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Psicosis ordinarias y toxicomanías* Fabián A. Naparstek Esta clase se encuentra enmarcada en el recorrido de investigación que venimos haciendo en relación con el Primer Encuentro Ameri- cano del Campo Freudiano a desarrollarse en septiembre en Bue- nos Aires. El tema está en conexión con el psicoanálisis aplicado; al- go que ya veníamos trabajando desde el año pasado. Se entiende que cuando en nuestro departamento decimos "psicoanálisis apli- cado", implica la modalidad en que se aplica el psicoanálisis a las toxicomanías. La idea es que en este primer cuatrimestre vayamos recorriendo esta cuestión. La investigación, a su vez, está armada bajo tres ejes diferentes y cada uno coordinados por quienes dirigi- mos el TyA: Silvia Botto, Luis Salamone y quien les habla. En este marco, el tema que he elegido quedó enunciado como la práctica clínica del psicoanálisis de orientación lacaniana en la actualidad. Tema que va a tratar de ubicar, por un lado, cuáles son los cambios de las presentaciones sintomáticas en la actualidad -lo que se ha llamado los síntomas actuales- y por el otro, cómo el'trabajo de la última enseñanza de Lacan nos permite a nosotros encontrar diver- sas formas de enfrentarnos a la clínica. En este sentido, lo que voy ‘Extracto de la desgrabación de la Ia clase del seminario TyA, 2003 (desgraba- do por Bernarda Antonniasi).

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Psicosis ordinarias y toxicomanías*

Fabián A. Naparstek

Esta clase se encuentra enmarcada en el recorrido de investigación que venimos haciendo en relación con el Primer Encuentro Ameri­cano del Campo Freudiano a desarrollarse en septiembre en Bue­nos Aires. El tema está en conexión con el psicoanálisis aplicado; al­go que ya veníamos trabajando desde el año pasado. Se entiende que cuando en nuestro departamento decimos "psicoanálisis apli­cado", implica la modalidad en que se aplica el psicoanálisis a las toxicomanías. La idea es que en este primer cuatrimestre vayamos recorriendo esta cuestión. La investigación, a su vez, está armada bajo tres ejes diferentes y cada uno coordinados por quienes dirigi­mos el TyA: Silvia Botto, Luis Salamone y quien les habla. En este marco, el tema que he elegido quedó enunciado como la práctica clínica del psicoanálisis de orientación lacaniana en la actualidad. Tema que va a tratar de ubicar, por un lado, cuáles son los cambios de las presentaciones sintomáticas en la actualidad -lo que se ha llamado los síntomas actuales- y por el otro, cómo el'trabajo de la última enseñanza de Lacan nos permite a nosotros encontrar diver­sas formas de enfrentarnos a la clínica. En este sentido, lo que voy

‘ Extracto de la desgrabación de la I a clase del seminario TyA, 2003 (desgraba­do por Bernarda Antonniasi).

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a tratar de abordar hoy específicamente está enmarcado como tema general en un texto que recoge dos conversaciones clínicas. Son dos conversaciones clínicas hechas en Francia, de las cuales han parti­cipado colegas de diferentes países, entre ellos también argentinos. Esto se ha publicado acá en Argentina con el título Los inclasificables de la clínica psicoanalítica.1 Entonces, la idea es tratar de empezar a medir qué consecuencias tiene para nosotros el abordaje que se ha­ce en esas conversaciones, más una tercera, que ha sido publicada recientemente con el título (Qi psicosis ordinaria.2 Me voy a abocar fundamentalmente a estos dos textos.

Como recién anticipé, la cuestión es qué consecuencias tiene la elaboración que se realiza allí para nuestra clínica con toxicómanos, qué podemos extraer de allí, qué elaboración hay en esos textos que aborda fundamentalmente la última enseñanza de Lacan a partir de la clínica. A su vez, hay una cuestión más que ya me venía lla­mando la atención desde hace un tiempo. El año pasado en las jor­nadas que se hicieron en París, fue muy claro en las presentaciones de las diferentes exposiciones -de distintas partes del mundo-, que cada vez más quienes trabajan con toxicómanos se encuentran con sujetos psicóticos. En principio no decimos por qué, simplemente lo tomamos como un hecho. Tampoco hemos realizado estadísticas, lo cual tendría sus bemoles. Se me ocurrieron dos posibilidades: o efectivamente hay más psicóticos que consumen drogas al modo de lo que describimos como un toxicómano o, por alguna razón, noso­tros estamos más alertados en poder diagnosticar, en ciertos suje­tos, las psicosis. Efectivamente, quizá a muchos de estos sujetos no los hubiéramos diagnosticado como psicóticos hace algún tiempo. Bien, estas son las razones, a mi modo de ver, que justifican tratar

1. Miller, J.-A. y otros: Los inclasificables de la dinica pr.iivunnlíticn, Buenos Aires, Paidós/ICBA, 1999.

2. Miller, J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, Humos Aiiiv., P.udrts/IC 'HA, 2003.

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este tema: la relación entre psicosis v toxicomanía a partir de la_úl- tima enseñanza de. Lacan y de la elaboración que de ella se viene realizando en el marco de la orientación lacaniana.

Asimismo, se agrega una razón más que está íntimamente ligada a nuestro trabajo en el TyA durante estos años. Hemos trabajado por más de diez años fundamentalmente con una tesis y alrededor de la cual hemos dado vueltas y vueltas. Hay algo que ha ordenado el tra­bajo del TyA durante largo tiempo, al menos así lo interpreto yo. Me estoy refiriendo a la observación de Lacan, a esa famosa frase que ha­blando del pequeño Hans dice: "La droga es lo que permite romper el casamiento del cuerpo con la cosita de hacer pipí'-.3 Es una obser­vación que hace Lacan y que no es sobreseí toxicó mano, sino sobre una posible función ,de la droga. Ahora bien, en un artículo de Eric Laurent, que es de 1994,4 él define a la tesis de la ruptura llamándo­la "ía formación de ruptura".5 Es muy interesante porque allí hace un juego entre la formación del síntoma, siguiendo los términos de Freud y la formación de ruptura. Se trata de la idea que la droga per­mite romper con el falo. Subrayo el permite porque deja abierta la po­sibilidad de que lo logre o no lo logre, y no quiere decir que ocurra siempre. Es decir, no se trata de una formación de compromiso como

'' el síntoma, sino que se trata de una formación de ruptura. Es lo que ' a su vez permitía justificar la manía en las toxicomanías -en la rup­

tura con el falo-. Porque la manía está justamente en el polo opues­to a lo que es el falo, ya que el falo más que la manía, por excelencia implica la limitación. Entonces allí Eric Laurent propone que esta for-̂ mación de ruptura se puede escribir con un materna lacaniano: (|)o. Este materna aparece en De una cuestión preliminar, en el esquema L

W r ! Y \ b í l O ' )3. Lacan, ].: "Clausura de las jomadas de carteles de la EEP", 1975, inédito.4. Laurent, E.: "Tres observaciones sobre la toxicomanía", en Sujeto, goce y mo­

dernidad II, Buenos Aires, Atuel/TyA, 1994, págs. 15-21. -5. Ibid, pág. 17.

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cuando Lacan intenta poner en un esquema la psicosis de Schreber. No me. voy a detener en esto, pero fundamentalmente lo que ubica

• Lacan allí es, por un lado, la forclusión del Nombre del Padre para la psicosis escribiéndolo "<j)o", y sitúa cuáles son las consecuencias clí­nicas, a las que deja fundamentalmente del lado de los trastornos de las palabras, siguiendo lo propuesto en El seminario 3, Las psicosis.

En estos textos que les estoy nombrando hay todo un cuestiona- miento de cómo entendemos los trastornos de las palabras, qué am­plitud le damos a eso. Pero se ve claramente que en el marco del Se­minario 3 todo está muy centrado -y es lo que se muestra muy bien en estos textos- en la cuestión del neologismo con sus variantes. Por eso, si revisan El seminario 3, toda la fenomenología clínica de la psicosis está centrada eii el lenguaje, en los trastornos de la pala­bra. Y prácticamente no se nombran allí los trastornos corporales o

\ los fenómenos corporales muy típicos de la psicosis. Es recién en De una cuestión preliminar que Lacan, con (j)o, intenta abordar algo de

v j los trastornos corporales propios de la psicosis; Resumiendo muy J rápidamente, lo que propone Eric Laurent es que esa tesis de la

ruptura no sirve para la psicosis, sólo para la neurosis, porque -si- guiendo una lógica impecable- en la psicosis la ruptura está de an- tcmano' P°r otro lado, muestra muy bien cómo en algunos psirnti- cos el consumo de drogas más bien no representa una toxicomanía, sino una "monomanía" (siguiendo el término de Esquirol, de la psi-

^ quiatría clásica).6 Él plantea que en algunos sujetos psicóticos el la- zo que establecen con una droga muchas veces les permite locali-

\ zar un goce. Que es justamente lo contrario a la tesis de la ruptura erí'donde se demuestra que el falo es el que localiza el goce y cuan­do se rompe con él se encuentra un goce deslocalizado.

Me interesa resaltar esto.de las monomanías, ya que hasta hace un tiempo lo entendía como una deducción lógica y a partir de no hace

6. íbid, pág 18.

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mucho me empecé a percatar de que es una indicación clínica. Lo empecé a encontrar en la clínica, en sujetos que consumen una sola droga y esa droga tiene una función muy especial en su estructura y que responden a esta indicación clínica de las monomanías. Tenemos ciertas toxicomanías que se "dan con todo", en donde esta frase mu­chas veces es.literal. El toxicómano que, si no tiene la heroína para pincharse se pincha con agua, y si no tiene agua, con cocaínao con lo que sea. Hemos visto muchos casos en los que está este darse con to­do. En cambio, en ciertos casos se dan con una sola droga de forma maníaca -ya que sigue estando la manía-, pero como una manía li­mitada a una droga. Se podría revisar algunos casos porque es una indicación clínica interesante para poner a prueba; diferenciar lo que son toxicomanías de monomanías. Bien, pero para que vean cuál es el problema situado en ese texto de 1994, les digo lo que plantea Mi- ller en 1998, en el texto sobre la psicosis ordinaria.7 Dice así:

[...] es precisamente el punto que vuelve más improbable el interés de una clasificación fundada en la bipartición Pq . (j)g.

Avanza un poco más y agrega:

[...] la construcción en De una cuestión preliminar se funda en una gran bipartición: de un lado el Otro, el gran Otro, el Nombre del Pa­dre, el lenguaje, los fenórhenos significantes de orden lógico, que se despliegan en un desierto de goce [...].

Esto indica que, de un lado, tenemos el lenguaje, el significan­te , el Nombre del Padre, el Otro, pero ahí no hay nada del goce, son trastornos del lenguaje -por lo menos en esa época de Lacan- que no implican al goce. Del otro lado, tenemos los fenómenos de lo imaginario, lo especular, el cuerpo, el goce. Sigue Miller:

7. Miller, J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, ob. cit.

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Tanto el lenguaje como los trastornos del lenguaje dependen de la estructura lingüística, el resto hecha raíces en el estadio del espejo.

Sigue avanzando, y aclara:

[...] esta conceptualización tuvo una importancia histórica capital y sigue siendo una referencia indispensable pero, si se la adopta sin percibir los límites que Lacan precisamente vio y superó, se pierde lo que es el nervio de la clínica borromea (la última clínica lacania- na) en donde hay una conexión mucho más estrecha entre el goce y el significante.

Qué nos está queriendo decir Miller aquí: que en esta primera época de Lacan quedaba muy bien definido lo que era del signifi­cante y lo que finalmente era del goce; como dos lugares aparte. Miller (se verifica en todo el texto, yo extraigo esta parte) propone que esta bipartición sirvió en ese momento. Se ve muy bien en la clínica el límite que imponía este modo de diagnóstico diferencial. Es decir, que quedaba limitado a lo que en El seminario 3 está ubi­cado como trastorno del lenguaje, que está muy acentuado por La­can eh ese momento. Se ve claro en el ejemplo de marrana donde di­ce que hasta que no apareció el fenómeno elemental no pudo con­cluir que se trataba de una psicosis. Sin embargo, a partir de esta se­gunda clínica empezamos a encontrar jenóm enos mucho más suti­les, diferentes de la alucinación verbal, por ejemplo. Hay que decir­lo, no hizo falta que viniera Lacan para que.digamos que alguien que tiene una alucinación verbal es una psicosis; es algo que ya sa­bían los psiquiatras. Lo que sí aisló de una manera fantástica es la estructura que la subyace. Pero finalmente con la primera clínica de Lacan teníamos una clínica que iba directamente a los trastornos del lenguaje, entendidos como neologismos/ alucinaciones verba­les, etc. Y a partir de esta última clínica de Lacan, el ejemplo funda­mental -aunque vamos a ver si podemos abordar otros casos clíni-

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eos- es el de Joyce. Ahí Lacan se detiene en un fenómeno que real­mente hoy sería imperceptible si él no se hubiera detenido allí. Se trata del hecho de que Joyce ha recibido paliza en su adolescencia y la respuesta que le da a esa paliza. Por supuesto que están tam­bién las epifanías, pero esa paliza le sirve a Lacan cómo en la pri­mera época le servía el neologismo; le da tanto valor diagnóstico como en la primer época al neologismo. Y lo que destaca Lacan allí es que el tipo no responde como hubiera respondido un neurótico obsesivo, con bronca, refunfuñando toda la vida, diciendo "cuando los encuentre los voy a matar", etc. Es decir, que él se saca ese su­puesto sentimiento yoico como la piel de un fruto maduro... se des­prende de eso y lo cuenta desde otro lugar; como si no fuera su pro­pio cuerpo al que hubiesen castigado. Y ese hecho le sirve a Lacan para ubicar allí una psicosis. No importa ya si Joyce era psicótico o no, lo que importa es la elaboración que hace Lacan de eso. Justifi­ca la psicosis a partir de ese hecho, y lo traigo para que vean la su­tileza de la cuestión.

Damos un paso más, ya que hasta acá fue situar la discusión. Hemos trabajado durante años con la tesis de la ruptura y en este momento, a partir de la segunda enseñanza de Lacan, tenemos una elaboración muy fuerte que la deja de lado, no en el sentido de hac­erla desaparecer, sino en el sentido de dónde poner el acento sobre la cuestión del diagnóstico diferencial. Decía, entonces, que deja de lado esta idea de ubicar todo el acento en Pq . (j>o, que era el centro de nuestro trabajo hasta ahora. Digo hasta ahora, pero no quiere decir que surja hoy, ya que el año pasado estábamos trabajando el estrago y el síntoma y ya nos planteábamos interrogaciones que son del último Lacan. En el TyA vamos haciendo movimientos que nos permiten ir avanzando.

Bien, doy un paso más: ¿qué entendemos por inclasificables? Me parece crucial en nuestro seminario poder ubicar esta cuestión. Lo digo, además, porque he escuchado diferentes versiones. Yo les voy

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a dar mi opinión sobre el asunto siguiendo lo que he podido recoger en esos trabajos. Son tres conversaciones: la primera se llamó Efectos de sorpresa en la psicosis, la segunda, Los casos raros: los inclasificables de la clínica, y la tercera, La psicosis ordinaria. Cada una de ellas está rela­cionada con la anterior, es decir que el título La psicosis ordinaria es una conclusión de las dos anteriores. Se proponen traer casos raros, esos que no sabemos dónde encajarlos. ¿Raros respecto de qué?. De la tripartición freudiana de neurosis, psicosis y perversión. Son casos que presuntamente no encajaban, en un primer tiempo, en ninguna de las tres estructuras. Lo que se verificó és que esos casos que se su­ponía que eran raros, eran los más comunes de la clínica, los más ha- bituales. Se les propone a los que van a traer los casos que busquen

C casos raros y lo que se concluye es que están por todos lados. Y el re­sultado fue que estos casos raros, si uno termina de leer el texto, son prácticamente todos casos de psicosis. Esa es la conclusión a la que se llega en la conversación de La psicosis ordinaria. Hay que decir que

"^es^Millei^quien propone hablar de "psicosis ordinaria" en oposición a "psicosis extraordinaria". Lo ordinario indica que se trata de la psi­cosis de todos los días, una psicosis común; ¿en contraposición a que psicosis? A la psicosis de Schreber, la extraordinaria, del tipo que es­cribe un libro, tiene todos los fenómenos clínicos, va a la justicia, etc. Pero me interesa situar esta cuestión porque de ninguna manera se trata de que los inclasificables sean una nueva manera de nombrar a los borderline de la IPA, a los cuales ellos se han dedicado tanto. Es de­cir, que se los trae como inclasificables, pero cuando se avanza en la elaboración se encuentra allí la psicosis y para esó se ubica este tér­mino de psicosis ordinaria. Lo cual da, está dicho, una ampliación

^ d e l campo de la psicosis. Quiero decir que al poder manejar estos nuevos conceptos se nos amplía el campo de las psicosis. Por eso la pregunta que traía al comienzo: ¿tenemos mas sujetos psicóticos to- xicómanos, o es que a partir de estos conceptos nosotros, con estos elementos, podemos encontrar una psicosis donde antes no la encon­trábamos?

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Les leo algunos párrafos para ubicar esta cuestión. Jean-Pierre Deffieux, presenta un caso al que se llama "Un caso no tan raro", y en la introducción, dice así:

Muchos casos que actualmente no se clasifican o se clasifican mal dependen de esta clínica que falta pulir, según los valiosos da­tos teóricos que nos dieron Jacques Lacan, en los años setenta, y Jac- ques-Alain Miller después, varias veces, en sus cursos.

Esta clínica del síntoma no se opone en absoluto a la barrera es­tructural neurosis-psicosis establecida por el doctor Lacan en los años cincuenta. Por el contrario, permite colocar del lado de la psico­sis a una categoría de sujetos que hasta entonces eran clasificados en todas las categorías que acabo de mencionar, salvo en las psicosis.8

Lo interesante que después plantea es que ese caso tuvo diferen­tes diagnósticos y agrega el diagnóstico que se hubiese hecho con el Lacan de los años cincuenta. Es decir, que no solamente toma los diagnósticos que tuvo con la psiquiatría clásica, los DSM, etc.. Y con el último Lacan -termina argumentando- ese sujeto puede ser diagnosticado como psicótico. Les leo cómo lo dice Miller en el co­mienzo de la última conversación:

[...] nos dimos cuenta de que lo que habíamos designado como casos raros eran en relación con nuestra norma de referencia (es la tripartición), con nuestro metro patrón de De una cuestión prelimi­nar, de la época del primer Lacan. Sabíamos muy bien, además, que en la práctica cotidiana eran casos frecuentes. Pasamos de la sorpre­sa a la rareza y de la rareza a lo frecuente. ¿Pondremos a estos ca­sos las neopsicosis? ¿Tendremos realmente ganas de unir nuestra elaboración con la neopsicosis? No me gusta en absoluto la neopsi­cosis. Me dije finalmente, hablamos de psicosis ordinaria (es aquí

8. Miller, J.-A. y otros, Los inclasificables..., ob. cit., pág. 201.

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donde surge el término psicosis ordinaria). En la historia del psicoa­nálisis hubo un interés muy natural por la psicosis extraordinaria [...]. Hace cuánto que está Schreber en cartel (o sea, hace cuanto que nos dedicamos a eso). Mientras que aquí tenemos psicóticos más modestos que reservan sorpresas, pero que pueden fundirse en una suerte de media (es dedr, son la mayoría).

Y empieza a describir:

[...] la psicosis compensada, suplementada, la no desencadenada, la • medicada, en terapia, en análisis, la que evoluciona, la síntoma tizada.

Y concluye:

[...] la psicosis joyceana es discreta a diferencia de la obra de Joyce.9

Por cierto, que esta clínica de ninguna manera barre con la dis­tinción psicosis-neurosis, aunque sea más dificultoso con el deber que tenemos como psicoanalistas de la orientación lacaniana de ha­cer un diagnóstico diferencial. Es parte de nuestra labor y no hay que ceder en eso. Pero sí muestra cómo se amplía el campo de las psicosis y cómo muchos sujetos que antes los metíamos en el cam­po de las neurosis, con esta concepción aparecen del lado de las psi­cosis. Y hay muchos datos clínicos que dan cuenta de esto. Eric Laurent ya estaba interesado en estos problemas desde hace tiem­po. En un libro que se llama Estabilizaciones en ¡as psicosis, del año 1987, en el artículo "Los límites de la psicosis" relata el caso de un paciente al que durante diez años se lo trató como un neurótico, se lo interpretó, se lo hizo ir al diván, y resistió diez años de análisis. Por una contingencia de la vida, y no necesariamente por el análi­

9. Miller, J.-A. y otros: La psicosis ordinaria, ob. cit., pag. 201.

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sis, se desencadena un brote psicótico. Miller destaca el hecho de que que a partir de allí el analista retroactivamente empieza a en­contrar esos fenómenos sutiles que podían haber dado cuenta de una psicosis. ¿Por qué me interesa este ejemplo? Porque tenemos una idea muy formada/ muy metida en nuestras cabezas, de que si a un sujeto psicótico lo llevamos al diván se desencadena la psico­sis; sigue una lógica impecable, y si uno tiene cierta duda diagnós­tica no conviene poner a funcionar el dispositivo, tal como lo cono­cemos, con el diván, etc. Pero no necesariamente. Hay sujetos psi- cóticos que han soportado lo que llamamos un análisis -aunque habría que ver si fue un análisis y ponerlo en discuáión-: el analis­ta ha creído' que lo interpretaba, ha habido cortes de sesión, han ha­blado cuestiones del padre -es sabido que con un sujeto psicótico no hay que meterse mucho con el tema de la paternidad-, etc. Sin embargo, el sujeto ha resistido todo eso y después pasó algo que no necesariamente tiene que ver con el análisis y encontramos el dato de la psicosis. Hace poco apareció un caso clínico de Diana Wolo- darvsky en Ornicar? digital, que es sumamente interesante,, de un sujeto al que lo trataba como neurótico hasta que se desencadena la psicosis, y luego muestra cómo lo sigue tratando como psicótico. Es decir que eso tampoco significa que se rompa la relación transfe- rencial: el analista rectificó su posición, muestra como varió esa cuestión, y ha podido reconducir ese caso.

Ubicado este puntó, doy otro paso más: en vez de la tesis de la ruptura, ¿qué es lo que se propone en su lugar? En priricipio, hay que decir que la tesis del Nombre del Padre, entre otras cosas, ha plantea­do una temporalidad de la psicosis. El momento del psicótico hasta el desencadenamiento, el desencadenamiento y el momento poste­rior de la estabilización. En esa temporalidad el desencadenamiento queda ubicado como un viraje que marca un antes y un después. Es decir que a partir del desencadenamiento ya no va a ser más lo que era antes. Una vez que se tocó ese agujero tenemos el desencadena­miento y lo que viene ya no puede ser lo que era antes. Respecto de

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esto, lo que plantean aquí -que se verifica en muchos casos clínicos de psicosis en los que no ha habido un desencadenamiento al estilo Schreber, al estilo de desencadenamiento de un antes y un después- es lo que llaman "enganches, desenganches y re-enganches".10 ¿En relación con qué? Con el Otro, esto es siguiendo una definición que da Lacan en la última época en donde se piensa al psicótico como fuera de discurso, fuera del lazo social. Y como hay ciertas psicosis que van encontrando el modo de enganche al Otro y que luego se de­senganchan y vuelven a enganchancharse, se ve que no siguen esta lógica disrruptiva de un antes y después y nunca más. Se plantean, así, diferentes modalidades de hacer punto de basta, de capitón7. Lo que aquí interesa es la manera que tuvo un sujeto de hacer punto de basta, de hacer punto de capitón, sin el Nombre del Padre. El Nom­bre del Padre sería una forma más, entre otras, de hacer punto de ca­pitón. finalmente, lo importante es localizar, en el caso por caso, las modalidades de re-enganche, de nuevo bricolaje donde el sujeto pe: se a todo se las arregla, o no, para manejar el goce, para localizar ese goce. Teníamos una clínica algo diferente, cuyos términos intenta­mos ubicar ahora más en una diacronía que en la sincronía del en­cuentro con un padre con los efectos inmediatos, incluso teatrales, del derrumbamiento subjetivo. Es decir, en estos sujetos no encontra­mos esas característica clínicas por la vía del padre que Lacan descri­bió como la coyuntura dramática. Y entones Miller allí plantea, vol­viendo a las psicosis ordinaria y extraordinaria, dos tipos de psicosis. Miller habla aquí de la tesis bricolaje y dice que

[...] no estamos obligados a tener una clínica homogénea, hay por el contrario cierto momentos de las diferentes clínicas de Lacan o de otros clínicos, que se adaptan mejor que otros a un caso.11

10. Ibíd., pag. 227.11. Ibíd., pág. 238.

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Es decir, no se deshecha la clínica anterior, la clínica del Nom­bre del Padre, como está planteada en el Seminario 3 -m uy bien se adapta al caso Schreber, por ejemplo-, pero nos limita en otros ca­sos. Por eso remarca Miller que se habla de psicosis schreberiana, o de psicosis lacaniana o joyceana. Finalmente agrega que

[...] hablamos de desencadenamiento cuando hay un contraste con el antes y después, no siempre es así, allí hay material para cons­truir una posición del estilo fuerte y débil.12

Acá utiliza dos términos en francés que son débil y fuerte, pero también son como una suerte de caña y roble. En un caso es mírame y no me toques y cualquier cosa la tira abajo, aunque tiene la flexibi­lidad de la caña. En el otro caso, si bien es muy fuerte -fuerte como un roble-, cuándo uno lé pega un hachazo se parte al medio. Está ha­blando de aquella psicosis que cuando se la toca en un punto se par­te al medio y de otra que es débil, pero que tiene mucha movilidad, tiene la plasticidad de hacer estos enganches y desenganches. Bueno, para finalizar resumo subrayando dos cosas. En primer lugar, cómo la tesis central con la que nos manejamos durante años no sirve para la clínica de la psicosis, e incluyo allí a la psicosis ordinaria. La tesis de la ruptura nos ha sido de mucha utilidad en al campo de la toxi­comanía para la neurosis, pero demuestra a las claras sus limitacio­nes. Por otro lado, y como ya dijimos, cada vez más nos encontramos con sujetos psicóticos que se presentan como toxicómanos. Creo que muchos de ellos responden a la descripción de las así llamadas psico­sis ordinarias y de las monomanías nombradas por Eric Laurent. Se ve que tenemos un camino por delante a recorrer. Lo que hasta aquí les presenté no es más que un puntapié inicial para pensar las conse­cuencias de nuestra clínica con toxicómanos.

12. ídem.