de trabajo, y también en esta comunidad cristiana que visitas sin cesar cuando te celebra en la euca-ristía. Concédenos que este aumento de la luz que podemos ver, signifique en cada uno de nosotros el crecimiento de la fe y la expulsión de las tinieblas del pecado. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante, o un fiel, enciende dos cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o el estribillo del Himno del Jubileo. Sigue el acto penitencial.

Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Baruc 5, 1-9 y Lucas 3, 1-6:

Uno de los “profetas menores”, Baruc, anunció la restauración del pueblo de Dios tras el destierro de Babilonia. Más adelante el mismo Espíritu Santo que habló por medio de los profetas, hizo que la misma palabra resonase por medio de Juan el Bautista, que anunció la próxima aparición de Jesucristo, la salva-ción de Dios, con un mismo mensaje: Preparad el ca-mino del Señor.

Segunda lectura. Filipenses 1, 4-6.8-11:

San Pablo nos invita a preparar el camino del Señor, de modo que lleguemos al Día de Cristo, el de su ve-nida, limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Para la homilía

EL DOMINGO DEL PRECURSOR

Jesús es el camino

La primera lectura muestra que las antiguas prome-sas de un nuevo tiempo de salvación (al volver del exilio) anunciaban ciertamente algo glorioso, pero que esto no se realiza inmediatamente. El retorno de Babilonia era la figura de una gloria prometida que debía cumplirse más tarde y de un modo com-pletamente distinto a como las imágenes proféticas permitían esperar. La verdadera gloria que llegaría a Jerusalén es el Mesías, el Cristo anunciado y procla-mado por el Bautista. En el fondo, Jesús es el camino recto —Yo soy el camino— por el que Dios viene a nosotros, con su misericordia y su justicia. Por ello el profeta Baruc, movido por el Espíritu, invita a Je-rusalén a ponerse en pie y a mirar hacia oriente para ver venir esa gloria sobre sí.

Los domingos del Bautista

En los domingos segundo y tercero de Adviento, el protagonista es Juan el Bautista como aquel que prepara el camino del Señor y Mesías que llega, como instrumento de la salvación universal que Dios va a obrar. San Lucas describe detalladamente el momento histórico del comienzo de la predicación de Juan el Bautista. Esta descripción tiene en primer lugar la intención de mostrarnos que la venida de Je-sús, preparada por Juan, no fue un mito fantástico, sino un hecho de nuestra historia. Jesús tiene un lu-

gar entre los grandes de su tiempo, pero asimismo el evangelista destaca bien la separación entre el grupo de personajes contemporáneos y la irrupción de Dios en la historia humana: Vino la Palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto (Lucas 3,2). Todo el poder y la iniciativa están de la parte de Dios.

Preparad el camino del Señor

La predicación del Bautista tiene como finalidad pre-parar la venida de Jesucristo como Salvador, y es la segunda edición de la obra de redención que anun-ció Isaías y que repite en la primera lectura uno de los profetas menores, Baruc: la restauración del pue-blo de Dios tras el destierro de Babilonia. Jerusalén cambiará el vestido de luto por el de bodas. La vuelta del resto de Israel será ayudada por Dios, que nive-lará los caminos. Hasta la naturaleza colaborará en esta manifestación del poder de Dios: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los mon-tes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios (Lucas 3,4-6). Pero en Juan el mensaje es sobre todo mo-ral, pues se trata de un cambio de los corazones, una verdadera penitencia, para que los hombres puedan recibir al Salvador.

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Preparar el camino a Cristo en nosotros

Por ello san Pablo anima a los cristianos a prepararse para el Día de Cristo Jesús. Es un empeño que sólo se puede pretender si se está iluminado y esperanzado por la fe. Se trata de su venida gloriosa que celebra-mos cada domingo, en él nos debe encontrar el Señor limpios e irreprochables. Esta preparación consiste en que vuestra comunidad de amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores (Filipenses 1,9-10), es decir, en profundizar en la conversión aprendiendo a discernir lo bueno, la voluntad de Dios y el ejemplo de Jesucristo. Pero este trabajo, como la preparación de los caminos del Señor y el florecimiento del desierto, no es una obra meramente humana. Ciertamente ahora ya con una mayor confianza que en el pasado, porque Cristo ha inaugurado una empresa buena; y si nosotros per-manecemos en adelante hasta su venida creciendo en penetración y en sensibilidad para apreciar los valo-res (v. 9) que es tener la misma percepción de Cristo y sus sentimientos, para conocer lo bueno, lo que vale, y realizarlo, llegaremos a ese momento cargados de frutos de justicia (v. 11).

La iniciativa viene de la gracia de Dios: El que ha inau-gurado entre vosotros una empresa buena, la llevará adelante hasta el Día de Cristo Jesús. Es lo mismo que repetirá el Apóstol avanzando en su carta: Trabajad con temor y temblor vuestra salvación. Pues Dios es el que obra en vosotros el querer y el obrar según su beneplácito (Filipenses 1,6 y 2,12-13).

La carta de san Pablo a los Filipenses habla constan-temente de este estar en camino. El camino del Señor del que tanto habló Isaías, el camino que es necesa-rio preparar y que fue anunciado con tanta fuerza por el Bautista, se ha convertido ahora en el Camino que es el Señor mismo (Jn 14, 5), que por medio de su Espíritu está siempre dispuesto a llevarnos consigo hasta el Padre a través de él.

La llamada actual a la penitencia

Siempre que el mundo se ha renovado, siempre que una gran corriente de gracia y de gozo ha refrescado y renovado al mundo, el instrumento ha sido el mis-mo; la fuente de donde ha brotado ha sido la mis-ma: la penitencia, la conversión de los corazones y la reforma de la vida. Cuando Juan el Bautista vino a preparar al pueblo para que reconociese, amase y se alegrase con Cristo, no encontró otro medio más eficaz que el bautismo de conversión para el perdón de los pecados (Lc 1,3). También ahora, la renovación de la fe ha de llevar a una reforma de la vida.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Oración de los fieles

Mientras preparamos la venida del Señor Jesucris-to, renovando nuestros corazones con la penitencia, imploremos, amados hermanos, con fe viva, la mise-ricordia de Dios nuestro Padre.

Para que toda la Iglesia se una a sus pastores y prepare el camino del Señor, acogiendo con fe cada vez más viva su palabra, roguemos al Señor.

Para que ilumine y fortalezca con su gracia a los que ri-gen los destinos de los pueblos, roguemos al Señor.

Por todas las comunidades y familias cristianas se esfuercen en transmitir la fe, que implica la entre-ga a Jesucristo, muerto y resucitado, y la inserción en la comunidad eclesial, roguemos al Señor.

Para que preparemos el camino del Señor y nos unamos en el Itinerario de Renovación, para ma-nifestar en todas partes el amor que Cristo vino a traer a la tierra, roguemos al Señor.

Para que cuantos padecen las consecuencias del pecado y de la injusticia vean abrirse ante ellos el camino del Señor y recuperen la esperanza, roguemos al Señor.

Te pedimos, Dios de bondad, que tu bendición descien-da abundante sobre esta familia tuya; para que prepare la venida de tu Hijo y lo haga presente en el mundo en toda su verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

16 de diciembre Tercer domingo de Adviento

La alegría de la fe

Oración para encender el tercer cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor. “El gozo en el Señor es nuestra fortaleza”. Nuestro Redentor está cerca y hacia él dirigimos nuestra sú-plica antes de encender la tercera vela de la corona del Adviento.

Vamos a tu encuentro con alegría, Cristo Jesús, y cuando estamos muy cerca de la fiesta de tu Naci-miento, Señor Jesús, crece nuestro gozo, porque sigues con nosotros y no has dejado de hacerte pre-sente a tu Iglesia para cumplir la obra inmensa de la salvación del mundo. Te recibimos, sacerdote eter-no, en nuestra asamblea eucarística. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante, o un fiel, enciende tres cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o “Vamos, cantando al señor; él es nuestra alegría”. Sigue el acto penitencial.

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Para mí la vida es Cristo

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Moniciones antes las lecturas

Primera lectura. Sofonías 3, 14-18a:

El profeta anunció a Jerusalén días de alegría, sin-tiendo la presencia de Dios que salva. Ahora la ciudad santa es la Iglesia que celebra la venida de su Señor, y la Hija de Sión es María, que engendró al Mesías esperado por obra del Espíritu Santo.

Segunda lectura. Filipenses 4, 4-7:

San Pablo insiste repetidamente en que los cristia-nos debemos estar alegres ante la cercanía del Se-ñor que viene a salvarnos. Esta alegría es uno de los dones del Espíritu Santo.

Evangelio. Lucas 3, 10-18:

Hemos de prepararnos a recibir al Señor convirtien-do nuestras vidas, como nos lo pide Juan el Bautista; así renovaremos la gracia del Espíritu Santo que, en el bautismo, abrasó con su fuego de amor nuestros pecados.

Para la homilía

LA ALEGRÍA DE LA SALVACIÓN

El domingo de la alegría

En los tres ciclos de lecturas anuales, este domingo está presidido por el sentimiento de la alegría de la salvación, y por ello debemos tener presente con mayor intensidad que este sentimiento es una gracia de Dios que nos comunica de su plenitud y su paz por medio de sus dones espirituales. De este modo, sin dejar de lado el tono profético y de denuncia que tie-nen las palabras del Bautista, cuyas palabras hoy son continuación de las del domingo pasado, los cristia-nos sabemos que el principio de la conversión está en el bautismo en Espíritu y fuego (Lc 3,16) que nos purificó en el comienzo de nuestra vida, y por ello, basta con que nos orientemos hacia Jesús que viene y enderecemos nuestros caminos hacia su voluntad para que nos llenemos de la alegría contagiosa de los redimidos: Estad siempre alegres en el Señor —nos dice san Pablo—; os lo repito, estad alegres... el Señor está cerca (Flp 4,4-5; Segunda lectura).

La alegría cristiana

Desde el pesimismo, no podemos ir al encuentro del Señor ni dar testimonio de fe. Los cristianos de-bemos estar siempre alegres, aún en medio de las penas de esta vida, alegres de sufrir persecución por causa de Cristo y de su justicia, alegres siempre porque sabemos que el Señor está dando sentido a nuestras vidas porque está muy cerca de nosotros.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Más aún, porque ha unido nuestras existencias a la suya y porque su victoria es ya la nuestra.

Los cristianos tenemos la alegría contagiosa de quie-nes saben que han nacido —por gracia de Dios— en el momento culminante de la historia de la salvación, con todos los medios posibles para vivir en comu-nión con Dios y con la certeza de la salvación que se les ofrece. El propio Itinerario Diocesano de Reno-vación es un camino de alegría. Alegría contagiosa porque no podemos vivir con estos bienes tan gran-des sin movernos a proclamarlos y hacerlos accesi-bles a toda la humanidad. Si somos privilegiados, no podemos privatizar este privilegio.

La alegría de los pobres de Dios, la alegría de María

No es la alegría externa o material de quien le ha toca-do la lotería, sino que se vive en un modo de existencia mesurado, modesto y piadoso, como era el comporta-miento de los pobres de Yahvé a quienes se dirigían los vaticinios esperanzadores de los antiguos profetas.

De este modo, el profeta Sofonías, cuando lo que quedaba del reino de Judá estaba a punto de pere-cer, anunció a Jerusalén días de alegría, sintiendo la presencia de Dios que salva (Primera lectura). Ahora la ciudad santa es la Iglesia que celebra la venida de su Señor, y la Hija de Sión es María, que engendró al Mesías esperado por obra del Espíritu Santo. La Virgen María es la perfecta representante del resto

de Israel, del pueblo humilde y modesto que espera en el nombre de Yahvé (Sof 3,12). Ella es la Mujer de la esperanza, como la llamó el Papa Juan Pablo II (TMA n. 48), que supo acoger como Abrahán la voluntad de Dios, esperando contra toda esperanza (Rom 4,18). Ella, que es signo de segura esperanza (Redemptoris Mater 11), invita a los fieles a prepararse a salir al en-cuentro del Salvador que viene.

En la liturgia recibimos a Jesucristo por medio de la Iglesia, de la que María fue la principal imagen, por su maternidad virginal, y en esta acción sagrada, adorando y agradeciendo esta divina visitación, reci-bimos la gracia del Espíritu que nos llena de la alegría que viene de Dios.

La fe pide la conversión

El tono penitencial del Adviento sigue mantenién-dose este domingo, avivado por las palabras severas del Bautista. Se trata de compartir solidariamente los propios bienes con el prójimo que no tiene lo su-ficiente para vestirse y alimentarse; de practicar la justicia en la política y en los negocios, de ser mode-rado en el ejercicio del poder (ni robo, ni corrupción, ni extorsión ni exigencias desorbitadas). Lo que Juan reclama a sus oyentes no es nuevo y se puede justi-ficar a partir de los profetas, por eso él no debe ser confundido con el Mesías que ha de venir. Este Me-sías, ante el que el Bautista, el profeta más grande de entre los nacidos de mujer (Lc 7,28), se humilla, trae

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Para mí la vida es Cristo

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un instrumento de purificación totalmente distinto: el Espíritu Santo, que nos mostrará nuestros peca-dos y que puede quemarlos con su fuego: Él os bauti-zará con Espíritu Santo y fuego (Lc 3,16).

Oración de los fieles

Oremos, hermanos y hermanas, a Dios Padre todo-poderoso, que nos alegró con la venida de su Hijo único.

Para que prepare el corazón de los fieles a reci-bir con gozo la venida de su Hijo, roguemos al Señor.

Para que, renovados en la fe, trabajemos por re-formar nuestras vidas, firmes en la voluntad de Dios, de manera que crezcan y se difundan los valores humanos y cristianos que dan pleno sen-tido a la vida. Roguemos al Señor.

Para que el Señor convierta los corazones y así libere a los oprimidos, conceda pan a los ham-brientos y cuide con amor a los enfermos, huér-fanos y desamparados, roguemos al Señor.

Para que sintamos y manifestemos en el mundo la alegría de la salvación, y así atraigamos a to-dos hacia Cristo, roguemos al Señor.

Aumenta nuestra fe, Padre bueno, para que prepare-mos dignamente el camino a Cristo el Señor; y con-cédenos misericordiosamente, que no nos dejemos vencer por la tristeza o el desánimo los que espera-mos con alegría la venida de tu Hijo, que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

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Para la lituRgiA

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23 de diciembre Cuarto domingo de Adviento

Proclamar la fe es cantar

las maravillas de Dios

Oración para encender el cuarto cirio de la corona de Adviento

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

En la visita a Isabel, María entonó su canto de ala-banza al Omnipotente por las maravillas que hace en quienes se encomiendan a Él.

Alégrate, Iglesia, porque hoy recibes, como María, a Jesucristo, que se hace presente en el sacramento del altar por obra del Espíritu Santo. Con las palabras de Isabel, la madre del Bautista te saludamos: Ben-dita tú entre todos los pueblos de la tierra, porque caminas con Cristo en tu seno al encuentro de las gentes necesitadas de luz. Que el Señor nos conceda avanzar junto con él, luz de luz, que vive y reina por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante, o un fiel, enciende cuatro cirios de la corona del Adviento, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o el estribillo del cántico de María: “El Señor hizo en mí maravillas. Gloria al Señor”. Sigue el acto penitencial.

Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura. Miqueas 5,1-4a:

El profeta anuncia el lugar donde debería nacer el Mesías, se trata de Belén, la ciudad natal del gran rey David. Al mismo tiempo se profetiza una vez más la misión que llevará a cabo el nuevo Pastor de Israel y “Príncipe de la paz”.

Segunda lectura. Hebreos 10,5-10:

La vida de Jesucristo fue una ofrenda permanente, desde el momento en que entró en el mundo para ser sacerdote de la Nueva Alianza, que nos sitúa en una relación personal con Dios, sin víctimas sustitu-torias.

Evangelio. Lucas 1,39-45:

Isabel se contagia de la alegría de la salvación, que es uno de los dones del Espíritu Santo que Jesús co-munica a su futuro precursor, Juan, cuando todavía estaban ambos en el seno de sus madres. El Espíritu hace que Isabel profetice y confirme lo que el ángel había anunciado a María.

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Para la homilía

EL DOMINGO DEL “MAGNIFICAT”

En vísperas de la Navidad

Este domingo cuarto y último de Adviento, seguimos con el relato de la Anunciación a María, que prosigue con el viaje de la santísima Virgen desde Nazaret has-ta las tierras de Judea para compartir con su pariente Isabel la alegría de sus milagrosas y próximas mater-nidades. Es un domingo que considera ya asumida la etapa penitencial del Adviento, presidida por Juan el Bautista y que se abre completamente a la inmediata festividad de la Navidad. Así mismo en los días de en-tre semana, a partir del 17 de diciembre, estamos le-yendo todo lo que se contiene en los Evangelios como antecedentes del nacimiento del Señor.

Se anuncia el lugar del nacimiento del Salvador

Hemos escuchado la profecía de Miqueas acerca del sitio designado por Dios para el nacimiento de su Hijo, se trata de Belén, nombre que significa “casa del pan”, la ciudad natal del gran rey David. Cuando llegue la solemnidad de la Epifanía, oiremos citar el texto cuando Herodes pregunta a los sabios de Je-rusalén por el lugar donde tenía que nacer el Mesías (Mateo 2,4-6). Además el profeta describe la figura y la misión del Salvador, cuyo efecto final es que él mismo será nuestra paz (Miq 5, 4ª) , nuestro “shalôm”, la salvación final, como declara san Pablo después del acontecimiento de la resurrección y del don del Espíritu para la Iglesia (Efesios 2,14). Contemplando

la ciudad natal del pastor que llegó a rey, decimos con el Salmo responsorial 79: Pastor de Israel, escu-cha, tú que te sientas sobre querubines, resplandece. Despierta tu poder y ven a salvarnos.

La entrada en el mundo de Jesucristo, sumo y eterno Sacerdote

Éste es el domingo en que Cristo se presenta inau-gurando su sacerdocio de la Nueva Alianza. Desde la encarnación, toda la vida de Jesús es una ofrenda permanente, gracias a su perfecta obediencia. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas; pero me has preparado un cuerpo (Heb 10, 5; Segunda lectura); así reconoce el Hijo el sentido de su sacerdocio, que habrá de con-tinuar mediante su cuerpo sacramental que somos nosotros en su Iglesia.

La visitación de María a Isabel

En el Evangelio hemos contemplado a María que, ha-biendo recibido la Anunciación, corre con gran cari-dad hasta su pariente Isabel, a la que sabe encinta. La “primera caridad” divina es comunicar la “Palabra de la Gracia”. María lo sabe bien. La sabe también la Igle-sia, que reconoce como su “primera caridad” anun-ciar el evangelio de la gracia (Cf. Apocalipsis 2,4).

La Palabra viviente que María lleva en su seno virgi-nal comunica el don del Espíritu a Isabel y hace saltar de alegría al que sería Juan el Precursor, el Bautista. Tenemos aquí una versión “doméstica” de la liturgia

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

del Arca de la Alianza. Juan —como David delante del Arca— salta ante María, sagrario de la nueva ley y del nuevo Maná, el Pan de la vida, e Isabel se asombra ante la llegada de María: “¿Quién soy yo para que me visite la Madre de mi Señor?”, del mismo modo que David confesaba su indignidad: “¿Cómo voy a llevar a mi casa el Arca del Señor?”.

En el capítulo 6 de 2 Samuel que estamos citando se dice también que el Arca permaneció entonces tres meses en casa de un labrador —los mismos que María en casa de Zacarías e Isabel— colmándolo de benefi-cios. Ahora, en el umbral de los tiempos definitivos, María —Arca de la Nueva Alianza— sirve de medio para que Dios reparta generosamente su beneficio más preciado que es el Don por excelencia, el Espíri-tu, como enseñará luego Jesús: “Si vosotros que sois malos sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuán-to más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo suplican?” (Lucas 11,13). Del mismo modo, en la liturgia recibimos a Jesucristo por medio de la Iglesia, de la que María fue la principal imagen, por su maternidad virginal, y en esta acción sagrada, adorando y agradeciendo esta divina visitación, reci-bimos la gracia del Espíritu que nos llena de la alegría de la salvación.

Dichosa tú, que has creído

Lo mismo que María, imagen de la Iglesia, todo el pueblo cristiano recibe hoy la confirmación de que el Señor en quien cree se le hace presente para renovar una vez más la obra de la salvación. Hoy es la Iglesia quien escucha la bendición de Isabel: ¡Dichosa tú, que has creído!, porque lo que te ha dicho el Señor se cum-plirá (Lc 1, 45).

Este domingo deberíamos cantar todos el “Magní-ficat”, el cántico de María con el que ella, profetisa también como Isabel, proclama la grandeza del Señor, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones... (Lucas 1,46-55), porque, llegados a este momento del Ad-viento, debemos reconocer las cosas grandes que el Padre del cielo ha hecho para salvarnos, interrum-piendo la historia de perdición del mundo por medio de la encarnación de su Hijo, contando con el “sí” de la Virgen elegida, bendita entre todas las mujeres como bendito sobre todo es el fruto de su vientre.

La fe se hace vida en la caridad

Éste es un día para avanzar en la imitación de María, tanto en su obediencia a la voluntad de Dios —sólo comparable a la de Cristo (Segunda lectura)— como en su voluntad de servicio, concretada en la visita a su pariente más mayor Isabel, quedándose con ella has-ta el nacimiento de su hijo Juan. Cada uno de nues-tros hogares ha de ser acogedor, como el de Zacarías

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e Isabel, porque recibimos a Cristo cuando abrimos nuestras puertas al hermano.

Oración de los fieles

En estas vísperas de la Navidad, dirijamos, hermanos, nuestras súplicas a Dios Padre que nos envía al Salvador.

Por el Santo Padre el papa Benedicto y por nues-tro arzobispo Carlos, con el episcopado univer-sal, para que su magisterio sea acogido con fruto por los fieles y los alejados, roguemos al Señor.

Para que avive la fe en el corazón de los fieles de la Iglesia en Valencia a través del Itinerario Dio-cesano de Renovación y los prepare para acoger con alegría la santa visitación del Salvador, ro-guemos al Señor.

Para que la venida del Príncipe de la paz apague los odios y las violencias, ponga fin a la injusticia y establezca su reino en medio de la humanidad, roguemos al Señor.

Para que el señor conforte a los oprimidos, pro-porcione a las familias el sustento necesario y los medios para cumplir su misión, y vele con su providencia por las futuras madres y sus hijos, roguemos al Señor.

Para que la venida de Cristo sea vivida en todos los hogares como fuente de paz, de gracia y de alegría, roguemos al Señor.

Padre todopoderoso y eterno, que nos has manda-do durante este Adviento preparar el camino a Cristo Salvador, te suplicamos que aquel que se dignó bajar al seno de una Virgen, encuentre digna acogida en las familias y en nuestra sociedad y te presente nuestras oraciones. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Tiempo deNavidad-Epifanía

¿Qué sentido tiene decir, como hace repetidamente la liturgia, que “Hoy nos ha nacido el Salvador?

No es porque se trate de la misma fecha del naci-miento de Jesús, que no conocemos. La elección de este día se hizo en el siglo IV en el Occidente cristiano, mientras que en Oriente se prefirió la fecha del 6 de enero, si bien muy pronto Oriente y Occidente cele-braron las dos solemnidades de Navidad y Epifanía.

Hay tres datos que recomendaban el 25 de diciem-bre para celebrar el nacimiento de Jesús en Belén; uno de ellos es la existencia de una fiesta romana en este día llamada “nacimiento del Sol invicto”, porque ahora, en el solsticio de invierno, comienza a alzarse el astro rey sobre el horizonte y se recuerda la frase del cántico de Zacarías que proclama: Nos visitará el Sol que viene de lo alto, para iluminar a los que viven en las tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 78-79).

Otro dato es la celebración de la fiesta judía de la Hannuká el 25 del noveno mes (Kisleu), nuestro di-ciembre, en conmemoración de la purificación e iluminación del templo por obra de los Macabeos, cuando expulsaron a los paganos de Jerusalén en el siglo II antes de Cristo (1 Mac 4, 59). Los cristianos sabemos que Cristo vino como luz del mundo y que una luz gloriosa brilló en Belén para Israel y todos los pueblos, y también que Jesús es el templo de la nue-va alianza.

Por último está la tradición antiquísima de que Jesús murió el 25 de marzo, lo que hizo pensar en su Con-cepción en ese día y en su nacimiento nueve meses después, de forma que la noche de Belén es un tra-sunto de la noche pascual.

Pero más allá de estos datos históricos está la viven-cia del “Hoy” litúrgico del “día de la salvación”, cuan-do Jesucristo viene a nosotros con sus misterios, que se proclaman en la Palabra y se actualizan en el sa-cramento. Esto es así porque todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiem-pos (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1085). En la sagrada liturgia recibimos a Cristo en el Hoy eterno de Dios.

Para celebrar la festividad del Nacimiento de Jesucristo, que es la más importante para la Iglesia después de la Pascua, la Iglesia ha ido desarrollando un conjunto de celebraciones que se ajustan a las posibilidades del calendario de cada año. Así en este 2012, la celebración litúrgica de la Navidad comenzará con las primeras Vísperas y la Misa de la Vigilia el lunes 24 de diciembre, seguirá con la festividad del martes 25; el domingo 30 será la fiesta de la Sagrada Familia. El miércoles 1 de enero será la solemnidad de Santa María Madre de Dios, en la octava del Nacimiento; esta fiesta ha asumido el contenido de la antigua de la Circuncisión del Señor. Notemos que se ha vuelto a introducir la memoria libre del Santísimo nombre de Jesús el 3 de enero. El domingo 6 de enero será la solemnidad de la

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Epifanía del Señor, y el domingo siguiente 13 de enero, terminará el tiempo litúrgico de Navidad-Epifanía con la fiesta del Bautismo del Señor que recuerda el final de la vida oculta de Jesús y su primera manifestación al mundo; vuelve así la figura de Juan el Precursor que en el Adviento nos preparaba a recibir al Señor y que en este momento es testigo de la epifanía del Salvador como Hijo del Padre y ungido por el Espíritu Santo. El Misal Romano contiene cuatro formularios para la

solemnidad de Navidad:

24 y 25 de diciembre Misas de Nochebuena y Navidad

El nacimiento del que inició y perfecciona nuestra fe

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Misa vespertina de la vigilia

Moniciones a las lecturas

Primera lectura. Isaías 3, 62, 1-5 y Mateo 1, 1-25:

El profeta Isaías anuncia la llegada del Salvador, que será la Buena Noticia, en primer lugar, para la tierra de Israel y para el resto de verdaderos creyentes que lo esperaban; entre éstos, el Evangelio nos muestra a José y a María, descendientes de Abrahán y de la familia real israelita, en la tribu de Judá y de David.

Segunda lectura. Hechos de los Apóstoles 13, 16-17.22-25:

San Pablo resume el mensaje del Adviento que aho-ra termina, proclamando a Jesucristo Salvador, de la estirpe de David, esperado por los profetas de Israel y anunciado por Juan el Bautista.

Para la homilía

EL NACIMIENTO DEL SALVADOR

“Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y será nuestro rey el Salvador del mundo”, “Mañana contemplaréis su gloria” (Canto de entrada y Aleluya). La misa vespertina del 24 de diciembre se sitúa entre el final de Adviento y la venida de Cristo en la carne. ¿Cómo esperarle mejor que conociendo su genealogía? Emociona escuchar la lista de los antepasados de Jesús; es en verdad uno de los nuestros, hijo de David (Mt 1, 1-25). Pero no nos quedamos sólo en su ascendencia humana, porque la lectura se apresura a presentar a los fieles las palabras del ángel a José, turbado por el estado de su prometida: “La criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo” y su nombre será Jesús, o sea “Dios-salva”. Jesús es el Enmanuel: “Dios con nosotros”. Así se completa la presentación de Cristo, Dios y hombre. Parece el final de una larga historia, pero es el comienzo de un mundo que se renueva, de la etapa definitiva de la historia de la salvación, la de la nueva Jerusalén, la Iglesia a la que pertenecemos y en la que están también, al menos de deseo, todos los que buscan su propio camino con lealtad y pureza de corazón.

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Misa de medianoche

Misa de Nochebuena: Pregón de la solemnidad y oración para encender la vela de Navidad en la corona del Adviento

Las cuatro primeras velas están ya encendidas. Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el celebran-te u otro ministro puede proclamar el siguiente pregón de Navidad desde el ambón u otro lugar apropiado:

Millones de años después de la creación, cuando la tie-rra era materia incandescente, girando sobre sí misma.

Millones de años después de brotar la vida sobre la faz de la tierra; miles y miles de años después de que apare-cieran los primeros humanos, capaces de recibir el Espí-ritu de Dios; unos mil novecientos años después de que Abrahán, obediente a la llamada de Dios, partiera de su patria sin saber a dónde iba; unos mil doscientos años después de que Moisés condujera por el desierto hacia la tierra prometida al pueblo hebreo, esclavo de Egipto; unos mil años después de que David fuera ungido rey de Israel por el profeta Samuel; unos quinientos años des-pués de que los judíos, cautivos en Babilonia, retornaran a la patria por decreto de Ciro, rey de los persas.

En la ciento noventa y cuatro Olimpíada de los griegos; el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma; el año cuarenta y dos del reinado del empera-dor Octavio César Augusto estando el mundo entero en paz: El Hijo de Dios Padre, habiendo decidido a salvar a la humanidad con su vida, concebido por obra del Espí-ritu Santo, transcurridos los nueve meses de su gesta-ción en el seno materno, hace ahora poco más de dos mil años, en Belén de Judá, hecho hombre, nació de la Virgen María, Jesús, Cristo.

La solemnidad de esta noche —misterio de fe— nos re-cuerda aquella otra, la más importante del año: la Vigi-lia pascual. El nacimiento de Cristo presagia su pasión y su resurrección gloriosa; el pesebre y la noche de Belén evocan la oscuridad del Calvario y el sepulcro del Señor; los ángeles que anuncian al recién nacido a los pastores nos recuerdan a los ángeles que anunciaron al Resuci-tado a los discípulos. Es pues la Pascua del Señor Jesús —nuestra pascua, feliz Pascua— que en verdad celebra-mos en esta celebración de la eucaristía que inaugura el tiempo de la Navidad y Epifanía del Salvador.

A continuación, el celebrante, desde el ambón o la sede, dice:

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande, y a los que habitaban en las sombras, una luz les brilló. Que esta nueva luz que ahora encendemos signifique el comienzo de una Navidad que se renueva, después de la primera, en Belén. El Señor viene a su Iglesia por me-dio de la palabra y de la eucaristía que anuncian y hacen presente el misterio de Dios con nosotros. ¡No tengáis miedo!: hoy, en nuestra Iglesia, nace el Salvador, la gran alegría para todo el mundo, aquel que vive y reina, in-mortal y glorioso, por los siglos de los siglos.

R/. Amén.

Y el mismo celebrante, o un fiel, enciende la vela central de la corona, mientras puede cantarse otra estrofa del canto de entrada o del Adeste fideles. Sigue el canto del Gloria a Dios en el cielo.

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Para mí la vida es Cristo

Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 9, 1-3.5-6 y Lucas 2, 1-14:

El profeta Isaías anuncia el nacimiento del Salvador, que llegará al mundo como un niño más, para cum-plir la misión que le asignan los numerosos títulos que le adornan, entre los que destaca el de “Príncipe de la paz”. En el Evangelio se proclama el cumpli-miento de esta profecía, confirmada por el canto de los ángeles en el portal de Belén: “Paz en la tierra a los hombres que ama el Señor”.

Segunda lectura. Tito 2, 11-14:

Las lecturas de san Pablo en este tiempo de Navi-dad abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo como una “aparición” o “manifestación” del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Es el tema del Gran Jubileo: “Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre”.

Para la homilía

LA NAVIDAD, MISTERIO DE FE

El “Hoy” de la Navidad proclama que no estamos celebrando un cumpleaños, sino el acontecimiento renovado por la palabra y la eucaristía de la Encarnación del Hijo de Dios como un hecho histórico, sí, y muy importante que afirmamos con fe; pero es también la celebración de nuestro propio nacimiento en Cristo, como hijos de Dios. El cuerpo de Cristo sigue creciendo por parte de quienes nacen de la Madre Iglesia. Es el nacimiento del Cristo-total, que no cesa de renovarse por obra y gracia del Espíritu Santo. Y todo ello pide una respuesta creyente y comprometida por parte nuestra.

De nada nos serviría que Cristo naciera hace dos mil años, si hoy nada va a nacer nuevo en nosotros. De nada serviría que la ternura de Dios se manifestase en Belén, si hoy no hay nadie entre nosotros que ame y se compadezca. La maravilla de esta noche es que Dios, entre nosotros, puede volver a vivir.

Todo en esta noche nos habla de actualidad, de presencia del acontecimiento salvador de la Navidad. Hoy, esta noche, en efecto, viene Jesús a su Iglesia reunida en asamblea festiva, y llega trayendo todas las gracias de su Nacimiento: el Evangelio de la Gracia, el anuncio de la buena voluntad y la paz de Dios hacia los hombres, la incorporación de éstos a la vida divina, la adopción como hijos por el Espíritu Santo... “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”, proclama Isaías, “Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos los hombres”, declara san Pablo. Pero el momento más importante

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de esta liturgia de la Palabra es el Evangelio de la Natividad: “Hoy os ha nacido un Salvador”, en el que san Lucas describe el escenario del portal de Belén que permanecerá para siempre en la memoria de todos los cristianos.

Los pastores de Belén reconocieron en el portal el signo que el ángel les había anunciado: Encontraréis a un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Cristo en el portal anuncia su último abajamiento, cuando será envuelto en una sábana y recostado en el sepulcro. Noches de Navidad y de Pascua con un signo semejante. Encontraremos al Señor en la humildad de su encarnación, en el pobre y el necesitado de amor, antes de que nos muestre la gloria de su resurrección y nos reconozca ante el Padre como fieles amigos suyos.

Siempre será necesario un cuerpo, unas manos, para curar, unos brazos para sostener, unos labios para hablar, un corazón para amar. Desde Belén, Dios los tiene, y ahora quiere servirse de nuestro ser humano para continuar haciendo su obra.

En las misas de Navidad podemos recitar preferente-mente el símbolo niceno-constantinopolitano, con su magnífica doctrina cristológica, y debemos mostrar nuestra fe en Cristo, Dios y hombre verdadero, arrodi-llándonos al decir las palabras que proclaman el miste-rio de la Encarnación.

Misa de la aurora

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 62, 11-12 y Lucas 2, 15-20:

La lectura profética anuncia la llegada del Salvador, para comenzar a reunir el Pueblo de Dios a partir del humilde resto de Israel. Los primeros llamados fue-ron los pastores de Belén, como lo narra el Evange-lio, que es continuación del proclamado en la misa de Nochebuena.

Segunda lectura. Tito 3, 4-7:

Las lecturas de san Pablo en este tiempo de Navidad abundan en la descripción de la venida de Jesús al mundo como una “aparición” o “manifestación” del Mesías como portador de la gracia salvadora de Dios. Es el tema del Gran Jubileo: “Jesucristo, único Salvador del mundo, ayer, hoy y siempre”. En esta misa de la au-rora se refiere especialmente a la gratuidad del amor de Dios que se nos ofrece por medio de Jesús.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Para la homilía

A la densidad de los textos y cantos de la misa de medianoche sigue la visión plena de viva alegría de la misa de la aurora. Esta liturgia matutina canta la luz del salvador que nos ha nacido. El Evangelio de esta Misa es la continuación del de medianoche, y si entonces se proclamaba a los pastores la paz que Dios otorgaba al nacer su Hijo, ahora se recuerda la visita de los mismos pastores al lugar del Nacimiento. La hora del amanecer, cuando se celebra esta Misa, sugiere la semejanza Cristo-Luz, “el sol que nace de lo alto”, “Hoy brillará una luz sobre nosotros”, “la luz de tu Palabra hecha carne” (Cántico de Laudes, Canto de entrada, Colecta).

Los pastores se apresuran a descubrir lo ocurrido y lo que el Señor les ha dado a conocer. Desean ver; ves, es decir, constatar el amor, la buena voluntad de Dios por los hombres. La gloria de Dios está ligada a esta paz sobre la tierra cuyo origen está en la benevolencia de un Dios que vino a salvar a la humanidad.

Viviendo esta nueva historia que se realiza más abundantemente cada día y, particularmente, cada vez que participamos en la eucaristía como signo eficaz del amor sacrificado del Hijo y prenda de nuestra salvación, podemos experimentar una alegría como la que sintieron los pastores al ver que era verdad lo que se les había anunciado.

Misa del día

Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 52, 7-10 y Juan 1, 1-18:

El profeta Isaías anuncia que el Salvador debía venir en favor de todas las naciones, hasta los confines de la tie-rra. Del mismo modo, el comienzo del Evangelio de san Juan nos dice quién es Jesús: la Palabra eterna del Padre hecha hombre para salvar a todo el género humano.

Segunda lectura. Hebreos 1, 1-6:

La carta a los Hebreos insiste en el tema general de esta Misa de Navidad, y así explica que Dios ha ha-blado a los hombres de muchas maneras, pero desde el nacimiento de Jesucristo, éste ha sido su Palabra definitiva para el mundo.

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Para la homilía

EL VERBO SE HIZO CARNE

En la noche y la aurora, el escenario era Belén; en la misa del día el lugar del misterio es el mismo Dios y su proyecto de salvación realizado en la encarnación del Hijo y en nuestro propio nacimiento como hijos de Dios.

Porque, si en las misas de medianoche y de la aurora se contemplaba sobre todo el acontecimiento mismo del nacimiento de Jesús, en esta Misa del día se leen textos que nos acercan a lo profundo del misterio, a lo invisible de la obra de Dios que aquella historia manifiesta y vela a la vez. De este modo, la profecía y el salmo responsorial proclaman la finalidad universal de la Encarnación, cuyos beneficios no se restringen a un solo pueblo. En el mismo tono elevado, los prólogos de la carta a los Hebreos y del Evangelio de san Juan anuncian solemnemente las etapas de la salvación, que llegan hasta el misterio del Verbo divino que se hizo carne, y habitó entre nosotros (Jn 1, 14).

Toda la liturgia de la Palabra de esta celebración del día de Navidad está centrada en el mensaje de Dios, en el conocimiento de su plan de salvación que ha revelado en su Hijo. En adelante, el “misterio” será para nosotros no lo que no entendemos, sino por el contrario lo que nos ha sido revelado del designio de salvación de Dios mediante su Hijo, el enviado (cf. Col 1, 25-29). El “misterio” se ha convertido en “apocalipsis” (revelación). La Iglesia medita esta sorprendente pero actual y maravillosa realidad, y canta con entusiasmo con el salmo responsorial 97: Los confines de la tierra han contemplado la victoria

de nuestro Dios… El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia”.

Es la conclusión de una larguísima historia que llega de pronto a su punto culminante con el envío del Verbo. Dios habló a los hombres desde que existe la humanidad y luego de una forma más explícita al pueblo de Israel; pero en estos últimos tiempos, en estos días en que estamos, nos ha hablado por medio de su Hijo (Heb 1, 1-2, Segunda lectura); para nosotros, hoy, a quienes celebramos la Navidad también como expresión de fe en nuestro propio nacimiento a la Vida, porque a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre (Jn 1,12).

En un sermón navideño, san León Magno pronunció estas solemnes palabras: “Reconoce, cristiano, tu dignidad, y puesto que has sido hecho partícipe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro. No olvides que fuiste liberado del poder de las tinieblas y trasladado a la luz y al reino de Dios”. Ésta es la homilía que la Liturgia de las Horas nos presenta este día. Así pues, nuestro reencuentro con Cristo es transformante; no es un encuentro sicológico, de mero sentimiento u oración; a partir de la Encarnación y la Natividad es un encuentro sacramental y verdadero, en la Iglesia y en sus signos. Mediante ellos, hemos conocido a Dios visiblemente.

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Para mí la vida es Cristo

Oración de los fieles

Cuando estamos celebrando el nacimiento de Jesu-cristo, presentemos nuestras oraciones, en la unidad del Espíritu Santo, al Padre que lo ha enviado para nuestra salvación.

Por el papa Benedicto y nuestro arzobispo Car-los, para que el Señor los bendiga en perfecta comunión con la Iglesia, su familia santa, e ilumi-ne al mundo para que escuche con fe su mensaje de salvación, roguemos al Señor.

Para que los gobernantes de las naciones y toda la familia humana acojan la paz y la unidad que trajo el Hijo de Dios a la tierra, roguemos al Señor.

Por las familias, para que vivan la Navidad de forma que transmitan la fe íntegra en Jesucristo, Dios y hombre verdadero, roguemos al Señor.

Para que vayamos con fe al encuentro del Señor, presente en quienes sufren en estos días graves necesidades y en quienes, lejos de sus hogares, sufren la soledad, la enfermedad o la fatiga, ro-guemos al Señor.

Para que recordemos con fe y esperanza a todos los que en otros años celebraban con nosotros estas santas fiestas y han partido de este mun-do: para que en el Reino eterno contemplen el rostro de Cristo, roguemos al Señor.

Padre todopoderoso, llegue hasta ti la oración del pueblo que te invoca al celebrar el nacimiento de tu Unigénito: y concédele cuanto te pide confiadamen-te. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Eclesiástico 3, 2-6.12-14 y Lucas 2, 41-52:

La sabiduría del Antiguo Testamento sigue dándo-nos una buena lección, al explicarnos cómo debe-mos cumplir el mandamiento de honrar a los padres; del mismo modo, Jesús creció y fue educado en el seno de una familia fiel a la ley de Dios, y se sometió a sus padres terrenos sin olvidar su misión como hijo de Dios, como nos lo muestra el Evangelio de esta fiesta.

Salmo responsorial. Salmo 127:

Dichosos los que temen al Señor y siguen sus cami-nos.

Segunda lectura. Colosenses 3, 12-21:

La lectura de san Pablo enseña cómo debe ser la vida de familia vivida en el Señor. Para los cristianos, el amor debe ser la ley suprema tanto en el hogar como en todas sus relaciones sociales.

También pueden proclamarse estas otras lecturas:

Primera lectura y Evangelio. 1 Samuel 20-22. 24-28 y Lucas 2, 41-52:

El joven Samuel fue cedido por su madre al Señor para toda su vida; del mismo modo, el nacimiento de Jesús fue una gracia para la humanidad, y María, junto con José, lo acogieron con amor de padres, respetando el misterio que había en aquel niño.

Salmo responsorial. Salmo 83:

Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

Segunda lectura. 1 Juan 3, 1-2. 21-24:

Nosotros nos llamamos y somos de verdad hijos de Dios, en la familia santa que es la Iglesia, nuestra Madre, en la que fuimos engendrados por el agua y el Espíritu Santo.

30 de diciembre Domingo después de Navidad Sagrada familia: Jesús, María y José

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Para la homilía

JESÚS CRECIÓ EN UNA FAMILIA CREYENTE

La familia en Cristo

Dios se ha revelado en el seno de una familia. Dios quiere vivir con nosotros en la intimidad de una fami-lia, y nosotros tenemos que vivir en familia con Dios. Desde la primera Navidad, y gracias a los sacramen-tos del bautismo y del matrimonio, que continúan la encarnación del Hijo de Dios entre nosotros, todas las familias cristianas reviven el misterio de la Sagra-da Familia. Estamos encargados de revivir en familia todo el amor redentor de Cristo, todo el amor con que él amó a María y José y con que éstos lo amaron a él.

En la familia todos somos responsables de la salva-ción de los demás, porque en ella se crea y se ma-nifiesta lo eterno. La fiesta de la Sagrada Familia celebra este valor continuo de nuestros actos más sencillos de cada día.

La familia está basada en la fe

José y María tuvieron fe, confianza, el uno en el otro, iluminados por el don sobrenatural de la fe que vie-ne de Dios. José y María hubieron de tener fe en su hijo y creyeron siempre en el misterio que había en él. Aunque no siempre comprendían lo que hacía, ni siquiera lo que les decía, tal como nos lo recuerda el Evangelio de esta fiesta; sin embargo pusieron en él su confianza y su madre conservaba todas estas co-sas y las meditaba en su corazón.

Las lecturas que hoy se proclaman nos presentan un ideal de familia en la que se ama mucho más de lo que todos merecen; y al ser amados de este modo, al ser aceptados de esta forma, brota en el seno de la familia una dicha y una bondad que se disfrutan con una seguridad semejante a la que otorga la fe en Dios.

Los esposos mantienen su amor a pesar de los cam-bios de la vida porque creen que el sacramento del matrimonio es una fuente infinita de méritos y de santidad, y porque saben que así están más cerca del Señor, que no al lado de ningún otro en el mundo. Y así también mantienen el amor a sus hijos, porque los aceptan tal como Dios se los ha enviado.

Y los hijos aman y, en su momento, cuidarán a sus padres, no porque sean los mejores, sino porque sa-ben que no podrían respetar la paternidad de Dios si no venerasen, a pesar de todo, aquel primer testi-monio que Dios les ha dado de sí mismo.

La fe libera nuestro amor

Es una fe liberadora; al aceptar que Dios nos man-da amar sin condiciones a todos los miembros de nuestra familia, se nos libra de todos esos pretextos que encontramos sin cesar para no amarnos, para no

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juzgarnos (que es la peor amenaza para mantener el amor). La fe nos proporciona a todos la posibilidad de seguir una carrera sin límites hacia la santidad, en el cumplimiento de los más humildes servicios y de-beres conyugales y familiares.

Como José y María, los padres creyentes rezan con sus hijos las primeras oraciones, y los llevan consigo para celebrar al Señor, cuando acuden al templo, ex-plicándoles el sentido de cada cosa; así alimentan su fe y su vivencia religiosa de la manera más eficaz con que puedan hacerlo.

Concluimos con las palabras del papa en su Carta Porta Fidei (n. 8): “Tendremos la oportunidad de con-fesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras cate-drales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre”.

Oración de los fieles

Imploremos con fe, hermanos, el auxilio divino sobre la santa Iglesia, y oremos a Dios, nuestro Padre, por las necesidades de las familias de todo el mundo.

Por la Santa Iglesia de Dios, para que sea la Es-posa fiel de Jesucristo y madre de los pueblos que vienen a la fe, roguemos al Señor.

Por el Papa Benedicto, por los Obispos, sacerdo-tes y diáconos, y por todos los fieles comprome-tidos en difundir el Evangelio de la vida, rogue-mos al Señor.

Por las familias cristianas, para que transmitan fielmente a los niños y a los jóvenes la fe en Je-sucristo que nos ha llegado desde los apóstoles y los valores humanos y cristianos, roguemos al Señor.

Por los ancianos y los enfermos, por los que tienen carencias físicas o espirituales, para que reciban el trato preferente y lleno de amor que merecen, roguemos al Señor.

Por las autoridades civiles, para que tengan siem-pre presente el valor y la dignidad de la vida hu-mana, en todos los momentos de su desarrollo, y lo expresen en leyes defensoras de este gran bien, roguemos al Señor.

Por todas las familias del mundo, especialmen-te por las que sufren las pruebas del hambre, la guerra, el paro o las catástrofes naturales, para

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que sientan el apoyo de todas las personas de buena voluntad y puedan rehacer sus hogares y sus vidas, roguemos al Señor.

Atiende, Dios misericordioso, al pueblo que te supli-ca y que pone su confianza en tu amor, y su mirada en el hogar de Nazaret. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

1 de enero de 2013 Santa María, Madre de Dios

Un gesto propio del día: Alrededor de la imagen del niño Jesús se pueden poner calendarios del año 2013.

Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Números 6, 22-27 y Lucas 2, 16-21:

La bendición sacerdotal del Antiguo Testamento te-nía como petición fundamental la paz. En este día pedimos este gran don al Príncipe de la paz, que reci-bió en su circuncisión el nombre de Jesús, que quiere decir Dios salva.

Segunda lectura. Gálatas 4, 4-7:

Dios envió a su Hijo nacido de una mujer, como to-dos los humanos. Por ello, María debe ser llamada verdaderamente “Madre de Dios”, como lo celebra-mos en esta Solemnidad.

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Para la homilía

COMENZAMOS CON FE EL AÑO NUEVO

Hoy se juntan varios motivos que motivan esta cele-bración. En primer lugar, es la octava del Nacimiento de Jesús, el día en que se le impuso ese nombre que es ya una invocación: “Dios salva”, y se le incorporó al pueblo de Israel con el rito de la circuncisión; aquella primera sangre ya fue derramada en obediencia a la voluntad del Padre y para la redención del mundo.

Y también comenzamos el año civil con fe, ponién-dolo bajo la protección de María, la Madre del Salva-dor nacido en Belén. Iniciamos 2013 pidiendo por la paz del mundo, en esta jornada mundial de oración por el acuerdo y la amistad entre las naciones.

Un año después, la visión que nos ofrece el mundo no es diferente a la que mostraba el Papa en su men-saje para este día al comienzo de 2012:

“El comienzo de un Año nuevo, don de Dios a la hu-manidad, es una invitación a desear a todos, con mucha confianza y afecto, que este tiempo que te-nemos por delante esté marcado por la justicia y la paz. ¿Con qué actitud debemos mirar el nuevo año? En el salmo 130 encontramos una imagen muy bella. El salmista dice que el hombre de fe aguarda al Se-ñor «más que el centinela la aurora» (v. 6), lo aguar-da con una sólida esperanza, porque sabe que traerá luz, misericordia, salvación. Esta espera nace de la experiencia del pueblo elegido, el cual reconoce que Dios lo ha educado para mirar el mundo en su verdad

y a no dejarse abatir por las tribulaciones. Os invito a abrir el año 2012 con dicha actitud de confianza. Es verdad que en el año que termina ha aumentado el sentimiento de frustración por la crisis que agobia a la sociedad, al mundo del trabajo y la economía; una crisis cuyas raíces son sobre todo culturales y antropológicas. Parece como si un manto de oscu-ridad hubiera descendido sobre nuestro tiempo y no dejara ver con claridad la luz del día. En esta oscuri-dad, sin embargo, el corazón del hombre no cesa de esperar la aurora de la que habla el salmista”.

Así pues, comenzamos el año con fe, con toda nuestra confianza en Dios y en la intercesión de Ma-ría, pedimos la bendición de la paz, cuyo texto se proclama como primera lectura (Números 6,22-27). Podemos confiar en el Padre, pues nos ha adoptado como Hijos mediante el don del Espíritu, de modo que podemos llamarle “¡Abba!” como hacía el mis-mo Jesús (Segunda lectura, Gálatas 4,4-7).

La fe abre un camino esperanzado, como nos dice el Papa Benedicto XVI al final de su Carta Porta Fidei (n. 15): “Que la Palabra del Señor siga avanzando y sea glorificada” (2 Tes 3, 1): que este Año de la Fe haga cada vez más fuerte la relación con Cristo, el Señor, pues sólo en él tenemos la certeza para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y dura-dero. Las palabras del apóstol Pedro proyectan un último rayo de luz sobre la fe: “Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en prue-

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bas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fuego, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os ale-gráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas” (1 Pe 1, 6-9).

La vida de los cristianos conoce la experiencia de la alegría y el sufrimiento. Cuántos santos han experi-mentado la soledad. Cuántos creyentes son proba-dos también en nuestros días por el silencio de Dios, mientras quisieran escuchar su voz consoladora. Las pruebas de la vida, a la vez que permiten comprender el misterio de la Cruz y participar en los sufrimientos de Cristo (cf. Col 1, 24), son preludio de la alegría y la esperanza a la que conduce la fe: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor 12, 10). Nosotros cree-mos con firme certeza que el Señor Jesús ha venci-do el mal y la muerte. Con esta segura confianza nos encomendamos a él: presente entre nosotros, vence el poder del maligno (cf. Lc 11, 20), y la Iglesia, co-munidad visible de su misericordia, permanece en él como signo de la reconciliación definitiva con el Padre.

Oración de los fieles

Oremos al Señor nuestro Dios, que con su mirada abarca los tiempos y el universo.

Por la Iglesia, que peregrina por este mundo en el transcurso de los siglos hasta el gran Día de Jesucristo; para que realice fielmente su misión con libertad y unidad, roguemos al Señor.

Por todos los pueblos de la tierra: para que supe-rando el egoísmo, las guerras y toda clase de vio-lencia, pongan sus bienes al servicio de la gran familia humana, roguemos al Señor.

Para que en este nuevo año y en adelante se res-pete cada vez más la dignidad de las personas y sus derechos fundamentales, en una sociedad más justa y solidaria, roguemos al Señor.

Para que las familias y las comunidades cristia-nas se pongan bajo la protección de María, Ma-dre de Dios y Madre nuestra, para vivir en uni-dad, amor, paz y libertad, roguemos al Señor.

Por nosotros y todos nuestros familiares y ami-gos: para que dediquemos al Señor las primicias de este año, vivamos con fe y en paz todos sus días y, llenos de méritos, veamos con gozo su fin, roguemos al Señor.

Dios Padre todopoderoso, cuyo trono permanece siempre y cuyos años no se acaban, escucha nues-tras plegarias y bendice el año que hoy empieza, para que, en su decurso, no nos falte el pan de cada

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día y encontremos en tu palabra el camino hacia ti. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

6 de enero de 2013 La Epifanía del Señor (6 de enero de 2007)

Un gesto para destacar esta fiesta: Cerca de la imagen del niño Jesús se pone en el suelo un incensario con car-bones encendidos y, en la procesión de las ofrendas, con el pan y el vino y el agua otra persona lleva la naveta del incienso y pone un poco del mismo en el incensario.

Moniciones a las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 60, 1-6 y Mateo 2, 1-12:

El profeta anuncia el misterio que hoy se celebra: la vocación de todas las gentes para que reconozcan en Jesús al Salvador. El Evangelio proclama el cumpli-miento de esta profecía, pero de modo más humil-de, cuando los magos de oriente vinieron a adorar a Jesús, recién nacido en Belén.

Segunda lectura. Efesios 3, 2-3a.5-6:

San Pablo nos dice que ahora se ha revelado el plan eterno de Dios, que tiene como final la manifesta-ción del Salvador a todos los pueblos, representa-dos en este día por los magos de los que nos habla el Evangelio.

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Para la homilía

LA PUERTA DE LA FE, ABIERTA A TODOS LOS PUEBLOS

El misterio de la Epifanía

Éste es el día en que todos los participantes en la sa-grada liturgia contemplamos “la Estrella”, el divino Sol de la justicia. Este día vamos a la Iglesia llevando con adoración nuestras humildes ofrendas al Rey de las naciones. A pesar de nuestra indignidad, somos envueltos por la gracia, recibida en la Palabra salvífi-ca, en los misterios transformados y transformantes del altar, en la Iglesia, Esposa santa.

La triple Epifanía en el año C

Hoy es el día central de la Navidad para nuestros hermanos de rito oriental, que recuerdan los tres momentos de epifanía o manifestación de la gloria divina de Jesús, tal como permanece en las antífonas mayores de la liturgia de las Horas en el rito romano, como la que cantaremos en las vísperas de esta tar-de: Veneramos este día santo, honrado con tres pro-digios: hoy la estrella condujo a los magos al pesebre; hoy, el agua se convirtió en vino en las bodas de Caná; hoy, Cristo fue bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Aleluya.

Esta gran epifanía con sus tres momentos evangé-licos ha sido restaurada en el ciclo del leccionario que leemos este año C, hoy y en los dos próximos domingos, cuando proclamemos sucesivamente los

episodios del Bautismo en el Jordán y de las bodas de Caná (Fiesta del Bautismo del Señor y 2º Domin-go ordinario).

La manifestación del Salvador

La Epifanía es la fiesta de la manifestación de Dios a todos los hombres, más allá de las fronteras huma-nas y geográficas de Israel. Lo esencial del cristianis-mo es que Dios se revela a los hombres, que quiere abrir para todos ellos la puerta de la fe (Hch 14, 27). Que Dios viene a nosotros, que se hace conocer po-niéndose a nuestro nivel, a nuestra altura humana. Lo esencial del Cristianismo es que Dios es conocido y se muestra a todos bajo una forma sensible.

En su trascendencia, Dios supera nuestra inteligen-cia y es incomprensible; pero cuando se revela, es luz y verdad, nos da la luz de la fe y se nos muestra en la verdad de la carne humana; porque nos entrega una religión de encarnación, sacramental, en la que Dios se revela a nuestros sentidos, como se dejó ver y tocar por los Magos.

En todo el Antiguo Testamento, Dios es Epifanía, por medio de hechos como la creación, el Éxodo y la vuel-ta del exilio; y también a través de personajes como Abrahán, Moisés, David, los profetas…; pero prome-te una revelación mayor y más comprometida. De este modo, el profeta Isaías anuncia la novedad de la vida que llega a la ciudad santa, a la Esposa. Ésta

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debe levantarse e iluminarse, porque en adelante el Señor la alumbrará con su gracia. Esta luz atraerá a los pueblos paganos a la Ciudad de Dios, y ésa será la Madre de los vivientes, la Madre de los pueblos, con hijos e hijas sin número. (Primera lectura, Isaías 60,1-6).

Y todo esto se cumple con la venida del Hijo de Dios al mundo; san Pablo proclama la manifestación de la gracia de Dios y de su voluntad salvadora universal revelada ahora directamente a todos los pueblos por el Evangelio de Jesucristo (Segunda lectura, Efesios 3,2-3a.5-6).

El Señor se nos muestra

Dichosos los limpios de corazón: ellos ven a Dios, también en lo sensible, en lo habitual, en lo fami-liar. Dios está ya con nosotros para siempre; y, sobre todo, la liturgia es la Epifanía más auténtica cuando asistimos a ella con fe y con el corazón abierto: allí contemplamos su gloria.

El Señor quiere mostrarse a toda la humanidad

El Año de la Fe nos pide agradecer a Dios este gran don, y también nos estimula a ofrecerlo a los demás. La Nueva evangelización, dirigida a los que muy cerca de nosotros viven sin tener en cuenta a Dios en sus vidas, debe sembrar la inquietud de la salvación en aquellos en los que nuestro Señor quiere abrir “la puerta de la fe”; y ello sin oscurecer nuestra preocu-

pación por la evangelización de los no creyentes, más allá del cristianismo. En este momento histórico de la Iglesia, el Itinerario Diocesano de Renovación es el medio que se nos ofrece para prepararnos a ser agentes eficaces de esta Nueva evangelización.

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Oración de los fieles

Oremos, hermanos y hermanas, a Dios nuestro Pa-dre, que por la encarnación de su Hijo eterno y su Evangelio de gracia, ha abierto a todos los pueblos “la puerta de la fe”.

Por nuestro Santo Padre el papa Benedicto y nuestro arzobispo Carlos, para que con toda la santa Iglesia lleven la luz y la verdad de la fe a los alejados de la Iglesia y a los que no conocen a Jesucristo, roguemos al Señor.

Para que los pastores y fieles de la Iglesia en Va-lencia nos preparemos para la Nueva evangeli-zación, sintamos la urgencia misionera y aprove-chemos el Itinerario Diocesano de Renovación, roguemos al Señor.

Para que todos los pueblos acojan al Rey de las naciones y edifiquen su convivencia sobre las bases del mensaje de verdad, unidad, justicia, amor y libertad que él nos enseñó, roguemos al Señor.

Para que, en esta fiesta familiar, los hogares cris-tianos mantengan y trasmitan la fe en Cristo sal-vador y sean un modelo de acogida para los que lo buscan, roguemos al Señor.

Para que el Señor, con su manifestación, aumen-te nuestra fe, nos confirme en la verdad, nos re-vele lo que ignoramos, afiance lo que conocemos y supla lo que nos falta, roguemos al Señor.

Padre lleno de amor, escucha nuestras oraciones en este día iluminado por la manifestación de tu Hijo, y da nuevo vigor a nuestra fe, para que conozcamos mejor la grandeza y cercanía del Evangelio y lo pro-clamemos en todas partes con la palabra y el ejem-plo. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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13 de enero de 2013 Domingo después de Epifanía

El Bautismo del SeñorUn gesto para resaltar esta fiesta puede ser la bendi-ción y aspersión del agua antes de cada Misa. Tam-bién se podría celebrar el bautismo dentro de una de las Eucaristías de este domingo.

Bendición y aspersión del agua.

Después de venerar el altar y saludar a la asamblea, el sacerdote, desde la sede, dice:

Hoy acaba el tiempo de Navidad y Epifanía, en esta fiesta del Bautismo del Señor. Hoy el Mesías, el “Ungi-do de Dios” anunciado por los profetas, se manifiesta en el Jordán como el siervo humilde de Dios que carga, siendo cordero inocente, con los pecados del mundo. Por eso vamos a pedir, por su mediación, que el agua que vamos a derramar sobre nosotros en recuerdo de nuestro bautismo, avive en nosotros el deseo de la con-versión y alcancemos el perdón de nuestros pecados.

Dos fieles se acercan al celebrante con el acetre y el hi-sopo. El sacerdote bendice el agua con esta fórmula:

Tú que naciste del seno de la Virgen María y te hiciste en todo semejante a nosotros, menos en el pecado. Señor, ten piedad.

R/.Señor, ten piedad.

Tú que fuiste siervo obediente a la voluntad del Padre y creciste al amparo de María y José. Cristo, ten piedad.

R/.Cristo, ten piedad.

Tú que te hiciste obediente hasta la muerte de cruz y resucitaste para nuestra justificación. Señor, ten piedad.

R/.Señor, ten piedad.

El Señor bendiga esta agua que va a ser derramada sobre nosotros en recuerdo de nuestro bautismo y nos guarde siempre bajo su protección. Amén.

El celebrante asperja al pueblo, mientras se entona un canto bautismal, como “Un solo Señor”, luego vuelve a la sede y dice:

Que Dios todopoderoso nos purifique del pecado y, por la celebración de esta eucaristía, nos haga dig-nos de participar del banquete de su reino.

R/. Amén.

Sigue el himno “Gloria a Dios en el cielo” y la oración colecta de la fiesta.

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

Moniciones antes de las lecturas

Primera lectura y Evangelio. Isaías 42, 1-4, 6-7 y Lucas 3, 15-16. 21-22:

En la lectura profética se anuncia al “Siervo de Dios”, el Mesías ungido por el Espíritu. De este modo el Pa-dre mostró a Jesús ante el pueblo en el Bautismo. Comienza la nueva y última etapa de la salvación. Como dice el Salmo responsorial 28, desde los ma-nantiales de las aguas de la creación, Dios bendice ahora a su pueblo con la paz.

Salmo responsorial. Salmo 28:

El Señor bendice a su pueblo con la paz.

Segunda lectura. Hechos de los Apóstoles 10, 34-38:

El bautismo de Jesús fue un anuncio del comienzo de su obra salvadora, que se aplica a los que creen en Él gracias al don de la fe que se recibe y profesa en el nuevo nacimiento del agua y del Espíritu Santo. Jesús vence al mundo por medio de cada creyente verdadero.

También se pueden proclamar estas otras lecturas:

Primera lectura y Evangelio. Isaías 40, 1-5. 9-11 y Lucas 3, 15-16. 21-22:

El profeta anunció la consolación de Israel cuando se revelase la gloria del Señor. Llegado ese momento, Juan el Bautista preparó el camino del Señor, lla-mando al pueblo de Israel a la penitencia. Este deseo de purificación de las conciencias se expresaba con el bautismo, que Jesús quiso también recibir, como aquél que cargaba con todos los pecados de la hu-manidad.

Salmo responsorial. Salmo 10:

Bendice, alma mía, al Señor, ¡Dios mío, qué grande eres!

Segunda lectura. Tito 2, 11-14; 3, 4-7:

San Pablo anuncia que ha llegado el tiempo de la plena manifestación de la gracia de Dios, que nos ha llegado por medio de Jesús, el cual nos ha salvado con el baño del segundo nacimiento y con la renova-ción por el Espíritu Santo.

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Para la homilía

EL BAUTISMO DE JESÚS Y NUESTRO PROPIO BAUTISMO

El comienzo de la vida pública de Jesús

El tiempo de Navidad y Epifanía termina en la fies-ta del Bautismo del Señor; este momento de la vida de Cristo indica el comienzo de su llamada “vida pública” y da final a unos treinta años de existencia sencilla y trabajadora, después de los episodios más reveladores de la infancia de Jesús que han sido ce-lebrados en las inmediatas fechas pasadas. Durante este tiempo acompañaremos a Jesús a lo largo de su “vida pública”, desde su comienzo al ser bautizado por Juan en el Jordán hasta la víspera del comienzo de la Pasión en Jerusalén. En este año C, nuestro guía será el Evangelio según san Lucas, la Buena Noticia de la misericordia, de la preferencia por los pobres y de la presencia del Espíritu Santo en Jesús y en su Iglesia.

La identidad de Jesús, en quien creemos

En el Itinerario Diocesano de Renovación, durante este curso acompañamos a Jesús durante su “vida pública” y, de acuerdo con los cuatro evangelios, el libro guía que se está utilizando comienza con el epi-sodio del bautismo de Jesús, y allí leemos: “La ubi-cación del bautismo al inicio del ministerio público de Jesús merece también nuestra atención. Entre otras cosas, está indicando que lo que Jesús es (Hijo de Dios y Mesías) y la tarea a través de la que ha de

vivir (Siervo) tendrán que ratificarse y desarrollarse coherentemente a lo largo de su itinerario evangéli-co. Así pues, se podría decir que el bautismo entrega al lector de la buena noticia un hilo conductor que le va a guiar a lo largo de su lectura; este hilo conductor tiene su rúbrica en la Pascua, que permitirá procla-mar solemnemente a los discípulos que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y Salvador; aquello que, por otra parte, ya señalaba el Bautismo” (Para mí la vida es Cristo, p. 22).

La fe en la Trinidad

Nuestra fe en el Dios uno y trino se apoya en la ma-nifestación (epifanía) del misterio santísimo del Pa-dre que, en el bautismo en el Jordán, muestra al Hijo hecho hombre ante el mundo y lo unge y consagra con el Espíritu para que sea el Mesías esperado por el pueblo de Dios.

El nacimiento a la vida de la fe en la familia

Debemos estar agradecidos a quienes nos llevaron a la fuente bautismal movidos por la fe. Nuestros pa-dres nos dieron muchas cosas buenas desde el prin-cipio, el alimento, la educación, la lengua materna…, sin preguntarnos si las queríamos, porque creían en su bondad, y no quisieron privarnos de la mejor de ellas. Cuando se cuestiona el bautismo de los niños deberíamos recordar el hermoso texto de san Agus-tín: “La madre Iglesia pone a su disposición los pies de otros para que lleguen, el corazón de otros para que

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Para la lituRgiA

Para mí la vida es Cristo

crean, la lengua de otros para que hagan la profesión de fe; para que, como están enfermos a consecuencia del pecado de otros, así también, cuando hay otros sanos, se salven por la confesión que éstos hacen en su nombre” (Sermón 176, 2). Eso es lo que pensaban nuestros padres, sintiendo a la Iglesia como Madre, dentro de la mejor tradición cristiana; por ello hoy es un día en que debe resonar con más fuerza la confe-sión consciente, personal y comunitaria de nuestra fe, cuando recitemos el Credo.

Oración de los fieles

Oremos, hermanos, a Dios nuestro Padre que escu-che la oración del pueblo congregado en su nombre.

Por la paz de todo el pueblo cristiano y por la unión de los cristianos, nacidos del mismo bau-tismo, roguemos al Señor.

Por la Iglesia que peregrina en Valencia, para que su Itinerario de Renovación cobre nuevo impulso evangelizador, con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, roguemos al Señor.

Por los que gobiernan las naciones y sus pueblos, para que todos llevemos una vida honesta y pa-cífica, como corresponde a quienes Dios ama, roguemos al Señor.

Para que al renovar la gracia de nuestro bautis-mo, se confirme la profesión de nuestra fe, nues-tras vidas sean santificadas y los pecados perdo-nados, roguemos al Señor.

Por los que padecen y viven angustiados por la po-breza, la enfermedad y la soledad, para que escu-chen a aquel que vino para anunciar la Buena Noti-cia a los pobres, y sean aliviados por la caridad que hace auténtica la verdadera fe, roguemos al Señor.

Bendice, Señor, a tu pueblo con la paz; y haz que quienes oramos por todos los hombres caminemos también, como hijos de la luz, por las sendas de tu verdad. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

Para la fAmiliA

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Para la FAMILIA

Para mí la vida es Cristo

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Oraciones para bendecir la mesa

en el tiempo de Adviento-Navidad

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

1ª semana de Adviento

Cuando miro a mi alrededor y observo el mundo, descubro mucho sufrimiento en él. Sufre la tierra con la contaminación, con la sequía, y con todo tipo de desastres naturales. Mucha gente pasa hambre. Co-nocemos familias rotas, niños que carecen de amor, otros padecen las consecuencias de la guerra. Pero gracias a Ti, sabemos que la vida es más fuerte que la muerte, vemos cómo muchos hombres y mujeres trabajan por la paz, organizan proyectos solidarios, se comprometen por cuidar y salvar nuestro entorno natural. Tú, Jesús, eres quien mueves nuestros co-razones, siento tu Presencia a mi lado, descubro tu cercanía y confío y espero en Ti.

BENDICIÓN DE LA MESA

Padre eterno, gracias por estos alimentos.

Abre nuestro ojos a la fe y que veamos con alegría el don más grande que nos otorgas: Tu Hijo Jesucristo.

Amén.

ME FÍO DE TI SEÑOR

8 de diciembreInmaculada Concepción

Desde siempre la figura de la madre ha sido com-pendio de amor y confianza para los hijos.

Desde pequeños hemos encontrado en la palabra “madre” el refugio seguro en nuestros momentos más difíciles.

En María el hijo encuentra el hogar seguro. Por eso acudimos a ella sin miedo de ningún tipo, buscamos en su regazo la sonrisa que necesitamos para dar a nuestra vida alegría, la protección precisa para cami-nar con seguridad.

En los momentos difíciles, cuando a nuestro lado todo lo vemos nublado, se hace más palpable, más real la figura de nuestra madre María.

Ella nos pide nuestro amor de hijos, espera respues-ta confiada a su amor maternal.

Y nuestro amor de hijos debe ser pleno, generoso, sin reservas, desterrando falsos recelos y miedos: es nuestra madre.

Demostraremos que somos buenos hijos si damos nuestro amor a tan buena madre.

MARÍA, MADRE DE TODOS LOS HOMBRES

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Para mí la vida es Cristo

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3ª semana de Adviento

A todos nos gusta recibir regalos. El tiempo de Na-vidad, es propicio para ello. Recuerda y agradece los regalos que te han hecho sentirte feliz. Tú, ¿te has sentido también feliz regalando? ¿Por qué? Jesús, tú eres el mejor regalo de Navidad. Tenemos el corazón abierto para recibirte. Ven, enséñanos la alegría que hay en dar y compartir con los demás.

BENDICIÓN DE LA MESA

Y nos buscas incansablemente, Padre, tú que nos das el alimento, haznos llegar a las fiestas del Nacimiento de tu Hijo Jesucristo, robustecidos por el perdón y sanados de nuestras heridas. Amén.

COMPARTO

2ª semana de Adviento

Jesús: Queremos ser felices. ¿Dónde brota la felici-dad? La anhelamos incansablemente y se nos es-capa de las manos. ¿Será que la buscamos por un camino falso? ¿Será que nos llenamos de cosas que no pueden saciarnos? Mirándote a Ti en el evange-lio te descubrimos como una persona que convoca, atrae, irradia paz y contagia felicidad. Tú cambias la vida de aquellos que se te acercan. Míranos Jesús, Tú que nos quieres felices, llena nuestros corazones de tu Amor. Llévanos de la mano, queremos ser felices y compartir felicidad.

BENDICIÓN DE LA MESA

Bendito seas Padre de Nuestro Señor Jesucristo, al que esperamos con inmensa alegría.

Gracias por esta comida que nos une como familia y nos dispone al servicio de los demás.

CONTIGO SOY FELIZ

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

24 de diciembreCena de Navidad

4ª semana de Adviento

Existen mil maneras de “tocar” los corazones. Más que las palabras son los gestos. Al que tuvo hambre, tú Jesús le diste de comer. Al que tuvo sed, tú Jesús le diste de beber. Al que lloraba, tú Jesús le conso-laste. Al que estaba enfermo, tú Jesús le curaste. Al que estaba solo, tú Jesús le visitaste. Más que las pa-labras son los gestos que tocan los corazones. Hoy nos invitas a pasar a las obras. Nos invitas a ofrecer como regalo un gesto o un servicio, que toque y ale-gre el corazón de alguna persona. Jesús abriste a la entrega el corazón de María tu madre. Abre nuestro corazón para que puedas contar con nosotros.

BENDICIÓN DE LA MESA

Derrama, Señor, tu bendición sobre estos alimentos y tu gracia sobre nuestra familia, que ha conocido por el anuncio del Ángel la Encarnación de tu Hijo, el Salvador del mundo. Amén.

Jesús, Enmanuel, vienes a iluminar nuestras tinie-blas. ¡Gracias! Queremos recibirte con la puerta de nuestro corazón abierta de par en par. Llénanos de tu alegría, de tu ternura, y de tu amor. Jesús, envía-nos a comunicar la luz que de ti hemos recibido, gra-tuitamente.

BENDICIÓN DE LA MESA

Bendice, Señor, nuestra mesa.

Bendice la fraternidad y la armonía que hay entre nosotros.

Danos alegría, paz, salud, pan… durante toda nuestra vida.

Danos fuerza y ternura para ser hombres y mujeres justos donde haya buenos días y muchas noches-buenas, como ésta y la que celebraremos con nuestras familias el 24 de diciembre.

CUENTA CONMIGO ¡GRACIAS, JESÚS!

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Para mí la vida es Cristo

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Queremos decirte una vez más, Señor, que creemos en ti desde nuestro corazón de niños, creemos en ti desde nuestra fe de adultos.

Actúa en medio de nosotros, hombres y mujeres en la Historia, para hacerla tu Reino; para que vivamos reconciliados en la bondad, el amor, la sensibilidad, la justicia…

Signos reales de que nuestro corazón será el pesebre donde Tú vas a nacer una vez más.

Amén.

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

Señor Jesús: Que viviste en familia con María y José.

Hoy quiero pedirte por mi familia, para que te hagas presente en ella y seas su Señor y Salvador.

Bendice a mis seres queridos con tu poder infinito.

Protégelos de todo mal y de todo peligro.

No permitas que nada ni nadie les haga daño y dales salud en el cuerpo y en el alma.

Llena nuestro hogar de tu paz, de tu alegría, de tu cariño.

Derrama tu amor para que sepamos dialogar, entendernos, ayudarnos,

para que aprendamos a acompañarnos y a sostenernos en el duro camino de la vida.

30 de diciembreLa Sagrada Familia

Danos pan y trabajo. Enséñanos a cuidar lo que tenemos y a compartirlo con los demás.

Tómame a mí como instrumento, Jesús, para que llegue a los míos tu luz y tu poder, para que te conozcan y te amen cada día más.

Dame la palabra justa en el momento oportuno, y enséñame lo que tengo que hacer por ellos en cada momento.

Jesús, José y María, preciosa comunidad de Nazaret, ayudarnos a vivir en familia.

Amén.

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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6 de enero de 2013Epifanía del Señor

Con la venida de Cristo se cumplieron las promesas hechas a Israel. En la Epifanía celebramos que Jesús vino a salvar no sólo a Israel sino a todos los pue-blos.

Epifanía quiere decir “manifestación”, iluminación. Celebramos la manifestación de Dios a todos los hombres del mundo, a todas las regiones de la tierra. Jesús ha venido para revelar el amor de Dios a todos los pueblos y ser luz de todas las naciones.

En la Epifanía celebramos el amor de Dios que se re-vela a todos los hombres. Dios quiere la felicidad del mundo entero. Él ama a cada uno de los hombres, y ha venido a salvar a todos los hombres, sin importar su nacionalidad, su color o su raza.

Es un día de alegría y agradecimiento porque al ver la luz del Evangelio, salimos al encuentro de Jesús, lo encontramos y le rendimos nuestra adoración como los magos.

1 de enero de 2013Sta. María, Madre de Dios

—Dice el Evangelio: “Y encontraron al Niño con su Madre: María. No despreciemos este detalle otra vez, el Evangelio nos lo recuerda: el Niño está con su Madre.

— Aprende a amar a Jesús a través de la Virgen.

¡Pide a la Virgen que interceda por ti!

¡Pide a María que te acerque a Jesús!

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

13 de enero de 2013Bautismo del Señor

Porque el bautismo hoy empieza y él lo quiere inaugurar, hoy se ha venido a lavar el Autor de la limpieza.

Aunque es santo y redentor, nos da ejemplo singular: se quiere hoy purificar como cualquier pecador.

Aunque él mismo es la Hermosura y no hay hermosura par, hoy quiere al agua bajar y hermosear nuestra basura.

Nadie lo hubiera pensado: vino el pecado a quitar, y se hace ahora pasar por pecador y pecado.

Gracias, Bondad y Belleza, pues te quisiste humillar y no te pesó lavar tu santidad y pureza.

Amén.

Bendición del Belén

Mirar el belén después de haber puesto nuestra ima-ginación y nuestro cuidado, nos llena de alegría y de satisfacción. En realidad, mirar cualquier belén tras-pasa nuestra piel y llega a nuestro corazón. Esa com-binación de los pasajes más cotidianos de la vida: el labrador arando, el pastor con su rebaño, el carpin-tero serrando… o la profesora enseñando, el depen-diente sonriendo, la señora de la limpieza, el alba-ñil… junto al acontecimiento único e incomprensible del nacimiento de Dios, nos conmueven.

Rostros de admiración ante lo sorprendente y, al mismo tiempo, rostros atentos a ese trabajo/oración entre pucheros, expresados en las figuras.

Gente sencilla, pero sabia, junto a magos, científicos y sabios (cualidades que no siempre van a la par).

En nuestro mundo nace Dios, vive Dios y sufre Dios en quienes sufren.

En nuestro belén también se muestran los graves problemas de nuestro mundo.

En el fondo, nuestro belén es nuestro mundo, en el que encontramos la gente necesitada del Dios que nace y la gente que trabaja por quienes no tienen trabajo, por quienes están enfermos, pasan hambre, sufren la violencia…

Casa del pan, casa de todos

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 266

Para mí la vida es Cristo

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

Rito de laBendición del Belén

Reunida la familia, el padre o la madre dice:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Todos hacen la señal de la cruz y responden:

Amén.

Quien dirige la celebración continúa:

Alabemos y demos gracias al Señor que tanto nos ha amado que nos ha enviado su Hijo.

Todos responden:

Benditos seas por siempre, Señor.

Bendice, Señor, este belén que hemos construido con cuidado.

Un belén con las personas humildes de quien te ocupas, de quien quieres que nos ocupemos.

Bendice, Señor, este belén en el que no queremos faltar nosotros acudiendo con nuestras carencias e inseguridades a ti, pequeño y débil.

Bendice, Señor, este belén que te representa humilde y solidario con las víctimas de una crisis económica, de una crisis de valores, de una crisis de visión.

Viéndote pequeño, pobre y necesitado no te reconocieron.

Bendice, Señor, este belén acogedor para que nuestro hogar sea casa de solidaridad más que de consumismo; para que nuestra familia sea pesebre abierto más que posada cerrada; para que nuestra fe dé frutos de convivencia y crezca como el Jesús que quiso nacer entre nosotros.

Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Oración

Benedicció del Betlem

Quan contemplem el betlem després d’haver-hi po-sat la nostra imaginació i la nostra cura, ens ompli d’alegria i satisfacció. En realitat, mirar qualsevol betlem traspassa la nostra pell i ens arriba fins al cor. Aquesta combinació dels passatges més quotidians de la vida: el llaurador amb les mans a la rella, el pas-tor amb el seu ramat, el fuster serrant... o, per què no, la professora ensenyant, el botiguer somrient, la dona de la neteja, l’obrer... tot plegat, junt a l’esdeve-niment únic i incomprensible del naixement de Déu, ens commouen.

Rostres d’admiració davant allò sorprenent i, alhora, rostres atents a eixe treball/pregària entre “putxe-ros”, expressat en les figuretes.

Gent senzilla, però sabia, junt als mags, científics i sa-vis (qualitats que no sempre van de la mà).

Al nostre món naix Déu, viu Déu i pateix Déu amb els qui pateixen.

Al nostre betlem també es mostren els greus proble-mes del nostre món.

A la fi, el nostre betlem és el nostre món, on hi tro-bem gent necessitada del Déu que naix i la gent que treballa pels qui no tenen treball, pels qui estan ma-lalts, passen fam, pateixen violència...

Casa del pa, casa de tots

Para mí la vida es Cristo

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 268

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

Ritus de laBenedicció del Betlem Oració

Reunida la família, el pare o la mare diu:

En el nom del Pare, i del Fill, i de l’Esperit Sant.

Tots fan la senyal de la creu i responen:

Amén.

El qui dirigeix la celebració pot dir:

Lloem i donem gràcies al Senyor, que tant ens ha estimat que ens ha enviat el seu Fill.

Tots responen:

Beneït sigues per sempre, Senyor.

Beneïu, Senyor, aquest betlem que hem construït amb cura.

Un betlem amb les persones humils de qui te n’ocupes, de qui vols que ens ocupem.

Beneïu, Senyor, aquest betlem en el que no volem faltar nosaltres arribant amb les nostres mancances i inseguretats a Vós, menut i feble.

Beneïu, Senyor, aquest betlem que et representa humil i solidari amb les víctimes d’una crisi econòmica, d’una crisi de valors, d’una crisi de visió.

Veient-te menut, pobre i nu no et van reconéixer.

Beneïu, Senyor, aquest betlem acollidor per que la nostra llar siga casa de solidaritat més que de consumisme; per que la nostra família siga establia oberta més que posada tancada; per que la nostra fe done fruits de convivència i cresca com el Jesús que va voler nàixer entre nosaltres.

Per Crist, Senyor nostre. Amén.

Bendición del Árbol de Navidad

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

R/. Amén.

Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo, nacido por nosotros de Santa María Virgen, esté con vosotros.

R/. Y con tu espíritu.

Ritos iniciales

Para mí la vida es Cristo

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

Monición introductoria

En estas fiestas de alegría y de luz, celebramos la bendición del árbol de navidad que presidirá nuestra vida de familia, de amistad y de comunidad fraterna. Este árbol ha de ser el símbolo de la presencia de la Vida aparecida en Belén y el signo de la entrada del Reino de Dios en el mundo.

Apocalipsis 22, 1-5

El ángel me mostró un río de agua de vida, reluciente como el cristal, que brotaba del trono de Dios y del Cordero. En medio de su plaza, a un lado y a otro del río, hay un árbol de vida que da doce frutos, uno cada mes. Y las hojas del árbol sirven para la curación de las naciones. Y no habrá maldición alguna. Y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le darán culto. Y verán su rostro, y su nombre está sobre sus frentes. Y ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial

Sal 91, 2-3, 13-14, 15

R/. Es bueno dar gracias al Señor.

Es bueno dar gracias al Señor y tañer para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia y por la noche tu fidelidad.

R/. Es bueno dar gracias al Señor.

El justo crecerá como la palmera, se alzará como cedro del Líbano; plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios.

R/. Es bueno dar gracias al Señor.

En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso.

R/. Es bueno dar gracias al Señor.

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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“Un poeta, que nació cerca de Alemania y vivió a ori-llas del lago de Costanza, veía en los árboles predica-dores eficaces: «No imparten enseñanzas o recetas, anuncian la ley fundamental de la vida».

Con su florecimiento en primavera, su madurez en verano, sus frutos en otoño y su muerte en invierno, el árbol nos habla del misterio de la vida. Por este motivo, ya desde los tiempos antiguos, los hombres recurrieron a la imagen del árbol para referirse a las cuestiones fundamentales de su vida.

Por desgracia, en nuestra época el árbol es también un espejo elocuente de la forma en que el hombre a veces trata el medio ambiente, la creación de Dios. Los árboles que mueren son una constatación calla-da de que existen personas que evidentemente no consideran un don ni la vida ni la creación, sino que sólo buscan su beneficio. Poco a poco resulta claro que donde los árboles se secan, al final el hombre sale perdiendo”.

(Juan Pablo II, diciembre 1998)

Comentario Oración

Bendice, Señor, este árbol que nos enseña que las personas necesitamos profundizar nuestras raíces en tierra fértil y firme, y así crecer para tomar la luz del sol y resistir los vientos que nos sacuden.

Que el árbol de la vida sea el eje que nos guíe en tiempos de crisis.

Que el árbol de la vida llene de luz nuestras oscuridades.

Que el árbol de la vida nos hable de quien es salud para nosotros y creador del universo entero.

Que este árbol de Navidad, que presidirá nuestra convivencia, nos recuerde tu presencia que todo lo vivifica.

Por Cristo, Señor nuestro.

Amén.

Benedicció de l’Arbre de Nadal

En el nom del Pare i del Fill i de l’Esperit Sant.

R/. Amén.

Que la gràcia de nostre Senyor Jesucrist, nascut per nosaltres de santa Maria Verge, siga amb tots vosaltres.

R/. I amb el vostre esperit.

Ritus inicials

Para la fAmiliA

73Para mí la vida es Cristo

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Monició introductòria

En aquestes festes d’alegria i de llum, celebrarem la benedicció de l’arbre nadalenc que presidirà la nostra vida de família, d’amistat i de comunitat fraterna. Aquest arbre ha de ser el símbol de la presència de la Vida apareguda a Betlem i el signe de l’entrada del Regne de Déu en el món.

Apocalipsi 22, 1-5

L’arbre de la vida

L’àngel em va ensenyar el riu de l’aigua de la vida, transparent com cristall, que naixia del tron de Déu i de l’Anyell. Al mig del carrer principal de la ciutat, a banda i banda del riu, creixia l’arbre de la vida, que dóna fruit cada mes, dotze vegades l’any, i les seues fulles són medicinals per a tots els pobles. En aquella ciutat no hi haurà res sotmès a la maledicció de Déu. Déu i l’Anyell hi tindran el seu tron. Els seus servents l’adoraran, el voran cara a cara i portaran el nom d’ell escrit al front. No hi haurà més nit, ni caldrà la llum dels cresols o la del sol; Déu mateix, el Senyor, els il·luminarà. I regnaran pels segles dels segles.

Paraula de Déu.

Salm responsorial

Sal 91, 2-3, 13-14, 15

R/. És bo de lloar-vos, Senyor.

És bo de lloar l’Altíssim, de cantar al vostre nom, Senyor, de proclamar al matí el vostre amor, i de nit, la vostra fidelitat.

R/. És bo de lloar-vos, Senyor.

Els justos creixeran com les palmeres, es faran grans com els cedres del Líban; plantats a la casa del Senyor, creixeran als atris del nostre Déu.

R/. És bo de lloar-vos, Senyor.

Encara donaran fruit a la vellesa, continuaran plens d’ufana i de vigor.

R/. És bo de lloar-vos, Senyor.

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Para la fAmiliA

Para mí la vida es Cristo

“Un poeta que va nàixer prop d’Alemanya i va viure vora el llac de Constança, veia en els arbres predica-dors eficaços: «No imparteixen ensenyaments ni re-ceptes, anuncien la llei fonamental de la vida».

Amb el seu floriment en primavera, la seua madure-sa durant l’estiu, els seus fruits a la tardor i la mort a l’hivern, l’arbre ens parla del misteri de la vida. Per aquest motiu, ja des dels temps antics, els hòmens van fer ús de la imatge de l’arbre per a referir-se a les qüestions fonamentals de la seua vida.

Per desgràcia, en la nostra època l’arbre és també un espill eloqüent de la forma en què l’home de vegades tracta el medi ambient, la creació de Déu. Els arbres que moren són una constatació callada que exis-teixen persones que, evidentment, no consideren un do ni la vida ni la creació, sinó que sols busquen el seu benefici. Poc a poc resulta clar que on els arbres s’assequen, a la fi l’home ix perdent”.

(Joan Pau II, desembre 1998)

Comentari Oració

Beneïu, Pare, aquest arbre que ens ensenya que les persones necessitem enfonsar les nostres arrels en terra fèrtil i ferma, i així créixer per prendre la llum del sol i resistir els vents que ens sacsegen.

Que l’arbre de la vida siga l’eix que ens guie en temps de crisi.

Que l’arbre de la vida òmpliga de llum les nostres foscors.

Que l’arbre de la vida ens parle de qui és salut per a nosaltres i creador de l’univers sencer.

Que aquest arbre de Nadal, que presidirà la nostra convivència, ens recorde la vostra presència que tot ho vivifica.

Per Crist, Senyor nostre.

Amén.

CAlendARio de Adviento

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CALENDARIO de Adviento

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Este calendario estará disponible el primer domingo de Adviento en:

www.archivalencia.orgwww.idrvalencia.org

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CAlendARio de Adviento

Para mí la vida es Cristo

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Para la PARRoquiA

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Para la PARROQUIA

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La Iglesia, en la Reforma Litúrgica posterior al Concilio Vaticano II, recuerda y celebra en el Adviento dos aspectos que nos entrega la historia de este tiempo litúrgico:

• el Nacimiento de Jesús en Belén, primera venida, y

• su vuelta gloriosa al final de los tiempos, segunda venida.

El Adviento es pues un tiempo de gracia que nos ofrece una renovada oferta de una preparación espiritual al tiempo litúrgico de Navidad y de la Epifanía, es decir, de estas dos manifestaciones del Señor como nuestro Salvador, pero sin olvidar su Parusía final.

Este tiempo de gracia nos invita a redescubrir el sentido cristiano del Adviento y de la Navidad en nuestra vida, en el barrio, en la vida parroquial.

En este Año de la Fe, recordatorio del 50º aniversario del inicio del Concilio Vaticano II el Adviento es el tiempo en el que los cristianos estamos llamados a despertar en nuestro corazón la esperanza de renovarnos y así, evangelizando, renovar el mundo con la ayuda de Dios.

A los 50 años del inicio del Concilio Vaticano II, recordamos la esperanza e ilusión con que el Papa Juan XXIII lo anunció e inició. Recordamos la constitución Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual, un texto profundamente impregnado de esperanza cristiana. En particular, al número 39, titulado “Tierra nueva y cielo nuevo”. En él leemos: “La revelación nos enseña que Dios ha preparado una

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nueva morada y una nueva tierra en la que habita la justicia (cf. 2 Cor 5, 2; 2 Pe 3, 13). (…) No obstante, la espera de una tierra nueva no debe debilitar, sino más bien avivar la preocupación de cultivar esta tierra”.

En efecto, recogeremos los frutos de nuestro trabajo cuando Cristo entregue al Padre su reino eterno y universal. María santísima, Virgen del Adviento, nos obtenga vivir este tiempo de gracia siendo vigilantes y laboriosos, en espera del Señor.

Os proponemos varias pistas de trabajo que renueven y fortalezcan nuestra vida espiritual de comunión eclesial y con el conjunto de la creación, renovación personal, familiar y de la comunidad parroquial, en la que estamos llamados a vivir este tiempo de gracia y bendición.

Os proponemos desde nuestra Comisión de Espiri-tualidad los siguientes materiales:

• Textos del Concilio Vaticano II para las semanas de Adviento Navidad.

• Un modelo de novena con los Personajes de Fe para el Adviento.

Las novenas son una práctica religiosa muy apreciada por el pueblo sencillo. A través de nueve días seguidos se realiza un camino de oración y encuentro con la Palabra Revelada en una actitud oyente y al mismo tiempo orante al modo de la Virgen María, figura privilegiada y modélica en el tiempo de Adviento.

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1ª Semana de AdvientoGS, 1. “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. La comunidad cristiana está integrada por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”.

GS, 21. “La Iglesia afirma que el reconocimiento de Dios no se opone en modo alguno a la dignidad humana, ya que esta dignidad tiene en el mismo Dios su fundamento y perfección. Es Dios creador el que constituye al hombre inteligente y libre en la sociedad. Y, sobre todo, el hombre es llamado, como hijo, a la unión con Dios y a la participación de su felicidad. Enseña además la Iglesia que la esperanza escatológica no merma la importancia de las tareas temporales, sino que más bien proporciona nuevos motivos de apoyo para su ejercicio. Cuando, por el contrario, faltan ese fundamento divino y esa esperanza de la vida eterna, la dignidad humana sufre lesiones gravísimas —es lo que hoy con frecuencia sucede—, y los enigmas de la vida y de la muerte, de la culpa y del dolor, quedan sin solucionar, llevando no raramente al hombre a la desesperación”.

Motivo y finalidad de esta selección de textos del Concilio Vaticano II:

Provocar en el Año de la Fe la actitud que nos lleve a conocer lo que el Espíritu pide hoy a la Iglesia a través del mensaje del Concilio Vaticano II.

Con este fin, las Vicarías, ofrecen algunos textos del propio Concilio que evocan especialmente el tiempo de Adviento y Navidad para que sean objeto de reflexión personal y comunitaria.

Hemos tenido en cuenta temas relacionados con Esperanza, Profetas, María, Encarnación, Paz.

Textos del Concilio Vaticano II

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2ª Semana de AdvientoGS, 78. “Esta paz en la tierra no se puede lograr si no se asegura el bien de las personas y la comunicación espontánea entre los hombres de sus riquezas de orden intelectual y espiritual. Es absolutamente necesario el firme propósito de respetar a los demás hombres y pueblos, así como su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad en orden a construir la paz. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa todo lo que la justicia puede realizar.

La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo, que procede de Dios Padre. En efecto, el propio Hijo encarnado, Príncipe de la paz, ha reconciliado con Dios a todos los hombres por medio de su cruz, y, reconstituyendo en un solo pueblo y en un solo cuerpo la unidad del género humano, ha dado muerte al odio en su propia carne y, después del triunfo de su resurrección, ha infundido el Espíritu de amor en el corazón de los hombres.

Por lo cual, se llama insistentemente la atención de todos los cristianos para que, viviendo con sinceridad en la caridad (Ef 4,15), se unan con los hombres realmente pacíficos para implorar y establecer la paz”.

GS, 80. “Toda acción bélica que tienda indiscrimina-damente a la destrucción de ciudades enteras o de extensas regiones junto con sus habitantes, es un crimen contra Dios y la humanidad que hay que con-denar con firmeza y sin vacilaciones”.

3ª Semana de AdvientoAA. 4. Siendo Cristo, enviado por el Padre, fuente y origen de todo el apostolado de la Iglesia, es evidente que la fecundidad del apostolado seglar depende de su unión vital con Cristo, porque dice el Señor: “El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí nada podéis hacer” (Jn 15,4-5). Esta vida de unión íntima con Cristo en la Iglesia se nutre de auxilios espirituales, que son comunes a todos los fieles, sobre todo por la participación activa en la Sagrada Liturgia, de tal forma los han de utilizar los fieles que, mientras cumplen debidamente las obligaciones del mundo en las circunstancias ordinarias de la vida, no separen la unión con Cristo de las actividades de su vida, sino que han de crecer en ella cumpliendo su deber según la voluntad de Dios.

Impulsados por la caridad que procede de Dios hacen el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe (Cf. Gál 6,10), despojándose “de toda maldad y de todo engaño, de hipocresías, envidias y maledicencias” (1 Pe 2,1), atrayendo de esta forma los hombres a Cristo. Mas la caridad de Dios que “se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado” (Rom 5,5) hace a los seglares capaces de expresar realmente en su vida el espíritu de las Bienaventuranzas. Siguiendo a Cristo pobre, ni se abaten por la escasez ni se ensoberbece por la abundancia de los bienes temporales; imitando a Cristo humilde, no ambicionan la gloria vana (Cf. Gál 5,26) sino que procuran agradar a Dios antes que a los hombres,

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preparados siempre a dejarlo todo por Cristo (Cf. Lc 14,26), a padecer persecución por la justicia (Cf. Mt 5,10), recordando las palabras del Señor: “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). Cultivando entre sí la amistad cristiana, se ayudan mutuamente en cualquier necesidad.

4ª Semana de AdvientoLG, 61. “La Santísima Virgen, predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la encarnación del Verbo, por disposición de la divina Providencia, fue en la tierra la Madre excelsa del divino Redentor, compañera singularmente generosa entre todas las demás criaturas y humilde esclava del Señor. Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia”.

LG, 12. “El Pueblo santo de Dios participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad y ofreciendo a Dios el sacrificio de alabanza, que es fruto de los labios que confiesan su nombre (cf. Heb 13.15)”.

“Con este sentido de la fe, que el Espíritu de verdad suscita y mantiene, el Pueblo de Dios se adhiere indefectiblemente «a la fe confiada de una vez para siempre a los santos» (Judas 3), penetra más profundamente en ella con juicio certero y le da más plena aplicación en la vida, guiado en todo por el sagrado Magisterio, sometiéndose al cual no acepta ya una palabra de hombres, sino la verdadera palabra de Dios (cf. 1 Tes 2,13)”.

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Semana de NavidadGE 3. “Puesto que los padres han dado la vida a los hijos, están gravemente obligados a la educación de la prole y, por tanto, ellos son los primeros y principales educadores. Este deber de la educación familiar es de tanta trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. Es, pues, obligación de los padres formar un ambiente familiar animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación íntegra personal y social de los hijos. La familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales, de las que todas las sociedades necesitan. Sobre todo, en la familia cristiana, enriquecida con la gracia del sacramento y los deberes del matrimonio, es necesario que los hijos aprendan desde sus primeros años a conocer la fe recibida en el bautismo. En ella sienten la primera experiencia de una sana sociedad humana y de la Iglesia. Por medio de la familia, por fin, se introducen fácilmente en la sociedad civil y en el Pueblo de Dios. Consideren, pues, atentamente los padres la importancia que tiene la familia verdaderamente cristiana para la vida y el progreso del Pueblo de Dios.

SC 102. La santa madre Iglesia… en el círculo del año desarrolla todo el misterio de cristo, desde la Encar-nación y la Navidad hasta la Ascensión, Pentecostés y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Señor. Conmemorando así los misterios de la Reden-ción, abre las riquezas del poder santificador y de los méritos de su Señor, de tal manera que, en cierto modo, se hacen presentes en todo tiempo para que

puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y lle-narse de la gracia de la salvación.

103. En la celebración de este círculo anual de los misterios de Cristo, la santa Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica del su Hijo; en Ella, la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la Redención y la contempla gozosamente, como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser.

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2ª Semana de NavidadLa obra de la salvación se realiza en Cristo

5. Dios, que “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4), “habiendo hablado antiguamente en muchas ocasiones de diferentes maneras a nuestros padres por medio de los profetas” (Heb 1,1), cuando llegó la plenitud de los tiempos envió a su Hijo, el Verbo hecho carne, ungido por el Espíritu Santo, para evangelizar a los pobres y curar a los contritos de corazón, como “médico corporal y espiritual”, mediador entre Dios y los hombres. En efecto, su humanidad, unida a la persona del Verbo, fue instrumento de nuestra salvación. Por esto en Cristo se realizó plenamente nuestra reconciliación y se nos dio la plenitud del culto divino. Esta obra de redención humana y de la perfecta glorificación de Dios, preparada por las maravillas que Dios obró en el pueblo de la Antigua Alianza, Cristo la realizó principalmente por el misterio pascual de su bienaventurada pasión. Resurrección de entre los muertos y gloriosa Ascensión. Por este misterio, “con su Muerte destruyó nuestra muerte y con su Resurrección restauró nuestra vida. Pues el costado de Cristo dormido en la cruz nació “el sacramento admirable de la Iglesia entera”.

La cooperativa con los hermanos separados

UR 12. Todos los cristianos deben confesar delante del mundo entero su fe en Dios uno y trino, en el Hijo de Dios encarnado, Redentor y Señor nuestro, y con empeño común en su mutuo aprecio den testimonio de nuestra esperanza, que no confunde.

Como en estos tiempos se exige una colaboración amplísima en el campo social, todos los hombres son llamados a esta empresa común, sobre todo los que creen en Dios y aún más singularmente todos los cristianos, por verse honrados con el nombre de Cristo.

La cooperación de todos los cristianos expresa vivamente la unión con la que ya están vinculados y presenta con luz más radiante la imagen de Cristo Siervo. Esta cooperación, establecida ya en no pocas naciones, debe ir perfeccionándose más y más, sobre todo en las regiones desarrolladas social y técnicamente, ya en el justo aprecio de la dignidad de la persona humana, ya procurando el bien de la paz, ya en la aplicación social del Evangelio, ya en el progreso de las ciencias y de las artes, con espíritu cristiano, ya en la aplicación de cualquier género de remedio contra los infortunios de nuestros tiempos, como son el hambre y las calamidades, el analfabetismo y la miseria, la escasez de viviendas y la distribución injusta de las riquezas.

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Una Novena para el tiempo de Adviento y Navidad Modelos de Fe para el tiempo de Adviento y Navidad

En este Año de la Fe y en el marco del Itinerario de Renovación en el que está inmersa nuestra Diócesis os proponemos un recorrido de nueve días basado en textos de la Palabra de Dios, para meditar y re-flexionar sobre los personajes que nos ofrece el Ad-viento y la Navidad, todos ellos de fe probada. Ellos nos permitirán adentrarnos en el misterio de la en-carnación del Hijo de Dios, Dios que llega a nosotros para dar a conocer su rostro y su proyecto de Amor, Justicia y Paz para todos los pueblos.

Os proponemos estas reflexiones a modo de novena que se puede realizar en forma personal o comuni-taria. Después de la lectura bíblica recomendamos hacer un ejercicio de re-construir el texto, es decir volver a contarlo con tus propias palabras, para re-cordarlo mejor. Luego se puede leer otra vez. En el momento de la oración puedes agregar tus propias intenciones o compartir en el grupo las de todos.

Cuatro son los grandes personajes del Adviento en espera, en preparación y anuncio del Dios que llega, del Señor que se acerca. El primero de ellos es el pro-feta Isaías. En el Nuevo Testamento destacan Juan el Bautista, auténtico prototipo del adviento, María de Nazaret y su esposo José. Para completar el ci-clo de Navidad añadimos los pastores, los magos de Oriente y el Emmanuel “Dios con nosotros” por la actitud de Fe que suscita.

Seguimos cada día el siguiente esquema:

Nombre del modelo de fe del día.Texto Bíblico.Guía para la reflexión.

Mensaje.

Oración.Para nuestra vida.

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Texto bíblico

“Volvió Yahveh a hablar a Ajaz diciendo:

«Pide para ti una señal de Yahveh tu Dios en lo profun-do del seol o en lo más alto». Dijo Ajaz: «No la pediré, no tentaré a Yahveh».

Dijo Isaías: «Oíd, pues, casa de David: ¿Os parece poco cansar a los hombres, que cansáis también a mi Dios?

Pues bien, el Señor mismo va a daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.

Cuajada y miel comerá hasta que sepa rehusar lo malo y elegir lo bueno.

Porque antes que sepa el niño rehusar lo malo y elegir lo bueno, será abandonado el territorio cuyos dos re-yes te dan miedo.

Yahveh atraerá sobre ti y sobre tu pueblo y sobre la casa de tu padre, días cuales no los hubo desde aquel en que se apartó Efraím de Judá (el rey de Asur)»” (Isaías 7, 10-17).

Guía para la reflexión

· ¿Quién fue Isaías?· ¿Cada uno de nosotros por el Bautismo somos

profetas?· ¿Qué significa ser profeta en nuestra tiempo

y sociedad?

Mensaje

Isaías es el profeta por excelencia del tiempo de la espera; está asombrosamente cercano, es de los nuestros, de hoy. Lo está por su deseo de liberación, su deseo de lo absoluto de Dios; en su arte literario, encontramos su gusto por la imagen desnuda pero fuerte hasta la crudeza.

El profeta Isaías se muestra emocionado por el es-plendor futuro del Reino de Dios que se inaugura con la venida de un Príncipe de paz y justicia. Encontra-mos en Isaías ese poder tranquilo e inquebrantable del que está poseído por el Espíritu que anuncia, sin otra alternativa y como pesándole lo que le dicta el Señor.

Primer día

La figura de la espera de Isaías

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Oración

Señor, ayúdanos a descubrir y aceptar en nuestra vida personal y eclesial la esperanza mesiánica que expresa Isaías en su mensaje. Ayúdanos a cambiar nuestro corazón, y como Isaías valerosamente cum-plir nuestra misión: de vivir y anunciar la Buena nue-va del Evangelio.

Para nuestra vida

En este Año de la Fe estamos llamados a revitali-zar nuestra Fe, a decirle al Señor: “Señor, aumente nuestra Fe”.

Siempre en la Revelación se ve como sobrevive una parte del pueblo, que hereda las promesas divinas. Esta fe implica un completo abandono en Dios, que dirige la historia, presupone aceptar con fee la pa-labra divina y esperar la salvación únicamente de Dios.

La fe hace posible que podamos participar en la sal-vación. Ésta se concibe como un reino de justicia, de paz, de libertad, de luz y de alegría. Dejemos que la Fe y la Esperanza llenen nuestros corazones y se ma-nifiesten en nuestras obras.

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Texto Bíblico

“Por aquellos días aparece Juan el Bautista, procla-mando en el desierto de Judea:

«Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos».

Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: «Voz del que clama en el desierto: Preparad el ca-mino del Señor, enderezad sus sendas».

Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre.

Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán y eran bautizados por él en el río Jor-dán, confesando sus pecados.

Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha en-señado a huir de la ira inminente?

Dad, pues, fruto digno de conversión»” (Mt 3, 1-6).

Guía para la reflexión

· ¿Qué conocemos de Juan el Bautista? ¿Quiénes eran sus padres?

· ¿Dónde comienza la predicación de Juan? ¿Qué sentido tiene este lugar en la Biblia (recordar otras escenas bíblicas que suceden en el mismo lugar)?

· ¿Cómo vestía y vivía Juan?· ¿Cuál era su mensaje para el pueblo?

Mensaje

“Juan” significa “Yahvé es favorable”. Se presen-ta como profeta del Señor. El lugar donde predica, el desierto, y su estilo de vida austero recordaban a otros grandes profetas del pueblo israelita (por ejemplo Elías). Juan retoma la predicación del profe-ta Isaías anunciando la llegada del Mesías, el enviado de Dios para traer una Buena Noticia de Liberación, y por esto invita al pueblo a cambiar de vida.

Oración

Señor, ayúdanos a cambiar en nuestro corazón para empezar en este Adviento un camino que nos acer-que más a tu presencia.

Señor danos fortaleza para anunciar y vivir los valores del Reino y saber llevar a nuestras familias y comunida-des el mensaje de esperanza del Adviento y Navidad.

Segundo día

Juan el Bautista, la voz que grita en el desierto

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Para nuestra vida

En el mes de octubre se convocó y clausuró el Sínodo de los obispos sobre la nueva evangelización.

En la homilía conclusiva, Benedicto XVI explicó las tres líneas pastorales que han surgido en la asam-blea para responder a “la urgencia de anunciar nuevamente a Cristo allá donde la luz de la fe se ha debilitado, allá donde el fuego de Dios es como un rescoldo”.

La primera de estas líneas es el redescubrimiento de los sacramentos. Preparar bien el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. La importancia de la penitencia y la necesidad de que los católicos aspi-ren a ser santos. “Se ha repetido muchas veces que los verdaderos protagonistas de la nueva evangeli-zación son los santos: ellos hablan un lenguaje com-prensible para todos”.

La segunda clave señalada por el Papa está conec-tada con la llamada “misión ad gentes”. La Iglesia, recordó el Papa, no debe abandonar su vocación misionera, ya sea en África, Asia y Oceanía o en Oc-cidente. En los países de antigua tradición cristiana también es necesaria la misión debido a la inmigra-ción.

La última clave para que tenga éxito la nueva evan-gelización tiene como protagonistas a las personas

que se han cansado u olvidado de ser cristianas. “La Iglesia intenta utilizar también métodos nuevos, usando asimismo nuevos lenguajes”, comentó Be-nedicto XVI, subrayando que la actitud hacia los ale-jados debe ser de “diálogo y de amistad”.

Desde nuestra condición de bautizados estamos lla-mados a vivir esta nueva evangelización, de forma particular en este Año de la Fe.

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Texto Bíblico

“Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué sig-nificaría aquel saludo.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.

El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Se-ñor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no ten-drá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?».

El ángel le respondió:

«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísi-mo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban esté-ril, porque ninguna cosa es imposible para Dios».

Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí se-gún tu palabra». Y el ángel dejándola se fue” (Lc. 1, 26-38).

Guía para la reflexión

· ¿Qué personajes aparecen en el texto?· ¿Qué datos nos da sobre María?· Reconstruir el diálogo entre el ángel enviado por

Dios y María, ¿qué dice el ángel? ¿Qué responde María?

· ¿Qué actitudes de María nos revela esta escena de su vida?

· ¿Qué significa ser discípulo del Señor a la luz del testimonio de María?

Mensaje

María era una joven comprometida para casarse, en un sencillo y pequeño pueblo de Nazaret. En el me-dio de su vida cotidiana Dios le hace una propuesta y ella responde que sí con toda su vida. Nos muestra con su ejemplo que ser discípulo comienza por tener un oído atento a la palabra del Señor (ver Is 50, 1-4) y no resistirse a su proyecto, entregando toda la exis-tencia para hacer su voluntad.

Oración

Señor, enséñanos a escuchar tu palabra, y a compro-meter nuestra vida entera para ser verdaderos ser-vidores de tu Reino, como María nos enseña con su ejemplo.

Tercer día

María, discípula y servidora del Señor

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Para nuestra vida

Este tiempo de Adviento es una buena oportunidad para escuchar mejor la Palabra de Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica resume de modo sintético y eficaz el valor decisivo para toda la hu-manidad del consentimiento libre de María al plan divino de la salvación: “La Virgen María colaboró por su fe y obediencia libres a la salvación de los hom-bres. Ella pronunció su “fiat” “loco totius humanae naturae” (“ocupando el lugar de toda la naturaleza humana”). Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes” (n. 511).

María, con su modo de actuar, nos recuerda la grave responsabilidad que cada uno tiene de acoger el plan divino sobre la propia vida. Obedeciendo sin reser-vas a la voluntad salvífica de Dios que se le manifestó a través de las palabras del ángel, se presenta como modelo para aquellos a quienes el Señor proclama bienaventurados, porque “oyen la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11, 28).

En la encíclica Redemptoris Mater decía el Beato Juan Pablo II: “¿no es tal vez María la primera entre «aque-llos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen»? Y por consiguiente, ¿no se refiere sobre todo a ella aquella bendición pronunciada por Jesús en respuesta a las palabras de la mujer anónima?” (n. 20). Así, en cierto sentido, a María se la proclama la primera discí-

pula de su Hijo (cf. ib.) y, con su ejemplo, invita a todos los creyentes a responder generosamente a la gracia del Señor.

El Concilio Vaticano II destaca la entrega total de María a la persona y a la obra de Cristo: “Se entregó totalmente a sí misma, como esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo. Con él y en dependen-cia de él, se puso, por la gracia de Dios todopodero-so, al servicio del misterio de la redención” (Lumen gentium, 56).

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Texto Bíblico

“En aquellos días, se levantó María y se fue con pron-titud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; en-tró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de Ma-ría, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?

Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creí-do que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»” (Lc 1, 39-45).

Guía para la reflexión

· ¿Qué personajes aparecen en el texto?· ¿A dónde se dirige María? ¿Para qué va?· ¿Qué sucede con Isabel cuando llega María a

su casa? ¿Cuáles son sus palabras a la virgen?· ¿Qué bienaventuranza pronuncia Isabel?

Mensaje

En la Anunciación María se presenta como la servidora del Señor, ésta es su más profunda vocación. El verda-dero servicio al Señor pasa por la ayuda concreta a los hermanos que están necesitados. Su prima, ya mayor de edad, está embarazada, y ella acude presurosa, a pesar de la distancia, para ayudarla y colaborar con ella.

Oración

Señor, haz de nosotros un instrumento de solidari-dad efectiva con las personas que sufren, con los que necesitan, con quienes están marginados o exclui-dos en nuestra sociedad.

Líbrame de la indiferencia. Hazme sensible a las ne-cesidades de los demás, y muéveme no sólo a orar, a interceder por ellos, sino a realizar acciones concre-tas en beneficio suyo.

Ayúdame a no ser ávaro ni desperdiciador con mi tiem-po, con mis dones. Enséñame a darme a los demás, a comprender que sólo vale la pena lo que se hace por los demás. Enséñame a salir de mí mismo para ir al encuentro de mis hermanos, sin prejuicios. Simple-mente como Tú, con la mano extendida y el corazón abierto. Pero líbrame de la vanidad, de creerme bue-no, de sentirme satisfecho. No dejes que me paralice la inercia, el orgullo, la complacencia. No dejes de in-quietarme, de ponerme en movimiento, de lanzarme contigo a construir tu reino de paz, amor y justicia.

Amén.

Cuarto día

María nos muestra el camino de la solidaridad

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Para nuestra vida

“Si Dios nos amó tanto”, dice Juan, “cómo no nos va-mos a querer unos a otros, también nosotros debe-mos amarnos los unos a los otros”.

Ésa es la virtud de la generosidad, y ¿cuándo una persona siente que puede ser generosa y puede dar-lo todo con alegría?, cuando se sabe amada, cuando ha descubierto el amor trascendente y profundo de Dios, cuando se sabe en un proyecto, elegido y parti-cipado, cuando sabe que todo lo que tiene alrededor se llama Gracia, que todo es don.

Por tanto, la generosidad se transforma en el rostro de la gratuidad, vivir con agradecimiento significa necesariamente vivir tendido con generosidad.

Cuantas veces somos mezquinos en nuestro obrar, somos mediocres, no porque seamos mediocres, sino porque el egoísmo hace que entremos a medir lo que entregamos, cuando nos ponemos muy espe-culadores, cuando estamos echando en cara porque entregamos o dimos algo, es cuando el egoísmo vol-vió a triunfar en nosotros, no nos sintamos derrota-dos, el egoísmo va a estar siempre, el orgullo va a estar siempre.

Piensa en alguna persona concreta que conozcas que esté pasando necesidad y comprométete a visitarla para darle una mano en este tiempo de Adviento. Que esta actitud realizada a lo largo del Año de la Fe,

cree en nosotros la actitud del Amor fraterno desde una espiritualidad de comunión.

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Texto Bíblico

“... y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, cator-ce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo.

Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.

Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo en-gendrado en ella es del Espíritu Santo.

Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».

Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta Ved que la virgen concebi-rá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emma-nuel, que traducido significa: «Dios con nosotros».

Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Se-ñor le había mandado, y tomó consigo a su mujer.

Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jesús (Mt 1, 16-25).

Guía para la reflexión

· ¿Qué personajes aparecen en el texto?

· ¿Quién era José? ¿Qué sucede con su prometida María? ¿Cuál es su primer reacción ante lo sucedido?

· ¿Cómo le revela Dios su voluntad? ¿Cuál es la respuesta de José?

Quinto día

José, un hombre justo que obedece a Dios

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Mensaje

José es descendiente de David. La Biblia lo presenta como un hombre justo, es decir, una buena persona, que vive como Dios manda. Su primera actitud con María está llena de delicadeza pues no quiere perju-dicarla. Pero la intervención de Dios le muestra cuá-les son sus caminos. José obedece y dice sí al proyec-to de Dios recibiendo a María y formando con ella la familia donde nacerá Jesús.

Oración

Señor Jesús, nos dejaste tu mandamiento de amor y nos diste ejemplo ocupándote de los problemas de la gente y entregando la vida por el pueblo. Te pido que me ilumines para poder ayudar a esta persona que pondrás en este tiempo de gracia ante mí.

Dame una gran sensibilidad para escucharlo y com-prender profundamente lo que le pasa.

Regálame paciencia para tolerar sus palabras duras y sus incomprensiones.

Coloca en mi boca las palabras justas, para que en-cuentre el alivio y el estímulo que necesita en este momento.

Enséñame los gestos y la presencia fraterna que le ayuden a sentirse recibido, acompañado y amado.

Amén.

Para nuestra vida

Dios, que nos ha dado una misión, sabe mejor que nosotros lo que hace falta, y él sabe más que nadie lo que los demás necesitan de nosotros.

Es él quien puede iluminarnos y guiarnos, pero no sólo para tomar decisiones que tienen que ver con nuestro camino espiritual individual, sino también para transformar la historia. Esa ayuda de Dios no nos exime de usar nuestra capacidad, nuestra crea-tividad y nuestra astucia. Al contrario. Se trata de abrirse al Señor para que él bendiga, ilumine y po-tencie esas capacidades que él nos dio para que po-damos utilizarlas lo mejor posible.

¿Qué significa ser una persona justa, buena persona, en nuestros días? ¿Qué actitudes nos invita el Señor a vivir en este Adviento?

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Texto Bíblico

“Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle».

Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de He-rodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había preci-sado por los magos.

Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamen-to: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolar-se, porque ya no existen.

Muerto Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sue-ños a José en Egipto y le dijo: «Levántate, toma conti-go al niño y a su madre, y ponte en camino de la tierra de Israel; pues ya han muerto los que buscaban la vida del niño».

Él se levantó, tomó consigo al niño y a su madre, y en-tró en tierra de Israel.

Pero al enterarse de que Arquéalo reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea, y fue a vivir en una ciudad llamada Nazaret; para que se cumpliese el oráculo de los profetas: Será llamado Nazaret” (Mt 2, 13-23).

Guía para la reflexión

· ¿Qué situación se presenta para la Familia de Nazaret?

· ¿Qué hace José? ¿Cómo conoce lo que debe realizar?

· ¿Cuándo regresan y a dónde?

· Relacionar este texto con el que leímos el día anterior y buscar coincidencias. ¿Qué actitud de José se repite? ¿Qué nos enseña esto sobre el ser discípulo del Señor?

Mensaje

José discierne el peligro que existe para Jesús y no duda en marchar al exilio para proteger la vida que Dios le ha confiado en sus manos. Escucha la volun-tad de Dios y obedece sus caminos. Pone todo su empeño en cuidar, proteger y hacer crecer la espe-ranza que nace en Jesús para todo su pueblo.

Sexto día

José, una persona que cuida la esperanza

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Oración

Señor, dame valentía y coraje para defender y hacer crecer los brotes de esperanza que hay en nuestras comunidades.

Aumenta mi fe, que sea capaz de descubrir tu pre-sencia a mi lado. No permitas que nada me separe de Ti. Dame fortaleza y perseverancia en las pruebas, y ayúdame cada día a recordar que nunca sucederá nada que Tú y yo juntos, no podamos superar.

Enséñame a mantenerme sencillo y alegre, a ser ver-daderamente testigo tuyo en mi mundo. Ayúdame a desprenderme de todo lo que me estorba para se-guirte, líbrame de lo que me hace tropezar, de lo que me pesa: de mis rencores, mis egoísmos, mis orgu-llos, mis miserias, mis apegos.

Para nuestra vida

¿Qué actitudes aprendemos de José para vivir con mayor fidelidad nuestro seguimiento de Jesús? José sentía a Jesús como algo suyo, tan suyo que su segu-ridad dependía de él. Acompaña a Jesús y se dejaba acompañar por él y por María”. Y lo hacia con espe-ranza. “Dime qué esperas, a quién esperas y te diré la vitalidad que tienes y las capacidades que desa-rrollas. Para los cristianos la esperanza está animada por una certeza: la presencia del Señor a lo largo de nuestra vida que nos llena de su amor y de su salva-ción. Deja que el Señor te hable a solas, que alcan-ce tu corazón” (Carta Pastoral del Sr. Arzobispo con motivo del Año de la Fe).

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Texto Bíblico:

“Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey He-rodes, unos magos que venían del Oriente se presen-taron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle».

En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén.

Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar don-de había de nacer el Cristo.

Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está es-crito por medio del profeta:

Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel».

Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella.

Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encon-tréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle».

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño.

Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría.

Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avi-sados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino” (Mt 2, 1-12).

Guía para la reflexión

· ¿Qué personajes aparecen en el texto? ¿Cómo se presenta a cada uno de ellos?

· ¿Qué actitudes tienen los magos hacia el niño?· ¿Cómo lo encuentran? ¿Quién señala el texto que

estaba con Jesús?

Mensaje

La Biblia no dice que los magos eran reyes, ni tampo-co que eran tres, ni siquiera menciona sus nombres. Estos personajes eran adivinos o sacerdotes de otra religión, es decir no eran judíos, y por lo tanto repre-sentan a todos los pueblos que no conocen a Jesús y que están llamados a conocerlo. Frente a Jesús tienen actitudes de reconocimiento. Es significativo el detalle que presenta a María, su madre, junto al niño, al momento del encuentro. ¿Será un signo que María ayuda a dar a conocer a Jesús entre quienes no creen?

Séptimo día

Los magos se acercan a Jesús para adorarlo

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Oración

Padre del cielo y la tierra, danos constancia —como hicieron las Magos— para buscar en medio de nues-tro mundo los signos que nos lleven a reconocer a Jesús como nuestro “Dios-con-nosotros” y danos valor para evangelizar esto es para darlo a conocer a quienes no lo conocen.

Da luz —como la estrella guió a los Magos a Belén para adorar a su Hijo—, a las naciones de este mun-do, para que toda la humanidad pueda contemplar tu gloria. Amén.

Para nuestra vida

En tu familia, barrio o comunidad seguramente hay personas que no han tenido un encuentro profundo con el Señor, ¿qué puedes hacer para provocar el encuentro con Jesús entre quienes no lo conocen? Para poder evangelizar debemos estar atentos a los signos de los tiempos como lo estuvieron los Magos, con la estrella de Belén.

La expresión “signos de los tiempos” aparece por primera vez en Mt 16,2-3 y Lc 12,54-56, donde Jesús invita a la perspicacia, a estar despiertos, a ser des-pabilados y a la atención constante al Reino de Dios, a vivir en fidelidad nuestros compromisos, a conver-tir nuestro tiempo en tiempo de salvación.

En nuestros días, la fortuna de esta expresión se debe al papa Juan XXIII, que, con fuerza profética, volvió a proponer su significado original. “Distinguimos en medio de las tinieblas espesas, numerosos indicios, que nos infunden esperanza sobre el destino de la Iglesia y de la humanidad” (Constitución Apostólica Humanae Salutis, de su Santidad Juan XXIII por la que se convoca del Concilio Vaticano II. 25 de diciembre de 1961).

A partir de este documento, otros pontífices han re-currido con frecuencia a esta expresión, codificada por el Vaticano II sobre todo en el documento Gau-dium et spes (nn. 4, 11, 44).

El Concilio Vaticano II (1961-1965) supuso una lectu-ra de los “signos de los tiempos”. Cambiaron muchas cosas: liturgia, costumbres, lenguaje, etc. Era ne-cesario adaptarse a la realidad del siglo XX. La Igle-sia supo discernir los acontecimientos y se adaptó. Suprimió lo innecesario, profundizó en lo esencial y estableció un diálogo más estrecho con las ciencias humanas y las otras realidades religiosas.

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Texto Bíblico

“Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mun-do.

Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo go-bernador de Siria Cirino.

Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad.

Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Na-zaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Be-lén, por ser él de la casa y familia de David para empa-dronarse con María, su esposa, que estaba encinta.

Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cum-plieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

Había en la misma comarca unos pastores, que dor-mían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño.

Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.

El Ángel les dijo: «No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre».

Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejér-cito celestial, que alababa a Dios, diciendo:

«Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace».

Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fue-ron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vaya-mos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado».

Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a co-nocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.

María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho” (Lc. 2, 1-20).

Octavo día

Los pastores pobres alaban a Dios

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Guía para la reflexión

· ¿Qué sucede en el texto leído? ¿Qué personajes aparecen?

· ¿Quiénes son los primeros en enterarse del nacimiento del Señor? ¿Quién les avisa y cuál es su mensaje?

· ¿Qué hacen los pastores entonces?· ¿Cuál es su actitud luego de contemplar al niño

recién nacido?

Mensaje

Los pastores formaban parte del pueblo sencillo de la tierra de Palestina. Son los primeros destinatarios de la Buena Noticia para todos, el nacimiento del Salvador. Acuden a contemplar a Jesús y son porta-voces del mensaje revelado por el ángel. Al marchar-se alaban a Dios porque todo sucedió como les había sido anunciado. Ellos nos muestran cómo la fe nace de un corazón humilde que confía en la palabra del Señor.

“...los pastores pasan del miedo a la admiración y a la alabanza, la Virgen, gracias a su fe, mantiene vivo el recuerdo de los acontecimientos relativos a su Hijo y los profundiza con el método de la meditación en su corazón, o sea, en el núcleo más íntimo de su persona. De ese modo, ella sugiere a otra madre, la Iglesia, que privilegie el don y el compromiso de la contemplación y de la reflexión teológica, para po-der acoger el misterio de la salvación, comprenderlo más y anunciarlo con mayor impulso a los hombres de todos los tiempos” (De la Audiencia general del Papa Juan Pablo II. Miércoles 20 de noviembre de 1996 – María en el nacimiento de Jesús).

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Para mí la vida es Cristo

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Oración

Danos la actitud humilde y atentamente oyente de tu Palabra, como la tenían los pastores.

Padre, ¡una noche increíble que los pastores tenían! Para tener una visión de su gloria celestial, para es-cuchar un poderoso ejército de alabanza, a ver al Mesías-Hijo, para escuchar al ángel recitar su título glorioso, Salvador, Mesías, Señor.

Gracias por permitirnos escuchar la historia de nue-vo. Escríbelo grande e indeleble en nuestros corazo-nes. Podríamos ser fervientes cajeros, buenas noti-cias, también. En el nombre de Jesús, oramos.

Amén.

Octavo día

Los pastores pobres alaban a Dios

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Para nuestra vida

Los pastores son los primeros testigos de Jesús, oyentes atentos de la Palabra que Dios les dirige. En el cántico de los ángeles: “Gloria a Dios en las altu-ras y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace”, que se puede traducir también por “los hombres de la benevolencia” (Lc 2, 14), revela a los pastores lo que María había expresado en su Mag-níficat: el nacimiento de Jesús es el signo del amor misericordioso de Dios, que se manifiesta especial-mente hacia los humildes y los pobres. A la invitación del ángel los pastores responden con entusiasmo y prontitud: “Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado” (Lc 2, 15).

Su búsqueda tiene éxito: “Encontraron a María y a José, y al niño” (Lc 2, 16). Como nos recuerda el Con-cilio, “la Madre de Dios muestra con alegría a los pas-tores (...) a su Hijo primogénito” (Lumen gentium, 57). Es el acontecimiento decisivo para su vida.

El deseo espontáneo de los pastores de referir “lo que les habían dicho acerca de aquel niño” (Lc 2, 17), después de la admirable experiencia del encuentro con la Madre y su Hijo, sugiere a los evangelizado-res de todos los tiempos la importancia, más aún, la necesidad de una profunda relación espiritual con María, que permita conocer mejor a Jesús y conver-tirse en heraldos jubilosos de su Evangelio de salva-

ción. (De la Audiencia general del Papa Juan Pablo II. Miércoles 20 de noviembre de 1996 – María en el nacimiento de Jesús).

Hoy nosotros estamos llamados a ser los nuevos evangelizadores. ¿A dónde y a quiénes nos pide el Señor que llevemos el mensaje de esperanza de Na-vidad?

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Texto bíblico

“Caminando adelante, vio a otros dos hermanos, San-tiago el de Zebedeo y su hermano Juan, que estaban en la barca con su padre Zebedeo arreglando sus re-des; y los llamó.

Y ellos al instante, dejando la barca y a su padre, le siguieron.

Recorría Jesús toda Galilea, enseñando en sus sina-gogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y cu-rando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Su fama llegó a toda Siria; y le trajeron todos los que se encontraban mal con enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curó. Y le siguió una gran muchedumbre de Galilea, Decápolis, Jerusalén y Judea, y del otro lado del Jor-dán” (Mt 1, 21-25).

Guía para la reflexión

· ¿Dónde nos relata la Biblia que nació Jesús? ¿Qué significa la frase “no había lugar para ellos”?

· ¿Cuál es el nombre que recibirá el recién nacido, se-gún la profecía de Isaías?

· ¿Qué significado tiene este nombre “Dios-está-con-nosotros”?

· Intenta recordar acontecimientos del Antiguo Tes-tamento en los que Dios haya estado junto a su pueblo.

· Intenta recordar pasajes de la vida de Jesús en los que se aprecie que Él estuvo junto a su pueblo.

· Recuerda momentos de tu vida en los que Dios haya estado contigo y con tu familia. Comparte es-tos momentos con otros.

Noveno día

El Emmanuel, Dios está con nosotros

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Mensaje

El Señor nace y es Dios-con-nosotros, para mostrar-nos el rostro definitivo de su Amor siempre presente y a nuestro lado.

El niño que nace está en pañales... como nuestras esperanzas de cambio, de hacer un mundo más jus-to, una sociedad más fraterna. Este niño necesita cuidados, atención, respeto, tiempo, dedicación, en-trega... para poder crecer. La esperanza está entre nosotros, depende de ti, de mí, de todos nosotros, que crezca y brille su luz para todos.

“Dejándonos acompañar por Jesucristo, encontra-mos la esperanza verdadera y segura, que es la que se fundamenta en la fe en Dios Amor, Padre miseri-cordioso, que «tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16), para que los hombres, y con ellos todas las criaturas, puedan tener vida en abundancia (cf. Jn 10, 10). Dejarse acompañar por Jesucristo es vivir desde la certeza de la presencia de Dios en nuestra vida, que nos invita al silencio, al retiro, a la conversación con Dios, a comprender los acontecimientos de cada día como gestos de amor que Dios va teniendo con nosotros. Siempre, si es-tamos atentos, el Señor nos hace percibir un poco de su amor entrañable. ¡Qué fuerza tiene descubrir cómo el ser humano está constantemente a la espe-ra! Cuando es niño espera ser mayor, cuando es adul-to busca la realización y el éxito, cuando es anciano

busca el descanso. Pero, ¿de verdad ha estado en la auténtica esperanza? La esperanza marca el camino de esta humanidad. Dime qué esperas, a quién espe-ras y te diré la vitalidad que tienes y las capacidades que desarrollas. Para los cristianos la esperanza está animada por una certeza: la presencia del Señor a lo largo de nuestra vida que nos llena de su amor y de su salvación. Deja que el Señor te hable a solas, que alcance tu corazón” (Carta Pastoral del Sr. Arzobispo con motivo del Año de la Fe).

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Para mí la vida es Cristo

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Noveno día

El Emmanuel, Dios está con nosotros

Oración

Señor, ayúdanos a dar lo mejor de nosotros para ha-cer crecer tu Reino en medio nuestro. Que nuestro tercer año de nuestro Itinerario nos ayude a conocer, contemplar y anunciar a Cristo, ungido por el Espíri-tu, en quien se hace presente el Reino de Dios y que nos muestra el rostro del Padre.

Que este Adviento —inicio de un Año liturgico—, sea para todos un tiempo para fortalecer la fe, don de Dios y tarea nuestra, precisamente en este año en el que, convocados por el Santo Padre Benedicto XVI, nos disponemos a celebrar el Año de la Fe.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Para nuestra vida

Piensa un gesto solidario concreto que puedas vivir en este Adviento para aportar tu “granito de arena” a un mundo más hermano.

Nos recuerda nuestro Arzobispo que “sólo quien co-noce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de forma adecuada y de manera realmente humana. La fuerza de esta tesis está ya en el inicio mismo, pues el hombre es un desconocido para sí mismo al margen de Dios porque es el creador y, de modo particular, ha creado al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gén 1, 26). Además podemos verificar cómo a través de la historia, todos los sistemas que han puesto entre paréntesis a Dios han fracasado. Quizá la pregunta surja en nuestro corazón de ma-nera inmediata: ¿quién conoce a Dios? ¿Puedo yo conocer a Dios? Esta carta que os escribo no quiere entrar en debates, solamente deseo responder dón-de está para un cristiano el núcleo de la respuesta a estas preguntas. Sólo Dios conoce a Dios, sólo Jesu-cristo el Hijo, que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. De ahí la importancia de Jesucristo para no-sotros y de ahí también el que los hombres lo siguie-ran, tenían hambre de verdad y de vida. ¡Qué fuerza tiene para nosotros la revelación que Jesucristo nos regala de Dios! Es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz, el rostro de Dios, el Verbo de Dios, la Verdad. Cuando nos acercamos a las vidas de

los discípulos de Cristo y descubrimos cómo llegaron a la comprensión de este amor de Jesucristo hasta el extremo, observamos el gran movimiento que se da en sus vidas: no pueden responder a este amor más que con un amor semejante. Ahí tenemos lo que nos dice el Evangelio cuando un hombre se encontró con Jesús realmente: “Mientras iban de camino, le dijo uno: Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57) (Carta Pastoral del Sr. Arzobispo con motivo del Año de la Fe).

El tiempo de Adviento vive sencillamente poniendo en circulación la moneda de la Gratuidad

Cáritas Diocesana

La moneda de la Gratuidad es todo lo que yo puedo dar sencillamente de mi persona al otro. Cada vez que regalo alguna de estas “monedas” o “billetes” a alguien… estoy PREPARANDO EL CAMINO DEL SEÑOR para que todos puedan ver la salvación de Dios… estoy contribuyendo, desde mi Fe compro-metida a crear entornos sociales más humanos, más fraternos, más reino de Dios. Vivamos el Año de la Fe haciendo circular esta “moneda”.

El Euro es la moneda de los bienes materiales. La Gratuidad es la moneda de los bienes huma-nizadores, de los bienes relacionales. Es todo lo que yo puedo dar sencillamente de mi persona al otro. Esta moneda da calidad y calidez a nues-tras relaciones humanas, las fortalece y consolida. Contribuye a tejer redes y entornos sociales más humanos, más comunitarios, más fraternos, más sanadores. Esta moneda de la Gratuidad provoca unos efectos humanizadores y relacionales tan fuertes, que influye positivamente en el modo en que se usa la moneda de los bienes materiales, corrigiendo sus desviaciones, contribuyendo a la humanización de la sociedad y de la economía, colocando al ser humano en primer lugar y como principal capital a cuidar.

Una cosa tan sencilla como emplear la moneda de la Gratuidad en nuestras relaciones cotidianas del día a día, significará un paso decisivo hacia un nuevo Mode-lo de Economía y de Sociedad más humana y humani-zadora, por lo menos en nuestro entorno de influen-

Para mí la vida es Cristo

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cia. No podemos cambiar el mundo entero pero sí la pequeña parcela donde vivimos y convivimos. Eso sí depende de nosotros y está en nuestras manos.

Esta moneda la acuña cada persona y la emite el Banco del Corazón de cada persona. Tu moneda de la Gratuidad será fuerte, y con valiosa cotización en el Mercado de las Relaciones humanas, si tu banco del corazón tiene muy buenos fondos, es decir, si in-vierte en valores seguros, es decir, VALORES HUMA-NIZADORES y VALORES ESPIRITUALES. Si así ocu-rre, esta moneda no se agota. Cuanto más se da más se tiene, el Banco del Corazón no deja de agrandarse y emitir más Gratuidad. Constata una y otra vez, en todas sus operaciones monetarias de Gratuidad, que “hay más alegría al dar que al recibir” (Hch 20,35). En esta moneda de la Gratuidad no existe la calderilla, la más pequeña de sus monedillas puede obrar au-ténticos milagros si es entregada desde el corazón.

Pero hay que tener cuidado, porque la moneda de la Gratuidad se devalúa fácilmente si el Banco del Cora-zón no está siempre detrás de ella, es decir, si no se hacen las cosas de corazón, con convicción profunda, siendo coherentes con lo que creemos, sentimos y hacemos. De lo contrario se cae en la farsa y en la fal-sedad, y esta moneda se convierte en un “fondo basu-ra”, es decir, no sirve para nada (Cfr. 1Cor 13,1-3).

Esta moneda de la Gratuidad tiene una importante peculiaridad, que resulta ser una gran ventaja y ga-rantía para las personas que son creyentes. No sólo existe el Banco del Corazón de cada persona, sino que también existe el Banco Central situado en el mismísimo corazón de Dios. Él es el que nutre a todo ser humano de la moneda de la Gratuidad, con cons-tantes y continuas transferencias a fondo perdido y sin ningún interés, inyectándolo diariamente en el corazón de cada persona (Cfr. Rom 5,5)

Los fondos son ilimitados y están garantizados para todo aquél que opta, en su día a día, por el uso de esta moneda. Es inspiradora de una gran CON-FIANZA a prueba de crisis, y la rentabilidad que ofrece a largo plazo es muy atractiva: la divisa de la ESPERANZA. Así no hay duda de que otro mundo sí es posible (Cfr. Lc 17, 20-21; Mt 6, 19-21).

Moneda de 1 céntimo de la Gratuidad ....... El otro me importa, es mi hermanoMoneda de 2 céntimos de la Gratuidad ...... Mirada Cálida, SensibleMoneda de 5 céntimos de la Gratuidad ...... Regalar SonrisaMoneda de 10 céntimos de la Gratuidad .... Tratar con respeto, con dignidadMoneda de 20 céntimos de la Gratuidad .... Escuchar de corazónMoneda de 50 céntimos de la Gratuidad .... Empatizar, ponerse en su lugarMoneda de 1 entero de la Gratuidad .......... Palabras Amables, Fraternas, de corazónMoneda de 2 enteros de la Gratuidad ........ Dar Confianza en sí mismoBillete de 5 enteros de la Gratuidad ........... Dar Ánimo, ApoyoBillete de 10 enteros de la Gratuidad ......... Dar Compañía, TiempoBillete de 20 enteros de la Gratuidad ......... Dar Ayuda, CompartirBillete de 50 enteros de la Gratuidad ......... Ser AcogedorBillete de 100 enteros de la Gratuidad ....... Integrar en el grupo humano Billete de 200 enteros de la Gratuidad ....... Defender Derechos, Buscar JusticiaBillete de 500 enteros de la Gratuidad ....... AMAR Y HACER FELIZ

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1. Tratad de elaborar una sencilla explicación del significado de cada una de estas monedas y

billetes de la Gratuidad diciendo los elementos que la caracterizan o componen. Para ayudaros a com-poner esta sencilla explicación utilizaréis todas las palabras de las monedas o billetes que están por de-bajo del valor de la moneda o billete en cuestión. Por ejemplo, si queremos explicar en qué consiste, o qué elementos son necesarios para Amar y Hacer Feliz, emplearemos en la descripción todas las palabras que están por debajo del billete de 500 enteros de la Gratuidad, pudiendo añadir nosotros más elemen-tos que creamos necesarios. Si lo que queremos des-cribir es en qué consiste la Empatía, nos ayudaremos de las palabras que están por debajo de la moneda de 50 céntimos de la Gratuidad.

2. Imagina por unos instantes los efectos que pue-de provocar en una persona abatida y agobia-

da por un sufrimiento o problema, el recibir gratui-tamente de alguien una de estas monedas o billetes de la Gratuidad. Piensa en tu historia personal: ¿Qué efectos recuerdas en ti? ¿Qué es lo que provocó en ti las acciones de Gratuidad que has recibido de los otros, por pequeñas que pudieran parecer?

Ejercicios para la reflexión y el diálogo

3. Haced un listado con todos los Bienes Relacio-nales, Humanizadores o Sanadores que pro-

duce o provoca en las personas, en la familia, en la sociedad, en el mundo, el uso de la moneda de la Gratuidad. Podríamos simular un panel de la Bolsa donde aparecen las empresas que cotizan, pero aquí, en lugar de empresas pondréis estos Bienes tan es-peciales y de incalculable Valor, pero podéis poner al lado de cada uno de ellos lo mucho o lo poco que está implantado ese Bien en las personas, en la fami-lia, en la sociedad, en el mundo.

4. ¿En qué Valores se funda tu Banco del Cora-zón?

5. ¿Qué hipotecas o qué facturas simbólicas, o qué inversiones o qué gastos simbólicos pue-

den atrapar y absorber el Banco del Corazón para que no pueda emitir y acuñar esta moneda de la Gra-tuidad en su vida corriente, cotidiana... y le ahogue la liquidez de la Gratuidad?

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

6. ¿Recuerdas cuándo ha sido la última vez que has usado cada una de las diferentes monedas

y billetes de la Gratuidad? Escribe al lado de cada moneda o billete el nombre de la última persona a la que le entregaste esa moneda o billete.

7. ¿Recuerdas cuándo ha sido la última vez que alguien te ha dado cada una de las diferentes

monedas y billetes de la Gratuidad? Escribe al lado de cada moneda o billete el nombre de la última persona que te entregó esa moneda o billete. ¿Se lo agradeciste? ¿Qué efecto provocó en ti? ¿Es posible que te hayan pasado desapercibidas muchas cosas que los demás te han regalado gratuitamente?

8. Como ya hemos dicho, esta moneda la acuña cada persona y la emite el Banco de su Cora-

zón. Si pudieras fabricarte físicamente tu moneda personal de la Gratuidad, ¿qué símbolos, imágenes, dibujos, lemas o palabras te gustaría que aparecie-ran en cada una de ellas? De alguna manera tendrían que expresar lo que tú eres y lo que mueve tu cora-zón. Sé creativo y fabrícalas.

9. ¿Cómo es tu relación con el Banco Central? ¿Qué implicaciones tiene para tu vida de Fe el

recibir cada día el Amor Gratuito de Dios?

10.Buscad las citas evangélicas que apare-cen en el texto que explica la moneda de

la Gratuidad. ¿Qué reflexión personal os sugieren o provocan? ¿Cómo las vivís? ¿Sois conscientes de las transferencias que diariamente recibimos del Banco Central?

11.Rastreando los Evangelios, buscad ejem-plos de con quiénes usó Jesús de Nazaret

cada una de las monedas y billetes de la Gratuidad.

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Material para que los miembros de cada Cáritas Pa-rroquial puedan animar la Eucaristía dominical, con el fin de sensibilizar e implicar a la comunidad en el compromiso sociocaritativo.

Ambientación

Hacer un cartel para poner junto al ambón o en el altar:

“PREPARAD el camino al Señor, VIVE la FE comprometida con el prójimo abatido”

Monición de entrada

Bienvenidos a esta celebración que hoy animamos desde Cáritas Parroquial. Cuántas personas que vi-ven en nuestra sociedad, en nuestro entorno, es-peran una mano tendida para la ayuda, un gesto de acogida comprometida, una palabra de aliento, una mirada comprensiva, o el simple regalo de una sonri-sa… Cuántas personas necesitadas, viven a la espera de que alguien les abra caminos nuevos de liberación y esperanza.

Hoy, más que nunca, deben resonar en nuestros oí-dos las palabras de este segundo domingo de Ad-viento: “Preparad el camino al Señor, abrid caminos rectos para él… para que todo el mundo pueda con-templar la salvación que Dios envía”. En este Año de la Fe, vivamos una Fe comprometida para que nues-tras obras hablen de ella.

Que la Eucaristía de hoy nos estimule para abrir ca-minos nuevos de fraternidad y solidaridad allí donde estamos, y nos ayude a poner en circulación la gran riqueza de la gratuidad que todos tenemos en nues-tras manos.

9 de diciembre Segundo domingo de AdvientoGuión litúrgico para la eucaristía del segundo domingo de mes cuya colecta se destina a Cáritas Parroquial

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo 117

Palabra de Dios

Monición a la 1ª lectura. Bar 5, 1-9:

En la primera lectura se nos va a recitar un poema en el que se anuncia el destino glorioso de Jerusalén, el pueblo de Israel. Cuando lo escuchemos, enten-damos que Jerusalén somos cada uno de nosotros, nuevo pueblo de Dios, llamados a revestirnos con el manto de la Justicia.

Monición a la 2ª lectura. Flp 1, 4-6. 8-11:

Vamos a escuchar el fragmento de una carta escrita des-de un amor entrañable de Pablo hacia la comunidad de los Filipenses. Su deseo es que crezcan, que crezcamos, en el amor y en frutos de Justicia, en obras de la Fe.

Monición al Evangelio. Lc 3, 1-6:

¿Qué tenemos que hacer los cristianos para que Dios se haga palpable en este mundo tan injusto en que vivimos? ¿Cómo se prepara el camino para que todos puedan ex-perimentar la salvación que Dios envía? ¿En qué tene-mos que cambiar? ¿En qué tenemos que convertirnos?

Peticiones

1. Señor de la Vida, te pedimos por los gobernantes de nuestro mundo, para que en lugar de dejarse llevar por intereses personales y partidistas, busquen el bien común y desarrollen políticas que dignifiquen la vida de sus ciudadanos, especialmente los más desvalidos y desfavorecidos. Roguemos al Señor.

2. Señor de la Vida, te pedimos por nuestra Iglesia, para que tu Espíritu la impulse a vivir una Fe com-prometida que le haga ser testimonio y signo de Esperanza para el mundo desgarrado de hoy. Ro-guemos al Señor.

3. Señor de la Vida, te pedimos por cada uno de no-sotros, para que no dejemos de ser sensibles ante el sufrimiento y el dolor que sufre nuestro prójimo, y nos demos en gratuidad. Roguemos al Señor.

4. Señor de la Vida, te pedimos que nos ayudes a ser conscientes de aquello que tenemos que cambiar en nuestras vidas, de aquello en lo que necesitamos conversión, para que podamos ser, con nuestras vidas, signos de la buena noticia del Reino. Roguemos al Señor.

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Para mí la vida es Cristo

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Oración para después de la comunión

Señor Jesús, nos has llamado para ser tus discípulos: aquí estamos, concientes del privilegio de ser tus enviados. Aquí estamos para preparar tus caminos, para allanar senderos, para elevar los valles de la desesperanza, y hacer posible que todos puedan ver tu salvación.

Señor Jesús, tu vida nos apasiona; tu entrega comprometida por el Reino nos convence, y tu resurrección nos confirma: Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Sabemos que te estás revelando siempre; en cada sonrisa, en cada lágrima. Haz que tengamos el coraje de mirarte en cada rostro humano.

Haz que te busquemos, no en las fórmulas o ritos, no sólo en lo que fascina, sino también en lo que hiere. Que no deje de herirnos la realidad. Que no nos dejemos llevar por la rutina y el conformismo.

Que no nos quedemos quietos, a no ser para incarnos de rodillas ante el Misterio. Ábrenos los ojos, para tener la osadía de burlar las apariencias, y reconocerte, no sólo en el crucifijo, sino en el prójimo herido o abatido. Ábrenos los oídos, para escuchar tu latido, tu gemido, tu estruendoso grito clamando JUSTICIA a nuestro alrededor.

Danos un corazón nuevo para amarte plenamente, con tu inquietud y tu pobreza. Quisiéramos ser cristianos de veras; constructores de un mundo nuevo. Que no se agote en palabras nuestra esperanza, porque sabemos que no es estéril tu amor y tu entrega. Guíanos, acompáñanos. Iremos tras tus huellas, aunque avancemos en la niebla. Bendice esta COMUNIDAD que ansía serte fiel.

Señor Jesús, confiamos en tu promesa: estamos reunidos en tu nombre y sentimos tu presencia.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo 119

Ambientación del lugar

La oración estará presidida por un icono de Jesús so-bre una mesita y unas velas alrededor.

Se entregará a los asistentes fotocopiada la hoja que hay en este guión con los textos para meditar.

Se pondrá música de fondo para crear clima de reco-gimiento.

Desarrollo de la oración

(lector 1:)

Bienvenidos a este momento de oración que ani-mamos desde Cáritas. En este Año de la Fe, nos ponemos en la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo para unirnos más a él.

Él nos está esperando en el silencio de nuestro corazón.

Escojamos la mejor parte, dejemos a un lado todo lo que llena nuestra mente, preocupacio-nes, tareas, pensamientos, y fijemos nuestros ojos en Jesús, el Señor que nos habita, el Señor de la Paz.

A continuación, durante 8 minutos aproximada-mente, pronunciaremos el nombre de Jesús en nuestro interior, una y otra vez, sin prisa, para que sea él la única presencia que llene nuestra mente y nuestro corazón.

(Se dejará música suave de fondo)

(Pasados unos 8 minutos el lector 2 leerá el texto evangélico de Lc 3,1-6 que todos tienen fotocopiado en la hoja)

Aquí estamos para preparar tus caminosGuión de oración de Cáritas para la Comunidad Parroquial en tiempo de ADVIENTO

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Para mí la vida es Cristo

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(lector 1:)

Al igual que a Juan, hoy la Palabra de Dios se nos dirige a cada uno de nosotros para decirnos que preparemos el camino del Señor, que enderece-mos sus senderos, que rellenemos los barrancos, que allanemos los caminos, para que todos pue-dan ver la salvación de Dios.

Leemos a dos coros la oración “¿Cómo preparar hoy tu camino?”.

(Después de leer la oración anterior, el lector 1 dirá:)

Dejamos ahora unos 10 ó 12 minutos para me-ditar esta oración y dejarnos iluminar por el Es-píritu.

(Pasados unos 12 minutos, el lector 1 dirá:)

Leemos a dos coros la oración: “Aquí estamos para preparar tus caminos”.

(Tras su lectura el lector 1 dirá:)

Ahora tenéis unos 10 minutos para meditar y re-leer esta oración con calma, y luego, el que quiera podrá decir en voz alta aquella frase de la oración que con más intensidad quiera dirigirle al Señor.

(Pasado un tiempo prudencial, después de que to-dos hayan dicho su frase, el lector 1 dirá:)

En estos momentos, si alguien quiere hacer una petición, alguna acción de gracias, o compartir algo de lo vivido en este espacio de oración, aho-ra es el momento de hacerlo.

Para terminar vamos a rezar juntos, cogidos de la mano, la oración que Jesús nos enseñó, y des-pués de rezarla nos daremos un abrazo de paz: Padre nuestro…

En aquel tiempo fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la re-gión del Jordán proclamando un bautismo de conver-sión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, endere-zad sus senderos; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.

(Lc 3,1-6)

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Al igual que a Juan, hoy la Palabra de Dios se nos di-rige a cada uno de nosotros para decirnos que prepa-remos el camino del Señor…

Cómo preparar hoy tu camino

Aquí estoy, Señor, viviendo en un mundo confuso y tenso, en una sociedad agitada, en crisis y sin horizonte, donde las desigualdades crecen cada día, y donde las personas y sus derechos fundamentales no son lo primero a salvar y rescatar. Una sociedad llena de injusticia, donde lo importante no es el bien de la persona sino el bien de la economía, el bien de los grandes y poderosos.Cuántos senderos torcidos y escabrosos…Cuántos caminos intransitables…

En un mundo así, quiero vivir desde la raíz de mi Fe en el Dios Amor Compasivo, revelado y encarnado en Jesús de Nazaret. Quiero hacer del amor al prójimo la ley de mi vida; hacer de la sencillez en mi vivir el clima para vivir en fraternidad.

Quiero vivir mi Fe comprometida en este mundo tan roto y sin horizonte. Quiero proclamar mi Fe con las obras del amor comprometido.Ilumíname para encontrar mi camino personal que me haga ser LUZ de ESPERANZA en este mundo, en mi entorno más cercano.

Dame Señor, tu Espíritu, para saber discernir tus caminos para mi vida,y saber preparar tus caminos para la VIDA.Aquí estoy, mi Señor.Háblame, que tu servidor escucha…

Aquí estamos para preparar tus caminos

(Oración en página 118)

Comisión Diocesana de

de los MayoresNosotros, los mayores, que un día recibimos la ale-gre noticia de que Dios se ha hecho hombre y que ha venido a habitar entre nosotros, somos testigos vi-vos de la presencia de Cristo resucitado en el mundo, testigos gozosos de Dios en nuestra larga vida de cre-yentes. Así es: para nosotros, nuestra vida es Cristo y acompañamos gustosos a Jesús en su misión. Con nuestra presencia en el mundo hacemos resplande-cer la Palabra de verdad que el Señor Jesús nos dejó. Es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evangelizar. Por eso, también hoy es necesario un compromiso eclesial más convenci-do de nosotros, los mayores, en favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe. El compromiso misionero de los mayores saca fuerza y vigor del descubrimiento cotidiano de ese amor, que nunca puede faltar. La fe, en efecto, crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y gozo. Ensancha nuestro corazón en la esperanza y nos permite dar un testimonio fecundo: transmitir la alegría de la fe a las nuevas generaciones, a nuestros hijos y nietos, pero también a nuestros amigos y ve-cinos, a colaborar en la acción evangelizadora de la Iglesia [Cf. Porta Fidei, 13.15; IDR 3].

En efecto, nosotros, por una parte, estamos llamados a redescubrir el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más clara la alegría y el entusiasmo renovado

Los mayores, transmisores de la alegría de la fe

Para mí la vida es Cristo

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

del encuentro personal de cada uno con Cristo. La “fe que actúa por el amor” (Gál 5,6) se convierte en un nue-vo criterio de pensamiento y de acción que cambia toda la vida del hombre, nuestra vida. En este año de gracia, que es el Año de la Fe, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que debe suscitar en cada uno un sincero y constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre que sale al en-cuentro de todos. [Cf. Porta Fidei, 2.6.13; IDR 3].

Y así, teniendo nuestra mirada fija en Jesucristo, “que inició y completa nuestra fe” (Heb 12,2), encon-tramos en Él el cumplimiento de todo afán y de todo anhelo del corazón humano. La alegría del amor, la respuesta al drama del sufrimiento, del dolor y de la ancianidad, la fuerza del perdón ante la ofensa reci-bida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte, todo tiene su cumplimiento en el misterio de su En-carnación, de su hacerse hombre (que vamos a cele-brar dentro de unos días) y de su compartir con no-sotros la debilidad humana para transformarla con el poder de su resurrección [Cf. Porta Fidei, 13].

Como dice san Pedro: “Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diver-sas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque es perecedero, se aquilata a fue-go, merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contem-plarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo

inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe; la salvación de vuestras almas” (1Pe 1,6-9).

Por otra parte, impulsados por el Espíritu, los ma-yores transmitimos la alegría de la fe a las nuevas generaciones, a los nietos, a los jóvenes. “Caritas Christi urget nos” (2Cor 5,14): es el amor de Cristo el que llena nuestros corazones y nos impulsa a evan-gelizar. Hoy como ayer, él nos envía por los caminos del mundo para proclamar su Evangelio a todos los hombres. Con su amor, Jesucristo atrae hacia sí a los hombres de cada generación: en todo tiempo, con-voca a la Iglesia y le confía el anuncio del Evangelio, con un mandato que es siempre nuevo y así nos esti-mula a confesar la fe en el Señor Resucitado en nues-tras casas y en nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmi-tir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre [Cf. Porta Fidei, 8].

Y lo hacemos no sólo con nuestras palabras, sino especialmente con nuestro testimonio de vida de creyentes: con nuestra misma presencia de fieles practicantes en medio de la sociedad, presencia pú-blica y notoria, hacemos presente el fundamento de nuestra vida: Cristo. Por la fe, hombres y mujeres de toda edad, mayores y jóvenes, cuyos nombres están escritos en el libro de la vida, hemos confesado a lo largo de los siglos la belleza de seguir al Señor Jesús allí donde se nos llamaba a dar testimonio de nues-

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Para mí la vida es Cristo

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tro ser cristianos: en la familia, la profesión, la vida pública y el desempeño de los carismas y ministerios que se nos ha confiado. También nosotros vivimos por la fe: para el reconocimiento vivo del Señor Je-sús, presente en nuestras vidas y en la historia y así estamos deseosos de continuar transmitiéndolo a los demás [Cf. Porta Fidei, 6.13].

Por todo lo cual, os rogamos nos permitáis colabo-rar en la Liturgia parroquial de estos días (y en los de todo el año):

• En la Palabra de Dios, para que sea proclamada con alegría no sólo por nuestros jóvenes y adul-tos sino también por los mayores.

• En las Oraciones de los Fieles, para que nos acordemos de nuestros mayores, de nuestros enfermos, de nuestros dependientes, de todos los que sufren en su cuerpo y en su alma.

• En todas las Eucaristías dominicales, para que los mayores ofrezcan, junto a los jóvenes, los dones para el altar del Señor.

• Y que tampoco se olviden los cantos litúrgicos tradicionales, los que en nuestra juventud vivi-mos, y que son un tesoro de fe que deseamos transmitir a nuestros hijos y nietos.

Pero nuestro testimonio de creyentes tiene otra dimen-sión muy importante: la de ser agentes de pastoral, ya

que la gran mayoría de nuestros agentes parroquiales son también mayores. Así es, entre otras acciones, nuestros mayores son los que visitan a nuestros ancia-nos y enfermos que se encuentran recluidos en sus do-micilios, transmitiéndoles la alegría de la fe en Cristo, que se hizo carne por nuestra salvación. En esta acción evangelizadora podemos utilizar cuatro elementos que para ellos pueden ser verdaderamente importantes:

• En este tiempo de gracia podéis utilizar una pe-queña liturgia especial, que podéis descargar de la página web del Arzobispado, haciéndoles presente el misterio gozoso de nuestra fe: la En-carnación del Hijo de Dios.

• En estos días tan entrañables, sería una bonita dinámica haced que recuerden su niñez y que os cuenten cómo eran estos días cuando ellos eran pe-queños. El recuerdo de la historia personal es siem-pre muy gratificante para nuestros hermanos más mayores: ¡con qué deleite recuerdan sus primeras Navidades! Es un gran bien que les podéis hacer y que ellos os agradecerán. Y, si pueden, que os can-ten, así mismo, un villancico de esos que sólo ellos recuerdan. ¡Con qué gozo lo cantarán uniéndose al coro de los Ángeles en alabanza al Niño Dios!

• Ahora, en el tiempo de Adviento, también les hemos de llevar un pequeño obsequio muy im-portante: el libro del Evangelio del año, para que todos los días puedan unirse a la Palabra de

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Dios proclamada en todo el mundo. Pero eso sí, nunca olvidemos que ha de ser siempre en le-tra grande, pues si es en letra normal (que suele ser más bien pequeña) nuestros mayores no po-drán leerlo con facilidad y tal vez no lo lean y así no puedan participar del gozoso anuncio de la salvación que nos trae el Evangelio.

• Más tarde, en el tiempo de Navidad, les hare-mos un segundo regalo, muy emotivo: una pe-queña figura, como, por ejemplo, un Niño Jesús o un portal, que les haga presente al Hijo de Dios en el que creemos. ¡Ya veréis con qué júbilo lo reciben y lo ponen en un sitio de honor sobre su mesa o junto a su cama!

Por supuesto que, en estos días tan señalados, se-guiremos acompañando a nuestros hermanos que viven en las residencias de ancianos. Os invitamos de todo corazón a que este tiempo sea destacado en nuestros centros socio-sanitarios de diversas mane-ras:

• Mediante dos celebraciones eucarísticas es-peciales. Nunca olvidemos que la Eucaristía es vivida de una manera central por nuestros ma-yores: es lo que más agradecen. La primera en Adviento, para preparar nuestros corazones en la espera de la fe. La segunda, en Navidad, para celebrar gozosamente a Cristo nacido por noso-tros. Podéis descargaros los subsidios litúrgicos

para ambas celebraciones de la página web del Arzobispado. Ambas con sus oraciones, preces y orientaciones litúrgicas.

• En esta acción pastoral también pueden colaborar nuestros niños y jóvenes llevando la alegría del na-cimiento de Nuestro Señor a sus abuelos y ancianos que ya no viven con ellos en sus casas. ¡Qué belleza más hermosa hay en la que, siguiendo una antigua y venerable tradición, nuestros jóvenes (los de las catequesis, el junior, los scouts o los del coro pa-rroquial) visitan nuestras residencias cantándoles a nuestros mayores villancicos y llevándoles, del mismo modo, esa pequeña figurita del Niño Jesús, u otra del belén, que les haga participar de nuestro belén familiar, o una estampa navideña!

• Y por supuesto tampoco podemos olvidar el li-bro del Evangelio del año que entra, para que puedan leer todos los días la Palabra de Dios que nos trae la esperanza en la Vida Eterna, que ellos ya están viendo muy de cerca. Por supues-to, siempre en letra grande.

De este modo, todos nosotros, mayores y jóvenes, unidos en la misma fe en Cristo hecho hombre, en el Dios que nos invita a acompañarlo en su misión de anunciar la Buena Noticia a todos los hombres, contemplaremos juntos este gran misterio de amor, dejándonos iluminar el corazón por la luz que brilla en Belén. ¡Feliz Adviento y Navidad a todos!

Comisión Diocesana de

Pastoral de la Salud

Entre los muchos comentarios sobre la parábola del Buen Samaritano en mérito a la respuesta de Jesús a la interrogante: “¿Y quién es mi prójimo?”, mere-ce una especial atención, para nuestro escrito, aquél que nos ha presentado el beato Juan Pablo II en la carta apostólica Salvifici Doloris. El beato define esta parábola como el núcleo del Evangelio (cfr. SD nº 28), y nos indica que el samaritano es el modelo de com-portamiento a seguir por todos los que se acercan a los sufrientes (cfr. SD nº 28). Evidencia, también, que la presencia de la Iglesia y del cristiano al lado del en-fermo no puede limitarse al aspecto espiritual, o a un simple ministerio consolatorio, sino que también deben influir en el campo terapéutico y asistencial.

Una persona de la que no conocemos la edad, la identidad, la pertenencia social ni el credo religio-so. Sabemos solamente que era un rostro humano, como los que encontramos cotidianamente, y cada hombre “…es el camino de la Iglesia […], porque el hombre –todo hombre sin excepción– ha sido redimido por Cristo” (cfr. RH nº 14).

Esta persona en el recorrido, no largo sino peligroso, entre Jerusalén y Jericó, es atacada, robada, tirada al suelo y abandonada, herida de gravedad, al margen del camino, por bandidos que veían en ella no un suje-to humano sino un objeto que explorar. Son muchos

“El Buen Samaritano: la fe llevada a la práctica”

Para mí la vida es Cristo

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

los que, entre nosotros, también yacen golpeados por diferentes “bandidos”. Entre los enfermos y los pobres encontramos a hombres que han perdido su identi-dad, su sentido de vida, su confianza en los otros y en sí mismos o la propia fe ante los envites de la vida.

Al lado del herido, pasan algunas personas: dos hombres religiosos que, aun percatándose de lo ocu-rrido, no le prestan socorro por motivos diversos y por miedo a la contaminación ritual, cometiendo el grave pecado de omisión. Ellos están convencidos de que la adoración a Dios y el culto, ejercido en el templo, pueden permanecer separados de la vida; simbolizan el rechazo del compromiso social hacia los más necesitados que piden su intervención. San Ambrosio nos recuerda, a propósito, que “las manos que alzáis a Dios, también las debéis emplear en hacer buenas obras. Así evitaréis que se avergüencen cuando se junten para orar” (cfr. Comentario al Salmo 62).

Sin embargo, un samaritano, un extranjero, un hereje para la ley judía, haciéndose cargo de la desgracia del herido, le tiene compasión, olvidándose de su identi-dad. San Lucas utiliza tres verbos para describir ese encuentro: lo vio, tuvo compasión, se le acercó.

Buen Samaritano, entonces, “… es todo hombre que se para junto al sufrimiento de otro hombre, de cual-

quier género que ése sea… Buen Samaritano es todo hombre sensible al sufrimiento ajeno, el hombre que se conmueve ante la desgracia del prójimo” (cfr. SD 28). Sin dejarse llevar por las prisas, por los miedos o por la discriminación de las personas.

El Buen Samaritano no se contenta con una atención sumaria: olvida sus quehaceres, pone a disposición sus propios bienes, alza al hombre a su cabalgadura, lo lleva a una posada y le confía al posadero, preocu-pándose en proporcionar todo lo necesario para el cui-dado del herido. En la descripción de estas acciones se evidencia la relación con el sufriente; un vínculo de amor inspirado por una sincera y visible compasión, que nos muestra el don de si mismo. “Buen Samari-tano es el hombre capaz precisamente de ese don de sí mismo” (cfr. SD nº 28). Por esto, esencialmente, se-remos juzgados: “La primera y la segunda parte de la declaración de Cristo sobre el juicio final indican sin am-bigüedad cuán esencial es, en la perspectiva de la vida eterna de cada hombre, el pararse, como hizo el Buen Samaritano, junto al sufrimiento del prójimo, el tener compasión, y finalmente el dar ayuda” (cfr. SD nº 30).

Jesús concluye la parábola, indicando al maestro de la ley: “Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10,37), es decir, hazte próximo de aquellos que se encuentran nece-sitados expresando, como estilo de vida, un amor

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Para mí la vida es Cristo

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gratuito, misericordioso y solidario. Con esta pará-bola el Maestro reporta la caridad a la práctica con-creta, mostrándonos quién pide nuestra interven-ción, qué cosa nos pide y cómo debemos responder a ese pedido de ayuda. De nuestra parte debemos recordar que las instituciones son importantes e in-dispensables; sin embargo, ninguna institución pue-de, de suyo, sustituir el corazón humano, la compa-sión humana, el amor humano, la iniciativa humana, cuando se trata de encontrarse con el sufrimiento del otro. Esto es válido cuando nos encontramos con personas que sufren en su cuerpo, en su alma y en su espíritu (cfr. SD nº 29).

Así que ser Buen Samaritano es poner en práctica la fe en el Dios de la vida que se manifiesta en Jesucris-to, es mirar con mirada de compasión, de amor, de solidaridad, de compromiso, de belleza, a la creación del Padre que se manifiesta de manera singular en la persona humana. Esa forma de mirar a la creación nos abre nuevas perspectivas de vivencia cristiana que se podrían manifestar en:

1. La capacidad de maravillarse ante la multitud de posibilidades que tienen los hombres para dominar la vida. La mirada se aparta de las defi-

ciencias y se deja atraer por las potencialidades y por las capacidades del ser humano.

2. Poder contemplar a las personas integralmente en cada instante de su vida.

3. Prestar la atención necesaria al fomento de todos los procesos que permitan hacer justicia a los desafíos de la vida. Poner todas nuestras energías al servicio del cuerpo, de la mente y del espíritu en dirección al polo de la salud no es una utopía sino una meta realista. Así podremos conseguir la victoria sobre todas las enfermeda-des y dolencias que aquejan al ser humano.

4. Vivir en una perspectiva fundamentalmente po-sitiva del mundo y de la vida, porque todo lo que Dios ha creado es bueno (Gén 1,31).

5. Ver que las deficiencias del mundo y del hom-bre son una privatio boni y, que como tal, están integradas en un movimiento en el que se ha de revelar la acción de Dios (Jn 9, 1-12).

6. Percibir que la doctrina de la Creación, la doctri-na de la Redención y la doctrina de la Gracia de-sarrollan teológicamente, y la liturgia la expresa

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Hospitales

El Servicio Religioso preparará la celebración de la Penitencia y de la Eucaristía con los Enfermos, Fami-liares y Profesionales Sanitarios, que deseen partici-par, para vivir con mayor intensidad el Adviento y la Navidad en este Año de la Fe.

Parroquias

Todas las Comunidades Parroquiales, a través del grupo de Agentes de la Pastoral de la Salud, prepa-rarán la celebración, que realizarán en el Templo con los Enfermos y Familiares que puedan acudir.

Los Enfermos que no puedan dejar sus domicilios para ir a la Parroquia tendrán la posibilidad de cele-brarla en sus hogares.

Centros Socio-Sanitarios

Las Parroquias que tengan en su demarcación terri-torial algún centro prepararán y realizarán una Cele-bración de la Palabra, a través del grupo de Agentes de la Pastoral de la Salud, en la que se distribuirá la Sagrada Comunión.

Celebración de la vida y de la esperanza en el tiempo de Adviento y de Navidad

en oración, la idea de un Dios que creó maravi-llosamente el mundo y que lo renueva aun más maravillosamente.

7. Ver que la condición previa para que nos acer-quemos a lo que sufren no es necesariamente su sufrimiento, sino su condición de personas y su anhelo de crecer y de vivificarse orientadas a Dios.

8. Vivir la perspectiva de que ha sido concedida a la persona humana, por la Gracia, la plenitud de la vida. Por eso no debemos sucumbir a la resig-nación, al fatalismo y a la desidia.

Esperar al Señor, aclamar su Encarnación, alegrarse por su venida sólo tiene sentido cuando lo adoramos en espíritu y verdad, dándonos a los que sufren y ha-ciendo de nuestras vidas una liturgia de la caridad ha-cia los más necesitados de entre nuestros hermanos.

Comisión Diocesana de

CatequesisAmbientación

Una lámpara encendida, una vela con el logotipo del Año de la Fe, diocesano. Alrededor cirios pequeños apagados como signo de que el pecado debilita y apaga nuestra adhesión a Cristo y nuestra capacidad de ser luz de Cristo en medio del mundo. Tras la con-fesión individual, se invita a cada fiel a que encienda una de las velitas como signo de haber recuperado la luz con el perdón de los pecados. Esta luz, a la vez, es personal y un bien para la comunidad.

Canto de entrada

VEN, VEN SEÑOR NO TARDES. VEN, VEN, QUE TE ESPERAMOS. VEN, VEN SEÑOR NO TARDES. VEN PRONTO, SEÑOR.

1.- El mundo muere de frío, el alma perdió el calor, los hombres no son hermanos, el mundo no tiene amor.

2.- Envuelto en sombría noche, el mundo, sin paz, no ve; buscando va una esperanza, buscando, Señor, tu fe.

3.- Al mundo le falta vida, al mundo le falta luz; al mundo le falta el cielo, al mundo le faltas Tú.

Celebración Penitencia de Adviento

Para mí la vida es Cristo

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Saludo

Sacerdote: La gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Salvador, estén con todos vosotros.

R/. Y con tu espíritu.

Monición inicial

Queridos hermanas y hermanos en Cristo:

“La puerta de la fe” (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rom 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha que-rido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22) (Carta Apostólica Porta Fidei del Papa Bene-dicto XVI convocando el Año de la Fe).

En medio de los quehaceres de la vida, en mucha ocasiones, no escuchamos la Palabra de Jesús, y nos dejamos conducir por palabras de egoísmo y de pe-cado. Hoy el Señor se dirige a cada uno y nos ofrece su perdón para vivir más intensamente nuestra vida

cristiana. Dispongámonos para acoger a Cristo que viene con un espíritu limpio y reconciliado. Así vivire-mos más intensamente la alegría de la Navidad.

Oración

Sacerdote: Oremos, hermanos, para que la venida del Señor, cuyo misterio celebraremos en las próxi-mas fiestas, nos encuentre vigilantes y preparados.

Todos oran en silencio un momento.

Sacerdote: Oh Dios, creador de los cielos: aumenta nuestra fe, fortalece nuestra fe. Te pedimos el per-dón de las ofensas para que, esperando firmemente la venida de nuestro Redentor, merezcamos alcan-zar el perdón de los pecados. Por Jesucristo, nuestro Señor.

R/. Amén.

Liturgia de la PalabraLectura del Profeta Jeremías 31, 31-34

Mirad que llegan días, oráculo del Señor, en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. No como la que hice con vuestros padres, cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: Ellos, aunque yo era su Señor, quebrantaron mi alianza; oráculo del Señor. Sino que así será la alianza que haré con ellos, des-pués de aquellos días oráculo del Señor: Meteré mi

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ley en su pecho, la escribiré en sus corazones; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y no tendrá que enseñar uno a su prójimo, el otro a su hermano, diciendo: Reconoce al Señor. Porque todos me conocerán, desde el pequeño al grande oráculo del Señor cuando perdone sus críme-nes y no recuerde sus pecados. Palabra de Dios.

R/. Te alabamos, Señor.

Salmo responsorial Sal 102, 1-2. 8 y 13. 17-18a

V/. El Señor es compasivo y misericordioso. R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza.

R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

x Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 36-50

En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fue-ra a comer con él. Jesús, entrando en casa del fari-seo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los en-jugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: “Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora”. Jesús tomó la palabra y le dijo: “Simón, tengo algo que decirte”. Él respondió: “Dímelo, maestro”. Jesús le dijo: “Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuen-ta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?”. Simón contestó: “Supongo que aquél a quien le per-donó más”. Jesús le dijo: “Has juzgado rectamente”. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella en cambio me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene

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mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama”. Y a ella le dijo: “Tus pecados están perdona-dos”. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: “¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?”. Pero Je-sús dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, vete en paz”. Palabra del Señor.

R/. Gloria a ti, Señor Jesús.

Homilía

Examen de conciencia

“Por la fe, María acogió la palabra del Ángel y cre-yó en el anuncio de que sería la Madre de Dios en la obediencia de su entrega” (cf. Lc 1, 38) (PF 13).

· ¿Estoy atento a la presencia del Señor en mi vida? · ¿Le descubro en el prójimo? · ¿Escucho la Palabra de Dios con atención? · ¿Acojo la Palabra del Señor como orientación para

mi vida? · ¿Estoy despierto para detectar todas las ocasiones

de vivir la caridad con los demás?

Por la fe, los Apóstoles dejaron todo para seguir al Maestro (cf. Mt 10, 28). Creyeron en las palabras con las que anunciaba el Reino de Dios, que está presen-te y se realiza en su persona (cf. Lc 11, 20).

· ¿Qué sobra en mi vida para poder ser mejor discí-pulo de Jesús?

· ¿Cómo preparo la venida de Jesús en Navidad? ¿Sólo con compras?

· Jesús viene en cada Eucaristía. ¿Vivo la Misa con aten-ción para encontrarme con Jesús en la Comunión?

Por la fe, los mártires entregaron su vida como testi-monio de la verdad del Evangelio, que los había tras-formado y hecho capaces de llegar hasta el mayor don del amor con el perdón de sus perseguidores.

· ¿Qué palabras o gestos que he hecho me han aleja-do del Señor? · ¿Encuentro a Jesús en mi vida matrimonial, con mi esposo o esposa? · ¿Soy honrado en mi trabajo? · ¿Busco al Señor en mi vida cotidiana? · ¿Soy fiel a las orientaciones de la Iglesia? · ¿Busco a Jesús en su Cuerpo que es la Iglesia? · ¿Manifiesto a los demás mi condición de cristiano? · ¿Busco al Señor en el testimonio ante los demás?

Por la fe, muchos cristianos han promovido acciones en favor de la justicia, para hacer concreta la palabra del Se-ñor, que ha venido a proclamar la liberación de los opri-midos y un año de gracia para todos (cf. Lc 4, 18-19).

· ¿Vivo mi vida acogiendo a los demás y sus necesi-dades o más bien me resulta molesto atender a los otros? · ¿Descubro lo que Dios quiere para mi vida? ¿Le pre-gunto en la oración? · ¿Tengo verdadero deseo de seguir su voluntad?

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· ¿Soy abierto y caritativo con los otros o me dejo vencer por mi egoísmo? · ¿Alegro la vida a quienes comparten la vida conmi-go o soy causa de tristeza? · ¿Acojo la paz de Cristo trabajando por la paz y el perdón?

Confesión general de los pecados

Sacerdote: Hermanos: confesad vuestros pecados y orad unos por otros, para que os salvéis.

Todos: Yo confieso...

Sacerdote: Cristo nuestro Salvador es nuestro abo-gado ante el Padre: con un corazón humilde pidá-mosle que perdone nuestros pecados. Respondamos todos: Confiamos en tu perdón, Señor.

Tu perdón es nuestra esperanza. Acógenos en el sa-cramento de la reconciliación. R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

Haz que seamos un signo viviente de tu amor para que todos lo vean: un pueblo reconciliado contigo y unos con otros. R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

Haz que crezcamos en tu paz y que la extendamos por todo el mundo. R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

Al perdonar nuestros pecados: ayúdanos a amar a los demás y a saber perdonar sus pecados contra nosotros.

R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

Envía tu luz a nuestra oscuridad y llévanos por el ca-mino de tu verdad. R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

En tu perdón líbranos de nuestro pasado y haz que seamos capaces de empezar una nueva vida santa. R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

Supera el daño que nuestro pecado nos ha causado y guíanos de nuevo por los caminos del amor y de la paz. R/. Confiamos en tu perdón, Señor.

Sacerdote: Dirijámonos a Dios nuestro Padre y pidá-mosle que nos libre de todo mal y nos prepare para la llegada de su reino.

Todos: Padre nuestro...

Sacerdote: Oh Dios, que al crear en el principio la luz disipaste las tinieblas del mundo, te pedimos que venga el creador de la luz, preparado antes de los siglos, para que el pueblo, libre de la esclavitud del error, pueda salir al encuentro de tu Hijo con el fruto de las buenas obras. Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

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Confesión y absolución individual

Acción de gracias por la misericordia de Dios

Concluidas las confesiones individuales, el sacerdote in-vita a la acción de gracias a Dios. Todos los fieles procla-man el Magnificat.

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia —como lo había prometido a nuestros padres— en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Oración final de acción de gracias

Sacerdote: Padre santo, Tú nos has renovado a imagen de tu Hijo; concédenos tu misericordia, para que seamos testigos de tu amor en el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

La celebración finaliza con la bendición del sacerdote.

Comisión Diocesana de

Educación Católicay Comisión

Diocesana de Infancia y Juventud

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Propuesta didáctica de Adviento

Desde las comisiones de Educación y Juventud os proponemos para preparar el nacimiento de Jesús, durante este Adviento, una actividad común para to-das las etapas: Infantil, Primaria y Secundaria.

La actividad consiste en elaborar el soporte de un candil para encenderlo el día 24 diciembre, cada se-mana de Adviento trabajaremos una de las caras del candil. La luz es una de las imágenes que Jesucristo utiliza para explicar quién es Él:

“En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida»”.

(Jn 8,12)

Partimos de esta idea e iremos haciendo propuestas para recorrer un camino de reflexión y acción cada semana hasta llegar a la Navidad, momento central al que nos dirigimos. Los elementos que trabajare-mos son:

– Alguien muy importante viene, una gran luz se nos anuncia.

– Hay que estar atentos para ver quién es, por dónde viene, cuando llegará…

– Dar luz a los que nos encontremos en este camino.

– Descubrir con los otros, “la gran luz” que esperábamos.

Para encontrar los materiales desarrollados por eta-pas entra en la página web www.redjoven.org y des-cárgatelos.

Congreso Nacional de

Pastoral Juvenil

Una oportunidad para la reflexión

Ofrecemos un extracto de las ponencias presentadas en el Congreso Nacional de Pastoral Juvenil celebrado en Valencia en el mes de noviembre de 2012.

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Mons. D. Carlos Osoro: “La Iglesia tiene la misión y el reto de convertirse en el futuro de la humanidad”

El arzobispo de Valencia ha aludido en su ponencia a la necesidad y la urgencia del “primer anuncio” o “kerigma” en la Nueva Evangelización

La primera de las ponencias del Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, fue pronunciada por Mons. D. Car-los Osoro Sierra, arzobispo de Valencia y Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española. La intervención ha llevado por título “Para ti la vida es Cristo: el primer anuncio”. Mons. Osoro ha señalado al comenzar que “nuestras comunidades cristianas necesitan incor-porar en su vida el primer anuncio” y ha explicado que esto significa “proclamar y proponer el mensaje nuclear del Evangelio (kerigma) a quienes no cono-cen a Jesucristo, también a quienes un día lo cono-cieron pero se alejaron de él”. Así, “el primer anuncio es una misión” y “la Iglesia tiene la misión y el reto de convertirse en el futuro de la humanidad”.

Gran emergencia educativa

Una parte de la ponencia de Mons. D. Carlos Osoro Sierra ha tratado de la emergencia educativa en los jóvenes en la situación actual. “De entre las emer-

gencias de las que se viene hablando en este tiempo, la más preocupante de todas es la que el Santo Pa-dre califica de gran emergencia educativa. Por eso, “urge repensar en profundidad y analizar por una parte las manifestaciones de la crisis, como también dónde hunde sus raíces y dónde se encuentran las dificultades que están surgiendo”. En opinión del Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, “lo que realmente se está poniendo en juego es la concepción del hombre, la antropología y ética (moral) que subyace en estos comportamientos”. Un aspecto “muy importante” de esta emergencia es “la transmisión de la fe a las nuevas generaciones” por-que existe “la dificultad que plantea la cultura actual, que pretende poner a Dios entre paréntesis o mejor ocultarlo, desalentando opciones de compromiso y definitivas y proponiendo satisfacciones inme-diatas”. A continuación, subrayó que “es imposible educar si falta un modelo de hombre”, por lo que la “gran emergencia es la expresión y manifestación de un problema más profundo, como es la crisis antro-pológica en la que estamos”.

Para encontrar las respuestas adecuadas a este pro-blema “es necesario acudir a las raíces profundas”. A continuación, Mons. Osoro ha citado algunas de és-

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tas: el relativismo; el encapsulamiento de la persona sobre sí misma; el ocultamiento de lo que es la natu-raleza y la Revelación y, por último, la desesperanza ya que “los valores esenciales quedan aniquilados o perdidos”, por lo que “hay que convocar a los jóve-nes e inyectarles esperanza”.

Por último, y antes de exponer varios pasajes evan-gélicos en los que se realiza este “primer anuncio”, el arzobispo de Valencia ha indicado que “anunciar a Jesucristo es un imperativo necesario para promover un nuevo humanismo y dar verdaderos fundamen-tos a la persona”. “Entregar de primera mano la no-ticia de Jesucristo a otros jóvenes, hacer el «primer anuncio», es de todos”, ha concluido.

Mons. D. José Ignacio Munilla: “La emergencia afectiva que padece la generación actual nos ofrece una oportunidad única para recordar a los jóvenes que Dios es amor”

El obispo de San Sebastián ha hablado so-bre tres de las heridas de la sociedad post-moderna: el narcisismo, el pansexualismo y la desconfianza

La segunda de las ponencias del Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, pronunciada por el obispo de San Sebastián, Mons. D. José Ignacio Munilla Aguirre, responsable del Departamento de Pastoral de Ju-ventud en la Conferencia Episcopal Española (CEE). La intervención ha llevado por título La evangeliza-ción de los jóvenes ante la emergencia afectiva.

Mons. Munilla ha comenzado afirmando que “para poder dirigirnos al joven de nuestros días, necesita-mos primero conocerle (…) pero para eso debemos ir más allá del dato sociológico. Necesitamos cono-cer en profundidad a Jesucristo, ya que sólo en Cris-to conoceremos en profundidad al joven. Esta clave teológica es importantísima para poder interpretar lo que nos dicen las encuestas. Y aunque soy cons-ciente de que a quienes no tengan fe les costará en-tenderlo, conviene recordar que esta convicción en-laza con lo mejor de nuestra tradición espiritual. Por ejemplo, en el Siglo de Oro Español decía la propia Santa Teresa de Jesús: A mi parecer, jamás acabamos

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de conocernos si no procuramos conocer a Dios”. Pos-teriormente, ha reconocido que “uno de los motivos principales por el que nos está costando tanto que el Evangelio resuene en el corazón de los jóvenes, es porque nosotros mismos tenemos todavía un défi-cit importante para llegar al Corazón de Cristo, y co-nocer en Él su designio de misericordia hacia todos nosotros, jóvenes evangelizadores y jóvenes evan-gelizados”. Por eso, y partiendo de la convicción de que podemos conocer el corazón del joven a la luz del Corazón de Cristo, ha ido desarrollando en la po-nencia cómo está ese corazón, cuáles son las heridas afectivas que sufre una buena parte de la juventud en España, y qué respuesta propone la Iglesia hoy. “La emergencia afectiva que padece esta genera-ción —ha indicado— nos ofrece una oportunidad única para recordar a todos los jóvenes que Dios es amor, y que hemos sido creados con una vocación a la comunión de amor, que necesitamos descubrir para alcanzar nuestra plenitud”. Mons. Munilla ha presentado tres heridas profundas que padece la sociedad postmo-derna, que dificultan conocer el verdadero rostro de Cristo y que, paradójicamente, necesitan del mismo Jescristo para ser sanadas: nar-cisismo, pansexualismo y desconfianza.

Narcisismo

El narcisismo, como ha recordado el obispo de San Sebastián, está ligado a la hipersensibilidad, a la ab-solutización de los sentimientos y temores, a la per-cepción errónea de que todo en la vida gira en torno a uno mismo. “Difícilmente se podrá superar la heri-da del narcisismo —ha subrayado Mons. Munilla— si nos olvidamos del Dios que nos ha creado —hombre y mujer— a su imagen y semejanza, llamándonos a la comunión en el amor. Hombres y mujeres somos distintos y complementarios. Y de esta forma llega-mos a entender que amar es promover el bien que hay en el otro; siendo esto incompatible con la ten-dencia narcisista que pretende «poseer» al prójimo, asimilándolo a uno mismo, hasta el punto de hacerlo desaparecer. (…) Sin la sanción de la herida del nar-cisismo es imposible la entrega generosa, que es un aspecto clave en el Evangelio”. El obispo ha propues-to cuatro caminos en los que deberíamos incidir en estos momentos para la sanción herida del narcisis-mo: el anuncio del amor de Dios, que funda la au-toestima; el cultivo de una espiritualidad equilibrada (mística-ascética); la aceptación humilde de la rea-lidad y poner de manifiesto que las experiencias de acercamiento al sufrimiento del prójimo tienen una gran potencialidad sanadora en los jóvenes.

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Pansexualismo

Una segunda característica de nuestro tiempo y de nuestra cultura es el fenómeno del pansexualismo o del hipererotismo ambiental que invade práctica-mente todos los ámbitos y espacios. “Parece como si viviéramos una «alerta sexual» permanente, que condiciona lo más cotidiano de la vida. El bombar-deo de erotismo es tal que facilita las adicciones y conductas compulsivas, provoca innumerables des-equilibrios y la falta de dominio de la propia volun-tad, hasta el punto de hacernos incapaces para la donación. Es obvio que la fe y la religiosidad se ven seriamente comprometidas, en la medida en que jó-venes y adultos no sean capaces de mantener una capacidad crítica ante una visión fragmentada y des-integrada de la afectividad, la sexualidad y el amor. No es nada fácil vivir en coherencia los valores evan-gélicos en medio de una cultura dominada por el materialismo y el hipererotismo. Es más, ocurre que como hay muchos jóvenes que han nacido y creci-do en este contexto cultural pansexualista, llegan a percibirlo como normal. Es lo que le ocurre a quien ha nacido y vivido a seis mil metros de altura: se ha acostumbrado a esa presión atmosférica. Pero aun-que él no lo perciba subjetivamente, la presión at-mosférica en la que vive, afecta objetivamente a su organismo y a su salud. Por ello, para poder percibir

la herida afectiva de nuestra generación, es necesa-rio partir de un profundo conocimiento antropológi-co y teológico de la vocación al amor que todos he-mos recibido y llevamos grabada en lo más hondo de nuestro corazón”. Para ello, ha invitado a leer, entre otros, los documentos: La verdad del amor humano. Orientaciones sobre el amor conyugal, la ideología de género y la legislación familiar (2012) y la Instrucción Pastoral que lleva el título de La familia, santuario de la vida, esperanza de la sociedad (2001), ambos de la Conferencia Episcopal Española.

Mons. Munilla ha analizado cómo en nuestra cultura se ha perdido en buena parte el sentido y el valor de la sexualidad, al producirse “un divorcio entre sexo y procreación, entre amor y matrimonio y entre sexo y amor”. Hoy la sexualidad “ha dejado de ser la ex-presión de la entrega total de dos personas que se aman, para pasar a ser un instrumento de diversión, e incluso un instrumento para hacerse daño el uno al otro”. Al igual que ha hecho al plantear la primera herida, el obispo ha subrayado aquellos aspectos en los que a su juicio deberíamos incidir especialmente para sanar la herida del pansexualismo: rescatar la virtud de la castidad de su impopularidad, potenciar los cursos de formación afectivosexual y educar en la belleza.

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Desconfianza

La herida afectiva de la desconfianza supone la sen-sación de no pisar suelo firme y el temor por el fu-turo. “En este terreno —ha apuntado— también les puede ocurrir a las nuevas generaciones, lo mismo que he señalado en referencia al pansexualismo: que no lleguen a percibir la dimensión del problema, porque han nacido inmersos en él. ¡Nos hemos acos-tumbrado a la presión atmosférica y ya no la nota-mos! ¡Pero no por ello dejamos de padecerla! Cuan-do hablamos con nuestros mayores y escuchamos el relato de su vida, nos impresiona comprobar hasta qué punto se han perdido las relaciones humanas de vecindad, de familia extensa, de amistades amplias, etc. Uno de los fenómenos más determinantes en la extensión de esta herida afectiva de la desconfianza, ha sido el divorcio y la falta de estabilidad familiar. Cuando un niño o un adolescente desde su habita-ción escucha a sus padres discutir, faltándose al res-peto, llega a albergar dolorosas dudas sobre si su familia continuará unida al día siguiente o si se to-mará la decisión de la separación… No dudemos de que así se están poniendo las bases del síndrome de desconfianza. Cuando se desmoronan los cimientos familiares sobre los que debería sustentarse la esta-bilidad de la persona, las heridas afectivas son más que predecibles… Por otra parte, hay que añadir que

la crisis del principio de autoridad y de referentes morales, puede conllevar una dificultad a la hora de desarrollar la confianza en Dios. Muchos jóvenes han crecido sin modelos que les sirvan de referente y de los que sentirse orgullosos. Arrastramos numerosas heridas afectivas, que han generado en no pocos una especie de orfandad moral”. Para sanar la herida de la desconfianza, Mons. Munilla ha propuesto experi-mentar la comunión en el seno de la Iglesia y educar a los jóvenes en la confianza.

El obispo ha concluido con una interpelación espe-ranzada y realizada directamente a los jóvenes, re-cordando que la “emergencia afectiva que padece esta generación nos ofrece una oportunidad única para recordar a todos los jóvenes que Dios es amor, que hemos sido creados en una vocación a la comu-nión de amor, y que necesitamos descubrir la eterna novedad del Evangelio de Cristo para alcanzar nues-tra plenitud. ¿Y sabéis una cosa?... ¡El corazón no es de quien lo rompe, sino de quien lo repara! Es decir, el corazón del joven, es del Corazón de Cristo”.

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Cardenal Rylko: “Aunque no siempre sean capaces de arti-cularla, los jóvenes tienen sed de Dios”

El Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos ha señalado que el compromiso de la Iglesia de educar en la fe es una con-tribución a la sociedad para que salga de la crisis educativa que padece

La última de las ponencias del Congreso Nacional de Pastoral Juvenil, pronunciada por el Cardenal Sta-nislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos. La intervención ha llevado por título La pastoral de los jóvenes ante la emergencia educativa hodierna: el magisterio de Benedicto XVI. El Cardenal ha comenzado renovando su gratitud a la Iglesia que vive en España y particularmente a la de Madrid, por la generosidad de la acogida y la eficaz organización de la inolvidable JMJ de 2011. Como ha recordado el Cardenal, cada edición de la JMJ nos hace reflexio-nar sobre la importancia de de la pastoral juvenil en la Iglesia.

El Cardenal Rylko ha centrado su intervención en la emergencia educativa, desde las enseñanzas de Bene-dicto XVI: “la educación constituye uno de los puntos fundamentales de la cuestión antropológica actual”, recuerda el Papa. En ese sentido, el ponente ha anali-zado en qué consiste la crisis educativa de la postmo-dernidad, explicando la creciente dificultad que se en-cuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correc-to comportamiento. Las dificultades “son inevitables

en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo”. Hablar de verdad se considera peligroso y autoritario en nuestra sociedad líquida, sin certezas, privada de la piedra angular, que rechaza la existencia de la ver-dad. Aquí la educación no sólo es una tarea ardua, sino en ocasiones, incluso imposible. En este contexto, “el compromiso de la Iglesia de educar en la fe, en el segui-miento y en el testimonio del Señor Jesús es hoy más que nunca una contribución para que la socedad salga de la crisis educativa que la aflige”.

El Cardenal ha desarrollado después las característi-cas de los educadores que deben enfrentarse a esta complicada tarea: en la Iglesia “la evangelización de la juventud debe ser realmente una prioridad. Los jóvenes deben sentirse acogidos, comprendidos y amados. Cuando se sienten respetados en su liber-tad se dejan interpelar por la propuesta cristiana. La libertad debe ser conjugada con la necesidad de verdad que tienen los jóvenes”. El Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos ha insistido en que la educación de las nuevas generaciones requiere el compromiso de toda la comunidad cristiana.

El ponente ha analizado quiénes son los jóvenes hoy y qué los diferencia de las generaciones preceden-tes. Ha afirmado que los jóvenes actuales viven en un “alarmante desarraigamiento cultural, religioso, moral y por un gran individualismo, reivindican para sí el derecho a construir la propia vida, prescindien-

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do de los valores y normas comúnmente aceptados”. Este panorama se acentúa y adquiere visos preocu-pantes por el impacto que tiene en la vida de los jó-venes la grave crisis económica que azota al mundo, y especialmente a Europa.

Recorriendo el magisterio de Benedicto XVI, el carde-nal Rylko ha destacado que “en la juventud hay un de-seo, una búsqueda también de Dios. Por tanto, tienen cierta disponibilidad, a pesar de todas las dificultades de hoy y por eso, debemos hacer todo lo posible por mantener viva la llama de esa búsqueda”.

La emergencia educativa de nuestros días se hace notar también en el evidente flaquear de los ámbi-tos propios de la formación y la alarmante escasez de buenos maestros. “La madurez humana y cristia-na de los educadores es la piedra angular del proceso de educación en la fe, sin embargo no basta. El Papa subraya que debemos ser siempre conscientes de que no podemos realizar esa obra con nuestras fuer-zas, sino solo con el poder del Espíritu Santo”.

Benedicto XVI nos llama a reconsiderar seriamente los fundamentos de nuestro trabajo con los jóvenes. “El Santo Padre, gran maestro de la fe, nos ayuda a volver a lo esencial: no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva”.

Las jóvenes generaciones “tienen derecho a recibir el anuncio de Dios de manera explícita y directa, sin reducirlo a un pretexto para tratar cuestiones que aparezcan quizá más interesantes a la mentalidad contemporánea. Aunque no siempre sean capaces de articularla, nuestros jóvenes tienen sed de Dios”. En la educación de las estas nuevas generaciones “no puede evitarse la cuestión de la verdad; más aún, debe ocupar un lugar central. En efecto, al in-terrogarnos por la verdad ensanchamos el horizon-te de nuestra racionalidad, comenzamos a liberar la razón de los límites demasiado estrechos dentro de los cuales queda confinada cuando se considera racional sólo lo que puede ser objeto de experimen-to y cálculo”. El Cardenal ha querido incidir en que el uso adecuado de la libertad es una cuestión decisiva para la vida, porque está íntimamente referida a las opciones vocacionales.

La ponencia ha concluido aludiendo a uno de los te-mas preferidos de Benedicto XVI: la belleza. “Tene-mos por delante el desafío decisivo para todo pro-yecto pastoral: abrir ante nuestros jóvenes el rostro de Cristo y su Evangelio, persuadirlos de que apostar por Cristo vale la pena, de que ser cristianos no sólo es lo correcto, ¡es hermoso! (…) Dios también hoy encontrará nuevos caminos para llamar a los hom-bres y quiere contar con nosotros como sus mensa-jeros y sus servidores”.

Centro de Orientación VocacionalCatequesis para jóvenes

Objetivos

En este Año de la Fe, aparece la Virgen María como nuestro modelo de fe ante la vocación de Dios.

Mediante esta sencilla catequesis guiada por el Ma-gisterio de la Iglesia, acompañaremos a María para contemplar su vocación y así Ella nos enseñe a cómo responder a la llamada de Dios.

Nuestra vida vocacional es una “peregrinación” en la que podemos siguiendo las huellas de Aquella que “precede” en la peregrinación de la fe a todo el Pue-blo de Dios.

Mediante esta catequesis, seguiremos las enseñan-zas del Concilio Vaticano II, que en la Constitución dogmática sobre la Iglesia ha indicado a la Madre de Dios como la que “precede” a todo el Pueblo de Dios en la peregrinación de la fe. La Iglesia ve en María su “figura” perfecta. “María es para la Iglesia como su modelo destacadísimo en la fe y en el amor” (LG 53).

“Hágase en mí según tu palabra”

(Lc 1, 18)

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Catequesis

Silencio y oración

María vive en un clima perseverante de escucha de Dios, de recogimiento, para meditar todos los acon-tecimientos en el silencio de su corazón, ante Dios, y así comprender su voluntad y ser capaz de aceptarla interiormente.

Por su actitud interior de escucha, en la Anunciación es capaz de reconocer con humildad que es el Señor quien actúa. Está atenta a las palabras del ángel, las acoge y responde al proyecto divino, manifestando su plena disponibilidad.

Su vínculo profundo con Dios, madurado en la ora-ción asidua e intensa, la llevó a responder siempre con plena disponibilidad.

Iniciativa de Dios

Dios Padre toma la iniciativa y envía su mensajero para invitar a María a ser la Madre de su Hijo amado. La iniciativa de Dios empieza el momento más gran-de en la vida de María.

En la historia de la salvación y en las vidas de cada uno de nosotros, Dios está continuamente tomando la iniciativa, pidiéndonos responder con fe, invitán-donos a dar nuestro consentimiento.

La vocación antes de revestir la forma de una elec-ción y de una decisión personal, remite a una elec-ción que ha precedido, por parte de Dios, a la elec-ción y decisión humana.

Introducción

María recibe, a través del anuncio del ángel Gabriel, la llamada de Dios a ser y realizar en su vida aquello que excede totalmente su capacidad y sólo puede acoger como un don de Dios: Ser la Madre de Jesucristo.

María, como buena judía, esperaba y deseaba la lle-gada del Mesías de Dios, pero nunca imaginó que el Mesías nacería de Ella, sin relación con varón y que además sería el Hijo de Dios. Como dice la Liturgia, Dios desborda los méritos y deseos de los que le su-plican; sus promesas superan todo deseo. Dios des-borda los deseos de aquellos a los que llama, pero no sólo los deseos, sino también las capacidades. Será Dios mismo quien la capacitará a través del Espíritu Santo para dar a luz al “Hijo del Altísimo” sin cono-cer varón.

María experimentará y será consciente de su incapa-cidad para llevar a cabo la vocación, pero Dios le ex-plicará a través del ángel que Él la capacitará. Sólo se pide acoger y secundar con fe el don de la materni-dad divina con un “Sí”, con un “Hágase en mí según tu palabra”.

Pongamos en nuestro corazón el deseo de parecer-nos más a María, de tener una profunda confianza en los planes de Dios para con nosotros, una gran con-fianza en su amorosa Providencia. Debemos, como Ella, responder con fe y esperanza a la vocación.

Dios nos la pone cerca, como Madre, para aprender de Ella a permanecer cerca del Señor, escuchando y a poniendo en práctica la Palabra de Dios.

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Para mí la vida es Cristo

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Vocación

Fue revelada a la Virgen la vocación a ser Madre del Mesías.

Al meditar sobre el hecho de la Anunciación, pensa-mos también en nuestra vocación. Ésta supone siem-pre como un cambio profundo en nuestra relación con el Dios viviente. Se ha dado un nuevo sentido y una nueva dimensión a vuestra existencia cristiana.

Cuando Cristo nos elige, cuando nos dice “sígueme” “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” nos elige en Él antes de la creación del mundo, como procla-ma la Carta a los Efesios.

Capacitación

Los relatos evangélicos (cf. Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38) presentan la concepción virginal como una obra di-vina que sobrepasa toda comprensión y toda posibi-lidad humanas.

“No hay nada imposible para Dios” (Lc 1, 37).

Dios escoge lo que era tenido por impotente y débil (cf. 1 Cor 1, 27) para mostrar la fidelidad a su prome-sa, pues para Él nada hay imposible. Dios no llama al capacitado sino que capacita al que llama.

En este contexto, leer el relato de la Anunciación (Lc 1,30-31.38).

Respuesta y fe de María

“Esclava del Señor” (Lc 1, 38)

La expresión “siervo” de Dios se aplica en el AT a to-dos los que son llamados a ejercer una misión a fa-vor del pueblo elegido: Abraham (Gén 26, 24), Isaac (Gén 24, 14) Jacob (Éx 32, 13; Ez 37, 25), Josué (Jos 24, 29), David (2 Sam 7, 8), Ester (Est 4, 17), etc.

Las palabras “He aquí la esclava del Señor” anuncian a Aquel que dirá de sí mismo: “El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos” (Mc 10, 45; cf. Mt 20, 28). En la vida de Jesús, la voluntad de servir es constante y sorprendente. En efecto, como Hijo de Dios, hu-biera podido con razón hacer que le sirvieran. Jesús no quiere ser servido, sino que desea servir hasta el punto de entregar totalmente su vida.

También María, aun teniendo conciencia de la altísi-ma dignidad que se le había concedido, ante el anun-cio del ángel se declara de forma espontánea “escla-va del Señor”. Se entregó a sí misma para servir al Misterio de la Redención y en este compromiso de servicio Ella incluye también su propósito de servir al prójimo, como lo demuestra la relación que guardan el episodio de la Anunciación y el de la Visitación. María se pone en camino y “de prisa” (Lc 1, 39) para ayudar a su prima en los preparativos del nacimiento del niño, con plena disponibilidad. Un modelo subli-me de servicio.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

“Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38)

Dios invita, María responde. Dios propone y María acepta. “Fiat”.

San Agustín nos dice en su sermón 215: “Tras estas palabras del ángel, ella, llena de fe y habiendo con-cebido a Cristo antes en su mente que en su seno, dijo: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí se-gún tu palabra». Creyó María, y se cumplió en ella lo que creyó. Creamos también nosotros”.

El “Sí” de María es el acto de fe más puro que haya podido expresarse.

En la Anunciación, María se ha abandonado en Dios completamente, y en esta respuesta de fe coopera con la gracia de Dios y se hace disponible a la acción del Espíritu Santo que “perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones” (Redemptoris Mater, n.13).

“Hágase en mi según tu palabra” manifiesta en Ma-ría una obediencia total a la voluntad de Dios, un fiarse de Él, creerle y amarle. En nuestras vidas, esto significa comprometerse a hacer siempre lo que Je-sús nos dice en las Escrituras y lo que nos enseña el Magisterio de la Iglesia.

María respondió por “la obediencia de la fe” (Rom 1, 5), segura de que “nada hay imposible para Dios”.

La fe de María le hace llegar a ser la Madre del Sal-vador.

Al visitar a su prima Isabel, ésta llamó a María feliz en razón de su fe: “Feliz la que ha creído que se cumpli-rían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor” (Lc 1, 45).

María hace de la voluntad del Padre el principio ins-pirador de toda su vida. Ha vivido toda su existencia, completamente disponible a Dios, perfectamente en acuerdo con su voluntad, incluso en los momentos más difíciles, que alcanzaron su punto culminante en el Monte Calvario. Su vida, de hecho, ha sido un “Sí” profundo al Señor, lleno de gozo y de confianza.

María, acogiendo plenamente la voluntad divina, anti-cipa y hace suya la actitud de Cristo que, según la carta a los Hebreos, al entrar en el mundo, dice: “Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo (...). Entonces dije: ¡He aquí que vengo (...) a hacer, oh Dios, tu voluntad!” (Heb 10, 5-7; Sal 40, 7-9).

La docilidad de María anuncia y prefigura la que ma-nifestará Jesús durante su vida pública hasta el Cal-vario.

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Para mí la vida es Cristo

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Dificultades de la misión

La profecía de Simeón le hará vislumbrar el trágico destino de su Hijo (cf. Lc 2, 34-35). Con su obediencia plena a la voluntad de Dios, María está dispuesta a vivir todo lo que el amor divino tiene previsto para su vida, hasta la “espada” que atravesará su alma.

Fecundidad

No hay nada más fecundo ante Dios que la palabra “Sí” como respuesta a su voluntad, a su llamada.

“Ella, en efecto, como dice san Ireneo, «por su obe-diencia fue causa de la salvación propia y de la de todo el género humano». Por eso, no pocos Padres antiguos, en su predicación, coincidieron con él en afirmar «el nudo de la desobediencia de Eva lo de-sató la obediencia de María. Lo que ató la virgen Eva por su falta de fe lo desató la Virgen María por su fe». Comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los vivientes» y afirman con mayor frecuencia: «la muerte vino por Eva, la vida por María»” (LG. 56; cf. Adversus haereses, 3, 22, 4).

En el momento en que María dice “Sí”, se convierte en Madre de Dios. Es el punto crucial de la historia entera de la raza humana, el momento en que Dios se hace hombre. Dando su consentimiento a la pala-bra de Dios, María llegó a ser Madre de Jesús. Pero la maternidad espiritual de María se extiende a to-dos los hombres a los cuales Él vino a salvar los cre-yentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de madre (LG 63). Por su obediencia, ella se convirtió en la nueva Eva, madre de los vivientes.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Alegría de una vocación respondida

“Mi espíritu se alegra en Dios mi salvador” (Lc 1, 47)

En su visita a su prima Isabel, prorrumpe en una ora-ción de alabanza y alegría, porque la gracia divina ha colmado su corazón y su vida, convirtiéndola en la Madre del Señor.

Alabanza, acción de gracias y alegría es el cántico del Magnificat.

María no mira sólo lo que Dios ha obrado en ella, sino también que realiza continuamente en la historia. Esta alegría deberá pasar por todos los dolores de la pasión de su Hijo.

María, Madre y Maestra de nuestra vocación

“Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5)

A los pies de Jesús en la Cruz, a Ella le fue confiado el discípulo predilecto y con él toda la comunidad de los discípulos .

María se presenta como una Madre cuyo corazón re-bosa de amor, tierno y sensible, y como una Educa-dora que nos precede en el camino de la fe, indicán-donos cuál es el camino de la vida.

En el Evangelio, en las Bodas de Caná de Galilea, en-contramos una frase en la que María se manifiesta realmente como Maestra: “Haced lo que Él os diga”. Estas breves palabras de María expresan el secreto más profundo de su vida y contienen todo el progra-ma de vida que María-Maestra realizó como prime-ra discípula del Señor y que nos enseña en nuestros días. Es el programa de una vida que se apoya en un fundamento sólido que tiene como nombre: Jesús.

“Haced lo que Él os diga” nos da el único programa de vida para ser feliz:

- escuchad a Jesús, mi Hijo.

- actuad según su palabra y confiad en Él.

- aprended a decir “Sí” al Señor en cada circuns-tancia de vuestra vida.

- tratad de construir vuestra vida, desde el princi-pio, sobre el sólido fundamento que es Jesús.

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Para mí la vida es Cristo

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Aprendamos de María a ser comunidad que ora. Ella nos enseña la necesidad de la oración y nos indica que sólo con un vínculo constante, íntimo, lleno de amor con su Hijo podemos salir de nosotros mismos, con valentía, para llegar hasta los confines del mun-do y anunciar al Señor Jesús, Salvador del mundo.

Actividad

1. Presentación de la actividad (5´)

2. El catequista o responsable introducirá el tema de la catequesis (15´)

3. Lectura de la Palabra (se proclama y se medita en silencio) (15´)

La Anunciación Lucas 1, 26-38

Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era Ma-ría.

Y, entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Ella se conturbó por estas palabras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Ja-cob por los siglos y su reino no tendrá fin”.

María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?” El ángel le res-pondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el po-der del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y éste es ya el sexto

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios”.

Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel, dejándola, se fue.

También se les puede entregar a cada uno para que lo relean personalmente.

Después de la lectura se puede comentar el texto en grupo:

¿Tienes experiencias de oración, de desierto junto a Dios, donde experimentar su cercanía? ¿Dónde podrías encontrarlas?

María dice “Sí” agarrada de su fe. ¿Tienes expe-riencias de Dios que te hacen fiarte de Dios y de-cirle “Sí”? ¿Cuáles son?

¿Crees que Dios te llama a algo que te supera, y que será fecundo para ti y para los demás?

La fe es necesaria para escuchar la llamada y para responder a ella. ¿Qué haces tu concretamente para vivir la fe?

4. Dinámica (a escoger una de entre las posibles) (30´)

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Dinámica 1 Tiempo de desierto

Se trata de hacer un tiempo de desierto con el mensaje de Juan Pablo II para la III Jornada Mun-dial de la Juventud. Distribuiremos a cada joven en un sitio donde no pueda hablar o ver a otros y así poder estar a solas con el Señor.

Darles el mensaje y las siguientes preguntas:

• ¿Cuál es el sentido de mi vida?

• ¿Cómo puedo saber lo que Jesús me dice?

• ¿Hago lo que Jesús me dice? ¿Cómo lo sé?

Lectura del Mensaje (20´)

Buscad el sentido de la vida

Podemos constatar que el mundo en el que vi-vimos atraviesa momentos de crisis. Una de las más peligrosas es la pérdida del sentido de la vida. Muchos de nuestros contemporáneos han perdido el verdadero sentido de la vida; buscan sucedáneos en un consumismo desenfrenado, en la droga, el alcohol y el erotismo. Buscan la felicidad, pero el resultado de esta búsqueda es una profunda tristeza, un vacío y, muy a menudo, la desesperación.

En esta situación, muchos jóvenes se plantean in-terrogantes fundamentales: ¿Cómo vivir mi vida de modo que no la arruine? ¿Sobre qué cimientos construir mi vida para que sea verdaderamente bien lograda? ¿Qué debo hacer para dar un sen-tido a mi vida? ¿Cómo debo comportarme en las

situaciones complejas y difíciles que a veces se viven en mi familia, en la escuela, en la univer-sidad, en el trabajo, con los amigos?... Son inte-rrogantes, a veces, dramáticos, que ciertamente, también hoy, muchos de vosotros se plantean.

Vosotros todos, estoy seguro, queréis establecer vuestra vida sobre fundamentos sólidos, capaces de resistir las adversidades que no pueden faltar: queréis fundarla sobre la roca. Entonces, de fren-te a vosotros, esta María, la Virgen de Nazaret, la humilde sierva del Señor que os muestra a su Hijo diciendo: “Haced lo que Él os diga”; es decir, escuchad a Jesús, obedeced a Jesús, a sus man-damientos, confiad en Él. Éste es el único progra-ma de vida para realizarse auténticamente y ser feliz. Ésta es la sola fuente que le da un sentido profundo a nuestra vida.

El año pasado, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, habéis meditado en torno a las palabras de san Juan: “Y nosotros hemos conoci-do el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él” (1Jn 4,16). Y este año, María os explica, queri-dos jóvenes, lo que significa creer en Dios y amar a Dios. La fe y el amor no se reducen a palabras o a sentimientos vagos. Creer en Dios y amar a Dios significa vivir toda la vida con coherencia, a la luz del Evangelio. Creer en Dios y amar a Dios significa comprometerse a hacer siempre lo que Jesús nos dice en las Escrituras y lo que nos en-seña el Magisterio de la Iglesia. Y esto no es fácil.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

¡Sí! Muchas veces se necesita mucho coraje para ir contra la corriente de la moda o la mentalidad de este mundo. Pero, lo repito, ésta es la única vía para edificarse una vida bien lograda y plena.

Esto es lo que María nos enseña en las Bodas de Caná, enseñanza que queremos profundizar y acoger plenamente.

¡Queridísimos jóvenes!, venid y escuchad a la Ma-dre de Jesús, ¡vuestra Madre y vuestra Maestra!

Puesta en común (10´)

Conforme vayan volviendo del tiempo de desier-to al punto de encuentro, se acercan a un papel continuo y escriben una sola palabra cada uno, sobre lo que han sentido al meditar el texto, lo que el Señor les ha dicho, o simplemente pala-bras que les haya llamado la atención.

Dinámica 2 Consagración a María

En Jesucristo, Dios nos ha dado a María como Madre y Maestra, y nos ha entregado a Ella como hijos.

Como dijo el beato Juan Pablo II: “Cada cristiano tiene su santuario «interior», en el que María es su guía en el orden de la fe, de la esperanza y de la unión amorosa con Cristo”.

Se trataría de entregarnos a Ella, y hacer de no-sotros un “lugar de la presencia de María”. En este Año de la Fe, tratemos de ser “santuario de María”, para escucharla, ser ayudados y educa-dos por Ella, para poder responder con fe a la lla-mada de Dios.

Ante un icono de la Virgen María (preferiblemente en una capilla), los jóvenes, uno tras otro, se arrodillarán y con el catequista de pie a su lado y con la mano de-recha sobre su hombro, se consagrarán a la Virgen con estas palabras o con sus propias palabras en un espí-ritu similar (se les dará 5´para rezar la consagración y escribirla):

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Madre, ayúdame a amarte como te ama tu Hijo Jesucristo.

Ayúdame a serle fiel.

Deseo que todo lo mío pase por Ti, María, que sea tocado y bendecido por Ti.

Deseo acogerlo todo del Señor como Tú.

Te doy lo que tengo y lo que soy.

Dime qué hacer con ello para seguir la voluntad de Dios.

Todo tuyo María.

Dinámica 3 Rosario vocacional

Meditando los misterios de la revelación, pro-fundizamos nuestra fe y valoramos lo que Jesu-cristo ha hecho por nosotros, cogidos de la mano de María. A la vez, empezamos a comprender el gran papel que Ella juega en nuestra Redención. Los misterios del Rosario nos acercan más a Je-sús y a María.

Misterios gozosos (Lunes y sábados)

1. La Anunciación del Ángel a la Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios.

Pidamos a la Virgen que los jóvenes estén abier-tos a la llamada de Dios y dispuestos a decirle Sí, como Ella.

2. La visitación de María a su prima Isabel.

Oremos para que las personas consagradas sean signos de Jesucristo y Evangelio vivo en el servicio y amor al prójimo.

3. El nacimiento de Jesús en Belén.

Oremos para que Jesús siga naciendo hoy en el corazón de los fieles, por la palabra y el testimo-nio de los sacerdotes.

4. La purificación de María Santísima y la presen-tación del Niño Jesús en el Templo.

Pidamos para que los padres acojan como un regalo de Dios, la posible vocación sacerdotal o consagrada de sus hijos.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo.

Oremos a Dios, por intercesión de la Virgen, para que los seminaristas sean fieles a su vocación y se formen bien.

Misterios luminosos (Jueves)

1. El Bautismo de Jesús en el Jordán.

Oremos para que todos los cristianos vivamos la vocación a la santidad, como fruto de nuestro Bautismo.

2. Las bodas de Caná.

Pidamos a María para que los esposos vivan fiel-mente su vocación matrimonial y hagan de su ho-gar una Iglesia doméstica.

3. La predicación de Jesús y la llamada a la conver-sión.

Oremos para que no falten en la Iglesia sacerdo-tes que prediquen el Evangelio y administren el Sacramento del perdón.

4. La Transfiguración del Señor.

Pidamos por la vida contemplativa, y para que todos los cristianos descubramos en la oración, la belleza del seguimiento de Jesús.

5. La Institución de la Eucaristía en la Última Cena.

Oremos por la santidad de los sacerdotes, para que imiten en su vida lo que realizan en la Eucaristía.

Misterios dolorosos(Martes y viernes)

1. La oración de Jesús en el huerto de los Olivos.

Pidamos para que busquemos siempre en nues-tras vidas la voluntad de Dios con generosidad y fortaleza.

2. La flagelación del Señor.

Pidamos por las personas consagradas que sufren persecución, por ser fieles testigos de Jesús en la palabra y en las obras.

3. La coronación de espinas.

Oremos para que descubramos el rostro doliente de Cristo en los pobres y necesitados, y haya jóve-nes que consagren la vida a su servicio.

4. Jesús con la Cruz a cuestas.

Pidamos para que los jóvenes de hoy escuchen la llamada de Jesús a tomar la cruz de cada día y a seguirle.

5. La Muerte de Cristo en la cruz.

Oremos para que Dios conceda una buena ancia-nidad y una santa muerte, a cuantos han entrega-do su vida al servicio del Evangelio.

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Misterios gloriosos(Miércoles y domingo)

1. La Resurrección de Jesucristo.

Pidamos a la Virgen que los sacerdotes y las per-sonas consagradas, con su alegría y esperanza, den testimonio de Cristo resucitado.

2. La Ascensión del Señor al cielo.

Oremos para que los jóvenes de hoy busquen el sentido de la vida y la verdadera felicidad, que es Dios revelado en Jesucristo.

3. La venida del Espíritu Santo.

Pidamos a la Virgen que cuide de los que se pre-paran en los seminarios para ser apóstoles de su Hijo, y reciban con abundancia los dones del Espí-ritu Santo.

4. La Asunción de María al cielo en cuerpo y alma a los cielos.

Roguemos a María que los sacerdotes y las per-sonas consagradas, vivan con fidelidad y gozo la castidad consagrada.

5. La Coronación de María como Reina de todo lo creado.

Pidamos a María para que todos los cristianos, lai-cos, sacerdotes y vida consagrada, colaboremos en la construcción del Reino de Dios, cada cual se-gún su vocación.

Letanía lauretana(Miércoles y domingo)

Señor, ten piedad

Cristo, ten piedad

Señor, ten piedad

Cristo, óyenos

Cristo, escúchanos

Dios Padre celestial

Dios Hijo, Redentor del mundo

Dios Espíritu Santo

Trinidad Santa, un solo Dios

Santa María

Santa Madre de Dios

Señor, ten piedad

Cristo, ten piedad

Señor, ten piedad

Cristo, óyenos

Cristo, escúchanos

Ten misericordia de nosotros

Ten misericordia de nosotros

Ten misericordia de nosotros

Ten misericordia de nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Santa Virgen de las vírgenes

Madre de Cristo

Madre de la divina gracia

Madre purísima

Madre castísima

Madre virginal

Madre sin corrupción

Madre Inmaculada

Madre amable

Madre admirable

Madre del buen consejo

Madre del Creador

Madre del Salvador

Madre de la Iglesia

Virgen prudentísima

Virgen digna de veneración

Virgen digna de alabanza

Virgen poderosa

Virgen clemente

Virgen fiel

Espejo de justicia

Trono de sabiduría

Causa de nuestra alegría

Vaso espiritual

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2

Para mí la vida es Cristo

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Vaso digno de honor

Vaso insigne de devoción

Rosa mística

Torre de David

Torre de marfil

Casa de oro

Arca de la alianza

Puerta del cielo

Estrella de la mañana

Salud de los enfermos

Refugio de los pecadores

Consuelo de los afligidos

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Auxilio de los cristianos

Reina de los ángeles

Reina de los patriarcas

Reina de los profetas

Reina de los apóstoles

Reina de los mártires

Reina de los confesores

Reina de las vírgenes

Reina de todos los santos

Reina concebida sin pecado original

Reina elevada al cielo

Reina del santo rosario

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Reina de la familia

Reina de la paz

Reina de la Orden Franciscana

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Ruega por nosotros

Perdónanos, Señor

Escúchanos, Señor

Ten misericordia de nosotros.

V/. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.

R/. Para que seamos dignos de alcanzar las prome-sas de Cristo.

Oremos

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la en-carnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios gozosos:

Te pedimos, Señor, que nosotros, tus siervos, go-cemos siempre de salud de alma y cuerpo; y por la intercesión de santa María, la Virgen, líbranos de las tristezas de este mundo y concédenos las alegrías del cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios luminosos:

Dios todopoderoso y eterno, luz de los que en ti creen, que la tierra se llene de tu gloria y que te reconozcan los pueblos por el esplendor de tu luz. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios dolorosos:

Señor, tú has querido que la Madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz; haz que la Iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios gloriosos:

Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nues-tro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de ale-

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Para mí la vida es Cristo

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gría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a alcanzar los gozos eternos. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

V/. Ave María Purísima.

R/. Sin pecado concebida.

5. Celebración final (10´)

Se pide a cada uno del grupo que escriba una pe-tición a Dios para poder tener las actitudes de la Virgen María ante la llamada de Dios. Cuando ya las han escrito, cada uno hace su petición en voz alta.

Al acabar todos juntos hacen esta oración del beato Juan Pablo II:

“María, humilde sierva del Altísimo, el Hijo que engendraste te ha hecho sierva de la humanidad.

Tu vida ha sido un servicio humilde y generoso:

Has sido sierva de la Palabra cuando el Ángel te anunció el proyecto divino de la salvación.

Has sido sierva del Hijo, dándole la vida y permaneciendo abierta al misterio.

Has sido sierva de la Redención, permaneciendo valientemente al pie de la Cruz, junto al Siervo y Cordero sufriente, que se inmolaba por nuestro amor.

Has sido sierva de la Iglesia, el día de Pentecostés, y con tu intercesión continúas generándola en cada creyente, también en estos tiempos nuestros, difíciles y atormentados.

A Ti, joven Hija de Israel, que has conocido la turbación del corazón joven ante la propuesta del Eterno, dirijan su mirada con confianza los jóvenes del tercer milenio.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Hazlos capaces de aceptar la imitación de tu Hijo a hacer de la vida un don total para la gloria de Dios.

Hazles comprender que servir a Dios satisface al corazón, y que sólo en el servicio de Dios y de su Reino nos realizamos según el divino proyecto y la vida llega a ser himno de gloria a la Santísima Trinidad. Amén”.

Beato Juan Pablo II

Centro de Orientación VocacionalCatequesis para niños

“Hágase en mí según tu palabra”

(Lc 1, 18)

La Anunciación Lucas 1, 26-38

Al sexto mes envió Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.

Y, entrando, le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Se-ñor está contigo”. Ella se conturbó por estas pala-bras y se preguntaba qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande, se le llamará Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su rei-no no tendrá fin”.

María respondió al ángel: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?”. El ángel le respondió: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez y este es ya el sexto mes de la que se decía que era estéril, porque no hay nada imposible para Dios”.

Dijo María: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”. Y el ángel, dejándola, se fue.

Para mí la vida es Cristo

Cuaderno Pastoral A d v i e n t o - n A v i d A d 2 0 1 2164

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Mensajeros de María

Objetivos

- Transmitir al niño el doble papel de María como corredentora y primera redimida.

Para los catequistas:

- Su papel clave en la Historia de Salvación la con-vierte en un eslabón que engarza directamente con Jesucristo. María es el canal más directo para llegar a Jesús en sentido ascendente y recibir su mensaje en sentido descendente. Se establece como una escala de gracia: el Padre exalta a su Hijo, y éste exalta a su Madre.

- María se convierte en un manantial rebosante del que va goteando la ayuda divina a los hombres. No hay mejor camino para llegar a Dios que ir de María a su Hijo y de Él al Padre.

- Tenemos la necesidad de un mediador para lle-gar a Cristo mediador y no podemos encontrar a otro mejor que María. María nos conduce a la salvación y por ello quiere educarnos para que crezcamos en edad, gracia y sabiduría.

Actividad

1. Los niños ejercerán de carteros y llevarán con-sigo las cartas en un zurrón. Los monitores que están en las pruebas irán ataviados con algún signo identificativo del país al que pertenecen.

2. La empresa de correos “Mensajeros de María”, debido a un error informático, ha confundido los códigos que identificaban la ubicación de los destinatarios, procedentes de diversos países. La empresa estipula en sus normas su fiel com-promiso con los clientes y nunca permite que unas cartas queden extraviadas. ¡Los mensajes siempre llegan a su destino!

3. Por ello, tras el fallo técnico, sus empleados se enfrentan a la difícil tarea de recorrer el mundo, con el zurrón y las cartas bajo el brazo, para en-tregar cada una de las cartas a sus destinatarios. La única pista útil para los mensajeros en esta ardua tarea es el contenido de los telegramas, facturas o mensajes que albergan los paquetes. Éstos pueden ser asociados a la apariencia, pro-fesión o país en que habitan los 8 posibles re-ceptores, aunque en ocasiones, las apariencias engañan.

4. Pero las dificultades de los intrépidos emplea-dos no terminan aquí, ya que una vez adjudica-da correctamente la carta a su destinatario (si no han acertado deberán probar otra combina-ción), tendrán que superar los obstáculos que

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los separan del receptor para poder entregárse-la. Necesitarán un medio, un canal, y que mejor medio, que mejor cauce para recibir la buena noticia que una mensajera fiel, que nunca ex-travía mensajes, llevándolos incansablemente a miles de destinatarios ansiosos de Cristo en todo el mundo.

5. Serán pues emisarios y mensajeros, como Ma-ría lo es de Jesús, pero a la vez se convertirán en receptores de un mensaje muy especial, que María les regala. Se trata de un mensaje que recibirán cada vez que superen una prueba y entreguen una carta. Ganará aquel grupo que habiendo resuelto el galimatías de los desti-natarios no identificados junto con las pruebas pertinentes y teniendo en su haber la libreta de entregas firmada por todos los receptores, así como los 8 mensajes de María, llegue antes al punto de partida.

Mensajes:

1. Os voy a enseñar a rezar.

2. Os voy a mostrar dónde está la verdadera alegría.

3. Os voy a consolar cuando estéis tristes.

4. Os voy a ayudar a obedecer.

5. Os voy a enseñar a compartir.

6. Os voy a enseñar a ayudar a los que os rodean.

7. Os voy a enseñar a perdonar.

8. Os voy a ayudar a crecer en gracia y en sabiduría.

Pruebas:

1. Brasil

Un jugador de la aclamada selección brasileña es-pera una de las cartas. Para poder entregársela deberán llevarle también, en pago al retraso, un balón de fútbol que habrá de transportar hasta él siempre con ayuda de una pareja, tocándolo sólo con la barriga y coordinándose en una cadena.

2. EEUU

Un afamado cowboy de Texas los recibe en su ran-cho, pero para poder entregarle el paquete tienen

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

que ayudarle a guardar los caballos en el establo, todos serán jinetes y caballos y todos deberán ha-ber llevado a cada uno de sus compañeros. Tiem-po: 2 minutos.

3. España

La tradicional “Feria de Abril” ya ha llegado a tie-rras andaluzas, los niños deberán ayudar a la sim-pática sevillana a decorar las calles de la ciudad, creando para la ocasión una larga cadena con tiras de periódico en un minuto y medio, cubriendo con ello la distancia que los separa de la destinataria.

4. Arabia Saudí

Un famoso encantador de serpientes recibirá a los niños en su aldea, pero ha perdido una de sus pito-nes. Para ayudarle a ejecutar su espectáculo y lle-gar hasta él deberán simular entre todos una larga serpiente. Ataran sus tobillos con goma elástica al del compañero que tengan al lado. Haciendo uso de una gran coordinación en grupo harán que la serpiente (ellos mismos), llegue hasta él, pasando por encima de una silla con la que tropezarán en su camino.

5. Etiopía

Una legendaria y peligrosa tribu caníbal espera un envío desde hace un mes. Los mensajeros cubri-rán la distancia que los separa de sus destinatarios

bailando una danza ancestral que los etíopes les enseñarán. Tendrán que demostrar agilidad y rit-mo, la tribu será exigente en su valoración.

6. Italia

El famoso cocinero Pietro Rampanti les abre las puertas de su cocina contento de recibir un paque-te. Para poder entrar deberán pasar al otro lado de un gigantesco tallarín saltando la cuerda. 10 botes sin perder comba y saliendo por el otro lado.

7. China

Chin Lu ha perdido la llave que abre las puertas de La Gran Muralla China. Él los espera al otro lado y para poder abrir tendrán que encontrar la llave que corresponde al candado, pero en su búsqueda pueden aparecer llaves antiguas y de otras puer-tas de la Muralla.

8. Hawaii (en caso de realizar el juego con piscina en verano)

La destinataria nativa, originaria de la paradisía-ca isla, espera impaciente a los mensajeros al otro lado de la orilla. Para llegar hasta ella el Grupo de-berá atravesar la piscina a bordo de 2 ó 3 colcho-netas sin caer en aguas del Océano Pacífico.

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Autocares María S.L.

Objetivos

- Mostrar a los niños el especial papel de María en la Historia de Salvación: “al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo nacido de una mujer para rescatar a los que estaban bajo el yugo de la ley”.

Para los catequistas:

María nos trae al Salvador, de ella nace el Salvador. Su misión en la Historia de Salvación y en nuestras vi-das siempre es el de conducirnos a Jesús, acercarnos y llevarnos a Él. Cuando nos dejamos guiar y condu-cir por Ella podemos estar tranquilos que llegaremos a buen puerto.

Este juego también pretende enseñar a los niños la confrontación que se da entre Eva y María:

- Eva es la madre de todos los hombres. Se dejó se-ducir por la serpiente y como consecuencia pecó, desobedeciendo a Dios y rebelándose contra su voluntad. En todos nosotros, descendientes de Eva, está la marca de la concupiscencia que es la inclinación hacia el pecado y la tentación conti-nua de querer ser los dueños de nuestra historia. Cuando nos dejamos llevar por esta inclinación al pecado el resultado es la tristeza profunda en nuestro corazón y la pérdida de sentido y orienta-ción en nuestra vida. Sin embargo, Dios, a pesar del pecado de Eva y de Adán, no los abandona. Ya en el Génesis se realiza una promesa que se cum-

plirá con María y Jesús: de la mujer nacerá el des-cendiente que aplastara con su talón la cabeza de la serpiente (es decir, destruirá el pecado). Como sabemos en Cristo se cumplirá “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”.

- María es imagen de la mujer del NT es decir, del creyente cristiano. María es la primera redimida, la primera que recibió los frutos de la Salvación en Cristo (aun antes mismo de nacer). Ella supo acoger y adherirse al plan de Dios. Obedeció, aunque no entendía muchas cosas. Es la mujer nueva, imagen del hombre nuevo lleno de la gra-cia de Dios. Además Ella es el cumplimiento del protoevangelio del Génesis.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Actividad

1. Los niños van a ser autobuses de la compañía Autocares María S.L. Para formar el autobús tendrán una goma elástica como si fuera la ca-rrocería: llevarán globos como si fueran las rue-das; un niño llevará una botella como si fuera el depósito de gasolina; otro niño llevará una linterna a modo de retrovisor y otros dos lleva-rán un espejito y un pito cono el retrovisor y el claxon.

2. Los autobuses deben realizar una ruta pasando por distintos pueblos que simbolizan las etapas de la Historia de la Salvación, y han de llegar al último pueblo que es “El Salvador”. Pero hay un problema: entre los conductores de la compa-ñía se han infiltrado otros conductores que per-tenecen a la compañía de la competencia Auto-buses Eva S.L., que pretenden retrasar y desviar a los autobuses del camino correcto.

3. Habrá 8 paradas que serán los distintos pueblos y habrá una zona que será la zona de boxes don-de los autobuses irán a reparar las posibles ave-rías.

4. Los autobuses han de hacer un recorrido has-ta llegar al último pueblo que es “El Salvador”. Este último pueblo simboliza la plenitud y cum-plimiento de esta Historia de Salvación: Jesús.

5. Cada grupo tendrá una hoja de ruta donde apa-rece el orden de recorrido que han de hacer. Tie-nen que completar esta ruta y a medida que van pasando por los distintos pueblos recibirán una pegatina. Cada grupo empieza en un pueblo distinto.

6. En cada pueblo hay 2 conductores posibles. Los niños han de elegir uno de los 2 para que les con-duzca al pueblo siguiente. Uno es el conductor verdadero es decir, perteneciente a la Compa-ñía de María, y conduce al siguiente pueblo sin ningún problema. Pero el otro conductor es un infiltrado, perteneciente a la Compañía de Eva, y pretende evitar que lleguemos a nuestro des-tino. Los conductores formularán al grupo una pregunta y cada uno dará una respuesta posi-ble (el conductor de la Compañía de María dará siempre una respuesta verdadera y el otro una falsa). Los niños eligen. Si eligen al conductor verdadero éste les conducirá al pueblo siguien-te directo. Si eligen al infiltrado éste les desviara del camino y causará una gran avería además de pincharles las ruedas (explotar los globos) y va-ciarles el depósito. Cuando esto ocurra deberán ir a la zona de boxes donde estarán los mecáni-cos. Allí repararán la avería, cambiarán las rue-das y llenarán el depósito. Una vez el autobús esté a punto han de volver al 1er pueblo de su recorrido, es decir, han de empezar de nuevo.

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Para mí la vida es Cristo

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7. Una vez el grupo ha pasado por todos los pue-blos y ha conseguido las pegatinas es conducido al último pueblo. Este grupo gana el juego.

Observaciones

- Cada grupo tendrá 2 comodines que podrá utili-zar cuando quiera: uno les permite no tener que empezar de nuevo cuando se les avería el bus. Si lo utilizan vuelven a empezar en el pueblo don-de eligieron al conductor falso. El otro comodín les permite no realizar la avería causada por el conductor falso y seguir su camino.

Qué alegría ser hijos de María

Objetivos

- Descubrir a María como madre.

- Encontrar motivos para darle gracias por lo que nos ofrece como madre de Jesús y madre nues-tra.

Para los catequistas:

Queremos que los niños descubran la maternidad de María y aprendan que nuestra madre del cielo se pa-rece a nuestra madre de la tierra por:

- Decir “Sí”: un día nos dio la vida.

- Acercarme a Jesús: un día nos llevó a la Iglesia.

- Su humildad: hace muchas cosas por nosotros de las que no nos damos cuenta y que probable-mente nunca sabremos.

- Ser la madre de Jesús: ya que desde que nos bau-tizaron Jesús vive dentro de nosotros, así que si es nuestra madre, también es madre de Jesús.

- Estar al pie de la cruz: está con nosotros cuando estamos tristes, cuando nos enfadamos, cuando no entendemos, cuando nos encontramos so-los,… sólo pensando en nuestra madre ya esta-mos más tranquilos.

- Preocuparse por mí: se preocupa de nosotros en todo momento, si estamos bien, si nos pasa algo, nos alimenta, nos enseña cosas,…

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

- Protegerme: está pendiente de nosotros para que no nos pase nada malo y nos protege de todo aquello que nos pueda hacer daño.

También les explicaremos que hay momentos en los que la madre de la tierra no llega a atendernos como le gustaría pero que nuestra madre del cielo llega donde la madre de la tierra no puede llegar.

Actividad

1. Los niños irán pasando por distintas pruebas según el orden que establezcamos y que les en-tregaremos. En cada juego se festejará un mo-tivo por el que nos alegramos por tener a María como madre a través de un juego que previa-mente explicará el monitor de la prueba.

2. Al finalizar colocaremos un cartel con todos los motivos descubiertos para recordarlos. Los mo-tivos serán los explicados anteriormente (por decir “Sí”, por tu humildad, por ser la madre de Jesús,…).

Comisión Diocesana de

MisionesAdviento Misionero 2012

Nuestra propuesta

En Adviento muchas parroquias, comunidades y co-legios preparan símbolos en la misa dominical con niños, en el aula escolar o de catequesis, para hacer llegar más y mejor el mensaje del Adviento.

Desde Infancia Misionera os ofrecemos una propues-ta de itinerario para los cuatro domingos litúrgicos.

Con variantes y adaptándola un poco, es muy váli-da para vivir el Adviento en el centro escolar. Como-quiera que el último domingo cae muy cercano a la Navidad, en los centros escolares se puede realizar la actividad comenzando una semana antes.

Objetivo

Queremos que los niños descubran durante este tiempo de gracia el don de la espera del Señor y que tengan ganas de seguirlo por medio de sus propias acciones. Buscamos despertar la escucha de la Pala-bra, el deseo de la oración y el compromiso con los necesitados.

Qué se precisa

La propuesta de este año es unir la Corona de Ad-viento con un itinerario que nos es familiar: el de los

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Para mí la vida es Cristo

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Cómo lo hacemos

Se trata de poner a los transeúntes una pequeña pegatina en forma de estrella, para compartir la alegría navideña y recordar a todos la Buena Noti-cia: el nacimiento de Jesús. Con este gesto, también deseamos felicidad en nombre de los misioneros y misioneras,que, por amor a Cristo y a la humanidad, lo dejan todo y parten a otras tierras para llevar el mensaje de Jesús.

Qué queremos lograr

Que los niños se sientan misioneros y llamados a serlo. Que ellos mismos transmitan la alegría de la Navidad en nombre de los misioneros repartidos por el mundo, difundiendo, al igual que ellos, la Buena Noticia. Que el anuncio de la Navidad y su esperan-za inunde nuestras calles y llegue a todos con gra-tuidad. Es bueno recordar que no se solicita dinero: sólo se pide una sonrisa.

Sembradores de Estrellas

sentidos o “gestos”. Vamos a reservar un lugar visi-ble para ir colocando cada semana un sentido, por medio de dibujos o carteles. Las cuatro velas de la Corona y los cuatro sentidos nos irán acompañando en el camino del Adviento y motivando la cercanía de la Navidad.

Para el final del Adviento os proponemos la activi-dad “Sembradores de Estrellas”.

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Para mí la vida es Cristo

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Ambientación

Dos son los símbolos que nos acompañan durante estos cuatro domingos anteriores a Navidad: la Co-rona de Adviento y un espacio llamado “el lugar de los sentidos”. Las velas encendidas de la Corona se-rán la señal de la venida de Cristo, y poner cada se-mana nuestra atención en una parte del cuerpo nos recordará la importancia de mejorar para acoger a Jesús en nuestro corazón.

(Se enciende la primera vela de la Corona)

La Palabra de Dios de hoy nos invita a levantar la ca-beza, a no mirar atrás, a llevar una vida buena. Este-mos despiertos, con los ojos abiertos. No dejemos para mañana lo que podamos hacer hoy.

Gesto

(Mostramos el primer sentido: OJOS)

Vamos a celebrar el nacimiento de Jesús. Es un tiem-po entrañable para mirar, contemplar, abrir bien los ojos y ver el misterio de un Dios que se hace Niño.

Un niño misionero que prepara el Adviento tiene que tener los ojos abiertos para ver la presencia de Jesús muy cercana entre nosotros. Hay muchas cosas bue-nas, que funcionan bien, pero también hay realidades

2 de diciembre Primer domingo de AdvientoOjos abiertos

a las que Jesús tiene que venir para cambiarlas y mejo-rarlas: peleas, hambre, sufrimiento, enfermedad...

Jesús cuenta con nuestra ayuda.

Compromiso

Los santos son ejemplo porque han mirado a Jesús y han estado atentos a las necesidades. El día 3 de diciembre celebramos a san Francisco Javier. Los mi-sioneros abren los ojos de todos para que puedan ver a Jesús. Vamos a hacer una lista de personas que nos gustaría que mirasen a Jesús y lo conocieran un poco más. Entre todas ellas, elijo a una y pienso algo para intentar abrirle los ojos (mandarle una felicitación de Navidad, rezar por ella, invitarle a que me acompañe a la iglesia...).

Recurso para la eucaristía

Ofrenda del pan y el vino. Hoy la primera lectura nos decía: “Mira que estoy a la puerta y llamo”. Jesús está en la puerta de nuestro corazón y quiere entrar. Este pan y vino se convertirán en su Cuerpo y San-gre. Comulgar será para nosotros abrir la puerta de nuestro corazón para que Jesús entre y se quede en nuestra vida. Lo acogemos con mucha alegría.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Ambientación

Jesús está cerca. Encendemos dos cirios de la Co-rona de Adviento, como signo de nuestro deseo de preparar el camino del Señor.

(Se enciende la segunda vela de la Corona)

Hoy la Palabra de vida nos invita con el profeta Ba-ruc a cambiar la tristeza en alegría. En el Evangelio se nos muestra a Juan Bautista como el que anuncia la llegada del Mesías. Una llamada a cambiar lo tor-cido, lo que no va bien, las malas actitudes. Se nos pide alegría porque está cerca Jesús.

Gesto

(Mostramos el primer sentido: CORAZÓN)

Las cosas importantes las preparamos con cariño, y ponemos todo el corazón en esos preparativos.La Navidad es una gran fiesta en la que acogemos a Je-sús en nuestro corazón. Tenemos que hacer de nues-tro corazón un belén en el que nazca el Niño Jesús.

La semana pasada hemos contemplado desde la fe el mundo que nos rodea. Durante esta semana va-mos a intentar que ese mundo que hemos mirado llegue a ser para nosotros algo propio, algo nuestro.

9 de diciembre Segundo domingo de AdvientoCorazón ardiente

Compromiso

Os proponemos entregar a los niños la “Hucha del Compartir” de la Infancia Misionera. Vamos a invi-tarles a que la coloquen en un lugar bien visible: en clase, al lado del belén, en el árbol de Navidad... La hucha es entregada en la Jornada de la Infancia Mi-sionera, el cuarto domingo de enero. Es hacer posi-ble la Navidad de la generosidad y del compartir.

Recurso para la eucaristía

Oración de los fieles

1. Por la Iglesia, para que prepare el camino de Jesús allí donde no se le conoce. Oremos.

2. Por los corazones tristes, enfermos, solos,... para que Jesús, que viene, los cambie en corazo-nes alegres, sanos y solidarios. Oremos.

3. Por nosotros, para que nuestro corazón arda en deseos de ser misioneros de Jesús, anuncia-dores de su Palabra. Oremos.

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Canto

Con un manojo de estrellas.

Saludo

(Lo hace el sacerdote o la persona que preside)

Queridos amigos:

Hoy queremos llenar el mundo de estrellas. Quere-mos inundar los corazones de luz. Al igual que la es-trella de Belén guió a los Magos al encuentro con el Mesías, así queremos que nuestras estrellas lleven a todos los que las reciban al encuentro con Dios.

En un momento de silencio, y en la presencia del Señor, pedimos la fuerza y la gracia necesarias para que, con nuestra colaboración, la luz de la fe brille en el corazón de todas las personas.

(Se hace un momento de silencio)

Sembradores de Estrellas

Signo: Cuento de Navidad (Frei Betto)

Jesús quiere acercarse a nosotros, quiere estar a nues-tro lado. Pero a veces nos cuesta verlo y sentirlo. Sólo hace falta abrir los ojos y sentirlo en el corazón.

(Van saliendo los personajes; pueden ser actores, o bien representarlos con carteles)

Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia rica y le dijo a la dueña de la casa:

–Le traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitarla a su casa.

La señora quedó entusiasmada: nunca había creído posible que en su casa sucediese este mi-lagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó pollos, conservas y vino importados.

De repente sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hincha-do por un embarazo muy adelantado.

–Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad del trabajo.

–Pero ¿ésta es hora de molestar? Vuelva otro día —respondió la dueña de la casa—. Ahora estoy ocupada con la cena para una importante visita.

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Para la PARRoquiA

Para mí la vida es Cristo

Poco después, un hombre, sucio de grasa, llamó a la puerta.

–Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la es-quina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja de herramientas que me pueda prestar?

La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal y los platos de porcelana, se irritó mucho:

–¿Usted piensa que mi casa es un taller mecáni-co? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.

La anfitriona siguió preparando la cena: abrió la-tas de caviar, puso champán en el refrigerador, escogió de la bodega los mejores vinos y preparó unos deliciosos batidos.

Mientras tanto alguien fuera batió las palmas. “Será que ahora llega Jesús”, pensó ella emocio-nada, y con el corazón acelerado fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño harapiento de la calle.

–Señora, deme un plato de comida.

–¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vuelve mañana, porque esta noche es-toy muy atareada.

Al final, la cena estaba ya lista. Toda la familia, emocionada, esperaba la ilustre visita. Sin em-bargo, pasaban las horas y Jesús no aparecía. Cansados de esperar, empezaron a tomar los batidos, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos, y el sueño hizo olvidar los pollos y los platos preparados.

A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró con gran espanto frente a un ángel.

–¿Un ángel puede mentir? —gritó ella—. Lo pre-paré todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta bro-ma?

–No fui yo quien mentí, fue usted la que no tuvo ojos para ver —dijo el ángel—. Jesús estuvo aquí tres veces, en la persona de la mujer embarazada, del camionero y del niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo y de acogerlo.

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Si abrimos los ojos y sentimos con el corazón, podre-mos acoger a Jesús. Hoy, para muchas personas con las que nos vamos a cruzar por la calle,la presencia de Jesús sois vosotros y vuestras estrellas. Nuestra sonrisa y nuestros buenos deseos serán la mejor no-ticia de Jesús para todos los que nos encontremos.

Pongámonos en camino con pies ligeros y... ¡manos a la obra!

(Se explica cómo se siembra una estrella)

Peticiones espontáneas

(Respondemos: “Llénanos de tu luz, Señor”)

Saludo

El Señor os pide que seáis sus misioneros anunciando el nacimiento de Jesús a toda la gente que os encon-tréis. Manifestad ahora vuestro deseo de responder “sí” al Señor, diciendo: “Sí, estoy dispuesto”.

–¿Estás dispuesto a ser sembrador de estrellas, de amor y de buen humor?

–SÍ, ESTOY DISPUESTO.

–¿Estás dispuesto a ser misionero de Jesús, anun-ciando a todos que llega la verdadera Navidad?

–SÍ, ESTOY DISPUESTO.

–¿Estás dispuesto a comprometerte, con tus pa-labras y con tus buenas acciones, a sembrar el amor de Jesús cada día entre los que te rodean?

–SÍ, ESTOY DISPUESTO.

Id, pues; salid a las calles y plazas. Jesús os bendice y os envía. Llevad la luz a todos los que os encontréis y también a vuestras familias y amigos.

Canto

Villancico.