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12 TEMA 2: La filosofía en la Edad Moderna. Siglos XVII y XVIII A) El Renacimiento: ciencia y humanismo en el origen de la modernidad. 1. Concepto de Edad Moderna. 2. Aportaciones del Renacimiento: a) el humanismo, b) la constitución de la ciencia moderna. 3. Características de la Edad Moderna. B) El Racionalismo: Descartes. 1. Caracterización general del Racionalismo. 2. Descartes: vida y obra. 3. Razón y método: el criterio de verdad. 4. La estructura de la realidad: las tres sustancias. C) El Empirismo: Locke y Hume. 1. Caracterización y diferencias entre Empirismo y Racionalismo. 2. La crítica al innatismo y al concepto de causa en Locke y Hume. 3. Origen y constitución de la experiencia en Locke y Hume. 4. El emotivismo moral en Hume. D) El Idealismo Trascendental de Kant. 1. Vida y obra. 2. Los juicios sintéticos a priori. 3. Los límites del conocimiento. 4. El formalismo moral. A. EL RENACIMIENTO: CIENCIA Y HUMANISMO EN EL ORIGEN DE LA MODERNIDAD.

Racionalismo y Empirismo

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TEMA 2:

La filosofía en la Edad Moderna. Siglos XVII y XVIII

A) El Renacimiento: ciencia y humanismo en el origen de la modernidad.

1. Concepto de Edad Moderna.

2. Aportaciones del Renacimiento:

a) el humanismo,

b) la constitución de la ciencia moderna.

3. Características de la Edad Moderna.

B) El Racionalismo: Descartes.

1. Caracterización general del Racionalismo.

2. Descartes: vida y obra.

3. Razón y método: el criterio de verdad.

4. La estructura de la realidad: las tres sustancias.

C) El Empirismo: Locke y Hume.

1. Caracterización y diferencias entre Empirismo y Racionalismo.

2. La crítica al innatismo y al concepto de causa en Locke y Hume.

3. Origen y constitución de la experiencia en Locke y Hume.

4. El emotivismo moral en Hume.

D) El Idealismo Trascendental de Kant.

1. Vida y obra.

2. Los juicios sintéticos a priori.

3. Los límites del conocimiento.

4. El formalismo moral.

A. EL RENACIMIENTO: CIENCIA Y HUMANISMO EN EL ORIGEN DE

LA MODERNIDAD.

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1. Concepto de Edad Moderna.

Por Edad Moderna se entiende un período que abarca, fundamentalmente, los siglos

XVII y XVIII, considerándose el Renacimiento como una etapa de transición entre la

Edad Media y la Edad Moderna. En el ámbito filosófico encontramos ya, en el

Renacimiento, todas las características del pensamiento moderno: énfasis en el sujeto

más que en el objeto, interés por el hombre y por la naturaleza, el problema del método...

2. Aportaciones del Renacimiento.

El Renacimiento surge en Italia a mediados del siglo XIV y se extiende por Europa

durante los siglos XV y XVI. En este período encontramos dos hechos intelectuales de

extraordinaria importancia: el humanismo y la constitución de la ciencia moderna.

El humanismo:

Los humanistas persiguen una vuelta a la antigüedad clásica, tras ese período de

oscuridad y barbarie que fue la Edad Media (así lo consideraban ellos). “Ir a los

orígenes” era uno de los lemas de los humanistas, lo que significaba buscar la cultura de

la antigüedad a través de los textos, monumentos y esculturas. Se puso de moda entre

ellos aprender griego y buscar manuscritos antiguos, traduciéndolos y editándolos. En

este período se recuperarán muchas obras de Platón que estuvieron perdidas durante

siglos, así como numerosas obras de científicos griegos: Arquímedes, Aristarco... En

este sentido, fue muy importante la caída de Constantinopla (1453), lo que produjo el

desplazamiento de gran cantidad de eruditos bizantinos hasta Italia, llevando muchos

manuscritos antiguos desconocidos hasta entonces en Occidente. Otro hecho importante

es la invención de la imprenta, que dará lugar a una mayor difusión de la cultura,

recluida antes en los monasterios.

Las características fundamentales del humanismo son: el rechazo de la Escolástica y

en especial, del criterio de autoridad (una afirmación es verdadera si aparece en la

Biblia o en alguna autoridad: S. Agustín, Aristóteles, etc). Consideran los razonamientos

y argumentaciones medievales como puros ejercicios verbales, vacíos de contenido, sin

conexión alguna con la realidad. Afirmarán el valor de la libertad de pensamiento.

Resucitarán todos los sistemas filosóficos griegos: aristotelismo, atomismo,

epicureísmo, escepticismo y, sobre todo, el platonismo, filosofía de moda, podríamos

decir, durante este período. Otra característica es el antropocentrismo: para ellos Dios

deja de ser el tema central, sustituido por el ser humano. Como representantes de este

movimiento, mencionaremos a Ficino y Pico de la Mirándola.

La constitución de la ciencia moderna.

Otro hecho fundamental que se produce en el Renacimiento es la revolución científica,

que se inicia a mediados del s.XVI, con la publicación de De revolutionibus de

Copérnico (1543) y que alcanza su culminación en el siglo siguiente con la obra

Principia Mathematica de Newton (1687).

El nacimiento y constitución de la nueva ciencia va a dar lugar a las siguientes

consecuencias:

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a) Se modifica la imagen del mundo: el geocentrismo es sustituido por el

heliocentrismo. Se produce, al mismo tiempo, un gran interés por el estudio de la

naturaleza.

b) Se produce una gran valoración de las matemáticas como instrumento de la

ciencia. Ello se debe, al menos en parte, a la influencia del platonismo y del pitagorismo.

Se considera que las matemáticas son el instrumento adecuado para estudiar la

naturaleza. Así, Galileo afirmará que “la naturaleza es un libro cuyos signos están

escritos en lenguaje matemático”.

c) Cambia la concepción de la ciencia. La nueva ciencia va a emplear no sólo el

razonamiento, sino también la experimentación. Por otro lado, mientras la ciencia

antigua buscaba causas, la nueva se va a limitar a intentar descubrir las leyes que rigen

la naturaleza; no se pregunta por qué, sino cómo ocurren las cosas. El científico, al

estudiar la naturaleza, va a buscar regularidades cuantificables, reducibles a leyes

matemáticas. Para ello se van a detener en el análisis de las propiedades cuantificables

de los objetos. En este sentido, Galileo va a distinguir entre propiedades primarias

(cuantificables, como peso y tamaño) y secundarias (no cuantificables, como color y

olor), declarando sólo las primeras como reales y objeto de estudio de la ciencia.

d) Hay un gran interés por el método científico. El propio Galileo, Bacon,

Newton, Descartes intentarán elaborar el método científico, un método alternativo a la

silogística escolástica, que se considera inadecuado para el estudio de la naturaleza.

1. Características de la Edad Moderna. En la Edad Moderna encontramos una gran variedad de tendencias filosóficas,

opuestas entre sí. No obstante, todas ellas comparten una serie de características

comunes:

a) Interés por el problema del conocimiento: en qué consiste, dónde se origina,

cuáles son sus límites...

b) Hay un giro hacia el sujeto a la hora de analizar el problema del

conocimiento. En esto la filosofía moderna se opone a la antigua, que se había centrado

en el objeto. Recordemos a Platón, que pensaba que el conocimiento únicamente era

posible si existían, fuera de la mente, realidades eternas y universales, las Ideas. La

validez del conocimiento dependía del objeto y no del sujeto. Los filósofos modernos

insisten en partir del sujeto para ver cuáles son las condiciones que hacen posible el

conocimiento humano.

c) Al mismo tiempo que se consolida la ciencia moderna, los filósofos se proponen

convertir a la filosofía en ciencia, en un saber riguroso. De ahí el interés por descubrir

el método propio de la filosofía.

B. EL RACIONALISMO: DESCARTES.

1. Caracterización general del Racionalismo.

El Racionalismo es un movimiento filosófico del s. XVII cuyos principales

representantes son Descartes, Spinoza y Leibniz y que posee las siguientes

características:

a) Consideración de la razón como principal fuente del conocimiento humano

y escasa valoración de la experiencia. Piensan que la realidad tiene carácter racional.

Así, Spinoza dirá que “el orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y

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conexión de las cosas”. Por ello tienen una gran confianza en el poder de la razón

humana. La capacidad de conocimiento del hombre no encontraría límites. Piensan que

todo puede ser conocido por medio de la razón, incluso los atributos de Dios, como

veremos en Descartes.

b) Innatismo: afirman la existencia de ideas o verdades que no proceden de la

experiencia, sino que han sido impresas en el alma humana por Dios: por ejemplo, la

idea de Dios como ser infinito.

c) Uso del método deductivo (o axiomático-deductivo, método tomado de las

matemáticas y valoración de las matemáticas como modelo de claridad y certeza. Los

racionalistas parten de un pequeño número de verdades que consideran indudables

(premisas) para deducir, a partir de ellas, todo un conjunto de consecuencias que

tendrían el mismo grado de verdad. Pensaban que gracias al uso de este método la

filosofía se convertiría en una ciencia en sentido estricto.

d) Antiescepticismo: puesto que los racionalistas piensan que el poder de la razón

es ilimitado, no hay lugar para el escepticismo, movimiento filosófico que tuvo una gran

difusión desde el Renacimiento.

1. Descartes. Vida y obra.

René descartes (1596-1650) es el fundador y principal representante del

Racionalismo. Recibió una educación escolástica, que posteriormente repudió,

considerando tales enseñanzas estériles y carentes de sentido. Tras acabar sus

estudios, se alistó en el ejército del príncipe Mauricio de Nassau, gobernador de los

Países Bajos, participando en la Guerra de los Treinta Años. Como soldado, viajó

por diversos países europeos, manteniendo contacto con diversos científicos y

pensadores de gran importancia. Posteriormente, se retiró a Holanda, donde

comenzó su actividad filosófica. Combinó la actividad filosófica con la cientítica.

Destacó como físico (estuvo a punto de formular el principio de inercia) y

matemático (geometría analítica, diagramas cartesianos)

La primera obra que publicó (aunque no la primera que escribió) es el Discurso

del método (1637), que apareció como preámbulo a una serie de ensayos

cientñificos: La dióptrica, los meteoros y la geometría. En esa obra expone sus

propósitos filosóficos, aborda diversas cuestiones metafísicas y expone las reglas del

método. Los ensayos que siguen al discurso constituyen una aplicación del método a

diversas cuestiones científicas.

Otras obras suyas son Meditaciones metafísicas, donde desarrolla más algunas

cuestiones metafísicas que aparecen en el Discurso del método, El mundo, donde

expone su física, obra que no se atrevió a publicar, temiendo una condena semejante

a la de Galileo, y el Tratado de las pasiones del alma (antropología y ética).

3. Razón y método. El criterio de verdad.

El proyecto filosófico cartesiano es muy ambicioso. Desea dar un fundamento

sólido a la nueva ciencia que se está desarrollando en estos momentos y para

conseguirlo considera necesario el establecimiento de una filosofía absolutamente

rigurosa, pues, para él, el saber “es como un árbol cuyas raíces son la metafísica, el

tronco es la física y las ramas que proceden del tronco son todas las demás

ciencias”. Sólo si las raíces (filosofía) son sólidas el árbol del saber podrá

desarrollarse con plenitud.

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Descartes piensa que la falta de progreso tanto en filosofía como en ciencia se debe a

la carencia de un método adecuado. La filosofía se ha caracterizado hasta ahora por un

“andar a ciegas”, mientras que los descubrimientos científicos son producto más de la

casualidad que de la inteligencia. De ahí la necesidad urgente de encontrar el método

más adecuado para alcanzar el conocimiento verdadero de todas las cosas.

Descartes va a extraer los principios del método de la propia razón. Piensa que la

razón es algo que compartimos todos los seres humanos, es la misma en todos los

hombres. Puesto que la razón es única, también debe serlo el método. Una gran variedad

de métodos no ayuda a aclarar el ámbito del saber, más bien ocurre todo lo contrario.

Por todo ello, Descartes se propone descubrir un método universal, válido para todos

los campos del saber (filosofía, matemáticas, física, vida ordinaria, etc). Puesto que es

un mismo espíritu pensante el que abarca las diversas ciencias, el método ha de ser

único.

La razón humana posee dos capacidades innatas, la intuición y la deducción. El ser

humano no necesita aprender a deducir ni a intuir, puesto que lo hace de manera

espontánea. Otra cosa es que utilice la deducción correctamente; generalmente no lo

hace, debido a la influencia negativa de los prejuicios y al uso de métodos inadecuados.

Por eso dice Descartes que es mejor no usar ningún método que emplear uno ineficaz.

Veamos en qué consisten la intuición y la deducción.

La intuición es “una idea tan clara y distinta de un espíritu sano y atento que no deja

subsistir duda alguna acerca de lo conocido”. Tenemos una intuición cuando una idea se

presenta ante nuestra mente como absolutamente evidente, indudable, clara y

distintamente, en terminología cartesiana.

La deducción consiste en extraer a partir de una afirmación obtenida por intuición una

serie de conclusiones que poseerían el mismo grado de validez, consiste en extraer

consecuencias lógicas a partir de una o varias premisas.

La intuición y la deducción constituyen la razón, son los principios en los que se basa

el método cartesiano.

En una obra de juventud (Reglas para la dirección del espíritu), Descartes expone

veintiuna reglas. En el Discurso del método, obra ya del período de madurez, va a

reducir estas reglas a cuatro únicamente. Son las siguientes:

Primera regla: tiene dos partes:

a) En primer lugar, Descartes enuncia el criterio de verdad: no debemos aceptar

una cosa como verdadera si no sabemos con evidencia que lo es. Una idea evidente es

aquella que se nos aparece clara y distintamente, es aquella cuya verdad resulta

indudable. Hay evidencia cuando tenemos una intuición.

b) En segundo lugar, hay que evitar la “precipitación”(hay que proceder con orden,

paso a paso) y la “prevención”: es necesario luchar contra los prejuicios, poniendo en

cuestión todas las enseñanzas recibidas. De este modo, rechaza el criterio de autoridad

escolástico (una afirmación es verdadera porque aparece en la Biblia o procede de

Aristóteles).

Segunda regla o regla del análisis: “dividir todo problema que se someta a estudio en

tantas partes menores como sea posible y necesario para resolverlo mejor”. Para abordar

un problema complejo, lo mejor es reducirlo a sus elementos simples. Estos elementos

simples son conocidos inmediatamente por nuestra mente, es decir, tenemos una

intuición.

Tercera regla o regla de la síntesis: la reducción de lo complejo a sus elementos

simples no es suficiente, porque ofrece un conjunto inarticulado de elementos, faltando

el nexo de unión.

Por ello, debo “conducir con orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más

simples y más fáciles de conocer, para ascender poco a poco, como a través de

escalones, hasta el conocimiento de los más complejos”; se trata de establecer

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relaciones lógicas entre elementos que estaban inconexos, yendo desde lo simple hasta

lo complejo. Tenemos una deducción.

Cuarta regla o regla de la enumeración: siguiendo la regla primera (evitar la

precipitación), es necesario hacer un repaso general de todo el proceso desarrollado,

para estar seguro de que no se ha olvidado nada ni se ha cometido error alguno.

En suma, se trata del método analítico-sintético (método tomado de las matemáticas).

Se trata de hacer tantas divisiones como sea posible para después restituir el todo. El

análisis permite hallar la solución del problema, la síntesis ayuda a descubrir la

verdadera naturaleza del mismo.

Descartes afirma que este método tiene carácter universal: sirve para resolver

problemas de todo tipo, una vez que uno se ha ejercitado en su uso. Él mismo asegura

haber realizado todos sus descubrimientos, científicos y filosóficos, gracias al método.

Recordemos que el Discurso del método se publicó originariamente como prólogo a tres

obras de carácter científico: Dióptrica, Meteoros, Geometría.

La duda metódica. Primera aplicación del método.

Descartes busca una verdad absolutamente indudable, a partir de la cual edificar una

filosofía rigurosa, que, a su vez, servirá de base para la nueva ciencia. En el Discurso

del método y en las Meditaciones metafísicas empleará, para conseguirlo, la llamada

duda metódica, que consiste en rechazar como falso todo aquello sobre lo que recaiga

duda alguna, para ver si es posible alcanzar una verdad enteramente indudable.

Es necesario distinguir claramente la duda cartesiana de la duda escéptica. Esta última

es permanente y lo que busca es demostrar la imposibilidad de la verdad. Por el

contrario, la duda metódica es provisional y pretende alcanzar una verdad indudable.

Descartes utiliza la duda precisamente para superar el escepticismo.

¿A qué afecta la duda?

Duda, en primer lugar, del testimonio de los sentidos. Puesto que algunas veces nos

engañan (por ejemplo, en el caso de las ilusiones ópticas), no debemos confiar en

ellos.

En segundo lugar, duda de los razonamientos matemáticos, puesto que algunas veces

nos equivocamos.

Duda, en tercer lugar, de la realidad del mundo externo, puesto que en algunas

ocasiones es imposible distinguir la realidad externa de un sueño. ¿Cómo podemos estar

seguros de la existencia real de ese mundo exterior? Yo lo percibo como real, pero esa

misma impresión tengo cuando sueño.

En las Meditaciones metafísicas Descartes va aún más lejos, introduciendo la

hipótesis la existencia de un genio maligno, casi tan poderoso como Dios, que podría

estar engañándonos en todo momento.

Parece, pues, que la duda afecta a todo. ¿No deberíamos caer en el escepticismo? Sin

embargo, sí hay algo de lo que no podemos dudar, la afirmación “pienso, luego existo”.

Puesto que la duda es un forma de pensamiento, no puedo dudar de que dudo, no puedo

dudar de que pienso. Y, si pienso, existo. En realidad, el cogito no es producto de una

demostración, sino una verdad inmediatamente evidente, es una intuición que se

presenta a mi conciencia. Este es, pues, el “primer principio de la filosofía que andaba

buscando”.

Una vez que ha alcanzado la primera verdad, Descartes se pregunta, ¿qué soy yo? La

respuesta es: una res cogitans, una sustancia pensante. Pero en este momento se plantea

un grave problema: sé que existo como pensamiento, pero ¿qué ocurre con el mundo

externo? Mientras se mantenga la hipótesis del genio maligno, no puedo demostrar la

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existencia del mismo. Para ello se verá obligado a demostrar, previamente, la existencia

de Dios.

4. La estructura de la realidad: las tres sustancias.

Como acabamos de ver, Descartes necesita demostrar la existencia del mundo externo.

Para ello va a demostrar previamente la existencia de Dios. ¿Cuál es el punto de partida

de esta demostración? El único que tenemos en este momento, el pensamiento.

Descartes analiza las ideas que encontramos en nuestra mente, que son de tres tipos:

a) ideas innatas: han sido impresas por Dios en el alma; son evidentes, claras y

distintas, por ejemplo, la idea de Dios como ser perfecto;

b) ideas adventicias: proceden de la experiencia; no tenemos garantía alguna de

que sean verdaderas, no son evidentes, sino oscuras y confusas;

c) ideas facticias: elaboradas por la imaginación a partir de otras ideas, son falsas;

por ejemplo, un caballo con alas.

Las más importantes son las innatas. Van a permitir demostrar la existencia de Dios.

En las Meditaciones metafísicas y en el Discurso del método encontramos varios

argumentos. Vamos a citar sólo los que aparecen en esta última obra:

a) Soy un ser imperfecto, puesto que dudo. Sin embargo, poseo en mi mente la idea

de un ser sumamente perfecto. Como la causa no puede ser más imperfecta que el efecto,

es necesario admitir que yo no he podido producir tal idea, ha de haber sido “puesta en

mí por una naturaleza verdaderamente más perfecta que yo (...), por Dios”. Por tanto,

Dios existe.

b) Si la idea de un ser infinito que está en mí la hubiera creado yo, eso significaría

que tengo poder para crear algo perfecto, por tanto me habría producido a mí mismo

como un ser perfecto. Sin embargo, soy imperfecto y finito, no puedo, por tanto,

haberme creado a mí mismo; es necesario que haya sido creado por un ser más perfecto

que yo, Dios.

c) El argumento ontológico, tomado de Anselmo de Canterbury: de la idea de

Dios como ser absolutamente perfecto se deduce que existe, pues, en caso contrario, no

sería el ser más perfecto posible.

Pero no basta con demostrar que Dios existe; es necesario probar, además, su

veracidad. Según Descartes, Dios no nos puede engañar, ya que el engaño es una

imperfección, y hemos dicho que es el ser sumamente perfecto. Así pues, el mundo

externo existe y debemos fiarnos tanto de nuestra razón como de nuestros sentidos,

ya que ambos han sido puestos por Dios. De este modo, el poder cognoscitivo del

hombre, el conocimiento y la verdad encuentran su garantía en la existencia de Dios.

Las tres sustancias

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Descartes define “sustancia” como “aquello que existe de tal modo que no necesita de

ninguna otra cosa para existir”; es decir, la sustancia se caracteriza por la independencia

ontológica. Estrictamente hablando, este término sólo es aplicable a Dios (sustancia

infinita), pero llama sustancias también (sustancias finitas) a la res cogitans y a la res

extensa, porque sólo necesitan de Dios para existir. Todas las demás cosas existen en

ellas.

Veamos el siguiente esquema:

SUSTANCIA

a) en sentido estricto, Dios, la sustancia infinita,

b) en sentido impropio, res extensa (mundo físico) y res cogitans (pensamiento).

l. La sustancia infinita, Dios: Ya hemos visto los argumentos empleados por Descartes

para demostrar la existencia de Dios. Influido por los escolásticos, considera a Dios

como un ser absolutamente perfecto, omnipotente, omnisciente, inmutable y eterno. De

él dependen la existencia y la conservación del mundo.

2. La res cogitans: es la realidad espiritual, el pensamiento, que tiene su sede en el alma.

La res cogitans es de carácter inmaterial, no depende del mundo físico. Su atributo o

característica principal es el pensamiento.

3. La res extensa: es el mundo físico, la materia, cuyo principal atributo es la extensión

en el espacio. Para Descartes, el universo material se reduce a extensión y movimiento,

propiedades cuantificables que pueden ser analizadas por medio de las matemáticas, por

medio de la razón. Tiene una concepción mecanicista y determinista del mundo físico:

el universo es una máquina, es como un inmenso reloj gobernado leyes eternas e

inmutables. Las dos leyes principales son el principio de inercia y el principio de la

conservación de la cantidad de movimiento.

El dualismo alma-cuerpo.

Descartes, al igual que Platón, tiene una visión dualista del ser humano. Es un ser

compuesto de dos elementos diferentes: alma (res cogitans) y cuerpo (res extensa) que

no pueden mezclarse entre sí (dada la incomunicabilidad entre las sustancias) aunque sí

interactuar. Se ve obligado a llegar a una concepción dualista para poder salvar la

libertad humana. El cuerpo es un mecanismo, una máquina, regida por leyes físicas. Los

animales, al ser sólo res extensa, carecen de libertad. Por el contrario, el ser humano, al

poseer alma inmaterial, tiene la posibilidad de escapar del determinismo físico.

Las leyes físicas se manifiestan en el cuerpo como pasiones. De aquí se desprende la

principal norma moral de Descartes: la razón debe dominar sobre las pasiones. Sólo así

el hombre se vuelve libre.

Valoración final de la filosofía cartesiana.

Descartes intenta desarrollar un sistema filosófico riguroso a partir única y

exclusivamente de la razón. ¿Lo consigue? A mi manera de ver, no. Y ello por las

siguientes razones:

En primer lugar, la razón, en Descartes, no es totalmente autónoma, sino que precisa

de Dios. Para Descartes, las únicas ideas verdaderas son las innatas, y éstas han sido

puestas por Dios en el alma humana. La primera regla del método se basa en la

evidencia, pero ésta depende de Dios. Además, necesita de él también para demostrar la

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existencia del mundo externo. Por cierto que la demostración de la existencia de Dios

adolece de circularidad: las ideas innatas proceden de Dios, y demuestra su existencia a

partir de tales ideas.

En segundo lugar, Descartes limita el campo de actuación de la razón: la duda no

afecta ni a las leyes ni a la moral tradicional ni a la religión instituida. Serán los

ilustrados del siglo XVIII los encargados de llevar la crítica a estos ámbitos.

A pesar de estas deficiencias, no podemos dejar de reseñar el gran valor de la filosofía

cartesiana. Se ha dicho que con él comienza la filosofía moderna. Su punto de partida

subjetivo, su confianza en el poder de la razón y su radicalidad epistemológica sientan

las bases de la modernidad. Los racionalistas posteriores seguirán la senda trazada por

Descartes, incluso los empiristas, opuestos al cartesianismo, se dejarán seducir por

algunos de sus principios.

C. EL EMPIRISMO: LOCKE Y HUME.

1. Caracterización y diferencias entre Empirismo y Racionalismo.

Al igual que ocurre con el racionalismo, hay que distinguir entre el empirismo como

actitud filosófica y el Empirismo como corriente filosófica que en el siglo XVII

aparece como una alternativa al Racionalismo. Este movimiento se desarrolla en

Inglaterra y tiene como máximos representantes a John Locke, Berkeley y David

Hume. Como el Empirismo se opone conscientemente al Racionalismo y ambos

entran en polémica, vamos a ver, comparativamente, las características de ambos:

Racionalismo

a) La razón como fuente de conocimiento

b) El conocimiento humano no tiene límites.

c) Innatismo.

d) Método axiomático-deductivo y valoración de las matemáticas.

e) Antiescepticismo

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Empirismo

a) La experiencia como fuente prncipal de conocimiento

b) El límite del conocimiento humano viene dado por la experiencia

c) No hay ideas innatas: todas nuestras ideas proceden, directa y indirectamente, de

la experiencia.

d) Método inductivo, valoración de la experimentación y de la ciencia Física.

e) Hume se inclinó hacia el escepticismo.

Pero no todas son diferencias. Los empiristas coinciden con los racionalistas en

el propósito de convertir la filosofía en una ciencia. En este caso, lo intentarán

hacer poniendo el énfasis en la experiencia. También coinciden en partir del

sujeto a la hora de explicar el conocimiento humano (análisis de las ideas de la

mente). De hecho, la obra de Descartes ejerció un notable influjo sobre los

empiristas.

2. Origen y constitución de la experiencia en Locke y

Hume.

John Locke (1632-1704) es considerado fundador del Empirismo. Su obra

principal es el Ensayo sobre el entendimiento humano.

En ella busca sentar las bases epistemológicas de la nueva ciencia (lo mismo que

había pretendido Descartes). Para ello, realiza un detallado análisis de las ideas que

podemos encontrar en nuestra mente. Llama ideas a los contenidos de nuestra mente,

sean del tipo que sean. Niega, frente a Descartes, la existencia de las ideas innatas.

Cuando nacemos nuestra mente es como un papel en blanco que ha de ser rellenado

mediante la experiencia. Todas nuestras ideas proceden, directa o indirectamente, de

la experiencia.

Las ideas pueden ser simples o complejas.

a) Las ideas simples proceden directamente de la experiencia. Hay dos tipos:

-de sensación: proceden de la experiencia externa (árbol, agua...)

-de reflexión: proceden de la experiencia interna (pensamiento).

b) Las ideas complejas han sido formadas a partir de la asociación de ideas

simples (sirena...)

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David Hume (1711-1776) es, seguramente, el más importante e influyente autor

empirista. Su obra principal es el Tratado de la naturaleza humana, cuyo objetivo

principal es elaborar una “ciencia del hombre” (una antropología), que ha de ser el

fundamento de todas las demás ciencias. Sin embargo, los resultados no son demasiado

satisfactorios. Llevando el Empirismo hasta sus últimas consecuencias, llega a poner en

cuestión la posibilidad misma de la ciencia, aproximándose al escepticismo.

A diferencia de Locke, Hume divide los contenidos de la mente en dos tipos:

impresiones e ideas, los cuales se distinguen entre sí por el grado de fuerza y vivacidad.

Las impresiones se presentan a la mente con mayor fuerza que las ideas. Hume, además,

insiste en afirmar la prioridad de las impresiones respecto a las ideas.

Las impresiones pueden ser simples (rojo, frío) o complejas, formadas a partir de

varias impresiones simples (por ejemplo, la impresión de Londres). En cuanto a las

ideas, éstas pueden ser, igualmente, simples (rojo, frío) o complejas (sacacorchos,

sirena), formadas mediante la asociación de ideas simples. ¿Qué tipo de relación hay

entre impresiones e ideas? Según Hume, todas nuestras ideas proceden, directa o

indirectamente, de impresiones simples. Las ideas simples proceden de impresiones

simples (la idea de “rojo” se forma en mi mente a partir de la percepción del color rojo).

Por lo que se refiere a las ideas complejas, como éstas se han formado a partir de ideas

simples, también proceden, indirectamente, de impresiones simples.

A partir de este análisis, Hume va a elaborar el llamado “criterio empirista del

significado”, según el cual todo concepto que no pueda ser referido a una impresión

precedente, ya sea directa o indirectamente, será declarado carente de significado. Con

ayuda del criterio empirista del significado, Hume rechazará, en cuanto carentes de

significado, un gran número de conceptos metafísicos: sustancia, alma, Dios...

3. La crítica al innatismo y al concepto de causa en Locke y

Hume.

La crítica al innatismo es realizada, fundamentalmente, por Locke. Como ya hemos visto, en el Ensayo sobre el entendimiento humano, Locke

defiende la tesis de que la mente humana es como un papel en blanco, todas nuestras

ideas proceden, directa o indirectamente, de la experiencia. De este modo, se opone con

firmeza a la existencia de ideas innatas, defendida por Descartes y otros racionalistas.

En esta obra encontramos varios argumentos contra la existencia de las ideas innatas:

a) Los racionalistas afirmaban que hay verdades universales, de carácter innato

(por ejemplo, la afirmación “el ser es y el no-ser no es”). El consenso acerca de tales

verdades es lo que prueba que son innatas. Locke niega que exista semejante consenso:

ni los niños ni los salvajes aceptarían tales verdades, lo que prueba que no son innatas.

b) No hay principios morales innatos; la prueba es que algunos pueblos realizan

acciones que para nosotros son repugnantes sin sentir remordimiento alguno.

c) La idea de Dios no es innata, ya que hay pueblos que no la poseen.

La crítica al concepto de causa es realizada por Hume. Esta crítica se asienta sobre

dos supuestos: la distinción entre “enunciados sobre relaciones de ideas” y “enunciados

sobre cuestiones de hecho”, y el criterio empirista del significado, anteriormente

expuesto.

Veamos en primer lugar la distinción entre enunciados sobre relaciones de ideas y

enunciados sobre cuestiones de hecho. Según Hume, todos nuestros enunciados con

Page 12: Racionalismo y Empirismo

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sentido pertenecen a alguna de estas dos categorías. Veamos laas características de cada

tipo:

a) Enunciados sobre relaciones de ideas: estos enunciados son necesariamente

verdaderos; su verdad se asienta sobre el principio de no-contradicción; se trata de

verdades puramente formales (por ejemplo, “todos los triángulos tienen tres ángulos”).

El problema es que este tipo de enunciados no nos da información alguna acerca de la

realidad, sino sólo acerca de las relaciones entre nuestras ideas.

b) Enunciados sobre cuestiones de hecho: dependen de la experiencia; estos

enunciados sí dan información acerca de la realidad, pero no son necesariamente

verdaderos, sino sólo probables. Por ejemplo, consideremos el enunciado “todos los

cisnes son blancos”: basta con que aparezca un solo cisne no blanco para que sea falso.

Por ello, los enunciados empíricos (cuya verdad depende del hallazgo de las

impresiones correspondientes) tienen sólo cierta probabilidad de ser verdaderos.

Según Hume, el enunciado “todo suceso tiene una causa” no es un enunciado sobre

relaciones de ideas. ¿Podría ser un enunciado sobre cuestiones de hecho? En ese caso,

sería necesario hallar la impresión o impresiones de las que depende.

¿Tenemos alguna impresión de la causalidad? Analicemos algún pretendido

fenómeno de causa-efecto, por ejemplo el choque de dos bolas de billar. Lo único que

podemos observar (las únicas impresiones que tenemos) son relaciones de

contigüidad en el espacio y en el tiempo, prioridad de la causa respecto al efecto y

conjunción constante, pero no logramos encontrar una impresión del nexo causal

mismo.

¿Cómo surge entonces la noción de causalidad? Por la costumbre y el hábito. Al

observar que determinados fenómenos aparecen repetidamente conjuntados, nuestra

mente supone que entre ellos se establece algún nexo causal, pero no tenemos una

impresión directa del mismo.

Además, el principio de causalidad presupone el principio de uniformidad de la

naturaleza (la naturaleza va a seguir comportándose como hasta ahora), pero tal

principio es indemostrable.

Como no tenemos impresión de la causalidad, debemos, tal como establece el

“criterio empirista del significado”, rechazar ese concepto considerándolo carente de

significado.

El rechazo del concepto de causa tiene consecuencias muy graves. No podemos

concebir la ciencia sin el mismo (cualquier ley científica presupone el concepto de

causa). De ahí que Hume termine aproximándose al escepticismo.

4. El emotivismo moral en Hume.

Con la expresión “emotivismo moral” nos referimos a aquella doctrina que pone

como fundamento de la moral los sentimientos humanos, como son: la compasión,

la simpatía... El emotivismo moral se opone al racionalismo o intelectualismo moral,

para el cual la ética se basa única y exclusivamente en la razón.

Hasta ahora hemos encontrado, sobre todo, éticas racionalistas: Sócrates, Platón,

Descartes. Todos ellos defendían que lo adecuado es el dominio de la razón sobre las

pasiones, considerando a estas últimas como un aspecto negativo, rechazable, en el

ser humano. Hume, en cambio, se sitúa en una posición radicalmente distinta: no es

la razón la que nos mueve a actuar, sino los sentimientos o pasiones, que son un

cierto tipo de impresiones (de reflexión). La moralidad se siente más que se razona.

Page 13: Racionalismo y Empirismo

24

Lo que nos mueve a actuar es un sentimiento de aprobación o desaprobación ante

determinados actos, así como la búsqueda del placer y el alejamiento del dolor.

¿Desempeña la razón algún papel en el ámbito moral? Según Hume, la razón

únicamente puede disponer medios para satisfacer algún deseo; nos muestra qué

camino debemos seguir para lograr lo que deseamos, pero no es la que nos impulsa

a actuar. En este sentido, debemos entender una famosa sentencia de Hume: “la

razón es la esclava de las pasiones”.

D) El Idealismo Trascendental de Kant

1. Vida y obra.

Kant vivió entre 1724 y 1804. Su vida ocupa, pues, buena parte del s. XVIII. Fue

profesor de lógica y metafísica en la universidad de Königsberg (Prusia), aunque su

actividad intelectual no se restringió a estas disciplinas, ya que poseyó una vasta cultura

enciclopédica. Las personas que le conocieron afirman que era un gran conversador:

poseía conocimientos filosóficos, científicos, artísticos y de todo tipo. Mostró un

especial interés por la ciencia de su tiempo, y él mismo, en su primera etapa, publicó

algunos pequeños tratados científicos. Entre sus aportaciones científicas podemos

destacar la formulación de la hipótesis según la cual el universo se formó a partir de una

nebulosa (hipótesis Kant-Laplace).

Muy influido por los ideales de la Ilustración, sintió gran simpatía por la lucha por la

independencia norteamericana y por la Revolución Francesa. Fue pacifista,

antimilitarista y ajeno a toda forma de patriotismo excluyente.

Podemos distinguir dos etapas en el pensamiento de Kant:

a) Etapa pre-crítica o de juventud: en ella está muy interesado en cuestiones

científicas y bajo el influjo del Racionalismo.

b) Etapa crítica: supone la madurez del pensamiento kantiano. Publica sus obras

más importantes: Crítica de la Razón Pura, Crítica de la Razón Práctica, Crítica del

Juicio. Según Kant, la lectura de la obra de Hume le despertó de “su sueño dogmático”.

En esta segunda etapa rechaza el Racionalismo e intenta superar tanto el Racionalismo

como el Empirismo.

2. Los juicios sintéticos a priori.

Posición ante Racionalismo y Empirismo.

En su etapa de madurez Kant intenta desarrollar un sistema filosófico original que

supere tanto al Racionalismo como al Empirismo, pero conservando las aportaciones de

los mismos que él considera valiosas:

a) Crítica al Racionalismo: lo califica como “dogmático”, por dos motivos: en

primer lugar el racionalista presupone, sin haberlo examinado antes, que la razón

humana puede conocerlo todo, que su poder carece de límites. Esto supone una

concepción muy poco crítica de la razón; en segundo lugar, critica al Racionalismo por

su pretensión de desvelar la esencia de la realidad a través de conceptos puros, sin

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recurrir a la experiencia. Kant piensa que el conocimiento humano comienza con la

experiencia.

b) Crítica al Empirismo: los empiristas tienen razón al afirmar que el

conocimiento comienza con la experiencia, pero con ella sola no basta para explicar el

conocimiento, ya que a partir de la experiencia es imposible alcanzar enunciados

universales, que son los propios de la ciencia. Por eso, Hume terminó cayendo en el

escepticismo. El Empirismo, pues, lleva al escepticismo.

c) Posición propia: el Idealismo Trascendental o Criticismo: según esta doctrina,

a la hora de explicar el fenómeno del conocimiento, es necesario tener en cuenta dos

factores: la experiencia y los elementos a priori del sujeto. Además, es necesario hacer

un examen (una crítica) de la capacidad y límites de la razón humana. Éste es el

objetivo fundamental de la Crítica de la Razón Pura.

Tipos de juicios

Un juicio es una proposición, es decir, un enunciado que puede ser declarado

verdadero o falso. Kant comienza su investigación distinguiendo los diversos tipos

de juicios que podemos encontrar en nuestro pensamiento:

a) Juicios analíticos a priori: en este caso el predicado está contenido lógicamente

en el sujeto (analiticidad) y su verdad es anterior a la experiencia (a priori). Ejemplo:

“todos los triángulos tienen tres ángulos”. Son universalmente válidos.

b) Juicios sintéticos a posteriori: en ellos el predicado no está contenido en el

sujeto (sintéticos) y su verdad depende de la experiencia (a posteriori). No son

universalmente válidos.

Hasta aquí Kant coincide con Hume. Pero Kant defiende la idea de que ha de haber

un tercer tipo de juicio. Si hubiera sólo juicios analíticos a priori y sintéticos a

posteriori la ciencia sería imposible. Por ello –piensa Kant- Hume llegó al

escepticismo. La ciencia precisa enunciados relacionados con la experiencia y a la vez

universalmente válidos. Se trata de los

c) Juicios sintéticos a priori: no son analíticos; en ellos el predicado no está

contenido en el sujeto y, sin embargo, su verdad no depende de la experiencia; son

necesarios y universalmente válidos. Ejemplo: “La recta es la distancia más corta entre

dos puntos”. Éstos son los propios de la ciencia; por un lado, amplían nuestro

conocimiento (puesto que el predicado no está contenido en el sujeto); por otro, al ser a

priori, son universalmente válidos.

Piensa Kant que la matemática y la física se han constituido en ciencia precisamente

porque disponen de este tipo de juicios. En cuanto a la metafísica, Kant se plantea si

en ella son posibles estos juicios y si la metafísica podrá convertirse alguna vez en una

ciencia.

3. Los límites del conocimiento.

Éste es el tema principal de la Crítica de la Razón Pura. Kant hace un análisis

sistemático de este problema, deteniéndose en el estudio de los elementos a priori del

sujeto que posibilitan el conocimiento (“revolución copernicana en el ámbito del

conocimiento”). ¿Es ilimitado el poder de conocimiento del hombre? Otro problema que

se plantea Kant es si la metafísica podrá convertirse o no en ciencia.

Pero antes de abordar estos problemas, para proceder con orden, es conveniente que

sepamos algo acerca de la estructura de esta obra. La Crítica de la Razón Pura se

Page 15: Racionalismo y Empirismo

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divide en tres partes, a las que llama, respectivamente, Estética Trascendental,

Analítica Trascendental y Dialéctica Trascendental. Las tres partes corresponden a las

tres facultades de conocimiento que Kant distingue en el ser humano: sensibilidad,

entendimiento y razón. En cuanto al término “trascendental” en Kant suele ser sinónimo

de a priori: aquellas condiciones propias del sujeto que posibilitan el conocimiento.

La Estética Trascendental.

La palabra “estética” proviene del griego aisthesis (sensación). En la Estética

Trascendental Kant analiza los elementos a priori de la sensibilidad, que es la facultad

que nos permite tener sensaciones.

Las formas a priori de la sensibilidad son el espacio y el tiempo, porque todas

nuestras representaciones están sujetas al espacio y al tiempo. Cuando nos

representamos un objeto, lo hacemos espaciotemporalmente. Como consecuencia de la

“revolución copernicana” en el conocimiento, espacio y tiempo ya no son entidades

objetivas, sino modos y funciones propios del sujeto.

Kant piensa que la sensibilidad es puramente pasiva; se limita a recibir los datos del

mundo externo. El conocimiento humano supone algún tipo de actividad. Por ello, no

basta con la sensibilidad.

La Analítica Trascendental.

Además de la sensibilidad, el ser humano posee una segunda fuente de conocimiento,

el entendimiento o intelecto. Mediante la sensibilidad los objetos nos son dados; gracias

al entendimiento podemos pensarlos. El entendimiento es la facultad que permite hacer

juicios, afirmaciones acerca de la realidad.

Kant piensa que los datos que nos llegan a través de los sentidos aparecen caótica

y desordenadamente. Podemos ordenar tales datos gracias a las categorías, que no

son ideas innatas, sino formas, estructuras lógicas cuya función es ordenar, dar

sentido y comprender la información que nos llega a través de los sentidos. Las

categorías son las formas a priori del entendimiento.

Piensa Kant que hay tantas categorías como tipos de juicios:

TIPOS DE JUICIOS CATEGORÍAS

Según la cantidad 1. Universales 1. Totalidad

2. Particulares 2. Pluralidad

3. Singulares 3. Unidad

Según la cualidad

1. Afirmativos 1. Realidad

2. Negativos 2. Negación

3. Infinitos 3. Limitación

Según la relación

1. Categóricos 1. Sustancia y accidente

2. Hipotéticos 2. Causa y efecto

3. Disyuntivos 3. Acción recíproca

Según la modalidad

1. Problemáticos 1. Posibilidad-imposibilidad

2. Asertóricos 2. Existencia-inexistencia

3. Apodícticos 3. Necesidad-contingencia

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Examinemos, por ejemplo, la categoría de causalidad, que había sido problematizada

por Hume; ésta no es extraída a partir de la experiencia, sino que es más bien la

condición de posibilidad para que haya una experiencia con sentido.

Tenemos una experiencia objetiva, una experiencia significativa cuando los datos de

los sentidos han recaído bajo el espacio y el tiempo (formas a priori de la sensibilidad)

y han sido ordenados por medio de las categorías (formas a priori del entendimiento).

Si la mente fuera –como afirmaban los empiristas- un papel en blanco, el

conocimiento sería imposible, pues el individuo no sería capaz de dar sentido a las

caóticas informaciones que le llegan del mundo externo. El conocimiento humano es el

resultado de una síntesis entre los datos que llegan a través de los sentidos y las formas

a priori del sujeto. El resultado de tal síntesis se llama fenómeno.

En este momento, Kant llega a una primera conclusión: el límite del conocimiento

humano se encuentra en el fenómeno, pues sólo tenemos conocimiento de aquellos

objetos que recaen bajo las condiciones del espacio y el tiempo y han sido ordenados

por medio de las categorías. Y las categorías sólo pueden aplicarse a lo que ha sido

captado espaciotemporalmente. El límite del conocimiento, pues, se encuentra en la

experiencia.

Sin embargo, piensa Kant que el concepto de realidad es más amplio que el de

fenómeno. Existe una zona de la realidad de carácter metafenoménico, incognoscible, al

encontrarse más allá de la experiencia humana. Kant llama noúmeno esa zona de la

realidad que escapa al conocimiento humano y que jamás podrá ser conocida. De esta

manera, se opone Kant a la pretensión racionalista de que la realidad entera puede ser

conocida por la razón humana.

La Dialéctica Trascendental.

En esta parte estudia la razón. Distingue entre entendimiento y razón. El

entendimiento es la facultad que nos permite hacer juicios, mientras que la razón

permite hacer deducciones, extraer conclusiones a partir de premisas.

Hemos visto que nuestro conocimiento no puede ir más allá de la experiencia. Cuando

la razón intenta avanzar más allá, como ocurre en el caso de la metafísica, cae

necesariamente en el error. La metafísica jamás podrá convertirse en ciencia, pues

pretende algo imposible, desvelar la realidad a través de puros conceptos, sin recurrir a

la experiencia. Sin embargo, el ser humano tiene una tendencia natural e inevitable a

plantearse cuestiones metafísicas: ¿de dónde venimos? ¿quiénes somos? Se trata de una

“ilusión trascendental de la razón”.

En el orden fenoménico todo está condicionado, todo tiene una causa. Sin embargo,

nuestra razón busca la unidad, lo incondicionado, es decir, lo incausado. Dios, el alma y

el mundo son los objetos incondicionados que busca nuestra razón. Y son el objeto

respectivo de cada una de las ramas de la metafísica: Teología, Psicología y Cosmología.

Nuestra razón tiende de manera natural e inevitable a especular acerca de Dios, el alma

y el mundo. Pero no hay nada empírico que corresponda a tales ideas, de ahí que la

razón se vea abocada al error.

Kant analiza tres tipos de error: paralogismos, antinomias y demostraciones de la

existencia de Dios.

a) Paralogismos: la Psicología trata al “yo”, al alma, como si fuese un objeto,

como si pudiera ser conocido. Pero el “yo” no es objeto, sino sujeto. No tenemos

conocimiento del “yo”, sino más bien referimos nuestros conocimientos a un “yo”.

b) Antinomias: las especulaciones metafísicas acerca del mundo conducen a

contradicciones irresolubles: por ejemplo, es posible demostrar tanto la finitud del

mundo como su infinitud; en realidad, este problema está fuera del alcance del ser

humano.

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c) Demostraciones de la existencia de Dios: todas las demostraciones pueden

reducirse a tres tipos básicos.

-1. El argumento ontológico o a priori: deduce del concepto de un ser perfecto su

existencia, pero la existencia no es ninguna perfección, no añade nada a la esencia

de una cosa; se da un salto ilegítimo de la esencia (lo que una cosa es) a la

existencia.

-2. El argumento cosmológico: deduce la existencia de un ser necesario a partir de

la existencia de seres contingentes (aquellos que no son causa de sí mismos). Pero

el principio “todo tiene una causa” es válido sólo para el orden fenoménico. Se ha

producido, pues, un salto ilegítimo del fenómeno al noúmeno.

-3. El argumento físico-teleológico: se basa en el orden y armonía que presenta la

naturaleza, que nos hacen suponer la existencia de una inteligencia ordenadora.

Pero la existencia de semejante ordenación consciente es algo que no se puede

comprobar por medio de la experiencia. Y aunque aceptáramos el argumento, lo

único que quedaría demostrado es la existencia de un arquitecto cósmico, pero no

la del Dios de la religión.

Kant defiende una posición agnóstica en relación con el problema de la

existencia de Dios. Muestra la imposibilidad de probar su existencia por medio de

la razón, pero, por los mismos motivos, se vuelve imposible probar su inexistencia.

4. El formalismo moral.

Vamos a exponer a continuación la doctrina ética de Kant, que aparece en su obra

Crítica de la Razón Práctica.

Kant persigue un doble objetivo: busca una ética que tenga valor universal y que a la

vez respete el principio de la autonomía moral del individuo.

El hombre es un ser racional, es decir, capaz de autogobernarse, de darse sus propias

normas de conducta. La autonomía moral es la capacidad que posee la voluntad para

elaborar y regirse por medio de sus propias leyes morales. La heteronomía moral, en

cambio, es la incapacidad de la voluntad para elaborar las propias normas de conducta;

la moral heterónoma es la que viene dada desde fuera de la propia razón.

Kant critica todos los sistemas morales anteriores. Piensa que eran heterónomos, pues

eran morales fundadas sobre contenidos (felicidad, Dios...) a los que debía subordinarse

la voluntad. No hay autonomía moral cuando te dictan lo que debes hacer.

Por ello, la ética kantiana, para ser autónoma, necesita prescindir de cualquier tipo de

contenido. Debe ser una ética formal, que prescribe la forma que han de tener nuestros

juicios morales, sin decir nada acerca del contenido de los mismos. Además, sólo una

ética formal puede tener valor universal, pues es la única ética que tiene carácter a

priori. Las éticas dotadas de contenido (materiales) dependen de la experiencia, y son a

posteriori, careciendo de validez universal.

Kant analiza los distintos tipos de principios morales. Hay dos grandes grupos:

máximas e imperativos:

a) Máximas: son principios prácticos subjetivos, que sólo poseen validez para el

sujeto que se los propone a sí mismo: “roba todo lo que puedas”.

b) Imperativos: son principios prácticos objetivos, válidos para todos. Hay dos

tipos:

-hipotéticos: en ellos se ordena una acción no como buena en sí misma sino con

vistas a un fin posterior; la voluntad está guiada heterónomamente; poseen una

estructura condicional: “si quieres aprobar, debes estudiar”.

-categóricos: son los únicos que constituyen verdaderas leyes morales, pues

ordenan acciones que son buenas en sí mismas y no con vistas a un fin posterior, y

en ellos la voluntad actúa autónomamente.

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Formulaciones del imperativo categórico

En las obras éticas de Kant encontramos tres formulaciones del imperativo categórico:

1) “Obra sólo según la máxima que te permita al mismo tiempo querer que esa

máxima se convierta en ley universal”. Esta formulación es la única que aparece en la

Crítica de la Razón Práctica. En ella se insiste en la universalidad de la ley moral.

Debemos guiarnos por un principio moral que quisiéramos que fuera aceptado por todos.

Sólo un principio de este tipo tiene validez moral. En cambio, si el principio no es

universalizable, carece de dicha validez.

2) “Obra como si la máxima de tu acción hubiera de convertirse por tu voluntad en

ley universal de la naturaleza”. Ahora se insiste más en el carácter objetivo (como si

fuera una ley de la naturaleza) de la ley moral.

3) “Obra de tal modo que trates a la humanidad, en tu persona o en la de los demás,

siempre y al mismo tiempo como un fin y nunca como un medio”. El ser humano, único

ser racional, posee valor por sí mismo, tiene dignidad. Por ello debe ser considerado

como un fin en sí mismo y, bajo ninguna circunstancia, deberá ser utilizado como un

medio para conseguir un fin posterior.

Estas dos últimas formulaciones aparecen en otra obra, llamada Fundamentación de

la metafísica de las costumbres. No obstante, siempre consideró la primera como la

más perfecta.

¿Cuál es la función del imperativo categórico? El imperativo categórico es el

criterio formal que nos va a servir comprobar la validez de nuestros principios

morales concretos. Su carácter formal radica en que no nos dice lo que debemos

hacer (no nos dice ni que debamos buscar la felicidad, ni el placer, ni la salvación del

alma, todo esto sería propio de una ética material, heterónoma), sino qué forma

(universalidad, consideración del ser humano como un fin y nunca como un medio) han

de tener nuestros juicios morales. Si un principio de conducta cumple estos requisitos,

es moralmente válido.

Para concluir, debemos indicar que la moral kantiana es una moral de la intención y

no del resultado. Esto quiere decir que el valor moral de una acción depende de la

intención. En este sentido, distingue entre acciones realizadas de acuerdo con el deber

(en las que se tiene en cuenta sólo el resultado, el aspecto externo) y acciones realizadas

por mor del deber (el individuo las realiza porque siente la obligación moral de

hacerlo). Sólo en el segundo caso la voluntad actúa autónomamente.