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Dr. Luis Chiozza INDICE Prólogo I - El trecho del dicho al hecho II - Acerca de la localización y el momento de la enfermedad somática III - Presencia, ausencia y representación IV - La especificidad del símbolo en la enfermedad somática V - El problema de la simbolización en la enfermedad somática VI - La capacidad simbólica de la estructura y el funcionamiento del cuerpo VII - El falso privilegio del padre en el complejo de Edipo VIII - El corazón tiene razones que la razón ignora IX - Entre la nostalgia y el anhelo X - Corazón, hígado y cerebro: introducción esquemática a la comprensión de un trilema XI - El malentendido XII - El psicoanálisis y los procesos cognitivos XIII - Los afectos y sus vicisitudes XIV - El significado inconsciente de los giros linguisticos XV - El significado y la forma en la naturaleza y la cultura XVI - Sobre una metahistoria psicoanalítica XVII - Fundamentos para una metahistoria psicoanalítica XVIII - Presencia, transferencia e historia Apéndice - Lo inconsciente y lo des-conocido (Gustavo L. Chiozza) Bibliografía

Presencia Transferencia e Historia

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Dr. Luis ChiozzaINDICEPrlogoI - El trecho del dicho al hechoII - Acerca de la localizacin y el momento de la enfermedad somtica III - Presencia, ausencia y representacin IV - La especificidad del smbolo en la enfermedad somtica V - El problema de la simbolizacin en la enfermedad somtica VI - La capacidad simblica de la estructura y el funcionamiento del cuerpoVII - El falso privilegio del padre en el complejo de Edipo VIII - El corazn tiene razones que la razn ignora IX - Entre la nostalgia y el anheloX - Corazn, hgado y cerebro: introduccin esquemtica a la comprensin de un trilemaXI - El malentendidoXII - El psicoanlisis y los procesos cognitivos XIII - Los afectos y sus vicisitudesXIV - El significado inconsciente de los giros linguisticosXV - El significado y la forma en la naturaleza y la culturaXVI - Sobre una metahistoria psicoanalticaXVII - Fundamentos para una metahistoria psicoanalticaXVIII - Presencia, transferencia e historiaApndice - Lo inconsciente y lo des-conocido (Gustavo L. Chiozza)BibliografaCaptulo IEL TRECHO DEL DICHO AL HECHO:Introduccin al estudio de las relaciones entre presencia, transferencia e historia1La neuralgia de DoraFreud afirma que la pretendida neuralgia facial de Dora era un modo de autocastigo, de remordimiento por la bofetada propinada a K y por la transferencia sobre Freud de los sentimientos de venganza extrados de aquella situacin (FREUD, S., 1905e [1901). Si analizamos a la luz de la metapsicologa las afirmaciones implcitas en esta postulacin de Freud nos encontramos con una complicada red de implicaciones tericas. Una parte de esa reconstituye lo que en los comienzos del psicoanlisis fue denominado un "complejo". Vale la pena recorrerla, pausadamente, en varios puntos sucesivos.. 1) El dolor en la cara corresponde a una descarga que, en un sentido amplio, tal como lo sostiene Freud en Inhibicin, sntoma y angustia, constituye un afecto (FREUD, S., 1926d [1925]; CHIOZZA, L. 1976c[1974]).2) El deseo de castigo se realiza en esta descarga que, como tal, posee el componente de accin motora que corresponde al afecto (FREUD, S., 1915e; CHIOZZA, L., 1976c [1974]).3) El remordimiento es una representacin oral utilizada por Freud para referirse a otro afecto, el sentimiento de culpabilidad, que permanece inconciente, como disposicin latente (FREUD, S., 1915e), porque se realiza o descarga a travs del dolor sustituto gracias a la vinculacin preformada, existente como fantasa compleja, entre culpacastigoexpiacin por un lado y castigodolor por el otro.4) La bofetada propinada a K constituye ahora un recuerdo de Freud acerca de algunos conocimientos que le proporcion el tratamiento de Dora, y, por lo tanto, una idea reprimida por Dora que proporciona una clave de inervacin afectiva (FREUD, S., 1900a [1899]; CHIOZZA, L., 1976c [1974]) y determina de este modo la localizacin del dolor. Acabamos as de comprender "por qu precisamente aqu" (WEIZSAECKER, V., 1947), en ese lugar del cuerpo y no en otro. 5) Los sentimientos de venganza que Dora experiment hacia el Sr. K y que la condujeron a propinarle la bofetada, aparecieron como producto de un complicado desarrollo, cuya descripcin exigira repetir la mayora de las incidencias consignadas en el historial. Nos basta con sealar que provenan del sufrimiento asociado a la frustracin de los deseos de Dora, y que, por lo tanto, esos sentimientos de venganza fueron reprimidos, porque su conciencia se hubiera acompaado de la conciencia displacentera de esos deseos y de esa frustracin.6) Los sentimientos de venganza reprimidos, en lugar de ser recordados durante el tratamiento, fueron "repetidos" de manera inconciente (FREUD, S., 1914g), me diante la transferencia sobre la persona de Freud. Para expresarlo con ms claridad, debemos sealar que tales sentimientos inconcientemente adheridos a la figura de K fueron transferidos sobre la representacin preconciente de Freud, porque en el momento en que amenazaban hacerse concientes por obra del tratamiento, Freud era la nica persona que estaba all, es decir, la nica persona cuya representacin preconciente posea en ese instante los "signos de realidad objetiva" que diferencian a la percepcin del recuerdo (FREUD 1950a [18871902]*, pg. 370, CHIOZZA, L., 1970k [1968]). Sabemos que dicha transferencia fue inmediatamente reprimida y permaneci desde entonces inconciente, ya que Freud comprendi sus vicisitudes cuando Dora ya haba abandonado el tratamiento. Esta transferencia inconciente form parte desde entonces del "complejo" asociativo que estamos describiendo.7) Las noticias que Dora ley en el peridico acerca del nombramiento de Freud como profesor (FREUD, S., 1905 e [1901]), hecho que debi ser interpretado como auspicioso y placentero para l, reactivaron en Dora los sentimientos de venganza, y con ellos todo el "complejo" agresinculpacastigo consiguiente, del cual la "neuralgia facial" es su resultante transaccional. Esta noticia, como factor eficaz especfico desencadenante, determina el momento de aparicin del dolor. Podemos comprender de este modo el "por qu precisamente ahora" (WEIZSAECKER, V., 1947) y no antes o despus.8) Mientras que la idea original que constituye el "complejo" permanece inmodificada como actualidad en el inconciente de Dora, el afecto original "desaparece", es decir, slo permanece como disposicin latente "contenida" en la idea inconciente (CHIOZZA, L., 1976c [1974]) y queda totalmente substituido o derivado por su transformacin actual en la neuralgia facial.9) El dolor facial penetra en la conciencia de Dora asociado a ideas preconcientes distintas (CHIOZZA, L., 1974d) ("neuralgia", tal vez "a frigore", traumtica, infecciosa, etc.) de la idea inconciente original, pero tales ideas son derivados ms o menos lejanos de dicha idea inconciente que se constituyen mediante la transferencia de los impulsos reprimidos sobre distintas representaciones preconcientes. Son derivados lo suficientemente "cercanos", o especficos, como para satisfacer la descarga, y suficientemente lejanos como para mantener reprimido al "contenido" del complejo original. 10) Tambin en el preconciente de Freud determinadas representaciones reciben la transferencia (contratransferencia) de ideas inconcientes distintas que continan reprimidas y son reactivadas mediante su contacto con Dora y con la transferencia que ella realiza (CHIOZZA, L., 1970k [1968]). Por ejemplo, Freud recuerda de pronto las noticias del peridico y "se le ocurre" que Dora debe haberlas ledo. A partir de esta ocurrencia completa su interpretacin de la neuralgia.11) Las ideas que permanecen inconcientes en Freud, y que fueron reactivadas por el contacto con Dora, constituyen el "receptor" inconciente con el cual se capta lo inconciente del paciente (FREUD, S., 1912e), o "el arpa" que resuena de manera acorde con l (RACKER, E., 1957a). Vemos, por ejemplo, porque el mismo Freud lo consigna, que ante la neuralgia de Dora Freud "no puede reprimir una sonrisa" (FREUD, S., 1905e [1901]), y no es aventurado suponer que esta sonrisa de Freud se halla sostenida, desde lo inconciente, por la reactivacin de la satisfaccin que el nio experimenta frente al pecho gratificante, en la relajacin de las mejillas que sobreviene despus haber mamado. Si prosiguiramos con este anlisis veramos que Freud intenta reprimir esta sonrisa por los sentimientos de culpa que experimenta frente a su satisfaccin, porque inconcientemente la equipara con el triunfo y con su propia venganza ante el abandono de Dora. Encontramos que el contacto con Dora reactiva en Freud un "complejo" asociativo similar al de Dora.12) Es a travs de la asociacin preconciente con estos derivados que surge la interpretacin en el sistema concientepreconciente de Freud, acerca de la situacin de Dora (CHIOZZA, L., y colab., 1970a [1966].13) De ms est decir que tal interpretacin no constituye un producto de "la deduccin a partir de la contratransferencia", ni creemos que lo ideal sea el que durante el trabajo psicoanaltico suceda de ese modo, sino como producto espontneo de una labor que se realiza de manera inconciente (CHIOZZA, L. y colab., 1970a [1966].14) La organizacin conceptual que, acerca de la situacin de Dora, detallamos, pertenece al sistema concientepreconciente de Freud, y constituye un descubrimiento acerca de Dora que puede ser "contagiado" a esta ltima mediante la comunicacin verbal. Esto equivale a decir que la comunicacin verbal que denominamos interpretacin tiende a vencer la represin, a modificar la transferencia y la descarga afectiva, puesto que el hacer verdaderamente partcipe a Dora del descubrimiento de Freud slo puede ser realizado a travs de dichos procesos.15) Si admitimos que la transferencia de Dora codetermina la contratransferencia de Freud, debemos admitir ahora que un cambio en la contratransferencia de Freud tender a modificar la transferencia de Dora mediante un proceso anlogo, y que esta modificacin actuar sobre la represin y la descarga afectiva. Este proceso se produce a travs de la influencia directa que trasciende a la interpretacin verbal aunque no la sustituye. La palabra tampoco puede sustituir por s sola a esta influencia que constituye la esencia de la teraputica (CHIOZZA, L., 1970k [1968]). Sin embargo, el campo de accin del pensamiento verbal se demuestra privilegiado en su eficacia para la mutacin de la contratransferencia (CHIOZZA, L., 1970k [1968]; 1972b).Entre el hacer y el decirEn la complicada red de nociones tericas implcitas en la afirmacin de Freud con la cual comenzamos nuestro trabajo, hemos ido recorriendo una lnea conceptual de manera similar a como marcamos con un lpiz un determinado trayecto en el dibujo de un laberinto. Trataremos de ver ahora cules son los puntos que reclaman nuestra atencin en la contemplacin panormica de ese trayecto.1) El dolor es el producto de una idea inconciente o clave de inervacin que constituye la "puerta de entrada" al suceso que se registra como somtico. Esta afirmacin queda avalada por lo que Freud establece acerca del mecanismo de produccin de los fenmenos histricos (FREUD, S., 1895d). 2) En esta clave de inervacin inconciente participa un suceso que se realiz como acto materialmente ejecutado y sensorialmente percibido (la bofetada que explica la localizacin) y otro suceso que se realiz en el terreno de la idea sobre la representacin preconciente que Dora posea acerca de Freud y fue vivenciado (la transferencia que explica el momento de aparicin). 3) Surge con claridad de lo anterior, dado que la transferencia participa en la produccin del sntoma, que la transferencia tambin se manifiesta en los sntomas y no slo a travs del lenguaje.4) Afirmando esto mismo desde otro ngulo diremos que si bien todo lenguaje verbal, en cuanto constituye una carga de representaciones preconcientes a partir de representaciones inconcientes, es transferencia, no toda transferencia se realiza o manifiesta como lenguaje verbal. Es claro que podra afirmarse que esta transferencia fue en su origen realizada sobre una representacin cuyo epifenmeno se hallaba constituido por la palabra "Freud", pero veamos a qu nos conduce una nueva contemplacin del panorama.En todo el desarrollo terico freudiano se halla implcita o explcita la existencia de dos realidades; una sensorialmente percibida, a la cual pertenecen las nociones de acto, descarga, materia y cosa, y la otra, vivenciada, a la cual pertenecen las nociones del recuerdo, afecto, idea y significado (CHIOZZA, L., 1976h). Existe por lo tanto una presenciaenausencia de la cualidad sensorial. La presencia en el recuerdo, la de la imagen, la representacin, el smbolo o la palabra que, como es el caso de "pan", por ejemplo, evoca, alude, conjura o determina la presencia sensorial de la cosa comestible, mientras que permanece ella, en s misma, incomestible.La capacidad que posee el psicoanlisis (y no slo el psicoanlisis sino tambin el espritu humano en su conjunto) para cambiar la realidad material, no depende solamente de la posibilidad de materializar las ideas sino tambin de la posibilidad de "idealizar" a la materia.El mundo de las ideas, que es el mundo del valor, de la importancia y del significado, es tambin el mundo de la historia y de la palabra. (Siempre que aclaremos que no entendemos por historia una multitud de sucesos ordenados en una secuencia que depende del "tiempo fsico objetivo" (CHIOZZA, L., 1976h).Durante el proceso del tratamiento psicoanaltico el hecho se transforma en dicho y as se hace posible que una nueva manera de decir se constituya en un cambio de los hechos. Cabe subrayar ahora que toda la teora se apoya sin lugar a dudas en la posibilidad de distinguir entre el decir y el hacer. Tal como lo seala la sabidura popular cuando afirma que "del dicho al hecho hay mucho trecho".Pero ese trecho tan fundamental entre la cosa material concreta y la palabra, como para que sobre l se edifique la cultura y el mundo de lo humano, no es un espacio vaco. Es evidente de que todo decir es un hacer y todo hacer inevitablemente compromete un significado y por lo tanto se constituye en un decir. Junto al intrincado retculo que as se constituye, existe la inmensa significacin de que el trecho que media entre el dicho y el hecho se halla habitado por innumerables y mal conocidas instancias. Instancias tales son las representaciones de cosas (FREUD, S., 1915e), los restos mnmicos de distintas percepciones (FREUD, S., 1923b) o el mundo de objetos que constituye la interioridad estudiada por la psicologa en el universo zoolgico de otros seres animados (UEXKLL, J. von, 1934). Todas esas instancias configuran la sustancia vital del fenmeno que denominamos transferencia y la rica y multiforme matriz del lenguaje, ante cuya prdida la palabra es vaca y frente a cuyo desconocimiento terico la teraputica psicoanaltica resulta desaprensivamente mutilada. No slo se trata de una mutilacin en su ejercicio presente, sino tambin en el desarrollo de sus posibilidades futuras de intervencin en lo somtico esclareciendo los smbolos y las representaciones que no alcanzan la plenitud de la palabra y constituyen sin embargo otras formas de comunicacin e influencia.Notas1 El contenido del presente captulo corresponde, con escasas modificaciones a un texto que fue publicado en Eidn, ao 4, N 7, CIIMP, Buenos Aires 1977, pgs. 5764.Captulo IIACERCA DE LA LOCALIZACIN Y EL MOMENTO DE LA ENFERMEDAD SOMTICA1El espacio y el tiempo1) La nocin de espacio deriva primariamente del ejercicio de los rganos sens oriales en la relacin con un mundo de objetos percibidos como cuerpos que ocupan un lugar de manera inexorable. La teora que nace de este modo constituye la fsica. Materia, cosa, naturaleza y ser, son conceptos que derivan fundamentalmente de la fsica.2) El llamado mundo interior, o el "aparato psquico extenso" que, de acuerdo con Freud (1940 a [1938]), constituye la primera hiptesis fundamental del psicoanlisis, implica la existencia de un espacio construido de manera imaginaria. Si aceptamos que un espacio virtual (como ocurre, por ejemplo, con el que existe entre las pleuras visceral y parietal) es un espacio potencial, un espacio que puede transformarse en actual y tangible, el espacio imaginario no alcanza la categora de un espacio virtual..La nocin de que el espacio psquico es interior es igualmente imaginaria. El adjetivo "interior", utilizado para cualificarlo, y su consecuencia inmediata, la utilizacin del calificativo "exterior" para distinguir al espacio fsico, sensorialmente presente, no aluden por lo tanto a una diferenciacin entre dos categoras distintas dentro de una misma percepcin sensorial de la realidad, sino a una imagen simblica, representativa, intelectual, sobre la existencia del yo como una "membrana" que separa dos espacios y dos mundos.Esta representacin es una metfora que proviene de la contemplacin de un adentro y un afuera en el cuerpo fsico de un organismo vivo, y su confusin con una fuente primaria del conocimiento, es decir con aquello que algunos filsofos denominan una evidencia bsica, es perjudicial. La vida que cada uno experimenta como propia, o las emociones y pensamientos, sean concientes o inconcientes, no estn ms adentro del hombre que contemplamos de, lo que la historia de Francia esta dentro de Francia o la biografa de Napolen dentro de Napolen. Emociones, pensamientos, historia y biografa, son conceptos que nada tienen que ver con el espacio. No son cuerpos y, por lo tanto, no ocupan un lugar. A lo sumo podemos afirmar que les suceden a (o suceden con) determinados cuerpos mientras estos ltimos ocupan un determinado espacio.3) La nocin de tiempo deriva primariamente de la vivencia de un transcurso. Esta vivencia depende de la funcin de un recuerdo, como posibilidad de evocar una presenciaenausencia de la cualidad perceptiva, cualidad que, de acuerdo con Freud, depende de los llamados "signos de realidad objetiva" (FREUD 1950a [18871902]*, pg. 370). Se constituye as aquello que, en sentido amplio, llamamos representacin. La teora que nace de este modo constituye los fundamentos de una ciencia histrica genuina, liberada de una dependencia hacia la fsica que, en lugar de fecundarla, contribuye a distorsionar su verdadero sentido. Idea, importancia, cultura y padecer, son conceptos fundamentales de esta historia genuina.La afirmacin de que la nocin de tiempo deriva primariamente de una vivencia ms que del ejercicio de una percepcin, resulta a un mismo tiempo trascendente y subversiva del orden habitual.4) El llamado "tiempo objetivo", o "tiempo fsico", es un tiempo construido, transformado, representado, percibido o medido, mediante su conversin artificial en espacio. El reloj (todos los relojes, sean naturales o artificiales) es un aparato que convierte la nocin tiempo en la nocin espacio. Es un proceso forzado de objetivacin que hace presente el tiempo al ejercicio de la percepcin "objetiva", pero al precio de transformarlo en un "tiempo secundario" que solo es un smbolo del tiempo patente a la vivencia. Sorprende pensar que este tiempo fsico objetivo no es otra cosa, como tiempo, que un tiempo imaginario, pero sin embargo, es obvio. Podemos comprender as el sentido pleno de la afirmacin coincidente en Weizsaecker (1947, 1956 [1951]) y Ortega y Gasset (193233) acerca de que la vida no transcurre en el tiempo, sino que, por el contrario, es el tiempo el que ocurre en la vida2. Las dos preguntas de WeizsaeckerCuando Freud relata su interpretacin psicoanaltica de la enfermedad de Isabel de R. (FREUD, S., 1895d) l mismo se sorprende, acostumbrado a la terminologa cientfica de la biologa y la medicina de su poca, por el carcter literario que su historial adopta. Y necesita justificarse, alegando que la razn de semejante estilo depende de la peculiar manera de ser de los hechos tratados.Han pasado los aos, y en el desarrollo de la teora psicoanaltica, esta consigna de Freud no ha despertado una atencin acorde con la importancia que posee. Llevados por la idea de que el nico conocimiento genuino es el conocimiento que llamamos cientfico, y entendiendo por ciencia solo aquello que deriva, en ltima instancia, de la ciencia fsica, hemos perdido de vista sectores enormes de lo que constituye una sabidura verdadera. Sabidura que, a pesar de que no cabe entera en lo que conocemos a partir de la fsica, y se encuentra incomoda y deformada en el continente estrecho de lo que conocemos por lgica (BATESON, G., 1972; CHIOZZA, L. 1970j [1968]; GREEN, A., 1972; WADDINGTON, C., 1977), no deja por eso de seguir constituyendo un conocimiento genuino.Se han escrito muchas pginas, pero, en general, objetos y mecanismos, impulsos, funciones y estructuras (entre ellas tambin el lenguaje), son los "protagonistas" que tejen un suceso cuyo lugar de ocurrencia es concebido como un "aparato extenso" o, cuanto ms, como el "campo dinmico" de una relacin que, aunque se afirme que ocurre entre personas, no alcanza para disimular el hecho de que en la teora no se encuentra suficiente espacio para ubicar a un sujeto.La antigua denominacin de "historial" ha cado en desuso y suele ser reemplazada por la "presentacin de un caso". El "caso" es siempre un caso de "algo", y ese "algo", generalmente un diagnostico pero a veces tambin un mecanismo (por ejemplo hipocondra, impotencia o predominio de la identificacin proyectiva), es siempre un abstractus conceptual y racional que, inevitablemente, mutila y, por lo tanto, distorsiona la realidad vital considerada. Nada habra que objetar a formulaciones semejantes que, por otra parte, nos han enriquecido con multitud de conocimientos operantes y valiosos, si no fuera porque en ese camino se han perdido otras formas del existir y es menester urgente el volver por ellas.Si reflexionamos en la observacin de Freud acerca del carcter literario que adquira espontneamente su pretensin de relatar escuetamente los hechos de su ciencia nueva, y tambin sobre qu es lo que tienen de comn la literatura y los acontecimientos que constituyen la materia prima de la ciencia psicoanaltica, caemos en la cuenta de que la manera en que el psicoanlisis interpreta la enfermedad le conduce al descubrimiento de un significado (reprimido e inconciente) que solo tiene sentido en la medida en que se lo identifica como el drama de una persona atravesando una peripecia en el conjunto que constituye la historia de una vida que experimenta su propia existencia.Frente a los desarrollos derivados de una fsica que pretende explicarnos el cmo ocurre lo que ocurre, el resultado de la interpretacin psicoanaltica nos ofrece siempre adems una historia que nos permite comprender al mismo tiempo el por qu de la localizacin que la enfermedad adopta y el por qu del momento en que aparece. Como ejemplo de lo que acabamos de afirmar basta recordar el historial de Isabel de R. recientemente mencionado. Weizsaecker (1947), frente a la enfermedad somtica, reformula de manera rigurosa este doble interrogante que en Freud queda tcito y se pregunta: por que precisamente aqu? (en este lugar del cuerpo, y no en otro) y por que precisamente ahora? (y no antes o despus). Estas dos preguntas, que testimonian de manera dramtica acerca de la insuficiencia de nuestros principios explicativos habitualmente fundamentados en las leyes que relacionan causas y efectos, reintroducen, en el intento de comprender el significado de la enfermedad, las nociones de espacio y de tiempo.El dolor en la cara de DoraEn el captulo anterior, examinando la interpretacin que hace Freud del dolor que Dora sufre en la cara quince meses despus de haber finalizado el tratamiento, subrayaba que la bofetada que Dora haba propinado al seor K. permita comprender la localizacin del sntoma, mientras que las noticias que acerca de Freud Dora haba ledo en un peridico, nos orientaban sobre el momento de aparicin del malestar. Una interrelacin curiosa, que me propongo retomar ahora, llama entonces la atencin. Es importante analizar, desde el punto de vista que venimos desarrollando, dos elementos en el entretejido de esta "conversin" somtica.La bofetada fue un suceso que se realizo como un acto materialmente ejecutado y sensorialmente percibido, y pertenece como tal al universo de acontecimientos de los cuales hemos dicho que deriva, de manera primaria, la nocin del espacio fundamental, el de la ciencia fsica.La lectura de las noticias sobre Freud que el peridico publicara tambin pertenece, aparentemente, a este universo con el cual el yo se vincula a travs de los sentidos. Tal lectura constituye, para usar una expresin habitual en Freud, "un suceso real". Sin embargo, a poco que meditemos, encontramos importantes diferencias entre el acto de propinar una bofetada y este otro constituido por la lectura de una noticia. La primera ejecucin despierta la idea de un movimiento pleno, de un ejercicio corporal completo en el cual, aunque quede comprometida una significacin que influye en la magnitud y en la calidad de la injuria, el aspecto material, implicado en la percepcin polifactica de sus efectos, es sobresaliente. La lectura de las noticias pertenece a otro universo. Aqu no cabe duda que lo sobresaliente es el recuerdo, la idea o la representacin que, por lo menos al principio, no comprometen una "descarga" a plena cantidad.Es cierto que, como Freud afirma, nadie puede ser matado "in absentia o in effiggie" (FREUD, S., 1912b), y que fue la lectura del peridico, como "suceso real", el mordiente que reactualiz la transferencia, pero tambin es cierto que, como suceso material, hubiera sido insignificante de no mediar la significacin que recibi precisamente por obra de la transferencia (que no es otra cosa que la tran sformacin de un "recuerdo inconciente"). Dijimos antes que en este universo de la significacin y del recuerdo, al cual pertenece la vivencia del transcurso y tambin su contraparte: la perpetuacin eterna del pasado y la constante presencia del futuro, se genera de manera primaria la nocin del tiempo fundamental, el de la ciencia histrica genuina.La bofetada que nos permite comprender la ubicacin espacial del dolor en la cara de Dora es una cosa fsica. A la noticia leda, en cambio, le ha sido atribuida una importancia que nos permite comprender el momento de la aparicin del sntoma, como la adjudicacin o la llegada de un tiempo cualitativamente significado: la hora de la venganza y la expiacin.Es necesario preguntarse ahora: debemos atribuir a una coincidencia casual el hecho de que el factor que fue experimentado en el "universo del espacio fsico" permita comprender la localizacin en el cuerpo y el factor que fue experimentado en el "universo del tiempo histrico" nos permita comprender el momento de la vida en que el dolor aparece? Las observaciones futuras dirn la ltima palabra.Notas1 El contenido del presente captulo corresponde, con escasas modificaciones, al texto publicado en EIDON, ao 5, N 8, CIMP, Buenos Aires, 1978, pgs., 7581.2 Por esta misma razn la muerte de cada uno no pertenece a su propia vida, ya que no ocurrir dentro de ella. Es posible que uno est presente en su agona, pero nunca lo estar en su propia muerte. En la vida de cada cual la muerte se diferencia de muchas otras vivencias en que slo posee una cara, la muerte del otro. Es difcil que la afirmacin de Freud acerca de que la muerte carece de representacin pueda adquirir en alguna otra formulacin una fuerza de conviccin semejante.Capitulo IIIPRESENCIA, AUSENCIA YREPRESENTACIN 1Cosas e imgenesA medida que profundizamos en la teora psicoanaltica se nos va haciendo cada vez ms evidente que uno de sus fundamentos esenciales reside en la posibilidad de distinguir entre las cosas y las imgenes. Es difcil presentar esta cuestin en toda su primitiva pureza, porque debemos hacerlo a travs de palabras que poseen, tanto por su origen en una definida conceptualizacin arcaica como por la distintas vicisitudes de su uso en las sucesivas evoluciones de esas organizaciones conceptuales, connotaciones implcitas, muchas veces inconcientes, que suelen llegar hasta el extremo de ir a contracorriente de lo que uno quiere significar cuando las usa.El trmino "realidad", por ejemplo, que deriva de la palabra res, que significa "cosa", y que en su origen se refera precisamente a la cosa tal como era concebida por el realismo griego, es decir como algo que est "ya ah", con independencia de toda conciencia percipiente (Ortega, 19321933), adquiri posteriormente otras significaciones que nos permiten hablar de una "realidad" psquica o de una "realidad" histrica. Reparamos ahora sin embargo en que estas son designaciones que nos precipitan en equvocos a los cuales no escapa el mismo Descartes cuando nos habla de una res cogitans (Ortega, 19321933).Teniendo en cuenta que la psicologa y la historia tratan con una forma de existencia que no corresponde adecuadamente con esa otra forma que, en origen, denominamos "cosa", debemos redefinir aquello a lo cual hacemos referencia con el uso de la palabra "realidad", alterada en su sentido primitivo, en las designaciones "realidad psquica" o "realidad histrica".La distincin fundamental entre cosas e imgenes, que mencionamos hace algunos instantes, puede ser quizs mejor presentada a travs de los postulados primeros de la metapsicologa, que nos plantean la diferencia existente entre la presencia del alimento percibido, que puede incorporarse y trae por efecto la desaparicin de la necesidad que emana de la fuente instintiva, y la presencia del alimento recordado, que constituye el deseo, pero que no puede satisfacer la necesidad.Percepcin y recuerdo son dos modos distintos de presentacin en la conciencia. La percepcin se acompaa de lo que Freud denomina "signos de realidad objetiva"; el recuerdo no (Freud, 1950a [18871902]*, pg. 370). Los signos de realidad objetiva son signos de cualidad sensorial que sealan la existencia de las cosas. Una cosa es, en su sentido primitivo y riguroso, precisamente eso, algo que se manifiesta en la conciencia a travs de los sentidos. Dado que dicha manifestacin se acompaa de los signos de cualidad sensorial, decimos que la cosa posee caracteres organolpticos, lo cual significa que se puede ver, tocar, or, oler o gustar.Debemos luchar aqu con el uso y el prejuicio que limita cualquier existente a un ser "cosa". Las imgenes, los recuerdos, las fantasas, los pensamientos, no se presentan como cosas, precisamente porque su presencia en la concienc ia no se acompaa de los signos de cualidad sensorial. Es claro que podra defenderse el derecho (avalado por el uso y por la creencia en que dispone de una vertiente material) de nominar con la palabra "cosa" a cualquier tipo de existente; pero el ejercicio de ese derecho no nos ofrece ventaja alguna; por el contrario, quedara oculta de este modo la importancia de las diferencias que es necesario establecer.Cuando faltan los signos de realidad objetiva hay ausencia de una cosa. Reparemos aqu en un hecho fundamental: slo puede registrarse la ausencia de una cosa cuando la presencia de su imagen seala esa ausencia. Ausencia es primordialmente slo eso, una presencia en la conciencia privada de los signos de cualidad sensorial que sealaran su presencia material, es decir su "realidad objetiva".Surgen aqu algunas cuestiones correlacionadas que no pueden eludirse sin comprometer la claridad.En primer lugar debemos tener presente que si bien cuando nos referimos a los caracteres organolpticos que establecen las cualidades reales y materiales mencionamos los famosos "cinco sentidos", no se nos escapa que esta enumeracin es slo un esquema y que el progreso en la caracterizacin de otros sentidos nos conducir en el futuro hacia la descripcin de un campo que abarcar entre las cosas "sensibles" parte de lo que hoy se considera "percepcin interna".En segundo lugar debemos caracterizar al fenmeno alucinatorio (y al onrico) sealando que corresponde a una situacin que implica la presencia de un tercero que juzga como ausente a la cosa percibida por el sujeto alucinado. Dems est decir que este "tercero que juzga" puede ser el mismo sujeto en "un instante posterior".En tercer lugar es necesario recordar la distincin metapsicolgica (Freud, 1950a [18871902]*) entre los signos de cualidad sensorial o signos de realidad, que certifican o denotan que una percepcin es actual, y los restos mnmicos de la percepcin sensorial, que corresponden al recuerdo de las percepciones sensoriales acaecidas, que configuran las llamadas cualidades sensoriales o atributos y que son las que utilizamos para hacer conciente lo inconciente o para integrar el reconocimiento de lo ahora percibido.En cuanto al concepto freudiano de una "realidad cogitativa" vinculada a los signos de descarga aportados por el lenguaje, valen por el momento las consideraciones que hemos realizado con respecto a las "realidades" psquica o histrica, y lo mismo ocurre con la llamada auto "percepcin" de la conciencia.En cuarto lugar sealemos que el concepto "metafsico" de ausencia, es decir lo que llamamos "nada", podra aparentemente oponerse a la definicin, anteriormente realizada, de que ausencia es una presencia en la conciencia privada de los signos de cualidad sensorial. A pesar de esta objecin es posible sostener (sin que esto sea de todos modos esencial para el planteo que efectuamos) que el concepto "nada" corresponde a la abstraccin generalizadora de una vivencia que se inicia como ausencia de una cosa concreta, para significar enseguida la ausencia del conjunto de todas las cosas concretas conocidas y posteriormente, ms all de la vivencia vinculada a la presencia de imgenes particulares, la difcil concepcin de "toda ausencia".Presencia, ausencia y representacinCuando decimos de algo que se halla presente en la conciencia, reconocemos implcitamente la posibilidad de una ausencia equivalente, es decir de una ausencia en la conciencia. Es necesario distinguir sin embargo entre el uso amplio, ambiguo, de estos trminos, y un uso restringido ms riguroso.Usamos el trmino "presencia", en sentido riguroso, para referirnos al conjunto formado por la presencia en la conciencia ms los signos de la cualidad sensorial, es decir para el conjunto que corresponde a la percepcin actual de las cosas, que son los cuerpos fsicos en el mundo de la realidad material.Usamos el trmino "ausencia", en sentido riguroso, para referirnos a la conciencia de la falta de una cosa de ese mundo real y material. Pero es claro que esta ausencia slo puede constituirse en la medida en que podamos evocar (o "inventar" combinando restos mnmicos) la imagen de esa cosa, imagen que, como cualquier otra fantasa, pertenece al "mundo" de la idea.Para referirnos al "estar ah", en la conciencia, de esa imagen evocada en ausencia de la cosa, conviene sustituir el trmino "presencia", que en este caso resulta equvoco, por el vocablo "representacin", cuyo uso en este sentido es correcto y riguroso.La palabra "representacin" (Vorstellung en el texto freudiano) fue traducida por Strachey al ingls utilizando los trminos "idea", "imago " o "presentacin" que Etcheverry (1978, pg. 24) cuestiona por muy buenas razones. Ramn Alcalde, el traductor castellano de la monografa sobre las afasias (Freud, 1891b ), traduce Vorstellung (en los prrafos reproducidos por Strachey en el apndice C agregado a "Lo inconciente") por "idea" o "concepto", lo cual, a pesar de no ser convincente como criterio general, se presta muy adecuadamente a las necesidades de la significacin en algunos contextos.Antes de penetrar en el estudio de las clases o modos de la representacin y una vez definido el alcance preciso que asignamos a los trminos: "presencia", "ausencia" y "representacin", debemos introducirnos en el tema de las relaciones que establecen entre s los existentes a que dichos vocablos se refieren.Mientras que presencia y ausencia son opuestos y contradictorios absolutos sin lugar a dudas, la contradiccin existente entre presencia y representacin no es absoluta. A pesar de que la representacin es la condicin imprescindible que permite constatar la ausencia (lo cual equivale a afirmar que ausencia y representacin vienen a ser, desde este ngulo, como las dos caras de una misma moneda), no es menos cierto que la percepcin de una cosa (que se manifiesta as como presente) no excluye su representacin simultnea, sino que, por el contrario, la lleva implcita en el reconocimiento de la cosa percibida.Durante la percepcin conciente (presencia), la representacin correspondiente permanece inconciente. Por el contrario, durante la conciencia de la ausencia la representacin correspondiente permanece conciente y es el vnculo de sus restos mnmicos con las cualidades de la percepcin inconciente de la realidad objetiva que ahora est ocurriendo lo que permanece inconciente.Weizsaecker (1962), a partir de sus estudios de neurofisiologa, estableci el principio de que percepcin y movimiento se excluyen recprocamente de la conciencia aunque se implican mutua e inevitablemente en todo acto biolgi co. Freud (1920g) supone incompatibles para un mismo sistema las funciones de la percepcin y la memoria. Dijimos hace apenas un instante que percepcin y recuerdo son dos modos distintos de presentacin en la conciencia. Agreguemos ahora que percepcin y recuerdo forman una unidad indisoluble, uno de cuyos trminos es inconciente, lo cual equivale a afirmar que se excluyen recprocamente de la conciencia.Desde un punto de vista situado en la conciencia, para percibir debo dejar de recordar, y para recordar debo dejar de percibir. Pero la percepcin conciente lleva implcito el recuerdo inconciente, y el recordar conciente encubre una percepcin actual inconciente de un modo anlogo al que determina el carcter actual y transferencial del relato histrico.De manera que presencia y ausencia, opuestas y contradictorias entre s, se refieren a un mundo diferente del de la representacin. En este sentido es lcito decir que se le oponen y que, en esta oposicin, se esclarecen e iluminan mutuamente. Presencia y ausencia pueden ser percibidas; se refieren al mundo de las cosas materiales que forman parte de la realidad. La representacin puede ser evocada y manifestarse en la conciencia, pero denominar a esto "percepcin" (aunque sea percepcin "interna") es slo una metfora que va ms all del significado riguroso del vocablo "percepcin".La representacin forma parte del "mundo" de la idea, en el cual rigen los conceptos de vivencia, significado e importancia, y cuando hablamos de la "realidad" de ese mundo simblico, el trmino "realidad" pierde su significado riguroso para adquirir otro, secundario, que utilizamos por extensin para aludir a fenmenos existentes fundamentales en cuya caracterizacin ms cuidadosa es necesario profundizar.Los distintos tipos de representacinLa representacin, en un sentido amplio, es un recuerdo. El recuerdo se realiza a partir de la memoria, que es la huella o impresin que ha dejado la pre sencia de una cosa percibida. La carga (y la descarga) de una huella mnmica es un recuerdo, un deseo o una representacin. Estos tres trminos distintos aluden a un mismo referente contemplado desde distintos contextos o funciones.La palabra "recuerdo" no suele usarse cuando la carga de la huella permanece inconciente. Una huella privada de su carga es una inscripcin que forma parte de la memoria, pero deja de ser un recuerdo del mismo modo que deja de ser, rigurosamente hablando, una representacin, dado que tanto la representacin como el recuerdo o el deseo son procesos activos.Una huella es siempre el producto de una percepcin, an cuando se trate de huellas heredadas o congnitas, puesto que, de acuerdo con lo que Freud (1923b, pg. 21) postula, el ello contiene "las innumerables existencias del yo", y este ltimo se configura alrededor de un ncleo constituido por la percepcin.Podemos comprender entonces la afirmacin freudiana acerca de que la representacin de cosa se constituye a partir de los restos mnmicos de la percepcin que configuran las llamadas cualidades sensoriales. Freud sostiene que durante el proceso cogitativo que acompaa al reconocimiento de lo percibido, la porcin constante del complejo (es decir lo que corresponde a la identidad o invariancia en la comparacin entre lo aportado por la percepcin y lo aportado por el recuerdo) constituye la cosa. Esta porcin invariante permanece, por lo tanto, junto a la comparacin que la acompaa, inconciente y tan incognoscible como la "cosa en s' de Kant (Freud, 1950a [18871902]*, 1915e). En cambio la porcin inconstante, es decir la diferencia (Bateson, 1970), se hace conciente como atributo o cualidad (sensorial) (Freud, 1950a [18871902]*) y constituye las notas esenciales de la representacin de esa cosa, que pasa as a ser conocida por sus atributos. Los nombres sustantivos derivaran por lo tanto de los adjetivos tal como "Pedro" deriva de "ptreo".La "sustantivacin" de los atributos implica que la representacin de la cosa pasa a ser una representacincosa, o, para expresarlo con mayor propiedad, una representacinobjeto, ya que dijimos que, en sentido riguroso, utilizaramos "cosa" slo para designar los elementos de la realidad material. Usamos "objeto" para referirnos a una sntesis mentalmente construida. Para decirlo en los trminos de Etcheverry (1978), el objeto mismo, lejos de ser una cosa dada en el mundo, es una representacin 2.El objetorepresentacin es construido como una sntesis "total" de un conjunto de atributos que es provisional, es decir que permanece "abierto" a nuevas experiencias mutativas de esa construccin sinttica. Cada uno de estos atributos o cualidades sensoriales, por ejemplo el color rojo, queda en cambio comparativamente "cerrado" (como queda cerrado todo concepto definido) en lo que respecta a su modificacin por nuevas experiencias, en un sentido anlogo a lo que Freud postula para el caso de las representacionespalabra.Uno de estos atributos pasa a ser elegido como "representante" (Reprsentanz), es decir como smbolo del objetorepresentacin completo, lo cual no es lo mismo que decir como representacin (Vorstellung), ya que la representacin (por ejemplo un retrato) posee una mayor cantidad de cualidades similares a las de lo representado (una persona) que su representante, (que en el ejemplo citado puede ser el apellido). Es claro que una representacin puede ser representante (smbolo) de otra representacin. Es lo que suele expresarse de manera poco clara mediante los vocablos "representanterepresentativo" que traducen el trmino alemn Vorstellungreprsentanz.Cuando el objetorepresentacin queda simbolizado por uno de sus atributos que pasa a ser su representante habitual y privilegiado, tanto el objetorepresentacin como el ligamen que mantiene con su smbolo devienen progresivamente inconcientes.Por un proceso anlogo al de la sustantivacin del atributo, la parte, smbolo, puede llegar a ser confundida con el todo, objeto, que primitivamente slo constitua el referente del smbolo. El smbolo deviene as una "ecuacin simblica" y la imagen, inconciente, del objetorepresentacin queda ahora tan "cerrada" al producto de nuevas experiencias como antes lo estaba el atributo utilizado como smbolo. Slo mediante la discriminacin conciente de la diferencia smboloreferente puede reabrirse a nuevas construcciones la imago del objetorepresentacin inconciente que el smbolo "nomina", denota y connota.A pesar de que Freud ha enfatizado que el devenir conciente de la representacinobjeto depende de su conexin con la representacinpalabra y slo menciona alguna vez (Freud, 1923b) la posibilidad de un acceso a la concien cia (aunque de diferente cualidad) a partir de restos mnmicos visuales, parece indudable que nos hallamos en presencia de un proceso general ms amplio, y que su comprensin ms profunda nos llevar a poder describir mejor distintos tipos de conciencia.Digamos por de pronto que la representacinpalabra se constituye, a travs de un proceso anlogo al de la constitucin de la representacinobjeto, mediante la construccin integradora de distintas cualidades sensoriales, una de las cuales, los restos de la percepcin acstica de una palabra oda, establece un ligamen prevalente con los restos mnmicos visuales de una particular representacinobjeto.El ser tpico de la representacin es la representacin de una cosa. Esta clase de representacin se genera primariamente a la manera de una imagen, a partir de los restos mnmicos de la percepcin sensorial. La metfora de una copia fotogrfica se presta mal para representar este proceso que, en cambio, puede ser mejor representado mediante la alusin a una pintura subjetivamente realizada y dentro de la cual, por lo tanto, se reflejan los acentos e importancias que el artista deja impresos. Queda claro de este modo que la "mera" representacin de una cosa ya es una interpretacin y, por consecuencia, historia.Dijimos ya cmo, a partir de la representacin de una cosa (en esta o en las "innumerables y anteriores existencias del yo") se constituye y se hace inconciente la representacinobjeto que es lo mismo que decir el objetorepresentacin. Uno de los pilares bsicos de la teora psicoanaltica se funda en la postulacin de una oposicin entre representacinpalabra y representacinobjeto, oposicin que Freud llega a equiparar con la que existe entre conciente e inconciente, lo cual, por las razones que ya hemos mencionado, nos parece excesivo.La representacin palabra y la representacin de palabraSealamos hace apenas un instante que la reproduccin fotogrfica configura una metfora inadecuada para el proceso constituido por la representacin de una cosa. Pero una vez hecha esta salvedad, en su momento imprescindible para subrayar caractersticas de ese proceso ajenas a las de la mera reproduccin fotogrfica, debemos volver sobre dicha metfora porque ahora nos resultar til para introducir claridad en otros aspectos.En la fotografa tenemos la cosa que debe ser fotografiada, la accin de tomar la foto y la reproduccin de la cosa en la pelcula bajo la forma de una imagen. En el proceso de representarse cosas, anlogamente, tenemos la cosa a representar, la accin de representar y la imagen representada que constituye la representacin.Cuando la cosa representada es una palabra (subrayemos aqu que la palabra oda es, hablando con todo rigor, una cosa), nos encontramos ante la representacin de una palabra, concepto que debe ser distinguido de otro fonticamente muy prximo que corresponde al uso de una palabra como representacin de una cosa (o, mejor dicho, de su objetorepresentacin).El uso de la palabra como representacin se halla implcito en la expresin compuesta "representacinpalabra". En el primer caso (la representacin de palabra) la palabra (oda o leda) ocupa en nuestra metfora el lugar de la cosa que debe ser fotografiada. En el segundo (el de la representacinpalabra) la palabra (evocada, hablada o escrita) ocupa un lugar semejante al de la creacin de duplicados de la imagen que se forma en la pelcula.Esta distincin, fundamental entre la representacin de palabra y el uso de la palabra como representacin o, mejor an, como representante, y que no suele ser, a mi juicio, suficientemente subrayada, arroja luz sobre los diferentes gradientes de abstraccin que mantienen entre s las representaciones en su interrelacin recproca. Notas1 El presente captulo corresponde, con escasas modificaciones, a una parte del texto que con el ttulo "El problema de la simbolizacin en la enfermedad somtica", fue publicado por primera vez en Revista de Psicoanlisis, t. XXXV, N 5, APA, Buenos Aires, 1978, pgs. 901950.Captulo IVLAESPECIFICIDADDELSMBOLOENLAENFERMEDADSOMTICA1El proceso somtico y la fantasa inconcienteFreud descubri que los trastornos somticos histricos podan ser interpretados como una de las tantas maneras de manifestarse una fantasa inconciente. Esta fantasa puede ser inconciente como producto de la represin y constituirse a partir de un "sueo diurno", pero tambin, como ocurre con las ideas latentes de un sueo, puede participar en su formacin un componente inconciente que no ha llegado jams a la conciencia, que proviene del acervo heredado, y al cual Freud denomina tambin fantasa (Freud, 1908a; 191617 191517* pg.152, 326345; 1918 1914* pg.89; Isaacs, 1950; Laplanche y Pontalis, 1967).La cuestin que se discute es si puede sostenerse que todas las enfermedades somticas son manifestaciones de fantasas inconcientes, o si, por lo contrario, hay enfermedades somticas que son "asimblicas", es decir que no expresan determinadas fantasas inconcientes, no las simbolizan, ni tampoco indican su existencia inconciente. Conviene tener presente que sostener la primera posicin no implica afirmar que las fantasas inconcientes sean la causa ltima de todas las enfermed ades somticas. Que un proceso corporal sea la manifestacin o apariencia de una fantasa inconciente no implica necesariamente sostener que esa fantasa sea su origen o su causa; sino solamente que los procesos inconcientes son concebidos como transformaciones materiales dotadas de significado y que algunos, entre ellos, se perciben nicamente como una alteracin corporal que la conciencia interpreta como el efecto de una causa fsica. Esta ltima idea, opuesta al llamado paralelismo psicofsico, emerge de lo que Freud denomin "la segunda hiptesis fundamental del psicoanlisis" (Freud, 1940b 1938* pgs.284288).Afirmar que todo proceso corporal (no slo la enfermedad sino tambin la forma, la funcin y el desarrollo) es al mismo tiempo la manifestacin de una fantasa inconciente (Chiozza, 1976b [1971]), lleva implcita, de manera inevitable, la afirmacin de que procesos corporales diferentes son manifestaciones de fantasas diferentes. De otro modo no podra afirmarse que todo lo somtico es la manifestacin o el aspecto corporal de una fantasa inconciente.Desde este punto de vista lo que otros investigadores categorizan como inespecfico debe ser considerado como el producto de nuestra insuficiencia en describir los pormenores de la complicada red constituida por el entretejido de las distintas fantasas inconcientes en cada caso particular. En numerosos trabajos (Chiozza, 1998e 1976), estudiamos los aspectos fundamentales de esta problemtica. Nos interesa volver hoy sobre esta misma cuestin desde otro ngulo.Los conceptos de Freud sobre la histeriaPor un lado tenemos un proceso categorizado habitualmente como somtico, la neuralgia facial de Dora; por otro lado un proceso psquico, la transferencia sobre Freud de los sentimientos de venganza hacia el Sr. K. y de los sentimientos de culpa por haberlo abofeteado. Este proceso psquico constituye un "complejo" asociativo cuya estructura hemos analizado prolijamente en el primer captulo de este libro (vase adems Chiozza, 1998e 1976). Nos basta con afirmar ahora que constituye una fantasa inconciente cuya relacin con la neuralgia permanece tambin inconciente.Ex profeso y con la intencin de comenzar por la afirmacin ms general y menos comprometida, hemos dicho que los trastornos somticos de la histeria pueden ser considerados como la manifestacin de una fantasa inconcie nte. La palabra "manifestacin" adquiere aqu el sentido preciso de una apariencia, de una manera de presentarse a la conciencia el suceso inconciente que llamamos fantasa inconciente. Freud no se ha detenido sin embargo en este punto, y sus afirmaciones sobre los fenmenos histricos recorren conceptos muy distintos.Postula la existencia de una "conversin" (Freud, 1895d*, pg. 105; 1894a* pg. 50) de la excitacin anmica en inervacin somtica, concepto que, en mrito de la ideas que el propio Freud desarrollara en trabajos tan antiguos como el Proyecto... (Freud, 1950a 1895*) slo puede ser mantenido si lo utilizamos en un sentido figurado o metafrico. Lo dudoso consiste en suponer que haya algo que en s mismo, ms all de su apariencia conciente, deje de ser psquico para comenzar a ser somtico o viceversa.Junto al concepto de conversin aparecen otros que no siempre han sido bien delimitados. Todos estos conceptos son modos de concebir la relacin entre los procesos somticos y los procesos psquicos. Expresan pensamientos tan distintos que, a pesar de los esfuerzos que Freud (1908a) realiza en un pequeo inventario, son difciles de compatibilizar entre s.Ya hemos mencionado tres. Primero, el proceso somtico como manifestacin conciente de una fantasa inconciente. Segundo, el proceso somtico como producto de una conversin o transformacin de lo psquico en somtico. El tercero, aunque no lo mencionemos explcitamente, queda en parte implicado en lo anterior: el proceso somtico como efecto de una causa psquica, es decir la psicognesis.Vamos a enumerar ahora rpidamente los otros conceptos que Freud aporta al respecto:a) El sntoma histrico es una sustitucin del proceso psquico conciente creado por "conversin", trmino que Freud (1895d*, pg. 105; 1908a*, pg. 143) pone entre comillas.b) El sntoma somtico es una perturbacin "neurtica", pero ni expresiva ni simblica, producto de la alteracin que la erotizacin ocasiona al rgano (Freud, 1910i), o tambin producto de un retorno de la excitacin a la fuente somtica, ocasionado por la represin.c) El sntoma histrico es la expresin de una realizacin de deseos o de una fantasa inconciente (Freud, 1908a; 1950a [18871902]*; 1895d, 1905 e [1901]).d) El sntoma histrico es una reminiscencia (Freud, 1910i), un smbolo mnmico (Freud, 1895d, 1908a, 1910a [1909]*) o monumento conmemorativo (Freud, 1910a [1909]*) de un acontecimiento traumtico, cuya significacin traumtica puede haber sido otorgada a posteriori de la ocurrencia del suceso (Freud, 1895d).e) As como el afecto puede ser equiparado a un ataque histrico universal y congnito (Freud, 1926d [1925]), el ataque histrico es un suceso motor actualmente injustificado que form parte alguna vez de un acto justificado (Freud, 1909a [1908]).f) El sntoma histrico es la "realizacin" de una fantasa puesta al servicio del cumplimiento de deseos (Freud, 1908a).g) El sntoma histrico sirve para la satisfaccin sexual y representa una parte de la vida sexual de la persona (Freud, 1908a); corresponde al retorno de una forma de satisfaccin sexual utilizada en la infancia y reprimida despus (Freud, 1908a, 1905e [1901]), nace como transaccin entre dos movimientos afectivos o instintivos contrarios; puede tomar la representacin de distintos movimientos inconcientes asexuales pero no puede carecer de una significacin sexual (Freud, 1908a).h) El sntoma histrico como retorno autoertico sustituye una modificacin exterior por una modificacin somtica, un acto por una adaptacin, que desde el punto de vista filogentico corresponde a una importantsima regresin (Freud, 19161917 [19151917]*).i) El sntoma histrico puede ser el producto de una complacencia somtica, la cual, a la manera de una predisposicin orgnica, colabora en la eleccin del trastorno (Freud, 1950a [18871902]* , 1895d).j) El sntoma histrico puede constituir un smbolo de un determinado acontecimiento traumtico (Freud, 1895d, 1905e [1901]); esta conversin por simbolizacin es distinguida por Freud de la conversin mnemnica que corresponde al smbolo que denomina mnmico (Freud, 1895d, 1910a [1909]*).k) Como ocurre con un "odre viejo lleno de vino nuevo" (Freud, 1905e [1901]), el sntoma histrico puede ser resignificado a partir de posteriores simbolizaciones (Chiozza, 1975b).I) El sntoma histrico es uno de los mltiples dialectos del inconciente (Freud, 1913j). Es decir que junto al hablar del hipocondraco, en el cual el sujeto habla acerca del rgano, existe este "dialecto", el lenguaje hipocondraco que llamamos tambin "lenguaje de rgano" en el cual, en el mismo origen de la sensacin hipocondraca, es el rgano el que "habla" (Freud, 1915e; Chiozza, 1991b [1989]), razn por la cual Freud utiliza varias veces la expresin de que el sntoma se "mezcla en la conversacin" (Freud, 1895d).Vamos ahora a agrupar en unos pocos tems los distintos conceptos freudianos acerca de la relacin existente entre el sntoma somtico y la fantasa inconciente.Sustitucin, conversin, complacencia somtica y perturbacin neurtica secundaria a la erotizacin o a la represin, pertenecen a un mismo orden de ideas al cual subyace una conceptualizacin en trminos de mecanismo. Sobre este punto slo diremos ahora que, tal como lo afirmamos en el primer captulo, la complacencia somtica puede ser concebida, continuando con los desarrollos que Freud iniciara en su Proyecto ..., como la huella mnmica de un suceso pretrito que fue experimentado en su momento (filogentico u ontogentico) "a plena cantidad".Que el sntoma sea considerado como parte de un suceso motor que una vez fue justificado, como la actividad sexual del histrico, como la realizacin o el cumplimiento del deseo sexual, como una modificacin somtica autoertica, una transaccin o un retorno a las tendencias sexuales reprimidas y sus formaciones reactivas contradictorias, constituye un subgrupo intermedio en el cual, aunque la idea de significacin se halle presente, sale del foco de la atencin para quedar encubierta por un pensamiento segn el cual el proceso somtico es una forma de funcionamiento de la sexualidad como vicisitud y ejercicio de un impulso biolgico que se acompaa de una fantasa inconciente.Distinta es la situacin cuando se afirma que el sntoma corporal "se mezcla en la conversacin": expresa, simboliza (se trate de una simbolizacin mnemnica o de una conversin simbolizante), representa, o es lenguaje o discurso (speech). Aqu la idea de significacin pasa a ocupar el centro de la concepcin en la relacin entre proceso somtico y fantasa inconciente.Dicho en otras palabras y esquematizando mucho:En el primer subgrupo el sntoma somtico es el producto de la intervencin de un mecanismo. El acento est aqu en un cambio de ser y en la consideracin de dos existencias ontolgicas realmente diferentes en s mismas: el cuerpo y el alma.En el segundo subgrupo, intermedio, el sntoma somtico es el resultado de la funcin o el ejercicio de la fantasa inconciente. Ahora el acento se desplaza; ya no se piensa en un cambio de ser, sino en un derivado o una influencia de la fantasa inconciente en el cuerpo (Isaac, 1950) que es algo ms que un mero acompaante o concomitante somtico (Freud, 1940a [1938]). Para decirlo en trminos de Weizsaecker (1951), lo psquico anima al cuerpo y le imprime una forma. Todava encontramos en este pensamiento compatibilidad con la idea de una relacin causaefecto.En el tercer subgrupo el proceso corporal significa una fantasa inconciente. Aqu, y en los trminos de Weizsaecker (1951) y Ortega (1930), el cuerpo expresa al alma. O, ms an (distincin fundamental sobre la cual volveremos) simboliza, representa o conmemora (Chiozza, 1971a) a la fantasa inconciente. Esto trasciende ampliamente el concepto de la relacin causaefecto.El problema de la especificidad y el smboloCuando sostenemos que el cuerpo y el alma son manifestaciones en la conciencia de una existencia inconciente incognoscible que no participa, como tal, de estas caractersticas unilaterales, podemos apoyarnos en la segunda hiptesis fundamental del psicoanlisis (Freud, 1940a [1938]). La conciencia, segn cual sea la modalidad del acto cognoscitivo (Chiozza, 1974a [1972]), categoriza la parte de existencia inconciente que registra en cada caso, como psquica, o como o somtica. Desde este punto de vista lo "verdaderamente psquico" (Freud, 1940a [1938]) es el sentido o significado de un proceso, y lo verdaderamente somtico (Chiozza, 1974c; 1991b [1989]) es su cualidad perceptiva, es decir su posibilidad de ingresar a la conciencia como una percepcin que se origina en los rganos sensoriales.

Ambas manifestaciones de una unidad constitutiva inconciente pueden ser comparadas con las dos caras, que no podemos contemplar simultneamente, de una misma moneda de espesor constante, de modo que al relieve en el dibujo de una cara, corresponder una cavidad en la otra. Representamos as que cualquier cambio en el dibujo de una cara, deber forzosamente "reflejarse" en un cambio en la otra, ya que ambas variaciones no sern en realidad ms que el cambio de un mismo dibujo en la unidad inconciente. En este modelo de la medalla bifronte, la conciencia no logra, en ninguna de las dos superficies, conocer el dibujo completo, ya que existen enfermedades que percibimos como si fueran puramente somticas y otras que nos parecen puramente psquicas. Si conceptualizamos las cosas de este modo (y no es fcil renunciar a este concepto si queremos librarnos del "callejn sin salida" en el cual desembocaron el paralelismo psicofsico y la psicosomtica que en l se apoya) cualquier inespecificidad en la correspondencia entre ambas manifestaciones de lo inconciente no sera otra cosa que el producto de nuestra transitoria incapacidad perceptiva (desde un ngulo) o interpretativa (desde el otro).Subsiste sin embargo una cuestin: Cmo podemos sostener que el sntoma somtico expresa o, peor an, simboliza, conmemora o representa una fantasa inconciente, cuando todos estos verbos parecen exigir una suficiente "libertad" en la eleccin del signo, el smbolo o el representante, que parece incompatible con la idea de una relacin especfica?Sin semejante "libertad" la transferencia misma deviene incomprensible, tanto como la posibilidad de sucesivas resignificaciones o la condensacin y el desplazamiento que forman parte de un proceso primario. El problema nos exige algunas consideraciones acerca de la representacin, la significacin y el smbolo.El signo y el smbolo en la significacinSea lo que fuere lo que la palabra "significado" haya llegado a significar, es indudable que aquello que esta palabra significa se encuentra, por su origen, en ntima relacin con el existente al cual se refiere la palabra "signo". Un signo es una marca o seal que indica algo a alguien. La percepcin del humo indica la presencia del fuego, la percepcin de cierto tipo de nubes puede presagiar una tormenta.El campo entero de aquello que denominamos expresin corresponde a la interpretacin de signos (constituidos en este caso por la descarga afectiva de los remanentes motores involuntarios que acompaan a la accin o a la intencin) que nos indican determinados estados de nimo como la percepcin de los signos que forman parte de una enfermedad nos indican su presencia. Son los llamados signos naturales, porque son una parte constituyente del fenmeno que indican.Es as que, si alguien ve una de mis manos asomndose detrs de la puerta, interpreta que all, detrs de la puerta, yo estoy presente. De un modo semejante el color de la piel puede significar ictericia y, en una estructura un poco ms compleja, un tipo de rubor en la cara puede interpretarse como enojo o la glucosuria como diabetes.La referencia a ese "alguien" que interpreta implica la existencia de un sujeto y, por lo tanto, seala aparentemente de manera inequvoca que la funcin de un signo, por primitiva que sea, es una funcin mental, o, si se prefiere, una forma de la inteligencia. Interpretar los signos que indican la presencia de objetos y sucesos que pueden ser reconocidos y frente a los cuales es necesario adoptar una conducta, constituye una funcin primaria de la inteligencia. Esta funcin se realiza en un mundo perceptivo (Uexkll, 1934) que vara recorriendo una escala que abarca tanto el ambiente montono de la garrapata como la polifactica complejidad que constituye el universo del hombre.Sin embargo el ejercicio de la inteligencia no se agota con eso. El xito en la interpretacin del signo indicativo de una determinada presencia depende, claro est, de hasta que punto la parte de un todo que va a ser usada como signo, pueda existir separada de ese todo o como parte de otro todo diferente.Dentro de lo que podemos llegar a considerar como un proceso evolutivo, el signo, que deba indicar la presencia de la cosa, y gracias precisamente a la posibilidad de ser separado de la cosa de la cual forma parte, puede, cuando es percibido o recordado, representarla manteniendo noticia de su ausencia. El signo que de esta manera representa a la cosa manteniendo noticia de su ausencia, es a un mismo tiempo su representante y su smbolo, y la "imagen" de esa cosa ausente que el smbolo evoca, y que constituye su referente, es lo que denominamos representacin. Dems est decir que una representacin puede funcionar como smbolo, y que un smbolo puede representar a otro encadenndose en una larga serie que alude a una representacin lejana. Nos hace falta ahora volver sobre el equvoco que surge del uso habitualmente ambiguo de la palabra "representacin". Representacin es la imagen, estrechamente vinculada al recuerdo y sus transformaciones, que tenemos de las cosas y las apariencias. Pero tambin llamamos representacin a la funcin de un representante que no es otra cosa que el smbolo de la cosa o experiencia. El smbolo representa o evoca una ausencia de la misma manera que el edecn representa al presidente o la bandera azul y blanca a la Repblica Argentina. Mientras que la representacin "imagen" es un conjunto rico en restos mnmicos de la percepcin sensorial, el smbolo representante es un elemento aislado de ese conjunto, que conserva la capacidad de evocar al conjunto completo y que, por lo tanto, lo evoque o no lo evoque, alude, se refiere o remite a l.Sucede en ocasiones que, el smbolo que deba representar una particular ausencia funciona errneamente indicando la presencia de la cosa a la cual alude, incluso, muchas veces, cuando la alusin es "lejana". Se constituye as lo que se ha denominado una ecuacin o equiparacin simblica (Milner, 1952; Segal, 1952). Pueden distinguirse diversos "grados" de ecuacin simblica. No es lo mismo pretender viajar en la fotografa de un automvil, que la incomodidad que se experimenta al tocar la fotografa de una araa repugnante y que lleva implcita la creencia inconciente de que el tocarla nos puede daar. Se trata de la sutil diferencia entre considerar que el perro segrega sus jugos digestivos porque cuando suena la campana se prepara ante la proximidad de la comida (que la campana "representa en ausencia") o que, en cambio, lo hace porque la percepcin de ese sonido, tal como ocurre con la forma, el color o el olor del alimento, le hace creer que se encuentra en presencia del bocado apetecido. En ltima instancia, como se ha sealado repetidas veces, ninguno de los perros de Pavlov se ha comido la campana.El signo posee, por lo tanto, dos funciones. Una de ellas consiste en indicar una presencia actual o inevitable, la otra en simbolizar o representar una ausencia de la cual se posee una "imagen" representativa. El smbolo es entonces un representante que debe aludir de manera especfica al referente representado. La investigacin psicoanaltica avala la idea de que el smbolo surge de lo que primitivamente fue un signo indicativo. La palabra "significado" comprende, nomina, evoca o alude a ambas funciones del signo (Langer, 1941).El recorrido que acabamos de realizar muestra de manera evidente que el que construye el smbolo es un sujeto. Acerca de esta afirmacin no cabe alternativa. En esta construccin confluyen en un mismo acto creativo la emisin de un mensaje y su interpretacin.Estamos ahora en condiciones de comprender que el psicoanlisis ha hecho dos descubrimientos completamente originales. El primero es que el referente al cual el smbolo alude puede ser inconciente. El segundo, no menos importante, es que el sujeto que construye (en su doble condicin de emisor y receptor) el smbolo, es decir el que ejercita la funcin simblica, puede ser tambin inconciente.Es precisamente en la investigacin de esas caractersticas de la funcin simblica cuando Freud se encuentra, ms all de todo escrpulo terico, con la existencia de smbolos universales (Freud, 1900a [1899]; Jones, 1916), es decir con la existencia de smbolos de significado constante, y con la necesidad de comprenderlos como restos de una actividad filogentica (Freud, 1918b [1914*], pg. 89; 19161917 [19151917]*, pg. 152, 326343) excluida del comercio asociativo que corresponde a la memoria de su existencia individual (Freud, 1900a [1899]; Chiozza, 1998e 1976).Freud acude, y no por nica vez, a la capacidad creativa de Schreber (Freud, 191617 191517, pg. 152) y se muestra acorde con la idea de la existencia de un lenguaje fundamental, de carcter universal, primario con respecto a la estructura de las diferentes lenguas que se hablan, del cual los smbolos universales y congnitos constituiran restos perdurables. Encontramos en ese punto la posibilidad de una coincidencia, que valdr la pena explorar, con una de las corrientes lingsticas ms importantes de nuestra poca. Me refiero a la postulacin de Chomsky (1968) acerca de los universales del lenguaje.Desde un terreno completamente diferente surge la postulacin de una actividad primaria, comn a cualquiera de las formas vivas, que Portmann (1960) denomina propiedad de autorrepresentacin y que no podemos concebir de otra manera que como el ejercicio de una funcin simblica, por ms rudimentaria que sta sea.La vida como forma y diferencia en materia e ideaVolvamos ahora sobre el problema que nos ocupa. Por un lado tenemos el concepto de que materia e idea se encuentran ligadas de manera unvoca e indisoluble, especfica, en cuanto son dos manifestaciones concientes de una misma existencia inconciente. Por otro lado, tenemos el concepto, aparentemente incompatible, de que tanto el signo expresivo o indicativo como el smbolo representante son una parte del todo que indican o representan. Es decir que, para usar las palabras de Freud (1915e), "se arrogan la representacin" del conjunto en el cual intervienen. Si el todo es un territorio, el signo o smbolo surgen de una representacin que, en su origen, constituye un mapa trazado segn determinadas leyes de transformacin que conforman el cdigo.Pero entonces, en el ejercicio de la funcin de significacin (sea expresiva o simblica), el signo o el smbolo perderan su carcter especfico justamente en la medida en que adquieren la capacidad de arrogarse la representacin de un conjunto del cual slo son o fueron alguna vez una parte. Los procesos primario y secundario, lo mismo que sus consecuencias ms importantes, la transferencia, la significacin y el pensamiento, parecen exigir precisamente la posibilidad de una ruptura de la relacin especfica, pero, en aparente paradoja, sin la especificidad que permite aludir a un referente preciso, tampoco son posibles.La aparente incompatibilidad entre especificidad y significacin queda an ms clara si pensamos que dos signos o smbolos diferentes, mientras formen parte de un mismo conjunto, pueden disputarse su representacin y, anlogamente, si dos conjuntos distintos poseen una parte en comn, esa parte puede utilizarse para representarlos a ambos. Dicho en otras palabras: si el sujeto que simboliza puede elegir entre dos smbolos distintos para representar a un particular conjunto, o un mismo smbolo, para representar dos conjuntos distintos, el smbolo deja de ser especfico.Hemos expresado que esta incompatibilidad es aparente, y ahora corresponde explicar por qu. La existencia efectiva de una relacin de especificidad "escasa" o "grosera", no demuestra la inexistencia de una especificidad "ms fina". Hay un tipo de especificidad que vincula el nombre "extremidades" con el referente constituido por los cuatro miembros del cuadrpedo, y otra que vincula el nombre "mano" solamente con una parte de los miembros superiores. En la diferencia que se establece entre representante y representacin encontramos tambin una diferencia en los alcances de la especificidad, que pueden ser menores en el caso del smbolo representante y mayores en la fantasa que constituye una representacin.En cuanto al argumento que cuestiona la existencia de una relacin especfica entre los distintos trastornos somticos y sus fantasas inconcientes inherentes, apoyndose en la idea de que las estructuras materiales que componen a un organismo vivo (y que estudiamos mediante la anatoma, la histologa y la fisiologa en sus aspectos normales y patolgicos) carecen de una multitud de elementos comparable a la que posee el universo simblico del lenguaje que constituye nuestro mundo psquico, diremos que tambin se basa en apariencias. Comencemos por afirmar que existe en la materia una actividad permanente de cambio de formas, es decir una transformacin. La permanencia de la forma inmutable de la materia es slo una ilusin que proviene del carcter grosero de la percepcin sensorial y de la sobrevaloracin unilateral de los decursos de tiempo, minsculos. Qu curiosa coincidencia! La noticia de la permanente evolucin de la forma en la materia slo se adquiere cuando la percepcin del espacio se dirige hacia lo microscpico y cuando, inversamente, la consideracin del tiempo se dirige hacia los intervalos maysculos. Parece que nuestra conciencia habitual se hallara construida para conservar la ilusin de la inmutabilidad de la materia. Tal como lo afirmaba von Uexkll (1934) la conciencia de una especie viviente slo se halla preparada para percibir el mundo que constituye el limitado universo de lo que cada organismo necesita decidir, en el "borde" del territorio constituido por la sabidura de sus automatismos inconcientes.

Una vez que tomamos noticia de que la materia no permanece invariable, encontramos en este cambio inaparente el equivalente corporal de la funcin psicolgica expresiva o simblica. Tambin en el terreno de la materia una parte crece a expensas del todo y tiende a ocupar su lugar, as como una sola inervacin puede atraer la descarga "condensada" de todo un conjunto (Freud, 191617 191517). Vemos entonces que la "libertad" del smbolo no implica necesariamente la ruptura de una relacin especfica, en cuanto la materia posee la capacidad de acompaarla ejercitando una "libertad" semejante, tal como lo evidencian las mil alternativas que ha elegido la vida, interrelacionando sus numerosas especies en una red compleja que evoluciona como un ecosistema..Hemos puesto entre comillas la palabra "libertad" porque su confrontacin con el determinismo constituye una vieja polmica. En lo que respecta a este punto me satisface la tesis de Schrdinger (1947), quien pretende que lo determinado surge de la relacin entre las partes del conjunto llamado universo, y la libertad (sea de la materia o de la idea), independientemente de que se manifieste como sentimiento en la intimidad de una conciencia singular, es la que ejerce el conjunto completo, es decir, el universo.Pero el resultado de esa antigua y siempre renovada polmica no tiene por qu alterar los postulados de una relacin especfica entre psiquis y soma. Lo importante reside en no confundir la realidad hacia la cual tenemos acceso mediante el instrumento mental completo que integra conceptos, con la apariencia que esta realidad adquiere para cada uno de los sentidos aislados que configuran nuestras percepciones, o con las apariencias que surgen de la integracin ingenua de tales perceptos. Podemos volver entonces, desde este ngulo, a considerar las llamadas perturbaciones neurticas que provienen de la erotizacin o del retorno a la fuen te de la excitacin reprimida, como una transformacin sustancial del rgano implicado que mantiene el carcter de expresin y smbolo. Cabe la misma consideracin hacia el concepto de la complacencia somtica.Nos falta mencionar ahora una ltima cuestin. En esta evolucin, este cambio, esta transformacin, del cual participan unidas materia e idea, encontramos una tercera manera de ser, que trasciende a las dos en el ejercicio de esa "libertad", que no necesita romper la relacin especfica en la medida en que proviene de un campo inconciente primario que repercute simultneamente en el cuerpo y en la mente. Esta tercera manera, que Portmann (1960) incluye en su pensamiento con una referencia escueta al concepto de informacin, coincide con lo que Bateson (1972) subraya y enfatiza recurriendo al uso de la palabra diferencia. No slo porque toda informacin equivale al registro o noticia de una diferencia, sino porque la capacidad de desarrollo, evolutiva, mvil, transformadora y creativa que constituye la vida, se establece siempre, desde ese inconciente unitario, como la posibilidad de engendrar diferencias.Llegamos as a reflexionar en el profundo sentido que adquiere la afirmacin de Freud (1920g) acerca de que la reproduccin, al servicio de la vida, introduce "...nuevas diferencias vitales que tienen luego que ser agotadas vivindolas".Notas1 Este captulo corresponde al texto que con el mismo ttulo fue publicado por primera vez en el peridico Actualidad Psicolgica, ao XXIV, N 264, mayo de 1999, pg. 15-17. Para la presente publicacin se le agreg el apartado "Los conceptos de Freud sobre la histeria".Captulo VEL PROBLEMA DE LA SIMBOLIZACIN EN LA ENFERMEDAD SOMTICA1En torno a la alteracin de la representacin del rganoSuele sostenerse que las representaciones y afectos que corresponden a rganos y funciones corporales son "parasitados" por otras, reprimidas, en vi rtud de un conflicto, de tal modo que su funcin se ve alterada y se produce un sntoma corporal, segn el mecanismo descripto por Freud en Las perturbaciones psicgenas de la visin (Freud 1910i). La fantasa "subyacente al sntoma" no sera entonces la fantasa correspondiente a las representaciones mentales del rgano afectado, sino la que representa al conflicto reprimido Conviene tener presente, antes de proseguir con este asunto, que, de acuerdo con los postulados fundamentales de la teora psicoanaltica, la fantasa que representa al conflicto reprimido deriva de una fuente orgnica cualitativamente diferenciada.Ms all de la cuestin de si el sntoma implica necesariamente una regresin a la fuente de la cual su fantasa bsica deriva, importa ahora subrayar que la problemtica que nos ocupa gira en torno de cul es el significado que debemos otorgarle al hecho de que el rgano afectado pueda ser distinto del que suponemos es la fuente de la fantasa reprimida. La nica conclusin coherente con la teora psicoanaltica es la de que se trata de una estratificacin (similar a la que ocurre en la erotizacin de una funcin) en la cual el rgano afectado coparticipa con un componente propio en la estructuracin de la fantasa inconciente reprimida.Que la representacin del rgano sea "parasitada" (que sera precisamente aquello que lo "afecta") correspondera, entonces, a la influencia que sobre l ejerce aquel otro rgano que es la fuente primitiva de la fantasa reprimida, pero lo fundamental consiste, justamente, en que esa influencia es "atrada" por la representacin "parasitada", que participa as de una manera dominante en la fantasa inconciente que corresponde al sntoma. Por "dominante" debemos entender que es la fantasa que posee "capacidad patoplstica corporal", lo cual slo puede lograrse con una participacin intensa de la fuente cualitativamente diferenciada que otorga el "factor motor del impulso". Sobre este ncleo de significacin primaria se estratificarn "luego" las posteriores resignificaciones.Antes de abandonar este punto, sobre algunos aspectos del cual de manera implcita, inevitablemente volveremos, es importante dejar sealado un argumento que, en los trminos habitualmente utilizados se expresara de este modo: si admitimos que el conflicto psquico, cuando altera un rgano, lo hace a travs de "parasitar" su representacin, parece evidente que la forma o la funcin del rgano, ya que se halla en una suerte de dependencia con respecto a esa representacin suya, no mantiene con la misma, es decir con el psiquismo, una relacin arbitraria.Otro asunto importante: cuando un rgano se altera a partir de su representacin "parasitada", significa esto que algo ha dejado de ser psquico para ser somtico? Lo que llamamos "parasitacin" de la representacin, no es algo que contina siendo psquico an durante la alteracin del rgano?Parece evidente que nada deja efectivamente de ser psquico para ser somtico ni nada deja de ser somtico para ser psquico. No veo razn, por lo tanto, para hacer, en este punto, distincin alguna entre el conflicto y lo que suele denominarse su manifestacin perifrica. Me parece en cambio mucho ms til distinguir conceptualmente las afirmaciones referentes al ser, de la realidad considerada, de las afirmaciones referentes a la categorizacin que la conciencia realiza con respecto a las mismas cuando percibe una alteracin somtica o comprende un significado psicolgico. Quizs slo se trate, en el fondo, de una cuestin de prudencia, pero mientras tanto conviene tener presente que lo que conocemos acerca de lo inconciente son solamente sus derivados concientes.La cuestin de la especificidad y el smboloEstoy de acuerdo con que las fantasas inconcientes que expresan los conflictos reprimidos no exitosamente, son individuales. Me parece necesario insistir sin embargo en que nuestra posibilidad de establecer acerca de ellas un conocimiento transmisible se base en la identificacin de unidades de significacin que sean comunes. Una nariz es algo altamente individual, ya que no encontraremos dos iguales, pero hay algo comn a las narices, que no poseen las orejas, cuyo establecimiento nos permite transformar nuestro contacto con esa realidad en conocimiento comunicable. Slo cuando, desde nuestro campo psicoanaltico, sabemos qu es lo que todos los ulcerosos tienen en comn, sabemos lo que significa, en psicoanlisis, ser un ulceroso. De ah que la investigacin en los fenmenos universales, tales como el "bolo histrico", me parezcan de la mayor importancia.Suele afirmarse que psicoanalizando el sntoma "se llega a la des-simbolizacin, al anlisis, separacin de las partes componentes del sntoma: pulsin y defensa". Aunque estoy de acuerdo con el espritu que anima a esta afirmacin no quiero dejar de sealar, porque atae al centro mismo de las cuestiones planteadas, que, desde un enfoque ms amplio, psicoanalizar no es des-simbolizar, sino, inevitablemente, re-simbolizar. Me parece importante tener en cuenta, por lo tanto, que ms all de un enfoque metapsicolgico escueto en el cual pulsin y defensa son instancias descarnadas que corresponden al ejercicio simblico del observador pero no del observado ("dentro" del cual slo son fuerzas), pulsin y defensa se manifiestan tambin, en la clnica y en la teora, como realidades simblicas complejas ejercitadas por el propio paciente.Suele afirmarse que hay casos en los cuales los factores psicolgicos son etiolgicos, pero los sntomas corporales no son simblicos del conflicto psquico. Recordar aqu un prrafo del trabajo: "Desde este punto de vista lo que otros investigadores categorizan como inespecfico debe ser considerado como el producto de nuestra insuficiencia en describir los pormenores de la complicada red constituida por el entretejido de las distintas fantasas inconcientes en cada caso particular", y tambin: "...cualquier inespecificidad en la correspondencia entre ambas manifestaciones de lo inconciente no sera otra cosa que el producto de nuestra transitoria incapacidad perceptiva (desde un ngulo) o interpretativa (desde el otro)".La manera ms breve en que se me ocurre plantear ese problema consiste en recurrir a una analoga. Si alguien manifiesta que el "pker", configurado por los dados que ha arrojado un cubilete, es el producto del azar, dir que s. Pero si a continuacin argumenta que este producto es en s mismo impredecible, porque los dados no se encuentran determinados, en su trayectoria, por las leyes de la fsica, le preguntar cmo lo sabe y, mientras no me comunique sus razones, me considerar con el derecho de no confundir una dificultad prctica con una imposibilidad terica que, para colmo, es trascendente.Dicho en otras palabras: estoy de acuerdo con que en un nivel de anlisis lo inespecfico, y an lo etiolgico, existen y son tiles, pero no me parece que a partir de este tipo de anlisis se adquiera el derecho de afirmar que hay enfermedades somticas que no son manifestaciones de fantasas inconcientes. Podra preguntarse aqu de dnde sale el derecho para afirmar lo contrario. Mi respuesta, en este punto, es doble.En primer lugar es necesario aclarar que se trata de una posicin con respecto a la investigacin antes que la expresin sofisticada de un enunciado de verdad. Mientras que esta posicin se encuentra avalada por el hecho de que los descubrimientos de nuevos simbolismos en diferentes enfermedades somticas no han cesado, se "conozca" o no su "etiologa" (puede recurrirse al ejemplo de la ruta recorrida por Alexander), la posicin opuesta ofrece el espectculo contradictorio del colega que manifiesta, a conciencia, que no cree que un heptico, enfocado con la luz del psicoanlisis, se diferencie de un cardaco, y sin embargo se resiste a mezclarlos cuando emprende una investigacin.En segundo lugar porque la teora psicoanaltica, en su coherencia de conjunto, armoniza mejor con esta posicin. Solamente mencionaremos en este punto, que sera muy largo recorrer, que de acuerdo con la segunda hiptesis fundamental del psicoanlisis, subrayada por Freud en 1938 (1940a [1938]), los supuestos procesos concomitantes somticos son lo esencialmente (o verdaderamente) psquico, y que slo omitiendo este postulado puede pensarse en una ausencia de simbolizacin en las enfermedades "causadas" por los concomitantes somticos de afectos.Ya que tocamos el tema de la simbolizacin volver sobre lo andado para anotar que, a pesar de que estoy de acuerdo con que condensacin y desplazamiento "subyacen" a la formacin de smbolos, sta no me parece la razn fundamental por la cual la simbolizacin se halle implcita en la conversin. A mi modo de ver la razn fundamental consiste en que lo psquico no puede concebirse sin la significacin, lo cual equivale a decir que no puede concebirse sin la simbolizacin. El "mero" efecto somtico asimblico de una "causa" psquica equivale a una extrapolacin que contiene una contradiccin. Una especie de "salto" conceptual comparable a una suma incongruente de objetos heterogneos. A menudo constituye el producto de una primera aproximacin al objeto de estudio.Acerca de la relacin entre el rgano y la fantasa inconcienteLlegamos por fin al punto en el cual se manifiesta que slo puede hablarse de simultaneidad o "complementariedad" "psicosomtica" cuando se trata de percepciones, ideas, afectos, por un lado, y procesos del sistema nervioso por el otro. De acuerdo con ese planteo, la otra cara de la moneda de la fantasa inconciente psquica seria una modificacin del sistema nervioso central. Freud dice, es cierto, "conocemos dos tipos de elementos de lo que llamamos nuestra psique (o vida mental): primeramente, su rgano corporal, escenario de su accin, el cerebro (o sistema nervioso) ", pero esta frase, una de las primeras del Compendio de Psicoanlisis (Freud, 1940a [1938], pg. 1011), es, en mi opinin, una manera habitual en Freud de emprender el desarrollo dialogado de un tema, desde lo generalmente admitido hacia sus propias ideas. Continuando la frase, dice Freud que la otra cosa que conocemos acerca de nuestra psiquis son los actos de conciencia. Ahora bien, del mismo modo que es imposible pensar en que Freud se propusiera dejar fuera de consideracin a lo inconciente, es aventurado suponer que realmente creyera que el nico equivalente corporal de la psiquis se encuentra en el sistema nervioso. Prosiguiendo con sus desarrollos expresar Freud en la misma obra el postulado, anteriormente citado, acerca de que los supuestos concomitantes somticos son lo verdaderamente psquico.Tampoco quiero dejar de sealar, en cuanto a lo que se refiere a una correspondencia con el sistema nervioso central, que no es lo mismo hablar de ideas, percepciones, o an afectos, que hablar de fantasas inconcientes. Se da la paradoja de que estoy disconforme con esa homologacin precisamente porque no creo que, en un sentido literal, el rgano inconciente "piense", o "sienta" su fantasa inconciente. Weizsaecker expresa, y esto s lo comparto, pero es otra cosa: "Es una idea atractiva el que la funcin fisiolgica escueta no se comporte de otro modo que como lo hace el hombre bien comprendido psicolgicamente"(Weizsaecker, 1947, pg. 42). Tambin ha escrito Weizsaecker en el mismo lugar, pero en un sentido distinto al que llamamos literal o ingenuo: "...es una idea arriesgada sta de atribuir pensamiento al rgano".Veamos, para ser breves, las diferencias a travs de una objecin. Si no se acepta que un rgano "piense" o "sienta" su fantasa inconciente, por qu afirmar entonces, como suele hacerse, que el sistema nervioso central piensa? Cmo se puede saber esto? Aparentemente la respuesta es sencilla, pero antes de formularla hay que tener en cuenta que el descubrimiento de que la presencia indemne de un rgano es necesaria para la existencia de un determinado proceso anmico no debe ser confundido con la posibilidad de afirmar que ese rgano es el artfice o constructor de ese proceso. Es cierto que cuando cortamos el cordn de alimentacin del receptor de radio cesa la msica, pero esto no demuestra que llegaba por ese cordn.Afirmar que la degradacin de polipptidos o el intercambio de iones en el sistema nervioso, "vistos por el otro lado" seran percepciones, constituye, obviamente, ms que una hiptesis arriesgada un pensamiento insuficiente para la complejidad del proceso. Es necesario tambin tener en cuenta que los procesos de pensamiento son algo ms que los circuitos de retroalimentacin negativa y que es inherente a su complejidad un sentido, propsito o direccin que no podemos concebir separado del organismo humano completo con todos sus rganos, no slo los que se vinculan a la percepcin y la memoria, sino ante todo aquellos otros que podemos suponer en el origen del deseo. (Y hablando de memoria, a cul nos referimos?, a la que se halla implcita en la fobia o a la que se halla implcita en la urticaria?, pondremos el acento en una hipersensibilidad "nerviosa" o "alrgica"?).Vale la pena tener en cuenta las excelentes consideraciones que realiza Etcheverry (1978). Por la necesidad de no ocupar ms espacio juntar cuatro frases aisladas cuyo conjunto representa adecuadamente el pensamiento de su autor. En primer lugar, justificando la traduccin del alemn Seele por el castellano "alma", en lugar de "mente" como sugerira el modelo del ingls mind que utiliza Strachey, leemos en la pgina 36: "Vemos, pues, que la asimilacin que establece Freud entre 'psique' y 'alma' es taxativa". Luego, prosiguiendo estas consideraciones (pg. 37): "...para Haeckel la clula primordial (protista) as como las clulas unidas entre s en un ser vivo pluricelular, poseen alma..." "Alma, en Haeckel, es trmino descriptivo de la especificidad de ciertos procesos materiales". Ms adelante (pg. 56): "...parece probable que la tradicin de Haeckel y de la filosofa de la naturaleza es el obligado contexto del texto freudiano". Comprese este planteo con el contenido en una frase que, segn tengo entendido, fue escrita por Sherrington, y que dice as: "Tenemos que ver la relacin entre mente (mind) y cerebro como un problema no meramente irresuelto, sino desprovisto de fundamentos desde sus inicios".Cul es entonces el sentido, acorde con nuestro planteo acerca de la especificidad, que damos a la afi