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PASTORAL SACRAMENTAL DOCUMENTO de VARELA 1979 Diócesis de Quilmes

PASTORAL SACRAMENTAL DOCUMENTO de VARELA 1979 · CARTA - PRESENTACION del ... Nuestra intención es elaborar los manuales imprescindibles para una adecuada Pastoral de conjunto en

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PASTORAL SACRAMENTAL

DOCUMENTO

de VARELA 1979

Diócesis de Quilmes

Documento de Varela 1979

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PASTORAL SACRAMENTAL DOCUMENTO de VARELA

1979 Diócesis de Quilmes

CARTA - PRESENTACION del

DOCUMENTO DE VARELA

Ofrezco a la diócesis el Documento final del esfuerzo de reflexión sobre Pastoral de Sacramentos que tuvo comienzo en abril (23-27) de este año en Florencio Várela.

1. OFRENDA DEL PRESBITERIO

Es obra del presbiterio de la diócesis en una búsqueda repetida en diversos encuentros: dicha Semana pastoral; las reuniones de presbiterio cada segundo lunes de mes; y las sesiones múltiples a nivel zonal.

La vigencia del Documento regirá hasta e l Sínodo diocesano, previsto para mediados del año 1981.

Se sobreentiende que este cuaderno se proyecta como una adaptación más concreta de otras orientaciones de la Iglesia. Debe observarse fielmente lo que la Santa Sede o la Conferencia Episcopal ha determinado sobre e l temario aquí presentado.

Nuestra intención es elaborar los manuales imprescindibles para una adecuada Pastoral de conjunto en cada celebración sacramental.

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Igualmente prepararemos un cuaderno con las referencias del caso a la documentación posconciliar en lo tocante al contenido del instrumento pastoral que hace su aparición en nuestra diócesis.

2. CATEQUESIS PREVIA

"La atención vigilante a la catequesis forma parte ciertamente de la función propia de aquel que ha sido constituido por Cristo Pastor y Maestro [...] Lo que dijimos a todos los obispos a los cinco años de terminar el Concilio Vaticano II, mantiene y conserva todo su peso e importancia” (Pablo VI; Discurso en la Sesión de Clausura de la V Asamblea del Sínodo de los Obispos, 29/X/77).

1. Consecuencia inmediata de la responsabilidad irrenunciable del obispo es la aprobación de los textos de la catequesis en curso en las parroquias y en las instituciones educativas a todos los niveles. Sin desalentar los esfuerzos de adaptación a cada circunstancia concreta, el principio de la única cátedra en la diócesis ha de ser realidad.

2. Los presbíteros, especialmente los párrocos y vicarios locales, son los primeros delegados y colaboradores del Obispo en la educación de la fe de los fieles. A ellos el Obispo les trasmite una responsabilidad unida necesariamente al oficio pastoral.

3. Además de ellos, gozan de la autorización especial del obispo los religiosos y laicos que han recibido la misión canónica. Ella les permite ejercer el servicio de la catequesis en toda la diócesis, aunque siempre en dependencia de los párrocos y vicarios locales.

4. La última década nos ha traído una providencial ayuda documental en lo relativo al Movimiento Catequístico. Baste citar los Sínodos Romanos sobre la Evangelización (1974) y la Catequesis (1997); el Documento de Puebla (1979); muy particularmente debe mencionarse la Exhortación “Evangelii Nuntiandi” de Pablo VI (1975). Todo catequista debe inspirarse consciente y fielmente en esta referencia magisterial.

5. En nuestra diócesis tenemos un centro de formación específico: el Seminario de Catequesis “San Pablo Apóstol”. Será muy importante que cada año acudan a él nuevos alumnos provenientes de las parroquias, de los barrios y de los colegios para disponer en ellos de coordinadores capacitados y de multiplicadores.

6. Nos alegra e l auge del Movimiento Catequístico en todos los rincones de la diócesis. Para darle consistencia es imprescindible organizar, por parroquias o por zonas cursos intensivos de capacitación y de permanente actualización.

7. Para que la catequesis surta todo el efecto de renovación en la fe nunca se pierda de vista que queda condicionada por una seria promoción del Movimiento bíblico, especialmente en e l seno de nuestras familias. Dígase lo propio del Movimiento Misionero Universal.

3. CELEBRACIÓN SACRAMENTAL.

"Yo quisiera hablar de la disciplina "grande". Esta existe sólo cuando la observancia externa es fruto de convicciones profundas y proyección libre y gozosa de una vida

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vivida íntimamente con Dios" (Juan Pablo I: Alocución al presbiterio romano, 7/IX/1978).

1. Corresponde al Obispo, en su condición de Sumo Sacerdote de de la diócesis, animar la vida litúrgica de la comunidad. En perfecta comunión con los demás Obispos se preocupará de que todo, en la celebración sacramental, exprese y alimente la unidad.

2. Los presbíteros son la presencia viva del Obispo en las diversas comunidades. Son la garantía de que la liturgia sea siempre la fiesta de la unidad. La considerarán como la culminación de su servicio ministerial, sin descuidar jamás la responsabilidad intransferible que le es propia. Sépase que con nuestra unidad litúrgica damos fuerza al Movimiento Ecuménico.

3. Últimamente la incorporación de los Ministerios del Lectorado y del Acolitado ejercido por laicos está potenciando enormemente la celebración litúrgica. Han recibido del Obispo la institución para toda la diócesis, que ejercerán siempre bajo la dependencia del Presbítero encargado de la parroquia o vicaría.

4. Para el fiel desempeño de su ministerio existe el Ritual de los Sacramentos. Todos deben seguirlo: nunca se permitirá nadie atribuciones o iniciativas que no l e corresponden. Ninguno puede hacer innovaciones: desentonan, rompiendo la unidad. Allí donde el rito permita hacer una variación personal evítese toda improvisación. El respeto a Dios y a su pueblo debe condicionar en todo momento al ministro.

5. Todos los agentes de liturgia deben ser cuidadosamente preparados, actualizándose periódicamente la formación. Deben estar al tanto de los documentos que en la época posconciliar promulgó la Iglesia. Los ministros que, por vía de excepción, han de distribuir la sagrada comunión, serán presentados por e l párroco: e l permiso tendrá duración limitada y valdrá para e l ámbito de la parroquia.

6. Foméntese en todas las comunidades la Escuela diocesana de Liturgia. Por de pronto cubre la formación de Ministros Lectores y Acólitos, pero abarcará en lo sucesivo otras necesidades. Nos encontramos sólo en los comienzos de un Movimiento Litúrgico como corresponde a la diócesis.

7. Pertenece a una celebración festiva y participada un canto melodioso y armónico. Los textos deben ser verdaderamente religiosos, las melodías adaptadas a la santidad del lugar. Tengan las diversas colecciones de cantos la aprobación del Obispo. Recuérdese también que sólo e l Obispo puede autor Recuérdese también que sólo e l Obispo puede autorizar e l uso de una i g l e s i a Para conciertos de música no litúrgica.

4. TESTIMONIO CONSECUENTE.

" Hay que ponderar cuál es su sentido de comunión con los obispos y con los demás sectores del Pueblo de Dios; cuál es el aporte que se da a la construcción efectiva de la comunidad, y cuál la forma de volcar - con amor y solicitud hacia los pobres, los enfermos, los desposeídos, los desamparados, los agobiados, y cómo descubriendo en ellos la imagen de Jesús pobre y paciente se esfuerza en remediar sus

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necesidades y procura servir en ellos a Cristo" (Juan Pablo II: Discurso inaugural de Puebla, 28/1/79)

1. La catequesis aviva la fe en Dios, la liturgia nos hace crecer en la unidad de la Iglesia, pero ambas deben verificarse en una actitud de solidaridad hacia nuestros hermanos. Debemos mostrar la condición de servidores, inspirándonos en el Señor, cuyo Espíritu hemos recibido.

2. Ofrece un signo extraordinario eficaz en tal sentido la vida consagrada. Quienes han recibido para ella el don de Dios, sabrán descubrir aquí su mayor fuerza de presencia en nuestra diócesis, haciéndose instrumentos vivos del Espíritu de Dios.

3. Concretamente hemos de renovar y fortalecer la institución familiar. Sin ella nada duradero podrá construirse en la pastoral. Desde ella podremos penetrar eficazmente los más diversos ambientes de la vida y del dinamismo humanos.

4. La catequesis prematrimonial se presenta como una buena oportunidad para comprometer a los núcleos más selectos espiritualmente, reforzando nuestros movimientos de renovación y nuestras diversas organizaciones de apostolado.

5. Respecto de la juventud, aprovéchese muy especialmente la catequesis previa a la confirmación para despertar en ella, con madurez cristiana, un fuerte sentido de responsabilidad.

6. Ahondando en la línea de la servicialidad, innata al cristianismo, cultívese entre los jóvenes seriamente la pastoral vocacional con dimensión de Iglesia. Sin ella nuestra planificación adolecería de un gravísimo defecto.

7. Hágase hincapié, muy concretamente, en las diversas etapas de la catequesis y durante las varias celebraciones litúrgicas, en los objetivos de testimonio y acción señalados por e l Concilio Vaticano II: la paz y la justicia, entre ellos.

5. CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL.

Coincide la publicación del presente Documento de Várela con la oficialización del Consejo Diocesano de Pastoral. A través de él, en forma organizada, con espíritu de comunión, ampliando los espacios de la caridad cristiana, e l Obispo encontrara colaboradores entusiastas y capacitados.

Saludo esta coincidencia como venturosa. Todavía nos hallamos en los comienzos de la diócesis y nuestros pasos son lentos. El Señor sabrá colmar nuestras limitaciones, ya que esta cerca de quienes lo invocan con humildad y confianza.

Que María, nuestra Patrona, la Inmaculada, nos acompañe, que su ejemplo de fe brille ante nosotros.

Con mi bendición pastoral, afme.

+ Jorge Novak Obispo

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Quilmes, 8 de setiembre de 1979, festividad litúrgica de la Natividad de Nuestra Señora.

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DIÓCESIS DE QUILMES SEMANA DE PASTORAL SACRAMENTAL DEL PRESBITERIO

Florencio Varela 1979

CONCLUSIONES

I. INTRODUCCIÓN

1. Evangelización, Catequesis, Sacramentos (Liturgia), Servicios a la comunidad cristiana y al mundo: Son realidades que conforman una temática que estará siempre presente en la vida de la Iglesia y, particularmente, de los sacerdotes. Sencillamente porque ellas constituyen la razón de su v i d a y su acción. Periódicamente cada una de ellas es motivo de oración y reflexión comunitarias en e l seno de los Presbiterios diocesanos.

2. Para los sacerdotes de Quilmas que, cómo Diócesis, quiere ir encontrando su propia identidad y descubriendo - o redescubriendo – los caminos que ha de recorrer, el tema de los sacramentos (la Liturgia) fue apareciendo frecuentemente en nuestras reuniones desde la creación de la nueva Diócesis.

3. En esta nueva dinámica que el Concilio Vaticano II creó en la Iglesia se impone cada año abordar alguno de los temas o realidades fundamentales de nuestra vida y acción. Y decidimos empezar por lo que era prioridad de la Conferencia Episcopal Argentina: Matrimonio y Familia. Pero pronto, a través de la temática que fue surgiendo, vimos la necesidad de abordar a l tema de los sacramentos. Y decidimos la realización de una SEMANA DE PASTORAL SACRAMENTAL: Nos reunimos en Florencio Várela del 23 a l 27 de abril. La asistencia de los sacerdotes fue casi total.

4. Los objetivos de la SEMANA ERAN BIEN CONCIDOS:

Unificar, en cuanto conviniera y fuera posible, criterios pastorales respecto a los sacramentos;

Profundizar aquellos aspectos teológicos que pudieran contribuir a:

o una mejor formación de la fe;

o una celebración más fructífera de los sacramentos;

o una mayor integración en la vida de la comunidad cristiana de parte de aquellos que los reciben; un compromiso cristiano y vital con el mundo;

Actualizar, para el Presbiterio diocesano, matices y enfoques de la teología sacramental actual;

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Despertar, o afianzar, la convicción de la necesidad de la permanente actualización doctrinal que nos exige nuestro servicio al pueblo de Dios.

5. Los frutos que esperamos de este trabajo:

Páralos sacerdotes: Ya hubo fruto abundante. Durante cinco días convivimos en un clima de fraternidad, trabajo y alegría. Pero, además, oramos juntos y concelebramos cada día la Eucaristía y... trabajamos y compartimos experiencias y reflexiones. El encuentro, en sí mismo, ya fue valioso para nosotros. Esperamos, además, haber conseguido muchos de los objetivos señalados más arriba.

6. Para los cristianos más conscientes y comprometidos de nuestras comunidades: Esperamos que conozcan y compartan nuestras inquietudes; que se sientan responsables con nosotros de la misión santificadora de la Iglesia; que tengan nuevos elementos para ampliar su visión cristiana y evangelizadora; que podamos lograr, unidos, una vida de comunión en Cristo que nos salva y nos envía.

7. Para la Iglesia diocesana: Esperamos frutos de crecimiento y madurez como consecuencia de este trabajo. Todo él está en función de ser más fieles al Señor y a la misión que nos encomendó, y mejores servidores de la comunidad en todo aquello en que debemos servirla: Porque somos "ministros" (servidores) de la palabra y e l sacramento.

II. LOS SACRAMENTOS EN LA VIDA CRISTIANA

8. La conciencia cristiana media de las últimas décadas ha identificado, casi instintivamente, la acción de la gracia con la acción sacramental.

9. Los sacramentes parecían el único medio de encuentro con la salvación de Cristo. Esta concepción ha producido una especie de aislamiento de los sacramentos. El cristiano debía, de alguna manera, dejar su vida profana para encontrar a Dios en el marco de la celebración sacramental. Tal vez esta concepción fue causa, y efecto a la vez, de la separación entre fe y vida que siempre debimos y debemos evitar.

10. Los cristianos de hoy tenemos una conciencia más lúcida del valor, incluso cristiano, del mundo concreto en que vivimos y trabajamos. Y sabemos que también desde la densidad de ese mundo concreto empieza a darse, al menos puede darse, la comunión con Cristo.

11. Pero, entonces, ¿qué añade el sacramento? Los sacramentos son para nosotros la fuente primordial de la gracia, de la comunión con Dios, porque son acciones de Cristo y de su Iglesia; no son el resultado de una iniciativa de la Iglesia. Los sacramentos han sido instituidos por Jesús mismo durante su estadía en la tierra. La fe de la Iglesia es muy clara en este punto: El Hijo de Dios tomó nuestra carne, su sagrada humanidad es el instrumento de su obra salvadora. No hay gracia sino por Jesús, y por Jesús hombre “Uno solo es el mediador entre Dios y los hombres el hombre Cristo Jesús que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (I Tim, 2, 5). Nosotros recurrimos al sacramento en las situaciones fundamentales de nuestra vida, porque Jesucristo así lo quiere. Estas

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situaciones son asumidas en una celebración litúrgica que expresa la acción de Cristo. Los sacramentos celebrados por la Iglesia evocan, a la vez, por unas palabras y gestos apropiados, el pasado salvífico vivido por Jesús y la realidad actual viva y operante que es su presencia, así como su segunda venida hacia la cual camina la Historia.

12. Pero los sacramentos no son el medio único de nuestro encuentro con Cristo; tampoco son necesariamente y siempre los puntos culminantes de nuestra experiencia religiosa. Ello no obstante nuestra catequesis debe poner de manifiesto el valor propio y la necesidad ineludible de la vida sacramental, que es el camino normal que Jesús mismo dispuso para llegar a la plena comunión con Él. Y si bien es cierto que a través de todos los actos de nuestra vida es posible salir hacia e l encuentro con Cristo, no es menos cierto que ese encuentro se convierte en plenitud de comunión solo a través de los sacramentos.

13. Pero hay que ubicar los sacramentos en el marco de la totalidad de la vida de pertenencia a Cristo ya que nuestra pertenencia a Cristo se despliega, en gran parte, fuera de las celebraciones sacramentales. No podía ser de otra manera ya que el llamado a la santidad es universal y, por tanto, también los medios para alcanzarla deben ser ofrecidos a todos los hombres.

14. Los sacramentos encuentran su realización a partir de la vida misma. En la medida en que vivimos nuestra vida entera en unión con Cristo, la vida nos prepara a los sacramentos y a su digna celebración, y nosotros los celebramos para descubrir más explícitamente y vivir con la máxima intensidad que sobre la tierra sea posible la comunión con el Señor.

15. Por medio de ellos podemos aceptar y realizar más profundamente el verdadero sentido de nuestra vida entera.

16. Pero los sacramentos cristianos hemos de entenderlos como la prolongación de la sacramentalidad de Cristo y de la Iglesia, es decir: Cristo es el sacramento del encuentro con Dios, es el sacramento "fontal" del cual brota la Iglesia, que es el sacramento de Cristo. Los siete sacramentos cristianos no hacen más que concretar la sacramentalidad de Cristo y de la Iglesia.

17. Los sacramentos suponen la fe: Le es necesario al hombre creer en Cristo para ser salvado. Tal es el mensaje del Nuevo Testamento. La fe, por otra parte, exigida para la salvación, se expresa también por medio de los sacramentos y estos nos hacen vivir nuestra fe de una manera auténtica.

18. La fe es un llamado dirigido al hombre, es una exigencia, y esta exigencia es liberadora y fuente de vida. Creer en Jesucristo es, en primer lugar, aceptar el llamado a la conversión que nos hace e l Evangelio: "Arrepentíos porque el Reino de Dios está cerca".

19. La recepción de un sacramento es, pues, un compromiso personal de vivir según su f e y atestiguarla en la vida cotidiana. Por eso la Iglesia debe exigir que quien se presenta para recibir un sacramento sea un verdadero creyente, instruido en su fe y siendo fiel a sus exigencias. Si no está en estas condiciones la Iglesia no debe rechazarlo o condenarlo, sino ayudarle a conseguirlas con paciencia y con firmeza. La Iglesia no puede, por lo tanto, dar un sacramento a personas que no tengan ya la fe, que no posean una formación cristiana al menos elemental.

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20. Y es aquí donde de surge la necesidad imperiosa de que e l sacramentó vaya precedido y acompañado de la palabra de Dios. En primer lugar porque siendo Cristo la Palabra definitiva del Padre solo podremos llegar a la plena y consciente comunión con Él en el sacramento si paulatinamente nos vamos acercando por el camino de la Historia de la salvación que su palabra nos revela. En segundo lugar porque será un medio de dar cada día más importancia y valorar adecuadamente la palabra de Dios, en la Biblia, que a veces resultó de difícil acceso para nuestro pueblo.

21. Sin embargo no podemos insistir exclusivamente sobre el esfuerzo de preparación del hombre ya que caeríamos fácilmente en la tentación de ser demasiados severos en admitir a los sacramentos y haríamos de ellos el coronamiento de actos personales o la recompensa de un trabajo de santificación válido por sí mismo lo cual es un error por ser ajeno a la voluntad de Cristo que quiso los sacramentos como signo e instrumento de salvación para los hombres: Asintiendo al sacramento el hombre recibe efectivamente el carácter de bautizado, de confirmado, de diácono, sacerdote u obispo, contrae verdadero matrimonio sacramental y es fortalecido en su estado de enfermo. Recibe también la gracia salvadora a condición de que no ponga obstáculo por sus malas disposiciones.

22. Ante esta problemática hay tres posibles actitudes:

23. Primera: Sacramentalizar, s in ninguna exigencia, a todos los que piden el sacramento. Parece que es una solución falsa ya que algunos de los que se acercan a "lo sagrado", inconscientemente tomado como mágico, lo hacen por costumbre social, sin fe suficiente, sin conversión advertida y sin compromiso personal arraigado.

24. Segunda: Negar radicalmente e l sacramento con el pretexto de que quienes piden (padres para los niños o adultos para sí mismos) no están dispuestos a asumir las exigencias de la fe. Tampoco parece ser una solución adecuada y que muchos de estos padres y adultos, sí poseen una fe suficiente, y s i no llegaron a una fe adulta y madura no fue siempre por su culpa. No han sido evangelizados ni catequizados. Ni siquiera han sido ayudados por la comunidad cristiana puesto que, con frecuencia, apenas ha existido. En algunos casos apenas habrán recibido un testimonio evangélico de los que en la Iglesia mas deberíamos darlo.

25. Tercera: Crear tiempos pastorales intermedios entre la petición sacramental y la celebración cristiana. Estas etapas darían tiempo para una relación con el sacerdote y la comunidad y posibilitaría una adecuada catequesis. Naturalmente que esto debería hacerse a nivel diocesano: Así llegarían los padres que desean bautizar a sus hijos y los adultos que quieren recibir el sacramento del matrimonio a descubrir el verdadero rostro de la Iglesia y las verdaderas exigencias de la fe.

26. Pero como los sacramentos actualizan en la Iglesia y para la Iglesia la obra salvadora de Jesucristo, que Él realizo por su muerte y resurrección y la Iglesia hace los sacramentos y los sacramentos "edifican" la Iglesia, habrá que considerar que solo en alguna situación verdaderamente excepcional podrá negarse el sacramento.

III. LA PREPARACIÓN REMOTA A LOS SACRAMENTOS.

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27. La preparación próxima a los sacramentos que se viene realizando en nuestra Iglesia diocesana, como en otras muchas Diócesis, ha producido ya opimos frutos. Pero ello no es suficiente.

28. Evidentemente la pastoral que ha de imponerse entre nosotros de un modo imperioso debe basarse en una acción eclesial destinada a una conversión permanente de todos nosotros los bautizados.

29. En los últimos años métodos apostólicos han proliferado rápidamente y han rendido también excelentes frutos. Logran a veces, en poco tiempo, resultados extraordinarios, basados en auténticas conversiones, Pero una cosa es la conversión y otra la catequesis. La catequesis es un proceso lento de interiorización. Por eso hablamos de preparación "remota" a los sacramentos.

30. Esta preparación remota debería incluir:

31. a) Una intensificación de la catequesis de adultos y no solo con motivo y a propósito de los sacramentos que acuden a pedir para sí mismos y para sus familiares, sino como una constante de nuestra pastoral.

32. b) Una imagen de Iglesia que sea, en verdad, comunidad de Cristo, que testimonie su fe en todas las facetas del acontecer humano y especialmente en aquello en lo que los hombres más necesitan ser servidos y alentados. Es decir: Una Iglesia, comunidad cristiana que viva el "compromiso temporal". La expresión no se encuentra en los textos conciliares, pero su empleo es correcto y útil porque facilita la inteligencia y las limitaciones del tema de la presencia y participación de la Iglesia en todo lo humano.

33. Antes de considerar el compromiso temporal como exigencia y realización cristiana hay que descubrirlo como responsabilidad humana. Este compromiso temporal podría describirse como tarea de los hombres en función del desarrollo y transformación del mundo y de la sociedad mediante la promoción del progreso, la libertad, la justicia y la paz. Y, teniendo en cuenta la especial situación de nuestro tiempo y la sensibilidad de nuestros hermanos los hombres de hoy, nuestra Iglesia diocesana habrá de dar testimonio muy particularmente en todo lo que se refiere al campo de la justicia y la paz. Las formas de marginación, de opresión más a menos sutil, de carencia de libertad , etc. .., a las que son tan sensibles los hombres de nuestro tiempo nos exigen un especial esfuerzo en este sentido.

34. Hay que subrayar que la naturaleza y exigencias de este compromiso temporal son previas a cualquier especificación religiosa del hombre o de la comunidad humana. Es una realidad y una exigencia existencial; el hombre no se compromete sólo como consecuencia de una opción libre sino que ya nace comprometido.

35. El cristianismo no es una religión desencarnada; en la plenitud de los tiempos la revelación de Dios, Jesucristo, se hizo hombre. Ni la Iglesia es una exiliada de este mundo. El espacio vital de la Iglesia peregrinante es el hombre total e histórico, ciudadano de este mundo; "es la persona humana la que se ha de salvar y es la sociedad humana la que se ha de construir" (GS 3). "La Iglesia, por cada uno de sus miembros y

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por toda la comunidad, cree poder contribuir mucho a la humanización de la familia humana y de su historia" (GS.40).

36. c) Una preparación a los sacramentos bien estructurada, más completa y orgánica, que primero se ofrezca a los que libremente quieran aceptarla y que luego se vaya imponiendo por sí misma a la mayoría de los cristianos que acudan a recibir los sacramentos.

IV. EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO.

37. A) Visión pastoral de la realidad.

Debemos estar contentos porque la mayoría de las familias de nuestra Diócesis continúan presentando a sus hijos para ser bautizados. En cuanto a su actitud religiosa ocurre a veces, aunque, con poca frecuencia, que los padres son cristianos conscientes, forman parte de la comunidad parroquial y son activos en ella, eligen bien a los padrinos, acuden a las reuniones de preparación a l sacramento, y nos ofrecen una aceptable garantía de que se preocuparán por educar a sus hijos en la fe.

38. Pero, en general sucede algo muy distinto: Muchas de las familias que llegan a nosotros para pedir el Bautismo están desvinculadas de la parroquia y faltas de conocimientos religiosos y de una mínima formación cristiana. Se presentan casos de padres que piden el Bautismo para cualquier día de la semana por mera conveniencia familiar , otros exigen e l "pase" para cumplir promesas que no suelen tener el valor religioso que ellos piensan (porque no son promesas propiamente tales), etc. …

39. Ciertamente seríamos injustos si, junto a estos matices negativos, no destacáramos también los aspectos positivos:

E l hecho de traer a sus hijos para que reciban el Bautismo expresa y manifiesta una actitud de fe;

Pedir el Bautismo significa para ellos, en muchos casos, librarse del mal y obtener alguno de los efectos del Bautismo: la sanación, la purificación...

Sienten que el Bautismo los dignifica , eleva su condición humana, les hace, en fin , verdaderamente personas;

A través del Bautismo se sienten en relación con Dios, con Jesús, con la Virgen María y los Santos;

Al venir a la Iglesia valorizan el templo como lugar sagrado y a l sacerdote como dispensador de gracia;

Viven ciertas prácticas de devoción a la Virgen, a los Santos, a Jesucristo.

40. Por nuestra parte más que exigir solemos preguntar si los padres "están casados por Iglesia" a fin de convertir ese "encuentro pastoral "en una oportunidad de posibilitar y alentar a la superación de situaciones irregulares. Se suele insistir en que, al menos los

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padrinos, si son casados, hayan recibido el sacramento del matrimonio. También en que padres y padrinos se propongan un plazo razonable (promesa) para recibirlo.

41. La preparación inmediata al sacramento suele consistir en una, dos o tres charlas que están, por lo general en manos de laicos. En estas reuniones de preparación cuesta conseguir una participación activa de los familiares que acuden.

42. A pesar de todo dichas reuniones de preparación inmediata las consideramos necesarias en absoluto. En algunos lugares se pide la asistencia obligatoria de padres y padrinos. En otros solamente se pide la asistencia de los padres, salvo que estén en una situación irregular, en cuyo caso se pide la participación también de los padrinos.

43. El contenido de las charlas suele ser: La fe, el bautismo, Jesucristo, la Iglesia, la responsabilidad de los padres y padrinos, etc. …

44. En cuanto a metodología: Algunos utilizan e l dialogo y otros el trabajo en grupos, lográndose en este segundo caso mayor participación de los asistentes.

45. La celebración litúrgica del Bautismo suele ser con frecuencia bastante desordenada en lo externo y con dificultades cuando los grupos son numerosos. Suele faltar el clima religioso que sería de desear. No siempre, en la celebración, los sacerdotes nos sentimos "ministros" de la gracia debido a las circunstancias señaladas. Ello, por supuesto, también depende mucho del temperamento y situación personal de cada uno.

46. La comunidad parroquial no suele participar tanto como sería deseable. La frase "La comunidad cristiana te recibe con alegría" a veces carece de sentido pues la Comunidad está ausente. Salvo en casos de familias comprometidas en la comunidad y activas en ella la celebración del Bautismo se hace sin Misa.

47. Las reuniones de preparación previa siempre suelen influir positivamente en las familias que participan en ellas, aunque a veces la influencia sea puramente teórica, es decir: no se traduce en vida.

48. La celebración litúrgica puede influir o no, según se logre o no un clima de participación y verdadera devoción.

49. Algunos adultos comienzan a simpatizar con la parroquia por el buen trato que se les dio.

50. En los bautizados el sacramento, además de producir lo que la Teología nos dice, parecería quedar como "adormecido" cuando l os padres y padrinos no asumen con responsabilidad su papel.

51. Finalmente: La catequesis pre-sacramental no siempre es bien recibida ni aceptada la exigencia de participar en las reuniones de preparación.

52. B) Reflexión y evaluación.

Vivimos en un mundo que no ha sido suficientemente evangelizado. Cuando se trata de pastoral sacramental frecuentemente hemos de partir de la base: suponer que estamos ante "bautizados que muchas veces no viven como cristianos". Es todo un proceso que hay que revertir . Comenzando por los niños y los jóvenes, pero sin descuidar a los adultos.

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53. Todo ello nos hace pensar que hay que intensificar el esfuerzo de evangelización y catequesis y no hacer tanto hincapié en las normas relativas al sacramento. Pero de todos modos, los que vienen para pedir el sacramento suelen hacerlo con una actitud de humildad y sencillez verdaderamente evangélicas.

54. Hay valores, en los que vienen a pedir el Bautismo, que no podemos pasar por alto y que son como "gérmenes de Evangelio": La amistad y solidaridad; la típica relación que nace con motivo del padrinazgo-madrinazgo; etc.

55. En algunos existe también una vaga creencia de la influencia de lo sobrenatural en sus vidas; en otros hay sentido de que el Bautismo es condición para "vivir" en la Iglesia; también sentido de lo sagrado y capacidad para rezar; capacidad de sufrir y reparar.

C) Fundamentación doctrinal.

56. El Concilio Vaticano II ha matizado algunos acentos de la teología pastoral del Bautismo y ha subrayado aspectos nuevos. Tenerlos en cuenta puede enriquecer nuestra pastoral del Bautismo.

57. Después del Vaticano II se subraya, en el Bautismo especialmente:

- La doctrina del Bautismo encuentra su fundamento y punto de partida no solamente en la voluntad de Cristo, sino en toda la Historia de la Salvación. Hay una única voluntad salvadora de Dios que se continúa a lo largo de la Historia de la salvación. Esto también es válido para e l Bautismo.

58. - Los efectos del bautismo han de considerarse como llegando a la totalidad de la Iglesia: E l Bautismo edifica la Iglesia, está referido a toda la Iglesia y no solo al que en la oportunidad se bautiza.

59. - E l carácter bautismal es signo de agregación a la Iglesia, y también es creador (fundamento) del sacerdocio común de los fieles. Y en e l sacerdocio común de los fieles se fundan la vocación al apostolado y la vocación a la santidad.

60. Nuestra pastoral del Bautismo deberá, pues, enriquecerse teniendo en cuenta los siguientes aspectos:

61. 1. El Bautismo en el contexto de la Historia de la salvación.

Ya en el A.T, había ritos que eran preparatorios a los del Bautismo.

- La circuncisión (Gen. 17 ) estaba directamente conectada con el rito de la alianza (manifestación del nombre de Dios, exigencia de que Abraham sea discípulo y siga el camino marcado por Dios). La circuncisión es directa preparación del Bautismo.

62. En Moisés se repite el rito de la alianza y de la circuncisión con ella;

- En los Profetas se da un paso más y se pasa de la circuncisión de la carne a la circuncisión del corazón: cambiar el corazón;

- En tiempo de Cristo: Las celebraciones bautismales existían y eran el medio de agregación de los paganos al pueblo de Dios. También en la secta de los esenios existía alguna forma de Bautismo. El Bautismo de Juan era una forma más, de rito bautismal, y probablemente muy similar a los otros de su tiempo,

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63. Todo lo cual nos recuerda los ritos de preguntas y respuestas y el rito de las abluciones de que habla San Hipólito.

64. En el N.T, del signo y anticipo se pasa a la realización: Cristo se hace bautizar, aparece el Espíritu Santo y se escucha la voz del Padre (significativo: citando a Isaías 42, en el canto del Siervo de Yahvé). Es e l primer paso que concluirá con la pasión y la resurrección de Jesús.

65. Y en Lc. 12,50: "Quiero ser bautizado por un Bautismo y ... que ansia tengo hasta que esto se cumpla". El Bautismo es pues la entrada en la muerte y la resurrección de Cristo que entronca con e l pasado y es proyectada hacia e l futuro.

66. EL QUE SE BAUTIZA ENTRA EN UNA HISTORIA QUE SE INICIO AL COMIENZO DEL MUND0 Y QUE ES PROYECTADA HACIA EL FUTURO, EL QUE SE BAUTIZA NO ESTA AISLADO DE LA HISTORIA.

67. 2 El Bautismo constituye la Iglesia (efecto eclesiológico del Bautismo). El Bautismo, además de "agregar" un nuevo miembro a la Iglesia y de "hacer sacerdote" al que lo recibe, produce su efecto sobre toda la Iglesia: Hace de toda la Iglesia un pueblo sacerdotal. (I Pe.2, 9-10): Y esta carta de Pedro es una catequesis bautismal. Se subraya, pues, que hay un efecto sobre toda la Iglesia . El Bautismo es el primer memorial de la muerte y la resurrección de Cristo.

68. El Bautismo es el principio fundamental de la unidad de la Iglesia. El Bautismo edifica la Iglesia y la Iglesia hace el Bautismo.

69. 3 El rito de la alianza en la celebración del Bautismo. El rito del Bautismo de adultos.

El rito de la alianza es el rito de las preguntas y respuestas que era esencial en la antigüedad y que ha perdido fuerza entre nosotros. Hemos de revalorizarlo.

70. Rito del Bautismo de adultos:

Tres grados que prevén otras tantas celebraciones litúrgicas:

Inicio a la conversión y el candidato es acogido en la Iglesia como catecúmeno.

Crecida la fe y casi terminado el catecumenado el candidato es admitido a una más intensa preparación a los sacramentos.

Finalmente el catecumenado recibe el sacramento.

71. Los tres grados son preparados por tiempos:

Pre-catecumenado: El candidato recibe la primera evangelización (pre-evangelización).

Tiempo de catecumenado dedicado a la catequesis y a los ritos.

Preparación cuaresmal dedicada a la purificación e iluminación interior: consignaciones del Credo y del Padre Nuestro.

Tiempo de la celebración misma: Profundización en e l ministerio y permanencia en la Iglesia.

72. Del Ritual: Dignidad del Bautismo

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El Bautismo, puerta de la vida y del reino, es el primer sacramento de la nueva ley, que Cristo propuso a todos para obtener la vida eterna y que luego, junto con el Evangelio confió a su Iglesia cuando mandó a sus apóstoles: " Id y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo". Por esto, el Bautismo es, en primer lugar, el sacramento de la fe por la que los hombres, iluminados por la gracia del Espíritu Santo, responden a l Evangelio de Cristo, Por tanto, ya desde sus orígenes, la Iglesia ha considerado de máxima importancia que todos, tanto los catecúmenos como los padres de los niños bautizados y los padrinos, aviven esa fe verdadera y activa por la cual adhiriéndose a Cristo, establezcan o confirmen e l pacto de la Nueva Alianza. A esto se ordena tanto la instrucción pastoral de los catecúmenos y la preparación de los padres, como la celebración de la palabra de Dios y la profesión de la fe bautismal.

73. El Bautismo es además el sacramento por el cual los hombres son incorporados a la Iglesia como piedras de un edificio para llegar a ser morada de Dios en el Espíritu, sacerdocio real y nación santa y también vínculo sacramental de unidad entre todos los que por él son marcados. Por razón de aquel efecto inmutable que pone de manifiesto la celebración del sacramento en la liturgia latina, cuando en presencia del Pueblo de Dios los bautizados son ungidos con el crisma, el Bautismo es tenido en gran estima por todos los cristianos y nadie puede reiterarlo, s i ya ha sido celebrado válidamente, aún por los hermanos separados.

74. El Bautismo, que es el baño del agua de virtud de la palabra de vida purifica a los hombres de toda mancha de pecado, tanto original como personal y los hace partícipes de la naturaleza divina e hijos de adopción. Pues el Bautismo, como lo proclaman las oraciones de la bendición del agua, es e l baño de la regeneración de los hijos de Dios y de su nacimiento de lo alto. La invocación a la Santísima Trinidad sobre los bautizandos hace que todos los que son sellados en su nombre le sean consagrados y entren en la alianza con el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo, A esta cumbre preparan y conducen las lecturas bíblicas, la súplica de la comunidad y la triple profesión de fe.

75. Muy superior a las purificaciones de la ley antigua, el Bautismo opera estos efectos en virtud del misterio de la Pasión y Resurrección del Señor. Pues los que son bautizados son injertados en él por una muerte semejante a la suya, son sepultados con él en su muerte y son también resucitados con él. E l Bautismo no es otra cosa que el Misterio Pascual conmemorado y actualizado, ya que en él los hombres pasan de la muerte del pecado a la vida. Por eso conviene que en su celebración, principalmente cuando tiene lugar en la Vigilia Pascual o en domingo, resplandezca la alegría de la resurrección.

D) Orientaciones pastorales.

76. (Con respecto a este título queremos hacer una anotación previa: A lo largo de nuestras reflexiones, en la semana de pastoral, hemos querido evitar lo puramente normativo y "la casuística" que se refiere a matices o detalles que resultaran obvios si todos estamos bien penetrados del espíritu común que nos debe animar. Por eso lo que llamamos orientaciones pastorales vienen a estar a mitad de camino entre objetivos y normas.

77. Más concretamente: Creemos que puede hacerse una gradación esclarecedora que incluya, dentro de la pastoral, los objetivos, las orientaciones, las sugerencias y las

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normas de acción. Cada uno de estos Ítems incluye, de alguna manera, matices de las otras, es decir: una norma, a la vez que marca la acción concreta que debemos realizar señala también, implícitamente, e l objetivo; la sugerencia; aún sin imponer una acción concreta, incluye el objetivo y señala la acción que debería realizarse, etc. ...).

78. Cercanas a los OBJETIVOS de nuestra pastoral bautismal sentimos que se encuentran las siguientes orientaciones:

EL espíritu de Bernal ‘69, que nos llevó a considerar la pastoral del Bautismo dentro de un marco más amplio - promoción humana, actitud misionera, pastoral de liberación i n t e g r a l - debe ser mantenido;

Porque la fe cristiana es requisito y fundamento para la recepción del sacramento debemos tender a lograr, de los padres y padrinos una explicitación de su f e a través de la palabra y las manifestaciones concretas de su vivir;

Pero, además, porque la Iglesia da el Bautismo y el Bautismo edifica la Iglesia, no podemos dejar de intentar con especial ahínco, la incorporación de estas familias a la comunidad parroquial bien sea antes o después, pero siempre con ocasión de su acercamiento a la Iglesia con motivo del Bautismo;

Precisamente porque al pedir el Bautismo manifiestan su pertenencia a la Iglesia, a la vez que piden la incorporación de su hijo o ahijado, este encuentro pastoral que se da con motivo del Bautismo será una buena oportunidad para invitar a todos a vivir conforme a las enseñanzas y exigencias de nuestra Madre, la Iglesia (Doctrina referente a l respeto a la vida, la justicia, la paz, el sacramento del matrimonio, etc.);

El hecho de pedir el Bautismo, como algo que brota de la fe y la religiosidad de nuestro pueblo, nos lleva a pensar que debemos tener en cuenta aquí la afirmación de la E.N. (n. 48): "La religiosidad popular, cuando está bien orientada, sobre todo mediante una pedagogía de evangelización, contiene muchos valores. Refleja una sed de Dios que solamente los pobres y los sencillos pueden conocer…”, "Bien orientada, esta religiosidad popular puede ser cada vez más, para nuestras masas populares, un verdadero encuentro con Dios en Jesucristo". Y es por eso que muy rara vez podrá justificarse la negación de este sacramento.

79. E) Metas que queremos alcanzar.

Intentar por todos los medios, y tratando de que todos los agentes de pastoral lo tengan siempre presente, una buena disposición espiritual y cristiana en todos aquellos que se acercan a la Iglesia con motivo del Bautismo;

Que la catequesis pre-bautismal, más allá de otras circunstancias de contenido, quienes sean los responsables de ella etc., intente y vaya encaminada a despertar la fe, formarla y descubrir el sentido, valor, exigencias y contenido del Bautismo;

Con el nombre que la tradición cristiana de los primeros siglos impuso, o con otro, queremos lograr los frutos que conseguía el primitivo catecumenado (Cf. nn. 86 y 8 5);

80. Como fruto de nuestro "contacto pastoral" con los que acudan a pedir el Bautismo, de la Catequesis previa, o de la celebración misma aspiramos a conseguir:

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Una visión nueva y actualizada y profundamente verdadera, de la Iglesia: Madre y Maestra y servidora de la Humanidad;

Inquietud y deseos de revisar y mejorar su vida cristiana;

Que entiendan el rito y los signos todos del Bautismo y que, entendiéndolo, participen activamente en él;

Que se dé en ellos un crecimiento de la fe en Cristo, Salvador, que la esperanza cristiana los haga fuertes para trabajar por el Reino que ya ha comenzado, y que el amor se manifieste en una actitud vital de servicio a los hombres.

81. F) Sugerencias en cuanto a la catequesis previa al sacramento.

Aunque todavía no resulta claro para nosotros cómo lograr una preparación remota y eficaz al sacramento, seguiremos intentando la búsqueda en esa dirección; sabemos que instrumentarla con eficacia y aceptación gustosa de nuestro pueblo, sería dar un gran paso adelante.

Manteniendo las fechas en que habitualmente venimos celebrando los Bautismos en nuestras comunidades, sería de notable fruto pastoral señalar dos o tres fechas en el año para la celebración comunitaria del Bautismo de aquellos niños/as cuyas familias hubieren aceptado una preparación más seria y consciente (Cf. n. 86). Dichas celebraciones deberían estar revestidas de una solemnidad especial y se llamaría la atención de la comunidad sobre ellas.

Deberán realizarse, como mínimo, dos reuniones previas al Bautismo. La primera sobre alguno de los temas que se indican en otro lugar (Cf. n. 9). EL contenido de la segunda será la explicación de los ritos y diversas partes de la Liturgia bautismal. Esta segunda podrá hacerse, tomando el tiempo y la tranquilidad necesaria, inmediatamente antes del Bautismo. De especial importancia nos parece hacer resaltar el sentido profundo de las preguntas y respuestas del rito que, en concreto, significan un compromiso de renunciar al pecado y de aceptar las exigencias de la f e: Como respuesta a dichas renuncias y compromiso se nos da el Bautismo. (R.I.)

Cuando acuden para concretar el Bautismo de sus hijos o ahijados sería bueno sugerir y animar a participar de aquel qué es el acto central y fuente de vida de la comunidad cristiana: La Eucaristía dominical.

En la medida de lo posible habría que multiplicar los encuentros entre los bautizandos (sus familias) y la comunidad. De ello podrían lograrse óptimos frutos para la comunidad que resultaría interpelada y para los que, con motivo del Bautismo, se acercan a la Iglesia y pueden ser animados o impactados por el testimonio de los más responsables de la comunidad.

Sin pretender limitar la atención individual y esporádica de los adultos que se acercan a pedir e l Bautismo, u otro sacramento, sería provechoso que las parroquias organizaran, dos o tres veces por año, cursos de preparación al Bautismo y a los demás sacramentos, de duración y contenido variado según las circunstancias.

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Teniendo en cuenta la especial psicología de la mujer durante el embarazo, quizás no fuera difícil lograr que otras madres de la comunidad parroquial aprovecharan esa etapa para plantearle también la gran influencia que lo religioso puede tener en la vida de su hijo y la que ella puede tener, ya desde ese momento, en la futura vida cristiana de su hijo.

El despacho parroquial es una especie de "sacramental” que deberá ser aprovechado en todas sus posibilidades: Nos permitirá descubrir la verdadera situación religiosa y humana de la familia, la actitud con que se encuentran con respecto a los sacramentos, etc.... De ahí en más deberemos ir acentuando el llamado de Cristo, el Señor, que culminará el día del Bautismo.

82. En cuanto a la edad que no deben sobrepasar los niños que han de ser bautizados sugerimos: a) hasta los cuatro (4) años a los niños se los bautizará sin otros requisitos que los ya señalados; b) desde los cinco (5) años, y hasta tener la edad de iniciación a la catequesis de primera Comunión, se los podrá bautizar luego de que realicen una catequesis mínima, adecuada a su edad, a cargo de sus familiares y debidamente preparados por la parroquia (sacerdotes, catequistas); c) cuando ya estén en edad de acudir a la preparación catequística para la Eucaristía, se los bautizará a l concluir el primer año de preparación.

La anotación previa al Bautismo esta en relación con la fecha de las reuniones de catequesis previas al mismo. Bastará, pues, que en cada parroquia se tome tal circunstancia como un medio de lograr una preparación más adecuada (R.I.).

83. Preparar, a nivel diocesano, al material (un folleto o similar) que pueda servir para una catequesis pre-bautismal con los contenidos y orientaciones que se sugieren en el presente documento.

Que se preparen igualmente los medios (contenidos, organización, orientaciones, etc.) para poder iniciar a nivel diocesano, zonal o parroquial experiencias de catecumenado.

Que se organicen a nivel diocesano o zonal cursos de capacitación de laicos para la realización de la catequesis pre-bautismal.

Igualmente todo el material que pueda servir para poner en práctica las sugerencias anotadas más arriba.

84. G) Sugerencias para la celebración litúrgica.

No deberemos contentarnos con los "tradicionales" miembros de nuestra comunidad parroquial (en orden a constituir el equipo de liturgia, guías, acogida en la comunidad, etc.) sino que deberemos intentar el compromiso de cristianos jóvenes que, más actualizados y presentes en la vida de los hombres de hoy, puedan con su testimonio y su participación, ser verdaderos estímulos de incorporación a la fe y a la comunidad cristiana para los familiares de los bautizandos. (R.I.).

Tratar de lograr, para la celebración del Bautismo, la presencia y participación de los laicos que colaboran en la catequesis pre-bautismal

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Lograr la participación de la comunidad cristiana que puede acompañar y renovar, con gran fruto, sus promesas bautismales.

Celebrar el Bautismo, aunque sea esporádicamente, los días de semana, al anochecer, intentando la participación de amigos y vecinos de modo que en cada oportunidad una pequeña comunidad de Iglesia pueda tener la vivencia y comprender mejor la celebración litúrgica del Bautismo.

Darle a la celebración el carácter de fiesta comunitaria rodeándola de aquellos detalles que puedan contribuir a lograrlo (R.I.).

Dentro de lo posible debe procurarse que sea en la Misa cuando se traigan para ser bautizados los hijos de los cristianos más comprometidos de la comunidad; de este modo puede darse una oportunidad para el crecimiento y la renovación del compromiso de toda la comunidad.

85. H) Sugerencias para la acción y frutos posteriores.

Seguir el ejemplo de Cristo: Formar pequeños grupos, sin dejar a las muchedumbres, que al convertirse en evangelizadores resultan ellos mismos evangelizados.

Capacitar catequistas sobre y en la temática de Historia de Salvación; organizar cursos por zonas; etc....

Tratar de que la parroquia de la imagen, y viva en realidad, como una gran familia a través de la formación de pequeñas comunidades en los barrios que se comprometan con las necesidades de sus hermanos.

Tratar de conectar a las familias que llegan a la Parroquia con motivo del Bautismo con otras familias cristianas de la comunidad o, incluso, con la pequeña comunidad que puede haber en su barrio.

Que los colegios católicos, por su cuenta y sin consultar a las parroquias, no exijan certificados de Bautismo o de Matrimonio como requisito para inscribir a los niños en los diversos cursos. Ello origina situaciones de apremio que no favorecen la recepción fructífera del sacramento.

V. EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN.

86. A) Visión pastoral de la realidad.

El sacramento de la Confirmación y su pastoral, de modo especial suscita en nosotros sentimientos encontrados. Por una parte es motivo de gozo y esperanza puesto que vemos cómo su recepción hace surgir vocaciones juveniles que, con sentido de Iglesia, se sienten responsables de evangelizar y evangelizarse y se comprometen en su ambiente. Por otra Parte nos duele ver como para muchos cristianos parecería ser un sacramento no suficientemente valorado, razón por la cual, así como la inmensa mayoría sienten la necesidad de recibir el Bautismo, e incluso el Matrimonio, no son muchos los que sienten

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lo mismo con respecto a la Confirmación. En este sentido hay una pregunta a la que quisiéramos encontrar una respuesta pastoral eficaz: ¿Cómo lograr que la mayoría de los cristianos de nuestras comunidades sientan la necesidad de recibir la Confirmación …?

87. La actitud religiosa de los que piden el sacramento es, en general, muy positiva. Sin condicionamientos sociales se acercan para pedir el sacramento; manifiestan deseos y la actitud práctica a profundizar su fe, se conectan fácilmente con los grupos juveniles de la comunidad, se comprometen con la Iglesia y quizás en ningún otro sacramento se percibe tanto la influencia posterior como en este.

88. El mismo hecho de que acepten las exigencias de la Iglesia (15 años cumplidos, curso preparatorio, a veces participación en la Misa dominical, integración previa en la vida de la comunidad, etc.) muestra bien a las claras lo positivo de su disposición.

89. La preparación inmediata suele durar un año lectivo y una reunión por semana, estando a cargo del Sacerdote o, a veces, de un laico. En cuanto a la temática se ve la conveniencia de plantear, en líneas generales los siguientes contenidos: Mirada y observación atenta a la vida, valoración cristiana de todo lo humano, el sacramento de la Confirmación propiamente dicho, el compromiso cristiano.

90. La experiencia nos muestra que, además de la preparación formal de la celebración litúrgica el ir introduciéndolos gradualmente (entrega de los formularios de profesión de fe en una celebración de la Palabra, explicación de los signos sacramentales, etc. …) ayuda a profundizar y recibir más fructuosamente este sacramento. También es una buena oportunidad para ayudar a descubrir y vivir con madurez el sentido del sacramento de la Penitencia. En muchos casos, incluso se termina la preparación con un retiro en el que se pretende afianzar la actitud espiritual e interior de preparación para el sacramento.

91. Son los grupos juveniles de cada parroquia los que, preferentemente, reciben y acogen a los confirmandos con entusiasmo y alegría, dando así lugar a una verdadera comunidad que no siempre se da con motivo de otros sacramentos. Con frecuencia, y después de la Confirmación los jóvenes son enviados a profundizar su fe en cursillos o jomadas.

B) Reflexión y evaluación.

92. Aunque se nota cierta inmadurez, propia de la adolescencia, la apertura y madurez con que se presentan, produce ya desde el principio un clima de esfuerzo, reflexión y profundización en la fe cristiana verdaderamente notables.

93. Hay valores que debemos destacar en los que habitualmente se presentan para recibir el sacramento; compañerismo y amistad, búsqueda de relación y encuentro con jóvenes, maduros en la fe, que influyen positivamente en sus vidas … Deseos de autenticidad y responsabilidad. En resumen: Están mejor dispuestos que los que se acercan a recibir otros sacramentos ya que ahora la decisión es personal y libre, la preparación más intensa y prolongada en el tiempo y más eficaz.

C) Fundamentación doctrinal.

94. El Nuevo Testamento muestra claramente cómo el Espíritu Santo asistía a Cristo en el cumplimiento de su función mesiánica. Jesús después de haber recibido el bautismo de Juan, vio al Espíritu descender sobre él (cf. Mc. 1,10) y permanecer sobre él (cf. Jn. 1,32)

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Fortificado por la presencia y la ayuda del mismo Espíritu fue impulsado por él a iniciar públicamente su ministerio mesiánico. Al anunciar la salvación al pueblo de Nazaret comenzó afirmando que la profecía de Isaías, "el Espíritu del Señor esta sobre mí", se refería a sí mismo (cf. Lc. 4, 17-21).

95. Después prometió a sus discípulos que el Espíritu Santo los ayudaría también a ellos para hacerlos capaces de atestiguar valientemente su fe, aún ante los perseguidores. (cf. Lc. 12, 12). La víspera de su pasión aseguró a sus apóstoles que les enviaría el Espíritu de verdad (cf. .Jn. 15, 26), el cual permanecería con ellos para siempre (Jn. 14, 16) y los ayudaría a dar testimonio de él (cf. Jn. 15, 26). Finalmente, después de su resurrección Cristo prometió la venida inminente del Espíritu Santo: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos" (Hechos 1, 8; cf. Lc. 24, 49).

96. El día de Pentecostés, en efecto, el Espíritu Santo descendió de modo admirable sobre los apóstoles reunidos con María, la Madre de Jesús, y con los demás discípulos; fueron llenos del Espíritu Santo (Hechos 2, 4 ) e impulsados por el soplo divino comenzaron a proclamar las maravillas de Dios. Pedro declaró entonces que el Espíritu que había descendido sobre los apóstoles era el don propio de la era mesiánica (cf. Hechos 2, 17-18). Entonces fueron bautizados los que creyeron en la predicación apostólica y recibieron también ellos el don del Espíritu Santo (Hechos 2, 38). Desde aquel tiempo los apóstoles, en cumplimiento de la voluntad de Cristo, comunicaron a los neófitos, por la imposición de las manos, el don del Espíritu Santo destinado a completar la gracia del Bautismo (cf. Hechos 8, 15-17; 19, 5 s). Esto explica por qué en la carta a los Hebreos se recuerda, entre los elementos de la primera formación cristiana, la doctrina del Bautismo y de la imposición de las manos (cf. Hebr. 6, 2). Esta imposición de las manos es reconocida con razón por la tradición católica como el origen del sacramento de la Confirmación, que en cierto modo perpetúa en la Iglesia la gracia de Pentecostés.

97. Se ve entonces la importancia peculiar de la Confirmación respecto de la iniciación sacramental por la cual los fieles, como miembros de Cristo viviente, son incorporados y configurados por el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía. En el Bautismo los neófitos reciben el perdón de los pecados, la adopción de hijos de Dios y el "carácter" de Cristo por el cual quedan agregados a la Iglesia y comienzan a participar del sacerdocio de su Salvador (c f. I Pedro 2, 5 y 9 ).

98. Por el sacramento de la Confirmación los que han nacido a una vida nueva por el Bautismo, reciben el Don inefable, el mismo Espíritu Santo, por el cual son enriquecidos con una fuerza especial y, marcados con el carácter de este Sacramento, quedan vinculados más perfectamente a la Iglesia y están más estrictamente obligados a difundir y defender la fe con la palabra y las obras, como auténticos testigos de Cristo. La Confirmación, por fin, está tan vinculada con la Eucaristía que los fieles, ya sellados por el Bautismo y la Confirmación se insertan plenamente en el cuerpo de Cristo mediante la participación de la Eucaristía.

D) Orientaciones pastorales.

99. La catequesis previa debe orientarse a lograr del confirmando:

a) El redescubrimiento de Cristo y de la vida cristiana;

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b) la madurez en la fe;

c) la responsabilidad de sentirse misionero y evangelizador;

d) la fortaleza que el testigo comprometido necesita el mundo;

e) la integración en la vida activa y militante de la comunidad cristiana.

100. E) Sugerencias.

1) Para la catequesis previa:

- Ha de ser la adecuada, en cuanto al tiempo y contenido para lograr los objetivos que están implicados en las orientaciones pastorales (nº 99).

101. - "Para la preparación parece oportuno hacer dos niveles: juveniles y mayores. Para los juveniles se establece un tiempo de preparación obligatoria, de aproximadamente, seis (6) meses, con una reunión semanal. Para los mayores: un tiempo de dos meses como mínimo con una reunión semanal..." dejando a criterio del Párroco la organización.

102. - Sería conveniente establecer algunos domingos durante el año como fechas de convivencia para todos los confirmandos de la Diócesis, con uno o dos sacerdotes - además de sus catequistas - y con la presencia, cuando sea posible, del Sr. 0bispo. También sugerimos un camino catecumenal para los confirmandos a la comunidad, entrega de la Biblia, renovación de las promesas bautismales en la noche de Pascua, etc.

103. - La Junta diocesana de catequesis deberá tener en cuenta las experiencias de las diversas parroquias para enriquecerlas y comunicarlas.

104. 2) Para la celebración litúrgica de la Confirmación:

- Váyase introduciendo gradualmente a los confirmandos en el contenido y explicación del ritual de la Confirmación. Ello hará que sea más eficaz.

105. - Que el equipo de Liturgia, preferentemente juvenil, prepare adecuadamente la celebración misma.

106. - La experiencia de alguna parroquia dice que es de gran provecho pastoral la celebración de la Confirmación también en días de semana.

107. 3) Para la acción y frutos posteriores: - Conviene que, desde el principio, los confirmandos se conecten con los grupos juveniles de

la parroquia. Así se irá logrando la incorporación de muchos de ellos a la vida activa de la comunidad parroquial.

108. - La mentalización sobre el sacramento de la Confirmación ha de ser una constante de nuestra pastoral, especialmente en los tiempos fuertes: Pentecostés, Pascua, etc.

109. - Juzgamos muy conveniente mantener la edad de 15 años para ser admitidos a la Confirmación.

110. - La preparación a la Confirmación es competencia de la Parroquia. En tal sentido no se ve que sea oportuno que los jóvenes se preparen en los colegios dado que luego resulta difícil su integración en la comunidad parroquial.

VI. EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

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A. Visión pastoral de la realidad.

111. La mayoría de los católicos no vienen a confesarse. Habría que averiguar por qué. En cuanto a los que vienen constatamos qua la gente pide confesarse tal vez con menos frecuencia que hace muchos años, pero con más frecuencia que en los años recientes.

112. A veces vienen con buena intención pero, tal vez por pudor o ignorancia no se confiesan más que de cosas elementales o genéricas. Nos queda la sensación de que algunos no van al fondo de su conciencia o de su vida. Algunos vienen con cierta obligación de confesarse, pero con alguna auto-justificación y sin mayores deseos de una auténtica conversión.

113. Suele ocurrir que la gente mayor, allegada a la Parroquia, toma la confesión como una costumbre, y cuesta hacerles descubrir otros aspectos. A veces confiesan los pecados ajenos, y no tanto los propios. Suelen hacer confesiones genéricas y con referencias solamente a su pasado: no muestran perspectivas de conversión futura; no se nota seriedad en los propósitos de enmienda.

114. Hay bastante descuido, en los penitentes, por todo lo que sea satisfacción o restitución por sus pecados.

115. Se nota en muchos penitentes un deseo de descargar su conciencia, sin tener además una clara dimensión eclesial de sus pecados.

116. Hay distintos niveles de penitentes:

NIÑOS: Advertimos que en los niños se nota una mayor confianza para confesarse, dado el actual carácter de la preparación. Su base es la confianza y no el temor en Dios Padre. Ello no debe quitar seriedad al sacramento. Para algunas Parroquias, resulta de mucha ayuda la acción dé los Colegios Católicos.

ADULTOS: Algunos tienen la práctica de la confesión rutinaria, fastidiosamente repetida. Otros procuran realizar la confesión de t a l manera que obtengan, incluso la dirección espiritual.

117. En cuanto a la frecuencia, también hay varios niveles: unos se confiesan frecuentemente (cada dos o tres meses); .otros lo hacen anualmente (Pascua, Navidad) y otros eventualmente (primera comunión de hijos, nietos, etc.).

118. Salvo en las celebraciones penitenciales de Adviento o Cuaresma, rara vez se hace una preparación inmediata de parte del sacerdote hacia el penitente.

119. En cuanto la preparación mediata o receptiva notamos que en los colegios puede haber "un cierto rechazo a la confesión, porque los alumnos pueden sentirse obligados a la confesión. También puede darse una práctica de la confesión porque se liberan de estar en clase o por presión moral de las autoridades escolares. Esto no se da en las parroquias, donde hay mayor aceptación porquería gente viene libremente.

120. A raíz de la confesión se nota una conversión sólida y una búsqueda sincera para mantener la gracia, de modo especial en la juventud. Constatamos que es el sacramento que más nos permite a los sacerdotes ayudar, como instrumentos y mediadores, el crecimiento de la vida cristiana de los fieles.

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121. En cuanto a nosotros, sacerdotes, por nuestro poco número, nos resulta difícil atenderlos bien a todos. Si la gente acudiera a confesarse más a menudo, seríamos impotentes para atenderlos. La confesión es un sacramento que cansa al sacerdote, pero que lo llena de satisfacciones.

122. Cuando se puede atender a la gente con tranquilidad, en horarios especiales o exclusivos, la atención de los penitentes es más serena y encontramos en ella un provecho espiritual también nosotros. El momento de la confesión hecha con tranquilidad y tiempo, lo aprovechamos para catequizar, orientar y asesorar la vida cristiana del penitente.

123. En cuanto a la satisfacción, generalmente damos a hacer actos de caridad, misericordia, justicia u oraciones.

124. B) Reflexión y Evaluación.

El hecho de venir a confesarse presupone ya en los penitentes, aunque más no sea en forma genérica, una actitud de fe en este sacramento y de confianza en la acción salvadora del mismo. Hay deseos de encontrar paz, de acceder a la Eucaristía, Hay actitudes de humildad, de arrepentimiento. Hay un sentimiento a las verdades y valores cristianas de misericordia y bondad de Dios, mediación de la Iglesia a través del ministro, fraternidad y paternidad del mismo.

125. Las deficiencias del modo de confesarse parten muchas veces de la ignorancia de la gente y de la falta de preocupación de los sacerdotes por hacer ver su importancia. Suele faltar un conocimiento y experiencia de la misericordia de Dios: se ha insistido mucho en el "Dios que ve y que castiga" y no tanto en el "Padre que recibe al hi.jo prodigo".

126. Como dificultades de ambiente debemos destacar el espíritu de comodidad imperante, ofrecido por la sociedad de consumo, que los dificulta a enfrentarse con la Confesión.

C) Fundamentación doctrinal (Ritual de los Sacramentos, nº 1 al 5 - pág. 369-373).

127. El Padre manifestó su misericordia reconciliando al mundo consigo, por medio de Jesucristo, pacificando, por la sangre de su cruz lo que hay en la tierra y en los cielos. El Hijo de Dios, hecho hombre, vivió entre los hombres para librarlos de la esclavitud del pecado y llamarlos de las tinieblas a su luz admirable. Por eso comenzó su ministerio en la tierra predicando la penitencia y diciendo: "Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc. 1, 15).

128. Ésta invitación a la penitencia, que había resonado con tanta frecuencia en los profetas, preparó los corazones de los hombres para la llegada del Reino de Dios, por la predicación de Juan el Bautista, quien vino "proclamando un bautismo de penitencia para el perdón de los pecados" (Mc. 1, 4).

129. Y Jesús no solamente exhortó a los hombres a la penitencia, para que abordaran sus pecados y se convirtieran de corazón al Señor, sino que también acogió a los pecadores y los reconcilió con el Padre. Curó, además, a los enfermos como señal del poder que tenía para perdonar los pecados. Finalmente, él mismo murió por nuestros pecados y resucitó

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para nuestra justificación. Por eso, en la noche en que fue entregado, al comenzar su Pasión salvadora, instituyo el sacrificio de la Nueva Alianza, en su sangre, para la remisión de los pecados. Y después de su resurrección envió al Espíritu Santo sobre sus Apóstoles, para que tuvieran el poder de perdonar o de retener los pecados, y recibieron la misión de predicar en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados a todas las naciones.

130. Obedeciendo al mandato del Señor, Pedro, a quien Cristo había dicho: "Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado, en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt. 16, 19), en el día de Pentecostés anunció la remisión de los pecados por el Bautismo: "Convertíos ... y que cada uno de vosotros se haga bautizar en e l nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados" (Hechos 2, 38). Desde entonces, la Iglesia nunca ha dejado de llamar a los hombres para que se conviertan de sus pecados y manifiesten la victoria de Cristo sobre el pecado mediante la celebración de la Penitencia.

131. Esta victoria sobre el pecado brilla en primer lugar en el Bautismo, por el cual el hombre viejo es crucificado con Cristo, para que sea destruido el cuerpo de pecado y dejemos de ser esclavos del pecado, y resucitados con Cristo vivamos en adelante para Dios. Por eso la Iglesia profesa su fe en "un solo Bautismo para el perdón de los pecados"

132. En el sacrificio de la Misa la Pasión de Cristo se hace presente, y la Iglesia ofrece de nuevo, por la salvación de todo el mundo, el cuerpo que es entregado y la sangre que es derramada para remisión de los pecados. Porque en la Eucaristía Cristo está presente y se ofrece como "Víctima de nuestra reconciliación'' para que nosotros, por su Espíritu Santo, "seamos congregados en la unidad”.

133. Pero, además, cuando nuestro Salvador Jesucristo confirió a los Apóstoles y a sus sucesores el poder de perdonar los pecados, instituyó en su Iglesia el sacramento de la Penitencia, para que los fieles que hayan pecado después del Bautismo, con la renovación de la gracia, se reconcilien con Dios. Porque la Iglesia "tiene agua y tiene lágrimas; e l agua del Bautismo y las lágrimas de la penitencia".

La Reconciliación de los penitentes en la vida de la Iglesia. La Iglesia santa y al mismo tiempo siempre necesitada de purificación.

134. “Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para santificarla" (Ef. 5, 25-26), y la desposó consigo; a ella que es su cuerpo y su plenitud, la colma de sus dones divinos y por ella distribuye a todos la verdad y la gracia.

135. Sin embargo, los miembros de la Iglesia están expuestos a la tentación y a menudo caen lastimosamente en el pecado. Por lo cual, "mientras Cristo, "santo, inocente, inmaculado" (Heb. 7, 26), no conoció el pecado (cf. 2 Cor. 5, 21), sino que vino para expiar los pecados del pueblo (cf. Heb. 2, 17), la Iglesia, santa y al mismo tiempo siempre necesitada de purificación, al encerrar en su seno a hombres pecadores, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovación".

La penitencia en la vida y en la liturgia en la Iglesia.

136. De muchas y variadas formas el pueblo de Dios practica y realiza esta continua penitencia. Porque, participando en los padecimientos de Cristo mediante la paciencia,

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asimilándose más y más al Evangelio de Cristo por el ejercicio de la caridad y la misericordia, se constituye para el mundo en el signo de la conversión a Dios. Esto lo expresa la Iglesia con su vida y lo celebra en su liturgia, cuando los fieles se reconocen pecadores e imploran el perdón de Dios y de los hermanos, como acontece en las celebraciones penitenciales, en la proclamación de la Palabra de Dios, en las oraciones, en los elementos penitenciales de la celebración eucarística.

137. A su vez, en el Sacramento de la Penitencia, los fieles "obtienen de la misericordia de Dios el perdón de la ofensa hecha a él, y al mismo tiempo se reconcilian con la Iglesia, a la que hirieron con su pecado, y la que los ayuda a su conversión con la caridad, con el ejemplo y las oraciones".

138. Puesto que el pecado es una ofensa a Dios que quebranta la amistad con él, la penitencia "busca en último término, que amemos intensamente a Dios y nos entreguemos totalmente a él". Por eso el pecador, que por la gracia de Dios misericordioso emprende el camino de la penitencia, regresa al Padre que "nos amó Primero" (l Jn. 4, 19), a Cristo que se entregó por nosotros y al Espíritu Santo que fue infundido en nosotros con largueza.

139. Pero por "un recóndito y benigno misterio del plan salvífico de Dios, los hombres se hallan unidos entre sí por lazos sobrenaturales, por los cuales el pecado de uno afecta también a los demás, así como la santidad de uno también los beneficia", de esta manera la penitencia implica también la reconciliación con los hermanos, a los cuales el pecado constantemente perjudica.

140. Más aún, así como con frecuencia los hombres obran también conjuntamente para hacer el mal, de la misma manera se ayudan mutuamente para hacer penitencia, para que, libres del pecado por la gracia de Cristo, unidos a todos los hombres de buena voluntad, establezcan en e l mundo la justicia y la paz.

D) Orientaciones pastorales. Sugerencias para la acción. Conclusiones diocesanas (decidir).

141. Que el sacerdote, convencido de la necesidad de la confesión y de la dirección espiritual, esté dispuesto a dedicarles tiempo y horarios convenientes.

142. Realizar una buena catequesis, sobre el sentido del pecado, la conversión y el sacramento de la Penitencia, acentuando que la Reconciliación es un don de Dios más que una carga de conciencia.

143. Recalcar que el sentido de este sacramento es ir a la opción fundamental del cristianismo, y por eso preocuparse más por la persona del penitente, por comprenderlo, ayudarlo y orientarlo, y no convertir al sacramento en un tribunal de faltas.

144. Nos parece de importancia decisiva suscitar un deseo sincero. en el penitente, de cambio de vida y de acercamiento al Señor. Como ambas cosas son condiciones fundamentales en la recepción de este sacramento, hay que tratar de evitar aquello que no es necesario para la integridad del sacramento: p. ej. excesiva enumeración de pecados y detalles.

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145. Es necesario insistir y mentalizar por todos los medios para llevar a los fieles, especialmente a los jóvenes, a que no dejen la práctica del sacramento pensando que pueden ir a comulgar siempre y sistemáticamente sin confesarse. También es necesario que, en el momento mismo de la confesión, el sacerdote ayude mucho a la gente desacostumbrada a esta práctica, mostrando así que es el sacramento de la misericordia de Dios, por sobre todas las demás consideraciones.

146. A través de las Celebraciones Penitenciales esperamos lograr una toma de conciencia de parte de los fieles sobre la necesidad de convertirse y cambiar de vida, a la vez que un mayor sentido de la dimensión social ineludible que tienen tanto el pecado como la reconciliación.

147. Preparar la Celebración Penitencial Comunitaria como un camino de una autentica renovación y reconciliación parroquial. Para ello:

Aprovecharlos tiempos fuertes (Adviento, Cuaresma) para evangelizar sobre una dimensión social del pecado, teniendo en cuenta la situación concreta de la parroquia.

En nuestra predicación y catequesis insistir continuamente sobre dimensión eclesial y social del pecado y reconciliación.

Educar a los catequistas para que tengan en cuenta este enfoque.

Que los diversos grupos de catequesis de Iniciación Cristiana celebren mensualmente con sus catequistas, sino puede estar el sacerdote, actos penitenciales.

Que los restantes grupos parroquiales traten de hacer lo mismo.

148. Nos parece de mucha importancia relacionar el sacramento de la reconciliación con el sacramento de la Eucaristía. Algunos medios en ese sentido serían:

Comenzar la Misa centrándose en la Penitencia: lecturas, moniciones, cantos, ofrendas, gesto de la paz, como actos de reconciliación.

Si la Celebración Penitencial es sin Misa, igual convendría realizar alguno de estos gestos de paz, y concluir distribuyendo la Comunión.

Promover el rito inicial de la Misa como un camino para preparar una buena celebración, individual o comunitaria, del sacramento de la reconciliación.

Utilizar una Anáfora de Reconciliación, que existe pero es poco conocida (Curia).

Todo esto se fundamenta en que la Eucaristía es sacramento de unidad y la unidad se comienza a conseguir con la reconciliación.

E) Sugerencias.

149. a) Pedirles que vengan en los horarios y días prefijados, es decir, con el tiempo suficiente como para poder atenderlos con tranquilidad.

b) Invitar a los penitentes a ponerse en actitud de fe. Moverlos al arrepentimiento y al propósito de enmienda.

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c) Pedir que vengan preparados, usando los elementos aptos que en tal sentido puedan ayudarlos: folletos u hojas con examen de conciencia, textos bíblicos adecuados.

d) Que a los alumnos de los colegios católicos se les sugiera e invite a confesarse en sus respectivas parroquias, comunicándoles los horarios respectivos.

150. Convendría distinguir entre:

Confesión individual: en el confesionario. Si lo desea, que sea cara a cara. A los niños conviene confesarlos fuera del confesonario, en razón del temor que el mismo inspira.

Celebración comunitaria: varios sacerdotes atienden en los bancos o reclinatorios mientras un guía continúa las lecturas, moniciones o cantos penitenciales.

Confesores simultáneos: se fija un horario y se invita a varios sacerdotes para atender confesiones simultáneamente. En éste sentido, los sacerdotes de una zona pueden ayudarse mutuamente en los tiempos litúrgicos fuertes (Adviento, Cuaresma, Fiestas Patronales).

Crear Centros Penitenciales (por zonas) publicitados en las distintas Parroquias.

151. Por lo que dice la experiencia, creemos necesario utilizar la riqueza de matices que ofrece el Ritual en sus diversas formas (p. ej. ornamentos, gestos, ritos, fórmulas …).

152. De ser posible, se podría preparar, con los fieles que vienen habitualmente, una celebración penitencial con confesión general y absolución general, en algunos momentos del año. Ya que lo contempla el Ritual, en su tercer modo, habría que verlo a nivel diocesano. Podría hacerse a título de experiencia en alguna zona, y con la condición de una preparación seria y adecuada. Este tema de la Confesión y Absolución General, como todo el tema de la Penitencial debe ser tratado en Reuniones especiales del Presbiterio.

VII. CUIDADO PASTORAL Y UNCIÓN DE LOS ENFERMOS. A. Fundamentación doctrinal. (Ritual de los Sacramentos nº 1-7 pág. 699 – 702).

La enfermedad humana y su significación en el misterio de la salvación.

153. Los dolores y enfermedades se han considerado siempre entre los más grandes problemas que angustian la conciencia de los hombres. Pero los que profesan la fe cristiana, aunque los padecen y experimentan de la misma manera, sin embargo, iluminados por la fe, penetran más profundamente en el misterio del dolor y sobrellevan los mismos padecimientos con mayor fortaleza. Porque, por las palabras de Cristo, no sólo comprenden que significa y cuánto contribuye la enfermedad para la propia salvación y la del mundo entero, sino que, además, saben perfectamente que, cuando están enfermos, son amados por el mismo Cristo, que, durante su vida, frecuentemente visito y sano a los enfermos.

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154. Aún cuando la enfermedad está íntimamente unida con la condición del hombre pecador, sin embargo, no debe considerarse de ordinario como un castigo por el cual cada uno expía sus pecados (cf. Jn. 9, 3). Además, el mismo Jesucristo, quien no cometió ningún pecado, cumpliendo lo que escribió el Profeta Isaías, soportó nuestros sufrimientos y participó de nuestros dolores (cf. Is. 53, 4-5) y más aún, cuando nosotros sufrimos, él no deja de sufrir y padecer en nosotros, sus miembros configurados a él; pero estos dolores y enfermedades no son sino una leve y pasajera tribulación s i se compara con el enorme peso de la gloria que se nos prepara (cf. 2 Cor. 4, 17).

155. Dios quiere, dentro del gobierno mismo de su Divina Providencia, que luchemos activamente contra toda clase de enfermedades y busquemos, por todos los medios a nuestro alcance, e l beneficio de la salud, para que podamos desempeñar el oficio que a cada uno nos corresponda en la sociedad humana y en la Iglesia, a condición de que estemos siempre dispuestos a completar en nosotros “lo que falta a la Pasión de Cristo, para la salvación del mundo" (Col. 1, 24), “en la esperado que la creación sea liberada de la esclavitud de la corrupción, hacia la libertad de los hijos de Dios" (Rom. 8, 19-21).

156. Además, los enfermos, con su testimonio, tienen en la Iglesia el encargo de recordar a los demás hombres, las realidades esenciales y superiores y mostrarles que nuestra vida mortal ha de ser redimida por el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo.

157. No es conveniente dejar que el enfermo luche solo contra la enfermedad, sino que también los médicos y todos cuentos de algún modo están relacionados con los enfermos, han de considerar lo que pueden hacer, experimentar o intentar a fin de proporcionarles alivio, tanto en el alma como en el cuerpo. Haciéndolo así, cumplen la enseñanza de Cristo, que nos mandó visitar a los enfermos, como si dijese que toda la persona del enfermo está encomendada a sus visitantes, para que lo ayuden con recursos físicos y lo conforten espiritualmente.

La Unción de los Enfermos.

158. Cuanta solicitud tuvo el Señor por el bien espiritual y corporal de los enfermos, como ordenó a sus fieles que hicieran lo mismo, lo atestiguan los Evangelios. Lo corrobora, sobre todo la institución por el mismo Cristo, del Sacramento de la Unción, del que habla la Carta del Apóstol Santiago. Desde entonces la Iglesia ha acostumbrado administrarlo a sus fieles con la unción y oración de los presbíteros encomendando a los enfermos al Señor, muerto y resucitado, para que los alivie (cf. Sant. 5, 14-16). Los exhorta además para que uniéndose libremente a la Pasión y muerte de Cristo (cf. Rom. 8, 17) contribuyan al bien del Pueblo de Dios. En efecto, cuando el hombre está gravemente enfermo necesita de una gracia particular de Dios a fin de que no se deje dominar por la angustia y decaimiento de ánimo y, bajo la instigación de las tentaciones no se debilite su fe. Por eso nuestro Señor Jesucristo, por medio de la Unción de los enfermos, los fortalece como con una defensa firmísima.

159. La celebración de este sacramento consiste principalmente en la imposición de las manos realizada por los presbíteros de la Iglesia; en la recitación de la Oración de la fe y en la aplicación al enfermo del Oleo santificado por la bendición de Dios. Con este rito se significa y confiere la gracia del sacramento.

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160. Este sacramento confiere al enfermo la gracia del Espíritu Santo, por la cual toda la persona humana recibe ayuda para la salud; se acrecienta la confianza en Dios y se robustece para vencer las tentaciones del enemigo y las angustias de la muerte, de tal manera que pueda no sólo resistir las adversidades con fortaleza, sino también luchar contra ellas y obtener la salud, si esto contribuyese al propio bien espiritual. Si es necesario, este sacramento da el perdón de los pecados y la plenitud de la conversión cristiana.

161. EI sacramento de la Unción de los enfermos, relacionado con la Oración de la fe (cf. St. 5, 15), manifiesta la fe que debe ser suscitada no sólo en quien lo administra, sino principalmente en quien lo recibe. En efecto, el enfermo se salva por su fe y por la de la Iglesia que está centrada en el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado, de donde mana (cf. Sant. 5, 15) la eficacia del sacramento, a la vez pie espera confiada la realización del Reino cuya prenda se recibe ya en los sacramentos.

A quiénes se debe administrar la Unción de los enfermos.

162. La Carta de Santiago nos enseña que la Unción se administra para aliviar y salvar a los enfermos. Por consiguiente, esta sagrada Unción ha de administrarse con toda diligencia a los cristianos que ven en peligro su vida por la enfermedad o la vejez.

163. Para determinar la gravedad de la enfermedad basta con tener un parecer prudente o probable sin angustias de conciencia, y teniendo en cuenta el parecer del médico si se cree necesario.

164. Este sacramento se puede administrar nuevamente si el enfermo ha obtenido la mejoría de su enfermedad, o si, durante la misma enfermedad, se presenta un peligro más grave.

165. Antes de una operación quirúrgica se puede administrar la sagrada Unción, siempre que una enfermedad peligrosa sea el motivo de la operación.

166. La sagrada Unción se puede administrar a los ancianos cuyas fuerzas se han debilitado mucho, aunque no exista una enfermedad peligrosa.

167. También se puede aplicar la sagrada Unción a los niños cuando hayan llegado a la edad del uso de razón, para que puedan ser fortalecidos por este sacramento.

168. En la catequesis a la comunidad cristiana o a las familias se debe instruir a los fieles para que deseen la Unción, la reciban llegado el momento, con verdadera fe y devoción, e indicarles que no deben abusar del sacramento dejándolo para los últimos instantes. Se debe igualmente instruir a los que asisten a los enfermos sobre la naturaleza de este sacramento.

169. A los enfermos sin sentido o que perdieron el uso de la razón, se les puede administrar la sagrada Unción cuando se supone que, si estuvieran conscientes, la hubieran pedido por ser creyentes.

170. Cuando e l sacerdote sea llamado a asistir a un enfermo y lo encuentra ya muerto, ore a Dios por él, para que el Señor le perdone los pecados y lo admita misericordiosamente en su Reino, pero no lo unja. No obstante, si duda que realmente este muerto, puede aplicarle este sacramento bajo condición.

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El ministro de la Unción de los enfermos.

171. EL ministro propio de la Unción de los enfermos es solamente el sacerdote. Son ministros ordinarios de este sacramento los 0bispos, los párrocos y sus cooperadores, los sacerdotes encargados del cuidado de los enfermos o de los ancianos en los hospitales y los superiores de las comunidades religiosas y clericales.

B) Orientaciones Pastorales.

172. Tener una pastoral de enfermos parroquial. La comunidad tiene que participar de la misma. Crear un grupo de acción pastoral de enfermos. Pueden colaborar incluso las personan ancianas. Que lleven compañía, oración y ayuda. Laicos que traigan nombres de los enfermos, y que los visiten asiduamente. Visita mensual del sacerdote, si es posible.

173. Recordar lo que dice la Teología, en nuestra predicación: que la Unción es un sacramento de enfermos y no de muertos. Que debe ser administrada para curar y dar salud espiritual y corporal.

174. Administrar la Unción a personas ancianas, aunque no están enfermas. Visitar a ancianos de asilos o en sus hogares. Reunir a los ancianos en los grupos de la "Tercera Edad" de Matrimonio y Familia.

175. En la Catequesis, a todos los niveles, hacer tomar conciencia del problema de la atención pastoral de los enfermos y de todo lo que la Iglesia enseña sobre la Unción.

VIII. SACRAMENTO DEL MATRIMONIO.

A. Visión pastoral de la realidad.

176. Sin negar la inquietud religiosa de algunos, constatamos que en general la mayoría tiene poca inquietud religiosa y en los motivos para casarse por la Iglesia influyen cosas tales como el vestido, costumbres o imposiciones familiares.

177. En sectores más humildes hay menos matrimonios por Iglesia, no por rechazo al Sacramento sino por distintas motivaciones y pautas culturales; actitud de respeto, sentido de la virginidad perdida, trámites difíciles, ropa para el casamiento, exigencias de tipo económico, etc.

178. La actitud de fe a veces no está bien definida: hay quienes desean solamente una bendición que les asegure el éxito.

179. Por falta de inquietud religiosa y de práctica cristiana, la mayor parte de los que vienen a casarse no ha tenido contacto con la Iglesia y por ello son muy pocos los novios que se preparan espiritualmente con la confesión y comunión.

180. La actitud religiosa de muchas parejas suele coincidir con la de los padres y padrinos que vienen para pedir el Bautismo, tanto en lo positivo como en lo negativo de sus actitudes.

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181. Constatamos en algunos un cierto desconocimiento de la acción salvadora del sacramento, de sus exigencias y compromisos y de su influjo posterior en la vida del matrimonio.

182. En cuanto a exigencias: les pedimos que sean bautizados, que vengan a anotarse con la debida anticipación, que asistan al curso prematrimonial, que presenten el certificado de bautismo si es posible. Confesión y comunión: algunos la exigimos; otros la recomiendan.

183. Las charlas pre-matrimoniales: Suelen ser 4 o 5. En algunos lugares son menos charlas. Todos (?) damos charlas preparatorias. Algunos utilizan el esquema de la Diócesis de Lomas de Zamora, u otros similares, como un compendio de la fe. La metodología es el diálogo y a veces el trabajo de grupos.

184. Algunos sacerdotes tienen contacto directo con cada pareja, sea cuando vienen a hacer el expediente matrimonial, sea durante o al final del curso. Hay diversas maneras de presencia del sacerdote en las charlas; al menos una charla la da él. En algunas comunidades el sacerdote los invita y exhorta vivamente a participar de la Misa en el tiempo de preparación al matrimonio.

185. Se dan casos de cierto desinterés del sacerdote por la preparación de los novios, sea porque el conjunto de las charlas no está bien organizado, sea porque descarga toda la preparación de los novios en las manos de los laicos.

186. A veces se nota incompetencia e incoherencia en la vida de los laicos responsables de las charlas preparatorias (testimonios negativos de su propia vida matrimonial o familiar).

187. En cuanto a la Celebración litúrgica podemos decir que no siempre se proclama la Palabra de Dios, a veces por el poco tiempo de intervalo que dejamos entre un casamiento y otro, lo cual nos hace apuramos y simplificar el rito. La gente que participa de la misma esta generalmente más en una actitud social que religiosa. Se "asiste" y no se "participa". Muchas veces ni siquiera se logra que respondan a la oración de los fieles. A veces cuesta lograr una actitud de mínimo respeto en el templo.

188. Dentro de ese clima general de los casamientos tratamos de no favorecer el que se convierta en una simple celebración social (fotógrafos, murmullos, etc.). Más bien tratamos de crear un clima de respeto, participación y oración. Una celebración bien hecha gusta a la. gente. Suelen saludar y felicitar al sacerdote por sus palabras.

189. El conjunto de elementos de la pastoral matrimonial (charlas, trato personal, celebración litúrgica...) produce cierta influencia positiva en las parejas y en sus familiares.

190. Salvo que sea una pareja de la comunidad, esta no se hace presente más que en unas pocas personas que vienen más bien por curiosidad.

191. En algunos casos, después de recibir el sacramento del matrimonio, se nota una cierta cercanía de la pareja a la comunidad: vienen a misa, etc. Como influjo posterior además notamos, en algunos casos, un aprecio por la Parroquia "donde se casaron", por e l sacerdote, los charlistas, etc.

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B) Reflexión y Evaluación.

192. De acuerdo a lo expuesto y por práctica pastoral, creemos que en algunas parejas no se dan los elementos que exige el mismo sacramento del matrimonio para su validez. Por ello creemos que, ante la duda de que se den, debemos intensificar nuestros esfuerzos para ver sus propias condiciones de conocimiento, libertad, responsabilidad y preparación. Solamente ante la certeza de que no se dan, deberemos negar e l sacramento.

C) Fundamentación Doctrinal (Humanae Vitae nº 8 a l 13 y 25-26).

El amor conyugal.

193. La verdadera naturaleza y nobleza del amor conyugal se revelan cuando éste es considerado en su fuente suprema. Dios, que es Amor "el Padre de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra" (Ef. 3, 15).

194. El matrimonio no es, por lo tanto, efecto de la casualidad o producto del la evolución de fuerzas naturales inconscientes; es una sabia institución del Creador para realizar en la humanidad su designio de amor. Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus seres en orden a un mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios en la generación y en la educación de nuevas vidas.

195. En los bautizados el matrimonio reviste, además, la dignidad de signo sacramental de la gracia, en cuanto representa la unión de Cristo y de la Iglesia.

196. Sus características.

Bajo esta luz aparecen claramente las notas y las exigencias características del amor conyugal, siendo de suma importancia tener una idea exacta de ellas.

197. Es, ante todo, un amor plenamente humano, es decir, sensible y espiritual al mismo tiempo. No es por lo tanto una simple efusión del instinto y del sentimiento sino que es también y principalmente un acto de la voluntad libre, destinado a mantenerse y a crecer mediante las alegrías y los dolores de la vida cotidiana, de forma que los esposos se conviertan en un solo corazón y en una sola alma y juntos alcancen su perfección humana.

198. Es un amor total, esto es, forma singular de amistad personal, con la cual los esposos comparten generosamente todo, sin reservas indebidas o cálculos egoístas. Quien ama de verdad a su propio consorte, no lo ama sólo por lo que de él recibe sino por sí mismo, gozoso de poderlo enriquecer con el don de sí.

199. Es un amor fiel y exclusivo hasta la muerte. Así lo conciben el esposo y la esposa el día en que asumen libremente y con plena conciencia el empeño del vínculo matrimonial. Fidelidad que a veces puede resultar difícil pero que siempre es posible, noble y meritorio; nadie puede negarlo. El ejemplo de numerosos esposos a través de los siglos demuestra que la fidelidad, no sólo es connatural al matrimonio sino también manantial de felicidad profunda y duradera.

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200. Es, por fin, un amor fecundo que no se agota en la comunión entre los esposos sino que está destinado a prolongarse suscitando nuevas vidas. "El matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y educación de la prole. Los hijos son, sin duda, el don más excelente del matrimonio y contribuyen sobremanera al bien de los propios padres". (Const. Gaudium et Spes, nº 50).

La paternidad responsable.

201. Por ello el amor conyugal exige a los esposos una conciencia de su misión de "paternidad responsable" sobre la que hoy tanto se insiste con razón y que hay que comprender exactamente. Hay que considerarla bajo diversos aspectos legítimos y relacionados entre sí.

202. En relación con los procesos biológicos, paternidad responsable significa conocimiento y respeto de sus funciones; la inteligencia descubre, en el poder de dar la vida, leyes biológicas que forman parte de la persona humana.

203. En relación con las tendencias del instinto y de las pasiones, la paternidad responsable comporta el dominio necesario que sobre aquellas han de ejercer la razón y la voluntad.

204. En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberada, y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido.

205. La paternidad responsable comporta sobre todo una vinculación más profunda con el orden moral objetivo, establecido por Dios, cuyo fiel intérprete es la recta conciencia. El ejercicio responsable de la paternidad exige, por tanto, que los cónyuges reconozcan plenamente sus propios deberes para con Dios, para consigo mismo, para con la familia y la sociedad, en una justa jerarquía de valores.

206. En la misión de trasmitir la vida, los esposos no quedan por tanto libres para proceder arbitrariamente, como si ellos pudiesen determinar de manera completamente autónoma los caminos lícitos a seguir, sino que deben conformar su conducta a la intención creadora de Dios, manifestada en la misma naturaleza del matrimonio y de sus actos y constantemente enseñada por la Iglesia.

Respetar la naturaleza y la finalidad del acto matrimonial.

207. Estos actos, con los cuales los esposos se unen en casta intimidad, y a través de los cuales se transmite la vida humana, son, como ha recordado el concilio, "honestos y dignos", y no cesan de ser legítimos si, por causas independientes de la voluntad de los cónyuges, se prevén infecundos, porque continúan ordenados a expresar y consolidar su unión. De hecho, como atestigua la experiencia, no se sigue una nueva vida de cada uno de los actos conyugales. Dios ha dispuesto con sabiduría leyes y ritmos naturales de fecundidad que por sí mismos distancian los nacimientos. La Iglesia, sin embargo, al exigir que los hombres observen las normas de la ley natural interpretada por su constante doctrina, enseña que cualquier acto matrimonial (quilibet matrimonii usus) debe quedar abierto a la transmisión de la vida.

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Inseparables los dos aspectos: Unión y Procreación.

208. Esta doctrina, muchas veces expuesta por el Magisterio, está fundada sobre la inseparable conexión que Dios ha querido y que el hombre no puede romper por propia iniciativa, entre los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el significado procreador. Efectivamente, el acto conyugal, por su íntima estructura, mientras une profundamente a los esposos, los hace aptos para la generación de nuevas vidas, según las leyes escritas en el ser mismo del hombre y de la mujer. Salvaguardando ambos aspectos esenciales, unitivo y procreador, el acto conyugal conserva íntegro el sentido de amor mutuo y verdadero y su ordenación a la altísima vocación del hombre a la paternidad. Nosotros pensamos que los hombres, en particular los de nuestro tiempo, se encuentran en grado de comprender el carácter profundamente razonable y humano de este principio fundamental.

Fidelidad al Plan de Dios.

209. Justamente se hace notar que un acto conyugal impuesto al cónyuge sin considerar su condición actual y sus legítimos deseos, no es un verdadero acto de amor; y prescinde por tanto de una exigencia del recto orden moral en las relaciones entre los esposos. Así quien reflexiona rectamente deberá también reconocer que un acto de amor recíproco, que prejuzgue la disponibilidad a transmitir la vida que Dios Creador, según particulares leyes, ha puesto en él, está en contradicción con el designio constitutivo del matrimonio y con la voluntad del Autor de la vida. Usar este don divino destruyendo su significado y su finalidad, aún solo parcialmente, es contradecir la naturaleza del hombre y de la mujer y sus más íntimas relaciones, y por lo mismo es contradecir también e l plan de Dios y su voluntad. Usufructuar en cambio el don del amor conyugal respetando las leyes del proceso generador significa reconocerse no árbitros de las fuentes de la vida humana, sino más bien administradores del plan establecido por el Creador. En efecto, al igual que el hombre no tiene un dominio ilimitado sobre su cuerpo en general, del mismo modo tampoco lo tiene, con más razón, sobre las facultades generadoras en cuanto tales, en virtud de su ordenación intrínseca a originar la vida, de la que Dios es principio. "La vida humana es sagrada, recordaba Juan XXIII; desde su comienzo, compromete directamente la acción creadora de Dios".

210. A los esposos cristianos.

Nuestra palabra se dirige ahora más directamente a nuestros hijos, en particular a los llamados por Dios a servirlo en el matrimonio. La Iglesia, al mismo tiempo que enseña las exigencias imprescriptibles de la ley divina, anuncia la salvación y abre con los sacramentos los caminos de la gracia, la cual hace del hombre una nueva criatura, capaz de corresponder en el amor y en la verdadera libertad al designio de su Creador y Salvador, y de encontrar suave el yugo de Cristo. (Mt. 11, 30).

211. Los esposos cristianos, pues, dóciles a su voz, deben recordar que su vocación cristiana, iniciada en el bautismo, se ha especificado y fortalecido ulteriormente con el Sacramento del Matrimonio. Por lo mismo los cónyuges corroborados y como consagrados para cumplir fielmente los propios deberes, para realizar su vocación hasta la perfección y para dar testimonio, propio de ellos, delante del mundo. A ellos ha confiado el Señor la misión de hacer visible ante los hombres la santidad y la suavidad de

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la ley que une el amor mutuo de los esposos con su cooperación al amor de Dios, autor de la vida humana.

212. No es nuestra intención ocultar las dificultades, a veces graves, inherentes a la vida de los cónyuges cristianos; para ellos como para todos "la puerta es estrecha y angosta la senda que lleva a la vida" (Mt. 7, 14; Hebr. 12, 11). La esperanza de esta vida debe iluminar su camino, mientras se esfuerzan animosamente por vivir con prudencia, justicia y piedad en el tiempo presente, conscientes de que la forma de este mundo es pasajera (I Cor. 7, 31).

213. Afronten, pues, los esposos los necesarios esfuerzos, apoyados por la fe y por la esperanza que "no engaña porque el amor de Dios ha sido difundido en nuestros corazones junto con el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom. 5, 5); invoquen con oración perseverante la ayuda divina; acudan sobre todo a la fuente de la gracia y de caridad en la Eucaristía. Y si el pecado les sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios, que se concede en el Sacramento de la Penitencia. Podrán así realizar la plenitud de la vida conyugal, descrita por el apóstol: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Chisto amó a su Iglesia ... Los maridos deben amar a sus esposas como a su propio cuerpo. Amar a la esposa, ¿no es acaso amarse a sí mismo? Nadie ha odiado jamás su propia carne, sino que la nutre y la cuida, como Cristo a su Iglesia ... Este misterio es grande, pero entendido de Cristo y la Iglesia. Por lo que se refiere a vosotros, cada uno en particular ame a su esposa como a sí mismo y la mujer respete a su marido" (Ef. 5, 25, 28-29, 32-33).

Apostolado entre los hogares.

214. Entre los frutos logrados con un generoso esfuerzo de fidelidad a la ley divina, uno de los más preciosos es que los cónyuges no rara vez sienten el deseo de comunicar a los demás su experiencia. Una nueva e importantísima forma de apostolado entre semejantes se inserta de este modo en el amplio cuadro de la vocación de los laicos: los mismos esposos se convierten en guía de otros esposos. Esta es sin duda, entre las numerosas formas de apostolado, una de las que hoy aparecen más oportunas.

D) Orientaciones Pastorales.

215. Creemos conveniente que haya una Preparación remota (Pastoral de Novios) y una Preparación próxima (desde el momento que llegan al despacho parroquial).

216. La Preparación remota debe comenzar desde la Primera Comunión, al hablar sobre los Sacramentos. Debe hacerse más intensa y clara en la preparación a la confirmación. Debe realizarse en nuestros Colegios y grupos Juveniles. Debe darse a niños y jóvenes una buena "Educación para el Amor" que contrarreste positivamente toda la influencia negativa de los medios de comunicación sobre el tema. Debe haber una "Pastoral de Novios" que se integre en una "Pastoral del Matrimonio" y – en definitiva - en una "Pastoral de la Familia" (cf. Juan Pablo II, Puebla, Episc. Arg,).

217. Tender, mediante un esfuerzo que quizás lleve años, usando todos los medios posibles, a lograr estas dos metas:

a) Que los novios se acerquen a la comunidad y profundicen su fe en una catequesis de novios que dure un año (tipo "grupo de novios").

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b) Organizar a nivel diocesano, o zonal, o parroquial un Servicio de Preparación remota al Matrimonio (tal vez; equipos de charlas para colegios, diapositivas, material, encuentros).

Facilitar publicaciones y afiches. Publicitar cada tanto - por los distintos medios de comunicación social de la zona - las normas y requisitos previos al matrimonio.

218. En cuanto a la preparación próxima; comenzarla desde la primera aparición de la pareja en la Parroquia (despacho o secretaría parroquial). Utilizar a fondo los distintos contactos con los novios, al llenar expediente, charlas preparatorias, charla personal con el sacerdote. Realizar alguna convivencia o algo tipo retiro con las parejas que próximamente van a casarse (completando las charlas). Lograr hacer grupos de amistad que luego de casados puedan continuar. Terminar la preparación con una Misa y un brindis, por ej.

219. Tratar de establecer una relación posterior al casamiento, para integrarlos de esa manera a la comunidad. Quizás interesándolos en que ellos se preparen para hacer con otros lo que ellos mismos recibieron en el tiempo de su preparación próxima.

E) Sugerencias.

220. Esforzarse por constatar el estado de soltería (o viudez) de los contrayentes.

221. Convendría ir produciendo un cambio en las charlas prematrimoniales: recalcar más la parte religiosa, catequética y evangelizadora.

222. Vemos necesario el encuentro personal del sacerdote con la pareja.

223. Conversar entre nosotros, sacerdotes, para tener criterios parejos no solo en lo más exterior de esta práctica sacramental, sino sobre todo en cuanto a problemas más profundos: uso de anticonceptivos, aborto, separación y divorcio, uniones no sacramentales, concubinato, incapacidad educativa de los padres, etc., confrontar nuestras actitudes y criterios pastorales.

224. Revisión y actualización de los expedientes matrimoniales.

225. En los casos de parejas comprometidas con la comunidad que se mudan al casarse, tratar de comunicarlos y conectarlos con el Párroco del futuro domicilio.

F) Normas.

226. Manténgase lo resuelto en Bernal 69 sobre este Sacramento, sobre todo en cuanto a anotación anticipada, cursos de preparación y normas sobre la celebración litúrgica.

227. Que los "pases" sean solamente por los cuatro motivos aceptados por la Provincia Eclesiástica de Buenos Aires. Es decir: a) Parroquia de la novia; b) Parroquia del novio; c) Parroquia del futuro domicilio del matrimonio; d) Parroquia donde actúan apostólicamente los novios.

228. Difundir y cumplir lo resuelto por el Sr. Obispo sobre celebración del Matrimonio fuera del templo parroquial (capillas de colegios, casas de familia, etc.) explicando bien su sentido.

229. Que la celebración sea igual para todos evitándose privilegios odiosos. Tiéndase a la celebración comunitaria, donde sea posible.

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230. Evítese toda sensación de comercio en torno al sacramento y a las circunstancias que lo acompañan: fotógrafos, floristas, confiterías y remises, grabaciones, etc., en cuanto dependa de la Parroquia.

IX. SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA.

A. Visión pastoral de la realidad.

a. Pastoral de Primera Comunión.

231. Aspectos positivos.

a) El hecho de que sea el Sacramento más popular y más requeridos, después del Bautismo, nos indica el aprecio de la gente por este Sacramento de la Eucaristía, como medio de incorporarse plenamente a la Iglesia y acceder a la Salvación. En este sentido, nos conectamos con los orígenes cristianos, en que el Bautismo y la Eucaristía eran los sacramentos de incorporación a la comunidad.

b) Constatamos que en los últimos años hubo una renovación positiva en todo lo relacionado con este sacramento y su preparación catequística. Por ej. metodología y contenido más adecuado; tiempo de preparación más prolongado; preparación más esmerada de los catequistas; mayor contacto con la familia; disminución del boato externo que solía acompañar al sacramento.

c) Entre la gente, sobre todo en ciertos sectores o zonas, se va notando una actitud de mayor madurez en cuanto a la preparación y recepción de este sacramento por sus hijos.

d) La comunidad cristiana ha tomado mayor conciencia y se ha visto favorecida, por el cumplimiento de las disposiciones de Bernal ’69. Primeras Comuniones en su propia parroquia o barrio, con su grado de catecismo, con el cual han estado durante dos años, etc.

232. Aspectos negativos.

a) En ciertos sectores y ambientes, se ve en la 1ª Comunión solamente "algo que hay que hacer", desconociendo el valor trascendente del Sacramento.

b) En muchas familias que envían sus hijos a la "Catequesis de Iniciación" falta conocimiento de Iglesia, y se piensa en él la como un "surtidor" de cosas que sirven para resolver problemas, dificultades o necesidades personales, familiares o sociales.

c) Se suele dar a la Primera Comunión un fuerte tinte de "suceso social".

d) Hay ignorancia e inexperiencia del valor comunitario y comprometedor del Sacramento.

e) En algunos casos, falta la asistencia continuada que es tan necesaria en la preparación.

f) Hay falta de gente capacitada para desempeñarse como catequista.

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g) Métodos de catequesis a veces no adaptados al tiempo que nos toca vivir, o a cada zona o grupo, etc.

h) A veces se da sólo una suma de conocimientos, descuidando dar la nueva forma de vivir que nos trae el Evangelio.

i) La f a l t a de tiempo de los que se dedican a dar la Catequesis hace que muchas veces no puedan dar todo lo que quisieran, y su tarea queda incompleta.

j) Muchas veces no es sólo la falta de gente, sino de corazones apostólicos. No se trata de hacer un favor al Párroco o al Obispo, sino de dar un tesoro o ideal que uno encontró.

k) Se suele dar una visión parcializada del cristianismo, ya sea o muy individualista o meramente activa.

l) Hay falta de compromiso post-sacramental. Falta de perseverancia.

b. Liturgia de la Misa.

233. Aspectos positivos.

Vemos una revitalización en las celebraciones dedicadas a sectores particulares (jóvenes, Obreros, etc.). Dado el carácter que se le debe dar a la Palabra y Eucaristía, pueden llegar a ser verdaderas catequesis de adultos.

También se aprecia la calidad de las misas con personas que militan en movimientos parroquiales o eclesiales de renovación.

Otra constatación positiva son las Misas de niños (1ª Comunión, etc.), apreciamos en general que dan satisfacciones.

234. Aspectos negativos.

Si la Misa no llega a ser una experiencia de vida comunitaria, pierde mucho su eficacia.

No participa la gente en general (escaso porcentaje).

Faltan los hombres.

Se viene "para cumplir": espiritualidad individualista.

Las misas de difuntos siguen siendo un problema.

B) Fundamentación doctrinal.

235. 1) Bíblica: Mateo 26, 26-29; Marcos 14, 22-25; Lucas 22, 15-20; I Cor. 11, 23 y 55.

236. 2) Teológica: a) Concilio Vaticano II - Constitución sobre la Liturgia nº 47-48.

47.- Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche que le traicionaban, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre, con el cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz, y a confiar así a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se recibe como alimento a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera.

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237. 48.- Por lo tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que, comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él; se perfeccionen día a día por Cristo Mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos.

238. b) Pablo VI: Carta Encíclica "Mysterium Fidei” (3-IX-65).

La Santísima Eucaristía es un Misterio de fe.

239. Ante todo queremos recordar una verdad, de Vosotros bien sabida, pero muy necesaria para eliminar todo veneno da racionalismo, verdad que muchos católicos han sellado con su propia sangre y que celebres Padres y Doctores de la Iglesia han profesado y enseñado constantemente, esto es que la Eucaristía es un altísimo misterio, más aún hablando con propiedad, como dice la sagrada Liturgia, el Misterio de fe: "Efectivamente, en solo él , como muy sabiamente dice Nuestro Predecesor León XIII de feliz memoria, se contienen con singular riqueza y variedad de milagros, todas las realidades sobrenaturales" (Carta Encíclica, Mirae caritatis; Acta Leonis XIII, v. 1902-1903).

240. Es, pues, necesario que nos acerquemos, particularmente a este misterio, con humilde reverencia, no buscando razones humanas que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la Revelación divina.

El Misterio Eucarístico se realiza en el Sacrificio de la Misa.

241. Y para edificación y alegría de todos, Nos place, Venerables Hermanos, recordar la doctrina que la Iglesia católica conserva por la tradición y enseña con unánime consentimiento.

242. Ante todo es provechoso traer a la memoria lo que es como la síntesis y punto central de esta doctrina, es decir, que por el Misterio Eucarístico se representa, de manera admirable, el sacrificio de la Cruz consumado una vez para siempre en el Calvario, se recuerda continuamente y se aplica su virtud salvadora, para perdón de los pecados que diariamente cometemos (cf. Conc. Trid. Doctrina de SS. Missae Sacrificio, cap. 1).

243. Nuestro Señor Jesucristo al instituir el Misterio Eucarístico sancionó con su Sangre el Nuevo Testamento del cual Él es el Mediador, como en otro tiempo Moisés había sancionado el Antiguo con la sangre de los terneros (cf. Ex. 24, 8) porque, como cuenta el Evangelista, en la Última Cena, "tomando el pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: esto es mi Cuerpo, entregado por vosotros: haced esto en memoria mía. Así mismo tomo el Cáliz, después de la Cena diciendo: Este es el Cáliz de la nueva Alianza en mi Sangre, derramada por vosotros" (Lc. 22, 19-20; cf. Mt. 26, 26-28; Mc. 14, 22-24). Al ordenar a los Apóstoles que hicieran esto en memoria suya, quiso por lo mismo que se renovase perpetuamente.

244. Y la Iglesia lo ha ejecutado con fidelidad, perseverando en la doctrina de los Apóstoles y reuniéndose para celebrar el Sacrificio Eucarístico. "Todos ellos perseveraban

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- como atestigua cuidadosamente San Lucas - en la doctrina de los Apóstoles y en la comunión de la fracción del pan y en la oración" (Hech. 2, 42). Y era tan grande el fervor que los fieles concebían de esto, que podía decirse de ellos: "la muchedumbre de los creyentes era un solo corazón y un alma sola" (Hech. 4, 32).

245. Y el Apóstol Pablo, que nos transmitió fidelísimamente lo que había recibido del Señor (l Cor. 11, 23ss.), habla abiertamente del Sacrificio Eucarístico cuando demuestra que los cristianos no pueden tomar parte en los sacrificios de los paganos, precisamente porque se han hecho participantes de la mesa del Señor, "El Cáliz de bendición que bendecimos, ¿nos es por ventura la comunión de la Sangre de Cristo.,.? No podéis beber el cáliz de Cristo y el cáliz de los demonios, no podéis tomar parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios" (l Cor. 10, 16).

En el Sacrificio de la Misa Cristo se hace sacramentalmente presente.

246. La poco que hemos dicho acerca del Sacrificio de la Misa, nos anima a exponer algo también sobre el Sacramento da la Eucaristía, ya que ambos, Sacrificio y Sacramento, pertenecen al misterio y no se puede separar el uno del otra. El Señor se inmola de manera incruenta en el sacrificio de la Misa, que representa el Sacrificio de la Cruz y nos aplica su virtud salvadora, cuando por las palabras de la consagración comienza a estar sacramentalmente presente, como alimento espiritual de los fieles, bajo las especies del pan y vino.

247. Bien sabemos todos, que no es única la manera como Cristo está presente en su Iglesia. Resulta útil recordar algo más por extenso, esta bellísima verdad que la Constitución De Sacra Liturgia expuso brevemente (cf. cap. 1, nº 7}. Presente está Cristo en su Iglesia orante, siendo Él quien "ora por nosotros, ora en nosotros y a Él oramos: ruega por nosotros como sacerdote nuestro, ruega en nosotros como cabeza nuestra; a Él rogamos como Dios nuestro" (S. Agustín, In Ps 85 I). Y el mismo prometió: "donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (cf. Mt. 18, 20).

248. Presente está Él en su Iglesia, que ejerce las obras de misericordia, no solo porque cuando hacemos algún bien a uno de sus hermanos pequeños, se lo hacemos al mismo Cristo (cf. Mt. 25, 40) , sino también porque es Cristo mismo quien realiza estas obras por medio de la Iglesia, y socorre así continuamente a todos los hombres con su divina caridad. Presente está en su Iglesia peregrina y que anhela llegar al puerto de la vida eterna, ya que Él habita en nuestros corazones por la fe (cf. Ef. 3 ,17) y difunda en ellos la caridad por obra del Espíritu Santo que nos da (cf. Rom. 5, 5).

249. Da esta forma, muy verdadera sin embargo, está presente en su Iglesia que predica, ya que el Evangelio que se anuncia es la Palabra de Dios, y solamente en el nombre, con la autoridad y con la asistencia de Cristo Verbo de Dios encarnado se anuncia, a fin de qua haya "una sola grey segura en virtud de un solo pastor" (San Agustín, Contr. Litt. Petiliani III, 10, 11).

250. Presente está en su Iglesia que rige y gobierna al pueblo de Dios, puesto que la sagrada potestad deriva de Cristo, y Cristo "Pastor de los pastores" (S. Agustín, In Ps. 86, 3; P.L. 37, 1102) asiste a los pastores que la ejercitan, según la promesa hecha a los Apóstoles (cf. Mt. 16, 20).

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251. Además, en modo aún más sublime, está presente Cristo en su Iglesia que ofrece en su nombre el Sacrificio de la Misa y administra los Sacramentos. A prepósito de la presencia de Cristo en el ofrecimiento del Sacrificio de la Misa, nos place recordar lo que San Juan Crisóstomo, lleno de admiración dijo con verdad y elocuencia: “Quiero añadir una cosa verdaderamente maravillosa, pero no os extrañéis ni turbéis. ¿Qué es? La oblación es la misma, cualquiera que sea el oferente, Pablo o Pedro; la misma qua Cristo confió a sus discípulos, y que ahora realizan los sacerdotes: ésta no es en realidad menor que aquella, porque no son los hombres quienes la hacen santa, sino Aquel que la santificó. Así como las palabras que Dios pronunció, son las mismas que el sacerdote ahora dice, así la oblación es la misma" ( In Epist. 2 ad Timoth. homil. 2, 4) Nadie ignora, por otra parte, que los Sacramentos son acciones de Cristo, el cual los administra por medio de los hombres. Por eso los Sacramentos son santos por sí mismos por virtud de Cristo al tocar los cuerpos infunden la gracia en el alma.

Cristo está presente en el Sacramento de la Eucaristía por la transubstanciación.

252. Mas para que nadie entienda erróneamente este modo de presencia, que supera las leyes de la naturaleza y constituye en su género el mayor de los milagros (cf. Litt. Encycl. Miras Caritatis), es necesario escuchar dócilmente la voz de la Iglesia docente y orante. Ahora bien, esta voz, que constituye un eco perenne de la voz de Cristo, nos asegura que Cristo no se hace presente en este Sacramento, sino por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo, y de toda la substancia del vino en su sangre; conversión admirable y singular, a la que la Iglesia Católica juntamente y con propiedad llama transubstanciación (cf., Concil. Trid. Decr. de SS. Eucharistía, cap. 4 et can. 2).

253. Realizada la transubstanciación, las especies de pan y de vino adquieren sin duda un nuevo significado y un nuevo fin, puesto que ya no son el pan ordinario y la ordinaria bebida, sino el signo de una cosa sagrada, signo de un alimento espiritual; pero, en tanto adquieren un nuevo significado y un nuevo fin, en cuanto contienen una nueva “realidad" que con razón denominamos ontológica.

254. Porque bajo dichas especies ya no existe lo que había antes, sino una cosa completamente diversa; y esto no únicamente por el juicio de fe de la Iglesia, sino por la realidad objetiva, puesto que convertida la substancia o naturaleza del pan y del vino en el cuerpo y la sangre de Cristo, no queda ya nada del pan y del vino, sino las solas especies: bajo ellas Cristo todo entero está presente en su "realidad" física, aún corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en su lugar.

255. Por ello los Padres tuvieron gran cuidado de advertir a los fieles que al considerar este augustísimo Sacramento, confiaran no en los sentidos que se fijan en las propiedades del pan y del vino, sino en las palabras de Cristo, que tienen tal fuerza que cambian, transforman, "transelementan" el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre; porque, como más de una vez lo afirman los mismos Padres, la virtud que realiza esto, es la misma virtud de Dios omnipotente que al principio del tiempo creó el universo de la nada.

256. “Instruido en estas cosas - dice Cirilo de Jerusalén para concluir su sermón sobre los misterios de la Fe - e imbuido de una certísima fe, para la cual aquello que parece pan, no es pan, no obstante la sensación del gusto, sino el Cuerpo de Cristo; y aquello que

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parece vino, no es vino, aunque así parezca al gusto, sino la sangre de Cristo … confirma tu corazón, y come ese pan como algo espiritual y alegra la faz de tu alma" (Catecheses 22, 9; PG. 33, 1103).

257. c) Sagrada Congregación para e l Culto divino: Carta "Eucharisticum Mysterium" del 25/5/67 (consultarla).

C) Orientaciones y Sugerencias.

258. Se propone:

a) Edad: mantener los ocho años y 3er. grado (Bernal ‘69), siempre que ello asegure que los niños saben leer y escribir correctamente. Para los niños de 7º grado o pre-adolescentes, prevéase una atención catequística especial.

259. b) Duración: dos años lectivos de catequesis.

260. c) Marco de la celebración:

Vestimenta: que todas las parroquias, colegios, cumplan lo pedido en Bernal ‘69 – vestido "dominguero". En este aspecto es muy importante acentuar la uniformidad de criterios.

Tratar de darle la mayor simplicidad, aunque en un clima de fiesta, pero sin el "boato" externo de otros tiempos.

Suprimir todo otro "interés" dentro de la celebración (fotógrafos, grabaciones, etc.).

261. d) Catequistas:

- Tender a una formación permanente de los catequistas, aprovechando los cursos que ya existen o creando otros.

262. - Hay que pensar en cursos cercanos a las posibilidades culturales y materiales de los catequistas.

263. - El testimonio de vida cristiana del catequista es indispensable para la transmisión del mensaje.

264. - Que se dé la posibilidad de jerarquizar la tarea del catequista. Se podría llegar a instituir el ministerio laical específico o equipararlo al Lectorado.

265. - Relación catequistas-familias, objetivo prioritario en el proceso de la catequesis. Se hace difícil, dado el enorme tiempo que insume. Se podría complementar con equipos de acción apostólica de apoyo aprovechando a las instituciones parroquiales para llenar estos vacíos. En este aspecto hay que agotar toda nuestra imaginación ya que esto prepara un verdadero cambio de mentalidad, propicio para recibir el Mensaje.

266. - Hay experiencias donde los catequistas atienden el grupo de niños de a dos. Esto, si se hace en consciente y responsable comunión, desarrolla los recursos psicológicos y sobrenaturales y es de una eficacia notable, tanto para los catequistas, como para los niños, ya que ven, antes de escuchar (Mt. 18-20).

e) Los catequizandos.

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267. - Que al término de la preparación sepan bien lo que recibirán y porqué lo hacen. Que los catecúmenos vayan descubriendo a Dios como el más alto valor de sus vidas (...amar a Dios sobre todas las cosas,..) y, como consecuencia, los lleve a actitudes de compromiso y vida evangélica.

268. – Insistir en el descubrimiento de la Misa dominical como un fruto inmediato de la Primera Comunión, ya que allí, el "Catequista por excelencia" los seguirá alimentando para la vida.

269. - Para esto tratar que los catequizandos "no se pierdan", buscando toda clase de pretextos que estén dentro de nuestras posibilidades - jomadas, o grupos de profundización y vivencia – donde se ayuden a crecer en la Fe y a la vez se intercambien los dones personales.

270. - Podría también darle cabida en grupos de apostolado, obras asistenciales, etc. Pero no como mera actividad, sino como un modo de concretizar su vivencia del Evangelio.

271. f) Primera Comunión en los colegios. Se pide que entre el Párroco y los colegios haya más cooperación, y que el Párroco tenga la responsabilidad de la catequesis sacramental también en los colegios.

272. - Que los Colegios orienten a sus alumnos a sus respectivas parroquias. Si los colegios se abren a las parroquias, gana la Iglesia, ya que el "centro" de la vida eclesial de la zona debe ser la Parroquia. Pensamos que el Sr. Obispo debe influir para que se lleven a cabo estas recomendaciones.

D) Pedidos concretos.

273. - Constatamos que en algunos lugares se da en forma habitual la Comunión bajo las dos especies: Se podría definir esto en bien de una armonización diocesana.

274. - Sugieren algunos que se conceda el permiso de la recepción de la Eucaristía en la mano.

275. - Se piden también normas claras para celebraciones litúrgicas fuera del templo: acontecimientos familiares, sociales, o cívicos ("misas de campaña").

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SEMANA DE PASTORAL SACRAMENTAL DEL PRESBITERIO DOCUMENT0 DE VARELA – 1979

ÍNDICE

A. CARTA DE PRESENTACIÓN

1. Ofrenda del Presbiterio 2 2. Catequesis previa 3 3. Celebración sacramental 3 4. Testimonio consecuente 4 5. Consejo Diocesano de Pastoral 5 B. CONCLUSIONES

I INTRODUCCIÓN 7

II LOS SACRAMENTOS EN LA VIDA CRISTIANA 8

III LA PREPARACIÓN REMOTA A LOS SACRAMENTOS 10

IV EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO 12

A. Visión pastoral de la realidad 12 B. Reflexión y evaluación 13 C. Fundamentación doctrinal 14 D. Orientaciones pastorales 16 E. Metas que queremos alcanzar 17 F. Sugerencias en cuanto a la catequesis previa al sacramento 18 G. Sugerencias para la celebración litúrgica 19 H. Sugerencias para la acción y frutos posteriores 20

V EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN 20

A. Visión pastoral de la realidad 20 B. Reflexión y evaluación 21 C. Fundamentación doctrinal 21 D. Orientaciones pastorales 22 E. Sugerencias 23

VI EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN 23

A. Visión pastoral de la realidad 24 B. Reflexión y evaluación 25 C. Fundamentación doctrinal 25 D. Orientaciones pastorales 27 E. Sugerencias 28

VII CUIDADO PASTORAL Y UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 29

A. Fundamentación doctrinal 29 B. Orientaciones pastorales 32

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VIII EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO 32

A. Visión pastoral de la realidad 32 B. Reflexión y evaluación 34 C. Fundamentación doctrinal 34 D. Orientaciones pastorales 37 E. Sugerencias 38 F. Normas 38

IX EL SACRAMENTO DE LA EUCARSITÍA 39

A. Visión pastoral de la realidad 39 a) Pastoral de primeras comuniones 39 b) Liturgia de la Misa 40 B. Fundamentación doctrinal 40 1. Bíblica 40 2. Teológica a) Concilio Vaticano II 40 b) Pablo VI 41 c) Sgda. Cong. Para el Culto 44 C. Orientaciones y sugerencias 44 D. Pedidos concretos 45

LA PRESENTE EDICIÓN DEL DOCUMENTO VARELA ‘79 SE PREPARA EN MARZO DE 2014

EN ORDEN A REALIZAR UNA REVISIÓN DE LA PASTORAL DE LA INICIACIÓN CRISTIANA EN LA DIÓCESIS