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Foto: Archivo Torres Montero DOMINGO 23 de noviembre de 2014 / Núm. 191 Editor: Rael Salvador Diseño: Arturo Corpus[email protected] Por Gabriel Ríos Cortés Foto: Cortesía

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DOMINGO 23 de noviembre de 2014 / Núm. 191Editor: Rael Salvador • Diseño: Arturo Corpus• [email protected]

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2 DOMINGO 23 de noviembre de 2014

No. 191/ 23 de noviembre/ 2014

Suplemento Cultural de

Por Elia Cárdenas

Recorrí un desierto desconocidoUna tierra agresteViajé con incertidumbreEncontré fuerza, miradaprofunda.

No es un espacio donde florecer

Es una planicie llena de guijarros cortantes Aristas provenientes de caminos anterioresLa ternura es recibida en respuesta unilateralEl resultado será la soledad sólo para uno.

[email protected]

TIERRA AGRESTE Es una planicie llena de guijarros Es una planicie llena de guijarros

TIERRA AGRESTE Es una planicie llena de guijarros Es una planicie llena de guijarros

J C*

E l poemario Eterna brevedad (2014), de Lauro Acevedo, nos aproxima a una atmós-

fera intimista en el que cada deta-lle, instante, claroscuro y humedal

son entretejidos por una poética rica en imágenes, lenguajes y ritmos. El título es la invitación para adentrarse a la ober-tura del tiempo, des-plegado en el cuerpo y su percepción.

Los apartados de este libro es-tán construidos desde la sutileza y lo diáfano, sensaciones fugaces, recuerdos, memorias y momen-tos de la existencia que gracias al poeta encuentran su lugar en la sensibilidad humana a través de la escritura.

Versos aparentemente sencillos, pero envueltos por un enigma que va más allá de conceptos y sentidos lógicos de la razón. La poesía aquí alude a otro lenguaje de sombras y silencios, anti-conceptos y ausen-cias que circundan la vida, apenas aprehensibles por el poeta captu-rador de palabras como mariposas que vuelan en la mente.

Versos que pueden hablar de amor, de angustia, de nostalgia, pero que en momentos parecieran disolverse en la inconmensurabili-dad de la emoción, ese punto hueco donde las palabras salen sobrando.

Y sólo quedan el suspenso, el arrojo, la entrega.

Poemas breves en su lectura, pero cargados de ecos que a veces se alargan hasta alcanzar misterios, resonancias al interior de nosotros. Embellecidos y fugaces, hablan también desde su mudez, cobran su anti-sentido en el silencio de la incomprensión. El sentido de los poemas se torna otro. Habla en otro código a la mentalidad. Murmuran desde su “lengua des-lenguada”, como lo diría José Luis Pardo; gritan su mutismo desde una garganta fantasmal, la que ca-lla en los espacios, los tiempos, las sombras, las luces, las aguas. Soplo de presencia en el vacío.

Aquí es donde el poema adquie-re vida propia frente a su autor, se rebela y se revela como � ujo del éter capturado en la escritura, es la manera que tiene el poema de decirnos que la poesía no nos per-tenece, somos apenas los cuerpos que la hacen posible, pero una vez liberada en lenguaje, causa estragos, nos afecta o nos pasa de largo. Y al ser cifrada desde la gramática se nos escapa de las manos, de la voz, de los labios: vuelve a su procedencia. La poesía se repliega al poema, tiempo mítico, eterna brevedad del eterno abrevadero. A pesar del mérito al poeta, a este sólo le queda el triste y, a veces, vanidoso o� cio de la repetición, tratando a los poemas como sus propiedades privadas, sus

parcelas imaginarias, sus pírricas conquistas. ¿Pero quiénes somos para negar lo que nos satisface?

Celebro en este poemario su sencillez y también muchas de sus imágenes, algunos de sus ver-sos, que son como puntos de fuga hacia horizontes que se presienten más allá del cuerpo. Y, si bien, una crítica posible a este libro sería por mantenerse dentro de lo poética-mente correcto, en cuanto a los

términos for-males de la literatura, la poesía, el arte y sus sentidos de creación es-tética (eco de una poesía lírica que reivindica su lugar en el presente), la dedicación y agudeza con la que está construido renueva la vitalidad de su autor, a quien se le agradece que siga cultivando y entreabrien-do esa obertura sensible que es la poesía, a pesar del horror, a pesar de la guerra, pues en ella persiste la eterna brevedad de una vida que se atreve a vivir, y dejar su testimonio en estos poemas.

[email protected]

*Poeta y ensayista,radica en Tijuana, B. C.

ETERNA BREVEDADDE LAURO ACEVEDO

Oberturadel tiempo

“La poesía aquí alude a otro

lenguaje de sombras y silencios”

términos for-“La poesía aquí

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Dirección GeneralJorge Camargo

Director EditorialAriel Montoya

EditorRael Salvador

Editor de FotografíaJorge Calderón

Críticos / Colaboradores Héctor García Mejía, Marcela Danemann, Ruth Gámez, Arnulfo Estrada, Federico Campbell (†), Olga Aragón, Javier Cruz, Jorge L. Osiris Fernández, Gerardo Sánchez, Montserrat Buendía, Sergio Gómez Montero, Elia Cárdenas, Jesús López Gorosave, Patrick Liotta, Paúl Nazar, Renata Sández Oseguera, Lauro Acevedo, Benjamín Pacheco, Heberto J. Peterson L., Iliana Hernández P., María Eugenia Bonifaz de Novelo, Enrique A. Velasco Santana, Mélida ojeda López, Kepa Murua, Dr. David Rodríguez de la Peña, Ana M. Mora, Herandy Rojas, Manuel Guillén, Alina I. Gallardo, Ramiro Padilla, Daniel Salinas, Óscar Ángeles Reyes, Gerardo Ortega, Deÿ López, Aldo Calderoni Etcheverri, Elba Jordán S., Gabriel Ríos C., Diana Venegas, Fernando Macillas T., Jaime E. Delfín V., Manuel Quintero, Eduardo Cruz Vázquez, Norma Herrera, Jorge Valenzuela, Miguel Lozano, Jhonnatan Curiel.

Corresponsal en FranciaCony Singüenza

Corresponsal en ItaliaFerdinando Scianna

Corresponsal en ChileRamón Ángel Acevedo, “Rakar”

FotografíaEnrique Botello

Correo electrónico [email protected]@elvigia.net

Teléfonos para publicidad120.55.55, ext. 1023Ensenada, B.C. México.

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3DOMINGO 23 de noviembre de 2014

EN EL PAREDÓN

LO QUE PASA EN MI PATRIA

Por Eduardo Cruz Vázquez

QUIERO HABLARLES de la patria que llevo dentro. Gracias.

Debo reconocer que, por principio, no cabe toda en mi cuerpo, mucho menos en mi cerebro. Moriré sin conocerla ín-tegramente, paso a paso, en cada uno de sus pliegues. Como se merece y como lo merezco. Me consuelo pensando que muy pocos lo habrán logrado a lo largo de la historia. Territorio tan vasto, con gente tan distinta, llena de tesoros e inmundi-cias, quizá por eso mi querido tío Manuel solía decir ante las adversidades, en tono de salvoconducto: “Por mí que se acabe el mundo, que yo me largo a Guaymas”.

En esta pequeña patria que me habita hace años que se acabó la con�anza. Uno de los valores más preciados para todo el que quiere vivir bien y de buenas. Andar los días, las semanas, los meses y los años entre descon�anzas, carcome de pies a cabeza. Recobrar la con�anza es tan difícil como acabar con la pobreza y con la medianía. En mi México hay demasiada gente con nada y muy poca con un chorro. En la nada se promueve de maravilla la destrucción; en el chorro y la medianía, también.

En mi mexiquito advier-to que desde hace buen tiempo nace gente destrui-da. No acaban de asomarse al cuerno de la abundancia, cuando ya están echados a perder. No tienen remedio. Y por eso cuando les llega la edad, se dedican a las maldades. No tienen manera de sentirse en la patria impecable y diamantina. Ha-cer daño se convierte en una condición para pasar las horas. No importa cuántas. Tanta maldad acumulada se extiende del cabo al rabo y se convierte en eso que genera desenfreno: poder.

Cuando se trata de poder, en mi Repú-blica Mexicana asoman las personas del o�cio político. Dicho de otra forma, los que gobiernan. Les digo entonces que en mi sistema desapareció la �gura del Presidente. No se cuánto llevo sin Primer Mandatario. Y la �gura que alcanzo a ver es tan pequeña, que ni le creo, ni le hago

caso, ni le tengo con�anza. Desde la pa-tria que me habita subrayo que yo no lo elegí. Tampoco a los demás gobernantes.

Que su diario actuar me deprime. Mucho menos fue mi decisión tener los capos que tengo, ni los empresarios que ejercen el poder y gobiernan a chorro tendido.

La parte que me co-rresponde de los Estados Unidos Mexicanos es promotora de alejarnos de la nada, de la medianía y del chorro. De la triste-za, de las desapariciones, de los secuestros, de los encapuchados, de las lla-mas, de las pintas, de los plantones, de los narco-

tra�cantes, de los secuestradores, de los paros, de las suspensiones de labores, de los cierres de carreteras, del asalto, de la violencia, de los sobornos, de los moches, de las marchas.

En mi norte y mi sur, en mi este y mi oeste, de los Estados Unidos de Nortea-mérica, a Guatemala y Belice, a los mares Caribe, Atlántico y Pací�co, y más para allá también, no caben las policías y el Ejército. Me fueron impuestos como los políticos. Soy inmensamente infeliz por ello y por todo lo demás que muchos ayeres y hoy ocurre. La nación que me recorre tiene que batallar en contra de quienes le hacen daño. ¿Y yo qué hice para merecerme este México?

[email protected]

ALEATORIEDADES

ÁNIMAS REVUELTAS

Por Daniel Salinas Basave

“UN DÍA LEÍ UN LIBRO y toda mi vida cambió”. ¿De verdad? Sí, lo sé: la primera frase de Vida nueva del turco Orhan Pamuk puede parecer grandilocuente.

Una vida no suele cambiar de golpe y porrazo por la lectura de un libro, pero aunque te cueste trabajo creerlo, mi cami-no como lector no volvió a ser el mismo a partir de la noche de otoño en que topé con esta frase: “La población estaba cerrada con odio y con piedras”. Los párrafos de aquel relato, contenido en la antología El cuento hispanoamericano, de Seymour Menton, entraron a mis sentidos como los tragos de un mezcal pendenciero, sal en carne viva, carbón ardiente.

El epígrafe de Dostoievski fungía como heraldo de las puntas a�ladas que me aguardaban. Aquella prosa se revelaba on-tológicamente desgarradora y asesina como el Death Metal que envolvía mi adolescencia suicida en el octubre regio de 1992.

El cuento matador se llama Dios en la tierra y su autor es José Revueltas. Yo tenía 18 años y, a partir de aquella noche, algo se revolvió para siempre en mi alma.

Me volví un cazador de la obra de ese pró-fugo compulsivo, pero mentiría si dijera que todos sus libros me apasionaron al mismo nivel. Debo confesar que también encontré algunos textos de regulares a pres-cindibles, principalmente los ensayos políticos.

Con todo, los cuentos de Dios en la tierra o Dormir en tierra me siguen pare-ciendo, hasta la fecha, las cumbres más extremas y matadoras de la narrativa mexicana.

Hablando de novelas, las únicas páginas que pudieron acercarse al latigazo inicial de Dios en la tierra fueron las de El luto humano: “La muerte estaba ahí, blanca, en la silla, con su rostro”. Mis insomnes obse-siones adoptaron la imagen de una parca poseyendo lentamente el cuerpecito de una niña que arde en �ebre dentro de un jacal a punto de inundarse. El hombre como briz-na de polvo, vela en la tormenta del caos universal. Aunque pocos lectores hablan de ella, Revueltas tiene una breve novela tijuanense: Los motivos de Caín, la confe-sional historia de un veterano de la guerra de Corea a quien el narrador encuentra en

una calle de Tijuana. “Éste debía ser el distrito comercial de

Tijuana, se dijo Jack. Una ciudad del todo desconocida para él. Tiendas, farmacias, cantinas al estilo del Far West, que daban la impresión de no tener nada por detrás, en efecto, como los escenarios de una película del Oeste. De pronto Jack sintió que estaba, sin duda alguna, dentro de un mundo absolutamente espantoso”. Así se

re�ere Revueltas a Tijuana en esta noveleta de 62 pági-nas. A medio camino entre un aguafuerte de Goya y el dilema obsesivo de un personaje dostoievskiano, la prosa de este marxista-leninista se asemeja por

momentos a un relato bíblico. En el prólogo a la edición de 1961 de Los

muros de agua, logra una atmósfera aterra-dora al describir un leprosario de Guada-lajara. El horror se mani�esta como una sombra omnipresente, la terca intuición de lo que vendrá, re�ejada en los grandes ojos petri�cados de un leproso.

Revueltas es en mi vida un narrador de eterno retorno; como un designio irreme-diable vuelvo cada cierto tiempo a abrevar en su prosa, y esta noche en que el barbón de Santiago Papasquiaro está a punto de cumplir 100 años, a mí no me ha quedado más remedio que tomarme un par de mez-calitos a su salud.

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“Revueltas tiene una breve novela tijuanense: Los

motivos de Caín”

“No se cuánto llevo sin Primer Mandatario. Y la figura que alcanzo a ver

es tan pequeña, que ni le creo,

ni le hago caso, ni le tengo

confianza...”

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4 DOMINGO 23 de noviembre de 2014 5DOMINGO 23 de noviembre de 2014

Enmarcado en el confl icto Chino-tibetano, el poeta se observa como ingi (extranjero): que no

pertenece a una nación

G R C

T enzin Tsundue es un tibetano que reside en la India. Nació allí, pero él, por los lazos que lo unen a su nación, se considera tibetano; es una

de las personas que está ligada a un territorio por sus costumbres, tradiciones, cultura.

Los tibetanos exiliados en Dharamsala, In-dia, tratan de mantener su identidad, aleján-dose en cierta forma de las costumbres de las

familias indias; tienen escuelas especiales donde se les enseña tibetano.

Tenzin es uno de los pocos poetas que escribe en inglés, y lo hace para que las demás

personas conozcan la situación del exilio de los tibetanos. Publicó un libro de poemas con la ayuda de la Universidad de Mumbai, India.

Con el ensayo Mi tipo de exilio ganó el con-curso de la revista Outlock-Picador que se rea-lizó en la India. Sus poemas se han publicado en varias revistas literarias. Tenzin colabora en la actualidad con el movimiento Tíbet Libre y traduce la poesía de los tibetanos al inglés,

para que se conozca en otras regiones. Mumbai es un importante centro cultural

donde residen varios de los poetas indios que escriben en inglés; muchos de ellos se han dado a conocer debido a los programas de las universidades o las publicaciones, esca-sas, de los libros que editan e Oxford Press o Penguin Books. Algunos de ellos han residido en el extranjero y, aunque saben que podrían tener más éxito fuera de su país, regresan.

Este es el caso de Adil Jussawala, reconocido poeta parsi que vive en Mumbai y es uno de los pocos que se encarga de mantener viva la poesía en esta ciudad; él es uno de los que ha apoyado a Tenzin.

De este tipo de literatura se ha traducido muy poco al español; sólo se conocen algunos tex-tos de novelistas indios que escriben en inglés como Salman Rushdie, Vikram Steh, Arundha-ti Roy, Tagore, Amita Gosh y Anita Desai.

Nada o casi nada se ha traducido de las lenguas vernáculas (la Constitución reconoce sólo 18) que muestran la fascinante sociedad de la India, que con sus contrastes y magne-tismo dejan ver otro país, el cual está fuera de la idea de los años sesenta, tan explotada por la mayoría de la gente.

I am more of an indian. / Except for my chinky tibetan face.

Testimonio de Tenzin Tsundue: «Si me pre-guntan de dónde soy, no sabré qué responder. Siento como si realmente nunca hubiera perte-necido a ninguna parte. Nací en Manali, pero mis padres viven en Karnataka. Terminé mi en-señanza primaria en dos escuelas distintas, en Himalaya Pra-Dech, y mis estudios posteriores me llevaron a Madrás, Ladakh y Mumbai. Mis hermanas están en Varanasi, pero mis herma-nos en Dharamsala. Mi Certi� cado de Registro (permiso de residencia) dice que soy un extran-jero de ciudadanía tibetana que vive en la In-dia. Pero el Tíbet, como nación, no aparece en ninguna parte en el mapa político mundial. Me gusta hablar tibetano, pero pre� ero escribir en inglés; me gusta cantar en hindi, pero mi tona-da y acento se escuchan mal. De vez en cuando alguien se acerca y me pregunta de dónde soy... mi desa� ante respuesta –“tibetano”– sólo eleva sus cejas... Soy bombardeado con preguntas, declaraciones, dudas y condolencias. Pero na-die puede entender el simple hecho de que no tengo casa ni espacio en dónde hablar y que para el mundo, tan grande como es, siempre

seré un refugiado político. «Cuando éramos niños, en una escuela

tibetana ubicada en Himalaya nuestros maestros solían narrarnos cuentos acerca del sufrimiento de los tibetanos en el Tibet. Siempre se nos dijo que éramos refugiados y que todos nosotros llevábamos una gran “R” en nuestras frentes. Eso no hacía mucho efecto entre nosotros, quienes sólo quería-mos que la maestra se apurara y terminara su plática para no tener que estar parados bajo el sol caliente con nuestro cabello aceitoso. Durante mucho tiempo en verdad creí que nosotros éramos un tipo de gente especial que llevaba una “R” en nuestras frentes. Éra-mos distintos a las familias locales indias que vivían alrededor del campo de la escuela; de la familia del carnicero, que mataba vein-tiún ovejas y gallos cada mañana (cuando los gallos cantaban con su garganta a medio cortar, desde la parte trasera de la carnicería, tirábamos piedras al delgado techo). Había otras cinco familias que vivían cerca; tenían huertos de manzana y ¡parecía que sólo co-mían manzanas de distintas formas! En la escuela nunca veíamos más gente que a no-sotros mismos y a pocos ingis (extranjeros),

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quienes nos visitaban de cuando en cuando. Tal vez la primera cosa que aprendí en la es-cuela: no pertenecíamos a este país.

«Aún me falta por leer el Intérprete de Mala-dies, de Jhum-pa Lahiri´s. Cuando ella habló acerca de su libro, en una revista, dijo que el exilio creció con ella y al parecer eso era lo que pasaba conmigo. De toda la gama de las películas en hindi, yo esperaba con ansias una muy particular, Refugiado, producida y diri-gida por J. P. Dutta. Hay una secuencia en la cinta donde pintan de manera muy elocuente nuestra situación, cuando un padre cruza la frontera con su familia para llevarla a la nación vecina, y lejos de tener una vida confortable, es un sobreviviente. Pasa suceso tras suceso, hasta que viene una escena donde las autoridades lo toman cautivo y cuestionan su identidad. Él, rompiendo a llorar, responde: “Wahan ha-mara jena mushkil ho gaya tha, isilive hum yahan aye, ab yahan bhi... Kya Refugee hona huna hain?” (Las cosas se pusieron difíciles allá. Tuvimos que venir aquí y ahora también aquí... ¿es un crimen ser refugiado?). El o�cial de la armada enmudeció»

And meanwhile through the years / Our unbu-ried dead eat with us / Followed behind through bedroom doors.

Abena P. A. Busia: «Los tibetanos refugia-dos, como otros inmigrantes de Asia que van al Occidente, trabajan duro para ganarse la vida en ese ambiente, altamente mecanizado y competitivo. Un viejo estaba muy contento cuando encontró un trabajo donde le pagaban lo su�ciente para no representar un gasto fuerte a los escasos recursos de sus familiares. Era el encargado de presionar un botón cada vez que escuchara un bip. Estaba impresionado por te-ner que hacer esta tarea tan trivial durante todo el día. Se sentaba ahí con un rosario en la mano, murmurando suavemente sus oraciones. Por supuesto, oprimía el botón religiosamente cada vez que oía el bip (perdónalo, oh señor, no sa-bía lo que hacía). Unos días después, lleno de curiosidad, le preguntó a su compañero de tra-bajo para qué servía el botón. Le dijo que cada vez que oprimía un botón le cortaba el cuello a un pollo. Inmediatamente dejó el trabajo.

«En octubre de 2000 (hace 14 años), el mun-do volvió la mirada hacia las Olimpiadas de Sydney. En el hostal, “ese día” todos estábamos pegados frente a la televisión, ansiosos de ver la ceremonia inaugural. A la mitad del evento me di cuenta que no podía ver con claridad, sentía mi cara mojada. Estaba llorando. No, no era el hecho de que ansiara estar en Sydney, en el esplendor de la atmósfera o en el espíritu de los juegos, traté duramente de explicar a los que estaban alrededor. Ellos no pudieron

entender, no pudieron siquiera empezar a entender... ¿cómo podrían? Pertenecían a una nación. Nunca tuvieron que concebir su pér-dida, nunca tuvieron que llorar por su país. Ellos pertenecían y tenían un espacio propio no sólo en el mapa mundial, sino, además, en las Olimpiadas. Sus compatriotas podían marchar orgullosamente, conscientes de su nacionalidad, con sus vestidos nacionales y su bandera nacional que volaba alto…

Night come down, but your stars are missing.

«Neruda habló por mí cuando, silencioso, estaba bañado en lágrimas. Callado, viendo el resto del espectáculo, me sentía pesado y sin aliento. Ellos hablaban de términos sin fron-teras y de construir una hermandad a través del espíritu de los juegos. Desde el confort de sus hogares hablaban de reunirse para formar una única humanidad y desa�ar fronteras. ¿Qué podía yo, un refugiado, decir, excepto del deseo de regresar a casa?

«Mi hogar es algo real. Está ahí, pero a la vez está muy lejos. Es el hogar que mis abuelos y padres. Es el valle donde mi Popo-la y Momo-la tenían sus granjas y muchos yaks, donde mis padres jugaban cuando eran niños. Mis padres ahora viven en Karnataka, un campo de refugiados. Se les dio una casa y tierra para labrar. Sembraron maíz, su producción anual. Una vez, cada par de años, por unas pequeñas vacaciones los visito. Cuando estoy con ellos les pregunto acerca de nuestra casa en el Tibet. Ellos me hablan de ese día fatal, cuando estaban jugando en el pasto verde y fresco de Chang-thang, mientras pastoreaban sus yaks y ovejas, y cómo tuvieron que empacar y huir. Todos dejaban sus chozas, pues había un secreto a voces, en el sentido de que los chinos estaban

matando a cuantos se encontraban en su ca-mino. Los monasterios estaban siendo volados, había robos desenfrenados, todo era un caos. Se podía ver el humo de las villas distantes, había gritos en las montañas. Cuando dejaron sus chozas tuvieron que caminar a través de los Himalayas y luego a la India, y sólo eran unos niños. Sí, fue excitante, pero también sintieron mucho temor.

«En la India trabajaron en la construcción de caminos en Masumari, Bir, Kullu y Manali. El camino más extenso y largo del mundo, cu-bierto de chapopote y que va de Manali hasta Ladakh, fue construido por los tibetanos. Mis padres me dijeron que cientos de tibetanos con los que se encontraron en la India mu-rieron en esos primeros meses. No podían soportar el calor del verano y el monzón los agarró con poca salud. Pero el grupo vivió y hubo muchos cambios a lo largo del trayecto. En alguna parte, durante la jornada, a un lado del camino, en una tienda provisional, nací yo. “¿Quién tenía tiempo de registrar el nacimiento de un niño cuando todos estaban cansados y hambrientos?”, dice mi madre cada vez que pregunto por mi cumpleaños. Hasta que fui admitido en la escuela fue cuando me dieron un día de nacimiento. En tres diferentes o�-cinas se hicieron registros, y ahora tengo tres fechas de nacimiento. Nunca he celebrado mi cumpleaños.

«El monzón es bienvenido a nuestra granja, pero no a nuestro hogar. El viejo techo de tejas de cuarenta años gotea y en la casa tenemos que trabajar colocando vasijas y cubetas, cucharas y vasos, recolectando el dountry de los dioses de la lluvia, mientras Pa-la sube al techo tratando de llenar los huecos y remplazar las tejas rotas. Pa-la nunca piensa en renovar el techo com-

pleto utilizando algunas hojas de asbesto. Dice que pronto regresaremos al Tibet...

Money plants crept in through the window, / Our house seems to have grown roots, / e fences have grown into a jungle, / Now how can I tell my children / Where we came from.

«Recientemente me encontré a un amigo, Dawa, en Dha-Ramsala. Hacía un par de años había escapado a la India después de haber sido liberado de una cárcel china. Me habló acerca de sus experiencias en la prisión. Su hermano, un monje, fue arrestado por poner carteles de “Tibet Libre”; tras ser torturado reveló el secreto acerca de la existencia de Dawa. Éste fue encarcelado sin juicio alguno por cuatrocientos veintidós días. En ese en-tonces tenía veintiséis años. Por algún tiem-po, Dawa había trabajado para la burocracia china. Lo llevaron del Tibet a Beijing para su educación formal; ya desde temprana edad, como hasta ahora, solía reírse de los débiles esfuerzos de los chinos para adoctrinarlo en sus creencias en el comunismo y cambiar el modo de vida de los tibetanos. Por fortuna, en este caso, los esfuerzos de los chinos no fructi�caron.

«Un amigo cercano de la escuela recibió una carta que lo puso en la situación más difícil de su vida. La carta, de su tío, decía que sus padres, quienes estaban en el Tíbet, habían conseguido permiso para ir a una peregrinación a Nepal por dos meses. Tashi, después de recoger a su hermano en Dharamsala, fue a Nepal para en-contrarse con sus padres, a quienes no había visto desde su huida hacia la India hacía veinte años. Antes de irse, Tashi me escribió que iba a ver a sus padres, pero no podía recordar cómo eran ellos... yo sólo era un niño cuando fui llevado a La India con mi tío, y de eso ya pasaron veinte años...

«Recientemente recibió otra carta de su tío en Nepal. Dice que su madre murió en el Tibet hace un mes…

«Vi a los alemanes derramar lágrimas de alegría cuando las familias separadas del Este y Occidente �nalmente se reunieron y abra-zaron por encima del muro derrumbado. Los coreanos rebosan lágrimas de alegría porque la frontera que dividía a su país en Norte y Sur por �n ha desaparecido; sin embargo, temo que las familias separadas del Tibet nunca se vuelvan a encontrar. Los hermanos y hermanas de mis abuelos fueron dejados en el Tibet. Mi Popo-la murió años atrás. ¿Acaso mi Momo-la podrá ver alguna otra vez a sus hermanos y hermanas? ¿Estaremos juntos para que ella pueda enseñarme nuestro hogar? »

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6 DOMINGO 23 de noviembre de 2014

H P L.

J osé tomó en sus manos la urna que contenía las cenizas de su padre. Esto marcaba un hito en su vida

personal y familiar.Alberto había sido un hombre suma-mente difícil y, conforme pasaba José

de ser un niño a hombre, la relación fue aún más tirante, sobre todo al constatar que la re-lación con Norma, su madre, estaba naufra-gando y él no podía estar indiferente frente a ello... cuando valora-ba la dignidad que su

mamá asumía frente al problema, a la infidelidad.Pasaron los días y las semanas y, triste decirlo, la paz había llegado al hogar no en las circunstancias que José y Norma hubieran querido. Sin embar-go, en aquellos momentos de soledad, donde estás solo contigo mismo, José se sirvió un tequila, se arrellanó en un sillón y dejó que en su mente desfila-ran algunos recuerdos: unos dolorosos, otros alegres, y pensaba: “Qué compli-cada es el alma humana, un complejo lleno de contradiccio-nes de donde a veces pueden aflorar actos llenos de nobleza, ex-presiones de amor y... expresiones grotescas, actitudes violentas. Escudriñar el alma es sumamente difícil, a veces tiene dos caras, como las monedas”, y se preguntaba: “¿Por qué, padre, tuviste esas expresiones que refle-jaban quizá tu propia lucha interna, que te violentaba y, a veces, querías reparar sin decir nada, queriendo, equivocadamente, comprar nuestro amor? Ése no era el camino”. Un llamado de su esposa Monserrat, siempre dulce y cariñosa, lo volvió a su presente y salieron a caminar tomados de la mano al parque contiguo a su casa para despejar la mente, dialogar y oxigenar sus pulmones.Monserrat, siempre prudente, respe-taba la relación madre-hijo y procura-ba obsequiarles un ambiente cordial para mantenerlos unidos, más ahora que Norma necesitaba alimentarse de amor.Norma y José se dieron cuenta de que

Alberto había dejado todo arreglado, asegurándole a Norma su tranquilidad económica, lo mismo que a José.Pasaron los meses y estando cenando los tres en casa de Norma llegó a la conversación el recuerdo de Alberto,

los sentimientos en-contrados se hicieron presentes. José abrió una botella de vino Merlot y, ya en el pos-tre, Monserrat decidió expresarse y les dijo: “Propongo que uste-des dos, al evocar a mi suegro, sólo se alimen-ten con el recuerdo de los momentos gratos y dejen junto a las cenizas la otra cara de la mone-da, y juntos cultivemos

la felicidad que nos corresponde cons-truir. Levantaron sus copas y brindaron por ello.Sólo Dios sabe lo que hay en el alma de cada quien. Nos hizo libres al grado tal que podemos negarlo, pero también se dice que el juicio final es el de Él... y có-mo su amor nos rebasa y nos trasciende, quizá unos instantes antes de entregar el alma nos abra un espacio de arrepen-timiento, ya que somos imperfectos.Sólo Dios sabe nuestra íntima historia, nuestras motivaciones, las flaquezas y es el mejor psiquiatra del alma.Sólo Dios...

[email protected]

Ocupación: Freelance Photographer.Residencia: Tijuana, Baja California.

La Foto de la Semana es un reconocimiento que se otorga por el mayor número de votos, avalando

el dominio del tema, en el sitio de Facebook Fotografía Diaria.

FOTO DE LA SEMANA: CONTRALUZ

JOSÉ LUISPARRA

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SÓLO DIOS…

“Se arrellanó en un sillón y dejó que en su

mente desfilaran algunos

recuerdos: unos dolorosos, otros

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7DOMINGO 23 de noviembre de 2014

Por Gerardo Sánchez G.SER VIVO DESCOMUNAL, fabuloso, camaleónico e indomable, el Lenguaje crece, cambia, se transforma, se empo-brece y se enriquece cotidianamente; se ajusta a la realidad y, a la vez, la transforma.

Hace veinte años, ¿quién hubiera utili-zado los verbos tuitear, goglear, chatear, textear, fotochopear? Nadie, porque no existían los instrumentos tecnológicos que le dieron origen. (¿Cuántos ejer-cen o recuerdan actualmente el verbo telegra� ar?)

Neologismos, palabras nuevas, re� ejo de una determinada era tecnológica, que engendró expresiones verbales cotidianas y comunes: yo tuiteo, tú tex-teas, nosotros chateamos, ellos goglean, él está fotochopeando.

La economía del habla ha convertido los largos conceptos de: mándale un texto, en la expresión ágil y rápida de texteale o, bien, vamos a comunicar-nos a través del chat, se sintetiza en chateamos. ¿Qué está haciendo Fu-lano? Está fotochopeando la imagen de su novia...

Otro ejemplo, un verbo que re� eja la corrupción gubernamental y el humor negro nacional: ilicitar, que proviene de licitar, acción que –en la mayoría de los casos– del sistema político mexicano es un acto ilícito, tramposo, amañado. Ellos licitan y después ilicitan.

Semejante al carrancear, acción verbal para describir el acto o� cializado de ro-bar durante el periodo de la Revolución Mexicana –y aún después de ella– en homenaje a Venustiano Carranza, por su a� ción al robo y a la tranza.

Pícaro y de doble sentido: abulteriar: acto carnal que deja un bulto de nueve meses.

Otros tres verbos nuevos, divertidos y espléndidos –al menos para este co-lumnista– que surgen de adjetivos y de sustantivos, respectivamente.

El primero: mamonear. “Ya llegó Fulano y luego luego a mamonear”, lo que se re� ere no sólo al que es mamón, sino que ha convertido su comportamiento pedante y grosero en acción que lo de� ne y lo iden-

ti� ca.El segundo es digno

de una tarde solitaria, gris y fría: nostalgiar. Proviene del ejercicio y la práctica de la nostal-gia, aunque su conjuga-ción sea complicada y algunos de sus tiempos sean todavía de difícil aceptación: “Esa can-ción hizo que nostal-

giaramos toda la tarde”.Finalmente: Gatuperiar, escribir y/o

leer, solamente por el gusto de tener que hacerlo, o por no tener nada mejor que hacer.

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GATUPERIOPALABRAS NUEVAS

“¿Qué está haciendo

Fulano? Está fotochopeando la imagen de su novia...”

Por Alan Gorosave

(1917-1976)

M i Mulegé vetusto y empolvado;lugar inexpugnable y de misterio;los brazos del bermejo te cercenan

partiendo en dos tu grave geografíacual si arrancar quisieran su baselas glorias infinitas de tus huestes.Ya no hay un invasor tan poderosoque pueda altivo desafiar tus iras;todo es paz y remanso;amor y fruta;vestigio hermoso de pasadas luchas;Jardín perenne de olivar y dátil;matiz de una belleza policromaque incrusta en la montana sus fulgores.Evocan cada piedra y cada arenalas lides portentosas de otras tiempos...pasaron a la historia los relatosde campos de batalla improvisadosen la colina agreste de “EI Sombrero”;de bravos aborígenes henchidosde un patriotismo aun no comprendido,de indómitos guaycuras que en defensade un paternal legado libertariodejaron alma y vida con orgullo.Serena sombra el lecho de arroyuelossumerges tu hermosura en la cañada,tu Sanginés... tu templo... tu arroyo ancho,tus risas, tus tristezas, tus encantos;tus hembras muleginas y chapetadas

te antojan legendaria y codiciada.Muleginas; pueblerina nacida entrepeñascos, corriste alborozada porlas márgenesdel undoso arroyal que serpentea,a ver siendo crisálida insegurahoy siendo moza perfumada y bella.Tus alas Muleginas,se posan sutilmente en la florestay manas al tocarlas, ambrosía.Ha mucho tiempo, Mulegé querido,al olvido te vi predestinadoy hoy me convenzo que orgulloso vivessobre la inmensa arena de la historiacantando la verdad de tu pasado,a la vez que sonado el mañanate aprestas a la lucha con denuedopor un futuro halagador y cierto.Tu suelo campesino que no llorapor mas que al sufrimiento se someta,si diez hieren derrama patriotismoy ese suelo, tu suelo campesinoque da savia a tus dátiles y gamaal inmenso jardín en que vegetas,mana esperanza y juventud eterna.Ya nos llegó el momento en que la historiaconfirma tu valor y tu osadía...mientras, vives amado en la concienciade un pueblo que te aclama y te venera.

*Poema escrito en 1965.

Alan Gorosavey el Canto a Mulegé

Enrique A. Velasco Santana

C omo poeta, Alán Gorosave no tiene tra-bajos. El hizo colaboraciones para cade-nas perodísticas de la capital del país y

locales que eran muy buenas. Se basaban en las observaciones, en las experiencias que él tenía en los viajes. “El viajaba con una camarita y una máquina de escribir portátil, de aquellas que se usaban antes, y un radio de transistores. Dentro de estas colaboraciones hay algunos renglones poéticos, dignos de rescatarse; pero escribir poesía, el casi no lo hizo”, afirma el maestro jubilado Adrián Ojeda Escamilla, biógrafo de El

declamador Internacional, Alán Gorosave.“Sólo hace unos 40 años que llegó a Mulegé –continúa Adrián Ojeda– y se sintió muy tris-te de ver tan sucio el pueblo, y como Mulegé tiene una tradición heroica por la defensa que hubo el 2 de octubre de 1847, donde surgen los generales Pineda, Mijares…, cada año este pueblo se declara capital de Baja California Sur por un día y los poderes se trasladan ahí. Entonces Alán se va por ese lado heroico de Mulegé y escribe el siguiente texto que titula Canto a Mulegé”.

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CANTO A MULEGÉ*

Page 8: Por Gabriel Ríos Cortés - badbit.org · lle, instante, claroscuro y humedal ... su anti-sentido en el silencio de la incomprensión. El sentido de ... EN EL PAREDÓN

DOMINGO 23 de noviembre de 20148

NUMERALIA

10 AUDIOLIBROS

PARA CONOCER:

1. El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. 2. Los hombres dichosos,de R.L. Stevenson.3. Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez.4. El conde de Montecristo, Alejandro Dumas.5. Bartleby, de Herman Melville.6. Los viajes de Gulliver,de Jonathan Swift.7. El arte de la guerra,de Sun Tzu 8. La bestia en la jungla,de Henry James.9. Barba azul, de Charles Perrault.10. Niebla, de Miguelde Unamuno.

DETRÁS DE LAS COSAS

OTRA DE “PREMIOS”

Por Óscar Ángeles R.

¿A QUÉ SE DEDICAN los escri-tores? Parece una pregunta obvia. La respuesta también lo es: a todo, y a escribir.

Después de leer en este mismo suplemento (Palabra 189) el texto Premios literarios, de Daniel Sali-nas, me detuve a re�exionar sobre la simplicidad del asunto: hay que generar dinero, y no en un afán de acumulativo, sino simplemen-te para sobrevivir. La situación es que generar dinero requiere de una inversión de tiempo, y ese tiempo se resta a la parte crea-tiva del escritor. Puede ser una calamidad.

Pero los “Premios”, bien dice Daniel, a pesar de su voluble naturaleza, de su naturaleza mul-tifactorial, tienen el encanto de hacernos sentir no sólo alegría, ilusión. No olvidemos que los escritores, quién lo duda, somos personas. Y lo mis-mo pasa con los re-veces que, a los que somos blandos, nos saben a miseria.

También es verdad, uno no escribe por los “Premios”, pensé en ellos cuando comenzó a escasear el dinero (soy yo, ¿o, en verdad, es cada vez más difí-cil para todos sacar los pagos, los gastos?), y cuando llegó uno... Re-cuerdo con claridad esa mañana en la que le compartí a mi esposa (embarazada, para dramatizar mejor la escena) de un Premio Estatal que me supo a “bueno, quizá no seas tan malo”.

Cierto, los escritores escribimos notas publicitarias, corregimos te-sis, trabajos escolares, asesoramos a candidatos para la universidad, hacemos manuales... Vendemos, revendemos, nos aferramos a cualquier sueldo seguro, damos clases... Intentamos adaptaciones de novelas para teatro, intentamos con divulgación de ciencia... Es-cribimos para Palabra por puro amor, y muchas cartas, que son el mejor desahogo que hay.

A veces no parece existir más sa-

lida que ser asalariado, y escribir en los retazos que quedan del día, pero obsesivamente cavilamos historias, buscamos momentos, narramos en lo interno, como si de no enloquecer se tratara. A ve-ces, cuando hay que ir a comprar la despensa, miramos con amor a la cajera e inventamos un per-sonaje que se parezca a ella, pero terminamos haciendo cuentas y la historia que iba al llano de la perversión, termina en una clara enseñanza de economía familiar.

Los escritores que no podemos vivir de lo que escribimos, vamos al vaivén de los azares. No somos

Carlos Fuentes, que subía cada mañana a su estudio, decía Silvia Lemus, como ir al trabajo: “Cin-co horas trabajaba”.

Pocas veces tengo cinco horas sólo para la creación. Y, sin em-bargo, cuando me escapo al café, cuando engaño a las necesidades de la vida (¿cuándo me engaño a mi mismo?), me pongo a escribir la gran novela, la mejor de todas las mías, y cuando la termino me tomo un tequila y me pregunto: ¿Cuánto sobrevivirá sin que la guarde, como las otras, sin pena ni premio, ni editorial, ni gloria?

Pero ahí queda ese placer, esa vivencia magní�ca de inventar, de recrear, de agrandar la reali-dad, de plantear un espacio que se abre en nuestras cabezas como una bomba cuando leemos. Ahí queda esa alegría tan personal de creer haber logrado esa narración, esa emoción de caminar con fan-tasmas.

Y, ¿qué es de los 43 de los nues-tros?

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“Escribimos para Palabra

por puro amor”

MIGUEL LOZANO

E n 1928, Bertolt Brecht estrenó su obra La ópera de tres cen-tavos en Alemania. El título

hacía referencia a una ópera sobre la pobreza, dirigida a todo público, sin importar posición económica. Esta producción teatral tenía ele-mentos musicales compuestos por Kurt Weill. La semana pasada, el ta-ller de ópera de la UABC estrenó la obra con un centavo menos. ¿Dón-de quedó el centavo faltante?

La obra trata de Mack, “El Navaja” (Miguel Zazueta), un notable crimi-nal que se casa con la ingenua Polly Pitchum (Frida García). Esto molesta al padre de la joven (Bruno Caldero-ni), quien controla a los limosneros de la ciudad. Para disolver la unión, el padre de Polly intenta hacer que las autoridades tengan un buen mo-tivo para mandar a Mack a la horca. Pero la amistad de éste con el jefe de la policía, Brown, “El Tigre” (Juan Carlos Villanueva), frustra todos los intentos.

La orquesta sinfónica de la UABC, bajo la dirección de Álvaro Díaz, hizo un excelente trabajo con un reduci-do número de músicos. Las compo-siciones están a medio camino entre la ópera y el teatro musical, con una fuerte influencia jazzístistica. La mú-sica lució en esta interpretación, y dio el perfecto marco para que los cantantes lucieran sus voces, can-tando en el alemán original con un acento muy logrado.

Los actores caracterizados como payasos, dándole a esta comedia negra un aspecto carnavalesco con referencias actuales. Sus actuacio-nes reflejaron este aspecto tragi-cómico. El coro se ocultaba detrás de máscaras usadas por el grupo activista Anonymous.

Las referencias anacrónicas no terminaron ahí. Uno de los números musicales fue transformado en un rap que tuve recepción mezclada. De la misma forma, se referenciaron los recientes sucesos de Ayotzinapa, representados simbólicamente por 43 zapatos rotos dispersos en el escenario.

En la actualidad se busca que una obra esté abierta a interpretación y que los intérpretes tengan la pericia

de mejorar las intenciones originales del autor. En este caso se logró. Los asistentes a La ópera de dos centa-vos contemplaron una obra com-pleta, redonda, bien interpretada. Un esfuerzo notable por parte de los estudiantes, pero también por parte de sus profesores. Ignacio Clapés fue el director vocal, Vannia Cárdenas la escenógrafa y directo-ra de vestuario y Jorge Folgueira el director escénico.

¿Dónde está el centavo faltante? Quizá en la falta de músicos en la orquesta o de intérpretes sobre el escenario. Esto, desde mi punto de vista, es el principal problema con esta producción: Algunos cantantes interpretan varios papeles y, a veces, es confuso saber en qué momento interpretan cual. Esto pudo resolver-se fácilmente con alguna pieza de vestuario llamativa intercambiable al cambiar de personaje. Como se representó no queda del todo claro. Por otra parte, la actriz que interpre-tó a Polly Pitchum, aunque de voz dulce y adecuada para el personaje, difícilmente se escuchaba sobre la música de la orquesta.

Pero aparte de estos pequeños detalles, la obra brilló. Algunas ac-tuaciones, particularmente las de Mariana Bucio, Bruno Calderoni y Fernando de Ita destacaron mucho. La obra no ha salido de mi cabeza desde que la escuché hace una se-mana. Esto es señal de una perfecta armonía entre autores e intérpretes. Me quedo esperando la siguiente producción ansiosamente.

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TALLER DE ÓPERA DE LA UABC ESCENIFICA A BERTOLT BRECH

LA ÓPERA DE DOS CENTAVOS

Foto

: Jos

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