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quieropuedo

COLECCIÓN DE CUENTOS

y

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COLECCIÓN DE CUENTOS

LA CONSTITUCIÓN: Incursión literaria, democrática e infantil en las leyes

ASAMBLEA NACIONAL

Gabriela Rivadeneira BurbanoPresidenta

MIEMBROS DEL CAL

Gabriela Rivadeneira BurbanoPresidenta

Rosana AlvaradoPrimera Vicepresidenta

Marcela AguiñagaSegunda Vicepresidenta

Virgilio HernándezVocal

Rocío Valarezo Vocal

Ricardo MoncayoVocal

Libia Rivas Secretaria General

CONSEJO EDITORIAL

Libia Rivas Marcelo Bonilla

Nazim FloresRichard Ortiz Ortiz

Darwin ReyesMónica RodríguezDalia María Noboa

COORDINACIÓN GENERALUNIDAD DE TÉCNICA LEGISLATIVA

Mónica RodríguezDalia María Noboa

AUTORAS

María Teresa FuentesYanette Lantigua

COORDINACIÓN DE EDICIÓN

Roman Acosta Chávez

REVISIÓN LINGÜÍSTICA

Sofía Castellanos S.Gabriela Vallejo Flores

DISEÑO E ILUSTRACIÓN

Tito MartínezMaría José Carvajal

Freed Flores León

COLABORACIÓN

Pamela EscuderoRichard González

Willian CarrilloMaribel Melo

Andrea ArmijosCarolina Espinosa

VOLUMEN I: QUIERO Y PUEDO

ISBN 978-9942-9918-6-7DERECHOS DE AUTOR

043424

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quiero y puedo

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PRESENTACIÓNQueridas niñas y queridos niños:

En sus manos tienen una colección de cuentos que se llama Quiero y puedo, son historias divertidas. ¡Les va a gustar leerlos!

A través de estos cuentos, juntos aprenderemos algunos de los derechos fundamentales que forman parte de nuestra Constitución, Carta escrita por todos los ecuatorianos, donde se encuentra lo más significativo y necesario para que las personas podamos vivir bien y felices, sin que nos falte nada, respetándonos los unos a los otros.

La lectura es hermosa y nos permite conocer el mundo. Soy Gabriela Rivadeneira, Presidenta de la Asamblea Nacional. Como mamá me encanta leer cuentos con mis hijos, que son muy curiosos al igual que ustedes. Como buena madre y ciudadana, sé que es importante que las niñas y los niños aprendan desde pequeños sobre sus derechos, para que cuando grandes, sean buenas personas porque las personas buenas construyen el Ecuador del Buen Vivir.

Espero que disfruten al leer estos cuentos.

Cariñosamente,

Gabriela Rivadeneira BurbanoPRESIDENTA DE LA ASAMBLEA NACIONAL DEL ECUADOR

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¡Auxilio, un mono en apuros! Educación, trabajo, salud y vivienda

Sacha y su verdadDerecho a tener una familia

Camilo: nuestro nuevo amigoNo discriminación a los refugiados

Los hijos de la Pacha MamaDerechos de la Naturaleza

ÍNDICE

Presentación 5

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9Yanette Lantigua González

¡AUXILIO,¡AUXILIO,MONOMONO

APUROSAPUROSUNUN

ENEN !!

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Las niñas y los niños tenemos derecho a educación, salud y

vivienda y cuando seamos grandes, también a un

trabajo digno.

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EDUCACIÓN, TRABAJO, SALUD

Y VIVIENDA

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ost2012), Ecuador. l Tapir

– Presente.

– La Tortuga

– Pre… pre… presente.

– El Perezoso, el Perezoso, ¿está el Perezoso?

– Ay, ay, disculpe profe, estaba ...descansando un poco.

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Las y los estudiantes de la clase de Matemática, del señor Búho, comenzaron a reírse al ver que el Oso Perezoso casi se cae de la silla al oír su nombre.

El maestro pidió que hicieran silencio y siguió pasando lista.

– El Mono, otra vez faltó, ¿qué le habrá pasado? Estoy muy preocupado, ¿alguien vive cerca de la casa del estudiante?

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– Yo –dijo el Tucán abriendo su pico.

– Bueno –señaló el maestro– llévale esta nota a los padres del alumno. El Mono era un estudiante muy bueno para Matemática y el profesor había pensado que era el indicado para representar a su escuela en el Concurso Nacional, pero... hace tiempo que no venía a clases.

La maestra de Lenguaje, la señorita Papagaya, ya había conversado con su madre, pero ella le decía que no se preocupara, que ya mismo su hijo volvería a clases.

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Los días seguían pasando y el Mono no se presentaba en la escuela.

Un día, el Perezoso encontró al Mono, con una bolsa enorme en la espalda. Iba apurado, saltando de rama en rama a toda velocidad. Consiguió preguntarle por qué no asistía a la escuela pero se durmió y no pudo escuchar su respuesta.

Otra vez, la Cacatúa lo halló con la gran bolsa en la espalda y saltando de uno a otro árbol muy rápido. Quiso conversar con él, pero el Mono le dijo:

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– No te preocupes, estoy muy bien, mañana regresaré a la escuela. La Cacatúa era muy amiga del mono y sentía pena por lo que estaba pasando.

Entonces lo siguió. Vio cómo se movía por la selva, se sentaba a comer un plátano y luego seguía a toda velocidad hacia el palomar.

Una Paloma mensajera esperaba al Mono, recibía la bolsa y le daba un montón de monedas que guardaba en una bolsita atada a su cintura.

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La Cacatúa había descubierto la verdad: el Mono no asistía a la escuela porque estaba trabajando.

A la mañana siguiente, la Cacatúa conversó con el director, el señor Guacamayo. Él escuchó con atención a la Cacatúa y dijo:

– De hoy no pasa, tengo que visitar a los padres del Mono.

Cuando terminó la clase, tomó su maletín y se fue volando hasta llegar a la casa del Mono.

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La familia Mono vivía en el árbol más alto de la selva. Allí el director encontró a la señora Mona preparando una ensalada de frutas para la merienda, pero su hijo no estaba en casa, aunque ya era tarde.

El director le contó a la madre lo que había escuchado. La señora se sintió mal, pero no dijo la verdad.

En ese momento llegó el Mono, quien no pudo saludar al señor director, porque cayó enfermo.

La madre corrió y acomodó a su hijo entre las ramas. Tenía mucha fiebre, temblaba como una hoja.

El director dijo: – Debemos llevarlo al médico.

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La madre, muy triste, le respondió:

– Disculpe, señor director, no tengo plata para pagar al doctor y comprar los remedios.

El director le dijo que no se preocupara porque cerca de su casa había un Centro de Salud gratuito, donde la doctora Víbora de Cascabel atendía a sus pacientes con mucho cariño y recetaba las medicinas que necesitaban las y los enfermos.

Con mucho trabajo llegaron al Centro de Salud.

En ese lugar, le dieron los primeros auxilios. Mientras esperaban, la Mona se puso a llorar y le dijo al director:

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– Señor director, no puedo más, voy a contarle lo que sucede. Mi esposo se quedó sin empleo y nuestro hijo nos ayuda a conseguir dinero trabajando de cartero.

Disculpe mi mentira. Soy responsable, no debí permitirlo, pero tengo cinco hijos más que alimentar.

Mi hijo a veces no llegaba a la casa ya que las palomas mensajeras cada día se iban más lejos.

Cuando le cogía la noche en el camino, se dormía en cualquier sitio y en ocasiones se mojaba con la lluvia, por eso está enfermo.

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Entonces, el señor director le animó:

– No se preocupe señora, él sanará, pero usted debió pedir ayuda para que su hijo no trabajara.

Cuénteme, ¿qué sabe hacer su esposo?

– Es un buen chef de cocina - respondió la Mona.

Bueno, bueno, creo que el señor Tapir necesita un chef en su nuevo restaurante de comida vegetariana. Mañana hablo con él y le cuento.

– ¡Muchas gracias, señor director!

El señor Guacamayo, conversó con el Tapir y le consiguió al papá Mono, un trabajo de chef principal en el restaurante.

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A los dos días, el Mono regresó a la escuela. Las y los amigos lo recibieron muy felices.

Mientras la maestra Papagaya repetía muchas veces:

– Las niñas y los niños no deben trabajar. Su principal tarea es prepararse para estudiar.

¡Ah!, y les cuento: días más tarde el Mono ganó el primer lugar en el Concurso Nacional de

Matemática.

Fin

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sacha sacha y su verdady su verdad

Yanette Lantigua González

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Todas las niñas y todos los niños tenemos derecho a vivir con nuestras familias, contar con su protección y recibir su

amor.

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DERECHO A TENER UNA FAMILIA

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acha es una niña con bonitos ojos y el pelo muy negro. Vive en el pueblo de Edam, en Holanda.

Cuando fue por primera vez a la escuela supo que era diferente a los demás. Tenía la piel más oscura, el pelo negro como ninguna otra niña y algo más, su nombre nadie lo había escuchado antes.

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Cierto día, una niña se acercó y le tocó el pelo, que Sacha lo llevaba suelto, como un enorme abanico. Entonces le preguntó:

– ¿Por qué tienes el pelo tan negro? Es muy bonito, ¿tu mamá te lo pinta?

– En la escuela piensan que soy diferente, ¿por qué será?

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La madre miró a su esposo. Era la pregunta que los dos habían esperado desde que Sacha vivía con ellos. La mamá le dijo:

– Sacha, algún día te contaremos.

Otro día, en la escuela, durante el recreo, oyó que una niña decía:

– Mi mamá cree que Sacha es extranjera porque se parece a una amiga mexicana que tiene el pelo y los ojos como los de ella.

Sacha hizo como que no escuchaba, pero al llegar a la casa, preguntó a su mamá lo que quería decir extranjera. Pero, cuando quiso pronunciar la palabra, no pudo y en vez de extranjera dijo enfermera.

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Otro día le preguntó:

– ¿Mami, por qué algunos piensan que soy extraterrestre?

Esta vez, la mamá se rió y le contó lo que quería decir extraterrestre.

Sacha no sabía, que años atrás, sus padres habían trabajado como médicos en la Amazonía ecuatoriana.

Como eran muy amables con las personas del pueblo, todas y todos los querían. Ellas y ellos trabajaban en un Centro de Salud que ayudaba a las y los pobladores.

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Un día, cuando vivían en la Amazonía, llegó al Centro una señora, que traía en la espalda una niña de apenas tres meses de nacida. La pequeña tenía un poco de fiebre porque estaba con gripe.

La pareja de médicos le dieron un remedio para curarla.

Cuando se despedían de la señora, le preguntaron por la mamá de la niña. Entonces ella les contó que la pequeña era su nieta y que la cuidaba desde la muerte de sus padres. También les dijo que no tenía dinero para criarla porque su esposo estaba enfermo y no trabajaba.

La doctora y el doctor, desde hace mucho tiempo, querían tener hijos pero no podían. Luego le pidieron a la señora que les permitiera criar a la niña.

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La abuela pensó en el pedido y luego de algunos días les dijo que aceptaba porque sabía que la cuidarían bien.

La anciana pidió que siempre le hagan saber todo sobre su nieta.

La doctora y el doctor cumplieron con lo que dice la ley. A los pocos días ya tenían a Sacha en sus brazos.

La mamá holandesa sabía que en algún momento tendría que decirle a la niña la verdad de su origen. Por eso, en la casa le hablaban en castellano y en las noches, antes de dormir, le contaban cómo era la vida en el país de la mitad del mundo.

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Sacha, gracias a las historias contadas por sus papás, conocía muchas cosas de la Amazonía y del Ecuador.

Por eso, sus padres cuando se dieron cuenta que Sacha quería saber más, se animaron a decirle la verdad.

Entonces, pensaron que lo mejor sería que la abuela de Sacha visite a su nieta, en Holanda, para contarle la historia de su vida.

Pagaron el pasaje de la abuela y a los pocos días ya estaba en la casa. La niña al conocerla, se vio parecida a ella. Tenían los mismos ojos rasgados y el mismo pelo negro.

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La abuelita llegó con muchas cosas en su maleta. Era como si en ella trajera un pedacito de Ecuador, pero a Sacha solo le interesó un libro grande. En cuanto la abuela se descuidó, lo abrió y vio que se trataba de un álbum de fotos. Era la primera vez que Sacha veía a otras personas parecidas a ella. Las fotos mostraban la belleza de la selva y la alegría de la gente.

Esa tarde reunidos en la casa, contaron a Sacha todo acerca de su origen. Sus padres le dijeron lo felices que se sentían con ella y le contaron lo que pasó con sus verdaderos papás.

Entonces la abuela sacó el álbum y le dijo:

– Sacha, este álbum lo traje para ti, para que conozcas a tu familia y al país de tus padres, que también es el tuyo.

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Cada foto tenía una historia acerca de su familia, de su pueblo y de las costumbres de la gente. La pequeña escuchaba con atención. Fue así como conoció a todos sus parientes.

Le gustó ver en una foto a su madre con una enorme barriga, esperando su nacimiento y en otra, a su padre con ella recién nacida, en sus brazos.

La abuela también le contó algunas de sus costumbres, de la alegría de los festejos, de los parientes, de los paseos por la selva, de los baños en el río...

Sacha preguntó:

– Abuela, una niña me dijo que yo era extraterrestre. ¿Sabes lo que quiere decir esa palabra?

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Los padres y la abuela rieron, pero la abuela sí había comprendido lo que Sacha preguntaba.

– Querrás decir extranjera, hijita. Ser extranjera, es vivir en un lugar diferente al país en el que nacemos. Pero todos somos iguales vengamos de donde vengamos. La Pacha Mama (Madre Tierra), es una sola.

Los seres humanos somos iguales aunque no tengamos el mismo color de piel o de pelo.

Alégrate, tú tienes un lindo nombre, Sacha viene del kichwa y quiere decir selva. Tu madre te puso ese nombre porque somos amazónicos, de la región oriental del Ecuador, donde la selva y las personas viven juntas desde hace siglos.

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Sacha sonrió y le dijo:

– Gracias abuelita por venir desde tan lejos a contarme la historia de mi familia.

Contenta corrió hacia sus padres y los abrazó. Con los ojos llenos de lágrimas, les dijo:

– Gracias papi y mami por dejarme ser su hija.

El padre, mirándole con cariño, le respondió:

– Hija, eres lo mejor que nos ha pasado. Ahora ya puedes estar tranquila porque sabes de dónde vienes y por qué a veces te ven diferente. No lo olvides Sacha, conocer nuestro origen es la verdad más importante de la vida.

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A los pocos días, la maestra pidió a las y los niños que contaran una historia.

Entonces, Sacha les habló con orgullo sobre el país de la mitad del mundo.

Mientras sus compañeros buscaban curiosos en el mapamundi de la clase para localizar en qué lugar del planeta quedaba el Ecuador, ese paraíso que ellos desconocían, Sacha sonreía feliz de ser ecuatoriana.

Fin

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57María Teresa Fuentes León

camilocamilonuestro nuevo amigonuestro nuevo amigo

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Todas las niñas y los niños tenemos derecho a la

ciudadanía, a viajar por todos los pueblos de nuestra

América y a que respeten nuestros derechos sin importar

el lugar en el cual nos encontremos.

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NO DISCRIMINACIÓN A LOS REFUGIADOS

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n Ibarra, bonita ciudad del Ecuador, hay una pequeña escuela adonde asisten niñas y niños de Educación Inicial y Primero de Básica.

La maestra más querida de la escuela es Carmita, una profesora colombiana con muchos años encima, que se le notan por las canas que pintan de blanco su cabello. Ella, hace pocos años, llegó a Ecuador a visitar a sus hermanos que habían salido de su pueblo, en Colombia, huyendo de ciertas cosas que allí les pasaba y se quedaron a vivir en el lugar.

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A pesar de que Carmita, ya no es una profesora joven, las y los niños la quieren mucho por la dulzura de su mirada y la forma cómo los trata. Todas las niñas y todos los niños creen que sus clases tienen algo de magia. Ella sabe cómo enseñar las letras y también los números y que sus estudiantes aprendan con alegría.

Cuando Carmita empezó a trabajar en la escuela, fue muy difícil para ella acostumbrarse a su nueva vida. Los papás y mamás de los niños no la querían mucho porque decían que sus hijas e hijos no deberían tener una profesora colombiana.

– Nuestras hijas y nuestros hijos deben tener una profesora ecuatoriana- reclamaban molestos.

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– No sabemos cómo esta maestra tratará a nuestros niños, porque es de afuera.

– Sería mejor que se regrese a su país. Aquí no la queremos.

– Sí, debe irse– apoyaban la mayoría de padres y también los otros maestros.

Pero con los niños las cosas fueron diferentes. Apenas la conocieron le tomaron mucho afecto, por la forma cariñosa de hablar y su entusiasmo al enseñar.

Además era la primera vez que una maestra se preocupaba de lo que ellos necesitaban y de hacer que se interesen en aprender.

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A Jaimito, que era un niño que no podía caminar y para colmo no tenía una silla de ruedas, todos los días lo levantaba en sus brazos para llevarlo hasta el patio de la escuela y que comparta el recreo y los juegos con los demás niños.

A Matías, que era un tanto inquieto, pegaba y molestaba a los otros niños, lo nombró su ayudante y con mucho cariño, hizo que él se sintiera muy importante y ayude al grupo.

A Rosita, que era muy callada, con mucha paciencia, la ayudó para que aprendiera a compartir con sus compañeros y dejara de llorar.

El cariño que la profesora daba a sus hijas e hijos, hizo que los padres cambiaran y la llegaran a querer.

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Cierto día, un señor muy bien vestido, llegó a la escuela a buscar a la maestra Carmita.

– ¿Dónde encuentro a la maestra Carmita?– preguntó el señor a Rosita, la portera.

– Espere aquí por favor, aunque los maestros no reciben visitas mientras están en clase, voy a preguntarle si puede atenderlo.

Carmita se encontraba con los estudiantes de primero de básica en el salón de clases enseñándoles sus primeras letras.

– Permiso, maestra Carmita.

– Adelante, doña Rosita– dijo ella.

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– Buenos días, un señor le busca en la entrada de la escuela.

– Rosita, por favor, ¿puede hacer que pase a la Dirección y decirle que me espere un momento? Enseguida salgo.

Después de un rato sonó el timbre. Y Carmita llevó a sus niños hasta el patio de la escuela, como todos los días, al lugar donde siempre se sentaban a comer y los dejó al cuidado de otra maestra.Carmita se dirigió a la Dirección.

– Buenos días, soy la maestra Carmita.

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– Buenos días maestra. Mi nombre es Arturo López, estoy aquí para pedirle su ayuda. Me han contado que usted ha ayudado a muchos niños colombianos que llegan sin sus padres a Ecuador.

– ¿Qué puedo hacer? - preguntó Carmita.

Entonces, Arturo caminó hasta su auto, abrió la puerta y un hermoso niño con muchos churos en su cabeza y grandes ojos negros, un tanto asustado, se bajó.

– Él es Camilo, un niño colombiano - dijo Arturo.

Unos campesinos que viven muy cerca de la frontera lo encontraron solo, en medio de la selva.

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Pero, ¿dónde están tus papitos Camilo?- preguntó con mucha ternura la maestra Carmita.

Con la mirada muy triste y lágrimas en los ojos, Camilo le contestó:

– No lo sé. Hace muchos días que no los veo. Solo recuerdo que muchas personas llegaron a nuestra hogar, se llevaron todos los animales que teníamos y también a mi papito. Destruyeron toda nuestra casa.

La última vez que le vi a mi mamita, con lágrimas en sus ojos me pidió que salga de la casa. Yo no quería dejarla sola, pero ella me dijo:

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– Debes ser un niño obediente y hacer lo que mamá te pide. ¡Corre,… corre, Camilo! Corre mucho sin parar hasta llegar al río.

El río no estaba muy lejos de la casa donde vivía Camilo con sus papás y él conocía bien el camino. Pero nunca había salido en medio de la noche. Estaba muy asustado. Pero como era un niño obediente debía hacer lo que su mamá le pidió.

Y corrió y corrió.

Con lágrimas en los ojos, Camilo siguió contando:

– Esa noche corrí mucho y fui muy valiente como me lo pidió mi mamá, aunque todo estaba oscuro.

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– Corrí y corrí mucho, hasta llegar a un bote que mi papito tenía y pasé al otro lado del río. Yo sabía que mi mamá pronto vendrá a buscarme.

Carmita lo miró y muchas lágrimas rodaron por sus mejillas y le dijo:

– Realmente eres un niño muy valiente, mi pequeño Camilo.

Pero, ¿cómo llegaste hasta Ibarra?

– Cuando pasé al otro lado del río me quedé dormido en un lugar cercano a su orilla.

– Cuando el sol salió unas personas buenas me trajeron hasta aquí, con el señor Arturo.

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– Él me ha dicho que puedo quedarme con usted hasta que mi mamita venga, porque el señor Arturo y sus amigos van a buscarla.

Claro, Camilo, puedes quedarte en mi casa, hasta que el señor Arturo regrese con tu mamá.

– Yo vivo sola en una casa pequeña que te gustará mucho.

– Además, puedes venir conmigo todos los días a esta escuela, para que aprendas muchas cosas lindas y también conozcas a otras niñas y a otros niños de tu edad, que no sabemos si son tan valientes como tú, pero sí, igual de lindos.

A la mañana siguiente Camilo llegó con la maestra Carmita a la escuela, luciendo un lindo uniforme. Las niñas y los niños cuando lo vieron se pusieron muy contentos.

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Pero un nuevo amigo es siempre bienvenido en esta escuela, sin importar de dónde venga, porque Carmita siempre les aconseja:

Todos somos iguales y el que respeta a los demás también se respeta a sí mismo.

Yo soy Camilo. Ya tengo siete años y aquí en el Ecuador me han tratado muy bien. Todavía espero que mi mamá venga a buscarme y regresar algún día a Colombia.

Aquí soy muy feliz con la maestra Carmita y con mis compañeras y compañeros de la escuela.

¡Cuento con el cariño y respeto de todas y todos!

Fin

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81María Teresa Fuentes León

los hijoslos hijos de lade lapacha mamapacha mama

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Las niñas y los niños debemos amar y respetar a la naturaleza porque es

nuestra querida Pacha Mama y tiene derechos.

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derechos de la naturaleza

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alem y Suyay eran una niña y un niño que vivían en un lejano poblado en medio de la selva. Sus abuelos y sus papás, desde muy pequeños, les enseñaron a cuidar y respetar a la Pacha Mama.

– La Pacha Mama es nuestra madre- les decía siempre su abuelo, el más viejo y sabio de la aldea.

En ese lugar como en muchos otros, la Madre Naturaleza escondía sus grandes tesoros como: piedras preciosas, polvo dorado, gigantescos ríos de oro negro llamado petróleo.

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Estas riquezas eran muy buscadas por los seres humanos que vivían lejos de la selva y no conocían las bondades que la Pacha Mama entregaba a todos los seres vivos, como plantas y animales. Este era un lugar muy especial.

Un día Kabil, el abuelo, se llevó a la niña y al niño a lo alto de una pequeña montaña y les dijo:

– Kalem, Suyay, miren todo lo que nos da nuestra Madre Naturaleza: aire puro, agua cristalina, luz brillante, alimentos, hermosos árboles, plantas y flores de muchos colores y una gran cantidad de animales.

– Todas estas maravillas están aquí para que disfrutemos de ellas. Son un préstamo cariñoso de la Pacha Mama. Nuestro deber es cuidarlas. No lo olviden nunca.

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Durante años nuestros padres han recibido su ayuda, porque supieron cuidarla. Pero, ahora está en peligro porque hay un monstruo que poco a poco la está destruyendo.

– Abuelo. ¿Cómo es ese monstruo que destruye a la Pacha Mama? -preguntó Kalem.

– Ese monstruo grande que se llama CONTAMINACIÓN llega por el agua, por el aire y por el suelo, de forma silenciosa, destruyendo todo a su paso.

– ¿Cómo puede ese monstruo destruir nuestra Pacha Mama?

– El monstruo no llega solo. Viene acompañado de seres humanos que lo alimentan, porque no les importa que el monstruo destruya lo que nos ha dado la Pacha Mama.

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– Son personas ambiciosas que buscan el oro, las piedras preciosas, los ríos de oro negro y para encontrarlos cortan y destruyen los árboles que nos dan el aire que respiramos, los alimentos y las medicinas.

Cierto día, llegó hasta la selva donde vivían Kalem y Suyay, un grupo de personas que había escuchado de los tesoros que este lugar guardaba bien escondidos. Con el afán de quedarse con ellos, empezaron a destruir todo lo que había: cortaron árboles, contaminaron el agua de los ríos con basura, regaron el oro negro sobre el suelo y mataron las plantas y casi todos los animales.

Tanto daño hicieron, que en poco tiempo la hermosa selva quedó seca y pobre. Kalem, Suyay y toda su familia, abandonaron su hogar y buscaron otro sitio para vivir.

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Pero,... donde quiera que iban se encontraban con el monstruo llamado CONTAMINACIÓN, junto con personas ambiciosas y destructoras.

Viendo la tristeza que sentían Kalem y Suyay, la Madre Naturaleza se ocupó de ellos y de toda su familia.

En premio al respeto que siempre le tuvieron, les señaló un camino hacia un lugar secreto en el interior de sus entrañas, al cual las personas destructoras no podían llegar y que era muy parecido a su hermosa selva.

Una vez que la niña, el niño y su familia estuvieron a salvo, la Madre Naturaleza, enojada por el trato que le dieron los seres humanos ambiciosos, envió al señor Tempestad, acompañado del Viento e hizo que lloviera con mucha fuerza durante varios meses.

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Tanta fue la fuerza del agua que caía, que los ríos se salieron de sus orillas e inundaron todo lo que había a su paso, destruyendo viviendas y sembradíos.

Después de algunos días, calmó a la Tempestad y llamó al Sol para que calentara con sus rayos a toda la Tierra durante muchos meses.

La Tierra empezó a secarse y secarse. El agua disminuía cada vez más, el suelo se agrietaba, los animales morían y los humanos ambiciosos y sus familias, no tenían qué beber ni de qué alimentarse. La Tierra se volvía un desierto.

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Pasaron algunos años y Kalem y Suyay, ya jóvenes, salieron del escondite adonde les había enviado la Madre Naturaleza y vieron con tristeza como los lugares donde antes hubo cielo azul, verdes plantas y cristalinos ríos, se habían convertido en desiertos secos.

– ¡Pacha Mama, Pacha Mama!- perdona a los humanos que destruyeron tus árboles, ríos, suelos y contaminaron el aire- le pidieron los jóvenes. No permitas que la vida se acabe en el planeta Tierra, porque tú también te acabarías.

Al ver la tristeza de los jóvenes les contestó:

– Son los seres humanos los que han causado este daño.

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– Yo les di de todo: agua, aire y alimentos.

Ellos se dejaron llevar por la ambición, destruyeron lo que yo les di. Yo solo les pedí a cambio, cuidado y respeto a los otros seres vivos, con quienes debían compartir y no destruirlos.

¿Cómo podemos calmar tu enojo? ¿Qué podemos hacer para que la vida de las plantas, los animales y el mismo ser humano, se mantenga en el planeta?

Indignada la Pacha Mama contestó:

– Los seres humanos debían pensar que al destruirme se destruían a sí mismos.

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– Todavía no es demasiado tarde para remediar el mal causado a todos los seres vivos, Pacha Mama.

Ustedes mis jóvenes tienen bellos sentimientos y son parte de los pocos humanos que se han preocupado del cuidado y protección que debían brindarme.

Como premio, de ahora en adelante serán parte de mí.

– Suyay, tu nombre significa esperanza, en verdes y frondosos árboles te convertirás.

Kalem, tú serás el agua pura y cristalina que bañará ahora y siempre los campos, selvas y prados que volverán a renacer.

– Los seres humanos deberán aprender a vivir con lo que les puedo ofrecer, pero sin dañarme, respetándome y respetando a los otros seres vivos.

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– Cuidarán el agua, el aire, el suelo. No los contaminarán. Sembrarán muchos árboles y ayudarán a curar mis heridas.

Los seres humanos aprendieron la lección y durante algunos años les costó cambiar su forma de tratar a la Madre Naturaleza.

Ahora la respetan, porque estuvieron muy cerca de perder todo lo que ella les daba.

Durante mucho tiempo sembraron árboles, limpiaron el agua de los ríos, usaron nuevas fuentes de energía, buscaron otras formas de producir sus alimentos, dejaron de botar basura y desperdicios.

Desde entonces, todos los seres humanos aman y respetan a la Pacha Mama.

Fin

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Yanette Lantigua González

Curso de Posgrado sobre Ortografía Etimológica, Universidad Pedagógica Enrique José Varona, Cuba. Licenciada en Educación Especialización en Español y Literatura, Universidad Pedagógica Juan Marinello, Cuba.

Publicaciones: La danza del amor (2010), Ecuador. Antología 8 (2011), Ecuador. Antología 10 (2011), Ecuador. Madrina y albiqueño, (2012), Ecuador.

Autoras

María Teresa Fuentes León

Especialista en Desarrollo de la Inteligencia y Pensamiento, Universidad Católica del Ecuador, Ibarra. Licenciada en Ciencias de la Educación, Universidad Católica del Ecuador, Quito.

Publicaciones: Signos 1 (1997), Ecuador. Matemática para niños de cuatro a doce años (2000), Ecuador. Lenguaje para niños de cuatro a doce años (2002), Ecuador. Caminemos al siglo XXI, Pensamiento I

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