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El perfil del docente que demanda la escuela del siglo XXI.
Elver Favith Correa López1
David Andrés Forero 2
Carlos Eduardo Ramírez Duarte3
Ana Elsa Sepúlveda Caro4
1. Importancia de la formación docente.
En la actualidad, uno de los aspectos que están en debate en los diferentes estamentos es la
educación que se imparte en las diferentes aulas del país. Es así como cada actor de este
complejo sistema aporta sus esfuerzos desde sus propias funciones en busca de un
engranaje que permita optimizarla y hacerla significativa para quienes de ella se benefician.
Para J. Lesourne citado por Alain, M. (1996) el sistema educativo es muy complejo, ya que
mantiene relaciones múltiples con el resto de la sociedad y su funcionamiento es el
resultado de la intervención de un gran número de actores. Uno de los actores es el docente,
y depende en gran medida de su formación profesional y su espíritu innovador en el
desarrollo de su labor, por lo tanto, consideramos que “La formación docente es la clave
del éxito de la escuela del siglo XXI”.
1 Estudiante IV semestre, Maestría en Docencia, Universidad de La Salle, Extensión El Yopal- Casanare. Cod. MY162200 [email protected] 2 Estudiante IV semestre, Maestría en Docencia, Universidad de La Salle, Extensión El Yopal- Casanare. Cod. MY162201 [email protected] 3 Estudiante IV semestre, Maestría en Docencia, Universidad de La Salle, Extensión El Yopal- Casanare. Cod. MY162234 [email protected] 4 Estudiante IV semestre, Maestría en Docencia, Universidad de La Salle, Extensión El Yopal- Casanare. Cod. MY162236 [email protected]
Hablar de formación docente no es un tema tan fácil como se supone. Irónicamente desde la
perspectiva del mismo docente no se tiene claridad, es por eso que se requiere abordar este
tema desde un punto de vista objetivo y fundamentado en gran medida en expertos en la
materia. En este sentido el presente escrito estará estructurado en cinco grandes apartados,
en primer lugar se hablará del nuevo rol docente donde se establece una idea clara de lo que
es la formación docente y sus implicaciones, en este caso llamadas competencias; en un
segundo lugar se abordará el apartado correspondiente hacia la calidad educativa; en tercer
lugar se describen las posibilidades del docente en su práctica de aula, en cuarto lugar se
abordará a groso modo el tema que no puede pasar por alto como es el caso de la
evaluación docente y para finalizar en un quinto lugar con el docente mediador.
2. Rol del docente
La situación actual de la educación demanda que los actores implicados en el tema de
educación asuman una posición firme. Desde la posición del maestro se requiere que este
asuma un papel de investigador, critico, reflexivo etc. En este orden de ideas empezaremos
por definir qué es la formación docente, al respecto Torres, M. (1996) la define como “un
aprendizaje permanente”, entendiendo que los saberes y competencias docentes son el
resultado no solo de su formación profesional, sino del aprendizaje realizado a lo largo de
la vida, dentro y fuera de la escuela y en ejercicio de la docencia.
Al respecto podemos decir que un docente necesita aprender a aprehender de sus alumnos,
de los cambios sociales, de las reformas del estado, aprender diariamente algo que
transforme poco a poco viejos conceptos, esos paradigmas que arrastra en su vida, ese viejo
cascaron. Es decir, no se puede quedar con lo que tiene hasta el día de hoy, no se debe
conformar, es necesaria una renovación urgente, es indispensable un cambio, la nueva
formación docente es una prioridad. Por otra parte al referirnos a la formación o la
formación docente de los países en vía de desarrollo, no se puede desconocer las
diferencias profundas que existen entre ellos y dentro de cada uno, y a su vez las
diferencias que se relacionan con niveles y asignaturas de enseñanza, además de variables
tales como la edad, género, etapa de desarrollo profesional, entre muchas otras.
Es así que se puede afirmar que la formación del docente depende en gran medida del papel
que se le asigne a la educación y al sistema escolar, es decir que la definición de modelo
educativo depende en gran medida a la sociedad que se aspire y es aquí donde surge una
pregunta obligatoria en toda las sociedades, ¿Para qué se educa?, en un mundo globalizado
dominado por un pensamiento único. Ramonet, I. (1998)
A lo largo de la historia se ha pensado, buscado o prefigurado el modelo de docente
ejemplar basado en un listado de competencias deseadas, fundadas en postulados
largamente acuñados por corrientes progresistas, pedagogías críticas que hoy en día tan
solo hacen parte de la retórica.
El objetivo que se quiere alcanzar es lograr la formación de un docente que posea un gran
valor, que sea un excelente profesional, que promueva el cambio, un investigador, crítico,
intelectual, y como se mencionó anteriormente, que sea un transformador de su entorno. Es
por eso que se pueden referir algunas competencias propias del docente, según autores
como Barth, R. (1990); Delors, J. (1996) y otros. Algunas de estas se mencionan a
continuación:
Posees pleno conocimiento de los saberes propios de su ámbito de enseñanza, Promueve y
desarrolla una pedagogía activa, fundamentada en el diálogo, la teoría y práctica, la
interdisciplinariedad, el trabajo en equipo, Está en constante aprendizaje, es un constante
investigador, posee iniciativa y creatividad, asume compromisos, es de ayuda para sus
estudiantes para que desarrollen sus competencias, promueve acciones en bien de los
demás, es un trasformador, forma estudiantes críticos, crea y promueve diversas formas de
aprender, responde a las expectativas , da razón de lo que hace y dice. Estas son en síntesis
muchas de las características que debe tener y desarrollar un docente que está consciente de
cuál es su rol, no es un simple título el que debe buscar, sino dejar una huella imborrable en
sus alumnos y lugares por donde ha pasado, es esa clase de maestros que la comunidad
extraña y recuerda con cariño pues con el tiempo se ven los frutos de su trabajo.
Por todo esto y más es que el rol del docente no puede ser el de un simple observador de lo
que pasa a su alrededor, sino que por el contrario debe ser un creador de sueños, de
oportunidades, alguien que busque solución al problema y no que sea parte del problema
Sin embargo, a pesar del panorama de la situación referida al docente, al contrario de
avanzar parece que la situación cada vez empeora , reflejado esto en la posición que el
docente ocupa dentro de la sociedad, el maestro ya no es visto como alguien diferente a los
demás, tal es el caso que a cualquier persona que está a cargo de unos niños se le llama
profesor, maestro, “teacher”, si tan siquiera haber hecho la carrera profesional y hasta se
alude al viejo chiste popular que si no hay trabajo, al menos deme el puesto de profesor.
Nada más denigrante y ofensivo decir que la carrera docente la puede ejercer cualquiera
que pueda cuidar niños.
Se ha desprofesionalizado la carrera docente, los maestros son clasificados por escalafón,
partiendo desde aquellos que son recién salidos de una universidad y que apenas con
mucho esfuerzo lograron terminar su carrera; esta categorización llega hasta aquellos que
por un golpe de suerte logran alcanzar otro nivel debido a estudios de cualificación hechos
después de adquirir una larga deuda para de esta manera mejorar un poco sus ingresos.
Acto seguido vemos como los sueldos de los docentes en comparación de los demás
profesionales evidencia la desigualdad a la que se ha llegado y surge en los maestros ese
sentimiento de enojo y protesta que los mueve a salir a las calles a exigir sus derechos para
ver si a través de gritos o arengas las voces de esos miles de maestros es escuchada y algún
día se reconoce la importancia de la profesión docente.
Sumado a esto vemos la poca o nada participación que se le da, en temas relacionados con
las políticas educativas al punto de que el maestro tan sólo debe hacer y cumplir lo que se
establece desconociendo muchas veces que es el maestro quien está la mayor parte de sus
vida dentro de las aulas, es él, quien conoce de primera mano las necesidades reales que se
generan en su institución o en su aula, para muchos olvidada o inexistente. Es el maestro
quien sabe con exactitud qué necesitan sus estudiantes, pero queda impotente al no poder
hacer nada y llega a un estado de frustración porque una cosa es lo que propone y exige el
estado y otra muy distinta el apoyo y acompañamiento que recibe del mismo.
Hacia la calidad educativa
Existe un término que condiciona todo oficio; incluso es obligado su uso en las fábricas y
en general, impregna nuestro entorno de ideales y expectativas. Ese término es “calidad” y
en educación está sujeta a muchos factores que la posibilitan o por el contrario, las
deslegitimizan por cuanto no se toma como un norte alcanzable sino como la reunión de
exigencias arbitrarias que se deben cumplir en una institución.
De este modo, puede observarse que en muchos países las políticas educativas están
encaminadas hacia la optimización de la calidad educativa, mejorando las condiciones en
que se presta el servicio.
Así las cosas, cabe resaltar que el derecho a la educación, para el caso de Colombia, es
deber del estado garantizarlo y hacerlo visible como prioridad en el desarrollo social del
país. Pero no sólo basta con garantizar este derecho, también se debe pensar en su
optimización permanente ya que, como indica Latapí, P. (2009) “La calidad es, por tanto,
una característica esencial de la educación, objeto del derecho a la educación”
Dado que el debate sobre calidad requiere dilucidar cómo se obtiene y qué implica dirigir
el sistema hacia ese objetivo, se direccionan las políticas hacia la optimización en la
prestación del servicio por parte de las secretarías de educación y las instituciones
educativas. Dentro de dichas políticas, la capacitación docente constituye un eslabón
importante que conduce a la obtención de mejores resultados; es por eso, que surgen
programas de becas para docentes que pretenden proveer de herramientas a los educadores
convirtiéndolos en pedagogos reflexivos motivadores de cambios.
La pretensión gubernamental es alta, ya que en Colombia existen falencias que impiden el
normal desarrollo de las actividades en las aulas; esta situación afecta principalmente al
sector oficial, puesto que la demanda es superior a la cobertura y, en muchos casos tal
situación, desemboca en el hacinamiento en las aulas, la deserción y la mala calidad
educativa por falta de espacios y recursos.
En este orden de ideas y hablando de recursos, son éstos los que posibilitan las buenas
prácticas docentes porque no se puede soportar el peso de la buena calidad sin buenas
prácticas que conduzcan a ella. En este sentido, las prácticas en el aula deberían constituir
el vehículo articulador para la reflexión en, y durante el proceso de la formación, a fin de
fortalecer la relación entre la teoría y la práctica educativa, lo cual implica la posibilidad de
reconstruir la teoría desde el campo de la acción. Las prácticas posibilitan a los estudiantes
comprender las múltiples dimensiones de la enseñanza y a crecer académicamente.
De lo anterior, puede decirse que serían muchas las necesidades a suplir para alcanzar la
meta en cuanto a una buena calidad educativa; sin embargo, la falta de recursos limita en
buena parte el funcionamiento adecuado del engranaje educativo. Como bien lo explica
Latapí, S. (2009)
“Es relativamente fácil puntualizar teóricamente las obligaciones del Estado
respecto al derecho a la educación; su cumplimiento en la práctica, sin embargo,
estará condicionada por la viabilidad política y financiera de sus decisiones y por la
necesidad de priorizar unas obligaciones respecto a otras”
Lo dicho hasta aquí, podría tomarse como el dibujo de un oscuro panorama; lo cierto es
que, el vínculo entre la formación docente y la calidad educativa es estrecho; casi podría
decirse que la segunda depende de la primera, por cuanto es el docente quien capotea en el
aula los más disímiles casos representados en cada individuo a su cargo. Tal situación le
demanda al maestro una actualización permanente de sus conocimientos, no sólo en cuanto
a lo temático del área que maneje, sino en lo pedagógico y estratégico.
Cabe entonces resaltar los esfuerzos de aquellos docentes que dedican tiempo para
optimizar su praxis y buscar nuevos caminos que le conduzcan a amortiguar el peso que
implica el trabajo en condiciones adversas; docentes que ponen a prueba su vocación a
pesar de las frustraciones e inconvenientes que el diario vivir ofrece.
Con todo lo anterior se podría afirmar que la formación docente, no sólo implica
adquisición de conocimientos técnicos o científicos, también requiere un alto grado de
reflexión e intensión de querer traspasar las barreras; un compromiso, una vocación que le
ayude a avanzar hacia la consecución de sus objetivos
3. Las posibilidades de los docentes en la praxis del aula
Para empezar se debe conocer cuáles son los presupuestos que rodea la práctica del docente
y el conocimiento de las competencias profesionales, al igual que las políticas educativas
que rigen la labor docente. Aunque en ocasiones la labor del maestro no sea reconocida y
respetada, la tarea del docente en la formación de las generaciones es irremplazable dado
que todas las profesiones existentes y todos los procesos tienen sus inicios con un maestro
en una escuela. En muchos casos la familia ha delegado funciones propias de esta, para
suplir su ausencia, Esto conlleva a que el docente se convierta en figura de la escuela y que
además desborde lo propio de su profesión y en ocasiones asuma responsabilidades que son
ajenas a su quehacer. O como lo afirma Giroux, h. (1996) se debe hacer “un examen para
reconocer sus fronteras”. Y que cada quien ocupe el lugar que le corresponde.
El reto pedagógico del docente afirma Ducoing, p. (1993) son: “Entramados teóricos
metodológicos, los horizontes de intelección y los objetos de estudio; los cuales deben
primar en la acción pedagógica del docente para construir lo educativo de forma analítica
en la realidad educativa”. El docente debe analizar significativamente su entorno social,
físico y académico para poner en acción su práctica pedagógica, a pesar de las
circunstancias en que se encuentre. En muchas ocasiones las condiciones no están dadas
para realizar su labor pero este debe ser recursivo y práctico a la hora de enfrentar este gran
desafío.
El docente debe estar preparado para atender situaciones de diferente índole y convertirse
en más que un docente de cátedra como por ejemplo: amigo, confidente, enfermero,
compañero, portero, psicólogo, cocinero, etc… Situaciones que se presentan en la ardua
labor de formar personas para el mañana. En ningún centro de formación para los nuevos
profesores se brinda un asesoramiento para enfrentar estas situaciones, que se presentan en
el diario vivir de la escuela, y que el docente debe afrontar.
Como ya lo hicimos notar, estamos en el momento preciso para analizar, reflexionar y
reconstruir las prácticas en torno al proceso educativo y la puesta en marcha de las políticas
educativas que permiten una reconfiguración. El desconocimiento de estas impide un
desarrollo adecuado que se ha propuesto desde la construcción y el interés global para
mejorar el proceso y el desarrollo de los pueblos. El proceso educativo tiene unas
características que permiten un continuo análisis, evaluación, cambio y transformación, que
el docente debe aprovechar, para poner en valoración cada día su praxis docente. De
acuerdo con Gómez, M. (1992). Se requiere una producción “intelectual y académica que
posibilite la formulación de construcciones teóricas y metodológicas que aprehendan la
diversidad y complejidad de procesos y prácticas educativas en el marco de situaciones
históricos-sociales concretas” sería como sopesar cada aspecto que sucede en el aula en
torno a la práctica docente.
La deserción escolar, reprobación de áreas y fracaso escolar entre otros merecen ser
observados con lupa para dar una explicación de su accionar en las instituciones. El
desconocimiento de las innovaciones didácticas y metodológicas por los docentes y
permite que se siga ejerciendo la labor como hace muchos años, tal vez sin salir de “la zona
de confort” porque es más fácil seguir haciendo lo mismo de siempre en lugar de
reflexionar ante su propia práctica.
No se puede solo juzgar al docente por ejercer la práctica como la aprendió, tal vez una o
más décadas atrás y que el sistema educativo lo permitió porque debía garantizar la
cobertura con quienes creía que estaban preparados por contar con un conocimiento, de esta
forma se olvidó la verdadera esencia de preparar la materia prima para forjar las futuras
generaciones. No se debe desconocer que se abordaba la universidad para adquirir un título
que lo acreditara para desempeñar un “trabajo” como cualquier otro, sin dar el interés y la
responsabilidad que esto conllevaba. En su gran mayoría con desconocimiento de las
políticas educativas nacionales e internacionales que le permitiera centrar sus esfuerzos en
la construcción de la meta propuesta en las mismas.
Fueron pocos los docentes formados con los requisitos de tiempo e intensidad que requería
para asumir tan importante compromiso y una gran mayoría formados con horarios escasos
o “cómodos” que ofrecían y aun lo hacen algunas universidades con la ambición de
conseguir de forma fácil un cartón para buscar un trabajo. Aunque el panorama no es
alentador, se reconoce que es necesario el estudio de la pedagogía y las políticas educativas
en una responsable y autónoma formación del profesorado.
4. Evaluación docente
Las anteriores afirmaciones hacen reflexionar acerca de cómo garantizar una adecuada y
optima formación docente, teniendo en cuenta que “cualquier deliberación sobre el fin de la
escuela y cualquier empresa de renovación solo adquieren sentido si descansan sobre un
balance riguroso de lo que existe” Alain, M. (1996). En otras palabras un proceso que no se
evalúa es un proceso al que no se le puede garantizar su eficacia, en este sentido es preciso
puntualizar aquí sobre la evaluación anual de desempeño que según
El Ministerio de Educación Nacional (MEN, 2008):
Busca valorar la creatividad y compromiso con que los docentes y directivos
docentes cumplen su labor, así como ofrecer a los mismos, a las instituciones
educativas y a las entidades territoriales, información útil para trazar estrategias que
permitan fortalecer sus competencias y así lograr una educación de mayor calidad.
Esta evaluación, utilizada como herramienta para el mejoramiento, requiere del evaluado
una actitud de apertura al cambio, de auto reconocimiento a sus propias falencias y a la
revisión de sus prácticas, a aprender a plantearse retos. Al evaluador le demanda la
objetividad y responsabilidad de orientar el quehacer profesional de los educadores.
Así las cosas, es preciso resaltar que es la evaluación la que hace que, la formación docente
tenga sentido. Además desde otra perspectiva, la evaluación constituye el centro del
proceso de aprendizaje y de la pedagogía (ya se trate de una evaluación diagnóstica,
formativa, sumativa o de validación o certificación de resultados).
En este mismo sentido “La conducción también es «seguimiento y acompañamiento del
cambio». La proposición de J. Lesourne citada por Alain, M. (1996). Es procedente. “En
efecto, el modo de conducir un cambio resulta tan importante como su contenido”. Esto
debido a la forma como algunos docentes realiza sus prácticas de aula, sin ningún tipo de
retroalimentación de un tercero que pueda dar cuenta de aciertos y desaciertos que a diario
resultan y merecen ser revisados y por ende direccionados en forma diferente. No solo en
las temáticas sino también en su didáctica. El seguimiento y acompañamiento generan
cambios, y generalmente los cambios son positivos, pero los docentes tristemente aun no lo
comprenden de esa forma. Si se cambia la óptica desde la que se observa la evaluación
docente seguramente se darían pasos agigantados hacía el mejoramiento de la calidad
educativa de este país.
Es tan importante la evaluación en el proceso de formación docente, que, sin ella,
tristemente ni siquiera el mismo docente daría cuenta de su estado, no tendría un
discernimiento claro de las falencias y aciertos que tiene en su praxis. Aquí es oportuno
decir que el rol del docente tiene un mejor panorama cuando se evalúan continuamente
cada una de sus competencias dentro de la ejecución de su práctica tanto dentro como fuera
del aula.
5. Docente mediador
Analizaré los tres actores que considero más importantes: El docente mediador, el
educando y otros factores. El primero es el docente, que debe estar abierto al cambio, a
buscar nuevas alternativas de enseñanza y profesionalizarse en pedagogía. Un verdadero
docente comprometido con el cambio, puede disponer de recursos humanos, académicos y
materiales que le permitan encaminar positivamente todo el potencial formativo que tiene.
Docentes que no le tengan miedo a enfrentarse a los medios informáticos, usados por los
educandos frecuentemente y con suprema aceptación. Su metodología debe estar
encaminada a enseñar a aprender, enseñar a pensar, forjar la autonomía y el desarrollo de
las potencialidades. Las estrategias son herramientas eficaces que brindan alternativas
novedosas de construcción del conocimiento desde la planeación y concertación escolar.
Una construcción en donde busque el sano desarrollo de la personalidad, la autonomía, los
intereses y necesidades individuales-colectivos de un grupo social específico. El perfil del
docente mediador está asociado a la vinculación de las interacciones mediadas de acuerdo a
los diez elementos que constituyen la propuesta metodológica derivada del mapa cognitivo.
La construcción de la planeación escolar debe ser el resultado del análisis de los intereses y
necesidades de los educandos y pensamientos entre muchos más. Se debe contar que son
relevantes los conocimientos con que ya cuenta el educando, para construir a partir de lo
que se conoce. Como afirma Pozo (1996) las características del maestro son: Autónomo,
responsable, investigador, crítico, creativo, transformador etc. Aunque la formación escolar
es responsabilidad de la sociedad, la familia y la institución, no se debe dejar solo a cargo
del docente y para esto se debe vincular al aula todos los actores responsables.
Por otra parte se encuentra el educando, portador de unas características individuales que
hacen de la planeación escolar el principal objeto de cuidado, enfrentados a diversos
problemas sociales como son: el fracaso escolar, problemas de aprendizaje, necesidades
educativas especiales, entornos familiares, sociales, afectivos y normativos. Como
podemos ver son estos factores que se deben tener en cuenta cuando se piensa en toda
acción educativa.
Por ultimo encontramos otros factores que afectan directamente al docente y por supuesto
al estudiante como son las políticas educativas emanadas del Ministerio de Educación
Nacional, programas, reformas etc. Estas buscan satisfacer un derecho primordial como es
la educación y mejorar la calidad educativa. En la escuela se debe preparar para la vida y el
desarrollo de todas las habilidades para vivir en sociedad, un ser autónomo y responsable.
En el contexto institucional ya sea urbano o rural, se encuentran ¡Profes! Dispuestos a
desempeñar su labor a pesar de muchas adversidades que se presentan en la cotidianidad,
llámese profesor amigo, profesor psicólogo, profesor enfermero etc. Aquí el docente es
pieza fundamental para cualificar su servicio es necesario el proceso de formación, por
cuanto este gremio está urgido de innovación y experimentación. La calidad de la
educación depende en gran medida de los alcances del docente en su práctica. Debe
contemplarse la formación de los docentes no para acumular conocimientos sino para
investigar, pensar, comunicarse, tener iniciativa, aprender a trabajar por su propia cuenta y
de esta manera contribuir al desarrollo comunitario. El docente debe asumir su papel
protagónico en la transformación del sistema educativo; para eso, se requiere de un futuro
docente que rompa con la concepción de una simple transmisión del saber y que participe
activamente en la investigación de su propia práctica y en la resolución de los problemas
que le plantea su entorno social.
6. Bibliografía
Alain, M. (1996). La conducción de un sistema complejo: la educación Nacional. Revista
Iberoamericana de Educación. Brasil.
Ducoing, P. (1993). “Hacia una articulación de las aproximaciones disciplinarias en el
abordaje de la complejidad. Presentación”.
Giroux, H. (1996). Placeres inquietantes. Barcelona: Paidós.
Ministeriode Educación Nacional (2008) Guía N° 31 Guía metodológica, Evaluación
Anual de Desempeño Laboral. Bogotá D.C.
P. Ducoing y M. Landesmann (Comp. y eds.). Las nuevas formas de investigación en
educación. México: Ambassade de France au Mexique-UAH, pp. 45-46.Gómez, M. (1992).
“Investigación educativa y polémica en América Latina”. En A. Puiggrós y M. Gómez.
Alternativas pedagógicas, sujetas y prospectivas de la educación latinoamericana. México:
UNAM, pp. 11-21.
Latapí, P. (2009). El derecho a la educación: su alcance, exigibilidad y relevancia para la
política educativa. Revista mexicana de investigación educativa, 14(40), 255-287.
Tebar, L. (2011). El profesor mediador del aprendizaje. Madrid: Magisterio.