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1 PROFESIONALISMO CONTABLE ¡ELLOS NO LO TIENEN! Arthur R. Wyatt 1 Introducción Me he dado cuenta de que mi título contiene dos pronombres ambiguos, “ellos” y “lo”. Después de leer este artículo, espero que sean capaces de identificar quiénes son ellos y lo que no tienen. La profesión contable ha sido mal tratada en los medios de comunicación en los últimos años, y con algo de razón. Los aspectos en el trabajo eran numerosos y complejos y diferentes investigadores se centran en una variedad de fenómenos que crearon el entorno en el cual Arthur Andersen desapareció y la reputación de la profesión entera fue desacreditada. Algunos de esos motivos no eran nuevos, como: Codicia corporativa e individual Ofrecer servicios que hacían deteriorar la independencia Llegar a ser demasiado amistoso con los clientes, y Participar activamente en encontrar maneras de evitar criterios de valoración contables. Lo que era nuevo es que las históricas defensas de la profesión para combatir esos esfuerzos se demostraron ineficaces. La última línea es que la profesión- más bien, la sociedad en su conjunto- ha pagado un alto precio por el fracaso de la profesión en satisfacer las expectativas de los inversores, acreedores, y otros usuarios de los estados financieros. Este artículo intenta identificar el núcleo del problema. También haré algunas sugerencias de cómo la profesión puede prevenir una recurrencia de los recientes malos tiempos, y cómo los educadores 1 Con permiso de A. R. Wyatt: “Accounting Professionalism—They Just don’t Get It!”, Accounting Horizons 18 (1, 2004): 45-53. Traducido por Daniel Carrasco Zafra.

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PROFESIONALISMO CONTABLE

¡ELLOS NO LO TIENEN!

Arthur R. Wyatt1

Introducción

Me he dado cuenta de que mi título contiene dos pronombres ambiguos,

“ellos” y “lo”. Después de leer este artículo, espero que sean capaces de

identificar quiénes son ellos y lo que no tienen.

La profesión contable ha sido mal tratada en los medios de

comunicación en los últimos años, y con algo de razón. Los aspectos en

el trabajo eran numerosos y complejos y diferentes investigadores se

centran en una variedad de fenómenos que crearon el entorno en el cual

Arthur Andersen desapareció y la reputación de la profesión entera fue

desacreditada. Algunos de esos motivos no eran nuevos, como:

• Codicia corporativa e individual

• Ofrecer servicios que hacían deteriorar la independencia

• Llegar a ser demasiado amistoso con los clientes, y

• Participar activamente en encontrar maneras de evitar criterios de

valoración contables.

Lo que era nuevo es que las históricas defensas de la profesión para

combatir esos esfuerzos se demostraron ineficaces. La última línea es que

la profesión- más bien, la sociedad en su conjunto- ha pagado un alto

precio por el fracaso de la profesión en satisfacer las expectativas de los

inversores, acreedores, y otros usuarios de los estados financieros.

Este artículo intenta identificar el núcleo del problema. También

haré algunas sugerencias de cómo la profesión puede prevenir una

recurrencia de los recientes malos tiempos, y cómo los educadores 1 Con permiso de A. R. Wyatt: “Accounting Professionalism—They Just don’t Get It!”, Accounting Horizons 18 (1, 2004): 45-53. Traducido por Daniel Carrasco Zafra.

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pueden preparar mejor a los que se inician en la profesión. Mis

observaciones están basadas en observar la evolución de la profesión en

los últimos 50 años y participar activamente en ella casi 40 años. Mis

comentarios harán frecuentemente referencia a Arthur Andersen, puesto

que es la única firma con la cual he tenido una experiencia considerable.

Estos comentarios no están destinados a ser loables, llenos de disculpas, o

críticos con Andersen. Más bien, estos simplemente ayudarán a ilustrar el

mundo como yo lo vi durante un buen número de años.

El pasado hace hincapié en el profesionalismo

Alguna perspectiva histórica ayuda a localizar el escenario para entender

cómo el profesionalismo contable perdió importancia en los 80 y 90. En

los 40, incluso las grandes empresas no eran grandes entidades. Cuando

yo me gradué en la Universidad, Andersen era la duodécima empresa más

grande- en Chicago- y tenía alrededor de 30 socios. Andersen formaba

parte de las 8 Grandes a mediados de los 60, y era probablemente la

séptima en tamaño, con 350 socios en todo el mundo. La educación

contable en los 50 y 60 se centraba más en el profesionalismo y en el

código contable de la ética. Casi todos los participantes en las grandes

empresas eran recientes graduados de la Universidad cuyos cursos en

auditoría se habían centrado en las responsabilidades profesionales y la

importancia del comportamiento ético. El enfoque del aprendizaje

heredado del Reino Unido era cosa del pasado, y la contratación de

personas experimentadas con diversa formación de negocios habia

desaparecido de la escena.

El AICPA era más una organización cuyo comité de expertos

desarrollaban los valores profesionales que un ente que guiaran las

decisiones contables y enfoques de auditoría. Jack Carey fue el portavoz

más importante dentro del AICPA con esta idea, y su enfoque a lo largo

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de los años fue el de intensificar la conciencia de la importancia del

comportamiento profesional ético. Poco después lo hizo el propio AICPA

aunque con impacto limitado en los asuntos de profesionalismo y

comportamiento ético. Las grandes firmas fueron encabezadas por una

sobresaliente contabilidad profesional, a menudo por alguien que había

alcanzado la cima de la empresa basándose en el conocimiento del know-

how, su contacto con diversas cuestiones contables, y perfeccionada las

habilidades técnicas. Estos individuos eran bien conocidos en la amplia

comunidad de los negocios y eran activos fuera de sus empresas. Los

líderes de las empresas utilizaban publicaciones y discursos para articular

la naturaleza de la profesión y su importancia para nuestro negocio y

sistema comercial. Ellos hablaban claro y vigorosamente sobre temas de

actualidad, frecuentemente sin respetar si uno o más clientes podían

encontrar sus comentarios desagradables. Entre estos líderes se incluyen

Leonard Spacek, Phil Defliese, Herman Bevis, Russ Palmer, y John

Queenan.

Dentro de las empresas, los que se incorporaban eran guiados por

el camino de un comportamiento profesional, tanto a través de los cursos

de formación de las empresas como por la observación de la manera en

que los objetivos de los socios de las firmas estaban implantados en la

práctica diaria. Por ejemplo, todos los recien incorporados se esperaban

que trabajaran para pasar el examen Certified Public Accountants (CPA).

Las promociones a gerentes se retrasaban hasta que se alcanzaba este

objetivo. En Andersen, y supongo que en otras firmas también, existía un

aprendizaje específico del personal para informar a los dirigentes de

cualquier comportamiento observado que se saliera de la política de la

firma. El relativo pequeño tamaño de las empresas significaba que las

relaciones interpersonales con los jefes dentro de la empresa eran

posibles. Como resultado, el personal tenía un alto grado de comodidad

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para hablar de sus preocupaciones con aquellos que se encontraban por

encima dentro de la jerarquía organizacional.

Además de esto, a las empresas contables se les impidió anunciar

sus habilidades y logros a lo largo de los 70. La reputación fue adquirida,

en parte, por la dura política de la empresa por la postura de asumir la

interpretación de los criterios contables. En este marco, Andersen se

resignó a un largo camino de compromisos debido a que la firma no

estaba de acuerdo con un principio contable que fue aceptado

genéricamente en este sector. Posteriormente, apartó a todos sus clientes

de caixas de ahorros debido a que la firma no estaba de acuerdo con un

aceptable principio contable que mezcla los impuestos aplazados

aplicables a ahorros y préstamos. Mientras que esta postura mostraba

ventajas cuando se produjo el fiasco de ahorros y préstamos a finales de

los 80, la cuestión es que la firma cogió fuertes posiciones en los valores

contables, sin considerar las inmediatas pérdidas de ingresos. Estas

posturas fueron seguidas con un relativo rápido incremento de los

ingresos de auditoría. La base lógica subyacente en Andersen en este

tiempo era que la mayoría de los clientes querían a los auditores para que

les evitara cualquier problema y, por consiguiente, esperaba que los

auditores se opusieran cuando el cliente quisiera seguir una política

contable que podría traer problemas en el futuro. Una vez la firma

auditora era la más pura expresión de la confianza, honestidad y

decencia- todos los atributos que se esperaba que tuviera una empresa con

éxito. En realidad, ser tenaz en los valores contables fue estar a la cabeza

de lo que hoy se denomina las estrategias de marketing de las empresas.

En el entorno actual aquella manera de pensar, que era exitosa, se

consideraría un signo de ingenuidad.

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El ascenso de la consultoría

A principios de los 60 y acelerando su ritmo de crecimiento durante los

80 y 90, los servicios que no eran de auditoría llegaron a ser una gran

parte de la corriente de ingresos de las firmas de auditoría. Volviendo a

tras casi un siglo, con regularidad las firmas habían ayudado a sus

clientes con sugerencias para mejorar sus controles internos, su eficiencia

operativa, e incluso sus estrategias de negocios. Estos servicios fueron un

crecimiento a parte de la auditoría, y mientras que ellos generaban unos

ingresos adicionales, estaban generalmente considerados como parte

integral del proceso de auditoría y no como trabajos independientes, por

su carácter, a la hora de generar honorarios.

Las sugerencias propuestas a los clientes para mejorar fueron

generadas por el personal de auditoría y no eran el resultado de separar el

servicio prestado por personal cualificado que no fuera de auditoría. Los

informes, incluyendo las mejoras sugeridas a los clientes, eran un reparto

esperado a la conclusión de la auditoría. La calidad de estas sugerencias

solía proporcionar una característica diferenciadora para la firma. La

llegada de los ordenadores produjo lo que se conocía como “servicios de

consultoría”. A comienzos de los 50, Andersen ayudó a IBM en la

instalación de la principal ficha perforada para la unidad de General

Electric en Louisville. El personal al frente estaba formado por la

auditora. Su éxito en este trabajo, sus habilidades conjuntas, y su vigorosa

marca de liderazgo pronto condujo a una expandida unidad “Servicios

Administrativos” en Andersen, la predecesora de Andersen Consulting.

El trabajo de General Electric proporcionó a Andersen la cabecera en esta

área, y siendo buenos empresarios, los socios explotaron esta ventaja

competitiva durante años. Mientras los primeros esfuerzos fueron

realizados para mantener este desarrollo de servicios dentro de los

entonces límites aceptados de la práctica contable profesional, la

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habilidad desarrollada por las personas innovadoras implicadas

gradualmente lideraron una amplia expansión en la gama de servicios

ofrecidos. Mientras que las otras firmas se esforzaban para competir con

Andersen, los ofrecimientos de servicios se expandieron hasta que casi

todos los servicios que podían generar ingresos fueron abarcados.

Un movimiento para no licenciados en contabilidad

A comienzos de los 60, los dirigentes de Andersen vieron potencial en

proveer a los clientes lo que llegó a ser el servicio integrado de sistemas

informáticos. Esto condujo a una expansión en la gama de servicios

ofrecidos y una necesidad para atraer nuevo personal con diferentes

habilidades respecto a los incorporados como especialistas en

contabilidad que Andersen habían históricamente reclutado. La firma

decidió reclutar buenos estudiantes, sin hacer caso de su especialidad, de

una verdaderamente amplia gama de estudiantes universitarios de primera

fila. Este programa comenzó a comienzos de los 60 con la necesidad que

todos esos llamados “bichos raros” contratados serían probados en un

curso formativo contable intensivo de seis semanas recibido en los

veranos en la Universidad de Illinois. El objetivo de este curso de choque

era doble: proveer algunas nociones financieras y contables a los nuevos

quienes generalmente tenían poca o ninguna formación en negocios o

contabilidad y ayudar a los mismos a estar preparados para

ocasionalmente acceder al examen CPA. El Estado de Illinois (y después

muchos otros estados) estuvieron de acuerdo en dar a estos el equivalente

a 10 u 11 horas al semestre para créditos en contabilidad por las

intenciones de obtener el título. Este desarrollo fue extremadamente

importante cuando Andersen (como también la mayoría, sino todas, las

otras firmas) requirieron nuevos gerentes y nuevos socios que hubieran

pasado el examen CPA, sin tener en cuenta su área de especialidad.

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El programa de contratación sobrevivió y prosperó durante unos

diez años y produjo un desproporcionado número de socios eventuales en

la práctica de la consultoría como también unos pocos socios de auditoría

e impuestos. De hecho, los dos más relevantes socios consultores en la

eventual separación de la práctica de la consultoría en Andersen

Consulting--Gresh Brebach y George Shaheen--fueron licenciados de este

programa. Con posterioridad al período de diez años, la práctica de la

consultoría creció tan rápidamente que no pudo atraer a un número

suficiente de nuevos contratados. Finalmente estas presiones condujeron

a una política de cambios que eliminaron el curso contable de seis

semanas para los nuevos y también eliminaron la necesidad de que los

nuevos gerentes de consultoría tuvieran que aprobar el examen CPA. La

última novedad en esta cadena de cambios fue que los hombres y las

mujeres podían llegar a ser socios de Andersen (al menos en el sentido de

repartir beneficios) incluso aunque no fueran titulados en contabilidad. La

misma evolución existía en otras firmas, aunque el momento de los

cambios individuales fue diferente. Se incrementó el número de nuevos

contratados que se unían a la organización sin ninguna formación

contable de su universidad. Estos progresaron dentro de la firma sin

ninguna preparación y probablemente con poco o ningún conocimiento o

apreciación del nivel de profesionalismo que el personal contable de la

firma se esperaba encontrar en la conducta de sus trabajos. De la misma

forma, estos individuos progresaron sin necesariamente haber sido

expuestos a las reglas contables de la conducta profesional, aunque ellos

tuvieron que soportarlas por las normas internas de inversiones limitadas,

una necesidad que llegó a ser cada vez más desagradable para el personal

de consultoría en el mercado “go-go” de los 90. A medida que los

ejercicios de consultoría crecían, el número del personal contablemente

no formado crecía de la misma forma. Estas personas no eran para-

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profesionales, pero antes ellos estaban entre el personal relativamente

bien pagado con grandes habilidades en áreas con poca o ninguna

relación con la contabilidad o auditoría. Su número creció rápidamente, y

su éxito al generar honorarios con altos márgenes les dio una importante

posición dentro de la dirección de la firma.

El empujón para generar ingresos

El relativo éxito de los consultores creó una enorme presión en la práctica

de auditoría e impuestos, para incrementar ingresos y aumentar los

márgenes. Los éxitos en la práctica de consultoría influenciaron el

comportamiento de los jefes de auditoría e impuestos, y el impacto de

estos cambios de comportamiento afectó gradualmente el

comportamiento de los socios de auditoría y el personal de impuestos

también. Mejorar la rentabilidad se convirtió en la pieza clave. Por toda la

profesión, el empujón se centraba en extender la gama de servicios

ofrecidos. Las prácticas de consultoría crecieron en diferentes sentidos

entre las firmas, principalmente dirigidas por las diferentes personas de

talento del personal dentro de las firmas. Andersen atrajo desde el

principio a la mayoría de los grandes trabajadores de sistemas integrados.

Otras firmas desarrollaron sus propias especialidades y sustituyó a los

otros segmentos de mercado para ser competitivo a lo largo de la

expandida gama de servicios ofertados. Estas prácticas crecieron

rápidamente, en muchos casos más rápidamente que las prácticas de

auditoría e impuestos. Los márgenes de beneficios eran más grandes en

área de consultoría que en el área de auditoría. La auditoría fue

reconocida por los años 80 en ser un servicio de mercancía, incluso por

muchas personas en la profesión y, por tanto, llegando a ser objeto de

grandes presiones en los honorarios. La economía se mantuvo

generalmente fuerte durante los años 80 y 90, y los consultores dentro de

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las firmas y llegaron a ser más demandados en la búsqueda de una mayor

compensación y voz en la dirección de la firma. Los altos cargos dentro

de la firma se inclinaron poco a poco de aquellos con destacadas

habilidades en técnicas contable y de auditoría hacia otros que tuvieran

valores comerciales dentro de la organización, aquellos que eran hábiles

incrementando los ingresos de la firma. Junto con otros grupos de nuestra

sociedad, los socios de las firmas de auditoría se centraron en incrementar

la rentabilidad y un mayor beneficio resultante por acción. Las firmas

buscaron líderes más parecidos a aquellos que habían demostrado

habilidades para generar incrementos en los ingresos.

Este período también presenció la emergencia de un nuevo

fenómeno--la contratación de personal experimentado. En Andersen, y yo

supongo que en el resto de firmas también, contratar gente con

experiencia había sido una rareza. Recuerdo el solitario sentimiento que

yo tuve en Andersen en 1996 cuando me incorporé, después de alrededor

de 15 años enseñando. Era simplemente un extraño--alguien que no había

crecido en el sistema y cuya destreza estaba, por tanto, puesta en tela de

juicio por un tiempo. Pero en los 80 y 90, surgieron muchos los

contratados. Al principio, se esperaba que estos nuevos ocuparían los

huecos en los equipos de trabajo proporcionando una amplia gama de

servicios de consultoría. Después, algunas firmas adquirieron

organizaciones de consultorías para rellenar un hueco en el abanico de

servicios que estas ofrecían. No fue solamente estas experiencias las que

les permitió apreciar la importancia del profesionalismo y el

comportamiento ético en la práctica de la contabilidad, pero también

adquirieron experiencia en las competitivas actividades comerciales que

eran el sello de éxito de las empresas de consultoría. Muchos tenían

facilidades para los negocios y se encontraban molestos al estar forzados

por un modelo de negocios anticuado, fomentado por contables pesados.

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Su éxito propicia el desafío de las limitaciones que soportaban los

pesados contables, que eran innecesariamente impuestas sobre ellos.

Quisiera enfatizar que los cambios asociados al crecimiento de las

prácticas de consultoría realmente se desarrollaron poco a poco durante

unos 30 años. No ha habido dramáticos momentos decisivos, o hechos

concretos que uno pueda señalar y decir: “Este fue en comienzo de la

caída”. Cada nuevo paso dado parecía un lógico crecimiento de las

prácticas existentes-una adaptación a los tiempos que cambian. Por todo,

muchos expresaron sus preocupaciones sobre la expansión de los tipos de

servicios que estaban siendo ofrecidos por las firmas de auditorías. La

mayoría de estas preocupaciones se centraban en la deficiencia de la

independencia esperada de dichas firmas de auditorías cuando

informaban sobre la veracidad en la presentación de los estados

financieros de sus clientes. Para una justa base consistente para este

período, los dirigentes de las firmas de auditorías desestimaron esfuerzos

para constreñir los tipos de servicios prestados por sus unidades de

consultoría. De hecho, el énfasis se centraba en continuar la expansión en

la gama de servicios ofrecidos, con el consecuente efecto en los objetivos

y trabajos de auditoría. Los dirigentes de las firmas tendieron a dejar

pasar el gran impacto de estos nuevos servicios en la independencia del

auditor. El entorno estaba orientado al crecimiento y el beneficio. Eran

buenos tiempos. Los antiguos valores que habían servido tan bien a la

profesión fueron derribados por los nuevos valores que incluso servían

mejor a las firmas. Los dirigentes no reconocieron que existiera ningún

problema.

Los años 90

A medida que llegamos a los 90, la Comisión de Seguridad y Cambio

(SEC) expresó una creciente preocupación sobre la gama de servicios

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prestados y los crecientes cargos en relación con los servicios de

auditoría. La SEC desafió a algunas firmas, alegando que ciertos servicios

deterioraban la independencia de los auditores, pero la Comisión no era

capaz de demostrar cualquier vinculación entre los honorarios de

consultoría y la concesión de una opinión impropia sobre los estados

financieros realizada por los auditores. Durante todo el período, las firmas

de contabilidad y la AICPA obstruyeron cualquier esfuerzo de la

Comisión de limitar las actividades de la consultoría para ciertos tipos de

servicios. Los dirigentes de las firmas no sólo fallaron en reconocer cómo

la amplia gama de servicios estaba deteriorando la apariencia de su

independencia, sino que fallaron también en reconocer cómo el énfasis en

incrementar servicios discrepantes estaba cambiando la cultura interna de

las firmas. Los ingresos de consultoría habían relegado a los ingresos de

auditoría e impuestos a un rol subsidiario.

Dentro de Andersen, y en otras firmas, los brazos de la consultoría

ejercieron una mayor presión debido a unos beneficios por acción

adicionales y a cada vez mayores ratios de crecimiento. Los precios de

las acciones de los clientes estaban incrementándose en el resonante

mercado de valores, los directivos se estaban haciendo ricos (por lo

menos nominalmente), y los socios de las firmas de contabilidad se

merecían participar en el boom económico por haber incrementado las

ganancias en sus empresas. Desde que los estatutos de las sociedades no

permitían el uso de opciones sobre acciones, los socios de las auditoras

tuvieron que incrementar los ingresos y beneficios para aprovechar los

incrementos de la riqueza como los altos ejecutivos de sus clientes.

Mirando hacia atrás, es fácil observar el factor de la codicia en el trabajo.

En aquel momento, sin embargo, el cambio se centraba en que los

ingresos y beneficios fueran vistos como simplemente adaptarse a los

tiempos que cambian. La atención en el profesionalismo disminuyó, y se

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agudizó en el crecimiento de los ingresos y el incremento de la

rentabilidad.

Un cambio de cultura

Justo la codicia parece haber sido la fuerza impulsora de las empresas que

han fracasado o sufrido importantes reestructuraciones, la codicia llegó a

convertirse en una fuerza para luchar en las empresas de auditoría. En

resumen, las culturas de las firmas ha cambiado gradualmente de un

énfasis centralizado en ofrecer servicios profesionales de manera

profesional a un énfasis en aumentar los ingresos y la rentabilidad. El

cambio gradual originado en la cultura de la firma fue drásticamente

alterado durante unos 40 años conduciéndolo hasta el final del siglo. El

histórico foco de atención de las firmas de auditoría era un servicio de

calidad para los clientes con el objeto de proveer confianza a los

inversores y acreedores sobre la veracidad de los estados financieros de

los clientes. La credibilidad añadida a los estados financieros de los

clientes por una opinión limpia de auditoría era la razón principal para la

existencia de las firmas CPA. Esto cedió el paso a una amplia gama de

servicios ofrecidos a los clientes que pelean por alcanzar un crecimiento

de los beneficios por acción a corto plazo en el mercado. Este incremento

centrado en el crecimiento de los ingresos y la rentabilidad no era, por

supuesto, suficiente para los dirigentes de las auditoras. Los directivos

corporativos se convirtieron en codiciosos, más allá de lo que se puede

comprender. Las inversiones de los banqueros querían entrar en los

grandes honorarios y con frecuencia presionaban a las auditoras para que

aceptaran prácticas que, mirando hacia atrás, estaban claramente fuera de

la práctica normal y de los criterios generalmente aceptados. Los

analistas de seguros estaban presionando a los clientes para que les

justificara su crecimiento, y estos clientes se apoyaban demasiado en sus

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auditores para acelerar el reconocimiento de ingresos y retrasar el de

gastos. Probablemente ninguno de estos grupos pensó en aquel momento

que estaban siendo codiciosos. Pero, la responsabilidad fundamental de

las auditoras debería haber sido clara. Su papel era proteger a los

inversores y de los acreedores de ser engañados por los estados

financieros que adoptaron una contabilidad inaceptable y unas

revelaciones inadecuadas. Así, aunque muchos participaron en la

chapucera información financiera de la era, los dirigentes de la firma de

auditoría condujeron a sus empresas a lo más alto de la lista de entidades

que fracasaron en satisfacer las justificadas expectativas de los inversores.

Esencialmente, la cultura de las principales firmas ha cambiado. El

nuevo personal que carecía de formación que tomaron prominencia en el

profesionalismo contable gradualmente obtuvo una mayor influencia en

las firmas de auditoría. Los brazos de la consultoría crecieron

rápidamente y fueron ganando mayores niveles de recompensa que los

socios de auditoría e impuestos. Los dirigentes de las secciones de

auditoría e impuestos sintieron una mayor presión para incrementar los

ingresos rápidamente y, lo más importante, aumentar los márgenes de

beneficios en sus áreas de servicios. Aquellos con facilidad para vender

nuevos trabajos avanzaron con mayor rapidez. El proporcionar una gama

de servicios de consultoría para auditar clientes se convirtió en uno de los

aspectos importantes en la evaluación de los socios de auditoría. Aquellos

con habilidades técnicas previamente consideradas tan vitales en la firma

se encontraron con roles relativamente menos importantes. Los

empleados dentro de las firmas eran capaces de observar fácilmente las

cualidades de aquellos que eran las crecientes estrellas y emprendieron

esfuerzos para emular esas cualidades. El prestar servicios profesionales

de calidad no desapareció, por supuesto. Nadie llamó al timbre de una

firma y anunció, “la calidad del profesionalismo está fuera”. Por otro

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lado, mantener al cliente contento y hacer lo que fuera necesario para

retener al cliente alcanzó una prominencia que no existía antes de la

llegada de los brazos de la consultoría.

Principalmente los intereses comerciales habían minado el corazón

de los valores de las firmas profesionales. La cuestión no era cómo la

prestación de un servicio particular de consultoría podría afectar el juicio

del auditor. La cuestión no era cómo la existencia de honorarios de

consultoría que eran mayores que los honorarios anuales de auditoría

podrían afectar el juicio del auditor. La cuestión era cómo la creciente

infusión de personal versado en, o incluso apreciativo de, la vital

importancia de prestar un servicio de contabilidad y auditoría de calidad

afectaba la cultura interna de la firma, sus decisiones a alto nivel, y los

patrones de comportamiento del influenciable grupo de empleados. No

era que el personal de consultoría no fuera profesional en desarrollar su

trabajo, era que sus acciones y comportamiento estaban conducidos más

lejos comercialmente que lo que sería aceptable para el personal de

auditoría. Los consultores no se centraron en los intereses de los

inversores o acreedores, y sus posturas afectaron gradualmente a cómo

los auditores abordaron su trabajo. Los auditores estaban más dispuestos

a asumir un riesgo adicional para mantener sus niveles de ingresos.

Muchos de los procedimientos de auditoría de hace mucho tiempo que

pusieron al personal de auditoría al tanto de las transacciones recurrentes

fueron reducidos. Los clientes eran cada vez más capaces de persuadir el

compromiso de los socios que su manera de ver una transacción no era

sólo aceptable sino deseable. Los socios de auditoría aceptaban

demasiado a menudo las opiniones de los clientes en el momento,

acordando arreglar el problema el año próximo. (Cómo empezó esta

idea?) El sano escepticismo fue reemplazado por la conformidad. El

marco de la auditoría estaba indeterminado, y el resultado de fue lo que

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recientemente hemos visto en masivas bancarrotas, reestructuraciones

corporativas, y los litigios en marcha. Los cambios culturales se

desarrollaron durante un largo periodo de tiempo y han llegado a ser

generalizados. El actual reto de los dirigentes de la firma es conseguir un

entendimiento de cómo la cultura actual se ha desarrollado y lo bueno de

eliminar las iniciativas comerciales perjudiciales y restablecer un

adecuado grado de profesionalismo.

Restablecer el profesionalismo

Esta evolución del crecimiento de los servicios de consultoría y el

considerable impacto que el personal de consultoría tuvo en el cambio de

la cultura interna de las auditoras fue un amplio fenómeno en la profesión

y condujo a la desaparición de Andersen. La supervivencia de las otras

grandes firmas es posiblemente algo casual, también como en cierto

modo relacionado con la naturaleza particular de la práctica de

consultoría de Andersen. Andersen fue sin duda la más vulnerable de las

firmas. Su práctica de consultoría tomó forma en poco tiempo y prosperó

a un ritmo más rápido. Las batallas internas sobre los beneficios de las

acciones y lo beneficioso de incrementar el negocio llegó pronto a

Andersen. Los esfuerzos de acuerdo fueron mayoritariamente

infructuosos, en parte debido a la naturaleza agresiva de los dirigentes de

consultoría y en parte porque los dirigentes de auditora e impuestos no

fueron lo suficientemente agresivos en demandar la conservación de los

principales valores de hace tiempo.

Algunas de las firmas que permanecen han dado pasos ahora para

librarse de las previamente existentes prácticas de consultoría, de este

modo eliminan algunas presiones importantes que crearon los cambios

culturales internos. Aún así, estas eliminaciones han sido emprendidas

bajo coacción más que porque los dirigentes de la firma reconocieran la

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necesidad de tales eliminaciones para la supervivencia de la firma. Estas

firmas, incluso hoy, continúan expandiendo la gama de servicios

ofrecidos dentro de las divisiones de auditoría e impuesto, compensando

en parte los servicios previos que han tenido que ser suspendidos según

las disposiciones de la reciente legislación. El comentario en 2002 de la

legislación Sarbanes-Oxley ayudará a establecer límites en el ámbito de

los servicios que no son de auditoría, y esto debería mejorar las,

calificaciones de los miembros de los comités de auditoría (entre otras

disposiciones); sin embargo, las causas subyacentes del deterioro en el

profesionalismo contable permanecen. Los dirigentes de las diferentes

firmas necesitan comprender que la cultura interna de la firma requiere

una sustancial atención si la reputación de la firma va a ser restablecida.

Ninguna legislación es probable que resuelva los cambios de

comportamiento que se han desarrollado dentro de las firmas en los

últimos 30 años.

Las firmas necesitan considerar ciertas iniciativas. El tono en lo

más alto de las firmas necesita cambiar. Como punto de partida, las

firmas importantes podrían requerir que los socios directores conozcan

los criterios establecidos por el Acto de la Sarbanes-Oxley para los

individuos en los comités de auditoría de la SEC quien es designado

como un experto financiero. Recientes socios directores han sido

demasiadas veces los principales animadores, promoviendo el

crecimiento de ingresos, o individuos con más conocimientos

administrativos que contables y de auditoria. Las políticas establecidas en

lo más alto de las firmas deben ser aprobadas y articuladas por individuos

que tienen el respeto profesional de los gerentes y el personal. La

oportunidad de restablecer la primacía del comportamiento profesional en

la conducta de los servicios prestados no será fácil de realizar. Tal

restablecimiento probablemente no se llevará a cabo del todo si el

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mensaje principal se conoce a través de la firma como ser sobre todo un

defensor del crecimiento de los ingresos incluso cuando este crecimiento

puede ser a costa de la reputación de la firma por el excepcional

profesionalismo en la prestación de sus servicios.

Los socios de mayor nivel en las firmas también necesitan

considerar si las cuatro grandes firmas en realidad son incontrolables. En

auditoras más pequeñas (o cuando las actuales cuatro grandes firmas eran

más pequeñas), un socio principal es capaz de controlar el cumplimiento

del socio y evaluar las fortalezas y debilidades de cada uno de los socios.

Como las firmas han crecido a sus actuales tamaños, establecer controles

efectivos es un cambio sustancial. Quizás se podría considerar si una

división de una de las grandes firmas mejorase el control de la calidad de

la misma lo que permitiría una efectiva prestación de un servicio de

calidad. Mientras que este pensamiento no cabe duda de que, para

algunos, es draconiano, uno sólo tiene que pensar lo que podría ocurrir si

una de las actuales cuatro grandes firmas corre la misma suerte que

Andersen. El fracaso de las firmas podría entonces estar a merced de la

intervención legislativa o reguladora, un pensamiento aún más

draconiano. El quid de la cuestión, sin embargo, es si las grandes firmas

son capaces de dirigir sus prácticas para asegurar una alta calidad de

servicio a sus clientes y al público.

Las firmas necesitan poner un gran énfasis interno en el control de

la calidad en el desarrollo de la auditoría. Mayores esfuerzos deberían ser

dedicados en asegurarse que los clientes encuentren la intención de la

aplicación de los criterios contables, y menos esfuerzos dedicados a

ayudar a los clientes a estructurar las transacciones para evitar la

aplicación de debida de criterios. De acuerdo con FASB, el centro de

atención de las firmas debería estar en presionar a este para desarrollar

criterios que sean conceptualmente buenos y que eviten acuerdos que

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están diseñados a mantener un segmento de la sociedad contenta a costa

de buenos informes financieros. Demasiado a menudo, las auditoras han

actuado inclinándose hacia sus clientes en la presión política de FASB en

cuestiones técnicas específicas y no han encontrado los criterios del

profesionalismo que el público legítimamente espera. Muchas de los

criterios de la FASB contienen impurezas conceptuales que animan

actividades de grupos de presión, y muchas firmas son participantes

activas en esta actividad poco ética. La presión política de FASB en

nombre de los intereses particulares de los clientes no es profesional y

arroja dudas sobre la independencia de las firmas auditorias, así como

respecto al suministro de servicios de consultoría a sus clientes auditados.

Nota secundaria: he visto recientes comentarios por los dirigentes

de algunas de las 4 grandes firmas que sugieren que la causa real de las

recientes deficiencias de los estados financieros es el fracaso de la

existencia de criterios contables para reflejar las economías subyacentes

de los informes de las compañías. Estas declaraciones parecen ser

intentos aprovechados para desviar las críticas del rendimiento contable

de la firma hacia la idoneidad de los establecidos actualmente y

generalmente aceptados principios contables. Para probar la sinceridad de

estos comentarios, sugiero un análisis de las recientes presentaciones a la

FASB sobre criterios propuestos que han enfatizado la realidad

económica sobre “una mirada hacia atrás mirando el coste histórico”.

Sospecho que tal análisis revelaría que algunas firmas han

desaprovechado numerosas oportunidades para animar al FASB en sus

esfuerzos para adoptar criterios que reflejen mejor la realidad económica

y, de hecho, a menudo han tomado posiciones fuertemente contrarias, al

final en parte por la urgencia de los clientes.

Mientras hablamos del tema de FASB, necesitamos reconocer que

el Comité le fue bien en la legislación de la Sarbanes-Oxley. Yendo hacia

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delante, el Comité necesita hacer un mejor trabajo educando diputados y

senadores en los criterios propuestos y por qué los esfuerzos de presión

política de los electores son siempre más egoístas que deseables desde la

perspectiva de un justo informe financiero. El comité necesita atacar a un

importante número de sus criterios que son conceptualmente erróneos y

que incorpora una serie de límites arbitrarios que intentan prevenir a los

usuarios de la no aplicación de los criterios. Deberíamos haber aprendido

por ahora que los criterios contienen reglas arbitrarias que intentan burlar

el comportamiento aberrante que realmente actúa para fomentar aquel

mismo comportamiento. Los dirigentes de las firmas deberían reconocer

que su personal de auditoría puede tratar con un comportamiento agresivo

a un cliente si los criterios tienen una base sólida y operacional. ¿No es

más importante proveer al personal de la firma de las mejores

herramientas posibles para que superen sus retos que obtener a corto

plazo una buena consideración sometiéndose a los deseos de los clientes?

Las grandes firmas necesitan decidir que la FASB es su aliado, no su

oponente, y que llegue a convertirse más como propio de un estadista en

la búsqueda de buenos criterios contables. Esto requerirá que los

dirigentes que entiendan los matices de las necesidades técnicas contables

y sean capaces de comprender que los aceptables niveles de rentabilidad

provendrán de la prestación de un servicio de alta calidad profesional a

los clientes.

Las firmas deberían reexaminar sus políticas de contratación de

estudiantes sin conocimientos de contabilidad y de personal con

experiencia. Las restricciones impuestas por la Actuación de la Sarbanes-

Oxley en la gama de servicios de consultoría reducirán la necesidad del

trabajo de tales individuos. Aún así, las firmas necesitan evaluar el coste

para sus culturas internas por introducir individuos que no comprenden la

trascendencia del profesionalismo contable y la importancia del

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comportamiento ético. La amplia formación de la firma en el área de la

ética necesita centrarse en los conceptos subyacentes y la filosofía global

y expectativas más que en lo que no se debe hacer que son los

comúnmente enfatizados. Deben existir claros caminos para los directivos

y empleados para informar de las deficiencias percibidas en el

comportamiento profesional o inapropiada condescendencia hacia las

demandas de los clientes de los altos directivos. Los empleados deberían

adquirir una valoración de la importancia del comportamiento profesional

por toda la organización y debería comprender rápidamente que cada uno

de ellos tiene un papel importante que jugar en ayudar a la firma a

alcanzar un adecuado nivel de tal comportamiento.

Finalmente, las firmas necesitan considerar su filosofía de la

compensación. Mientras que vender nuevos trabajos ha sido siempre un

objetivo importante en una auditora pública, las recompensas por tales

esfuerzos deberían estar equilibradas con las recompensas para aquellos

que han sido particularmente efectivos en su cumplimiento técnico y

profesional. Los ingresos de la firma crecerán cuando los potenciales

clientes reconozcan que las bases fundamentales para evaluar sus

auditorías yacen en la calidad del servicio proporcionado y el cuidado con

el que los auditores guían las decisiones de los clientes hacia un superior

informe financiero. Los auditores necesitan conseguir clientes para

entender que los auditores ganan sus honorarios solamente cuando el

auditor actúa agresivamente para prevenir a los clientes de no alcanzar

una alta calidad en los estados financieros proporcionados y revelaciones

sobre sus operaciones y desgloses.

Sugerencias para los académicos

¿Qué pasa con los educadores? ¿Qué podemos hacer para mejorar la

calidad de los productos que hacemos disponibles a la profesión

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contable? Debemos continuar enfatizando los conceptos apuntalados de la

contabilidad. Necesitamos proporcionar a los estudiantes una

interpretación de las razones de por qué el FASB no alcanza el buen

desarrollo de los correctos criterios contables. Necesitamos recalcar el

importante rol que juega en nuestra sociedad los informes financieros y

los papeles importantes de los funcionarios de las corporaciones

contables y sus auditores. Necesitamos preparar estudiantes conscientes

de los retos interpersonales que ellos harán frente en el trato con los

clientes e incluso con las políticas internas de la firma. Necesitamos

asegurarnos que el programa educacional global de los estudiantes les

proporciona las herramientas que necesitarán para convertirse en

profesionales efectivos.

Necesitamos mostrar una seria atención en lo conveniente de

inculcar en nuestros estudiantes una valoración por esforzarse

continuamente por el profesionalismo contable. Necesitamos introducir

una gran valoración por los dilemas éticos en nuestros cursos. Mi

experiencia es que los estudiantes no licenciados están probablemente en

la cumbre de su idealismo cuando les contratamos. Necesitan considerar

casos que traten cuestiones éticas, no darles “la respuesta”, y no

sermonearles acerca de la correcta conducta. Necesitan debatir bastante

las cuestiones, y cada estudiante necesita ser desafiado para decidir cómo

él o ella trataría estas cuestiones. De vez en cuando, la discusión puede

terminar con el profesor proporcionando una explicación de lo que la

expectativa profesional haría para resolver la cuestión. Cuando entonces

necesite desafiar al estudiante a considerar si su sistema de valores está

realmente en sincronía con lo que se esperaba de ellos cuando se

embarcaron en sus carreras. Esta atención en el comportamiento ético

necesita ser incorporado por todo el currículo contable y no dejado para

ser tratado como un apéndice para un curso de auditoría. Un código ético

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es realmente un sistema filosófico establecido y no una recitación de una

serie de normas sobre lo que no debe hacer.

Conclusión

Mi meta es incitar una reconsideración de lo que es necesario para

devolver la profesión auditora al nivel de credibilidad del que disfrutó

una vez. Los dirigentes de las grandes auditoras deben reconocer que es

necesaria una seria valoración del estado actual de los escándalos. La

profesión auditora es una importante faceta de nuestra sociedad, y su

supervivencia no debería depender de la efectividad de la legislación de

la Sarbanes-Oxley. Los dirigentes de esta profesión, quienquiera que

sean, necesitan adquirir un conocimiento de por qué han fallado en servir

bien al público en los últimos años. Estos dirigentes necesitan adoptar

ahora políticas que les permitan a sus profesionales una vez más

satisfacer las expectativas del público.