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INTRODUCCIÓN Cuando en 1975-1976 Chile introdujo reformas ma- croeconómicas estructurales de largo alcance, se constitu- yó en el país en desarrollo que más temprano inició cam- bios económicos orientados al mercado y que incluían una amplia liberalización comercial. A partir de dicho proceso, la economía chilena se ha caracterizado por basar su cre- cimiento tanto en la explotación de sus recursos naturales como en la utilización del medio ambiente por parte de los distintos sectores productores y exportadores, entre otros, la pesca, la minería, la agricultura, las industrias forestal y acuícola, y el turismo. Dentro de este contexto, el desarrollo de las actividades productivas ligadas al comercio interna- cional, la inversión extranjera y el creciente proceso de glo- balización económica, social y ambiental pueden afectar negativamente la conservación de la biodiversidad en Chi- le. En efecto, el crecimiento económico presiona sobre el medio ambiente y los ecosistemas y, de esa manera, sobre la biodiversidad en sus distintas formas. La biodiversidad es un elemento clave en el manteni- miento de los servicios de los ecosistemas que sirven de so- porte a la vida y, por lo tanto, al ser humano. Sin embargo, el aumento de la escala de las actividades humanas y sus efectos sobre el medio ambiente a través de la pérdida o mo- dicación del hábitat, la sobreexplotación de los recursos naturales, la contaminación, y la introducción de especies foráneas en los ecosistemas ha llegado a constituirse en la principal amenaza para la conservación de la biodiversidad en el mundo (Millenniun Ecosystem Assessment, 2005). Más allá de estos factores que afectan directamente la conservación de la biodiversidad, desde un punto de vista económico, el elemento clave para explicar la destrucción de los ecosistemas ha sido la inexistencia de mercados que reejen e internalicen adecuadamente el valor de los dis- tintos servicios que la biodiversidad provee a la sociedad. Existen una serie de bienes y servicios que los ecosistemas proveen, que pasan por el mercado, tales como los alimen- tos, pieles, frutas, semillas, agua, etc., que luego son consu- midos o comercializarlos y que tienen un valor directo que puede ser representado por el precio de mercado. Por otra parte, existen también valores de uso indirectos de la biodi- versidad, que surgen del goce de bienes y servicios propor- cionados por la naturaleza, sin ser explotados o consumidos directamente por sus beneciarios, y que están asociados principalmente a las funciones ambientales de las áreas natu- rales; por ejemplo, la abundante vegetación de algas y plan- tas presente en los estuarios costeros provee de alimento a peces y mariscos, los que a su vez sirven de alimento a otros seres vivos. Lamentablemente, para estos servicios indirectos de la biodiversidad, no existen mercados que puedan reejar los benecios que ellos originan, y por lo tanto un precio que internalice el costo social de la sobreexplotación de los ecosistemas, racionalice su utilización e incentive un manejo sustentable de la biodiversidad. En la actualidad, el fenómeno de la globalización ha acentuado el proceso de transformación del ambiente na- tural, y con ello ha hecho más necesario compatibilizar cre- cimiento económico con protección del medio ambiente, y por tanto, con la conservación de la biodiversidad. De este modo, por ejemplo, di Castri (2003) ha señalado que una globalización mal regulada y sobre todo mal comprendida puede tener efectos muy dañinos sobre la biodiversidad. Añade este autor que también debe notarse que globaliza- ción y biodiversidad están en un constante estado de interac- ción, retroalimentación, e incluso control recíproco. Muchos aspectos de la globalización, y en particular el libre acceso a la información digital, a la información genética, a la inno- vación tecnológica, y al comercio y turismo internacional, pueden constituirse en unas de las principales herramientas para la conservación y la valorización de la biodiversidad con el n de alcanzar un desarrollo sustentable. No obstante, como Figueroa et al. (2003a) han señala- do, la globalización y el comercio también pueden inducir cambios positivos para el medio ambiente, en la medida que las empresas e industrias se van haciendo más ecientes, se crean tecnologías nuevas y más limpias, el desarrollo de productos biotecnológicos permite reducir la presión sobre los recursos naturales, y se adoptan estándares de desem- peño ambiental más altos en los procesos productivos para cumplir con las demandas de los consumidores en los países importadores. 1 PRINCIPALES ACTIVIDADES PRODUCTIVAS Y SU RELACIÓN CON LA BIODIVERSIDAD EUGENIO FIGUEROA Y ENRIQUE CALFUCURA 1 Una de las características más importantes del proceso de incor- poración de Chile al mundo globalizado desde el punto de vista económico y ambiental es que la liberalización comercial ha venido acompañada por un mayor nivel de protección ambien- tal y/o de los recursos naturales. 434

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Page 1: PRINCIPALES ACTIVIDADES PRODUCTIVAS Y SU RELACIÓN CON …

INTRODUCCIÓN

Cuando en 1975-1976 Chile introdujo reformas ma-croeconómicas estructurales de largo alcance, se constitu-yó en el país en desarrollo que más temprano inició cam-bios económicos orientados al mercado y que incluían una amplia liberalización comercial. A partir de dicho proceso, la economía chilena se ha caracterizado por basar su cre-cimiento tanto en la explotación de sus recursos naturales como en la utilización del medio ambiente por parte de los distintos sectores productores y exportadores, entre otros, la pesca, la minería, la agricultura, las industrias forestal y acuícola, y el turismo. Dentro de este contexto, el desarrollo de las actividades productivas ligadas al comercio interna-cional, la inversión extranjera y el creciente proceso de glo-balización económica, social y ambiental pueden afectar negativamente la conservación de la biodiversidad en Chi-le. En efecto, el crecimiento económico presiona sobre el medio ambiente y los ecosistemas y, de esa manera, sobre la biodiversidad en sus distintas formas.

La biodiversidad es un elemento clave en el manteni-miento de los servicios de los ecosistemas que sirven de so-porte a la vida y, por lo tanto, al ser humano. Sin embargo, el aumento de la escala de las actividades humanas y sus efectos sobre el medio ambiente a través de la pérdida o mo-difi cación del hábitat, la sobreexplotación de los recursos naturales, la contaminación, y la introducción de especies foráneas en los ecosistemas ha llegado a constituirse en la principal amenaza para la conservación de la biodiversidad en el mundo (Millenniun Ecosystem Assessment, 2005).

Más allá de estos factores que afectan directamente la conservación de la biodiversidad, desde un punto de vista económico, el elemento clave para explicar la destrucción de los ecosistemas ha sido la inexistencia de mercados que refl ejen e internalicen adecuadamente el valor de los dis-tintos servicios que la biodiversidad provee a la sociedad. Existen una serie de bienes y servicios que los ecosistemas proveen, que pasan por el mercado, tales como los alimen-tos, pieles, frutas, semillas, agua, etc., que luego son consu-midos o comercializarlos y que tienen un valor directo que puede ser representado por el precio de mercado. Por otra parte, existen también valores de uso indirectos de la biodi-versidad, que surgen del goce de bienes y servicios propor-cionados por la naturaleza, sin ser explotados o consumidos

directamente por sus benefi ciarios, y que están asociados principalmente a las funciones ambientales de las áreas natu-rales; por ejemplo, la abundante vegetación de algas y plan-tas presente en los estuarios costeros provee de alimento a peces y mariscos, los que a su vez sirven de alimento a otros seres vivos. Lamentablemente, para estos servicios indirectos de la biodiversidad, no existen mercados que puedan refl ejar los benefi cios que ellos originan, y por lo tanto un precio que internalice el costo social de la sobreexplotación de los ecosistemas, racionalice su utilización e incentive un manejo sustentable de la biodiversidad.

En la actualidad, el fenómeno de la globalización ha acentuado el proceso de transformación del ambiente na-tural, y con ello ha hecho más necesario compatibilizar cre-cimiento económico con protección del medio ambiente, y por tanto, con la conservación de la biodiversidad. De este modo, por ejemplo, di Castri (2003) ha señalado que una globalización mal regulada y sobre todo mal comprendida puede tener efectos muy dañinos sobre la biodiversidad. Añade este autor que también debe notarse que globaliza-ción y biodiversidad están en un constante estado de interac-ción, retroalimentación, e incluso control recíproco. Muchos aspectos de la globalización, y en particular el libre acceso a la información digital, a la información genética, a la inno-vación tecnológica, y al comercio y turismo internacional, pueden constituirse en unas de las principales herramientas para la conservación y la valorización de la biodiversidad con el fi n de alcanzar un desarrollo sustentable.

No obstante, como Figueroa et al. (2003a) han señala-do, la globalización y el comercio también pueden inducir cambios positivos para el medio ambiente, en la medida que las empresas e industrias se van haciendo más efi cientes, se crean tecnologías nuevas y más limpias, el desarrollo de productos biotecnológicos permite reducir la presión sobre los recursos naturales, y se adoptan estándares de desem-peño ambiental más altos en los procesos productivos para cumplir con las demandas de los consumidores en los países importadores.1

PRINCIPALES ACTIVIDADES PRODUCTIVAS Y SU RELACIÓN CON LA BIODIVERSIDAD

EUGENIO FIGUEROA Y ENRIQUE CALFUCURA

1 Una de las características más importantes del proceso de incor-poración de Chile al mundo globalizado desde el punto de vista económico y ambiental es que la liberalización comercial ha venido acompañada por un mayor nivel de protección ambien-tal y/o de los recursos naturales.

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Es relevante, entonces, analizar cómo las distintas activi-dades productivas ligadas a los principales sectores del país afectan el estado de conservación de la biodiversidad en Chi-le, cuestión a la que se aboca el presente capítulo del libro.

AGRICULTURA Y BIODIVERSIDAD

Desafíos de la agricultura relacionados con la biodiversidad

El sector agrícola fue uno de los sectores que respondió más dinámicamente a las reformas económicas. Valdés y Foster (2003) señalan que el mayor impacto de la liberali-zación sobre la agricultura fue el cambio en los patrones de producción y comercio de las actividades agrícolas del país. Como resultado, hubo una importante expansión relativa de los subsectores agrícolas exportables (frutas, hortalizas y pro-ductos forestales) y una reducción relativa de los productos pecuarios y los cultivos (trigo principalmente). De esta forma, después de las reformas económicas, las exportaciones agrí-colas crecieron por 20 años a tasas anuales de 10 por ciento y más, para crecer posteriormente a tasas menores pero ele-vadas, con lo que Chile pasó de ser un importador neto de productos agrícolas en los años sesenta a ser un importante proveedor neto de los mercados internacionales agropecua-rios en las últimos 30 años. Durante la última década, el sec-tor agrícola ha contribuido con cerca del 4,3 por ciento del

PIB del país y con alrededor del 27,5 por ciento del valor total de las exportaciones nacionales.

Esta dinámica situación de las últimas tres décadas ha implicado un cambio estructural de envergadura en la agri-cultura del país, que ha conllevado modifi caciones en el uso de la tierra y en la matriz de insumos empleados y productos obtenidos en el sector. Lo anterior ha tenido impacto a su vez sobre los ecosistemas relacionados con la actividad agrope-cuaria, los cuales proveen de suelo, aguas limpias y sumide-ros y la biodiversidad que sustentan la actividad agrícola: la microbiota de los suelos que facilita el ciclo de nutrientes, los agentes de polinización —como abejas y otros insectos— que facilitan la reproducción de cultivos, los predadores na-turales que mantienen a las plagas bajo control.

Entre los agroquímicos, los pesticidas han sido los insu-mos con mayor crecimiento y en el período 1990-2000 su uso aumentó en alrededor del 100 por ciento, mientras que la demanda por fertilizantes importados y domésticos creció en 50 por ciento en el mismo lapso. Dado que el producto agrícola creció en alrededor del 50 por ciento en los mismos años, la razón de intensidad pesticidas/ producto ha crecido muy rápido también (López y Anríquez, 2003). Entre 2002 y 2003, la importación de herbicidas aumentó en 14 toneladas y la de fungidas en 6,5 toneladas, mientras que solamente la importación de insecticidas disminuyó en una tonelada (Man-zur, 2005). Sin embargo, se ha señalado que una proporción de los fertilizantes utilizados en el país contienen niveles de

Como consecuencia de la expansión agroproductiva en nuestro país, se ha incrementado notablemente el uso de los suelos. La introducción de sistemas de riego tecnifi cado —particularmente importantes en las zonas áridas del Norte Chico y centro de Chile—, ha aumentado la efi ciencia en el uso de los recursos hídricos e incorporado nuevos espacios a la producción. Foto: Nicolás Piwonka.

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Capítulo IV: El Hombre y la Biodiversidad

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Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

metales pesados relativamente elevados, los cuales permane-cerían en el suelo y podrían afectar la microfauna, producir cierta toxicidad y concentrarse en los tejidos de los cultivos (Gallardo, 2004).

Esta expansión agroproductiva, que continúa hasta hoy, ha implicado un efecto de escala considerable, con impor-tantes aumentos en el uso del suelo y otros insumos como los agroquímicos, la maquinaria, los combustibles y el trabajo, resultante en impactos ambientales a nivel local, regional y global (Figueroa, 2001).

El desarrollo de los sistemas de riego tecnifi cado, par-ticularmente importantes para zonas áridas, aumentaron la efi ciencia en el uso de los recursos hídricos e incorporaron nuevos espacios a la producción, estimulados por el auge de la agricultura de exportación. De esta manera, el perfec-cionamiento tecnológico ha contribuido con la importante expansión de la superfi cie agropecuaria en Chile, situación que se refl eja en el último período intercensal (INE, 1998). Jonquera (2001) expone que el pastoreo intensivo, junto con el avance tecnológico de la agricultura en la IV Región, han llevado a procesos intensos de erosión y al desplazamiento o la desaparición de un gran número de especies autócto-nas tales como el algarrobo (Prosopis chilensis), el chañar (Geoffroea decorticans) y el uvillo (Monttea chilensis), entre otras.

La artifi cialización del medio ambiente como resultado de la actividad agrícola también ha afectado la biodiversidad

a través de la introducción de especies invasoras cuya distri-bución en el país está muy relacionada con los patrones de uso del suelo. Arroyo et al. (2000) muestran que la densidad de caminos, la cantidad de suelo urbano y la cantidad de suelo agrícola explican el número de especies exóticas de plantas en Chile, por lo que los campos agrícolas facilitan la extensión de ciertas especies exóticas localmente. Arroyo (2001) señala que alrededor del 62 por ciento de las especies exóticas agrícolas encontradas en Chile continental y clasifi -cadas como malezas se encuentran predominantemente en campos agrícolas y en otros hábitat perturbados, tales como caminos y viejos campos incorporados al paisaje manejado y natural.

El uso intensivo de fertilizantes, fungicidas y pesticidas para el control de plagas vegetales y animales no sólo ha afectado el suelo, sino que también ha implicado un impor-tante efecto negativo sobre la calidad de los cuerpos de aguas superfi ciales producto de la contaminación con sustancias tóxicas. Lobos et al. (2004) hacen ver que la introducción de especies invasoras en la cuenca del río Maipo, que son más resistentes a las condiciones ambientales y de calidad de aguas, ha generado el desplazamiento y la reducción de la población de especies nativas de peces. Similar proceso de deterioro de la biodiversidad nativa en cuerpos de agua su-perfi ciales continentales se repite a lo largo de todo el país.

De este modo, se ha constatado que la contaminación producto del uso de dichas sustancias en la agricultura ha

La industria frutícola chilena actúa con mucha cautela frente a la liberación de frutales modifi cados genéticamente. Conocida en sus des-tinos como productora de especies naturales, una vinculación con los OGM (organismos genéticamente modifi cados) podría afectar esa imagen, especialmente en Europa. Fotos: Nicolás Piwonka.

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Capítulo IV: El Hombre y la Biodiversidad

signifi cado la reducción en la población de especies y, en algunos casos, su desaparición en grandes extensiones con-secuencia de la contaminación difusa proveniente de la agri-cultura.

Protección de la biodiversidad y mitigación de los impactos de la agricultura

Buenas Prácticas Agrícolas

Los Tratados de Libre Comercio con Europa, Estados Uni-dos, Corea y China han abierto la posibilidad para una ex-pansión del sector exportador hortofrutícola, pero asimismo imponen la necesidad que los productores nacionales incor-poren requerimientos de Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) dentro de los procesos de producción agrícola.2

Para Chile, la implementación de BPA se ha llegado a convertir en un elemento de importancia para el comercio con el resto del mundo, en especial con Europa. La crecien-te conciencia ambiental y la preocupación por la seguridad ambiental de los alimentos ha llevado a que los consumi-dores en los países europeos no sólo compren alimentos en función de su calidad, sino que tomando en cuenta también el impacto del proceso productivo sobre la salud humana y el medio ambiente (Figueroa et al. 1996).

Las buenas prácticas agrícolas involucran, entre otras medidas de manejo, la disminución del uso de pesticidas perniciosos para el ambiente, el empleo de prácticas de con-

servación de suelos y aguas, y el uso racional de fertilizantes, y pretenden lograr una agricultura más amigable con el am-biente natural y de menor riesgo para la salud humana.

Actualmente se encuentran trabajando en Chile, princi-palmente con productores frutícolas exportadores, algunas empresas internacionales que certifi can productos generados mediante BPA. Estas empresas aplican las especifi caciones técnicas de BPA del comprador y entregan un certifi cado se-gún el cumplimiento de estas. Del mismo modo, las asocia-ciones gremiales reunidas en la Federación de Productores de Fruta y la Asociación de Exportadores de Chile crearon un programa de buenas prácticas agrícolas, buscando armoni-zar las recomendaciones sobre BPA provenientes de Estados Unidos y Europa.

Cabe señalar que existe una Comisión Nacional de Bue-nas Prácticas Agrícolas, instancia de coordinación público-privada, que asesora al Ministerio de Agricultura en la for-mulación de políticas destinadas a incorporar el concepto de BPA en los procesos productivos agropecuarios.

Agricultura orgánica

La agricultura orgánica es una práctica agrícola que in-volucra una variada combinación de labores particulares, tecnológicas y ecológicas, pero donde se observan ciertos patrones de producción y tecnología que se adaptan al uso intensivo de mano de obra y tiempo, requiriendo de escaso uso de capital.

Según Altieri (1999), el manejo de la biodiversidad consti-tuye uno de los principios básicos que utiliza la agroecología para diseñar sistemas de producción sustentable, otorgan-do mayor estabilidad a los agroecosistemas a través de sus diferentes componentes, como por ejemplo los organismos del suelo, que cumplen con formar la estructura del suelo, el reciclaje de nutrientes, la descomposición de la materia orgánica y la supresión de enfermedades ocasionadas por agentes patógenos.

En la temporada 2003-2004 habían sido certifi cadas 25.790 ha como orgánicas, las cuales se encontraban con-centradas en las regiones Metropolitana, VI, VIII y X (AAOCH, 2005). Los cultivos con mayor superfi cie certifi cada corres-pondían a frutales (2.311 ha), uva vinífera (1.914 ha), culti-vos anuales (1.169 ha), hierbas medicinales y rosa mosqueta (358 ha). Además, existían 2.016 ha de praderas y 17.968 ha de superfi cie de recolección silvestre. Los principales rubros de exportación correspondían a fruta fresca (70 por ciento) y productos procesados (18 por ciento), los cuales eran prin-cipalmente exportados a Estados Unidos (50 por ciento) y Europa (40 por ciento).

Cabe mencionar que el Departamento de Protección de los Recursos Naturales Renovables, del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG), ha estado trabajando en los últimos años en el establecimiento del Sistema Nacional de Certifi cación de la Agricultura Orgánica y en la elaboración de un pro-yecto de ley que regule y respalde la producción orgánica en el país. El sistema prevé la creación e implementación del Registro Nacional de la Agricultura Orgánica, para que certifi cadoras, laboratorios y proveedores puedan ser reco-nocidos ofi cialmente y, de esta manera, ser benefi ciarios del

2 Cabe señalar que en Europa, la preocupación por el resguar-do de la biodiversidad dentro de las políticas agrícolas derivó en la creación de una organización europea sin fi nes de lucro denominada Euro-Retail Produce Working Group (EUREP), la cual elaboró un documento con los lineamientos principales denominado Buenas Prácticas Agrícolas (Gálvez, 2003).

La agricultura orgánica es una rama emergente de la actividad agrí-cola en el mundo, incluyendo Chile. De acuerdo a cifras entregadas por ProChile, existen en el país 3.128 hectáreas certifi cadas como orgánicas. Esta superfi cie se encuentra distribuida entre la IV y X Región. Foto: Nicolás Piwonka.

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Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

respaldo estatal. Esto facilitaría la homologación ante otros países que cuentan con sistemas de control de productos or-gánicos como Estados Unidos, Japón o los países de la Unión Europea.

Uso de modelos agroforestales

Dentro de las prácticas agrícolas que ayudan a la con-servación de la biodiversidad, últimamente ha destacado la aplicación de modelos agroforestales. Estos modelos con-sisten en sistemas que combinan masa arbórea con la agri-cultura y/o la ganadería en un mismo predio, con diferentes dimensiones de distribución espacial y temporal de cada una de esas actividades productivas. Ello se traduce en la pro-ducción de alimentos para los campesinos, forraje para los animales, productos derivados de la ganadería y ofrecidos en los mercados, y productos forestales (Vargas y Sotomayor, 2004).

La práctica del policultivo es una estrategia tradicional para promover la diversidad de la dieta y de las fuentes de ingresos, la estabilidad de la producción, la minimización de los riegos, la disminución del ataque de insectos y las enfermedades, el uso efi ciente de la mano de obra, la in-tensifi cación de la producción con recursos limitados y la maximización de los ingresos con niveles bajos de tecnolo-gía. De este modo, los policultivos exhiben una cantidad de rasgos positivos, de estabilidad socioeconómica, elasticidad biológica y productividad.

La potencialidad de la aplicación de modelos agrofores-tales para la conservación de especies y plantas ha sido reco-nocida por las autoridades gubernamentales. De este modo, el Instituto Forestal (INFOR) y el Instituto de Desarrollo Agro-pecuario (INDAP) se encuentran desarrollando desde el año 2002 un programa de “Modelos Agroforestales para un De-sarrollo Sustentable de la Agricultura Familiar Campesina”, el cual diseña, implementa y transfi ere modelos agroforestales hacia la agricultura campesina entre la IV y XI Región. Vargas y Sotomayor (2004) señalan que la aplicación de modelos agroforestales puede verse incentivada con el pago directo a los agricultores por la conservación de la biodiversidad o la certifi cación de productos que derivan del manejo agrofores-tal como amistosos hacia la diversidad biológica y la ecolo-gía, como ha ocurrido en otros países donde este modelo se ha implementado.

SILVICULTURA Y BIODIVERSIDAD

Desafíos de la silvicultura relacionados con la biodiversidad

Al igual que el sector agrícola y pecuario, el sector fo-restal del país respondió con gran dinamismo a las reformas económicas estructurales iniciadas en la segunda mitad de la década de los setenta. Las actividades forestales desarro-lladas mayoritariamente a partir de las plantaciones de es-pecies exóticas de rápido crecimiento se han consolidado como unas de las principales de la economía nacional. Así, las exportaciones del sector forestal, que alcanzaron a 3.402 millones de dólares3 el año 2004, correspondieron al 10,6

por ciento del valor exportado total y se ubicaron en el tercer lugar del ranking de exportaciones.

Una ilustración de esto la provee el espectacular creci-miento de las plantaciones forestales del país, que pasaron de alrededor de 320 mil hectáreas a mediados de los años setenta, a 1,1 millón de hectáreas a comienzos de los noven-ta, y que actualmente cubren una superfi cie de 2,2 millones de hectáreas (equivalente al 13,5 por ciento de la superfi cie boscosa del país y al 2,8 por ciento del territorio nacional), localizadas principalmente entre la V y la X Región. Aproxi-madamente el 75 por ciento de esta superfi cie corresponde a pino insigne, el 18 por ciento a especies del género eucalipto y el resto a otras especies, como, atriplex, tamarugo, pino oregón, álamo y algarrobo.4 Esta expansión sobre el hábitat ha tenido un importante rol en la destrucción y fragmenta-ción de los ecosistemas.

Como lo señalan Figueroa et al. (1996), el dinamismo del sector forestal y de la expansión de las plantaciones foresta-les de las últimas décadas ha ocurrido, en alguna medida, a expensas del bosque nativo, debido a la sustitución de parte de su área por especies exóticas. Esta alteración de los eco-sistemas naturales habría tenido efectos negativos sobre la di-versidad de fl ora y fauna, las características hidrobiológicas de algunas cuencas y sobre otras funciones ecológicas. Las plantaciones forestales, al haberse desarrollado en muy alta proporción sobre áreas con suelos previamente erosionados, han tenido efectos positivos sobre el medio ambiente, recupe-rando cuencas productivas de agua, asegurando el suelo y dis-minuyendo los aportes de sedimentos a los cursos de agua.

Una fracción de la expansión de la superfi cie de planta-ciones forestales con especies exóticas ha desplazado bos-ques naturales. Lara et al. (2003) señalan que la sustitución de bosques nativos por plantaciones de especies exóticas, pino y eucalipto, representa entre el 52 y 80 por ciento de las pérdidas de superfi cie de bosques entre 1994 y 1998, en las regiones X y VIII, respectivamente. Por otra parte, infor-maciones del Ministerio de Agricultura, CONAF e INFOR, Emanuelli (1996), Unda et al. (1997) estiman que la cifra glo-bal de sustitución para el período 1985-1994, alcanza un total de 140.000 ha. Esto es un promedio de 14.000 ha por año, equivalentes a menos del 15 por ciento de la plantación media realizada en el período (el total de plantaciones en ese mismo período fue de 964.153 ha).

Adicionalmente, las grandes plantaciones de álamo, pino o eucalipto que existen actualmente en la Región de Los La-gos proceden, en la mayoría de los casos, de las semillas de unos pocos individuos importados de sus países de origen e incluso pueden llegar a ser idénticos, al proceder de un mis-mo ejemplar clonado in vitro o propagado por estaca o pa-tilla. Estos bosques, que pueden ser sumamente productivos bajo las actuales condiciones ambientales, son en cambio

3 En todos los casos en que se menciona el dólar, se trata de la divisa estadounidense.

4 La implementación del DFL 701/74 sobre Fomento Forestal, también jugó un papel relevante en la expansión de la superfi cie de plantaciones exóticas, a través de los incentivos a la foresta-ción que en dicho cuerpo legal se establecen.

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Capítulo IV: El Hombre y la Biodiversidad

muy homogéneos genéticamente y, por lo tanto, muy sen-sibles a cualquier pequeño cambio en el medio, tanto de origen climático como debido a la llegada de nuevas plagas y enfermedades.

Las plantaciones forestales tienen también un efecto be-nefi cioso sobre la superfi cie de bosque nativo, que opera en el sentido contrario del efecto generado por la agricultura y la sustitución forestal. En efecto, como lo señala la OCDE (2005) en su informe respecto a Chile, la tala en plantaciones forestales ha crecido en un 180 por ciento desde 1990, lo cual ha aliviado la presión sobre los bosques nativos, cuya superfi cie se ha mantenido notablemente alta, en aproxima-damente 13,4 millones de hectáreas desde ese período.

La expansión de la actividad silvícola también ha afecta-do a la biodiversidad a través de la reducción de la intercep-ción de las precipitaciones por el follaje y favorece, en los lugares descubiertos, una alta evaporación. Esto reduce la cantidad de agua que percola al subsuelo y que fi nalmente llega a los arroyos, ríos y napas freáticas que alimentan los pozos en zonas rurales y urbanas.5 Aunque las coberturas boscosas son benefi ciosas para la captación de agua, exis-ten diferencias entre ellas. Los resultados de un estudio re-ciente confi rman que la sustitución del bosque nativo por

plantaciones exóticas disminuye el rendimiento hídrico de una cuenca (Oyarzún et al. 2005). En efecto, este estudio encontró que en dos años de monitoreo del balance entrada-salida de agua se produjo una diferencia signifi cativa en los caudales totales entre una cuenca con cobertura de bosque nativo y otra con cobertura de plantaciones exóticas. Otra característica importante en el comportamiento hidrológico de ambas cuencas es que en la cuenca con plantaciones, los períodos con bajos caudales son más prolongados que en la cuenca con bosque nativo. La implicancia de lo anterior es que en la cuenca con bosque nativo las reservas de agua del suelo permanecen sin agotarse por un mayor lapso que en la cuenca con plantaciones. Asimismo, Huber e Iroumé (2001) comprobaron que en la zona centro-sur de Chile, las plan-taciones exóticas interceptan menores cantidades de agua (aproximadamente un 15 por ciento) que el bosque nativo (aproximadamente 30 por ciento), y Oyarzún y Huber (1999) demostraron una disminución acelerada de las reservas de agua del suelo en plantaciones jóvenes de Pinus radiata y Eu-

calyptus globulus, a medida que los árboles crecen. Se ha de-mostrado además, que las plantaciones exóticas de eucalipto pueden extraer agua del suelo hasta aproximadamente siete metros de profundidad, afectando las reservas profundas del suelo (Calder et al. 1997).

Finalmente, durante la última década ha habido en Chile un aumento considerable del interés por conocer los efectos de la fragmentación de los bosques nativos sobre la biodi-versidad, lo que se ha refl ejado en numerosos estudios en

5 Las plantaciones exóticas también han tenido efectos positivos en el aporte de agua en zonas donde previamente no existía vegetación.

En un suelo erosionado como el de la foto —plantación de eucalipto en la VII Región— la lluvia escurrirá sobre él y lo erosionará aún más. Esta agua que escurre con fuerza formará surcos, zanjas o cárcavas, que pueden llegar hasta la misma roca que está bajo el suelo, arrastran-do la capa arable y aumentando el grado de erosión; proceso que en casos extremos es irreversible con la consecuente pérdida de grandes superfi cies de suelo cultivable. Foto: Felipe Orrego.

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Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

diferentes partes del país (Bustamante y Grez, 2004). Estos estudios han mostrado que la fragmentación puede afectar negativa o positivamente a las distintas especies, o puede no afectar a otras.

Jamett (2001) estudió el impacto de la fragmentación del bosque nativo sobre la biodiversidad y, en particular, cómo esta transformación del paisaje podría afectar la disponibi-lidad de hábitat para los carnívoros nativos como la güiña (Oncifelis guigna) y el zorro culpeo (Pseudalopex culpaeus). Se encontró que la güiña (o kod-kod) prefi rió hábitat con coberturas arbustivas densas, distantes de caminos y cerca-nos a parches de bosque de gran extensión, restringiéndose prácticamente a este hábitat. En contraste, el zorro culpeo utilizó hábitat abiertos, cercanos a caminos, usando exten-samente las plantaciones. De este modo se determinó que la única metapoblación viable de güiña en el largo plazo es la compuesta por el Parque Nacional Nahuelbuta y fragmentos aledaños. La metapoblación de este felino constituida por las Reservas Nacionales Los Queules y Los Ruiles podría man-tenerse sólo en el corto y mediano plazo. No obstante, am-bas metapoblaciones dependen de los fragmentos de bosque ubicados fuera de las áreas silvestres, los cuales se encuen-tran principalmente en manos de empresas forestales, por lo que la conservación futura de estas poblaciones depende-ría de la colaboración entre las empresas propietarias y la entidades públicas con responsabilidad en la biodiversidad, para hacer posible la permanencia de corredores de bosque nativo (Jamett, 2001).

Protección de la biodiversidad y mitigación de los impactos de la silvicultura

Certifi cación forestal

La certifi cación forestal es un instrumento de mercado cuyo objetivo es garantizar a los consumidores que el pro-ducto o servicio forestal que ellos compran proviene de bosques —plantados o nativos—, manejados con estándares de gestión predefi nidos y determinados por cada sistema de certifi cación.

En Chile, la certifi cación forestal se implementó a partir de 1996 según la norma ISO 14001 y ha tenido un rápi-do auge (Lara, 2004). Desde 1999, varias empresas se cer-tifi caron con el Consejo de Administración Forestal (Forest Stewardship Council, FSC), y cuatro años después había en el país 13 empresas y 350.000 ha, especialmente plantacio-nes, certifi cadas FSC (Astorga y Rebolledo, 2004). A partir del año 2003, otras empresas se han venido certifi cando con el Sistema de Certifi cación Forestal Chileno (CERTFOR) que aplica el estándar nacional para el Manejo Forestal Susten-table (Astorga, 2004), y a fi nes de 2004 ya había 1,6 millón de hectáreas certifi cadas CERTFOR,6 lo que representa casi el 60 por ciento de la superfi cie industrial de plantaciones del país. Según la OCDE (2005), más de la mitad de las plan-taciones de árboles en Chile cuenta con alguno de estos ti-

pos de certifi cación forestal. Respecto al bosque nativo, el avance de la certifi cación ha sido bastante más lento (Lara, 2004).

Acuerdo de Soluciones Conjuntas

El Acuerdo de Soluciones Conjuntas es un compromiso suscrito por dos de las mayores empresas forestales de Chile, Arauco y CMPC, al que se agrega Home Depot, y diez ONG, cinco chilenas y cinco norteamericanas, con el propósito de lograr avances sustantivos en la protección del bosque nativo por parte del sector silvícola.

El Acuerdo compromete a Arauco y CMPC a no sustituir bosque nativo por plantaciones, a conservar los bosques que tienen en sus territorios, así como a implementar prácticas ecológica y socialmente sustentables en sus plantaciones in-dustriales. Además, las empresas deben hacer un estudio so-bre el estado de conservación de los bosques nativos en sus territorios y trabajar en metas comúnmente acordadas.

El compromiso de no sustitución se encuentra incluido dentro del cumplimiento de la norma ISO 14001 y la certi-fi cación CERTFOR-Chile, sellos que ambas compañías han adoptado, y por tanto son objeto de supervisión a través de los sistemas de auditoria anual, donde también participen las ONG involucradas. En adición, el Acuerdo establece que las empresas no podrán adquirir tierras que hayan sido sustitui-das, a partir de 1994 en el caso de CMPC, y de 2003, fecha de la fi rma del Acuerdo, en el caso de Arauco. Con ello se pretende que las dos mayores compradoras de tierra desin-centiven a quienes pretendan sustituir, dado que las tierras sustituidas pierden valor en el mercado.

Asimismo, las empresas forestales deben evaluar el es-tado de conservación de unas 350.000 ha de bosque nativo que les pertenecen, proceso que ya ha sido iniciado. Pero adicionalmente las compañías han formulado nuevas políti-cas de conservación, tales como el monitoreo de sus tierras con bosques nativos en relación a la presencia de distintas especies y su estado de conservación.

Eco-Management Trading

El llamado Eco-Management Trading es un acuerdo entre Fundación Chile y Forest Ethics, cuyo objetivo es desarrollar proveedores y un canal para la comercialización de rollizos, además de la negociación de un contrato de abastecimiento de largo plazo con los propietarios para desarrollos indus-triales. Dentro de este marco, se busca lograr acuerdos con pequeños y medianos propietarios para el manejo de sus bosques nativos, velando por el cumplimiento de estándares

6 Dentro de los criterios de certifi cación del CERTFOR se incluye la prohibición de crear áreas de plantaciones exóticas dentro de tierras que contengan bosque nativo y/o vegetación de alto valor ambiental.

Página derecha: En los últimos 15 a 20 años, entre la VII y la XII Región, se han establecido más de ochenta sitios de ensayo para evaluar un tratamiento sustentable de los bosques nativos, realizán-dose también decenas de investigaciones sobre la ecología de estos bosques. Estos esfuerzos han permitido el manejo de una silvicultu-ra apropiada para miles de hectáreas de renovales y otros bosques nativos, así como el establecimiento de varios cientos de hectáreas de plantaciones con especies nativas en nuestro país. Foto: Nicolás Piwonka.

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Biodiversidad de Chile, Patrimonio y Desafíos

ambientales y sociales. Los productos generados bajo esta iniciativa llevarán el sello de Forest Ethics, ONG de recono-cido prestigio internacional que se viene a integrar directa-mente a la gestión ambiental de esta iniciativa.

El Eco-Management Trading reconoce que la conserva-ción del bosque nativo en áreas donde hay competencia por el uso del suelo es más efectiva si se valoriza integralmente el uso sustentable del recurso que si se apuesta por opciones de no uso. Para ello se ha elaborado una cartera de proyectos productivos sustentables que se hacen cargo integralmente del estado y recuperación del recurso. Forest Ethics ayudará a Fundación Chile para promover comercialmente los pro-ductos de esta cartera en los mercados internacionales, ya que provendrán de bosques manejados ambientalmente. Con ello se busca viabilizar directamente la conservación del bosque chileno.

Las empresas que deseen adherir productivamente al Eco-Management Trading deberán adoptar políticas de abas-tecimiento de madera certifi cada o proveniente de una em-presa que creará Fundación Chile para implementar gestión forestal sustentable entre pequeños y medianos propietarios de bosque nativo.

PESCA Y BIODIVERSIDAD

Desafíos del sector pesquero relacionados con la biodiversidad

El sector pesquero —que incluye la pesca extractiva y la industria asociada al procesamiento de los productos del mar—, ha sido también un subsector muy dinámico del sec-tor exportador chileno durante los últimos 20 años. En efec-to, durante los años sesenta, las exportaciones pesqueras re-presentaban cerca del 6 por ciento del total exportado, cifra que se eleva a mediados de los noventa a 11,7 por ciento, para llegar al 8,4 por ciento el año 2004.

La dinámica del sector pesquero exportador tiene su co-rrelato histórico en el desenvolvimiento de las capturas pes-queras totales del país, las que crecen de 1,4 millones de to-neladas en 1976, a 4,9 millones de toneladas en 1985, para alcanzar un máximo de 8 millones de toneladas en 1994, y posteriormente disminuir a 6 millones de toneladas el año 2004. Los signifi cativos aumentos de las capturas registrados hasta mediados de los años noventa y los altos volúmenes capturados durante la última década y hasta el presente han ejercido, sin lugar a duda, una fuerte presión sobre los re-cursos pesqueros y la biodiversidad marina, en general. Más aún, muchos interpretan las caídas en las capturas de algunas pesquerías durante los últimos años como un signo inequívo-co de los efectos que la presión sobre la biodiversidad mari-na está produciendo en ella.

La sobreexplotación de los recursos pesqueros ha signifi -cado un impacto importante en los niveles de biomasa de las principales especies marinas del país, con reducciones hasta niveles críticos, que hacen no sustentable la actividad pes-quera para algunas especies, tales como la sardina española en el norte del país.

La producción y las exportaciones pesqueras se han visto

afectadas por los descensos en las capturas pesqueras totales verifi cados durante la última década, después que las captu-ras totales alcanzaran en 1994 el punto crítico de 8 millones de toneladas antes mencionado. Este descenso en la produc-ción ha sido causado mayormente por la crisis enfrentada por las pesquerías pelágicas del jurel y la anchoveta debido a la sobreexplotación de estos recursos, lo cual ha infl uido en las cuotas globales de captura establecidas por la Subse-cretaría de Pesca (Calfucura y Figueroa, 2005).

Calfucura y Figueroa (2005) analizan información sobre la biomasa de las distintas especies marinas en la costa de Chile y hacen notar que la biomasa de la anchoveta, el jurel y la sardina española en la zona norte ha disminuido noto-riamente durante las últimas dos décadas. Así, mientras la biomasa de sardina española superaba las 12 millones de toneladas en el año 1982, hacia el año 2001 no excedía las 500 mil toneladas, lo que refl eja el virtual colapso de dicha pesquería. Del mismo modo, la anchoveta en la zona norte experimentó un aumento de su biomasa hasta 25 millones de toneladas en el año 1993 para caer a menos de 4 millones de toneladas en el año 2000. Finalmente, la pesquería del jurel, que fue el sostén de la industria de harina de pescado durante los años noventa, muestra una evolución de su bio-masa similar a la presentada por la anchoveta, alcanzando un máximo de casi 23 millones de toneladas en el año 1990 para luego descender sistemáticamente durante esa década hasta alrededor de los 10 millones de toneladas que exhibió en el año 2002.

En el caso de las pesquerías demersales, estas enfrentan problemas de explotación de menor intensidad que las pes-querías pelágicas, pero no por ello menos importantes. En este grupo de especies, se cuenta con información reciente sobre la biomasa de merluza común y austral, congrio do-rado y bacalao de profundidad. En términos generales, se ha observado una disminución de la biomasa en todas estas especies demersales. La merluza común había registrado un crecimiento sostenido de su biomasa estimada hasta el año 2002, pero entre los años 2002 y 2004 sufrió una seria crisis que redujo su biomasa de 2,7 millones de toneladas a 1,1 millones de toneladas.7 La merluza austral ha registrado una caída de casi el 50 por ciento en su biomasa en el período 1986-2001, observándose una recuperación entre los años 1995 y 1997, para posteriormente estabilizarse en torno a las 350mil toneladas.8 Por su parte, el congrio dorado vio disminuir su biomasa desde alrededor de 80 mil toneladas a

7 Según el estudio FIP (2004e), las causas que han llevado al stock de merluza común a su actual estado son inciertas. El solo efecto de la pesca no explicaría la situación actual del recurso, ya que debieron haberse explotado 1 millón de toneladas adicionales a la cuota de pesca en los años 2003 y 2004. Esta fuente de mor-talidad desconocida durante 2002-2004 coincide con la extensa y abundante presencia de jibia en la zona centro sur de Chi-le. Otra hipótesis alternativa pasa por suponer que la biomasa existente haya sido sistemáticamente sobreestimada durante la última década.

8 La cuota de merluza común en el año 2005 fue de alrededor de 30 mil toneladas, lo que permite afi rmar que actualmente el stock de biomasa se encuentra en estado sustentable, con riesgo moderado de entrar en sobrepesca por reclutamiento, pero fuera de riesgo de colapso.

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mediados de los años ochenta hasta cerca de 30 mil tonela-das en el año 1995, cifra que se mantuvo con oscilaciones hasta alcanzar alrededor de las 45 mil toneladas el año 2003 (IFOP, 2004). Al mismo tiempo, para el bacalao de profundi-dad también se registra un deterioro en el nivel de su bioma-sa, con una pérdida de cerca del 40 por ciento en la década de los noventa.

Otro de los factores que afecta la biodiversidad marina es la creciente pesca por parte de fl otas extranjeras. Entre las especies explotadas por Chile que se ven más amenaza-das por la depredación de buques extranjeros subsidiados se encuentran aquellas altamente migratorias, como el pez espada, y las transzonales, como el jurel.

El pez espada es una especie que se encuentra protegi-da en Chile a través de ciertas regulaciones técnicas y de acceso. En el año 2001, la Unión Europea presentó un re-clamo contra Chile en la Organización Mundial de Comer-cio (OMC) porque Chile violaba el artículo V del GATT que establece el libre tránsito de las mercancías en los territorios de los miembros de la Organización, al poner trabas a la utilización de los puertos chilenos para el desembarque de capturas de pez espada por parte de la fl ota española. Dado que el pez espada es una especie altamente migratoria, los esfuerzos realizados por Chile dentro de su mar territorial para lograr una explotación sustentable del recurso se veían invalidados por las capturas de barcos españoles más allá de las 200 millas de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) chilena.

Cabe señalar que la fl ota española era subsidiada por Espa-ña y la Comunidad Europea y sin estos subsidios habría sido muy difícil que desarrollara esta actividad pesquera frente a las costas chilenas. Este caso, que llevó a un acuerdo provi-sional que establece la cooperación bilateral y suspendió los litigios presentados ante el Tribunal Internacional del Mar y la OMC, pone de manifi esto, sin embargo, que la presencia de fl otas subsidiadas en aguas compartidas impide el acceso equitativo para todos los países, en particular para los países ribereños, e incentiva la sobreexplotación de los recursos ma-rinos (DIRECON et al. 2003).

Según Araneda et al. (2005), la presión sobre los recursos marinos por la pesca de fl otas extranjeras ha sido producto del agotamiento de los recursos marinos en los países de ori-gen de estas fl otas, el avance tecnológico y especialmente la política de subsidios a la pesca. En general, en la medida que las oportunidades de pesca han decaído en las ZEE de algunos países y las regulaciones domésticas a la pesca han aumenta-do, restringiendo la capacidad de pesca local, los subsidios han servido para que sus fl otas puedan acceder a pesquerías de altura de especies oceánicas más allá de sus propias, ago-tadas y restringidas ZEE o, incluso, a otras ZEE. Esto ha hecho surgir las preocupaciones de países costeros como Chile que observan el incremento de operaciones pesqueras fuera de su ZEE por parte de fl otas foráneas, que ponen en riesgo la sus-tentabilidad de especies oceánicas altamente migratorias que son manejadas efi cientemente a nivel local pero que fuera de

La pesca industrial representa más del 70 por ciento de los productos pesqueros del país. Su captura se destina a las industrias de harina de pescado, conservera y de congelados. Uno de los principales problemas derivados del desarrollo de esta industria en Chile ha sido la sobreexplotación de los recursos pesqueros, que ha signifi cado un impacto importante en los niveles de biomasa de las principales especies. Entre las especies comerciales más demandadas se encuentran la anchoveta, la sardina española, el jurel y la merluza; y entre los mariscos, el ostión, la cholga, el chorito y las almejas. Foto: Andrés Morya.