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Fotografía © Lilith von Alexander Art
Por R. Arola y L. Vert
Introducción
Para acompañar este discurso nos serviremos de los co-
mentarios de Emmanuel d’Hooghvorst extraídos de su
estudio sobre los Tarots. Según dicho autor nos hallamos
ante un mutus liber, o libro mudo, que ha sido transmiti-
do a través de los tiempos bajo el velo de la cartomancia.
La adivinación actual sería la corteza vacía de la antigua
mancia o profecía, cuya función, como veremos, es la de
anunciar la Edad de oro, o el mundo porvenir. El tarot
está constituido por cuatro palos, oro, copas, espadas y
bastos, más XXI láminas mayores o arcanos que van des-
de la carta I, el Mago, hasta la XXI, el Mundo. El Loco
está excluido del orden de los números sagrados, por eso
representa al hombre profano. Las cartas del tarot llama-
do de Marsella son las que han conservado mejor el sim-
bolismo de las formas y de los colores principales: azur,
para el espíritu, oro para el cuerpo, y rojo para el sentido.
La interpretación jeroglífica de cada una de las láminas
dependerá de la situación de los colores respecto al dibu-
jo. Aquí se condensa todo un lenguaje, una verdadera
gramática o arte combinatoria, que hay que aprender
para poder leer las diferentes combinaciones, pues tal
como se explica en el Mensaje Reencontrado: “La mezcla
de los elementos que forma las combinaciones múltiples
de la creación, es como la mezcla de cartas de la baraja,
que forma las combinaciones múltiples del juego: los ele-
mentos vuelven a la masa y son después combinados de
nuevo, como las cartas de juego vuelven al mazo y son
redistribuidas sin aumento ni disminución real, pues no
existe ganancia ni pérdida para el inmutable que
ES” (23, 64)
Los jeroglíficos
Según la tradición egipcia, el dios egipcio Thot fue el in-
ventor de los jeroglíficos y también el mítico creador de
las cartas del tarot, otro tipo de lenguaje cifrado que
servía para describir la gran Obra de los alquimistas.
La tierra o los trabajos de Hércules
Los cuatro palos del Tarot simbolizan los cuatro elemen-
tos, si bien en las cartas no están representados los ele-
mentos vulgares sino otros, puros, que los antiguos re-
presentaron bajo la forma de dioses o héroes. En primer
lugar, el as de bastos que representa el elemento tierra.
Hércules, el héroe que debe superar las distintas pruebas
para llegar a la apoteosis, simboliza las etapas la purifi-
cación de este elemento hasta alcanzar la pureza perfec-
ta.
El agua o los viajes del dios del vino
El elemento agua esta simbolizado por el as de copas. Así
mismo, Dionisos, el dios que vino por el mar para traer el
cultivo de la vid a los hombres, personifica este elemento
en su estado puro.
Representación del dios egipcio Thot
As de bastos de la llamada baraja española. Va-
sija clásica que muestra uno de los trabajos de
Hércules.
As de copas de la llamada baraja española. Pla-
to helénico con una representación del dios Baco.
El aire o el dios alado
El as de espadas representa el elemento aire, personifica-
do así mismo por Mercurio, el alado dios mensajero, que
con sus viajes unía la tierra con el cielo.
El fuego o Apolo, el dios solar
Por último, el elemento fuego se representa por el as de
oros y también por Apolo o Helios, el dios solar, que sim-
boliza la culminación de todo el proceso.
El artista filósofo
La carta número uno del tarot representa al Mago (Le
Bateleur), el artista filósofo que inicia la obra y la condu-
ce hasta su final. Según Emmanuel d’Hooghvorst, la in-
tención de los antiguos imagineros era simbolizar el cielo
terrestre, llamado también firmamentum, por eso las
láminas estaban “tarotadas”, es decir, doradas y troque-
ladas o grabadas con un estilete. Eso es visible en la car-
ta de la derecha, en la lámina se de la izquierda se ve la
primera operación del mago: la obtención del oro potable.
La danza sagrada
El proceso termina con la carta número XXI, llamada “El
Mundo”. En ella, una joven y púdica Eva baila sobre un
suelo de oro. La danza tiene algo de divino, no en vano
Orfeo conquistó el mundo cantando y bailando. En la car-
ta también aparecen los cuatro animales que en la tradi-
ción cristiana simbolizan a los cuatro evangelistas, que, a
su vez, representan a los cuatro elementos. En la imagen
de la derecha aparece Cristo en majestad, acompañado
del ejército de los ángeles y rodeado, al igual que la vir-
gen de la lámina del Tarot, por una mandorla donde apa-
recen representados los símbolos de los cuatro evangelis-
tas.
As de espadas de la llamada baraja española.
Pintura mural del dios Mercurio, Pompeya.
As de oros de la llamada baraja española. Mosai-
co romano con la imagen de Apolo sobre su carro.
Versiones de la carta número I, llamada “Le Bate-
leur”. El Tarot de la derecha es de Visconti y el de la
izquierda de Marsella.
Carta número XXI, “El Mundo”. Miniatura caro-
lingia de Cristo en majestad,, Metz, s. IX
El alfabeto
La serie completa de los arcanos mayores del Tarot de
Marsella comienza por “El Mago” y finaliza con la carta
de “El Mundo”. Estas veintiuna cartas al igual que las
veintiuna letras del alfabeto, son jeroglíficos que explican
la creación sagrada representada por las operaciones al-
químicas. En el centro de todo el conjunto aparece la car-
ta denominada “La Fuerza”, por ella se simboliza la
unión de lo fijo o lo volátil, es decir, la reunión de dos
principios opuestos, que se halla en la base de todo el
simbolismo. La dama, que va tocada con un sombrero
cuyas alas dibujan el símbolo de lo infinito, representa el
Alma del mundo que disuelve el oro terrestre representa-
do por el león.
El peregrino
Le Mat o “El Loco” es una carta que no tiene número
pues la creación no ha empezado todavía para este pobre
loco que camina sin rumbo. Emmanuel d’Hooghvorst la
relaciona con la parábola del buen samaritano en-
Lucas 10, 29 y ss. que resumimos a continuación: Un
hombre que descendía de Jerusalén a Jericó fue atacado
por unos ladrones, quienes le robaron y le dejaron mal-
trecho al lado del camino. Los que pasaban por su lado ni
siquiera lo miraban hasta que llegó un samaritano que lo
recogió y lo curó. La tabla del Bosco representa esta
parábola evangélica. Vemos que en ella, al igual que en
la carta del Tarot, el hombre es atacado por un perro. El
animal simboliza las influencias astrales que subyugan
al hombre cuando desciende a la tierra y que lo dejan a
merced de las pasiones hasta que un buen samaritano
venga y lo cure.
“Le Mat”, del Tarot de Marsella. El Bosco, posti-
gos del tríptico “El carro del Heno”, 1516.
La Casa de Dios
La carta número XV se denomina La Maison Dieu y co-
mo se verá es un nombre mucho más apropiado que el
español “La Torre”, pues, efectivamente, la casa de Dios o
atanor es lo que se muestra en la carta. Normalmente se
la considera una carta de destrucción, cuando, en reali-
dad, estaría mostrando la fecundación del atanor por el
fuego celeste, comienzo imprescindible para la obra al-
química. Dos personajes, el maestro y el discípulo, dan-
zan cabeza abajo a causa de su alegría. De este modo
pueden leer los signos inscritos en la tierra filosófica. En
el grabado de la derecha está representada la misma ope-
ración, pero en un leguaje distinto. En el se muestra la
unción de Eliseo por el profeta Elías, operación que pro-
voca la bajada del Espíritu Santo en forma de paloma.
El levantamiento de la aurora
Las cartas que aparecen en la imagen son la continua-
ción del proceso iniciado en la carta anterior. Las tres
cartas “La Estrella”, “La Luna” y “El Sol”, que van de la
XVII a la XVIIII, simbolizan el proceso del alzamiento de
la luz dentro de atanor, hasta su manifestación gloriosa
como el Sol de justicia. Al principio aparece a los ojos del
visionario como una estrella que lo guía a través de la
noche mística, después se parece a la luna, en su pureza,
y por último se manifiesta en todo su esplendor.
La luz corporificada
El Buda dorado simboliza el final de todo el proceso mos-
trado en las cartas del Tarot. Una realidad sagrada que
culmina con el auténtico advenimiento de la Edad de oro
tan cantada por los poetas.
As de oros de la llamada baraja española. Mosai-
co romano con la imagen de Apolo sobre su carro.
Imagen de un Bodhisattva, Gandhara, s. III-IV
Carta número XV de Tarot de Marsella. Grabado de
R. Fludd, “Utriusque Cosmi Historia”, 1617.
Cartas XVII, XVIII y XVIIII del Tarot de Marsella
Raimon Arola Director de Arasgravis Lluïsa Vert Editora de Arasgravis