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PORANDR~S DE LUNA
PI ERRE LOUYS ENEL CINE:ENTRE LA ESPALDA Y...LO QUE ESTÁ MÁSABAJO(Y MÁS ABULTADO)
Pierre Louys era un hombre singular: tenía modales finos (de esos queagradan a las madres sanguijuelas y alas tías gordas), era un estudiante distinguido, el número uno en composición y retórica, sabía manejar lospuños con la destreza de Rimbaud oVargas Llosa (para citar ejemplos literarios, y sino que lo digan Verlaine yGarcía Márquez), su ropa presentabalas huellas de una violencia convertida en práctica cotidiana; durantemuchos años fue el amor imposiblede André Gide, amaba los placeresde la conversación como los del erotismo y convertía sus gustos en imposiciones que sus amigos no siempreaceptaban de buen grado. Su talentoa veces se pone en entredicho por sufrivolidad, cuando en muchos sentidos ese aspecto es uno de los másrescata bies de una obra irregular yllena de altibajos.
Uno de sus trabajos más deliciososes el Manuel de civilité pour les petites filies, libro que debería ser sustituto de las cursilerías para quinceañeras al estilo de los poemas de PaulGeraldy, pues sus consejos son siempre gratos y oportunos: "No te olvides de decir 'por favor' cuando pidasuna verga y de contestar 'gracias'cuando te la den". El cinematógrafoha adaptado, hasta ahora, sólo dostextos del famoso libertino: Le femme et le pantin (La mujer y el pelele)y Las canciones de Bilitis. De la primera existen cuatro versiones de cinestas con posiciones casi antitéticas,y de la segunda un absurdo e inútilintento.
El fuego contra Pierre Louys seabre en 1929 (cuatro años después desu muerte), uno de los grandes directores del cine mudo, Jacques de Baroncelli adapta Le femme et le pantin, sin mayor logro que una ciertacorrección artesanal. Antiguo períodista y asiduo lector de novelas francesas contemporáneas, Baroncellinutre su filmografía con obras sustentadas en Zolá (Le Réve), Ernest Pérachan (Néne) y Pierre Loti (Ramuntcho y Pescador de Islandia).
Louys se habría portado amablemente y habría degustado una copade vino alsaciano con Van Sternbergsi hubiera conocido al realizador deEl angel azul (1930). Pues tal vez encontraría algo de ese ánimo decadentista que flotaba en sus obras enla excelente versión de Le femme etle pantin, que el cineasta germanollamó The devil is a woman (Tu nombre es tentación, 1935). La película ensus días de estreno tuvo una acogidafría o demasiado airada, como es elcaso de España, ahí el Ministerio Español dela Guerra pidió que se quemaran las copias y el negativo o todaslas películas de la Paramount (la quehabía financiado la cinta) serían prohibidas en el territorio hispano. Losnorteamericanos supieron negociary The devil is a woman se salvó de lasllamas. El conflicto quedó resueltocon la salida de" Sternberg de la Paramout y su integración a las filas de laColumbia.
Sobre The devil is a woman JosefVan Sternberg comenta en su Autobiografía: "Pagué un tributo final a ladama (Marlene Dietrich) pues los dados estaban cargados y no podía hacerlos ganar". La ambigüedad de laspalabras de Sternberg quedan borradas con las imágenes de la cinta, donde la Dietrich, esa lectora infatigablede Goethe y Heine e inalcanzableamante de Adolfo Hitler, demuestralas posibilidades de su presencia pordemás inquietante. Sus piernas hermosamente torneadas y su rostro casihierático eran capaces de crear y recrear espléndidamente las artimañasde la Concha Pérez de la novela deLouys, su erotismo oscilaba entre ladesvergüenza y el pudor decimonónico. Don Pascual (Lionel Atwill) sufría los descalabros de una pasiónque se vuelve espada de Damocles.
A la distancia la película ha sido revalorada y queda ahora como una delas más logradas en la brillantísimacarrera del realizador alemán.
Si The devil is a woman era y es unejemplo de un drama contado conprecisión y astucia, Le femme et lepantin (1959) de Lulien Duvivier erasu opuesto: un melodrama puritano.El ánimo blandengue del directorfrancés ni siquiera supo aprovechar
la cándida calidez de una BrigitteBardot en el colmo de sus cualidadesanatómicas. Los desnudos de la película carecen de intensidad, son fríosy pudibundos como toda la filmografía de Duvivier. Pierre Louys se veíaatenazado entre una magnífica espalda y unas nalgas apenas entrevistas y desaprovechadas hasta extremos verdaderamente lamentables.Esa Femme et le pantin es una antología de la torpeza y uno de los peoresfilmes de la B.B.
La adaptación buñueliana de Lefemme et le pantin, sin ser mayormente pierrelouysiana, encontraríaun ambiente más propicio para elerotismo "mórbido" muy a la fin desiécle. Por los 20s Buñuel escribía unaHistoria indecente: "Con Mariquita,cuando le llegó la edad crítica, su madre quiso hacer lo mismo que hicierala de Carmencita, y cuando la vio ponerse ojerosa y pálida, le regaló unbouquet de rosas rojas. Pero Mariquita era mucho más descarada"queCarmencita. Cogió el bouquet, abrióla ventana, arrojó por ella las flores yse puso a menstruar". ¿Esta breve historia no tiene cierta familiaridad conla literatura de Pierre Louys y sus mujeres cínicas?
La versión de Buñuel se llama Eseoscuro objeto del deseo (1977) (títuloque parece invocar los trastornos deBaudelaire por Jeanne Duval) y es antes que otra cosa una suma de las obsesiones del artista catalán. Filme lleno de signos que son interrogacionesy símbolos de una escritura particulardonde de pronto aparecen elementos de sus primeras películas o fidelidades de todo el conjunto de suobra: la violencia y la sensualidad.
La primera recapitulación sobreEse oscuro objeto del deseo descubriría la afirmación de una voluntaderótica en continuo choque con unarealidad plagada de sobresaltos. Esamisma voluntad que guiña el ojo acada instante y que mueve también aPierre Louys en sus trabajos literarios.V1athieu (Fernando Rey) trata de aislar sus pulsiones sensuales de uncontexto en el que el mundo exterior
rebasa sus solipsismos. En ese sentidoel personaje es incapaz de observarla destrucción de la realidad circundante, pues sus afanes lúbricos lo único que le proponen son las figuraslascivas de una Conchita bifurcadaen Carole Bouquet y Angela Malina.Ahí Buñuel juega con dos personalidades ambivalentes que modelan unsolo personaje femenino, Conchita,por un lado la Bouquet, frágil y retraída; y por otro, Angela Malinaplena de sensualidad. Ambas presencias se integran de manera sorprendente y llega a parecer natural la aparición de una o de otra indistintamente en el relato fílmico.
En la película el sirviente da unadefinición de las mujeres: "son uncostal de excrementos". Y, ese criadocómplice (André Weber), al estilo de'v1anuel Dondé en El (1952), dará unade las claves de Ese oscuro objeto deldeseo al hacer que Mathieu lleve acuestas un saco en varias escenas. Lamujer al cerrarse impedirá la consecución de los deseos y terminarápor convertirse en una materia indigna y repulsiva para los caprichos deese burgués gentil-hombre encarnado en Fernando Rey. Mathieu, poresas razones, ve destruida su tranquilidad ociosa en aras de esa voluntaddel deseo.
El erotismo sigue siendo una de lasconstantes de Buñuel, basta observarla escena en la que Angela Malina seseca el sudor que rueda por sus grandes pechos o su baile español desnuda, donde la obstrucción del cristalhace que la imagen sea todavía máslúbrica; por cierto que esa imagenrecuerda las influencias de Gaya enla iconografía del ci neasta español.Otra de las secuencias cargada de vapores lujuriosos es aquella en la queel sirviente toma unas pantaletas deConchita y dice: "están mojadas, laseñorita debió tener miedo". Laadaptación de la obra de Pierre Louysqueda reducida a un largo catálogode excentricidades que tocan más decerca a Buñuel que al autor de Lastres hijas de su madre y Afrodita.
Indignante por su manierismo y susofisticación a priori es Bilitis (1977)de David Hamilton (que hasta ahorase ha estrenado en México); el fotógrafo inglés de las luces tenues apenas esbozadas, de las niñas rubiasdesnudas y de los tonos pastel sólo halogrado tomar el título de PierreLouys para construir una plasta llenade ese "buen gusto" burgués que dacontinuidad a su labor en imágenesfijas. Uno de los artistas de la lente,Paolo Gasparini bautizó a Hamilton
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como el creador de las foto-putas,por el increíble comercialismo quehan alcanzado las cursilerías del británico. Ahora existen cuadernos, libretas, carpetas, comerciales de televisión, etcétera, etcétera, que recrean los ambientes y colores hamiltonianos.
Habría que recordar que en la autobiografía de Gide aparece el siguiente fragmento: "Supe pocotiempo después que (Ferdinand) Héraid y Louys habían hecho un buenviaje y permanecido en Biskra (Argelia) justamente el tiempo necesariopara enfermar de calenturas, pues allíhace un calor infernal) y llevarse aV1ériem, con quien se instalaron enlas puertas de Constantine. Allí fuedonde Pierre Louys acabó de escribirsus exquisitas Chansons de Bilitis,que me dedicó en recuerdo de Mériem Ben Atala; yeso es lo que significan las tres misteriosas letras que siguen a mi nombre en la primera página del volumen. Aunque Mériemno es exactamente Bilitis, pues muchos de esos poemas estaban escritos(si bien recuerdo) antes de la partidade Louys para Argelia, no obstanteella circula a través del libro y la reconozco con frecuencia" (Si la semillano muere, p-231). Mériem era una putita argelina que ante los arrobos dePaul Laurens y André Gide terminópor fascinar al "pervertido" PierreLouys.
Las canciones de Bilitis estabanmuy lejos de los puritanismos sáficosde Dorothy Strachey, quien en suOlivia aún se respiraban los hedoresmalsanos de la Inglaterra victoriana,pese a '1ue el libro fue escrito muchos años después de ese período siniestro; Louys las escribió como uncántico decadente a los juegos púberes de unas adolescentes en celo quecomienzan a reconocer los deleitesdel amor prohibido (aunque suene atelenovela, para guardar cierta ligacon las maneras antiguas). En esas circunstancias la película de Hamilton yHenri Colpi (ex editor de Alain Resnais y realizador de Una tan larga ausencia y Codine) es vomitiva por su
asepsia y su preocupación constantepara que los personajes nunca dejende estar en una composición adecuada. La rigidez es total, las niñas semueven como si estuvieran muypreocupadas por no desencuadrarse,y Hamilton se deleita con sus hermosos rostros y cuerpos que agradaríana cualquier señor o señora burguesade las Lomas.
Brian de Palma en Carrie (1977) había parodiado ese "estilo inmaculado" de David Hamilton en una de lasprimeras secuencias de su cinta: SisiSpaseck (Carríe) se ducha después deuna justa deportiva, el agua cae sobre su cuerpo con los tonos apastelados del británico, de pronto todo sequiebra, la ilusión se rompe y aparece el verdadero interés de De Palma:el horror de la sangre y si es menstrual más aún. Lo demás está en la película.
Bilitis es un folletón sonrosado quepoco le debe a Pierre Louys quienaún debe retorcerse en su tumbaante los crímenes que se perpetranen su nombre.
EL GLADIADORDE ACERO BLASONALOCAS ÉPOCAS
POR GUILLERMO SHERIDAN
Gladios, dos números, México, 1916. DirectorLuis Enrique Erro. Editores: Carlos Chávez,Carlos Pellicer, Octavio G. Barreda y otros. Primera edición facsimilar del Fondo de CulturaEconómica, México, 1979. (En la misma ediciónse incluye el único número de La Nave).
La curiosidad dispuesta a seguir alreojo se detiene en un gladiador,medianamente dibujado por un talJan Stika, olvidado cronista de revistas familiares: se trata de la sección Ide la revista Gladios dedicada a las I"Reproducciones" que incluye a Ieste gladiador de bigote, agobiado Ipor un casco de metal, red al ham- /.bro, inmensos bíceps, la mirada perdida y el gesto escéptico. En esa i~a- ,/gen vio representada <:arlos Pell,cer-tenía entonces 17 anos- toda [a ¡