Prologo La Diana

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Prólogo de La diana, literatura espanola del siglo XVI-XVII

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    sa de su condicin de converso (Espaa en su historia, Buenos Aires, 1948, pg. 577; trat ms extensamente de Montemayor, el carcter de su religiosidad y la rela-cin con la Diana en su artculo Lo hispnico y el eras-mismo, "Revista de Filologa Hispnica", IV, 1942, p-ginas 57-63).

    Muiy recientemente Marcel Bataillon ha afinado esta interpretacin cuando afirma que "quien procure in-terpretar estas novedades [las que lleva consigo la Diana con respecto a la obra pastoril precedente] acu-diendo a la sensibilidad neocristiana del autor, ha de pensar no slo en la desazn de los cristianos nuevos peninsulares, sino en la multisecular herencia de me-lancola del pueblo judo, criado en la amargura del destierro". (Melancola renacentista o melancola ju-da? "Homenaje a Archer M. Huntington", Wellesley, 1952, pg. 39.)

    A casi todos estos trabajos hago mencin en este prlogo, del que aparto para tratarlo en ocasin ms conveniente el tema de la influencia de la Diana en la literatura universal.

    IT

    A N T E C E D E N T E S Y O R I G I N A L I D A D D E L A D I A N A

    LITERATURA PASTORIL.

    El trmino pastoril es adjetivo; no existe por s propio con una limitacin como la que tiene el libro de caballeras. Lo pastoril ha de ser en este caso la vestidura expresiva de una intimidad que elige ma-nifestarse de esta manera. El gnero pastoril agrupa en conjunto obras de la ms diferente entidad, unidas por el hecho de que sus personajes son pastores. Esta calidad pastoril ocurre slo .en virtud de la declara-cin del escritor, sin que sea preciso que coincida la existencia literaria de estos pastores con la realidad vivida del oficio. Un nervio cultural viene a unir a casi todas estas obras: la constante grecolatina que se mantiene en el desarrollo de las literaturas rom-nicas con una fijeza que seala la continuidad de un principio cultural comn a muchos pueblos y tiem-pos. Este fondo se exalt con el humanismo, y vino a constituir una de las manifestaciones ms sazonadas de la literatura de la intimidad.

    De los versos escritos al dar carcter literario a los ocios del oficio pastoril en un rincn de Grecia, vino un procedimiento de contar los sucesos de la intimi-

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    dad que sirvi de molde en muchos otros ambientes. Desaparecida la inmediata realidad campesina, qued de ella slo la versin potica con un ntimo torcedor inicial: la conciencia de que se operaba con interpre-taciones artsticas, que no podan acercarse sino con muchas precauciones a la verdad real. Una reaccin verista (y ms en la literatura nacional, que tiende desesperadamente a unir el orbe heroico-ideal con el real, sin importarle romper la imaginera potica) es-tuvo siempre en gestacin; el prestigio de la tradi-cin apenas puede ocultar siquiera el gesto de rebel-da. El mismo Montemayor (1) hace algunos guios irnicos. Cervantes, despus, no har callar a Bergan-za, a pesar de su entera fe pastoril.

    LA PRECEPTIVA ROMANCE DEL GNERO Y sus INMEDIATOS ANTECEDENTES.

    Al sealar a lo pastoril este carcter de vehculo li-terario, es preciso examinar cul era la circunstancia potica de Montemayor con referencia al gnero. La aventura entre pastores, la gloga, se perfilaba entre los distintos estilos: el italiano, representado por Gar-cilaso, y el de races medievales. De carcter lrico uno, el otro tenda hacia lo dramtico; culto y mesurado por nuevas formas, el italiano; y ms popular y cua-jado en viejos metros, el otro. En las posteriores Ano-taciones de Herrera a Garcilaso (1580) se sealan los elementos que definen el gnero. Y esto nos indica la gran participacin que tuvo en la Diana la poesa de Garcilaso, que est como disuelta en la prosa e ins-pirando parte de los versos. En la gloga garcilasista existe a su vez una experiencia de la tradicin lite-raria que es, en parte, la misma de la Diana. Y por

    ( 1 ) Vanse las pgs. 58 y 59 de esta edicin.

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    Mto el comentario de Herrera al trmino "gloga*' puede valer para tener un conocimiento de los mate-ralos artsticos de la obra de Montemayor:

    n) El paisaje buclico y la intervencin de seres de la naturaleza pagana:

    "ai en Sicilia unos montes... a quien la naturale-Hl del lugar tiene siempre deleitosos i frtiles; en ellos I i fuentes con espessos rboles, i las aguas dellas, dul-OllSimas ms que todas; i las nzinas con fruto ms gruesso que el que dan en otra alguna parte; i todos estn llenos de plantas domsticas i infinitas vides, i nnsce en ellos la fruta en grandssima abundancia..." "En una selva deleitosssima desta regina en la cual andavan a recrearse las ninfas..."

    b) El asunto y las normas de estilo: "La materia desta poesa es las cosas i obras de los

    pastores, mayormente sus amores, pero simples i sin dao, no funestos, con rabia de celos, no manchados con adulterios; competencias de rivales, pero sin muer-te i sangre; los dones que dan a sus amadas, tienen ms estimacin por la voluntad que por el precio, por-que envan manganas doradas o palomas cogidas del nido. Las costumbres representan el siglo dorado; la dicin es simple, elegante; los sentimientos, afetuosos i suaves; las palabras saben al campo i a la rustique-za de Faldea, pero no sin gracia, ni con profunda ino-rancia i vegez, porque se tiempla su rusticidad con la pureza de las vozes proprias al estilo."

    Sigue despus Herrera con la historia del gnero, repetida por los tratadistas de la Literatura: Mosco, Tecrito, Bion, Virgilio, Tito Calpurnio, Olimpio Ne-mesiano, Petrarca, Boccaccio, Sannazaro, Pontano y,

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    finalmente, el prncipe Garcilaso, que es el que comen-ta. As Herrera ha recogido los componentes del g-nero en el siglo de Montemayor. Pero su orientacin es en especial humanstica. Exista otra percepcin de la naturaleza, vital y no libresca, a la que desprecia Herrera: "... i al contrario, Batista Mantuano i lun de la Enzina, infacetssimos escritores de glogas..."

    Menndez Pelayo parte de las ms antiguas mani-festaciones de la lrica peninsular, que le llevan hasta Gil Vicente y Bernardim Ribeiro (1). Pero hay que tener en cuenta que este lirismo no puede limitarse a la influencia gallegoportuguesa. Los recientes descu-brimientos sobre la lrica primitiva sealan una ma-yor extensin de esta calidad de poesa por Espaa, y por otra parte no hay que buscar slo antecedentes de carcter pastoril, sino tambin de la expresin potica del amor y sus estados del alma. El propio Montemayor acude a esta poesa secular en busca de temas para glosa (2). Y lo mismo que en la Diana hace en su Cancionero. El Romancero haba acogido algunos temas novelescos de carcter pastoril: la pas-torela, la dama y el pastor (ya difundido hacia 1420), y la serranilla de la zarzuela (del mismo tiempo). Pero poco intervino esto en la Diana, pues la moda pastoril en el romancero (triunfante despus de 1590) es con-secuencia del xito de esta clase de libros de pastores.

    BOCCACCIO Y EL DINAMISMO PASIONAL DEL "NLNFALE FIESOLANO".

    No basta a Boccaccio narrar la quietud contempla-tiva de un estado espiritual. Su obra potica (en el sentido etimolgico de la palabra) es fundamental-

    (1) Orgenes de la Novela, ed. citada, pg. 191. (2) Vanse las pgs. 57; 127 (antiguo cantar) ; 255 (mate

    antiguo) y 128 (villancico antiguo).

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    mente dinmica, con vivo ritmo en la accin, que no se estanca, como en Dante, cuya Vita Nuova es casi pura introspeccin. Agilidad de la narracin que va de un hecho a otro; hondo resorte vital que mueve al pastor frico y a la ninfa, los dos personajes del Fiesolano, a una accin constante. No importa que la terminacin de estos incidentes no resulte favorable para los amantes; la poesa est en sorprender la in-tensidad espiritual de los afectos humanos, en su bru-tal consecuencia, que conduce hasta la violencia la ima-gen lbrica. La expresin de esta sorpresa, la habili-dad tcnica de consumado narrador, dan lugar a la creacin del clima potico. Ciertamente que la obra est en verso, que no es molde apropiado para un re-lato, pero su contenido es accin; es un descubrir el mundo mediante supremas sensaciones, consecuencia del amor (como, por ejemplo, ese darse cuenta de la maternidad que, lentamente, desde el cuerpo, invade el alma de Mnsola; y despus el choque con la socie-dad y los estatutos de Diana). El nervio del Fiesolano, de Boccaccio, est en el encuentro, resuelto trgica-mente, entre la sobrevalorizacin de la virginidad, que es el ambiente en que vive Diana y su squito de ninfas, y la aventura amorosa de Mnsola con el pas-tor. El fondo pastoril es escenario; mejor que pasto-ril, convendra llamarlo "natural". Mnsola rompe el ambiente y crea la tensin dramtica. Su conversin en ro es el fin mitolgico de la novela. La carne sie hizo agua en el proceso de depuracin pagana (1).

    Montemayor llev tambin a la Diana esta inten-cin de honestidad; la alabanza al amor "fino" se re-pite una y otra vez en las pginas del libro. Su pro-psito fue crear un ambiente potico en el que se pu-diera vivir en aquella atmsfera de amor virtuoso

    (1) GIOVANNI BOCCACCI : II Ninfale Fiesolano, vol. X I I I de la Col. Classici Italiani, Torino, 1 9 2 6 .

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    que de manera tan pormenorizada explica Len He-breo, al que Montemayor traduce literalmente (1). Cuanto represente amor "loco", desaparece del libro o es cruelmente eliminado; los salvajes que persiguen a las ninfas perecen en actitudes estatuarias antes de conseguir sus deshonestos propsitos (2). Ha habido un cambio fundamental: de nervio, de ser el torcedor de la obra, ha pasado el tema virginal a ser ambiente presupuesto, intangible, paisaje filosfico. Pueden se-alarse otras coincidencias, debidas a la uniformidad expresiva del gnero en sus diversas manifestaciones; as la presencia de las ninfas, violentas y esquivas en Boccaccio, amables y urbanas en Montemayor, las fuen-tes, las lgrimas, las frmulas de los crepsculos, las quejas al Amor, etc.

    Boccaccio refiere en el ttulo la intencin de la obra: es el libro de las ninfas del Fisole. Pero el propsito fue transformado por el genio realista de Boccaccio en una "novela" de la que son protagonistas frico y Mnsola. Los elementos mticos y legendarios se re-ducen en la Diana al lmite. Montemayor continu en parte esta intencin de mover a los personajes e im-pedirles la quietud, y slo permitrsela en los largos monlogos narrativos que sirven en la obra para en-lazar con la danza de parejas. En el Ninfale d'Ameto, la otra obra de Boccaccio que suele citarse como ante-cedente del libro de pastores, su autor crea una amplia alegora con elementos del fondo pastoril; cierto que la mezcla de prosa y verso hace que esta obra se rela-cione ms con el aspecto formal de la narracin pas-toril, pero la intencin es muy diversa.

    (1) Vase nota de las pgs. 104 y sigs. (2) Vase pg. 90.

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    LA "ARCADIA", PASTORAL CSMICA.

    Desde 1547 poda conocer Montemayor una versin espaola de la Arcadia (1 ) , adems de los originales italianos. Representa la Arcadia, de Sannazaro, un an-tecedente notable de la Diana; es la mezcla de pro-sa y verso que es comn al libro de pastores, si bien en la Arcadia se halla al final de cada captulo el verso, en simtrica ordenacin. Representa tambin el arti-ficio de introducir personas verdaderas en la ficcin pastoril (como en las Buclicas virgilianas). La inten-sidad de las pasiones del Ninfale Fiesolano se ha apa-gado; no es propiamente un desarrollo de sentimien-tos lo que ocurre en la Arcadia; los pastores se que-jan serenamente. El personaje central es ms bien la Naturaleza, que se exalta en oposicin a la ciudad. Aparece el viejo tpico del Beatus ule, sin el final so-carrn que enfrenta la accin y la quietud. Los prra-fos de la Arcadia son demostraciones de un estado de nimo que ha de acompaar al Renacimiento: "Y mu-cho ms por los solitarios bosques, silvestres paxari-tos, sobre los verdes ramos cantando a quien los es-cucha a plazer, que por las pobladas cibdades de dentro de las hermosas y compuestas jaulas, aplazen los enseados." "Y quien dubda que no sea ms agra-dable a la voluntad humana una fuente que natural-mente salga de las bivas piedras, rodeada de verdes yervas, que todas las otras por arte hechas de muy blancos mrmoles resplandecientes, con mucho oro, cier-to que yo crea- ninguno lo dudara."

    sta es la intencin del autor, como ha interpretado Scherillo. En las pginas del libro aparece una gran

    (1) Arcadia de J'acolo Sannazaro, gentil homre 'Napolitano: tradmida nueua mente en nuestra Castellana lengua Hespaola, en prosa y metro, como ella estaa en su primera lengua Tasca-ra, Toledo, 1547. Pormenores de esta edicin pn MENNDEZ PELA-YO : Orgenes de la Novela, ed. citada, pgs. 211 y sigs.

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    riqueza de elementos naturales; hay un cosmos de vida mineral, vegetal y animal, de rumores y luces; as, en pocas pginas de la Arcadia aparece la mayor variedad vegetal: abetos, robles, fresnos, pltanos, cas-taos, bojes, pinos, hayas, tejos, palmeras, cipreses (sorprendidos por una bella imagen: "se ve subir hazia el cielo vn derecho ciprs, verdadero ymitador de las altas metas"). Pero Montemayor reduce todo esto; l se queda con una Naturaleza limitada, y le bastan, por lo general, unos pocos vegetales: alisos, mirtos y sau-ces. Y por otra parte, aunque diga desdear al corte-sano, ha de expresar la belleza de las riquezas her-mosas. Schonherr cree que el mundo mgico de la Arcadia (Prosas VIII y IX) pudo haber inspirado la ficcin de la sabia Felicia, y que el cementerio del jar-dn del palacio de esta dama pudo tener su origen en la Prosa X.

    "MENINA E MOQA" Y LA EXACERBACIN SENTIMENTAL PORTUGUESA.

    Menina e moga es un libro de caballeras que en tie-rras portuguesas pierde su carcter activo para venir a convertirse en la expresin desgarrada de un caso de amor desgraciado, contado a la manera pastoril. El inters del libro no est en la hazaa del caballero, sino en el estado afectivo de los personajes. Por eso hay en sus pginas delicadas observaciones sobre el amor y sus efectos: "Quantas donzellas comeo jaa a trra com as soidades que lhe deixaram cavaleiros, que comeo outra trra com outras soidades? Cheos sam os livros de historias de donzellas que ficarom chorando por cavaleiros que ae hiam..." (1). O esta otra, uni-versal: "O amor demasiado... nam vive em trra de

    (1) Historia de Menina e moga de Bernardim Ribeiro, ed. D. E. Grokenberger, Lisboa, 1947, pg. 19.

    PRLOGO LXI

    razam" (1). Para Schonherr (2), la obra de Bernardim Ribeiro dio a Montemayor la idea para su libro. Co-nocera algn manuscrito o temprana edicin de Me-nina e moga (la edicin de Ferrara es de 1554, y la de vora, de 1557), y el desbordamiento sentimental de este texto le ense la manera de dar expresin a su propio dolor. Esta obra le pudo inspirar el que es-cribiese en prosa parte de su libro, y el erudito ale-mn encuentra otras semejanzas entre el principio, lleno de lamentaciones y lgrimas, de ambas narraciones. Con todo, creo que Schonherr se deja llevar por coinci-dencias generales, y extrema la semejanza de las dos obras. Montemayor innova una mejor estructura del argumento; de la suma de coincidencias se podran justificar muchas por una tradicin comn y por ser de un mismo tiempo histrico. Pero la experiencia de Menina e moga pudo contar para la redaccin de la Diana, aunque no la justifique por entero.

    LA ORIGINALIDAD DE LA "DIANA".

    Recorridos los antecedentes tradicionales del gne-ro, desde Grecia hasta Italia, por un lado, y por otro, hasta Menina e moga, e indicada la circunstancia del gnero en el siglo de Montemayor, cabe hacer algunas apreciaciones sobre lo que representa la Diana en la evolucin de la literatura pastoril. Hasta la Diana (3), las formas lricas de orientacin pastoril haban sido moldeadas por lo general en verso. El hecho de que Montemayor prosifique en parte una obra de esta na-turaleza obliga a examinar las circunstancias que lo justifican. La reiteracin en un tema determinado aca-

    (1) dem, pg. 27. (2) Obra citada, pgs. 27, 29, 30 y 35. (3) Las traducciones de la Arcadia fueran obra de eruditos y

    con escasa trascendencia; los intermedios pastoriles en otra obras anunciaban una posibilidad que no realizaban.

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    ba por necesitar cierta novedad si se quiere apurar lo que pudiera dar de s. Y tal puede ser en este caso el tratar el argumento en prosa, que es una forma lite-raria menos rigurosa que el artificio del verso. El triunfo de una obra de esta naturaleza supone una cierta popularizacin. Los libros de caballeras ofre-can la forma de relato ms difundida en la primera mitad del siglo xvi (y en Francia el libro de caba-lleras procedi tambin de una prosificacin), y Mon-temayor supo acomodarse a esta forma en prosa, que de este modo ofreci un nuevo cauce para la literatura pastoril. Por otra parte, tal cambio estaba implcito en la gloga desde los antiguos, y Montemayor escri-bi varias de ellas cuyo desarrollo en verso est en ocasiones prximo al de la prosa de la Diana, As, en la gloga III una pastora se dirige a un pastor para que le cuente su caso de amor, como ocurre tambin en la Diana, y la situacin se describe as:

    Acaso en este exido me hallo, y pues te veo, te ruego que me cuentes tu historia, y que te asientes en esta verde yerba, porque creo que debe ser historia para jams caer en mi memoria

    (Cancionero, 1562, pg. 477.)

    Y ayuda tambin el que las glogas sean dialogadas, parte esencial en la Diana, pues precisamente sta es una circunstancia que arraiga el libro de Montema-yor en un sentido potico profundamente espaol. Los personajes, graqias a estos dilogos, buscan el realce del caso personal, que as comunican a los dems des-de su propio punto de vista. Esta preferencia por la expresin comunicada impide a veces exposiciones de sentido unitario, pero en este caso hace que el plato-nismo potico del siglo xvi se difunda, no en los tra-

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    tados humanistas o en los dilogos reposados de una academia o reunin cortesana, sino en estos libros apasionados, lacrimosos y aparentemente desordenadas. De ah la disposicin que se ha adoptado en el aparato tipogrfico de esta edicin, donde queda visiblemente patente esta caracterstica. Vieja tcnica, acreditada ya en los cantares, donde la voz del juglar transmita la emocin del poema al auditorio, y en los romances, tan poticamente cortados en el momento oportuno; en el teatro, de inmediato alumbramiento en su fase nacional, donde unas mismas figuras y unos temas se-mejantes producen eterna novedad a los conflictos.

    En los libros de pastores hay, asimismo, una am-plia problemtica amorosa; cada caso sobreviene en combinacin con otros, pero en s posee unidad de desarrollo y desenlace. Su exposicin es dramtica; es la conversacin, el dilogo, la rplica lo que separa un caso del otro dentro de una sutil casustica amorosa. No importa tampoco que cada personaje sea un caso determinado de amor, y en este sentido, parcial; el desfile de tantos como forman la Diana ha de ser en conjunto una consideracin del amor ms viva que la que ofrezca cualquier tratado. La variedad de los aman-tes impide al escritor aquel insistir morboso sobre un mismo caso, como es propio del relato sentimental de la Edad Media. Parece como si el Renacimiento hu-biera abierto las puertas a la diversidad de los casos humanos y hubiese querido mostrar en diferentes as-pectos o procesos lo que en la teora platnica es aspi-racin a la unidad.

    LA NOVELA PASTORIL Y LA PICARESCA.

    Si en la picaresca es la personalidad del narrador lo que enhebra y nervifica la accin, en la pastoril es el sentimiento del amor lo que sustenta la armazn

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    ideal del libro. Inacabada es toda novela pastoril; in-acabada tambin la picaresca. La pastoril porque siem-pre quedan cabos sueltos para continuar el caso de amor. La Diana mantiene en esto su relacin con el Cancionero, pues cabe en ella cuanta poesa se le quie-ra endosar. Inacabada la picaresca porque el maana es siempre una posibilidad: "lo que pasare ms ade-lante yo no lo s". Gneros de formas abiertas, carac-tersticamente espaoles, que se pueden proseguir y reformar; el continuador, atento (si se quiere) a la ganancia material, responde, sin embargo, a una pro-funda significacin. Los personajes, una vez creados, ya no pertenecen al autor; siguen vagando por el mun-do literario dando quehacer a las prensas: Celestinas, Amadises, Lazarillos y Picaros y Dianas.

    Puede, por fin, recordarse, frente a la parcialidad de temas humanos de la novela pastoril, cmo en la picaresca los personajes ignoran el mundo afectivo en el aspecto que lo trata aqulla; es decir, en el dominio del amor virtuoso. Esta dualidad estrepitosa, en la que aparece desviada la narracin nacional (de carc-ter filosfico en ltimo trmino), se unifica en manos de Cervantes con el Quijote, en el que todos caben como en una inmensa arca de No: pastores y picaros, caballeros andantes y asentados, Dulcinea, Marcela y las mozas del mesn.

    I I I

    E X A M E N D E L A D I A N A

    En este examen se van a considerar separadamente los siguientes elementos:

    a) Los diversos ambientes; b) Los distintos personajes que se mueven en los

    anteriores; y c) Los motivos por los que actan. La trabazn potica de la Diana, que le impide ser

    una suma de la tradicin pastoril y las agregaciones novelescas, es precisamente la unidad dinmica de su concepcin literaria, es decir, la coordinacin del pai-saje, los personajes y los mviles de accin. Estos ele-mentos se mueven conjuntamente; son como esferas unas dentro de otras que giran para mantenerse en equilibrio con determinado ritmo, pues si perdiesen el movimiento quedara rota la rbita pastoril tal como la hizo triunfar Montemayor, y los distintos elemen-tos saltaran sueltos, cada uno por su lado. Precisa-mente por la gracia con que sabe mantener la concu-rrencia de los elementos tan diversos que ahora dir, la Diana pudo ser una obra capital. Reunir armnica-mente este conjunto supone el acierto de conseguir una nueva unidad literaria tomando como fundamento un ambiente pastoril (de tan densa tradicin) y conju-gando con l lo sobrenatural (pero no en su grado eru-

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  • LXVI PRLOGO

    dito), lo ficticio (los casos de la "novela") y lo real (los datos biogrficos, declarados por el propio escri-tor). He aqu su anlisis:

    a) LOS DIVERSOS AMBIENTES

    1. EL AMBIENTE PASTORIL.

    Paisaje quieto, de una belleza "natural", en el que han de vivir los pastores sin otro cuidado que su ga-nado (y poco quehacer ha de ser ste), y alegrarse o penar (ms esto que aquello) con el amor o, perma-neciendo indiferentes al mismo, gozar de la libertad de su alma y de la hermoisura de los campos. Un pai-saje indeterminado, pero conocido por las glogas de Garcilaso (1 ) . Acentuar una de las notas; el escena-rio pastoril de la Diana est lleno de sonoridades, de armona musical. No es de extraar por la condicin de cantor de Montemayor; en l lo cancioneril y la prosa como forma y contenido estn ntimamente liga-dos con lo musical.

    2. EL AMBIENTE SOBRENATURAL.

    Al llegar la Diana al libro IV, ingresa en el mundo de fantasa en el que reina la sabia Felicia. Montema-yor hace entonces un alarde de descripcin imaginan-do un riqusimo palacio, suma de los que l habra visto. Un desbordamiento de materia preciosa desplie-ga su lujo artstico, y sustituye el leve ambiente na-tural del paisaje pastoril. Tales descripciones eran fre-

    (1) Wmse en la pg. LV los caracteres que asigna HERREBA JII paisaje pastoril en las Anotaciones a Garcilaso. Sobre la as-cendencia de los tpicos: Sanctii Brocensis, Francisci, Opera omina, vol. IV, opera potica, Genevae, 1766.

    PRLOGO LXVII

    cuentes en los libros de imaginacin de la poca de Montemayor. La tradicin caballeresca, acostumbrada a usar de estos artificios, estaba an viva. Y todava ms: En un curioso libro del Renacimiento, el Cro-taln, de Cristbal de Villaln (1) , que se difundi manuscrito alrededor de 1552, se describe un episodio que pudiera tener cierta relacin con el palacio que centra este mundo de fantasa de la Diana, slo que all es de signo enteramente contrario. Un personaje que atraviesa Navarra encuentra una dama, que es una maga que se le presenta luego en un palacio como una joven de deslumbrante hermosura. La descripcin de este palacio recuerda por su lujo y riquezas el de la Diana, pero los hechos que acontecen en l son de carcter en un todo opuesto al del libro de Monte-mayor. All se renen damas y caballeros en juegos de brillante cortesana; se describen banquetes sun-tuosos y reina el ms desenfrenado amor sensual; por la noche el caballero goza de la dama. En otra parte del palacio presencia el artificio de una serie de cua-dros de historia del tiempo. Precisamente la maga (al revs que Felicia) vive entre el vicio, y el joven pue-de darse cuenta a tiempo y alejarse de all. Esto basta para sealar que el palacio de Felicia, que puede coin-cidir en su aspecto con el de esta maga, es precisa-mente un templo de virtud.

    Dentro de la riqueza de los palacios, los trajes de don Felis y Felismena reviven en el relato finamente los retratos de los pintores contemporneos. En este am-biente, Montemayor admite la belleza de las artes, que en el siglo tienen un sentido estrictamente social ( 2 ) ;

    (1) El Grotaln, ed. Biblifilos Espaoles, Madrid, 1871, en especial pgs. 93-132.

    (2) Vanse mis notas sobre Las Bellas Artes y la novela pastoril, "Anales de la Universidad Hispalense", XIV, 1953, p-ginas 65-89.

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    el escritor aparta la vida cortesana que acompaa a las mismas, y se queda con su sola hermosura.

    Por ltimo, ei Canto de Orfeo coloca el libro en la cima de la inverosimilitud, pues el amante de Eurdice est encantado, y entona un poema que es precisamente el elogio corts de la belleza de las damas de la poca.

    3. EL PAISAJE METIDO EN EL CORAZN.

    Pero, a veces, la mera ambientacin literaria cede el paso al recuerdo de los lugares que el poeta conoci en la mocedad. Entonces la prosa expresa un paisaje afectivo, y el relato es como una ventana abierta al campo lusitano. La identidad del lugar queda en segui-da manifiesta, sin disfraces toponmicos (Coimbra), y el campo se puebla de incitaciones procedentes de una naturaleza vivida realmente y no slo en la interpre-tacin imaginada. La flora es varia (un linar, fresnos, juncales). Se percibe incluso la hermosura aterciope-lada de los campos verdes meneados por el viento (pgina 281), al igual que en la Epstola a Jorge Mene-ses escribe este terceto apretado de experiencia vital:

    Aquel ver madurar la fructa nueva, aquel ver cmo est granando el trigo, y el labrador que el lino a empozar lleva.

    (Cancionero, 1562, pg. 429.)

    4. AMBIENTE URBANO.

    Con la vida agitada de la ciudad y la concurrencia de la Corte, cambian por completo los recursos des-criptivos; la prosa adquiere una eficacia enteramente diversa de la propiamente pastoril y arraiga en un clima literario de orden "novelstico". La ciudad est

    PRLOGO

    tambin sentida musicalmente; pero no son quejas de pastores con zamponas y rabeles, sino conciertos de rondas que ponen fondo de canciones en las noches de la ciudad (pgs. 105 y 147).

    5. PAISAJE ANDALUZ, DE RECONQUISTA.

    Ms al extremo de esta lnea hacia una geografa real, y claramente nombrada, est la historia de Abin-darrez. Cierto que no pertenece a las primeras edi-ciones de la Diana; se trata de una interpolacin que Menndez Pelayo califica de desaprensiva, efectuada, segn l, por editores sin escrpulos. No resulta, sin embargo, desacertada; la prueba es que sigui repi-tindose en todas las ediciones. No siendo el desarro-llo de un solo argumento, como se ha visto, criterio de unidad en la Diana, sino este cruce encabalgado de his-torias con la comunidad de la pasin como tema nico, la historia de Abindarrez agrega una nota de exotis-mo morisco que completa la procedencia hispnica de la narracin. El tema pico, del que el morisco es una ltima continuacin, entra con profundidad en el Re-nacimiento espaol, y aqu pone su nota en una obra que por esencia est falta de races geogrficas (pgi-na 203).

    b) LOS DISTINTOS PERSONAJES

    1. LOS PASTORES.

    La indicacin del propio Montemayor, escrita en el argumento preliminar de la Diana, de que va a tratar en su libro "de casos que verdaderamente an sucedido, aunque van disfracados debaxo de nombres y estilo pastoril", no ha de limitar en este solo sentido (bus-

  • LXX PRLOGO

    queda de la ancdota de cada caso) la interpretacin del libro. Esto lo not Wardropper al decir: "The shepherds are not courtiers set in artificial surroun-dings. They are lovers living in the ideal world of love" (1). Esta circunstancia de la posible ancdota acaso sea menos importante de lo que se supone, pues aquellos que se interesaron por el libro a causa de este hecho, habran de ser siempre contadas personas, y con esto slo no se justifica la extensa difusin de la obra. Algunos estudiosos insisten en tal aspecto como fundamental (en el gnero, desde las Buclicas, de Virgilio), pero en parte esto no es sino un afn por la historicidad del relato (preocupacin que es le-gtima si se considera como fuente de documentacin, aunque no definitiva en el aspecto literario). As ocu-rre que con la Diana no se insina determinada identi-ficacin cortesana hasta una edicin francesa de 1603, y los otros testimonios son bien confusos. Representan los pastores, por el contrario, una secular reaccin contra la vida cortesana. Fray Antonio de Guevara ha-ba publicado en 1539 el Menosprecio de Corte y ala-banza de aldea. La Diana sigue esa misma orienta-cin ; concretamente, el ataque al cortesano (Diana, pgina 10) muestra que en la crisis general del Rena-cimiento el mismo hombre ejemplar que lo represen-taba haba de ser pronto discutido. Montemayor des-confa de cuanto sea nobleza heredada y defiende la personalidad adquirida en la vida (pg. 170, lnea 24). Separa los bienes de fortuna de los de naturaleza (p-gina 171, lnea 24). Es notable la protesta del pastor Silvano ante determinadas condiciones del buen aman-te. Pero no es slo en la Diana donde hallamos este rasgo de la posicin espiritual de Montemayor (Can-

    il) B R U C E W . WARDROPPER : The "Diana'1 of Montemayor, revaluation and interpretation. "Studies in PMlology" XLVIII , 1951, pg. 131.

    PRLOGO L X X I

    exonero, pg. 367, glosa), que puede relacionarse con su origen y con el esfuerzo de su encumbramiento, conse-guido por mritos y no por circunstancias de otra ndole. Opone al cuidadoso bien decir el desordenado lenguaje del amor, tpico que aparece con insistencia (pgina 11).

    RASGOS PSICOLGICOS DE LOS PASTORES:

    Un acierto: la malmaridada Diana, personaje pastoril.

    Diana queda en los primeros libros slo evocada por los pastores. Motivo de quejas, fuente de lgrimas, es slo una bella ausencia. Montemayor retarda cuan-to puede su ingreso entre los personajes que intervie-nen directamente en la accin. La figura, entrevista apenas a travs de alusiones, cobra un gran valor su-gestivo; por fin, aparece en uno de los ltimos libros (pgina 240). Y viene llorando y cantando; sus versos son de los ms bellos del libro. Diana es una malma-ridada. Injerta, pues, el verso con un tema lrico po-pular, palpitante de poesa:

    La bella mal maridada de las lindas que yo v^i, vote tan triste, enojada; la verdad dila t a m...

    La hispanizacin del europesmo pastoril se acusa. Diana se queja en romance y le duele el cambio habi-do en Sireno; aun casada, prefera el cortejo; el antes desdeado le duele cuando tiene otro amor; el indife-rente le punza con su actitud. Cada uno de los gestos y de las reacciones de Diana es de una gran delicadeza; hasta el mismo fin, de lgrimas y de huida, deja en el nimo del lector la gracia de un acierto potico.

  • LXXII PRLOGO

    La Diana, personaje histrico. Lope supo resumir concisamente la opinin comn

    que se tuvo sobre la Diana como personaje histrico: "D0R.Qu mayor riqueza para vna muger que

    verse eternizada? Porque la hermosura se acaba, y na-die que la mira sin ella cree que la tuvo; y los versos de su alabanga son eternos testigos que viven con su nombre. La Diana de Montemayor fue una dama na-tural de Valencia de Don Juan, junto a Len; y Ezla, su ro, y ella sern eternos por su pluma." (Escena 2. a del acto II de La Dorotea.)

    Pero existe adems la curiosa referencia de unos episodios, que son incidentales en las obras en que se citan: Cuando los reyes Felipe III y su mujer Mar-garita pasaron en 1602 (1) por Valencia de Don Juan, fueron huspedes de la Diana de Montemayor: "Dicen le cupo por posada el Marqus de las Navas y por gspeda aquella famosa mujer Diana, aquella que tanto alababa Jorge de Montemayor en su historia y versos, que, aunque vieja, todava vive y se echa bien de ver que en su tiempo fue muy hermosa, y que es la ms hacendada y rica de su pueblo. Pues por ser tan famosa esta mujer y haberla alabado tanto en su obra Jorge de Montemayor, insigne poeta, la fueron los Pveyes a ver y toda su corte a su casa como a cosa miraculosa. Es mujer entendida, y muy bien hablada, y aun muy cortesana" (2). De esta suerte qued fijada la memoria histrica de aquella dama.

    ( 1 ) En el Comentario de Faria figura 1 6 0 3 , pero ALONSO CORTS, Artculos, rectifica por otros testimonios 1 6 0 2 .

    ( 2 ) Historia de varios sucesos y de las cosas notables Que han acaecido en Espaa y otras naciones desde el ao 1584 hasta el 1608. Escrita por el P. Fray Jernimo de Seplveda... Prl. not. e ind. del P. Fray Julin Zarco Cuevas, Madrid, 1 9 2 4 , en "Documentos para la Historia del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial", tomo I V . Una narracin semejante, un poco ms pormenorizada (dice que se llamaba Ana y era de unos sesenta

    PROLOGO JLXXII1

    La soledad de Sireno.

    Passados contentamientos, qu queris? Dexadrae, no me cansis.

    El alma de Sireno, despus de beber el agua del ol-vido, qued vaca, inerte. Slo le quedaba un recuerdo vago, que no remova la pasin. Senta soledad, la pa-labra llena de sugerencias poticas. Cierto que la haba conseguido mediante un agua mgica, pero acaso no era la suya una situacin que pudo ser as efectiva-mente? Queda la calidad espiritual, que es lo que importa; hay en la Diana una apretada definicin de la soledad (pg. 269). El relato arraiga con ello en el lusismo ms profundo del alma de Montemayor. La soledad es un sugestivo encanto que crece por grados en el libro VI, el ms afortunado de los siete. La con-versacin de los pastores, el encuentro de Sireno con el perro y con el rebao, la glosa cantada y la impro-visada recuesta, y el fin, un tanto violento, marcan como un ritmo musical que se intensifica en emocin y armona, hasta que se trunca violentamente.

    Ya me ocup antes del problema literario de quin podra ser Sireno.

    Arsileo, pastor con ventura buena.

    Ventura, ven y tura.

    No falta tampoco en la Diana, que gusta de estas oposiciones, el caso de un pastor puesto en camino

    aos de edad) e indicando que fue Diana la que visit a los re-yes, con las mismas circunstancias de aposentar al marqus de las Navas, se encuentra en Lusiadws de Luis de Ga?noens... Co-mentadas por Manuel de Faria i Sousa... Madrid, 1 6 3 9 . El texto puede leerse en MENENDEZ PELA YO : Orgenes de la Novela, ed. ci-tada, pg. 2 4 9 .

  • LXXIV PRLOGO

    de bienaventuranza, que saluda la alegra de su nuevo estado con versos optimistas. Arsileo, esperando impa-ciente la llegada de la pastora Belisa, es la estampa contraria de Sireno, que habla indiferente con Diana (pginas 272 y sigs.)

    Filemn, pastor celoso.

    Aparte de los celos que remueven el alma de Dia-na, tambin existe en la galera de casos el del pastor al que atormenta esta pasin. Montemayor es exacto en los trazos descriptivos de esta inquietud. La expli-cacin que Amarlida da a Felismena de los celos de Filemn, y la respuesta de ste (pgs. 259 y sigs.), son un tratado sobre los efectos de esta pasin en el alma atormentada. La doble perspectiva ofrece al escritor la posibilidad de descomponer la inquietud de los celos en dos visiones diversas.

    2. LOS PERSONAJES SOBRENATURALES.

    Las ninfas pertenecen a la preceptiva del gnero. Obsrvese, sin embargo, cmo no existe en ellas la variedad que un buen humanista podra haber mos-trado, pues no hay ms que una sola especie, servi-doras todas de la sabia Felicia. Por una parte, Mon-temayor refiri la calificacin de "ninfas" a las damas (por ejemplo, Cancionero, pg. 55); por otra, la pala-bra tiene una resonancia literaria que procede de los antiguos, entre los cuales no hubo acuerdo sobre las ninfas: eran algo as como menos que diosas y ms que mujeres, y aun algunos les negaban la inmortali-dad. En la Diana se las hace representativas de la pureza.

    La sabia Felicia no es una maga a la manera de aquella que refer, que describe Villaln en su Crota-

    \

    PRLOGO LXXV

    ln, sino una portentosa seora que se propone desli-gar los nudos que se han ido enredando en los prime-ros libros de la Diana (ntese que aparece, aproxima-damente, en el centro de la obra). Puede hallarse una cierta relacin entre Felicia y la duea que describe Alfonso de la Torre en su Visin delectable de la Filo-sofa y Artes liberales: "Venidos a casa de la Natu-raleza, hallronla en una sala toda de alabastro muy liso, labrado segn convena a la necesidad del edifi-cio. La duea era antigua, y tena la cara muy sagaz, et tena en la mano derecha una vara, y en la otra una masa de tierra, et tena de la cinta arriba una vestidura de prpura blanca et algunas gotas colora-das en ella, y la falda de la vestidura era toda de ter-ciopelo negro; y tena esta duea una diformidad, que haba las piernas pelosas de los hinojos ayuso, as como un oso; mas ella era muy prudente et muy sabia y a sus pies estaba Aristteles, et al derredor estaban Tales Milesio..." ( 1 ) .

    Montemayor (si la conoci) pudo depurar en cierto modo esta figura, y la represent como una dama ca-paz de obrar portentos, presidiendo precisamente los dilogos de los pastores que trataban, a la manera pla-tnica, del amor.

    3. LOS PERSONAJES NOVELESCOS.

    Felismena oscila entre los hechos de su vida en la "novela" y el disfraz pastoril, que le da personalidad pasajera. Montemayor tena clara conciencia de esta dualidad, cuando hace que Felismena abandone los h-bitos pastoriles, y con los suyos propios contine hasta

    (1) Obra indicada, ed. Biblioteca de Autores Espaoles, tomo X X X V I , cap. XVIII . "De cmo el Entendimiento entr en casa de la Naturaleza con la Verdad et la Razn et multitud de sabios, et de lo que ah vio", pg. 367.

  • Lxxn PRLOGO

    Coimbra, donde salva a su amado. Hodeando a Felis-mena y a on Fes, que no aparece as ta ei ltimo libro, se encuentran una serie de personajes de mati-ces realistas, que viven en ia ciudad: Kosma, la criada celestinesca de Felismena, da lugar con ia carta de don Felis a una escena de un no movimiento psico-lgico (pg. 10, lnea 31). Felismena rie las "natu-rales palabras de page" de Fabio (,pg. 113, lnea 26). Una y otra escena son acertadas y no muy diversas de las que despus Cervantes haba de escribir en sus Novelas ejemplares, en las que conscientemente quiso dar expresin en espaol al sentido puro de la "novela" sin estas contaminaciones.

    La historia de Belisa supone otro grado en la cate-gora de personajes: si bien hay un argumento con aspecto novelesco, los hechos ocurren entre gente del campo que se acomoda mejor a la expresin de los ambientes estrictamente pastoriles del centro de la Diaria.

    4. LOS PERSONAJES HISTRICOS.

    Son la contribucin ms evidente al espritu corte-sano (por razn de oficio) del escritor; aparecen pre-cisamente en el escenario sobrenatural: el palacio de la sabia Felicia. Desde las inevitables alusiones anti-guas, pasando por las figuras del herosmo hispano, el Cid, Fernn Gonzlez, Bernardo, el Gran Capitn, hasta los personajes contemporneos de Montemayor (pgina 180). Orfeo, indeciso entre estatua y juglar, canta una crnica de sociedad de las damas que pro-bablemente se solazaran leyendo la Diana. Y, final-mente, las figuras de Abindarrez y Jarifa, de gestos tan deliciosos, viviendo la novela de amor en un suelo histrico.

    PRLOGO LXXVI1

    c) LOS MOTIVOS DE LA ACCIN EN LA "DIANA"

    1. EL BUEN O "FINO" AMOR PASTORIL.

    Los personajes de la Diana sienten el amor segn una escala de categoras que se corresponde con el ca-rcter de la accin que desarrollan en el argumento. La teora del amor de los Dilogos de Len Hebreo al que Montemayor traduce de una manera literal (vanse las notas de las pgs. 194-201) sostiene la trama espiritual de la psicologa amorosa de la Diana. Esto lo explica Len Hebreo en una parte de su obra en la que justifica ios movimientos del alma hacia las cosas bellas: "por esto vers que el amor passionable que punge al amante es siempre de cosa hermosa, del qual solamente habla Platn y define que es desseo de hermosura; esto es, deseo de unirse con una persona hermosa o con una cosa hermosa para poseerla, como sera una hermosa ciudad, un hermoso jardn, un lin-do caballo, un lindo halcn, una hermosa ropa y una bella joya" (1).

    En este sentido Montemayor supo percibir y reflejar en el libro la belleza de las cosas materiales (palacios, estatuas, telas, joyas, etc.), y acontece que en la con-templacin de la belleza humana, partida en sexo masculino y femenino, puede producirse un cierto con-fusionismo, y que se llega a dar el caso de Celia, que se enamora de Felismena, disfrazada de hombre pero resplandeciente de belleza (pg. 118), y tambin el caso del pastor que se disfraza de mujer (2). Pero esto son

    (1) Dilogos de amor, en los Orgenes de la Novela, ed. "Nue-va Biblioteca de Autores Espaoles", IV, pg. 378.

    (2) El caso de Floriano en la gloga III, que recurre al dis-fraz para estar ms cerca de Felisa, {Cancionero, 1502, pgi-nas 483-484.)

  • LXXVIII PRLOGO

    slo matices extremos, y el amor de los pastores pre-tende siempre una justa correspondencia. Con un sen-tido estricto de la belleza pastoril, los personajes de esta categora se quedan con la contemplacin de las bellezas naturales, que les obliga a estar siempre pre-parados para el canto:

    o es sordo y mudo el hombre que no canta tu hermosura extraa y excelente.

    (Cancionero, 1562, pg. 464.)

    Los pastores tienen ojos, odo y boca que slo han de ocupar en ver, oir y cantar tal belleza. Y por esto aman el amor por s, sin esperanza alguna de favor. De esta suerte coinciden con lo que el propio Monte-mayor declara en el Cancionero como la ms alta ca-lidad del amor (el "fino" amor):

    Tengo amor; no espero en l porque aquel que es conforme a su dolor, casi tiene por favor perder la esperanza del; que si alcanca el amador confianza, no queda el amor tan fino como yendo su camino sin estorbo de esperanza.

    (dem, pg. 377.) Este amor "fino" crea fundamentalmente tristeza:

    Oh amor, que slo est tu fortaleza no en saberme regir ni en alabarme, sino en ser el autor de mi tristeza I

    (dem, 1554, pg. 59.)

    Que es la misma idea que est expuesta en la Diana. Y en el Cancionero acaba por proclamarse como fr-

    PRLOGO LXX1X

    mua de un tal amor el aniquilamiento de la inteligen-cia, expresado por la cabal indicacin del "no s qu":

    Oh Silvio! Que este amor o esta locura, este desasosiego y triste vida, o este no ,s qu, que no lo entiendo...

    (dem, gloga IV, 1562, pg. 494.)

    Los pastores responden siempre al amor que tiende a lo "virtuoso"; es una preocupacin constante en sus pasiones, que hacen bien presente a cuantos les rodean, y que presentan siempre en relacin con su teora es-piritual.

    El amor correspondido.

    El amor correspondido ya no resulta de tan subi-dos quilates segn el indicado criterio pastoril, aun-que se mantenga en los lmites de la honestidad. No falta en la Diana alguna observacin que parece que, por la prevencin del "qu dirn", va a romper este convenio general de virtud, pero esto acontece no entre los pastores ms calificados, sino en un argumento que ocurre entre gente de "aldea" y de un cierto carcter novelesco. Tambin difiere el caso de Abindarrez y Jarifa, pues ambos desean y alcanzan la unin y el goce corporal de ella, que en este aspecto representa una disonancia dentro de la ajustada interpretacin del amor fino y doliente de los pastores. Slo al descen-der en la escala social o mitolgica, encontramos otra discordancia: el amor que tiende al vicio carnal. En el mundo pastoril son los tres salvajes que aparecen y atacan a las ninfas; examnese el lenguaje de amor que usan. Y en el novelstico, la actitud de Fabio, el criado de don Felis, al hablar a la disfrazada Felis-mena de las gracias accesibles de la moza del cannigo (pgina 113, lnea 26).

  • LXXX PRLOGO

    La profundidad psicolgica de Ansias March. Pero no basta esta exposicin, procedente de un fil-

    sofo; hay en la Diana rasgos de la inquietud del esp-ritu, de la observacin en profundidad de las obras de Ansias March, poeta de intimidad ms angustiada que Petrarca. Montemayor tradujo (como dije) los Cantos de Amor. La obra del poeta valenciano dio a conocer al portugus una gran posibilidad para el arte narrativo y Montemayor traslad a la prosa del libro de pastores aquella tcnica del examen de Ja intimidad. No se tra-ta, sin embargo, de una imitacin inmediata, aunque a veces puedan sorprenderse las coincidencias direc-tas; Montemayor est como inmerso en la obra de Ausias, cuyo entramado psicolgico adapta para los personajes de su Diana.

    % 2. EL MUNDO SOBRENATURAL.

    He dicho que la novela pastoril no puede quedar de-tenida; pero, en ocasiones, se enredan tanto los lazos que hay que deshacerlos de una manera extraordina-ria. La sabia Felicia tiene en su palacio el agua de la Felicidad: unos sorbos, y los afectos se orientan de manera conveniente. El ngulo en el curso de los sen-timientos es violento; el agua de Felicia produce la rotura mgica de este amor, que por esencia filosfica no iba a terminar nunca y cuyo placer era el dolor que se niega a ser compadecido. En cierto modo, Felicia termina con los casos cuando declara que "el fin de vuestros amores ser quando por matrimonio cada uno se ajunte con quien dessea" (pg. 228). Esto, que es lo humano en cuanto que quiere reunir cuerpo y alma en la consideracin del amor, es precisamente lo que expone este personaje mgico. Felicia quiere que aca-be esta irreductibilidad en la actitud de los pastores

    LXXXI

    y gente que a ella acude, y darles nuevos caminos para que encuentren nuevos casos de amor en la vida. Y esto slo puede hacerse por medios extraordinarios, puesto que los pastores se niegan, por la va del con-vencimiento, a dejar de sufrir. En la realidad, hubiese sido el tiempo el que hubiera resuelto la cuestin, como lo dice Selvagia en la Diana. Pero la sabia Feli-cia tiene un buen conocimiento de la ciencia medieval, y ofrece a todos un remedio del que habl, entre otros, Alfonso de la Torre: "e maravillse el Entendimiento cuando vido que todas las aguas procedan de la mar et perdan la salsedumbip, et vio virtudes admirables de ciertas aguas; e maravillse el Entendimiento cuan-do vio que el beber de una agua causa olvidanza et otra memoria, otra odio et otra amistanza, et as de otras propiedades admirables que hall en la diversi-dad de aguas" (1).

    No estaba, en modo alguno, solo Montemayor en el uso de esta agua, que si se conoce tanto es por la indi-cacin de Cervantes. Gil Vicente como Montemayor recogen en el Renacimiento este recurso que les puede venir de tantas procedencias (2).

    d) LA FORMA EXPRESIVA DE LA "DIANA"

    EL DESARROLLO A LA MANERA BIZANTINA.

    La Diana aparece cuando triunfa por toda Europa el libro de Heliodoxo, Los amores de Tegenes y Cari-dea. El relato bizantino tena una de sus cualidades literarias ms notables en la complicacin del argu-

    ( 1 ) Visin delectable de la Filosofa y Artes Liberales, edi-cin citada, pg. 3 7 5 .

    ( 2 ) DMASO A L O N S O : Tragicomedia de Don Duardos, Ma-drid, 1 9 4 2 , pg. 2 5 . All refiere los efectos del agua nigica que bebe Herida.

    VOL. 127 .6

  • LXXXII PRLOGO

    ment, que con habilidad realmente excepcional enre-da y desenreda a travs de las varias ancdotas que forman el libro (1). Estimo que Montemayor supo apreciar el inters de esta disposicin, pues hay en la Diana un desarrollo semejante del argumento, y es el cruce de historias en un punto, que luego divergen en varios sentidos, corren paralelas a veces, y vuelven a encontrarse para buscar la solucin. En la narracin imaginada del siglo xvi no produca confusin esta mul-tiplicidad de relatos; era, por el contrario, piedra de toque del buen narrador, y en este aspecto Montema-yor fue uno de los ms hbiles. La leccin de Helio-doro quedaba aprovechada por un autor "moderno" que supo templar en un justo punto la extremada com-plejidad del libro bizantino. Por ello, la obra pastoril, casi siempre hasta entonces obra detenida, cobraba una animacin inusitada que haba de continuarse en los otros libros semejantes.

    Pudiera ocurrir que el libro parezca en un primer momento confuso y mal ordenado, en relacin, por ejemplo, con la regularidad de la Arcadia. Pero a este propsito, una indicacin contenida en la Diana (de carcter circunstancial en el argumento, pues se re-fiere a la disposicin de los cabellos) puede servir para aplicarse al conjunto del libro: "Tena los cabellos.... sueltos y sin orden alguno. Mas nunca orden tanto adorn hermosura como la desorden que ellos tenan" (pgina 132). Es decir, que el desorden slo lo es en apariencia, y la frrea unidad espiritual del amor traba por dentro todos los argumentos.

    ( 1 ) Vase el prlogo de mi edicin de Los amores de Tege* nes y Gariclea en la "Biblioteca Selecta de Clsicos Espaoles" de la Real Academia Espaola,

    PRLOGO L X X X I I I

    SENTIDO MUSICAL DE MONTEMAYOR.

    Fue Montemayor afiicionado en extremo a la msi-ca desde los primeros aos de su vida. Ya se aludi a esta circunstancia al hablar de la juventud del poe-ta. Los primeros cargos que ocupa en la Corte fueron menesteres de carcter musical. As la aficin le vali para sustentarse; el arte del canto no slo era propio de asalariados, sino que los caballeros se preciaban de poder formar parte de las rondas y cantar a sus amores. Muchas veces era slo la voz de la cancin lo que llegaba a la dama; el caballero no siempre conse-gua que ella, por medio de la vieja celestinesca o de la criada aquiescente, recibiese la epstola amorosa, o bien la rechazaba airada. Entonces era la cancin el men-sajero. As Montemayor, conocedor no slo terico sino prctico de los recursos de la armona, bien en su em-pleo en las capillas, o en su uso profano, tuvo muy en cuenta la msica en la redaccin de su obra; hay en la Diana constantes alusiones a instrumentos de la poca, a agrupaciones musicales. Y mejor an que la msica que se describe materialmente con la mencin de los instrumentos, el sentido musical del poeta; est la Diana construida con un ritmo que bien puede lla-marse musical; el acierto en las frases largas, la sen-sacin de equilibrio que de ellas se desprende (que despus se ha de encontrar tambin en Cervantes, pro-cedente, en parte, de esta va pastoril), proviene del sentido musical de las mismas, que concierta la mate-rialidad de la expresin con la teora platnica de su ideario.

  • LXXXIV PRLOGO

    VERSO CANCIONERIL, ITALIANO Y PROSA EN LA "DIANA".

    Debe sealarse en primer trmino la convivencia de combinaciones estrficas del fondo cancioneril con otras de tipo italiano, rodeadas de prosa, en un libro de intencin tan precisa como es la Diana. El lenguaje amoroso tiende, desde siempre, a la expresin contra-dictoria; es lugar comn la imposibilidad de dar for-ma a la pasin amorosa. Encuntrase en los trovado-res, en el dolce stil nuovo, en Petrarca, en Ausias March, etc. Bscase, pues, la aproximacin de lo que se quiere decir por una va distinta de la expresin l-gica; de la oposicin de contrarios es de donde puede saltar alguna chispa para vislumbrar los misterios del alma, siempre inquieta y desasosegada por noble.

    Y esta clase de expresin literaria tiene en Espaa una larga tradicin en la obra cancioneril, desarrolla-da plenamente en el Medioevo, y que no se pierde en el Renacimiento, sino que se integra en el mismo (par-ticularmente en el interesantsimo trasiego potico de las glosas). El tema del amor es fundamental en estos Cancioneros, cuyos poetas se aplican a sutilizar sobre el alma enamorada a travs de matices delicadsimos que requieren un agudo conceptismo de expresin. Y muchas veces esta casustica viene a parar a la misma conclusin negativa: que el amor sobrepasa a las pa-labras. En la Diana (todo el libro es lenguaje de amor), Montemayor conoce y usa el procedimiento. Combina la exaltacin pasional de los Cancioneros espaoles me-dievales con la intencin de mesura del influjo del Renacimiento. Y agrega, en ocasiones, el sentimiento de la soledad, que se aviene tan perfectamente con la ineficacia expresiva. Y adems pasa toda esta cuestin expresiva del verso a la prosa que lo rodea, con una

    PRLOGO LXXXV

    medida que mal se aviene con la pasin del amor. De aqu esa armona tensin de contrarios las ms de las veces que aparece en la obra de Montemayor.

    EXAMEN DE LOS ELEMENTOS DS LA EXPRESIN.

    En la compleja expresin de la Diana hay que se-parar diversos ritmos: el desarrollo lento de la narra-cin, apoyado en la unidad substantivo-adjetivo, con los elementos dispuestos en grupos de dos o tres unidades (substantivos y oraciones), que busca la forma de la prosa musical, y que es como una ampliacin del verso italiano que, sosteniendo el ritmo, se disuelve en am-plias oleadas de prosa; y el desarrollo vivo del dilogo, que anima los ambientes y que otorga calidad dramtica a la Diana. Tal disposicin de los elementos da lugar, en ocasiones, a una premeditada morosidad en la ex-presin; la anttesis del lenguaje amoroso, el balbuceo de los estados inquietos viene dado preferentemente por el verso viejo; en las quejas de amor graves, que tienden al examen del alma y que describen las pasio-nes, Montemayor suele escoger el verso italiano. Los adjetivos eptetos responden an perfectamente al corte de la obra de Garcilaso, cuy> conocimiento resul-ta muy importante para la consideracin de la Diana. No se olvide que esta expresin del libro de Monte-mayor sirve para una obra que adopta a Platn como gua en la concepcin del Universo. La belleza tiene tambin su manifestacin como tal en el mismo libro, que es teora pero tambin obra.

    RESUMEN FINAL.

    La Diana comenz una nueva modalidad de la vieja manera pastoril por el difcil equilibrio de sus elemen-tos. Es como la receta justa: ni la concisin del cuen-

  • LXXXVX PRLOGO

    to ni la abundancia excesiva de una Crcel de Amor, y por medio ia experiencia de la "novela", que haba de ser, al cabo, la solucin moderna que sigui a todos estos relatos despus de haber asimilado estas diver-sas modalidades de narracin imaginada. Medievalis-mo y Renacimiento. Italia, Espaa y Portugal. Len Hebreo y Ausias March. Metros antiguo y moderno, cancioneril e italiano; popularidad del villancico y jue-go sutil de la sextina o el esdrjulo en la rima (y en este sentido, la Diana es como un cancionero organi-zado en un curso argumental). Contacto de diversos sistemas expresivos que se funden por la necesidad expositiva. Formacin de una prosa de premeditada lentitud en la exposicin, distribuida con preferencia en elementos ternarios o paralelos. Mayor flexibilidad expresiva que en Fray Antonio de Guevara, y antece-dente indispensable para el arte maravilloso de Cervan-tes. El que hubiese en el argumento la clave de una ancdota pudo contribuir en los primeros tiempos al xito; pero despus no. "Qu ha de hacer la donce-llica que apenas sabe andar y ya trae una Diana en la faltriquera?", dice Maln de Cha i de en la Conversin de la Magdalena. La extensa popularidad de la obra, apoyada en coincidencias' sueltas de expresin, abre el tema de la influencia de lo pastoril en el teatro na-cional, aunque no deben buscarse relaciones directas, sino contribuciones a un mismo espritu de poca; e igual puede decirse de los escritores religiosos. El p-blico sigui leyendo la Diana, como antes haba ase-gurado el xito de Amads y los seguidores, y el tes-timonio ms elocuente es la informacin bibliogrfica de este prlogo. Una y otra clase de relatos respon-dieron a un imperativo: la exigencia de la imagina-cin de las gentes, esa capacidad de ensueo que apa-rentemente no interviene en la Historia y que requiere un libro para cuando se quiere librar el alma de la acuciosa circunstancia del presente.

    I V

    B I B L I O G R A F A D E L A D I A N A

    1) EDICIONES EN ESPAOL Valencia ?

    Los siete-libros de la Diana de-Iorge de Montemayor, din-nidos al muy Ilustre - seor don loan Gastella de Villanoua, se-or de las baronas de Bicorb, y Quesa. [Escudo con el lema: "En vna fe, tos temps".] Impreso en Valencia.

    Sin fecha de edicin; Salva (1) la considera como la ms antigua e impresa por loan Mey en vida del autor; a esta opi-nin se .adhiere Menndez Pelayo (2). La carta dedicatoria que precede a la edicin de la Diana a lo divino indioa de una manera clara que en 1559 haba ya ediciones del libro de Mon-temayor. Para estas cuestiones vase J . F ITZMAUEICE-KEIXY : The Bibliography of the "Diana enamorada" en la Revue LLis-panique", II, 1895, pgs. 304-311.

    Miln ? Diana - Los siete - libros de la - Diana de -Jorge de Monte - Ma-

    yor - A la ylustre Seora Barbara Fiesca, - Cauallera Vizconde. -Con preuilegio que nadie lo pueda-vender ni inprimir en este estado - de Miln sin licencia - de su Autor. - So la pena conte-nida en el original- [s. a. Al final:] In Milano per Andrea de Ferrari, - nel corso di porta Tosa.

    Segn Menndez Pelayo (3), slo la edicin Valencia ? com-pite en rareza con sta. No contiene la historia del Abencerraje,

    (1) Nm. 1909 del Catlogo de la Biblioteca de Salva, es-crito por don PEDRO SALVA Y M A I X N , t. II, 1872. Citado en re-ferencias sucesivas como Salva.

    (2) Orgenes de la Novela, ed. citada, pg. 263. (3) Orgenes de la Novela, ed. citada, pg. 263.