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Presentación. En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 1-1. ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/pres.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html Presentación El Centenario de la República se celebra en 2003 en medio de las contradicciones que caracterizan el desarrollo del país y, a la vez, reflejando las aspiraciones largamente reprimidas del pueblo panameño. Hay quienes quieren revivir el debate en torno a las circunstancias que rodearon la separación panameña de Bogotá en 1903. Sus detractores denunciaron la conspiración entre liberales y conservadores, quienes junto con las “cañoneras” de EEUU, lograron crear la nueva República sin derramamiento de sangre. El debate aún está abierto cien años más tarde. Tareas aprovecha esta oportunidad que ofrece el Centenario de la República para presentar dos reseñas del libro de Herbert Nelson (Victoriano Lorenzo en la historia panameña) que giran en torno a la figura legendaria de Victoriano Lorenzo, quien organizara la incorporación de amplios sectores del campesinado a la guerra de los Mil Días (1899-1902), antecedente inmediato de la separación del Istmo. El “cholo guerrillero” contribuyó a las victorias militares de los liberales en la última guerra civil colombiana en que participó Panamá. En la actualidad, su legado sigue creciendo dejando en la sombra a los “próceres de la independencia”. Los profesores Porfirio de Cruz y Alexis Rodríguez abordan el perfil histórico y sociológico de Victoriano, fusilado por sus enemigos de clase el 15 de mayo de 1903. El tema central de la entrega número 114 de Tareas gira en torno a los trabajos presentados por los participantes panameños en la reunión, celebrada en marzo de 2003, del grupo de trabajo sobre Ecología Política de CLACSO. La incursión de las ciencias sociales en los problemas ambientales se remonta a varios siglos. Sin embargo, en años recientes el abordaje de lo ambiental se hace, cada vez más, desde la perspectiva social. Enoch Adames M. presenta un trabajo seminal sobre la relación entre lo social y lo ambiental. Guillermo Castro H. define el vínculo entre lo natural y lo social utilizando como objeto la cuenca del Canal de Panamá. A su vez, Manuel Zárate presenta las contradicciones que surgen a nivel de las investigaciones de impacto ambiental. El tema central culmina con una presentación de Nilva Góngora, sobre la Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental de la Universidad de Panamá. La coyuntura internacional de principios de siglo XXI es dominada por la transición cada vez más “turbulenta” del capitalismo mundial. La crisis de la sobreproducción ha estancado las economías más avanzadas y sus efectos se sienten a escala global. La respuesta de EEUU ha sido extrema incluyendo acciones militares, agresiones económicas y amenazas políticas. En el marco de esta confusión, Tareas incluye el discurso de Fidel Castro a los argentinos pronunciado en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. En este encuentro con estudiantes y pueblo porteño, el Presidente cubano analizó la coyuntura internacional y presentó las alternativas que tienen los pueblos del mundo. Tareas también presenta en este número el acuerdo entre los gobiernos de Panamá y EEUU relacionado con la entrega de personas a la Corte Penal Internacional creada por la ONU. El documento representa un retorno a las políticas de imposición por parte de las grandes potencias y de sumisión por parte de los gobiernos panameños de turno. Igualmente, se publica un llamado del FPS al pueblo panameño para “enfrentar con criterio propio e independiente las elecciones de mayo de 2004”. Como ha sido la costumbre en números más recientes, Tareas trae un conjunto de trabajos que se refiere al Centenario de la República de Panamá (3 de noviembre de 2003). En este caso, se incluyen dos reseñas de libros y un ensayo. El primero se refiere al debate sobre la legitimidad de quienes encabezaron el movimiento separatista de hace cien años (la crítica de Roberto Méndez del libro de Olmedo Beluche). Además, se presenta la reseña de Edgar Spence sobre el libro Piel Oscura Panamá (cuyo coautor es George Priestley, miembro del comité editorial de Tareas) que aborda la cuestión étnica y la discriminación racial en Panamá. Finalmente, el ensayo sobre la evolución política de Panamá durante sus primeros cien años de República preparado por Simeón González, miembro del comité directivo del CELA.

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Presentación. En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 1-1.

ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/pres.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

Presentación

El Centenario de la República se celebra en 2003 en medio de las contradicciones que caracterizan el desarrollo del país y, a la vez, reflejando las aspiraciones largamente reprimidas del pueblo panameño. Hay quienes quieren revivir el debate en torno a las circunstancias que rodearon la separación panameña de Bogotá en 1903. Sus detractores denunciaron la conspiración entre liberales y conservadores, quienes junto con las “cañoneras” de EEUU, lograron crear la nueva República sin derramamiento de sangre. El debate aún está abierto cien años más tarde.

Tareas aprovecha esta oportunidad que ofrece el Centenario de la República para presentar dos reseñas del libro de Herbert Nelson (Victoriano Lorenzo en la historia panameña) que giran en torno a la figura legendaria de Victoriano Lorenzo, quien organizara la incorporación de amplios sectores del campesinado a la guerra de los Mil Días (1899-1902), antecedente inmediato de la separación del Istmo. El “cholo guerrillero” contribuyó a las victorias militares de los liberales en la última guerra civil colombiana en que participó Panamá. En la actualidad, su legado sigue creciendo dejando en la sombra a los “próceres de la independencia”. Los profesores Porfirio de Cruz y Alexis Rodríguez abordan el perfil histórico y sociológico de Victoriano, fusilado por sus enemigos de clase el 15 de mayo de 1903.

El tema central de la entrega número 114 de Tareas gira en torno a los trabajos presentados por los participantes panameños en la reunión, celebrada en marzo de 2003, del grupo de trabajo sobre Ecología Política de CLACSO. La incursión de las ciencias sociales en los problemas ambientales se remonta a varios siglos. Sin embargo, en años recientes el abordaje de lo ambiental se hace, cada vez más, desde la perspectiva social. Enoch Adames M. presenta un trabajo seminal sobre la relación entre lo social y lo ambiental. Guillermo Castro H. define el vínculo entre lo natural y lo social utilizando como objeto la cuenca del Canal de Panamá. A su vez, Manuel Zárate presenta las contradicciones que surgen a nivel de las investigaciones de impacto ambiental. El tema central culmina con una presentación de Nilva Góngora, sobre la Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental de la Universidad de Panamá.

La coyuntura internacional de principios de siglo XXI es dominada por la transición cada vez más “turbulenta” del capitalismo mundial. La crisis de la sobreproducción ha estancado las economías más avanzadas y sus efectos se sienten a escala global. La respuesta de EEUU ha sido extrema incluyendo acciones militares, agresiones económicas y amenazas políticas. En el marco de esta confusión, Tareas

incluye el discurso de Fidel Castro a los argentinos pronunciado en las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. En este encuentro con estudiantes y pueblo porteño, el Presidente cubano analizó la coyuntura internacional y presentó las alternativas que tienen los pueblos del mundo.

Tareas también presenta en este número el acuerdo entre los gobiernos de Panamá y EEUU relacionado con la entrega de personas a la Corte Penal Internacional creada por la ONU. El documento representa un retorno a las políticas de imposición por parte de las grandes potencias y de sumisión por parte de los gobiernos panameños de turno. Igualmente, se publica un llamado del FPS al pueblo panameño para “enfrentar con criterio propio e independiente las elecciones de mayo de 2004”.

Como ha sido la costumbre en números más recientes, Tareas trae un conjunto de trabajos que se refiere al Centenario de la República de Panamá (3 de noviembre de 2003). En este caso, se incluyen dos reseñas de libros y un ensayo. El primero se refiere al debate sobre la legitimidad de quienes encabezaron el movimiento separatista de hace cien años (la crítica de Roberto Méndez del libro de Olmedo Beluche). Además, se presenta la reseña de Edgar Spence sobre el libro Piel Oscura Panamá (cuyo coautor es George Priestley, miembro del comité editorial de Tareas) que aborda la cuestión étnica y la discriminación racial en Panamá. Finalmente, el ensayo sobre la evolución política de Panamá durante sus primeros cien años de República preparado por Simeón González, miembro del comité directivo del CELA.

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Enoch Adames Mayorga. DEL SABER AMBIENTAL A LA ECOLOGÍA POLÍTICA:

Problemas y perspectivas. En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 5-21.

ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/adames.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

ECOLOGIA POLITICA

DEL SABER AMBIENTAL A LA

ECOLOGÍA POLÍTICA: Problemas y perspectivas*

Enoch Adames Mayorga**

“Uno no puede ponerse de lado de quienes hacen lahistoria,sino alservicio de

quienes la padecen”. Albert Camus

*Conferencia ofrecida durante la reunión del grupo de trabajo sobre Ecología Política de CLACSO, realizada en Panamá del 17 al 19 de marzo de 2003. **Profesor de sociología de la Universidad de Panamá, miembro del comité editorial de la revista Tareas.

Introducción

La discusión entre los saberes especializados con intervención transformadora en el mundo, enfrentada a la conciencia cotidiana resultante de los procesos de sociabilidad propios de un orden social que pre-existe a las orientaciones de acción de los individuos y colectivos, no es nueva.

Ya Habermas, a raíz de la publicación del libro de P.C. Snow, Las dos culturas, y de la controversia que se suscita con Aldous Huxley, en torno a la discusión sobre las ciencias experimentales y las humanísticas, al final de la década de los años 50, develaba ya que la cuestión de fondo es un problema que afecta a una civilización determinada por la ciencia y la técnica. Habermas construía este problema de la siguiente manera: “... de cómo es posible la traducción del saber técnicamente utilizable a la conciencia práctica del mundo”. (Habermas, 1984, p. 116.)

No obstante, éste es exactamente el mismo problema que subyace hoy día en la discusión sobre saberes especializados, saber ambiental y los contenidos de políticas de una ecología que interroga a la modernidad como proyecto y como proceso, y que cuestiona el funcionamiento de nuestras sociedades como un orden instrumental regulado por los sistemas de poder y dinero.

¿Es posible que la racionalidad técnica pueda iluminar decisiones sobre “cuestiones” humanas y no humanas? ¿Qué tipo de conocimiento requiere la opinión pública y los espacios de decisión política sobre los sistemas ambientales y su relación con los sociales, económicos y políticos? ¿Qué significación histórica tiene el concepto de crisis hoy día y de qué manera hace referencia al futuro? Estas son las interrogantes que hacen del problema, entre las desigualdades de una experiencia cotidiana cada vez más enfrentada a las imposibilidades de una realización integral y el horizonte de expectativas que origina la crisis de la modernidad,

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cuyo núcleo duro es la crisis ambiental global que padecemos. De estas interrogantes trata el presente trabajo.

I. Del saber social al saber ambiental

Es un lugar común organizar el saber a partir, ya sea de las disciplinas como perspectiva intelectual, como estructuras corporativas, esto es en su forma organizativa, o como espacios académicos culturales que configuran redes o comunidades de estudiosos que comparten y se identifican con un conjunto de premisas que se consideran básicas.

El “sistema de saberes” que configura ese campo temático que denominamos ciencias sociales emerge como construcción axiomática aproximadamente en 1880 y, a juicio de Waller-stein, las acotaciones temáticas que se delimitaban a partir de sus objetos de estudio expresaban tres segmentaciones que organizaron este sistema de saberes hasta aproxima-damente la segunda mitad del siglo XX.

La segmentación pasado/presente separaba a la historia, disciplina fundamentalmente ideográfica, de las pretensiones nomotéticas de la economía, la ciencia política y la sociología. Otra segmentación tenía como ordenador el eje civilizado/otro o europeo/no europeo, que separaba las cuatro disciplinas anteriormente mencionadas de la antropología y los estudios orientales. Recordemos que Edward W. Said llamará a esta orientación temática “orientalismo” y lo define como un “modo de relacionarse con oriente basado en el lugar especial que éste ocupa en la experiencia de Europa Occidental”. (Said. p. 19.) El orientalismo expresará a nivel discursivo un punto de vista cultural e ideológico que se organiza y se solidifica a través de instituciones, vocabularios, enseñanzas, imágenes, prácticas burocráticas y estilos de dominación.

Llamo la atención a esta demarcación temática, porque es tarea latinoamericana develar eso que Merquior llamó el “otro Occidente” y reconocer nuestro propio estatuto de modernidad, no como mera proyección o extensión de la modernidad eurocéntrica sino como reapropiación de nuestras tradiciones en el marco de, algo que provisionalmente llamaremos, una mo-dernidad auténtica.

Finalmente emergía la segmentación mercado/estado/sociedad civil, pertinente ahí donde lo moderno está representado en el cálculo racional y que estructura relaciones sociales con arreglo de categorías propias de una civilización fundada en la ganancia y en la transformación productiva de carácter industrial y cuyo contenido racional de naturaleza instrumental lo da el mercado, la legalidad burocrática, las codificaciones jurídico políticas, entre otras.

Para 1970, este orden de saberes sociales había entrado en una crisis total e irreversible. Ese episteme sobre lo social configurado a través de la suma o agregados de espacios seg-mentados, diferentes pero relacionados, distintos pero autónomos entre sí, comenzó a ser cuestionado. Según Wallerstein, “el desdibujamiento se ha vuelto tan extenso que, (...), ya no era posible defender esos nombres, esas fronteras como intelectualmente decisivas e incluso útiles. El resultado es que varias disciplinas de las ciencias sociales han dejado de ser disciplinas porque ya no representan áreas de estudio obviamente diferentes, con métodos diferentes y, por ende, con fronteras firmes y distintivas”. (Wallerstein, 1999, p. 13.) Wallerstein se refiere a la economía, la ciencia política y a la sociología, fundamentalmente.

No obstante los cambios sufridos en el sistema mundial posterior a 1945 y de manera decisiva desde 1960 hasta nuestros días y que han alterado la autocomplacencia de las estructuras del conocimiento hasta este momento existentes, no tienen como correlato cambios en las estructuras corporativas y en su forma clásica de entender estas prácticas insti-tucionales, de tal manera que las formas, departamentos, programas, grados, títulos, revistas especializadas y asociaciones profesionales no recogen esta reconceptualización de fondo que se produce en la estrategia de conocimientos y tampoco hacen habitables y posibles la adecuación necesaria de las herramientas intelectuales, propias de esta reconceptualización que no es otra cosa que un cambio de episteme.

Lo que está en discusión no descansa en la afirmación fácil de que el ser humano y la sociedad son complejos como es la relación sociedad/naturaleza, sino que se introduce un registro nuevo, un código epistemológico fundado en entidades hasta hace poco sin un estatuto científico “normal” como es el azar, lo indeterminado y lo impredecible. Lo que está en crisis, como se sabe, es el cuestionamiento a la matriz del canon clásico newtoniano- baconiano-cartesiano basado en determinaciones, mecanismos y causalidades y que hace gelatinosa, por extensión, las bases del modelo epistemológico nomotético que se había hecho predominante en las ciencias sociales a mediados del siglo pasado.

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Esta crisis no solamente desborda el ámbito de ese “sistema de saberes” sobre lo social, sino que alcanza el conjunto del dominio del sistema global de los conocimientos y de las cien-cias en general, a tal punto que ha perdido sentido la distinción de ciencias blandas y duras y que atenúa la clásica distinción entre ciencias naturales y ciencias sociales como “supercampos”.

Hasta ahora, quizás el mayor de los equívocos es el de pensar a las ciencias sociales y a las naturales como dos campos científicos cuya relación no puede ser otra que la de una re-lación de exterioridad, similar a las paralelas del ferrocarril que pueden verse, recorrer tramos conjuntamente, no obstante queda claro que se observan mutuamente desde afuera.

Más allá de estas dificultades sobre la naturaleza del objeto de estudio (problemas ontológicos) o sobre la validación de un conocimiento generado por un sistema conceptual que le es propio a cada uno (problemas espistemológicos), debemos recordar la feliz frase de Russel-Hanson de que los “observables están cargados de teoría” y que, por tanto, las directrices teórico-metodológicas son cruciales, y lo son en este caso, para lograr una acercamiento entre ambos sistemas de conocimiento.

Debemos recordar que el sistema biológico, como el sistema social, no “está ahí”, y que para una concepción como la de las ciencias de la complejidad, toda relación de observación supone “estar dentro”, elemento básico que introduce un cambio de perspectiva en las nociones de realidad y observador (relación sujeto-objeto). “El mundo, en consecuencia, nunca puede ser observado desde afuera: la observación modifica inevitablemente al mundo con el cual se confronta”, dice Luhmann.

De esta directriz epistemológica se desprende una consecuencia de naturaleza metodológica que es la de que cualquier explicación o descripción adecuada de la sociedad debe presentar, según Luhmann, un componente autológico; esto es, debe reflejar, necesariamente, un proceso de conocimiento en el cual el producto del mismo solo puede tener lugar dentro de la sociedad. Este es ciertamente el punto de partida para producir el conocimiento teórico del cual supuestamente están cargados los “observables”.

Lo anterior obliga a una revisión de la autocomplaciente unidad epistemológica de la ciencia y su concepción de la homogeneidad de la realidad. Esta revisión epistemológica exige a su vez examinar las estrategias de aproximación hacia el mundo, esto es, la relación naturaleza-sociedad no solamente a nivel de conocimiento sino también en la dimensión insti-tucional que la constituyen.

II. Estructuras de poder versus estructuras de saber: Los problemas

Nunca está de más reiterar el carácter eurocéntrico de la tradición que estableció una fuerte distinción entre las ciencias naturales y sociales configurando las llamadas dos culturas como un producto específico de las estructuras del “sistema-mundo” moderno. Manifiesta Wallerstein, “ningún otro sistema histórico ha instituido un divorcio fundamental entre la ciencia por un lado y la filosofía y las humanidades, por el otro; lo cual creo que se caracterizaría mejor describiéndolo como la separación entre la búsqueda de la verdad y la búsqueda de lo bueno y de lo bello. En realidad no fue tan sencillo incluir este divorcio en la geocultura del moderno sistema-mundo. Se necesitaron tres siglos antes de que la escisión se institucionalizara. En nuestros días, sin embargo, constituye un rasgo fundamental de la geocultura actual y forma la base de nuestros sistemas universitarios”. (Wallerstein, 2000, p. 112.)

Pablo González Casanova, al recibir el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, manifestaba de manera alarmante la catástrofe que para la humanidad puede significar los desequilibrios crecientes del sistema social y del ecosistema, pero a su vez planteaba de manera esperanzadora, que esta tensión pudiera conducir a una salida creativa sin que esto pueda significar anticipar el futuro en términos “deterministas o probabilísticos”.

Sin duda que el saber social históricamente no ha atendido el marco biofísico en que necesariamente se inscribe lo social. De hecho, la concepción convencional de sociedad ha construido “un tipo de relación del que todos los no humanos han sido claramente expulsados”. (Latour, p. 231.) A su vez, la autocomplacencia de sus prácticas profesionales se ha realizado a espaldas de los sistemas abiertos como son los físicos, químicos, biológicos y sociales, cuyo elemento dinamizador no es tanto el orden como el desorden.

Como se sabe, la ciencia clásica que se asociaba al concepto de “ley de la naturaleza” adscribía una concepción determinista y reversible del tiempo. No obstante, es a la luz de las investigaciones de Ilya Prigogine (premio Nobel de química, 1977), que se postula que son muchos más y de mayor interés los objetos a los cuales se aplica el segundo principio de la

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termodinámica y los sistemas cuyos comportamientos son “sensibles a las condiciones iniciales”. Es en ese sentido que dentro de esta concepción la llamada “ley de la naturaleza” en el contexto de sistemas inestables se torna fundamentalmente probabilística, esto es, expresa lo que es posible y no lo que es cierto.

Como manifiesta Prigogine en El fin de las certidumbres, “en el curso de los últimos decenios nació una nueva ciencia: la física de los procesos de no equilibrio. Esta ciencia con-dujo a conceptos nuevos como la auto-organización y las estructuras disipativas, hoy ampliamente utilizados en ámbitos que van desde la cosmología a la ecología y las ciencias sociales, pasando por la química y la biología. La física de no- equilibrio estudia los procesos disipativos caracterizados por un tiempo unidireccional y al hacerlo otorga una nueva significación a la irreversibilidad”. (Prigogine, p. 9.)

Todo este planteamiento desde las directrices epistemológicas de Prigogine puede ser el inicio de una ruta, no fácil por cierto, que nos llevaría, por lo pronto, a una descripción más acertada de los procesos naturales y sociales y en una dirección totalmente inversa a la convencional. Hoy el conocimiento científico encuentra en los procesos irreversibles una clave diferente para comprender y explicar tanto a la naturaleza como a la sociedad, considerados ámbitos habitados por seres con capacidad para modificar, modificarse e innovar y cuyo comportamiento no puede considerarse absolutamente previsible y controlable, tal como lo pensaba el canon clásico científico. Una de las consecuencias inevitables de esta recon-ceptualización de la noción de “ley científica” es la superación de la división tradicional entre las llamadas ciencias duras y blandas.

Sin duda el primer paso de acercamiento en esta conflictiva y problemática relación entre ciencias naturales y sociales debe comenzar por comprender de qué manera lo social está inmerso en los ecosistemas y que el acercamiento entre las dos culturas no solamente deben conllevar una reconceptualización de episteme sino también una revalorización de las direc-trices éticas, ya que el científico en su quehacer no está exento de valores y sus afirmaciones científicas sobre la realidad, de conformar bases para decisiones técnico-organizativas o sociopolíticas en otros ámbitos, no lo eximen igualmente de responsabilidad.

Como lo ha manifestado de manera reiterada E. Leff, el saber ambiental es una teoría en construcción sustentada por un conjunto de proposiciones no formalizadas y axiomatizadas. No obstante, en cuanto al saber que se vincula a una problemática originaria, esto es a una problemática ambiental, emerge de ella un cuestionamiento a fondo de la “racionalidad de la civilización moderna”.

Recordemos que es en el registro de la tradición newtoniano-cartesiana de la ciencia donde Max Weber ve realizado el tiempo moderno occidental que llamará racionalidad con res-pecto a fines y que subyace en el cálculo de la economía capitalista, en la formalización del estado constitucional, en la sistematizaciones regulativas de la administración pública, en los principios estructurales de las organizaciones sociales, y en el contenido profundo de la ética profesional. Es en este contexto en el que históricamente se construye el concepto de racionalidad instrumental y/o estratégica, fundamento de la “modernidad de la tecnología”, como la llamara Wallerstein.

No obstante lo anterior, el nivel de institucionalización de las diversas disciplinas que bajo el canon decimonónico organizaron a manera de disciplina “el sistema de los saberes” sobre los distintos temas de lo social se han cosificado en organismos burocráticos afirmados más como centros de poder que como centros de saber, dedicados en la mejor tradición foucaultiana a legitimar realidades institucionales obsoletas, a normalizar saberes justificadores y a beneficiar intereses burocráticos de naturaleza corporativa, donde el modelo exitoso no es ya el docente-investigador sino el docente-burócrata.

Quizás valga la pena recordar una directriz teórica-metodológica de Michel Foucault, de que la emergencia de todo conocimiento va siempre ligada a un cambio de poder. Esto resulta tan válido en lo que refiere al saber ambiental como teoría en construcción, como para la necesidad de un cambio en las estructuras de poder del conocimiento que aloje las posibilida-des de construcción y desarrollo de un saber ambiental con componentes teóricos, esto es, como proposiciones formalizadas y axiomatizadas, orientadas a la problemática de la biodiversidad con capacidad para recuperar la diversidad tanto a nivel ético, ecológico, epistemológico y económico. (Shiva, p. 147.)

Reconocer que los saberes intelectuales forman parte de ese flujo de dominio y de poder y que como tal constituyen dispositivos estratégicos en las relaciones que a nivel de sistema-mundo conectan centro con periferia, es también asumir de manera crítica que las estructuras de poder en el conocimiento pueden promover patrones de comportamiento no siempre

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asumidos de sometimiento intelectual, como también relaciones cosificadas, la mayoría de las veces no reconocidas, tanto por quienes ejercen el poder como por quienes están sometidos a él. Estas tendencias entre otras son las que refuerzan la autocomplacencia intelectual, la buro-cratización de las prácticas académicas y la sumisión al conocimiento acríticamente importado. III. Las perspectivas

Como se ha manifestado en los foros de Porto Allegre, lo que actualmente define la lucha tanto local como global, es definir no solamente la agenda de la política ambiental, sino también definir lo ambiental como componente de lo político. Sin embargo, no siempre está claro que las cuestiones ambientales significativas sean estratégicamente políticas. La razón de los obstáculos para que la conciencia práctica del mundo de la vida desborde la esfera privada y se inscriba en el ámbito político cuestionando el “orden instrumental” de la sociedad, es que la solución moderna, como lo caracteriza Bruno Latour, distribuye los “objetos” en la esfera de la naturaleza y a los “sujetos” en el ámbito de la sociedad, bloqueando la solución definitiva que debe ser integral, fragmentando tanto los saberes como la relación de la teoría con su práctica.

Quizás Alimonda haya dado en el clavo cuando plantea que esta discusión debe traer implícita una reflexión sobre los derechos humanos y de ciudadanía y cuyo contenido histórico-social lo da la discusión política en torno a la democracia y la justicia ambiental. (Alimonda, p. 9.) La discusión es, en definitiva, sobre valores, concepciones y conceptos claves sobre los que descansa nuestra cultura occidental.

Como se sabe, la tradición teórica de occidente, en lo fundamental, tematiza al estado como una relación social que surge de un pacto y que en su pretensión de legitimidad busca su reconocimiento al ser el único depositario de la mantención de una “modalidad de orden”, respaldada ésta con una garantía normativa y coercitiva en un territorio dado. Es obvio que esta concepción de estado inscrita en esta tradición no tiene por qué tener una connotación neutra, ya que el estado es siempre la expresión particular en que se desenvuelven los conflictos sociales en sociedades concretas.

Lo que los tiempos de globalización traen de nuevo a la discusión, es la vigencia de la ciudadanía y de la nación, discusión que tiene que enmarcarse ahora en un proceso que tiende “a arrasar todos los límites”, especialmente “con los procesos ligados a la tecnología, cultura y las comunicaciones que desestructuran clases sociales y sectores, bloqueando con ello tradicionales praxis colectivas, como también identidades y capacidades de representación política.

Estos elementos perturbadores que fluyen hacia el Estado-nacional y la democracia desafían uno de los pre-requisitios de la sustentabilidad de los sistemas ambientales, sociales, económicos y políticos, como es la democracia participativa. Sin embargo, nos encontramos frente a un nuevo movimiento de dominación política y económica que tiende a desplazar un conjunto de decisiones públicas propias del Estado-nación a una esfera global, dominada por la lógica del capital internacional, que no solamente cuestiona entidades político-institucionales de naturaleza histórica, sino que también bloquea cualquier posibilidad de reconstruir la devastación social y política producida por el huracán de la globalización, y de iniciar procesos fundantes de participación ciudadana y de redemocratización de los Estados-nacionales.

Dice Giovanni Arrighi que la pregunta relevante en este momento no es tanto preguntarse si el principio de la soberanía nacional, producto de la Paz de Westfalia, ha sido o cómo ha sido violado, sino más bien si este mismo principio en su orientación y acción ha limitado el ámbito de la acción estatal y de qué manera, con el transcurso del tiempo, las consecuencias de esta misma acción ha modificado “el significado sustantivo de la soberanía nacional”. (Arrighi, p. 120.)

Esta globalización que ha establecido un orden violento tanto a nivel de estructuras coercitivas de naturaleza institucional e internacional orientadas a pacificar y mantener el orden global, ha propiciado la desintegración espacial y la violencia ecológica y social. Todo esto en el contexto de un orden económico y político internacional que exhibe una clara escisión, entre el poder militar y financiero constituyendo con ello una ruptura del clásico modelo evolutivo de expansión del capitalismo mundial durante los últimos 500 años, caracterizado por una unidad entre las dos esferas. Pese a que lo anterior ha producido una generalizada euforia de que tanto la historia como la modernidad han llegado a su fin, Arrighi adelanta que existen evidencias que hemos entrado en una “fase de turbulencia y caos sistémico sin precedentes en la era moderna”. (p. 129.)

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Wallerstein señala que dentro de los soportes socioeconómicos que han ido debilitando de manera seria al sistema-mundo, está la presión ecológica que plantea un agudo problema de orden económico al sistema mundial, ya que esta presión tiende a limitar, tendencialmente, las posibilidades de acumulación de capital al reducir la acumulación basada en la capacidad de esas empresas transnacionales y no transnacionales de externalizar sus costos. Como se ha planteado en otra parte, la externalidad a la que estamos aludiendo describe el traslado de costos sociales a otros grupos sociales, transferencia que puede hacerse a distintas regiones del planeta o a las generaciones futuras. La degradación ecológica en la que nos ha colocado el actual sistema de depredación económica nos ubica cruzando el umbral de tolerancia y adentrándonos en el umbral de peligro al ámbito de la desintegración y muerte, siendo ésta no una hipótesis de certidumbre versus incertidumbre, sino de realidades que se construyen a partir de procesos.

La crisis ambiental que nos ocupa anuncia, entre otras cosas, el límite del proyecto de la modernidad fundado, como se sabe, en la confianza de la razón sin límites. Recordemos como dice Bruno Latour, que “el mito del progreso se basa en un mecanismo muy rudimentario” no obstante su dilatada y compleja historia. Este descansa en un proceso hacia adelante de abrir y ordenar donde la modernidad se abre paso a través de la confusión empujando de manera inexorable la llamada “flecha del tiempo”.

Este proceso dejaba atrás un mundo encantado que hacía difícil separar la realidad ontológica del objeto de la subjetividad de los humanos y que proyectaba sobre ellos atavismos cuando no prejuicios y supersticiones. Sin embargo, esa construcción epistemológica portentosa de la racionalidad occidental como es la separación del sujeto-objeto, reproduce en otro nivel la separación sociedad-naturaleza y diluye la viabilidad política de un contrato natural que se inscriba en un proceso de convivencia “por el que el cosmos queda reunido en un todo en el que se puede vivir.” (Latour, p. 363.)

La búsqueda de enfoques integradores del conocimiento para explicar tanto las razones como el accionar de los procesos socio-ambientales complejos, desborda toda capacidad de las estructuras cognoscitivas científicas dominantes y exige su reestructuración como condición para la formación y producción de un nuevo saber. Para Leff, este saber no es otro que un saber ambiental que “problematiza el conocimiento fraccionado en disciplinas y la administración sectorial del desarrollo, para constituir un campo de conocimientos teóricos y prácticos orientado hacia la rearticulación de las relaciones sociedad-naturaleza”. (Leff, p. 124.)

En este nivel de la reflexión, la teorizaciones del biólogo Humberto Maturana son esclarecedoras, ya que postulan cuatro directrices de naturaleza universal para comprender la relación entre los sistemas vivos y su entorno. Estos son los siguientes:

a. “Los seres vivos, incluidos los seres humanos, son sistemas determinados

estructuralmente”; esto significa que todo lo que nos acontece y que asume la forma de cambios estructurales, está determinado en nuestra estructura, ya sea como producto de nuestra propia dinámica estructural interna o como cambio estructurales activados en nuestras interacciones en el medio, pero en absoluto determinados por éste. A esta condición en los seres vivos, Humberto Maturana la califica como sistemas autopoiéticos, esto es, la capacidad de un sistema de organizarse de tal manera que el único producto resultante es él mismo.

b. La estructura de cada ser vivo es en cada momento el producto de la ruta de cambio

estructural que siguió a partir de su estructura inicial y como consecuencia de sus interacciones con el medio que le tocó vivir. A esto Humberto Maturana lo designa como ontogenia y hace referencia a la historia individual de cada ser vivo.

c. Cualquiera que sean sus cambios estructurales, la organización de un sistema la

constituyen las relaciones entre los componentes que le dan su identidad. Esto significa para Maturana que “lo vivo de un ser vivo está determinado en él, no fuera de él”, y que todo sistema se desintegra cuando en sus cambios estructurales no se conserva su organización. Esta tendencia expresa la conservación del sistema por la organización.

d. “Un ser vivo conserva su organización en un medio solo si su estructura y la estructura

del medio son congruentes y esta congruencia se conserva”. Esto implica para el sistema en la preservación de sus elementos una mutua interacción entre adaptación

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(congruencia estructural entre ser vivo y medio) y su organización. A esta congruencia estructural, Maturana la llamará adaptación. (Maturana, p. 5-7.)

Estos postulados que a juicio de Maturana definen relaciones de naturaleza universal entre

sistemas vivos y entorno son ilustrativos de lo vulnerable que son no solamente los sistemas vivos, sino el más complejo de estos sistemas, como es el caso de los sistemas sociales. La complejidad y la heterogeneidad de los mismos obligan a repensar las relaciones entre grupos sociales o entre procesos de producción y su soporte biofísico de manera nada convencional.

Es en este sentido que la biodiversidad debe ser preservada de estilos de desarrollo depredadores ya que como argumento contrafactual, lo que se pone en evidencia es la vulnerabilidad estructural de los sistemas ecológicos frente a fluctuaciones o perturbaciones que pueden alterar el equilibrio sistema-entorno y empujar los sistemas de vida a cambios estructurales que pueden producir su desintegración y muerte

Sin duda lo más importante de estas directrices epistemológicas de Maturana es que el elemento constitutivo del más complejo de los sistemas como es el sistema social, es el de que sus componentes son seres vivos y que este sistema es solamente social si constituye aquellas relaciones que le permitan conservar una organización y que en adaptación con su entorno se configure un proceso que lo integre como tal, esto es, como sistema social. Esto significa que “cualquier intento de caracterizar a un sistema social de manera de que no reconozca que la conservación de la vida, de sus componentes, es condición constitutiva de su operar, se equivoca y especifica un sistema que no genera los fenómenos propios del sistema social.” (p. 9.) Conclusiones políticas

No hay duda de que el conocimiento nos ha planteado un dilema ético, absolutamente intrínseco a la misma producción de conocimiento: un agregado de seres humanos que no incorpore a través de los soportes materiales e institucionales la conservación de la vida de sus miembros como parte de su definición operativa, no puede concebirse como sistema social. Pero también significa tomar conciencia que en un mundo cada vez más complejo, heterogéneo e interdependiente entre los sistemas de seres vivos, ya sean los de la naturaleza o de la sociedad, la aplicación de modelos de conocimiento fundamentados en teorías mecanicistas o no centradas en el ser humano y en los seres vivos en general, representa una ruta segura hacia nuevas y más peligrosas frustraciones. De igual manera no pueden subsistir los territorios institucionales configurados más como espacios corporativos que académicos y que con sentido de propiedad y feudo legitiman la criticidad, la abulia y la inercia académica.

Quizás la ruta para resolver el problema enunciado por Habermas al inicio del trabajo, arranque de la directriz epistemológica que reconoce las limitaciones de una racionalidad técnica que tenga en cuenta los traslados sociales (externalidades) de los costos económicos y ecológicos no deseados (o deseados) y de la imposibilidad de decidir sobre las “cuestiones” humanas y no humanas en acuerdo a un orden social instrumental que regula las relaciones sociales por el intercambio mercantil y el poder. Este otro enunciado no solo obliga a introducir desde lo social la política en la ecología, sino que también define las directrices fundamentales para la construcción ontológica de su objeto de estudio y de su orientación epistemológica.

Sin embargo, para nuestro medio, el verdadero objeto de la reflexión científica más que la reorganización es la reestructuración de los dominios del saber, no solamente en su episteme sino también en lo que tiene de implicancia el ordenamiento institucional del conocimiento, la configuración de disciplinas, la investigación y docencia, la metodología de la enseñanza, etc. No obstante, esta ruta a un saber ambiental exige como condición indispensable develar la escondida estructura de conocimiento que corresponde a nuestro período histórico particular y que tejen una red de suposiciones y prejuicios casi siempre inconscientes y que organizan y limitan objetivamente el pensamiento tanto en el tiempo histórico como social. He aquí nuestra tarea política.

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Guillermo Castro H. Panamá: agua y desarrollo en vísperas del segundo siglo.

En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 21-52. ISSN: 0494-7061.

Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/castro.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

PANAMA: AGUA Y DESARROLLO EN VISPERAS DEL SEGUNDO SIGLO*

Guillermo Castro H.**

A Rodrigo Tarté, maestro y amigo *Artículo preparado para una publicación en celebración del Centenario de la República de Panamá. **Sociólogo, miembro del comité directivo del CELA y del comité editorial de la revista Tareas. I. Introducción

Al cumplir su primer siglo de vida independiente, la República de Panamá enfrenta graves problemas ambientales, íntimamente vinculados además, de la década de 1980 en adelante, a una situación de estancamiento en su desarrollo socioeconómico.1 Los problemas que aquejan al país van desde la destrucción de los recursos forestales y la erosión de la biodiversidad, hasta el deterioro y la erosión de las tierras agrícolas y ganaderas del país, y la contaminación de sus aguas interiores y litorales, hasta el crecimiento urbano desordenado que impera sobre todo – pero no exclusivamente – en la capital y sus áreas conurbadas.2 Esta situación, ciertamente, no es exclusiva de Panamá. Por el contrario, se inserta en el panorama regional caracterizado - al decir del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) - por la concentración de la población en zonas urbanas “en las que la calidad del aire amenaza la salud humana y la escasez de agua es un hecho común”; el agotamiento y la destrucción de los recursos forestales, y el posible impacto regional del cambio climático.3 Como en el resto de la región, también, estos problemas han puesto en el orden del día de Panamá la necesidad de encontrar alternativas de desarrollo sostenible, que permitan estabilizar las relaciones de su población con su entorno natural y contener el deterioro en curso, creando al propio tiempo las condiciones políticas, sociales, culturales y económicas imprescindibles para revertirlo en el mediano y largo plazo.

El planteamiento de este problema, sin embargo, encuentra singulares dificultades de orden técnico, económico, político y –sobre todo– cultural. La posibilidad de encontrar una ruta hacia el desarrollo sostenible, en efecto, depende tanto de lo que se entienda por desarrollo, subdesarrollo y sustentabilidad, como de la historia de las formas de relación entre lo social y lo natural que han tenido y tienen lugar en el territorio del que se trata. Y en Panamá, como en toda la región latinoamericana, el tema - sus términos, sus voceros y sus tiempos - se organiza y se despliega a partir de una peculiar ambigüedad, derivada del distinto modo en que el desarrollo es entendido en nuestra cultura y en la de las sociedades noratlánticas. Allá, en efecto, el término designa esencialmente la puesta en uso de un recurso específico para un fin determinado, con lo que el problema de la sustentabilidad viene a ser esencialmente tecnológico y burocrático.4 En América Latina, en cambio - en particular a partir de la obra teórica de Raúl Prebisch -, el “desarrollo” designa un círculo virtuoso en el que el crecimiento económico se traduce en un incremente del bienestar social y la participación política a escala de sociedades completas, hasta modificar el modo en que ellas participan en un sistema internacional organizado a partir del intercambio de bienes tecnológicos complejos y capital de inversión por materias primas y trabajo barato, entre un centro (precisamente) “desarrollado” y una periferia “subdesarrollada”.

En el caso de Panamá, sin embargo, el problema del desarrollo sostenible debe ser planteado a partir de la prolongada coexistencia – contradictoria y articulada a la vez – entre

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formas de aprovechamiento sostenido y de abuso destructivo de importantes recursos naturales. Tal es el caso, por ejemplo, de la reorganización de la cuenca del río Chagres con el propósito de crear las reservas de agua dulce que requiere el Canal de Panamá para su funcionamiento, frente al uso del suelo para actividades de ganadería extensiva en la región sur del país. En efecto, durante casi un siglo el entorno natural inmediato del Canal -la llamada “Zona del Canal” establecida por el Tratado Hay–Bunau Varilla de 1903 y el parque natural Chagres, creado por la República de Panamá en la década de 1980- ha ofrecido servicios ambientales imprescindibles para la operación de la vía interoceánica comenzando a sufrir un deterioro significativo en los últimos treinta años.

A primera vista, para algunos esto parecería demostrar que es posible utilizar de manera sostenible un recurso determinado en el tipo de contexto general de insostenibilidad característico de un país subdesarrollado, o incluso sugerir que bastaría transferir la experiencia del área del Canal al resto del país para detener y revertir los graves procesos de deterioro ambiental que hoy lo aquejan. Esa conclusión, sin embargo, podría resultar apresurada. En efecto, desde mediados del siglo XX otras circunstancias han venido poniendo al entorno inmediato de la vía interoceánica en un contacto cada vez más estrecho con las consecuencias sociales y ambientales de las formas insostenibles de explotación de los recursos naturales dominantes en el resto del país, incluyendo aquellas que predominan en la mayor parte de la propia cuenca del Canal.5 La adecuada comprensión de este proceso, en todo caso, requiere considerar algunos hechos geográficos e históricos relevantes, integrándolos en una perspectiva que nos ofrezca luces nuevas sobre las relaciones entre los seres humanos y el medio natural en Panamá. De esto trata, precisamente, la historia ambiental.

II. La historia ambiental

En lo más esencial, la historia ambiental se ocupa de las interacciones entre las sociedades humanas y el mundo natural, y de las consecuencias de esas interacciones para ambas partes a lo largo del tiempo. Así, para el historiador norteamericano Donald Worster6, por ejemplo, la historia ambiental se constituye a partir de un diálogo entre las ciencias humanas y las naturales, que opera a partir de tres verdades esenciales. La primera consiste en que las consecuencias de las intervenciones humanas en la naturaleza a lo largo de los últimos 100 mil años, al menos, forman parte indisoluble de la historia natural de nuestro planeta. Tal es el caso, por ejemplo, del vasto impacto ambiental de la culturas y civilizaciones prehispánicas en zonas tan disímiles como el Darién, el valle de México y el altiplano andino7, y las formas –a veces sutiles, a veces abiertas – en que ese impacto puede prolongarse hasta el presente. A esto se añade que nuestras ideas sobre la naturaleza tienen un carácter histórico, se imbrican de múltiples maneras con intereses, valores y conductas referidos a otros planos de nuestra existencia, y desempeñan un importante papel en nuestras relaciones con el mundo natural.8 Y, por último, está el hecho evidente de que nuestros problemas ambientales de hoy tienen su origen en nuestras intervenciones en los ecosistemas de ayer.

Para Worster, la historia ambiental asume estas premisas en tres áreas de relación, estrechamente vinculadas entre sí. La primera de esas áreas está constituida por el medio biogeofísico natural en que tiene lugar la actividad humana. La segunda, por las relaciones entre las formas y propósitos de ejercicio de esa actividad y las tecnologías de que ella se vale, por un lado, y las consecuencias para la organización social humana - desde emigraciones o inmigraciones masivas, hasta el surgimiento o desaparición de grupos sociales completos -, de la reorganización de la naturaleza producida por tales intervenciones. La tercera y última, por su parte, se refiere a las expresiones de la experiencia histórica acumulada en la cultura, valores, normas y conductas que caracterizan las formas de relación con el mundo natural dominantes en cada sociedad, orientándolas hacia la reproducción o la transformación.

Todo esto demanda, como lo advierte el historiador colombiano Germán Palacio,9 atender al hecho de que la historia ambiental vincula entre sí los tiempos de la acción humana con los de la historia natural, proyectándose tanto hacia un pasado que a fin de cuentas es el de nuestra especie – y abarca por tanto unos cuatro millones de años -, como hacia la prefiguración de opciones de futuro que operan en plazos más extensos, también. Lo mismo, además, puede decirse del espacio. En efecto, si en lo más amplio la historia ambiental se refiere a la expansión de nuestra especie por el Planeta, en lo más cercano esa expansión sólo puede ser comprendida y explicada a escala de una economía y unas relaciones sociales y políticas que funcionan como un mercado y como un sistema mundiales, en construcción a lo

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largo de los últimos 500 años, tal como lo expresa el lema que adorna el escudo nacional adoptado en 1904 por los creadores de la república de Panamá: Pro Mundi Beneficio.

La dinámica fundamental de estas interacciones entre las sociedades humanas y su entorno natural puede ser expresada idealmente a través de las transformaciones sucesivas que van experimentando los paisajes debido a la intervención de los humanos en sus ecosistemas, y las sociedades responsables de esas transformaciones. Esto permite establecer una periodización de los procesos de reorganización del mundo natural y de la organización social, correspondiente a los medios técnicos empleados y los propósitos políticos con que esa transformación del mundo natural ha sido llevada a cabo.10 Pocos casos ilustran con tanta claridad esta relación como el de la república de Panamá en el primer siglo de su existencia.

III. Culturas y paisajes

En estricto sentido, la historia ambiental de Panamá se remonta al momento de ingreso de los primeros pobladores humanos al Istmo, hace unos 11 mil años.11 Sin embargo, el período que interesa a este estudio se inicia más bien a partir del siglo XVI, cuando el territorio del Istmo es incorporado al mercado mundial como un espacio organizado para el tránsito de personas, mercancías y capitales entre los océanos Pacífico y Atlántico.

La República de Panamá ocupa un territorio de 72 mil k i l ó m e t r o s c u a d r a d o s , e n c u y o p u n t o m á s e s t r e c h o s e encuentra el río Chagres, que nace en la Sierra Llorona, al noreste, corre primero hacia el sur y, al encontrarse con la serranía central del país, se desvía abruptamente hacia el norte y desemboca finalmente en el Atlántico. Ese punto más estrecho – la ruta del Chagres -, entre otros, sirvió como un corredor para la comunicación entre ambas costas desde el período precolombino, y a todo lo largo de la dominación colonial española en el Istmo. Esa fue, también, la ruta escogida a mediados del siglo XIX por los capitalistas norteamericanos que construyeron el primer ferrocarril transístmico, como por los inversionistas franceses que en la década de 1880 crearon la Compañía Universal del Canal de Panamá para construir una vía acuática a nivel del mar, según el modelo que había tenido tanto éxito en la creación del Canal de Suez. Y fue sobre esa ruta, finalmente, que el gobierno de Estados Unidos organizó, financió y llevó a cabo, entre 1904 y 1914, la construc-ción de un canal a esclusas que aprovecha el agua del gran río para permitir el tránsito de buques entre ambos océanos.12

La cuenca que proporciona el agua necesaria para el funcionamiento del Canal ocupa unos 3 mil 300 kilómetros cuadrados. Para construir, operar y defender la vía interoceánica, el gobierno de Estados Unidos demandó y obtuvo en 1903 que la entonces naciente República de Panamá le cediera el control de una franja de 16 kilómetros de ancho por 80 de largo, que iba del Atlántico al Pacífico a lo largo del eje del futuro Canal. Las tierras, bosques y demás recursos comprendidos dentro de esta franja de territorio, conocida como la Zona del Canal, fueron así excluidos de la lógica y las prácticas productivas que determinarían el uso de los recursos naturales en el resto de la cuenca, y del país.13 En lo sociocultural y lo político, la Zona fue el medio para establecer en Panamá una estructura de poder, integrada por funcionarios coloniales, gerentes, técnicos y militares norteamericanos, adscrita a un espacio y una función específica: crear y garantizar las condiciones indispensables para aprovechar un recurso en particular – el agua – para un propósito particular: el movimiento de buques a través del Istmo.14 Y esto dio lugar, a su vez, a un hecho sin precedentes ni paralelo en la historia latinoamericana: la creación y funcionamiento, a lo largo de casi un siglo, de un enclave de capital monopólico del Gobierno de Estados Unidos ubicado fuera del territorio de ese país.

De este modo, en Panamá convergieron a lo largo del siglo XX sociedades de cultura y carácter contrapuestos, lo cual hizo de la creación de espacios y paisajes en el Istmo un proce-so de singular complejidad. Desde una perspectiva histórica, los paisajes resultantes de esa actividad expresan las consecuencias ambientales de la explotación de un mismo territorio a partir de percepciones culturalmente distintas de la naturaleza, asociadas a intereses económicos y políticos diferentes. Estados Unidos era entonces una nación que iniciaba de lleno el proceso que la llevaría a convertirse, pocas décadas después, en una potencia mundial. Dentro de ese proceso, figuraba en lugar destacado la lucha por el dominio de la naturaleza y, en particular, por el control del agua. La gran obra realizada en Panamá abriría el camino hacia la conquista del agua en el Oeste Ärido de Estados Unidos: el Canal anunciaba, a principios de la década de 1920, lo que llegaría a ser la presa Hoover, el sistema de control del río Colorado, y las enormes obras de ingeniería hidráulica que permitirían el abastecimiento

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de agua necesario para hacer Los Angeles la gran ciudad que ha llegado a ser.15 En el caso de Panamá, por el contrario, se trataba de una sociedad en la que, más allá de la ruta tradicional de tránsito de la región central del país, predominaba una cultura agropecuaria organizada en torno a la ganadería extensiva, una actividad de bajísima productividad, vinculada a tecnologías de extrema sencillez y relaciones sociales de fuerte carácter patriarcal y autoritario, cuya relación con el agua estaba determinada estrictamente por el sucederse de las estaciones seca y lluviosa en el país.

La ganadería extensiva ya constituía entonces, además, una actividad de larga data, cuyo influjo cultural había trascendido hacía mucho el ámbito de lo histórico, para presentarse ante la sociedad que dependía de ella con la inercia inconmovible de los hechos naturales. En su origen, en efecto, la ganadería extensiva se remonta al menos a 1521, cuando la corona española accedió a la solicitud de Pedrarias Dávila, fundador de la ciudad de Panamá y conquistador del Istmo, de importar 50 reses desde las haciendas que poseía en Jamaica.16

Hacia fines de la década de 1520, el ganado vacuno ya era abundante en las sabanas cercanas a las ciudades de Panamá y Natá, al oeste, y la producción permitía satisfacer las necesidades de la pequeña colonia. En su momento, el descubrimiento y conquista del Perú creó una demanda que superaba las posibilidades existentes en Panamá, dando lugar así a la primera crisis ganadera en la historia del país, que vino a ser superada apenas en la década de 1540. Para entonces, la producción no sólo logró estabilizarse, sino que inició además un período de notable crecimiento.17

La ganadería fue, desde sus inicios, una actividad económica organizada y dirigida por hombres de gran riqueza e influencia, como Diego de Almagro y Alonso de Luque, entre otros, todos ellos grandes terratenientes. Esta tendencia persistiría. Entre 1690 y 1710, por ejemplo, Rodrigo de Betancour, comisario real y gran personaje de la sociedad del Istmo, poseyó unas 30,000 hectáreas en áreas ubicadas en las actuales provincias de Panamá y Coclé. Por ese tiempo, Antonio de Echevers y Subiza era considerado el más conspicuo de los terratenientes del Istmo, y era probablemente el hombre más rico e influyente en el Panamá colonial. Así, a principios del siglo XVIII la ganadería extensiva ya estaba muy desarrollada en diversas partes de la vertiente sur del país, donde constituía uno de los principales objetivos de los colonizadores españoles.18

Es importante resaltar que la ganadería extensiva había aprovechado, en su origen, las sabanas antrópicas creadas mediante el uso del fuego por la población aborigen en las llanuras del centro y el oeste del litoral Pacífico del Istmo desde mucho antes de la conquista europea, tanto con fines agrícolas como para favorecer el crecimiento de la población de venados de cola blanca y de otros animales de importancia como fuentes de proteína. Así, a principios del siglo XVI el cronista Pascual de Andagoya informaba que en esas sabanas era posible encontrar

muchos venados y puercos diferentes de los de España que andan en grandes manadas [...] Los señores tenían sus cotos donde al verano iban a caza de venados, y ponían fuego a las partes del viento, y como la yerba era grande el fuego se hacía mucho, y los indios estaban puestos en parada donde había de ir a parar el fuego; y los venados como iban recogidos huyendo y ciegos del fuego el mismo fuego los llevaba a dar donde estaban los indios con sus tiradores con hierros de pedernal, y pocos se escapaban de los que venían huyendo del fuego.19

Tiene el mayor interés comparar el impacto ambiental de la actividad agropecuaria y el de

la actividad del enclave canalero en el siglo XX. En lo que toca a la ganadería extensiva, durante casi cuatro siglos las sabanas originales antes mencionadas bastaron para su presencia en el Istmo. Así, mientras persistieron las condiciones coloniales, tuvo lugar un proceso más bien gradual de alteración de un medio natural que ya estaba en vías de simplificación a principios del siglo XVI. Aunque esto no excluyó la ampliación de las áreas de pastoreo en otras zonas del país - particularmente en la cuenca del Chagres, para proveer alimento a los enormes rebaños de mulas utilizados para el acarreo de mercancías a través del Istmo -, durante el mismo período otras áreas que habían albergado importantes poblaciones indígenas en el Atlántico centro occidental y el Darién fueron cubiertas de nuevo por el bosque tropical. Sin embargo, entre 1903 y 1970, en efecto, el incremento en la demanda de los productos agropecuarios – estrechamente asociado, como se verá, a la construcción y el desarrollo del enclave canalero – condujo a un incremento en la demanda de tierras para pastoreo, y a un amplio y severo deterioro del ambiente natural y social de las zonas rurales del

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Istmo, que se vieron afectadas por la deforestación, el deterioro y la erosión del suelo, la contaminación y sedimentación de los ríos y los litorales, la creciente concentración de la propiedad de la tierra y de la riqueza, el masivo empobrecimiento de la población rural, y presiones constantemente renovadas contra la cobertura boscosa del país.20 Esto, además, generó una tendencia de largo plazo, que seguía afectando al país para fines de siglo. Así, por ejemplo, el Informe Ambiental 1999, de la Autoridad Nacional del Ambiente de Panamá, señala que la inadecuada distribución de la tierra “es un factor que genera condiciones de pobreza e injusticia social, cuyas consecuencias afectan muy directamente al campesinos concentrados en menos del 5 por ciento de las tierras bajo explotaciones agropecuarias, en contraste con un pequeño número de propietarios acaparando casi el 70 por ciento de dichas tierras”. Esta situación, combinada con otros problemas de orden financiero, tecnológico, educativo y cultural, se agrega, constituye un conjunto de factores que explica en buena medida “una pérdida de cobertura boscosa en Panamá equivalente al 26.5 por ciento del territorio nacional en los últimos cincuenta años. En efecto, según la información existente, entre 1947 y 1998 la superficie con bosque disminuyó de casi 5.3 millones de hectáreas (un 70 por ciento del territorio nacional) a poco más de 3 millones de hectáreas (un 40.4 por ciento). En este período han desaparecido unos 2,2 millones de hectáreas de bosques”.21

La construcción del Canal, por su parte, implicó un proceso relativamente breve de intensa alteración ambiental en una porción relativamente pequeña del territorio nacional, que condujo a una prolongada estabilidad en el nuevo ambiente así reorganizado.22 En apenas catorce años, unos 30 mil trabajadores importados de las Antillas británicas y la cuenca del Mediterráneo, bajo la dirección de ingenieros y capataces norteamericanos, represaron el río Chagres en Gatún, cerca de su desembocadura, y cortaron un canal a través del punto más bajo en la divisoria de aguas del Istmo. Esto condujo a la creación del lago Gatún – en su momento, el mayor lago artificial del mundo, con un espejo de 423 kilómetros cuadrados anteriormente ocupados por bosques, tierras de pastoreo y una diversidad de comunidades campesinas -, que provee el agua necesaria para el funcionamiento de las esclusas utilizadas para mover los buques de un océano al otro, convirtiendo así al Chagres, al decir de Omar Jaén Suárez, en un río que desemboca en dos mares. La magnitud del impacto de estas transformaciones fue enorme: baste pensar, por ejemplo, que la comunicación terrestre entre la América Central y la del Sur se vio interrumpida por primera vez en millones de años. Como señala John Lindsay Poland, la construcción del canal fue

[...] la mayor alteración producida por los humanos en el ambiente tropical hasta hoy. Los hombres que operaron las máquinas construidas en Estados Unidos removieron 96 millones de yardas cúbicas de tierra en el corte de Culebra (para conectar el lago Gatún con el océano Pacífico, gch) y la depositaron en rellenos en la cuenca del Canal a distancias de entre una y 23 millas, lo que incluyó la creación del relleno de 676 acres que se convirtió después en el pueblo de La Boca [...] Cabe dudar que el Canal hubiera podido ser construido bajo los actuales requisitos de la legislación ambiental en Estados Unidos.23

No fue menor la magnitud de las transformaciones sociales, políticas y culturales vinculadas a tal reorganización de la naturaleza. En una primera aproximación, el impacto de este proceso sobre la sociedad panameña puede ser deducido del hecho de que, como lo señala Omar Jaén Suárez, la planificación y construcción del Canal, así como su operación, fueron llevados a cabo en lo fundamental “ignorando por completo la realidad política, económica, humana y ambiental que ha existido en la zona de tránsito y en el resto del territorio nacional”. En consecuencia, agrega,

la construcción y funcionamiento de la vía interoceánica, al tiempo que significó una modernización extraordinaria de las estructuras y la tecnología del transporte transístmico, contribuyó también a desarticular el espacio geográfico, a alterar un cierto equilibrio ecológico y a retrasar el surgimiento de una más fuerte personalidad nacional, obligada a manifestarse más como mecanismo de defensa ante lo extraño que como acumulación de experiencias creativas comunes.24

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En efecto, en lo político la creación del Canal estuvo íntimamente vinculada a la mediatización de la independencia de Panamá mediante el Tratado Hay – Bunau Varilla, y al establecimiento del enclave colonial norteamericano ya mencionado en la Zona del Canal. En lo social, la construcción de la vía interoceánica requirió establecer en el Istmo grupos sociales enteramente nuevos, como un numeroso contingente de trabajadores asalariados, y una capa de funcionarios, técnicos y gerentes que hasta entonces no había existido en el país. En lo económico, lo anterior condujo a la coexistencia en el Istmo, enfrentadas y articuladas a un tiempo, de una economía rural atrasada - que al presente ocupa el 80 por ciento del territorio para producir menos del 10 por ciento de la riqueza nacional, pero de la que depende el 47 por ciento de la población del país -, y un sector financiero e industrial – que incluye al propio Canal – que genera el 90 por ciento de la riqueza en menos del 10 por ciento del territorio, donde se concentra más de la mitad de la población.

En la práctica, para la cultura que concibió el Canal y organizó su construcción, el rasgo más importante de la naturaleza del Istmo fue la coincidencia de un conjunto de circunstancias físicas: ubicación geográfica, topografía, clima, hidrografía. Este conjunto hizo posible una solución tecnológica capaz de convertir en una ventaja lo que hasta entonces había sido uno de los grandes obstáculos para el desarrollo de obras de infraestructura de gran escala para hacer posible la navegación a través del Istmo: el régimen de lluvias, el enorme caudal del Chagres y la difícil topografía de su cuenca. De este modo, la reorganización de la naturaleza emprendida por el Gobierno de Estados Unidos en el territorio de la República de Panamá permitió poner al servicio de la navegación a través del Istmo las mismas condiciones geográficas que antes la habían hecho imposible, convirtiendo en permanente y de gran escala una actividad que desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XIX había dependido enteramente del esfuerzo humano y, desde esa última fecha hasta 1914, se había visto limitada por la capacidad de carga del pequeño ferrocarril transístmico construido por capitalistas norteamericanos en la década de 1850.

En torno a esta solución tecnológica, a su vez, fue creada una sociedad de aquel tipo que, según Donald Worster, “depende por entero de una relación intensamente administrativa y alienante con la naturaleza”, para la cual el caudal del Chagres y sus tributarios vino a significar únicamente “agua, simplificada y abstracta”, sometida con firmeza a una serie limitada de objetivos económicos.25 En este sentido, también, el Canal de Panamá constituye un ejemplo de la manera en que las obras de control de la naturaleza, llevadas a cabo por sociedades dependientes del aprovechamiento intensivo de recursos hidráulicos, dan lugar a estructuras de dominio socio-cultural y económico de gran rigidez burocrática y carácter intensamente alienante, cuya influencia suele extenderse mucho más allá del ámbito inmediato de operación de dichas obras.26

Este tipo de impacto socio-cultural se torna aun más complejo cuando la forma de relación con la naturaleza que lo sostiene hace parte de otra, más amplia, que conecta entre sí los destinos de dos sociedades distintas, y de sus respectivos Estados nacionales. En el caso que nos interesa, el Estado nacional de Panamá ocupa una posición de dependencia económica, política y cultural con respecto al norteamericano. De manera específica, el Canal – bajo administración panameña desde diciembre de 1999 -, implica la existencia en Panamá de una de aquellas “gigantescas instituciones centralizadas, con jerarquías complicadas”, características del capitalismo desarrollado que, de acuerdo a Worster, “tienden a imponer su visión y sus demandas sobre la naturaleza del mismo modo en que lo hacen sobre los individuos y las pequeñas comunidades, y [...] lo hacen con un carácter intensamente destructivo”.27 Estas instituciones – como en este caso la Autoridad del Canal de Panamá – terminan por estar “demasiado aisladas de los resultados de sus acciones como para aprender, ajustarse y armonizar”. En consecuencia, privan a las comunidades de su entorno de toda posibilidad verdadera de control tanto de sus relaciones con su ambiente como de su destino y, con ello, de la autodeterminación necesaria para liberarse de “las estructuras distantes e impersonales de poder que han hecho de la democracia poco más que un ritual de cumplimiento de opciones hechas por otros, de tolerancia a lo que nos ha sido hecho a nosotros”.28

En el caso de Panamá, el problema se tornó aún más complejo en la medida en que el enclave canalero, organizado para el uso sostenido de un recurso específico con un propósito específico, estimuló el carácter insostenible del tipo de desarrollo imperante en el resto del país, organizado en torno a una economía caracterizada por “un patrón de alta dependencia, heterogeneidad estructural, desarticulación del aparato productivo interno y elevada tendencia a la concentración del ingreso y la riqueza, cuya articulación básica está dada entre la

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generación y producción de servicios y bienes con destino a la exportación, y la importación de bienes de consumo de lujo, destinados a la atención de las necesidades no esenciales de los sectores de altos ingresos”.29 Así, la sociedad panameña ha venido a organizarse en torno a un conflicto entre una “zona de tránsito”, cuyas actividades se ubican principalmente en las ciudades terminales del Canal, y una diversidad de regiones “interiores” organizadas en torno a actividades económicas mucho más tradicionales y de muy baja productividad.

De este modo, Panamá ha venido a constituirse en una anomalía en su entorno regional: un país cuyo producto interno bruto depende en grado mucho mayor del sector servicios que de la agricultura y la industria, y en el que la pobreza –que afecta en promedio al 40 por ciento de la población– asciende al 64 por ciento en las zonas rurales, y se ubica en el 16 por ciento en las urbanas. Aquí, además, el 20 por ciento de la población de más altos ingresos concentra más del 60 por ciento de la riqueza del país, lo que ubica a Panamá como un miembro destacado del club de países con peor distribución del ingreso en la región, junto a otros como México y Brasil. Todo sugiere, así, que el hecho de que la prosperidad de la zona de tránsito dependa de la eficiencia en la operación del enclave canalero ha generado una situación en la que el sector más dinámico de la economía no estimula el desarrollo de los sectores más atrasados. Por el contrario, estos últimos tienden constantemente a ser excluidos y a ver acentuado su atraso, como resulta evidente en el permanente conflicto entre los sectores rural y de servicios, que permea profundamente la vida cotidiana, la política y la gestión de gobierno del país.

Para algunos sectores de la sociedad panameña, ha venido a ser un lugar común la afirmación de que el país no podría existir sin el Canal, aunque el Canal podría existir sin el país. Esto ha llevado a algunos a pensar que la relación de dependencia que origina el atraso, la pobreza y la inequidad que aquejan a la mayoría de los panameños no es sino el costo inevitable de una situación de privilegio. Sin embargo, esta aparente separación entre el interior rural y el enclave canalero deriva en realidad de una relación profundamente articulada, en la que el atraso del primero – expresado por ejemplo en el despilfarro de tierras y bosques que compensa su bajísima productividad – ha contribuido a subsidiar la eficiencia del segundo. En efecto, a lo largo del primer siglo de vida republicana, cada expansión del sector más moderno de la economía ha producido una intensificación de las actividades de los sectores más atrasados. La ganadería extensiva, una de las más tradicionales de estas actividades según hemos visto, ocupa un lugar de primer orden en este proceso, en sí misma y en el impacto de su expansión sobre los recursos naturales del país a lo largo del siglo XX.

De acuerdo con Omar Jaén Suárez, por ejemplo, la población de ganado y caballos en Panamá pasó de 110,000 en 1609 a 203,086 en 1896. Hacia 1914, tras los desastrosos efectos de una guerra civil ocurrida en el Istmo entre 1899 y 1902, esa población descendió a 187,292. Hacia 1950, había llegado a 727,794 y hacia 1970, a 1,403,280. La población humana, por su parte, había pasado de 12,000 personas a comienzos del siglo XVI a 311,054 en 1896, y a 1,472,280 en 1970. Al explorar algunas relaciones entre estos datos y el uso de la tierra, Ligia Herrera señala que la cobertura boscosa, estimada en cerca del 93 por ciento del territorio hacia el año 1800, había descendido al 70 por ciento hacia 1947 y, hacia 1980 se ubicaba entre 38 y el 45 por ciento, con una pérdida anual estimada en unas 50,000 hectáreas, debida en lo fundamental a la expansión de la frontera agrícola llevada a cabo por migrantes rurales pobres, provenientes tanto de las zonas de más antigua ocupación, como de aquéllas en que el desarrollo de agronegocios modernos tendía a concentrar la propiedad y a reducir las oportunidades de empleo productivo para el campesinado.30 A lo largo del siglo XX, además, la evolución del conjunto de los factores mencionados parece correlacionarse con la de las formas de relación entre el enclave canalero y el conjunto de la economía panameña, a partir de modificaciones al Tratado original de 1903, en un proceso que podría ser sintetizado en los siguientes términos:

Aquí, en efecto, el crecimiento de la ganadería parece coincidir en primer término con la

construcción del Canal, que sin duda significó un poderoso factor de estímulo a la demanda local de carne. De 1936 en adelante, el vínculo entre el crecimiento de la población ganadera y el incremento de la deforestación puede ser asociado con algunos cambios significativos en la relación entre las economías de Panamá y de la Zona del Canal. En ese año, y en 1955, los Gobiernos de Estados Unidos y de la República de Panamá firmaron tratados que modificaban el Hay – Bunau Varilla de 1903, ampliando el acceso de la producción y el comercio panameños a la Zona del Canal. El de 1936, en particular, llegó a ser conocido como el

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“tratado de la carne y la cerveza”, porque abría el mercado del enclave canalero – hasta entonces limitado al consumo de productos norteamericanos – a la producción agropecuaria e industrial de Panamá. El de 1955, a su vez, prohibió a los empleados panameños de las fuerzas armadas y de la Panama Canal Company el derecho a comprar en las tiendas subsidiadas por el gobierno norteamericano en el enclave canalero, obligándolos así a gastar sus salarios en el comercio y los servicios de Panamá. Dado que el enclave era operado por el Gobierno de Estados Unidos, todos sus trabajadores eran empleados federales, y recibían salarios muy superiores a los que se pagaban en la economía panameña. A esto se agregaba, además, la demanda de bienes y servicios generada por la actividad de las fuerzas armadas norteamericanas, y por la propia Panama Canal Company. Por lo mismo, estas modificaciones al Tratado de 1903 significaron un incremento en la demanda externa que no implicó modificaciones sustantivas en las relaciones de producción dominantes en Panamá y, por el contrario, permitió utilizar la abundancia relativa de tierras y trabajo baratos como “ventajas comparativas espurias” que, al decir del sociólogo y ambientalista Nicolo Gligo, proporcionan ganancias extraordinarias desestimulando al propio tiempo la modernización tecnológica y el incremento de la productividad, y contribuyen así al despilfarro de recursos humanos y naturales, en un círculo vicioso de deterioro social, degradación ambiental y perpetuación del atraso y el subdesarrollo.31

En esta perspectiva, parece evidente que al menos hasta la década de 1980, la ganadería extensiva se expandió en Panamá en estrecha asociación con el incremento en la articulación entre el enclave canalero y la economía del país. En este sentido, cabe suponer que la presencia del enclave contribuyó a estimular la tendencia, tradicionalmente dominante en la economía local, hacia la dependencia de ventajas comparativas espurias y el consiguiente despilfarro de bosques, suelos y recursos humanos. En un sentido más amplio, incluso, se podría plantear que el uso sostenible de recursos como el agua y los bosques dentro del enclave canalero – y en la periferia de parques naturales y áreas protegidas creada en torno a ese enclave por el Estado panameño a partir de la década de 1980 – fue posible únicamente a través de los subsidios masivos que proporcionaron, por un lado, el Gobierno de Estados Unidos y, por otro, la explotación insostenible de al gunos de los recursos naturales más importantes de Panamá. IV. La transición Esta relación llegó a un punto de viraje en 1977, con la firma de los Tratados Torrijos – Carter, que liquidaron el enclave territorial, transfirieron a Panamá la responsabilidad por la provisión de servicios ambientales para el funcionamiento del Canal a través de la administración de la cuenca del Chagres, restablecieron el control soberano del Estado pana-meño sobre todo su territorio entre 1979 y diciembre de 1999, mientras desaparecían una a una las últimas 14 bases militares operadas por Estados Unidos en lo que fue la Zona del Canal, y en ese último año transfirieron al Estado panameño la administración de la empresa canalera. Sin embargo, las tensiones entre las estructuras gerenciales y las mentalidades culturales y políticas, gestadas a lo largo de casi un siglo de coexistencia entre la sociedad panameña y el enclave canalero, siguen incidiendo de múltiples maneras en la vida económica, social y política de Panamá. En lo que se refiere al manejo de la cuenca del Canal, por ejemplo, esto se hizo evidente en el hecho de que no fuera sino hacia 1994 – apenas cinco años antes de que Panamá tuviera que convertirse en el único responsable por el Canal- que el Estado panameño empezara a adoptar medidas significativas encaminadas a ese propósito.32

La primera de esas medidas fue la creación de una Autoridad del Canal de Panamá (ACP) mediante una reforma constitucional, que la hizo responsable además por la administración, mantenimiento, uso y conservación de los recursos hídricos de la cuenca. Tres años después, otras medidas comenzaron a definir el marco legal para la gestión de la cuenca. Dichas medidas incluyeron: · La creación de la Ley Orgánica de la ACP (N°19 de 1997), que le otorga a esta entidad la

responsabilidad del manejo de los recursos hídricos necesarios para la operación del Canal y para el abastecimiento de las poblaciones aledañas, y de salvaguardar “los recursos naturales de la Cuenca Hidrográfica del Canal”.

· La adopción, a través de la ley 21 de 1997, de un plan de uso de suelos para la ACP, concebido para garantizar la disponibilidad de agua por medio del control del uso de la tierra.33

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· La ejecución de un proyecto para el monitoreo de la situación ambiental y los problemas de la cuenca del Chagres, llevado a cabo por el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales para la Autoridad Nacional del Ambiente de Panamá, con apoyo financiero del USAID, entre 1996 y 1999.

· La creación, mediante la resolución N°16 de 1999 de la ACP, de una Comisión Interinstitucional para la Cuenca Hidrográfica (CICH), como entidad adscrita a la oficina del administrador general de la ACP, e integrada por los Ministerios de Gobierno, Desarrollo Agropecuario y Vivienda, la ANAM y la Autoridad de la Región Interoceánica (ARI), así como la Fundación NATURA y una agencia de promoción social de la Iglesia católica en representación de la sociedad civil.34

· La definición de los límites y área de la cuenca por la ley N° 44 de 1999, la cual añadió a la cuenca del Chagres una parte sustantiva de las cuencas de los ríos Indio, Caño Sucio y Coclé del Norte, que desembocan en el litoral atlántico del país, al noroeste del Canal, y que pasaron a conformar así la llamada “región occidental” de la cuenca.

El proceso de creación de este marco legal fue llevado a cabo de un modo que limitó la consulta pública principalmente a la elite socioeconómica y política del país, y a procesos parlamentarios formales. Las medidas adoptadas dieron lugar a un extenso proceso de reorganización dentro de la ACP, con miras a dejar atrás los vestigios de una tradición adminis-trativa cuasi-colonial – que incluía, por ejemplo, el manejo y alquiler subsidiado de unas 3000 viviendas para los empleados del Canal –, y a transformarla en una corporación pública eficiente y orientada a generar ganancias.

En términos generales, la reorganización parece haber sido bastante exitosa a los niveles técnico y comercial. Incluyó la creación de una junta asesora internacional, con repre-sentantes de alto nivel de los más importantes clientes del Canal, y personalidades públicas corporativas como Stephen Schmideiny, fundador del Consejo Mundial Empresarial para el Desarrollo Sostenible. Sin embargo, todo indica que a la ACP le ha sido más fácil, en esta primera fase, relacionarse con socios globales que con su propia sociedad. Esta dificultad puede tener su origen, entre otros, en dos factores especialmente relevantes: una cultura institucional forjada a lo largo de casi un siglo de tradición tecnocrática, y la incapacidad del Estado y la sociedad panameños para articular un proyecto nacional que ofrezca un marco de referencia para hacer del Canal un recursos para el desarrollo integral del país. Una primera señal de estas dificultades en el nivel local apareció en diciembre de 1999, cuando el obispo católico de Colón, monseñor Carlos María Ariz, envió una carta a la Pre-sidenta de la República comunicándole el rechazo de la ley N°44 de 1999, por parte de campesinos y misioneros de la Diócesis de Colón, alegando las siguientes razones: · La ley sienta las bases para la expropiación de las tierras de los campesinos que habitan la

recién creada cuenca “occidental”, sin tomar en consideración sus derechos. · Crea nuevas represas y reservorios sin efectuar estudios de impacto ambiental lo que a

afectará la tierra y su biodiversidad. · Moralmente, es imposible para los cristianos aceptar el riesgo de que se destruyan los

modos de vida y tradiciones de las personas del área “en nombre del Canal”. · Éticamente, es inaceptable que a los campesinos se les despoje de sus tierras mientras el

Gobierno proclama que las tierras de la cuenca debían estar al servicio de los pobres y que se debía proteger al pequeño agricultor.

· La ley no ha sido consultada con los habitantes de la nueva cuenca “occidental”, no es asunto de discusión pública en los medios de comunicación y ha sido aprobada con poco debate por la Asamblea Legislativa.

· Aparte de otorgar a la ACP más de dos mil kilómetros cuadrados adicionales, la ley no considera otras alternativas para satisfacer las futuras necesidades del Canal, lo que da lugar a la sospecha de que el interés real de la ACP radica en el negocio de la generación de energía más que en el suministro de agua para el Canal.

· Históricamente, el Canal ha ignorado y descuidado a las personas que viven en sus inmediaciones, en el litoral atlántico del Istmo, y persiste en hacerlo de tal manera que “el pasado no nos invita a ser optimistas”.

Atendiendo a estas razones, el obispo Ariz solicitó en su carta a la Presidenta, adoptar las

“decisiones oportunas” para asegurar la protección de los campesinos contra los riesgos de

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una modernización inconsulta, y asegurar que el desarrollo futuro produjera “profunda satisfacción y bienestar social permanente para todos”.

Nunca antes se había escrito un documento así en la historia de las relaciones entre la sociedad panameña y su entorno natural. En este sentido, la carta del obispo Ariz puede ser considerada como un punto de viraje en la historia del ambientalismo en Panamá, hasta entonces más interesado en la conservación que en el desarrollo, y más relacionado con los valores y las aspiraciones de la clase media – alta urbana que con los de los pobres del campo. A partir de aquí, el manejo de la cuenca empezó a dejar de ser percibido como un problema esencialmente técnico - ingenieril, y a ser encarado también como uno social y político. Esto, a su vez, propició que la ACP pasara a desarrollar nuevas capacidades para enfrentar un nuevo tipo de problema: trabajar con las personas y las comunidades, y no solo con el Gobierno y las grandes organizaciones de la sociedad civil, del país que es ahora dueño del Canal.35

Dos asuntos de especial relevancia han surgido en esta temprana etapa. El primero tiene que ver con las estructuras gubernamentales existentes, altamente centralizadas y especializadas, y difíciles de coordinar en un nuevo tipo de alianza. El segundo, con la extrema debilidad de la organización social y la cultura ambiental en Panamá, que ha impedido que el proceso cuente con contrapartes no-gubernamentales realmente representativas y políticamente efectivas. Los resultados esperados e inesperados de esta temprana etapa del proceso reflejan esta combinación de inconvenientes e iniciativas. Si con relación al primero de estos asuntos la creación del marco legal y de la comisión interinstitucional antes descritos pueden ser señalados como logros ya obtenidos, en lo que toca a la participación de la sociedad civil el avance ha sido mucho menor. Importantes grupos sociales vinculados a la cuenca, como los residentes de sus áreas urbanizadas y los empresarios industriales y agroindustriales que desarrollan actividades en su territorio, no cuentan aún con espacios de participación que les permitan ejercer su derecho a la participación y asumir, de manera coordinada, las responsabilidades que les corresponden. Por otro lado, la resistencia a la ley 44 de 1999, por parte de organizaciones campesinas y de la Iglesia, ha estimulado un creciente interés y debate en los asuntos del manejo de la cuenca, excediendo la capacidad de los mecanismos diseñados originalmente para manejar el proceso como un asunto de interés público.

Aun así, el estímulo a la discusión pública de las diferencias entre la ACP y otros participantes en relación con los criterios sobre el manejo de la cuenca ha producido ya una contribución muy importante para el desarrollo de una conciencia pública más y mejor informada acerca de los problemas relacionados con la gestión del Canal y el manejo del agua en Panamá. Esto se expresa, por ejemplo, en la lenta conformación de un nuevo tipo de cultura ambiental, centrada en el tema del desarrollo sostenible. Esa nueva cultura ambiental emergente está asociada a una creciente conciencia respecto al vínculo existente entre los problemas sociales y ambientales de la cuenca del Canal y los que aquejan a Panamá, y a la necesidad de que un manejo integrado de la cuenca más importante del país requerirá, lo antes posible, un nuevo tipo de políticas ambientales y de desarrollo para el país en general.

V. Pasado y futuro

Como se ha visto, fue apenas a mediados de la década de 1980, y sobre todo a fines de la de 1990, que el Estado panameño empezó a encarar la tarea de crear las condiciones indispensables para asumir la plena responsabilidad por la gestión de los recursos hídricos que proporciona la cuenca del Canal.36 Desde el comienzo mismo de ese proceso, resultó evidente que ni siquiera un enclave de la magnitud, la complejidad y la influencia como el que albergaba al Canal de Panamá podía operar de manera sostenida en un contexto de subdesarrollo, tendiente siempre a prácticas insostenibles de relación con el mundo natural. El contraste entre el modelo de relación con la naturaleza dominante en el país, y el que sería deseable para garantizar la operación sostenida del Canal, se hace evidente en el siguiente cuadro, que sintetiza la variación porcentual en el uso de las tierras de la cuenca del Chagres prevista en el Plan General de Usos del Suelo, adoptado como ley de la República en 1997:

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El uso actual del suelo, en efecto, es el característico de la situación imperante en todo el

país, y el previsto tendría que serlo de una situación en la que resultaran mucho más susten-tables las relaciones de la sociedad panameña con su entorno natural. Se trata, como puede apreciarse, de dos modelos de relación con la tierra y el agua no sólo distintos, sino an-tagónicos entre sí: el de la pluvicultura, que ve en el agua un elemento aportado por las lluvias, y el de una cultura hidráulica que ve en el agua un recurso que debe ser manejado por organizaciones técnico – económicas de complejidad equivalente a la de los ecosistemas que lo producen.

Todo sugiere, de este modo, que el Canal solo será sostenible en la medida en que lo sea el desarrollo del conjunto de la sociedad panameña. En esta perspectiva, tanto la transferencia del Canal a la esfera de responsabilidad del Estado panameño como la necesidad de que ese Estado promueva formas sostenibles de relación con el mundo natural en todo el territorio nacional plantean un evidente problema: ¿puede el viejo estilo de gestión ambiental practicado por el gobierno de Estados Unidos sobrevivir al enclave mismo e “irradiar” hacia el resto del país o estará el antiguo enclave condenado a verse sometido al régimen de ventajas competitivas espurias, característico del manejo de los recursos naturales en los países subdesarrollados? A esto hay que decir, en primer término, que la posibilidad de una irradiación de la vieja política ambiental al resto del país resulta una evidente quimera.37

El uso sostenible – en el sentido noratlántico de la expresión – de la cuenca del Canal, tal como fue diseñado para los fines de la operación de la vía interoceánica, se limita en esencia a garantizar la máxima disponibilidad de agua mediante el máximo control del uso del suelo, y difícilmente puede servir de modelo para el desarrollo sostenible del país en su conjunto. Debe tomarse en cuenta, por ejemplo, que la población de la cuenca del Chagres ha aumentado de 21,000 personas en 1950 a unas 153,000 en el 2000, y se calcula que llegará a unas 407,000 para el 2020.38 La mayor parte de esa población está integrada por migrantes rurales que habitan áreas urbanas marginales, a menudo plagadas de pobreza y necesidades de todo tipo. De este modo, según lo plantearan ya a principios de la década de 1990 científicos sociales y ambientalistas panameños de gran prestigio, como Carmen A. Miró, resulta indispensable “la explotación de los recursos naturales de la cuenca destinada a obtener mayores satisfactores o mayores ganancias no implique el agotamiento y la destrucción de la base natural de la producción”.39 De no hacerse así, el uso para el que la cuenca fue originalmente reorganizada solo podría ser garantizado si fuera posible aislarla por entero del resto del pais.40

De este modo, mientras por una parte resulta imposible “reproducir” a escala del país completo la lógica que guiara el uso de los recursos naturales en el antiguo enclave canalero, por el otro, tampoco es posible dejar al Canal y su cuenca librados a la lógica del subdesarrollo, pues eso terminaría por conducir a la destrucción de recursos que son indispensables para enfrentar los graves problemas sociales, ambientales y económicos con que ingresa Panamá al siglo XXI. Ante una disyuntiva así planteada, cabe preguntarse si la República de Panamá podría llevar a cabo una estrategia de gestión ambiental en el conjunto de su territorio como la que en su momento ejerció el Gobierno de Estados Unidos sobre las tierras y aguas sujetas a su control en el Istmo. Y si eso fuera posible, ¿sería adecuado para el desarrollo sostenible del país entero? La experiencia histórica sugiere tanto responder con un “no”, como la necesidad de matizar esa respuesta. En efecto, si la política ambiental practicada en el enclave sólo pudiera ser concebida y ejecutada por un Estado como el que construyó el Canal, con todos sus recursos económicos, militares, políticos y culturales, el problema se cancela de antemano, pues Panamá jamás tendrá uno equivalente. Pero si esa política hubiera resultado de la respuesta tecnocrática a demandas democráticas surgidas de múltiples sectores de la sociedad norteamericana ya en la segunda mitad del siglo XIX, dotadas del vigor que llevó a políticos como Teodoro Roosevelt a ver el conservacionismo como “parte de una cruzada nacional en aras de la rectitud, el patriotismo y la vida esforzada... una causa apolítica que podría unir a la nación, tanto a los ricos como a los pobres, en un propósito moral común”,41 la respuesta tendría que ser diferente.

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Nada impide aspirar, en efecto, a que la sociedad panameña llegue a darse a sí misma un Estado capaz de representar sus intereses de una manera tan eficiente como para hacer políticamente sustentable el desarrollo futuro de nuestro país. Porque, en efecto, la sustentabilidad plantea, ante todo un problema político - esto es, de cultura en acto -, a ser resuelto por medios técnicos, y no al revés. En lo que hace a la gestión del Canal y su cuenca, la experiencia acumulada en los últimos años indica que - más allá de lograr un compromiso claro por parte de las autoridades del Gobierno; de la creación de un marco legal adecuado; de la mejora en la calidad y en la difusión de la información científica sobre la cuenca y su importancia para el país, y de la creación de estructuras básicas para el manejo integrado de sus recursos hídricos -, Panamá enfrenta el problema, más abstracto y elusivo, que representa la creación de una cultura hidráulica, capaz de proporcionar un marco de acción social y político para crear consenso y lograr cooperación entre partes que no están acostumbradas a reconocer el agua como un tema de interés público, y como un elemento natural cuya transformación en recurso útil para la actividad humana requiere de la aplicación de trabajo y recursos tecnológicos de creciente complejidad.

En este terreno, las primeras experiencias obtenidas del proceso de integración del enclave canalero a su entorno social y ambiental ofrecen además una lección de especial importancia: nos encontramos, aquí, ante un problema local íntimamente vinculado a procesos de alcance global, que se expresan en el contraste entre la tendencia hacia el control y la conservación en los países de economía más desarrollada, y la tendencia de esos mismos países al saqueo y el despilfarro de los recursos naturales del mundo subdesarrollado. En este sentido, el manejo integrado de los recursos hídricos -en Panamá como en cualquier otro lugar del mundo- constituye un componente importante dentro del objetivo, mucho más amplio y de más largo plazo, de crear las condiciones indispensables para un desarrollo sostenible a escala planetaria, capaz de generar capacidades de articulación sinérgica entre los niveles local, nacional, regional y global. Las corporaciones trasnacionales de transporte marítimo que utilicen los recursos hídricos de la cuenca del Canal de Panamá, por ejemplo, deberían verse comprometidas a compartir los costos de preservación de los ecosistemas que los proveen. La experiencia de la cuenca confirma, así, la necesidad de “pensar globalmente y actuar localmente”, encontrando los medios que permitan la formación de alianzas estratégicas entre socios en apariencia tan inusuales como, por ejemplo, una pequeña comunidad agrícola en el lago Gatún, la Autoridad del Canal de Panamá, y una corporación de transporte marítimo con base en Londres o Hong Kong.

Todo converge así, en el año del Centenario, para demostrarnos que, si bien teóricamente es posible el uso sustentable de un determinado recurso en nuestro país, no lo es en cambio que ese uso se transforme en desarrollo en el marco de un contexto general de insustentabilidad. La conclusión tendría que ser evidente: en Panamá, el desarrollo que deseamos sólo será sustentable en la medida en que haga parte de aquel círculo virtuoso en el que el crecimiento económico sustenta las condiciones de bienestar social, participación po-lítica y autodeterminación nacional sin las cuales resulta imposible sostener una relación responsable con el medio natural. Y este es un problema de especial trascendencia histórica. Refiriéndose a los problemas que encontraban las jóvenes naciones hispanoamericanas de fines del siglo XIX para establecer gobiernos viables e insertarse con éxito en el mercado mundial, José Martí observaba en 1891 que la colonia seguía viviendo en nuestras repúblicas, pues el problema de la independencia “no era el cambio de forma, sino el cambio de espíritu”.42

Para la República de Panamá, ese cambio de espíritu constituye sin duda alguna el más importante desafío que deberá encarar al iniciar su segundo siglo de existencia, pues el desarrollo sostenible que el bienestar del país demanda solo será posible en el marco de un proceso integral que, superando las secuelas del colonialismo norteamericano y el transitismo oligárquico, nos permita finalmente crecer con el mundo, para ayudarlo a crecer.

Notas

1. La geógrafa Ligia Herrera Jurado expresa, en las conclusiones de su estudio Regiones de desarrollo socioeconómico de Panamá. Transformaciones ocurridas en las tres últimas décadas: 1970–2000, Universidad de Panamá, Instituto de Estudios Nacionales, Panamá, 2003, p. 134, que los resultados obtenidos muestran “un país en el que persisten grandes desigualdades sociales y económicas a lo largo del territorio nacional, las cuales han ido disminuyendo en la mayoría de los distritos a pasos sumamente lentos durante los últimos treinta años. Ambas circunstancias configuran un país que a nivel nacional presenta un nivel de desarrollo Bajo”.

2. Al respecto, por ejemplo: Autoridad Nacional del Ambiente: Panamá. Informe Ambiental 1999, p. 9–32. 3. GEO 2000. América Latina y el Caribe. Perspectivas del medio ambiente, San José, Costa Rica, p. 9.

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4. Ya en 1910, por ejemplo, Gifford Pinchot podía afirmar que el “primer principio” de la conservación “es el desarrollo, el uso de los recursos naturales actualmente existentes en este continente para beneficio de la gente que vive aquí en este momento”. El segundo principio consistía en “prevenir el despilfarro”, mientras el tercero señalaba que los recursos naturales “deben ser desarrollados y preservados para beneficio de la mayoría, y no simplemente para ganancia de una minoría”. “The fight for conservation”, en Donald Worster (editor), American Environmentalism. The formative period, 1860-1915, pp. 85-87. Según Worster, Pinchot (1865-1946) fue uno de los fundadores del movimiento conservacionista en Estados Unidos, si bien sus principales aportes “fueron políticos y burocráticos antes que teóricos: estableció y dirigió el Servicio Forestal, y dramatizó ante el público el problema del agotamiento de los recursos durante la Administración de Teodoro Roosevelt”. (Traducción: gch.)

5. Al respecto, Carmen A., Miró, Jorge Castillo, Alvaro Uribe, Rubiel Cajar, Roberto Carrillo y Giulia De Sanctis (1993), La cuenca hidrográfica del Canal de Panamá: posibilidades para un desarrollo sustentable. Estudio realizado en el marco de una investigación subregional sobre Economía Política del Desarrollo Sostenible, patrocinado por la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES).

6. Al respecto, “Reencuentro de culturas. La historia ambiental y las ciencias ambientales” (1996) y “Transformaciones de la Tierra. Hacia una perspectiva agroecológica en la historia” (1990), en Transformaciones de la Tierra. Universidad de Panamá, Ciudad del Saber, IICA, Panamá, 2001.

7. David L. Lentz (editor), 2000, Imperfect Balance. Landscape transformations in the Precolumbian Americas. Columbia University Press.

8. Baste recordar, por ejemplo, cómo ha ido cambiando nuestra valoración del trópico y sus habitantes desde los tiempos del enorme éxito de la novela La vorágine, de José Eustacio Rivera, hasta las preocupaciones contemporáneas por la protección de la biodiversidad y del legado cultural de los pueblo indígenas.

9. “Historia tropical: a reconsiderar las nociones de espacio, tiempo y ciencia”, en Repensando la naturaleza. Encuentros y desencuentros disciplinarios en torno a lo ambiental. Germán Palacio y Astrid Ulloa, editores. Universidad Nacional de Colombia – Sede Leticia. Instituto Amazónico de Investigaciones. Instituto Colombiano de Antropología e Historia. Colciencias. 2002, p. 68.

10. Para el geógrafo francés Pierre Gourou, por ejemplo, cada paisaje constituye una síntesis de las “técnicas de producción” y “las técnicas de encuadramiento” de la sociedad que lo ha creado, sobredeterminada a menudo, además, por los “paisajes fósiles” legados por las sociedades precedentes. Introducción a la geografía humana, Alianza Universidad, Madrid, 1984, capítulo I.

11. La historia natural del Istmo, por su parte, se remontaría a unos 4 millones de años en el pasado, cuando culmina el proceso de formación de las tierras que hoy ocupa el país en lo que antes había sido un amplio canal natural de comunicación entre los océanos Atlántico y Pacífico. Al respecto, por ejemplo, Anthony Coates, “En la historia geológica, Panamá ha cambiado al mundo”, en Stanley Heckadon Moreno (compilador), Panamá: puente biológico, Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, Panamá, 2001.

12. El cruce entre los mares. La creación del Canal de Panamá (1870 – 1914), de David McCulloough (Lasser Press Mexicana, S.A., 1979), constituye el relato más conocido sobre este aspecto del tema que nos interesa. La versión original en inglés –The Path Between the Seas– data de 1977.

13. Todo sugiere que, en aquel momento, la Zona fue definida en esos términos a partir del supuesto de que se continuaría con el intento, inicialmente emprendido por una corporación privada francesa en la década de 1880, de construir un canal a nivel entre ambos océanos.

14. Al respecto, Omar Jaén Suárez, 1978, La población del Istmo de Panamá. Desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Estudio de geohistoria, Agencia Española de Cooperación Internacional, Madrid, 1998, p. 487.

15. Al respecto, Donald Worster, en su libro Rivers of Empire. Water, aridity and the growth of the American West. (Oxford University Press, New York, Oxford, 1992), aborda en detalle la historia de los grandes proyectos de irrigación, abastecimiento urbano y generación de energía hidroeléctrica que hicieron posible el desarrollo capitalista del oeste árido de Estados Unidos.

16. Hasta donde se sabe, este fue el primer rebaño de ganado introducido en la vertiente sur del Istmo. A partir de este núcleo inicial se desarrollarían los rebaños que posteriormente poblaron los campos de Nicaragua y Perú.

17. Alfredo Castillero, Conquista, evangelización y resistencia. ¿Triunfo o fracaso de la política indigenista? Instituto Nacional de Cultura, Panamá, 1994. El ganado llegó a ser tan abundante, que aun con las exportaciones a Perú los precios de la carne bajaron hasta el punto en que ésta se convirtió en un alimento cotidiano para toda la población. Los cueros – que desempeñaban en la economía de la época muchas de las funciones que los plásticos desempeñan en la nuestra - y la grasa tenían mejor precio que la carne, y un buen mercado en Perú. Hacia 1590, al resultar la oferta muy superior a la demanda, los dueños del ganado optaron por destruir los rebaños mediante una matanza masiva de animales para aprovechar el cuero y la grasa, dejando perderse la carne. Esto creó una crisis de tales proporciones que veinte años más tarde el número de reses en Natá era la mitad de lo que había sido en 1590. Aun así, para mediados del siglo XVII la crisis era cosa del pasado, y la ganadería extensiva imperaba en la sabanas del centro y el suroeste de Panamá.

18. Ligia Herrera, 1990, „El impacto ambiental de las actividades ganaderas en Panamá‟, en "Medio ambiente y desarrollo en Panamá", Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá, Cuadernos Nacionales, N°4, mayo 1990.

19. “Relación del Darién, provincias centrales y Chiriquí (1514–1541)”, en Geografía de Panamá, Universidad de Panamá, Biblioteca de la Cultura Panameña, 1981, p. 6.

20. Una descripción clásica de las consecuencias sociales, demográficas y ambientales de ese proceso puede ser encontrada en Jaén Suárez, Omar (1978): La población del Istmo de Panamá. Desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Estudio de geohistoria. Agencia Española de Cooperación Internacional, Madrid, 1998.

21. Op. cit., p. 16 - 17. 22. Omar Jaén Suárez señala que la construcción del Canal transformó “de manera radical” el medio geográfico en el

istmo central de Panamá, provocando “trastornos y alteraciones profundas en el poblamiento, en la economía, y en la organización del espacio panameño”. “El Canal de Panamá: los efectos sobre el medio ambiente de su construcción y operación hasta el presente”, en "Medio ambiente y desarrollo en Panamá", Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá, Cuadernos Nacionales, N°4, mayo 1990, p. 11.

23. “Uno solo puede especular acerca de lo que hubiera dicho una evaluación de impacto ambiental respecto a la construcción del Canal, si tal requisito hubiera existido en esa época". Comunicación personal del autor con J.L.P. Una síntesis de los problemas tecnológicos encontrados por los constructores del Canal – incluyendo la inútil

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batalla de los franceses contra los aguaceros de la estación lluviosa - puede ser encontrada en el libro clásico de David McCullough, ya citado.

24. Ibid., p. 13. Las alteraciones incluyeron el desplazamiento forzoso de cientos de personas que habitaban en tierras inundadas por el lago Gatún, y la desaparición de sus residencias y comunidades.

25. Rivers of Empire. Water, aridity and the growth of the American West, op. cit. 26. Al respecto, por ejemplo: Wittfogel, Karl, 1956: “The hydraulic civilizations”, en Thomas, William L. (ed.): Man’s Role

in Changing the Face of the Earth, The University of Chicago Press, 1967 (7a. reimpresión). 27. Ibid., p. 332. 28. Ibid., p. 333. La presencia del Canal, así concebido, construido y administrado, habría convertido a la República de

Panamá en una víctima más de la lucha constante de las economía desarrolladas del planeta para “evadir la disciplina de la naturaleza” mediante la ocupación de “nuevas tierras vírgenes una vez agotadas las que poseemos, la extracción de recursos en fuentes distantes una vez que agotamos las reservas locales, y la solicitud de ayuda a alguna agencia federal cuando nos metemos en problemas”.

29. Juan Jované, 1989, "El Canal de Panamá y la estrategia de desarrollo", Instituto de Estudios Nacionales, Universidad de Panamá, inédito, p. 7. 30. Op.cit., p. 26. 31. "Situación y perspectivas ambientales en América Latina y el Caribe”, Revista de la CEPAL 55, abril 1995. 32. Aunque no ha sido ofrecida una explicación oficial para estos y otros retrasos, y a riesgo de especular, cabe

considerar como un factor la creciente inestabilidad política que surgió en Panamá después de la muerte del general Omar Torrijos en julio de 1981, que llevó al país al régimen de Noriega y a la invasión militar estadounidense en diciembre de 1989. De hecho, la creación del marco legal básico para la organización del Canal y el manejo de la CCP bajo responsabilidad panameña, ocurrió después de la retirada de EEUU, durante la administración de los presidentes Guillermo Endara (1989– 1994) y Ernesto Pérez Balladares (1994–1999), paralelamente con la reconstrucción de la sociedad civil panameña, y con los procesos de ajuste estructural y de reforma del Estado que incluyeron tanto la privatización de gran parte del sector público de la economía, como la creación de varias instituciones de una índole totalmente nueva para el país como -por ejemplo– la propia Autoridad del Canal de Panamá.

33. Esto incluye, por ejemplo, reducir los pastizales desde un 39 por ciento hasta solo un 2 por ciento de las tierras de la CCP, e incrementar las áreas dedicada a silvicultura y agro-silvicultura desde 0.5 por ciento a 23 por ciento. El reglamento para la ejecución de la ley - incluyendo el eventual pago por compensación a los dueños de las tierras y los procedimientos para hacerlo – aún está en proceso de elaboración.

34. La estructura de la Comisión incluye un comité técnico permanente que, además de los miembros de la Comisión, cuenta con representantes técnicos de los Ministerios de Comercio, Educación, Salud y Obras Públicas, del IDAAN y del Fondo de Inversión Social de la Presidencia de la República, así como de un observador del Municipio de Panamá.

35. Como se ha dicho, el manejo de la cuneca comenzó en el año 2000, y se encuentra en una etapa muy temprana de implementación. Es probable que, en esta fase, los principales problemas que enfrenta la ACP sean los relativos a la búsqueda de criterios para definir e implementar un plan, y a la creación y fortalecimiento de los mecanismos de coordinación y procedimientos para todas las partes involucradas en la CICH. Esto incluye iniciativas y actividades tales como definir una estrategia básica para garantizar la disponibilidad de agua por medio del control de la tierra, implícita en la ley N°19 de 1997; implementar el primer estudio de monitoreo de la cuenca del Chagres, ya mencionado; implementar un estudio de “línea-base” –biogeofísico, socio económico y cultural– de la región occidental de la cuenca; organizar la CICH e iniciar sus actividades regulares. Además, comenzar un programa de educación pública sobre la cuenca.

36. En 1985, el gobierno de Panamá convocó el primer foro nacional sobre los problemas de la cuenca del Canal, con apoyo de la USAID. En ese mismo año fue creado el Instituto Nacional de Recursos Naturales Renovables (INRENARE). En 1997, la Asamblea Legislativa aprobó una Ley General de Ambiente, bajo la cual el INRENARE fue convertido en la Autoridad Nacional del Ambiente en 1998, con apoyo técnico y financiero del Banco Interamericano de Desarrollo.

37. De acuerdo a David McCullough, por ejemplo, el hecho de que una parte importante de los terrenos de lo que fue la Zona del Canal estén cubiertos por bosques se debe a la decisión del ingeniero jefe de la construcción del Canal, entre 1907 y 1914, y primer gobernador norteamericano del enclave hasta 1916, el coronel George Goethals, de dejar que la selva “permaneciera intacta y que se le permitiera volver a ocupar todos los lugares que habían sido desmontados, siempre que fuera posible”. Esa decisión, agrega McCullough, tuvo un carácter más militar que estético, pues Goethals “había insistido ante una Comisión del Congreso que la selva era la defensa más segura contra un ataque por tierra”, op. cit, p. 647.

38. La cuenca del Canal: deforestación, urbanización y contaminación. Smithsonian Tropical Research Institute, USAID, Autoridad Nacional del Ambiente, Panamá, 1999, p. 88.

39. La cuenca hidrográfica del Canal de Panamá. Posibilidades de un desarrollo sustentable, cit., p. 41. 40. Esto ayuda a entender, quizás, la razón por la cual, a principios de la década de 1990, la mayor parte de los planes

y proyectos elaborados con el propósito de contribuir a “la conservación, preservación y desarrollo de la cuenca” no definían con claridad ni “el tipo de desarrollo” que proponían, ni el papel a desempeñar en ese desarrollo por parte de los actores sociales que se activan dentro de la cuenca: gobierno, empresa privada, organismos no gubernamentales, Iglesia y moradores de la cuenca y sus organizaciones comunitarias”. Pero, sobre todo, esto explica la tendencia de esos planes a “deificar” la cuenca “como un área que hay que mantener en reserva y en la que resulta prácticamente imposible ordenar racionalmente las actividades que en ella se realizan y que por lo tanto lo que debe hacerse es “controlar”, “impedir”, “vigilar”, “restringir”, etc., ibid., p. 39.

41. Worster, Donald (editor): American Environmentalism, op, cit., p. 84. 42. “Nuestra América”, en Obras completas. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, vol. 6, p. 19.

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Manuel F. Zárate P.. Formación y contradicciones del ambientalismo Panameño.

En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 53-66.

ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/zarate.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

FORMACIÓN Y CONTRADICCIONES DEL AMBIENTALISMO PANAMEÑO*

Manuel F. Zárate P.**

*Documento presentado en la reunión del grupo de trabajo Ecología Política de CLACSO, el 18 de marzo de 2003. **Gerente general de Planeta Panamá, Consultores, S.A.

Cuando logramos entender el “ambiente” como un sistema integral, formado no simplemente de especies biológicas sino de subsistemas como el natural, el socioeconómico, el cultural y el humano, todos ellos enlazados por un tejido de interrelaciones que realizan trabajos específicos en el espacio y tiempo, sin lugar a dudas que el abanico de preocupaciones, conflictos, problemas y soluciones que brinda a la conciencia humana es amplio y a la vez concreto. Desde este punto de vista, hay asidero para considerar que todos nos encontramos involucrados de una u otra forma en su complicada trama, unos quizás con más conocimiento que otros, pero todos guiados por esa intuición de la sobrevivencia que es propia a cualquier ser natural.

Queremos destacar con esta introducción, que el fenómeno ambiental, sea como simple conflicto o como madurada crisis nos envuelve a todos, independientemente del estrato y condición cultural del sujeto social, cuestión que tarde o temprano lleva a la interrogante del “¿qué sucede?” y consiguientemente, a respuestas que en manos de la ciencia, tienen más coincidencias que diferencias.

Donde comienzan a producirse importantes deslindes, es en el eslabón de las soluciones a los problemas. Son éstas las que están cobrando la mayor cuota de energía del interés de grupo o de clase social y de la plataforma ideológica que se abandera. Por cierto, advertimos que ello está invirtiendo un tanto el guión metodológico de su estudio, pues ya son muchos los casos en los que encontramos que no es el diagnóstico el que viene determinando el contenido de la solución, sino la finalidad de la solución la que está definiendo el contenido y visión del diagnóstico.

Si para el usuario del transporte urbano, el control del smog o de las emisiones de carbono pasaría probablemente por la construcción en su ciudad de una buena red de transporte eléctrico, cómodo, rápido y barato, es casi seguro que para los dueños de autobuses la solución adecuada sería el aumento del precio del pasaje, supuestamente para mejorar el mantenimiento de la máquina, en tanto que para un empresario -comerciante del oxígeno líquido por ejemplo-, sería quizás la distribución de máscaras de oxígeno en cada esquina de la red urbana, con un traga monedas para vender “aire puro” a las víctimas del contaminante. Como bien lo explica James O’Connor en su escrito “¿Es posible el capitalismo sostenible?”,1 para el trabajador urbano mal pagado la sostenibilidad será “proveer de alimento y bebida o de medios de vida al trabajador”, pero para un gerente corporativo será ante todo “preservar el capital y su acumulación ampliada”.

De cualquier forma, vale retener ya un primer aspecto singular de la problemática ambiental actual: por encima de las diferencias de posiciones e interpretaciones, nos envuelve es-trechamente a todos; y ello está consiguiendo una gran sensibilización social global. Pero hay otro elemento característico y que nos parece igualmente meritorio destacar. Es el carácter espacial del problema, que se despliega siempre en diversas escalas según su magnitud y que compromete, cualquiera sean sus soluciones, a los actores sociales que encierra su perímetro. Quiere decir que

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no existen soluciones ambientales sin un alto grado de participación de la sociedad afectada, a-sunto que pone en primer plano el tema de la gobernabilidad democrática, participativa y pluralista en el espacio de impacto.

Por último, la realidad sistémica del ambiente ha llevado poco a poco a los cientistas e investigadores hacia una nueva lógica del pensamiento, que permita la articulación interdisci-plinaria del conocimiento. Ha abierto un intenso diálogo entre lo que Donald Worster llama “las dos culturas”2 y ha convocado nuevas metodologías que están enriqueciendo los marcos epistémicos de la investigación científica, incorporando a su praxis sujetos de muy diversos campos de actividad y posiciones políticas, ideológicas y económicas que son llevados por esa vía hacia nuevos enfoques y respuestas convergentes a los problemas fundamentales del planeta; proceso que calificaremos en términos generales de progresista. Subrayamos que al proyectarse este fenómeno hacia el conjunto de la sociedad, se está construyendo de hecho una gran fortaleza para avanzar hacia la convergencia social y política de muy variados sectores, de distintos orígenes y corrientes de pensamiento, atraídos por la fuerza centrípeta de una visión más profunda y completa del mundo, una visión holística en la que la ética y la ciencia son columnas principales.

A estos fenómenos interesa añadir ahora, algo sobre el momento exacto por el que atraviesa el problema ambiental. Creo suficiente afirmar al respecto, que el momento es de “crisis”, de una crisis con muchos nombres en nuestros días, pero con un sólo contenido: se ha llegado a una contradicción antagónica en las relaciones entre naturaleza y sociedad; se ha perdido el equilibrio de flujos entre estos dos componentes, siendo los dos partes de un mismo sistema de vida al que deben sostener con su interacción y armonía, todo lo cual pone en peligro la homeostasis del macro-ecosistema terráqueo. Y esto se ha producido fundamentalmente en los dos últimos siglos.

Cuando se hace conciencia de que en la tierra al homo sapiens le tomó 4 millones de años para que la población humana llegara a los 1.000 millones de seres, duplicándose éstos cada 1.500 años, pero que para el año 1950 la población mundial alcanzó 2.500 millones de habitantes, duplicándose en tan sólo 150 años el total de lo que hubo en el año 1800, hay suficiente criterio para considerar que la crisis se gesta con el advenimiento de la era industrial y, agregamos nosotros, se agudiza a escala global con la revolución científico-técnica del siglo XX. Quiere decir que responde a un tiempo histórico bien definido y particularmente, a sistemas específicos que mo-delan las relaciones y desarrollo del conglomerado humano.

Todo esto es lo que, desde la década de 1960, comienza a hilvanar un amplio y, muchas veces confuso, conjunto de ideas sobre el ambiente y su relación con las actividades y actitudes de la sociedad. Nace así el ambientalismo que tuvo un impulso vital con la Conferencia de Estocolmo de 1962. Como movimiento, surge fundamentalmente en los países anglosajones, se extiende por los países desarrollados y finalmente llega a los nuestros, caminado siempre bajo un dinámico proceso que llamaríamos de “combate y diálogo”, que lo enriquece con nuevos conceptos e ideas, pero que también le da una característica muy especial: a la vez que se expande, se fragmenta en diferentes corrientes -que van desde las fuertemente antropocéntricas hasta las ecocéntricas-, presentando no obstante esta diversidad, una preocupación común por las relaciones socio-ambientales que hace de su espectro social un extenso tejido descentralizado y multiforme, pero articulado en redes y sobre todo omnipresente3. Desde este ángulo, lo que tradicionalmente hemos considerado como una debilidad para los movimientos emergentes, se manifiesta aquí como una de sus fortalezas.

Considero que la mejor definición del movimiento nos la da Manuel Castells en su trabajo “El reverdecimiento del yo: el movimiento ecologista”,4 cuando distingue al ambientalismo de la ecología en estos términos: por ambientalismo “hago referencia a todas las formas de conducta colectiva que en su discurso y práctica aspiran a corregir las formas de relación destructivas entre la acción humana y su entorno natural, en oposición a la lógica estructural e institucional dominantes”. Por ecología entiendo –dice- “una serie de creencias, teorías y proyectos que consideran a la humanidad un componente de un ecosistema más amplio y desean mantener el equilibrio del sistema en una perspectiva dinámica y evolucionista.”5

¿Cómo se ha reflejado este movimiento y las definiciones aquí planteadas, en nuestro país? Creo que responder a esta pregunta es entrar de lleno al tema que se nos pide.

Yo diría, en primer lugar, que el arco del proceso de gestación y desarrollo del ambientalismo panameño ha reflejado, exactamente, el arco de nuestra historia de la dependencia. El sólo hecho de que en los albores del siglo XX, Panamá ve construirse en su seno una obra monumental como

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lo es la vía interoceánica que en lo específico representó la inserción de una estructura extraña, hidráulica, en medio de una sociedad atrasada, con una cultura que califico de “pluvioagrícola”,6 pone a la nación en un nivel de responsabilidad ambiental, para la cual no estaba precisamente preparada. En consecuencia, así como se segrega parte del territorio nacional para levantar y operar la obra, también se segrega esta responsabilidad que EEUU asumió en su jurisdicción hasta la aprobación de los Tratados Torrijos Carter, cuando cambió la relación colonial de explotación de la vía y su zona territorial.

De esta manera el problema ambiental, vinculado sobre todo a la tarea de la sostenibilidad del agua, ha estado presente en el istmo desde aquellos momentos, pero no así en el corazón y mente de la sociedad panameña. Resultado tangible de tal incongruencia ha sido que el Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian se convierta, inobjetablemente, en la semilla principal del ambientalismo nacional. Este instituto llega al país en la segunda década del siglo XX bajo la tutela del Departamento de Defensa de Estados Unidos. Ingresa al territorio para encarar los problemas ambientales de los flujos naturales del agua utilizada por la vía acuática, así como desarrollar investigaciones vinculadas al trópico. Sin embargo, todo ello lo realiza con una visión puramente tecnocrática y conservacionista, en la que la cima a alcanzar es la conservación de la vida natural, siempre dentro de los parámetros razonables que pueda lograrse en el sistema económico existente y el adversario a combatir es el desarrollo incontrolado y las burocracias irresponsables.

Otra semilla, sostenida en valores casi míticos, existe también pero se proyecta con muchas limitantes, es la tradición ambiental de las etnias indígenas panameñas, portadoras de una rica visión ancestral que provee gran armonía entre naturaleza y cultura. Tiene muy débil impacto nacional toda vez que además de estar alejada de los códigos occidentales dominantes, es cultivada a través de instituciones tradicionales muy locales, replegadas en lo profundo del mundo rural y marginadas del debate vivo de las grandes urbes.

En todo caso –por lo que corresponde a este trabajo– calificaremos estas dos semillas como las más sobresalientes, cuando empieza a insertarse de forma visible la ola ambientalista mundial en la sociedad nacional. Y nos surge ahora la pregunta: ¿Cómo y cuándo se introduce exactamente este fenómeno en la sociedad panameña y cuál es el factor principal que lo induce?

Hacia finales de la década de 1970 se firman los Tratados Torrijos Carter sobre el Canal de Panamá, los cuales ponen fecha límite a la colonia y norman los procedimientos para la transferencia de los bienes canaleros a la República. Con la transferencia de estos bienes, se transfiere también la responsabilidad del manejo ambiental de la obra acuática, cuyas principales columnas de operación son la fuerza de la gravedad y las aguas dulces de la cuenca del Chagres.

Creo importante abrir un pequeño paréntesis para explicar un poco el significado de este hecho. El dominio colonial de la franja canalera significó para la nación panameña la existencia de dos Estados en un mismo territorio: Uno con una estructura centralizada de poderes dirigida por el Departamento de Defensa norteamericano, con una organización económica monopólica rígidamente planificada, basada en la propiedad estatal del colonizador y con la primacía de un orden ecológico natural simplificado en el agua. El otro, articulado al primero por una profunda relación de dependencia -que mediatiza su soberanía territorial-, dominado internamente por una oligarquía criolla, bajo la cual se estructura y madura una frágil institucionalidad democrática en la que crece el caudillismo, la improvisación y el desajuste social. Así se produce la dualidad histórica de ver correr, paralelamente en un mismo territorio, dos mundos: uno sustentable, ubicado norte-sur en forma de franja y el otro insustentable, ubicado este-oeste en forma de un corredor que se articula al mundo mediante las ciudades de Panamá y Colón. La reversión implica entonces buscar una armonía entre estos dos ejes contradictorios, en condiciones de un país que presenta enormes grietas en su mapa regional de desarrollo socioeconómico y, además, de una “cuenca del Canal de Panamá” con serios deterioros, pues su dominio ha sido siempre compartido, la cuenca baja bajo jurisdicción colonial y la cuenca alta y media bajo jurisdicción panameña, por lo que nunca hubo una real gestión integrada de la cuenca total.

Con esta situación, la franja se vio rápidamente rodeada y presionada por las urbes vinculadas a la economía transitista, sobre todo debido a los intensos procesos migratorios que se generan desde finales de la segunda guerra mundial. Las cifras logran preocupar a los norteamericanos, ya para la década de 1960 y, a través de diversas agencias e institutos, impulsan algunas que otras acciones hacia la conservación de la cuenca. Pero el crecimiento vertiginoso industrial de las

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ciudades terminales de Panamá y Colón y del corredor transístmico, durante la década de 1970, y de la actividad pecuaria y agrícola en las zonas rurales introducen preocupaciones mucho más profundas, tanto para ellos como para las autoridades nacionales, más todavía cuando se acercan a la firma de los Tratados. La pregunta de fondo era compleja: ¿cómo resolver una contradicción tan abismal, entre crecimiento y sostenibilidad ambiental, con un Estado que hasta ese momento sólo ha dado muestras de sostener la insustentabilidad? (pregunta que aún está planteada en nuestros días).

Por otro lado, Panamá se introduce durante esos años 70 en la experiencia hidráulica, con la hidroeléctrica del río Bayano y otros proyectos. Fueron muchos los profesionales panameños que participaron en esta obra, resolviendo problemas tanto de la ingeniería civil e hidráulica como ecológicos y sociales. También la activa vida internacional del país, en su lucha por los nuevos tratados del Canal, puso a estas capas profesionales en contacto con los movimientos que se desarrollaban en el mundo. Con esta rica experiencia en mano, muchos grupos de técnicos organizaron desde finales de la década centros de estudios, de investigaciones, asesorías, etc., con apoyos institucionales del Estado y universidades, alguos de los cuales estuvieron vinculados al tema de la conservación de la naturaleza.

Este proceso de acumulación tiene frutos importantes en la década de 1980. Por un lado, el Estado tiene que asumir el manejo de la cuenca del Canal y de las áreas revertidas de la ex-zona colonial, lo que hace con un enfoque más de preservación focalizada de los recursos naturales renovables, que de conservación integral. Se crea así el Instituto Nacional de Recursos Naturales Renovables (INRENARE). Por el otro, con apoyos de la Agencia Interamericana para el Desarrollo (USAID) se forma la primera organización no gubernamental importante, destinada enteramente al medio ambiente: la Fundación PA.NA.MA, agrupación de más de una veintena de ONG que venían actuando separadamente desde la década anterior, pero sin mayor influencia en los procesos de negociación y de toma de decisiones.

La Fundación PA.NA.MA, por sus características “federativas”, tenía en su seno varias corrientes que iban desde las conservacionistas más ortodoxas de la “naturaleza original”, hasta las ecologistas radicales, con tendencias al “ambientalismo profundo”. Sin embargo, los intereses y visión de las instituciones burocráticas que la financiaron se impusieron siempre por encima de las diversas corrientes; y de esta manera la labor se quedó fundamentalmente encerrada en los límites de la conservación, con enfoques de marcado ecologismo tecnocrático, y en actividades que más bien estuvieron dirigidas a la cuenca oriental del Chagres. Esta génesis –considero yo- retrata bastante bien las conclusiones a las que llega Guillermo Castro H. en su libro Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina,7 cuando manifiesta que la preocupación por lo ambiental en Latinoamérica, “a más de ser relativamente reciente entre nosotros, ha venido siendo planteada en lo esencial desde afuera y desde arriba” (contrario –dice- a las sociedades noratlánticas donde se han venido desplegando desde adentro y desde abajo a lo largo de casi 200 años). Nosotros acotaremos solamente, para precisar la idea, que traemos la referencia sustancialmente con relación a la manera cómo se introduce la preocupación en nuestro medio y no a cómo construye posteriormente su propia maduración.

En el segundo lustro de los años 80 nace también la organización no gubernamental Asociación Nacional para la Conservación de la Naturaleza (ANCON). Quizás la organización de mayor fortaleza financiera y administrativa en el país, ANCON se crea como una alternativa civil para el ambiente de parte de los poderes económicos oligárquicos nacionales, en circunstancias en que las estructuras militares -que no eran de su confianza-, dominaban el Estado panameño. Como organización administrativa tiene todas las virtudes gerenciales de una organización empresarial corporativa; como organización ambientalista se ajusta más a las corrientes conser-vacionistas cercanas al “ambientalismo superficial”, que se preocupan por la regulación del uso de los recursos y conservación de la naturaleza desde el punto de vista de su utilidad para el hombre.

En la década de 1990 se crean nuevas condiciones, que van a influir poderosamente en el proceso de gestación del movimiento ambientalista panameño. Luego de la invasión nor-teamericana, poco a poco el desconcierto general del país destruido da paso al país reconstruido. Al evento le sobrevive ANCON como organización casi rectora del movimiento, mientras que la Fundación PA.NA.MA y otros grupos desaparecen; pero miles de técnicos y profesionales sin trabajo recurren a la organización no gubernamental como medio de subsistencia, además de que la semilla sembrada por la Fundación no muere. Nacen así todo tipo de ONG en el país y, por

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supuesto, también las orientadas al ambientalismo. Además, con la Conferencia sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo, de Río de Janeiro, nuevas categorías y conceptos penetran el movimiento, el conocimiento sobre la problemática ambiental crece y los desafíos comienzan a encontrar no solamente eco en las elites tradicionales especialistas, sino también de los movimientos populares de base.

Dos aspectos destacaremos de esta década:

1) El movimiento indígena ambientalista, hasta ese entonces poco visible, insurge en el plano nacional con la defensa de sus territorios y cultura frente a las explotaciones mineras y a los amagos de un ecoturismo mal concebido. Creo que es el primer movimiento organizado de base, con reivindicaciones sobre el ambiente, que expresa un real poder en oposición a lo que Castells llama “la lógica estructural e institucional dominantes”.8

2) La devolución de las bases militares norteamericanas acantonadas en el Canal, pone de

relieve la limpieza de los polígonos de tiro para prácticas militares, lo cual se convierte en un gran desafío para el país. Lo importante de este problema es que su solución no encuentra salida dentro de los parámetros tradicionales del conservacionismo vigente y esto empieza a producir rompimientos con los esquemas y paradigmas asumidos hasta la fecha. En esencia, las áreas contaminadas por el material bélico, siendo territorios boscosos, muchos de ellos con una alta biodiversidad, son un recurso del patrimonio natural que no puede ser regresado a la contabilidad ambiental nacional, con un valor depreciado, casi en cero, por razones de un alto riesgo que ningún panameño conoce en su dimensión verdadera. “Conservar el bosque”, a secas y basándose en alambres de púa, no es solución cuando debajo del mismo se esconde todo lo contrario a una doctrina conservacionista: un material letal, que apunta contra el propio medio natural y contra el corazón mismo de cada panameño.

Finalmente, a estos factores se suma, en el último lustro de la década de 1990, la lucha por la

nueva institución nacional del ambiente, proceso de discusión que, sin lugar a dudas, sirvió mucho para elevar la conciencia nacional sobre los problemas del ambiente y la sociedad. Nace así en 1998 la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) -actual institución rectora de la política ambiental del Estado-, más por una presión externa que por la interna y como parte de los compromisos internacionales surgidos de la Conferencia de Río y otros relacionados con la adecuada recuperación de la vía interoceánica.

El nuevo siglo nos transfiere finalmente los bienes canaleros y establece la soberanía panameña sobre todo el territorio. El primer signo ambiental de la nueva situación, es que el agua toma la más alta beligerancia en el tablero del debate nacional. Primero, porque es responsabilidad nuestra garantizar el recurso básico de la obra acuática; pero también porque este recurso, que es nuestro equivalente al mejor petróleo hemisférico, se ha degradado indescriptiblemente por los desajustes socioeconómicos y ambientales resultantes de esa dualidad nacional de dos mundos opuestos, que hablamos anteriormente. Otros problemas de relevancia -además concatenados con éste- son los de la seguridad alimentaria, con fundamento en la problemática agraria nacional, incluyendo el manejo de los suelos y el del saneamiento ambiental, que encierra entre sus temas más prominentes el manejo de los desechos sólidos, propio de un país que tiene en el continente una de las tasas más altas de producción de desechos, en toneladas/habitante.

Con estas premisas, es lógico encontrar entonces que junto al crecimiento de las ONG tradicionales, de capas medias profesionales y técnicas, se vean ingresar al cuerpo nacional un número apreciable de organizaciones de corte ambientalista y de base popular, campesinas, comunales e indígenas, que reivindican la conservación con desarrollo, el crecimiento con equidad, el género, el respeto a la trama cultural y una mayor participación en el ámbito de las decisiones nacionales, todo lo cual abre anchos caminos para una nueva calidad del movimiento. En este sentido, las luchas que están librando las organizaciones campesinas en la región occidental de la cuenca del Canal de Panamá (ROCC) por sus derechos, las de las organizaciones indígenas y campesinas contra los métodos despóticos utilizados para la construcción de las hidroeléctricas del Tabasará I y II y de Soledad en el río Santa María, las banderas levantadas por numerosas organizaciones del Arco Seco del país, por la sostenibilidad del agua en la región, etc., creo que

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están marcando un nuevo giro en este movimiento panameño, si bien todavía en una etapa que calificaríamos de embrionaria, revestida de enfoques aún estrechos sobre los problemas de fondo.

Hoy día, Panamá registra más de 200 ONG de naturaleza ambientalista. Una estricta selección que hiciera recientemente nuestra empresa para el diseño de la Estrategia Nacional de la Educación Ambiental No Formal,9 encontró unas 46 de ellas con bases algo sólidas, pero la mayor parte localistas en su proyección, poca coordinación entre sí, débil articulación con la Estrategia Nacional del Ambiente y todas con deficiencias de gerencia. Utilizando la tipología de los movimientos ecologistas en Manuel Castells,10 yo afirmaría que el conjunto expresa principalmente tres corrientes: las que se identifican con los “amantes de la naturaleza” o con el conservacionismo meramente tecnocrático, las que “defienden el espacio contra la intrusión de los usos indeseables” (es creo, la más difundida entre las organizaciones de base popular), y los ecoguerreros, guiados un poco por el ejemplo de la organización Greenpeace. No encontramos todavía en forma organizada, las tendencias de la “política verde” y de la contracultura inserta en la “ecología profunda”.

Paralelamente, tenemos también presente el “ambientalismo” de Estado,11 de un Estado que, al igual que muchos otros de esta América, se encuentra en entredicho por su personalidad oligárquica y nepótica, por sus estructuras presidencialistas y burocráticas autoritarias, para las cuales la sociedad civil constituye más un discurso obligado de la agenda de la “modernidad”, que la razón democrática de su propia existencia. Revisando sus políticas, llegamos a la misma conclusión de Castro, cuando plantea en Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina, que nuestros Estados se apropian “también de aquella nueva ecología que encuentra sus paradigmas en los valores del moderno orden económico, tal como resulta modelado por la tecnología”. En lo medular son políticas más cercanas a la represión de actividades antropogénicas que a la orientación social sobre los usos alternativos de los recursos naturales, y con una normativa destinada más a quien asume el recurso natural como valor de uso, que a quien lo asume como valor de cambio para un mercado de intensidad. Este “ambientalismo”, así como el empresarial en boga -cuyo adversario pareciera ser no tanto la externalidad ambiental, sino el ambientalismo de carácter popular-, no debemos subestimarlo en su capacidad de imponer opciones dilatorias al debate ambiental e introducir medidas diversionistas en la marcha por construir una nueva cultura garante del desarrollo sostenible nacional.

Cuál es el futuro del movimiento, hoy en fase de maduración? Si vemos el cuadro actual, apreciaremos fácilmente la existencia de tres fuerzas principales en éste: la que se origina en las organizaciones de base popular, la que representa a las capas medias educadas, urbanas, y la que nace del Estado; cada una respondiendo a ciertos patrones de estructura e intereses y a diversas corrientes, que mantienen escindido el mosaico total. En este marco, el Estado pareciera interesarse más por sobrevivir a su condición de agotamiento, que por considerar al movimiento organizado como un vehículo legítimo para su relación con la sociedad civil e interlocutor necesario y tangible para ampliar la democracia. Por el contrario, la creciente maduración de la conciencia ambiental en las ONG, sus avances en el conocimiento técnico y su cada vez más importante relación con el movimiento popular de base, viene tejiendo iniciativas convergentes de gran importancia para el salto cualitativo que exige la nación. Si recordamos los fenómenos que dieron paso al amplio movimiento ambientalista mundial en la década de 1960 -y que fueron analizados en la parte inicial de nuestra presentación-, creo con muy buenos argumentos, que este es el camino que debemos fortalecer dentro de una perspectiva estratégica.

En la dimensión del tiempo futuro, me parece sano que el movimiento ambientalista nacional pueda situarse sólidamente como un integrante importante de las fuerzas emergentes, que en la sociedad civil panameña maduran un renovado proyecto de nación; alternativa que está llamada a levantar el país progresista, democrático, independiente, equitativo y sostenible que exige el nuevo siglo. Nada indica que su proceso actual de desarrollo y construcción esté estancado; diremos más bien, que está en esa etapa crucial del hacerse y fortalecerse como movimiento organizado, de dominar las ideas y el conocimiento técnico, y de edificar su propia estrategia y unidad bajo el signo del “combate y diálogo”, que ya señaláramos como característica importante del movimiento global.

En este sentido estoy seguro de que -en la medida en que elevemos la conciencia ambiental de nuestra sociedad, se capacite a los profesionales del movimiento con una forma ción técnico-científica compatible con nuestras realidades y orientada por una auténtica visión holística del

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ambiente, se fortalezca la capacidad de dirección gerencial de las diferentes organizaciones, se organice la diversidad del movimiento en una amplia red alrededor de objetivos estratégicos claros y viables y, sobre todo, se vincule permanentemente el conocimiento especializado a la fuerza de nuestro pueblo, que significaría en particular educar de manera continua a los diversos destacamentos del sector popular- vamos a avanzar indiscutiblemente hacia el horizonte de ese movimiento maduro y poderoso, llamado a garantizar el Panamá que soñamos, justo en su desarrollo y sostenible en el ambiente.

Notas 1. James O'Connor, “Is sustainable capitalism possible?”, en Natural Causes. Essays on ecological marxism. The Guilford

Press, Nueva York, 1998. Traducción de Guillermo Castro H. 2. Donald Worster, "Transformaciones de la Tierra", cap. 8, Reencuentro de Culturas. Colección Agenda del Centenario,

Universidad de Panamá, 2000. 3. Ver Manuel Castells, II volumen de la obra La era de la información. Alianza Editorial. 4. Idem. 5. Castells manifiesta que en su opinión el ambientalismo es la ecología puesta en práctica y la ecología es el

ambientalismo en teoría. 6. Término utilizado por Karl A. Wittfogel en su estudio “Las civilizaciones hidráulicas”. Ver revista Tareas N°103, CELA,

Panamá, 1999. 7. Guillermo Castro H., Naturaleza y sociedad en la historia de América Latina, CELA, Panamá, 1996, pág. 291. 8. Frase ya citada en la definición del movimiento ambientalista por Manuel Castells. 9. Bajo subcontrato por la empresa venezolana Ingeniería CAURA S.A., Planeta Panamá Consultores S.A. participó en la

elaboración de la Estrategia Nacional de la Educación No formal, para la ANAM. 10. En “El reverdecimiento del yo: el movimiento ecologista”, Manuel Castells hace una clasificación tipológica del

movimiento ambientalista, recurriendo a la caracterización que hace Alain Touraine de los movimientos sociales con base a tres aspectos: identidad, adversario y objetivo. De esta forma identifica cinco tipos diferentes.

11. El Estado ha realizado además de la institución rectora ambiental, un cierto número fundaciones que actúan con las mismas reglas de las ONG. En conjunto estos organismos inciden de manera indiferente en nuestra sociedad, unas veces como jueces y solución del problema, otras como partes del conflicto, conducta que los califica de actores altamente beligerantes en el debate ambiental.

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Nilva Góngora Meneses. Maestría en sociología con énfasis en gestión ambiental:

su papel en la construcción del saber ambiental. En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 67-72. ISSN: 0494-7061.

Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/gongo.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

MAESTRÍA EN SOCIOLOGÍA CON ÉNFASIS EN GESTIÓN AMBIENTAL:

Su papel en la construcción del saber ambiental*

Nilva Góngora Meneses**

*Documento presentado en la reunión del grupo de trabajo sobre Ecología Política de CLACSO, el 19 de marzo de 2003. **Socióloga, coordinadora de la primera promoción de la Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental.

Diferentes programas de especialización al nivel de postgrados y maestrías, se han venido

dando en institutos y facultades de la Universidad de Panamá y en universidades privadas. Estos son programas que han planteado la problemática ambiental desde las ciencias naturales.

El programa de Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental es una propuesta que surge del Departamento de Sociología, en la que se plantea el estudio de la relación naturaleza – sociedad, desde las ciencias sociales, buscando la integración con otros campos de la ciencia como las ciencias naturales. 1. Qué aporta a. Las ciencias sociales en la discusión de lo ambiental

En nuestro país, la discusión de lo ambiental ha estado en manos de los profesionales del área de las ciencias naturales. Biólogos y ecólogos han participado en esta discusión, no pocas veces desde una perspectiva conservacionista y técnica.

La necesidad de mirar lo social dentro de lo ambiental, ha sido producto de las discusiones que parten de Estocolmo y que se fortalecen en la Cumbre de Río. Estas se expresan en algunas legislaciones y líneas de trabajo de organismos internacionales que exigen la incorporación de lo social en este problema. Recordemos que la noción de desarrollo sostenible apunta al equilibrio en los aspectos económico, ecológico y social. Esto ha significado un avance importante, sin embargo, aún con estas condiciones, los cientistas sociales nos hemos quedado rezagados en la discusión, limitándonos muchas veces a analizar la situación social de manera parcelada, generando estudios que, aunque cuentan con la participación de profesionales de otras disciplinas, son fragmentados y descriptivos.

La Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental, facilita a la sociología como disciplina ocupar un espacio en el proceso de discusión de la problemática ambiental y en la construcción de lo social en lo ambiental. También facilita el acercamiento de las ciencias naturales y las ciencias sociales en este esfuerzo, aportando en la generación de un conocimiento integral y propuestas de acción en la gestión ambiental.

b. Incorporación de los sociólogos y sociólogas en la construcción del saber ambiental en Panamá

De la misma manera, es importante la incorporación de los sociólogos y las sociólogas en este proceso. La experiencia dada con la primera promoción de la maestría, ha permitido a un grupo de sociólogos y sociólogas participar en la construcción de conocimientos, que asume lo ambiental en

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los problemas sociales; lo ambiental como objeto de investigación y análisis de las ciencias sociales.

Desde esta perspectiva, el aporte que puede dar el sociólogo en los procesos de investigación, es más integrador y al acercar, en la discusión de los aspectos sociales y ambientales, a las ciencias naturales puede promover en sus profesionales una visión que permita comprender los aspectos sociales en esta relación naturaleza – sociedad. c. Investigación y discusión sobre gestión ambiental de la cuenca del Canal

Con el programa de Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental, se ha dado un proceso de investigación sobre gestión ambiental de la cuenca del Canal de Panamá. En éste se han abordado diferentes aspectos que incluyen la interpretación teórica de las relaciones sociales que se dan en la cuenca del Canal, así como la relación ambiente-sociedad en ese espacio que resulta ser, como lo ha calificado Rodrigo Tarté, un “inmenso laboratorio viviente”, un espacio en el que los procesos de investigación requieren del aporte de los profesionales para lograr una gestión eficiente y correspondiente a los intereses nacionales y de los grupos sociales que interactúan en ella.

2. Qué ofrece la Maestría

En primer lugar, la Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental, ha sido concebida desde el Departamento de Sociología de la Universidad de Panamá. Tiene como fun-ción proporcionar a los sociólogos, sociólogas y otros profesionales conocimientos de un elevado nivel académico en materia de gestión ambiental. Promueve la formación de profesionales capaces de integrar conocimientos en forma multidisciplinaria e integrarse en equipos de trabajo abordando la problemática ambiental y social desde las ciencias sociales. En este sentido, atiende una necesidad social, en la medida en que contribuye al planteamiento y discusión, con aportes teóricos y prácticos, de los problemas socioambientales del país.

3. Cuál es su dinámica

El programa de la maestría, está conformado por diez asignaturas que se interrelacionan entre sí y permite la construcción del saber ambiental en nuestro país con la participación de los cientistas sociales.

Se trata no sólo de herramientas de trabajo en el campo de la gestión ambiental, sino de un proceso de reflexión y construcción teórica y metodológica en el que se plantea la construcción de lo social en lo ambiental.

Estas asignaturas son las siguientes: Teoría Sociológica abre el programa y entrega el marco con ceptual que facilitará el análisis de

lo ambiental, la construcción del conocimiento con una elaboración teórica desde la sociología. Los contenidos abordados en este curso constituyen un hilo conductor en el desarrollo del resto del programa.

Sociología del Medio Ambiente I y II promueve la discusión acerca de las principales formas de presencia de lo ambiental, como problema en el pensamiento social contemporáneo, en América Latina y el mundo; el papel de las ciencias sociales en la formación del saber ambiental y los problemas inherentes al papel de las ciencias sociales en la gestión ambiental.

Método y Técnicas de Investigación Social I y II provee los instrumentos necesarios para realizar investigaciones científicas en el campo de la sociología con énfasis en gestión ambiental. De esta manera, entrega las herramientas teóricas, metodológicas y técnicas para el desarrollo de diseños de investigación desde una perspectiva interdisciplinaria.

Estructura Social y Desarrollo Sostenible examina en perspectiva histórica el origen, la evolución y las limitaciones que plantea el concepto de desarrollo sostenible como instrumento para el análisis de lo social como problema en la gestión ambiental.

Este curso, que se desarrolla en el período de verano, tiene un componente de análisis y discusión de los planteamientos dados acerca del tema del desarrollo sostenible, fundamentalmente en América Latina.

Un componente interdisciplinario se presenta en el desarrollo de este curso a través del intercambio con profesionales de diferentes disciplinas que comparten con el grupo de estudiantes y profesores la visión y experiencia de trabajo en relación con el tema ambiental y desarrollo sostenible en Panamá.

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Gestión ambiental imparte los conocimientos ecológicos generales y de manejo de recursos naturales con estrategias de uso, protección, recuperación y conservación. Entrega los co-nocimientos de gestión ambiental de orientación socioecológica; los instrumentos centrales de la gestión ambiental y promueve el reconocimiento de las estrategias para la solución de problemas socioambientales desde un punto de vista técnico y de planificación.

Estadística Aplicada a las Ciencias Sociales profundiza en los temas relacionados con el uso de las herramientas estadísticas y el manejo de información indispensables para desarrollar las investigaciones en distintas áreas de estudios y evaluaciones ambientales. Esto, con el propósito de aportar desde la investigación a la solución de los problemas que surgen de la relación medio ambiente y desarrollo social

Manejo de Recursos Naturales imparte conocimientos de manejo de recursos naturales con una orientación socioambiental, a través de estrategias de protección, conservación, recuperación y uso. Para ello se abordan técnicas y herramientas centrales del manejo de los recursos naturales, así como estrategias para la conservación de los recursos naturales en el marco del desarrollo sostenible.

A través de esta asignatura se busca reconocer y proponer estrategias de desarrollo

comunitario en el marco de las políticas de conservación, protección y uso de los recursos

naturales e identificar soluciones para los problemas socioambientales relacionados con el manejo

de los recursos naturales desde un punto de vista técnico y de planificación.

Legislación Ambiental con este curso los estudiantes de la maestría obtienen la información

acerca del sistema jurídico en materia ambiental. De esta manera tendrán los elementos para

orientar a la comunidad en general sobre los aspectos legales del enfoque que plantea el derecho

ambiental en su contexto general, incluyendo las normas nacionales y extranjeras. La mayoría de las asignaturas son impartidas por sociólogos, se discute lo ambiental desde

una perspectiva sociológica. De allí, que en el desarrollo de las asignaturas no impartidas por sociólogos (Gestión ambiental, manejo de recursos naturales, estadística social y legislación ambiental), los contenidos son alimentados en la discusión por la formación recibida por el grupo de estudiantes. En este sentido, los docentes han expresado impresiones positivas por el enfoque que se ha dado al curso ya que adquiere un matiz diferente al acostumbrado. Investigación

A lo largo del programa de especialización, en cada una de las asignaturas, la investigación ha sido un eje transversal. Durante la primera promoción, se realizó un proceso de investigación sobre diferentes aspectos relacionados con lo social en la gestión ambiental de la cuenca del Canal de Panamá. Esto es importante dado que en la cuenca del Canal de Panamá, se genera un conjunto de relaciones sociales en un medio ambiente que es necesario gestionar de manera eficiente y atendiendo a las necesidades y aspiraciones de los grupos sociales que interactúan en ella.

4. Cómo se ha proyectado

La Maestría en Sociología con énfasis en Gestión Ambiental, ha facilitado un proceso de discusión acerca de los problemas ambientales y de la gestión en la cuenca del Canal de Panamá.

Dentro del mismo proceso de formación, se ha promovido el acercamiento de profesionales de diversas disciplinas y de representantes de instituciones y empresas que tienen responsabilidad e intereses en la gestión ambiental.

Un logro importante ha sido la apertura de la Autoridad del Canal de Panamá a la discusión sobre la gestión ambiental de la cuenca, en el ámbito académico universitario, promovida por el Departamento de Sociología. Esto se dio en un ciclo de conferencias dictadas por funcionarios de dicha institución, en el que se presentaron las apreciaciones que se tiene desde los diferentes departamentos que se relacionan con la temática.

También se dieron cita en la Universidad de Panamá académicos y representantes de los movimientos sociales que forman parte de los sectores que interactúan en la cuenca del Canal.

5. Cuáles son las expectativas de crecimiento

Con la segunda promoción de la maestría, se pretende fortalecer el sitial que está ocupando la sociología en la discusión de lo ambiental desde lo social; así como ampliar los procesos de investigación en áreas de interés nacional.

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Por otro lado, el programa ha despertado interés en estudiantes de otros países latinoa-mericanos, lo que podría generar mayores aportes a la discusión de la problemática socio-ambiental desde una perspectiva latinoamericana, nutriéndose de las experiencias dadas en otros países.

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Alexis Rodríguez M.. Victoriano Lorenzo en la guerrra de los mil días.

En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 73-81.

ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/rodri.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

VICTORIANO LORENZO EN LA GUERRA DE LOS

MIL DÍAS*

Alexis Rodríguez M.**

Para Diógenes de la Rosa

*Versión ampliada de la presentación del libro Victoriano Lorenzo en la historia de Panamá del profesor Herbet G. Nelson Austin, realizada en el Salón de Profesores de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá, el 13 de mayo de 2003, con el auspicio del Departamento de Sociología y del Centro de Investigación y Docencia de Panamá (CIDPA).

**Docente universitario. Hoy 13 de mayo de 2003, a pocas horas de conmemoración de una fecha histórica para las

masas de la ciudad y del campo, la presentación de la obra del profesor Herbet G. Nelson Austin, titulada Victoriano Lorenzo en la historia de Panamá, tiene una importancia significativa. No cabe en este momento la clásica pirotecnia intelectual, que en no pocas ocasiones conduce a los actos más claros de “antropofagia académica”.

La perspectiva del análisis debe ser otra. En especial porque la obra del profesor Nelson intenta reconstruir la historia social, en medio de la pugna entre lo que emerge y lo que todavía no termina de aflorar, entre las luchas por la autonomía y la autodeterminación. Ese es, según el profesor Nelson, el contexto donde se desenvuelve un personaje representativo del imaginario de los sectores populares panameños: Victoriano Lorenzo. Esta reconstrucción la realiza el profesor Nelson planteando tres preguntas: ¿qué hechos condicionan la participación de Victoriano Lorenzo en la guerra de los Mil Días? ¿cuáles son las demandas fundamentales de Victoriano Lorenzo? ¿qué implicaciones tiene la incorporación de Victoriano Lorenzo en la guerra de los Mil Días?

Para el profesor Nelson, a diferencia de los historiadores sociales positivista sean los mismos pragmáticos o metafísicos, la realidad es una construcción social. Es una interpretación que se constituye a medio camino entre la explicación, la narración y el discurso. La misma articula hechos, situaciones y fenómenos sociales que aparecen sin vinculación aparente, en lo cotidiano, pero que se encuentran estructuralmente conectados. Lo que hace la historia entonces, es unir en un todo una serie de particularidades y singularidades de distintos hechos y situaciones sociales e históricas, que tienen un significado y consecuencias diametralmente opuestas, en la medida en que se analizan desde una u otra perspectiva, desde uno u otro punto de partida. Es decir, ex-plicada en toda su dimensión y potencialidad, la interpretación de la realidad social es la forma como la historia se construye.

Cabe tener presente, para la lectura de la obra del profesor Nelson, que existen por lo menos tres formas de hacer de historia social, eso sí, claramente definidas. La primera se centra en la noción de duda sobre la forma como ocurren los hechos, que parte con el método de conocimiento de René Descartes y que a lo largo de un proceso sinuoso de derivaciones conduce al hecho social de Emilio Durkheim. La segunda se encuentra fundamentada en la conceptualización, en la construcción de categorías de análisis, que luego se comunican entre sí, y que parten de las nociones kantianas para llevar al científico social de la mano, hasta el tipo ideal que, como punto de partida metodológico, y en no pocas ocasiones de llegada concluyente, propuso, entre otros, Max Weber. Por último, se encuentra la pregunta, en tanto centro de la crítica de la historia natural y positiva y forma de reconstrucción de los fenómenos sociales, que desde Aristóteles pasando no sin conflictos por Santo Tomás, para dirigirse entre otros, hacia los planteamientos de Carlos Marx.

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Esta última, con las dificultades implícitas, es el tipo de historia que procura e intenta desarrollar, como proyecto, el profesor Nelson.

Para el caso, también es necesario recordar que existen tres tipos de revoluciones que constituyen, por distintas vías, métodos y prácticas, un concepto de ciudadanía. La primera es la revolución estadounidense, en la cual la ciudadanía esta centrada en la propiedad. Es decir, los derechos de propiedad constituyen la base desde la cual se despliega la ciudadanía. La segunda es la revolución francesa, que señala que la ciudadanía se constituye a partir del reconocimiento de los derechos políticos. Para tales efectos, es ciudadano quien puede ejercer sus derechos políticos y para el caso saber leer y escribir. En el tercer caso se encuentra la revolución rusa, que constituye la ciudadanía a partir de los derechos sociales. Las implicaciones de estos tres tipos de revolución para el caso de América Latina, son diferentes. No obstante, se trata de revoluciones que tienen como objetivo la constitución de la ciudadanía. Ese mismo objetivo, por lo menos en forma aparente es uno de los problemas centrales que se somete al silencioso debate de las armas, en la guerra de los Mil Días.

En el caso de América Latina existen revoluciones que aparecen en medio de modalidades distintas liderazgos y proyectos de contractualidad social, que en todo caso otorgan ciudadanía. El caso de Simón Bolívar, por ejemplo, caracteriza la revolución desde arriba. Esta revolución es autoritaria por definición, pero “democrática” por lo incluyente, en su composición. Es la forma como el liberalismo de corte hobessiano se combina con las formas y arquetipos culturales de la región. Las características de esta noción de liderazgo fue expuesta, en su momento, por Carlos Marx y debatida entre líneas por José Aricó. También se presenta en la historia de América Latina la revolución desde el pacto institucional desde el acuerdo entre pares, que tiene como figura, entre otros, a San Martín. Además, emerge en la historia de América Latina la revolución desde abajo, cuya figura insigne es José Martí. Es la revolución que se construye desde el consenso y, a partir del mismo, despliega de manera dialogada, todas sus virtudes, dimensiones y potencialidades. En el caso de Panamá, con relación a la guerra de los Mil Días, se trata de un debate abierto sobre la vía, es decir, sobre el método y la forma como cancelar las contradicciones; es el debate abierto, franco y fraterno en las filas del liberalismo, entre Bolívar y Martí, entre la forma de gobierno y el ejercicio del gobierno.

En buena medida, la obra de Nelson que hoy comentamos, representa una reflexión sobre esa parte importante y significativa de la historia social de Panamá, que coloca en el centro del debate político-organizativo, como punto de partida, a la guerra de los Mil Días, como actor relevante en la misma a Victoriano Lorenzo y, por último, como telón de fondo, una interpretación de la historia que enfatiza en la participación de las masas de la ciudad y del campo en la construcción del Estado. Esta perspectiva la desarrolla el profesor Nelson partiendo de la misma tesis que años antes propuso Diógenes de la Rosa. Esta tesis, sobre el caso de la guerra de los Mil Días y el papel de Victoriano Lorenzo, se encuentra también presente en la acertada reconstrucción histórica realizada sobre estos hechos por Humberto Ricord y en los artículos que sobre el particular ha elaborado Álvaro Menéndez Franco. No obstante, estas interpretaciones sobre los hechos registrado antes, durante y después de la guerra de los Mil Días, coexisten con las realizadas por Jorge Conte Porras y Ernesto Castillero; cada una de ellas tendrá sin embargo, distintas implicaciones y relevancias para la historia social del Istmo.

Según plantea Humberto Ricord, en algunos de sus escritos, retomando el hilo del comentario sobre la obra del profesor Nelson, los hechos registrados en la guerra de los Mil Días, han sido analizados por historiadores panameños y colombianos, desde diversas perspectivas y puntos de vista. No obstante, existen pasajes, particularmente en la vida y juicio de Victoriano Lorenzo, que todavía no están claramente explicadas y en algunos casos, requieren un tratamiento distinto a los conocidos. Hacia esa dirección apunta en principio, la obra del profesor Nelson. Sin embargo, tal como afirma Ricord, están pendientes algunas explicaciones de forma y de fondo que para la historia social del siglo XXI son más que trascendentales.

Para el profesor Nelson, el 12 de septiembre de 1899, fecha en la que se produjo un conato de lucha entre liberales y conservadores, cuyo resultado es la guerra de los Mil Días, que se extiende hasta 1902, tiene una relación directa en la forma como se desarrollaba la historia social del Istmo y al mismo tiempo se articulaban los últimos elementos de la vía oligárquica al capitalismo. Esto se debe al hecho de que la guerra de los Mil Días, en el contexto que se registra, a finales del siglo XIX e inicios de siglo XX, desencadena la lucha plena por la autonomía y la autodeterminación

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definitiva del Istmo del centralismo colombiano y de las fuerzas sociales conservadoras. Es decir, la guerra de los Mil Días, muestra las contradicciones al interior del antiguo régimen y sus fuerzas representativas con las fuerzas sociales emergentes. La guerra representa entonces, en la práctica, el síntoma más evidente de la pugna por cancelar las contradicciones existentes, en torno a la forma como sería configurado el contrato social, desde el cual se desplegaría posteriormente la nación oligárquica: por ello, sólo la cancelación de las contradicciones políticas, sociales, ideológicas y militares, podía conducir hacia un cambio, hacia una forma superior de expresión de las relaciones entre las clases, en proceso de configuración, y sus demandas planteadas en agendas ciertamente difusas, pero que implican un cuestionamiento emancipativo del antiguo régimen.

La guerra de los Mil Días y los acontecimientos anteriores y posteriores fortalecen la libre determinación y la constitución de la República de Panamá, en medio de la afirmación del sentimiento nacional, pese a todo, mediatizada por los intereses imperialistas en su última fase, en su fase final de consolidación y ampliación. Pero ¿qué es, desde la perspectiva de la histórica social, la guerra de los Mil Días? Según Nelson, la guerra de los Mil Días es un proceso de degeneración de las reformas alcanzadas en medio y como resultado de las luchas bolivarianas. Es decir, es un proceso de pugna por mantener el contrato histórico de las luchas bolivarianas. El mismo consistía en una combinación entre federalismo (autonomía y cogobierno), redistribución de la tierra, secularización, y participación social bajo un liderazgo de corte autoritario. Tal como señalara Ricaurte Soler, “en aquellos estados que comparativamente realizaron temprano sus reformas liberales” la guerra, los conflictos y, en ocasiones, las contradicciones en la dirección del proceso, hacia la ampliación del capitalismo asume la forma de “decadencia y degeneración del proyecto liberal de organización nacional -con la consecuente conservatización del liberalismo”. Lo social parece entonces impugnar lo nacional y con ello su poder constituyente, en éste caso el pacto federalista que permite conocer la burocracia, tal cual sucedió en España, pero que no tan claramente, facilita la articulación del Estado.

La guerra de los Mil Días significa, desde lo social, por consiguiente, la expropiación de la tierra y, al mismo tiempo, la pérdida de la condición de ciudadano de aquellos sectores étnicos que habían apoyado y configurado la base social de las reformas bolivarianas. La guerra de los Mil Días lo que hace es sacar de la agenda las reformas liberales que en algunos casos, muy pocos por ciento, son también demandas burguesas, la transformación del indio en ciudadano con derechos y libertades fundamentales. Es decir, se liquida someramente el eje del hecho constituyente, que separa idealmente, a través de la igualdad legal nunca biológica estructural de los históricamente desiguales, ciudadanía y etnia. Además, mediatiza la posibilidad de elaborar opciones y agendas propias para los nacionales del Istmo. En ese mismo sentido, la guerra de los Mil Días plantea la superación, vía la liquidación de los reductos y posibilidades ya disminuidas, del proyecto de Bolívar.

De hecho, la guerra de los Mil Días representa la manera más contundente de desorganización de la noción de Estado, hasta ese momento, por lo menos viable: el federalismo. Además, implica esta guerra, la emergencia e incremento ascendente de un modelo autoritario de dirección del Estado, la prevalencia de los latifundios, la exportación de materias primas, el dominio ideológico de la Iglesia, la separación de las capas media y la pequeña burguesía del control del Estado y, por último, la eliminación del federalismo como forma de pacto social y vía para configurar una forma de Estado. Es, en la práctica, la forma como la contradicción asume el carácter de confrontación con las formas de gobierno y expropiación de los terratenientes conservadores, a través del pago en especies, del cobro de diezmos y la cárcel por deuda. La corriente liberal con implantación en Panamá, a la cual pertenecía entre otros, Belisario Porras, que se encuentra más cercana a las posiciones roussonianas, que se plantean configurar el orden social a partir del consenso será, por tanto, la corriente que articule de mejor manera, la agenda de uno de los polos de esa confrontación.

Porras, jefe civil y militar del istmo de Panamá, quién además estaba inmerso en el debate sobre la necesidad de construir un proyecto económico y político para América Latina, tal cual había esbozado Simón Bolívar, recibió apoyo de diversas naciones y gobiernos latinoamericanos. Este apoyo incluyó el componente militar. Tanto el Presidente de Nicaragua, como el Presidente de Ecuador, le proporcionaron apoyos a Porras. De allí que el imperialismo estadounidense, en plena fase de consolidación, participe directamente en la mediatización de las luchas nacionales que planteaban la necesidad de construir un Estado nacional. Por ello también, el imperialismo

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diseñará una estrategia abierta y encubierta, dirigida a desorganizar cualquier gobierno que plantee, aunque de manera incompleta y poco coherente, la posibilidad de reconstruir un proyecto de unidad continental expuesto por Bolívar.

En todo caso, la guerra de los Mil Días es el principio del fin de la revolución desde arriba. Este proceso, por lo menos en el caso de Panamá, aún no termina. Sigue abierto en la medida en que el sujeto portador de un modelo distinto, todavía no termina de configurar su noción espacio-temporal de proyecto histórico. La guerra de los Mil Días representa también, la separación entre el liberalismo hobessiano y el liberalismo roussoniano y, de paso, la asociación entre el liberalismo hobessiano y el imperialismo en su fase abierta de lucha por su consolidación y ampliación. Esta relación se mueve en dos vías, primero, los intereses de la oligarquía criolla en su aspiración de alcanzar la independencia del Istmo con la colaboración de Estados Unidos o de cualquier otra potencia extranjera; en segundo momento, el interés de Estados Unidos en liquidar las posibilidades del proyecto bolivariano y culminar de manera “pacífica” y rápida, la consolidación en firme de su hegemonía económica, mediante la construcción del Canal y, de paso, su expropiación a perpetuidad mediante un tratado plagado de todo tipo de vicios.

Estos singulares hechos que se plantean en medio de la guerra de los Mil Días, permiten formular la siguiente pregunta: ¿cuándo termina el siglo XIX en el Istmo? Termina acaso cuando se muestra, en toda su amplitud y en la práctica, el asocio entre el liberalismo hobbesiano y el imperialismo en 1903 o, por el contrario, finaliza cuando emerge la contradicción nación versus imperio, como contradicción fundamental. Esto último ocurre en la práctica, en el año 1925. No obstante, cabe tener presente que la base legal de dicho asocio inicia con el Tratado Hay-Bunau-Varilla.

El siglo terminará entonces, cuando se resuelva la contradicción que abrieron las relaciones sociales imperantes en el siglo anterior. En el caso de Panamá la resolución de la contradicción anterior plantea de hecho, la formulación de una nueva agenda que implica, en la práctica, la lucha combinada y en cierta medida desigual y cuando no, yuxtapuesta y atrofiada, por la liberación nacional, social y cultural. En medio de ese proceso, se refunda la ya configurada vía oligárquica al capitalismo a través de la ampliación de la base social y productiva del transitismo.

Es en medio de ese proceso acelerado de cambios que se registra la participación de Victoriano Lorenzo en la guerra de los Mil Días. La misma puede interpretarse desde diversas perspectivas, sin embargo, existe un hecho significativo: la presencia ampliada y cada vez más común de la explotación, vía el intercambio de equivalentes, sean éstos últimos en especies, en dinero o en trabajo. La primera manifestación de esta singularidad de las relaciones sociales en el Istmo, la encontramos en el incidente de la "Tajada de Sandía", donde por ejemplo, la ausencia del Estado y sus normas y disposiciones en sentido amplio, pero con la presencia incipiente de las leyes de mercado, facilitan el inicio de una confrontación todavía por explicar desde la perspectiva de la sociología económica. Esto se expresa y presenta también en el caso de la guerra de los Mil Días.

Pero si la guerra de los Mil Días en el caso de Panamá inicia por intermedio de un sinnúmero de situaciones implícitas en las nuevas relaciones sociales, también terminará por intermedio de un conjunto complejo de relaciones internacionales en proceso de ampliación. Eso, en última instancia, es lo que muestra el pacto del Wisconsin que permite en lo legal y formal, el fin de la guerra. En el fondo, ese pacto consolida las posiciones del conservadurismo, del liberalismo hobbesiano en el Istmo, por lo que muchos líderes liberales se esconden y exilan, cuando los líderes de las masas de campo se atrincheran para iniciar un desigual combate. El pacto del Wisconsin, en su conjunto con el derrotismo liberal, es la materialización de las mediaciones estadounidenses a la autodeterminación del Istmo, y la base sobre la cual se despliega toda la conspiración contra los sectores del pueblo que buscaban nuevas formas de combate. De hecho, este pacto retarda la configuración de la agenda social y la realización de la revolución democrático-burguesa en el Istmo. Por lo cual, el liberalismo criollo termina doblemente derrotado, en la medida que sus filas claudican ante las ambiciones políticas, militares y personales. En la mesa de negociaciones y en la lucha militar en las calles, el liberalismo es derrotado. Sólo quedó vigente su proyecto ideológico que incluía entre otros, crear un Estado Nacional. Esta idea la incorpora el liberalismo de corte hobbesiano, el conservadurismo, a su programa político-ideológico.

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No obstante, según el profesor Nelson, Victoriano Lorenzo en dicha guerra realiza diversos aportes. En un primer momento, Victoriano Lorenzo aporta como método de lucha, el paso de la guerra de posición a la guerra de movimiento. Con esta forma de guerra, Lorenzo incorpora a la población y con ello se presenta un fenómeno distinto, una participación activa de la población en la guerra, bajo el concepto contemporáneamente caracterizado como guerra total. Es decir, Lorenzo preparó áreas de vigilancia y contacto visual solapado desde trincheras de piedra y puestos en los caminos, para luego atacar por sorpresa en ríos y lugares de descanso y acampada a las huestes colombianas y sus referentes conservadores en el Istmo. Esta modalidad de guerra utilizada por Lorenzo, rompe con las convencionales guerras de posición que desde la época medieval se desarrollaron en Europa y que desde el siglo XVII se habían trasladado a América. Además, con ese nuevo modelo de guerra, Lorenzo muestra una importante capacidad militar, todavía por estudiar en el ámbito nacional, pues en el caso colombiano existen algunos estudios que tratan el tema y que han llegado a incluirse en los registros documentales sobre Panamá, en Edimburgo.

Victoriano Lorenzo también aporta un hecho significativo que será el eje de los movimiento guerrilleros emergentes, sobre todo, desde la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Tal es el caso de la liberación y control geográfico real del territorio o lo que es lo mismo, “visibilización” real de las formas emergentes de poder. Sin la configuración de formas de poder, no puede existir territorio liberado.

Por último, Victoriano Lorenzo aporta algo más, el hecho de que de allí en adelante, cualquier intento por autonomización de las luchas sociales, no podrá realizarse sin dirección política, conducción ideológica y perspectiva militar. Sin embargo, si estos son los aportes significativos, por cierto, que realiza Victoriano Lorenzo, entonces ¿por qué en la obra del profesor Nelson existe un tratamiento desigual entre los hechos formulados o expuestos en el primer capítulo y los enunciados en el tercer capítulo? ¿por qué Porras aparece sobre-dimensionado en el primer capítulo y victimizado en el tercero? ¿por qué no se explica claramente a lo largo de la obra, la diferencia entre fusilamiento, ajusticiamiento y asesinato? Quizás una segunda edición de esta obra pueda esclarecer tales preguntas. Sin embargo, a pesar de ello, cada vez más, aún cuando no exista literatura de por medio ni pensamiento fecundo por exceso, Victoriano Lorenzo seguirá siendo el ejemplo de lucha, la vida que anuncia el principio avanzado de un proyecto político que, en el caso de Panamá, esta todavía por construirse. Victoriano Lorenzo es apenas uno de los tantos mártires panameños que en la lucha contra el imperialismo ha sido traicionado por las alianzas coyunturales con los sectores sociales que buscaban la ampliación del capitalismo en el Istmo. Esa, sin duda, es una lección histórica que debe convertirse en parte de la memoria colectiva, del imaginario ideológico del pueblo panameño. Que no pasen otros cien años para percatarse de ello.

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Fidel Castro. Discurso a los argentinos. En publicación seriada Tareas, Nro. 114,

mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 93-128. ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/fidel.rtf

Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

COYUNTURA INTERNACIONAL

DISCURSO DE FIDEL CASTRO A LOS

ARGENTINOS* *Intervención del comandante Fidel Castro Ruz, presidente de Cuba, ante una multitud reunida en las escalinatas y parque de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, el 27 de mayo de 2003.

Queridos hermanos estudiantes, trabajadores y, estoy por decir, compatriotas argentinos:

He vivido algunos años, pero nunca ni siquiera imaginé un acto tan azaroso y tan increíblemente emocionante como este. Quiero comunicarles que a esta misma hora millones de cubanos estarán presenciando también este espectáculo. En nombre de nuestro pueblo se los agradezco infinitamente, porque de la fuerza que dan las ideas, que da la verdad y que da una causa justa es que los pueblos se vuelven invencibles.

Habíamos concebido un acto, o habían concebido, según me explicaban los estudiantes y las autoridades universitarias, una actividad en esta Escuela de Derecho, un programa mo-desto. Comenzaría a las 7:00 de la noche y participarían algunos estudiantes sentados en una sala y, por si acaso venían más, tenían una pantalla para que pudieran presenciar el acto.

Yo podría hacer una crítica -no a ustedes- a nuestros compañeros y decirles: “Ustedes subestimaron al pueblo argentino”. Comenzaron a llegar noticias de que había llenado el salón, que había el doble de los que podían allí sentarse, y que en los laterales tampoco ya cabían, y que el pasillo se había llenado y que la escalinata se venía llenando, y decían que eran 1.000, que 2.000, que 3.000. En un momento dado también las emisoras de televisión hablaban y explicaban ya lo que estaba ocurriendo aquí, y, de repente, veo algunas imágenes -tenemos cierto hábito de calcular el número de personas que hay en una concentración- y esto parecía la Plaza de la Revolución en Cuba.

Todas las comunicaciones y vías de acceso cortadas; menos mal los aparaticos esos que tanto fastidian y tanto ruido hacen, pero en momentos como este -me refiero a los celulares- sirven para comunicarse y conocer la situación.

Nuestro embajador, que forma parte del grupo de culpables de la subestimación -sé que ustedes lo van a defender, porque tiene un gran cariño por el pueblo argentino- se comunicaba con su familia en la sala de la facultad donde debía realizarse el acto -había hasta unos niños allá, ellos creían que este iba a ser el más pacífico de los actos, y lo es, ¿no?-, no se imaginaba lo capaz que es la multitud de organizarse; pero no podía moverse, todo el mundo estaba aislado, comunicándose solo por los celulares. No había entrada por ninguna parte, ya se había declarado que era imposible entrar, y yo no me resignaba a la idea de incumplir mi compromiso, que por circunstancias físicas, obstrucción por multitudes, no pudiera tener el honor y el orgullo de saludarlos.

Se había declarado ya que era imposible, y realmente insistí en que nada era imposible, que era un problema que debía resolverse, que no podía resignarme a la idea de quedarme allá esperando noticias. Toda mi vida he tenido el hábito de moverme, ir hacia donde haya

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cualquier dificultad, y no me podía adaptar a la idea de tomar ese avión, a la hora en que lo tomé, sin venir a esta universidad.

Claro está que yo soy un visitante y, primero que todo, debo respeto la ley, el orden; no tengo el derecho a hacer absolutamente nada que en lo más mínimo viole un reglamento o una orden de sus autoridades.

Hay que decir que, realmente, las autoridades cooperaron el máximo en su deseo de encontrar una solución.

De la Escuela de Derecho me continuaban comunicando y nos decían: “Nadie se mueve de la sala”. Avanzaban un poquito en los laterales, llega un momento en que se rompe no sé qué cosa por algún lugar -creo que vamos a tener que asumir también, que compartir con alguien o pagar nosotros los daños que se puedan derivar de una ventana rota, alguna brecha abierta por esta tropa patriótica y revolucionaria de argentinos.

Entonces acudimos a un cuadrito joven de nuestra delegación, el Ministro de Relaciones Exteriores, que ustedes vieron y escucharon, y le dije: “Tienes que salir para allá, entra por donde puedas, habla con los que están dentro de aquella sala y explícales la situación real, objetiva y como fuera posible que no diéramos el acto allí”, porque había un justificado temor de que si el acto se daba allí y las pantallas por allá, algunos que habían salido voluntariamente entraran otra vez, había que plantear la necesidad real de moverse hacia la escalinata y dar el acto en ese lugar.

Impacientes estuvimos esperando, escuchamos a nuestro enviado por doble vía, por la televisión, ya que algunas cadenas estaban transmitiendo sus palabras y hasta por un teléfono celular, y vimos cuando él trataba de persuadir a los que estaban dentro de la sala para que se movieran hacia acá.

Una vez más se probó la capacidad de los pueblos de comprender, de cooperar, de reaccionar, porque a los pocos minutos me dice: “Ya están moviéndose hacia la escalinata”. Pero había otro obstáculo que vencer y eran las cámaras de la televisión y los micrófonos. Fíjense, no se peleen con las cámaras ahora, déjenlo para mañana, si quieren (Le dicen algo). Ya sé, ya sé, pero no, yo estuve escuchando, hubo realmente interés en informar lo que estaba ocurriendo, así que no tengo quejas; pero había que instalarla o si no solo ustedes se enteran de lo que se está diciendo aquí.

Por ejemplo, nuestro pueblo, sin las cámaras, sin los medios técnicos no estaría viendo lo que en este momento estaba ocurriendo, y entonces eso era lo que tardaba una hora. ¿Ustedes saben lo que es una hora de impaciencia? Ustedes y nosotros hemos conocido esa larga, interminable, e infinita hora de impaciencia, porque había que poner esto, los micrófonos y los altoparlantes, los equipos e instalaciones de la prensa, que todo estaba ajustado al acto anterior, y la verdad es que ha sido un récord el tiempo en que pudieron hacerlo.

Preguntábamos, eran las 8:40, y nos dicen: Está todo listo, lo conveniente es que vengan rápido, porque está el frío, por otro lado, pero un frío que no pueda ser superado por el calor de ustedes.

Bueno, a mí me han puesto esto que no lo necesito realmente, voy a renunciar a él, porque es que me da vergüenza andar poniéndome aquí algo (se quita el abrigo).

Rápido partimos hacia acá, a fin de llegar más o menos a la hora en que se había calculado; pero como milagro fue la proeza organizativa realizada por la masa. Jamás olvidaré lo que ustedes hicieron esta noche, permitiéndonos marcharnos felices y eternamente agradecidos.

Alguno podrá preguntarse, si acaso es vanidad nuestra por los inmensos honores que ustedes nos han concedido. No, no es eso en lo que pienso. Cuando hablo de gratitud eterna es porque este pueblo de Buenos Aires está enviando un mensaje a aquellos que sueñan con bombardear nuestra patria, nuestras ciudades; a aquellos que sueñan con destruir ya no solo la Revolución, destruir al pueblo que fue portador de esa Revolución y que fue capaz de resistir más de 40 años de bloqueos, de agresiones y de amenazas contra nuestro país.

En circunstancias como esas no se pueden calcular solo los niños muertos, o las madres que han muerto, o los ancianos que han muerto, o los jóvenes y adultos que hayan muerto. Hay ocasiones en que quedan los sobrevivientes tan mutilados y tan destrozados, que uno se pregunta si estando en esas circunstancias no preferirían cien veces más morir que seguir viviendo de aquella forma, como consecuencia de algo que se realizaba sin razón de ninguna clase, ley ni justificación, que no fuese la violación de las normas internacionales, la violación de las leyes que creíamos que regían este mundo; aunque muchos de nosotros sospechábamos que este era un mundo donde lo que menos se respetaba era la ley y donde se estaba estableciendo el principio de la fuerza como única justificación para cometer

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cualquier tipo de crímenes, para someter a nuestros pueblos, para conquistar nuestros recursos naturales, para imponernos lo que ustedes decían, una tiranía nazifascista mundial.

No es exageración, ni uso excesivo de palabras, por nuestra parte, cuando escuchamos un día decir que 60 países o más podían ser blanco de ataques sorpresivos y preventivos; nadie jamás en la historia, ningún imperio, hizo semejante amenaza.

Cuando se hablaba de estar preparados para lanzar cualquier ataque a cualquier oscuro rincón del mundo, no recuerdo haber escuchado jamás esas palabras.

Cuando se dijo que cualquier arma podía ser utilizada, lo mismo armas nucleares, que armas químicas, que armas biológicas, aparte de las supersofisticadas armas que ya no tienen nada de convencional, porque son capaces de causar cualquier tipo de destrucción, recordábamos eso: ¿Qué derecho tiene alguien para amenazar de esa manera a los pueblos?

Me pregunto si también aquí, en este acto, porque no hay mucha luz, hay que encender muchos más bombillos para que no seamos un oscuro rincón del mundo que atacar sorpresiva y preventivamente.

Claro que esta plaza y esta escalinata que aquí vemos no es un oscuro rincón, es un rincón lleno de luz, lleno de millones de luces. Esta plaza y esta escalinata es como un sol, como el sol ese que vimos al llegar aquí o vimos esta mañana cuando visitábamos la estatua de Martí para colocar una ofrenda floral en aquel punto. (Del público le dicen algo.) Sí, pero en la de San Martín era todavía un poquito más temprano, pero ya el sol era muy fuerte, y razoné: ¡Caramba!, nuestro sol es fuerte, es sobre todo caluroso, y pensaba: Este sol no es tan caluroso, es decir, el clima es frío, pero el sol era superresplandenciente.

Se le veía una gran fuerza al sol; porque aquí hay dos soles en este momento: el sol que vimos esta mañana y el sol que hemos visto a nuestra llegada a este país, y el sol que estamos viendo aquí en esta escalinata y en esta plaza. Son las ideas, son las ideas las que iluminan al mundo, son las ideas, y cuando hablo de ideas solo concibo ideas justas, las que pueden traer la paz al mundo y las que pueden poner solución a los graves peligros de guerra, o las que pueden poner solución a la violencia. Por eso hablamos de la batalla de ideas.

Pienso -porque soy optimista- que este mundo puede salvarse, a pesar de los errores cometidos, a pesar de los poderíos inmensos y unilaterales que se han creado, porque creo en la preminencia de las ideas sobre la fuerza (aplausos y exclamaciones), y eso es lo que estamos observando aquí.

Yo no tenía el propósito esta noche de pronunciar una arenga, más bien me sentía en el deber de ser cuidadoso en mis palabras. Claro, pensaba hablar principalmente de nuestro país y del mundo, y es lo que estoy haciendo, pero no puedo hacerlo sin verlos a ustedes aquí, sin estarlos presenciando en este acto.

Mi idea más bien, ya que me hicieron soñar también con un salón tranquilito y sentaditos allí, pues pensaba en una cuestión que es la siguiente, decía: “¿De qué debo hablarles a los argentinos?” Pronunciar un discurso en cualquier lugar siempre es complejo, no es fácil, hay que evitar decir una palabra que pueda lastimar a alguien o que parezca alguna injerencia -y no creo que haya pronunciado una sola que parezca la más mínima injerencia en los problemas internos del país hospitalario en que me encuentro-; pero decía: “¿De qué debo hablar?” Y me planteaba una cuestión: Los oradores suelen imponerles a los que los escuchan el tema, piensan hablar de tal cosa y más cual cosa, y entonces yo tenía una idea: no plantear ningún tema, sino preguntarles a los estudiantes, que suponía sentaditos allí, que me dijeran qué temas les interesaban: Pregúntenme de cualquier tema que a ustedes les interese, sean ustedes los que me impongan el tema y no sea yo el que les diga el que mejor me parezca; me parecía más democrático y más justo. Eso es lo que pensaba antes de que ocurriera el terremoto este, el maremagno, el huracán que se produjo alrededor de esta universidad en las horas del anochecer. Al llegar aquí miraba si aquella técnica sería posible, y ya no era posible. No obstante, creo que alguien dijo por ahí..., oí una voz que me dijo: Hábleme de algo (Le dicen que del Che); la vida del Che (Aplausos).

Extenso no podría ser, no tendría sentido en estas circunstancias, pero algunas cosas puedo decir. Me han preguntado por el Che, hablé de él esta mañana ante la estatua de San Martín, porque lo recuerdo siempre como una de las personalidades más extraordinarias que he conocido.

El Che no se unió a nuestra tropa como soldado, era médico. Estaba en México casualmente, había estado antes en Guatemala, había recorrido muchos lugares de América; había estado por minas, donde el trabajo es más duro; había estado, incluso, en el Amazonas en un leprosorio trabajando allí como médico.

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Pero les voy a decir una de las características del Che y una de las que yo más apreciaba, entre las muchas que apreciaba mucho: él todos los fines de semana trataba de subir el Popocatépetl, un volcán que está en las inmediaciones de la capital. Preparaba su equipo -es alta la montaña, es de nieves perpetuas-, iniciaba el ascenso, hacía un enorme esfuerzo y no llegaba a la cima. El asma obstaculizaba sus intentos. A la semana siguiente intentaba de nuevo subir el “Popo” -como le decía él- y no llegaba; pero volvía a intentar de nuevo subir, y se habría pasado toda la vida intentando subir el Popocatépetl, aunque nunca alcanzara aquella cumbre. Da idea de la voluntad, de la fortaleza espiritual, de su constancia, una de esas características.

¿Cuál era la otra? La otra era que cada vez que hacía falta, cuando éramos un grupo todavía muy reducido, un voluntario para una tarea determinada, el primero que siempre se presentaba era el Che.

El se quedaba, como médico, con los enfermos, porque en determinadas circunstancias en la naturaleza, montañas boscosas y perseguidos desde muy diferentes direcciones, la fuerza que pudiéramos llamar principal, era la que tenía que moverse, dejar un rastro bien visible para que en alguna zona más cercana pudiera permanecer el médico con los que estaba asistiendo. Hubo un tiempo en que el único médico era él, hasta que otros médicos se acercaron, y allí estaba.

Puedo recordar, ya que ustedes me piden anécdotas, una acción que fue sumamente riesgosa para todos, sencillamente porque habían llegado las noticias a un lugar donde estába mos en las montañas de un desembarco que se había producido por el norte de la provincia. Nos acordamos de nuestras peripecias, de nuestros sufrimientos en los primeros días y, como acto de solidaridad a favor de aquellos que habían desembarcado, decidimos realizar una acción bien audaz que no era, desde el punto de vista militar, correcto hacerlo, y fue sencillamente atacar una unidad que estaba bien atrincherada en la orilla del mar.

No voy a dar más datos. Como resultado de aquel combate que duró tres horas, y tuvimos bastante suerte, porque habíamos logrado neutralizar las comunicaciones, y después de tres horas, cuando terminó aquel combate en que él tuvo, como siempre, una actitud destacada, estaban muertos o heridos una tercera parte de los combatientes que participaron en esa acción, cosa no muy usual; entonces él, como médico, atendió a los adversarios heridos -había adversarios que estaban vivos y no estaban heridos, pero había un número elevado de heridos y él los atendió- y atendió a los compañeros que estaban heridos.

¡No se imaginan ustedes la sensibilidad de aquel argentino! Y hay algo que me viene a la mente: un compañero, cuya herida era mortal, y él lo sabía; en aquel momento el lugar debía ser abandonado rápidamente, porque muy pronto, no se sabía cuándo aparecían los aviones, milagrosamente no aparecieron durante aquel combate, porque era lo primero que aparecía a los 20 minutos; pero creo que tuvimos la suerte de destruir las comunicaciones con algunos disparos certeros. Dispusimos de ese tiempo, pero había que atender a los heridos, retirarse rápidamente. Y no se me puede olvidar, y me lo contó él, cuando un compañero que iba a morir inexorablemente... No se podía movilizar; hay heridos más graves que usted no los puede movilizar, tiene que confiar ahí, puesto que usted ha atendido los adversarios, ha logrado un número de prisioneros, prisioneros que nosotros siempre respetábamos; no hubo un solo caso jamás que, prisionero en un combate, fuese alguna vez maltratado o ejecutado. Nosotros les entregábamos, incluso, a veces nuestros medicamentos, que eran muy escasos.

Esa política, sinceramente, nos ayudó mucho al éxito en la guerra, porque usted en cualquier lucha debe ganarse el respeto del adversario. En cualquier lucha -lo vuelvo a repetir-, de una forma o de otra, el comportamiento de los que defienden una buena causa, debe dirigirse a ganarse el respeto del adversario.

En aquella ocasión tuvimos que dejar un número de compañeros heridos que no podían evacuarse, entre ellos algunos muy graves. Pero lo que me impactó fue cuando me contó, con dolor, recordando aquel momento en que sabía que no tenía salvación posible y él se había inclinado y le había dado un beso en la frente a aquel compañero, que, herido allí, sabía que inexorablemente moriría.

Son algunas de las cosas que les menciono del Che como hombre, como ser humano extraordinario.

Era, además, un hombre de elevada cultura, era un hombre de gran inteligencia; ya mencioné su tesón, su voluntad. Cualquier tarea que se le asignara, después del triunfo de la Revolución, era capaz de aceptarla. Fue director del Banco Nacional de Cuba, donde hacía falta un revolucionario en aquel momento, y en cualquier otro, desde luego; pero acababa la

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Revolución de triunfar y los recursos con que contaba eran muy pocos, porque las reservas se las habían robado.

Los enemigos bromeaban, siempre bromean, también nosotros bromeamos; pero la broma, que tenía una intención política, se refería a que un día yo había dicho: Hace falta un economista. Pero entonces se habían confundido y creyeron que yo decía que hacía falta un comunista, y por eso es que había ido el Che. Pues el Che era un revolucionario, era un comunista y era un excelente economista; porque ser economista excelente depende de la idea de lo que quiera hacer quien dirige un frente de la economía del país y quien dirige el frente del Banco Nacional de Cuba, así que en su doble carácter de comunista y economista; no es porque se hubiera llevado un título, sino porque había leído mucho y observaba mucho.

El Che fue el promotor del trabajo voluntario en nuestro país, porque todos los domingos se iba, un día a hacer trabajo en la agricultura, otro día a probar una máquina, otro día a construir. Nos dejó la herencia de aquella práctica que, con su ejemplo, conquistó la simpatía o la adhesión, o la práctica para millones de nuestros compatriotas.

Son muchos los recuerdos que nos dejó, y es por eso que digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría im-portancia si uno no cree que hombres como él existen por millones y millones y millones en las masas.

Los hombres que se destaquen de manera singular no podrían hacer nada si muchos millones, iguales que él, no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades. Por eso nuestra Revolución se interesó tanto por luchar contra el analfabetismo, por desarrollar la educación.

Si antes decía que las ideas eran más poderosas que las armas, la educación es el instrumento por excelencia para que ese ser vivo que es el hombre, regido poderosamente por instintos o leyes naturales, que evolucionó, como lo demostró Darwin y hoy no lo niega nadie... Me refiero a la teoría de la evolución, y decía que nadie lo negaba, porque recuerdo el momento en que el papa Juan Pablo II declaró que la teoría de la evolución no era inconciliable con la doctrina de la creación. Y, realmente, experimento un gran aprecio por acciones como esas, porque cesó de haber una contradicción entre una teoría científica y una creencia religiosa. Pero ese hombre puede ser como un animalito en la selva, si lo ponen allí en la selva; tiene inteligencia, se sabe los gramos que hay en una cabeza humana y se sabe, incluso, que es el único ser viviente cuyo cerebro continúa creciendo dos años y medio después de nacido, ustedes lo saben, los estudiantes universitarios, deben haberlo leído. Eso tiene una influencia tremenda en el desarrollo de la inteligencia.

Niño que no se alimente con todos los elementos adecuados hasta cumplir los dos años y medio, llega a los seis años, al preescolar o la escuela, con la inteligencia disminuida, con relación a los niños que se alimentan de una manera adecuada. Y debo decir que una de las cosas más necesarias, si queremos igualdad, es, al menos, el derecho a llegar a los seis años con la capacidad de inteligencia con que nazca un niño, y sabemos que aquellos -y que en el mundo se cuentan por cientos de millones- que no se alimentan adecuadamente en esas edades, llegan a la edad escolar -si hubiera escuelas, si hubiera maestros capaces de enseñarlos- con menos posibilidades de aprender; aunque también puede ocurrir que alimentándose adecuadamente en esa etapa después no tengan ni escuelas ni maestros.

Pero, ¿qué ocurre con los sectores más pobres de la Tierra, que están concentrados, fundamentalmente, en los países del Tercer Mundo, al que pertenecen las cuatro quintas partes de la humanidad? Es que en esas regiones se concentran los pobres, los hambrientos, los que no pueden alcanzar ese nivel de capacidad instalada, no de capacidad desarrollada, los que no tienen ni siquiera escuelas.

Si a ustedes les dicen que hay 860 millones de analfabetos adultos en el mundo, inmediatamente les explican cómo casi el 90 por ciento de esos 860 millones de analfabetos viven en el Tercer Mundo. Hay que añadir que en países muy desarrollados hay analfabetos, en ese gran vecino cercano a nuestra patria, hay millones de analfabetos (Chiflidos y abucheos), de analfabetos totales; pero hay decenas de millones de analfabetos funcionales. Y nadie tome esto... (Exclamaciones de: “Un médico”). ¿Qué dicen, un médico, qué dice del médico? (Le dicen algo).

Yo dije decenas, realmente son cientos. Bueno, no, en los países desarrollados no, estoy hablando del Tercer Mundo.

(Le dicen que están pidiendo un médico, para una persona del público). ¿Un médico? Hay un médico aquí, ¿dónde hace falta el médico? Bueno, pasen al compañero, rápido. Mandamos un médico, ustedes verán qué rápido llega.

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Les hablaba -y me estoy extendiendo por encima de mi voluntad- de dos problemas muy importantes, que están muy asociados, se llaman educación y salud. Bueno, hablábamos de un médico argentino que se convirtió en soldado sin dejar de ser médico un solo minuto, fue lo que nos trajo a explicar estas cosas, y después les decía que es la educación la que convierte el animalito en ser humano. No se olviden de eso, es la educación la que es capaz de hacerlo que sobrepase los instintos que le vienen de la naturaleza. Es más, añado, es la educación la que podría vaciar las cárceles donde están aquellos que no recibieron educación, que no se alimentaron adecuadamente; porque hasta en nuestra propia patria, tardamos en descubrir que por muchas leyes que se hagan, por muchas escuelas que se construyan, muchos maestros que se formen, siempre habrá, por una razón o por otra mucho más que hacer por la educación de los hombres. En nuestra sociedad, porque hay cientos de miles de profesionales universitarios e intelectuales, la influencia del núcleo familiar es decisiva.

Cuando usted va a una prisión e investiga a los jóvenes entre 20 o 30 años que están en prisión, se encuentra que proceden de las capas más humildes y más pobres de la población, proceden de lo que podríamos llamar áreas marginales. Cuando, a la inversa, busca la composición social de escuelas que son muy anheladas y donde se llega por expediente y por notas, es al revés, la inmensa mayoría son hijos de padres intelectuales o artistas.

Fíjense que no estoy hablando de una diferencia de clases desde el punto de vista económico; el problema de la construcción de una sociedad nueva es mucho más difícil de lo que pueda parecer, porque son muchas cosas que se van descubriendo por el camino. Si usted empezó luchando contra un 30 por ciento de analfabetismo y un 90 por ciento entre analfabetismo total y funcional, concentra su atención en esas tareas, y cuando han pasado los años y cuando anda en estudios más profundos de la sociedad, es cuando puede darse cuenta de la influencia que tiene la educación.

Les puedo decir que en los sectores más pobres, en las áreas marginales, donde es más frecuente la disolución del núcleo familiar, esa disolución tiene una influencia grande. Por ejemplo, usted puede apreciar un 70 por ciento que proceden de núcleos disueltos, donde, incluso, hasta un 19 por ciento no vive con el padre o la madre, sino con algún familiar que se ocupa de él, y cuando ese mismo fenómeno ocurre en un núcleo de intelectuales, no se observa el mismo efecto en el hijo aquel, aunque se haya producido la disolución familiar. En general, quedan con el padre o con la madre; en nuestro país, por costumbre, con la madre, y las mujeres constituyen en Cuba el 65 por ciento de la fuerza técnica del país. Es así como les estoy diciendo, es un poquitico más del 65 por ciento y observa usted esos fenómenos. ¿Qué lo puede explicar, sino la educación? Es decir, que el nivel de escolaridad de los padres, aun cuando se haya hecho una revolución, sigue influyendo tremendamente en el destino ulterior de los niños.

Bien puede ocurrir, en determinadas circunstancias, en que los hijos de los sectores más humildes, o con menos conocimientos, no estoy hablando ya de la situación económica del núcleo, sino la educación del núcleo se encuentra que tiende a perpetuarse a lo largo de decenas de años, y uno puede decir entonces -como nosotros a veces hemos planteado en algunos casos-: Estas personas que están haciendo esta tarea o que brindan tal apoyo, sus hijos nunca serán directores de empresas, gerentes, u ocuparán posiciones importantes; les esperan, en primer lugar, las prisiones.

Nosotros hemos estudiado eso y unas cuantas cosas más, que no es el momento de explicar. Lo digo solo para decir que sin una revolución educacional, bien profunda, la injusticia y la desigualdad continuarán prevaleciendo aun por encima de las satisfacciones materiales de todos los ciudadanos del país.

En nuestro país nosotros le garantizamos un litro de leche a cada niño hasta los siete años. A partir de esa edad y debido a nuestros recursos, le garantizamos una leche de otro tipo, ya que, afortunadamente, existen posibilidades.

Ahora, esa leche la garantizamos a ese niño, a un costo de menos de un centavo de dólar. Con un dólar que le envíe alguien que vive en el norte a un amigo, puede comprar la leche de 104 días.

En nuestro país, el bloqueo nos obligó al racionamiento, ese bloqueo que ha durado 44 años; pero en nuestro país no se encontrará un niño sin escuela, uno solo no se encontrará sin escuela.

En nuestro país, incluso, los niños que nacen con algún problema mental -y es algo que estamos estudiando con profundidad, causas que originan distintos tipos de retraso mental, si ligero, moderado, severo o profundo, cada uno con sus características; afortunadamente, son más numerosos los ligeros y moderados-, en este momento nosotros tenemos el expediente de

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cada uno, y no de los niños solo, sino de las ciento cuarenta y tantas mil personas de distintas edades que tienen algún problema de retraso mental. Todos los niños que tienen algún problema de incapacidad física o mental, o ciego, o sordomudo; o algo más terrible, ciego y sordomudo al mismo tiempo.

Hay tragedias humanas, que para conocerlas hay que investigarlas, y nosotros no las conocíamos desde el primer día. Fue a lo largo de la práctica y luchando por la educación, como hemos luchado, que fuimos descubriendo estas cosas.

Tienen escuelas especiales, hay 55.000 niños matriculados en escuelas especiales. Hemos planteado que no basta que un niño vaya a una escuela especial entre sexto y

noveno grado. Hemos planteado que de esa escuela, si es un niño que no puede ir a un nivel superior de nueve a doce grados, sea bachillerato, o conocimientos técnicos, una escuela tecnológica, termine su noveno grado o el tiempo que necesite, si hace falta un año o dos más, preparado para el tipo de trabajo que pueda realizar y, además, con un empleo.

No se puede subestimar a los muchachos que tengan ese tipo de problemas, tienen cualidades para muchas cosas, y ya no nos conformamos, no nos podemos conformar, porque seríamos inconscientes si nos limitáramos a enseñarle lo que se le puede enseñar a un niño con ese tipo de limitación, ligeras y moderadas, que son la mayoría.

A todos se les atiende, cualquiera que sea el tipo de incapacidad que se tenga. Podemos tener la satisfacción de que, a pesar del bloqueo ese que tiene 44 años, no hay un solo niño con necesidad de enseñanza especial que no tenga su escuela.

Quiero añadir un dato, y nadie lo tome como una vanidad de nuestro pueblo, porque lo que digo siempre con relación a lo que hemos hecho por la educación y la salud nos produce vergüenza en la medida en que descubrimos nuevas y nuevas posibilidades, vergüenza por no haberlo descubierto antes. Nadie piense que Cuba se jacte de éxito, les puedo asegurar algo que ni siquiera nosotros mismos sabíamos.

Hacíamos comparaciones por los datos de la UNESCO y las investigaciones que hizo sobre los niveles de educación y, en nuestro país, los niños de cuarto y quinto grados, en lenguaje y en matemáticas, casi duplican los conocimientos de los niños del resto de América Latina y de Estados Unidos también, no vayan a creer que solo de América Latina.

Sé que les estoy hablando de un país que tiene elevados niveles de educación y de cultura; sé cómo es el pueblo argentino y sus conocimientos. Nuestro país hoy tiene niveles más altos, pero Argentina está entre los demás países, cuatro o cinco, que se acercan, aunque a una relativamente alta distancia, a los niveles de nuestro país; pero nos llamó más la atención cuando descubrimos que nuestros niños de primaria, sus conocimientos de lenguaje y de matemática, están por encima de los países más desarrollados del mundo.

Es decir, nuestro país hoy ocupa ese lugar, del mismo modo que el índice de mortalidad infantil en nuestro país está por debajo de siete por cada 1000 nacidos vivos en el primer año de vida -el último año fue de 6,5; el anterior había sido 6,2-, nosotros pensamos bajarlo. No sabíamos siquiera si en un país tropical podía bajarse el índice de mortalidad infantil a esos niveles, porque influyen muchos factores: el clima influye, incluso el potencial genético de cada población influye; esos factores, independientemente de los factores de asistencia, factores alimenticios, etc. No sabíamos si podía bajarse de 10 y nos alentó mucho cuando lo logramos.

No crean que es la capital la que tiene los mejores índices, hay provincias enteras que tienen, incluso, menos de cinco de mortalidad infantil, y ese índice es más o menos parejo. No ocurre como en el país vecino nuestro, donde en algunos lugares, donde viven los que tienen más recursos, mejor asistencia y mejor alimentación, etc., etc., pueden tener un cuatro o un cinco, y en otros, como en la propia capital de Estados Unidos, donde hay mucha gente pobre y donde hay grupos étnicos, los afronorteamericanos, que no tienen la a-sistencia médica adecuada, en que la mortalidad puede ser tres veces, cuatro veces o cinco veces más que la mortalidad infantil en determinados lugares que reciben todas las atenciones.

Sabemos lo que pasa con los hispanos y con los afronorteamericanos y los de otras regiones del mundo, sus índices de mortalidad infantil, sus índices de perspectivas de vida, sus índices de salud, del mismo modo que sabemos que hay más de 40 millones de norteamericanos que no tienen asegurada la asistencia médica. Cuando hablo de los norteamericanos, jamás hablo con odio, porque nuestra Revolución no ha enseñado a odiar; se basa en ideas y no en fanatismos, no en chovinismos. Hemos tenido el privilegio de aprender que todos somos hermanos y nuestro pueblo se educa en los sentimientos de amistad y solidaridad, lo que calificamos como sentimientos internacionalistas.

Cientos de miles de nuestros compatriotas han pasado por esa escuela, es por ello que puedo decir que no es tan fácil liquidar la Revolución, que no es tan fácil aplastar la voluntad de ese pueblo, en virtud de sus ideas, conceptos y sentimientos cultivados, porque tanto las ideas

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como los sentimientos tienen que ser cultivados, de esa verdad partimos; pero a un pueblo que alcanza determinados niveles de conocimiento, capacidad de comprender los problemas, capacidad de unidad y de disciplina no es tan fácil desaparecerlo de la faz de la Tierra. Es por ello que, a pesar de esas teorías nazifascistas, tenemos la convicción de que un ataque a nuestro país costaría, como ya les dije, un precio muy alto, porque es un pueblo que jamás se rendirá, que jamás dejará de luchar, y mientras exista un solo hombre o mujer capaz de combatir, ese hombre o esa mujer continuará combatiendo.

Conociendo durante muchas décadas a ese adversario, nuestro país ha tenido que aprender a defenderse. Nuestro país no lanza bombas contra otros pueblos, ni manda miles de aviones a bombardear ciudades; nuestro país no posee armas nucleares, ni armas químicas, ni armas biológicas. Las decenas de miles de científicos y médicos con que cuenta nuestro país han sido educadas en la idea de salvar vida. Estaría en absoluta contradicción con su concepción poner a un científico o a un médico a producir sustancias, bacterias o virus capaces de producir la muerte a otros seres humanos.

No faltaron, incluso, las denuncias de que Cuba estaba haciendo investigaciones sobre armas biológicas. En nuestro país se hacen investigaciones para curar enfermedades tan duras como la meningitis meningocócica, la hepatitis, a través de vacunas que produce por técnicas de ingeniería genética, o, algo de suma importancia, la búsqueda de vacunas o de fórmulas terapéuticas a través de la inmunología molecular –perdónenme si he empleado esta palabra técnica, quiere decir a través de métodos que atacan directamente las células malignas-; y lo mismo unas pueden prever y otras pueden, incluso, curar, y avanzamos por esos caminos. Ese es el orgullo de nuestros médicos y de nuestros centros de investigación.

Decenas de miles de médicos cubanos han prestado servicios internacionalistas en los lugares más apartados e inhóspitos. Un día dije que nosotros no podíamos ni realizaríamos nunca ataques preventivos y sorpresivos contra ningún oscuro rincón del mundo; pero que, en cambio, nuestro país era capaz de enviar los médicos que se necesiten a los más oscuros rincones del mundo. Médicos y no bombas, médicos y no armas inteligentes, de certera puntería, porque, al fin y al cabo, un arma que mata traicioneramente no es absolutamente un arma inteligente.

Como ven, mis palabras a ustedes, los estudiantes, han estado girando en torno a estas cuestiones, que son las que para nosotros constituyen el mayor orgullo de la Revolución.

Hay quienes afirman que en Cuba la Revolución está muy bien y es muy acertada en educación -al menos admiten eso-, en salud pública -al menos admiten eso-, y que en deporte tiene un buen nivel de desarrollo, y yo sé que ustedes son muy amantes del deporte (exclamaciones de: “¡Olé, olé, Fidel, Fidel”‟) y los „olé, olé‟ esos han salido, los he escuchado de algún deporte, en el cual ustedes han sido campeones, compartiendo esos honores con los brasileños. Pero tendrán que decir, y no deben tardar mucho en decir que Cuba avanza aceleradamente en el terreno de la cultura y del arte. Y no sólo vamos en busca de una cultura artística, vamos en busca de una cultura general integral.

Puedo darles algunas noticias poco conocidas: en nuestro país, en los últimos tres años, las universidades no es que se multipliquen, de unas poquitas que había, una facultad de medicina, hoy tiene 22 facultades de medicina, y una de ellas se llama Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, donde hay alrededor de 7.000 alumnos procedentes de países latinoamericanos y alcanzará la cifra de 10.000 alumnos; y se conoce que en Estados Unidos una carrera universitaria, especialmente una de medicina, cuesta, cuando menos, 200.000 dólares la carrera.

Cuando se hayan formado de esta escuela, que tiene algunos años funcionando, 10.000 alumnos, sólo en ese campo, nuestro país estará dándoles una cooperación a los países del Tercer Mundo que equivaldría a 2.000 millones de dólares, una prueba de que si un país se guía por ideas justas, aunque sea pobre, pobrísimo, puede hacer muchas cosas.

Es el país bloqueado durante 44 años; es el país al cual, cuando se derrumbó el campo socialista, con el que teníamos nuestro comercio y asegurábamos nuestros abastecimientos -comprándolos y comerciando-, el imperialismo apretó más todavía sus medidas económicas con las leyes Torricelli y Helms-Burton.

Hay, además, una ley criminal que nosotros le llamamos la “ley asesina de ajuste cubano”, aplicable únicamente a un país en el mundo: Cuba. A alguien que no le darían jamás visa, por tal antecedente o por lo que sea, si llega allí en un barco que se roba o un avión que se roba, o por cualquier medio, le conceden ipso facto el derecho a residir, e incluso a trabajar al día siguiente.

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Fíjense ustedes: en la frontera de México con Estados Unidos mueren alrededor de 500 personas por año y sufren una muerte horrible, porque le propusieron a ese país, o le im-pusieron -como sea- un tratado llamado TLC que implica el libre movimiento de mercancías y de capitales, pero no el libre movimiento de seres humanos, y mientras a nuestro país le aplican esa ley de ajuste, que nosotros no la pedimos para los demás porque es una ley asesina, sí planteamos que se le conceda al ser humano, por parte de aquellos caballeros que acusan a todo el mundo de violar los derechos humanos, algo que con relación a Cuba solo pueden hacer sobre la base de infames calumnias y de bochornosas y ridículas mentiras, dan lugar a la muerte de cientos de mexicanos y latinoamericanos allí donde cada año mueren más seres humanos que todos los que murieron en los 29 años que duró el muro de Berlín.

Del muro de Berlín he hablado millones y millones de veces; pero no hay noticias, si no muy esporádicas, de los mexicanos que mueren todos los años tratando de cruzar la frontera.

Ahora, si usted es latinoamericano, asiático o de cualquier país que llegue allí ilegalmente y se quede o se pueda quedar, lo llaman refugiado, lo llaman emigrante. Si es cubano tiene el apellido ya certificado: son exiliados.

En Estados Unidos no hay emigrantes cubanos, a pesar de que más de 100.000 todos los años vienen a visitar a sus familiares en Cuba, pero no son emigrados, son exiliados; esa es la palabra acuñada con sus pérfidos métodos de sembrar la confusión y la mentira.

Sí les puedo asegurar que si esa ley que nos han aplicado a nosotros durante 37 años la hubiesen aplicado a los latinoamericanos y caribeños, a los que quieren imponer un ALCA, ¡un ALCA! si les hubieran aplicado las prerrogativas esas -y, repito, no lo aconsejamos, porque es una ley asesina, es para los que llegan ilegales al país-, en realidad les puedo asegurar que hoy no tendríamos los 534 millones de habitantes entre América Latina y el Caribe, y con seguridad, más de la mitad de los norteamericanos serían de origen latinoamericano o caribeño. (Del público le dicen algo.) Hay que decirlo, pero sin emplear la palabra. Más bien es mejor que se deduzca a que se diga; que se razone lo que son los que dirigen aquel país, no el pueblo de aquel país, muchas veces engañado.

Nosotros tenemos la prueba de que en muchas ocasiones ha apoyado malas causas, pero para que apoye una mala causa, primero hay que engañarlo, y en eso son especialistas y lo han sido en la historia, del engaño; pero cuando conoce la verdad, y recordemos Viet Nam, que el pueblo norteamericano desempeñó un papel decisivo en el fin de la guerra de Viet Nam, porque los líderes, la opinión internacional, la de ustedes, la de todos los latinoamericanos, prácticamente lo que piensen no les importa, les importa lo que piensen los electores dentro de Estados Unidos, porque votan allí. Puede haber su fraude, su fraudecito o un fraudón enorme, como el que vimos en las últimas elecciones “superdemocráticas” de Estados Unidos, donde el candidato opositor obtuvo medio millón de votos más que el candidato -dos grandes comillas- “triunfador”.

Todo el mundo sabe de forma exacta, y no lo duda ningún norteamericano, lo que ocurrió allí, que la extrema derecha, apoyada por la mafia terrorista cubano-americana, mediante fraude, le arrebató la victoria a su adversario. No me meto a decir cuál era más democrático o menos democrático, no estoy inscrito a ninguno de los dos partidos porque, en último término, se podría decir que allí impera el monopartidismo.

Algunos dirán: ¿Pero no tienen en Cuba un solo partido? Digo: Sí, pero nuestro Partido ni postula ni elige. Los delegados de circunscripción, que son la base de nuestro sistema, los propone el pueblo en asamblea, por cada circunscripción; no pueden ser menos de dos, ni más de ocho, y casi el 50 por ciento de aquellos delegados de circunscripción, que constituyen la asamblea municipal en cada municipio del país, esos que propone y elige el pueblo, en elección donde tienen que tener más del 50 por ciento de los votos, la Asamblea Nacional de Cuba, con un poco más de 600 delegados, está constituida, casi en el 50 por ciento, por esos delegados de circunscripción, que no sólo tienen el papel de constituir la Asamblea Municipal, tienen el papel de postular a los candidatos a la Asamblea Provincial y a la Asamblea Nacional.

No me extiendo, pero, realmente, me gustaría que un día se conociera un poco más cuál es el sistema electoral de Cuba; porque es asombroso que de allá del Norte a veces algunos nos preguntan cuándo va a haber elecciones en Cuba. La pregunta la podríamos hacer los cubanos y decirles: Cuándo hay que ser supermillonario para alcanzar la presidencia de Esta-dos Unidos; o vaya, no tiene que ser necesariamente el candidato supermillonario, sino preguntar cuántos miles de millones necesita el candidato para ser electo presidente y cuánto cuesta cada cargo, hasta un modesto cargo municipal.

En nuestro país no ocurre, ni puede ocurrir eso. No se llenan las paredes de pasquines, no se usa masivamente la televisión con mensajes de estos subliminales, creo que se llaman, ustedes los abogados, se me ha olvidado que yo lo era también, pueden saber.

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¿Qué papel han desempeñado esos medios masivos, desgraciadamente en aquel país y en muchos lugares del mundo?, y no los estoy atacando.

Yo les mencioné el caso que demostraba cómo el pueblo norteamericano, cuando conoce la verdad, puede apoyar una buena causa: el caso del niño Elián González, secuestrado hace tres años y medio. Ese niño regresó cuando el pueblo conoció la verdad y más de un 80 por ciento de los norteamericanos apoyaron su regreso.

Es cierto que cuando la guerra de Viet Nam, no sólo fueron conociendo la verdad, había un factor importante que influía: el regreso de jóvenes muertos, que habían sido llevados allí mediante el servicio militar. En el caso del niño no hubo nada de eso, logramos que el pueblo norteamericano conociera nuestras razones, y fue a través de las cadenas de televisión, porque un desfile de 600.000 madres como tuvo lugar en La Habana, es un espectáculo inusitado, o de cientos de miles de niños, o de un millón de personas desfilando delante de la Oficina de Intereses, o millones de personas movilizándose simultáneamente en muchos lugares, o grandes concentraciones, y fueron actividades que las grandes cadenas trasmitieron por el mundo. Hubo actos, como aquel en que se conmemoró el XXV aniversario del sabotaje a un avión de Cubana, destruido en pleno vuelo por un acto terrorista, que 40 cadenas internacionales trasmitieron.

Hoy hay forma de trasmitir los mensajes. Hay satélites que pueden bajar una señal; hay -y ustedes los estudiantes lo saben mejor que nadie- Internet que puede permitir enviar un mensaje a cualquier rincón del mundo, aunque no sea oscuro, porque, realmente, en general, los que tienen Internet tienen también electricidad y posibilidades de comunicarse; pero no subestimar a esas capas intelectuales, que en el mundo son decenas y decenas de millones, que no son necesariamente una clase explotadora y rica.

Hay que ver, recuerden, por ejemplo, allá en Seattle, recuerden Québec, recuerden las movilizaciones ya en cualquier parte del mundo, han sido organizadas a través de Internet, por personas que tienen cultura y tienen conocimientos, y hay muchas cosas que amenazan hoy la vida del planeta, aparte de las guerras, los cambios de clima, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento de la atmósfera, el envenenamiento de la atmósfera, de los ríos y de los mares, que amenazan la vida de todo el planeta y en eso todos los pueblos del mundo tienen una causa común con los latinoamericanos, con los norteamericanos, y con los europeos.

Las catástrofes avanzan de una en una. Hoy hay enfermedades que no existían hace 25 o 30 años. El SIDA no existía hace 25 años, y los que poseen los mejores laboratorios están dedicados a la terapéutica, no a la prevención, no a las vacunas, porque un tratamiento -se conoce muy bien- que se vende a 10.000 dólares por año y cada año tiene que repetirlo, produce más. Sencillamente, produce mucho más la medicina terapéutica que la medicina preventiva.

Apareció ahora el virus de la neumonía atípica, cuando nadie lo esperaba; o la fiebre del Nilo, que vino del noreste de Estados Unidos, evidentemente, trasladada de algún otro lugar del mundo; o el dengue famoso, tan mencionado, que tiene cuatro formas diferentes de virus, y la combinación de unos y otros da lugar a complicadas enfermedades como el dengue hemorrágico.

Se lo digo en nombre de un país que ha visto en carne propia el empleo de virus y bacterias para atacar a nuestra agricultura, e incluso nuestra población. Se lo aseguro y no exagero, no tendría yo un átomo de vergüenza si les digo a ustedes una sola mentira. Nosotros sabemos algunas cosas y de casi todas tenemos pruebas, cuando hablamos de algunos de estos problemas.

Pero les decía que hoy hay medios de comunicarse con el mundo, que nos hacen menos víctimas o dependientes de los grandes medios de difusión masiva sean cuales sean, porque hoy, teniendo direcciones, y teniendo esa red de Internet en el mundo, todos los que tienen un sueño, una aspiración, una causa que les quita la tranquilidad, y pensando, fundamentalmente, no en ellos, sino en sus hijos, harán causa común, sean de países subdesarrollados o ricos; porque, en realidad, son nuevos problemas.

Hay que meditar en la enorme suma de nuevos problemas que han ido apareciendo en el mundo, aparte de amenazas de guerra y del empleo de esas armas brutales y bárbaras, en una etapa de la historia donde el hombre no ha demostrado todavía su capacidad de sobrevivir, y que puede ser destruido diez veces por una sola potencia, sobre la base de su monopolio

tecnológico y de armas que serían suficientes para aplastar a todos los demás Estados del

mundo.

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De todos esos problemas un creciente número de millones está aprendiendo, y es en los centros de educación, en los centros universitarios donde se va adquiriendo la cultura ne-cesaria para saber lo que es el mundo de hoy, y qué es el Fondo Monetario y qué es el Banco Mundial y qué significa una deuda de 800.000 millones de dólares en América Latina.

Cuando tuve el honor, inolvidable para mí, de visitar Buenos Aires, sobre todo hoy cuando vuelvo, aunque lo recordé siempre, la deuda de América Latina era de 5 000 millones de dólares; hoy es ciento sesenta veces mayor. Antes los presupuestos se dedicaban, más o menos, a escuelas, a hospitales; los argentinos lo conocen muy bien, porque de Argentina venimos oyendo hablar hace mucho tiempo; sabemos los niveles que tenía de educación, salud y otras cosas. Pero permítanme no hablar del caso concreto; en este caso lo menciono porque, realmente, ustedes alcanzaron altos niveles, es conocido, como es conocido que hay dos cabezas de ganado de vacuno -no cuento el resto- por habitante en el país; los niveles de tipo social alcanzados son muy importantes.

Pero el mundo en que vivimos, repito, es muy diferente. Hay muchos problemas que los grandes pensadores políticos y sociales no podían, a tan larga distancia, prever, aunque sus conocimientos fueron decisivos para convertirnos a nosotros en personas con ideas revolucionarias. No olvidarse de esta realidad.

En nuestro país empezamos por las universidades, había momentos en que no se enseñaba computación en las universidades, fuimos poco a poco; después hicimos 170 Joven Club de computación, hace no mucho tiempo los duplicamos a 300, con doble número de máquinas; pero lo esencial es que hoy en nuestro país el ciento por ciento de los niños, desde preescolar hasta la universidad, cuentan con sus laboratorios de computación, y hemos descubierto las posibilidades enormes que eso brinda. Y entramos en la etapa masiva y trabajamos intensamente en otras cosas, de las que no hablamos mucho, pero se están formando por decenas de miles los programadores.

A aquellos que hablan de que Cuba prosperó en esto y en lo otro, las cosas que mencionaba y la mencionada cultura, a aquellos les podemos decir que hoy en nuestro país se extienden por los municipios las facultades universitarias, desde el momento en que 800.000 ciudadanos cubanos son graduados universitarios o intelectuales. De modo que hoy hay dos graduados universitarios por cada graduado de sexto grado que había al triunfo de la Revolución. Se está desarrollando una sociedad donde los conocimientos y la cultura se extienden masivamente y donde se logrará el sueño de masificar esos conocimientos y esa cultura. Masificarlas en una central azucarera, en un municipio, porque allí están suficientes economistas; si hace falta quién vaya a dar clases de economía en uno de los centros que se van desarrollando, o una clase de cualquier carrera humanista, o una clase de una carrera técnica, como ingeniería mecánica, y otras muchas; pudiera ser una excepción el caso de la medicina, donde las facultades están al lado de los hospitales, y desde el tercer año en constante contacto no solo con la teoría sino también con la práctica.

¿Por qué se han extendido a esa velocidad? Porque buscando, precisamente, las causas de determinados problemas sociales, vimos que había un número elevado de jóvenes, entre 17 y 30 años, con noveno grado, que no estudiaba ni trabajaba; entonces buscamos las causas, se habló con cada uno de ellos y, de repente, se establecieron las escuelas que llevan el nombre de escuelas juveniles para el desarrollo de una cultura general integral. El primer año se inscribieron 85.000, ya en el segundo curso, este que transcurre, hay 110.000 alumnos. Y qué dirían ustedes si les afirmo que ya en el próximo curso, que empieza en septiembre, 35.000 de esos jóvenes comenzarán estudios universitarios.

¿Qué hicimos, qué utilizamos? En todos los municipios y en todos los centrales azucareros, por ejemplo, había escuelas secundarias básicas y a veces técnicas de nivel medio o de bachiller, de las externas, escuelas que terminaban sus clases a las 4:30 de la tarde, y todas tenían sus laboratorios de computación y de medios audiovisuales, y entonces de 5:00 a 8:00 comenzaban las clases en esas mismas instalaciones, para este Curso de Formación Integral para jóvenes, con nuevos profesores o con los mismos profesores que daban clases, o profesores que se habían retirado y que con la ayuda de esos medios lo que pueden hacer son milagros, se lo aseguro.

De esa forma, ya hoy se les da una remuneración por estudiar. Se creó así con esta experiencia el empleo de estudiar.

Es que muchas veces no se piensa que, aunque sea pobre, un hombre vive en un lugar, aunque sea en un cuarto, o utiliza un ómnibus. En nuestro caso, tiene garantizada la seguridad social; en nuestro caso, el 85 por ciento es dueño de las viviendas, y no paga impuesto por la propiedad de la vivienda. Fíjense bien, quiero aclarar que no estoy recomendando nada, yo

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simplemente deseo explicarles qué estamos haciendo, y por qué estamos sobreviviendo, y por qué el pueblo en masa apoya la causa revolucionaria.

Si el kilowatt cuesta medio centavo de dólar, si una cantidad de alimentos esenciales cuestan los precios que les señalé, si la cantidad de arroz que se entrega, a un precio bien reducido, también con un dólar que, cambiado por peso, a 25 centavos y con el cambio de 26 a 1, una familia, o una persona puede comprar 105 libras de arroz por un dólar. Hay otras tiendas en que se vende más caro y todo en relación del lujo o de la cosa necesaria.

Los medicamentos en nuestro país tienen la mitad del precio que tenían hace 44 años, porque se rebajaron entonces a la mitad, y hoy se mantienen esos precios de aquellos productos genéricos.

Vuelvo a repetir que cuento para explicar. Sí la asistencia médica de una calidad cada vez mejor, porque estamos haciendo grandes

esfuerzos en ese sentido, es gratuita para todos los ciudadanos por igual, lo mismo una cirugía del corazón, a corazón abierto, que una gripe.

La educación, cada vez con más calidad, es absolutamente gratuita, desde el preescolar hasta un doctorado en ciencias, sin que le cueste un centavo a nuestros ciudadanos, una de las razones por las cuales tiene mucha tranquilidad nuestra población. Pero ahora estamos pasando a una sociedad de cultura masiva, y nuestro país vivirá en el futuro fundamentalmente de las producciones intelectuales.

Si la naturaleza no nos dio gran cantidad de otros recursos, tuvimos el privilegio de una Revolución a la que nos obligó un vecino muy poderoso, aunque de esto último no podemos echar la culpa a nadie, quizás a Cristóbal Colón, no sé, que nos descubrió y nos trajo la civilización, como ustedes saben; aunque ustedes, argentinos, desde luego, no entenderían tan bien como la República de Haití lo que significó la colonización. Pero no vamos a discutir sobre eso. Es un producto histórico.

Se sabe, desde luego, que allí fueron muchos peregrinos en una emigración religiosa, que traían una ética religiosa. Yo atribuyo a eso el hecho del idealismo que suele caracterizar a los ciudadanos norteamericanos y el por qué si usted logra demostrarle la verdad es capaz de apoyar una causa justa. No hay que olvidarse de ellos, que están tan amenazados como nosotros de todas las calamidades ecológicas y otras de las cuales hablé. Hay muchas cosas en común con ellos y ellos están bien persuadidos, tienen razones para estar bien persuadidos de que a quienes los dirigen no les importa un bledo -no sé si ustedes usan esa palabra-, el medio ambiente o el cambio de clima. Porque me pregunto por qué demonios ese país tan poderoso, que gasta el 25 por ciento de la energía mundial y aporta la mayor cantidad de bióxido de carbono y otros gases contaminantes, ha renunciado al Acuerdo de Kyoto. Tengan la seguridad de que decenas de millones de norteamericanos tienen las mismas preocupaciones que ustedes y los demás con relación a todos esos problemas.

Yo decía: Bueno, tenemos un vecino muy poderoso, pero ha sido una suerte que hayamos podido ir desarrollando, cultivando las inteligencias de nuestros compatriotas de forma masiva.

El ciento por ciento de los niños se gradúan de sexto grado y el 99 por ciento y fracción de noveno grado ya en nuestro país, y ahora entramos en la etapa de masificación, usando los medios audiovisuales, usándolos exhaustivamente, no para sembrar veneno, no para que otro piense por uno; porque ya hablé de que si al niño le falta alimento no desarrolla la inteligencia con que vino al mundo, la inteligencia potencial, pero si se usan incorrectamente determinados medios, le suprimen la opción de pensar, porque piensan por usted y le dicen qué color es el que tiene que usar, si la falda es larga o corta, si la tela de moda es esta o la otra. Nos envían el mensaje desde allá sobre lo que debemos usar, qué refresco tenemos que tomar -digo, gaseosa, porque supe que decir refresco aquí es otra cosa, y me equivoqué en una declaración; no me equivoqué, dije refresco porque así se conoce en Cuba lo que ustedes conocen por gaseosa; eso lo dije cuando hablé de cierto tipo de champán, que no voy a repetir aquí; pero, bueno, quise decir lo que ustedes llaman gaseosa-, vienen y le dicen qué cerveza deben tomar, o qué marca de whisky o de ron. A nosotros no nos importa, si nosotros, que somos productores de tabaco históricamente, y no podemos renunciar a él, y mucho menos bloqueados, cuando le regalamos una caja de puros a un amigo le decimos: “Con ella, si fumas, puedes fumar; si algún amigo fuma, le puedes brindar, pero lo mejor que puedes hacer con esa caja es regalársela a tu enemigo”.

Cuba es productora y exportadora de tabaco y hace campaña contra la fuma; Cuba es productora de ron de cierta calidad -para actuar con la debida modestia; ahora han robado una marca, pero no importa, no pueden producir el ron cubano-, no lo recomiendo, pero si alguien puede probarlo... A las mujeres embarazadas lo que les recomiendo es que no lo consuman, que no consuman alcohol. Lo sabemos porque estamos estudiando todas las causas de cada

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uno de los casos de atraso mental y sabemos el daño que el alcohol produce en una mujer gestante, es una de las causas.

Pero, bien, el país vivirá no en una sociedad de consumo; la sociedad de consumo es uno de los más tenebrosos inventos del capitalismo desarrollado y hoy en la fase de globalización neoliberal. Es nefasto, porque trato de imaginarme a 1.300 millones de chinos con el nivel de motores y de automóviles que tiene Estados Unidos.

No puedo imaginarme a la India, con 1.000 millones de habitantes, viviendo en una sociedad de consumo; no puedo imaginarme a los 520 millones de personas que viven en el África Subsahariana, que no tienen ni electricidad y en algunos lugares más del 80 por ciento no sabe leer ni escribir, en una sociedad de consumo. Empezaría preguntándome cuánto van a durar los yacimientos de combustible, probados y probables, al ritmo en que lo gastamos hoy, de modo que apenas durará 150 años lo que la naturaleza formó a través de 300 millones de años.

Hablo así, porque se nos ha introducido en la cabeza la idea sobre un falso concepto de calidad de vida.

¿Cómo puede haber calidad de vida sin educación? ¡Cuánto sufre un analfabeto!, no se lo imagina nadie; porque hay algo que se llama autoestima, que es más importante, incluso, que los alimentos, la autoestima. ¿Qué es un analfabeto?, en el último escalón allá abajo, que tiene que pedirle a un amigo que le redacte una carta para la novia. Yo lo vi de niño, en un lugar donde había muchos analfabetos y unos pocos que sabían leer y escribir y le pedían una carta para una mujer que pretendían; pero no es que le dictara una carta diciendo que soñó toda la noche y todavía está pensando y que no come pensando en ella, digamos, si el campesino quiere mandar ese mensaje; sino que le decía al que sabía leer y escribir: “No, no, escríbele tú lo que tú crees que debes escribirle”, para conquistar a la novia. No exagero. Yo viví en los campos en que eso era así.

¡Qué humillación tener que poner las huellas digitales! Aquellos que después estudiaron segundo, tercero, cuarto o quinto, ¿qué es una persona de cuarto o quinto grado?

Luego dicen allá en Estados Unidos que hay democracia, pero me pregunto si millones de personas son analfabetas, con qué criterio votan; si millones son semianalfabetas, con qué criterio votan.

Entonces, todos ustedes han oído hablar del ALCA y yo me hacía, en mi fuero más íntimo, una pregunta, ¿y si les da por decir que el ALCA es la salvación de todos los dolores y de todas las calamidades? (silban) Es decir, cómo puede decidir alguien que no sepa leer y escribir, o que apenas tenga cuarto, quinto o sexto grado, lo que es el ALCA; lo que es abrir to-das las fronteras de países que tienen un nivel muy por debajo de desarrollo técnico a los productos de aquellos que tienen los más elevados niveles tecnológicos y de productividad, de aquellos que fabrican aviones del último modelo, de aquellos que dominan las comunicaciones mundiales, de aquellos que quieren garantizar de nosotros tres cosas: materia prima, fuerza de trabajo barata, y, además, clientes.

¿Cómo va a comprender una población donde un porcentaje alto no sepa leer y escribir, no tenga nociones de economía, lo que significa renunciar a la moneda propia? Renunciar a la moneda, ya algunos lo han hecho tranquilamente.

Si nuestro país hubiera renunciado a su moneda, no habría podido vencer los obstáculos que venció, sobre todo, a partir de ese que llamamos período especial al derrumbarse el campo socialista. Jamás renunciamos.

Ahora, ¿cómo va a explicar el fenómeno de la fuga de capitales? ¿Qué le dice?, si hay algo tan claro que lo puede ver un ciego de nacimiento, y es que las monedas de nuestros países están obligadas a escapar y están obligadas a fugarse, sean bien habidas o mal habidas.

Un profesional que reunió 50.000 o 100.000 dólares y lo tiene en la moneda de su país, y de repente aquella moneda, por ley de la gravedad, como aquella que descubrió Newton, se cae hacia Estados Unidos -esta es una especie de ley de gravedad lateral, no hacia el centro de la Tierra, sino hacia una dirección geográfica-, y se tiene que ir porque nuestras monedas no pueden sostener la llamada paridad.

Es verdad que luchando contra la inflación, que es la confiscación sistemática y casi diaria, algunas fórmulas y promesas se abrieron paso. Junto con ello, el famosísimo libre cambio, que abre las puertas para que el dinero se escape.

Apenas hay un déficit presupuestario o un déficit en la balanza de pagos, de inmediato se empiezan a crear problemas; aun sin los especuladores, que ayudan porque encuentran en eso el medio de cultivo, y se llevan el dinero.

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Se tienen los datos del dinero que se fuga, sea cual sea su origen, algo que no tiene que ver con la deuda ni con los intereses usurarios de una deuda, sino algo que tiene que ver con esa ley de la fuga de las monedas débiles.

En un tiempo el oro fue moneda, tenía un valor per se y lo fue, incluso, hasta el año 1971 o 1972, en que el señor Presidente de la potencia hegemónica -aunque todavía no era hegemonismo unilateral- decidió suprimir la conversión del papel moneda norteamericano en oro. Entonces, ya la moneda era papel, no tenía un valor per se, la imprimían los dueños de las máquinas donde se imprime el dólar.

¿Y para dónde va el dólar? No se va para el Caribe. Bueno, puede haber alguna islita con paraíso fiscal, pero esas son excepciones. Bien, ¿para dónde se marcha? No se va para el África, no se va para un país vecino latinoamericano, porque a todos les pasa exactamente lo mismo.

Usted puede tener una moneda que se llame equis, no la voy a mencionar, que está a la par del dólar -es que no quiero tocar nombres de países-, y en seis semanas puede estar a la mitad o a un tercio de su valor, y si usted tenía un valor en papeles, que era real por su capacidad de compra, cuando se produce ese fenómeno un valor de 30 se reduce a un tercio o a un 25 por ciento o menos.

Cuando usted ve que algunas monedas son cientos de pesos por un dólar, no hay que olvidar que en un tiempo valían lo mismo que un dólar. Y así con algunas monedas se ha visto en estos días, llámese equis o llámese bolívar -Chávez no se va a poner bravo conmigo, porque yo mencione el bolívar, porque él sabe muy bien cómo se devalúan todas nuestras monedas-; luego están obligadas a marcharse, ir allí a los bancos del país más rico del mundo.

Vean, este solo concepto, ¿cómo se lo vamos a explicar a un analfabeto? ¿Cómo se lo vamos a explicar a un hombre que tiene sexto grado? ¿Cómo se lo vamos a explicar a un hombre que no tenga un mínimo de conocimientos económicos, que conozca estas cosas? Le venden un ALCA y 10 ALCA. De ahí la necesidad de sembrar conciencia, sembrar ideas, enseñar, porque el hombre es capaz de comprender cuando se le explica y mediante ejemplos. Hoy esa ignorancia se utiliza como caldo de cultivo, como instrumento para saquearnos cada vez más, explotarnos cada vez, engañarnos cada vez más.

Por eso ahora nosotros, en nuestro país, explicábamos el Primero de Mayo, habíamos desarrollado un programa para enseñar a leer y escribir por radio -no hablo por televisión-, por radio, lo único que necesita el oyente es un radio de onda corta y unas cuantas hojas. El método está y está probado, lo puede trasmitir por una cadena nacional de radio o por cadenas locales; ya hay algunos que lo están haciendo. Incluso, nuestro país por onda corta podría enseñar a leer y escribir, bueno, digamos, a algunos analfabetos de Estados Unidos.

En días recientes leíamos el número de miles de alumnos de escuelas públicas con cuarto grado y hasta con noveno grado que no sabían leer. ¿Qué clase de enseñanza les impartirán? Como 36 alumnos por aula allí mismo en Miami, allí, donde tienen globos y donde han hecho despegar aviones para imponer trasmisiones piratas de televisión a un país donde más de la mitad de las horas hoy se dedican a educación; muchas horas que eran libres, incluso, por ahorro de combustible.

Hace unos días inauguramos el tercer canal televisivo, que es para la educación, y también anunciamos que en el primer trimestre del próximo año estará el cuarto canal educativo. La televisión es una verdadera y no conocida forma de trasmitir conocimientos masivos. Y hay otras más, no voy a mencionarlas ahora, de increíble eficacia, no voy a explicar por qué. Pero van surgiendo posibilidades.

Al señor de la UNESCO y a cualquier país le ofrecíamos públicamente, el Primero de Mayo, esa patente, pudiéramos decir, esa fórmula, gratuitamente: los programas para enseñar a leer y a escribir por radio.

Conocemos también las técnicas de enseñar a leer y escribir por televisión, lo que ocurre es que un gran número de los analfabetos no tiene electricidad, no tiene televisor.

En nuestro país, en dos mil trescientas y tantas escuelas del campo que no tenían electricidad lo hemos resuelto mediante un modesto panel solar de 1,2 metros cuadrados, y cuyo costo no supera los 1.123 dólares; de modo que por menos de 4 millones de dólares, fíjense bien, hemos llevado el panel solar a todas esas escuelas, tanto para el televisor que gasta solo 60 watt como para la computadora, que cuando hay un número mayor de niños no le alcanzaría el kilowatt de un panel y tiene que poner dos, y por eso digo que por menos de 4 millones de dólares, hemos llevado la electricidad a todas las escuelas rurales del país; no la electricidad para cocinar, sino para el televisor y para la computadora.

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Hemos creado, en fecha reciente, la posibilidad de ver la televisión al medio millón de cubanos que vivía en áreas rurales que no tenían televisión, con 1.885 casas de video, 50 sillas por sala, panel solar de 1.900 dólares, con un gasto también menor de 4 millones de dólares. Acceso a información y a programas por televisión, en un televisor de 29 pulgadas, por esa cifra tan ridícula, se puede decir, al lado de los miles de millones que se mencionan constantemente; hasta un país bloqueado durante tantos años puede hacerlo, no debe haber ninguno que no pueda hacerlo. Vean, les estoy dando datos concretos.

Hemos creado, no inaugurado -ya va para el segundo curso-, una universidad de la ciencia informática con alumnos seleccionados entre los mejores de todo el país, donde ingresarán 2.000 alumnos por año; no serán, desde luego, los únicos, ahí se formarán analistas más que programadores.

Bien, no voy a mencionar otras cosas, no solo en aras del tiempo, sino que tengo la esperanza de que algún día las conozcan, y es lo que está transformando nuestro país y le da la posibilidad de vivir por la inteligencia. Eso no tendría ningún valor y ninguna importancia, si no tuviéramos la convicción profunda de que esos métodos se pueden masificar y, por lo tanto, acabar con esos bochornosos millones de personas analfabetas de las que se viene hablando hace 40 o 50 años y que pudieran erradicarse, sencillamente, en cinco años, simplemente si Naciones Unidas quisiera, si la UNESCO quisiera. ¡Son tan baratos esos procedimientos! Y después podrían venir los cursos de seguimiento, primer grado, segundo, tercero, son infinitas las posibilidades.

También se puede competir con las prisiones sembrando escuelas y utilizando procedimientos sencillos como estos procedimientos. Estoy convencido de que si un país pobre puede garantizar las cosas modestas, pero honradas, dignas, para cada uno de sus ciudadanos, ¿por qué otros no podrían hacerlo? Es por ello que hasta con un poco de pasión les hablo de estos problemas, porque son problemas en que durante mucho tiempo hemos pensado. Y les confesaba que cuando hemos llegado a tener algunos de estos conocimientos, resultado de la observación, del estudio constante de la situación de la vida de los ciudadanos, es que digo que sentimos vergüenza por no haber podido descubrir antes muchas de estas cosas que tanto bienestar podrían traer para nuestros ciudadanos.

Nosotros no recomendamos fórmulas dogmáticas, no nos ponemos a recomendar que tengan tal y más cual sistema social. Conozco países con tantos recursos, que con el uso a-decuado de los recursos no tendrían ni necesidad, vean, de hacer un cambio revolucionario con relación a la economía, de tipo radical, como el que ha hecho nuestro país. Sabemos lo que ocurre en lugares, como el más pobre de este hemisferio, que es Haití, los problemas que tiene de recursos naturales, y algunos muy ricos, no voy a discutir sobre este tema; pero el problema está en la distribución equitativa de la riqueza. Esto no necesita ni siquiera confiscar; no, en una concepción de lo posible..., porque hay que pensar en lo deseable y lo posible, hay que diferenciar entre lo que se puede soñar y lo que se puede realizar ahora, y lo que se puede realizar ahora y lo que podría realizarse dentro de 20 o 30 años, a partir de las realidades del mundo actual.

Nosotros no tenemos ni un átomo de arrepentimiento de lo que hemos hecho en nuestro país y de la forma en que hemos organizado nuestra sociedad. Hemos tenido la posibilidad de aprender mucho sobre nuestras posibilidades y tenemos una idea de prioridades, porque es muy importante para los que deseamos un mundo mejor tener idea de las prioridades, de las posibilidades, de las realidades.

Les mencioné como dos veces o tres el famoso proyecto de ALCA. Hoy una enorme necesidad de nuestros pueblos es evitar que ese veneno se implante en nuestros países y estaríamos obteniendo una gran victoria.

Les puedo añadir que vemos en América Latina un movimiento de avance que se produce. Si me preguntara alguien por qué sentí gran satisfacción y júbilo cuando llegaron las noticias de un resultado electoral en nuestra queridísima Argentina, fíjense, hay una razón muy grande: Lo peor del capitalismo salvaje, como diría Chávez; lo peor de la globalización neoliberal es que el símbolo por excelencia... Y no menciono nombre, nadie puede quejarse, a no ser que alguien se sienta símbolo de lo que digo. Mi opinión es que una de las cosas extraordinarias es que el símbolo de la globalización neoliberal ha recibido un colosal golpe.

Ustedes no saben el servicio que le han prestado a América Latina; ustedes no saben el servicio que le han prestado al mundo al hundir en la fosa del Pacífico -no sé cómo se llama ahora-, que tiene más de 8.000 metros de profundidad, el símbolo de la globalización neoliberal. Le han insuflado tremenda fuerza al número creciente de personas que han ido to-mando conciencia en toda nuestra América sobre qué cosa tan horrible y fatal es eso que se llama globalización neoliberal.

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Si se quiere, podíamos partir de lo que el Papa dijo muchas veces y cuando estuvo de visita en nuestro país, cuando habló de la globalización de la solidaridad. ¿Alguien estaría en contra de la globalización de la solidaridad en el más cabal concepto de la palabra, que abarque no sólo las relaciones entre los hombres y mujeres dentro de la frontera de un país, sino dentro de las fronteras del planeta, y que la solidaridad la ejerzan también aquellos que derrochan el dinero y destruyen y malbaratan los recursos naturales y condenan a muerte a los habitantes de este planeta?

No se alcanza el cielo en un día, pero créanme -no lo digo por halagar, y trato de decirlo con el mayor cuidado- que ustedes han asestado un descomunal golpe a un símbolo, y eso tiene un enorme valor, y se ha producido, precisamente, en este momento crítico, de crisis económica internacional, donde están envueltos todos; ya no es una crisis en el sudeste asiático, es una crisis en el mundo, más amenazas de guerra, más las consecuencias de una enorme deuda, más el fatalismo de que el dinero escape. Es mundial el problema, y por eso mundialmente también se está formando una conciencia y por ello será un día de gloria ese día en que el pueblo argentino, pese a dificultades, que como sabemos todos existen aquí y en otras partes, muchas veces fragmentación, muchas veces divisiones, y divisiones puede haber y hasta debe haber, pero es que hay tantas cosas de interés común que se puede tener la convicción de que estas deben prevalecer, el mundo posible. Fíjense que ha tomado fuerza esa frase: un mundo mejor es posible. Pero cuando se haya alcanzado un mundo mejor, que es posible, tenemos que seguir repitiendo: Un mundo mejor es posible, y volver a repetir después: Un mundo mejor es posible

Les he expresado -y estoy próximo a terminar-, así en estas peculiares condiciones, y me alegro más, la experiencia modesta de nuestro país, y cómo día a día aprendíamos cosas nuevas y cosas nuevas, y cuando luchábamos contra el 30 por ciento de analfabetismo, qué lejos estábamos de pensar que un día estaríamos masificando los estudios universitarios, extendiendo las universidades por todos los municipios del país, a partir del capital humano que habíamos creado, sin lo cual habría sido imposible esa aspiración, y, por eso he dicho, y Martí ya lo había dicho hace muchos años, que a los que le llamaban soñador él decía que los sueños de hoy serán las realidades del mañana.

Los soñadores no existen, se lo dice un soñador que ha tenido el privilegio de ver realidades que no fue capaz de soñar. No lo considero un mérito, sino también privilegio y azar afortunado de vivir, a pesar de los cientos de planes por acelerar mi viaje hacia la tumba, con lo cual me han hecho un enorme favor, obligarme a perder todo instinto de preservación y conocer que los valores sí constituyen la verdadera calidad de vida, la suprema calidad de vida, aun por encima de alimento, techo y ropa. No disminuyo, ni mucho menos, la importancia de las necesidades materiales, siempre hay que colocarlas en primer lugar, porque para poder estudiar, para adquirir esa otra calidad de vida hay que satisfacer determinadas necesidades que son físicas, que son materiales; pero la calidad de vida está en los conocimientos, en la cultura.

Cuando un hombre termina su trabajo quiere ir a un lugar a ver una buena película, o a un teatro, para ver una obra excelentemente presentada, o una danza, o un grupo musical. Ya después que desayunó y almorzó, lo que desea es esa recreación, distraerse. Nadie quiere que los hijos se entretengan o se recreen aprendiendo a consumir drogas, o viendo violencia y cosas absurdas, que envenenan la mente de ese niño, la calidad de vida es otra cosa, calidad de vida es patriotismo, calidad de vida es dignidad, calidad de vida es honor; calidad de vida es la autoestima a la que tienen derecho a disfrutar todos los seres humanos.

Argentinos todos, hermanos entrañables de América Latina, cualquiera que sea su creencia, su pensamiento o sus ideas, no he tenido intención de lastimar ni de ofender a nadie. Si alguno considera que algunos conceptos aquí expresados fuesen algo como una injerencia en los asuntos argentinos, algo que por cierto he tratado de evitar, y con más razón a partir de la extraordinaria solidaridad y calor con que he sido recibido en esta ciudad y en este país, si alguien lo cree, le pido sinceramente que nos excuse.

¡Viva la hermandad entre los pueblos! ¡Viva la humanidad! ¡Hasta la victoria siempre! Gracias.

Leyendo y releyendo

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"Quien se levanta hoy con Cuba, se levanta para todos los tiempos".

José Martí, en el tercer aniversario del

Partido Revolucionario Cubano, Nueva York, 17 de abril de 1894

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Simeón E. González H.. Cien años de vida política.

En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 129-132. ISSN: 0494-7061.

Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/gonza.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

CENTENARIO DE LA REPUBLICA

CIEN AÑOS DE VIDA POLÍTICA Simeón E. González H.* * Abogado, ex-decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Panamá, miembro del Comité directivo del CELA.

No recuerdo cuál de los historiadores franceses señaló, de manera lapidaria, que “el presente es el conjunto de todos los errores del pasado”, frase de un pesimismo tal que me im-pactó durante mucho tiempo. Sobre el pesimismo en la historia ya he escrito, en anterior ocasión, y no voy a insistir sobre dicha temática. Solo añadiré, en lo que se refiere a Panamá, que cien años de vida política han dejado enseñanzas y lecciones fundamentales.

Al margen de la percepción popular y de la ideología complaciente de las clases dominantes, los grandes movimientos políticos panameños poseen una raíz social objetiva. A grandes trazos, la vida política del país discurre de la siguiente manera: a partir de la existencia de grandes e importantes colectivos, a inicios del siglo XX, los partidos políticos se van frac-cionando o desapareciendo. De igual manera los partidos políticos han ido perdiendo “profundidad ideológica”, al adoptar un carácter meramente electoral. Finalmente, los partidos políticos han cedido la función organizativa a otro tipo de organizaciones de la sociedad que se transforman en elementos de mediación entre el Estado y la sociedad.

El gran Partido Liberal ha sido el ejemplo mas claro de las tendencias antes anotadas. Fraccionado por un caudillismo endémico, aún hoy día aparece en tres grupos, desideologizados, sin poder social efectivo y presos de un pragmatismo irresponsable. De los grandes aportes teóricos de un Guillermo Andreve o de un Octavio Méndez Pereira o de un José Daniel Crespo, pareciera no quedar nada de aquel viejo liberalismo de masas. El liberalismo, como expresión política de la dominación, ha hecho crisis con la república.

Lo mismo ha ocurrido con las diversas y tradicionales formas de conservatismo, desde el viejo Partido Conservador hasta el actual arnulfismo, atravesando por el Partido Demócrata Cristiano (PDC). Sobre el viejo Partido Conservador vale la pena recordar las posiciones firmes de un Nicolás Victoria Jaén o de un José de la Cruz Herrera o los intentos de reconstruirlo, a partir del golpe conservador de 1932, encabezado por Acción Comunal. Existen documentos valiosos de Fernando Guardia y de Ernesto Castillero que demuestran una extraordinaria línea de continuidad entre el golpe de Acción Comunal, el renacimiento del Partido Conservador (década de 1930) y el gobierno de Arnulfo Arias de 1941. Las fuentes sociales e ideológicas del Partido Demócrata Cristiano, expresión de la modernidad conservadora, son otras y habrá que buscarla en la década de 1960 y en los movimientos católicos juveniles de Panamá.

Un caso paradigmático es el del Partido Revolucionario Democrático (PRD), pues nace de la experiencia militar y con el propósito de ser expresión de una social democracia moderna, termina conservatizándose y siendo expresión del neoliberalismo global.

Finalmente, a la izquierda del espectro político la experiencia nacional es riquísima. Desde un intento de surgir como izquierda liberal, ha atravesado los esfuerzos de un Diógenes de la Rosa en la década de 1930 por construir un Partido Obrero de combate, su inserción en el Partido Socialista y el debate con el primer Partido Comunista de Panamá, o la efímera existencia del Partido Agrario o del Frente Patriótico de la Juventud. Esta historia merece ser reconstruida, sobretodo, los aportes de Diógenes de la Rosa, de Rodrigo Miró o de Demetrio Porras. Cien años de vida política bien valen la pena.

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Roberto N. Méndez. Verdades y “medias” verdades sobre la separación

de Panamá de Colombia. En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 133-140. ISSN: 0494-7061.

Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/mendez.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

VERDADES Y "MEDIAS" VERDADES SOBRE LA

SEPARACIÓN DE PANAMA DE COLOMBIA

Roberto N. Méndez*

Economista, profesor de la Universidad de Panamá.

Contribuyendo a la polémica sobre el significado del 3 de noviembre de 1903, el sociólogo

panameño Olmedo Beluche publicó en abril el ensayo La verdadera historia de la separación de 1903. Su tesis central: la “leyenda negra” es cierta.

Leyenda negra ¿o dorada?

Según dicha “leyenda”, la nación panameña fue “inventada” por EEUU, luego que el Senado colombiano rechazó, a fines de julio de 1903, el Tratado Herrán-Hay, que les habría permitido a los norteamericanos construir el Canal de Panamá.

Asevera Beluche que no existía ningún movimiento “separatista” en Panamá antes de junio de 1903, y que los próceres no fueron “héroes” de la nacionalidad panameña, sino que se limitaron a acatar sumisamente las órdenes que, desde Nueva York, les enviaba el abogado norteamericano William N. Cromwell.

Como es sabido, Cromwell (en sociedad con el banquero J.P. Morgan y el francés Felipe Bunau-Varilla) deseaba vender al gobierno norteamericano las acciones del fallido canal francés, acciones que habían comprado a precios muy reducidos. También era uno de los principales accionistas de la Compañía del Ferrocarril de Panamá. Fueron, concluye Beluche, las maquiavélicas maniobras e influencias de Cromwell en Panamá y en Washington, las verdaderas gestoras de la separación de Panamá y no los próceres, quienes traicionaron a Colombia y a Panamá para beneficio propio.

Caldo de cultivo

Dicha tesis es una verdad a medias. Es posible que antes de junio de 1903 no existiese en Panamá un movimiento separatista propiamente dicho, pero sí había profundos resentimientos contra el gobierno central colombiano.

Éstos se originaban en la grave crisis económica por la que atravesaba el país y en las medidas económicamente perjudiciales, o políticamente represivas, ejecutadas a lo largo de muchos años por las autoridades del gobierno central en contra de panameños de diversas clases sociales. Una de las últimas de tales medidas fue el fusilamiento del general liberal Victoriano Lorenzo, el 15 de mayo de 1903. Crisis económicas y contradicciones previas entre los grupos dominantes y el poder central de Bogotá, agravadas por el aislamiento geográfico de Panamá y otros factores, habían provocado ya movimientos separatistas durante el siglo XIX.

Dichos factores son minimizados por Beluche, quien erróneamente atribuye al factor externo (es decir, el interés del abogado Cromwell y sus socios) un peso virtualmente absoluto sobre lo ocurrido en noviembre de 1903.

Panameños “inventan” separación

Por razones similares parece una verdad a medias también la evaluación que hace Beluche del papel jugado por los próceres.

La idea de la separación parece concebirla antes que nadie el abogado José A. Arango. En su ensayo “Datos para la historia de la independencia”, éste narra cómo, antes de iniciarse las sesiones del Congreso (lo que ocurrió el 20 de junio de 1903), preveía el rechazo del Tratado Herrán – Hay. Arango consideraba que la separación era la única salida frente a la

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“ruina” a que se abocaba el Istmo, por lo que se reunió con el capitán James R. Beers (un oficial del Ferrocarril de Panamá, y enlace con el antes nombrado Cromwell), a fin de sondearlo al respecto del posible apoyo del gobierno norteamericano al proyecto separatista.

Beers al parecer se comunicó telegráficamente con Cromwell, quien le ordenó viajar a Nueva York, lo que hizo a los pocos días. Sin duda que Beers, a su llegada a EEUU, informó a Cromwell sobre la propuesta separatista. Y, probablemente, con el objetivo de presionar al gobierno colombiano para que ratificase el tratado, éste soltó la información al diario neoyorquino The Herald, el cual la divulgó en un artículo publicado el 14 de junio siguiente.

Es decir, Beers probablemente viajó a finales de mayo o principios de junio y no “a mediados de julio”, como argumenta Beluche citando a Ovidio Díaz Espino (p. 45), y de donde deduce la equivocada conclusión de que Cromwell fue el autor intelectual del proyecto separatista.

Y a medida que resultaba claro el eventual rechazo del Tratado Herrán-Hay por el Congreso, otras personas, entre ellas el médico Manuel Amador (como él mismo cuenta en su “Relación inédita” de los sucesos de 1903) de manera espontánea le plantearon a Arango la conveniencia de optar por la separación.

Tampoco es cierto, como añade Beluche, basándose en el citado artículo de The World, que el presidente Teodoro Roosevelt estuviese enterado y que apoyase la conjura se-paratista en junio. En realidad, y como también narra el historiador colombiano Eduardo Lemaitre (Panamá y su separación de Colombia, 1971), luego del rechazo del tratado (a fines de julio) y hasta octubre, Roosevelt contempló la posibilidad de construir el Canal unilateralmente, apoyándose en la tesis del jurista norteamericano John Basset Moore. Según ésta, EEUU podría invocar el Tratado Mallarino-Bidlack de 1846 con dicho fin. Pero en octubre, Bunau-Varilla se reunió con Roosevelt y le convenció de que, en lugar de ello, apoyase la gesta separatista En conclusión, e independientemente de juicios éticos al respecto, la idea de la separación fue originalmente concebida por panameños. El proyecto fue posible, porque coincidió con los intereses coyunturales del Gobierno estadounidense. Desgraciadamente, se trató de una propuesta formulada por una parte débil a otra mucho más poderosa y regida por una ideología egoísta. De ahí se explican, en gran parte, las consecuencias funestas que tuvo para Panamá la alianza con EEUU, entre las cuales se destaca el injusto Tratado Hay– Bunau-Varilla de 1903.

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Edgar Spencer. Piel oscura Panamá: ensayos y reflexiones al filo del Centenario.

En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 135-140.

ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/spence.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

PIEL OSCURA PANAMA:

Ensayos y reflexiones al filo del Centenario* Edgar Spence Herrera** *Palabras pronunciadas en ocasión de la presentación de la obra de George Priestley y Alberto Barrow, Piel oscura Panamá: ensayos y reflexiones al filo del centenario, en la Biblioteca Nacional Ernesto Castillero Reyes, el miércoles 21 de mayo de 2003. **Asesor de relaciones internacionales de la Alcaldía de Panamá.

Se ha hecho costumbre literaria en la presentación de obras de distintos géneros hacer

mención de las razones y cualidades que los autores privilegian para depositar semejante responsabilidad sobre quienes recae el compromiso solidario de provocar simpatías, dudas y hasta el éxito mercantil entre los que entusiastamente asisten a los denominados lanzamientos editoriales.

En esta ocasión es sencillamente la amistad el elemento que justifica mi calidad de presentador del libro Piel Oscura Panamá: ensayos y reflexiones al filo del Centenario, de los autores Alberto Barrow y George Priestley, dos afroantillanos panameños de reconocida trayectoria y militancia transparente por la defensa de los derechos de la etnia negra en nuestro país y en la diáspora.

Ambos son de convicciones éticas profundas arraigadas en una herencia cultural cuyo centro vital radica en la familia, el trabajo, la religiosidad y la solidaridad. En ellos existe un alto sentido de compromiso con su gente, nuestra gente. Pudieron haber elegido otros universos académicos y profesionales, pero prefirieron adherir sus talentos, energías y pensamientos a la lucha por la eliminación del racismo y sus formas, no sólo en este país sino también en las Américas.

Piel Oscura Panamá constituye, sin duda, un aporte a la historiografía nacional y latinoamericana. A pesar de la diversidad y tratamiento de los temas contenidos en la obra, desta-ca la solidez académica de los autores y sobre todo el rigor metodológico con que se aborda cada uno de los asuntos y sus discursos. En esto último radica la contribución pedagógica de Alberto y George; empeño que también se suma a los ya reconocidos de intelectuales de la talla de George Westerman, Armando Fortune, Gerardo Maloney, Simón Bryce-Laporte, Melva Goodin, Agatha Williams y Carlos Russell, entre otros.

El manejo del instrumental teórico – metodológico en la obra comentada facilita su lectura al tiempo que introduce elementos novedosos para quienes aspiren a un entendimiento ideológico de las polémicas relativas a la cuestión de raza, clase y nación, particularmente en nuestro país en donde el tema todavía aparece instalado en una suerte de nicho rodeado de espíritus mágicos, bondades, complejos e intolerancias.

En este sentido, Alberto y George recuperan el gran tema de la pertenencia y a partir de allí reconocen los espacios y posicionan a la etnia afroantillana como uno de los grupos humanos constructores de la nacionalidad panameña, matizada por una vasta y rica diversidad.

Este último aspecto es recurrente en los trabajos de Barrow y Priestley cuando se refieren al Canal de Panamá, su etapa de construcción y posterior funcionamiento, pasando por los distintos períodos de revisión de la Convención del Canal Ístmico de 1903, hasta llegar a la fase de descolonización y recuperación plena de la soberanía sobre todo el territorio nacional, alcanzados mediante los Tratados Torrijos-Carter de 1977.

Asimismo, la cuestión se hace más interesante cuando los autores aportan datos contundentes que desdicen las aseveraciones acerca de la indiferencia de los afroantillanos durante las jornadas patrióticas arriba anotadas. Es decir, lejos de la apatía nacionalista atribuida a este grupo humano,

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sus actuaciones se inscriben en estilos de participación diferentes que beneficiaron igualmente a los sectores económicos, que para entonces gobernaban el país, en sus negociaciones con la pretérita administración norteamericana de la vía interoceánica.

Desde esta perspectiva el sentido de la identidad y del nacionalismo afroantillanos en nuestro país, traspasan el umbral de la malquerencia académica de quienes favorecen la invisibilidad de dicha etnia en la historia reciente del país y en todos los ámbitos del quehacer nacional.

Otro estudio que ocupa singular importancia en el libro de Alberto y George tiene relación con la necesidad de superar las fronteras y sutilezas respecto de las separaciones artificiales entre los llamados negros coloniales y los afroantillanos; realidad que en nuestro país constituye una expresión disimulada de racismo.

Afortunadamente esta preocupación de los autores mencionados también ha sido identificada por la Comisión Coordinadora de la Etnia Negra Panameña, integrada por distintas organizaciones no gubernamentales, iglesias, logias, académicos, empresarios, artistas y deportistas, quienes han realizado esfuerzos sostenidos encaminados a lograr la unidad de este grupo humano con resultados positivos.

Lo importante es contribuir, tal como lo señalan Alberto y George, a la construcción de una democracia plural, real, participativa e incluyente que al tiempo que reconoce la diversidad, establezca la tolerancia y corresponsabilidad como mecanismos idóneos capaces de consolidar la unidad de los panameños y la viabilidad de nuestro país. Hasta aquí esta presentación con la esperanza de que compren el libro, de modo que no recaiga sobre mí ninguna dificultad mercantil. Por lo pronto ya adquirí el mío.

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Por el Gobierno de los Estados Unidos de América, Linda E. Watt, Embajadora. Acuerdo entre Panamá y Estados Unidos: sobre entrega de criminales de guerra a la

Corte Penal Internacional. En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 141-142.

ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/panam.rtf Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

ACUERDO ENTRE PANAMA Y ESTADOS UNIDOS sobre entrega de criminales de guerra a la Corte Penal

Internacional* *Texto del “Acuerdo entre el Gobierno de la República de Panamá y el Gobierno de los Estados Unidos de América respecto a la entrega de personas a la Corte Penal Internacional”. Tomado de El Panamá América, 1° de julio de 2003.

El Gobierno de la República de Panamá y el Gobierno de los Estados Unidos de América, en lo sucesivo “las Partes”, Reafirmando la importancia de enjuiciar a los culpables de genocidio, delitos de lesa humanidad y crímenes de guerra,

Recordando que el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, suscrito en Roma el 17 de julio de 1998 por la Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas sobre el Establecimiento de una Corte Penal Internacional, tiene la intención de complementar y no de suplantar la jurisdicción penal nacional, Considerando que cada una de las Partes ha expresado su intención de investigar y enjuiciar, cuando sea procedente, los actos que están bajo la jurisdicción de la Corte Penal Internacional supuestamente cometidos por sus funcionarios, empleados, personal militar u otros nacionales,

Teniendo en cuenta el artículo 98 del Estatuto de Roma, por el presente acuerdan lo siguiente:

1. A los efectos del presente Acuerdo, por “personas” se entiende los funcionarios públicos, los empleados (incluidos los contratistas), el personal militar o los nacionales de una Parte, actuales o antiguos.

2. Las personas de una Parte presentes en el territorio de la otra no serán, salvo con el consentimiento expreso de la primera Parte,

a) entregadas ni trasladadas por ningún medio a la Corte Penal Internacional para ningún propósito, ni

b) entregadas ni trasladadas por ningún medio a ninguna entidad ni a un tercer país, ni expulsadas a un tercer país, con el propósito de entregarlas o trasladarlas a la Corte Penal Internacional.

3. Cuando los Estados Unidos de América extraditen, entreguen o, de otra forma, trasladen a una persona de la República de Panamá a un tercer país, los Estados Unidos de América no convendrán en que el tercer país la entregue o traslade a la Corte Penal Internacional, salvo con el consentimiento expreso del Gobierno de la República de Panamá.

4. Cuando el Gobierno de la República de Panamá extradite, entregue o, de otra forma traslade a una persona de los Estados Unidos de América a un tercer país, el Gobierno de la República de Panamá no convendrá en que el tercer país la entregue o la traslade a la Corte Penal Internacional, salvo con el consentimiento expreso del Gobierno de los Estados Unidos de América.

5. El presente Acuerdo entrará en vigor mediante un Canje de Notas que confirmen que cada Parte ha cumplido con los requisitos legales nacionales necesarios para su entrada en vigor. El presente Acuerdo permanecerá vigente hasta un año después de

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la fecha en que una de las Partes notifique a la otra su intención de derogarlo. Las disposiciones del presente Acuerdo seguirán en vigor con respecto a todo acto que ocurra, o toda alegación que surja, antes de la fecha de vigencia de la derogación.

En fe de lo cual, los suscritos debidamente autorizados por sus respectivos Gobiernos, han firmado este Acuerdo.

Dado en la ciudad de Panamá, a los veintitrés días del mes de junio de dos mil tres (2003), en los idiomas español e inglés, siendo cada texto auténticos.

Por el Gobierno de la República de Panamá, Harmodio Arias Cerjack, Ministro de Relaciones Exteriores

Por el Gobierno de los Estados Unidos de América, Linda E. Watt, Embajadora

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Frente Panamá Soberana (FPS). Coyuntura electoral y realidad nacional.

En publicación seriada Tareas, Nro. 114, mayo-agosto 2003. Cela, Panamá, R. de Panamá. P.p. 144-145. ISSN: 0494-7061. Disponible en la web: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/fps.rtf

Indice de la Publicación: http://168.96.200.17/ar/libros/tar114/index114.html

COYUNTURA ELECTORAL Y REALIDAD NACIONAL

El Frente Panamá Soberana (FPS) hace un llamado al pueblo panameño para enfrentar

con criterio propio e independiengte las elecciones de mayo de 2004. La coyuntura

El país está paralizado por la corrupción, acusa niveles altísimos de desempleo, hay pobreza extrema y la violencia sigue aumentando. Al mismo tiempo, la política económica y social de los últimos gobiernos es fijada por nociones fracasadas del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sin embargo, los círculos gobernantes panameños no han demostrado la capacidad para presentar alternativas. La campaña electoral

En medio de estos contrastes, los partidos políticos anuncian que se preparan para el torneo electoral de 2004 pero no se pronuncian sobre los problemas sociales y económicos del país. Sus abanderados dedican su tiempo a pronunciar discursos vacíos de contenido, ajenos a la realidad nacional.

Este es el momento para enfrentar los retos que presenta la organización de la producción, la desigualdad social y la integración del Canal de Panamá al desarrollo del país.

La acción política

El FPS hace un llamado a todos los panameños a sumarse a las tareas inmediatas que exige la coyuntura electoral. El movimiento social panameño tiene que asumir una forma política que le permita actuar con energía y autonomía para defender sus intereses y promover sus objetivos.

Panamá, 12 de julio de 2003.

FRENTE PANAMA SOBERANA